Carthago
Noua:
una metrópoli hispana
del Mediterráneo
occidental
“Los antiguos se sirvieron de las inscripciones
para
conservar la memoria de los acontecimientos
considerables”
(Conde de Lumiares, Inscripciones de Carthago Nova,
1796, IV)
“DE ESTE EMPORIO DE LAS
RIQUEZAS DEL AFRICA Y ESPAÑA FUERON DESPOJADOS LOS CARTAGINESES POR P. CORNELIO
SCIPION EL AÑO 542 DE ROMA”
Con este explícito enunciado
reseñaba hacia 1796 el conde de Lumiares1 cómo tras la muerte de Asdrúbal en
221 a.C., la sucesión de su sobrino Aníbal y el estallido de la Segunda Guerra
púnica, la geoestratégica Nueva Cartago o Qrt Hdast –que aquél fundara hacia
229/228 a.C. para ser capital económica y militar de los dominios bárquidas en
la península Ibérica2 – se convirtió en punto de mira preferente del ejército
romano desembarcado en Ampurias en 218 a.C. y, en concreto, de su general
P.Cornelius Scipion quien, asistido por los legados C. Laelius y L. Marcius,
sitió y conquistó repentinamente la ciudad en el invierno de 209-208 a.C.3 Si
creemos a Polibio, las destrucciones causadas por el ataque debieron ser
limitadas4 y, tras ellas, Cornelio Escipión actuó clementemente con la
población indígena y cartaginesa, sin duda muy helenizada e integrada –además
de los militares– por marineros, artesanos y obreros5 , organizándola incipientemente
y ordenando a todos que se inscribiesen en las listas del cuestor6 . Reocupada
y no destruida, comenzaba así la andadura de una rica y cosmopolita metrópoli
romana cuyo riquísimo patrimonio epigráfico, en buena parte fechable en los
siglos I a.C. y I d.C. y parcialmente elencado y estudiado por Antonio
Valcárcel Pío de Saboya y Moura, conde de Lumiares, es “uno de los apoyos mas
firmes”7 para el estudio de su historia.
Ubicada al fondo de una
profunda bahía flanqueada por cuatro imponentes elevaciones pertenecientes a
las estribaciones orientales del sistema bético,tanto la ciudad bárquida como
la romana se asentaron en un tómbolo que, circunvalado de agua marina por el S
y el W y por un pequeño lago por el N, sólo quedaba unido al continente por una
lengua de tierra; ocupaba la península una vaguada rodeada de un cinturón de
cinco pequeños cerros8 , algunos de los cuales permanecían poblados por íberos
desde el siglo V a.C. Era, así pues, un inmejorable puerto natural y una plaza
militar casi inexpugnable, por demás estratégicamente situada en las
inmediaciones de una sierra minera riquísima en plomo y galenas argentíferas
explotadas desde antiguo por la población nativa.
Concluida la contienda entre
Roma y Cartago, la práctica totalidad de la península Ibérica quedó bajo
control del Estado romano. Catón el Censor acometió en 197 a.C. la primera
organización administrativa del territorio con la creación de las provincias de
Hispania Citerior y Ulterior, quedando Carthago Noua en las cercanías del límite
occidental de la primera. La ciudad vivió durante décadas –a tenor de la escasa
información que sobre el siglo II a.C. transmiten las fuentes escritas– inmersa
en un período de bonanza económica y alejada de los conflictos bélicos que
afectaron a otras regiones peninsulares9. Convertida en campamento y base de
operaciones de la flota y de los ejércitos romanos en Hispania, la eventualidad
de obtener pingües beneficios con las actividades de avituallamiento de las
tropas atrajo a un buen número de negotiatores
itálicos. Además, las expectativas que ofrecía la explotación de los
recursos agropecuarios y, sobre todo, mineros de su entorno generaron grandes
flujos migratorios de siervos y libertos de ascendencia centro y suritálica.
Unas y otras actividades impulsaron el dinamismo de su puerto, cuya intensa
actividad comercial de carácter redistribuidor hemos de retrotraer, al menos,
al periodo Barca cuando actuó como centro regulador de los intereses económicos
de Cartago en el Levante y Mediodía. Por demás, la ciudad se configuró desde
temprano como el principal foco de latinización de las comunidades ibéricas del
SE peninsular10.
La actual información
arqueológica presenta grandes lagunas respecto al urbanismo de la ciudad del
siglo II a.C. que, al igual que en épocas precedentes y sucesivas, debió estar
condicionado por la irregularidad topográfica de la península. No obstante, la
ciudad bárquida debió establecer pautas de ordenación urbanística esenciales en
el posterior desarrollo de la ciudad romana11 ; además de la reparación de las
murallas, seguramente se recurrió a la embrionaria red viaria púnica y al
incipiente sistema de aterrazamientos que permitía, mediante la aplicación de
cánones urbanísticos de corte helenístico, el aprovechamiento de parte del
valle central y de las zonas bajas de las laderas meridional y septentrional de
los cerros del Molinete y de la Concepción, respectivamente. También debieron
reaprovecharse los espacios públicos y religiosos de la ciudad cartaginesa, de
los que casi nada sabemos; al respecto, Polibio refiere la existencia de un
“ágora”12, posiblemente en uso cuando visitó la ciudad a mediados del siglo II
a.C., y de santuarios dedicados a deidades indígenas, púnicas y romanas en las
cimas de las colinas13;situación nada extraña dado que, con el devenir del
siglo II a.C., la copiosa población de militares y comerciantes itálicos, los
esclavos y mercaderes orientales y el sustrato poblacional ibérico y semita,
generaron un emporio cosmopolita y multiétnico, en cierto modo similar al de
Delos.
El aprovechamiento de los
recursos minerales de la región está en la base de la importancia de la ciudad
en época prebárquida, bárquida y posterior. Una vez conquistado el territorio,
el nuevo suelo provincial y sus recursos naturales eran propiedad del Estado,
que arrendó la explotación de las minas a empresarios individuales y a
sociedades ordinarias. El proceso de explotación intensiva de las minas se
inició en el siglo II a.C., alcanzando su cénit a finales de dicha centuria y
durante la primera mitad de la siguiente14. Entre las evidencias arqueológicas
de estas actividades destaca la gran cantidad de massae plumbeae, de morfología casi siempre semicilíndrica y
datables entre finales del siglo II a.C. y el I d.C., recuperadas en los dragados
de la bahía de Cartagena y de otros puntos costeros cercanos –como Escombreras
y Cabo de Palos15–, así como en lugares repartidos por todo el Mediterráneo
–como Mahdia o la isla de Mal di Ventre16–, lo que prueba el alcance de su
comercialización. Por los epígrafes de sus marcas sabemos los nomina de los
referidos empresarios, en particular oriundos de Campania y del S de Italia y
pertenecientes a familias como los Atellii,Messii, Planii,Utii, Seii y otras
más; con el devenir del tiempo y sobre la base de esta explotación de los
recursos minerales, en especial de la plata y del plomo, estas gentes –que
asimismo aparecen atestiguadas en el registro epigráfico de la ciudad de fines
de la República y de época agústea– amasaron grandes fortunas y alcanzaron
algunas de las más importantes magistraturas urbanas (principalmente el
duovirato quinquenal)17. Las recientes prospecciones arqueológicas sistemáticas
desarrolladas en la vertiente SE de la sierra minera de Cartagena-La Unión y en
la llanura litoral del Mar Menor posibilitan perfilar de forma cada vez más
precisa la dinámica de ocupación del territorio adyacente a la ciudad. Se
constata la existencia de un intenso poblamiento que, bien articulado mediante
una densa red de comuniciones secundarias y vinculado prioritariamente a la
explotación de la minas, se caracteriza por su diversidad de modelos y patrones
de asentamiento; así, en las inmediaciones de las minas se constatan restos de
fundiciones y hábitat disperso, santuarios rurales18 y poblados vinculados con
las actividades mineras19. Estos establecimientos, que encuentran sus orígenes
a finales del siglo III a.C., alcanzaron su culmen en el siglo II a.C., para ir
decayendo progresivamente a partir de mediados de la siguiente centuria como
consecuencia del agotamiento de los filones o de los conflictos acaecidos en
dicha época, si bien parece que la actividad pudo prolongarse hasta bien
entrado el siglo I d.C. De la importancia geoestratégica de estas explotaciones
dan cumplida cuenta la elevada nómina de asentamientos que, emplazados en
puntos elevados y estratégicos, permitían el control de los principales puntos
de acceso a los centros de obtención de mineral20. El incremento de la
actividad minera generó el auge de un copioso poblamiento agropecuario en la
llanura litoral entre el Mar Menor y la Sierra Minera, así como en los valles
dispuestos entre las elevaciones de esta última, orientado al abastecimiento
tanto de la población urbana como de los mineros21.
Sin duda el espacio más
importante de la ciudad en esta época fue el área portuaria, vertebradora de su
actividad comercial. Los contextos cerámicos datables a finales del siglo III
a.C. y durante la siguiente centuria evidencian que el desenlace de la Segunda
Guerra púnica no supuso la ruptura de los estrechos lazos comerciales del
puerto con las áreas de producción y redistribución púnicas22. Antes bien, como
núcleo exportador de metales (en particular plomo y plata) y otras materias
primas y receptor de toda suerte de mercancías procedentes del Egeo, Italia y
Norte de África destinadas al abastecimiento de la población itálica y de las
comunidades ibéricas del Sureste, en el devenir del siglo II a.C. Cartagena se
transformó en uno de los emporios comerciales más importantes de todo el Mediterráneo
occidental, posiblemente dotado de un puerto franco e inserto en las grandes
rutas del comercio internacional. De facto, parece probado que desde esta
centuria y, al menos, hasta época augústea, se configuraron en Hispania dos
grandes áreas de comercialización diferenciadas –aunque no excluyentes– en
torno a los puertos de Emporiae-Tarraco,
en el NE, y Carthago Noua, que
controlaría el SE y Mediodía23 mediante una extensa red redistribuidora de
rutas de cabotaje y puertos secundarios24; esto acarreó una reorganización del
territorio inmediato que supuso la cancelación de la actividad económica en
enclaves comerciales que durante época ibérica y aun bárquida habían actuado en
la región como catalizadores del comercio griego y púnico25 .
La presencia de envases
vinarios y de vajillas de lujo realmente exóticas procedentes del Mediterráneo
oriental26 acreditan el establecimiento de un importante flujo comercial con
los grandes centros comerciales del oriente mediterráneo, en particular
Corinto, Rodas y Delos, que hacia 160 a.C. fue transformado por Roma en puerto
franco con el fin de contrarrestar el poderío comercial rodio; a partir de
entonces, el puerto delio se transformó en el centro regulador del tráfico de
mercancías orientales y del comercio de esclavos; y Cartagena debió convertirse
en receptora y redistribuidora tanto de tales artículos, como del lucrativo
tráfico de vidas humanas que nutriría las necesidades de mano de obra para la
explotación de las minas27. Pero la conversión de la ciudad en centro receptor
de inmigración itálica determinó asimismo un rápido afianzamiento de conexiones
comerciales con los grandes puertos del área tirrénica y adriática de Italia,
en particular con Puteoli; así, poco después o contemporáneamente al arribo del
vino rodio y de las vajillas que lo acompañaban, comenzó la llegada masiva de
vino de Campania, envasado en ánforas vinarias del tipo Dressel 1, y vajillas
itálicas transportadas como complemento de la carga principal, lo cual
manifiesta la diversidad de tradiciones alimenticias existente entre la
población indígena –que utilizaba sus propias cerámicas decoradas y de cocina–
y la itálica inmigrada28. El mejor exponente del tráfico portuario en este
periodo y, en concreto, de los contactos comerciales con los territorios
campanos es el pecio Escombreras 1, constituido por un barco de mediano tamaño,
cuya capacidad de carga debía oscilar entre 500 y 800 ánforas, hundido hacia
mediados del siglo II a.C. en las inmediaciones de dicha isla.
Su cargamento estaba formado
mayoritariamente por contenedores vinarios grecoitálicos, así como por
cerámicas itálicas de mesa y de cocina, transportadas como añadido del porte
principal en los espacios huecos de la nave29.
LUCRO ECONÓMICO,
EVERGETISMO Y EXEMPLUM ITÁLICO. LA PRIMERA ARQUITECTURA DE NATURALEZA
UTILITARIA
El afianzamiento de
Cartagena como uno de los puertos más importantes del Mediterráneo occidental y
el cenit alcanzado por sus actividades económicas, generó una demanda de nuevas
dotaciones e infraestructuras que se tradujo, a finales del siglo II y en la
primera mitad del I a.C., en un primer periodo de crecimiento urbano e intensa
actividad edilicia orientados a dotar a la ciudad de una arquitectura de
naturaleza utilitaria destinada a satisfacer dichas necesidades. En la
ejecución del proyecto intervino de forma decisiva el evergetismo privado de
itálicos con fuertes intereses en la ciudad y enriquecidos gracias a los
pingües beneficios económicos obtenidos mediante el comercio y la explotación
de las minas, los cuales actuaron básicamente por mediación de sus siervos y
libertos; de este modo, el proyecto se convirtió tanto en emulación del
exemplum de los nobiles de la Vrbs como en prueba del rango y potencia de los
comitentes. El proceso fue asimismo coetáneo al de otras ciudades hispanas. Sin
duda, el eje vertebrador del proyecto fue la ampliación y resistematización del
viejo portus mercantil cartaginés del Mar de Mandarache30, al objeto de crear
un auténtico emporium comercial que, dotado de muelles y horrea, posibilitase
el atraque de buques de gran tonelaje y el movimiento y almacenaje de grandes
portes. La documentación epigráfica permite ahondar en el conocimiento de los
promotores de estas obras y en su magnitud. Así, una inscripción carente de
contexto arqueológico y elencada por el conde de Lumiares31, alude a pilae III
et fundament(a) ex caement(o), es decir, pilares y cimientos de hormigón32; sus
mejores parangones formales y de contenido, procedentes de Capua y Minturnae,
avalan tanto su relación con la construcción de un dique sostenido sobre arcadas33,
como su cronología encuadrable a finales del siglo II o en el primer cuarto del
I a.C. Los ejecutores de la obra son cinco siervos y otros tantos libertos, que
actúan como magistri de un collegium privado y a cuyos nombres acompaña la
filiación que les liga a sus respectivos domini y patroni, los auténticos
evergetas. Desconocemos evidencia material alguna de estas estructuras, que a
juzgar por el recurso al término fundamentum debieron construirse ex nouo, pero
hallazgos puntuales abundan en la existencia de diques e instalaciones
portuarias en una línea que, a grandes rasgos, discurría por la actual c/ Mayor
desde la sede del Gobierno Militar hasta las Puertas de Murcia34. Al igual que
había sucedido y acontecía por entonces en las grandes ciudades portuarias de
Italia y Oriente, la remodelación del puerto conllevó la urbanización de sus
áreas adyacentes y la construcción de edificios como horrea y macella. La
columnata constatada en la c/ Morería Baja, al pie de la ladera SW del
Molinete, cuya datación se sitúa a finales del siglo II o inicios del I a.C. en
razón de los paralelos tipológicos de sus basas35, debe vincularse con una
arquitectura relacionada con la intensa actividad comercial desplegada en el
área portuaria, si bien es difícil precisar su función exacta. Podría tratarse
de parte de unos grandes almacenes36 ubicados a mitad de camino entre el puerto
y la salida de la ciudad hacia Andalucía37 y, en todo caso, dado que a escasa
distancia del edificio se encontraba la playa, también podría vincularse con la
fachada porticada del puerto o de la propia línea de costa38.
Ligada a esta arquitectura
de carácter utilitario y, en concreto, con el abastecimiento de agua a una
población en continuo incremento, cabría referir la dotación de las primeras
grandes infraestructuras hidráulicas de la ciudad mediante la construcción de
un hipotético castellum aquae o un edificio monumental relacionado con el
agua39 en la parte alta del Molinete, en una especie de plataforma amesetada
que se adentra en la ciudad40. Tales propuestas evidencian la importancia de
este cerro, ya desde época temprana, para el abastecimiento de agua de la
ciudad, lo que no invalida la existencia de estructuras similares –nuevos acueductos
y depósitos– en las cimas de las restantes colinas.
A este proceso de dotación
de infraestructuras de carácter utilitario cabe asociar una gradual
racionalización del solar urbano y la monumentalización arquitectónica de
algunos espacios significativos; el predominio del orden toscano en estos
edificios y, en concreto, de basas con faja de planta circular, así como la
presencia de capiteles jónico-itálicos de cronología imprecisa, acredita la
filiación itálica de los promotores de tales proyectos41. La adecuación de la topografía
del terreno para la configuración de zonas de tránsito y de espacios de uso
doméstico –que se perpetuarán en el tiempo– en las laderas de los cerros
orientadas hacia el valle interior, determinó el recurso a un sistema de aterrazamientos
artificiales realizados sobre la base de la impronta púnica precedente42; así,
se diseñó una red de decumani, orientados NE-SW y que garantizarían el tráfico
rodado y el transporte de mercancías en el interior de la ciudad43, y de
cardines escalonados que permitirían la comunicación entre los decumanos
dispuestos sobre terrazas a distintas cotas44. Respecto a la arquitectura
monumental, nada sabemos respecto a los espacios públicos de prestigio y
representación, ni mucho menos acerca de su hipotética monumentalización. Sin
embargo, en la cima del Molinete y por iniciativa privada se delimitó un
temenos en cuyo interior se dispusieron –al menos– dos edificios de culto
fechables en las postrimerías del siglo II o los inicios del I a.C.; en el eje
del área sacra se alzó un templo de tipo itálico de advocación desconocida45,
en tanto que en su ángulo NW, detrás del referido templo, se ubicó un pequeño
sacellum al que se vinculan instalaciones de tipo hidráulico, cuya estructura
recuerda pequeñas capillas de culto doméstico asociadas a divinidades de origen
oriental y norteafricano; estaba dedicado a A[t]ar[g]atis,
deidad de origen sirio, según consta en el interesantísimo epígrafe de teselas
de su pavimento de signinum46 . La
monumentalización de este area sacra refleja la pietas de sus promotores hacia
las divinidades y santuarios locales, y su emplazamiento dominante en la cima
de la colina manifiesta el recurso a efectos escenográficos y cánones
urbanísticos tardohelenísticos, a los que la ciudad cartaginesa precedente
tampoco debió ser ajena. Las sumas devengadas por los evergetas (arquitectos al
servicio de Roma) particulares tuvieron su expresión asimismo en la
construcción de pequeños edificios religiosos emplazados en áreas suburbanas. A
más de edículas como la de la Loma de las Herrerías (Mazarrón)47, el mejor
exponente es un pequeño sacellum que, alzado en el Cabezo Gallufo –en las
inmediaciones del barrio de Santa Lucía–, fue consagrado a Iuppiter Stator a
finales del siglo II a.C. o comienzos del siguiente por el liberto de origen
oriental M. Aquini(us) Andro, quien lo pagó d(e) s(ua) p(ecunia), lo que
convierte la donación a esta deidad en un unicum fuera de Roma y en el ámbito
de las provincias occidentales48.
Por último, las fortunas
amasadas por itálicos y sus descendientes merced al comercio y a la explotación
de las minas se incardinaron en la esfera privada –pues, como sucedía en Roma,
su exhibición pública era censurable– mediante la temprana introducción de
motivos decorativos de origen itálico, en particular campano, y de los valores
tradicionales vinculados a algunos de ellos, como los de grauitas y mos maiorum.
Prueba de esta vitalidad y riqueza son los pavimentos de signinum asociados a
viviendas distribuidas en diversos puntos de la ciudad, cuya cronología podría
situarse desde finales del siglo II a.C. hasta bien entrado el I d.C.49 , y la
reciente constatación, quizás asociado a un ámbito doméstico –aunque no es
hecho seguro–, de restos pictóricos adscribibles al I estilo pompeyano50;
aunque carecen de contexto estratigráfico preciso, su análisis formal y
estilístico avala una datación entre mediados y finales del siglo II a.C.51 , y
su producción, de influencia netamente campana, caracterizada por una
manifiesta simplicidad formal, contrasta con su elevado precio, dada la
dificultad de su realización. En la ejecución de estos programas decorativos
debieron intervenir artesanos inmigrados atraídos por la demanda, lo que
asimismo sucede en el caso de los elementos de orden toscano y jónico
vinculados a los antedichos programas de monumentalización.
PROMOCIÓN COLONIAL Y CAPITALIDAD DE HISPANIA CITERIOR
Carthago Noua se vio
involucrada en el desarrollo de la guerra entre Sertorio y Pompeyo52, pero no
parece que dichas disputas afectaran al auge económico derivado de la intensa
explotación de sus recursos mineros y de la actividad comercial de su puerto
que, dotado de las pertinentes infraestructuras, incrementó sus transacciones
con la apertura de nuevas rutas comerciales y la posibilidad de atraque de
buques de gran envergadura. El pecio Escombreras 2 –un mercante con capacidad
para varios miles de ánforas hundido en la primera mitad del siglo I a.C.–
testimonia esta intensificación del comercio ocasionada por una cada vez mayor
demanda de productos itálicos, a la que contribuyó una población cada vez más
numerosa y el aumento de efectivos militares implicados en los referidos
conflictos bélicos. Como en Escombreras 1, el cargamento –en el que priman los
productos itálicos– estaba constituido básicamente por ánforas de distintos
tipos con vino de variadas procedencias, mientras que como complemento de la
carga principal transportaba vajillas de lujo calenas y lucernas itálicas53.
Cuando las minas alcanzaron sus mayores cotas de productividad en la primera
mitad del siglo I a.C., acaeció un intenso proceso de ocupación y explotación
del suelo agrícola del ager de la ciudad que se extenderá sin solución de
continuidad hasta el siglo III d.C.54. El fenómeno se ha puesto en relación con
la promulgación de la ley agraria de 64 a.C., que contemplaba de manera
explícita la inclusión del ager publicus
de Carthago Noua en los lotes destinados a la adquisición de tierras
cultivables (Cicerón, De leg. agr., 1, 2, 5; y 2, 19, 51).
También la ciudad se vio
inmersa de pleno en el conflicto civil que enfrentó a pompeyanos y cesarianos55.
Con relación a esta contienda, cabe referir el problema de la deductio colonial. Desconocemos el
estatuto jurídico de Cartagena desde su conquista en 209/208 a.C. hasta su
promoción al rango de colonia; se han argumentado diversas posibilidades, pero
lo más probable es que se tratase de un oppidum
ciuium Romanorum56 o, mejor, de un oppidum
stipendiarium57. Respecto a la obtención del estatuto colonial, la cuestión
ha sido planteada desde muy diversos puntos de vista: se ha encuadrado en el
contexto del viaje de inspección de César en 46 a.C., de las recompesas
cesarianas emanadas tras la batalla de Munda o después de la muerte del
dictador en 42 a.C. Empero, la reciente propuesta de seriación de J. M. Abascal
de las emisiones monetales de la ciudad y de sus IIuiri quinquennales, ha permitido al autor proponer el año 54 a.C.
como fecha probable de la promoción colonial, en coincidencia con el inicio de
los años de mandato de Pompeyo en Hispania a partir de 55 a.C.58. Desconocemos
el nombre oficial atribuido a la nueva colonia, que sólo obtendría el título
Iulia bajo el gobierno de César, con probabilidad con ocasión del citado viaje
que, en compañía de Octaviano, realizó a la ciudad para administrar justicia59,
aunque –en realidad– tal vez para comprobar sobre el terreno la fidelidad de la
colonia fundada años antes por su adversario. Al igual que otras fundaciones
cesarianas, obtuvo el rango de Vrbs –que en Hispania sólo compartió con Gades,
Salaria, Osca y Tarraco– y su población fue registrada en la tribus Sergia. Con
todo, su nombre oficial, a saber, colonia Vrbs Iulia Noua Karthago, sólo
aparecerá inscrito en las acuñaciones monetarias de época tiberiana, es decir,
más de medio siglo después de la deducción colonial60.
La ciudad ejerció como
capital de Hispania Citerior durante el periodo republicano, e incluso augusteo
si consideramos que Estrabón –a caballo del cambio de era– refiere que era la
residencia de invierno del gobernador provincial, que en verano se desplazaba a
Tarraco61; de facto, bajo la intensa actividad edilicia de época augústea
subyace la pretensión de las elites locales de dotar a la ciudad de las
secuencias y equipamientos monumentales propios de una metrópoli de naturaleza
administrativa. No parece claro qué sucedió al respecto hasta época flavia,
cuando definitivamente Tarragona fue provista de los mayores espacios
monumentales de las provincias de occidente reservados a la asamblea provincial62.
Desde inicios de época imperial, la colonia fue cabeza del convento jurídico
Carthaginense, el de mayor extensión territorial de los existentes en las
provincias hispanas63.
Indudablemente, el nuevo
estatuto dotó a la colonia de leyes con que regir la vida municipal y de unos fasti locales basados en el cómputo de
las magistraturas desempeñadas por los IIuiri quinquennales encargados de las
emisiones monetales64. De hecho, el inicio de las acuñaciones es uno de los
primeros exponentes del nuevo status; iniciadas en 54 a.C. y concluidas hacia
37 d.C., las magistraturas monetarias recayeron durante casi una centuria en
las viejas elites enriquecidas gracias a las minas65. Ignoramos si durante este
primer eslabón en la historia de la colonia se planificaron nuevos proyectos
arquitectónicos tendentes a dignificar su imagen urbana y, mucho menos, si
llegaron a ejecutarse. Con todo eso, la riqueza que continuaba fluyendo a la
ciudad merced a las minas y a las operaciones mercantiles se tradujo en la
construcción de magníficas casas66 lujosamente decoradas de tipo itálico y,
quizás, en la dotación de nuevos espacios de función comercial67.
LA CIUDAD AUGÚSTEA Y LA EXPRESIÓN DE SU DIGNITAS Y URBANITAS: ALTOS
PATRONAZGOS, ELITES LOCALES EN COMPETENCIA Y MONUMENTALIZACIÓN URBANA
En el último cuarto del
siglo I a.C., la colonia cobró un renovado protagonismo propiciado por los
vínculos de sus élites con Augusto y su círculo más inmediato. Se acometió
entonces una renovación “global” de la ciudad que, acaso gestada en los años
posteriores a la deductio colonial, supuso la creación de una urbanística y de
una arquitectura de prestigio totalmente novedosa. Trazado escrupulosamente en
sus líneas maestras, el proyecto estuvo al servicio de la exaltación del
naciente poder imperial, a la par que respondía a los requisitos de
representación y proyección de la ciudad, derivados de su status colonial y de
su conversión en centro administrativo de primer orden, al menos del sector
meridional de la provincia68. El proyecto afectó buena parte del casco urbano y
se materializó en la construcción de las murallas y de una secuencia monumental
–dispuesta desde la ladera meridional del Molinete a la septentrional del cerro
de la Concepción– integrada por el foro, una gran plaza porticada o edificio
basilical, el teatro y, tal vez, un rudimentario anfiteatro69, equipamientos
que ocuparon buena parte del centro urbano reduciendo el espacio disponible
para el hábitat doméstico70. El elevado número de basas con faja de planta
cuadrangular, datables en los últimos decenios del siglo I d.C., evidencia que
el proceso estuvo fuertemente enraizado, al menos en un primer momento, en el
contexto de los gustos y modelos itálicos71 .
Desde la fundación de la
metrópoli cartaginesa, la topografía del terreno imposibilitó la total
regularización geométrica del pomerio y la implantación de un trazado urbano
ortogonal. Ahora, en época primoaugústea72 , al objeto de ordenar el solar
urbano y reservar los espacios pertinentes a los nuevos equipamientos
monumentales, se reestructuró la red viaria para lograr una trama urbana de
tendencia regular y hasta cierto punto ortogonal73; ello comportó el cambio de
alineación de algunas de las principales arterias de época republicana y la
creación, al menos en el sector centrooccidental, de un viario en buena parte
aterrazado en que los decumani paralelos74 intersectaban casi
perpendicularmente con los cardines, asimismo equidistantes75. Así, se
diseñaron manzanas más o menos cuadradas, de unos 60 m de lado, en las que
gradualmente ir encajando los nuevos edificios76
La fundación de la ciudad
augústea y su renovación urbanístico-arquitectónica recayó en magistrados que,
por el momento y salvo alguna excepción de difícil comprobación, nunca
coinciden con los IIuiri quinquennales monetales; ello confirmaría –según ha
observado J. M. Abascal– cómo entre los grupos integrantes de las elites
locales se estableció un reparto disociado y organizado de funciones, en razón
del cual las familias de tradición minera se ocuparían de las acuñaciones
monetales –lo que ha de explicarse por los intereses económicos de estas gentes
por una ceca surgida con manifiesta vocación comercial–, mientras los grupos
ligados clientelarmente a grandes familias de época cesariana y augústea, a los
que cabría sumar individuos de origen local, impulsarían y garantizarían el
cumplimiento del proyecto77. La documentación epigráfica y numismática revela
cómo estas familias nombraron patronos y IIuiri honoríficos de la colonia entre
los principales miembros de la familia Caesaris y de los herederos políticos de
Augusto; destacan Agrippa78, Caius y Lucius césares79 y Tiberio80, a los que
cabe sumar Iuba II, rey de Mauritania, y gobernadores provinciales como P.
Silius Nerua81. Tales patronazgos reafirmaban el prestigio social de sus
promotores, estrechando sus vínculos con el círculo augústeo, y a la par que
prestigiaban la ciudad, podían ser garantía en la defensa de sus intereses y
afianzaban de forma precoz el naciente culto imperial82. Pero también pudieron
devengar parte de la financiación precisa para el cumplimiento de los grandes
proyectos arquitectónicos; con tales patronazgos, que eran por sí mismos
feacientes testimonios de la benevolencia de Augusto, la posición de la colonia
se equiparaba en cierto modo a la de la propia Roma, donde el emperador –en su
calidad de patrono unicum– se había erigido en exclusivo proyectista y
patrocinador de edificios y obras públicas convertidos en testimonios de la
maiestas imperii. Con todo eso, el coste restante de las obras sería asumido
por los miembros de las elites urbanas conscientes de las contrapartidas a que
estaban obligados; así, también el evergetismo privado fue garantía del aspecto
monumental de la ciudad, convirtiéndose sus elites en artífices de su urbanitas
y de su propia existencia.
Por muy grandes que fuesen
los dispendios procedentes de la metrópoli –que convendría matizar en su justo
término–, no es posible explicar la ejecución y financiación de estas costosas
obras más que en el contexto de la bonanza económica de la ciudad augústea. Estrabón,
que escribió su Geografía en torno a estos años, relató cómo Carthago Noua era
“el emporio más grande para las mercancías que vienen por mar destinadas a los
habitantes del interior y de los productos del interior destinados a todos los
forasteros”83; la realidad material del mercante Escombreras 384, hundido en
época augústea cercana al cambio de era, permite redimensionar en su justa
medida –cronológica y cualitativa– el texto del geógrafo, pues confirma la
importancia crucial del puerto cartagenero como emporio receptor y distribuidor
de productos itálicos y de otras regiones hispanas, en particular de la
Baetica85; además, la conclusión del tramo de la Vía Augusta que, hacia el año
8 a.C., conectó la región del alto Guadalquivir con Carthago Noua86, permitió
al puerto convertirse en núcleo exportador de los metales obtenidos en la
región87 . Por demás, la aparición en algunos “conjuntos cerrados” de monedas
legionarias acuñadas en los años 22 y 17 a.C. con ocasión de las Guerras
Cántabras acredita que la ciudad estaba incluida en las rutas hispanas más
frecuentadas88 .
La construcción de las
murallas augústeas obedeció a la necesidad de creación de un paisaje urbano
que, bien delimitado respecto al ager, fuese expresión de urbanitas y
civilización. Su trazado es mal conocido, pues no conocemos vestigio alguno que
pueda atribuírsele con total seguridad89, pero puede presuponerse que cercaría
la práctica totalidad de la península –incluidas sus cinco elevaciones– y que
englobaría los tramos reutilizables de las sólidas defensas cartaginesas
construidas en opus quadratum90. Por
el contrario, un total de diez epígrafes monumentales, algunos de ellos ya
relacionados por Lumiares91 , datables todos en el último cuarto del siglo I
a.C. y rematados con la expresiva fórmula f(aciendum)
c(urauit) i(dem)q(ue) p(robauit), conmemoran la construcción de torres,
puertas y lienzos de diversa longitud, de una parte, y de otra, ofrecen copiosa
información sobre la extracción social, financiación y sistema de construcción
de la cinta muraria; así, sabemos que diversos magistrados y miembros de las
elites locales enriquecidas intervinieron, en competencia los unos con los
otros, en la erección de tramos de longitud variable92; dos de estas
inscripciones aportan datos extras: una celebra la edificación por L. Fabius
[---] y [---. Ver]gilius C.f.[---], magistrados de la colonia, de varias
torres, una puerta y un tramo de muralla a fundamenteis,
es decir, desde los cimientos, lo cual prueba que, al menos, parte de las
obras se ejecutaron ex nouo93 ; la otra rememora la construcción por M.
Cornelius M. f. Gal. Marcellus, augur y quinquenal, de sendos paramentos de 146
y 11 pies de longitud, el primero ubicado entre la puerta llamada Popilia y una
torre, y el segundo desde ésta última en adelante94. Ello permite retomar la
cuestión de las puertas úrbicas, de las que ignoramos su morfología y que con
bastante probabilidad debieron ser dos: la alzada en el istmo daría acceso a la
Vía Augusta en dirección a Tarraco, en tanto que la dispuesta frente al canal
de comunicación entre el mar y el Almarjal daría tránsito a las vías que
conectaban con Castulum y Complutum95. A lo largo de las vías que arrancaban de
ambas puertas se dispusieron las necrópolis de la ciudad96, caracterizadas desde
la segunda mitad del siglo I a.C. por la existencia de panteones familiares
para la deposición de cenizas –buen testimonio de lo cual es la serie
epigráfica funeraria de la ciudad97–, a los que cabe añadir desde época agústea
tumbas monumentalizadas cuyas técnicas edilicias y decoración siguen modas y
patrones itálicos98.
Contemporánea de las
murallas fue la construcción en el centro urbano de un edificio monumental que,
documentado en la c/ Caballero, 2-8, puede considerarse –hoy por hoy– el más
antiguo exponente del programa augústeo de renovación urbana99. Alzado en una
insula ubicada al SE de la plaza forense100, sólo conocemos su chaflán
suroriental, construido con muros de opus quadratum101 y dotado en su pared NE
de una gran exedra102, y parte de su perístasis interna de columnas con basas
romano-áticas y capiteles toscanos de cronología primoaugústea103; por ello,
son más las preguntas que las respuestas planteadas con relación a su
desarrollo planimétrico y funcionalidad: podría ser un edificio de tipo
basilical o una porticus que, con una o varias exedras simétricas104,
circundase una plaza105. El uso del monumento se prorrogó hasta finales del
siglo II o el primer tercio del III d.C. , momento en que experimentó el
colapso106.
Con la construcción de la
plaza forense y sus edificios religiosos, administrativos y judiciarios
adyacentes la Vrbs alcanzó la más elevada expresión de su dignitas. Sabemos
poco respecto a la configuración de este espacio público, pero los trabajos
arqueológicos desarrollados en las últimas décadas en la Plaza de San Francisco
y en la ladera meridional del Molinete posibilitan establecer hipótesis bien
fundadas107. La explanada foral se configuró como un espacio rectangular, de
unos orientado según un eje axial NWSE perpendicular a la Plaza de San
Francisco, que en parte fosiliza la plaza romana. Constituía el cierre de su
lado corto SE una hilera de tabernae, de las que ignoramos su función comercial
específica108, en tanto que en el lado NW se dispuso una gran terraza, a la que
se accedía por sendas escaleras laterales y delante de la cual se ubicaron –a
nivel de la explanada enlosada– una serie de estancias de funcionalidad
desconocida y una tribuna109, ordenamiento todo éste que encuentra un óptimo
paralelo en el foro de Baelo Claudia
(Tarifa, Cádiz) 110. Así pues, sobre la plataforma pudo ubicarse el área
capitolina111 y delante un area publica configurada como un espacio civil que,
abierto a las arengas, quedaba bajo la directa protección de las deidades
estatales. El recurso en Belo y Cartagena al relieve del solar urbano rezuma
simbolismo: los distintos niveles en que se estructuraba la plaza y sus anexos
acrecentaban notablemente la representatividad del espacio religioso, con sus
templos alzados sobre terrazas que dominan la totalidad del foro, lo cual
testimonia una patente jerarquía entre el mundo de los dioses y los espacios
reservados a los edificios civiles, administrativos (curia, tabularium...) o la
basílica judiciaria. No sabemos prácticamente nada con relación al cierre de
los laterales NE y SW de la plaza, ni a los edificios aquí dispuestos, si bien
puede hipotetizarse que estuviesen delimimitados por porticados detrás de los
cuales se dispondrían edificios de carácter civil y/o comercial112. A más de
otras obras del arte estatal, las estatuas –religiosas y honorarias– y los
monumentos epigráficos jurídicos, honorarios y conmemorativos fueron
componentes imprescindibles del paisaje forense. Respecto a estos últimos, las
inscripciones se grabaron en placas y pedestales. De las primeras conocemos un
buen número de fragmentos de muy diversos mármoles de colores, con textos de
difícil restitución, aunque de carácter conmemorativo y fechables en el siglo I
d.C. Estas placas revestirían paredes y acaso la mencionada tribuna, al igual
que sucedió en el frente escénico del teatro113. En los siglos II y III se
erigieron varios pedestales dedicados a miembros de la familia imperial y a
individuos de alto rango114. Con toda seguridad, también las leyes que rigieron
la vida municipal desde la deductio colonial estarían expuestas en el foro.
En contraste con el
desinterés de las masas por la dramaturgia romana en el cambio de era, el
teatro fue asimismo pieza primordial del aparato monumental y símbolo de la
urbanitas augústea. Gracias a la precitada política de nombramiento de
patronos, los jóvenes príncipes Caius y Lucius Caesares, hijos de Agrippa,
sufragaron posiblemente el programa marmóreo de la scaenae frons, en tanto que
el resto de la inversión recayó en acaudalados potentados locales, como
L.Iunius Paetus o [C.P]lotius Princeps. A los dinteles que coronaban el acceso
a los aditus desde la orchestra con inscripciones dedicatorias a Caius y Lucius
Caesares cabe sumar otros dos altares del pulpitum dedicados por L. Iunius L.
f. T. n. Paetus a Fortuna y a C. Caesar, respectivamente, la cronología del
segundo de los cuales, encuadrable entre 5 a.C. y 1 d.C., avala fehacientemente
el momento de dedicación del edificio115. Su ubicación en el relieve fue
cuidadosamente planificada, optándose por el escarpado declive NW del cerro de
la Concepción donde, una vez tallada la roca, se dispuso la parte central de la
cavea, cuyos laterales sostuvieron substrucciones artificiales. El edificio,
que pudo albergar un auditorio de unas 6.000 personas, consta de los elementos
constitutivos inherentes a este género de instalaciones: cauea, orchestra,
edificio escénico y anexos116; adosado al postscaenium se construyó una
porticus post scaenam117 configurada como una amplia plaza con jardín central y
paseos cubiertos118. Destaca la riqueza ornamental y el valor simbólico de la
scaenae frons, en cuya ornamentación arquitectónica y escultórica se recurrió a
mármoles importados de Luni-Carrara119: es el caso de las basas áticas y de los
capiteles corintios que, inspirados en modelos vinculados al templo de Mars
Ultor del Foro de Augusto de Roma120, fueron realizados por talleres de
altísima calidad imbuidos de los estilos artísticos generados por los grandes
programas augusteos de renovación urbanístico-arquitectónica de la propia
Roma121; el resto de elementos del frontis fueron trabajados en piedras locales
de fuerte coloración al objeto de obtener contrastes cromáticos: travertino
rojizo para los fustes y calizas grisáceas para el podium y el entablamento.
Poco ha restado de su programa escultórico: destacan tres altares cilíndricos
de Carrara ornados cada uno de ellos con tres musas danzantes122 y las
alegorías de las divinidades capitolinas123; importados de officinae
metropolitanas y dispuestos sobre el pulpitum, son muestra elocuente de la
difusión en provincias del nuevo arte oficial basado en el clasicismo
neoático124. Esta concentración de esculturas e inscripciones honorarias y
religiosas en el frente escénico –integrado en el circuito de la nueva liturgia
y concebido como espacio de exaltación imperial generador de concordia entre el
Estado, la domus Augusta y la ciudadanía reunida en la cauea– determina la
confluencia de los más arraigados valores nacionales, simbolizados por la
tríada capitolina, con los fundamentos del naciente régimen imperial expresados
mediante las dedicatorias a los sucesores de Augusto.
LA CIUDAD JULIO-CLAUDIA Y FLAVIA: EL CULTO IMPERIAL Y LOS ÚLTIMOS
EQUIPAMIENTOS MONUMENTALES
La dotación de nuevos
equipamientos monumentales y la definitiva ocupación de los espacios más bajos
del centro urbano se prolongó durante los primeros decenios del siglo I
d.C.125, exponente de lo cual es la nutrida nómina de materiales
arquitectónicos marmóreos, en particular tardoaugústeo-tiberianos126, labrados
según modelos decorativos metropolitanos más o menos contemporáneos propagados
por las provincias mediante talleres urbanos desplazados ex profeso127.
Posiblemente uno de los más destacados monumentos construidos en esta época fue
el santuario dedicado a Augusto, una vez instaurado en la provincia el culto al
emperador divinizado bajo el gobierno de Tiberio. Con tal evento podría
vincularse la emisión monetal RPC 174-178, acuñada por los duumuiri
quinquennales P.Turullius y M. Postumius Albinus a inicios de época
tiberiana128.Esta acuñación pudo aludir, directa o indirectamente, a la
fundación de una magnificente area sacra de carácter oficial, documentada en la
c/ Caballero,2-8 y no abierta directamente a la plaza forense129,cuya configuración
a modo de templum, con aedes y recinto cerrado130, y su lujoso programa
ornamental, del que destacan mármoles policromos y antefijas arquitectónicas
importadas de Roma y de temática vinculada a la propaganda imperial, acreditan
tenerlo como un Augusteum –y sede del ordo Augustalium– construido a inicios de
época tiberiana131.Nada sabemos de sus promotores,entre los que cabría cifrar
las elites locales vinculadas a los círculos más allegados del poder central,
deseosas de seguir intensificando sus lazos con la domus Imperatoria en busca
de la promoción extraurbana132.En el contexto del nuevo arte estatal
configurado en derredor del culto al emperador y su virtudes, cabría situar el
comúnmente denominado “Altar de la Salud”que,procedente de un punto desconocido
de la ciudad y conservado en el Museu Arqueològic de Barcelona, se distingue
por la controvertida decoración relivaria de las cuatro caras de su dado
central. En la principal hay una figura femenina según el “Tyche-Typus”de la
Némesis de Esmirna –y, posiblemente,del Nemeseionde Alejandría–;en la posterior
dos cornucopias entrelazadas con una patera,en el lateral derecho un timón y en
el izquierdo un árbol de laurel en el que se enrolla una
serpiente.Tradicionalmente tenido como altar consagrado a Salus y Aesculapius,
cuyos cultos locales estuvieron muy arraigados en la ciudad,debe interpretarse
mejor como un monumento de época tardoaugústeaprimotiberiana relacionado con la
retórica del lenguaje figurativo de la propaganda augústea concerniente a la instauración
de una nueva época de Pax.En efecto, el altar parece aludir a Némesis-Pax con
emblemas,símbolos y atributos del mismo modo fuertemente vinculados a los
principios de fortuna y de salus publica133.
Decoración arquitectónica de
prestigio, obras de arte estatal y composiciones monumentales como el referido
Augusteum significaron el desembolso de grandes sumas dinerarias.De hecho,la
prosperidad económica y comercial de la colonia parece vigente todavía a
mediados del siglo I d.C., momento en que ya habían cesado las acuñaciones y en
que naufragó el mercante Escombreras 4 con una carga de productos béticos –vino
en ánforas Haltern 70 y un poco de aceite en ánforas Dressel 20– completada con
salazones en envases Beltrán II y IV y Dressel 7-11134. De hecho, desde época
augústea la ciudad y su hinterland135 eran el principal centro productor y
exportador136 de salazones y garum137 que, fabricados con escómbridos
capturados en sus pesquerías, alcanzaron fama universal y elevado precio por su
probada calidad138. Ignoramos casi todo acerca del puerto pesquero139 y de sus
piscatores, reunidos en un collegium profesional, los cuales erigieron hacia 12
d.C. y junto con los propolae –tenderos o revendedores– una columna de
travertino rojizo consagrada a Mercurio y a los Lares Augustales140.
Amén de los edificios
civiles, religiosos y de espectáculos, una de las instalaciones que mejor
definen el mundo romano son las termas. Sólo conocemos los baños documentados
en la c/ Honda, 11-13141, planificadas según un esquema lineal simple de
recorrido retrógrado142 y cuya fundación –a falta de información estratigráfica
precisa– podría situarse en pleno siglo I d.C., como elemento fundamental de
las nuevas infraestructuras de la ciudad portuaria143.
Por demás, a tenor de la
información arqueológica disponible en la actualidad, la colonia no conoció el
impulso monumentalizador atestiguado en otras ciudades hispanas en época
claudio-neroniana, con la sola excepción del anfiteatro. Ubicado bajo la actual
plaza de toros, su emplazamiento periférico dentro de la muralla augústea
deriva de los problemas para su integración en el terreno irregular del centro
urbano. Su propia configuración tipológico-arquitectónica144, las técnicas
edilicias empleadas y los contextos cerámicos asociados a los grandes rellenos
de nivelación con él vinculados, concluyen su construcción a inicios de los
años 70, en los albores de la dinastía flavia145. Sorprende la ejecución de
esta infraestructura, que debió acarrear enormes inversiones financieras, en un
momento en que la economía de la colonia ya no era tan dinámica y estaba
inmersa en un lento declive. Al respecto, de modo análogo a como sucedía en las
ciudades contemporáneas de Italia, quizás este último gran equipamiento
monumental fue el postrero exponente del empeño por mantener el carácter
administrativo de la ciudad, incentivando un flujo de población con necesidades
y gustos cada vez más populares146. Aunque no conocemos nada acerca de sus
promotores, recientemente J. M. Abascal ha propuesto la eventualidad de que, al
igual que sucede en Mérida, el programa epigráfico del anfiteatro estuviese
dedicado al emperador147; la hipótesis es atractiva, pero choca con la avanzada
fecha de construcción del monumento. Sin embargo, bajo el edificio flavio se ha
documentado un conjunto de estructuras de adobe enlucido, quizá
correspondientes a un hipotético y sencillo anfiteatro anterior de madera y
adobe148, cuya dinámica no sería distante de la constatada en otras provincias
del Imperio o en la propia Roma. De ser así, cabría preguntarse si un edificio
aparentemente carente de magnificencia pudo acoger el programa dedicado al
Princeps149.
HACIA EL LENTO E INEXORABLE ABANDONO DE LA CIUDAD: CONTINUIDAD DE LA
VIDA URBANA Y SUNTUOSIDAD DE LOS PROGRAMAS DECORATIVOS DOMÉSTICOS
Algunas evidencias del
registro epigráfico y arqueológico manifiestan que la vida cotidiana de la
colonia, sus instituciones, órganos de administración y magistraturas,
continuaron latentes –si acaso de forma cada vez más tenue– hasta bien entrado
el siglo III d.C.; la ciudad ostentó la capitalidad conventual durante todo el
Alto Imperio y tanto el conuentus Carthaginensis como el ordo decurionum y
algunos particulares decretaron la erección de estatuas y pedestales
honoríficos durante los siglos II y III d.C.150. También el culto imperial se
perpetuó a través de las actividades del ordo Augustalium, de algunos de cuyos
miembros tenemos constancia151 y cuya sede fue parcialmente restaurada entre
épocas adrianea y antonina152.
Sin embargo, dotada de las
infraestructuras y equipamientos básicos entre épocas augústea y flavia, sumida
en una “crisis” generada por la ralentización de las bases de su economía
interna y la consiguiente contracción de las disponibilidades de los notables
locales y de la pérdida de la capitalidad provincial, no parece que conociese
ningún otro programa de renovación urbanística hasta la refundación de la
ciudad tardía en los siglos IV-V d.C.153 Por el contrario, las últimas
intervenciones en el terreno arquitectónico en época altoimperial de detectan
en el ámbito privado, concretamente en la decoración de las casas, que en razón
del espacio disponible154 y de parámetros de índole socioeconómico y cultural
se caracterizaron desdeépoca augústea por la diversidad de sus tipos y planos
reguladores155. Así, parece que en época flavia y la primera mitad del siglo II
d.C. la riqueza de los habitantes de la ciudad se invirtió en programas
ornamentales que reflejan adhesión a modelos y hábitos propiamente itálicos;
así lo acreditan todo género de esculturillas de casa y jardín156, ornamentos
arquitectónicos157, pavimentos de mármoles polícromos158 y pinturas murales del
IV estilo provincial159.
A partir de la segunda mitad
del siglo II d.C. asistimos a un inexorable retroceso de la vida urbana
traducido en un repliegue del espacio habitado hacia el puerto republicano y el
abandono del sector centro-oriental de la ciudad160; los grandes equipamientos
altoimperiales llegaron incluso a transformarse en cantera para abastecer la
construcción de las infraestructuras de la ciudad tardía161. Múltiples factores
se han aducido para explicar esta crisis, a saber, decadencia de las
explotaciones mineras, primero, y de las industrias de salazones de pescado,
después, subsiguiente declive del tráfico comercial y ulterior descenso
demográfico, entre otros. Esta situación generó asimismo la ruptura del
equilibro entre el campo y la ciudad, de modo que la mayoría de los
asentamientos agropecuarios de su ager más inmediato fueron progresivamente
abandonados en el devenir del siglo II d.C. y de la siguiente centuria, siendo
sustituidos por nuevas fundaciones aún mal conocidas162.
NOTAS
1 1796,
Inscripciones de Carthago Nova, hoy Cartagena, en el Reyno de Murcia,
ilustradas por el excelentísimo señor Conde de Lumiares, Madrid, XII. 2 Sobre la ciudad
púnica, véase en general: Rodero Riaza, A., 1985,“La ciudad de Cartagena en
época púnica”, AulaOr, 3, 217-223; Martín Camino, M. y Roldán Bernal, B.,
1991, “Púnicos en Cartagena”, RAMadrid, 124, 18-24; Mas García, J., Ed.,
1992, Historia de Cartagena, IV. De QartHadast a Carthago Nova, Murcia;
Martín Camino, M, 1994, “Colonización fenicia y presencia púnica en Murcia”,
El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura (Cartagena, 1990), Murcia, en
particular 312-324. Sobre el carácter de la fundación bárquida y sus
similitudes con otras: Fantar, M., 1994, “De Carthage à Carthagène”, El mundo
púnico. Historia, sociedad y cultura (Cartagena, 1990), Murcia, 87-96. 3 Polibio X, 6, 8;
X, 8-15. Son asociables a este episodio los niveles de destrucción que
amortizan un conjunto de estructuras púnicas documentadas en la c/ Serreta,
8-12, vinculables con actividades pesqueras y quizá pertenecientes a un
barrio marinero ubicado en la ladera baja SW del Monte Sacro, en un punto muy
cercano al linde de la antigua laguna (Martín Camino, M. y Roldán Bernal, B.,
1997, “Calle Serreta, números 8-10-12”, Excavaciones arqueológicas en
Cartagena, 1982-1988, MemAMurcia, 89).Tras quedar la ciudad al mando de C.
Lelio (Livio, XXVI, 48, 1), Cornelio Escipión hizo un alto en su conquista de
la península Ibérica y se retiró a la ciudad en 206 a.C. al objeto de
celebrar un espectáculo de gladiadores seguido de unos juegos fúnebres, actos
en los cuales participaron combatientes enviados por diversos régulos
ibéricos (Livio, XXVIII, 21). Sobre la posibilidad de un asedio anterior: De
Miquel Santed, L., 1994,“El primer asedio romano de Qart-Hadast (Nueva
Documentación Arqueológica)”, El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura
(Cartagena, 1990), Murcia, 55-59. 4 Polibio X, 12-15; posiblemente afectaron
al perímetro por donde se había producido el asedio. 5 Polibio, X, 8,
5. 7 Lumiares, op.
cit., nt. 1, 1796, VII-VIII. 8 Una óptima
descripción de la topografía de la península en Polibio X, 10; los reajustes
de orientación al texto polibiano y la mejor restitución de la orografía de
la ciudad puede verse en: Mas, J., 1979, El Puerto de Cartagena, Cartagena,
32-47; véase asimismo: Beltrán Martínez, A., 1948,“Topografía de Carthago
Nova”,AEspA,XXI, 191-224; Ramallo Asensio, S. F., 1989, La ciudad romana de
Carthago Nova. La documentación arqueológica (La ciudad romana de Carthago
Nova. Fuentes y materiales para su estudio, 2), Murcia, 19-26; Conesa, C. y
García, E., en prensa, “Las áreas históricas de inundación en Cartagena:
problemas de drenaje y actuaciones”,Boletín de la Asociación de Geógrafos
Españoles, 32, 2003. 9 Tan sólo
alterada, mínimamente, en 139 a.C. por la llegada a sus inmediaciones de los
lusitanos al mando de su caudillo Taulatos (Apiano, Iber. 72). 10 Así, por
ejemplo, por el puerto de la ciudad debieron importarse materiales
arquitectónicos destinados a la monumentalización de algunos importantes
santuarios ibéricos, el más paradigmático de los cuales es el de La
Encarnación (Caravaca de la Cruz, Murcia), donde en el siglo II a.C. se
construyó un pequeño templo de tipo itálico decorado con terracotas
arquitectónicas procedentes de talleres itálicos y utilizadas como elementos
de prestigio y significación política (Ramallo, S. F., 1993,“Terracotas
arquitectónicas del santuario de La Encarnación [Caravaca de la Cruz,
Murcia]”, AEspA, 66, 71-98). 11 Como bien se ha
demostrado al respecto de otros establecimientos púnicos del Mediodía
peninsular (Bendala Galán, M., 1990,“El plan urbanístico de Augusto en
Hispania: precedentes y pautas macroterritoriales”, Stadtbild und Ideologie. Die
Monumentalisierung hispanische Städte zwischen Republik und
Kaiserzeit,Trillmich,W. y Zanker, P., Eds., Munich, en particular 25-29). 12 Polibio, X, 16,
1. 13 Polibio, X, 10,
7-10. 14 Buen exponente
de este exhaustivo aprovechamiento de los recursos mineros es el tan manido,
aunque significativo, pasaje de Polibio, en que refiere cómo a mediados del
siglo II a.C. trabajaban en las minas unos 40.000 mineros, obteniendo el
erario público diariamente unos beneficios que rondaban los 25.000 dracmas
(Polibio XXXIV, 9, 9). 15 Mas García, J.,
1977,“La arqueología submarina en 1973. Jornadas de estudio sobre su
orientación futura. Excavaciones en la costa de Cartagena, 1973”, NotAHisp,
5, 275-288; id., op. cit., nt. 8, 1979, 120-121 y 132-138; id., 1985, “El
polígono submarino de Cabo de Palos”, VI Congreso Internacional de
Arqueología Submarina (Cartagena, 1982), Madrid, 155-161; id., 1985,
“Excavaciones en el yacimiento submarino de San Ferreol (costa de
Cartagena)”, ibidem,189-224; Arellano Gañán, I., Gómez Bravo, M., Miñano
Domínguez, A. I. y Pinedo Reyes, J., 1997, “Informe preliminar de la
prospección arqueológica subacuática realizada en los accesos al puerto de
Cartagena y puerto e isla de Escombreras”, MemAMurcia, 6, 295-302; cfr.
asimismo nt. 29. 16 Mahdia: Merlin,
A., 1912, “Lingots et ancres trouvés en mer près de Mahdia (Tunisie)”,
Mélanges offerts à R.Cagnat,París,389; Mal di Ventre: Salvi, D., 1992,“Le massae
pumbeae di Mal di Ventre”, L’Africa romana.Atti del IX Convegno di studio
(Nuoro, 1991), Sassari, 661-672; id.,1992, “Cabras (Oristano). Isola di Mal
di Ventre. Da Carthago Nova verso i porti del Mediterraneo. Il naufragio di
un carico di lingotti di piombo”, BA, 16-18, 237-248. 17 Domergue, C.,
1966,“Les lingots de plomb romains du Musée archéologique de Carthagène et du
Musée naval de Madrid”, AEspA, 39, 41-72, en particular 64; id., 1990, Les
mines de la Péninsule Ibérique dans l’Antiquité romaine, Roma, 264-268;
también id., 1985,“L’explotation des mines d’argent de Carthago Nova: son
impact sur la structure sociales de la cité et sur les dépenses locales à la
fin de la République et an début du Haut-Empire”, L’origine des richesses
dépensées dans la ville antique (Aix-en-Provence, 1984), Aix-en-Provence,
197-217. 18 En efecto,
destaca la presencia de estructuras habitacionales –dotadas de pavimentos de
signinum (Mina Balsa, Fábrica de La Pura, Depositaria, Feliz Anuncio, La
Paloma...) o de losetas cerámicas en forma de espina de pez (Mina Mercurio)–,
posiblemente vinculadas a los explotadores itálicos encargados de las labores
técnicas y de administración, en cuyas inmediaciones se documentan pequeñas
instalaciones industriales con piletas –rectangulares y revestidas de mortero
hidráulico– destinadas a usos mineros (Eugenia,La Paloma,Rambla Boltada...) y
terreras de escorias de mineral procedentes de pequeñas fundiciones (La
Paloma, Estrella, Segunda Diana, Mina Mercurio...). En sus inmediaciones se
ubican las minas de extracción del mineral, a las que se accedía mediante
galerías en rampa o pozos verticales, y en la costa fondeaderos para
facilitar su salida, como el de la bahía de Portmán. Pequeños santuarios
debieron formar parte del paisaje rural, siendo paradigmática la inscripción
de Rambla Boltada dedicada a los Lares, junto a la cual se halló un pedestal
para estatua y un capitel dórico quizá pertenecientes a un sacellum cultual o
locus sanctus (Abascal Palazón, J.M. y Ramallo Asensio, S.F., 1997,La ciudad
de Carthago Nova.La documentación epigráfica [La ciudad romana de Carthago
Nova. Fuentes y materiales para su estudio, 3], Murcia, 469-472, nº 222). En
todos estos asentamientos se constata la presencia de vajillas domésticas
–campanienses A y B– y de contenedores anfóricos, en particular
greco-itálicos y Dressel 1 (Ruiz Valderas, E., 1995, “Poblamiento rural
romano en el área oriental de Carthago Nova”, Poblamiento rural romano en el
sureste de Hispania. Actas de las jornadas celebradas en Jumilla del 8 al 11
de noviembre de 1993, Murcia, 153-182; Berrocal Caparrós, Mª. C., 1996,
“Aproximación al poblamiento romano de la sierra minera de Cartagena-La
Unión”, XXIII CNA [Elche, 1995], Elche, 111-117). 19 Cabe destacar
el del Cabezo Agudo que, en directa relación con el Cabezo Rajao, de donde se
obtenían galenas argentíferas, ciñe su cronología a un lapso entre la segunda
mitad del siglo II y mediados del I a.C., fecha en que alcanza su máximo
apogeo; en parte excavado por Fernández de Avilés, consta de estructuras y
compartimentos muy regulares destinados a uso doméstico y almacenaje, de
manera similar a como sucede en los poblados de Valderrepisa y La Loba en
Sierra Morena (Fernández de Avilés, A, 1942,“El poblado minero ibero-romano
del Cabezo Agudo en La Unión”, AEspA, XV, 136-152). 20 Berrocal
Caparrós, op. cit., nt. 18, 1996, 111-117. 21 Como confirman
asentamientos tales como Las Mateas, Lo Rizo, Las Claras o la villa de Los
Ruices (Ruiz Valderas, op. cit., nt. 18, 1995, 153-182). 22 De hecho, los
morteros y grandes platos de origen ebusitano constatados en diversos puntos
del casco urbano en contextos datables entre finales del siglo III y los años
150/130 a.C., acreditan el mantenimiento de las conexiones comerciales con
las Baleares, tanto antes como después de su conquista en 123 a.C. Del mismo
modo, continuó arribando gran cantidad de contenedores con productos
norteafricanos (Mañá C 2a) y, tras la destrucción de Cartago en 146 a.C., se
reorientaron los flujos comerciales hacia la zona norteafricana atlántica y
peninsular meridional donde se desplazaron los centros de producción (Martín
Camino, M. y Roldán Bernal, B., 2000,“Cerámica de importación en la Cartagena
púnica: los morteros y grandes platos. Siglo III a.C.”, Actas del Congreso Internacional
de Estudios Fenicios y Púnicos [Cádiz, 1995], Cádiz, 1.615-1.623). A estos
materiales se asocian morteros y grandes platos norteafricanos y
centromediterráneos, lo que evidencia la progresiva introducción de nuevos
usos y hábitos alimenticios (Martín Camino, M. y Roldán Bernal, B.,
1991-92,“Nota sobre el comercio marítimo en Cartagena durante época púnica a
través de algunos hallazgos subacuáticos”, AnMurcia, 7- 8, 151-162). 23 Molina Vidal,
J., 1997, La dinámica comercial romana entre Italia e Hispania Citerior,
Alicante, 185 y 190. 24 Como los de
Escombreras, Portmán, Mar Menor, La Azohía, Puerto de Mazarrón, etcétera. 25 Sería el caso
del poblado de la Loma del Escorial (Los Nietos), fundado a mediados del
siglo V a.C. como factoría minero-matalúrgica y centro de comercialización de
los metales obtenidos por mediación de los agentes comerciales griegos;
destruido hacia mediados de la siguiente centuria, tras su reconstrucción a
comienzos del siglo III a.C. estuvo inmerso en los circuitos comerciales
púnicos, en particular, a través de sus conexiones con la isla de Ibiza
(ánforas púnico ebusitanas PE 15); durante la segunda mitad de la centuria
–en coincidencia con la fundación bárquida de Qrt Hdast– estas conexiones se
ampliaron a Cartago (ánforas Mañá D 1A) y podemos creer que el poblado estuvo
en este periodo bajo el control efectivo de los cartagineses. Sin embargo,
los contextos cerámicos de inicios del siglo II a.C. acreditan una fase de
abandono y desmantelamiento –tanto de las murallas como de sus viviendas– a
consecuencia de la puesta en práctica de una reestructuración del territorio
basada en la creación de un único emporio centralizador de la totalidad del
comercio de la región; en esta época, junto a algunos materiales de ascendencia
púnica, la presencia de producciones greco-itálicas –que inundan el puerto de
Cartagena– es mínima (al respecto: García Cano, C., 1996, “Contextos del
siglo III a.C. en el conjunto ibérico de Los Nietos [Cartagena]. Las
cerámicas de barniz negro”, XXIII CNA [Elche, 1995], Elche, 493- 502, con
bibliografía anterior). 26 Las
excavaciones estratigráficas practicadas en la Plaza del Hospital –en la
ladera NE del cerro de la Concepción y junto al anfiteatro– han constatado la
presencia de una serie de niveles de relleno y aplanamiento, cuya fase IV
–posiblemente relacionada con la construcción de un primer anfiteatro
augústeo– contiene ánforas vinarias estampilladas, en su mayoría rodias, cuya
cronología abarca desde el último tercio del siglo III hasta fines del II
a.C. (Pérez Ballester, J., 1985, “Testimonio de tráfico marítimo con el
Mediterráneo oriental en Cartagena”, Ceràmiques gregues i helenístiques a la
Península Ibérica. Taula rodonda amb motiu del 75è aniversari de les
excavacions d’Empúries [Empúries, 1983], Barcelona, 143-150), a las cuales
cabría sumar cerámicas de lujo, probablemente de Asia Menor, cuya fechación
abarca desde mediados del siglo II a.C hasta comedios del siguiente: se trata
de producciones de engobe blanco tipo lagynoi, oriundas de Alejandría y Asia
Menor (Pérez Ballester, J., Cabrera Bonet, P. y Peláez, N., 1980,“Noticia
sobre cerámicas helenísticas de engobe blanco del tipo lagynoi halladas en
Cartagena”, MM, 21, 155-164; Pérez Ballester, J., 1983,“Cerámicas
helenísticas del Mediterráneo oriental en Cartagena”, XVI CNA
[Murcia-Cartagena, 1982], Zaragoza, 520-523), cerámicas decoradas con
relieves, antes llamadas “de Megara” y fabricadas en centros alfareros
microasiáticos jonios (Cabrera Bonet, P., 1978/79, “La cerámica helenística
de relieves de Cartagena”, CuadPrehistA, 5-6, 81-104; Pérez Ballester, J.,
op. cit., en esta misma nt., 1983, 519-520) y sigillatas orientales
microasiáticas (Eastern Sigillata A o B) (Pérez Ballester, J., op. cit., en
esta misma nt., 1983, 523-524). 27 Pérez
Ballester, op. cit., nt. 26, 1985, 143-150. 28 Los conjuntos
cerámicos provenientes del Molinete, que por desgracia carecen de
contextualización estratigráfica, evidencian la llegada durante la primera
mitad del siglo II a.C. de cerámicas de barniz negro caleno, junto a
productos campanos (Campaniense A) constatados en otras zonas de la ciudad,
las cuales se incrementan –con todo el repertorio formal de la Campaniense B
y de la producciones etruscas de Campaniense B– en el devenir de la otra
mitad de la centuria (Ruiz Valderas, E., 1994,“Las cerámicas de barniz negro
de Cales en la primera mitad del siglo II a.C., en el Cerro del Molinete
[Cartagena]”, RAPon, 4, 47-65; para las producciones itálicas llegadas
durante el último cuarto del siglo III a.C. y constatadas igualmente en el
Molinete: id., 1999,“Las cerámicas campanienses del siglo III a.C. en
Cartagena: el Cerro del Molinete”, XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia,
33-42). Mejor información aportan los materiales amortizados en la Fase IV de
los estratos de colmatación y allanamiento anteriores a 50-30 a.C.
constatados en la Plaza del Hospital: de aquí proceden cerámicas campanienses
(en particular Campaniense A y Beoides), ánforas vinarias, en particular
Dressel 1A, así como cerámica de cocina itálica y de imitación (Cebrián
Fernández, R. y Borred Mejías, R., 1993,“Cerámica de cocina local y de
importación en plaza Hospital-anfiteatro [Cartagena]. Siglos II a.C.-I
d.C.Uso y función”, Saguntum, 26, 205-214; Pérez Ballester, J., 1995, “Las
ánforas Dressel 1 con datación consular: una pieza de Cartagena”, Saguntum,
29, 175-186). Inciden en esta misma línea las importaciones de cubiletes de
paredes finas, iniciadas en el último tercio del siglo II a.C. y dilatadas
sin solución de continuidad hasta los primeros decenios del I d.C. (De
Miquel, L. E., 1998, “Los cubiletes de paredes finas de Cartagena”, De les
estructures indígenes a l’organització provincial romana de la Hispània
Citerior. Homenatge a Josep Estrada i Garriga, Barcelona, 351-371). 29 De entre las
vajillas, destinadas al consumo tanto de itálicos como de las poblaciones
indígenas autóctonas, destaca un vasto lote de cerámicas de barniz negro de
Cales (platos, lucernas, cuencos y píxides), vasos de “paredes finas”, jarras
y jarritas de diversa tipología y ungüentarios fusiformes; la cerámica de
cocina, integrada por ollas y diferentes tipos de cuencos, en particular
“platos de borde bífido” y sus tapaderas, estaba dirigida básicamente al
abastecimiento de tropas y de itálicos asentados en la ciudad o sus
inmediaciones (Alonso, D. y Pinedo, J., 1999, Metamorfosis. El Puerto de
Cartagena ante el tercer milenio, Cartagena, sin paginar). 30 Al que sin duda
cabría sumar pequeños fondeaderos emplazados en la playa ocupada por el
actual barrio de Santa Lucía. De otra parte, los trabajos de desviación del
cauce de la Rambla de Benipila han permitido hipotetizar asimismo que algunos
varaderos pudieron ubicarse, ya desde época bárquida, en las estribaciones de
La Atalaya, en la Cortadura (Beltrán, A. y San Martín, P. A., 1983,“Cartagena
en la antigüedad: estado de la cuestión”, XVI CNA [Murcia, 1982], Zaragoza,
870). 31 Op. cit., nt. 1, 1796, 65, nº XXII. 32 Abascal y
Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 71-77, nº 1. 33 Al modo en que
observamos en una célebre pintura procedente de Gragnano (Stabiae) con la
evocación del puerto de Alejandría o, quizá mejor, de Pozzuoli (Noguera
Celdrán, J. M., 1995- 1996, “Instalaciones portuarias romanas:
representaciones iconográficas y testimonio histórico”, AnMurcia, 11-12, 223,
lám. 1). 34 Beltrán
Martínez,op. cit.,nt. 8, 1948, 207. En todo caso, las instalaciones
portuarias sensu stricto se circunscribirían en torno al ángulo SW de la
península. Quizás a un muelle pudo pertenecer un potente muro de sillares de
arenisca constatado en la c/ Mayor, 35 (San Martín
Moro, P. A., 1985, “Nuevas aportaciones al plano arqueológico de Cartagena”,
BMusZaragoza, 4, 135); a la prolongación de dicha dársena podrían
corresponder asimismo los grandes paramentos de opus quadratum que, construidos
con sillares de arenisca, identificados en las inmediaciones de estratos de
playa y asociados a materiales de época tardía, fueron constatados en la c/
Mayor, esquina c/ Comedias (Berrocal Caparrós, Mª. C. y Conesa Santa Cruz,
Mª. J., 1996,“Informe preliminar de las excavaciones en el solar c/ Mayor, nº
17, esquina c/ Comedias [Cartagena]”,MemAMurcia,5, 227-237). 35 Construida
sobre un zócalo irregular de caliza micrítica –que apoya en una zapata de
cimentación de caliza local–, constaba de basas de orden toscano y fustes
–asimismo labradas en calizas micríticas de tonalidad grisácea– que
posiblemente sustentarían un entablamento lígneo, a juzgar por la amplitud de
los intercolumnios (San Martín,P.A.,1956-61,“Informe sobre los hallazgos en
la calle de la Morería Baja [Cartagena]”, NotAHisp, 5, 193-199; una reciente
revisión de todo el conjunto en Madrid Balanza, Mª. J. y Murcia Muñoz, A. J.,
1996,“La columnata de la calle Morería Baja [Cartagena, Murcia]. Nuevas
aportaciones para su interpretación”,XXIII CNA [Elche, 1995], Elche,
173-178). 36 Los edificios
comerciales y de almacenaje de época alto y bajoimperial constatados en esta
parte de la ciudad verifican cómo esta zona conservó durante siglos su
carácter mercantil. Así, siempre en la misma línea de fachada a que nos hemos
referido y, en concreto, en la c/ Portería de las Monjas/Cuesta de la
Baronesa, fueron identificadas las estructuras de un almacén de época flavia
con gran cantidad de envases de salazón Dressel 7-11, que han sido
identificados con tinglados vinculados al puerto (Martín Camino, M., Pérez
Bonet, Mª. A. y Roldán Bernal, C., 1991,“Contribución al conocimiento del
área portuaria de Carthago Nova y su tráfico marítimo en época
altoimperial”,AEspA, 64, 272-283). En esta misma línea, baste recordar las
cercanías a estas instalaciones de las estructuras comerciales y de
almecenaje construidas sobre la scaenae frons, orchestra e ima cauea del
teatro en el transcurso del siglo V d.C. (Láiz Reverte, Mª. D. y Ruiz
Valderas, E.: 1990, “Área de tabernae tardorromanas en Cartagena”, Antigüedad
y Cristianismo, V, 425-433; Ramallo, S. F. y Ruiz, E., 1998, El Teatro romano
de Cartagena, Murcia, 43- 48; Ramallo, S. F., 2000,“Carthago Spartaria. Un
núcleo bizantino en Hispania”, Sedes regiae [ann. 400-800], G. Ripoll y J. M.
Gurt, Eds., [Barcelona], 592). 37 De hecho,
paralelo a la columnata discurre una calzada de unos 3 m de anchura –quizá de
época augústea, pero que fosilizaría una de época anterior– cuyas profundas
rodadas evidencian el intenso tráfico mercantil de esta zona de la ciudad. 38 A esta línea
pudo pertenecer asimismo el área porticada documentada en la c/ del Aire,
esquina c/ Jara, e interpretada en su día como foro comercial (Jiménez de
Cisneros, D., 1908,“El Foro romano de Cartagena”, BAcHist, LII, 489-495); la
documentación arqueológica e iconográfica acredita la existencia de este
género de edificios, muchos de ellos destinados al almacenaje de mercancías,
dotados de amplios porticados en las inmediaciones y frente a las dársenas portuarias
(Noguera Celdrán, op. cit., nt. 33, 1995-1996, 223-225). 39 Se trata de los
restos de una estructura de carácter hidráulico que, excavada parcialmente en
la roca, consta de un pavimento de mortero hidráulico, de unos 15 por 10 m y
ligeramente inclinado hacia el N, limitado al S por un ancho reborde de
arenisca de poco más de medio metro de altura, dotado de escalones y de un
desagüe central por el que el agua accedía a varias cisternas, al menos una
de ellas de tipo helenístico (al respecto: Martín Camino, M., Roldán Bernal,
B. y Pérez Bonet, Mª. A., 1996, “Ingeniería hidráulica y recursos hídricos en
Carthago Nova”, XXIII CNA [Elche, 1995], Elche, 89-96, figs. 1-2). No
obstante, dichas estructuras se hallaron asociadas a gran cantidad de sillares
de arenisca y elementos arquitectónicos (por ejemplo, restos de una cornisa
con kyma jónico y de un friso dórico) adscribibles a un gran edificio
derrumbado (San Martín Moro, P. A., 1985, “Cartagena. Conservación de
yacimientos arqueológicos en el casco urbano”, Arqueología de las ciudades
modernas superpuestas a las antiguas, Madrid, 348), lo que permitiría sugerir
asimismo la existencia de un edificio monumental vinculado con el agua; a
éste podría haber pertenecido un capitel jónico-itálico que, labrado en
caliza micrítica grisácea y datable en la primera mitad del siglo I a.C., fue
hallado también en esta zona (Martínez Rodríguez, A., 1998,“Capiteles romanos
de Carthago Nova”,De les estructures indígenes a l’organització provincial
romana de la Hispània Citerior. Homenatge a Josep Estrada i Garriga,
Barcelona, 319-320, nº 1, fig. 1, 1). Sobre el origen de las aguas potables
que abastecían la ciudad y para una propuesta de ubicación de este género de
equipamientos en las cimas de las colinas que circundan la ciudad: Marín
Baño, C. y De Miquel Santed, L., 1995,“Obras hidráulicas en Carthago-Nova”,
XXI CNA [Teruel, 1991], Zaragoza, 1.167. 40 En concreto,
junto al molino-ermita de San Cristóbal, zona donde se ubica el denominado
Sector B de las excavaciones realizadas entre 1977 y 1978 por P. San Martín. 41 Madrid
Balanza,Mª.J.,1997-1998,“El orden toscano en Carthago Nova”,AnMurcia
13-14,154-161.El problema de los referidos capiteles jónico-itálicos radica
en que su datación oscila entre inicios y finales del siglo I a.C. (Martínez
Rodríguez,op.cit., nt. 39, 1998, 319-320, nos 1-2, fig. 1, 1-2; y 333-334). 42 El proceso se
ha constatado en diversos puntos del Monte Sacro, en la ladera meridional del
Molinete, donde se han documentado estructuras habitacionales distribuidas en
terrazas con desniveles de más de cuatro metros, y en los declives
septentrionales del monte de la Concepción, zona en la que se han documentado
obras de este género en la Plaza San Ginés, esquina c/ del Duque (Roldán
Bernal, B. y Martín Camino, M., 1996,“Informe de la excavación de urgencia en
la Plaza de San Ginés, esquina calle del Duque [Cartagena]. Año 1990”,
MemAMurcia, 5, 249-261), o en la c/ Nueva, esquina con c/ Dr. Tapia, donde se
constataron los restos de una vivienda de época triunviral o primoaugustea
–amortizada por la construcción de la porticus post scaenam del teatro– cuyas
estancias se disponen escalonadas en varios niveles creados mediante recortes
en la roca y terrazas artificiales construidas con muros de contención (Martínez
Andreu, M., 1985, “La muralla bizantina de Cartagena”, Antigüedad y
Cristianismo, II, 129-151). 43 En particular
por los ejes que enlazarían la puerta oriental,enclavada en la zona de la
moderna Puerta de San José –en la depresión entre los cerros de Despañaperros
y San José– y el área portuaria y comercial. 44 Sobre estas
cuestiones: Martín Camino, M., 1995-1996, “Observaciones sobre el urbanismo
antiguo de Carthago Nova y su arquitectura a partir de sus condicionantes
orográficos”, AnMurcia, 11-12, 205-213. 45 Tetrástilo y
quizá próstilo, encuadrable en la tradición de la arquitectura templar
tardorrepublicana de finales del siglo II-inicios del I a.C. y del que
únicamente subsisten restos de su basamento y podium. Aunque se han
aventurado diversas propuestas de adscripción –Magna Mater, Salus y
Esculapio, Serapis, Venus...–, los datos disponibles en la actualidad impiden
precisar su advocación con un mínimo de garantía. 46 Para este
conjunto: Ramallo Asensio, S. F. y Ruiz Valderas, E., 1994, “Un edículo
republicano dedicado a Atargatis en Carthago Nova”, AEspA, 67, 79-102. 47 Ramallo
Asensio, S. F. y Arana Castillo, R., 1985, “La minería romana en Mazarrón
(Murcia). Aspectos arqueológicos y geológicos”, AnMurcia, 1, 49-67. 48 Amante Sánchez,
M., Martín Camino, M., Pérez Bonet, Mª. A., 1995, “El sacellum dedicado a
Iuppiter Stator en Cartagena”, Antigüedad y Cristianismo, XII, 533-562; para
el epígrafe véase: Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 441-443, nº
204. 49 Ramallo
Asensio, S. F., 1985,Mosaicos romanos de Carthago Nova (Hispania Citerior),
Murcia; id., 1989,“Nuevos mosaicos en el área de Cartagena”, Mosaicos
Romanos, Madrid, 67-83; id., 1991- 1992,“Pavimentos republicanos en
Cartagena”,AnMurcia, 7-8, 199-206; id., 2001,“Sistemas, diseños y motivos en
los mosaicos romanos de Carthago Nova: a propósito de los pavimentos de la
calle del Duque”, La casa romana en Carthago Nova. Arquitectura privada y
programas decorativos, Ruiz, E., Ed., Murcia, 170-189. 50 Se trata de
restos muy fragmentarios, procedentes de las excavaciones y prospecciones
realizadas entre 1989 y 1991 en la Plaza del Hospital, posiblemente
pertenecientes a un único lienzo, que podrían restituirse formando un aparejo
isodomo ubicado en la zona superior de la pared (Fernández Díaz, A., 1999,
“Pinturas murales del I estilo pompeyano en Cartagena”, AEspA, 72, 259-263). 51 De modo que
representa el más antiguo testimonio de su difusión en la península Ibérica.
Corrobora esta cronología la amortización del barrio existente en esta zona,
estratigráficamente fechado en la segunda mitad del siglo II a.C. (Pérez
Ballester, J. y Berrocal Caparrós, Mª. C., 1997, “Informe de las excavaciones
en la explanada del Hospital de Marina. Cartagena. 1990/91”, MemAMurcia, 7,
en particular 293). 52 De facto, de su
puerto partió Sertorio en 81 a.C. con rumbo a Mauritania, en 76 a.C. la
ciudad fue conquistada por Memmio, cuestor de Pompeyo y, finalmente, asediada
nuevamente por los sertorianos (Plutarco, Sert. 7; Cicerón, Pro Balbo 5). 53 El porte
contenía ánforas Dressel 1 para vino de Campania y Lamboglia 2 para caldos
elaborados en la costa adriática, seguramente en Apulia; cabe sumarles
algunos envases tipo Apani III para aceite, asimismo de origen apulio. Como
complemento, transportaba cerámica campaniense fabricada en los talleres de
Cales y un lote de lucernas itálicas, del tipo Ricci G, características de
los dos últimos siglos de la República (Alonso y Pinedo, op. cit., nt. 29,
1999, sin paginar). 54 El proceso está
bien constatado arqueológicamente en el sector de la amplia llanura emplazada
al NW de La Unión, donde las prospecciones sistemáticas han detectado la
existencia de un buen número de pequeños núcleos y asentamientos de carácter
rural, de tipo más o menos disperso, tal vez articulados en torno a un actus
de carácter secundario que enlazaría la ciudad con la costa del Mar Menor
(Berrocal Caparrós, op. cit., nt. 18, 1996, 111-117). 55 Así, en su
solar urbano fue proclamado imperator, en el año 47 a.C., el hijo de Pompeius
Magnus (Bell. Hisp., 42, 6) y, un año más tarde, la ciudad se mantuvo fiel al
bando cesariano a pesar del duro asedio pompeyano. 56 RE, III, 2,
1899, s.v. Carthago Nova, 1.625 (Hübner). 57 Abascal y
Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 157. 58 Abascal, J. M.,
2002,“La fecha de la promoción colonial de Carthago Noua y sus repercusiones
edilicias”, Mastia, 1, 30. 59 Nicolás
Damasceno, de uita Aug., 10, 11. 60 Llorens
Forcada, Mª. M., 1994, La ciudad romana de Carthago Nova: las emisiones
romanas (La ciudad romana de Carthago Nova. Fuentes y materiales para su
estudio, 6), Murcia, 71-76, nos XVI y XVIII. 61 Estrabón, III,
4, 20. Gimeno, J., 1994,“Plinio,Nat. hist. III, 3, 21. Reflexiones acerca de
la capitalidad de Hispania Citerior”, Latomus, 53, 39-79; por el contrario
Ruiz de Arbulo, J., 1992,“Tarraco, Carthago Nova y el problema de la
capitalidad en la Hispania Citerior republicana”, Miscel·lània arqueològica a
Josep M. Recasens, Tarragona, 115-130, reseña que Tarraco fue la capital
provincial durante todo el periodo republicano. 62 Mar, R., Ed.,
1993, Els Monuments provincials de Tarraco. Noves aportacions al seu
coneixement (Tarragona). 63 Plinio, NH III, 18, 25; Estrabón III, 4, 20.
Sancho, L., 1978,“Los ‘conventus iuridici’ en la Hispania romana”,
Caesaraugusta, 45-46, 188. 64 Vide infra pág.
80, nt. 140. 65 Llorens
Forcada, op. cit., nt. 60, 1994; y también id., 2002,“Carthago Nova: una ceca
provincial romana con vocación comercial”, Mastia, 1, 43-74. 66 Así, poco
después de la deductio colonial, pudo construirse una domus dotada, como
mínimo, de patio y amplio peristilo pavimentado con un signinum teselado con
incrustaciones marmóreas policromas de muy diversas procedencias (Ramallo
Asensio,op.cit., nt. 49, 1985, 44- 45; id., op. cit., nt. 49, 2001, 176-177),
lo que confirma el temprano arribo de mármoles de las principales canteras de
la cuenca mediterránea a través de las redes comerciales que enlazaban la
ciudad con Italia, la costa norteafricana y el Egeo; la vivienda fue
amortizada para construir la porticus post scaenam del teatro (uide infra
pág. 76, nt. 118). 67 Un reciente
reestudio del pórtico de época tardorromana de la Plaza de los Tres Reyes, al
pie del declive SW del Molinete, ha posibilitado identificar bloques de
caliza con improntas circulares pertenecientes a un edificio porticado de
época anterior, detrás de cuyas columnas se dispusieron los muros medianeros
de varias tabernae alineadas y dotadas de grandes umbrales cerrados por
mamparas correderas de madera; parece tratarse de un edificio comercial
situado en las inmediaciones del puerto que, en razón del tipo de basas que
le son asociables, podría datarse en pleno siglo I a.C. (Murcia Muñoz, A. y
Madrid Conesa, Mª. J., en prensa, “Las termas de la c/. Honda-Plaza de los
Tres Reyes de Cartagena: material latericio y problemas de inserción urbana”,
Arx Asdrubalis. Estudios histórico-arqueológicos sobre el Molinete de
Cartagena, 1, Noguera Celdrán, J. M. [Ed.], Murcia). Respecto al material
arquitectónico, reutilizado en época tardía, consta de basas toscanas sobre
plinto circular –fechables en la transición de los siglo II al I a.C. y
durante esta última centuria–, basas toscanas sobre plinto cuadrangular,
propias de finales del siglo I a.C., y basas áticas ubicables entre el cambio
de era y la primera mitad del s. I d.C. (Madrid Balanza, Mª. J., 1999,“El
conjunto arqueológico de la Plaza de los Tres Reyes [Cartagena]: elementos
arquitectónicos”, XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia, 89-95). 68 De hecho, pudo
ser una sólida apuesta por el mantenimiento de la capitalidad provincial que,
tal vez, no perdió definitivamente a favor de Tarraco hasta entrado el siglo
I d.C. 69 Buena prueba
del carácter unitario del programa edilicio y de su ejecución por parte de un
grupo uniforme de proyectistas y constructores, quizás en parte llegados ex
profeso desde Italia, lo brinda la homogeneidad de los materiales y técnicas
construtivas utilizadas. Así, por ejemplo, el recurso a zócalos de sillares
de caliza micrítica sobre los que apoyan los alzados constituidos por
sillares de arenisca, siempre dispuestos a soga y tizón, se documenta en los
muros anexos al podio del posible area capitolina (Roldán Bernal, B. y De
Miquel Santed, L. de, 1999, “Excavaciones en el templo capitolino de
Carthago-Nova”, XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia, 59), en las paredes de
los aditus, habitaciones laterales (parascaenia y basilicae) y forro interior
de la scaenae frons del teatro (Ramallo y Ruiz, op. cit., nt. 36, 1998, 81,
fig. en 82; y 158-59, figs. en 160 y 162), y en los restos de un gran
edificio monumental ubicado en las inmediaciones de la plaza forense (Noguera
Celdrán, J. M., 2002, “Un edificio del centro monumental de Carthago Nova.
Análisis arquitectónico-decorativo e hipótesis interpretativas”, JRA, 15,
154-157). 70 Ramallo, S. F.
y Ruiz, E., 1994,“Transformaciones urbanísticas en la ciudad de Carthago
Nova”, La ciudad en el mundo romano. Actas del XIV Congreso Internacional de
Arqueología Clásica, 2 [Tarragona, 1993], 343; Ramallo y Ruiz, op. cit., nt.
36, 1998, 49. Con seguridad, este proyecto debió contemplar importantes
expropiaciones de suelo privado generadoras de ágrias polémicas, que en el
contexto de la dicotomía ideológica augustea bien podrían incluirse en el
“falso argumento” del respeto a la propiedad privada (uide infra pág. 78, nt.
118). 71 Madrid
Balanza,op.cit.,nt.41,1997-1998,161-170. 72Datación
obtenida gracias a algunos de los “conjuntos cerrados”recuperados en los
rellenos de nivelación dispuestos bajo algunas de estas calzadas;destaca
entre ellos el de la c/ Cuatro Santos,40,integrado por materiales de
importación de la segunda mitad del siglo I a.C. y cuyo terminus post quem
hacia 22-17 a.C. evidencia la aparición de monedas legionarias acuñadas en el
transcurso de las Guerras Cántabras (Vidal,M.y Miquel,L.E.de,1995,“Una
aportación a la arqueología de Cartagena:un horizonte cerámico característico
del periodo augústeo”, XXI CNA [Teruel, 1991], Zaragoza, 1.253- 1.272). 73 Las nuevas
arterias se caracterizan por su anchura regular, con aceras de unos 50 cm y
calzadas de entre 3 y 3’5 m,sección combada y enlosado de grandes placas
poligonales de piedra caliza por debajo del cual discurría el alcantarillado
(Berrocal Caparrós, Mª. C. y De Miquel Santed, L. E., 1991-1992,“El urbanismo
romano de Carthago Nova. Ejes viarios”,An Murcia, 7-8, 189-197; Martín
Camino,op.cit., nt. 44,1995-1996,205-213;De Miquel Santed,L.E.y Berrocal
Caparrós,Mª.C.,1994,“Rasgos del urbanismo romano de Carthago-Nova (Cartagena,
España)”,XIV Congreso Internacional de Arqueología Clásica.La ciudad en el
mundo romano [Tarragona, 1993],Tarragona, 119-121; Ramallo y Ruiz,op.cit.,
nt.70, 1994, 343;Ramallo Asensio,S.F.,1999,“Cartagena en la Antigüedad:estado
de la cuestión.Una revisión quince años después”,XXIV
CNA[Cartagena,1997],Murcia,13-14);de hecho,de forma paralela a la creación de
la nueva retícula urbana,la ciudad fue dotada de una nueva red de drenaje
–que pudo aprovechar algunos de los dispositivos de época republicana–
destinada a la evacuación de aguas residuales y de lluvia hacia el Almarjal y
la zona portuaria (Marín Baño y De Miquel Santed,op.cit.,nt.39,1995,1.165-
1.182). 74 Como los
documentados en la ladera meridional del Molinete (Roldán Bernal y De Miquel
Santed, op. cit., nt. 69, 1999, 58) que corren prácticamente paralelos a los
constatados en las calles San Francisco,8 (Méndez R.,1997,“Calle San
Francisco número 8”,Excavaciones arqueológicas en Cartagena,
1982-1988,MemAMurcia,28-30),San Antonio el Pobre, 3 (Martín, M. y Roldán, B.,
1997,“Informe de los trabajos realizados en la calle San Antonio el Pobre”,
Excavaciones arqueológicas en Cartagena, 1982- 1988,MemAMurcia, 42-51) y
Caballero, 2-8 (De Miquel, L. de y Subías, E., 1999,“Un edificio de culto en
la calle Caballero [Cartagena]”,XXIV CNA [Cartagena,1997],Murcia,49-56), de
un lado, y, de otro, en la Plaza de San Ginés, 1 (Martín, M. y Roldán, B.,
1997,“Plaza de San Ginés número 1, esquina calle del Duque”, Excavaciones
arqueológicas en Cartagena, 1982-1988, MemAMurcia, 126-128), y en la calle
Cuatro Santos, 40 (De Miquel, L. E. y Vidal, M., 1991,“Nuevos hallazgos
romanos en Cartagena. La calzada romana en la calle Cuatro Santos”, XX CNA
[Santander, 1989], Zaragoza, 379-383; Vidal, M., 1997, “Calle Cuatro Santos
número 40”, Excavaciones arqueológicas en Cartagena, 1982-1988, MemAMurcia,
188-200). 75 Atestiguados en
las calles Jara, 12 (Ruiz, E., 1998,“Excavaciones en Cartagena. Solar de la
calle Jara,nº 12”,MemAMurcia,7,231-242),San Francisco,8 (uide supra
nt.74),y,tal vez,Duque,29 (Martín Camino, M., Ortiz Martínez, D., Portí
Durán, M. y Vidal Nieto, M., 2001,“La domus de la Fortuna: un conjunto
arquitectónico doméstico de época romana en la calle del Duque”, La casa
romana en Carthago Nova. Arquitectura privada y programas decorativos,Ruiz,
E., Ed., Murcia, 19-52). 76 De hecho, recientes trabajos de
geo-referenciación han evidenciado la unidad de dicho proyecto
urbanístico-arquitectónico ligado a la refundación de la ciudad augústea,
dado que la scaenae frons del teatro, la plaza foral y sus edificios hasta
ahora documentados (podio del capitolio, línea de tabernae de la plaza de San
Francisco) y los muros perimetrales de otros equipamientos monumentales del
centro urbano –como el Augusteum construido a inicios de época tiberiana–,
están ortogonalmente ubicados en el conjunto de la nueva trama urbana de la
colonia. 77 Abascal, op.
cit., nt. 58, 2002, 34 y 37; también Domergue, op. cit., nt. 17, 1966, 64-65.
78 Abascal y
Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 175-177, nº 42. 79 Ibidem,
116-121, nº 13-14 (C. Caesar); 121-122, nº 15 (L. Caesar). 80 Ibidem,
173-175, nº 41. 81 Iuba II:
Lumiares, op. cit., nt. 1, 1796, 6-11, nº II; Beltrán, A., 1980, “Iuba II y
Ptolemeo, de Mauritania, II viri quinquennales de Carthago Nova”,
Caesaraugusta, 51-52, 133-141; Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997,
191-193, nº 49; P. Silio Nerva: Lumiares, op. cit., nt. 1, 1796, 72-73, nº
XXVI; Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 183-185, nº 45. 82 De hecho, fue
primordial el papel desempeñado por Agripa y, sobre todo, por sus hijos C. y
L. Caesares en la fundación de las ciudades augústeas y en la implantación
del naciente culto dinástico (Gros, P., 1991,“Nouveau paysage urbain et
cultes dinastyques. Remarques sur l’idéologie de la ville augustéenne à
partir des centres monumentaux d’Athènes, Thasos, Arles et Nimes”, Les villes
augustéennes de Gaule. Actes du colloque international d’Autun 1985, Autun,
127-140). 83 Estrabón III,
4, 6. 84 El barco, que
salía de la dársena con destino a un puerto redistribuidor secundario,
transportaba un cargamento de vinos itálicos, layetanos y, sobre todo,
andaluces, como evidencian los distintos tipos de contenedores: ánforas
Dressel 2-4 y 6 para caldos originarios de las costas tirrénica y adriática,
respectivamente, envases tipo Pascual 1 para vinos layetanos del área
catalana y, sobre todo, muchas ánforas béticas Haltern 70 con vinos del valle
del Guadalquivir y de la bahía de Cádiz, destinados a un consumo masivo por
ser los más baratos (Alonso y Pinedo, op. cit., nt. 29, 1999, sin paginar);
hecho que testimonia la preponderancia y hegemonía de las importaciones
béticas sobre las catalanas en el área de influencia de Carthago Noua en
épocas cesariana y augústea (Márquez Villora, J. C. y Molina Vidal, J.,
1999,“Exportaciones de vino catalán hacia Carthago Nova y su área de
influencia durante el siglo I a.C.”, XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia,
119-124). 85 El tráfico
mercantil en esta época debió ser especialmente intenso, razón por la cual
pudieron construirse nuevas instalaciones portuarias en la zona ocupada por
el baluarte SE del antiguo Hospital de Marina, eventualidad relacionable con
el texto estraboniano en que se refiere que la ciudad “está provista de
puertos” (Estrabón III, 4, 6). Esta hipótesis, pendiente de ulteriores
corroboraciones, reseña la construcción en dicha zona y en época augústea de
una nueva dársena portuaria, cuya comunicación con la ciudad se realizaría
por medio de un sistema artificial de aterrazamientos construidos mediante
grandes niveles de relleno (Berrocal Caparrós, Mª. C., 1999, “Una nueva
instalación portuaria de época romana en Carthago-Nova debajo del Real
Hospital de Marina y del baluarte sureste de la muralla del siglo XVIII”,
XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia, 205-211). 86 Muñoz Amilibia,
A. Mª., 1988, “Nuevo miliario de Mazarrón. La vía romana costera desde
Cartagonova”, Homenaje a Samuel de los Santos, Albacete, 225-229; Sillières,
P., 1990, Les voies de communication de l’Hispanie méridional, París, 275. 87 De hecho, la
carga de Escombreras 3 se completaba con lingotes de plomo semicilíndricos,
de los que sólo se han recuperado tres; dos muestran las marcas de C. Aquinus
y L. Planius Russinus, miembros de dos de las más rancias familias de la
ciudad dedicadas desde hacía décadas a la explotación minera, mientras que el
tercero, quizá el más interesante de todos, presenta la marca soc. Baliar.
(Alonso y Pinedo, op. cit., nt. 29, 1999, sin paginar), probablemente alusiva
a una societas publicanorum cuyo radio de actuación podría ubicarse en las
minas de Cástulo, si es correcta la propuesta de analogía con el timbre
cordobés S.BA. (Domergue, op. cit., nt. 17, 1990, 261-262, 269 y 275). 88 Vidal y De
Miquel, op. cit., nt. 72, 1995, 1.253-1.272. 89 Quizá sólo los
restos de un muro de aparejo isodómico, localizado en la c/ Príncipe de
Vergara, 6, en uno de cuyos sillares se esculpió, con manifiesto carácter
apotropaico, un falo de grandes proporciones similar al existente en las
inmediaciones de la puerta de acceso al recinto amurallado romano de Ampurias
(Beltrán Martínez, A., 1952, “El plano arqueológico de Cartagena”, AEspA,
XXV, 62, nº 10). 90 Martín Camino,
M. y Belmonte Marín, J. A., 1993,“La muralla púnica de Cartagena: valoración
arqueológica y análisis epigráfico de sus materiales”, AulaOr, 11, 2,
161-171. 91 Op. cit., nt. 1, 1796, 12-20, nº IV; 53-54, nº
XVIII. 92 Serían los
casos de Cn.Cornelius L.f.Gal.Cinna,IIuir, nieto de Pompeyo Magno, cónsul en
5 d.C., o –quizá mejor– cliente de los Cinnae nobiles,que financió sendos
paños (Abascal y Ramallo,op.cit., nt. 18, 1997, 86-94, nos 3-4); M.
Cal[purnius L. f. M. n.?] Bibulu[s], acaso nieto del pompeyano M. C. Bibulus,
que se enfrentó a César, o cliente de la gens itálica de los Calpurnii Bibuli
(ibidem, 81-86, nº 2); [C.] Maecius C. f.Vetus, augur y edil, tal vez hijo
del magistrado monetal C. Maecius responsable de las emisiones RPC 154 y
155-156, datables c. 39 y 29 a.C., respectivamente, que sufragó un lienzo de
60 pies (ibidem, 98-100, nº 7); y de Sex.Aemilius Sex.f. [- - -] y C.Clodius
C.f.Manga[- - -], IIuiri, responsables de la edificación de varias turres
(ibidem, 108-113,nº 11). 93 Ibidem,
100-107, nº 8. 94 Ibidem, 94-97,
nº 5. 95 Una debía
abrirse en el viejo tramo de la muralla bárquica, dispuesta en el istmo
flanqueado por los cerros de San José y Despeñaperros; por ella se accedería
a Carthago Noua desde la Vía Augusta. La otra entrada, que Livio define como
porta ad stagnum et marte versa (Livio XVIII, 36), se ubicaría al norte de la
actual c/ Mayor, en derredor de la zona donde en época moderna se emplazaron
las Puertas de Murcia, conectando, por medio de un puente que salvaría el
canal de comunicación entre el Almarjal y el Mar de Mandarache, con las vías
de comunicación con Castulum y Complutum. 96 Sobre las
necrópolis: Beltrán y San Martín, op. cit., nt. 30, 1983, 874; Ramallo
Asensio, op. cit., nt. 8, 1989, 115-133. 97
Lumiares,op.cit.,nt.1, 1796, 21-52, nos IV-XVII; 55,nº XIX; 96-99, nº XL y
106-111, nº XLVIII; Pena, Mª. J., 1995-1996, “Algunas consideraciones sobre
la epigrafía funeraria de Carthago Nova”, AnMurcia, 11-12, 237-243; Abascal y
Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 221-439, nos 62-203. 98 Abad Casal, L.,
1989,“La Torre Ciega de Cartagena (Murcia)”, Homenaje al Prof. Antonio Blanco
Freijeiro. Estudios de Geografía e Historia, 3, Madrid, 243-266; Noguera
Celdrán, J. M., 1992,“Una estatua femenina ataviada con “palla”, del tipo
Pudicitia, variante Braccio Nuovo, en el Museo Arqueológico Provincial de
Murcia”, Verdolay, 4, 113-124. 99 Noguera
Celdrán, op. cit., nt. 69, 2002, 154-157. 100 Su trazado y
orientación responden a las transformaciones urbanísticas de inicios de edad
augústea (Martín Camino,op.cit., nt. 44, 1995-1996, 205-213; Ramallo
Asensio,op.cit., nt. 73, 1999, 13-14). 101 Sus muros
constaban de un zócalo integrado por sendas hiladas de grandes bloques de
caliza micrítica sobre el que apoyaba el resto del alzado de sillares de
arenisca, dispuestos a soga y tizón (Noguera Celdrán, op. cit., nt. 69, 2002,
154, fig. 3). 102 Amortizada por
la construcción a inicios de época tiberiana de un presumible Augusteum (uide
infra págs. 79-80). 103 Las basas
apoyaban en zapatas de cimentación constituidas por grandes cubos de piedra
arenisca, los fustes son de arenisca estucada pintada de rojo y decoración en
el imoscapo mediante un astrágalo, los capiteles están trabajados asimismo en
arenisca estucada y policromada y son de proporciones cercanas a las del
capitel toscano vitruviano.La aparición de este orden compuesto evidencia
todavía una manifiesta ligazón a los modelos itálicos imperantes en los
programas edilicios de la ciudad en época republicana,pero también la
introducción de nuevos tipos ligados a los programas augústeos de renovación
arquitectónica de la propia Roma (Noguera
Celdrán,op.cit.,nt.69,2002,155-156,figs.4-7). 104 La exedra
semicircular abierta en el muro remite tipológicamente a diseños augusteos,
como el del propio Foro de Augusto en Roma (Zanker, P., 1968, Forum Augustum,
Tubinguen), que encuentran su expresión en otros edificios emblemáticos de la
colonia, como la porticus post scaenam del teatro dotada en cada uno de sus
brazos laterales de sendos hemiciclos (Ramallo, S. F. y Ruiz, E.,
2001,“Teatro romano de Cartagena. Campaña 1999-2000”, XII Jornadas de
Patrimonio Histórico y Arqueología Regional, Murcia, 52-53). 105 Al respecto,la
hipótesis –hoy por hoy indemostrable– de tenerlo como un pórtico,similar al
detectado en época augustea en Augusta Emerita junto al foro de la colonia
(Álvarez Martínez, J. Mª. y Nogales Basarrate, T., 1990,“Schema urbain de
Augusta Emerita: le portique du forum”,Akten des XIII Internationalen Kongres
für klassische Archäologie [Berlín, 1988], Mainz, 336-338), es
extraordinariamente sugerente y respondería a impulsos detectables en la
propia Roma, como la construcción en el barrio de la Subura de la Porticus
Liviae que, edificada entre 15 y 7 a.C., se configuró como Augusteum y pudo
albergar en su interior el Ara Concordiae evocada por Ovidio (Boudreau Flory,
M., 1984,“Sic exempla parentur.Livia’s shrine to Concordia and the Porticus
Liviae”,Historia,33,309-330). 106 Noguera
Celdrán, op. cit., nt. 69, 2002, 171-172. 107 Con
anterioridad: Ramallo Asensio, op. cit., nt. 8, 1989, 84-91; Berrocal
Caparrós, Mª. C. y De Miquel Santed, L. de, 1999,“Definición del área foraria
de Carthago Nova”, XXIV CNA (Cartagena, 1997), Murcia, 187-194. 108 Se trata de
estancias, de las cuales en 1985 se excavaron tres, de unos 5 por 6’75 m,
dotadas de anchos umbrales con quicios y rieles para su cierre con mediante
paneles correderos de madera; ignoramos si delante de ellas se dispuso o no
un porticado (Berrocal Caparrós, Mª. C., 1987,“Nuevos hallazgos sobre el foro
de Cartago Nova”,Los foros romanos de las provincias occidentales [Valencia,
1986], Madrid, 137-142). 109 En esta zona,
parcialmente excavada en 1995, se constató el parapeto de contención,
construido en opus quadratum de pequeños sillares de arenisca y de más de 2’5
m de altura por unos 30 m de anchura, de una gran terraza a la que se accedía
por sendas escaleras monumentales, emplazadas en sus laterales, construidas
con losas de caliza y de 3’75 m de anchura. Al referido muro se adosaron
perpendicularmente seis muros de sillares de arenisca dispuestos sobre
zócalos de bloques de caliza micrítica que delimitaron un total de cinco
estancias abiertas al nivel de la explanada foral. Frente a estas
estructuras, se verificaron restos de una pequeña plataforma –estrecha y
alargada, dispuesta en sentido perpendicular al eje axial de la plaza y a la
que se accedía mediante una pequeña escalinata– con una exedra central
abierta a la explanada y quizá dotada de una fuente abastecida por medio de
una posible torre de agua emplazada en su extremo NE; el espacio contiguo a
esta suerte de tribuna estaba pavimentado con sectilia de mármoles policromos
(Roldán Bernal, B. y De Miquel, L. E., 1996, “Excavaciones en el cerro del
Molinete [Cartagena]”, RAMadrid, 184, 56-57; Roldán Bernal, B. y De Miquel
Santed, L., 1999,“Excavaciones en el templo capitolino de Carthago-Nova”,
XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia, 57-65; Antolinos Marín, J. A., en
prensa,“Técnicas edilicias y materiales de construcción en el cerro del
Molinete [Arx Asdrubalis, Carthago Nova]”, Arx Asdrubalis. Estudios
histórico-arqueológicos sobre el Molinete de Cartagena, 1, Noguera Celdrán,
J. M. [Ed.], Murcia; en una propección acometida en el nº 7 de la Plaza de
San Francisco se hallaron restos de un sectile marmóreo, tal vez
perteneciente al antedicho [Beltrán y San Martín, op. cit., nt. 30, 1983,
873]). 110 Sillières, P.,
1997, Baelo Claudia. Una ciudad romana de la Bética, Madrid, 87-96. 111 Ignoramos si
sobre la terraza sobreelevada se construyeron uno o más templos, como sucede
en Belo o en otras áreas capitolinas más o menos similares, como las de
Brescia (Italia) o Sufetula (N de África). 112 Así permite
suponerlo el hecho de que junto a la escala monumental emplazada al W del
podio se constatase parte del deambulacro de un pórtico, ligeramente
sobreelevado y con improntas circulares de basas rítmicamente dispuestas. 113 Abascal, J. M.
y Noguera, J. M., en prensa,“Inscripciones de Carthago Noua: nuevos epígrafes
del centro monumental de la ciudad”, Mastia, 2. 114 Vide infra
pág. 85, nt. 150. 115 Estas
manifiestas vinculaciones del edificio a los nietos y herederos políticos de
Augusto se concretan, asimismo, en una placa dedicada a L. Caesar por un
miembro de los Postumii locales (Abascal, op. cit., nt. 58, 2002, 35). El
programa epigráfico era más amplio, como bien acredita la inscripción con
litterae aureae dispuesta en el pavimento de la orchestra. Para el programa
epigráfico: Ramallo Asensio, S. F., 1992, “Inscripciones honoríficas del
teatro de Carthago Nova”, AEspA, 65, 49-73; id., 1996, “Inscripciones
honoríficas del teatro romano de Cartagena. Addendum a AEspA 1992”, AEspA,
69, 307-309; todos los epígrafes reunidos en: Abascal Palazón y Ramallo
Asensio, op. cit., nt. 18, 1997, 115-120, nos 12-13, láms. 18-19. 116 La cavea está
dividida en altura en tres mitades separadas por pasillos o praecinctiones;
la summa cauea, a la cual se arribaba probablemente desde el exterior, estaba
íntegramente construida, dotada de una porticus in summa cauea y estructurada
en seis cunei separados por siete scalae, en tanto que a la imma y media
cauea se accedía desde la orchestra por un sistema de cinco scalae que
configuraban cuatro cunei.Esta rígida organización de la cavea no sólo
obedecía a criterios de óptima distribución de los espectadores, sino que era
fiel reflejo de la estricta organización estamental de la sociedad romana.
Frente a la orchestra,a la que se entraba por los aditus desde las basilicae
anexas al escenario y en cuya proedria se sentaban los miembros más
destacados de la comunidad, se alzaba el frente escénico, integrado por el
proscaenium –de 43’60 m de anchura y con sus correspondientes frente y foso–
y su fachada arquitectónica,de unos 16 m de altura, constituida por un doble
orden de columnas corintias y articulada mediante tres exedrae (Ramallo
Asensio, S., San Martín Moro, P. A. y Ruiz Valderas, E., 1993,“Teatro romano
de Cartagena: una aproximación preliminar”, CuadArqRom, 2, 51-92; y, en
particular, Ramallo Asensio y Ruiz Valderas, op. cit., nt. 36, 1998). 117 De unos 62 por
52 m, se configuró como una porticus duplex de tres brazos, un piso de altura
y delimitada por muros de opus quadratum en cada uno de cuyos laterales se
dispusieron sendos hemiciclos (Ramallo y Ruiz, op. cit., nt. 104, 2001,
52-53), de modo similar al peristilo de época de Claudio del teatro de
Volterra (Munzi, M., 1993, “Il teatro romano di Volterra. L’architettura”, Il
teatro romano di Volterra, Cateni, G., Ed., Florencia, 52). Tipológicamente
estas estructuras porticadas dotadas de exedras semicirculares encuentran
parangones en espacios forales tan emblemáticos como el propio Foro de
Augusto en Roma (Zanker, op. cit., nt. 104, 1968), construido en 2 a.C., el
porticado con hemiciclos laterales del forum adiectum construido en edad
tiberiana en la colonia Iulia Arelate Sextanorum (Arles) (Gros, P. y Torelli,
M., 1988, Storia dell’urbanistica. Il mondo romano, Roma, 274, fig. 138), la
porticus en cuyo interior se disponía el templo foral de Lugdunum Conuenarum
(Saint-Bertrand-de-Comminges) (Ward-Perkins, J. B., 1970, “From Republic to
Empire. Reflections on the early provincial architecture of the Roman West”,
JRS, 60, 9, fig. 7) o la que envolvía al del foro de Augusta Bagiennorum
(Benevagienna), esta última dotada de dos exedras en cada uno de los
laterales porticados (ibidem, 6, fig. 3). 118 Quizás a este
peristilo, para cuyos órdenes se recurrió a la piedra arenisca estucada,
aluda un epígrafe que menciona la construcción de parte de un pórtico y de
una cripta por parte de [C (aius) P] lotius Cis [si l (ibertus)] Princeps.
Los vocablos insulis emptis del texto podrían aludir a las insulae derruidas
para la construcción del pórtico,operación que comportó la amortización y
colmatación por un potente relleno de nivelación de viviendas como la de
época triunviral o primoaugústea documentada en la c/ Nueva, esquina con c/
Dr. Tapia (uide supra pág. 66, nt. 66; para el epígrafe: Lumiares,op.cit.,
nt. 1, 1796, 124-125, nº XVII; Abascal y Ramallo,op.cit., nt. 18, 1997,
132-135, nº 24). 119 Ello
representa un caso excepcional en el cuadro del proceso de “marmorización”
desarrollado en Hispania a partir de época julio-claudia (época tiberiana en
Italica o claudio-neroniana en Augusta Emerita). 120 Ramallo, S.
F., 1996, “Capiteles corintios de Cartagena”, Colonia Patricia Corduba.Una
reflexión arqueológica, León, P., Ed., Sevilla, 222-227. 121 Cabe la
posibilidad de que fuesen los propios talleres urbanos de Roma los que, tras
terminar sus trabajos en Roma, abordasen éste y otros encargos en las
provincias occidentales (Mar, R. y Pensabene, P., 2001, “El urbanismo de
Tarraco”, Tarraco. Puerta de Roma. Catálogo de la Exposición, Tarragona, 13
de septiembre de 2001–6 de enero de 2002, Rodá, I., Ed., Barcelona, 42).
Incluso parece estar cada vez mejor constadado el hecho de que las propias
oficinas ejecutoras del Foro de Augusto pudieron desplazarse, entre otras
ciudades, a Córdoba al objeto de acometer “copias” del proyecto metropolitano
(Márquez, C., 2000, “Simulacrum urbis. La transmisión de modelos
arquitectónicos en época augústea y su reflejo en Colonia Patricia, Revista
de la Academia de España en Roma, 110-111). De ser así, ello plantearía
ciertos interrogantes acerca de la fecha de conclusión de la fachada escénica
(¿quizá hacia el primer decenio del siglo I d.C.?). 122 Cuyos esquemas
tipológicos y arquetípicos remiten a la Grecia de los siglos V y IV a.C. 123 Ramallo
Asensio, S. F., 1999, El programa ornamental del teatro romano de Cartagena,
Murcia, 51-102; id., 1999, “Drei neuattische Rundaltäre aus dem Theater von
Carthago Nova (Cartagena, Spanien)”, AA, 523-542. 124 La decoración
del escenario se completó con el devenir del tiempo; así, bien avanzado en el
siglo I d.C. una estatuilla de Apolo –evocado según el tipo del
“Aktiumrelief”, conservado en el Museo de Bellas Artes de Budapest, aunque
procedente de Avellino, cerca de Nápoles (LIMC, II, 1984, s.v.
Apollon/Apollo, 410, nº 335; y 443 ([Simon])– se agregó como parte de la
decoración del pulpitum (Ramallo Asensio, op. cit., nt. 123, 1999, 117-136). 125 Queda por
determinar hasta cuándo pudieron prolongarse las obras de construcción del
teatro y de los edificios vinculados al foro que, al menos de forma puntual,
debieron proseguir en los primeros decenios del siglo I d.C. 126 En su mayoría
lamentablemente descontextualizado, integran el conjunto cornisas, dinteles, frisos,
jambas, sofitos, cornisitas de muy variadas tipologías... (Ramallo Asensio,
S.F., 1999,“Elementos de decoración arquitectónica hallados en
Cartagena”,Mélanges C.Domergue [Pallas, 50], 211-231). 127 Vide supra nt.
121 128 En el reverso
de cuyos semis se troqueló la imagen de una aedes alzada sobre un bajo podium,
con pronaos tetrástilo con arquitrabe con la leyenda AVGVSTO y rematado por
un frontón y los batientes de la puerta de acceso a la cella dispuestos en el
intercolumnio central. Llorens Forcada, op.cit., nt. 60, 1994, 71-74 (emisión
XVI), propone una fecha de acuñación laxa entre los años quinquenales 17/18 y
23/24 d.C.; últimamente id., op. cit., nt. 65, 2002, 52; más recientemente,
Abascal, op.cit., nt. 58, 2002, 22, 25 y 29, tabla I, propone una data c. 22
d.C. 129 Ubicada en el espacio sobrante de una insula –allí donde décadas
antes había sido construido el edificio monumental con exedra al que más
arriba hemos aludido (uide supra págs. 74-75)– emplazada en las inmediaciones
de la explanada forense,pero no abierta a ella. 130 El complejo
estaba constituido por un pequeño patio, cuyos caracteres morfológicos y
arquitectónicos son difíciles de precisar con la escasa información
arqueológica disponible,al fondo del cual se alzaba un edificio cuadrangular
–muy arrasado en la actualidad como consecuencia de los expolios de época
tardía– integrado, a nivel planimétrico, por una pronaos, exenta,
posiblemente tetrástila y flanqueada por sendos ninfeos de cabecera
absidiada, desde la que se accedía a un aula, rodeada por estancias
subsidiarias de interpretación no concluyente, al fondo de la cual se alzaba
una pequeña tribuna (De Miquel y Subías,op. cit., nt. 74, 1999, 59-65; y, más
recientemente, Noguera Celdrán,op. cit., nt. 69, 2002, 150-183). 131 Los escasos
contextos ceramológicos documentados, las técnicas edilicias empleadas, los
elementos de su programa ornamental y el hecho de que se adose/apoye a un
gran edificio primoaugusteo (uide supra pág. 75), construido en el extremo W
de la insula y del que amortiza al menos una exedra semicircular, infieren su
datación a inicios de época tiberiana. 132 Abascal, op.
cit,, nt. 58, 2002, 35. 133 Exhibe, pues,
un mensaje en clave propio de la propaganda imperial oficial para el que
podría proponerse una lectura que, partiendo de la cara principal donde se
yergue la imagen de Némesis-Pax, recorrería en dirección derecha los diversos
signos labrados en las otras tres caras. Así, la Iustitia y la Prosperitas
derivada de la Pax augústea –a la que alude la imagen de NémeisPaz– engendran
una nueva época de abundantia y bienestar material, consignada mediante los
atributos de Fortuna (timón, cuernos y patera) e, incluso, la propia
iconografía adoptada para la evocación de la deidad de la cara principal.
Este bienestar material es condición sine qua non para la instauración de la
nueva etapa de salus publica consignada en la figura del nuevo régimen y su
legítimo representante, el Princeps, a los cuales aluden, respectivamente, la
serpiente y el árbol de laurel dispuesto en el lateral izquierdo del
altar.Así pues,el altar de Cartagena exalta,en última instancia, la Paz de
Augusto. Una interpretación de este género no sería extraña dado que la Pax
fue el eje de la propaganda oficial augústea que, de forma cada vez más
acentuada, tendió a acreditar a esta abstracción de carácter conceptual como
expresión de la teología imperial (Deubner, L., 1930,“Eine unbekannte Ara
Pacis”,RM,45,37-42;Noguera Celdrán,J.M.,en prensa,“Acerca del culto imperial
en Carthago Noua: observaciones sobre el ‘Altar de la Salud’”,Actas de la IV
Reuniâo sobre escultura romana da Hispania [Lisboa, 2002],Madrid). 134 Alonso y
Pinedo, op. cit., nt. 29, 1999, sin paginar. 135 La elaboración
de salsas y salazones se ha documentado en un nutrido conjunto de factorías
emplazadas en las inmediaciones de la ciudad. Así, se han constatado
factorías de salazones de este tipo, por lo general dotadas de un buen número
de piletas, en Las Mateas (Los Nietos), Isla Plana, Castillicos y Portmán
(Cartagena), Playa Honda (Mazarrón), así como en el Alamillo (Puerto de
Mazarrón) (Etienne, R., 1970,“A propos du ‘garum sociorum’”, Latomus, XXIX,
2, 297-313; Mas, op. cit., nt. 8, 1979, 98; Beltrán y San Martín, op. cit.,
nt. 30, 1983, 875; Ramallo Asensio, op. cit., nt. 8, 1989, 136-144; Ruiz
Valderas, op. cit., nt. 18, 1995, 171-176, figs. 6-10), cuya excavación
proporciona cronologías semejantes a las del almacén constatado en la c/
Portería de las Monjas/Cuesta de la Baronesa (uide infra la siguiente nt.). 136 La condición
del puerto cartagenero como centro exportador de salazones queda atestiguada
por el hallazgo de una serie de estructuras arquitectónicas de época flavia y
ubicadas en la c/ Portería de las Monjas/Cuesta de la Baronesa, que podrían
tenerse como horrea portuarios que almacenaban un lote de envases de salazón
Dressel 7-11, iguales a los constatados en Escombreras 4 (Martín Camino,
Pérez Bonet y Roldán Bernal, op. cit., nt. 36, 1991, 272-283). 137 Con las
actividades pesqueras de atúnidos y escómbridos y su posterior transformación
en productos como garum y otras salazones podría relacionarse asimismo la
decoración de un sillar de grandes proporciones, en cuya cara frontal hay
labrados en relieve una cabeza humana, un bichero, una maza, un hacha y una
marmita. Hallado en circunstancias desconocidas y conservado en el Museo
Arqueológico Municipal, el bloque de piedra local, cuya decoración debía
completarse con –al menos– otros tres sillares de igual formato, debió formar
parte de un desconocido edificio o monumento conmemorativo o vinculado con
las actividades pesqueras (Noguera Celdrán, J. M., 1993, “Hipótesis
interpretativa de un sillar con relieves de Cartagena”, AnCórd, 4, 159-180). 138 Estrabón III,
4, 6; Plinio,NH XXXI, 94.Tanto los cartagineses como los romanos debieron
verse atraídos por las posibilidades de aprovechamiento de las pesquerías de
túnidos y otras especies de la familia de los escómbridos que ocasionaron la
eclosión de importantísimos negocios destinados a la elaboración y
exportación de salazones de pescado y otros productos derivados de la transformación
de la pesca, a la vez que favorecieron el surgimiento de oficios paralelos
como la explotación de las salinas (Ponsich, M. y Tarradell, M., 1965, Garum
et industries antiques de salaison dans la Méditerranée occidentale, París,
93-98 [pesca], 98-99 [garum], 100-101 [sal] y 101-102 [industrias afines];
Ponsich, M., 1988, Aceite de oliva y salazones de pescado. Factores
socioeconómicos de Bética y Tingitania, Madrid, 31). 139 Pudo ubicarse
bien en la dársena interior del puerto comercial –en el extremo septentrional
del límite occidental de la península–, bien en los fondeaderos y varaderos
de la playa ocupada por el actual barrio de Santa Lucía, donde aún persiste
el actual puerto de pescadores. 140 Hallada en
1875 en las Puertas de Murcia, la consagración está datada mediante el
recurso a los fasti locales de la colonia, indicando al inicio del epígrafe
que la ofrenda ocurrió en el tiempo en que C. Laetilius A[apalus ?]
desempeñaba la magistratura de IIuir quinquennalis, encargándose de las emisiones
monetales RPC 172-173 datables c. 12 d.C. (Abascal y Ramallo, op. cit., nt.
18, 1997, 161-164, nº 36). 141 Al pie de la
ladera meridional del Molinete y, por consiguiente, en las inmediaciones del
posible castellum aquae instalado en su cima –que pudo proporcionarle
abastecimiento hídrico– y de la zona portuaria, aunque a través del decumano
constatado en la Plaza de los Tres Reyes conectaría directamente con el área
forense. 142 Similar al de
las Termas Centrales de Pompeya, posteriores a 62 d.C., y las Termas del
Norte de Volubilis, de época flavia. Sus principales estancias, a saber,
frigidarium, tepidarium y caldarium, se disponen de N a S siguiendo un eje
longitudinal; al E de las salas calefactadas se disponía un praefurnium y,
tal vez, una sudatio o laconicum, en tanto que al W del horno se constaron
los restos de una posible natatio (Ramallo Asensio, S. F., 1989-1990, “Termas
romanas de Carthago Nova y alrededores”, AnMurcia, 5-6, 161-165, fig. 2). 143 Así lo
acreditan algunos de los elementos arquitectónicos y ornamentales utilizados
en su reconstrucción tardía (Martínez Rodríguez, op. cit., nt. 39, 1998,
321-322, nº 4, fig. 1, 3 [capitel jónico]; Noguera Celdrán, J.M., 1991, La
ciudad romana de Carthago Nova. La escultura [La ciudad romana de Carthago
Nova. Fuentes y materiales para su estudio, 5], Murcia, 143 [fragmento de
clipeus marmóreo]) y, sobre todo, la data de sus materiales latericios, en
particular claui coctiles y ladrillos (Murcia Muñoz, A. y Madrid Conesa, Mª.
J., en prensa, “Las termas de la c/. HondaPlaza de los Tres Reyes de
Cartagena: material latericio y problemas de inserción urbana”, Arx
Asdrubalis. Estudios histórico-arqueológicos sobre el Molinete de Cartagena,
1, Noguera Celdrán, J. M., Ed., Murcia). 144 Era un
edificio de planta elíptica y envergadura total de unos 103’60 m por 77’80 m,
cuya cauea estaba en parte asentada sobre la roca madre y en parte sobre un
complejo sistema de substrucciones integradas por muros radiales y galerías
abovedadas. La amplitud de la arena, carente de fossa bestiarium, era de unos
55’50 m por 37 m. Para su construcción se recurrió al empleo de la structura
caementicia revestida de paramentos de opus uittatum, reservándose el opus
quadratum de grandes sillares de arenisca para la ejecución de la galería
periférica, las entradas dispuestas en su eje mayor y, quizá, parte de la
fachada. 145 Sobre este
monumento: Pérez Ballester, J., 1991, “Excavaciones en el anfiteatro de
Cartagena: Campaña, noviembre de 1985”, MemAMurcia, 2, 203-209; Pérez
Ballester, J., San Martín Moro, P. A. y Berrocal Caparrós, Mª. C., 1995, “El
anfiteatro romano de Cartagena (1967-1992)”, Bimilenario del anfiteatro
romano de Mérida. El anfiteatro en la Hispania romana, (Mérida, 1992),
Mérida, 91-117. 146 El elevado
aforo de la cavea, que pudo albergar a unos 10.000 espectadores, incide en
este sentido. 147 En
contrapartida al del teatro, centrado en sus herederos políticos (Abascal,
op. cit., nt. 58, 2002, 32-34). 148 Cuya
construcción determinó la amortización de un barrio tardorrepublicano
previamente emplazado en esta zona mediante rellenos que proporcionan una
fechación arqueológica en el último tercio del siglo I a.C. (Pérez Ballester,
J. y Berrocal Caparrós, Mª. C., 1999, “Sobre el origen del anfiteatro romano
de Carthago-Nova”, XXIV CNA [Cartagena, 1997], Murcia, 195-197). 149 Con
anterioridad a época augustea, los juegos circenses practicados en la ciudad
y constatados, por ejemplo, a través de una columna conmemorativa, erigida
hacia la segunda mitad del siglo I a.C. en honor del Genius oppidi por un
grupo de magistri de un collegium, cuya dedicación fue celebrada con pompam
ludosq(ue) (Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 153-159, nº 34; Pérez
Ballester y Berrocal Caparrós,op. cit., nt. 148, 1999, 197-203), se celebrarían
en cualquier ámbito especialmente adaptado para la ocasión. 150 El convento
erigió en el foro sendos pedestales honorarios a Antonino Pío y a la
emperatriz Iulia Auita Mamea, entre los años 145-161 y 222-235 d.C.,
respectivamente (Lumiares,op.cit., nt. 1, 1796, 129, nº XXIV; y 81-83, nº
XXVIIII; Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 179-180, nº 43; y
179-183, nº 44), a los cuales debe sumarse el pedestal para una estatua de M.
Valerio Vindiciano, flamen conventual, decretada en la segunda mitad del
siglo II d.C. (Lumiares,op.cit., nt. 1, 1796, 72, nº XXV; Abascal y Ramallo,
op. cit., nt. 18, 1997, 210-212, nº 57); asimismo, en el mismo espacio se
alzaron entre 100 y 150 d.C. otros dos pedestales en honor de Lucio Numisio
Leto, uno por el ordo decurionum colonial, otro por sus herederos (ibidem,
202-207, nos 54 [senado local] y 55 [herederos]). 151 A través de la
epigrafía funeraria ha quedado constancia de dos seruiri augustales: M. B[a]eb
[ius] Corint [hus], cuyo óbito puede fecharse a fines del siglo I o primera
mitad del II d.C., y L. Sulpicius Heliodorus, fallecido hacia la segunda
mitad del siglo I d.C. (Abascal y Ramallo, op. cit., nt. 18, 1997, 305-308,
nos 109-110, respectivamente). 152 Mediante la sustitución de los placados
marmóreos policromos originales por decoraciones pictóricas encuadrables en
el IV estilo, operación ésta que prueba la más que evidente incapacidad de
las elites rectoras para acometer una rehabilitación que devolviese a las
partes afectadas su inicial prestancia (Noguera Celdrán, op. cit., nt. 69,
2002, 170). 153 Para la ciudad
tardía: Ramallo, op. cit., nt. 36, 2000, 579-611. 154 Las profundas
remodelaciones urbanísticas experimentadas por la ciudad en época augústea
debieron incidir profundamente en la disminución del terreno habilitado para
uso doméstico, en las dimensiones de las insulae reservadas para construir
casas y, en consecuencia, en el recurso, a la construcción de viviendas de
dimensiones, distribución y tipología planimétrica muy dispar (Soler Huertas,
B., 2001, “La arquitectura doméstica en Carthago Nova. El modelo tipológico
de una domus urbana”, La casa romana en Carthago Nova.Arquitectura privada y
programas decorativos, Ruiz, E., Ed., Murcia, en particular 79-82). Estas
viviendas se repartieron, básicamente, en dos grandes áreas: la primera al
pie de los montes Sacro y de San José, hasta las calles de la Serreta por el
W y la Plaza de la Merced por el S (Noguera Celdrán, J. M., 1995, “La
estatuaria romana de Carthago Nova: aportaciones al estudio topográfico-urbanístico”,
XXI CNA (Teruel, 1991), Zaragoza, 1.201), y la segunda en la ladera
septentrional del cerro de la Concepción, en torno a las calles Jara, Palas,
Montanaro, Cuatro Santos y Faquineto (ibidem, 1.201). 155 Documentamos
la existencia de las “típicas” casas itálicas organizadas en torno a atrios y
peristilos (caso de las casas con peristilo e impluuia constatados en la
calle Jara, 6 [Marín Baño y de Miquel Santed, op. cit., nt. 39, 1995, 1.180],
y en la Plaza de la Merced, 10 [ibidem, 1.168]), pero también de viviendas
con planos reguladores que no responden a “tipologías canónicas” de corte
itálico y cuya organización planimétrica debió obedecer a las necesidades de
adaptación al espacio disponible en cada caso, siendo paradigmática la casa de
la c/ del Duque, 25- 29 (Martín Camino et alii, op. cit., nt. 75, 2001,
19-52; Soler Huertas, op. cit., nt. 154, 2001, en particular 58-79). Dotadas
de uno, dos o más pisos, unas y otras contaban con abastecimiento hídrico
–mediante una tupida red de tuberías y cañerías–, balsas y cisternas de
almacenaje de agua, así como impluuia para la recogida de aguas pluviales en
el caso de las casas con atrio o peristilo (como las de la c/ Jara, 6, y la
Plaza de la Merced, 10 [Marín Baño y Miquel Santed, op. cit., nt. 39, 1995,
1.165-1.182]); estos sistemas de suministro permitieron la disposición de
fontanas y pequeños ninfeos ornados con esculturas que evocaban ninfas,
musas... (Noguera Celdrán,J. M., 2001,“Bacchus,Ariadna,musae, nymphae,
satyroi, peplophoroi... in urbe.Una aproximación arqueológica a la escultura
de casa y jardín en la Carthago Nova altoimperial”, La casa romana en
Carthago Nova. Arquitectura privada y programas decorativos, Ruiz, E., Ed.,
Murcia, 145-150, láms. 2-3). 156 Noguera
Celdrán, op. cit., nt. 155, 2001, 139-166. 157 Como los
capiteles corintizantes de mármol blanco, datables en la primera mitad del
siglo II d.C. y procedentes de la rica domus de la c/ Gisbert, 14 (Martínez
Rodríguez, op.cit., nt. 39, 1998, 332-333, nos 17-18; y 333-334). 158 Destaca la
sala de amplias dimensiones –tal vez un triclinium– de una casa de la c/
Saura, 29- 31, solada en edad flavia con un riquísimo sectile de mármoles
policromos de muy diversas procedencias (Láiz, Mª. D. y Ruiz, E.,
1989,“Mosaico del tipo opus sectile en Cartagena”, XIX CNA [Valencia, 1987],
Zaragoza, 857-863; Ramallo Asensio, S. F., op. cit., nt. 49, 2001, 197). 159 Fechables en
edad tardoneroniana-flavia –como las de las casas de la c/ Saura, 29-31 (uide
supra nt. 158) y la c/ San Cristóbal, esquina c/ Caridad (Fernández Díaz, A.,
2002,“Evolución de la pintura mural romana en Carthago Nova”, Mastia, 1, 118,
fig. 12; por contra, Mostalac Carrillo, A., 1999,“La pintura romana en
Hispania de Augusto a Nerón”, MM, 40, 171, 184, 188, fig. 1, 18, las inserta
en el III estilo)– y trajano-adrianea, momento en que se fechan los conjuntos
pictóricos de la c/ del Duque, 25-29 (Fernández Díaz, A., 2001,“El programa
pictórico de la Casa de la Fortuna”, La casa romana en Carthago Nova.
Arquitectura privada y programas decorativos, Ruiz, E., Ed., Murcia, 83-138)
y algunas casas de la ladera meridional del Molinete (Fernández Díaz, A., en
prensa, “La pintura mural romana del Molinete”, Arx Asdrubalis. Estudios
históricoarqueológicos sobre el Molinete de Cartagena, 1, Noguera Celdrán, J.
M., Ed., Murcia). 160 Este fenómeno
se aprecia en el desplome en el foso del hyposcaenium de parte del edificio
escénico del teatro –que nunca se reconstruyó (Ramallo y Ruiz, op. cit., nt.
36, 1998, 121-123) – y en los niveles de abandono depuestos sobre calles y un
buen número de viviendas (Ruiz Valderas, E., 1996, “Los niveles de abandono
del siglo II d.C. en Cartagena. Los contextos de la calle Jara, nº 12”, XXIII
CNA [Elche, 1995], Elche, 503-505 y 506, lám. I, 1 [con gran cantidad de
ejemplos]); también en esta época o a inicios del siglo III se abandonó la
aedes Augusti de la c/ Caballero (Noguera Celdrán,op.cit., nt. 69, 2002, 170)
y poco después de 238 acaeció el derrumbamiento de, al menos, la parte
oriental del edificio construido bajo dicha calle en época primoaugustea
(ibidem, 171-172; para los criterios numismáticos que avalan esta datación:
Lechuga, M., 2002,“Circulación monetaria en la colonia Urbs Iulia Noua
Carthago [siglos I a.C.-III d.C.]”, Mastia, 1, 198-201), proceso éste que
debió ser prácticamente coetáneo a la dedicatoria del pedestal a Iulia Mamea
hacia 222-235 d.C. y el posterior abandono del foro. 161 Vizcaino, J.,
2002,“Reutilización de material en la edilicia tardoantigua. El caso de
Cartagena”, Mastia, 1, 205-218. 162 Ruiz Valderas,
op. cit., nt. 160, 1996, 505-506; Murcia Muñoz, A. J., 1999, “Poblamiento
rural romano en el Campo de Cartagena: el tránsito de los siglos II al III
d.C.”, XXIV CNA (Cartagena, 1997), Murcia, 221-226.
|
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