El arrendamiento del diezmo y la importancia social de los hacendados arrendatarios en el Valle de Toluca, según los protocolos de la notaría no. 1 de Toluca. 1650-1700.
Introducción:
El establecimiento de la Nueva España, dio lugar al surgimiento de una
economía, que se desarrolló de manera muy independiente a la Corona española.
En general se trató de hacer del virreinato un modelo parecido al de la
Península Ibérica, sin embargo, diversos factores impidieron la aplicación de
una copia perfecta, y por el contrario, dieron lugar a nuevas actividades
económicas adecuadas al mundo novohispano.
Una de estas actividades fue el arrendamiento del diezmo, al que la iglesia
católica tuvo que recurrir durante gran parte del período virreinal. A su vez,
ésta estuvo estrechamente relacionada a la actividad agrícola y ganadera, que
dio origen a la hacienda novohispana. Hablar de diezmos y agricultura, implica
hablar de estos dos actores económicos, ya que son fundamentales para el
entendimiento de la estructura novohispana, muestra de ello es que para la
segunda mitad del siglo XVII, tanto la institución eclesiástica como la
estructura hacendaria se encontraban plenamente consolidadas, ostentando poder
e influencia económica y social.
En el presente artículo, se parte de la idea de que hubo una estrecha relación
entre estos dos actores que se fomentó, entre otros factores, mediante el
arrendamiento de diezmos: es decir, una especie de concesión que la iglesia
entregaba a particulares, para que estos se encargasen de vender los productos
que se les diezmaban. Ahora bien, antes de justificar tal idea, es necesario
partir de una breve explicación sobre la dinámica del arrendamiento del diezmo
y el desarrollo y consolidación de la hacienda novohispana, entendida como
unidad de producción. Por lo tanto, en una primera parte del artículo se
abordan los estudios historiográficos que han tratado la temática del
arrendamiento del diezmo, para después ahondar en un balance historiográfico de
la hacienda novohispana.
Balance
historiográfico sobre el arrendamiento del diezmo
La Iglesia católica, no sólo se manifestaba como la guía de almas, influía
también dentro de las actividades terrenales, exigiendo para sí el tributo
perteneciente a Dios: el diezmo. En Nueva España, nadie estuvo exento de esa
obligación, ni siquiera los indígenas, quienes después de un largo proceso
legal tuvieron que cumplir también con este deber de buenos cristianos a partir
de la segunda mitad del siglo XVI. El diezmo, la décima parte de la producción
anual de los feligreses, permitió que cuando la economía novohispana comenzara
a tomar forma, la iglesia se asegurara un ingreso que se encargó de recolectar
puntualmente.
Es claro que si hablamos de dos figuras económicas contemporáneas y
fundamentales dentro de la sociedad, éstas debieron tener alguna relación entre
sí. Pero para establecer tal relación es necesaria la realización de un balance
historiográfico sobre las investigaciones que se han hecho con respecto al
diezmo y su relación con la hacienda.
La recolección de diezmos, y el celo con que la iglesia llevó registros de
estos, han dejado para la posteridad información invaluable que abre la
posibilidad para la realización de estudios de corte histórico - económico
principalmente. Durante la segunda mitad del siglo XX, historiadores como
Enrique Florescano y Lydia Espinosa,2 han propuesto la
utilización de las series de diezmos como fuente de estudios económicos,
principalmente sobre las fluctuaciones de los precios agrícolas.
Sin embargo, dentro de los archivos notariales es posible encontrar otras
fuentes que abren la posibilidad de nuevos estudios. Estas fuentes, son los
contratos de remates de diezmos que se registraban ante el escribano público y
real, durante el periodo novohispano. La revisión que se ha hecho de la
documentación que resguarda el Archivo de Notarías no. 1 de Toluca, nos refiere
un sistema de recolección y distribución del diezmo que involucró a personajes
que no necesariamente pertenecían a la iglesia.
Sobre esta temática los estudios que se han realizado aún son pocos, las
investigaciones en que se basa este balance historiográfico se centran
principalmente en el análisis del sistema de arrendamiento del diezmo, pero
establecen de manera somera una relación entre esta actividad y las haciendas.
Los trabajos de Rabell, Sánchez Maldonado y Romero Alaniz, serán tomados como
investigaciones base sobre la temática, los dos primeros, son estudios
realizados en temporalidades y regiones distintas al valle de Toluca, el
trabajo de Romero Alaniz por su parte abarca dicho valle durante los siglos XVI
y XVII. Además de los aportes de cada una de las investigaciones, nos interesa
sobre todo analizar la metodología utilizada en la recolección, organización e
interpretación de sus fuentes.
Es necesario introducirnos en la esencia de cada una de estas obras, es decir;
las formas de cobro del diezmo. El cobro del diezmo implicaba la recolección y
administración del mismo, esto requería de una estructura organizacional que
muchas veces la iglesia prefirió evadir, dejando a otros esa responsabilidad,
así se pueden distinguir dos tipos de cobro del diezmo, el directo, en donde
los propios funcionarios eclesiásticos eran los encargados de recaudarlo y el
sistema de arrendamiento de diezmos que consistía en otorgar a otras personas
el derecho a recolectarlo y administrarlo, con ello la iglesia no sólo se
aseguraba un ingreso monetario, además se evitaba los gastos y fatiga de la recolección,
transporte, almacenaje de los productos y el cuidado de los animales, de los
que hasta no venderse debían hacerse cargo.
El ingreso de la iglesia católica era firme, pues remataba el diezmo a un
particular, que se hacía cargo de la recolección y administración, a cambio del
pago en oro común previamente acordado, cuyo plazo de finiquito era por lo
general de un año. En tiempo de bonanza, esto era un beneficio, pues el
arrendatario podía comercializar los productos que se le remataban, pagar la cantidad
acordada a la iglesia y tener para sí una ganancia.
No sucedía lo mismo en las épocas de crisis, cuando las bajas de precios, las
posibles plagas, epidemias o contratiempos les hacían imposible comercializar
todo lo que se les remataba, debido a que aún cuando esto sucediera tenían la
obligación de cubrir su adeudo con la iglesia, bajo advertencia de la temida
excomunión.3
Cecilia Rabell sostiene que de esta forma la iglesia puso en manos de
particulares el diezmo, para que fueran los encargados de su comercialización,
obteniendo un papel preponderante en el control de los precios y una fuerte
influencia dentro de la economía novohispana.4 Pero además
sostiene que con el arrendamiento del diezmo, se abría una puerta a los
hacendados, para incursionar más allá de la agricultura y la ganadería, en la
esfera de la comercialización.5
Como queda dicho anteriormente, al recurrir la iglesia al arrendamiento del
diezmo, además de evitarse un arduo trabajo, aseguraba su ingreso, cuidó cada
detalle que pudiera repercutir en éste, por ello la persona a la que se le otorgaba
tal beneficio debía ser alguien con solvencia económica y prestigio social. Si
establecemos que la agricultura y la ganadería, junto con la minería eran las
actividades económicas más fructíferas en el mundo novohispano, y que de hecho,
las dos primeras eran indispensables para el desarrollo de la otra, el poder
social y económico de los hacendados, les permitía convertirse en los elegidos
por la iglesia para arrendarles el diezmo.
Otra medida de seguridad que tomaba la iglesia, era que el arrendatario debía
tener un fiador que lo respaldase en caso de no poder cubrir su adeudo, éste se
haría cargo de pagarlo. Las leyes eclesiásticas respecto al arrendamiento, no
daban lugar al azahar, el remate del diezmo, era siempre otorgado al mejor
postor.
En su investigación Diezmos y crédito eclesiástico en Acámbaro, la
historiadora Isabel Sánchez, centra su análisis en lo expuesto en los últimos
párrafos, de hecho, la mayor parte de su obra está dedicada a la explicación y
análisis de la dinámica del arrendamiento. Destaca en esta investigación, que
hace uso de las fuentes decimales para realizar una contabilidad de las
haciendas y las familias que las poseían en el diezmatario de Acámbaro. A
partir de su análisis, establece una relación estrecha iglesia-hacienda, en
donde la iglesia como una institución crediticia, otorgaba préstamos que
permitían a los hacendados llevar a cabo el avío de sus unidades de producción.
La liquidez para realizar tales préstamos era obtenida mediante los ingresos
del diezmo, por lo que su tesis central propone que entre iglesia y hacendado
surge una relación de codependencia, debido a que es la hacienda quien diezma,
pero es la iglesia quien le otorga los medios para que produzca.6
En su tesis de licenciatura, Fermín Romero Alaníz, también realiza un análisis
de este sistema, tomando como base la obra de Cecilia Rabell. Al igual que
ella, propone como una de sus hipótesis que al obtener el beneficio, los
arrendadores del diezmo; arrendatario y fiador, se convertían en verdaderas
empresas pre capitalistas, pues aunque ciertamente eran ellos quienes absorbían
cualquier gasto de recolección y almacenamiento del diezmo, cuando lo
comercializaban y pagaban la parte del remate a la iglesia, se beneficiaban de
un buen porcentaje de las ganancias de venta.7
De acuerdo a los textos revisados, podemos ver de manera global la importancia
del diezmo dentro de la economía novohispana; primero porque era un ingreso de
la iglesia, de hecho el principal; ya en especie, ya en efectivo, después ese
ingreso servía para la activación de la economía y el comercio, al
administrarlo directa o mediante el arrendamiento, incursionaba e impactaba
dentro del mercado y por último, permitió a la iglesia convertirse en la
institución crediticia por excelencia durante el periodo novohispano.
Más allá de los resultados de la tesis como tal, nos interesa poner especial
atención al trabajo de Romero Alaniz, por el tipo de fuentes primarias que
utiliza y el tratamiento que hace de éstas. La principal materia prima de su
estudio, son los datos extraídos del Archivo Histórico de la Notaria No. 1 de
Toluca, los negocios relativos al arrendamiento del diezmo. Estos documentos
son ricos en información, ofrecen las cantidades, ya en fanegas o cargas, de
los productos que se arrendaban, a partir de estos datos el autor realiza el
análisis de las fluctuaciones de precios.
Los archivos de notarias resguardan además de los remates de diezmos, otro tipo
de información como cartas de pago, poderes, compra y venta (de casas, solares,
haciendas, tiendas y esclavos), fundaciones de capellanías y testamentos. La
rica información que ofrecen estos documentos, da lugar a estudios económicos,
políticos y sociales, desde luego incluye información básica de los
involucrados en los negocios, que en la mayor parte de los casos denotan
prestigio social y económico mediante los datos de residencia y origen, la
actividad a la que se dedicaban y las líneas de filiación. La posibilidad de
usar estas fuentes para ampliar los estudios que hasta el momento se han hecho
es evidente, por ello es necesario probar sus alcances.
Con base en el mosaico de posibilidades que nos dan esas fuentes, y con la
propuesta de que el arrendamiento permitía al hacendado incursionar en el
comercio, es posible explotar la información que nos ofrecen los documentos
notariales, para establecer hasta qué punto, el hacendado se involucraba en la
transacción de los productos que se arrendaban. Esta propuesta, encuentra
sentido, en el hecho de que, como ya se ha mencionado, el hacendado es quizá
una de las pocas figuras con el prestigio económico y social de garantizar a la
iglesia el pago de un arrendamiento de diezmos. Pero además, era posiblemente,
la única figura que por dedicarse a la actividad primaria de la agricultura y
ganadería, tenía a su favor la infraestructura necesaria para realizar dicha
actividad.
Hacía un
análisis historiográfico de la hacienda en el valle de Toluca:
El estudio de la hacienda novohispana, es una empresa de grandes proporciones,
en éste convergen distintos niveles de análisis: económico, político y social,
aspectos que están tan estrechamente relacionados que es prácticamente
imposible estudiar uno de ellos sin tomar en cuenta los otros.
Es a partir de lo anterior, que en la segunda parte de este artículo,
presentamos un análisis de los distintos trabajos historiográficos que se han
realizado sobre la hacienda, entendiendo a ésta como unidad de producción.
Estos resaltan la temática que cada investigador privilegia en sus trabajos,
con el afán de establecer cuáles han sido los avances que se han hecho en el
campo de la historiografía. Se han tratado de esquematizar los niveles de
análisis mencionados, presentando por separado lo que cada autor refiere sobre
éstos, en un primer momento se exponen las distintas formas en que se ha
conceptualizado a la hacienda novohispana, para posteriormente hacer hincapié
en los aspectos políticos, económicos y sociales de ésta.
Conceptualización de la hacienda
El estudio de la hacienda, ha significado un esfuerzo de conceptualización, en
un afán por encontrar los aspectos que la caracterizan y que a su vez permiten
una mayor soltura en su estudio. En este apartado, se mencionan, cuáles han
sido las investigaciones que han pretendido realizar dicha tarea.
Nickel Herbert, en su obra Morfología social de la hacienda mexicana,
la ha definido, como una institución social y económica de actividad agrícola y
ganadera que posee las siguientes características fundamentales: Dominio de los
recursos naturales, dominio de la fuerza de trabajo, dominio de los mercados
regionales-locales.8
François Chevalier, y Charles Gibson establecen las anteriores como
características de la hacienda, aunque no de forma tan estructurada como lo
hace Nickel. El primero de ellos, hace una revisión del surgimiento de la
hacienda y en los distintos capítulos de su obra toca estos tres aspectos,
estableciendo la configuración geográfica en que se establecieron las haciendas
agrícolas, la evolución del sistema de trabajo, que en conjunto dieron la
posibilidad de producir un excedente para la comercialización.9 En
el caso de Charles Gibson en su obra los Aztecas bajo el dominio
español, dedica tres capítulos al análisis de estos elementos.10
La propuesta de Nickel, ha sido bien aceptada, ejemplo de ello, es que von
Wobesen en la obra La formación de la hacienda en la época colonial,11 hace
uso de esta conceptualización de la hacienda para desarrollar su investigación.
Otros investigadores se han interesado en buscar un concepto de hacienda, en su
artículo La hacienda hispanoamericana: examen de las investigaciones y
debates reciente, Magnus Morner, cita una conceptualización de Eric Wolf y
Sidney Mintz, en donde denominan a la hacienda como “una propiedad rural con
aspiración de poder, explotada mediante trabajo subordinado y destinado a un
mercado de tamaño reducido con la ayuda de un pequeño capital, propiciando la
acumulación de capital”,12 al analizarse esta definición es
posible comprobar que recupera los mismos elementos que la primera definición
que citamos.
Nivel de análisis político
La hacienda, desde cualquier esfera de análisis, constituye un elemento de
larga duración con orígenes en el mundo novohispano, fue una institución que se
consolidó durante el siglo XVII, su existencia tuvo una influencia irrefutable
sobre las estructuras coloniales, tanto económicas como sociales, por ello su
génesis ha sido ampliamente estudiada por los historiadores y economistas, amén
de otros profesionales interesados en dicha temática.
Lo anterior, está ligado directamente con el análisis del reparto y uso de la
tierra que se hizo a partir de la conquista. Chevalier, Gibson y Florescano, y
Von Wobeser tocan este tema en forma detallada, en las obras antes citadas. En
sus investigaciones, apoyan la moción de Silvio Zavala, que argumenta que el
origen de las haciendas no está en la encomienda.13
Esta tesis se sustenta en su mismo origen legal, la hacienda no puede descender
de la encomienda, si tiene que descender de alguna institución sería de la
merced de tierra y la legalización de tierras obtenidas por otros medios a
través del impuesto de composición.14 Éste es un aspecto en el
que los investigadores mencionados en este balance historiográfico hacen
hincapié, tal insistencia no es gratuita, durante los primero años del siglo
XX, el interés por el estudio de la hacienda buscó explicar una necesidad
inmediata, para justificar una reforma agraria que eliminara a los grandes
terratenientes.
En un afán de evidenciar los grandes abusos que la encomienda y posteriormente
la hacienda habían cometido en contra de la población indígena, se dio por
hecho que una había dado origen a la otra. Para invalidar tal argumento, se
debe resaltar, que mientras la encomienda daba derecho al usufructo de la tierra,
no así a la posesión de ésta, lo cual queda claramente visto cuando la Corona
española establece que la encomienda sería una institución vitalicia, no
hereditaria. En cambio, la hacienda significaba la posesión legal de la tierra
y el usufructo de ésta.
En general existe una coincidencia en afirmar que la génesis de la hacienda se
encuentra durante la segunda parte del siglo XVI, no como una evolución de la
encomienda, sino como un sistema distinto que surgió por la necesidad de
satisfacer las necesidades alimentarias de la sociedad tanto española como
indígena. La hacienda, se consolidó durante el siglo XVII, autores como Enrique
Florescano, ven en este siglo un florecimiento de la hacienda, a excepción de
los años de epidemias o fenómenos meteorológicos.
En la obra La formación de los latifundios en México, François
Chevalier hace un estudio sobre el primer uso que se le dio a la tierra a
partir de la colonización española. Analiza el proceso de colonización, en
donde la encomienda fue una forma de agradecimiento a los conquistadores por
sus servicios a la Corona. Chevalier señala que era un agradecimiento
“virtual”, pues estas encomiendas se repartieron sin el visto bueno de ésta,
quien pronto vio la peligrosidad de repartir la tierra de esta forma y procuró
eliminarla mediante la creación de la merced, ya que lo que perseguía era crear
una sociedad de pequeños propietarios.
Enrique Florescano en su artículo la Formación y estructura económica
de la hacienda en Nueva España, coincide en que dado que los primeros
españoles que llegaron a América, pretendían tomar en la Nueva España el papel
de hidalgos vieron con desdén las actividades propias de la agricultura, por lo
que en un primer momento pretendían la obtención de encomiendas beneficiándose
del trabajo de los indios.15
Otro factor de gran influencia, fue la necesidad de cultivar productos que
permitiesen, a los españoles, consumir los alimentos a los que estaban
acostumbrados, cuando la ineficiencia de las técnicas de cultivo indígenas,
para la producción de consumibles ibéricos, y el crecimiento de la población
blanca en la Nueva España se hicieron insuficientes, surgió la necesidad de
crear un mercado.
En Los Aztecas bajo el dominio español, Gibson afirma que la crisis
económica que sobrevino al sistema de la encomienda dio paso al surgimiento de
la hacienda, pues era necesario cubrir las necesidades tanto del grupo indígena
como de los españoles, principalmente porque el desarrollo de la minería y con
ella el surgimiento de los reales mineros, lo exigían.
De acuerdo a Chevalier y Florescano, el proceso de conformación de la hacienda,
inicia cuando los españoles encontraron en la agricultura y ganadería la
oportunidad de crear mercados. Con el otorgamiento de mercedes reales, las
oportunidades para echar a andar esta actividad económica comenzaron a darse.
Así, muchos propietarios de mercedes, buscaron la forma de hacerse de más
tierras, los medios de que hicieron uso fueron principalmente la apropiación de
tierras baldías, las tierras de los indios y la compra de otras mercedes.
Gisela von Wobesen, en su obra la Formación de la hacienda en la época
colonial, propone que la Corona pretendió incrementar la agricultura y
ganadería mediante el fomento de estancias de labor y ganaderas, que se convertirían
en unidades productivas.16 Si nos ceñimos a la propuesta de von
Wobesen y a la del resto de investigadores, que coinciden en afirmar que la
consolidación de la hacienda mexicana se da a principios del siglo XVII, la
segunda mitad de dicho siglo, es de especial importancia, porque había
transcurrido medio siglo de consolidación, que permitió el establecimiento de
un sistema económico sólido.
En el artículo La formación de una nueva sociedad, siglos XVI y XVII,
María Teresa Jarquín hace hincapié en las formas de obtención de la tierra que
los proto hacendados aplicaron en la Nueva España, menciona la apropiación de
las tierras indígenas y la compra de tierras a españoles venidos a
menos, quizá viudas sin recursos. Haciendo mención de que aunque ésta
se consideraba como una práctica ilegal, durante el siglo XVII fue la misma
Corona quien legalizó estas propiedades mediante las composiciones, que
consistían en regularizar la propiedad mediante el pago de un impuesto.17
Es conveniente mencionar la tesis de licenciatura de José Martínez Pichardo, intitulada Las haciendas del Valle de Toluca, sustentada en 1970, la cual tiene como objetivo mostrar la forma en que se gestaron las haciendas en el Valle de Toluca, para ello retoma, al igual que Gibson, la forma en que estaba organizado el reparto de tierra durante la época prehispánica, asimismo refiere las tesis de Chevalier y Gibson sobre el proceso de formación de la hacienda, afirma que hacia la segunda mitad del siglo XVI las mercedes del Valle de Toluca, fueron las que conformaron las haciendas de dicho territorio.18
Nivel de análisis económico
Si nos adentramos más en el aspecto económico de la hacienda, podemos ver que
cuando ésta se consolida logra crear un mercado capaz de cubrir las necesidades
alimentarias de toda la población. Los estudios que se han realizado son
relativos a los tipos de producciones, precios y distribución. Hablamos
principalmente de productos como el maíz, el trigo, la cebada, y otros que
requerían de una mayor especialidad de cultivo, como por ejemplo caña de
azúcar.
De igual manera podemos afirmar que el paisaje sufrió transformaciones de fondo
con la introducción del ganado, mayor y menor, el que requería de pastizales
extensos y de fuentes de agua permanentes para la reproducción del mismo. En el
valle de Toluca la multiplicación de cabezas fue significativa desde la primera
mitad del siglo XVI19, causa por la que durante el siglo XVII el
diezmo en becerraje fue sumamente importante.
Cuando la hacienda logró por fin la capacidad productiva, no sólo de
autoabastecimiento sino de excedente, aumentó la comercialización de sus
productos, convirtiéndose en la abastecedora de ciudades y reales mineros,
echando a andar un sistema de comercialización y manipulación de los precios de
los productos agrícolas y ganaderos. La hacienda se provee de una
administración propia, que de acuerdo a Gibson tenía un control sobre la
producción, los precios el trabajo y los salarios de los empleados.
Enrique Florescano, en su obra Los precios del maíz y crisis agrícolas
en México, 1708-1810, propone en estudio de los precios del maíz durante la
mayor parte del siglo XVIII y los primeros años del XIX,20 considera
que a través de tal análisis pueden detectarse las épocas de bonanza y crisis y
los grados de afectación económicos y sociales. Es menester mencionar este
estudio, porque el papel que las haciendas jugaron en el establecimiento de los
precios fue fundamental, pues tenían la capacidad de manipularlos a
conveniencia. Si hablamos de precios de granos, encontramos que durante el
siglo XVII los precios se mantienen, no hay una gran movilidad, lo que se
traduce a estabilidad económica.
Sobre el control y manipulación de los precios, Gibson establece que esto tenía
que ver en gran medida con la capacidad productiva de la hacienda. Debido a que
con el tiempo comienza a controlar los productos que más le conviene cultivar y
la cantidad de fanegas, de esta forma pretendía evitar o propiciar un
excedente, dependiendo del movimiento del mercado.
La tesis de licenciatura de María del Rocío Castañeda González,
intitulada Economía y estructura agraria en el centro de la Nueva
España, evidencia un estudio de lo que denomina como unidades productivas
empresariales de tipo agrícola y ganadero, dicha denominación la realiza ante
la imposibilidad de establecer un concepto de hacienda, debido a que las
características que encuentra para la zona de Ixtlahuaca-Atlacomulco, no se
ciñen a los elementos propuestos por Gibson o Nickel para definir la hacienda.21
Castañeda González analiza la evolución de estas unidades productivas entre
1630 y 1700, estableciendo un desarrollo económico que permitía el
autoabastecimiento y el comercio exterior, por ello la autora concluye que al
finalizar el período de estudio, muchas de estas propiedades, cumplían ya con
las características propuestas por Nickel para ser consideradas haciendas,
resultado que sin duda sustenta las tesis que afirman que la consolidación de
la hacienda se dio durante la segunda mitad del siglo XVII.
De acuerdo a Jaime Rodríguez y Colín Maclachlan, en el capítulo V de la
obra Hacía el ser histórico de México, explican que durante el
siglo XVII los precios fueron estables por la expansión productiva. La economía
de la hacienda, se vio influenciada en muchos aspectos, quizá uno de los más
importantes era la susceptibilidad a las crisis causadas por el clima, pues los
autores afirman que aún una pequeña sequía podía afectar de forma seria el
funcionamiento de la hacienda y el mercado.22
Nivel de análisis social
El aspecto social relativo a la hacienda ha sido abordado desde dos puntos de
vista, el del indio y el del hacendado. Este primer grupo es revisado de forma
puntual por Charles Gibson en su obra los Aztecas bajo el dominio
español.23 El historiador realiza un análisis de los
cambios vividos por los pueblos indígenas del Valle de México después de la
conquista. De este trabajo conviene resaltar los capítulos en
que revisa la evolución del trabajo indígena, en estos describe esquemáticamente
un cambio de la encomienda al repartimiento y de éste hacía la formación del
sistema de gañanía, este último fomentado por la aparición de la hacienda.
Las conclusiones del autor sobre este aspecto refieren que el sistema de gañanía, fue de hecho benéfico para el
indígena, pues le ofrecía un salario seguro y una tranquilidad relativa, aunque
puede decirse que el gañán se veía afectado por el método de endeudamiento con
que se retenía la mano de obra, lo cierto es que el trabajo tampoco era tan
exigente ni requería de trasladarse como en el repartimiento o la encomienda, y
en cambio significó un elemento de consolidación de la hacienda como unidad
productiva. A este respecto, Chevalier, en su obra ya citada, señala que la
baja población indígena hacía finales del siglo XVI, fue uno de los factores
que estimularon el nacimiento de la hacienda, pues tal situación planteó la
necesidad de un nuevo sistema de trabajo, trabajadores libres: gañanes.
Sobre el sistema de gañanía, Florescano menciona que al desaparecer finalmente
el repartimiento en 1632, luego de 30 años de competencia directa con este
sistema de trabajo, los dueños de las haciendas obtuvieron el control total
sobre el trabajo de los indios, permitiendo el aseguramiento de la mano de
obra, por ende del trabajo y por último, si ningún contratiempo se vislumbraba,
de la producción.24
Chevalier, sostiene que el ascenso de la hacienda como unidad productiva
coincide con un descenso demográfico de la población indígena, y que debido a
ello es ésta la que remplaza al indio como abastecedor de la encomienda.
Para la zona del valle de Toluca, sobresale la tesis de Margarita Enríquez,
quien hace un estudio de la hacienda centrándose en los trabajadores de estas
unidades de producción del valle durante el siglo XVIII, si bien su trabajo
queda fuera de la temporalidad que abarca este artículo, es menester
mencionarlo porque, como se ha dicho anteriormente, el estudio de la hacienda
implica una perspectiva general, por tratarse de una estructura molar.
Es importante un análisis de las haciendas a partir de las familias que las
fundaron y consolidaron, éstas fueron españolas en un primer momento, Chevalier
afirma que para el siglo XVII, las haciendas ya no pertenecían a una sola
familia, sino a un linaje, una línea de sucesión dedicada a la misma actividad
económica, lo cual pone en evidencia la redituabilidad de la hacienda como
empresa, nosotros lo comprobamos a través de las familias del valle de Toluca.
Por su parte von Wobesen, propone que, dependiendo de la extensión de la
hacienda y del capital con que contase el dueño de ésta, se podía hablar de
grandes o medianos hacendados, que posteriormente, habrían sido los mineros y
comerciantes los que acapararan la actividad agrícola y ganadera, viendo en la
tierra la mejor forma de inversión de su capital.
Si hablamos del hacendado, es fundamental tocar entonces el papel que tuvo la
iglesia católica dentro de la actividad agrícola y ganadera, ésta actuó de dos
formas, primero como institución crediticia que proveía préstamos a los
hacendados para el avío de las haciendas, y el segundo como propietaria,
haciéndose de grandes territorios y aunque en teoría lo tenía prohibido, logró
hacerlo a través del uso de prestanombres, para después obtener la legitimidad
de sus tierras mediante el pago de las composiciones de las mismas.
Dentro de este aspecto social, es necesario abarcar un tercer rubro, relativo a
la relación que se dio entre hacendado e indios. Si bien la consolidación de la
hacienda, cuajó gracias a la mano de obra, este proceso también implicó muchos
problemas entre el hacendado con los pueblos de indios. Como ya se mencionó,
los hacendados se hicieron de mecanismos para obtener tierras de labranza, uno
de esos fue la apropiación de las tierras de comunidades indias, a quienes en
ocasiones también se las compraron a precios bajos.
En general se ha criticado a la hacienda como una empresa represiva contra el
indígena que buscaba en él los medios de obtener mejores beneficios, sin
embargo, tal afirmación se matiza al revisar los trabajos que sobre esta
temática se han hecho.
Lo que se ha presentado a lo largo de estas páginas, pretende dar una visión
general de las investigaciones que se han realizado acerca de la hacienda como
unidad de producción y del arrendamiento del diezmo. Se trata de un análisis
sobre lo que han arrojado las diversas investigaciones. Para el apartado de la
hacienda novohispana, cabe señalar que si bien se basa en los textos
historiográficos que se han considerado clásicos sobre la temática, ello no se
debe a que no existan otros estudios que se ocupen del tema, si los hay, para
ambos, sin embargo la mayor parte toma como base a Chevalier, Gibson y
Florescano, por lo que no consideramos menester citar a quienes los citan como
base de sus investigaciones. En este mismo sentido, es necesario señalar que la
revisión bibliográfica que se realizó para la escritura de estas páginas, ha
arrojado, que aunque durante la década de los 90s se hicieron grandes esfuerzos
por fomentar el interés de los investigadores en las temáticas, la producción
investigativa de los últimos años no ha sido cuantitativamente notoria. Por
otra parte, en el caso del arrendamiento de diezmo los trabajos de Cecilia
Rabell, María Isabel Sánchez y la tesis de licenciatura de Fermín Romero
Alaniz, nos han permitido aproximarnos a un estado de la cuestión sobre una
temática que ha sido poco estudiada como el arrendamiento del diezmo.
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Ixtlahuaca-Atlacomulco, 16301700, Toluca, Tesis de licenciatura.
[ Links ]
Rodríguez O., Jaime E. y Colin M. Maclachlan, Hacia el ser histórico de México.
Una reinterpretación de la Nueva España, México, Diana.
[ Links ]
Citas y
notas
1 Proyecto de Investigación PROMEP Clave UAEM-CA-38. Línea de generación
de aplicación del conocimiento: Historia Social.
2 Enrique Florescano y Lydia Espinosa, Fuentes para el estudio de
la agricultura colonial en la diócesis de Michoacán. Series de diezmos
1636-1810, México, INAH, 1987.
3 AGN, Tierras. Vol. 3359. Exp. 17, 29 Fs.
4 Influencia que sin duda se veía incrementada, ya que la misma iglesia
fue propietaria de haciendas.
5 Rabell Romero, Cecilia, Los diezmos de San Luis de la Paz,
economía en una región del bajío en el siglo XVIII, México, UNAM, 1986. Por
supuesto, que la venta de la producción de las haciendas involucraba al
hacendado en el mercado, pues su objetivo último era vender lo que se producía,
hacemos esta aseveración, porque el arrendamiento implicaba entrar de manera
directa en otra actividad económica, así el hacendado se convertía también en
un comerciante.
6 Sánchez Maldonado, Ma. Isabel, Diezmos y crédito eclesiástico.
El diezmatario de Acámbaro, 1724-1771, Zamora, El colegio de Michoacán.
7 Romero Alaniz, Fermín, El diezmo en el Valle de Toluca. Siglos
XVI Y XVII, Toluca, UAEMéx, 1999.
8 Nickel, Herbert J, Morfología social de la hacienda mexicana,
México, FCE, 1988, p. 19.
9 Chevalier, François, La formación de los latifundios en Mëxico.
Haciendas y sociedad en los siglo XVI, XVII y XVIII, Mëxico, FCE, 1999.
10 Gibson, Charles, Los aztecas bajo el dominio español,
México, Siglo XXI, 2007.
11 Wobesen, Gisela von, La formación de hacienda en la época
colonial, el uso de la tierra y el agua, México, UNAM, 1983.
12 Morner, Magnus, La hacienda hispanoamericana: examen de las
investigaciones y debates reciente en Enrique Florescano (comp.) Haciendas,
latifundio y plantaciones en América Latina, México, Siglo XXI.
13 Zavala, Silvio, De encomienda y propiedad territorial en
algunas regiones de la América española, México, 1940.
14 Gibson. Op. cit., pp. 380-405
15 Enrique Florescano y Gil Sánchez, “Formación y Estructura Económica de
la Hacienda en La Nueva España”, en Leslie Bethel, Historia de América
Latina, Vol. III, Barcelona, Crítica, 1991.
16 Wobesen. Op. cit.
17 Jarquín, Maria Teresa, “La formación de una nueva sociedad, siglos XVI
Y XVII” en
Fernando Rosenzweig et. al., Breve historia del Estado de
México, Zinacantepec, El colegio Mexiquense, A.C. 1987.
18 Martínez Pichardo, José, Las haciendas del Valle de Toluca,
Toluca, UAEMéx. Facultad de Humanidades. Tesis de licenciatura.
19 “El valle de Toluca se inició en la ganadería alrededor de 1538;
veinte años más tarde contaba con ciento cincuenta mil vacas y caballos”. Semo,
Enrique. Historia del capitalismo en México. Los orígenes 1521 – 1763.
México. Era. 1973. Pág. 37
20 Florescano, Enrique, Los precios del maíz y crisis agrícolas
en México. 17081810, México, ERA, 1969.
21 Castañeda González, Maria del Rocío, Economía y estructura
agraria en el centro de la Nueva España. Propietarios y arrendatarios en el
Valle de Ixtlahuaca-Atlacomulco, 16301700, Toluca, Tesis de licenciatura.
22 Rodríguez O., Jaime E. y Colin M. Maclachlan, Hacia el ser
histórico de México. Una reinterpretación de la Nueva España, México,
Diana.
23 Gibson. Op. cit.
24 Enrique Florescano y Gil Sánchez. Op. cit.
Fuentes consultadas
- Archivo General de la Nación, ramo tierras.
- Archivo General de Notarías del Estado de México, sección histórica,
1650-1700
Acerca de las autoras
Mtra. María Elena Bribiesca Sumano: Maestra en Historia por la
Universidad Pontificia de México Líder del Cuerpo Académico Historia. Profesora
de Tiempo Completo. Profesora Emérita. Facultad de Humanidades Universidad
Autónoma del Estado de México.
Dra. Georgina Flores García: Historiadora. Doctora en Educación por
la Universidad La Salle. Profesora de Tiempo Completo. Miembro del Cuerpo
Académico Historia en la Facultad de Humanidades Universidad Autónoma del
Estado de México
Est. Marcela Janette Arellano González: Estudiante del 10mo
semestre de la Licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades de la
UAEMéx.
https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-469X2012000100007
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