Agustinas de Madrigal de las Altas
Torres
del siglo XIV AL XVII
LA VILLA DE
MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES
Extendida entre
los ríos Zapardiel y Trabancos, en la Moraña, la tierra llana de Ávila, se
encuentra la «muy noble, real y coronada villa»1 de Madrigal de las Altas
Torres. Alguien ha escrito: «pienso si para nacer una reina pudo jamás
inventarse un pueblo de nombre más hermoso que Madrigal de las Altas Torres» 2.
Y es que en este pueblo de bello nombre nació, el 22 de abril de 1451, Isabel
de Castilla, la Reina Católica, de quien celebramos, en este año de 2004, el V
Centenario de su muerte, ocurrida en la vecina Medina del Campo, el 26 de
noviembre de 1504.
El
nombre de la villa, Madrigal, de resonancias mozárabes, tiene el añadido
romántico «de las Altas Torres», otorgado en el siglo XVII3, olvidándose
después, hasta su recuperación en el siglo XIX. Es alusión clara a las torres
de sus murallas. Porque Madrigal es castillo, toda entera, baluarte en el
llano, ciudadela vencida por el tiempo y por la incuria de los hombres. El
origen de las murallas hay quien lo hace árabe, allá por el siglo VIII. Otros opinan
que su origen habría que situarlo en el siglo XI –tesis, ésta, la más aceptada
4 – pues consta ciertamente su existencia como núcleo fortalecido, en pugna con
su vecina Arévalo.
Su
grandeza primera e indiscutible es ser cuna de Isabel I de Castilla. Poseía
Madrigal un pequeño palacio de corte, solar de Reyes, bien diferente de las
fortalezas y castillos medievales, como conservan las vecinas Arévalo y Medina
del Campo. La esposa de Alfonso XI, Dña. María de Portugal, dejó en testamento
la villa a su hijo Pedro I, «el Cruel» 5, del que consta que pasó largas
temporadas en el palacio de Madrigal. Posteriormente será el padre de Isabel la
Católica, Juan II, quien lo recibirá de su madre, Dña. Catalina de Lancaster,
esposa de Enrique III 6. Juan II le dará uso como palacio de descanso o
«huelgas», pasando allí largas temporadas y cambiando la fisonomía y atracción
de la villa, pues la corte, los nobles e hidalgos irán construyendo casas
solariegas y adquirirán propiedades en sus tierras. Aún hoy podemos ver, entre
las calles, restos de esta pasada grandeza.
El
Rey Juan II ampliará el palacio, y por dos veces convocará Cortes en él 7 , una
en julio de 1438 para buscar remedio al éxodo de campesinos hacia los lugares
de señorío, y otra en otoño del citado año para dictar medidas a la importación
de lana y prescribir una nueva ordenación de pesos y medidas para «la sal, el
aceite y otras especies por las medidas de Ávila y Toledo»; y en la iglesia
parroquial de San Nicolás de Bari, celebrará sus segundas nupcias en 14478 con
Dña. Isabel de Portugal, la madre de la Reina Católica.
La
Reina Isabel estuvo muy vinculada a esta su cuna. Entre Madrigal y Arévalo pasó
su infancia, alejada de los entresijos de la movible corte de su hermano
Enrique IV. Una vez que heredó la Corona de Castilla y casada con el infante D.
Fernando de Aragón convocaron Cortes en Madrigal en 1476 9, en las que se
constituyó la Santa Hermandad con fines de índole policial y judicial.
A
partir de aquí la villa fue perdiendo paulatinamente su lugar predominante en
la historia de España. Tanto la Reina Juana como su hijo, el emperador Carlos
I, pasaron de largo por Madrigal, desplazándose la importancia cortesana a
otros puntos de la geografía. Hasta el siglo XVIII, aproximadamente, mantuvo
Madrigal su empaque de nobleza, dejándose arrastrar por la decadencia e incuria
en los siglos siguientes.
De
su pasado glorioso conserva la villa importantes muestras: Las murallas, que
fueron declaradas monumento nacional en 1931. El palacio de D. Juan II, hoy Monasterio
de Santa María de Gracia, objeto de este estudio. Fue declarado monumento
nacional en 1942. El Real Hospital de la Purísima Concepción, mandado construir
por Dña. María de Aragón, primera esposa de D. Juan II, en el siglo XV. La
Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari 10, del siglo XIII. Fue declarada
monumento nacional en 1931. La Iglesia de Santa María del Castillo, obra
también del siglo XIII, con transformaciones posteriores a partir del siglo
XVI. El Convento Extramuros o de San Agustín11. Ruinas de la fábrica del famoso
convento, donde falleciera fray Luis de León en 1591. Fundado en el siglo XIV
por las monjas agustinas y traspasado a los frailes cuando éstas recibieron la
donación del palacio real, intramuros de la villa. Los agustinos lo levantaron
de nueva planta en el siglo XVI, según traza de Nicolás de Vergara, del círculo
de Juan de Herrera 12. El abandono del convento obedece a la Desamortización de
Mendizábal, en el siglo XIX.
Entre
los personajes ilustres vinculados a Madrigal de las Altas Torres sobresalen
los siguientes: La Reina Isabel la Católica. D. Alonso de Madrigal, «el
Tostado», famoso teólogo y escritor, obispo de Ávila, nacido en 1400. D. Vasco
de Quiroga, el «Tata Vasco» 13, venerado en México, nació en 1470, fue hombre
de leyes y meritorio misionero en México, primer obispo de Michoacán. D. Gaspar
de Quiroga y Vela, sobrino de D. Vasco. Hombre muy influyente en la España del
siglo XVI. Llegó a ser arzobispo de Toledo e inquisidor general. Fue muy amigo
de los agustinos y colaboró con ellos en la reconstrucción del convento
extramuros. Su cuerpo descansa en la iglesia de las agustinas. Sor Catalina de
Cristo 14, nacida en 1544. Mujer de hondas virtudes, profesó de carmelita
descalza en el convento de Medina del Campo, gozando siempre de la amistad de
Santa Teresa. Fundó los carmelos descalzos de Pamplona (1583) y Barcelona
(1588). Tiene abierto proceso de beatificación. Fray Luis de León, vinculado a
la villa en diversos momentos de su vida. Residente en Salamanca mantuvo
contactos frecuentes, tanto con el convento de sus hermanos de Orden como con
el monasterio de agustinas. Al Convento de San Agustín, extramuros, se dirigió
Fray Luis para celebrar el Capítulo de la Provincia de Castilla, en la que fue
elegido provincial por sus hermanos. Y aquí falleció nueve días más tarde, el
23 de agosto de 1591.
LOS PRIMEROS MONASTERIOS DE MONJAS AGUSTINAS EN ESPAÑA
Nadie
duda que San Agustín fundó monasterios para mujeres y que, incluso, desde
antiguo se discutió, la Regla pudo haber sido escrita primero para ellas y
posteriormente adaptada para varones. Sobre la extensión del monacato
agustiniano femenino, a la muerte de Agustín, en el 430, no se tienen noticias
ciertas, pero sí de su existencia. Su primer biógrafo, San Posidio, nos dejó
escrito en la Vita Augustini que el
Obispo de Hipona, a su muerte, «dejó a la
Iglesia clero suficientísimo y monasterios llenos de religiosos y religiosas,
con su debida organización» 15. No consta la pervivencia de este monacato
femenino agustiniano en los siglos siguientes a San Agustín. Las comunidades
femeninas que aparecen con el nombre de «agustinas» en tiempos posteriores a la
configuración jurídica de la llamada «Orden
de San Agustín», en el siglo XIII (1244-1256), es porque seguían la Regla del
Santo Obispo de Hipona, pero no tenían vínculo jurídico alguno con la Orden de
varones 16.
Por
documentos seguros consta la existencia en Alemania de algunos conventos de
monjas asociados a la Orden, en los años 1264 y 1266 y, ya a finales del XIII,
en Italia 17. Los orígenes de estos monasterios están en las agrupaciones de
mujeres piadosas (célibes o viudas) para llevar una vida de mayor oración y
penitencia. Recibían el nombre de oblatas, mantelatas, penitentes o conversas.
Al consolidarse el grupo, generalmente con nuevas vocaciones, recibían una
Regla de Vida, dada por la Iglesia (obispo o superior religioso). Muchas
recibieron la Regla de San Agustín y algunas se asociaron a la Orden.
En
España los primeros monasterios de monjas, propiamente agustinas 18, son –y por
este orden– los de Santa Úrsula de Toledo, fundados como beaterio en 1259 y
unido a la Orden en 1365. El de San Leandro de Sevilla, de finales del XIII. A
principios del XIV, San Julián, de Valencia, y más tarde el de Santa María de
la Piedad, posteriormente llamado de Santa María de Gracia, extramuros de la
villa real de Madrigal de las Altas Torres, en Ávila. Estamos, pues, ante uno
de los más antiguos monasterios de monjas agustinas de España.
EL
MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE GRACIA
Orígenes.
Siglos XIV y XV
https://masquemurallas.com/2015/03/29/el-monasterio-de-nuestra-senora-de-gracia/
A
las afueras de la villa, en una antigua ermita dedicada a San Hilarión, una
noble viuda de Arévalo, Dña. María Díaz, comenzó un régimen de vida común con
varias mujeres, adoptando, al parecer, la Regla de San Agustín desde el primer
momento 19. Sobre la fecha de la fundación hay mucha confusión.
El
P. Jerónimo Román escribe: «Yo no he
podido hallar quando ni en qué tiempo fuesse fundado el Religiosíssimo Convento
de Madrigal, llamado de Santa María de Gracia, que es de Sagradas Virgines. Sé
a lo menos una cosa, que en este año (1430) ya era fundado. Porque muy pocos
años quando vino a la Observancia, entre los otros conventos, que se reduxeron
a ella, fue este uno» 20. El historiador agustino P. Tomás de Herrera
vuelve a afirmar que no consta con certeza la fecha, pero que «no cabe duda de su existencia en el año
1353, pues se conserva en su archivo un privilegio que le otorgó en dicho año
el Rey Alfonso XI»21. Comentando este dato avisa el P. David Gutiérrez que
«dada la fidelidad del autor
(Herrera) en aducir sus pruebas, debe
suponerse una errata de imprenta en su libro o un descuido en quien copió el
privilegio, porque el citado monarca murió en 1350.»22
Entrada al Monasterio de Santa
María de Gracia. Madrigal de las Altas Torres
https://www.elrincondesele.com/que-ver-en-madrigal-de-las-altas-torres-cuna-isabel-la-catolica/
Pero de este dato ya había caído en la cuenta
el mismo P. Tomás de Herrera, pues en su «Historia
del Convento de San Agustín de Salamanca» 23, publicada en 1652, ocho años
más tarde, que su Alphabetum, corrige
su afirmación anterior, citando la fuente, y avisa que el Rey Alfonso XI «murió a 26 de marzo del año de 1350, y assí,
si es del año 1353 (el privilegio de Madrigal), ha de ser del Rey D. Pedro (Pedro I, el Cruel, hijo de Alfonso XI);
y si es del Rey D. Alfonso, es más
antiguo»24.
Si
damos como fiable este documento, que se conserva en el monasterio como copia
notarial efectuada en 1466, encontramos otro error. Habla el documento del
afecto del Rey y de su madre Dña. Isabel (!) a la comunidad de monjas agustinas
de Madrigal. La madre del Rey Alfonso XI, esposa de Fernando IV, se llamaba
Dña. Constanza, hija del Rey D. Dionís de Portugal. Dña. Constanza muere en
1313, por lo cual hemos de concluir que el monasterio existía antes de esta
fecha, si es que la tal Dña. Constanza conocía y tuvo afecto a la comunidad de
dicha casa.
De
su fundadora, Dña. María Díaz (c. 1353), nos dice el P. Tomás de Herrera, en su
Alphabetum, que era viuda, natural de Arévalo, y que al amparo de una
inspiración de carácter mariano se sintió empujada a fundar un monasterio en
Madrigal, con la certeza de que serían muchas las monjas que allí alcanzarían
la santidad. 25 Y en su «Historia...»
dice sobre ella el mismo autor que era «clara
en santidad y favores del cielo» 26. Se conserva en el antiguo salón de
embajadores un cuadro al óleo –que creemos póstumo– de esta religiosa, con una
leyenda adjunta que dice: «Dña. María
Díaz, señora noble, rica y viuda, natural de Arévalo. Fue fundadora del
convento de Ntra. Sra. de Gracia fuera de los muros de esta villa de Madrigal».
Y en la parte superior del mismo lienzo se lee: «El que a Dios casa fabrica, a
sí mismo se edifica».
Profesa
en el monasterio una hija del Rey D. Juan II y de su primera esposa, Dña. María
de Aragón, la infanta Dña. Catalina, hermana de padre de la Reina Católica, que
fallece en 1424, siendo enterrada en el monasterio27. Se conserva en las
habitaciones reales un retrato al óleo de esta infanta, con hábito agustiniano,
sosteniendo entre ambas manos una cruz, queriendo significar su devoción a la
pasión y su vida penitente. Una leyenda inserta en el lienzo dice: «Catalina de Castilla, hija del Rey D. Juan
II y de la Reina María, murió religiosa en este convento de Madrigal el año
1424» y un lema, en la parte superior del retrato dice: «Dar corona por
cilicio, éste es un buen ejercicio».
La
presencia de esta infanta en la vida del monasterio hará que los Reyes de
Castilla incrementen su relación con la comunidad, acogiéndose a su intercesión
en la oración y otorgándoles beneficios. Del mismo modo, como veremos más
adelante, en esta casa profesarán varios miembros de la familia real, e incluso
hijas de familias nobles, vinculadas a la Corte de los Reyes de Castilla y
León. Este vínculo con la Corona hizo que, desde muy pronto, el monasterio
ostentara el título de «Real».
El
primer nombre que recibió, el que podíamos llamar «beaterio», fue el de Santa
María de la Piedad, pasándose a titular de Ntra. Sra. de Gracia 28. El mismo P.
Herrera confirma su adscripción a la Orden agustiniana, al amparo de la reforma
establecida por el P. Juan de Alarcón. Esta adscripción es confirmada por la
bula del Papa Eugenio IV, del 9 de diciembre de 1438 29. Desde entonces
caminará este monasterio de monjas la suerte de los monasterios masculinos de
la Orden, en la línea de la reforma establecida para los agustinos de la
Provincia de Castilla, que se irá extendiendo en el tiempo.
El
edificio o edificios que conformaron el monasterio de monjas extramuros no tuvieron
singular importancia arquitectónica. Es de suponer que, al crecer la comunidad,
habilitarían espacios para la vida común. Consta que, cuando este edificio pasó
a los agustinos, se respetaron algunas de sus instalaciones, que, con el
tiempo, tuvieron que ser remozadas 30
El
monasterio de Agustinas Madrigal tendrá, desde el principio de su adcripción
jurídica a la Orden, un vínculo muy especial con el Monasterio de San Agustín
de Salamanca, considerado en toda la Orden como verdadera «Casa solariega de Santos» 31 y Casa Madre de la Observancia, desde
su misma afiliación a la reforma en 1451, iniciada por Juan de Alarcón en el
convento de Villanubla (Valladolid). La estrecha relación del monasterio de
agustinas de Madrigal con el de frailes en la ciudad del Tormes no se hará
esperar. Dice el P. Cámara que «no está
descaminada la sospecha del P. Vidal de que en el siglo XV, se hallaban las
agustinas de Madrigal sujetas a la obediencia de los Padres salmanticenses o, a
lo menos, a lo menos, vivían bajo la
dirección espiritual de tan excelentes maestros». 32
En
Salamanca brilla en el siglo XV, con luz especial, la figura del Santo agustino
Juan de Sahagún, al que alguno ha considerado como «fenómeno social» en la
historia de su centuria en la docta ciudad del Tormes 33. Hombre de profundas
convicciones y fuerte experiencia espiritual, nace en Sahagún (León) hacia
1430. Ordenado sacerdote entra al servicio del obispo de Burgos. Muerto el
obispo se traslada a Salamanca, donde será capellán del Colegio Mayor San
Bartolomé. Con 33 años, y después de una probada enfermedad, ingresa en el
Convento de San Agustín de Salamanca. Su vida como agustino girará en torno a
la predicación y a la atención a los necesitados. Dividida la ciudad en bandos
nobiliarios enfrentados, con la fuerza de su predicación, consigue la
pacificación de los mismos en 1476. Muere en 1479, con 49 años. Fue canonizado
en 1690 y nombrado patrono principal de Salamanca, que guarda su memoria como
taumaturgo y agente de paz y justicia.
Que
Juan de Sahagún pasó por Madrigal en múltiples ocasiones es cosa probada,
dejando en sus hermanas agustinas «muy
tiernos recuerdos de devoción» 34 y un fuerte sello de autenticidad
agustiniana. Entre las religiosas, de las que se guarda memoria, que tuvieron
que haber conocido personalmente al Santo, podemos citar a Leonor de Betanzos o
de Madrigal, tenida en gran estima por el Santo predicador, Catalina Romana o
Román y Catalina de Osma.
De
Dña. Leonor de Betanzos o de Madrigal (c. 1473), dice Herrera que fue «mujer fuerte, (...) ilustre por su devoción
y piedad» 35, y «señalada en virtud y santidad y muy discípula de Santo Fr.
Juan de Sahagún»36. Dña. Catalina Romana o Román (c. 1480), llamada así por
haber nacido en Roma, «hija de un noble
Caballero de Castilla». Afirma Herrera que conoció al Santo. Dejó una
estela «de grandes virtudes», como se
afirma en el cuadro al óleo que se conserva de ella. Predijo con mucha
antelación el día de su muerte, que aconteció en la víspera de San Pedro, el 28
de junio de 1476 37. Finalmente, Dña. Catalina de Osma (c. 1483), mujer de gran
virtud, es recordada como «ejemplo de
pobreza, religiosidad y desprecio de las cosas humanas»38. También se
conserva una pintura suya, en la que se escribe junto al nombre esta sentencia:
«penitentísima».
Son
mujeres contemporáneas al Santo; religiosas contemplativas con una vida íntegra
y el sello de la autenticidad (observancia le llamaban), con el que fue
destacada esta casa desde su mismo origen. Lástima que los documentos sean
escasos a la hora de narrar hechos de vida, pero al descubrir la intensidad con
que en los siglos se ha vivido el evangelio entre los recios muros del
monasterio matricalense, se provoca una resistencia a la ignorancia.
Es
claro que la presencia del Santo Patrón de Salamanca dejó en la comunidad de
agustinas una estela cierta de santidad y lo corrobora el hecho de haberse dado
en el monasterio de Madrigal los primeros pasos hacia su beatificación.
Efectivamente, serán dos ilustres hijas de esta casa, de las que hablaremos
posteriormente, las que intervienen decididamente. Se trata de Dña. María de
Aragón y Dña. María (Esperanza) de Aragón, hijas naturales del Rey Católico,
que habían profesado en el monasterio y que se convirtieron en las primeras
promotoras, con la comunidad, de esta causa. No conocieron al Santo, imposible,
pero en aquella casa, cuando se hablaba del bendito Padre Juan de Sahagún, se
estaba hablando de un Santo de los de altar.
El
primer biógrafo de San Juan de Sahagún, el P. Juan de Sevilla, del Convento de
San Agustín de Salamanca y vicario en aquel tiempo de las monjas de Madrigal,
escribe la vida a instancias de las mismas y la dedica a D. Gonzalo de Córdoba,
el Gran Capitán, encargado de promover la causa de beatificación del Santo en
Roma. 39 Esta biografía la recoge literalmente el P. Tomás de Herrera en su «Historia del Convento de San Agustín de
Salamanca». En ella el P. Juan de Sevilla, dirigiéndose al Gran Capitán,
relata así la intervención de estas dos infantas de Aragón, monjas agustinas en
nuestro monasterio:
«Siguiendo
la voluntad de vuestra Señoría y queriendo cumplir mandamientos de vuestra
Ilustre S.; inclinado a ruego e intercesión de las excelentes e muy Ilustres
Señoras, la Señora D. María de Aragón, Priora que es del Convento e casa que se
dice de Santa María de Gracia, que es de la Orden de N. P. Santo Augustín,
extramuros de la villa de Madrigal en estas partes de Castilla; e a
contemplación e inclinado a ruego de la señora hermana de la señora Priora que
eso mismo se dize Dña. María de Aragón, ambas hijas del muy poderoso e muy
Católico Rey D. Fernando e Príncipe de las Españas e Rey de los Reinos de
Nápoles e de todas las Sicilias...; queriendo continuar sus grandes Excelencias
y usar de su grande magnanidad (...) quiso tomar a su cargo e por especial
empresa de hacer Canonizar al Padre bienaventurado Fray Juan de Sahagún» 40
Desarrollo.
Siglo XVI
Es
en el siglo XVI cuando la comunidad de monjas agustinas de Madrigal va a vivir
un tiempo de expansión. Según parece el número de religiosas, desde el primer
momento, fue bastante elevado, por la fama de recta observancia y el buen
espíritu religioso de esta casa. Se conserva el Libro de Profesiones del Monasterio, una obra manuscrita y decorada
de singular belleza. Las primeras actas de profesión son copia literal de
algunas de las correspondientes a un libro anterior, presumiblemente de los
comienzos mismos de la fundación, que desgraciadamente no se conserva, por lo
que es imposible recabar datos fehacientes de las monjas en las dos primeras
centurias.
El
origen de las religiosas es plural, de todas las clases sociales, incluso de
jóvenes pertenecientes a la realeza. Es el caso de dos mujeres que van a marcar
la centuria en la vida del monasterio. Se trata, como dijimos, de dos hijas
naturales del Rey D. Fernando el Católico, Dña. María de Aragón y Dña. María
Esperanza de Aragón. Herrera las destaca en su Alphabetum 41, y no duda en citarlas como «dos astros brillantes de esta Casa» 42, no tanto por la altura de
su alcurnia, cuanto por la trayectoria ejemplar de sus vida como monjas
agustinas, según consta sobradamente en la historia.
Las dos agustinas de Madrigal, hijas del Rey
Fernando el Católico
Su
condición de hijas naturales exigía, según costumbre de la época, que fueran
apartadas de la corte. Un convento como el de Madrigal, tanto por su
observancia regular y buena fama, como por su estrecha relación con la familia
real, daba garantías suficientes para una esmerada educación de las infantas.
No es cierto que su condición de hijas naturales fuera un secreto escondido.
Consta la relación de la Reina Isabel con la casa, así como la del Rey Fernando
con sus hijas.
Ambas
profesan como monjas en 1490, viviendo la Reina Isabel. En el Libro de Profesiones se conservan las
actas de profesión de ambas, donde se dice que son «hijas del muy alto y muy poderoso Rey D. Fernando, Rey de las Españas».
Estas actas son un traslado fiel del original, que mandó hacer la propia Dña.
María siendo priora del monasterio, desde el primer Libro de Profesiones que, ya dijimos, tuvo que existir en las dos
primeras centurias de la vida de la comunidad.
En
1504 muere en la vecina ciudad de Medina la Reina Isabel, que tan gratos
recuerdos había dejado entre los claustros agustinianos. La noticia llegaría
pronto al monasterio de Madrigal y se celebrarían allí las honras fúnebres, con
la dignidad que exigía su condición de Reina y el cariño agradecido a tan
generosa bienhechora.
Las
dos hermanas llegarían a ser prioras del monasterio. Los hechos van a demostrar
que no fueron elegidas por la comunidad para este oficio por la alcurnia de su
cuna. Consta la integridad de sus vidas como religiosas, su buen gobierno, su
entrega a la comunidad. Pero quedaba el peso, la duda, de su condición de
bastardas. Para solucionar este escrúpulo de conciencia, que habla bien a las
claras de la rectitud moral de las dos hermanas, interviene su propio padre, el
Rey Fernando, que escribe el 21 de marzo de 1509 a su embajador en Roma,
Jerónimo de Vich, para que solicite al Papa Julio II el reconocimiento de su
legitimación. Y dice así el Rey Católico:
«Dos
fijas mías, que ambas a dos se llaman Dña. María de Aragón, son monjas profesas
del monasterio de Santa María de Gracia extramuros de la villa de Madrigal, y
en él la una es priora y la otra vicaria, y tienen escrúpulo de conciencia por
si ser bastardas pueden tener los dichos oficios, según la Regla y
Constituciones de su Orden de Sant Agostín (sic).
Y
porque, gracias a Dios nuestro señor, ellas son personas muy devotas y de buena
vida, idóneas y suficientes y de mucho merecimiento y tales que, aunque no
interviniese respecto de ser mis fijas, por lo que toca al bien y buena
gobernación y exemplo del dicho monasterio es mucho provecho y beneficio suyo
que ellas tengan los dichos cargos, por lo cual y por quitarles el dicho
escrúpulo de conciencia querría que nuestro muy Santo Padre las legitimase para
poder tener los dichos cargos e oficios.
Por
ende, yo vos encargo y mando que luego supliquéis de mi parte a Su Santidad
que, acatando lo susodicho, le plega legitimar a las dichas mis fijas, para
poder tener, usar y exercer los dichos oficios y cargos sin ninguna duda ni
escrúpulo de conciencia que por lo susodicho tengan. E faced sobre ello la
instancia que convenga y enviadme el breve de ello lo más brevemente que se
pudiere; que en ello me serviréis mucho.»43
Queda
claro cuál es la opinión del Rey sobre sus hijas: «son personas muy devotas y de buena vida, idóneas y suficientes y de
mucho merecimiento». La legitimación no sólo la suplica el Rey por tratarse
de sus hijas, sino «por lo que toca al
bien y buena gobernación y exemplo del dicho monasterio». No cabe duda,
aunque no consta el breve pontificio, que éste se otorgó según la petición del
Rey, porque un año más tarde, el 4 de julio de 1510, el mismo pontífice nombra
a la misma Dña. María de Aragón abadesa del monasterio franciscano de
Pedralbes, en Barcelona. 44
Ntra.
Sra. del Mar. Estilo gótico borgoñón (s. XV). Regalo del Rey Católico a sus
hijas. http://micasaesmimundo.blogspot.com/2007/08/palacio-de-juan-ii-los-tesoros.html
Espíritu de
reforma y observancia. Dña. María de Aragón
Este
nombramiento hay que insertarlo dentro del movimiento de reforma de los
monasterios españoles, por iniciativa de los Reyes Católicos y llevado a la
práctica por el Cardenal Cisneros. No debe extrañar que una religiosa de una
Orden determinada sea la reformadora de una comunidad de Orden distinta. La
vida de observancia regular del monasterio de Madrigal, su buena fama, se pone,
una vez más, de manifiesto.
Y
el Rey, su padre, vuelve a intervenir en otra carta al embajador Jerónimo de
Vich, con fecha 18 de agosto de 1511, firmada en Burgos45, en la que pide que
se solicite al Papa un breve para que Dña. María «pueda llevar consigo dos o tres monjas del monasterio de Sancta María
de Gracia de la villa de Madrigal». No se saben los nombres de las monjas que
habrían de acompañarla, por lo que se pide que el Papa autorice el envío de «dos o tres monjas que de su voluntad
quisieran yr», sin nombres concretos.
El
porqué de este silencio de nombres y esta petición nos vuelve a expresar la
finura de espíritu, el talante extrañamente liberal –en el siglo XVI– de una
mujer, profesa contemplativa en un monasterio de clausura; y al mismo tiempo
denota el estilo de ser agustiniano, marcado en una centuria donde los tópicos
encierran no pocos juicios negativos sobre la vida claustral y su gobierno.
Dice el Rey en su carta que «no se pueden
decir los nombres porque no se saben ahún quáles querrán ir con ella de buena
voluntad, y es ella tal, que no querrá llevar ninguna contra voluntad suya».
Éste «y es ella tal» nos da a suponer
un conocimiento profundo del padre con respecto a su hija y el juicio, en su
conjunto, nos desvela la talla de mujer de esta monja agustina, hija de Rey.
El
traslado de Dña. María no se hizo de inmediato. Por un despacho de la
Chancillería de Fernando el Católico al embajador Jerónimo de Vich, con fecha
de 13 de junio de 1514 46 (era Papa León X), sabemos que su antecesor, el Papa
Julio II, envió dos breves con fechas de diciembre de 1511 y agosto de 1512, en
que concedía lo solicitado por el monarca para la reforma del monasterio de
Pedralbes. El Papa León X había confirmado las bulas de su antecesor, pero
quedaban temas pendientes. Entrar como abadesa en un monasterio de Orden
distinta suponía la renuncia de la abadesa franciscana legítima, cambio de
hábito en la nueva abadesa, aplicación de usos y costumbres de reforma,
obediencia al provincial franciscano, al que estaba sujeto el monasterio de
Predalbes, etc.
Este
monasterio había sido fundado por los Reyes Católicos. Vivía en ese momento los
problemas propios de relajación de costumbres que se dieron en muchas casas
religiosas desde el siglo XIV, que exigían su reforma. Dña. María de Aragón
tenía cualidades suficientes para llevar a cabo la empresa, pero había un
problema de fondo: su resistencia a abandonar la obediencia agustiniana, la
renuncia de su identidad carismática, no sólo el cambio del hábito religioso.
Un
breve del Papa León X, dado en Roma el 16 de julio de 1514 47, manda a Dña.
María que se traslade con dos o tres monjas de Madrigal a Pedralbes, para
reformarlo, como se lo había mandado antes el Papa Julio II. A este breve sí se
dio cumplimiento. Dña. María marcha a Pedralbes. Para dar efecto a la reforma
era necesaria la obediencia al provincial franciscano, y el Rey, en carta al mismo,
con fecha 15 de junio de 151548, le avisa que la abadesa está preparada para
prestarle obediencia. En esta carta volvemos a encontrar datos del recto
espíritu religioso de Dña. María, por lo que su padre, el Rey, transmite al
provincial, en atención al cuidado de la comunidad en sus relaciones con los
franciscanos y el con seglares en el locutorio o en el coro. El espíritu de
observancia de su convento de Madrigal marca a la nueva abadesa, que no se
resiste a acabar sus días en Pedralbes, pues añora su Monasterio de Santa
María. En esta carta alude el Rey a otra (no consta su conservación), que ha
escrito a su hija, en la que le dice que, acabada la reforma en un plazo de dos
años, podrá volver a Madrigal.
En
ausencia de Dña. María de Aragón, es elegida como priora del monasterio de
Madrigal su hermana Dña. María Esperanza. La muerte del Rey, su padre, acontece
en Madrigalejo el 25 de enero de 1516.
Las
dos hermanas lucharon siempre por la justicia, en beneficio de sus comunidades.
Su padre les había otorgado el beneficio de una renta que, debería revertir a
la comunidad, en razón de aquel principio agustiniano, recogido en la Regla del
obispo de Hipona: «ca la caridad de la
cual es escrito que no demanda las cosas que son suyas, así se entiende, que antepone
las cosas comunes a las propias, y no las propias a las comunes. Y por ende
cuanto más curáredes de las cosas comunes que de las propias vuestras, sabed
que tanto más aprovecháis» (Regla 5, 31) 49.
A
la mayor, Dña. María, le había otorgado doscientos mil maravedís, y a la
pequeña, Dña. María Esperanza, cien mil maravedís. Se conservan dos cartas del
emperador Carlos v al cardenal Cisneros 50, con fechas de junio de 1516, la
primera, y de septiembre del mismo año la segunda, en la que le insta a pagar
estas rentas, que estaban retrasadas en el cobro, a sus tías, residentes en
Pedralbes y Madrigal, respectivamente. Otras cartas posteriores 51, dirigidas a
los contadores del Reino tienen la misma finalidad. Estos documentos denuncian
los retrasos que tuvieron que sufrir los pagos por distintas causas y las
reclamaciones de ambas religiosas a su sobrino el emperador.
La
rectitud de intención de Dña. María Esperanza y el espíritu de reforma que
mantenía la comunidad se vuelven a poner de manifiesto en una carta del
Emperador al provincial de los agustinos, con fecha de 1519 52. En ella el
Emperador comunica que tenga a bien el provincial de no cambiar de sus
funciones de vicario del monasterio al P. Juan de Sevilla, a quien conocemos
por su biografía de San Juan de Sahagún. El Emperador dice en su carta,
informado con toda probabilidad por sus dos tías, que el P. Juan de Sevilla fue
nombrado vicario a instancias del Rey Fernando «por ser, como es, muy buena persona», y continúa: «y que así mismo
está allí un confesor que es buen
religioso y hombre de buena vida». Está claro que a aquella comunidad no le
valía cualquier religioso como vicario o confesor. Hombres de probada vida y
virtud tenían que ser, por lo que la priora y comunidad insistirán en que se
mantengan los que tienen, porque, concluye el Emperador, «les es mucha pena su mudanza».
Son
permanentes las intervenciones del Emperador a favor de las reclamaciones de
sus tías monjas: unas veces reclamando derechos de sus rentas, por necesidad y
bien de sus comunidades –como vimos–; otras, a favor de la estabilidad o
proyecto de reforma de las mismas comunidades, cuidando con esmero la elección
de vicarios, confesores, provisión de beneficios o rectorías, que tuvieran que
ver con el gobierno de las casas.
Por
un breve de León X, a favor de Dña. María de Aragón, con fecha 21 de abril de
1520 53, se le otorga licencia para que se pueda hacer elección de nueva
abadesa de Pedralbes, antes de su regreso a Madrigal. Con esto se daba por bien
cumplida su misión de reforma de aquella comunidad cisterciense. No sabemos la
fecha de su vuelta, posiblemente regresase el mismo año de 1520 ó 1521, pues su
hermana Dña. María Esperanza seguía siendo priora en enero de 1522, según un
decreto del obispo de Ávila en el que confirma el poder de la comunidad, por
breve del Papa León X, para elegir vicario por un sexenio 54.
En
este decreto vuelve a manifestarse el nivel de observancia de esta comunidad y
su cuidado. El vicario a elegir por seis años ha de ser «un religioso de su Orden honesto e de buena vida y exemplo (...), e
seyendo tal persona cual convenga al buen recogimiento e honestidad de la dicha
casa e monasterio, que lo puedan reelegir inmediate por otros seis años».
No se oculta la mano directa de Dña. María Esperanza en aras a la buena
gobernación de la casa. En el mismo decreto que comentamos se dice de la misma:
«E
por cuanto somos informados de la dicha ilustrísima priora que conviene mucho a
la honestidad e observancia, clausura e buen regimiento así espiritual como
temporal del dicho monasterio e del sosiego e quietud de las religiosas de él
que el dicho vicario, que así fuere nombrado y elegido en la manera sobredicha
en el dicho breve de Su Santidad contenida, que no sea removido ni quitado del
dicho oficio de vicario, haciendo e cumpliendo bien e fielmente lo que debe a
su oficio, e seyendo tal persona en vida y honestidad, mérito e letras, cual
convenga a la dicha casa» 55.
Una
vez más nos encontramos que en el espíritu de vida religiosa reformada, que se
vive en Madrigal, no vale cualquiera para el oficio de vicario. El religioso
que asuma el cuidado de la vida espiritual del monasterio de Madrigal ha de
ser, a requerimiento de su priora y comunidad, un hombre honesto y de buena
vida, que sirva de ejemplo a la comunidad, de «mérito e letras». Por ese orden:
primero, santidad de vida, testimonio; después, un hombre cultivado en el
estudio; tal y como conviene a un monasterio de la observancia agustiniana.
En
abril de 1522 sigue siendo priora Dña. María Esperanza, tal y como comprobamos
por una carta del Emperador, escrita desde Bruselas en esa fecha y dirigida a
los virreyes y gobernadores de Castilla, para que se pagase a su tía 60.000
maravedís, cuya libranza había mandado el mismo Carlos v por cédula el año anterior
56. Estos retrasos en el pago de deudas y beneficios de la Corona con el
monasterio están motivados por la excesiva burocracia que se exigía.
Constantemente tienen que estar reclamando las prioras lo que, por derecho de
gracia del Emperador, les correspondía en justicia.
Entre
abril y noviembre de 1522 cesó como priora Dña. María Esperanza, y vuelve a ser
elegida para el cargo su hermana mayor, Dña. María de Aragón. Se comprueba por
la carta que ella misma hace llegar a su sobrino, con fecha 6 de noviembre 57,
en la que le envía dos PP. a saludarle, recién llegado de Alemania, y
aprovechando a estos emisarios para hacerle entrega de un obsequio.
La
relación del Emperador con sus dos tías ha ido cobrando calidad en el cariño
mutuo que manifiestan. Las cartas cobran calor de sincero afecto familiar. Sus
dos tías son monjas contemplativas, observantes y buenas religiosas, bien
conscientes de su función de interceder con la oración por toda la Iglesia y
las necesidades del mundo, de manera especial por aquellos que le son próximos
y con los que tienen mayor obligación, como es la persona del Emperador: «siempre en nuestras oraciones y las de estas
religiosas siempre hay oración perpetua por la cesárea, sacra, real persona de
Vuestra Majestad. Lo cual nuestro inmenso Dios guarde y prospere como por
nosotras es suplicado» 58.
No
queda corto el Emperador en manifestar su afecto y agradecer el cariño
manifestado por sus tías. Desde Valladolid les escribe el 13 de noviembre, casi
a vuelta de correo: «Ví vuestra letra de
seis de noviembre y hólgome en saber que vos y la ilustre Dña. María
(Esperanza) de Aragón, vuestra hermana, mi tía, estáis buenas. Agradézcoos
mucho el cuidado que tenéis de mí en vuestras oraciones, y así os lo encomiendo
lo continuéis» 59.
Por
carta de Dña. María al conde de Nasau en marzo de 1524 60 encontramos otra
razón para estos afectos recíprocos. Al igual que ellas, hijas naturales del
Rey Católico, es recogida en el monasterio para su educación una hija natural
de Carlos v, la infanta Dña. Juana, que vivía en el monasterio con su madre,
cuyo nombre no conocemos. Esta infanta morirá siendo niña de siete años por una
grave enfermedad. Ambas, madre e hija, son muy reconocidas y queridas por las
religiosas 61.
Traslado
de la comunidad al palacio de D. Juan II, intramuros
Ya
dijimos que el viejo palacio, desde los tiempos de los Reyes Católicos, dejó de
ser usado con asiduidad por los siguientes monarcas. Esto hace que la comunidad
de agustinas pongan sus ojos en él, solicitando al Emperador estas casas, por
medio de su priora. Así vemos en una carta de Dña. María de Aragón a Carlos v,
escrita desde Madrigal a 16 de mayo de 1525 62. En ella expone el fin de esta
solicitud: «para mayor recogimiento
nuestro y conservación de nuestra salud y mayor guarda de nosotras y de
nuestras religiosas» 63. «Mayor
recogimiento», porque es posible que ante el crecimiento numérico de la
comunidad el viejo monasterio extramuros no lo facilitara; «conservación de la salud», porque, tal
vez, las viejas dependencias no fueran garantes de la misma y «mayor guarda», por la seguridad de los
muros de la villa y los amplios espacios palaciegos, que permitirían, con las
debidas reformas, mejor clausura de la comunidad.
En
la misma carta denuncia la negativa de ciertos clérigos de la villa a este
traslado y los medios que usaban para intentar frenar esta cesión del monarca.
A ello se opondría también el concejo de la villa. Qué intereses habría detrás
de ello no consta con exactitud. Es posible que quienes gozaban de aquellos
espacios en tiempos de ausencia de monarca y corte se resistieran a aquella
donación, tanto de las casas como de las fincas anexas.
Ponderaría
la cesión el monarca con sus consejeros, pues el 8 de julio siguiente firma en
Toledo una cédula de cesión, cuyo original se conserva en el archivo del
monasterio y una copia de la misma en el archivo general de Simancas 64. A esta
cédula contesta Dña. María con una nueva carta de 10 de noviembre del mismo
año, agradeciéndole a su sobrino la donación de las casas reales para convento
65.
Tuvo
que continuar el contencioso con el concejo de la villa, pues hasta 1527 no se
firma una concordia entre éste y el monasterio, que se sanciona con una cédula
del Emperador, con fecha de 27 de agosto, firmada en Valladolid 66. Por esta
cédula, que recoge literalmente la concordia firmada, sabemos que ya se habían
iniciado obras de adaptación de las casas reales para monasterio; que fueron
muchos los «pleitos, debates e
diferencias» entre el concejo y las monjas, entre otras cosas, por unos
terrenos lindantes al monasterio que convenían al concejo para ampliar una de
las puertas de la villa, y que todos se avienen en dejar «passiones e pleitos e debates». En la concordia se reconoce «el gran bien y provecho que a la dicha villa
se le ofrece espirital e temporalmente de la dicha traslación, e que de ello se
sigue a la dicha villa grande aumento e honra»
67.
¿Cuándo pasó la comunidad a ocupar el antiguo palacio? Posiblemente al terminar
las obras de adaptación, es decir, en 1527 ó 1528, pues se conserva una carta
de Santo Tomás de Villanueva en el museo del monasterio, enmarcada en un
cuadro, en la cual el Santo, a la sazón prior provincial de la Provincia de
Castilla, acepta en nombre de la misma la donación del monasterio extramuros.
Esta carta está fechada en Burgos, a 8 de mayo de 1528 68. En ella escribe el
Santo agustino el reconocimiento al «celo
santo que tiene y ha tenido siempre (Dña. María de Aragón) al aumento y bien de nuestra religión, con
el cual nos ofrece agora esa su casa de Madrigal».
https://es.wikipedia.org/wiki/Reyes_Cat%C3%B3licos
Teófilo
Viñas hace caer en la cuenta de la incorrección en la fecha, pues en 1527 fray
Tomás de Villanueva había sido elegido provincial de Andalucía, que no de
Castilla, por lo que es imposible que en 1528 recibiera el convento extramuros
en nombre de la Provincia de Castilla; más aún, dificulta la carta el hecho de
que el cuarto definidor que firma la misma sea fray Juan Gallego, que,
precisamente, era el provincial de Castilla en el 1528. El año más probable,
concluye Viñas, sería el 1534, que es cuando Tomás de Villanueva vuelve a ser
elegido provincial de Castilla, y, al parecer, los que firman con él formaron
el definitorio o consejo provincial. 69 Los agustinos que, efectivamente,
admitieron la donación del monasterio extramuros ocuparían esta casa,
levantando de nueva planta un soberbio edificio, que ocuparon hasta la
Desamortización de Mendizábal.
Tenemos,
pues, empleada a la comunidad en la adaptación del viejo palacio. Las obras son
lentas y dificultosas, lo que les hará solicitar ayuda de quienes mejor podrían
auxiliarlas: el Emperador y su esposa, la Emperatriz Isabel. Varias serán las
cartas que se cruzan entre ellos. El mismo Carlos v pedirá a su esposa, desde
Bruselas el 17 de octubre de 1531, que atienda a los deseos de sus dos tías y
las monjas en «algunas necesidades por
ocasión de un monasterio que de nuevo edifican. Y porque demás del deudo que
nos tienen, sus personas, vida y religión nos obligan a mucho mirar por ellas.
(...) Que de lo que por ellas se hiciere yo recibiré singular placer, demás que
Dios Nuestro Señor será de ello muy servido»70.
La
Emperatriz Isabel atenderá el deseo de las monjas, cuando lo reclame la
necesidad, como aconteció con «una calle
de la Ronda, que pasa entre el monasterio nuevo que agora se hace en la dicha
villa y la cerca de ella, desde la Puerta de Arévalo hasta la Puerta de Sant
Hilario (...), que el dicho monasterio tiene mucha necesidad de ella para el
encerramiento de él»; haciendo la emperatriz «gracia e donación al dicho monasterio de lo que buenamente se pudiere
estrechar de la dicha calle de Ronda» 71.
La
última carta, de las conservadas, de Dña. María de Aragón al Emperador tiene
fecha de 5 de julio de 1535 72. En esta carta vuelve a manifestarse el temple
de esta mujer ejemplar. Es consciente de su próximo fin y no puede dejar
desasistida a su comunidad, por lo que procurará el cuidado del Emperador, a
quien comunica «cómo ha ocho meses que yo
estoy muy enferma, y en tanto extremo ha venido mi mal, que de vida se tiene
muy poca esperanza». Suplica al sobrino que, «agora, viéndome tan cercana a la muerte», pase a su hermana los
200.000 maravedís de que le había hecho merced a ella, «porque hago saber a Vuestra Majestad que, de otra manera, será
imposible de se sufrir las religiosas de esta casa, porque son muchas y la obra
que no se puede excursar, pues le falta lo mejor, que son coros y iglesia. Que
una de las grandes penas que en mi partida de este mundo llevaré es dejallas en
tanta necesidad y no acabada la casa si Vuestra Majestad no las socorre».
Volverá
a insistir a la Emperatriz con la misma súplica, en carta escrita en la misma
fecha que la anterior, dirigida al Emperador 73. Deja ver que este tema lo
trataron en una visita que la Emperatriz hizo al monasterio. Le pide que «escriba al Emperador, mi señor, suplicándole
quiera hacer merced a la señora mi hermana de estas doscientas mil que a mí me
daba cada año, por su vida. A mí me hará en esto Vuestra Majestad la mayor
merced del mundo e irá con descanso mi alma, porque de otra manera, será
imposible poderse sufrir los gastos y religiosas de esta casa, porque tiene muy
poca renta. Que hasta aquí, con esto poco que la señora mi hermana y yo hemos
traído se sostienen». Y acaba la carta con un sobrecogedor testimonio del
límite: «Y quedo en esta cama sin poder
menear ni la cabeza sin ayuda, y suplicando a Nuestro Señor por la vida y salud
y prosperidad de la cesárea, católica, sacra y muy real persona y estado de
Vuestra Majestad». Como siempre, orando sin límites por el bien de los
otros, incluso en la prueba y el dolor.
Este
tema de la «merced real» implicaba la
estabilidad económica del monasterio, por lo que no es extraño que insistan
ambas hermanas en ello. En la misma fecha que su hermana enferma, escribe Dña.
María Esperanza sendas cartas al Emperador y la Emperatriz, suplicando se unan
las rentas de las dos hermanas en una, por si falleciera, como así se temía, su
hermana 74.
Diez
días más tarde, el 15 de julio de 1535, escribe la Emperatriz desde Madrid al
Emperador, comunicándole el deseo de sus tías: «hame escripto que ella se halla en tan mala dispusición, que se tiene
poca esperanza de su vida, y que no hay cosa que más desee que Vuestra Majestad
hiciese merced a la ilustre Dña. María (Esperanza) de Aragón, su hermana, de las dichas doscientas mil maravedís, por el
contentamiento que llevaría si Dios fuese servido de disponer de ella, en ver
que teniéndolo ella, quedaba con qué poderse sustentar aquel monesterio. Y
aunque tengo por cierto que, según el amor y afición que Vuestra Majestad les
debe y deboción de aquella casa, holgará de hacerles esta merced» 75.
Pues
en parte sólo hizo la merced el Emperador, a pesar de su «amor, afición y deboción» que tenía a sus señoras tías y al
monasterio mismo, pues al morir Dña. María, en vez de unir las dos rentas,
aumentó en 100.000 maravedís la correspondiente a la hermana pequeña, por lo
que le quedó una pensión de 200.000 maravedís, a beneficio de la comunidad,
cuyo recibo solicita a la Emperatriz en sendas cartas 76.
Tras
la muerte de Dña. María de Aragón es elegida priora del monasterio Dña. María
Esperanza. Podría pensarse que la elección de estas dos infantas obedeciera al
interés de tener al frente de la comunidad a personas principales, con influjo
directo ante el Emperador y la corte, para solventar así las dificultades de la
comunidad y conseguir beneficios. Los hechos históricos rebaten esa posible sospecha
con contundencia. En el desarrollo de nuestro estudio creemos que se demuestra
suficientemente la talla humana y religiosa de estas dos mujeres; su firme
decisión y gobierno de vivir y ayudar a vivir en la comunidad un recto espíritu
de reforma religiosa. Los hechos, decimos, confirman esta verdad, que –creemos
fundadamente– es la razón de la elección de estas dos hermanas para el cargo de
prioras de su comunidad.
«Una
buena persona con las cualidades convenientes para abadesa»: Dña. María
Esperanza de Aragón
Poco
tiempo será priora en Madrigal Dña. María Esperanza de Aragón. Precisamente lo
que dejamos dicho líneas más arriba expli ca el hecho de su nombramiento y
traslado al monasterio cisterciense de Santa María de las Huelgas, en la ciudad
de Burgos, donde una numerosísima comunidad religiosa tiene que enfrentar una
situación de relajación de vida común y contemplativa, por el mal priorato
ejercido por Dña. Leonor Sarmiento, emparentada con el Emperador. Éste escribe
una carta el 17 de agosto de 1537 «Al
licenciado Polanco y los otros que entienden en lo de las Huelgas», en la que
se les ordena que «se busque una buena persona con las cualidades convenientes
para abadesa. Y porque dicho obispo (se trata del de Palencia) me ha escrito que la priora de Madrigal,
nuestra tía, sería buena para esto, platicarlo eys con él, y si hay relación
que ella es buena gobernadora, como lo era la priora su hermana, muy bien me
parecería.» 77
Pues
pareció que era «buena gobernadora» la priora de Madrigal, como lo fue su
hermana. Y así se le hace saber, a través de la Emperatriz Isabel. Desde el
primer momento va a haber una fuerte resistencia de Dña. María Esperanza de
Aragón a ir a las Huelgas con tarea de reforma de la vida monástica. Así se lo
hace saber a la Emperatriz. No quiere ir a las Huelgas. Se siente agradecida
por tal merced y confianza, pero «pésame
el alma por no me hallar en tiempo y hábito y salud (...). Por lo que suplico a
V.M. humildemente no me mande». Y amplía las razones, las enumera: «Lo primero porque la devoción y fe que yo
tengo al hábito de nuestro glorioso Padre San Agustín a todos es notorio».
Fue por esta causa por la que renunció al deseo de su padre, el Rey Fernando, a
ir a reformar Pedralbes, teniendo que ir su hermana mayor. «Lo segundo, continúa, porque esta casa (...)
está por acabar y no tiene coros ni iglesia, allende de la pena que yo ternía
de dejarla ansí (en) gran orfandad, desampararla. Lo tercero, porque yo soy ya
de mucha edad y con grandes flaquezas, y por estas causas el servicio que
podría hacer a V.M. en lo que me manda sería muy poco y el detrimento de mi
salud mucho»78. No le hicieron caso.
En
una carta del Emperador al obispo de Palencia, Luis Cabeza de Vaca, de 16 de
noviembre de 1537, le dice que «la
ilustre priora, mi tía, ha habido por bien ir a ella por cinco meses y según lo
que de carta nos ha escripto, será ya en camino»79. El 3 de diciembre está
en las Huelgas, en Burgos, y le escribe a su sobrino el Emperador, re
cordándole lo convenido (cinco meses de estancia y conservación del hábito
agustiniano) y que si no se cumpliese se le diese licencia para volver a
Madrigal 80.
No
lo hace mal en las Huelgas, al contrario, en carta desde Burgos dirigida al
Emperador, firmada por las monjas de la comunidad cirterciense, sin fecha
segura, pero cierto que de 1538, se le agradece el envío de Dña. María
Esperanza, con este tenor: «decimos que
por muchas peticiones habemos enviado a besar los reales pies y manos de V.M.
por tan crecida merced que a este su real monasterio hizo, y a nosotras, en
habernos enviado a la excelente Dña. María (Esperanza) de Aragón, su tía, con
la cual tenemos mucha quietud y sosiego espiritual y temporal»81. Al mismo
tiempo solicitan un breve para que pueda cambiar el hábito de San Agustín por
el del Císter.
No
se le permitirá volver a Madrigal. Las Huelgas requieren su presencia. Un breve
del Papa Paulo III, con fecha 16 de enero de 1539 82, le autoriza a vestir el
hábito del Císter y le confirma como abadesa. La resistencia a esta situación
se deja ver con claridad en cuantas ocasiones tiene de escribir a su sobrino y
a la Emperatriz, aunque siempre reconoce su disponibilidad de servicio, según
el querer del Emperador. Rebate comentarios. Es mujer que vive en la clave del
amor y del servicio: «Yo no me espanto,
escribirá al comendador mayor de León, Francisco de los Cobos, por trabajo o adversidad de hacer todo lo
que fuere servicio de S.M., aunque mi voluntad no es sino vivir sin cuidado,
que no hartan faustos ni vanidades: que sólo por servir a Dios y S.M. vine aquí»83.
Y a su sobrino insistirá, en el mes de febrero, que ya ha estado «no sólo los cinco meses, el qual tiempo mi
voluntad no es más que la primera mudada, sino hase dilatado el tiempo (...).
Suplico a V.M. cumpla conmigo, pues las cosas están en más paz i ya adelantadas
en todo; porque yo soy de días y no puedo llevar tanto trabajo»84.
«Yo soy de días»... Es consciente de su límite, ante los «desasosiegos e poca paz» que tiene que
enfrentar cada día. Mujer de espíritu recio, como el que se vivía en su casa de
Madrigal, no está para dimes y diretes: «lo
que suplico a S.M. es que no dé crédito a nadie, de cualquier estado y
calidad que sea, en cosa mía, sino que sólo en lo que viere de mi mano escrita»
85. Quiere volver a su casa, tal es el amor a su monasterio. «Que para el (mes de) mayo, por si lleve
tiempo, mande volverme a su casa; y si antes fuere servido de todo estaré
contenta» 86.
No
volverá. Será un trabajo arduo la pacificación y reforma de las Huelgas, por
las constantes interferencias de la antigua abadesa, Dña. Leonor Sarmiento,
ausente del monasterio, pero complicadora de la vida común, así como de ciertos
clérigos. Se resiste al cambio del hábito, por el amor que le tiene al de San
Agustín: «sólo en pensarlo me traspaso»,
dirá con gracejo femenino 87. Pide monjas de su casa y Orden para encargarles
los oficios más delicados y de confianza de la abadesa. Le regatean el número.
Y en todo expresa siempre una extraordinaria virtud, la de la humildad: «que nunca en mi vida tuve las cosas del
mundo en más alto de lo que son» y «para tenerlo todo en lo que (es): polvo y
humo que pasa en un día»88.
Irá
aceptando las largas que le suplican por un recto sentido de obediencia. Y
morirá en las Huelgas de Burgos, en 1548, sin haber conseguido del todo la
reforma del monasterio cisterciense y sin haber vuelto a su querido monasterio
de Madrigal.
Un vivero de contemplación y fraternidad
agustiniana
No
acaba, en las figuras de estas dos mujeres ejemplares, la imagen de
autenticidad de vida evangélica y agustiniana del monasterio matricalense
durante el siglo XVI. Está claro que el destello de las que Herrera llamó
«astros brillantes de esta Casa», como acabamos de ver, fue luminoso. Pero
quien conozca un poco de la vida contemplativa sabe que entre los claustros
monásticos se dan ejemplos vivos de santidad, que quedan ocultos tras los muros
de la clausura. Entre el grupo selecto de religiosas que habita en el
monasterio a lo largo de todo el siglo XVI y de las que se conserva memoria,
podemos nombrar a:
Dña. Mencía Martínez de Béjar,
natural de Burgos, hija de Juan de Béjar y María Martínez de Soria. Profesa en
el monasterio de Madrigal el 8 de junio de 1496, siendo vicario el P. fray Juan
de Salamanca 89. Dice Herrera que fue «de
gran caridad, y favorecida con regalos del cielo; al tiempo de su muerte fue
vista encima de su cama una paloma blanca como la nieve, y esto por muchas
veces. Resplandeció en santidad de vida» 90. Se conserva un cuadro en el
monasterio con la leyenda: «Insigne por su humildad».
Dña. María de Armentera o de Armenteros,
natural de Madrigal, hija de Pedro Armentero y Marina Alonso Becerro. Profesa
en 1509, siendo priora Dña. María de Aragón y vicario fray Alonso de la Puente
91. También se conserva un cuadro, cuya leyenda dice: «Dña. María Armentera, muy ejemplar y virtuosa». Cuenta el P.
Jerónimo Román: «Muchos años después de
muerta esta bienaventurada santa, le fue abierta la sepultura, que estaba en el
hueco de la pared del coro; fueron vistos sus huesos tan colorados como viva
sangre, y en ellos sembradas unas cosas blancas como la nieve. Y solíame decir
la Religiosa Señora D. Teresa de Cárdenas, la cual me contaba muchas cosas de
esta santa muger, que como ella fuese de las monjas pequeñas, y viesse esto,
iba con gran devoción a besar aquellas Reliquias santas con las otras Monjas;
mas que el P. Fr. Juan de Sevilla las reprehendió, porque hazían aquello en
cuerpo, que la Iglesia no tenía recibido por santo, y assí mandó volver a
sepultarlos donde no los hallasen.» 92
Serio
se puso el vicario Juan de Sevilla al no permitir estos arrebatos de pietismo a
las monjas jóvenes. Cortó por lo sano. En la escuela de Agustín de Hipona la
verdad de la espiritualidad y su profundidad se miden en el cultivo de la
caridad fraterna. De seguro que aprendió la lección Dña. Teresa de Cárdenas.
Llegaría a priora de la comunidad, y bajo su priorato se formaron jóvenes en el
recto espíritu de la contemplación y la fraternidad agustinianas. Dos
sobresalen: Dña. Leonor de Toledo y Dña. Luisa de Bracamonte.
Dña. Leonor de Toledo, hija de Juan de Toledo,
«de la familia de los Marqueses de
Mancera, insigne por su observancia de la Regla»93. Profesa el 5 de febrero
de 1548, siendo priora Dña. Teresa y vicario fray Agustín Cruzat 94. Queda la
memoria de su vivencia profunda de la Regla agustiniana, buscando a Dios sin
cansarse en los adentros del alma, compartiendo el todo de su vida en la
comunidad de hermanas y valorando siempre más lo común que lo propio.
Dña. Luisa de
Bracamonte, natural de Madrigal, hija de Pedro Gumyel y
Dña. Beatriz de Alderete. Profesó en 1549, también bajo el priorato de Dña.
Teresa Cárdenas, siendo vicario fray Agustín Cruzat 95. Fue a fundar el
monasterio de San Ildefonso de Talavera de la Reina con la fundadora, Dña.
María Belón, ejerciendo el cargo de vicaria 96. Una vez más el monasterio de
Madrigal expande testigos de la contemplación y de la vida común.
Dña. Ana de Espinosa, natural de
Fresno, hija de Bernardo de Espinosa y Florentina de Myjancas, profesó el 25 de
abril de 1552, siendo priora Dña. Catalina de Guzmán, maestra de novicias Dña.
Isabel de Mendoza y vicario fray Agustín Cruzat 97. Esta monja será a la que
suplica fray Luis se le encomiende para que rece por él, estando encerrado en
la cárcel de la Inquisición.
Dña. María Belón, profesa el 3 de mayo de 1557, siendo priora
Dña. María de San Vicente, maestra de novicias Dña. Bernardina de Cárdenas
(¿emparentada con Dña. Teresa?) y vicario fray Francisco de Nieva 98. Fue la
fundadora, con San Alonso de Orozco, del monasterio de Talavera de la Reina,
del que sería la primera priora 99. Es tradición su esmerada vida
contemplativa, su amor a la fraternidad. Se dice que «entregó su espíritu al
Señor arrodillada»100. Un cuadro en el monasterio la representa en esa posición
ante una imagen de la Virgen.
Erróneamente
se ha considerado monja profesa del monasterio a Dña. María de Briceño, maestra que fue de Santa Teresa de Jesús en
las agustinas de Santa María de Gracia, de la ciudad de Ávila. Se conserva un
cuadro de esta religiosa en Madrigal, con la leyenda «muy observant» Pudiera no tratarse de la maestra de la Santa, sino
de Dña. María Birceña, hija de Francisco Birceño y María Velázquez, natural de
Arévalo, que profesó el 15 de agosto de 1479 101.
Por
último, Dña. Ana de Austria, hija de
D. Juan de Austria, sobrina, pues, de Felipe II. Profesó el 12 de noviembre de
1589, bajo el priorato de Dña. Mariana de Argumanes, siendo vicario fray Pedro
de Rojas. Llegó a ser priora del monasterio. Se conserva un cuadro de ella con
la leyenda «Dña. Ana de Austria» Se vio implicada en el proceso de Gabriel de
Espinosa, el famoso «pastelero de Madrigal», que se hizo pasar por el Rey D.
Sebastián de Portugal, muerto en la batalla de Alcazarquivir. Acabado el
enojoso proceso y ajusticiado el falso rey en la misma villa de Madrigal, Dña.
Ana fue desterrada por Felipe II a otro monasterio con severas medidas.
Muerto
Felipe II y vuelta a su monasterio de Madrigal se le restituyeron todos sus
derechos monásticos. La misma comunidad la consideró digna del priorato, que
ejerció con demostrado celo evangélico, y estando en él fue considerada digna
de dirigir la reforma del monasterio de las Huelgas, como ocurriera con su
lejana pariente Dña. María Esperanza de Aragón, aceptando el traslado como un verdadero
acto de servicio eclesial, dadas «su prudencia y grande religión». Consta su
gran obra de reforma de la comunidad cirterciense durante los 18 años de
abadiato, tras los que falleció en Burgos, el 28 de noviembre de 1629, siendo
sepultada a los pies del templo 102.
Junto
a ellas dos agustinos completan, por su estrecha relación con esta casa, el
sello de agustinidad en esta centuria. Se trata, en primer lugar, de Santo
Tomás de Villanueva, prior que fue del convento de Salamanca y del de Burgos,
entre otros oficios, como el de provincial de las Provincias de Castilla y de
Andalucía. La relación con esta casa se establece a través de las hermanas
María y María Esperanza de Aragón. Fue confesor de ambas 103. La figura de
Santo Tomás de Villanueva y su trascendencia en la Iglesia del siglo XVI en España
es conocida104. El talante pastoral del Santo, como religioso agustino y como
pastor de la Iglesia de Valencia, nos puede explicar de alguna manera la
trascendencia de su relación con la comunidad de agustinas de Madrigal, que se
establecerá en su condición de confesor y como prior del Convento de San
Agustín de Salamanca y superior de la Provincia de Castilla, a la que estaba
sujeta el monasterio de Madrigal. No se puede ocultar que en Tomás de Villanueva
se sintetiza una espiritualidad, la agustiniana, que tuvo que dejar huella
imborrable en aquella comunidad religiosa.
Otro
agustino singular del que consta una estrecha relación con el monasterio es
fray Luis de León. Ya dijimos sobre la relación existente entre el monasterio
de Madrigal y el Convento de San Agustín de Salamanca, desde los comienzos
mismos de la adscripción de aquél a la Orden agustiniana. El de agustinos de
extramuros era casa capitular de la Provincia de Castilla. Los agustinos salmanticenses
solían ser vicarios de las monjas de Madrigal. Sobre fray Luis consta que, al
menos en una ocasión, fue nombrado por el provincial visitador de la comunidad
de agustinas, y con ocasión de la visita se vio en la obligación de destituir
al vicario del monasterio, lo que le supuso granjearse un nuevo enemigo para su
proceso con la Inquisición 105. Encerrado en la cárcel inquisitorial el 30 de
marzo de 1572, escribe, al día siguiente, una pequeña lista de lo que
necesitaba, para que se lo entregaran al prior de Valladolid y se lo procurara.
Entre otras cosas pide: «que avise a Ana
de Espinosa, monja del Monasterio de Madrigal, que envíe una caja de polvos
medicinales que ella sabe preparar para las melancolías y pasiones del corazón»
y que «le encomiende a Dios sin cansarse» 106. Consta la estancia en
Madrigal en los años, 1568 107, 1589 y 1590 108. Y de nuevo, con motivo de la
celebración del Capítulo de la Provincia de Castilla, donde es elegido
provincial, en el convento extramuros; falleciendo nueve días más tarde, el 23
de agosto de 1591.
Siglo
XVII
No
es fácil que la fragancia de estos testimonios de vida entregada se diluyera
sin dar continuidad a aquel espíritu de contemplación y fraternidad que se
generó en las centurias precedentes. En el monasterio de Madrigal es fácil
encadenar los modelos de evangelio. Llegamos al siglo XVII. Tres nombres
sobresalen en la memoria viva de esta comunidad agustiniana. Invitan a
profundizar en las escasas huellas de fidelidad secular.
Dña. Bárbara del Píramo, hija de Conrado
de Píramo, «hermano del Serenísimo
Príncipe D. Juan de Austria» y María de Cotrel, baronesa de San Martín.
Profesó el 14 de noviembre de 1606, siendo priora Dña. Ana de Austria, e hizo
su profesión ante fray Hernando de Orozco, provincial de Castilla y vicario
general de las Indias 109. Era esta Dña. Bárbara sobrina de D. Juan de Austria
y prima de la priora que le tomó la profesión. Su padre, Conrado, era hijo de
Dña. Bárbara de Blomberg, con quien Carlos v tuvo fuera de matrimonio a D. Juan
de Austria 110.
Dña. Ana de Vega. La cita Herrera en su Alphabetum. Dice de
ella que «en nuestro tiempo, hacia 1632,
se dice que brilló por su santidad Dña. Ana de Vega»111. Se conserva un
cuadro de ella, con una leyenda que dice: «Dña.
Ana de Vega, muy contemplativa». Sigue la estela de mujeres contemplativas
de la centuria anterior: Las dos María de Aragón, María de Béjar, Luisa de
Bracamonte, María Belón... En Madrigal es fácil, ya lo dijimos, encadenar
testigos de lo que se ha vivido, desde el siglo XIV, ininterrumpidamente, hasta
nuestros días.
Dña. Ana María de Austria.
Su nombre completo era Ana María Juana Ambrosia Vicenta, hija del «Serenísimo Señor D. Juan José de Austria,
hermano del Rey nuestro señor D. Carlos segundo»; profesó el 1 de mayo de
1669, bajo el priorato de Dña. Bernarda Centeno, siendo su maestra Dña. Elena
Gutiérrez y Bustamante, y vicario del monasterio fray Diego Muñoz 112. Se
conserva un cuadro, en el que se le representa vestida de hábito agustiniano y
una corona en la mano.
Una
leyenda escrita en el lienzo dice: «La
excelentísima Señora Dña. Ana María de Austria, hija del Serenísimo príncipe D.
Juan José de Austria. Se consagró en este Real convento de edad de once años.
Fue dos vezes Priora i la primera a los 26 años de su edad. Acreditó méritos de
senectud en el gobierno y prudencia de todas virtudes y, especialmente, de
magnanimidad. Murió de edad de 41 años en 1705» Su lema era: «Diferencia de
lo temporal a lo eterno». Fue conocida como «La Excelente», excelente por su
caridad. Esa «senectud de gobierno» se lo adjudicaron sus propias hermanas,
–como la prudencia de todas las virtudes («nada en exceso») y su magnanimidad.
Estamos en el siglo XVII. Va a morir muy joven, pero recogió el testigo de las
dos Marías. Ya sabemos, los «astros brillantes»... Siendo priora mandó reformar
la iglesia del monasterio y construir el magnífico retablo de estilo barroco,
dorado todo él con pan de oro. La obra costó veinte mil reales 113.
Concluimos
nuestro trabajo con Dña. Ana María de Austria, que nos sitúa en los umbrales
mismo del siglo XVIII, proponiéndonos una continuación de este estudio hasta
nuestros días. Esta antología de nombres y vidas que aquí presentamos, desde el
siglo XIV al siglo XVII, con una centralidad en el XVI, es, como comenta
Jiménez Lozano, «el reflejo de toda una
hora de España, y sobre todo de los adentros del ánima, que es lo que vinieron
a buscar aquí todas esas mujeres» 114. Quedan en el silencio otras vidas,
innumerables; en el silencio de los claustros monásticos, el silencio del
anonimato, de la clausura, donde la alabanza divina, la contemplación y la
fraternidad agustiniana han mantenido, para bien del mundo, el eco de la
plenitud.
NOTAS
1. Título otorgado por el Rey Felipe IV, para su escudo.
Cfr. VEGA CARNICERO, J. de la, y GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, N., Madrigal de las Altas
Torres, Valladolid 1996, p. 32.
2. JAVIERRE, J. M., Isabel la Católica, el enigma de una
Reina, Salamanca 2004, p. 24.
3. ZURDO MANSO, F., y CERRO CALVO, E. del, Madrigal de
las Altas Torres, Recuerdos para una historia, Madrigal de las Altas Torres
1996, p. 20.
4. ENCINAS, A. de, Madrigal de las Altas Torres, cuna de
Isabel la Católica, Madrid, p. 18.
5. VEGA CARNICERO, J., o.c., p. 26.
6. Cfr. IDEM.
7. Cfr. IDEM, p. 29.
8. Cfr. IDEM, p. 30.
9. Cfr. IDEM, p. 32.
10. Cfr. VARIOS, Iglesia de San Nicolás de Bari. Madrigal
de las Altas Torres, León 2002.
11. Cfr. VIÑAS ROMÁN, T., «El convento agustiniano
extramuros de Madrigal de las Altas Torres», en La Ciudad de Dios, CCXIV (2001)
705-732.
12. Cf. IDEM., p. 725, y ZURDO MANSO, F., y CERRO CALVO,
E., o.c., p. 86.
13. Cfr. VELAYOS ZURSO, O., Vasco de Quiroga: olvido y
glorificación, Ávila 1992.
14. Cfr. LEONOR DE LA MISERICORDIA, OCD, Relación de la
vida de la venerable Catalina de Cristo, ed. crítica de Pedro Rodríguez e
Ildefonso Adeva, Burgos 1995.
15. (San), «Vida de San Agustín», cap. XXXI, Obras de San
Agustín I, BAC, Madrid 1970, p. 363.
16. Cfr. GUTIÉRREZ, D., Los agustinos en la edad media.
1256-1356, I/1, Roma 1980, p. 243.
17. Cfr. ibid.
18. Cfr. IDEM, p. 253-254.
19. Documento-Privilegio de Alfonso XI, Archivo del
Monasterio. Copia notarial de 1466. Cfr. VIÑAS ROMÁN, T., a.c., p. 706.
20. Citado en HERRERA, T. de, Historia del Convento de
San Agustín de Salamanca, Madrid 1652, p. 25.
21. HERRERA, T. de, Alphabetum Augustinianum (Alph.
Aug.), II, Madrid 1644 (ed. facsímil, Roma 1989), p. 147.
22. GUTIÉRREZ, D., o.c., p. 254.
23. Vid. nota 20.
24. IDEM, p. 25.
25. Cf. HERRERA, T. de, Alph. Aug., o.c., vol II, p. 54.
26. HERRERA, T. de, Historia..., o.c., p. 26.
27. Cfr. HERRERA, T. de, Alph. Aug., o.c., vol II, p.
148; IDEM, Historia..., o.c., p. 25.
28. Cfr. GUTIÉRREZ, D., o.c., p. 254.
29. Cfr. HERRERA, T. de, Alph. Aug., o.c., II, p. 148.
30. Cfr. VIÑAS, T., a.c., pp. 722-723.
31. GONZÁLEZ DE ÁVILA, G., Historia de las antigüedades
de la ciudad de Salamanca, Salamanca 1640 (ed. facsímil, Salamanca 1994), p.
290.
32. CÁMARA Y CASTRO, T., Vida de San Juan de Sahagún,
Salamanca 1891 (ed. facsímil, Salamanca 1996), pp. 167-168.
33. Cfr. GARCÍA ABAD, A., San Juan de Sahagún. Fenómeno
social del siglo XV, León 1994.
34. CÁMARA Y CASTRO, T., o.c., p. 168.
35. HERRERA, T. de, Alph. Aug.,
o.c., I, p. 210.
36. IDEM, Historia..., o.c., p.
26.
37. Cfr. IDEM, Alph. Aug., o.c.,
I, p. 142.
38. IDEM, Historia..., o.c., p.
26.
39. Cfr. CÁMARA Y CASTRO, T., o.c., pp. 237-238.
40. HERRERA, T. de, Historia.., o.c., p. 57.
41. Cfr. IDEM, Alph. Aug., o.c.,
II, pp. 93-95.
42. Ibid., I, p. 148.
43. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas de Madrigal, hijas
de Fernando el Católico, llamadas ambas Dña. María de Aragón. Documentos
inéditos (1490-1548) para sus biografías», en Analecta Augustiniana, LI (1988)
13-14. Esta colección de documentos fue publicada en tres entregas en la
Revista Analecta Augustiniana, en años sucesivos: LI (1988), LII (1989) y LIII
(1990). Citaremos la colección por el volumen correspondiente de la revista y
la paginación respectiva. Q. Fernández las nombra como María de Aragón (I) y
María de Aragón (II).
44. Cfr. VIÑAS, T., a.c., p. 710.
45. Cfr. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c., LI,
pp. 14-15.
46. Cfr. IDEM, pp. 15-16.
47. Cfr. IDEM, pp. 16-18.
48. Cfr. IDEM, pp. 20-22.
49. ROMÁN, J., Regla de San Agustín, Salamanca 1569
(transcripción y ed. privada, MANRIQUE, L., Málaga 1988), p. 29.
50. Cfr. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c., LI,
pp. 24-25.
51. Cfr. IDEM, pp. 26-27; 32; 35;
40.
52. Cfr. IDEM, pp. 27-28.
53. Cfr. IDEM, pp. 27-28.
54. Cfr. IDEM, pp. 37-39.
55. IDEM, p. 38
56. Cfr. IDEM, p. 40.
57. Cfr. IDEM, p. 41.
58. Ibid. 59. IDEM, p. 42.
60. IDEM, pp. 42-43.
61. Cfr. VIÑAS, T., a.c., pp.
712-713.
62. Cfr. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c., LI,
pp. 45-46.
63. IDEM, p. 45.
64. IDEM, pp. 46-47.
65. IDEM, pp. 48-49.
66. IDEM, pp. 52-56.
67. IDEM, p. 53.
68. IDEM, pp. 56-57.
69. Cfr. VIÑAS, T., a.c., pp. 714-715 (nota 23).
70. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c., LI, pp.
63-64.
71. IDEM, p. 64-65.
72. Cfr. IDEM, p. 69-70.
73. Cfr. IDEM, p. 70-71.
74. Cfr. IDEM, p. 71-73.
75. IDEM, p. 73-74.
76. Cfr. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c.,
LII, pp. 302-303.
77. IDEM, pp. 304-305.
78. IDEM, p. 306.
79. IDEM, pp. 307-308.
80. Cfr. IDEM, p. 308.
81. IDEM, p. 309.
82. Cfr. IDEM, pp. 310-311.
83. IDEM, p. 312.
84. IDEM, p. 313.
85. Ibid.
86. Ibid.
87. IDEM, p. 319.
88. Ibid.
89. Cfr. Libro de Profesiones. f. 14 v. Archivo del
Monasterio.
90. HERRERA, T. de, Historia..., o.c., p. 26.
91. Cfr. Libro de Profesiones. f. 37.
92. Cit. por HERRERA, T. de, Historia..., o.c., p. 26.
93. Cfr. IDEM, II, p. 148.
94. Cfr. Libro de Profesiones, f. 55 v.
95. Cfr. Libro de Profesiones. f. 58.
96. Cfr. BURÓN ÁLVAREZ, C., Vida del Beato Alonso de
Orozco, Madrid 1981, p. 115.
97. Cfr. Libro de Profesiones. f. 59.
98. Cfr. Libro de Profesiones, Fº. 63
99. Cfr. BURÓN ÁLVAREZ, C., o.c., p. 115.
100. HERRERA, T. de, Alph. Aug., o.c., II, p. 148.
101. Cfr. Libro de Profesiones, f. 12. Sobre Dña. María
de Briceño, la maestra de Santa Teresa, cfr. CARMONA MORENO, F., «Agustinas de
Ntra. Sra. de Gracia en Ávila», en las Actas de este Simposium.
102. Cfr. Dossier de artículos de YÁNEZ NEIRA, fray D.,
Una conspiración en Madrigal contra Felipe II. 1595-1995, Archivo del
monasterio de Madrigal.
103. Sobre la relación con Dña. María de Aragón: Cfr.
JOBIT, P., El Obispo de los pobres. Santo Tomás de Villanueva, Ávila 1965, pp.
79, 97-98. De su relación como confesor con Dña. María Esperanza de Aragón:
Cfr. FERNÁNDEZ, Q., «Las dos agustinas...», o.c., LIII, pp. 381, 385 y 391.
104. Cfr. CAMPOS, F. J., OSA, Santo Tomás de Villanueva,
San Lorenzo del Escorial 2001.
105. BELL, A., Luis de León, Barcelona 1927, p. 140.
106. VIÑAS ROMÁN, T., Fray Luis de León, Salamanca 1991,
p. 67; FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., Fray Luis de León. La poda floreciente (1591-1991),
Madrid 1991, p. 266.
107. BELL, A., o.c., p. 139.
108. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., o.c., p. 266.
109. Cf. Libro de Profesiones, Fº. 93 v.
110. FERNÁNDEZ BEOBIDE, C., «El proceso de Gabriel de
Espinosa, pastelero de Madrigal, según la historia», conferencia pronunciada en
Madrigal (1 de agosto de 1995). Archivo del monasterio de Madrigal.
111. HERRERA, T. de, Alph. Aug., o.c., II, p. 148.
112. Cfr. Libro de Profesiones, f. 146 v.
113. Cfr. Documento sobre Dña. Ana María de Austria.
Archivo del Monasterio de Madrigal.
114. JIMÉNEZ LOZANO, J., Madrigal de las Altas Torres.
Monasterio de Ntra. Sra. de Gracia, León 1994, p. 10.
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