domingo, 1 de enero de 2023

 

Don Clemente de Rojas y el Condado de Montarco


BANDO DE DON CLEMENTE DE ROJAS, ALCALDE REAL ORDINARIO DE LA VILLA DE VACIA-MADRID (2 DE ENERO DE 1834)

El documento que presentamos, depositado en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, perteneció a la colección del bibliófilo y coleccionista Luis Rodríguez de la Croix, nacido el 21 de junio de 1871 en Madrid y fallecido en torno a 1940 en Torrejón de Ardoz.

Según datos de la Real Academia de la Historia, figura en el Padrón de Madrid del año 1900, como desempleado, con domicilio en la calle Marqués de Villamagna nº 2 donde vive con su madre, Adelaida de la Croix Rodríguez, viuda, natural de Murcia.

Figurando tiempo después como transeúntes en Torrejón de Ardoz, allí se trasladará definitivamente en 1910 tras contraer nupcias con Vicenta Ruiz-Carriedo Cubillar, rica hacendada, natural de esta ciudad.

Coleccionista de libros desde 1899, sus temas preferidos fueron la caza, albeitería y equitación, así como la bibliografía e historia de Madrid, reuniendo alrededor de 2.000 obras, además de impresos y manuscritos abarcando de los siglos XVI al XIX.

Aficionado a la encuadernación, aplicó a muchos de los impresos y manuscritos coleccionados esta técnica artesanal para su mejor conservación, añadiendo su propio ex–libris en el que figura junto a su nombre, el escudo ribeteado por siete estrellas con el oso y el madroño de Madrid.

A su muerte, en torno a 1940, el librero y anticuario Julián Barbazán Beneit (1897-1969) adquirió este fondo de libros y documentos a la viuda, vendiéndolo finalmente a la Biblioteca Municipal de Madrid en el año 1955.

Este documento que presentamos consiste en un bando municipal dictado por el alcalde de Vacia-Madrid, Clemente de Rojas, propietario a su vez de la hacienda titulada de igual modo en esta localidad.

Se trata de un singular personaje madrileño dedicado a diversos negocios y del cual encontramos a priori estos datos en el Diario de Madrid, lo que, de entrada, nos da idea de su adscripción al partido absolutista del rey Fernando VII.

17/03/1821: Listado de ciudadanos que deben servir como milicianos en el Cuartel de la Plaza de la Constitución, barrio de Santa Cruz, de Madrid.

08/10/1823: Listado de Voluntarios Realistas para el Cuerpo de Caballería aprobado por el Ayuntamiento de Madrid, con el grado de Capitán de Milicias Provinciales.

Pero antes de hablar de él, vamos a tratar de situarnos en la época y a analizar en primer lugar los orígenes del Condado de Montarco, tema central de este trabajo.


ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Hasta ahora, a través de alguno de nuestros trabajos, habíamos ido viendo cómo desde la repoblación cristiana del alfoz madrileño los terrenos concejiles y dehesas del común de esta Comunidad de Villa y Tierra, fueron mermando a medida que se imponía el régimen de señoríos beneficiado por la Corona al menos hasta los tiempos de Juan II, política que irá mermando con los Reyes Católicos y el implante paulatino de la monarquía absoluta basada políticamente en una sociedad estamental y en unos principios económicos que se aplicarán hasta el siglo XIX y se conoce como el Antiguo Régimen.

Saltos históricos que abren paso a la modernidad y concluyen cuatro siglos después merced a las ideas ilustradas, a la revolución industrial y a los cambios del sistema productivo, que confluirán en el nacimiento de un nuevo  orden social basado en la libertad individual y en la igualdad de todos los sujetos frente a la ley, acabando con los estamentos y animados por la idea de progreso social  o colectivo. Ciencia y Progreso serán los grandes pilares de esta etapa.

Son los requisitos básicos que demanda el sistema económico emergente para dar transparencia a la libre concurrencia de los individuos al doble circuito de la producción y del mercado en que se basa, siguiendo el ideario trazado por Adam Smith en The Wealth of Nations.

El individualismo filosófico significa una toma de conciencia de los ciudadanos frente a los poderes; el político, el económico, e inclusive el religioso; que deviene en una actitud de lucha por otra realidad y concluye con la formación y consolidación de la clase social emergente, la burguesía, que va a erigirse como la clase conductora por derecho y a dotarse de todos los medios posibles para ejercer ese control mediante la adquisición de un elevado patrimonio y la ascensión a lugar preeminente en la escala social.

De aquí arranca nuestro análisis para esclarecer la urdimbre de cómo se da este proceso en nuestro entorno territorial. En este paisaje donde abundan las grandes extensiones puestas en manos privadas que contemplamos al atravesar estos campos.

Desde siempre nos ha llamado la atención  la existencia de extensas dehesas, cotos y cercados que encontramos a cada paso por estos contornos, ya sea en el municipio de Arganda, de Morata, de San Martín, de Pinto, de Getafe, de Rivas-Vaciamadrid o cualquier otro; y como decíamos, nos remite a preguntarnos qué pasos se dieron en la propiedad de la tierra desde aquellos inicios de propiedad concejil o comunal del territorio  hasta coronar el panorama que contemplamos.

Queremos esbozar algunas de las claves que ayudan a explicar los saltos producidos en los mecanismos de apropiación del recurso más primario de todos los recursos económicos, desde el neolítico y la antigüedad hasta nuestros días: la propiedad de la tierrafuente básica de riqueza, que como hemos ido viendo termina en manos de dos estamentos, la nobleza y el clero, a lo largo del Antiguo Régimen, y que la nueva clase burguesa, la clase revolucionaria que lo rompe, es capaz de atraer hacia sí, apropiándose de los despojos del desmembramiento del sistema fenecido.

Tras la caída la sociedad estamental y los privilegios del clero y la nobleza, se alzan sujetos como Don Clemente de Rojas, con iniciativa, a la conquista de las oportunidades que se van generando con la subasta de bienes confiscados o desamortizados, fundamentalmente del clero, a muy bajo precio.

EL CONDADO DE MONTARCO DE LA PEÑA DE BADIJA

Antes de hablar de Don Clemente de Rojas vamos a intentar hacer un  rápido repaso de nuestra historia en los convulsos años de la invasión napoleónica de la península ibérica para tratar de valorar algunos de los importantes cambios que se produjeron y al tiempo analizar la paradigmática trayectoria de un pro-hombre de la época que además fundó el condado cuya trayectoria posterior intentamos exponer.

La guerra de Independencia, llamada Peninsular por los ingleses, fue un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestro país pues las pasiones que desató vinieron a colmar el convulso ambiente resultante del choque de las ideas innovadoras y aperturistas del llamado período ilustrado, con las defensoras del inmovilismo y ajuste a la más rancia y férrea tradición. Un debate que ponía en jaque todo el sistema del Antiguo Régimen y abrió este país a una nueva era.

Un investigador de la Universidad Complutense, Alberto Esperón Fdez., ha profundizado en el significado de este proceso precisamente a través de la figura que antecede a Clemente de Rojas en la adquisición de un título nobiliario y en su meteórica trayectoria existencial tan del momento.

Este personaje se trata de Juan Francisco de los Heros, noble afrancesado, del que nos muestra su ascenso y caída, y queremos resumir aquí.

Este noble, de origen vasco (Molina de Carranza, 1749) y familia con cierta posición económica e implicación en la política (nieto de regidor, hijo de alcalde) se verá avalado por su tío paterno, rico comerciante colonial asentado en Madrid (Cinco Gremios Mayores y Reales Sociedades de Madrid y Vascongadas), ilustrado de pensamiento y obra, quien le costeará lo estudios universitarios en Alcalá de Henares, doctorándose en Leyes y Cánones, obteniendo una cátedra en la misma universidad.

Su matrimonio con una viuda rica, Teresa de Salazar, Marquesa de Someruelos, elevó notablemente su patrimonio.

Tras pasar por las Reales Sociedades de su tío fue nombrado fiscal del Consejo de Hacienda, y en 1789, en recompensa por  los servicios prestados a  la Corona, Caballero de la Orden de Carlos III, recibiendo el título de Conde de Montarco de la Peña de Badija que le entrega Carlos IV; siendo un claro ejemplo del ascenso de las élites hidalgas locales, proceso incentivado por la Monarquía en detrimento de la antigua nobleza.

Esta nueva nobleza mostrará un carácter más emprendedor y progresista, siendo  Manuel Godoy el arquetipo de estos personajes que han alcanzado un lugar privilegiado junto al monarca, y del cual, el Conde de Montarco de la Peña de Badija, será estrecho colaborador, alcanzando en 1798 el  grado de Secretario del Consejo de Estado, y en 1803 el cargo de Gobernador del Consejo de Castilla.

Tras los sucesos de mayo de 1808  y la entrada del ejército francés, el partido godoyista se pliega a la causa de José Bonaparte, ligando a él su suerte movidos por un ideario ilustrado, abogando reformas políticas, económicas y un estado más laicista similar al instaurado en Francia tras la Revolución (1789).

Frente  ellos el partido fernandino aboga por el regreso de Fernando VII, promoviendo la caída del impostor y el apoyo popular para su causa.

Las élites permanecen indecisas ante la marcha de la guerra. La batalla de Bailén (julio.1808) genera falsas expectativas y José Bonaparte pierde sus apoyos al evacuar Madrid y salir hacia Vitoria, apoyos que se sumarán a la causa patriótica.

Se producen conatos de violencia con asalto de residencias de nobles sospechosos de colaborar con el rey francés, como le ocurrió al Marqués de Perales en su casa de la calle de la Magdalena donde fue linchado en medio de un tumulto.

La Junta Central propone para un cargo al Conde de Montarco de la Peña de Badija, quien lo acepta a regañadientes pues no tiene muy claro apoyar a la causa de Fernando, mas finalmente lo apartan por sospechoso de afrancesado.

En noviembre de 1808Napoleón Bonaparte llega personalmente a España a reinstaurar a su hermano José, derrotando al ejército de la Junta Central en Somosierra, castigando con mano dura a los traidores e interviniendo sus haciendas.

Diversas comisiones de ciudadanos de toda condición, amedrentados, se presentan en Valladolid ante el emperador en enero de 1809, rogando el regreso  de su hermano, que llega ese mismo mes a Madrid jurando nuevamente su firme compromiso con las reformas prometidas y el mantenimiento de la independencia de España.

El Conde de Montarco de la Peña de Badija será uno de los llamados a participar en la construcción de este proyecto de gobierno, y dada su alta implicación le serán concedidas numerosas mercedes junto a los demás componentes del entorno cortesano.

José Napoleón inicia el primer proceso desamortizador de nuestro país y esos nobles o personas pudientes afectas a la monarquía serán los primeros beneficiados.

Los recursos captados de las órdenes religiosas pasan a bajo coste entre sus colaboradores para paliar a la vez el grave déficit fiscal del reino.

Gracias estas ventajosas condiciones el Conde de Montarco  de la Peña de Badija adquiere múltiples fincas urbanas en la ciudad de Madrid y algunas  otras rústicas en la provincia de Córdoba.

A todo esto, las proclamas contra los colaboradores del bando josefino son constantes apareciendo el Conde de Montarco como uno de los enemigos más repudiados e incluso se le añade a la lista de reos de alta traición castigada con pena de muerte.

Su propio hijastro repudia públicamente a la familia jurando fidelidad a la Junta Central, y cuando el conde parte a Sevilla, a dirigir la administración de la región andaluza, su esposa ha de permanecer en Madrid. Algunas de sus cartas, interceptadas por la guerrilla, aparecen publicadas para escarnio del Conde.

Su esposa alega en su testamento (mayo.1811) que su economía es precaria y por avatares de la guerra han perdido casi toda su cabaña ganadera.

En 1812 es imparable el avance de la fuerza conjunta anglo-española-portuguesa y el conde es evacuado a Zaragoza por el ejército para finalmente abandonar el país.

En el listado de la primera emigración política del siglo XIX español, que elaboran los propios afrancesados, se le ubica en la ciudad de Pau, en 1813.

Pero según otros registros oficiales, aparece en Montauban, donde fallece (diciembre.1814), seis meses después de que su esposa haya fallecido en Madrid.

En España se procede a confiscar los bienes que ha adquirido el Conde de Montarco de la Peña de Badija durante la dominación josefina, y a falta de descendencia directa, es su hermano Nicolás de los Heros quien hereda el título, y tras su fallecimiento en 1818, el hijo de éste último, Eusebio Mª de los Heros, quien opta por venderlo a D. Clemente de Rojas con fecha de 9 de julio de 1824, amparándose en la licencia que Carlos IV había concedido a su tío Juan Fco. a efectos de poder traspásarlo fuera del ámbito familiar.

Los descendientes de Clemente de Rojas serán los depositarios del título hasta el momento actual cual fiel ejemplo de la nueva nobleza que desplaza a la llamada vieja nobleza.

Prestamistas y asentistas estuvieron a la cabeza de estas maniobras, lucrándose sobre todo de las propiedades enajenadas a las órdenes religiosas, y en siglos anteriores fue la propia monarquía la expendedora de títulos nobiliarios para satisfacer deudas, enajenando el honor  de los que los alcanzaron por méritos propios o servicios a la corona.

Y no solo se compraban títulos; también eran comprados cargos en hacienda, justicia o milicia.

Con unos u otros el ascenso social a posiciones de privilegio estaba garantizado.


Retrato de Clemente de Rojas

EL CONDADO DE MONTARCO

Recopilando datos sobre Don Clemente de Rojas, hemos encontrado un interesante artículo aparecido en la revista de Genealogía y Heráldica “Cuadernos de Ayala”, nº69 Enero-Marzo.2017, en el que tomando como punto de partida un lienzo existente en el Palacio de Montarco, ubicado en Ciudad Rodrigo (Salamanca) se hace un estudio de las condecoraciones de este personaje considerado héroe del 2 de mayo, esclareciendo con ello algunos aspectos de su vida.

El retrato que mostramos es en realidad un retrato alegórico de la figura de D. Clemente, que sin ser su representación física real, plasma su status social a través del uniforme que viste, ciñendo un espadín, y de las condecoraciones y medallas que ostenta sobre el mismo.

Una costumbre seguida desde antaño por la nobleza, dejando así buena imagen de su ascendencia social y de la posición de prestigio alcanzada.

Esta imagen, que se colgaba en lugar destacado del salón del palacio o residencia familiar, era expuesta para contemplación de todos, propios y extraños, como los blasones a las puertas de las casas nobiliarias.

Son diez las condecoraciones que aparecen prendidas al uniforme de alrededor de 1824-1833, de la Orden Pontificia de la Espuela Doradavulgo San Silvestre.

En el expediente titulado “Relación de méritos y servicios patrióticos y conducta política observada durante la revolución por Don Clemente de Rojas vecino de esta Corte” queda clara su adscripción a la causa del partido fernandino durante la dominación francesa, guerra de Independencia, y años posteriores.

Igualmente, el expediente personal como Tte. Coronel graduado de Milicias Provinciales, y el de su nieto, Eduardo de Rojas Alonso, Oficial del Cuerpo Admtivo. del Ejército, aportan un caudal importante de datos al respecto de ambos personajes.

El expediente de la concesión de la Medalla del 2 de mayo es otro importante documento para la interpretación del papel histórico jugado por Don Clemente de Rojas en aquella jornada.

Con algunas de las medallas y condecoraciones que se observan, prendidas al uniforme -no militar- de Caballero de la Orden Pontificia Espuela de Oro (1829), se elabora esta relación:

1/ Cruz de distinción de 2 de mayo. Creada en 1815.

2/ Medalla Defensa de Tarragona. Creada en 1815.

3/ Medalla Batalla de Almonacid. Creada en 1816.

4/ Medalla Ejército de Reserva de Andalucía. Creada en 1814.

(Se desconoce el porqué de la concesión de estas medallas pues sólo consta su presencia en hechos de armas del 2 de mayo madrileño)

5/ Estrella de la Legión de Honor francesa.

6/ Lis de Francia.

7/ Insignia Escudo de la Fidelidad.

8/ Escudo de los Defensores del altar y leales al trono y soberanía del Rey (1823). Concedida a los defensores del absolutismo.


DATOS BIOGRÁFICOS DE DON CLEMENTE

Nacido en Cádiz, año de 1778, hijo de D. José de Rojas y Trujillo y de Dña. Juana Pampín Rodríguez, en el seno de una familia quizás emparentada con los Rojas de Antequera (Málaga).

Dotado para la industria y el comercio, se instaló en Madrid en el año 1800, abriendo una fábrica de naipes en la Plaza del Ángel nº 20 que pronto alcanzó título de Real Fábrica, y una industria de productos químicos y explosivos, además de mantener negocios inmobiliarios y taurinos.

El día 2 de mayo de 1808 se unió a un grupo de paisanos y militares dirigidos por el capitán barcelonés, D. Andrés Rovira y Valldocera, a quien D. Clemente sugirió apoderarse del Parque de Artillería de Monteleón.

Unidos a una Compañía del Rgto. de Voluntarios del Estado y al capitán, D. Pedro Velarde, lograron reducir a la guardia francesa y repartir armas al pueblo.

Puestos a la defensa a raíz del contraataque francés, D. Clemente dirigió el fuego de un cañón, resultando herido de bala en un muslo.

Evacuado a su casa, ubicada en la Calle de la Cabeza nº 12, fue atendido por el cirujano D. Joaquín Mayor.

En la convalecencia siguió en Madrid, y como hombre de negocios que era, consiguió aprovecharse de las ventas y desamortizaciones del rey intruso, José Bonaparte, aunque mantenía sus convicciones y apoyo al partido fernandino, dando clara muestra de la postura utilitarista burguesa.

Durante la escasez de pan de 1811 mantuvo a su costa la Casa de Niños Expósitos, vulgo Inclusa, con amas de cría e infantes, y el Colegio de Niños Desamparados.

En 1811 aportó a los Reales Hospitales Generales, 20 Reales diarios, dos arrobas mensuales de quina y el producto íntegro de dos corridas de toros, dada su condición de empresario taurino.

Tras la salida de los franceses evitó el saqueo del Cuartel de Caballería de la Plaza de la Cebada y del Cuartel de Guardias de Corps (Conde Duque), donando 100 camisas para los soldados, 600 Reales para vestir reclutas del Rgto. de Logroño, 40 pares de zapatos al Batallón de Lena, obsequiando al Duque del Infantado, Coronel de Reales Guardias Españolas, con 12 papeletas para los oficiales y un tendido entero para 100 soldados en las corridas de celebración de la reconquista de la Villa y Corte.

Se dice que durante la contienda espió para la Junta Central de Cádiz, manteniendo correspondencia secreta (1811-1812) con el Marqués de Portazgo, jefe del Ejército de Galicia, debiéndose a su información el sitio y toma de Astorga.

Custodió, escondidas en su casa, cuatro banderas del Rgto. de Reales Guardias Españolas, además de mediar ante los generales franceses para salvar vidas de numerosos prisioneros, ayudando a fugarse a los huidos con diversos disfraces.

En 1824 adquirió el título de Conde de Montarco de la Peña de Badija al precio de 340.000 Reales, que entregaría a Manuel María de Rojas Lafer, único descendiente de su matrimonio con Dña. Manuela Lafer Juncosa, aragonesa de la Puebla del Alfidén. Puede que con la entrega al hijo tratara de eludir el abono a la Hacienda Pública de los derechos del título: La media annata y servicio de lanzas.

Una nota de la Contaduría General  de Valores del Reino, publicada en el Diario de Madrid (11.noviembre.1836), concede un plazo de treinta días para dar término a las liquidaciones pendientes ante la Hacienda Pública por derechos de título. Entre el largo listado de nobles pendientes de pago aparece el Conde de Montarco de la Peña de Badija, y no debió saldarse la deuda del todo ya que en el Diario Oficial de Avisos de Madrid aparecen dos Avisos, de fechas 27.junio.1864 y 18.septiembre.1864,en los que la Junta Gral. de Acreedores de la testamentaría de Clemente de Rojas debate la enajenación de este título nobiliario. Y que se llevó a cabo lo confirma el periódico La España, de fecha 10.enero.1867, anunciando la publicación por parte de la Dirección de Contribuciones de los siguientes títulos vacantes: Marqués de Acapulco, Conde de Vergara, Conde de Mérito, Vizconde de Eza y Conde de Montarco de la Peña Badija. El 3er. Conde, Eduardo de Rojas Alonso (1836-1897), debió resolver a tiempo el problema para no perder el título.

Su abuelo, D. Clemente, también se procuró en 1816 las charreteras de Capitán graduado de Milicias Provinciales, alegando sus servicios durante la guerra.

Ascendido a Tte.Coronel graduado, solicitó en 1830 el grado de Coronel, alegando en esta ocasión sus servicios contra los constitucionales.

A través de las Cartas de seguridad obtenidas para poder fijar residencia en la Corte se sabe que vivía en la Plaza del Ángel nº 20, en 1823, donde también tenía la Fábrica de Naipes; trasladándose en 1830 a la Calle de Carretas nº 20, frente al Café del Ángel.

Falleció en Madrid, el día 25 de junio de 1851.

Existe una relación de los bienes comprados en 1810, por los que fue procesado:

Una casa en Sacedón (Guadalajara). Dos casas en Móstoles (Madrid). Una casa en Madrid, Calle de San Andrés. Seis casas en Alcalá de Henares (Madrid). Varias fincas en el Lugar de Vaciamadrid (Madrid).

La compra de bienes nacionales del Gobierno josefino le supuso la apertura de un proceso en 1820, encausado por la Junta Suprema de Reintegros.

En sentencia del Tribunal Supremo, de fecha 27 de septiembre de 1873, constan los pormenores de la enajenación del título de Conde de Montarco de la Peña de Badija, efectuada en 1824 por Eusebio de los Heros, tras la muerte de su tío en Montauban (Francia) el 29 de diciembre de 1814.

El rey de España, Alfonso XII concedió ex novo  nueva denominación del título de Conde de Montarco, suprimiendo la coletilla “de la Peña de Badija”. Año de 1879.


DATOS FAMILIARES POSTERIORES DE LOS CONDES DE MONTARCO

 Como hemos visto, no fue Juan Francisco de los Heros (1749-1817), quien vendió el título a Clemente de Rojas, como aparece en algunos libros, sino su sobrino, Eusebio, el 9 de julio de 1824, amparado en la licencia otorgada por Carlos IV para el traspaso de tal merced fuera del ámbito familiar de origen.

Tampoco está enajenación fue efectuada en 1814, como se cita en otros lugares. Ese fue únicamente el año del fallecimiento del titular (29 de diciembre de 1814, Montauban, Francia)

Una descendiente de D. Clemente, Ana de Rojas Pardo-Manuel de Villena (Madrid, 1944), ha publicado recientemente unas memorias en forma de novela titulada “La carta perdida: En memoria de las condesas de Montarco” (2019), aportando numerosos datos de la historia familiar.





Anteriormente, en colaboración con su primo Juan Melgar de Escoriaza, había publicado un álbum fotográfico de la familia titulado “Los Condes de Montarco”, editado en 2009 por la editorial Amberley.

Siguiendo un orden cronológico, sabemos que el hijo de D. Clemente de Rojas, Manuel María de Rojas y Lafer, escribano de Fernando VII, fue nombrado Regidor de Madrid y Comendador de la Orden de Isabel la Católica. Contando con su padre, sería el 2º Conde de Montarco teóricamente.

Era hijo único, y estando de escribano junto al Rey se enamoró de su amante, Isabel Alonso Aranda, con la que se casó en marzo de 1836, dos meses después del nacimiento de su primogénito, Eduardo de Rojas Alonso (1836-1897), 3er. Conde de Montarco.

Eduardo de Rojas Alonso perteneció al Cuerpo de Admón. militar, ingresó en el partido conservador de Cánovas, fue diputado por Almería, senador vitalicio y alcalde de Madrid en 1896. Casado en 1868 con Carmen de Vicente Ortega (1848-1919), tuvieron de descendencia nueve hijos, uniendo el título del Condado a la fortuna familiar de ella, y estableciendo su residencia en la Quinta Santa Engracia, de Madrid, donde Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor del Ayuntamiento, acondicionó unos muy afamados jardines visitados por las clases altas de la época.

Este matrimonio compró casi todas las propiedades del Monte Igueldo de San Sebastián y construyeron la primera piscina de Madrid en su finca de Vaciamadrid, poseyendo además un palacio renacentista en Ciudad Rodrigo (Salamanca) que pasaría a llamarse Palacio de Montarco.

La primogénita se instaló en un pabellón de la Quinta de Santa Engracia, y casada con el Conde de Villamonte, se divertía con su aristocrática pandilla en medio de  cenas y bailes de leyenda. Dicen que cuando se retiraban los amigos charlaba con los serenos recriminándoles abrir tan pronto los portales. Durante la guerra, estas amistades le valieron la protección de los milicianos de la CNT en San Sebastián.

Su hermano, Manuel de Rojas Vicente (1882-1928) no heredó la fortuna de la madre pero si el título de 4º Conde de Montarco.

Casado en 1908 con Blanca Ordóñez Lecároz (1887-1971), hija de Ezequiel Ordóñez Glez. (1843-1918), rico hombre de negocios que llegó a ser Director Gral. de Beneficencia y Sanidad, diputado, senador vitalicio, Subsecretario del Ministerio de Ultramar y otros cargos, casado con Juana Mª Lecároz Anoreta (1856-1892), mestiza a la que conoció en Filipinas cuando instaló allí una fábrica de cervezas San Miguel.

Blanca Ordóñez abandonó a su marido Manuel y marchó a París con el extremeño Francisco Marroquín, funcionario del cuerpo diplomático, con el que convivió durante 30 años y proclamó como “el amor de su vida”.

Eduardo de Rojas Ordóñez (1909-2005) fue el 5º Conde de Montarco. Hijo del matrimonio formado por Manuel y Blanca. Casado en 1931 con María del Consuelo Pardo-Manuel de Villena Jiménez (1902-1964), celebraron la boda  en la iglesia de San Jerónimo el Real, vulgo los Jerónimos, en la mayor intimidad.

Ella era hija del 1er. Duque de Arévalo y de la 3ª Marquesa de Casa Jiménez. Su hermana Mª Mercedes era Baronesa de la Puebla de Benferri. Su hermana Pilar, Vizcondesa de Torrealmiranta. En conjunto el apellido Pardo-Manuel de Villena va ligado a los siguientes linajes: Barones de la Puebla de Benferri, Barones de Monte Villena, Condes de Vía-Manuel, Duques de Arévalo del Rey, Grandes de España, Marqueses de Casa Jiménez, Marqueses de Rafal, Marqueses de Valdesevilla, Marqueses de Vellisca, Marqueses de Villa Alegre de Castilla, Vizcondes de Peñaparda de Flores y Vizcondes de Torre-Almiranta.

Tras su fallecimiento, Eduardo contrajo matrimonio de segundas nupcias en el año 1968 con la modelo Charo Palacios, editora de la revista Telva.

Ana de Rojas Pardo, hija de Eduardo y Mª del Consuelo, narra en su novela este último período y los sinsabores del matrimonio roto de sus padres. Matrimonio del que nacieron cinco hijos: Blanca, Juan Manuel, Carlos, Fernando y Ana Mª.

Su padre, amigo personal de José Antonio Primo de Rivera y miembro del grupo fundador de la Falange, poseía el carnet nº 13 de esta organización.

En 1928 había estado a cargo de las explotaciones agrarias de Madrid y Murcia. La guerra le sorprendió en Madrid, y refugiado en la embajada de Holanda, consiguió huir a Marsella. La Gaceta de la República: Diario Oficial, le incluía en junio de 1938 entre los enemigos del régimen y anulaba su título, de conformidad con informes presentados por la Junta Provincial de Madrid.

Acabada  guerra se alistó en la División Azul. Sufrió una detención en Bielorrusia. Amigo de  Ramón Serrano Suñer, cuñado del Generalísimo,  dirigió en un primer momento la prensa del Movimiento, fundando en 1945 la Gaceta Rural, interesante publicación defensora del medio agrario que llegó inclusive a recibir sanciones del régimen en 1956, por mostrarse crítica con las políticas de Franco.


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Cuenta su hija Ana, que a Eduardo de Rojas le tocó en herencia una parte de una gran finca de Vaciamadrid, pero lo cambió a su hermana Blanca por el palacio de Ciudad Rodrigo.

La esposa de Eduardo es la dueña de la finca El Palomar según figura en una de las historias escritas sobre el pueblo de Rivas-Vaciamadrid, firmada por el cronista de esa localidad, Agustín Sánchez Millán2002.

Blanca de Rojas Pardo-Manuel de Villena (1932-2014), primogénita de Eduardo de Rojas y hermana mayor de Ana, recibió el título de 6ª Condesa de Montarco.

Casada con Miguel Zuazo de León (fallecido 1997), se instalaron en la finca de Balborraz, comarca de Ciudad Rodrigo, y tuvieron tres hijos.

Fallecida Blanca de Rojas en 2014, y tras el rechazo a la sucesión de Rodrigo, el mayor de los hermanos, el título ha recaído en el segundo hermano, Joaquín Zuazo de Rojas, como 7º Conde de Montarco, según Orden JUS/134/2016 publicada en el BOE núm.36/ 11 de febrero de 2016.





VACIAMADRID Y LOS CONDES DE MONTARCO

Como vemos por el bando de prohibición de caza, D. Clemente de Rojas aparece como Alcalde Real ordinario de la villa de Vacia-Madrid en el momento de la firma, 2 de enero de 1834.

Por esas fechas, iba cobrando efecto la abolición del régimen de los señoríos iniciada por las Cortes de Cádiz en 1812 y culminada en 1837 con la regencia de María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII.

El último Señor de Vaciamadrid fue el XII Conde de Altamira, Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo (1777-1837).

Desde 1838, en que es propuesta la fusión con el municipio de Rivas, hasta la agregación definitiva en 1845, pasa a depender de Arganda y de Vallecas por breves espacios de tiempo.

Todo el municipio está repartido entre grandes familias propietarias, -siendo una más la de Clemente de Rojas-, que aprovechando diversas coyunturas favorables como fueron las primeras desamortizaciones del rey José Bonaparte y las sucesivas de Mendizábal y Madoz, compraron fincas y bienes inmuebles por doquier en éste y otros muchos lugares de la geografía madrileña.

La zona es un lugar de caza por la confluencia de dos ríos y la fronda de esos parajes, además de ser encrucijada histórica de caminos.

El Camino del Onceno señala aún la ruta que Alfonso XI (1311-1350) acostumbraba recorrer en sus jornadas cinegéticas por estas cumbres y cantiles.

Felipe II también tuvo muy en cuenta esta característica incluyendo en su proyecto de Bosque Real, el Real Sitio de Gózquez y Palacio de Vaciamadrid (1589). Desde entonces se conoce el paraje en litigio llamado el Rincón de los Ciervos, entre Pajares y El Porcal.

Sabemos que Fernando VI acostumbró salir a la caza de lobos por estos parajes (1756), donde también abundaban los jabalíes («puercos salvajes») que dieron nombre desde la Edad Media al Soto del Porcal, así como los corzos y venados (Ribacorza es otro de los topónimos del lugar que se cita en los linderos de la Quadrilla segoviana (1302) de Sant Martín, Ballecas e Riba Corça).

Adelardo Ortiz de Pinedo dedica así mismo, en su obra “Los cazaderos de Madrid” (1898), un apartado dedicado a la riqueza cinegética del lugar (Capítulo XI).

Los bandos para el vedado de la caza y de las pesca fueron constantes. El Conde de Oñate, propietario del Soto de Coberteras, prohibía en 1828 la caza en el lugar. En 1767 varias Órdenes y Cédulas Reales prohíben la caza, la pesca y la recogida de leña en las posesiones del Real Sitio de Gózquez, cuando el prior del Monasterio del Escorial aún conservaba la capacidad de arrendar la caza a particulares.

El bando de Clemente de Rojas acota la zona de la veda del modo siguiente:

Desde Casa de Eulogio a la Cueva de los Migueles (km.17 A-3, actualmente desaparecida). De aquí a las Cabezas de Rivas bajando al río Jarama por el Barranco de Vis, continuando aguas abajo a la junta de los ríos en el sitio de Cuelgamures (despoblado medieval, junto Casa de Román).

En el mapa adjunto podemos ver los límites del Lugar de Vaciamadrid en 1881.

Los planos de deslinde de 1870 también nos dan pistas sobre el nombre de algunos propietarios del sitio. Vemos que los terrenos confrontados al Sur del término de Vaciamadrid con el término de San Martín de la Vega, entre la linde con Getafe y la linde con Arganda, pertenecen a tres propietarios: D. Manuel de Rojas (3er.Conde de Montarco)Herederos de D. Antonio Murcia y D. Miguel Roselló.

Como buena zona de pastos que era, también se asentaron ganaderías en el lugar. La Memoria de la Junta Calificadora de los Productos de la Industria Española señalaba en 1845 las seis mejores cabañas ganaderas del momento: Duque del Infantado, El Escorial, Guadalupe, Paular, Montarco y Campo Alanje.

En el Archivo Municipal de Arganda constan dos expedientes sobre despojo de terrenos de Vaciamadrid, propiedad de Manuel de Rojas, por los ganados de Pedro Pablo Fdez., vecino de Arganda (1854), y sobre labores de demarcación y medición de Coto Redondo en Vaciamadrid, propiedad de Manuel de Rojas (1871).

Hay noticias sobre la solicitud del ayuntamiento de Arganda en 1839 a la Diputación a fin de que le sea agregado Vaciamadrid, “al haberse hecho cargo de las propiedades de D. Clemente de Rojas, fincas que le han sido embargadas por diversos impagos”. Solicitud que la Diputación rechaza.

En la Gaceta de Caminos de Hierro aparece un Acta de Junta General con fecha de 15 de mayo de 1880 donde se cita como accionista al Conde de Montarco, por entonces Eduardo de Rojas Alonso. Quizá a ello se deba que en la línea ferroviaria del tren del Tajuña, el apeadero situado junto al Balneario de Capa Negra se denominó Apeadero de Montarco, construido en 1892, y a que los terrenos donde se construyó pertenecieran a esta familia.

Cuando en 1942, el organismo estatal Regiones Devastadas tramita la reconstrucción del poblado de Vaciamadrid, arrasado por la guerra,  el propietario de El Porcal cede terrenos para la construcción de 25 viviendas protegidas y edificios públicos.  Trató también el gestor municipal de adquirir tierras de Blanca de Rojas Ordóñez, hermana del 5º Conde de Montarco.

Ante la falta de acuerdo se procedió a la expropiación forzosa tras declararlas Suelo de utilidad pública, pagando a 500 pesetas la fanega, aunque las obras finalmente se demoraron.

Cuando se retoman, en 1949, el nuevo propietario del terreno, Wenceslao García, opta por donarlas generosamente al Ayuntamiento. Finalmente, en 1959 se inauguró el nuevo poblado, según recuerda Agustín Sánchez Millán en su historia de Rivas-Vaciamadrid, (2002), comentando además que las únicas fincas que mantienen propietarios por línea sucesoria son: Rivas, El Negralejo y Casa Eulogio.

La Casa de Doña Blanca, que en algunas cartografías han figurado como Casa  de Peña Blanca, es una construcción enclavada sobre algunos restos originales del caserío del Vaciamadrid anterior a la guerra civil, que en los años sesenta se edificó con materiales pobres, calambucos o bloques prefabricados de hormigón, a modo de granja ganadera, formando un cuadro rematado con cuatro torretas que hoy presentan un aspecto ruinoso colmatado de escombros.

Su nombre se debe a la última propietaria, Dña. Blanca de Rojas Ordóñez (1910-1988), la que permutara con su hermano Eduardo, 5º Conde de Montarco, el palacio de Ciudad Rodrigo a cambio de estas fincas que recibieran en herencia.


EL XII CONDE DE ALTAMIRA: ÚLTIMO SEÑOR DE VACIA-MADRID

Como se ha dicho en otro lugar el primer paso para la abolición del régimen señorial lo dieron las Cortes de Cádiz en el año 1812, proceso culminado en 1837, durante la Regencia de Mª Cristina.

Tras la compra de Vaciamadrid con rentas y vasallos por el Conde Duque de Olivares (1637), ya nombrado alcaide perpetuo por Felipe IV, se hacen cargo sus descendientes de esta posesión.

Anteriormente, en el año 1627, el Conde Duque ya había nombrado Tte. Alcalde a D. Diego Messía, Marqués de Leganés.

En 1700, el Marqués de Leganés, nieto del Conde de Olivares, solicita del Rey, dada su condición de alcaide de la Casa Real de Vaciamadrid, sea segregada esta posesión del Real Sitio de Aranjuez, accediendo el monarca mediante Real Cédula de 1º de septiembre de 1700.

Su descendiente, el VIII Marqués de Leganés, a su vez XII Conde de Altamira, fue el último titular del Señorío de Vaciamadrid.

Se llamaba Vicente Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo (1777-1837), y resulta simpática su imagen de niño pintada por Goya sobre un lienzo conservado en el Museum of Fine Arts de Houston (EE.UU.) aunque en otras fuentes se adscribe a una colección particular suiza.

El Palacio de Altamira se encuentra en la calle Flor Alta nº 8 de Madrid. Diseñado por el arquitecto Ventura Rodríguez, fue construido en 1772.

Este noble ostentó los siguientes títulos y nombramientos: XII conde de Altamira, XVI duque de Maqueda, IX duque de Medina de las Torres, XVII marqués de Astorga, duque de Sessa, duque de Sanlúcar la Mayor, duque de Soma, duque de Baena, VIII marqués de Leganés, marqués de Ayamonte, marqués de Villamanrique, marqués de la Villa de San Román, marqués de Almazán, marqués de Poza, marqués de Morata, marqués de Mairena, marqués de Elche, marqués de Monasterio, marqués de Montemayor y del Águila, conde de Palamós, conde de Lodosa, conde de Arzarcóllar, conde de Villalobos, conde de Nieva, conde de Saltés, conde de Vallehermoso, conde de Cantillana, conde de Monteagudo de Mendoza, conde de Cabra, conde de Trastámara y de Santa Marta, vizconde de Iznájar y barón de Bellpuig, trece veces Grande de España.

Noble de talante liberal, ocupó la Presidencia de la Junta Suprema Central durante la guerra de Independencia entre mayo y noviembre de 1809, por lo que estuvo condenado a muerte por Napoleón Bonaparte, llegando a comandar una fuerza hispano-lusa de 4.000 soldados contra el ejército francés.

Al morir su padre en 1816 recibió todos sus títulos y propiedades. Sus ideas progresistas le llevaron a unirse a los miembros del Trienio Liberal (1820-1823), entrando en la pugna entre absolutistas y liberales, por lo que tras el triunfo de Fernando VII cayó en desgracia, fue deshabilitado de sus cargos y se exilió en París.

A la muerte del monarca absolutista (1833), el conde regresó a España para morir en Madrid pocos años después, aunque finalmente fue rehabilitada   su figura política.

Sus descendientes siguieron manteniendo algunas de las fincas de su propiedad en Vaciamadrid, de cerca de 3.000 Ha,  llegando a tener hacia 1900 un rebaño de 1.000 ovejas.

En torno a los años cincuenta aún se conservaba en pie la casa de labor de una de sus antiguas fincas, la llamada Casa Grande del Conde de Altamira, según vemos en la fotografía que se guarda en el Archivo General de la Administración, hasta que las obras de urbanización del nuevo poblado supusieron la demolición de sus restos.

Pascual Madoz en su obra enciclopédica, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, ya nos anunciaba en 1848, que esta Casa de Arriba o Casa Grande pertenecía a D. Clemente de Rojas.


CONCLUSIÓN 

Como hemos visto,  el salto histórico entre el modelo de producción feudal y el industrial conlleva la abolición de la sociedad estamental  y el surgimiento de una nueva estructura social en la que la burguesía adopta el papel dirigente a nivel tanto económico como ideológico-cultural.

Esta nueva clase ascendente se irá apropiando del espacio de poder que ocupaba la vieja nobleza, y en la medida que compra títulos y mercedes, configurará la nueva nobleza.

A la par de todo esto, se abre un debate ideológico entre las fuerzas conservadoras que se resisten al cambio y las fuerzas innovadoras ilustradas que promueven importantes transformaciones sociales derivadas de los cambios irreversibles sobrevenidos con la Revolución Francesa, revolución burguesa por excelencia.

El enfrentamiento entre absolutistas y liberales, constitucionales y monárquicos, está servido, y a todo esto hay que añadir la figura proscrita del afrancesado, que como el propio Goya, hubo de huir a Francia para morir en otras tierras.

Inmersos en lo azaroso de aquellos tiempos y en los vaivenes de la vida, unos personajes subieron como la espuma en tanto que para otros guerra y restauración supusieron un descenso a los infiernos.

Entre los ganadores estuvo sin duda Don Clemente de Rojas y a la vuelta de unas décadas encontramos a sus descendientes bien situados, ocupando altos cargos del poder económico y político, emparentados con lo más granado de la sociedad, ajenos del todo a sus humildes orígenes, plasmando el reencuentro o la fusión entre la vieja y la nueva nobleza.

Por el contrario, el primer conde, Juan Francisco de los Heros quedó sumido en el bando de los perdedores, abriendo un camino al exilio que muchos otros tuvieron que tomar poco después,  sobrevenida la restauración de Fernando VII y la Década Ominosa (1823-1833), como le sucedería al propio Conde de Altamira.

 

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