Don Clemente de Rojas y el Condado de Montarco
BANDO DE DON
CLEMENTE DE ROJAS, ALCALDE REAL ORDINARIO DE LA VILLA DE VACIA-MADRID (2 DE
ENERO DE 1834)
El documento que
presentamos, depositado en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid,
perteneció a la colección del bibliófilo y coleccionista Luis
Rodríguez de la Croix, nacido el 21 de junio de 1871 en Madrid
y fallecido en torno a 1940 en Torrejón de Ardoz.
Según datos
de la Real Academia de la Historia, figura en el Padrón de Madrid del año
1900, como desempleado, con domicilio en la calle Marqués de Villamagna nº 2
donde vive con su madre, Adelaida de la Croix Rodríguez, viuda, natural de
Murcia.
Figurando
tiempo después como transeúntes en Torrejón de Ardoz, allí se trasladará
definitivamente en 1910 tras contraer nupcias con Vicenta Ruiz-Carriedo
Cubillar, rica hacendada, natural de esta ciudad.
Coleccionista
de libros desde 1899, sus temas preferidos fueron la caza, albeitería y
equitación, así como la bibliografía e historia de Madrid, reuniendo alrededor
de 2.000 obras, además de impresos y manuscritos abarcando de los siglos XVI al
XIX.
Aficionado a
la encuadernación, aplicó a muchos de los impresos y manuscritos coleccionados
esta técnica artesanal para su mejor conservación, añadiendo su propio ex–libris en
el que figura junto a su nombre, el escudo ribeteado por siete estrellas con el
oso y el madroño de Madrid.
A su muerte,
en torno a 1940, el librero y anticuario Julián Barbazán Beneit (1897-1969)
adquirió este fondo de libros y documentos a la viuda, vendiéndolo finalmente a
la Biblioteca Municipal de Madrid en el año 1955.
Este
documento que presentamos consiste en un bando
municipal dictado por el alcalde de Vacia-Madrid, Clemente
de Rojas, propietario a su vez de la hacienda titulada de igual
modo en esta localidad.
Se trata de
un singular personaje madrileño dedicado a diversos negocios y del
cual encontramos a priori estos datos en
el Diario de Madrid, lo que, de entrada, nos da idea
de su adscripción al partido absolutista del
rey Fernando VII.
17/03/1821: Listado de ciudadanos que deben servir como
milicianos en el Cuartel de la Plaza de la Constitución, barrio de Santa Cruz,
de Madrid.
08/10/1823: Listado de Voluntarios Realistas para el
Cuerpo de Caballería aprobado por el Ayuntamiento de Madrid, con el grado de
Capitán de Milicias Provinciales.
Pero antes de
hablar de él, vamos a tratar de situarnos en la época y a analizar en primer
lugar los orígenes del Condado de Montarco,
tema central de este trabajo.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Hasta ahora,
a través de alguno de nuestros trabajos, habíamos ido viendo cómo desde
la repoblación cristiana del alfoz madrileño los
terrenos concejiles y dehesas del común de esta Comunidad de Villa y Tierra,
fueron mermando a medida que se imponía el régimen de señoríos beneficiado
por la Corona al menos hasta los tiempos de Juan II, política que irá mermando
con los Reyes Católicos y el implante paulatino de la monarquía absoluta basada
políticamente en una sociedad estamental y en unos principios económicos que se
aplicarán hasta el siglo XIX y se conoce como el
Antiguo Régimen.
Saltos
históricos que abren paso a la modernidad y concluyen cuatro siglos después
merced a las ideas ilustradas, a la revolución industrial y a los cambios del
sistema productivo, que confluirán en el nacimiento de un nuevo orden
social basado en la libertad individual y en la igualdad de todos los sujetos
frente a la ley, acabando con los estamentos y animados por la idea de progreso
social o colectivo. Ciencia y Progreso serán
los grandes pilares de esta etapa.
Son
los requisitos básicos que demanda el sistema
económico emergente para dar transparencia a
la libre concurrencia de los individuos al doble
circuito de la producción y del mercado en que se basa, siguiendo el ideario
trazado por Adam Smith en The Wealth of Nations.
El individualismo
filosófico significa una toma de conciencia de los
ciudadanos frente a los poderes; el político, el económico, e inclusive el
religioso; que deviene en una actitud de lucha por otra realidad y concluye con
la formación y consolidación de la clase social
emergente, la burguesía, que va a
erigirse como la clase conductora por derecho y a dotarse de todos
los medios posibles para ejercer ese control mediante la adquisición
de un elevado patrimonio y la ascensión
a lugar preeminente en la escala social.
De aquí
arranca nuestro análisis para esclarecer la urdimbre de cómo se da este proceso
en nuestro entorno territorial. En este paisaje donde abundan las grandes
extensiones puestas en manos privadas que contemplamos al atravesar estos
campos.
Desde siempre
nos ha llamado la atención la existencia de extensas dehesas, cotos y
cercados que encontramos a cada paso por estos contornos, ya sea en el
municipio de Arganda, de Morata, de San Martín, de Pinto, de Getafe, de
Rivas-Vaciamadrid o cualquier otro; y como decíamos, nos remite a preguntarnos
qué pasos se dieron en la propiedad de la tierra desde aquellos inicios de
propiedad concejil o comunal del territorio hasta coronar el panorama que
contemplamos.
Queremos
esbozar algunas de las claves que ayudan a explicar los saltos producidos en
los mecanismos de apropiación del recurso más primario de todos los recursos
económicos, desde el neolítico y la antigüedad hasta nuestros días: la
propiedad de la tierra; fuente básica de
riqueza, que como hemos ido viendo termina en manos
de dos estamentos, la nobleza y el clero, a lo largo
del Antiguo Régimen, y que la nueva clase
burguesa, la clase revolucionaria que lo rompe, es capaz de
atraer hacia sí, apropiándose de los despojos del
desmembramiento del sistema fenecido.
Tras la caída
la sociedad estamental y los privilegios del clero y la nobleza, se alzan
sujetos como Don Clemente de Rojas, con iniciativa, a la conquista de las
oportunidades que se van generando con la subasta de bienes
confiscados o desamortizados, fundamentalmente del clero,
a muy bajo precio.
EL CONDADO DE MONTARCO DE
LA PEÑA DE BADIJA
Antes de
hablar de Don Clemente de Rojas vamos a intentar hacer un rápido
repaso de nuestra historia en los convulsos años de la invasión
napoleónica de la península ibérica para tratar de valorar
algunos de los importantes cambios que
se produjeron y al tiempo analizar la paradigmática
trayectoria de un pro-hombre de la
época que además fundó el condado cuya trayectoria
posterior intentamos exponer.
La guerra
de Independencia, llamada Peninsular por los ingleses, fue un
acontecimiento de enorme trascendencia para nuestro país pues las pasiones que
desató vinieron a colmar el convulso ambiente resultante del choque
de las ideas innovadoras y aperturistas del llamado
período ilustrado, con las defensoras del inmovilismo y ajuste a la más rancia
y férrea tradición. Un debate que ponía en jaque todo el sistema del Antiguo
Régimen y abrió este país a una nueva era.
Un investigador de
la Universidad Complutense, Alberto Esperón Fdez., ha profundizado en el
significado de este proceso precisamente a través de la figura que antecede a
Clemente de Rojas en la adquisición de un título nobiliario y en su meteórica
trayectoria existencial tan del momento.
Este
personaje se trata de Juan Francisco de los Heros,
noble afrancesado, del que nos
muestra su ascenso y caída, y queremos
resumir aquí.
Este noble,
de origen vasco (Molina de Carranza, 1749) y familia con cierta posición
económica e implicación en la política (nieto de regidor, hijo de alcalde) se
verá avalado por su tío paterno, rico comerciante colonial asentado en Madrid (Cinco
Gremios Mayores y Reales Sociedades de Madrid y Vascongadas),
ilustrado de pensamiento y obra, quien le costeará lo estudios universitarios
en Alcalá de Henares, doctorándose en Leyes y Cánones, obteniendo una cátedra
en la misma universidad.
Su matrimonio
con una viuda rica, Teresa de Salazar, Marquesa de Someruelos, elevó
notablemente su patrimonio.
Tras pasar
por las Reales Sociedades de su tío fue nombrado fiscal del Consejo
de Hacienda, y en 1789, en recompensa por los servicios
prestados a la Corona, Caballero de la Orden de Carlos III,
recibiendo el título de Conde de Montarco de la Peña de Badija que
le entrega Carlos IV; siendo un claro ejemplo del ascenso de las élites
hidalgas locales, proceso incentivado por la Monarquía en
detrimento de la antigua nobleza.
Esta nueva
nobleza mostrará un carácter más emprendedor y progresista, siendo Manuel
Godoy el arquetipo de estos personajes que han alcanzado
un lugar privilegiado junto al monarca, y del cual, el Conde
de Montarco de la Peña de Badija, será estrecho
colaborador, alcanzando en 1798 el grado de Secretario
del Consejo de Estado, y en 1803 el cargo de Gobernador
del Consejo de Castilla.
Tras los
sucesos de mayo de 1808 y la entrada del ejército
francés, el partido godoyista se
pliega a la causa de José Bonaparte, ligando a él
su suerte movidos por un ideario ilustrado, abogando reformas políticas,
económicas y un estado más laicista similar al instaurado en Francia tras la
Revolución (1789).
Frente
ellos el partido fernandino aboga
por el regreso de Fernando VII, promoviendo la caída del impostor y el apoyo
popular para su causa.
Las élites
permanecen indecisas ante la marcha de la guerra. La batalla
de Bailén (julio.1808) genera falsas expectativas y José
Bonaparte pierde sus apoyos al evacuar Madrid y salir hacia Vitoria, apoyos que
se sumarán a la causa patriótica.
Se producen conatos
de violencia con asalto de residencias
de nobles sospechosos de colaborar con el rey francés,
como le ocurrió al Marqués de Perales en
su casa de la calle de la Magdalena donde fue linchado en medio de un tumulto.
La Junta
Central propone para un cargo al Conde de Montarco de la Peña de Badija, quien
lo acepta a regañadientes pues no tiene muy claro apoyar a la causa de
Fernando, mas finalmente lo apartan por sospechoso
de afrancesado.
En noviembre
de 1808, Napoleón Bonaparte llega
personalmente a España a reinstaurar a su hermano José,
derrotando al ejército de la Junta Central en Somosierra,
castigando con mano dura a los traidores e interviniendo sus haciendas.
Diversas
comisiones de ciudadanos de toda condición, amedrentados, se presentan en Valladolid
ante el emperador en enero de 1809, rogando el
regreso de su hermano, que llega ese mismo mes a Madrid jurando
nuevamente su firme compromiso con las reformas prometidas y el mantenimiento
de la independencia de España.
El Conde de
Montarco de la Peña de Badija será uno de los llamados a participar en la construcción de
este proyecto de gobierno, y dada su alta implicación le
serán concedidas numerosas mercedes junto a los demás componentes del
entorno cortesano.
José Napoleón inicia el primer
proceso desamortizador de nuestro país y esos nobles o
personas pudientes afectas a la monarquía serán los primeros beneficiados.
Los recursos
captados de las órdenes religiosas pasan a bajo coste entre sus colaboradores
para paliar a la vez el grave déficit fiscal del
reino.
Gracias estas
ventajosas condiciones el Conde de Montarco de la Peña de Badija adquiere
múltiples fincas urbanas en la
ciudad de Madrid y algunas otras rústicas en
la provincia de Córdoba.
A todo esto,
las proclamas contra los colaboradores del bando josefino son constantes
apareciendo el Conde de Montarco como uno de los enemigos más repudiados e
incluso se le añade a la lista de reos de alta traición castigada
con pena de muerte.
Su propio
hijastro repudia públicamente a la familia jurando fidelidad a la Junta
Central, y cuando el conde parte a Sevilla, a dirigir la administración de la
región andaluza, su esposa ha de permanecer en Madrid. Algunas de sus cartas,
interceptadas por la guerrilla, aparecen publicadas para escarnio del Conde.
Su
esposa alega en su testamento (mayo.1811) que su economía es precaria y
por avatares de la guerra han perdido casi toda su cabaña ganadera.
En 1812 es
imparable el avance de la fuerza conjunta anglo-española-portuguesa y
el conde es evacuado a Zaragoza por el ejército para finalmente abandonar el
país.
En el listado
de la primera emigración política del
siglo XIX español, que elaboran los propios afrancesados, se le ubica en
la ciudad de Pau, en 1813.
Pero según
otros registros oficiales, aparece en Montauban, donde fallece (diciembre.1814),
seis meses después de que su esposa haya fallecido en Madrid.
En España se
procede a confiscar los bienes que
ha adquirido el Conde de Montarco de la Peña de Badija durante la dominación
josefina, y a falta de descendencia directa, es su hermano Nicolás de los Heros
quien hereda el título, y tras su fallecimiento en 1818, el hijo de éste
último, Eusebio Mª de los Heros, quien opta por venderlo a D.
Clemente de Rojas con fecha de 9
de julio de 1824, amparándose en la licencia que
Carlos IV había concedido a su tío Juan Fco. a efectos de poder traspásarlo
fuera del ámbito familiar.
Los
descendientes de Clemente de Rojas serán los depositarios
del título hasta el momento actual cual fiel
ejemplo de la nueva nobleza que desplaza a la llamada
vieja nobleza.
Prestamistas
y asentistas estuvieron a la cabeza de estas maniobras, lucrándose sobre todo
de las propiedades enajenadas a las órdenes religiosas, y en siglos anteriores
fue la propia monarquía la expendedora de títulos nobiliarios para satisfacer
deudas, enajenando el honor de los que los alcanzaron por méritos propios
o servicios a la corona.
Y no solo se
compraban títulos; también eran comprados cargos en hacienda, justicia o
milicia.
Con unos u
otros el ascenso social a
posiciones de privilegio estaba garantizado.
EL CONDADO DE MONTARCO
Recopilando
datos sobre Don Clemente de Rojas, hemos encontrado un interesante artículo
aparecido en la revista de Genealogía y Heráldica “Cuadernos
de Ayala”, nº69 Enero-Marzo.2017,
en el que tomando como punto de partida un lienzo existente
en el Palacio de Montarco, ubicado
en Ciudad Rodrigo (Salamanca) se hace un estudio de las condecoraciones de este
personaje considerado héroe del 2 de mayo, esclareciendo
con ello algunos aspectos de su vida.
El retrato
que mostramos es en realidad un retrato alegórico de la
figura de D. Clemente, que sin ser su representación física real, plasma
su status social a través del uniforme que viste,
ciñendo un espadín, y de las condecoraciones y medallas que ostenta sobre el
mismo.
Una costumbre
seguida desde antaño por la nobleza, dejando así buena imagen de su
ascendencia social y de la posición de prestigio alcanzada.
Esta imagen,
que se colgaba en lugar destacado del salón del palacio o residencia familiar,
era expuesta para contemplación de todos, propios y extraños, como los blasones
a las puertas de las casas nobiliarias.
Son diez las
condecoraciones que aparecen prendidas al uniforme de
alrededor de 1824-1833, de la Orden Pontificia de la Espuela Dorada, vulgo San
Silvestre.
En el expediente titulado
“Relación de méritos y servicios patrióticos y conducta política observada
durante la revolución por Don Clemente de Rojas vecino de esta Corte” queda
clara su adscripción a la causa del partido fernandino durante la dominación
francesa, guerra de Independencia, y años posteriores.
Igualmente,
el expediente personal como Tte. Coronel graduado de Milicias Provinciales, y
el de su nieto, Eduardo de Rojas Alonso, Oficial del Cuerpo Admtivo. del
Ejército, aportan un caudal importante de datos al respecto de ambos
personajes.
El expediente
de la concesión de la Medalla del 2 de mayo es
otro importante documento para la interpretación del papel
histórico jugado por Don Clemente de Rojas en
aquella jornada.
Con algunas
de las medallas y condecoraciones que se observan, prendidas al uniforme -no
militar- de Caballero de la Orden Pontificia Espuela de Oro (1829), se
elabora esta relación:
1/ Cruz de
distinción de 2 de mayo. Creada en 1815.
2/ Medalla
Defensa de Tarragona. Creada en 1815.
3/ Medalla
Batalla de Almonacid. Creada en 1816.
4/ Medalla
Ejército de Reserva de Andalucía. Creada en 1814.
(Se desconoce
el porqué de la concesión de estas medallas pues sólo consta su presencia en
hechos de armas del 2 de mayo madrileño)
5/ Estrella
de la Legión de Honor francesa.
6/ Lis de
Francia.
7/ Insignia
Escudo de la Fidelidad.
8/ Escudo de
los Defensores del altar y leales al trono y soberanía del Rey (1823).
Concedida a los defensores del absolutismo.
DATOS BIOGRÁFICOS DE DON
CLEMENTE
Nacido en
Cádiz, año de 1778, hijo de D. José de Rojas y Trujillo y de Dña. Juana Pampín
Rodríguez, en el seno de una familia quizás emparentada con los Rojas de
Antequera (Málaga).
Dotado para
la industria y el comercio, se instaló en Madrid en el año 1800, abriendo una fábrica
de naipes en la Plaza del Ángel nº 20 que pronto alcanzó
título de Real Fábrica, y una industria de productos
químicos y explosivos, además de mantener negocios
inmobiliarios y taurinos.
El día 2 de
mayo de 1808 se unió a un grupo de paisanos y militares dirigidos por el
capitán barcelonés, D. Andrés Rovira y Valldocera, a quien D. Clemente sugirió
apoderarse del Parque de Artillería de Monteleón.
Unidos a una
Compañía del Rgto. de Voluntarios del Estado y al capitán, D.
Pedro Velarde, lograron reducir a la guardia francesa y
repartir armas al pueblo.
Puestos a la
defensa a raíz del contraataque francés, D. Clemente dirigió el fuego de un
cañón, resultando herido de bala en un muslo.
Evacuado a su
casa, ubicada en la Calle de la Cabeza nº 12, fue atendido por el cirujano D.
Joaquín Mayor.
En la
convalecencia siguió en Madrid, y como hombre de negocios que era, consiguió
aprovecharse de las ventas y desamortizaciones del rey intruso,
José Bonaparte, aunque mantenía sus convicciones y apoyo al partido
fernandino, dando clara muestra de la postura utilitarista burguesa.
Durante
la escasez de pan de 1811 mantuvo a su costa la
Casa de Niños Expósitos, vulgo Inclusa, con amas de
cría e infantes, y el Colegio de Niños Desamparados.
En 1811
aportó a los Reales Hospitales Generales, 20 Reales diarios, dos arrobas
mensuales de quina y el producto
íntegro de dos corridas de toros, dada su condición de empresario
taurino.
Tras la
salida de los franceses evitó el saqueo del Cuartel de Caballería de la Plaza
de la Cebada y del Cuartel de Guardias de Corps (Conde Duque), donando 100
camisas para los soldados, 600 Reales para vestir reclutas del Rgto. de
Logroño, 40 pares de zapatos al Batallón de Lena, obsequiando al Duque del
Infantado, Coronel de Reales Guardias Españolas, con 12 papeletas para los
oficiales y un tendido entero para 100 soldados en las corridas de celebración
de la reconquista de la Villa y Corte.
Se dice que
durante la contienda espió para la Junta Central de Cádiz, manteniendo correspondencia
secreta (1811-1812) con el Marqués de Portazgo, jefe del
Ejército de Galicia, debiéndose a su información el sitio y toma de Astorga.
Custodió,
escondidas en su casa, cuatro banderas del Rgto. de Reales Guardias Españolas,
además de mediar ante los generales franceses para salvar vidas de numerosos
prisioneros, ayudando a fugarse a los huidos con diversos disfraces.
En 1824 adquirió
el título de Conde de Montarco de la Peña de Badija al
precio de 340.000 Reales, que entregaría
a Manuel María de Rojas Lafer, único descendiente de
su matrimonio con Dña. Manuela Lafer Juncosa, aragonesa de la Puebla del
Alfidén. Puede que con la entrega al hijo tratara de eludir el abono a
la Hacienda Pública de los derechos del título: La media
annata y servicio de lanzas.
Una nota de
la Contaduría General de Valores del Reino,
publicada en el Diario de Madrid (11.noviembre.1836),
concede un plazo de treinta días para dar término a las liquidaciones
pendientes ante la Hacienda Pública por derechos
de título. Entre el largo listado de nobles pendientes de pago
aparece el Conde de Montarco de la Peña de Badija,
y no debió saldarse la deuda del todo ya que en el Diario
Oficial de Avisos de Madrid aparecen dos Avisos, de fechas
27.junio.1864 y 18.septiembre.1864,en los que la Junta Gral. de Acreedores de
la testamentaría de Clemente de Rojas debate
la enajenación de este título nobiliario. Y que
se llevó a cabo lo confirma el periódico La España,
de fecha 10.enero.1867, anunciando la publicación por parte de la Dirección de
Contribuciones de los siguientes títulos vacantes: Marqués de
Acapulco, Conde de Vergara, Conde de Mérito, Vizconde de Eza y Conde de
Montarco de la Peña Badija. El 3er. Conde, Eduardo de Rojas Alonso (1836-1897), debió
resolver a tiempo el problema para no perder el título.
Su abuelo, D.
Clemente, también se procuró en 1816 las charreteras de
Capitán graduado de Milicias Provinciales, alegando sus
servicios durante la guerra.
Ascendido
a Tte.Coronel graduado, solicitó en 1830 el grado
de Coronel, alegando en esta ocasión sus servicios
contra los constitucionales.
A través de
las Cartas de seguridad obtenidas para poder fijar
residencia en la Corte se sabe que vivía en la Plaza del Ángel nº 20, en 1823,
donde también tenía la Fábrica de Naipes; trasladándose en 1830 a la Calle de
Carretas nº 20, frente al Café del Ángel.
Falleció en
Madrid, el día 25 de junio de 1851.
Existe
una relación de los bienes comprados en 1810, por los
que fue procesado:
Una casa en
Sacedón (Guadalajara). Dos casas en Móstoles (Madrid). Una casa en Madrid,
Calle de San Andrés. Seis casas en Alcalá de Henares (Madrid). Varias
fincas en el Lugar de Vaciamadrid (Madrid).
La compra
de bienes nacionales del Gobierno josefino le supuso la
apertura de un proceso en 1820, encausado por la Junta
Suprema de Reintegros.
En sentencia del
Tribunal Supremo, de fecha 27 de septiembre de 1873,
constan los pormenores de la enajenación del título de Conde de Montarco de
la Peña de Badija, efectuada en 1824 por Eusebio de los Heros,
tras la muerte de su tío en Montauban (Francia) el 29 de diciembre de 1814.
El rey de
España, Alfonso XII concedió ex
novo nueva denominación del título de Conde
de Montarco, suprimiendo la coletilla “de la Peña de Badija”. Año
de 1879.
DATOS FAMILIARES
POSTERIORES DE LOS CONDES DE MONTARCO
Como hemos visto, no fue Juan Francisco de
los Heros (1749-1817), quien vendió el título a Clemente de Rojas, como aparece
en algunos libros, sino su sobrino, Eusebio, el 9 de julio de 1824, amparado en
la licencia otorgada por Carlos IV para el traspaso de tal merced fuera del
ámbito familiar de origen.
Tampoco está
enajenación fue efectuada en 1814, como se cita en otros lugares. Ese fue
únicamente el año del fallecimiento del titular (29 de diciembre de 1814,
Montauban, Francia)
Una
descendiente de D. Clemente, Ana de Rojas Pardo-Manuel de Villena (Madrid,
1944), ha publicado recientemente unas memorias en
forma de novela titulada “La carta perdida: En memoria de las condesas
de Montarco” (2019), aportando numerosos
datos de la historia familiar.
Anteriormente,
en colaboración con su primo Juan Melgar de Escoriaza, había publicado un álbum
fotográfico de la familia titulado “Los Condes de Montarco”,
editado en 2009 por la editorial
Amberley.
Siguiendo un
orden cronológico, sabemos que el hijo de D. Clemente de Rojas, Manuel
María de Rojas y Lafer, escribano de Fernando VII, fue nombrado
Regidor de Madrid y Comendador de la Orden de Isabel la Católica.
Contando con su padre, sería el 2º Conde de Montarco teóricamente.
Era hijo
único, y estando de escribano junto al Rey se enamoró de su amante, Isabel
Alonso Aranda, con la que se casó en marzo de 1836, dos meses después del
nacimiento de su primogénito, Eduardo de Rojas Alonso (1836-1897), 3er.
Conde de Montarco.
Eduardo de
Rojas Alonso perteneció al Cuerpo de Admón. militar, ingresó en el partido
conservador de Cánovas, fue diputado por Almería, senador vitalicio y alcalde
de Madrid en 1896. Casado en 1868 con Carmen de Vicente Ortega (1848-1919),
tuvieron de descendencia nueve hijos, uniendo el título del Condado a la
fortuna familiar de ella, y estableciendo su residencia en la Quinta
Santa Engracia, de Madrid, donde Cecilio Rodríguez, Jardinero
Mayor del Ayuntamiento, acondicionó unos muy afamados jardines visitados por
las clases altas de la época.
Este
matrimonio compró casi todas las propiedades del Monte Igueldo de San Sebastián
y construyeron la primera piscina de Madrid en su finca
de Vaciamadrid, poseyendo además un palacio renacentista en
Ciudad Rodrigo (Salamanca) que pasaría a llamarse Palacio
de Montarco.
La
primogénita se instaló en un pabellón de la Quinta de Santa Engracia, y casada
con el Conde de Villamonte, se divertía con su aristocrática pandilla en medio de
cenas y bailes de leyenda. Dicen que cuando se retiraban los amigos charlaba
con los serenos recriminándoles abrir tan pronto los portales. Durante la
guerra, estas amistades le valieron la protección de los milicianos de la CNT
en San Sebastián.
Su hermano, Manuel
de Rojas Vicente (1882-1928) no heredó la fortuna de la
madre pero si el título de 4º Conde de Montarco.
Casado en
1908 con Blanca Ordóñez Lecároz (1887-1971), hija de Ezequiel Ordóñez Glez.
(1843-1918), rico hombre de negocios que llegó a ser Director Gral. de
Beneficencia y Sanidad, diputado, senador vitalicio, Subsecretario del
Ministerio de Ultramar y otros cargos, casado con Juana Mª Lecároz Anoreta
(1856-1892), mestiza a la que conoció en Filipinas cuando instaló allí una
fábrica de cervezas San Miguel.
Blanca
Ordóñez abandonó a su marido Manuel y marchó a París con el extremeño Francisco
Marroquín, funcionario del cuerpo diplomático, con el que convivió durante 30
años y proclamó como “el amor de su vida”.
Eduardo de
Rojas Ordóñez (1909-2005) fue
el 5º Conde de Montarco. Hijo del matrimonio formado
por Manuel y Blanca. Casado en 1931 con María del Consuelo Pardo-Manuel de
Villena Jiménez (1902-1964), celebraron la boda en la iglesia de San
Jerónimo el Real, vulgo los Jerónimos, en la
mayor intimidad.
Ella era hija
del 1er. Duque de Arévalo y de la 3ª Marquesa de Casa Jiménez. Su hermana Mª Mercedes
era Baronesa de la Puebla de Benferri. Su hermana Pilar, Vizcondesa de
Torrealmiranta. En conjunto el apellido Pardo-Manuel de Villena va ligado a los
siguientes linajes: Barones de la Puebla de Benferri, Barones de Monte Villena,
Condes de Vía-Manuel, Duques de Arévalo del Rey, Grandes de España, Marqueses
de Casa Jiménez, Marqueses de Rafal, Marqueses de Valdesevilla, Marqueses de
Vellisca, Marqueses de Villa Alegre de Castilla, Vizcondes de Peñaparda de
Flores y Vizcondes de Torre-Almiranta.
Tras su
fallecimiento, Eduardo contrajo matrimonio de segundas nupcias en el año 1968
con la modelo Charo Palacios, editora de la revista Telva.
Ana de Rojas
Pardo, hija de
Eduardo y Mª del Consuelo, narra en su novela este último
período y los sinsabores del matrimonio roto de sus padres. Matrimonio del que
nacieron cinco hijos: Blanca, Juan Manuel, Carlos, Fernando y Ana Mª.
Su padre,
amigo personal de José Antonio Primo de Rivera y
miembro del grupo fundador de la Falange,
poseía el carnet nº 13 de esta
organización.
En 1928 había
estado a cargo de las explotaciones agrarias de
Madrid y Murcia. La guerra le sorprendió en Madrid, y refugiado en la embajada
de Holanda, consiguió huir a Marsella. La Gaceta de la República:
Diario Oficial, le incluía en junio de 1938 entre los enemigos del régimen
y anulaba su título, de conformidad con
informes presentados por la Junta Provincial de Madrid.
Acabada
guerra se alistó en la División Azul. Sufrió una detención en Bielorrusia.
Amigo de Ramón Serrano Suñer, cuñado del Generalísimo,
dirigió en un primer momento la prensa del Movimiento,
fundando en 1945 la Gaceta
Rural, interesante publicación defensora del medio agrario que
llegó inclusive a recibir sanciones del régimen en 1956, por mostrarse crítica
con las políticas de Franco.
https://www.pinterest.es/pin/384776361893314784/
Cuenta su
hija Ana, que a Eduardo de Rojas le tocó en herencia una
parte de una gran finca de Vaciamadrid,
pero lo cambió a su hermana Blanca por el palacio de
Ciudad Rodrigo.
La esposa de
Eduardo es la dueña de la finca El Palomar según
figura en una de las historias escritas sobre el pueblo de
Rivas-Vaciamadrid, firmada por el cronista de esa localidad, Agustín
Sánchez Millán, 2002.
Blanca de
Rojas Pardo-Manuel de Villena (1932-2014), primogénita de Eduardo de Rojas y hermana
mayor de Ana, recibió el título de 6ª Condesa de Montarco.
Casada con
Miguel Zuazo de León (fallecido 1997), se instalaron en la finca de Balborraz,
comarca de Ciudad Rodrigo, y tuvieron tres hijos.
Fallecida
Blanca de Rojas en 2014, y tras el rechazo a la sucesión de Rodrigo, el mayor
de los hermanos, el título ha recaído en el segundo hermano, Joaquín Zuazo
de Rojas, como 7º Conde de Montarco,
según Orden JUS/134/2016 publicada
en el BOE núm.36/ 11 de febrero de 2016.
VACIAMADRID Y LOS CONDES
DE MONTARCO
Como vemos
por el bando de prohibición de caza, D. Clemente de Rojas
aparece como Alcalde Real ordinario de la villa de
Vacia-Madrid en el momento de la firma, 2
de enero de 1834.
Por esas
fechas, iba cobrando efecto la abolición del régimen de los señoríos iniciada por
las Cortes de Cádiz en 1812 y culminada
en 1837 con la regencia de María Cristina de Borbón,
viuda de Fernando VII.
El
último Señor de Vaciamadrid fue
el XII Conde de Altamira, Vicente Isabel Osorio de
Moscoso y Álvarez de Toledo (1777-1837).
Desde 1838,
en que es propuesta la fusión con el municipio de Rivas, hasta la agregación
definitiva en 1845, pasa a depender de Arganda y de Vallecas por breves
espacios de tiempo.
Todo el
municipio está repartido entre grandes familias propietarias, -siendo
una más la de Clemente de Rojas-, que aprovechando diversas coyunturas
favorables como fueron las primeras desamortizaciones del
rey José Bonaparte y las sucesivas de Mendizábal y Madoz,
compraron fincas y bienes inmuebles por
doquier en éste y otros muchos lugares de la geografía madrileña.
La zona es
un lugar de caza por la confluencia de dos ríos y
la fronda de esos parajes, además de ser encrucijada histórica
de caminos.
El Camino
del Onceno señala aún la ruta que Alfonso
XI (1311-1350) acostumbraba recorrer en sus jornadas
cinegéticas por estas cumbres y cantiles.
Felipe II
también tuvo muy en cuenta esta característica incluyendo en su proyecto
de Bosque Real, el Real Sitio de Gózquez y Palacio de
Vaciamadrid (1589). Desde entonces se conoce el paraje en litigio llamado
el Rincón de los Ciervos, entre Pajares y El Porcal.
Sabemos que
Fernando VI acostumbró salir a la caza de lobos por
estos parajes (1756), donde también abundaban los jabalíes («puercos
salvajes») que dieron nombre desde la Edad Media al Soto
del Porcal, así como los corzos y venados (Ribacorza es
otro de los topónimos del lugar que se cita en los linderos de la Quadrilla
segoviana (1302) de Sant Martín, Ballecas e Riba Corça).
Adelardo
Ortiz de Pinedo dedica así mismo, en su obra “Los cazaderos
de Madrid” (1898), un apartado dedicado a la riqueza
cinegética del lugar (Capítulo XI).
Los bandos
para el vedado de la caza y de las pesca fueron constantes. El Conde de Oñate,
propietario del Soto de Coberteras, prohibía en 1828 la caza en el lugar. En
1767 varias Órdenes y Cédulas Reales prohíben la
caza, la pesca y la recogida de leña en las posesiones del
Real Sitio de Gózquez, cuando el prior del Monasterio del Escorial aún
conservaba la capacidad de arrendar la caza a particulares.
El bando de
Clemente de Rojas acota la zona de la veda del
modo siguiente:
Desde Casa
de Eulogio a la Cueva de los Migueles (km.17
A-3, actualmente desaparecida). De aquí a las Cabezas
de Rivas bajando al río Jarama por el Barranco
de Vis, continuando aguas abajo a la junta de los ríos en el
sitio de Cuelgamures (despoblado
medieval, junto Casa de Román).
En el mapa adjunto
podemos ver los límites del Lugar de Vaciamadrid
en 1881.
Los planos
de deslinde de 1870 también nos dan pistas sobre
el nombre de algunos propietarios del sitio.
Vemos que los terrenos confrontados al Sur del término de Vaciamadrid con el
término de San Martín de la Vega, entre la linde con Getafe y la linde con
Arganda, pertenecen a tres propietarios: D. Manuel de Rojas
(3er.Conde de Montarco), Herederos de D.
Antonio Murcia y D. Miguel Roselló.
Como buena
zona de pastos que era, también se asentaron ganaderías en el lugar. La Memoria de
la Junta Calificadora de los Productos de la Industria Española señalaba
en 1845 las seis mejores cabañas
ganaderas del momento: Duque del Infantado, El Escorial,
Guadalupe, Paular, Montarco y Campo Alanje.
En el Archivo
Municipal de Arganda constan dos expedientes sobre despojo
de terrenos de Vaciamadrid, propiedad de Manuel de Rojas, por los ganados de
Pedro Pablo Fdez., vecino de Arganda (1854), y sobre labores de demarcación y
medición de Coto Redondo en
Vaciamadrid, propiedad de Manuel de Rojas (1871).
Hay noticias
sobre la solicitud del ayuntamiento de Arganda en 1839 a la Diputación a fin de
que le sea agregado Vaciamadrid, “al haberse hecho cargo de las propiedades de
D. Clemente de Rojas, fincas que le han
sido embargadas por diversos impagos”. Solicitud que la
Diputación rechaza.
En la Gaceta
de Caminos de Hierro aparece un Acta de Junta General con
fecha de 15 de mayo de 1880 donde
se cita como accionista al Conde
de Montarco, por entonces Eduardo de Rojas
Alonso. Quizá a ello se deba que en la línea ferroviaria
del tren del Tajuña, el apeadero situado junto al Balneario de Capa Negra
se denominó Apeadero de Montarco, construido
en 1892, y a que los terrenos donde se construyó
pertenecieran a esta familia.
Cuando
en 1942, el organismo estatal Regiones
Devastadas tramita la reconstrucción del poblado de
Vaciamadrid, arrasado por la guerra, el propietario de El Porcal cede
terrenos para la construcción de 25 viviendas protegidas y edificios
públicos. Trató también el gestor municipal de adquirir tierras de Blanca
de Rojas Ordóñez, hermana del 5º Conde de Montarco.
Ante la falta
de acuerdo se procedió a la expropiación forzosa tras
declararlas Suelo de utilidad pública, pagando a 500 pesetas la fanega, aunque
las obras finalmente se demoraron.
Cuando se retoman,
en 1949, el nuevo propietario del terreno,
Wenceslao García, opta por donarlas generosamente al Ayuntamiento.
Finalmente, en 1959 se inauguró el nuevo
poblado, según recuerda Agustín Sánchez Millán en su historia de
Rivas-Vaciamadrid, (2002), comentando además que las únicas fincas que
mantienen propietarios por línea sucesoria son: Rivas, El Negralejo y Casa
Eulogio.
La Casa
de Doña Blanca, que en algunas cartografías han figurado como
Casa de Peña Blanca, es una construcción enclavada sobre algunos restos
originales del caserío del Vaciamadrid anterior a la guerra civil, que en los
años sesenta se edificó con materiales pobres, calambucos o bloques
prefabricados de hormigón, a modo de granja ganadera, formando un cuadro
rematado con cuatro torretas que hoy presentan un aspecto ruinoso colmatado de
escombros.
Su nombre se
debe a la última propietaria, Dña. Blanca de Rojas Ordóñez (1910-1988),
la que permutara con su hermano Eduardo, 5º Conde de Montarco, el palacio de
Ciudad Rodrigo a cambio de estas fincas que recibieran en herencia.
EL XII CONDE DE ALTAMIRA:
ÚLTIMO SEÑOR DE VACIA-MADRID
Como se
ha dicho en otro lugar el primer paso para la abolición del régimen
señorial lo dieron las Cortes de Cádiz en el año
1812, proceso culminado en 1837,
durante la Regencia de Mª Cristina.
Tras la
compra de Vaciamadrid con rentas y vasallos por el Conde Duque de
Olivares (1637), ya nombrado alcaide
perpetuo por Felipe IV, se hacen cargo sus descendientes de esta posesión.
Anteriormente,
en el año 1627, el Conde Duque ya
había nombrado Tte. Alcalde a D. Diego Messía, Marqués
de Leganés.
En 1700,
el Marqués de Leganés, nieto del Conde de Olivares, solicita del Rey, dada su
condición de alcaide de la Casa Real de Vaciamadrid, sea segregada esta
posesión del Real Sitio de Aranjuez, accediendo el monarca mediante Real
Cédula de 1º de septiembre de 1700.
Su
descendiente, el VIII Marqués de Leganés, a su
vez XII Conde de Altamira, fue el último titular del
Señorío de Vaciamadrid.
Se
llamaba Vicente Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo
(1777-1837), y resulta simpática su imagen de niño pintada
por Goya sobre un lienzo conservado en el Museum
of Fine Arts de Houston (EE.UU.) aunque en otras
fuentes se adscribe a una colección particular suiza.
El Palacio
de Altamira se encuentra en la calle Flor Alta nº 8 de
Madrid. Diseñado por el arquitecto Ventura Rodríguez, fue
construido en 1772.
Este noble
ostentó los siguientes títulos y nombramientos:
XII conde de Altamira, XVI duque de Maqueda, IX duque de Medina
de las Torres, XVII marqués de Astorga, duque de Sessa, duque de
Sanlúcar la Mayor, duque de Soma, duque de Baena, VIII marqués de Leganés,
marqués de Ayamonte, marqués de Villamanrique, marqués de la Villa de San
Román, marqués de Almazán, marqués de Poza, marqués de Morata, marqués de
Mairena, marqués de Elche, marqués de Monasterio, marqués de Montemayor y del
Águila, conde de Palamós, conde de Lodosa, conde de Arzarcóllar, conde de
Villalobos, conde de Nieva, conde de Saltés, conde de Vallehermoso, conde de
Cantillana, conde de Monteagudo de Mendoza, conde de Cabra, conde de Trastámara
y de Santa Marta, vizconde de Iznájar y barón de Bellpuig, trece
veces Grande de España.
Noble de
talante liberal, ocupó la Presidencia de la Junta Suprema Central durante la
guerra de Independencia entre mayo y noviembre de 1809, por lo que estuvo
condenado a muerte por Napoleón Bonaparte, llegando a comandar una fuerza
hispano-lusa de 4.000 soldados contra el ejército francés.
Al morir su
padre en 1816 recibió todos sus títulos y propiedades. Sus ideas progresistas
le llevaron a unirse a los miembros del Trienio Liberal (1820-1823),
entrando en la pugna entre absolutistas y liberales, por lo que tras el
triunfo de Fernando VII cayó en desgracia, fue deshabilitado de sus cargos y se
exilió en París.
A la muerte
del monarca absolutista (1833), el conde regresó a España para morir en
Madrid pocos años después, aunque finalmente fue rehabilitada
su figura política.
Sus
descendientes siguieron manteniendo algunas de las fincas de su propiedad en
Vaciamadrid, de cerca de 3.000 Ha, llegando a tener hacia 1900 un
rebaño de 1.000 ovejas.
En torno a
los años cincuenta aún se conservaba en pie la casa
de labor de una de sus antiguas fincas, la llamada Casa
Grande del Conde de Altamira, según vemos en la fotografía que
se guarda en el Archivo General de la Administración,
hasta que las obras de urbanización del nuevo poblado supusieron la
demolición de sus restos.
Pascual Madoz en su obra enciclopédica, Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico, ya nos anunciaba en 1848, que
esta Casa de Arriba o Casa Grande pertenecía a D. Clemente de Rojas.
CONCLUSIÓN
Como hemos
visto, el salto histórico entre el modelo de producción feudal y
el industrial conlleva la abolición de
la sociedad estamental y el surgimiento de una nueva estructura
social en la que la burguesía adopta el papel dirigente a nivel tanto económico
como ideológico-cultural.
Esta nueva
clase ascendente se irá apropiando del espacio de poder que ocupaba la vieja
nobleza, y en la medida que compra títulos y mercedes,
configurará la nueva nobleza.
A la par de
todo esto, se abre un debate ideológico entre las fuerzas conservadoras que se
resisten al cambio y las fuerzas innovadoras ilustradas que promueven
importantes transformaciones sociales derivadas de los cambios irreversibles
sobrevenidos con la Revolución Francesa,
revolución burguesa por excelencia.
El
enfrentamiento entre absolutistas y liberales, constitucionales y monárquicos,
está servido, y a todo esto hay que añadir la figura proscrita del afrancesado,
que como el propio Goya, hubo de huir a Francia para morir en otras tierras.
Inmersos en
lo azaroso de aquellos tiempos y en los vaivenes de la vida, unos personajes
subieron como la espuma en tanto que para otros guerra y restauración supusieron
un descenso a los infiernos.
Entre los
ganadores estuvo sin duda Don Clemente de Rojas y a la vuelta de unas décadas
encontramos a sus descendientes bien situados, ocupando altos cargos del poder
económico y político, emparentados con lo más granado de la sociedad, ajenos
del todo a sus humildes orígenes, plasmando el reencuentro o
la fusión entre la vieja y la nueva
nobleza.
Por el
contrario, el primer conde, Juan Francisco de los Heros quedó sumido en el
bando de los perdedores, abriendo un camino al exilio que muchos otros
tuvieron que tomar poco después, sobrevenida la restauración de Fernando
VII y la Década Ominosa (1823-1833), como le sucedería al propio Conde de
Altamira.
http://www.parquelineal.es/blog/don-clemente-rojas-condado-montarco/
No hay comentarios:
Publicar un comentario