El episodio de la guerra entre incas y chancas:
una propuesta sobre su construcción e interpretación
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Resumen
El artículo analiza la versión proporcionada por el
cronista soldado del siglo XVI, Pedro Cieza de León en su obra Crónica
del Perú sobre la guerra entre incas y chancas. Esta famosa y
particular contienda es relatada por diferentes cronistas andinos, ya que tras
la victoria inca se inició el Tawantinsuyu o imperio inca. Específicamente, me
enfoco a estudiar la perspectiva brindada por Cieza y los elementos
particulares y significativos que proporcionó este relato sobre el episodio de
dicho enfrentamiento.
Alrededor de la década de los cincuenta del
siglo pasado, los .investigadores del área andina emprendieron una revisión
exhaustiva de las fuentes tradicionales, básicamente de las crónicas elaboradas
en los siglos XVI y XVII.1 La
lectura que hicieron de esos textos se apartó de los cauces habituales -es
decir, de su consideración estricta como vetas o filones informativos- y centró
su atención en otros aspectos, por ejemplo en el discurso mítico o en las
formas de oralidad en ellos contenidos. De ahí surgieron también nuevos temas
que adquirieron un carácter interpretativo, tal fue el caso de "la visión
de los vencidos", o versión nativa de la conquista, que demandó la
utilización de nuevas fuentes y métodos distintos para analizar tanto los
documentos ya conocidos como los nuevos testimonios. A partir de entonces se
concedió un papel protagónico a los escritos cuyo carácter, origen o autoría se
vinculaban directamente con los naturales de América, rango en el que entraron
desde las crónicas indígenas hasta las visitas.2
Justamente en dicha clasificación habrá que
incluir la versión que sobre la guerra entre incas y chancas ofrece la Crónica
del Perú, de Pedro Cieza de León (1553). Pero antes de referirme a
ella, debo aclarar que de este célebre y particular conflicto hubo diversos
relatos, debidos a las plumas de otros tantos cronistas, tempranos y tardíos.3 Y
el hecho de que hubiera captado la atención de tantos autores se debe sólo al
consenso de que a partir de la victoria inca surgió el Tawantinsuyu, voz
quechua que significa "las cuatro partes" y que la posteridad ha
denominado "Imperio incaico".
En razón de la importancia del hecho, me
propongo analizar la versión que ofrece Pedro Cieza de León y destacar los
elementos particulares y significativos que presenta su relato. Si he elegido a
este autor precisamente y no a otro, es porque su interpretación del episodio
reviste cierta originalidad, pues no arraiga sólo en las tradiciones cusqueñas
de los grupos dominantes, sino en las de diferentes comunidades que también
ocupaban en Tawantinsuyu.
Para efectos del análisis, parto del supuesto
teórico de que en el discurso hay una vinculación fundamental
construcción-representación, toda vez que aquel está constituido por enunciados
socialmente conformados y que es producto de una interacción verbal-social.4
En la primera parte del estudio esbozaré
algunas consideraciones teóricas preliminares, luego trataré de los
paralelismos y diferencias que ofrecen las crónicas sobre la guerra, así como
las discusiones de los investigadores contemporáneos en torno a este mismo
asunto. A ello seguirá una breve semblanza de Cieza de León, de su obra y de
sus informantes y fuentes, que será sucedida por un análisis de su relato de la
guerra, en el que se destacarán los elementos simbólicos y se explorará la
perspectiva de hallar en él estructuras dicotómicas explicativas.
En la historia del país de los incas hay
ciertos momentos capitales que marcan la pauta de su desarrollo. Los cronistas
andinos que, entre los siglos XVI y XVII, recogieron su información nos dejan
entrever por lo menos tres de ellos en la vida de los incas del Cusco: el de
los orígenes, el de la guerra contra los chancas y el de la lucha final,
suscitada tras la muerte del inca Huayna Capac,5 entre
grupos rivales que aspiraban al poder. Este último hecho, el denominado
incorrectamente "la guerra entre hermanos" o "la guerra
civil", es el que permitió estudiar a los investigadores diferentes
aspectos de la vida andina, partiendo de los acontecimientos más próximos a los
cronistas, pero sin perder de vista que estos sólo fueron testigos de los
últimos eventos del drama de Cajamarca.6
Otro asunto que hay que ponderar
cuidadosamente es qué ideas se forjaron estos primeros cronistas sobre aquello
que vieron y qué interpretación y significado dieron a los hechos, a las
prácticas y a los actos presenciados o a las historias escuchadas. En este
sentido, al analizar las crónicas tempranas -las del XVI-advierto por un lado
la presencia de distintas preocupaciones o inquietudes, que varían de cronista
en cronista, y por el otro, una coincidencia general en el empleo de la
modalidad occidental de la narrativa histórica, que es lineal. De esto último,
ya me ocuparé en su momento; de lo primero hay que señalar desde ahora que hay
evidencia de que cada autor "capitaliza" el hecho histórico en
función de sus necesidades o intereses inmediatos y de su proyecto político
particular.
Los españoles atestiguaron los últimos días
del Tawantinsuyu y recogieron las diferentes versiones que los habitantes del
área andina ofrecieron sobre su pasado anterior a Atahualpa, el último inca del
Cusco. Lo importante aquí es advertir que los indígenas no necesariamente
evocaban o entendían su pasado con lo que denominaríamos criterio histórico,
sino más bien mediante lo que conocemos como criterios míticos. Así, los
cronistas escucharon referir mitos, que luego transcribieron en forma de
historias, de ahí que -a mi juicio- reconstruir la historia del Tawantinsuyu
resulte una tarea arriesgada si sólo se trabaja con recursos tradicionalmente
históricos y si se pasa por alto que ya no podemos dar a las viejas crónicas el
valor absoluto que, en tanto fuentes, les concedió alguna vez la disciplina
histórica.
Como sea, el corpus de
crónicas tempranas (siglo XVI) y tardías (siglo XVII) ofrece una enorme riqueza
cuyo adecuado aprovechamiento demanda también echar mano de otras vertientes
analíticas de la realidad andina, sobre todo de la arqueología y la etnología,
que complementan, corroboran, refutan o matizan los hallazgos o consideraciones
históricas. Además no es posible soslayar el hecho de que estas crónicas tienen
fundamento en una tradición oral indígena y en una ulterior reelaboración a
cargo de sus autores europeos, lo que obliga a sus analistas contemporáneos a
trabajarlas teniendo muy presentes los criterios que rigen el funcionamiento de
las tradiciones orales, a la par del universo intelectual de los autores. Por
citar un ejemplo de esto último, no gratuitamente se ha clasificado o agrupado
a los cronistas en función de su pertenencia a un determinado contexto
histórico, así es posible hablar de pizarristas o almagristas, de garcilasistas
o toledanos, según la época y la perspectiva.
En función de lo dicho y advertido hasta
aquí, propongo considerar como ejes de estudio los tres ciclos míticos que
recogieron los cronistas en el siglo XVI y que luego les sirvieron para
componer una historia incaica. De estos tres, cuya naturaleza detallo un poco
mejor abajo, me interesa particularmente ocuparme del segundo.
El ciclo de los
orígenes
Que figura en primer lugar, y en las crónicas
se identifica con la deidad de Viracocha en el Cusco y que incluye el mito de
los Hermanos Ayar.7 Sobre
este tema se han ofrecido diferentes interpretaciones, pero habría una
coincidencia en cuanto se afirma que, tanto las versiones del mito de Viracocha
como la de los hermanos Ayar representan elementos fundamentales de la memoria
más antigua del Cusco y están claramente relacionados con el origen de los
incas. Así, los elementos del ciclo de los orígenes reaparecerán en los otros
dos, de tal modo que Pachacuti, personaje clave del ciclo de la guerra de los
incas contra los chancas, puede ser un arquetipo similar a Manco Capac,
fundador del linaje inca.8
El ciclo de la
guerra inca-chanca
Que aparece en segundo término y que ubico
nítidamente en las crónicas como el momento en que se produce la expansión
histórica del Tawantinsuyu de los incas. Siempre se ha asumido que el mito
relataba una confrontación real entre éstos y poblaciones que se suponían
habitantes de la zona del río Pampas, en Ayacucho. Si esta postura se da por
buena, la versión se limitaría a referirse al inicio de la definitiva expansión
incaica, que los cronistas entendían como una serie de guerras de conquista.
Sin embargo, la investigación reciente apunta en otras direcciones, por
ejemplo, que la presencia de grupos identificables con los chancas en la región
citada es mínima y que, a partir de elementos no estudiados sino hasta hace
poco, es posible identificar a éstos con pobladores amazónicos, de quienes hay
manifestaciones palmarias en el arte cusqueño de los kero y en las danzas
contemporáneas.9
Para complicar más las cosas, el artículo
relativo al tema de la guerra que en 1980 publicó Pierre Duviols10 influyó
de manera decisiva en una generación entera de investigadores. Al paso de los
años, sus hipótesis y conclusiones alcanzaron el estatus de "hechos"
en cuyo entorno se construyó un consenso general en un amplio campo de estudios
en la materia y esto conformó, durante mucho tiempo, una visión académica más
bien estática del episodio.
Los argumentos torales de Duviols eran: uno,
que a partir de las informaciones contenidas en las crónicas -obras escritas
con posterioridad a la conquista española- no era posible reconstruir eventos y
procesos históricos más remotos, dado que los incas eran un pueblo ágrafo y
dada la inexistencia de fuentes escritas coetáneas. Luego entonces, la
confiabilidad de esta información era cuestionable, entre otras cosas por la
incertidumbre respecto del grado de penetración o "contaminación" en
ella de ideas y creencias de origen europeo. Dos, que las aparentemente
distintas "guerras" entre incas y chancas que figuran en las diversas
crónicas, en realidad se remiten a una misma y única conflagración. Así, lo que
hacía la mayoría de los investigadores se limitaba a elucidar cuál de las
crónicas contenía la versión más confiable. Y tres, que el famoso conflicto
bélico entre los mencionados grupos era un puro mito, algo que carecía de una
base real.
Hoy, los enfoques de la crítica ya no son tan
uniformes ni tan rígidos, y sin embargo, las nuevas discusiones no han puesto
en tela de juicio que, específicamente para los cronistas del XVI y el XVII, la
guerra contra los chancas constituyó el inicio de la gran expansión incaica del
Cusco. Si bien es verdad que contamos con algunos materiales para reconstruir
las tradiciones del bando inca, desafortunadamente, carecemos casi por completo
de información relativa a las del bando contrario: el de los chancas, en realidad,
casi no hay datos, ni tocantes a la guerra ni de otra índole. Entre lo poco que
se sabe está la evidencia de que afirmaban haber salido en tiempos muy antiguos
de las lagunas Urcococha y Choclococha. Es decir de la pacarina, o
el lugar sagrado, donde habían aparecido sus primeros padres.
El ciclo de la
"guerra entre hermanos"
Que representa el cierre de la línea
explicativa de la historia incaica y que alude al conflicto entre Huáscar y
Atahualpa por la herencia del poder tras la muerte de su padre, Huayna Capac.
He dicho ya que como este ciclo fue el más cercano a la llegada de los
españoles es también el mejor documentado en el registro de las crónicas y, en
consecuencia, es igualmente el que ha recibido mayor atención de los expertos.11 Por
estos motivos, así como por la complejidad que supondría su análisis detallado
en el presente estudio, no abundaré más en él.
El episodio de la
guerra entre incas y chancas
Este acontecimiento es, como se ha referido,
un momento particular de transformación del Tawantinsuyu; reitero también que
el resultado del encuentro fue favorable a los incas y que con ello se inició
el dominio de este grupo en lo que conocemos hoy en día como los Andes
Centrales.
Ahora bien, la información histórica
disponible para la etapa que me propongo examinar aquí es ambigua y
heterogénea, aunque hay que reconocer que en esa misma disparidad es posible
encontrar algunas sugestivas interpretaciones concordantes. Entre las
afinidades, la generalidad de los cronistas andinos, aún con sus matices,
conviene generalmente en el peso histórico de la crisis chanca, en el
tratamiento de los eventos y en el protagonismo de los personajes incas. Sin
embargo, no todos ellos muestran coincidencias en la fijación cronológica de
los sucesos y tampoco en la importancia específica de los distintos momentos
del conflicto entre incas y chancas, según se verá.
Pasemos ahora a la matriz común del relato de
la guerra. Aproximadamente en 1438 los chancas invadieron el territorio de sus
rivales, los incas, con la intención de destruirlos. Este ataque obedeció a que
los chancas suponían que sus enemigos atravesaban por una fase de debilidad,
pues Viracocha Inca era un hombre viejo y se avizoraba el inminente final de su
"reinado". La fuerza invasora arrasó la resistencia inicial de los
incas y logró poner sitio al Cusco. Viracocha Inca escapó entonces a las
colinas detrás de la ciudad, llevando consigo a su hijo y sucesor, Inca Urco.
Con ello, la responsabilidad de la defensa del Cusco recayó en manos de otro
hijo suyo que no huyó ante el peligro, Cusi Inca Yupanqui, quien a la postre
derrotó a sus adversarios, ascendió al poder y adoptó el nombre de Pachacuti.
En líneas generales, tal es el recuento del
conflicto, de sus pasajes cruciales y de la asunción de un nuevo gobernante.
Tambien entre los puntos de confluencia de los cronistas es posible destacar
varios. En el orden léxico, está por ejemplo, el término behetrías, con el
que casi todas las crónicas se refieren a la forma de organización de las
comunidades simples durante el largo periodo preincaico de los Andes. El
vocablo es de origen medieval y se aplicaba a ciertas comunidades de labradores
de Castilla que, libremente, se sometían al poder de un señor.12 En
algún momento, esta especie de autodeterminación de los pobladores castellanos
se consideró nociva y el sustantivo devino sinónimo de "desorden".
Por otro lado, si esta extensión del uso del vocablo castellano a las
realidades andinas alude o no a alguna similitud en las prácticas políticas de
las comunidades indígenas o si simplemente se les asignó dicho nombre para dar
a entender que carecían de orden o de organización no es nada que quede claro,
ni creo que pueda esclarecerse sin ayuda de prolijos estudios filológicos e
históricos.
En otro rubro, es también notorio el consenso
de las crónicas en considerar la grandeza del "noveno" Inca Pachacuti
como la causa eficiente que, milagrosamente, desbarató a la fuerza chanca que
atacó la capital, abrió el camino para la erección del "imperio" y
reconstruyó el Cusco arruinado por las guerras. Y a este particular, resulta
claro que estamos frente a un paradigma o modelo, que lo mismo puede tener un
pie en la memoria y la tradición oral andinas que en los exempla del
medioevo cristiano. Para saberlo, nuevamente, hace falta más análisis.
Como sea, hay coincidencia en que sólo a
partir del "reinado" de Pachacuti se iniciaron las grandes
expediciones de conquista, que se dirigieron primero a los espacios cercanos al
Cusco, como el Collao y Charcas, y luego, a través de los Andes del centro del
Perú actual hasta Cajamarca, hacia el norte. Igualmente hay acuerdo en que, a
partir del conflicto con los chancas, empezó la reorganización del
"Estado" cusqueño, se realizaron profundas reformas políticas,
administrativas, religiosas y militares, que desembocaron en la constitución
del Tawantinsuyu que los españoles encontraron al finalizar la segunda década
del siglo XVI.
El protagonismo de Pachacuti en estas
narraciones es lo suficientemente conspicuo como para suscitar encendidas
controversias entre los historiadores de la posteridad, lo que en efecto
ocurrió. Durante largo tiempo se pensó en él como un personaje histórico, más
tarde se discutió tal individualización y se propuso que había que entenderlo
como una caracterización del periodo andino y cusqueño; finalmente, la
convención es que su presencia fundamental ejemplifica o encarna un ciclo
mítico.
Y una vez expuestos algunos de los
paralelismos de las crónicas, hay que señalar también sus divergencias que,
necesariamente, habrá que someter al análisis. Por ejemplo, no hay uniformidad
en cuanto al carácter y la personalidad de Inca Urco, por mucho que la mayoría
lo represente en forma negativa, como hombre mujeriego, borracho, cobarde,
mentiroso e intrigante. Y aquí otra vez cabe subrayar las dificultades de la
crítica para sacar en claro si esto arraiga en una tradición indígena oral o en
la caracterización político-moral cristiana de un mal príncipe.
Sobre el problema del derecho a la sucesión
brotan también variedad de posturas: algunos autores señalan que Inca Urco era
el primogénito de Viracocha Inca y, por tanto, el legítimo heredero al poder;
otros, en cambio, aseveran que el heredero natural al título de inca era el
hijo que más descollara en virtudes guerreras, e Inca Urco carecía totalmente
de ellas. Además, respecto de este complejo régimen sucesorio andino, los
analistas contemporáneos siguen lejos de llegar a un acuerdo cabal, pues por un
lado están los que se decantan por la modalidad del correinado (que suponía que
el inca, en vida, designara a su sucesor),13 y
por el otro, quienes opinan que había un dualismo en el poder.14 Debo
aclarar que el concepto dual en el mundo andino es uno de los principios
básicos de su organización política, religiosa, territorial-espacial, etcétera.15
Salta a la vista que igualmente quedan
pendientes de escrutinio diversos puntos, como por ejemplo, si Inca Urco llegó
o no a gobernar en algún momento; del mismo modo, falta examinar las razones
por las que Viracocha Inca e Inca Urco huyeron del Cusco, indagar sobre el
posterior destino de ambos y determinar con mayor certeza cómo accedió al poder
Pachacuti. Por si estos problemas de hermenéutica fueran pocos, he de señalar
que los investigadores continúan discutiendo acaloradamente sobre la verdadera
identidad de los denominados chancas y sobre la representación y el significado
que este "gentilicio" pudo tener para los incas.
Mi posición respecto al relato de la guerra
que ofrecen las crónicas y algunos de los problemas de la crítica especializada
es que estamos en presencia no de la historia de un "reino" homogéneo
cuyas dificultades fueron ocasionadas por grupos externos rivales, sino más
bien ante una aguda situación antagónica interna entre grupos teocráticos y
militares del Cusco. Así durante el tiempo en que prevaleció la hegemonía del
grupo sacerdotal, los sinchis -o guerreros- les quedaron
subordinados; sin embargo, ante la coyuntura de una invasión externa -la de los
chancas- la situación se alteró y esta circunstancia puede haber permitido que
los sinchis se hicieran con el mando. En ese preciso momento
el sinchi Yupanqui, más tarde llamado Pachacuti, asumió la
jefatura merced a una sufrida victoria sobre los chancas y con él se inicia el
predominio de la élite militar en la zona del Cusco. Aun así y pese a que
generalmente es aceptado que hay una íntima relación entre el triunfo de
Pachacuti sobre el invasor chanca y la constitución del "imperio",
siguen estando ausentes los respaldos históricos que autentifiquen los
referidos sucesos.
Cieza, su obra y
sus fuentes
El conquistador extremeño Pedro Cieza de León
(1518-1554) tuvo una distinguida carrera como explorador y pacificador en el
área de la actual Colombia; sin embargo, en 1547 acompañó a Pedro de la Gasea
en su misión al Perú. Su estancia aquí fructificaría más adelante en la
elaboración de una gran historia del mundo andino. De sus escritos, sólo logró
ver publicada la llamada Parte primera de la crónica del Perú (Sevilla,
1553), porque la Segunda,16 mejor
conocida como Señorío de los incas, al igual que otros
manuscritos, quedaría inédita a causa de su muerte, acaecida en Sevilla el 2 de
julio de 1554. Según su estudiosa y editora, Francesca Cantú, Cieza escribió la
obra por auspicios del presidente De la Gasea, entre 1548 y 1550, una etapa
particularmente crítica en la historia del Perú.
Las fuentes de Cieza tienen un fuerte
componente oral y se escinden en dos ramales básicos: la tradición indígena y
las declaraciones de funcionarios españoles. Por el primero destacan las informaciones
que le proporcionaron los llamados orejones17 del
Cusco, a las que se suman los datos aportados por otros informantes indígenas,
como los intérpretes. En el capítulo XXXVIII el cronista explica: "Yo lo
pregunté en el Cuzco a Cayo Topa Yupangue y a otros más principales que en el
Cuzco me dieron la relación de los Ingas que yo voy escribiendo...".18 Y,
más adelante, en el capítulo XLI, reitera su dependencia de las declaraciones
de los naturales: ".mas como yo tengo por costumbre de contar solamente lo
que tengo por cierto según las opiniones de los hombres de acá y de la relación
que tomé en el Cuzco, dexo lo que ygnoro y muy claramente no entendí y trataré
lo que alcancé...".19
No deja de destacar en sus líneas la
importancia de la oralidad en la preservación de la memoria entre la sociedad
incaica y de dar cuenta de la forma en que registraban sus historias,
alardeando, muy de paso, de su penetración y familiaridad con las cosas de los
indígenas.
Como estos indios no tienen letras, no
quentan sus cosas sino por la memoria que dellas queda de hedad en hedad y por
sus cantares y quipos: digo esto, porque en muchas cosas varían, diciendo unos
uno y otros otro, y no bastara juicio umano a escrevir lo escrito si no tomara
destos dichos lo que ellos mismos dezían ser más cierto en contar. Esto apunto
para los españoles que están en el Perú que presumen de saber muchos secretos
destos, que entiendan que supe yo y entendí lo que ellos piensan, que saben y
entienden y mucho más y que de todo convino escrevirse lo que verán y que pasé
el trabajo en ello que ellos mismos saben.20
El segundo ramal histórico informativo de
Cieza de León -los funcionarios españoles- quedó representado en las figuras de
dos oidores limeños: Melchor Bravo de Saravia y el licenciado Hernando de
Santillán. Bravo de Saravia ocupó su cargo en el la Audiencia del Perú desde
1549, en tanto que Santillán -letrado y antiguo ministro de las cancillerías de
Granada y Valladolid- lo hizo en 1548. La intervención de ambos en el
sofocamiento de la rebelión de los encomenderos peruanos y su trato directo con
los problemas de la administración de justicia a los indígenas les dieron
conocimiento de primera mano respecto del mundo andino y de la nueva sociedad
que sobre él se iba gestando. Y ésa fue la información que, tanto Bravo como
Santillán, dieron a Cieza para su obra.
En torno a los métodos para ordenar y
elaborar su relato, el cronista organizó su información según principios
críticos y, hasta donde le fue posible, cotejó la veracidad de los datos contra
los restos materiales palpables del pasado. Su narración no fue sólo una
disposición lineal o acumulativa de lo que sabía y le habían dicho, sino que se
construyó a partir de una reestructuración de su masa informativa, con el fin
de que fuera comprensible para el público hispano al que iba dirigido. La
disposición se articuló de acuerdo con el triple ciclo al que ya hemos hecho
referencia: los inicios, la guerra entre incas y chancas y la llegada de los
españoles.
Específicamente en esta crónica, las guerras
contra los chancas, es decir, los capítulos dedicados al asedio que sufrieron
los incas se contextualizaron bajo el gobierno de Inca Yupanqui. Así, desde el
inicio del pasado histórico del mundo andino, se abre paso el segundo hijo de
Viracocha Inca, Inca Yupanqui, el futuro Pachacuti, personaje identificado con
el inicio de la expansión cusqueña y la reorganización que él simboliza.
Podemos decir entonces que la de Pachacuti es una figura arquetípica, amasada a
partir de la repetición y la elaboración.21 Para
Pease, esta condición arquetípica, este carácter divino obedecía a que la
memoria oral se prestaba al proceso de idealización que sentaba la base idónea
para ir añadiendo atribuciones y virtudes al personaje. De ahí que Pachacuti no
sólo hubiera sido el restaurador y reivindicador de la autoridad del inca luego
de la vergonzosa huida de Viracocha Inca e Inca Urco del Cusco, sino también el
salvador de la capital, el reconstructor de ella, el conquistador de nuevos
dominios y el reformador de la religión ancestral, que trajo el culto solar y
le construyó un templo.
De esta perspectiva hizo eco la crónica de
Cieza, como puede corroborarse a lo largo del relato en las descripciones de
las proezas heroicas y civilizatorias de este gobernante inca. El cronista no
discute ni analiza las acciones creadoras y fundadoras de Pachacuti; lo que le
interesa es realzar su figura guerrera y carismática. Como en la obra la guerra
marca el inicio de un nuevo orden en los Andes centrales, Cieza hace hincapié
en el papel fundador de Pachacuti en el incario.
La figura de
Viracocha Inca
El capítulo XXXVII de Cieza refiere cómo los
quechuas, señores originales de la provincia de Andaguaylas, fueron vencidos
por los chancas.22 Los
líderes de estos eran Guaraca y Basco;23 personajes
violentos y agresivos, cuyas conquistas suponían maltratos y crueldades sobre
las poblaciones vencidas.
El capítulo siguiente trata de la elección
del futuro gobernante inca y de las facciones que entraron en disputa por la
sucesión del poder. Así, una mujer perteneciente a la parcialidad de Hanan
Cusco es quien sugiere la elección de Viracocha Inca, que era sobrino de Inca Yupanqui.
De sumo interés en estos pasajes resulta la
descripción de las prácticas y ceremonias relacionadas con el poder y su
legitimación:
Viniendo Viracocha Ynga en ello, se entró a
hazer el ayuno; encargó la ciudad a Ynga Roque, Inga pariente suyo, y salió al
tiempo con la corona muy adornado, y se hizieron fiestas solemnes en el Cuzco y
que muchos días duraron, mostrando todos gran contento con la elección del
nuevo Inga. Del qual algunos quisieron decir queste Inga se llamó Viraccha por
venir de otras partes y que traya traje diferenciado y que en las fayciones y
aspecto mostró ser como un español porque traya varbas.24
En estas mismas páginas el cronista apunta a
la existencia de diferentes versiones que sobre esos hechos y sus métodos para
confrontarlas:
Quentan otras cosas que me cansaría si las
oviese de escrevir. Yo lo pregunté en el Cuzco a Cayo Topa Yupanque y a los
otros más principales que en Cuzco me dieron relación de los Yngas que yo voy
escriviendo y me respondieron ser burla y que nada es verdad, porque Viracocha
Ynga fue nacido en el Cuzco y criado y que lo mismo fueron sus padres y abuelos
y que el nombre de Viracocha se lo pusieron por nombre particular, como tiene
cada uno.25
En el párrafo arriba citado queda de
manifiesto que el cronista se sirvió de las tradiciones orales y se indica
claramente la identidad de sus informantes en el registro de la historia de los
incas. A estas cuestiones sucede el relato de las proezas de Viracocha Inca en
el pueblo de Caytomarca que, al tiempo que realzan su papel de conquistador,
también se asocian con la intervención de los dioses, como por ejemplo, en el
uso de la honda, atributo de la deidad Illapa. Curiosamente, uno esperaría que
dicha arma no estuviera en manos de él, sino de Inca Yupanqui, quien precisamente
tiene una estrecha relación con el dios del Trueno. Sin embargo, quizá Tom
Zuidema tiene razón a este respecto cuando afirma:
Por una parte, Viracocha Inca tenía que ser
un soberano, un conquistador y el padre de Inca Yupanqui en la dinastía real. Por
otra parte, debía representar el elemento forastero, no inca, que fue
conquistado por Inca Yupanqui como verdadero fundador del Cusco. Aquí la
estratagema de la epopeya era describir al padre cuando era joven conquistador,
utilizando atributos que pertenecían al hijo.26
Como fuese, la idea es que de todo lo que
emprendía o acontecía a este inca la ciudad de Cusco estaba al corriente. Así,
cuando -en el capítulo XL- se afirma que Capac, hermano de Viracocha Inca,
junto con una parcialidad del Cusco, denominada "Oren-cuzcos", se
alzó contra el gobernante y tomó la ciudad, Viracocha hizo acto de presencia y
sofocó la revuelta.
Ya entrado en años, Viracocha Inca designó
por sucesor a su hijo mayor, Inga Urco, que no era precisamente un modelo de
virtudes, pues ".. .tenía malas costumbres y era viciosos y muy
cobarde...". Y pese a la selección, Viracocha en realidad hubiera deseado
heredar al menor de sus hijos, llamado Ynga Yupangue.27
Sobre el primer
enfrentamiento y la elección de Urco Ynga
El capítulo XLII da cuenta de cómo Viracocha
Inca partió hacia el Collao para sofocar las rebeliones suscitadas en esta
región. Al saberlo, los chancas28 acordaron
aliarse y enfrentar al poderío del inca. Se trata del primer enfrentamiento
entre incas y chancas, que culmina con la derrota de estos y su solicitud de
perdón al Inca. Viracocha Inca aceptó la sumisión y les impuso como gobernantes
a algunos señores del Cusco, amén de exigirles, como a otros grupos dominados,
el pago de tributo.
Pero Viracocha no se detuvo aquí por el hecho
de haber triunfado, su avance hacia el Collao continuó y el esparcimiento de la
noticia de su victoria sobre los chancas hizo que otros pueblos se sometiesen a
él sin ofrecer resistencia. Su imagen en esta campaña es la del héroe guerrero
y conquistador.
Estando, pues, en Xaquixaguana Viracocha
transfirió el poder, enviando la borla29 a
Urco Inga al Cusco. Lo que da pie a que, desde el inicio del capítulo XLIV
vuelva a tratarse sobre la deleznable personalidad del heredero, circunstancia
que el propio Cieza no considera suficiente para omitir el relato de sus
acciones.
Los orejones y aun todos los más naturales
destas provincias, se ríen de los hechos deste Ynga Urco. Por sus poquedades
quieren que no goze de que se diga que alcanzó la dinidad del reyno, y ansí
vemos que en la quenta que en los quipos y romances tienen de los reyes que
reynaron en el Cuzco callan éste, lo qual yo no haré, pues al fin, mal o bien,
con vicios o con virtudes, gobernó y mandó el reyno algunos días.30
Desde luego, Inca Urco es la antítesis del
héroe: se le pinta como deshonesto, dado a enredarse con mujeres "vaxas e
con mancebas" y aun a corromper a algunas de las mamaconas.31 También
tenía el vicio de la embriaguez; gustaba de pasear borracho por Cusco y
"sin vergüenza descubría las partes vergonzosas y echaba la chicha
convertida en orina." No tenía virtudes bélicas, pues "era enemigo de
las armas", ni constructoras ya que no levantó en la ciudad edificio
alguno. Se dice que ni bien se convirtió en inca, Urco abandonó la ciudad para
instalarse en las "casas de placer" y que dejó su lugar en el
gobierno a Inca Yupanqui.
Hasta aquí el relato presenta dos personajes
claramente antitéticos: el conquistador y el conquistado que, de manera
respectiva, encarnan Viracocha Inca y Urco Inca. En principio, detrás de ello
hay un patrón basado en una unidad indivisible de opuestos complementarios,
pero también una justificación del derecho de conquista. Y el esquema que
inicialmente ejemplifican Viracocha y Urco, se trasladará en la sucesión a Inca
Urco-Inca Yupanqui, esquema que, por otro lado, no es circunstancial o casual,
sino que responde a las particularidades del relato y, además, sirve para
explicitar la asunción al poder de Inca Yupanqui mediante un proceso de
reconocimiento y legitimación.
En cierto modo, por esta razón hay que dejar
de lado el principio de la primogenitura, que destaca Cieza y que es,
evidentemente, de raíz europea,32 al
tiempo que se le empleó para explicar el problema de la sucesión. Éste, sin
duda, es un tema secundario, pero no menor, dentro de la trama principal que es
la guerra contra los chancas.
Los chancas y su
oportunidad
Siendo los chancas informados de que el nuevo
Inca había abandonado la ciudad, decidieron atacarla. Así, Hastu Guaraca y su
hermano, Oma Guaraca, curacas chancas, avanzaron hacia Cusco,
y en el camino fueron conquistando otros pueblos. Las noticias también llegaron
a oídos de Viracocha Inca, quien rápidamente se trasladó de Xaquixaguana al
valle del Yucay, y esto mientras Inca Urco no acertaba a hacer nada.
Finalmente, tras realizar sacrificios en
Apurima, los chancas arribaron al Cusco, de donde Inca Urco había salido
huyendo. Para entonces, los orejones habían suplicado a Ynga Yupanque que se
hiciera cargo de la crítica situación y aquí se vieron obligados a confesarle
que cuando su padre pretendió entregarle a él la borla, ellos se habían opuesto
y habían preferido a Inca Urco. El pasaje, obviamente, aborda un contexto
sucesorio que plasma con claridad las modalidades del proceso y las identidades
de las facciones que intervinieron en él. Cabe destacar, pues, que era el Inca
quien elegía a su sucesor, aunque su determinación estaba fuertemente
condicionada por los intereses de las panacas.33 Por
otro lado, en la trama del relato no resulta sencillo sacar en claro por qué
las facciones de los panacas apoyaron a Inca Urco y no a Yupanqui, sin embargo,
posiblemente haya que considerar que en el esquema de la lucha de contrarios y
de la legitimación del poder es indispensable presentar una parte y una
contraparte; de ahí también el notorio subrayado de las virtudes de Inca
Yupanqui y de los vicios de Inca Urco. Y encuentro además que la presentación
de todas las figuras protagónicas de la narración: Viracocha Inca, Inca Urco e
Inca Yupanqui, responde a un juego de opuestos complementarios, binarios y
antinómicos: padre-hijo, cobarde-valiente, vicioso-virtuoso, etc.
Así, ante la inminente llegada de los
chancas, Inca Yupanqui quedó a cargo de la defensa de Cusco; por su parte,
los orejones se comprometieron a que, una vez que se superara
el trance de la guerra, decidirían quién era el mejor o el más apto para
gobernar. Inca Yupanqui salió al encuentro del enemigo tocado con "una
piel de león" atuendo que, según Cieza, simbolizaba que su fuerza era la misma
de ese animal. La expresión "león andino", común a los cronistas de
la época, alude al puma, felino que se asocia con tiempos, lugares y
situaciones de transición y transformación. Así, el uso de su piel en un
contexto ritual apunta a transiciones entre etapas, regiones o espacios, y
estados en la sociedad.34 Por
tanto, resulta de sumo interés corroborar que el intervalo en que Inca Yupanqui
se identificó con dicho animal, fue el que lo condujo a la victoria sobre los
chancas, aun sin ser el gobernante legítimo.
Los chancas se habían fortificado en el cerro
de Carmenga, Inca Yupanqui envió embajadores a Astu Guaraca para evitar la
guerra, pero su oferta fue rechazada, aunque el curaca solicitó
una entrevista personal con él. En su transcurso hubo un intercambio de
insultos y luego el desencadenamiento de la guerra. A la postre, el triunfador
fue Inca Yupanqui y Astu Guaranga tuvo que huir hasta Andaguayllas.
Tras la victoria
inca
Cieza inicia el capítulo XLVI con el regreso
triunfal al Cusco de Inca Yupanqui, al que siguió una entrevista con los
orejones. En ella, y a la vista del comportamiento vergonzoso de su padre y su
hermano, se convino en que el nuevo gobernante sería Inca Yupanqui. Aunque Inca
Urco quiso volver a Cusco a explicar e intentar justificar sus actos, se le
prohibió la entrada. Por su lado, la Coya (o mujer) de Inca Urco, lo abandonó y
retornó a Cusco y esto sin haberle dado heredero ninguno, lo que también
resulta sintomático y destaca adicionalmente el sentido del inicio de un nuevo
orden.
En sus funciones de jerarca, Inca Yupanqui
dispuso el entierro de los caídos en la guerra y se indica una distinción en
las ceremonias respectivas para incas y chancas. Se mandó que los incas se
enterraran a la "usanza", aunque en la crónica no hay una descripción
puntual de esta modalidad; en cambio, respecto de los chancas sí la hay:
... a los chancas mandó que se hiziese una
casa larga a manera de tanbo en la parte que se dio la batalla, adonde para
memoria fuesen desollados todos los cuerpos de los muertos y que hinchesen los
cueros de ceniza o de paja de tal manera que la forma umana pareciese en ellos,
haziéndolos de mill maneras, porque a unos, pariendo hombre, de su mismo
vientre salía un atambor y con sus manos hazían muestra de tocar, otros ponían
en las bocas.35
En este mismo capítulo, reaparece la figura
del señor de los chancas, Astu Guaraca, invitado por Inca Yupanqui a integrarse
a su servicio. Siendo ya los chancas aliados del Inca, quedaban obligados a
aportar efectivos para las guerras. Y guardaron un estatus especial en la
organización inca, puesto que no tuvieron que concurrir al Cusco, como el resto
de los grupos, sino que se sumaron a la fuerza incaica en el curso de la
travesía. Por estos datos, Amnon Nir concluye que cronológicamente esta guerra
se ubica después del primer encuentro bélico entre incas y chancas, pero es
anterior a la conquista que los primeros hicieron de los segundos. Y el autor
consigna que el centro político-religioso de Andahuaylas siguió funcionando
mientras los chancas gozaron de un estatus particular en la alianza inca.36
Por esta misma etapa murió Viracocha Inca,
aunque no se le dispensaron funerales con los honores debidos a su rango, ya
que había abandonado su capital en el momento del ataque chanca. Algún tiempo
después, delegando en su hermano Lloque Yu-panque del Cusco, Inca Yupanqui
emprendió el sometimiento de distintas regiones del Condesuyu,37 avanzó
hacia el río Apurima, y se instaló en los aposentos de Curaguaxi, en donde
entregó una "mujer palla del Cuzco" a un capitán chanca llamado Tupa
Vasco. En las ulteriores batallas y escaramuzas que luego entabló el Inca
recibió la asesoría de los jefes chancas, Astu Guaraca y Tipa Vasco38 gracias
a lo cual, se conquistó y controló el Collao. Finalmente, se sometieron las
regiones de Condesuyu y Collasuyu.39
A partir de aquí, Inca Yupanqui dispuso
normas y protocolos para el trato a su persona, no sólo observables en las
campañas bélicas, sino también en el Cusco:
Quando le yvan a hablar, yvan cargados
livianamente; miránvanle poco al rostro; quendo él hablaba, tenblavan los que
le oyan de temor o de otra cosa; salía pocas vezes en público y en la guerra
siempre hera el delantero; no consentía que ninguno, sin su mandamiento,
tuviese joyas no asentamiento ni anduviese en andas. En fin, éste fue el que
abrió camino para el gobierno tan ecelente que los Yngas tuvieron.40
Pero no sólo fue precursor en formas
ceremoniales, pues, de acuerdo con Pedro Cieza, "...otras cosas ynventó
este rey, de quien dizen que entendía mucho de las estrellas y que tenía quenta
con el movimiento del sol, y así tomó él por sobrenombre 'Yupanque', ques
nombre de quenta y de mucho entender".41 Es
decir, que en su persona se conjuntaba grandeza y sabiduría.
Junto con las incontables conquistas
realizadas durante el régimen de Inca Yupanqui, la crónica relata los continuos
levantamientos de las comunidades contra el Tawantinsuyu. Y estos
acontecimientos son muy dignos de tenerse en cuenta, pues rompen con el esquema
clásico de la hipotética pax incaica impuesta en el territorio
andino.
La versión de la historia que ofrece Cieza
nos entrega -en el capítulo L- una visión particular de los chancas, como
competentes guerreros, acaudillados por su "capitán" Anco Alio. Su
descollante actuación suscitó la envidia de los incas, quienes urdieron una
emboscada en Cusco para asesinarlos. Sin embargo, los chancas la descubrieron y
escaparon rumbo a una región desconocida. Cieza de León opina que el lugar de
refugio debió ser El Dorado.42 En
esta parte, dada la aparición de la mítica ciudad, nuevamente cabe introducir
diversas conjeturas sobre si el cronista escuchó alguna versión al respecto, si
los informantes indígenas así se lo sugirieron o si él mismo entreveró su
imaginario geográfico mítico del Medioevo con la historia de suspenso que
escuchaba de sus relatores indígenas. Aunque, por ahora, nada puede sacarse en
claro.
Volviendo a la historia que nos ocupa: al
enterarse Yupanqui Inca de la tentativa de homicidio contra los chancas
manifestó cierta tristeza. Sin embargo, de acuerdo con Cieza, esto sólo fue
disimulo, pues al poner la emboscada, sus capitanes se limitaban a cumplir y
ejecutar sus propias órdenes. Con ello, el cronista deja el tono neutral de la
narración, toma partido y juzga las acciones y el fuero interno del gobernante
inca.
Por otro lado, Yupanqui Inca había despachado
a Topa Guasco y a otros chancas a someter el alzamiento registrado en la
provincia del Collao y, con el fin de ocultarles o tergiversar la versión de lo
ocurrido en Cusco, les remitió emisarios. De modo que cuando Topa Guaseo
retornó al Cusco, el Inca le refirió los sucesos, encubriendo algunos detalles
puntuales y su encono contra Anco Alio.43 Pese
a todo, los chancas entendieron cabalmente la situación y el peligro, de ahí
que solicitaran permiso para volver a su provincia originaria. En el capítulo
LIV, Cieza refiere un nuevo levantamiento en el Collao, frente al que el Inca
recurrió a los chancas y a los canas "para que estuviesen firmes en su
amistad" y acudiesen a combatir a los alzados.44 Con
sus altibajos, los acontecimientos referidos dejan ver que después de la
primera guerra inca-chanca que culminó con la derrota de los últimos, estos
pactaron y sostuvieron una alianza con sus vencedores y acompañaron la política
de conquistas y expansión de Inca Yupanqui.
La crónica aborda después temas relativos a
las reformas y medidas que implantó Yupanqui, por ejemplo, el remozamiento del
templo de Coricancha, la instalación de postas en los caminos, la disposición
para que se hablase una sola lengua en sus dominios y otras. Una nueva rebelión
en el Collao y el Andesuyo45 obligó
a Inca Yupanqui a marchar sobre ellas. Sin embargo, en la campaña contra el
Andesuyo se presentaron ciertas dificultades: las mordeduras de las culebras.
Cieza se detiene en la descripción de los enormes ofidios y de los estragos y
muertes que ocasionaron en el ejército del inca y su relato está preñado de
cargas simbólicas. Así, asevera que fue una hechicera46 la
que remedió el ataque a través de un "encantamiento", lo que no sólo
evitó que murieran los hombres del inca, sino que trocó la terrible amenaza en
un factor propicio, pues los reptiles47 sufrieron
una transformación y actuaron a favor del incario.
Y si el episodio no pertenece formalmente al
acervo de la crónica andina, sí las serpientes, ya que es Garcilaso de la Vega,
cronista del siglo XVII, quien habla y describe a estos singulares animales:
A las culebras grandes por su monstruosidad y
fiereza, que las hay en los Antis de a veinticinco y de treinta pies y más y
menos de largo y gruesas muchas más que el muslo- También tenían por dioses a
otras culebras menores, donde no las había tan grandes como en los Antis...48
Al conseguir la victoria, el inca continuó
avanzando hasta llegar a la laguna del Titicaca, el supuesto lugar de origen de
los incas. Ahí dispuso que en la isla más grande se levantara un templo del Sol
y otros aposentos para él y sus descendientes. Se diría que en este relato se
destaca el significado de la cuenca lacustre del Titicaca como lugar mítico de
origen y de una estrecha vinculación con la deidad solar. Con ello, nuevamente
los sucesos se exponen de tal forma que hagan explícito al lector europeo el
sentido de los hechos y ofrecerle una plataforma de justificación sobre los
actos y la legitimación que subyacen en ellos.
Al analizar la versión de Cieza de León sobre
los sucesos de la guerra entre incas y chancas y los acontecimientos que se
desarrollaron en torno a ellos no me propuse preguntarme si los relatos que él
recogió eran verdaderos o falsos, simplemente traté de comprender su posible
significado.
La narración de la guerra no ocupa un solo
capítulo, sino que se extiende a varios y se presenta en fragmentos. Es como
una historia "por entregas", conflictos que se presentan en etapas y
en los que se repiten las victorias incas encabezadas por el octavo gobernante,
Inca Yupanqui, a quien se asocia directamente con el inicio de la expansión
cusqueña. En este sentido, la guerra de Cieza es un episodio épico-heroico con
muchos elementos simbólicos que continuamente intervienen e inciden en el
relato. Así, el simbolismo que subyace en la narración y su carga sobre los
hechos y personajes involucrados es como un hilo conductor que hace posible
avanzar de manera cautelosa en el escrutinio y en las posibles significaciones
de lo registrado, como el ejemplo del puma, que figura en distintos pasajes.
Como lo advirtiera el propio Cieza de León,
en la historia de la guerra entre incas y chancas es imposible suprimir a Inca
Urco, personaje capital, con un papel bien definido en tanto que es la figura
antitética del futuro gobernante inca y contraparte indispensable para
construir la argumentación sobre la legitimidad del gobernante inca.
En suma, lo que propongo es que el episodio
de la guerra entre incas y chancas, según la versión de Cieza de León, debe
leerse como un reflejo de la necesidad de los triunfantes incas de relatar
sucesos significativos y altamente valorados que se desarrollaron antes de la
llegada de los españoles, no sólo para justificar su legítimo ascenso al poder
en los Andes centrales, sino también para explicar y validar la transición política
interna que se dio en el grupo de poder inca.
1 Liliana
Regalado de Hurtado, "La historiografía del siglo XXI y las nuevas
posibilidades para el estudio de las fuentes coloniales", en: Liliana
Regalado de Hurtado y Hidefuji Someda (eds.), Construyendo historias.
Aportes para la historia hispanoamericana a partir de las crónicas, Lima,
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad de
Estudios Extranjeros de Osaka, 2005, pp. 245-252.
[ Links ]
2 Véase al
respecto, entre otros autores, Liliana Regalado de Hurtado, "Las crónicas
indígenas y el recurso del texto", en: Grupo de Estudios e Investigaciones
Clío, Diálogos en Historia, Núm. 2, Lima, Universidad Nacional
de San Marcos, 2000, pp. 3-18.
[ Links ]
3 Cabe señalar
que este episodio no se circunscribió a la historia oral o escrita, sino que
también se convirtió en tema iconográfico a fines del siglo XVII y a lo largo
del XVIII, representado en cuatro keros o vasos rituales. Véase al respecto
Luis Ramos Gómez, "El choque de los incas con los chancas en la
iconografía de vasijas lígneas coloniales", en: Revista Española
de Antropología Americana, Núm. 32, Madrid, 2001, pp. 243-265.
[ Links ]
4 Tania Navarro
Swain, "¿Vocé disse imaginario?", en: Tania Navarro Swain
(comp.), Historia no plural, Brasilia, Universidad de
Brasilia, 1993, p. 46. [ Links ]
5 Sabemos que
Huayna Capac murió antes de que Pizarro llegara a Cajamarca en 1532.
6 Aludo a los
hechos ocurridos en esta localidad, donde Francisco Pizarro hizo prisionero al
inca Atahualpa. Y entre la vasta historiografía al respecto, puede verse a
Franklin Pease, Los incas, Lima, Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2007, pp. 159-168.
[ Links ]
7 Respecto de
las diferentes versiones halladas en las fuentes sobre este mito de origen,
véase Silvia Limón Olvera, Las cuevas y el mito de origen, México,
Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Universidad
Nacional Autónoma de México, 2009.
[ Links ]
8 Véase la
propuesta de Franklin Pease sobre este problema en particular. Franklin
Pease, Los últimos incas del Cuzco, Alianza, Madrid, 1991.
[ Links ]
9 Ramos
Gómez, op. Cit., pp. 243.
10 Pierre
Duviols, "La guerra entre el Cuzco y los chanca: ¿historia o mito?",
en: Revista de la Universidad Complutense, Vol. 28, Núm. 117,
1980, pp. 363-371. [ Links ]
11 Los estudios
al respecto son numerosos, pero para efectos de una aproximación puede verse
Pease, Los últimos..., op. Cit., passim.
12 Véase a este
respecto la interesante exposición etimológica e histórica del concepto que
hace Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, Madrid,
Luis Sánchez, 1611, p. 90.
[ Links ]
13 Como María
Rostworowski (Pachacuti Inca Yupanqui, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos, 2001, pp. 256-274.
[ Links ])
14 Que es el
caso de Franklin Pease (Los últimos..., op. Cit., pp. 95-98.)
15 En este caso,
se indica en las fuentes que existía un inca de Annan (arriba) y un inca de
Urin (abajo).
16 Pedro Cieza
de León, Crónica del Perú. Segunda parte, edición, prólogo y
notas de Francesca Cantú, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú-Fondo
Editorial, 1996. [ Links ] Decidí
trabajar con ésta, la tercera edición, porque se basa en el manuscrito hallado
en la Biblioteca Apostólica Vaticana. Ésta ofrece una versión más clara y
detallada que las previas, que se hicieron a partir de copias de segunda mano.
17 Miembros de
la nobleza inca a quienes los peninsulares denominaban así por la deformación
de sus orejas, de las que pendían grandes aros.
18 Cieza, op.
Cit., cap. XXXVIII.
19 Ibid, cap.
XLI, p. 121.
20 Cieza, op.
Cit., cap. LII, p. 150. El quipu era un sistema de
cuentas de origen prehispánico que tenía como soporte una cuerda principal de
la que colgaban hilos con nudos que representaban categorías y números.
21 Pease, Los
últimos..., op. Cit., passim.
22 En relación
al origen de este grupo, González Carré es quien ha recogido las diversas
referencias que existen en las fuentes, indicando que eran un conjunto de
varios grupos que si bien reconocían como pacarína principal a
la laguna de Choclococha, algunos de ellos también reconocían un origen
diferente. Enrique González Carré, Los señoríos chankas, Lima,
Universidad de San Cristóbal de Huamanga e Instituto de Estudios Arqueológicos,
1992, p. 77. [ Links ] También
el clásico y valioso trabajo de María Rostworowski nos proporcionó varios datos
sobre este grupo, las etimologías que presentarían y sus posibles significados.
Rostworowski, Pachacuti..., op. Cit., pp. 63-77.
23 Sobre los
nombres de los curacas chancas, véase al respecto entre otros a Henrique
Urbano, Wiracocha y Ayar. Héroes y funciones en las sociedades andinas, Cusco,
Centro de Estudios Rurales andinos "Bartolomé de las Casas", 1981,
pp. XLI-XLV.
[ Links ]
24 Cieza, op. Cit., cap.
XXXVIII, p. 112.
25 Ibid., cap. XXXVIII, pp.
112-113.
26 Tom Zuidema,
"El león en la ciudad. Símbolos reales de transición en el Cusco",
en: Reyes y guerreros. Ensayos de cultura andina, Lima,
Fomciencias, 1989, p. 340.
[ Links ]
27 En relación
al problema sucesorio véase nota 13.
28 Curiosamente,
al referirse a los chancas Pedro Cieza de León utiliza el vocablo
"canches".
29 Se hace
referencia a lo que conocemos como la mascapaicha, símbolo del
poder del inca, que era una borla de fina lana roja con incrustaciones de hilos
de oro y plumas de corequenque.
30 Cieza, op.
Cit., cap. XLIV, p. 129.
31 Una clase de
mujeres escogidas para el servicio de los templos.
32 Puede haber
aquí una evocación de la historia bíblica de los hijos de Isaac: Esaú y Jacob.
33 Las panacas eran
las familias de los gobernantes incas muertos.
34 Zuidema, op.
Cit, p. 207.
35 Cieza, op.
Cit., cap. XLVI, pp. 135-136.
36 Amnon Nir,
"Ancauallo Chanca: ¿mito o historia?", en: Iberoamérica
Global, vol I, Núm. 2, Especial/Special, The Hebrew University of
Jerusalem, 2008, p. 29. [ Links ]
37 El Condesuyu o
Contisuyo se ubicaba al sudoeste y ocupaba parte de la costa peruana hasta el
Río Maule en Chile.
38 Aunque se
registran dos variantes del nombre, Tupa Vasco y Tipa Vasco, considero que se
trata de una única y misma persona.
39 El Collasuyu se
ubicaba al sudeste y ocupó gran parte del actual territorio boliviano, llegando
hasta Tucumán, en el Norte de Argentina.
40 Cieza, of. Cit., cap.
XLVIII, p. 141.
41 Ibid., cap.
L, p. 146.
42 Evidentemente
hace referencia a la ciudad inca perdida, Paititi, la cual a veces es ubicada
en el área de la selva amazónica, al este de la Cordillera de los Andes. El
mito relata que a raíz de la conquista española un grupo de incas emigró hacia
Paititi, donde vivieron según su cultura y sus reglas. Paititi se describe como
un área rica en alimentos y en metales preciosos.
43 El trabajo de
Amnon Nir compara las informaciones que aparecen de dicho curaca chanca en tres
crónicas: Cieza de León, Sarmiento de Gamboa y Huaman Poma, y contrasta los
resultados obtenidos. Nir, op. Cit., pp. 25-31. Es de advertir
que la primera parte del nombre de Anco Allo forma parte del malqui de
los urinchancas, es decir, Ancovilca.
44 Cieza, op.
Cit., cap. LIV.
45 El Antisuyu se
ubicaba al noreste y se localizaba en los valles subtropicales, ocupando parte
de la selva baja amazónica.
46 Entre otros
autores, véase Bonnie Glass-Coffin, "La perspectiva de género en el
curanderismo en el norte del Perú: metáforas, modelos y manifestaciones de la
diferencia", en: Hiroyasu Tomoeda, Tatsuhito Fujii y Luis Millones, Entre
Dios y el Diablo. Magia y poder en la costa norte del Perú, Lima,
Instituto Francés de Estudios Andinos-Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2004, pp. 93-119.
[ Links ]
47 Sobre las
características de las culebras y su clasificación, véase al respecto, Bernabé
Cobo, Historia del Nuevo Mundo, Madrid, Gráficas Bachende,
1956, capítulo XXXIII, pp. 354-358.
[ Links ]
48 Inca
Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales, Lima, AMC Editores,
2008, Libro 1°, cap. IX, p. 44.
[ Links ]
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-28722013000100002&lng=es&nrm=iso
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