sábado, 10 de febrero de 2024

 

Cuatro monumentos de desarrollo

de las cofradías del Perú.

Siglos XVI-XIX (1)

https://www.yawarinkahotel.com/iglesia-de-la-compania-de-jesus

Luis Rodríguez Toledo[2]

 

1. Introducción.

Las cofradías fueron instituciones traídas desde España hacia América con diversos fines. A lo largo del desarrollo del virreinato peruano esta organización jugó un papel importante en el desarrollo de la vida económica y espiritual de la sociedad peruana, una sociedad divida en cuerpos sociales. Los diversos extractos sociales tuvieron en la cofradía una organización de gran importancia para el desenvolvimiento de sus actividades. Así, tanto las hermandades de negros, indios y españoles tendrían similitudes en tanto su organización y su significancia como espacio social para conseguir valores coloniales como el poder, el honor y el prestigio.

 

La cofradía como institución pasará por cuatro momentos o coyunturas que definirán su naturaleza, implicancias y función social. El objetivo de este artículo es elaborar una periodificación de esta institución desde su establecimiento hasta los inicios de la república, donde cada momento histórico definirá su naturaleza y función social.

 

2. Las cofradías informales y el proceso de evangelización (1539)

Alberto Flores Galindo[3] mencionaba que el orden colonial que siguió a la conquista significaba en términos reales la imposición de una cultura sobre otra, a su vez una imposición de códigos culturales como las maneras de comer, vestirse y también de orar. Los dioses andinos fueron perseguidos y declarados falsos, todo aquel que profesara la antigua religión andina fue declarado hereje. En esta rápida carrera por imponer culturalmente un estilo de vida occidental se destruyeron templos e imágenes y se buscó rápidamente la evangelización. Aún así podemos mencionar que hay un proceso dual en la instalación de las cofradías que se da con la percepción por parte de los grupos afectados. Así, para la empresa conquistadora las cofradías sirvieron como instituciones auxiliadoras de las órdenes religiosas en el proceso de evangelización, mientras que para el hombre andino la cofradía significó el espacio donde podía aun mantener sus relaciones sociales propias como una continuación transformada del ayllu.

 

Las cofradías en este primer momento fueron orientadas a los grupos subalternos, a indios y después a negros. Según Olinda Celestino[4] los españoles implantaron esta institución como un medio de control de la población, mientras los indígenas la aceptaron porque veían en ella la posibilidad de afirmar una identidad colectiva en torno a las creencias cristianas. Esto se debe a que como mencionamos líneas arriba, la sociedad indígena sufrió un acelerado cambio y una destrusturación de su sistema. En este primer momento las Órdenes Religiosas como los jesuitas y dominicos utilizaron a las cofradías como un mecanismo de catequización del mundo andino. Junto a estas primeras formas de instalación de las cofradías y de evangelización se encuentra también la persecución de las formas religiosas del mundo andino, se inició la extirpación de idolatrías, se practica la quema de cadáveres, los destierros y la destrucción de ídolos, se niega y se trata como falso todo aquello que no sea parte del mundo cristiano. Aún así se logra recoger algunos valores de la cultura andina y se le aprovecha. Así, las cofradías advocadas a una divinidad en particular reemplazan de manera lenta y progresiva al antiguo ídolo.

 

Las comunidades andinas destructuradas, destruidas, desorientadas y despojadas de sus divinidades locales optan unas por replegarse y resistir, y otras por persistir y transformarse. Así, como en el caso español mencionado por George Foster[5], en el mundo andino las cofradías también se reprodujeron como un elemento que promueve la solidaridad social entre sus miembros, como un dispositivo de ayuda mutua en casos de crisis. La presión estatal sobre las comunidades hizo que las comunidades trataran de asegurar la supervivencia de sus miembros, producto de ello es que en el mundo andino se formaron nuevas relaciones sociales. Las cofradías son vistas como un elemento que no solo aseguraba la permanencia y la identidad del grupo social, sino que ayudaba a que los indígenas se adecuen y se desenvuelvan dentro de la lógica dominante, sobre todo en lo que se ha denominado la “cultura de prestigio” y la lucha por el acceso a cargos.

 

Las cofradías en este periodo están orientadas a los grupos subalternos, primero a indios y luego a negros esclavos. Esta institución de esta manera sirvió para reproducir el modelo colonial y segregacionista, la división marcada de cofradías de indios, de negros y de españoles no hacen más que acrecentar las diferencias raciales. Los españoles favorecen la implantación de cofradías porque políticamente les era un instrumento de control de la población indígena[6]. Es decir usaron a la religión para adaptar a las sociedades andinas. Le Brass y Pierre Duviols mencionan que las cofradías más antiguas insertadas en el mundo rural fueron la del Santísimo Sacramento, las de Animas y la de San Jerónimo generalmente impulsadas por las ordenes religiosas como los dominicos y jesuitas.

 

Las cofradías en el mundo andino se encontraban bajo la supervisión de la Iglesia, esta institución controlaba sus bienes y rentas, generalmente se representaba a través del cura o el doctrinero, mientras el mayordomo elegido anualmente sorteaba un tipo de autoridad dentro de la hermandad. La cofradía estaba formada por laicos, se encargaban del mantenimiento y la difusión del culto de la advocación, su base económico y social la constituía la tenencia de tierras de comunidades, ganados, inmuebles y capital no productivo como alhajas y vestimenta. Estos bienes a su vez servían para el sustento del clero quienes cuidaban de cómo el mayordomo las administrara, por ser bienes pertenecientes a la Iglesia como bienes eclesiásticos. Por lo general eran los doctrineros quienes elegían al mayordomo siendo (en su mayoría de veces) el cacique u hombres principales del pueblo.

 

En Lima la primera cofradía en instalarse fue la del Santísimo Sacramento por impulso de los dominicos en 1539, le siguió en 1540 la Archicofradía de Veracruz fundada por Francisco Pizarro, ambas con el consentimiento de Paulo III, esta política fue promovida por el arzobispo Loayza que veía la fundación de cofradías en Lima la manera de cómo las familias de españoles se constituyeran como la base social auxiliar de la Iglesia en relación al mantenimiento del altar, cuidado de las imágenes, erección de parroquias y hospitales. Es decir organizaciones que estuvieran dedicadas al culto. Así, el Concilio Limense II mencionaba que el único fin de las cofradías era el servicio y culto y la Iglesia, debería ser la garante de ello[7]. Por otro lado las familias nobles de españoles vieran en la institución un elemento para organizarse en grupos prestigiosos para poder obtener poder político mediante su hidalguía y ostentosidad. Las cofradías de españoles de esta época son las que han hegemonizado el espíritu religioso, mediante las grandes celebraciones y procesiones rituales han encumbrado a grandes familias y grandes hermandades. Los principios que se traerán de la Contrarreforma serán nuevos valores puestos en práctica para asegurar esta religiosidad, es decir hablamos de una conducta ascética, simbología ritual, la ayuda mutua y demás, todo ello viene con las grandes cantidades de inmigrantes que llegaban desde la península.

 

Esta política del Estado Eclesiástico de fundar cofradías en el mundo rural y urbano para asegurar la doctrina cristiana significaba la dominación de un lado, y de otro la permanencia de la identidad de las comunidades andinas en el caso de las cofradías de indios y la posibilidad de reafirmar hidalguía y obtener poder político mediante la asociación de organizaciones prestigiosas en el caso de las cofradías de españoles. Lo anterio originó que se fundasen varias cofradías, incluso muchos con la misma advocación como el caso del Santísimo Sacramento como menciona Olinda Celestino. La proliferación de cofradías hace que aparezcan hermandades informales, vale decir en términos de Beatriz Garland[8], que se diferenciaban de las reconocidas porque estás últimas contaban con una serie de ventajas al ser oficializadas por la Iglesia como el tener legitimidad en cuanto a las promesas espirituales, tener fácil acceso a los servicios eclesiásticos y tener la posibilidad de participar en procesiones y fiestas oficiales de la Iglesia.

 

3. Las cofradías después de la Contrarreforma (1564).

 

En 1564 el rey Felipe II impone en sus reinos el Concilio de Trento. Este es nuevo periodo en el desarrollo de las instituciones cofradiales en el virreinato del Perú. La gran eclosión de cofradías en Lima, la mayoría de ellas con fines benéfico-asistenciales, hace que este sistema se reproduzca en las demás étnias, en las cofradías de indios y cofradías de negros. Las familias con propiedades y que habían forjado su hidalguía componían las cofradías más honorables y prestigiosas como la del Santísimo Sacramento o la de la Veracruz, destinada sobre todo a personajes pertenecientes de ordenes religiosas, militares o altas figuras de la política; mientras los españoles pobres se organizaban en cofradías de oficios, así nacen las cofradías de plateros, zapateros, calafateros, etc. Las cofradías se dividan por grupo social y de acuerdo a su Iglesia de fundación, las cofradías gremiales de indios recien se dan en el siglo XVII, mientras que las cofradías gremiales de los españoles ya funcionaban, como la cofradía de zapateros de San Crispin fundada en 1572 o la cofradía de sastres de Nuestra Señora de los reyes fundada en 1578. Entre los esclavos negros las primeras cofradías fundadas se dieron a partir de 1540 como menciona Raúl Adanaqué[9]. Al interior de los mismos esclavos había división por etnias y procedencias, había así cofradía de negros congo, mina, chala, mozambique y entre ellos la división de negros esclavos o libertos. Había muy pocas cofradías mixtas entre estos grupos sociales, y aunque se dieron posteriormente nunca se dejaron las diferencias raciales fuera del todo.

 

En el caso de la cofradía de indios el control desmedido por parte de los doctrineros sobre la hermandad y sus bienes llegó a establecer casos de abusos como lo nota Joaquim Rodriguez[10] cuando hace mención a las notas de Guaman Poma de Ayala en la que los padres de la doctrina toman lo que quieren de la Iglesia y de la cofradía. Este control directo implicaba estos riesgos, además porque las cofradías de indios tenían formas de acumulación económica muy rentables, sobretodo porque de por sí las cofradías de comunidades ya poseían propiedades que eran los antiguos bienes pre coloniales como la tierra y el ganado, las noblezas regionales trasladaban sus bienes a estas instituciones para no perderlas y seguían asegurando su posesión a través del sistema de cargos, a su vez estas hermandades de indios poseían donaciones, almacenes e infraestructura como molinos. El abuso del clero local siempre fue un problema para el Estado Eclesiástico, los primeros Concilios Limenes y luego las Reformas borbónicas de un siglo después demostrarían eso. El aspecto económico en las cofradías urbanas fue casi el mismo, las acumulaciones de capital se referían a propiedades y luego a capitales no productivos como joyas, alhajas y vestimentas, las entradas por cuota obligatoria para ser admitido hermano y las limosnas convirtieron a las cofradías limeñas en muy poderosas en relación a su economía, solo se menciona que en 1619 la cofradía del Santísimo Sacramento recibían más de 3000 pesos mientras la de Purísima Concepción 2500 pesos.

 

Con la llegada del virrey Francisco de Toledo a Lima en 1569 se inicio el control reformador de las cofradías producto del espíritu de la Contrarreforma y el Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1563. La reforma se hizo desde adentro, así para combatir los abusos del clero local en las cofradías de indios, para evitar la propagación de cofradías informales y para mantener a raya los ingresos económicos de las cofradías de españoles. Todo ello se hizo para que las hermandades no olviden que su principal objetivo es asegurar el culto como manda los primeros concilios limenses y los documentos fundacionales, para combatir todos los posibles vicios se utilizaron visitas continuas a las diócesis, se arman concilios provinciales y se realizan informes de todo lo sucedido. El segundo Concilio Provincial de Lima de 1567 fue convocado para ajustar la iglesia peruana a los edictos tridentinos, para asegurar estas reformas se crearon instituciones como el Juzgado de Cofradías y el Juzgado de Obras Pías.

 

Las principales acciones fueron el control de los estatutos de las cofradías, reducción del número de hermandades que ya existía, el control de sus capitales y cuentas, y el control de sus rituales y manifestaciones públicas. Todas estas acciones estaban justificadas bajo la bandera de velar por la pureza doctrinal[11]. Estas reformas quedaron de por si establecidas con el tercer concilio provincial entre 1582 y 1583. Con el control de los estatutos y sobretodo con el hecho de que para erigir una cofradía sea necesario la aprobación eclesiástica se puso freno a la gran cantidad de cofradías que había en el territorio del virreinato. Sin embargo el control de su proliferación siguió siendo alarmante tanto así que en 1604 el Papa Clemente VIII constituyó el Quoecumque[12], por el cual se mandaba a los superiores de las ordenes religiosas y de las iglesias que no podían establecer más de una cofradía, también en el mismo documento se menciona que las indulgencias dadas para cada congregación debía ser declarada como autentica por el obispo y sin su autorización no podía publicarse.

 

Sin embargo si bien es cierto estas reformas trentinas intentaron frenar el poder de las cofradías, es también cierto que en el siglo XVII las cofradías se fortalecieron como organizaciones laicas poderosas tanto de gremios como de familias nobles de España. En cierta parte se puede atribuir una permisibilidad tanto del clero local como de la misma institución eclesiástica de la institución al serles provechosas este éxito de las cofradías. Teresa Egoavil[13] en su texto sobre la función económica de estas organizaciones nos menciona que sus diversas formas de acumular capital la convirtieron en verdaderas empresas bancarias de su tiempo, realizando censos que eran préstamos de dinero a cambio de la adquisición de un bien como garantía de pago. Beatriz Garland en base a una documentación provechosa nos menciona como las cofradías obtuvieron tanto poder en estas épocas que llegaron a ser muy influyentes en la política real hasta el hecho de conceder préstamos al virrey para emprender campañas de guerra.

 

El siglo XVII podemos decir que es el siglo de las cofradías virreinales, se asientan a nivel económico y simbólico, las cofradías más poderosas tienen en sus representantes figuras políticas importantes que hacen que sean parte de la corte del virrey, es decir eran parte del pequeño núcleo de personalidades que forman una red clientelar que da forma al sistema cortesano[14]. Así, cofradías poderosas como de la Veracruz tenía como hermanos 24 a abogados de la Real Audiencia como el Lic. Don Pedro de Azaña, hermano a partir de 1633, se encuentran también regidores perpetuos, alcaldes ordinarios y nobles caballeros de las Orden nobiliaria de Santiago, de San Juan, Jerusalén y Teutónica. Los estudios de Camarena Peralta menciona que dentro de los 7300 hermanos 24 que tuvo esta cofradía, 31 fueron virreyes, 15 arzobispos y diversos funcionaros del gobierno colonial[15], es decir personalidades de la política, muy influyentes y con un gran poder político. Por otro lado la cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu incluía comerciantes limeños agremiados en el Tribunal del Consulado como Don Antonio de Querejazu estudiado por Judith Mansilla[16], que siendo mayordomo en 1713 ejerció un poder tanto en la misma cofradía, como en el gremio proyectando su imagen al gobierno colonial. La cofradía en este siglo es un campo para conseguir prestigio, poder y honor, elementos coloniales que aseguraban ante todo la ascensión social por medio de redes clientelares y por medio de una imagen proyectada hacia la sociedad que crecía con la participación en cofradías importantes. Las cofradías se convirtierón en el escenario de una lucha por el poder. De este periodo se encuentran documentos que mencionan las denuncias entre hermanos de cofradías por asuntos administrativos y legales llegando a pedir que se disuelva una cofradía por malos manejos, mala distribución de vienes e ilegalidad. Así, en 1681 un cofrade llamado Joseph de Lara Galon denunció a toda los hermanos 24 de la cofradía de la Purísima Concepción[17] por los motivos anteriormente señalados, dejando a la hermandad en manos de una sola persona, mientras la antigua dirigencia era expulsada y declarada como intrusa. Esto se da ante todo porque en las cofradías de este siglo se forman grupos de poder para controlar los principales cargos: mayordomos, procuradores, tesoreros, y esto porque el control de cargos permite obtener poder político fuera de la cofradía.

 

Pero las formas de obtener poder se reproducían a nivel estamental. En las cofradías de indios se dan varias denuncias por administración y presentación de cuentas, es casi inevitable que un mayordomo saliente no entregara un libro de cuentas con su gestión anterior, tan importante era que ocasionó varias denuncias pidiendo inclusive la pena del encarcelamiento, casos como el de Antonio Rodríguez, ex mayordomo de la cofradía de indios de Nuestra Señora de la Candelaria, que en 1704 es acusado por no presentar  las cuentas de su tiempo, Alonso Ramírez el actual mayordomo le menciona un plazo de tres meses[18] para que entregue dicha documentación.

 

A nivel económico las cofradías fueron en palabras de Beatriz Garland una institución de seguro y crédito. En palabras de Egoavil fueron verdaderos bancos coloniales que concedíeron empréstitos a privados y al mismo Estado. Esto se debe a que sus formas de capitalización se consolidaron a través de las entradas, limosnas, donaciones y sobretodo de los censos, un recurso financiero virreinal mediante el cual se concedía un dinero a cambio de hipotecar una propiedad con un porcentaje anual de incremento sobre el préstamo.

 

4. Las cofradías durante la administración Borbónica (1760)

 

En el siglo XVIII se dieron a nivel internacional la proliferación de numerosas corrientes religiosas y políticas, la mayoría estaban dentro de la lógica de la Ilustración. España entonces de adentró en un proceso de reformas para institucionalizar una política ilustrada llevada a cabo por Carlos III, su despotismo ilustrado como menciona Víctor Peralta estaba en función de la difusión instrumentalizada de la razón a través de la fuerza, persiguió el sometimiento de la iglesia al patronazgo real e inició una lógica para racionalizar los recursos[19].

 

Así, como Felipe II tuvo en Francisco de Toledo el virrey que llevó las primeras reformas cofrafiales, de la misma forma Carlos III tuvo en el virrey Manuel de Amat y Juniet el representante de estas implantaciones severamente radicales que dejarían a las cofradías del siglo pasado en un proceso de lenta agonía como institución de seguro y crédito. Las memorias del virrey Amat rebelan como se descubrió que las cofradías de carácter beneficio espirituales y cuya función según los primeros concilios limenses era asegurar el culto habían desaparecido. Las cofradías de ese siglo vienen de un proceso donde la forma de adquirir capitales había dejado de ser la limosna voluntaria y se paso a un mecanismo organizado de acumulación de capitales, desde las entradas, donaciones, censos a los préstamos. Víctor Peralta al igual que Teresa Egoavil mencionan que las cofradías limeñas eran verdaderas entidades bancarias responsables de grandes préstamos de dineros a personas e instituciones políticas y económicas. No es vano la vinculación de grandes personajes de la política virreinal con las cofradías más importantes de la ciudad, como la relación entre la hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu[20] y el Tribunal del Consulado.

 

Las cofradías dentro del virreinato para esta época habían desarrollado una función social que iba más allá de lo espiritual, se habían convertido en una válvula de escape, y una posibilidad para obtener prestigio, poder político y económico. Su función económica en la sociedad colonial era importante y reguladora, y en sus diversificaciones entre indios y esclavos jugaban un papel de pertenencia. Así una de estas primeras reformas en vista de esta tergiversación del carácter de las cofradías fue reducir su cantidad de 67 a 28 en Lima de 1763, pero las implicancias políticas, económicas y sociales que se verían venir hicieron que se desistiese de tal medida.

 

La política borbónica en el área local fue aún más influyente y persistente. Se transformaron las relaciones entre el gobierno colonial, el bajo clero regional y las cofradías de indios. José Chaupis en su trabajo sobre el curato de Santo Domingo el Real de Chincha Alta[21] analiza estos cambios que se dan a partir de las reorganizaciones de las posesiones coloniales como una extensión de las reformas del gobierno borbónico y su carácter secularizador. En realidad la fiesta que se hacían en honor al santo patrón en Lima eran sumamente caras y ostentosas, los mismos plateros de la cofradía de San Eloy ponían mucho de su trabajo artesanal en carrocerías y juegos artificiales y su propio dinero para ello. Las cofradías más prestigiosas ostentaban las joyas y vestimentas más importantes para generar prestigio, las fiestas eran sumamente caras, en sí era un despilfarro de dinero. El caso de las cofradías rurales no era diferente, no falta las ostentaciones y despilfarros por parte del bajo clero que controlaban el capital de las cofradías, que en muchos casos eran casi el mismo que el de la comunidad. El bajo clero tenía intereses muy claros en las cofradías rurales debido a su intervención directa en los asuntos sobre el control de los cargos y las designaciones como la potestad que tenían para manejar las rentas cofradiales.

 

El Estado borbónico para frenar esto se lanzó a controlar las cofradías por medio del Patronato Real, en 1760, estipulando que para fundar cualquier tipo de cofradía debía tramitarse licencia ante el Rey, así como ser autorizado por el Prelado Eclesiástico y los Ministros Reales. Aunque la escala y aplicación de esta medida se hace de forma progresiva y lenta.

 

En Lima los mayordomos de 29 cofradías, siendo las más importantes las que tenían advocación a Nuestra Señora de Loreto fundada en la Iglesia parroquial de Nuestra Santa Ana, se reúnen del 9 de noviembre de 1763 para redactar unas nuevas constituciones que están orientadas a reglamentarse por licencia real para que las que no tuvieran tal permiso legal no continuaran ejerciendo sus funciones[22]. Esto se debe a que el terremoto de 1746 destruyó gran parte de la ciudad de Lima perdiendo mucha documentación de las cofradías, incluyendo sus constituciones, un caso de ello es la cofradía de indios de Nuestra Señora de la Candelaria que hicieron a partir del desastre del 28 de octubre de 1746 unos nuevos documentos fundacionales[23]. Estos documentos aún seguían bajo la lógica de las cofradías del periodo barroco, pero el documento y pronunciamiento de la cofradía de Nuestra Señora de Loreto se realizó en función de la Real Cédula del 8 de febrero de 1759 donde se pide adecuar las constituciones de las cofradías en función del nuevo reglamento, de lo contrario serían cesadas. Este trabajo a nivel local lo hizo José Pareja quien buscaba las irregularidades en las constituciones de cofradías y si en caso hubiese alguna, dejaría sin ningún valor y efecto las cofradías sin expresa Real Licencia. Estas medidas se empezaron a aplicar en las regiones mucho después de su aceptación en Lima. El caso estudiado por Chaupis en Chincha Alta es de 1797, casi a inicios del siglo XIX, donde empieza a figurar la legalidad borbónica.

 

En el caso de las cofradías de indios el tema legal solo era una primera parte de la influencia borbónica, porque además se pensaba intervenir en su gestión económica y administrativa menoscabando la autonomía que hayan tenido. En 1789 se manda a un contador general que recabara información sobre los recursos y bienes de las comunidades para entrever de ella el patrimonio cofradial indígena.  Las cofradías no fueron las únicas afectadas como institución, también se creó órganos de supervisión a las comunidades como La Junta Superior de la Real Hacienda y la Contaduría General de Propios y Arbitrios y Bienes de la Comunidad. Si bien es cierto se encargan del orden y la supervisión de los bienes comunales es importante a las cofradías locales porque mucho de ese dinero iban para el sostenimiento del culto, sabiendo esto los borbones establecieron el Real Acuerdo de 1789 por el cual los vínculos entre los patrimonios comunales y cofradiales se unieron, todo esto se justificaba con el ideal ilustrado de la búsqueda de la racionalización y eficacia del sistema.

 

5. Las cofradías republicanas (1844).

 

Las cofradías ingresaron en el siglo XIX disminuido y controlado por los preceptos borbónicos, pero es con la instalación de la república que esta institución empezó a perder toda su naturaleza de los siglos pasados. En el área rural la desaparición de las tierras comunales inició en 1824 con Bolívar, y en 1839 se materializaría el hecho que cada hombre tiene derecho a la tierra. Las estructuras comunales que le daban sentido y forma a las cofradías van desapareciendo. Las leyes ya no reconocen a las comunidades como un cuerpo social sino reconocen a un individuo sometido a leyes y reglamentos.  Pero no solo fueron las cofradías, la misma Iglesia como institución sufrió las modificaciones del nuevo sistema republicano iniciándose con la expropiación de los bienes eclesiásticos. Olinda Celestino llama a este proceso como el ataque republicano a las cofradías[24], por el hecho de que las nuevas instituciones o representantes que son generados por el naciente sistema modifican las viejas estructuras coloniales. En 1860 se producen nuevas leyes que ponen en desmedro las organizaciones tradicionales de la comunidad. Antes, ya en 1856 se dio una ley por el cual eran derogadas todas las leyes relativas a diezmos, primicias y derechos parroquiales. Así, en este contexto donde el Estado eclesiástico colonial no solo había sido subordinado sino casi extinto como poder político, es el Estado republicano que procede a normar las cofradías en un proceso que inició en Lima y luego en las regiones.  

 

El reglamento de cofradías republicanas es dictado el 11 de diciembre de 1844 y viene a suplantar las constituciones particulares de cada hermandad. Es decir la república homogeniza la institución, desapareciendo en parte las brechas coloniales y su función como campo para obtener poder político. Así, para ser admitido en una cofradía solo hacia falta cumplir una cierta edad, de esa forma la cofradía quedaba recluida solo a la función de ayuda mutual. A partir de 1855 se creó una Junta Inspectora para que realice un primer informe y balance sobre las propiedades de las cofradías, a su vez para que contabilizara y examinara las cuentas. La Sociedad de Beneficencia Pública de Lima se crea en 1865, el presidente ordena por medio de disposiciones legales que todos los bienes de cofradías pasaran a dicha institución. Dentro de la misma ley también surgen disposiciones en cuanto a los bienes de las cofradías, fincas, capital productivo y bienes materiales. El Estado por medio de la Beneficencia Pública de Lima logró asegurar el cumplimiento de los fines espirituales de la cofradía. Esta misma ley contribuyó a que muchas cofradías desaparecieran con el tiempo.

 

Entrados en el siglo XX las cofradías no tienen la misma lógica ni su misma funcionalidad. Sus bienes han sido desamortizados décadas atrás y lo restante es controlado por el Estado, el gobierno ha hecho que las hermandades se dediquen a la actividad meramente espiritual. En Lima las cofradías perdieron su papel mediático como símbolo de ostentación religiosa y como mecanismo de crédito. Una sociedad cada vez más laica y profana no le daba tanta importancia al culto y el ritual como hace siglos, pero aún así seguían vigentes los cultos más importantes como el referido a Semana Santa o al Señor de los Milagros. Existen aún cofradías, la Veracruz es una cofradía contemporánea pero sus labores son meramente espirituales aunque siguen conservando la liturgia de antes.

 

En las comunidades y en el mundo rural la situación es distinta, muchas cofradías desaparecen y otras siguen de pie, pero desnaturalizadas de su función original. En este contexto la cofradía no ayuda en la evangelización, los hombres andinos han sabido mezclar el culto religioso cristiano con sus fechas simbólicas, ritos y su dimensión comercial. Las cofradías ya no están controladas bajo un clero local, por el contrario en el mundo andino actual, como diría Alberto Flores Galindo, la figura del cura ha desaparecido, no existe y esta ausente, en realidad no existe un aparato eclesiástico a nivel institucional que funcione en el mundo rural, las instituciones repúblicanas y la Municipalidad destituyen a las antiguas y tradicionales formas de vida de los hombres. La ayuda mutua de las cofradías dejan de existir porque existen instituciones dedicadas a eso, la creación de hospitales y colegios es parte de una política estatal, se desarrolle o no es su competencia, y las cofradías o hermandades existentes solo puede atribuirse donaciones y nada más. Bajo esos parámetros las cofradías en el mundo rural solo se limitan a la función de asegurar el culto. La fiesta es importante en las comunidades, en su mayoría coincide con el aniversario del pueblo, pero las cofradías fueron desprovistas de sus bienes y demás elementos como para organizar un evento litúrgico de esas proporciones. Sumándose  la desamortización del Estado y el abandono del Perú republicano al mundo rural lo que se desarrolla allí son formas tradicionales que ayuda a que sobrevivan las fiestas y el culto, aunque no necesariamente lo organice la hermandad. Esta figura como anotó Nuria Sala I Vila se da a partir del proceso de desamortización de Carlos IV en 1790. Esta política se da porque el Estado español decide apropiarse de todos los bienes de manos muertas, generalmente el eclesiástico en el que se encuentran cofradías, obras pías y colegios mayores[25]. En ese sentido la cofradía sin fondos y bienes para garantizar el culto da paso a las formas tradicionales de organizar el rito. Se puede explicar entonces este momento como el paso en el cual la fiesta del pueblo pasa de ser una actividad institucional cofradial a ser una actividad donde el pueblo se siente activo y participa, se eligen mayordomos entre las personas que tienen los recursos suficientes para garantizar el ritual si bien no desaparece la hermandad, esta ya no tiene el efecto simbólico de antes. Los mayordomos ahora son laicos en toda su expresión que por diversos móviles asumen esa responsabilidad, la fiesta también se desacraliza, junto a la ofrenda se suman los bailes, las danzas, el embriagamiento y se termina en una comelona general en la casa del mayordomo eligiéndose uno nuevo entre la población y ya no entre los hermanos , que a partir de entonces se dedican básicamente al cuidado de la imagen o a la recolección de las limosnas en la iglesia. Por lo general las cofradías han perdido su poder simbólico y económico, garantizan el culto de una manera minúscula, por lo general la fiesta ha pasado a ser organizada, distribuida por la misma comunidad con variantes regionales y temporales hasta la actualidad.

 

6. Conclusiones.

 

La cofradía como una institución importada sufrió un desarrollo autónomo en Hispanoamérica, las diversas coyunturas definieron su papel y función social. En el presente trabajo se reconocen cuatro momentos

 

El primer momento es el inmediato posterior a la instalación española y la destrucción del imperio inca. El modo de cómo las cofradías son promovidas en el siglo XVI por las ordenes religiosas para servir como doctrina y ayudar en la evangelización. Las cofradías están dirigidas a grupos subalternos, a indios y a negros, posteriormente se fundaron en la ciudad de Lima algunas cofradías para ayudar al culto.

 

El segundo momento se da con el Concilio de Trento y el espíritu de la Contrarreforma, son impuestas por el virrey Toledo y se encarga de disminuir el número de cofradías y cuidar los bienes que estaban empezando a generar. Sin embargo las cofradías del periodo trentino no son contraladas como debería ser, se siguen fundando cofradías y la iglesia juega un doble papel permitiendo el desarrollo económico de la cofradía para servirse de ello, igual forma en el clero local. Posteriormente en el siglo XVII las cofradías encuentran su esplendor político, simbólico y económico.

 

El tercero momento se refiere al periodo de las reformas borbónicas y la aplicación de una medida secularizadora y racionalizada de los recursos, se controlan sus constituciones, sus bienes y sus elecciones internas. Se concede una licencia real para su funcionamiento. Las cofradías entren en un proceso de deterioro que se agrava más en 1790 con el proceso de desamortización.

 

El cuarto momento se refiere al siglo XIX y las arremetidas del sistema republicano que crea instituciones que dejan de lado a las viejas tradiciones del mundo rural y limeño, se creó la Beneficencia Pública, las municipalidades asumen las responsabilidades mutuales y se deja sin fondos económicos a las cofradías relegándolas a actividades meramente espirituales.

 

7. Bibliografía.

 

Documentos:

Archivo Arzobispal de Lima:

Cofradías: Legajo 1: 9, Legajo 6: 37, Legajo 10: 9, Legajo 6-A, 24.

Archivo General de la Nación:

Real Audiencia, Juzgado de Cofradías, caja 2, Nuestra Señora de Loreto.

 

Bibliografía.

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CELESTINO, Olinda. “Cofradías: continuidad y transformación de la sociedad andina” en Allpanchis en Vol, Nº 20, Vol. XVII, 1982, Cuzco.

 

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EGOAVIL, Teresa. Las cofradías en Lima. Siglos XVII y XVIII. Lima, SHRA-UNMSM, 1986.

 

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NOTA

[1] Este trabajo se presento como ponencia presentada en el XIX Coloquio de Historia  en enero del 2012, a su vez se reprodujo como artículo para la revista Uku Pacha, N° 16, junio del mismo año.

[2] Egresado de la Escuela de Historia de la UNMSM y Miembro honorario del grupo Annalicemos Hist8ria.

[3] Alberto Flores Galindo, “Demonios y degolladores” en Márgenes, Lima, Año III, Nº 5/6, 1989.

[4] Olinda Celestino y Albert Mayers, Las cofradías en el Perú, región central, Frankfurt, Vervuet, 1981.

[5] George Foster, “Cofradía y compadrazgo en España e Hispanoamérica” en Revista del Museo de la Nación, 1959.

[6] Olinda Celestino, “Cofradías: continuidad y transformación de la sociedad andina” en Allpanchis en Vol, Nº 20, Vol. XVII, 1982, Cuzco.

[7] Celestino y Meyers. Op. Cit.

[8] Beatriz Garland, “Las Cofradías en Lima durante la Colonia. Una primera  aproximación” p. 199-228 en la compilación de Gabriela Ramos, La venida del Reino. Religión, evangelización y cultura en América Siglos XVI-XX,, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1994.

[9] Raúl Adanaqué, “Cofradías de Esclavos en el Perú Colonial” en Lima, La Mañana, miércoles 06 de octubre de 1993

[10] Joaquim Rodriguez, “Las cofradías del Perú en la modernidad y el espíritu de la Contrarreforma” en Anuario de Estudios Americanos. 1995, Vol. 52, Nº2.”

[11] Ibidem.

[12] Jean Baptiste de Bouvier. Tratado Dogmático y Práctico de las indulgencias, cofradías y jubileo. 1852 (editado por primera vez en 1826), Lérida, S.A, S.L. p. 167

[13] Teresa Egoavil. Las cofradías en Lima. Siglos XVII y XVIII. Lima, SHRA-UNMSM, 1986.

[14] Eduardo Torres Arancivia, Buscando un rey. El autoritarismo en la historia del Perú, siglos XVI-XXI. Lima, PUCP, 2007

[15] Raul Camarena Peralta, “Los hermanos 24 de la Archicofradía de la Veracruz” en Revista del Instituto de Investigaciones Genealógicas, Nº 24, Lima, 2005.

[16] Judith Mansilla, “Poder y prestigio social en las cofradías de españoles. Siglos XVII y XVIII” en Corporaciones religiosas y evangelización en Iberoamérica. Siglos XVI-XVIII. Diego Levano y Kelly Montoya (Comp.), Lima, UNMSM-CCSM, 2010.

[17] Archivo Arzobispal de Lima (en adelante AAL), Cofradías, Legajo 1, I: 9, 1681/1701.

[18] AAL, Cofradías, Legajo 1, VI-A:24, 1706.

[19] Víctor Peralta, “Las razones de la fe. La Iglesia y la Ilustración en el Perú. 1750-1800” en Scarlett O´Phelan (Comp.). El Perú en el siglo XVIII. La era Borbónica. Lima, PUCP-IRA, 1999.

[20] Esta cofradía fue trabaja de una manera ordenada desde la óptica del poder y prestigio por Judith Mansilla, Cofradías, poder y prestigio social en la Lima colonialLos casos de la Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu y la del Santo Cristo de Burgos, 1690 a 1713. Tesis para optar el grado de BachillerLima, PUCP, 2008.

[21] Jose Chaupis Torres, “Poder y gestión económica en las cofradías rurales indígenas durante la era borbónica: una aproximación tentativa” en Dialógos en la Historia, Nº 2, Lima, 2000, Grupo de Investigaciones CLIO, UNMSM.

[22] Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Real Audiencia (en adelante RA), Juzgado de cofradías (en adelante JC), caja 2, Nuestra Señora de Loreto.

[23] AAL, Cofradías, legajo 1, VI-A:37, 1746.

[24] Olinda Celestino y Albert Meyers. Op. Cit.

[25] German Rueda Hernandez, España 1790-1900: sociedad y condiciones económicas, Madrid, Istmo, 2006.

 

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