Cuatro
monumentos de desarrollo
de las cofradías del Perú.
Siglos XVI-XIX (1)
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Luis Rodríguez Toledo[2]
1. Introducción.
Las cofradías fueron instituciones traídas desde
España hacia América con diversos fines. A lo largo del desarrollo del
virreinato peruano esta organización jugó un papel importante en el desarrollo
de la vida económica y espiritual de la sociedad peruana, una sociedad divida
en cuerpos sociales. Los diversos extractos sociales tuvieron en la cofradía
una organización de gran importancia para el desenvolvimiento de sus
actividades. Así, tanto las hermandades de negros, indios y españoles tendrían
similitudes en tanto su organización y su significancia como espacio social
para conseguir valores coloniales como el poder, el honor y el prestigio.
La cofradía como institución pasará por cuatro
momentos o coyunturas que definirán su naturaleza, implicancias y función
social. El objetivo de este artículo es elaborar una periodificación de esta
institución desde su establecimiento hasta los inicios de la república, donde
cada momento histórico definirá su naturaleza y función social.
2. Las cofradías informales y el proceso de
evangelización (1539)
Alberto Flores Galindo[3] mencionaba que el orden colonial que siguió a la conquista significaba
en términos reales la imposición de una cultura sobre otra, a su vez una
imposición de códigos culturales como las maneras de comer, vestirse y también
de orar. Los dioses andinos fueron perseguidos y declarados falsos, todo aquel
que profesara la antigua religión andina fue declarado hereje. En esta rápida
carrera por imponer culturalmente un estilo de vida occidental se destruyeron
templos e imágenes y se buscó rápidamente la evangelización. Aún así podemos
mencionar que hay un proceso dual en la instalación de las cofradías que se da
con la percepción por parte de los grupos afectados. Así, para la empresa
conquistadora las cofradías sirvieron como instituciones auxiliadoras de las
órdenes religiosas en el proceso de evangelización, mientras que para el hombre
andino la cofradía significó el espacio donde podía aun mantener sus relaciones
sociales propias como una continuación transformada del ayllu.
Las cofradías en este primer momento fueron orientadas
a los grupos subalternos, a indios y después a negros. Según Olinda Celestino[4] los españoles implantaron esta institución como un medio de control de
la población, mientras los indígenas la aceptaron porque veían en ella la
posibilidad de afirmar una identidad colectiva en torno a las creencias
cristianas. Esto se debe a que como mencionamos líneas arriba, la sociedad
indígena sufrió un acelerado cambio y una destrusturación de su sistema. En
este primer momento las Órdenes Religiosas como los jesuitas y dominicos
utilizaron a las cofradías como un mecanismo de catequización del mundo andino.
Junto a estas primeras formas de instalación de las cofradías y de
evangelización se encuentra también la persecución de las formas religiosas del
mundo andino, se inició la extirpación de idolatrías, se practica la quema de
cadáveres, los destierros y la destrucción de ídolos, se niega y se trata como
falso todo aquello que no sea parte del mundo cristiano. Aún así se logra
recoger algunos valores de la cultura andina y se le aprovecha. Así, las
cofradías advocadas a una divinidad en particular reemplazan de manera lenta y
progresiva al antiguo ídolo.
Las comunidades andinas destructuradas,
destruidas, desorientadas y despojadas de sus divinidades locales optan unas
por replegarse y resistir, y otras por persistir y transformarse. Así, como en
el caso español mencionado por George Foster[5], en el mundo andino las cofradías también se reprodujeron como un
elemento que promueve la solidaridad social entre sus miembros, como un
dispositivo de ayuda mutua en casos de crisis. La presión estatal sobre las
comunidades hizo que las comunidades trataran de asegurar la supervivencia de
sus miembros, producto de ello es que en el mundo andino se formaron nuevas
relaciones sociales. Las cofradías son vistas como un elemento que no solo
aseguraba la permanencia y la identidad del grupo social, sino que ayudaba a
que los indígenas se adecuen y se desenvuelvan dentro de la lógica dominante,
sobre todo en lo que se ha denominado la “cultura de prestigio” y la lucha por
el acceso a cargos.
Las cofradías en este periodo están orientadas a
los grupos subalternos, primero a indios y luego a negros esclavos. Esta
institución de esta manera sirvió para reproducir el modelo colonial y
segregacionista, la división marcada de cofradías de indios, de negros y de
españoles no hacen más que acrecentar las diferencias raciales. Los españoles
favorecen la implantación de cofradías porque políticamente les era un
instrumento de control de la población indígena[6]. Es decir usaron a la religión
para adaptar a las sociedades andinas. Le Brass y Pierre Duviols mencionan que
las cofradías más antiguas insertadas en el mundo rural fueron la del Santísimo
Sacramento, las de Animas y la de San Jerónimo generalmente impulsadas por las
ordenes religiosas como los dominicos y jesuitas.
Las cofradías en el mundo andino se encontraban
bajo la supervisión de la Iglesia, esta institución controlaba sus bienes y
rentas, generalmente se representaba a través del cura o el doctrinero,
mientras el mayordomo elegido anualmente sorteaba un tipo de autoridad dentro
de la hermandad. La cofradía estaba formada por laicos, se encargaban del
mantenimiento y la difusión del culto de la advocación, su base económico y
social la constituía la tenencia de tierras de comunidades, ganados, inmuebles
y capital no productivo como alhajas y vestimenta. Estos bienes a su vez
servían para el sustento del clero quienes cuidaban de cómo el mayordomo las
administrara, por ser bienes pertenecientes a la Iglesia como bienes eclesiásticos.
Por lo general eran los doctrineros quienes elegían al mayordomo siendo (en su
mayoría de veces) el cacique u hombres principales del pueblo.
En Lima la primera cofradía en instalarse fue la
del Santísimo Sacramento por impulso
de los dominicos en 1539, le siguió en 1540 la Archicofradía de Veracruz fundada por Francisco Pizarro, ambas con
el consentimiento de Paulo III, esta política fue promovida por el arzobispo
Loayza que veía la fundación de cofradías en Lima la manera de cómo las
familias de españoles se constituyeran como la base social auxiliar de la
Iglesia en relación al mantenimiento del altar, cuidado de las imágenes,
erección de parroquias y hospitales. Es decir organizaciones que estuvieran
dedicadas al culto. Así, el Concilio Limense II mencionaba que el único fin de
las cofradías era el servicio y culto y la Iglesia, debería ser la garante de
ello[7]. Por otro lado las familias
nobles de españoles vieran en la institución un elemento para organizarse en
grupos prestigiosos para poder obtener poder político mediante su hidalguía y
ostentosidad. Las cofradías de españoles de esta época son las que han
hegemonizado el espíritu religioso, mediante las grandes celebraciones y
procesiones rituales han encumbrado a grandes familias y grandes hermandades. Los
principios que se traerán de la Contrarreforma serán nuevos valores puestos en
práctica para asegurar esta religiosidad, es decir hablamos de una conducta
ascética, simbología ritual, la ayuda mutua y demás, todo ello viene con las
grandes cantidades de inmigrantes que llegaban desde la península.
Esta política del Estado Eclesiástico de fundar
cofradías en el mundo rural y urbano para asegurar la doctrina cristiana
significaba la dominación de un lado, y de otro la permanencia de la identidad
de las comunidades andinas en el caso de las cofradías de indios y la
posibilidad de reafirmar hidalguía y obtener poder político mediante la
asociación de organizaciones prestigiosas en el caso de las cofradías de
españoles. Lo anterio originó que se fundasen varias cofradías, incluso muchos
con la misma advocación como el caso del Santísimo Sacramento como menciona
Olinda Celestino. La proliferación de cofradías hace que aparezcan hermandades
informales, vale decir en términos de Beatriz Garland[8], que se diferenciaban de las
reconocidas porque estás últimas contaban con una serie de ventajas al ser
oficializadas por la Iglesia como el tener legitimidad en cuanto a las promesas
espirituales, tener fácil acceso a los servicios eclesiásticos y tener la
posibilidad de participar en procesiones y fiestas oficiales de la Iglesia.
3. Las cofradías después de la Contrarreforma
(1564).
En 1564 el rey Felipe II impone en sus reinos el
Concilio de Trento. Este es nuevo periodo en el desarrollo de las instituciones
cofradiales en el virreinato del Perú. La gran eclosión de cofradías en Lima,
la mayoría de ellas con fines benéfico-asistenciales, hace que este sistema se
reproduzca en las demás étnias, en las cofradías de indios y cofradías de
negros. Las familias con propiedades y que habían forjado su hidalguía
componían las cofradías más honorables y prestigiosas como la del Santísimo
Sacramento o la de la Veracruz, destinada sobre todo a personajes
pertenecientes de ordenes religiosas, militares o altas figuras de la política;
mientras los españoles pobres se organizaban en cofradías de oficios, así nacen
las cofradías de plateros, zapateros, calafateros, etc. Las cofradías se
dividan por grupo social y de acuerdo a su Iglesia de fundación, las cofradías
gremiales de indios recien se dan en el siglo XVII, mientras que las cofradías
gremiales de los españoles ya funcionaban, como la cofradía de zapateros de San
Crispin fundada en 1572 o la cofradía de sastres de Nuestra Señora de los reyes fundada en 1578. Entre los esclavos
negros las primeras cofradías fundadas se dieron a partir de 1540 como menciona
Raúl Adanaqué[9]. Al interior de los mismos
esclavos había división por etnias y procedencias, había así cofradía de negros
congo, mina, chala, mozambique y entre ellos la división de negros esclavos o
libertos. Había muy pocas cofradías mixtas entre estos grupos sociales, y
aunque se dieron posteriormente nunca se dejaron las diferencias raciales fuera
del todo.
En el caso de la cofradía de indios el control
desmedido por parte de los doctrineros sobre la hermandad y sus bienes llegó a
establecer casos de abusos como lo nota Joaquim Rodriguez[10] cuando hace mención a las notas de Guaman Poma de Ayala en la que los
padres de la doctrina toman lo que quieren de la Iglesia y de la cofradía. Este
control directo implicaba estos riesgos, además porque las cofradías de indios
tenían formas de acumulación económica muy rentables, sobretodo porque de por
sí las cofradías de comunidades ya poseían propiedades que eran los antiguos
bienes pre coloniales como la tierra y el ganado, las noblezas regionales
trasladaban sus bienes a estas instituciones para no perderlas y seguían
asegurando su posesión a través del sistema de cargos, a su vez estas
hermandades de indios poseían donaciones, almacenes e infraestructura como
molinos. El abuso del clero local siempre fue un problema para el Estado
Eclesiástico, los primeros Concilios Limenes y luego las Reformas borbónicas de
un siglo después demostrarían eso. El aspecto económico en las cofradías
urbanas fue casi el mismo, las acumulaciones de capital se referían a
propiedades y luego a capitales no productivos como joyas, alhajas y
vestimentas, las entradas por cuota obligatoria para ser admitido hermano y las
limosnas convirtieron a las cofradías limeñas en muy poderosas en relación a su
economía, solo se menciona que en 1619 la cofradía del Santísimo Sacramento
recibían más de 3000 pesos mientras la de Purísima Concepción 2500 pesos.
Con la llegada del virrey Francisco de Toledo a
Lima en 1569 se inicio el control reformador de las cofradías producto del
espíritu de la Contrarreforma y el Concilio de Trento celebrado entre 1545 y
1563. La reforma se hizo desde adentro, así para combatir los abusos del clero
local en las cofradías de indios, para evitar la propagación de cofradías
informales y para mantener a raya los ingresos económicos de las cofradías de
españoles. Todo ello se hizo para que las hermandades no olviden que su
principal objetivo es asegurar el culto como manda los primeros concilios
limenses y los documentos fundacionales, para combatir todos los posibles
vicios se utilizaron visitas continuas a las diócesis, se arman concilios
provinciales y se realizan informes de todo lo sucedido. El segundo Concilio
Provincial de Lima de 1567 fue convocado para ajustar la iglesia peruana a los
edictos tridentinos, para asegurar estas reformas se crearon instituciones como
el Juzgado de Cofradías y el Juzgado de Obras Pías.
Las principales acciones fueron el control de
los estatutos de las cofradías, reducción del número de hermandades que ya existía,
el control de sus capitales y cuentas, y el control de sus rituales y
manifestaciones públicas. Todas estas acciones estaban justificadas bajo la
bandera de velar por la pureza doctrinal[11]. Estas reformas quedaron de
por si establecidas con el tercer concilio provincial entre 1582 y 1583. Con el
control de los estatutos y sobretodo con el hecho de que para erigir una
cofradía sea necesario la aprobación eclesiástica se puso freno a la gran
cantidad de cofradías que había en el territorio del virreinato. Sin embargo el
control de su proliferación siguió siendo alarmante tanto así que en 1604 el
Papa Clemente VIII constituyó el Quoecumque[12], por el cual se mandaba a los
superiores de las ordenes religiosas y de las iglesias que no podían establecer
más de una cofradía, también en el mismo documento se menciona que las
indulgencias dadas para cada congregación debía ser declarada como autentica
por el obispo y sin su autorización no podía publicarse.
Sin embargo si bien es cierto estas reformas
trentinas intentaron frenar el poder de las cofradías, es también cierto que en
el siglo XVII las cofradías se fortalecieron como organizaciones laicas
poderosas tanto de gremios como de familias nobles de España. En cierta parte
se puede atribuir una permisibilidad tanto del clero local como de la misma
institución eclesiástica de la institución al serles provechosas este éxito de
las cofradías. Teresa Egoavil[13] en su texto sobre la función económica de estas organizaciones nos
menciona que sus diversas formas de acumular capital la convirtieron en
verdaderas empresas bancarias de su tiempo, realizando censos que eran
préstamos de dinero a cambio de la adquisición de un bien como garantía de
pago. Beatriz Garland en base a una documentación provechosa nos menciona como
las cofradías obtuvieron tanto poder en estas épocas que llegaron a ser muy
influyentes en la política real hasta el hecho de conceder préstamos al virrey
para emprender campañas de guerra.
El siglo XVII podemos decir que es el siglo de
las cofradías virreinales, se asientan a nivel económico y simbólico, las
cofradías más poderosas tienen en sus representantes figuras políticas
importantes que hacen que sean parte de la corte del virrey, es decir eran
parte del pequeño núcleo de personalidades que forman una red clientelar que da
forma al sistema cortesano[14]. Así, cofradías poderosas
como de la Veracruz tenía como hermanos 24 a abogados de la Real Audiencia como
el Lic. Don Pedro de Azaña, hermano a partir de 1633, se encuentran también
regidores perpetuos, alcaldes ordinarios y nobles caballeros de las Orden
nobiliaria de Santiago, de San Juan, Jerusalén y Teutónica. Los estudios de
Camarena Peralta menciona que dentro de los 7300 hermanos 24 que tuvo esta
cofradía, 31 fueron virreyes, 15 arzobispos y diversos funcionaros del gobierno
colonial[15], es decir personalidades de
la política, muy influyentes y con un gran poder político. Por otro lado la
cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu
incluía comerciantes limeños agremiados en el Tribunal del Consulado como Don
Antonio de Querejazu estudiado por Judith Mansilla[16], que siendo mayordomo en 1713 ejerció un poder tanto en la misma
cofradía, como en el gremio proyectando su imagen al gobierno colonial. La
cofradía en este siglo es un campo para conseguir prestigio, poder y honor,
elementos coloniales que aseguraban ante todo la ascensión social por medio de
redes clientelares y por medio de una imagen proyectada hacia la sociedad que
crecía con la participación en cofradías importantes. Las cofradías se
convirtierón en el escenario de una lucha por el poder. De este periodo se
encuentran documentos que mencionan las denuncias entre hermanos de cofradías
por asuntos administrativos y legales llegando a pedir que se disuelva una
cofradía por malos manejos, mala distribución de vienes e ilegalidad. Así, en
1681 un cofrade llamado Joseph de Lara Galon denunció a toda los hermanos 24 de
la cofradía de la Purísima Concepción[17] por los motivos anteriormente señalados, dejando a la hermandad en manos
de una sola persona, mientras la antigua dirigencia era expulsada y declarada
como intrusa. Esto se da ante todo porque en las cofradías de este siglo se
forman grupos de poder para controlar los principales cargos: mayordomos,
procuradores, tesoreros, y esto porque el control de cargos permite obtener
poder político fuera de la cofradía.
Pero las formas de obtener poder se reproducían
a nivel estamental. En las cofradías de indios se dan varias denuncias por
administración y presentación de cuentas, es casi inevitable que un mayordomo
saliente no entregara un libro de cuentas con su gestión anterior, tan
importante era que ocasionó varias denuncias pidiendo inclusive la pena del
encarcelamiento, casos como el de Antonio Rodríguez, ex mayordomo de la
cofradía de indios de Nuestra Señora de
la Candelaria, que en 1704 es acusado por no presentar las cuentas de
su tiempo, Alonso Ramírez el actual mayordomo le menciona un plazo de tres
meses[18] para que entregue dicha
documentación.
A nivel económico las cofradías fueron en
palabras de Beatriz Garland una institución de seguro y crédito. En palabras de
Egoavil fueron verdaderos bancos coloniales que concedíeron empréstitos a
privados y al mismo Estado. Esto se debe a que sus formas de capitalización se
consolidaron a través de las entradas, limosnas, donaciones y sobretodo de los
censos, un recurso financiero virreinal mediante el cual se concedía un dinero
a cambio de hipotecar una propiedad con un porcentaje anual de incremento sobre
el préstamo.
4. Las cofradías durante la administración
Borbónica (1760)
En el siglo XVIII se dieron a nivel
internacional la proliferación de numerosas corrientes religiosas y políticas,
la mayoría estaban dentro de la lógica de la Ilustración. España entonces de
adentró en un proceso de reformas para institucionalizar una política ilustrada
llevada a cabo por Carlos III, su despotismo ilustrado como menciona Víctor
Peralta estaba en función de la difusión instrumentalizada de la razón a través
de la fuerza, persiguió el sometimiento de la iglesia al patronazgo real e
inició una lógica para racionalizar los recursos[19].
Así, como Felipe II tuvo en Francisco de Toledo
el virrey que llevó las primeras reformas cofrafiales, de la misma forma Carlos
III tuvo en el virrey Manuel de Amat y Juniet el representante de estas
implantaciones severamente radicales que dejarían a las cofradías del siglo
pasado en un proceso de lenta agonía como institución de seguro y crédito. Las
memorias del virrey Amat rebelan como se descubrió que las cofradías de
carácter beneficio espirituales y cuya función según los primeros concilios
limenses era asegurar el culto habían desaparecido. Las cofradías de ese siglo
vienen de un proceso donde la forma de adquirir capitales había dejado de ser
la limosna voluntaria y se paso a un mecanismo organizado de acumulación de
capitales, desde las entradas, donaciones, censos a los préstamos. Víctor
Peralta al igual que Teresa Egoavil mencionan que las cofradías limeñas eran
verdaderas entidades bancarias responsables de grandes préstamos de dineros a
personas e instituciones políticas y económicas. No es vano la vinculación de
grandes personajes de la política virreinal con las cofradías más importantes
de la ciudad, como la relación entre la hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu[20] y el Tribunal del Consulado.
Las cofradías dentro del virreinato para esta
época habían desarrollado una función social que iba más allá de lo espiritual,
se habían convertido en una válvula de escape, y una posibilidad para obtener
prestigio, poder político y económico. Su función económica en la sociedad
colonial era importante y reguladora, y en sus diversificaciones entre indios y
esclavos jugaban un papel de pertenencia. Así una de estas primeras reformas en
vista de esta tergiversación del carácter de las cofradías fue reducir su
cantidad de 67 a 28 en Lima de 1763, pero las implicancias políticas,
económicas y sociales que se verían venir hicieron que se desistiese de tal
medida.
La política borbónica en el área local fue aún
más influyente y persistente. Se transformaron las relaciones entre el gobierno
colonial, el bajo clero regional y las cofradías de indios. José Chaupis en su
trabajo sobre el curato de Santo Domingo el Real de Chincha Alta[21] analiza estos cambios que se dan a partir de las reorganizaciones de las
posesiones coloniales como una extensión de las reformas del gobierno borbónico
y su carácter secularizador. En realidad la fiesta que se hacían en honor al
santo patrón en Lima eran sumamente caras y ostentosas, los mismos plateros de
la cofradía de San Eloy ponían mucho
de su trabajo artesanal en carrocerías y juegos artificiales y su propio dinero
para ello. Las cofradías más prestigiosas ostentaban las joyas y vestimentas
más importantes para generar prestigio, las fiestas eran sumamente caras, en sí
era un despilfarro de dinero. El caso de las cofradías rurales no era
diferente, no falta las ostentaciones y despilfarros por parte del bajo clero
que controlaban el capital de las cofradías, que en muchos casos eran casi el
mismo que el de la comunidad. El bajo clero tenía intereses muy claros en las
cofradías rurales debido a su intervención directa en los asuntos sobre el
control de los cargos y las designaciones como la potestad que tenían para manejar
las rentas cofradiales.
El Estado borbónico para frenar esto se lanzó a
controlar las cofradías por medio del Patronato Real, en 1760, estipulando que
para fundar cualquier tipo de cofradía debía tramitarse licencia ante el Rey,
así como ser autorizado por el Prelado Eclesiástico y los Ministros Reales.
Aunque la escala y aplicación de esta medida se hace de forma progresiva y
lenta.
En Lima los mayordomos de 29 cofradías, siendo
las más importantes las que tenían advocación a Nuestra Señora de Loreto fundada en la Iglesia parroquial de
Nuestra Santa Ana, se reúnen del 9 de noviembre de 1763 para redactar unas
nuevas constituciones que están orientadas a reglamentarse por licencia real
para que las que no tuvieran tal permiso legal no continuaran ejerciendo sus
funciones[22]. Esto se debe a que el terremoto de 1746 destruyó gran parte de la ciudad
de Lima perdiendo mucha documentación de las cofradías, incluyendo sus
constituciones, un caso de ello es la cofradía de indios de Nuestra Señora de
la Candelaria que hicieron a partir del desastre del 28 de octubre de 1746 unos
nuevos documentos fundacionales[23]. Estos documentos aún seguían
bajo la lógica de las cofradías del periodo barroco, pero el documento y
pronunciamiento de la cofradía de Nuestra Señora de Loreto se realizó en función
de la Real Cédula del 8 de febrero de 1759 donde se pide adecuar las
constituciones de las cofradías en función del nuevo reglamento, de lo contrario
serían cesadas. Este trabajo a nivel local lo hizo José Pareja quien buscaba
las irregularidades en las constituciones de cofradías y si en caso hubiese
alguna, dejaría sin ningún valor y efecto las cofradías sin expresa Real
Licencia. Estas medidas se empezaron a aplicar en las regiones mucho después de
su aceptación en Lima. El caso estudiado por Chaupis en Chincha Alta es de
1797, casi a inicios del siglo XIX, donde empieza a figurar la legalidad
borbónica.
En el caso de las cofradías de indios el tema
legal solo era una primera parte de la influencia borbónica, porque además se
pensaba intervenir en su gestión económica y administrativa menoscabando la
autonomía que hayan tenido. En 1789 se manda a un contador general que recabara
información sobre los recursos y bienes de las comunidades para entrever de
ella el patrimonio cofradial indígena. Las cofradías no fueron las únicas
afectadas como institución, también se creó órganos de supervisión a las
comunidades como La Junta Superior de la Real Hacienda y la Contaduría General
de Propios y Arbitrios y Bienes de la Comunidad. Si bien es cierto se encargan
del orden y la supervisión de los bienes comunales es importante a las
cofradías locales porque mucho de ese dinero iban para el sostenimiento del
culto, sabiendo esto los borbones establecieron el Real Acuerdo de 1789 por el
cual los vínculos entre los patrimonios comunales y cofradiales se unieron,
todo esto se justificaba con el ideal ilustrado de la búsqueda de la
racionalización y eficacia del sistema.
5. Las cofradías republicanas (1844).
Las cofradías ingresaron en el siglo XIX disminuido
y controlado por los preceptos borbónicos, pero es con la instalación de la
república que esta institución empezó a perder toda su naturaleza de los siglos
pasados. En el área rural la desaparición de las tierras comunales inició en
1824 con Bolívar, y en 1839 se materializaría el hecho que cada hombre tiene
derecho a la tierra. Las estructuras comunales que le daban sentido y forma a
las cofradías van desapareciendo. Las leyes ya no reconocen a las comunidades
como un cuerpo social sino reconocen a un individuo sometido a leyes y
reglamentos. Pero no solo fueron las cofradías, la misma Iglesia como
institución sufrió las modificaciones del nuevo sistema republicano iniciándose
con la expropiación de los bienes eclesiásticos. Olinda Celestino llama a este
proceso como el ataque republicano a las cofradías[24], por el hecho de que las nuevas instituciones o representantes que son
generados por el naciente sistema modifican las viejas estructuras coloniales.
En 1860 se producen nuevas leyes que ponen en desmedro las organizaciones
tradicionales de la comunidad. Antes, ya en 1856 se dio una ley por el cual
eran derogadas todas las leyes relativas a diezmos, primicias y derechos
parroquiales. Así, en este contexto donde el Estado eclesiástico colonial no
solo había sido subordinado sino casi extinto como poder político, es el Estado
republicano que procede a normar las cofradías en un proceso que inició en Lima
y luego en las regiones.
El reglamento de cofradías republicanas es
dictado el 11 de diciembre de 1844 y viene a suplantar las constituciones
particulares de cada hermandad. Es decir la república homogeniza la
institución, desapareciendo en parte las brechas coloniales y su función como
campo para obtener poder político. Así, para ser admitido en una cofradía solo
hacia falta cumplir una cierta edad, de esa forma la cofradía quedaba recluida
solo a la función de ayuda mutual. A partir de 1855 se creó una Junta
Inspectora para que realice un primer informe y balance sobre las propiedades
de las cofradías, a su vez para que contabilizara y examinara las cuentas. La
Sociedad de Beneficencia Pública de Lima se crea en 1865, el presidente ordena
por medio de disposiciones legales que todos los bienes de cofradías pasaran a
dicha institución. Dentro de la misma ley también surgen disposiciones en
cuanto a los bienes de las cofradías, fincas, capital productivo y bienes
materiales. El Estado por medio de la Beneficencia Pública de Lima logró
asegurar el cumplimiento de los fines espirituales de la cofradía. Esta misma
ley contribuyó a que muchas cofradías desaparecieran con el tiempo.
Entrados en el siglo XX las cofradías no tienen
la misma lógica ni su misma funcionalidad. Sus bienes han sido desamortizados
décadas atrás y lo restante es controlado por el Estado, el gobierno ha hecho
que las hermandades se dediquen a la actividad meramente espiritual. En Lima
las cofradías perdieron su papel mediático como símbolo de ostentación
religiosa y como mecanismo de crédito. Una sociedad cada vez más laica y profana
no le daba tanta importancia al culto y el ritual como hace siglos, pero aún
así seguían vigentes los cultos más importantes como el referido a Semana Santa
o al Señor de los Milagros. Existen aún cofradías, la Veracruz es una cofradía
contemporánea pero sus labores son meramente espirituales aunque siguen
conservando la liturgia de antes.
En las comunidades y en el mundo rural la
situación es distinta, muchas cofradías desaparecen y otras siguen de pie, pero
desnaturalizadas de su función original. En este contexto la cofradía no ayuda
en la evangelización, los hombres andinos han sabido mezclar el culto religioso
cristiano con sus fechas simbólicas, ritos y su dimensión comercial. Las
cofradías ya no están controladas bajo un clero local, por el contrario en el
mundo andino actual, como diría Alberto Flores Galindo, la figura del cura ha
desaparecido, no existe y esta ausente, en realidad no existe un aparato
eclesiástico a nivel institucional que funcione en el mundo rural, las
instituciones repúblicanas y la Municipalidad destituyen a las antiguas y
tradicionales formas de vida de los hombres. La ayuda mutua de las cofradías
dejan de existir porque existen instituciones dedicadas a eso, la creación de
hospitales y colegios es parte de una política estatal, se desarrolle o no es
su competencia, y las cofradías o hermandades existentes solo puede atribuirse
donaciones y nada más. Bajo esos parámetros las cofradías en el mundo rural
solo se limitan a la función de asegurar el culto. La fiesta es importante en
las comunidades, en su mayoría coincide con el aniversario del pueblo, pero las
cofradías fueron desprovistas de sus bienes y demás elementos como para
organizar un evento litúrgico de esas proporciones. Sumándose la
desamortización del Estado y el abandono del Perú republicano al mundo rural lo
que se desarrolla allí son formas tradicionales que ayuda a que sobrevivan las
fiestas y el culto, aunque no necesariamente lo organice la hermandad. Esta
figura como anotó Nuria Sala I Vila se da a partir del proceso de
desamortización de Carlos IV en 1790. Esta política se da porque el Estado
español decide apropiarse de todos los bienes de manos muertas, generalmente el
eclesiástico en el que se encuentran cofradías, obras pías y colegios mayores[25]. En ese sentido la cofradía
sin fondos y bienes para garantizar el culto da paso a las formas tradicionales
de organizar el rito. Se puede explicar entonces este momento como el paso en
el cual la fiesta del pueblo pasa de ser una actividad institucional cofradial
a ser una actividad donde el pueblo se siente activo y participa, se eligen
mayordomos entre las personas que tienen los recursos suficientes para
garantizar el ritual si bien no desaparece la hermandad, esta ya no tiene el
efecto simbólico de antes. Los mayordomos ahora son laicos en toda su expresión
que por diversos móviles asumen esa responsabilidad, la fiesta también se
desacraliza, junto a la ofrenda se suman los bailes, las danzas, el
embriagamiento y se termina en una comelona general en la casa del mayordomo
eligiéndose uno nuevo entre la población y ya no entre los hermanos , que a
partir de entonces se dedican básicamente al cuidado de la imagen o a la
recolección de las limosnas en la iglesia. Por lo general las cofradías han
perdido su poder simbólico y económico, garantizan el culto de una manera
minúscula, por lo general la fiesta ha pasado a ser organizada, distribuida por
la misma comunidad con variantes regionales y temporales hasta la actualidad.
6. Conclusiones.
La cofradía como una institución importada
sufrió un desarrollo autónomo en Hispanoamérica, las diversas coyunturas
definieron su papel y función social. En el presente trabajo se reconocen
cuatro momentos
El primer momento es el inmediato posterior a la
instalación española y la destrucción del imperio inca. El modo de cómo las
cofradías son promovidas en el siglo XVI por las ordenes religiosas para servir
como doctrina y ayudar en la evangelización. Las cofradías están dirigidas a
grupos subalternos, a indios y a negros, posteriormente se fundaron en la
ciudad de Lima algunas cofradías para ayudar al culto.
El segundo momento se da con el Concilio de
Trento y el espíritu de la Contrarreforma, son impuestas por el virrey Toledo y
se encarga de disminuir el número de cofradías y cuidar los bienes que estaban
empezando a generar. Sin embargo las cofradías del periodo trentino no son
contraladas como debería ser, se siguen fundando cofradías y la iglesia juega
un doble papel permitiendo el desarrollo económico de la cofradía para servirse
de ello, igual forma en el clero local. Posteriormente en el siglo XVII las
cofradías encuentran su esplendor político, simbólico y económico.
El tercero momento se refiere al periodo de las
reformas borbónicas y la aplicación de una medida secularizadora y racionalizada
de los recursos, se controlan sus constituciones, sus bienes y sus elecciones
internas. Se concede una licencia real para su funcionamiento. Las cofradías
entren en un proceso de deterioro que se agrava más en 1790 con el proceso de
desamortización.
El cuarto momento se refiere al siglo XIX y las
arremetidas del sistema republicano que crea instituciones que dejan de lado a
las viejas tradiciones del mundo rural y limeño, se creó la Beneficencia
Pública, las municipalidades asumen las responsabilidades mutuales y se deja
sin fondos económicos a las cofradías relegándolas a actividades meramente
espirituales.
7. Bibliografía.
Documentos:
Archivo Arzobispal de Lima:
Cofradías: Legajo 1: 9, Legajo 6: 37, Legajo 10:
9, Legajo 6-A, 24.
Archivo General de la Nación:
Real Audiencia, Juzgado de Cofradías, caja 2,
Nuestra Señora de Loreto.
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NOTA
[1] Este trabajo se presento como ponencia presentada en el XIX
Coloquio de Historia en enero del 2012, a su vez se reprodujo como
artículo para la revista Uku Pacha, N° 16, junio del mismo año.
[2] Egresado de la Escuela de Historia de la UNMSM y Miembro honorario
del grupo Annalicemos Hist8ria.
[3] Alberto Flores Galindo, “Demonios y degolladores” en Márgenes,
Lima, Año III, Nº 5/6, 1989.
[4] Olinda Celestino y Albert Mayers, Las cofradías en el
Perú, región central, Frankfurt, Vervuet, 1981.
[5] George Foster, “Cofradía y compadrazgo en España e Hispanoamérica”
en Revista del Museo de la Nación, 1959.
[6] Olinda Celestino, “Cofradías: continuidad y transformación de la
sociedad andina” en Allpanchis en Vol, Nº
20, Vol. XVII, 1982, Cuzco.
[7] Celestino y Meyers. Op. Cit.
[8] Beatriz Garland, “Las Cofradías en Lima durante la
Colonia. Una primera aproximación” p. 199-228 en la compilación de
Gabriela Ramos, La venida del Reino. Religión, evangelización y cultura en América Siglos XVI-XX,, Cuzco,
Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1994.
[9] Raúl Adanaqué, “Cofradías de Esclavos en el Perú
Colonial” en Lima, La Mañana, miércoles 06 de octubre de 1993
[10] Joaquim Rodriguez, “Las cofradías del Perú en la modernidad y el
espíritu de la Contrarreforma” en Anuario de Estudios Americanos. 1995,
Vol. 52, Nº2.”
[11] Ibidem.
[12] Jean Baptiste de Bouvier. Tratado Dogmático y Práctico de
las indulgencias, cofradías y jubileo. 1852 (editado por primera vez en
1826), Lérida, S.A, S.L. p. 167
[13] Teresa Egoavil. Las cofradías en Lima. Siglos XVII y XVIII.
Lima, SHRA-UNMSM, 1986.
[14] Eduardo Torres Arancivia, Buscando un rey. El
autoritarismo en la historia del Perú, siglos XVI-XXI. Lima, PUCP,
2007
[15] Raul Camarena Peralta, “Los hermanos 24 de la Archicofradía de la
Veracruz” en Revista del Instituto de Investigaciones Genealógicas,
Nº 24, Lima, 2005.
[16] Judith Mansilla, “Poder y prestigio social en las cofradías de
españoles. Siglos XVII y XVIII” en Corporaciones religiosas y
evangelización en Iberoamérica. Siglos XVI-XVIII. Diego Levano y Kelly
Montoya (Comp.), Lima, UNMSM-CCSM, 2010.
[17] Archivo Arzobispal de Lima (en adelante AAL), Cofradías, Legajo 1,
I: 9, 1681/1701.
[18] AAL, Cofradías, Legajo 1, VI-A:24, 1706.
[19] Víctor Peralta, “Las razones de la fe. La Iglesia y la Ilustración
en el Perú. 1750-1800” en Scarlett O´Phelan (Comp.). El Perú en el
siglo XVIII. La era Borbónica. Lima, PUCP-IRA, 1999.
[20] Esta cofradía fue trabaja de una manera ordenada desde la óptica
del poder y prestigio por Judith Mansilla, Cofradías, poder y prestigio
social en la Lima colonial. Los casos de la Cofradía de Nuestra
Señora de Aránzazu y la del Santo Cristo de Burgos, 1690 a 1713. Tesis para
optar el grado de Bachiller, Lima, PUCP, 2008.
[21] Jose Chaupis Torres, “Poder y gestión económica en las
cofradías rurales indígenas durante la era borbónica: una aproximación
tentativa” en Dialógos en la Historia, Nº 2, Lima, 2000, Grupo de
Investigaciones CLIO, UNMSM.
[22] Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Real Audiencia (en
adelante RA), Juzgado de cofradías (en adelante JC), caja 2, Nuestra Señora de
Loreto.
[23] AAL, Cofradías, legajo 1, VI-A:37, 1746.
[24] Olinda Celestino y Albert Meyers. Op. Cit.
[25] German Rueda Hernandez, España 1790-1900: sociedad y
condiciones económicas, Madrid, Istmo, 2006.
http://utopia235.blogspot.com/2013/03/cuatro-momentos-de-desarrollo-de-las.html
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