La entrega del poder de Motecuhzoma. Una propuesta
crítica
Este
artículo es una revisión crítica de la acción de entrega del poder y sumisión
atribuida a Motecuhzoma Xocoyotzin, en favor de Carlos I de España, por
intermediación del capitán Hernando Cortés. Este pasaje fundamental en la
historia de la conquista de Tenochtitlan ha tenido importantes y trascendentes
implicaciones legales, políticas e historiográficas hasta el día de hoy, y por
ello ha sido objeto de diversos análisis desde la perspectiva de la cultura
europea. Sin embargo, poco se ha explorado el problema, no ya desde la
perspectiva jurídica, política, documental e historiográfica española, sino
desde lo que se sabe acerca de las instituciones, creencias y prácticas
políticas de los antiguos nahuas. Este trabajo estudia la perspectiva náhuatl
de la cuestión.
https://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/MOX20.html
El problema
Entre los diversos acontecimientos notables del proceso de la
conquista militar de Tenochtitlan por las fuerzas de la alianza
hispano-indígena destaca la acción de entrega del poder y sumisión atribuida a
Motecuhzoma Xocoyotzin, en favor del rey Carlos I de España, por intermedio del
capitán Hernando Cortés. El evento al que hago referencia es ampliamente conocido
entre los especialistas; sin embargo, con fines expositivos es conveniente
recordarlo brevemente, así como las principales fuentes para su conocimiento.1
De acuerdo con la Segunda
relación de Cortés en tres diferentes momentos Motecuhzoma
pronunció sendos discursos en los cuales expresó las mismas ideas, con
variantes menores, sobre el tema que se estudia. El primero de ellos fue a la
llegada a Tenochtitlan de los castellanos; el segundo es el acto mismo de
entrega del mando y el tercer momento se corresponde con el intento de remoción
de las imágenes sagradas de los dioses nahuas en el Huey teocalli o
Templo Mayor de Tenochtitlan. Si bien la cronología de la conquista española
presenta imprecisiones, de manera general puede decirse que la llegada a
Tenochtitlan fue el 8 de noviembre de 1519, mientras la entrega del poder y el
intento de mover las imágenes del Templo Mayor ocurrieron entre los meses de
enero y abril de 1520. Según los textos cortesianos, el huey tlahtoani declaró
que los mexicas eran extranjeros, que fueron traídos de lejanas tierras por un
“grand señor o rey” “cuyos vasallos todos eran”,2 el
cual volvió a su lugar de origen mientras los mexicas se quedaron en la cuenca
de México; tiempo después el “grand señor” regresó con la intención de llevarse
consigo a los mexicas a su tierra de origen, pero ellos se negaron y él se
volvió a retirar no sin antes anunciar que regresaría a reclamar el mando, “se
volvió y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder que los pudiese constreñir
y atraer a su servicio”.3 Según
Cortés, Motecuhzoma identificó a este oscuro “grand señor” con Carlos I, por lo
cual le debía obediencia, pues “tengo por cierto, y ansí lo debéis vosotros
tener, que aquéste es el señor que esperábamos”4 y,
en tanto entraba en contacto directo con él, entregaba el mando político al
capitán. Además, en la segunda ocasión, reunidos los principales gobernantes
del Excan
Tlahtoloyan “el lugar del mando de triple sede” o Triple
Alianza, Motecuhzoma hizo entrega del poder en favor del rey de España y los exhortó
a obedecer a Cortés; en palabras de este último, el mexica dijo: “Y mucho os
ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mí me
habéis tenido y obedescido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y
obedezcáis a este grand rey pues él es vuestro señor natural, y en su lugar
tengáis a éste su capitán”.5
Incluso en el tercero de los textos mencionados, el correspondiente
al intento de remover las imágenes de los dioses nahuas, se insinúa que los
mexicas podrían ser parientes de los hispanos, pues se dice que ambos grupos
venían del mismo lugar y como los mexicas habían emigrado de ese sitio hacía
mucho tiempo, quizás habían olvidado aspectos de la religión original, pues,
según Cortés me respondieron que ya me habían dicho que ellos no eran naturales
desta tierra y que había muchos tiempos que sus predecesores habían venido a
ella; y que bien creían que podían estar errados en algo de aquello que tenían
[creían] por haber tanto tiempo que salieron de su naturaleza [su lugar de
origen], y que yo, como más nuevamente venido, sabría las cosas que debían
tener y creer mejor que ellos, que se las dijese e hiciese entender, que ellos
harían lo que yo les dijese que era lo mejor.6
De esta forma, según el capitán extremeño, el tlahtoani mexica
aceptó entregar el mando político, no sólo de Tenochtitlan, sino de todo
el Excan
Tlahtoloyan, en favor de la monarquía peninsular. Sin duda, para
Cortés se trata de un acto de vasallaje de Motecuhzoma, el cual también implica
una completa entrega, cesión, transferencia o traslado de la soberanía
del tlahtoani mexica
al rey de España, acción a la que se atribuye plena formalidad y valor legal,
pues afirma que fue hecha ante escribano y con la firma de testigos, pues dice
el capitán que “todo pasó ante un escribano público y lo asentó por abto en
forma y yo le pedí ansí por testimonio en presencia de muchos españoles”.7 Aunque
más adelante afirma que los autos desaparecieron durante la retirada de la
llamada “Noche Triste”, ya que “se perdieron todas las escripturas y abtos que
yo había hecho con los naturales destas partes”.8 Por
si fuera poco, recordemos que, según el propio capitán, seis días después de la
llegada a Tenochtitlan, apresó al huey
tlahtoani, el cual fue recluido en cierta sala de sus
aposentos bajo estrecha vigilancia de los castellanos.
La aceptación tanto de la realidad fáctica como del valor legal de
este pasaje de entrega del poder pronto fue uno de los títulos más sólidos del
dominio español sobre tierras americanas, en específico sobre la naciente Nueva
España, la cual fue concebida como fundada sobre los antiguos dominios
del Excan
Tlahtoloyan; también fue usada por Cortés para justificar la
campaña militar contra Tenochtitlan después de la “Noche Triste” como una
“guerra justa”, pues se trataba de someter a “vasallos rebeldes”.9 Desde
entonces, muchos autores -como Juan Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI; William
H. Prescott y Manuel Orozco y Berra en el siglo XIX; Carlos Pereyra, Juan
Miralles y Bernard Grunberg en el siglo XX, o Jaime Montell, Germán Vázquez y
José Javier Esparza en el siglo XXI- han aceptado este episodio como una verdad
indudable y las palabras de Cortés como fieles referentes de dicho evento.10
Sin embargo, este pasaje del proceso político de la conquista y el
texto cortesiano que lo refiere han sido objeto de amplia discusión. Así,
diversos estudiosos, ya desde el mismo siglo XVI, han cuestionado tanto la
verosimilitud del relato, y por lo tanto su veracidad, así como su factibilidad
y su legalidad, ya que de forma temprana autores como Fernando González de
Oviedo y Bartolomé de las Casas externaron en sus obras muchas dudas sobre las
palabras y acciones de Cortés, pues al decir del obispo de Chiapas “es
manifiesto que es completamente falso que Moctezuma cedió la jurisdicción a los
Reyes de España lo que, por derecho de gentes le pertenecía […]”.11 La
polémica ha continuado hasta nuestros días con los trabajos de Eulalia Guzmán,
Víctor Frankl, John H. Elliott, Antony Pagden, Susan Gillespie y Matthew
Restall,12 entre
otros, quienes han cuestionado el relato de las Cartas de relación desde
las más diversas trincheras ideológicas y académicas, ya sea calificándolo o
implicándolo de ser apócrifo, de invención literaria, de ficción legal, de
mentira o de maliciosa tergiversación. Mientras que otros, como Hugh Thomas,
Michel Graulich o Valeria Añón,13 si
bien han aceptado un núcleo fáctico en el relato cortesiano, advierten que se
trata de un texto tendencioso o de plano manipulado, que seguramente refleja
más la interpretación interesada de Cortés para justificar sus acciones que las
auténticas palabras del tlahtoani mexica.
Algunos autores más, como Silvio Zavala, resaltan que el mandatario tenochca y
los otros gobernantes del Excan
Tlahtoloyan estaban presos y bajo constante coerción, y por
ello se vieron obligados a actuar como Cortés lo indicaba.14 Por
su parte Antonio de Solís sostiene que, si bien Motecuhzoma rindió vasallaje al
rey de España, en realidad no pensaba cumplir su palabra, pues “se debe de
creer que Motezuma, por más que mirase al rey de España como legítimo sucesor
de aquel imperio, no tuvo intento de cumplir lo que ofrecía. Su mira fue
deshacerse de los españoles”.15 Incluso
Francisco Martínez piensa que Motecuhzoma pudo haber sufrido del “síndrome de
Estocolmo” y por ello se identificó con los intereses de sus captores.16
En todo caso, los diversos estudiosos han vinculado el análisis de
los textos cortesianos y las acciones de su autor con un contexto jurídico y
político más amplio; así se han establecido nexos con la tradición de las Siete partidas de
Alfonso X, con la teoría de la autoridad papal, con la idea de imperio
universal, con el Requerimiento elaborado
por Juan de Palacios Rubios o el concepto de Traslatio imperii.17 Sin
duda la polémica y el estudio de este tópico seguirá por largo tiempo.
Sin embargo, poco se ha explorado sobre el problema, no ya desde
la perspectiva jurídica, política, documental e historiográfica española, sino
desde lo que se sabe acerca de las instituciones, creencias y prácticas
políticas de los antiguos nahuas. Dicho en otros términos, es del todo
pertinente examinar si la pretendida entrega, cesión, traslado, transferencia o
enajenación del mando político por parte de Motecuhzoma en favor de Carlos I
está en consonancia con lo que se conoce del mundo político de los antiguos
nahuas y, de manera complementaria, preguntarse qué sentido tendría esta
supuesta cesión de mando y soberanía dentro de las concepciones, prácticas e
instituciones vinculadas con el poder político de la cultura náhuatl.
Pero antes de ello es adecuado hacer unas breves observaciones
sobre las fuentes de conocimiento del tema. Sin duda, la fuente fundamental es
la “Segunda relación” de Hernán Cortés, fechada el 30 de octubre de 1520 y
publicada por vez primera en 1522, por lo cual es el testimonio más cercano en
el tiempo y, además, es un texto del cual parten otros.18 Después
de la “Segunda relación”, los principales referentes de tradición hispana sobre
el tema son la Historia
de la conquista de México de Francisco López de Gómara,
publicada en 1552, que sigue muy de cerca las Cartas de relación sólo con
variantes menores en los pasajes mencionados, y la Historia verdadera de la
conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo,
terminada hacia 1568, que si bien pretende desmentir y corregir la obra de
Gómara, en lo general la sigue muy de cerca sin variantes significativas,19 pues,
como dice Ángel Delgado Gómez: “El texto de la Historia verdadera sigue al de
Gómara, que a su vez sigue al de Cortés”.20 Otras
obras de importancia son la Crónica de la Nueva
España de Francisco Cervantes de Salazar,
primer cronista de la ciudad de México, que escribe cuando aún vivían varios
conquistadores que eran regidores de la ciudad, mismos que fueron sus
informantes y avalaron su obra; el humanista, al igual que Bernal, pretende
corregir a Gómara, pero también lo sigue estrechamente en las partes que nos
interesan.21 Por
su parte, las obras de otros soldados cronistas e historiadores -como la Relación de méritos
y servicios de Bernardino Vázquez de Tapia,
la Relación de
algunas cosas de las que acaecieron al Muy Ilustre Señor Don Hernando Cortés,
marqués del Valle de Andrés de Tapia y la Relación breve de la
conquista de la Nueva España de fray Francisco
de Aguilar- poco agregan a la discusión, pues simplemente
dicen que Motecuhzoma entregó el poder o no mencionan el acontecimiento.22 También
están las declaraciones recabadas durante el juicio de residencia de Cortés,
las cuales aportan algunos matices de interés, no tanto sobre la entrega del
poder, sino sobre los eventos relacionados.23 También
existe un impreso temprano, de fines de 1521 o principios de 1522, donde se
menciona el encuentro entre el tlahtoani y
el capitán, en el cual no se habla de sometimiento alguno de “Madozoma”, sino
que éste propone a sus “consejeros” que se permita a los castellanos entrar a
Tenochtitlan, por lo cual fue depuesto y ejecutado por los indígenas;
posteriormente su hijo asumió el mando.24
En la historiografía de tradición indígena los pasajes claros y
explícitos de entrega del poder brillan por su ausencia.25 Así,
no hay registro, menciones, alusiones o simples implicaciones respecto del tema
de la entrega del poder entre los principales códices nahuas novohispanos que
abordan el periodo;26 esto
es válido para obras tan relevantes como el Lienzo de Tlaxcala, las Pinturas tlaxcaltecas de la
conquista, el Códice
Vaticano A, el Códice
Telleriano Remensis, o el Códice
Azcatitlan;27 como
para códices menos conocidos, pero que tampoco señalan el evento, como
los Anales de
Tula, el Códice
en Cruz o la Tira
de Tepechpan.28 Tampoco
se menciona el acto de entrega del poder en el famoso relato de la conquista
recogido como Libro XII en la Historia
general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de
Sahagún; si bien se ha aducido que el discurso de recepción de Motecuhzoma a
Cortés en dicho libro implica algún tipo de sumisión hacia el capitán
extremeño, esto no es claro, pues las formas de salutación dirigidas a Cortés
tienen notables semejanzas con aquellas con las que se recibía a los guerreros
y pochtecas triunfantes.29 Incluso,
en la versión corregida del texto, conocida como Relación de la conquista de
esta Nueva España como la contaron los soldados indios que estaban presentes de
1585, en la cual, según fray Bernardino, “se hicieron varios defectos, y fue
que algunas cosas se pusieron en la narración de esta conquista que fueron mal
puestas, y otras se callaron, que fueron mal calladas”,30 no
se menciona el discurso de recepción; quizá fuera una de esas cosas “mal
puestas”. Además, es adecuado señalar que a este discurso de recepción no le
sigue una ceremonia o ritual que confirme la supuesta entrega del mando. Por
otra parte, el cronista chalca Chimalpáin Cuauhtlehuanitzin, en la copia
autógrafa con anotaciones y variantes que hizo de la obra de Gómara, no agrega
ningún comentario u observación respecto de los pasajes de la conquista que
aquí se estudian y comentan;31 lo
cual podría implicar una de dos cosas, que Chimalpain estaba de acuerdo con esa
versión o que no tenía información adicional justamente porque en la tradición
histórica chalca no se mencionaba el tema.
Hay dos excepciones notables, las obras de fray Diego Durán y de
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. El primero menciona expresamente la entrega del
poder del tlahtoani en
estos términos: “Motecuhzoma se le sujetó y se rindió al servicio de Su
Majestad desde aquella hora”;32 sin
embargo, hay que hacer algunos matices, pues no es claro si en esa parte de su
obra el dominico continúa usando la llamada “Crónica X”, texto en náhuatl de
raigambre mexica, como fuente principal; lo que sí es claro es que utiliza una
mayor cantidad y calidad de fuentes hispanas, entre ellas el testimonio de su
hermano de hábito fray Francisco de Aguilar, antiguo conquistador, el cual, a
su vez, sigue la interpretación cortesiana. Por ello no es posible afirmar si
la mención a la entrega del poder se corresponde con la tradición tenochca de
la “Crónica X” o a la versión hispana que le transmitió Aguilar.33
Por su parte Ixtlilxóchitl, de sus cinco obras históricas, sólo en
su Historia de
la nación chichimeca relata la entrega del poder y menciona el
discurso de vasallaje de Motecuhzoma.34 Sin
embargo, debe advertirse que en este punto el tetzcocano sigue muy de cerca a
Gómara sin que aparentemente agregue elementos de origen acolhua.35 Por
otra parte, en el Compendio
histórico del reino de Texcoco don Fernando dice que
Motecuhzoma “se ofreció a ser amigo del emperador”.36 Esto
es muy ambiguo, y por ello no contribuye a aclarar el tipo de relación
establecida entre las partes. En cambio, todas estas obras, y otras fuentes de
tradición indígena, son fundamentales para conocer el contexto social,
conceptual, político, religioso e institucional del ejercicio del poder entre
los antiguos nahuas al momento del contacto con el mundo mediterráneo.
Fundamentos
del poder político en el mundo náhuatl
De manera general, puede decirse que para los antiguos nahuas el
mando político y su práctica estaban vinculados, de manera orgánica e
indisoluble, con múltiples aspectos de su sociedad y cultura. Pueden
reconocerse como más importantes los siguientes:
Primero,37 el
poder político tenía su fundamento en las manifestaciones y las fuerzas de los
seres sobrehumanos. Efectivamente, para los antiguos pueblos mesoamericanos el
poder tenía un carácter divino o sagrado. Se veía como una transmisión o
donación divina. Esto se manifestaba en diferentes textos sobre el mando
político e implicaba la presencia de diversos dioses, no sólo de Quetzalcóatl,
como tanto se ha dicho, sino también de Tezcatlipoca, Huitzilopochtli,
Xiuhtecuhtli, Cihuacóatl, Tláloc y Xipe Tótec, por lo menos.38 Esto
permite afirmar a Alfredo López Austin que los gobernantes eran “delegados de
los dioses”.39
Segundo, para poder
ejercer el mando se requería que el tlahtoani recibiera
y concentrara, en su propio cuerpo, una cantidad importante de fuerzas y
entidades anímicas sacras. Efectivamente, los antiguos nahuas concebían el
cuerpo humano como receptáculo de esas fuerzas y entidades; esto ocurría en
cada ser humano, pero se incrementaba en el caso del gobernante, condición que
resume fray Diego Durán al decir que “no es fábula decir que a sus señores
tenían por dioses, porque en realidad, de verdad, los adoraban como a dioses”.40 En
ese sentido, hay abundantes referencias sobre la concentración de fuerzas
sagradas en el cuerpo mismo del tlahtoani.
Por ejemplo, están las menciones a que sus pies no podían tocar directamente el
suelo; esto tiene que ver con la idea de fuerzas sagradas que habitan en él y
que impedían el contacto directo con la realidad mundana. De igual manera, el
que no pudiera ser visto directamente a los ojos se conecta precisamente con
esta idea, pues a través de su mirada el tlahtoani podía transmitir parte
de su fuerza y causar enfermedades e incluso la muerte a la gente común. Esto
también se ve en el primer encuentro entre Motecuhzoma y Cortés ocurrido sobre
la calzada de Iztapalapa: el capitán se apea del caballo para abrazar al tlahtoani, pero es
detenido por dos jefes nahuas, para impedir un contacto físico que sería
riesgoso, posiblemente fatal, para el castellano, habida cuenta de la
concentración de fuerza sacra de Motecuhzoma. Cortés lo cuenta de esta manera:
“Y como nos juntamos yo me apeé y le fui a abrazar solo, y aquellos dos señores
que con él iban me detuvieron con las manos para que no lo tocase”.41 Gómara
captó parte de la sacralidad del acto al escribir, “Cortés […] fuéle a abrazar
a nuestra costumbre. Los que le traían del brazo lo detuvieron, que no llegase
a él, que era pecado tocarle”.42 En
tanto que Juan de Torquemada lo dice más claramente: “Los que le llevaban del
brazo le detuvieron porque les pareció que eran gran pecado que hombre alguno
le tocase, porque le tenían como a cosa divina”.43 De
manera complementaria, la misma acción de tocar al capitán extremeño implica
que el contacto físico directo con él no se consideraba peligroso para los
dignatarios nahuas.44
Tercero, tener un
fundamento de linaje. Para aspirar al poder era indispensable pertenecer a un
linaje de prestigio, principalmente de raigambre tolteca, como desde Alfredo
Chavero se ha insistido entre los historiadores modernos.45 Lo
anterior, si bien en lo general es correcto, también es cierto que no era
suficiente, pues también eran relevantes las líneas de descendencia vinculadas
a otros personajes prestigiosos, como el de Xólotl para los Acolhuas, o el de
Tezozómoc de Azcapotzalco entre los tepanecas. En todo caso no puede afirmarse
que los castellanos fueran considerados parte de linajes prestigiosos toda vez
que no eran conocidos, además de dar amplias muestras de desconocer el
protocolo náhuatl y por casi no llevar mujeres españolas entre ellos que les
permitieran establecer nexos matrimoniales recíprocos con los aliados
indígenas.
Cuarto, como es
ampliamente conocido, el sistema para la sucesión en el mando entre los mexicas
consistía en un sistema de deliberación y designación colectiva efectuado por
el tlahtocan,
también conocido como “consejo de los cuatro” o “consejo supremo”, el cual, en
condiciones normales, estaba constituido por el huey tlahtoani,
el cihuacóatl,
cuatro grandes dignatarios.
Tlachocalcatl, tlacatécatl, tlillancalqui y ezhuahuacatl. Para
la designación de un nuevo gobernante también intervenían los tlatoque de
Tetzcoco y Tlacopan, casi con seguridad también los mandatarios de otras
ciudades de la cuenca de México, como Itztapalapa y Ehecatépetl, también los
sumos sacerdotes del huey
teocali de Tenochtitlan, el Tláloc tlamacazqui y Totec tlamacazqui,
también intervenían los techutlatoque,
los achcaucauhtin y
los yaotequihua.
Por ello puede inferirse que en caso de un recambio en el cargo del huey tlahtoani también
debían participar para que la deliberación y la decisión final se llevara al
cabo. Hasta donde es posible saber no hay menciones, alusiones o indicios de la
participación del tlahtocan en
una ocasión tan importante como la supuesta cesión de poder de Motecuhzoma en
favor de Carlos I o de Cortés.46 Además,
en el caso de la designación del tlahtoani la
decisión del tlahtocan se
consideraba inspirada por las deidades, y por ello era inapelable y no podía
revestirse, pues como dicen los textos sahaguntinos “[…] los reyes y señores
que te eligieron y señalaron y ordenaron por inspiración y ordenación de
nuestro señor Dios, cuya elección no se puede casar [abrogar] ni variar por
haber sido por ordenación divina […]”.47
Quinto, todo lo anterior
exigía una fuerte carga de ritualidad y ceremonial para la transmisión del
poder y su ejercicio público, lo cual igualmente implicaba un complejo ritual,
tanto para el manejo de las fuerzas sagradas que se concentraban en el
gobernante como para el ejercicio público de sus diferentes actividades y
ocupaciones. Esto se reflejaba en varias de las funciones y prerrogativas
fundamentales del gobernante. Efectivamente, entre los antiguos nahuas el tlahtoani era
mucho más que el principal mandatario político; también fungía como sumo
sacerdote en las ceremonias públicas más relevantes, pues presidía diversos
rituales vinculados a la renovación del mundo natural y de la sociedad. Además
era juez de última instancia dentro del sistema normativo nahua, así las penas
de muerte tenían que ser ratificadas por él. Por todo ello era visto como la
cabeza del cuerpo social y el “corazón de la ciudad”;48 esto
es, se le consideraba el centro de conciencia y toma de decisiones del conjunto
de la sociedad mexica y de Tenochtitlan.
Por otra parte, es claro que el pensamiento náhuatl contemplaba
mecanismos, condiciones e instancias por las cuales un gobernante investido
ritualmente como tal podía llegar a perder el poder.49 Debido
a su trascendencia ritual, política y social, ésta era siempre una decisión de
carácter colectivo; sólo las máximas autoridades del Excan Tlahtoloyan podían
ordenar la ejecución de un tlahtoani y
su linaje; por ello puede inferirse que, en caso de necesidad, forzosamente
el tlahtocan tenía
que estar involucrado en la posible muerte del gobernante. Al respecto es
pertinente mencionar un huehuetlahtolli,
“discurso antiguo”, recogido por fray Bernandino de Sahagún, donde se habla de
las consecuencias de la mala actuación de un tlahtoani.50 En
algunos casos parece que podían intervenir los ancianos líderes de los calpulis
del común de la población, pidiendo a una autoridad superior, como el Excan Tlahtoloyan,
la ejecución de un gobernante y su linaje por incumplir sus obligaciones.
Todo lo anterior implicaba necesariamente la muerte del gobernante
en turno y de todo su linaje para poder designar a otro mandatario. Al parecer
no hay ejemplos de tradición y tiempos mesoamericanos de transmisión o pérdida
del poder de gobernantes vivos en favor de otros gobernantes, ni entre los
mayas del clásico ni entre los mixtecos o zapotecos.51 La
situación se complica porque en el caso que se analiza se trataría de una
supuesta transmisión voluntaria del poder del principal gobernante
mesoamericano del momento en favor de una figura desconocida, Carlos I, a
través de un personaje como Cortés, del cual los nahuas en concreto sabían muy
poco y a quien, como hemos visto, no consideraban depositario de fuerzas sacras
equivalentes a las de Motecuhzoma.
Para evaluar la factibilidad de la entrega del poder, en primer
término debe recordarse lo que ya todos sabemos: el gobernante estaba preso
junto con muchos otros mandatarios pertenecientes al Excan Tlahtoloyan,
especialmente los del ámbito de la cuenca de México. En efecto, el capitán
castellano, siguiendo la tradición de la guerra renacentista, no sólo apresó a
Motecuhzoma, sino que tomó como prisioneros a otros importantes gobernantes y
dignatarios, los cuales, sin duda, estaban bajo una fuerte coerción física,
política y psicológica de parte de Cortés, por lo cual no puede admitirse que
sus actos fueran libres.
Por otra parte, es necesario evaluar si el huey tlahtoani tenochca
tenía la autoridad suficiente para tomar de manera unipersonal una decisión tan
radical como enajenar el poder de todo el Excan Tlahtoloyan a favor de un
desconocido por intermedio de un recién llegado. Recordemos que “el lugar del
mando de triple cede” era una institución política muy compleja que incluía
otros dos huey
tlahtocáyotl, Tlacopan y Tetzcoco, los cuales tenían su propia
estructura y jerarquía de mando, además de múltiples tlatocáyotl y tecuhcáyotl que
eran parte de esta peculiar institución, todos con sus propios gobernantes.
Esto tiene mucho que ver con la manera como se ha concebido a esta formación
política, militar y jurídica, si se trata de un “imperio” gobernado por un
“autócrata”, o si se trata de una confederación, de un estado segmentario o de
otra institución. El propio Cortés no tenía una idea clara de la naturaleza ni
de la estructura de mando, por lo cual apresó a todos los gobernantes y
mandatarios que pudo para intentar controlar la situación a su favor. Hasta
donde se sabe, las grandes decisiones eran discutidas, sopesadas y tomadas de
manera colectiva; por lo tanto, lo más probable es el que mismo huey tlahtoani no
tuviera la autoridad suficiente para quitar el poder a todos los demás
mandatarios del Excan
Tlahtoloyan.
Además, si bien desde Francisco López de Gómara se ha insistido
mucho en la idea de que Motecuhzoma y los mexicas pensaron que Cortés era
Quetzalcóatl,52 esto
no es del todo claro, pues en muchas obras tanto de tradición indígena como
hispana hay suficientes elementos para dudar de esta identificación.53 El
propio capitán nada dice acerca de este tema. También es muy discutible el
tiempo que pudo durar tal confusión, si es que la hubo, si fue sólo durante los
primeros contactos en la costa del golfo, o hasta la alianza con Tlaxcala, la
cual se efectuó en términos de un pacto político-militar entre iguales,54 o
hasta la matanza de Cholula, que era, como se sabe, el principal santuario de
Quetzalcóatl en Mesoamérica y, por ello, difícilmente podría pensarse que la
deidad misma atacara a su propia ciudad. Debe recordarse como, según el
testimonio del propio Cortés, Motecuhzoma afirmó que en su concepto los
hispanos eran, al igual que él, hombres comunes y no seres extraordinarios,
“veisme aquí que so [sic por
soy] de carne y hueso como vos y cada uno, y que soy mortal y palpable”.55 Finalmente,
como dirían los abogados, admitiendo sin conceder que tal identificación
existiera y se mantuviera hasta la supuesta entrega del poder, es necesario
reconocer que, si bien Quetzalcóatl es un dios estrechamente vinculado al mando
político, no es la única deidad con ese nexo, también participan, como ya se ha
dicho, entidades tan importantes como Tezcatlipoca, Huitzilopochtli,
Cihuacóatl, Xiuhtecuhtli y Xipe Tótec; por ello la transferencia del poder
tendría que hacerse con la participación de todas estas entidades y no de una
sola; sin embargo, no hay referencias a ritos, ceremonias, invocaciones,
llamados, oraciones, símbolos o simples alusiones a estas deidades en el
supuesto acto de transferencia del poder.
Por otra parte, admitiendo hipotéticamente la identificación del
capitán con Quetzalcóatl, debe recordarse que este también era el modelo del
sacerdocio en el mundo náhuatl;56 por
lo tanto, la supuesta traslación del mando y, por ende, de funciones implicaría
que también se le transmitía a Cortés la condición de sumo sacerdote de los
dioses nahuas, lo cual es, a todas luces, un despropósito ya que implicaría una
total contradicción desde las perspectivas náhuatl e hispánica respecto de las
políticas, los discursos y las acciones emprendidas por el capitán extremeño en
relación con las imágenes sagradas de los dioses nahuas y sus lugares de culto,
pues a las primeras las trataba de destruir mientras que pretendía convertir a
los segundos en sitios de adoración de las imágenes cristianas; para los nahuas
tales acciones eran sacrilegios incomprensibles, mientras que para los hispanos
eran muestras de celo y devoción.
Además, conforme a los fundamentos del poder entre los nahuas, no
se trataría solamente de un cambio de mando político entre simples seres
humanos, sino de mover las fuerzas sagradas y anímicas que sustentan el poder
de un reservorio humano a otro. Motecuhzoma, en su calidad de huey tlahtoani, no
podía simplemente renunciar a su condición en favor de otra persona, sino que
tendría que desprenderse de las fuerzas sacras que le daban la condición misma
de gobernante; de ahí que se diga al nuevo mandatario que ha pasado por todas
las fases rituales, que ha accedido a una nueva condición que lo aleja de los
seres humanos comunes.57 Por
ello, los gobernantes debían ser ejecutados para que se desprendieran de las
fuerzas y entidades anímicas que se concentraban en ellos, pues de lo contario
seguirían siendo peligrosos, en tanto receptáculos vivos de fuerzas, energías y
entidades sagradas que fundamentan el poder y el mando político. En ese sentido
cabe reflexionar que, así como la transmisión de poder en el mundo náhuatl
implicaba un complejo ritual, cabría esperar un ritual similar o equivalente
para poder efectuar la transferencia del mando de Motecuhzoma a Cortés, pero no
hay ninguna mención, noticia o simple alusión a ello ni en los textos hispanos
ni en las obras de tradición indígena.
Poco antes de la llegada de la expedición de Pánfilo de Narváez
enviada por Diego Velázquez para apresar a don Hernando, Gómara y Bernal Díaz
refieren que Motecuhzoma le pidió a Cortés que se marchara de Tenochtitlan y de
toda la región, pues tanto los mexicas como otros pueblos de la cuenca de
México y los mismos dioses nahuas estaban muy enojados y ya se planeaba la
muerte de los castellanos; Gómara refiere que las palabras del tlahtoani fueron
las siguientes: “Ruégoos que os vayáis de esta mi ciudad y tierra, que mis
dioses están de mí muy enojados porque os tengo aquí; pedidme lo que
quisiereis, y dároslo he, porque mucho os amo; y no penséis que os digo esto
burlando, sino muy de veras. Por ende, que así se haga en todo caso”.58
Si efectivamente Motecuhzoma hubiera transferido su calidad
de huey
tlahtoani a Cortés -esto es, su condición de máximo
gobernante, de sumo sacerdote y de juez supremo, entre otras-, tal petición
resultaría inexplicable, pues ya no tendría la autoridad para hacerla, pero, si
según los testimonios hispanos lo hizo, implica que aún conservaba, por lo
menos de forma nominal y a sus propios ojos, la autoridad y la legitimidad
suficientes para hacer semejante petición. En otros términos, o no había
ocurrido la transmisión de poder que se le atribuye o, por lo menos, no se
había efectuado de manera completa ni aceptable para el resto de los mexicas.
Por todo lo anterior es claro que Cortés coaccionó a los dignatarios indígenas
presos para llevar a cabo un auto legal de vasallaje que justificara sus
acciones, pero este auto fue totalmente incompatible con la propia naturaleza
del mando político en el mundo náhuatl, y careció completamente de significado
y valor para los mexicas y sus aliados.
Por todo lo anterior puede afirmarse que, desde la óptica náhuatl,
Motecuhzoma no entregó el mando a Cortés ni se dio por vasallo de Carlos I, ni
podía hacerlo. En ese sentido queda pendiente una cuestión, misma que puede
expresarse con la siguiente pregunta: ¿cuál fue el proceso por el cual el tlahtoani perdió
el poder? y, de manera complementaria, ¿en qué momento se dio la ruptura? Para
ello se deben revisar muy brevemente diversos episodios que van desde el
secuestro del tlacatecuhtli por
Cortés hasta su muerte, pasando por la matanza del Templo Mayor. Los primeros
indicios de una paulatina pérdida de autoridad se mencionan justamente después
de haber sido apresado por los castellanos; primero se manifiesta como una
resistencia de la administración tenochca para proveer a los castellanos de los
bastimentos que requerían, según lo cuenta el texto náhuatl del Códice florentino:
“Pero los principales a quienes mandaba esto, ya no le hacían caso, sino que
estaban airados, ya no le tenían acatamiento, ya no estaban de su parte. Ya no
era obedecido. Y, sin embargo, llevaban en bateas, daban aquello que se
requería. Cosas de comer, cosas de beber y agua y pastura para los caballos”.59 El
jesuita Juan de Tovar lo corrobora en su obra:
[…] y así tomaron vehementemente sospecha del trato de los
Españoles començando los Yndios de temor a esconderse y faltar en acudir a lo
necesario por los Españoles. Començavan a padecer hambre, especialmente los
caballos y perros de ayuda que trayan consigo que eran muchos muy feroces y
diestros en la guerra; llegó a tanto que fue necesario fuesen los Yndios amigos
con algunos Mexicanos a buscar bastimentos.60
Otro momento importante que permite sostener que la autoridad de
Motecuhzoma como huey
tlahtoani empezó a ser cuestionada es la noticia del intento
de Cacama, tlahtoani de
Tetzcoco para liberar al huey
tlahtoani e incluso enfrentar con las armas a las fuerzas
hispano-tlaxcaltecas si fuera necesario, según Fernando de Alva Ixtlilxóchitl,
“Visto por el rey Cacama el poco ánimo y determinación de los mexicanos, se
salió de la ciudad y se fue a Tetzcuco para juntar sus gentes, y con ellas
libertar a su tío y nobleza mexicana de la servidumbre y afrenta en que
vivían”.61 Poco
después Cacama fue apresado antes de poder llevar al cabo sus propósitos.
También debe recordarse la petición, ya mencionada, de Motecuhzoma
a Cortés para que se marchara con los suyos de tierras nahuas; según Bernal
Díaz, el gobernante mexica dijo lo siguiente:
¡Oh, señor Malinche y señores capitanes, cuánto me pesa de la
respuesta y mando que nuestros teules han dado a nuestros papas e a mí e a
todos mis capitanes! Y es que os demos guerra y os matemos, o os hagamos ir por
la mar adelante. Lo he colegido dello y le paresce es que, que antes que
comiencen la guerra, que luego salgáis desta cibdad y no quede ninguno de
vosotros aquí. Y esto, señor Malinche, os digo que hagáis en todas maneras, que
os conviene; si no mataros han. E mirá que os va las vidas.62
Lo que implica que la posición del gobernante estaba siendo
cuestionada por diversos sectores de la sociedad tenochca y posiblemente
también por el resto de las fuerzas políticas del Excan Tlahtoloyan.
Cuando Cortés parte a la costa del golfo para enfrentar y
finalmente vencer a Narváez, Pedro de Alvarado quedó a cargo de la ciudad
lacustre y de los rehenes. Como es conocido, los indígenas pidieron permiso
para realizar la fiesta de Tóxcatl, una de las más importantes, pues se
conmemoraba el nacimiento de Huitzilopochtli, el dios patrón de los mexicas,
además de ser la fiesta de Tezcatlipoca, uno de principales dioses vinculados
al poder político. Ya fuera porque Alvarado pensara que se preparaba una
emboscada en su contra y entró en pánico, como se infiere de los soldados
cronistas, o porque estaba loco y era malvado como dicen algunas fuentes
indígenas, o por algún otro motivo, el caso es que los españoles mataron a los
mexicas mientras realizaban el ritual, lo cual causó un impacto enorme, causó
grandes pérdidas humanas en la élite de mando y provocó una reacción violenta,
pues en cuanto se supo el incidente la población enardecida atacó a las fuerzas
hispano-tlaxcaltecas y las sitió en sus aposentos, pues, como dicen los
informantes de Sahagún:
Y cuando se supo fuera, empezó una gritería:
-Capitanes, mexicanos… venid acá: ¡Que todos armados vengan: sus
insignias, escudos, dardos…! ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los
capitanes, han muerto nuestros guerreros…! Han sido aniquilados, oh capitanes
mexicanos.
Entonces se oyó el estruendo, se alzaron gritos, y el ulular de la
gente se golpeaba los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes,
cual si hubieran sido citados: traen sus dardos, sus escudos. Entonces la
batalla empieza.63
Una vez iniciada la reacción de los habitantes de Tenochtitlan
contra la ocupación hispano-tlaxcalteca ya no fue posible detenerla. Después de
vencer a Narváez, Cortés regresó a Tenochtitlan, los mexicas permitieron que el
capitán y sus hombres entraran en Tenochtitlan para, acto seguido, aislarlos y
cortarles los suministros, lo cual también implica un deterioro en las
capacidades de mando del tlahtoani.
El capitán extremeño pide a Motecuhzoma que se normalicen las actividades de la
ciudad, especialmente el mercado de Tlatelolco para garantizar el abasto de
alimentos. Pero el tlahtoani dice
que debe enviar a alguien de confianza que se haga cargo del asunto; Cortés
accede y, según la Crónica
de la Nueva España de Francisco Cervantes de Salazar, “Invió
Motezuma a su hermano, el señor de Eztapalapa, al cual, como vieron fuera los
mexicanos […] no le dexaron volver a la prisión ni hicieron el tianguez; antes
le eligieron por su caudillo y Capitán […]”.64 Esto
es, a Cuitláhuac, a quien se le encomienda reabrir el mercado y regresar al
campamento español, pero no cumple con las disposiciones de Cortés ni regresa,
y de inmediato se reanudan las hostilidades contra los castellanos. Torquemada
aclara que, una vez libre, Cuitláhuac coordinó la resistencia tenochca a las
fuerzas ocupantes hispano-indígenas, pues cuando “Cortés (sin pensamiento de
malicia) soltó a un hermano de Motecuhzuma, señor de Itztapalapa y los
mexicanos le eligieron por su caudillo”.65 Por
su parte, Bernardino Vásquez de Tapia, en sus declaraciones en el juicio de
residencia del marqués, deja entrever que el tlahtoani, ante los malos tratos a los
que se hallaba sometido por parte de Cortés, dispuso el ataque de los mexicas
contra los castellanos sin que se preocuparan por su seguridad personal:
[…] e visto por el dicho Motunzuma el poco remedio quel dicho don
Hernando Cortés ponía, envió a decir a los indios, como hombre questaba
descontendo e desesperado de verse preso e las cosas como iban, que hiciesen lo
que quisiesen e que no hiciesen cuenta dél, e desde allí en adelante los indios
comenzaron a matar de los cristianos por do quiera que podían e se levantó la
cibdad e toda la tierra contra los cristianos.66
Así, a pesar de los esfuerzos de Cortés, sus huestes seguían
sitiadas. Por ello pide que Motecuhzoma que salga al techo del recinto donde
están atrincherados y hable a la multitud para calmarla; el primero en hablar
es el señor de Tlatelolco, quien pide el cese de hostilidades y anuncia la
presencia del huey
tlahtoani. Sin embargo, al salir, el efecto fue muy diferente. Así
lo cuenta Sahagún: “Oídas estas vozes por los mexicanos y tlatlilulcas,
començaron entre sí a bravear y maldezir a Motecuçoma, diciendo: ‘¿Qué dize el
puto de Motecuçoma, y tú vellaco con él? No cesaremos la guerra’. Luego
començaron a dar alaridos y a tirar saetas y dardos hacia donde estaba que
hablava, junto con Motecuçoma”.67
Más allá de la disputa sobre quién mató a Motecuhzoma, si los
españoles con una espada o los mexicas con piedras, lo relevante para este
estudio es que aquí es donde realmente podemos constatar una ruptura entre
el huey tlatoani preso
y las instituciones políticas de la sociedad mexica, pues desde este momento el
personaje ya no es obedecido por los mexicas. El ser denostado hace evidente
una severa erosión de su autoridad y su legitimidad, condiciones indispensables
para ejercer el mando político, lo que lleva a la pérdida efectiva del poder
mismo.
Al respecto debe señalarse que, desde su cautiverio Motecuhzoma ha
incurrido en graves faltas en sus responsabilidades como huey tlahtoani,
principalmente en lo que toca a cuatro aspectos fundamentales; primero, ha
descuidado el ejercicio de la guerra pues no sólo no se han emprendido nuevas
campañas, sino que varios pueblos se han rebelado y en la ciudad están aposentados
sus acérrimos enemigos, los tlaxcaltecas; segundo, no ha cumplido con la
impartición de justicia conforme a las reglas y principios normativos nahuas
-Cortés ha juzgado e incluso ejecutado a altos dignatarios, como Cuauhpopoca,
sin observar las reglas-; tercero, no ha cumplido con sus obligaciones
religiosas, especialmente no se ha continuado el culto público estatal y los
sacrificios a los dioses de manera escrupulosa, pues han sido obstaculizados
por los cristianos; cuatro, la sola presencia de un ejército hispano-indígena
pone en entredicho la seguridad de la ciudad, especialmente por la presencia de
sus acérrimos enemigos los tlaxcaltecas. Todos estos aspectos eran causales
para perder el poder entre los antiguos nahuas.68
Las obras de tradición española, por su propia perspectiva, no
tocan el asunto; mientras que las obras de tradición indígena, si bien dan
pistas sobre lo que ocurrió entre la élite de mando, sólo permiten vislumbrar
que se trata de un proceso más complejo de un paulatino debilitamiento político
de Motecuhzoma, que es catalizado por la matanza de Templo Mayor, ante la cual
puede inferirse que los sacerdotes de Huitzilopochtli expresaron un mandato
divino por el cual las fuerzas de los dioses abandonaban al tlahtoani.
Las obras de tradición hispana ofrecen dos posibilidades para
entender lo que ocurrió con la sucesión, una primera versión señala que,
después de la muerte del huey
tlahtoani, fue elegido Cuitláhuac, mientras que otras
versiones dicen que estando vivo fue elegido el sucesor. La primera versión es
respaldada por el testimonio de Cortés, quien escribió:
De los que en la cibdad de Buacachula [Huaquechula] se prendieron,
en especial de aquel herido, supe muy por extenso las cosas de la grand cibdad
de Timixtitlán, y cómo después de la muerte de Muteeçuma había subscedido en el
señorío un hermano suyo señor de la cibdad de Yztapalapa que se llamaba Cuetravaçin
[Cuitlahuatzin], el cual suscedió en el señorío porque murió en las puentes el
hijo de Muteçuma que heredaba el señorío.69
Otros autores coinciden con el capitán, por ejemplo, Fernando de
Alva Ixtlilxóchitl dice: “Idos los españoles, luego los mexicanos hicieron
señor a un hermano de Moteczuma que se llamaba Cuitlahuatzin”.70 También
lo reitera Torquemada en tres ocasiones, en la primera fray Juan dice que
eligieron a Cuitláhuac “por su caudillo”,71 y
no como tlahtoani;
en la segunda oportunidad es el propio Motecuhzoma, quien responde a las
interrogantes de Cortés respecto de una posible sucesión mientras están
sitiados: “Dijo que no se atreverían en México a elegir rey, siendo él vivo”.
Más adelante el franciscano precisa que el proceso sucesorio tuvo lugar después
del regreso del ejército indohispano a Tlaxcala y que también se renovó
el tlahtocan,
dato interesante porque otras fuentes señalan que el “consejo supremo” se
renovaba justamente en el momento de designación de un nuevo mandatario, “Lo
primero fue que eligieron por su rey y señor un hermano menor de Motecuhzuma,
llamado Cuitlahuatzin y otros cuatro senadores, que siempre estaban al lado del
rey en todos los negocios”.72
Por su parte, Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la
conquista de Nueva España afirma que, aun estando vivo
Motecuhzoma, se nombró a Cuitláhuac como nuevo tlahtoani, pues al salir el primero
para tratar de apaciguar a los mexicas pasó lo siguiente:
Y muchos principales y capitanes mexicanos bien le conoscieron […]
y llorando le dijeron: “¡Oh, señor e nuestro gran señor, y cómo nos pesa de
todo vuestro mal y daño y de nuestros hijos y parientes! Hacemos os saber que
ya hemos levantado a un vuestro pariente por señor”. E allí le nombró cómo se
llamaba, que se decían Coadlavaca [sic por
Cuitláhuac], señor de Iztapalapa […].73
Considerando las características del gobernante, la naturaleza del
poder entre los antiguos nahuas, la importancia de la ritualidad, así como los
mecanismos de deliberación y designación colectiva desarrollados por el tlahtocan, es más
consistente la versión que sostiene que fue después de la muerte de Motecuhzoma
cuando se designó a un nuevo mandatario. De tal suerte que, aparentemente y
hasta donde es posible saberlo, fue entre la salida del cautiverio del señor de
Iztapalapa y la presencia del “señor sañudo” en el balcón cuando fue apedreado,
el momento culminante del proceso de pérdida del poder de Motecuhzoma, causado
por el deterioro paulatino de su autoridad y su legitimidad.74 Por
ello la designación y la investidura de Cuitláhuac como nuevo tlahtoani debió
ocurrir, necesariamente, después de su muerte.
Para Cortés y la Corona española la entrega del poder de
Motecuhzoma era fundamental para explicar y justificar los eventos militares
que condujeron a la caída de Tenochtitlan, así como la constitución de la Nueva
España como parte integrante del naciente dominio español de ultramar, incluso
era indispensable en la constitución misma de la noción de un imperio que no
dependiera del antecedente del sacro imperio romano, sino de la sesión de un
imperio indiano en favor de la Corona de Castilla. Sin embargo, puede deducirse
que aún para la Corona tanto la plena veracidad como la completa legalidad de
las acciones y palabras de Cortés estaban en duda; por ello, en varios momentos
los descendientes de Motecuhzoma tuvieron que refrendar la entrega del poder en
favor de los reyes castellanos. Al respecto, véase lo que dice en el siglo XVII
el jesuita Diego Luis Motezuma, descendiente del tlahtoani:
Y ha sido sobre todos los demás, de tan superior aprecio el título
de su derecho por la renuncia del Emperador Motezuma, que, para restablecerle y
más fijarle, a instancia del señor rey don Felipe IV y de su Real Consejo de
Indias, hizo nueva renuncia de todo su derecho a la corona mexicana en la real
casa de Castilla el conde de Motezuma, tercer nieto de aquel Emperador.75
La relevancia de la entrega del poder de Motecuhzoma en favor de
la Corona española se mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Al respecto es
conveniente recordar cómo, al invadir las tropas napoleónicas la península
ibérica y abdicar el rey Carlos IV y el príncipe heredero Fernando en favor de
los franceses, se inició un debate en los dominios americanos respecto de la
legalidad del hecho y la transmisión de la soberanía. Los criollos novohispanos
sostuvieron que el pacto inicial entre los gobernantes y los gobernados estaba
roto y debía volverse a los fundamentos mismos de esa relación. Por otra parte,
desde lo que se conoce del mundo político mesoamericano en general y de los
antiguos nahuas en particular, dicha entrega del poder, en los términos
referidos y asumidos por los españoles, aparece como francamente imposible,
impracticable, o por lo menos como extremadamente dudosa.
Así puede decirse que para el mundo hispano la entrega del poder
era una necesidad política, legal e historiográfica de primer orden, indispensable
para justificar y explicar en términos jurídicos, políticos, militares e
incluso personales la naciente Nueva España, mientras que para el mundo
mesoamericano simplemente era una imposibilidad desde la perspectiva sacra,
ritual, política y social de la naturaleza misma del poder y del ejercicio del
mando. Por ello, puede decirse que la explicación de lo que pasó con la
estructura de mando mexica y del Excan
Tlahtoloyan entre la entrada de las fuerzas hispano-indígenas
a Tenochtitlan y la toma del poder de Cuitláhuac, pese a los ríos de tinta que
han corrido, aún está por dilucidarse.
Cronología mínima aproximada76
1519 |
|
18/23 de septiembre |
Recibimiento de los castellanos en Tlaxcala y
establecimiento de la alianza hispano-tlaxcalteca. |
16/18 de octubre |
Matanza de Cholula. |
8 de noviembre |
Llegada de la alianza hispano-indígena a
Tenochtitlan y encuentro entre Motecuhzoma y Hernando Cortés. |
14 de noviembre |
Prisión de Motecuhzoma. |
1520 |
|
Enero-abril |
Supuesta entrega del poder de Motecuhzoma. |
Principios de mayo |
Llegada de la expedición de Pánfilo de
Narváez. |
5/9 de mayo |
Petición de Motecuhzoma a Cortés para que se
marche. |
10 de mayo |
Salida de Cortés a Cempoala para combatir a
Narváez. |
15/20 de mayo |
Matanza de Templo Mayor. |
24 de junio |
Regreso de Cortés a Tenochtitlan. |
27/28 de junio |
Muerte de Motecuhzoma. |
30 de junio |
Victoria mexica y huida del ejército
hispano-indígena en la Noche Triste. |
8 de julio |
Regreso del ejército hispano-indígena a
Tlaxcala. |
Julio |
Designación de Cuitláhuac como nuevo
tlahtoani. |
30 de octubre |
Cortés firma su Segunda relación en Segura de
la Frontera (Tepeaca). |
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1 Una visión
sintética de la historia de la conquista puede verse en Jaime
Montell, La
caída de México-Tenochtitlán (México: Joaquín Mortiz, 2003),
o José
Luis Martínez, Hernán
Cortés: versión abreviada (México: Fondo de Cultura Económica,
1992). Para tener un panorama más amplio, véanse las obras clásicas de William
H. Prescott, Historia
de la conquista de México, 2 v., traducción de José María González
de la Vega, con anotaciones de Lucas Alamán (Buenos Aires: Imán, 1944), o el
volumen cuarto de Manuel
Orozco y Berra, Historia
antigua y de la conquista de México, 2a. ed., 4 v., edición y
estudio previo de Ángel M. Garibay, biografía y bibliografías de Miguel
León-Portilla (México: Porrúa, 1978).
2Hernán Cortés,
“Segunda relación”, Cartas
de relación, edición, introducción y notas de Ángel Delgado Gómez
(Madrid: Castalia, 1993), 210-211.
3Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 227.
4Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 228.
5Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 228.
6Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 239.
7Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 229.
8Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 288.
9Véase Silvio
Zavala, Hernán
Cortés ante la justificación de su conquista, en Toribio Esquivel
Obregón, Hernán
Cortés y el derecho internacional en el siglo XVI, 2a. ed.,
presentación de Silvio Zavala (México: Porrúa, 1985), 128.
10Véanse Juan
Ginés de Sepúlveda, Historia
del Nuevo Mundo, introducción, traducción y notas de Antonio
Ramírez de Verger (Madrid: Alianza, 1987), 157-159; Prescott, Historia de la conquista,
I:407-408; Orozco y Berra, Historia
antigua, v. IV; Carlos Pereyra, Hernán Cortés, 4a. ed., prólogo de
Martín Quirarte (México: Porrúa, 2006), 153; Juan Miralles, Hernán Cortés,
inventor de México, prólogo de Fernando R. Lafuente ([S. l.]: Folio; ABC,
2004), I:184-185; Bernard Grunberg, Histoire
de la conquête du Mexique (París: L’Harmattan, 1995), 103;
Jaime Montell, La
conquista de México Tenochtitlan (México: Miguel Ángel Porrúa,
2001), 513-514; Germán Vázquez Chamorro, Moctezuma (Madrid: Algaba, 2006),
235-240; José Javier Esparza, La
cruzada del océano. La gran aventura de la Conquista de América,
2a. ed. (Madrid: La Esfera de los Libros, 2017), 319-320.
11Bartolomé
de las Casas, De thesauris, fijación del texto,
traducción, introducción e índices de Ángel Losada, notas e índices por Martín
Lassegue (Madrid: Alianza Editorial, 1992), cap. XXXII, 351. Gonzalo Fernández
de Oviedo y Valdés, Historia
general y natural de las Indias, edición de Juan Pérez de Tudela
(Madrid: Atlas, 1959), IV:259.
12Eulalia
Guzmán, “Prólogo”, “Aclaraciones y rectificaciones”, en Relaciones de Hernán Cortés a
Carlos V sobre la invasión de Anáhuac, edición de Eulalia Guzmán
(México: Libros Anáhuac, 1958); Víctor Frankl, “Imperio particular e imperio
universal en las cartas de relación de Hernán Cortés”, Cuadernos Hispanoamericanos (Instituto
de Cultura Hispánica, Madrid), n. 165 (septiembre 1963): 443-482; John H.
Elliott, “Cortés, Velázquez and Charles V”, en Letter from Mexico, de Hernán Cortés,
XI-XXXVII, trad., ed. y una nueva introducción de Anthony Pagden (New Haven:
Yale University Press, 2001); John H. Elliott, “The Mental World of Hernán
Cortés”, Royal
Historical Society Transactions. Fifth Series, n. 17 (1967): 41-58;
Anthony R. Pagden, “Introduction” y “Notes”, en Letter from Mexico,
de Hernán Cortés, XXXIX-LXXI, trad., ed. y una nueva introducción de Anthony
Pagden (New Haven: Yale University Press, 2001); Susan Gillespie, Los reyes aztecas. La
reconstrucción del gobierno en la historia mexica, traducción de
Stella Mastrangelo (México: Siglo XXI, 1986); Matthew Restall, Cuando Moctezuma conoció a
Cortés. La verdad del encuentro que cambió la historia, traducción
de José Eduardo Latapí (México: Taurus, 2019), passim.
13Hugh Thomas, La conquista de México,
traducción de Víctor Alba (Barcelona: Patria, 1994), 324; Michel
Graulich, Moctezuma.
Apogeo y caída del imperio azteca, traducción de Tessa Brisac
(México: Era; Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2014),
422-424; Valeria
Añón, “Prólogo” y “Notas”, en Segunda carta de relación y otros textos, de
Hernán Cortés (Buenos Aires: Corregidor, 2010), nota 137, 158.
14Zavala, Hernán
Cortés, 127: “El conquistador […] exige a Moctezuma el vasallaje en favor del
soberano de Castilla. Por superstición o por temor, el Emperador azteca reúne a
sus notables y, en acto que Cortés recogió ante escribano, presta obediencia
[…]”.
15Antonio
de Solís y Rivadeneira, Historia de la conquista de
México, población y progresos de la América septentrional, conocida por el
nombre de Nueva España, prólogo y apéndices de Edmundo O’Gorman,
notas de José Valero Silva, 5a. ed. (México: Porrúa, 1990), libro IV, cap. III,
205.
16Francisco
Martínez Hoyos, Breve historia de Hernán Cortés (Madrid:
Nowtilus, 2014), 152. Para los múltiples problemas que implica el concepto
mismo de dicho “síndrome”, véase Lucía
Ester Rizo-Martínez, “El síndrome de Estocolmo: una revisión
sistemática”, Clínica
y Salud 29 (Madrid), n. 2 (julio 2018),
http://dx.doi.org/10.5093/clysa2018a12.
17La bibliografía
sobre los “Justos títulos” de la conquista es muy extensa, para una visión
general. Véanse los trabajos de Silvio
Zavala, La
filosofía política en la Conquista de América, prólogo de Rafael
Altamira, 3a. ed. (México: Fondo de Cultura Económica, 1977), y Las instituciones jurídicas en
la conquista de América, 3a. ed. (México: Porrúa, 1988); José
Valero Silva, El
legalismo de Hernán Cortés como instrumento de su conquista (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1965); Víctor
Frankl, “Hernán Cortés y la tradición de las Siete
Partidas”, Revista
de Historia de América (Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, México), n. 53-54 (julio-diciembre 1962): 9-74; Richard
Konetzke, América
Latina II. La época colonial, traducción de Pedro Scaron, 25a. ed.
(México: Siglo XXI, 1995), especialmente “Títulos jurídicos de la colonización
de América”, 20-33; y Anthony
Pagden, Señores
de todo el mundo. Ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia en los
siglos, XVI, XVII y XVIII, traducción de M. Dolors Gallart Iglesias
(Barcelona: Península, 1997), 45-86.
18Una investigación
fundamental de la visión de la conquista de Cortés en sus Cartas de relación y
el impacto historiográfico de las mismas en el siglo XVI puede verse en Ramón
Iglesia, Cronistas
e historiadores de la Conquista de México. El ciclo de Hernán Cortés,
1a. reimp. (México: El Colegio de México, 1990).
19Francisco López de
Gómara, Historia
de la conquista de México, prólogo y cronología de Jorge Gurría
Lacroix, 2a. ed. (Caracas: Ayacucho, 1991), cap. XCII, 145-146; Bernal Díaz del
Castillo, Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España, edición,
presentación, estudio y notas de Guillermo Serés, ensayo introductorio de
Miguel León-Portilla, 2 v. (México: Academia Mexicana de la Lengua, 2014), cap.
LXXXIX, CI, I:315-316, 375-377.
20Ángel Delgado
Gómez, “Introducción” y “Notas”, en Cartas
de relación, de Hernán Cortés, edición, introducción y notas de
Ángel Delgado Gómez (Madrid: Castalia, 1993), nota 249, 228; esto fue señalado
inicialmente por Ramón Iglesia, “Dos estudios sobre el mismo tema”, en Ramón
Iglesia, El
hombre Colón y otros ensayos, introducción de Álvaro Matute
(México: Fondo de Cultura Económica, 1986), 109-138; véase también Guillermo
Serés, “Estudio Bernal Díaz del Castillo y la Historia verdadera”, “Notas” y “Notas
complementarias”, en Díaz del Castillo, Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España, II: 1131-1132, nota
6; I:377-378.
21Francisco
Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España,
prólogo, de Juan Miralles Ostos (México: Porrúa, 1985), libro IV, cap. XLV,
371-373.
22Bernardino
Vázquez de Tapia, Relación de méritos y servicios
del conquistador Bernardino Vázquez de Tapia, estudio y notas de
Jorge Gurría Lacroix (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
1972); Andrés
de Tapia, Relación
de algunas cosas de las que acaecieron al Muy Ilustre Señor Don Hernando
Cortés, Marqués del Valle, desde que se determinó ir a descubrir tierra en la
Tierra Firme del mar Océano, en Crónicas de la Conquista de México,
introducción, selección y notas de Agustín Yáñez (México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1939), 41-96; Francisco
de Aguilar, Relación
breve de la conquista de la Nueva España, Serie de Historiadores y
Cronistas de Indias 7, edición, estudio preliminar, notas y apéndices por Jorge
Gurría Lacroix (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas, 1980), 224.
23Véase Documentos cortesianos,
edición de José Luis Martínez, 4 v. (México: Fondo de Cultura Económica; Universidad
Nacional Autónoma de México, 1990), especialmente el volumen II, 1526-1545,
Sección IV. Juicio de Residencia; Thomas, La conquista, 699-700, reproduce el
testimonio de Francisco de Flores, que concuerda casi punto por punto con el de
Cortés, lo que hace pensar que había leído, y seguido, la Segunda relación del
marqués del Valle.
24Restall, Cuando Moctezuma conoció,
77-78.
25Véase Miguel
Pastrana Flores, Historias
de la conquista. Aspectos de la historiografía de tradición náhuatl (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 2004), especialmente “Motecuhzoma ante la conquista”, 119-209.
26Una visión
historiográfica de conjunto de estos materiales en Miguel
Pastrana Flores, “Códices anotados del centro de México”, Historiografía mexicana I.
Historiografía novohispana de tradición indígena, coordinación de
José Rubén Romero Galván (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Históricas, 2003), 51-84. Según Patrick Johansson,
la escena del Códice
Vaticano A, donde en el año ce
ácatl, uno caña, está la figura de un español a caballo, que blande
una espada y porta un estandarte; en frente está un indígena con actitud de
ofrecer al castellano un collar, y esta figura tiene el nombre de Motecuhzoma;
esto representa que el gobernante está “humillado” frente al conquistador. Me
parece que la escena es demasiado esquemática para sacar unas conclusiones tan
tajantes. Véase Johansson, “8 de noviembre de 1519. El encuentro de Cortés con
Motecuhzoma”, Arqueología
Mexicana, v. XXVII, n. 160 (noviembre-diciembre 2019), 24.
27Lienzo
de Tlaxcala, edición facsimilar, edición de Alfredo Chavero, Artes de México. La conquista
de México, número especial, año, XI, n. 51-52 (1964); Códice Vaticano A. 3738,
edición facsimilar (México: Fondo de Cultura Económica; Akademische Druck-und
Verlagsanstalt, 1996); Códice
Azcatitlan, edición facsimilar, introducción de Michel Graulich,
comentarios de Robert H. Barlow y Michel Graulich, traducción de Leonardo López
Luján, 2 v. (París: Bibliothèque Nationale de France; Société des
Américanistes, 1995), http://www.amoxcalli.org.mx y http://www.wdl.org.
28Anales
de Tula, edición facsimilar, comentario por Rudolf van Zantwijk (Graz:
Akademische Druck-und Verlagsanstalt, 1979), 1; Codex en Cruz,
edición facsimilar, edición de Charles E. Dibble, 2 v. (Salt Lake City:
Universidad de Utah, 1981); Tira
de Tepechpan. Códice colonial procedente del valle de México,
edición facsimilar, edición y comentarios de Xavier Noguez, 2 v. (Toluca:
Instituto Mexiquense de Cultura, 1996).
29Véase Pastrana, Historias de la conquista, 145-149;
Bernardino de Sahagún, Historia
general de las cosas de Nueva España, edición de Juan Carlos
Temprano, 2 v. (Madrid: Historia 16, 1990), libro XII, cap. XVI;
II:969-971. Cfr.
Johansson, “8 de noviembre de 1519”, 21, piensa que según el texto sahaguntino
“Motecuhzoma cedía voluntariamente su imperio a Cortés”.
30Bernardino
de Sahagún, Relación de la conquista de esta Nueva España,
como la contaron los soldados indios que se hallaron presentes. Convirtióse en
lengua española, llana é inteligible y bien enmendada en este año de 1585,
edición, estudio introductorio, notas, índices y apéndices de Miguel Pastrana
Flores, Al lector. Véase Pastrana, “Las cosas mal dichas y mal calladas. Las
diferencias entre la primera y la segunda versiones de la Relación de la conquista de
Nueva España de fray Bernardino de Sahagún”, en El mundo de los conquistadores.
La península ibérica en la Edad Media y su proyección en la conquista de
América, edición de Martín Ríos (Madrid: Silex; Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2015),
85-95.
31Véase Chimalpáhin y la conquista de
México. La crónica de Francisco López de Gómara comentada por el historiador
nahua, edición de Susan Schroeder, David Tavárez y Cristián
Roa-de-la-Carrera, prólogo de José Rubén Romero Galván (México: Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2012),
cap. 66, 202-203; cap. 93, 245.
32Diego
Durán, Historia
de las Indias de la Nueva España e islas de la tierra firme,
introducción, paleografía, notas y vocabularios de Ángel M. Garibay, 2a. ed., 2
v. (México: Porrúa, 1984), v. II, Historia, cap. LXXIV, 541.
33Pastrana, Historias de la conquista,
185-187. La obra de contraste es la de Hernando de Alvarado Tezozómoc, pero
ésta no abarca la llegada de Cortés a Tenochtitlan, véase Tezozómoc, Crónica mexicana,
edición, introducción, notas y glosario de Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vázquez
(Madrid: Historia 16, 1997); Robert H. Barlow, “La Crónica X”: versiones
coloniales de la historia de los mexica tenochca”, en Los mexicas y la Triple Alianza,
de Robert H. Barlow, edición de Jesús Monjarás-Ruiz et al. (México:
Instituto Nacional de Antropología e Historia; Universidad de las Américas,
1990), 13-27; José
Rubén Romero, “La Crónica X”, en José Rubén Romero Galván,
ed., Historiografía
mexicana i. Historiografía novohispana de tradición indígena (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 2003), 185-195.
34Fernando
de Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la nación
chichimeca, en Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas,
edición, estudio introductorio y apéndices de Edmundo O’Gorman, 2a. ed., 2 v.
(México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1985), II: 216, 224-225.
35Pastrana, Historias de la conquista,
203-206.
36Fernando
de Alva Ixtlilxóchitl, Compendio histórico del reino
de Texcoco, en Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas,
edición, estudio introductorio y apéndices de Edmundo O’Gorman, 2a. ed., 2 v.
(México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1985), I: 452.
37En este punto me
baso principalmente, además de las obras de tradición indígena, en los
siguientes trabajos María
del Carmen Herrera Meza, Alfredo López Austin y Rodrigo Martínez Baracs,
“El nombre náhuatl de la Triple Alianza”, Estudios de Cultura Náhuatl (Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México),
v. 46 (julio-diciembre 2013), 7-35; Alfredo
López Austin, La
constitución real de México-Tenochtitlan, prólogo de Miguel León-Portilla
(México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1961),
“Organización política del altiplano central de México durante el Posclásico”,
en Jesús
Monjarás-Ruiz y otros, Mesoamérica
y el centro de México. Una antología (México: Instituto
Nacional de Antropología e Historia, 1985), 197-234.
38Véase Daniel
Alatorre Reyes, “El rito de ascenso al poder de los tlatoque
mexica y los dioses que participaban en él” (tesis de maestría en Estudios
Mesoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, Posgrado en Estudios
Mesoamericanos, 2014), 16-42.
39Alfredo
López Austin, Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los
antiguos nahuas, 2a. ed., 2 v. (México: Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1984),
i:83-85.
40Durán, Historia de las Indias,
Historia, cap. XXII; II:188.
41Cortés, “Segunda
carta”, 208-209. Por su parte Bernal Díaz del Castillo lo refiere así: “Y
cuando […] le iba a abrazar, y aquellos grandes señores que iban con el
Montezuma detuvieron el brazo a Cortés, que no le abrazase, porque lo tenían
por menosprecio”. Díaz del Castillo, Historia verdadera, cap. LXXXVIII, I:312.
Nuevamente las obras de tradición indígena no mencionan el asunto.
42Gómara, Historia de la conquista,
cap. LXV, 109.
43Juan
de Torquemada, Monarquía indiana, de los veinte y un libros
rituales y monarquía indiana, con el origen y guerras de los indios
occidentales, de sus poblazones, descubrimiento, conquista, conversión y otras
cosas maravillosas de la mesma tierra firme, edición de Miguel
León-Portilla y otros, 7 v. (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Históricas, 1975-1983), libro IV, cap. XLVI,
II:152.
44Si bien en un
momento posterior se dice que el tlahtoani llevó
de la mano al capitán, esto no se hizo ante la multitud, sino en privado.
45Alfredo
Chavero, Historia
antigua y de la conquista, en Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los siglos.
Historia general y completa del desenvolvimiento social, político, religioso,
militar, artístico, científico y literario de México desde la antigüedad más
remota hasta la época actual, 1a. reimp., 16 v. (México: Cumbre,
1987), libro IV, cap. III, II:234. Chavero se basa en las obras conocidas
como Origen de
los mexicanos y Relación
de la genealogía y linaje que fueron publicadas en el siglo
XIX por Joaquín García Icazbalceta.
46Sobre el tlahtocan, véanse
Tezozómoc, Crónica
mexicana, cap. 17, 109; Durán, Historia de las Indias, Historia, cap.
XI, II:103; Sahagún, Historia
general, libro VIII, cap. XVIII, II:596.
47Sahagún, Historia general,
libro VI, cap. X, II:517.
48Sahagún, Historia general,
libro VI, cap. X, II:518.
49Véase Miguel
Pastrana Flores, “ ‘Para que descanse su corazón y su cuerpo’.
Reflexiones en torno a la ejecución de los gobernantes en el mundo náhuatl”,
en María
Elena Vega Villalobos y Miguel Pastrana Flores, coords., El gobernante en Mesoamérica.
Representaciones y discursos del poder (México: Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2018),
121-158.
50Sahagún, Historia general,
libro VI, cap. V, II:497-499.
51Pastrana, “ ‘Para
que descanse su corazón y su cuerpo’ ”. Véase Alfonso Caso, Reyes y reinos de la Mixteca,
1a. reimp., edición y advertencia de Ignacio Bernal (México: Fondo de Cultura
Económica, 1984), sobre todo el Diccionario
biográfico que comprende más de 300 registros y abarca todo el
segundo volumen de la obra. Entre los mayas del clásico tampoco se conocen
casos similares. María Elena Vega Villalobos, información oral.
52Gómara, Historia de
la conquista, cap. XXVI, 47. “[…] decían que venía el dios Quetzalcouatl con
sus templos a cuestas; que era dios del aire, que se había ido, y le
esperaban.”
53Véase
Pastrana, Historias
de la conquista, especialmente “La naturaleza de los españoles”,
65-117. Para una opinión favorable a la identificación, véase Miguel
León-Portilla, “Quetzalcóatl-Cortés en la conquista de México”, Historia Mexicana XXIV,
n. 1 (julio-septiembre 1974), 13-35.
54Véase Miguel
Pastrana Flores, “El inicio de la alianza hispano-tlaxcalteca. Una
reinterpretación”, Centro de Estudios de Historia de México CARSO, en prensa.
55Cortés, Cartas, “Segunda
relación”, 211.
56Véase Miguel
Pastrana Flores, Entre
los hombres y los dioses. Acercamiento al sacerdocio de calpulli entre los antiguos nahuas (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 2008), 67-68.
57Sahagún, Historia general.
58Gómara, Historia de la conquista,
cap. xciv, 149; Díaz del Castillo, Historia
verdadera, cap. CVIII, 396.
59Fray Bernardino de
Sahagún, “Libro doce. En él se dice cómo se hizo la guerra en esta ciudad de
México”, en Bernardino de Sahagún, Historia
general de las cosas de Nueva España, edición de Ángel M. Garibay,
4 v. (México: Porrúa, 1956), IV:79-165; cap. XVII, 110-111. Véase
Sahagún, Historia
general, libro XII, cap. 17, II:971-972. “Y los piles y achcauhtles
y otros oficiales, a quien concernía esta provisión, no quería obedecer a
Motecuçoma ni llegarse a él, pero con todo esto proveían de todo lo necesario.”
60Juan
de Tovar, Manuscrito
Tovar. Origines et croyances des indiens du Mexique, edición de
Jacques Lafaye (Graz: Akademische Druck-u Verlagsanstalt; Unesco, 1972), 80.
61Ixtlilxóchitl, Historia de la nación
chichimeca, cap. LXXXVI, 223.
62Díaz del
Castillo, Historia
verdadera, cap. CVIII, 396. Gómara, Historia de la conquista de
México, cap. XCIV, 149.
63Sahagún, “Libro
doce”, cap. XX, IV:117.
64Cervantes de
Salazar, Crónica
de la Nueva España, cap. CIV, 466. Véase Genaro García, Carácter de la conquista
española en América y en México según los textos de los historiadores
primitivos, prólogo de Andrés Henestrosa, edición facsimilar
(México: Fundación Miguel Alemán, 1990), 211-214.
65Torquemada, Monarquía indiana,
libro IV, cap. LXVIII, II:209.
66“Algunas respuestas
de Bernardino Vázquez de Tapia”, en Documentos
cortesianos, II:35, 107-108.
67Sahagún, Historia general,
libro XII, cap. 21, II:975. Tovar, Manuscript Tovar,
81. “[…] un valeroso capitán llamado Quiuihtémoc,
de edad de diez y ocho años, a quien ya querían elegir por rey, dixo en alta
boz: ‘¿Qué es lo que dice ese vellaco de Motecuçuma, mujer de los Españoles,
que tal se puede llamar pues con ánimo mujeril se entregó a ellos de puro miedo
y asegurándonos nos ha puesto a todos en este trabajo? Ya no le queremos
obedecer porque no es nuestro Rey, y como vil hombre le hemos de dar el
castigo.”
68Véase
Pastrana, Historias
de la conquista, 128-135; “ ‘Para que descanse su corazón’ ”, passim.
69Cortés, Cartas, “Segunda
carta”, 305.
70Sumaria
relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España,
en Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras
históricas, edición, estudio introductorio y apéndices de Edmundo
O’Gorman, 2a. ed., 2 v. (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Históricas, 1985), I:390.
71Torquemada, Monarquía indiana,
libro IV, cap. LXVIII, II:209.
72Torquemada, Monarquía indiana,
libro IV, cap. LXX, II:212; libro IV, cap. LXXIV, II:232.
73Díaz del
Castillo, Historia
verdadera, cap. CXXVI, I:472-473.
74Estos
acontecimientos ocurrieron lugar entre el 24 y el 28 de junio de 1520.
75Diego
Luis Motezuma, Corona mexicana o Historia de los nueve Motezumas,
edición facsimilar, edición y prólogo de Lucas de la Torre (Valladolid: Maxtor,
2012), 452.
76La cronología de la
conquista presenta inexactitudes, casi todas las fechas son aproximadas. Me
baso en José Luis Martínez, Hernán
Cortés, 1a. reimp. (México: Universidad Nacional Autónoma de
México; Fondo de Cultura Económica, 1992), 239, 283-284, y en mis propias
inferencias.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-25232020000100111&lng=es&nrm=iso
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