jueves, 14 de marzo de 2024

 

Biblioteca palafoxiana

De Alejandría a angelópolis

Mapamundi que aparece en las Crónicas de Núremberg, verás en el margen izquierdo unos seres marginados, que viven en los extremos más externos del mundo, lugares inhabitables para personas de "humor equilibrado", es decir, europeas.

Los dibujos son de "razas monstruosas" y no era raro encontrarlas en mapas de la época.

De ahí"Hic sunt dracones" -Aquí hay dragones- la conocida frase escrita en el Globo de Hunt-Lenox (1503-07) para señalar territorios inexplorados o peligrosos.

 

En este caso, los monstruos son varios: el hombre con muchos brazos, el hombre con seis dedos, el centauro, el hombre con cuatro ojos, la persona hermafrodita, el hombre con cuello largo y pico.

 

Como si eso fuera poco, otra página muestra otros 14 representantes razas monstruosas imaginarias.


Las fantasiosas criaturas debían su origen a historias de la antigüedad y servían para expresar el temor a lo desconocido.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-40458793

Es la biblioteca de Alejandría la figura mítica de la biblioteca que busca reunir el saber universal: exhaustiva, probable pero perdida, desmesurada y deseable. La describe Pedro Mexía en el capítulo III de la tercera parte de su Silva de varia lección, publicada en 1540 en Valladolid, y en un texto más completo, publicado en Sevilla, en el que  afirma: “La librería de Alejandría, en Egipto, que el rey Ptolomeo Philadelpho hizo, fue, cierto, la más yllustríssima de todas las del mundo por averse traído a ella el Testamento y la Escriptura Sagrada por los 72 intérpretes y por la multitud de loslibros que tenía. […] Aulo Gelio y Amiano Marcelino dizen que tenía 700 000 libros la librería de Egypto”.

         Considerando este número como plausible, Pedro Mexía sigue: “Avía en esta librería libros buscados por todas las gentes y naciones del mundo y, en todas las lenguas escrptos. Tenían varones notables y doctíssimos muchos que los buscavan y tenían a cargo, uno de los libros poéticos, otros de los históricos, y  assí en todas las facultades”. Más adelante añade que los libros de la biblioteca fueron quemados por “la gente de Julio César” y que una parte fue trasladada a Roma, por “las gentes bárbaras, que arrasaron la tierra, destruyeron y quemaron y deshazieron” las bibliotecas de los antiguos.

Lograr una empresa semejante, con la ambición de reunir todos los libros que existiesen, fue uno de los sueños que atravesó  la historia de la civilización occidental. Este deseo motivó la constitución de grandes librerías ya fueran reales, eclesiásticas o privadas; justificó la búsqueda tenaz de los libros raros, de las decisiones perdidas y de los textos desaparecidos, y obligó al hombre, siglos después, a crear libros, también denominados bibliotecas, que procuraban lograr un inventario bibliográfico  exhaustivo, y que pretendía superar cualquier colección particular, siempre parcial e incompleta. Solamente estas bibliotecas, cuya materialidad la da el papel –y no el espacio físico en el que son atesorados los volúmenes-, lograron acercarse un poco más al ideal de Alejandría.

Aunque fue durante el siglo XVIII cuando los libreros editores publicaron más profusamente estas colecciones bibliográficas, desde finales del siglo XV aparecieron las primeras obras de esta índole. Estas publicaciones podían ser catálogos de los autores nacidos en un mismo territorio nacional, como por ejemplo en los libros de Johann Trithemius para Alemania (Cathalogus illustrium virorum Germaniae suis ingeniis et lucubrationibus omnifariam exornanantium, Maguncia, 1495), o los de John Bale para Gran Bretaña (Illustrium maioris Britaniae scriptorum, hoc est Angliae, Cambriae, ac Scotiae summarium, Ipswich, 1548), o bien catálogos de los autores que escribieron en una lengua vulgar, entre los cuales podemos citar la Libraia […] Nella quale sono scritti tutti gl´Autori vulgari , de Anton Francesco Doni (1550), la Bibliothèque d´Antoine Du Verdier (1585).

Ya en el siglo XVII la palabra castellana “biblioteca” designaba tanto  a un lugar como a  un libro. El Diccionario de la Real  Academia Española, publicado en la década de 1730, define a la biblioteca como colección de libros: “Bibliotheca. Nombre griego, que en su riguroso sentido significa el parage donde se venden libros; pero aunque en nuestra lengua se suele entender assi alguna vez, más comúnmente se toma por la librería que junta algún hombre grande y erudito, y por las que hay  en las comunidades religiosas, y principalmente por las que son comunes para el beneficio público, de que hai varias en Europa, y la tiene el rey nuestro señor en su real palacio”. La voz asocia diversos elementos: el término etimológico que define, según el griego, la biblioteca como librería y, según el latín, la librería como  biblioteca, la relación entre la formación de una biblioteca y la condición social (“hombre grande”), el  saber (“hombre erudito”) y la  fe católica (“las comunidades religiosas”) y, finalmente, la  noción  de “beneficio público”, que indica la apertura de las colecciones, monárquicas o particulares, a los lectores que lo necesiten.

La entrada “librería” sugiere una posible diferencia entre este  espacio y  la biblioteca, caracterizada por su uso público, mientras que la librería, considerada en su  sentido antiguo –el de la librairie de Montaigne-, estaba ubicada dentro del espacio de la privacidad. La distinción no está ligada con la identidad, particular o colectiva, del poseedor de la biblioteca, sino con su uso, exclusivamente privado o dirigido a lectores externos.

Botánico, Arte, Flores de jardín, Británico, John Hill, Grabados antiguos, Londres, 1756-57

https://www.georgeglazer.com/wpmain/product/botanical-art-garden-flowers-british-john-hill-antique-prints-london-1756-57/

Antique Nepenthes and Drosera Print from 1757 Art Print by The Carnivore Girl

https://www.pinterest.com.mx/pin/215609900886530950/?amp_client_id=CLIENT_ID%28_%29&mweb_unauth_id=&simplified=true

https://rjb.csic.es/el-real-jardin-botanico-csic-colabora-en-la-exposicion-1808-por-la-abdicacion-de-bayona-ornamento-y-delito/

         Este Diccionario añade una segunda definición: “Bibliotheca. Se llama también  así algunos libros, u obras de algunos autores que han tomado el assunto de recoger y referir todos los escritores de una nación que han escrito obras, de la  cual tenemos en España la singular y tan celebrado de don Nicolás Antonio”.

         Algunos años antes, en 1690, le Dictionnaire de la lengua francesa de Furetière, después de las dos primeras definiciones de la biblioteca como “lugar destinado a colocar en él los libros” y como “selección, compilación de varias obras de la misma naturaleza o bien de autores que han compilado todo aquello que puede decirse sobre un mismo tema”, indicaba que “se denomina asimismo biblioteca a los libros que contienen los catálogos de los libros de las bibliotecas”, lo que podía designar a una colección particular o más bien, como lo muestran las referencias a las bibliotecas de Gesner, Possevino y Photius, a todos los libros que fueron escritos en todas las lenguas o por los autores de una nación particular. A su  definición, Furetière añadía: “En Francia no tenemos aún una biblioteca general de todos los autores. Las hay particulares de Sieur La Croix du Maine y de Antoine du Verdier. Pero España tiene una en la de Nicolás Antonio. También hay una Biblioteca de España, de Peregrinus, o de André Schot de los Escritores Españoles en 1608”.


http://bauldechitiya.blogspot.com/2016/11/el-real-jardin-botanico-de-madrid.html

         La biblioteca así evocada por Furetière nos ubica ante la doble preocupación que dio origen a estos  catálogos bibliográficos: por una parte, ya se han dicho, cada uno de estos libros buscaba ofrecer un inventario de autores, idealmente exhaustivo; mientras por la otra, intentaba preservar el marco nacional.

         En España, esta doble preocupación se dejaba ver desde 1611, en el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias, escrito más de un siglo antes del Diccionario de la Academia. En el Suplemento nunca impreso de este texto, Covarrubias introduce los dos sentidos de biblioteca, como lugar y como libro: “Vale tanto como lugar donde se han recogido gran multitud de libros de diversas facultades […] Algunos han intitulado sus obras con inscripción de bibliotecas. Bibliotheca homiliarium et sermonum priscorum Ecclesiae patrum, Bibliothecae Sixti Senensis, Bibliothheca Antoni Possevini y otras”. Por la importancia de esta  publicaciones, añade Covarrubias, los varonnes doctos y estudiosos de los tiempos modernos deben hacer de nuevo “copiosas y  muy notables librerías en los estudios y universidades, y en Roma, Florencia, Venecia y en otras partes muchas; y se espera que cada  día se harán y yrán en crecimiento las hechas”.

https://efeverde.com/jardin-botanico-laminas-especies-plantas/

         En 1611, en su epístola dedicada a Felipe III, Covarrubias situó el proyecto de su Tesoro dentro de una perspectiva que convierte el estudio etimológico de la “mezcla de tantas lenguas de las quales consta la nuestra” en la presentación de un canon léxico que asocia estrechamente la excelencia de la lengua  castellana, que se debe “igualarla  con la latina y la griega, y confessar ser muy parecida a la hebrea en sus frasis y modos de hablar”, con la gloria  de la “nación española” y de su rey. Sesenta años después, en 1672, la Bibliotheca  Hispana de Nicolás Antonio, publicada en latín en Roma, desplazó el proyecto desde el inventario de las palabras hacia  un catálogo de todos los autores, una “patria” que pertenece –o perteneció- a la monarquía española y que escribieron en latín o en la lengua popular.

Harpía en una iluminación medieval. Imagen: Wikicommons

https://www.muyinteresante.com/historia/36405.html

         Escrita en latín, pero con comentarios en castellano y portugués, procurando referencias a libros redactados en ambas lenguas, la Bibliotheca Hispana delimitaba y alababa un patrimonio literario “nacional” cuya excelencia fue presentada a la Europa letrada como un contrapunto intelectual a la decadencia política y militar de la monarquía española. (De hecho, semejante proyecto había conducido ya a la publicación de dos bibliotecas: la Hispaniae Bibliotheca, seu de academiis ac bibliothecis de Andreas Schott –alias A.S. Peregrinus-, publicada en Frankfurt en 1608, escrita en latín y  dominada por las referencias a obras en esta  lengua, y  el Epitome de una Bibliotheca oriental i occidental, naútica y geográfica de Antonio León Pinelo, editado en Madrid en 1629, con traducciones al castellano de los títulos de obras escritas en 44 lenguas tanto en la península como en las Indias.)

         La Bibliotheca Hispana  fue uno más de los instrumentos propuestos a los lectores para que pudieran ordenar y componer a sus propias bibliotecas. Para ayudar a la formación de las colecciones se utilizaron los repertorios de autores y títulos tales como los libros de Schott o Pinelo, los catálogos de bibliotecas que circulaban que circulaban en  ediciones impresas y los métodos para organizar cualquier colección de libros, sea real o proyectada.

https://mostrevirtuali.uniroma1.it/mostra/conoscenzaemisericordia/it/70/larca-noe-di-athanasius-kircher-1675

 

         En España el primer ejemplo impreso de tal libro fue el De bene disponenda biblioteca, ad meliorem cognitionem loci et materiae, qualistatisque librorum, litteratis perutile opusculum publicado por Francisco de Araoz en Madrid en 1631, es decir, pocos años después del Advis pour desser une bibliothèque que Gabriel Naudé dirigió en 1626 a Henri  de Mesmes, presidente del parlamento de París y gran coleccionista de libros. El libro  de Francisco de Araoz fue impreso en el formato in-otavo “para  poder tenerse más fácilmente a mano y llevarse con la suficiente comodidad  por donde se quiera, mientras se trabaja en la formación de bibliotecas”. Esta  publicación distribuía entre quince categorías los títulos de los libros que, sin establecer un repertorio cerrado, procuraban ejemplos para la constitución de una colección de libros “dignos de ubicación, estudio  y  ponderación”.

         Estos instrumentos  intentaron responder a dos ansiedades contradictorias frente a la cultura escrita que caracterizaron la época. La primera era el temor de la pérdida, de la desaparición, del olvido. Esta preocupación fundamentó la búsqueda de los textos antiguos, la copia y la impresión de los manuscritos, la constitución de las bibliotecas regias o principescas que, como la Laurentina, debían abarcar todos los saberes y encerrar dentro de sus muros y clases bibliográficas (64 en la biblioteca de El Escorial) el universo mismo. Pero la acumulación de los  libros antiguos y la multiplicación de los nuevos gracias a la imprenta produjeron otra inquietud: el miedo frente  a un exceso indomable, a una abundancia confusa.

         Tanto en España como en otras partes de Europa, los catálogos, cualquiera que fuera  su objeto (una colección particular, el repertorio de los autores de una “nación”, la propuesta de una biblioteca ideal) se convirtieron en herramientas que ayudaron a establecer un orden moderno de los discursos.

         La biblioteca Palafoxiana, que no se sustrajo a estas inquietudes, recibió dentro de sus muros, parte de este conjunto de bibliotecas de papel. Poseía  las dos primeras ediciones de la Bibliotheca Hispana de Nicolás Antonio, publicadas en Roma en 1672 y  en 1796, cuyos ejemplares habían pertenecido según los ex libris al Colegio de San Ildefonso y al Colegio de San Juan. De las bibliotecas mencionadas por Covarrubias en su Suplemento, se encuentran en Puebla de los Ángeles ejemplares delas ediciones de Frankfurt (1575) y Colonia (1576 y 1586) de la Blibliotheca sancta de Sixto de Siena, que también pertenecieron a los colegios de la ciudad, y el ejemplar del Colegio de San Juan de la edición romanna de 1593 de la Bibliotheca selecta qua agitur de ratione studiorum in historia, in disciplinis, in salute ómnium procuranda de Antonio  Possevino. Del mismo Colegio de San juan vinieron ejemplares de las ediciones príncipe tanto del Epitome de León Pinelo (Madrid,1629) como  del Bene disponenda biblioteca de Francisco de Araoz (Madrid, 1631.)

Portadilla del libro de Francisco de Quevedo y Villegas. Libro expurgado por su carácter satírico e irónico que  algunas veces contradecía la moral de su tiempo.

https://www.cervantesvirtual.com/obra/obras-de-don-francisco-de-quevedo-villegas-tomo-tercero--0/

Gracias al obispo Francisco de Fabián y Fuero, la colección dejada por Palafox fue incrementada y acogida en el espacio que es todavía el suyo. Sobre sus estanterías se encontraban muchas bibliotecas impresas que transformaron el mundo  cerrado de la biblioteca de Angelópolis en un universo infinito de títulos y autores. Pero en el siglo XVII la defensa de la ortodoxia religiosa impuso serios límites al proyecto  de la biblioteca sin muros. En el ejemplar de Puebla de la edición de 1586 de la Bibliotheca sancta de Sixto de Siena se lee la anotación manuscrita siguiente: “Corregido por mandato del santo Oficio conforme al expurgatorio del año 1632”. La censura católica no sólo prohibió los libros condenados, sino también sometió a sus exigencias a las “bibliotecas de papel”. La Bibliotheca de Sixto de Siena no fue la única que sufrió la expurgación eclesiástica, tal como lo muestra la censura de la edición de Ruán de 1653 del Myrobiblon sive  Bibliotheca librorum quos legit censuit Photius, el patriarca  condenado por el concilio  de  Constantinopla y cuyos libros (tanto los que había recogido como los que había escrito) fueron quemados en 869. En la biblioteca de Palafox y Fabián y Fuero no se encuentra edición alguna de la Bibliotheca de Photius. La rigidez de las ortodoxias había destrozado el sueño de los Ptolomeos de atesorar todo el saber del universo en un solo espacio.

https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-8394.html


Chartier, Roger, “De Alejandría a Angelópolis, Bibliotecas de piedra y  bibliotecas de papel”, en Artes  de México, Edición Especial Biblioteca Palafoxiana, Diciembre de 2003, Revista Libro núm. 68. Pp. 23-29

www.artesdemexico.com

https://www.bbc.com/mundo/noticias-40458793
























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