La libertad de conciencia y de religión en la
Ilustración francesa: El modelo de Voltaire y de la "Encyclopédie"
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RESUMEN
En el concepto de la
Ilustración francesa la libertad de conciencia y de religión no es un derecho
amplio y neutral. Los términos apuntan a un significado más restringido de lo
que a primera vista se sugiere. En los escritos de Voltaire y la Encyclopédie
dicha libertad se reputa por esencia y por sistema desvinculada del Dios
cristiano y de su ley. Son la vena anti-cristiana, el agnosticismo religioso y
el escepticismo metafísico los que vivifican el fundamento de esta libertad
moderna.
I. Inmanentismo anti-cristiano, tolerancia y libertad de
conciencia
Desde el ángulo de la génesis
del pensamiento político moderno se puede afirmar que la Ilustración francesa
llevó a cabo le procès du christianisme[1] como arma necesaria
para "liberar" al orden político de todo referente a una verdad y
normatividad trascendentes, a fin de recomenzar desde la voluntad humana
desligada la creación ex nihilo de la sociedad y del Estado. Montesquieu,
Voltaire, Rousseau y los autores de la Encyclopédie (Diderot, Romilly,
Jaucourt, entre otros) representan en diversos grados las figuras de relieve de
este espectáculo, en la medida en que hicieron de la libertad de conciencia y
de religión el pivote sobre el que gira esta desligación.
En este ámbito, la Ilustración
francesa ensayó la destrucción de los puentes que la conciencia humana había
creado con la verdad cristiana (la fe y la ley divino-natural), negando su
contenido objetivo y la misma posibilidad formal de conocerla. Con
trascendencia no hay libertad. Arrumbar entonces la verdad trascendente que fue
dada y transmitida a Europa por la Iglesia fue el objetivo.
Es cierto que el Iluminismo
reconoce matices diversos según su desenvolvimiento en Inglaterra, Francia o
Alemania. La Ilustración inglesa tiene una fuerte vertiente empírica, tiende al
deísmo y desconoce el carácter revelado de la religión cristiana[2]. La Ilustración alemana
es racionalista, admiradora del humanismo y partidaria de la
"racionabilidad" del cristianismo, entendido como religión universal
fundamentalmente moral[3]. La Ilustración francesa
es pugnazmente anti-católica, dirige sus dardos contra el principio de
autoridad religioso y político y tiende al materialismo y al ateísmo[4].
Empero, si se desciende al
detalle de las fuentes, se constata tras estos matices diferenciales un
denominador común: la negación filosófica de la verdad cristiana (en sus
caracteres específicos de revelada, salvífica y magisterial) y el rechazo
político a su calidad histórica de ley trascendente orientadora del orden
político. En otros términos, la vía especulativa abierta por la Ilustración
queda embridada por un impulso político: la sustitución del Regnum Dei por el
regnum hominis, lo que en términos de pretensión jurídica significa denegar a
la fe cristiana el derecho de regir/inspirar el orden político y la moral
pública. La Ilustración puede ser caracterizada, en este sentido, como "el
desplazamiento de atención hacia el hombre, la apropiación crítica de las
representaciones de Dios y su transformación constitutiva por parte de la razón
moderna"[5].
A este propósito escribe Pierre
Manent que las armas de la libertad moderna fueron forjadas durante los siglos
de la Ilustración en un áspero combate contra el cristianismo y particularmente
contra la Iglesia Católica[6].
Y es que la libertad ilustrada
de conciencia y de religión no es un concepto neutral, tal como hoy día se le
presenta. En cuanto pretende reducir la verdad cristiana a mera opinión, se
fundamenta en presupuestos filosóficos de carácter epistemológico, metafísico,
teológico, político y religioso-práctico específicos. Tales presupuestos son
respectivamente los siguientes: i) La subjetividad respecto a la verdad del
orden del ser; ii) Las ideas no existen en cuanto expresan las esencias de las
cosas, sino que son sensaciones transformadas; iii) Lo sobrenatural repugna a
la razón; religión revelada y razón son inconciliables; iv) El estado social y
político no es natural al hombre; y v) El odio al Papado[7].
Este último punto es compartido
netamente con el protestantismo pre-ilustrado, al que la Ilustración agrega,
como motor de la libertad de conciencia moderna, el rompimiento formal con la
religión revelada[8].
Los philosophes adoctrinan
sobre la libertad de conciencia a través de la tolerancia. Jean de Viguerie
resume este concepto tan caro al Iluminismo en cuatro preceptos: i) no hacer a
los demás lo que no nos gustaría padecer; ii) toda verdad es subjetiva, y, por
tanto, nadie tiene derecho a imponer su norma; iii) toda religión no es más que
una opinión entre otras; y iv) el Estado no tiene por qué intervenir en las
cuestiones que implican una definición de la salvación eterna[9].
Viguerie defiende la tesis de
que la tolerancia ilustrada es un concepto engañoso, un arma de propaganda. Es
porque ninguna religión es verdadera que se debe tolerar la difusión de los
ataques contra ella. Se deben tolerar las religiones no porque sean buenas,
sino porque no ameritan que alguien se bata por ellas, y especialmente por el
catolicismo, que es la peste de la humanidad y necesita ser erradicado sin
ninguna tolerancia[10].
De esta manera, el escepticismo
metafísico, el agnosticismo religioso, el naturalismo, el deísmo y la
incredulidad -manifestaciones del inmanentismo anti-cristiano moderno- son las
bases más recurridas para justificar la libertad ilustrada de conciencia y de
religión. A continuación probaremos la tesis en dos modelos de la Ilustración
francesa: el presentado por Voltaire y el diseñado por la Encyclopédie
II. François Marie Arouet alias Voltaire
(1694-1778)
Voltaire[11] es uno de los
pensadores ilustrados que con más energía divulgaron el concepto de tolerancia
religiosa, como presupuesto de la libertad de conciencia y de cultos. Pero, a
la vez, constituye un ejemplo elocuente de la fundamentación de tales categorías
en el escepticismo metafísico, el agnosticismo religioso y el repudio al
cristianismo.
Jean de Viguerie, en su
Histoire et Dictionnaire du temps des Lumières, retrata el pensamiento
volteriano tomando en cuenta no solo sus obras filosóficas, históricas, literarias
y panfletarias, sino también su correspondencia personal que alcanza la
impresionante cifra de diez mil cartas. Permeado por una concepción
materialista y empirista del ser humano y del conocimiento, considera que el
cristianismo es por esencia un fanatismo y que no se puede a la vez ser
cristiano y ser tolerante[12].
1. El dios de Voltaire.
Entre los estudiosos de
Voltaire se discute su concepción religiosa considerando el pensamiento en su
conjunto. No hay ninguna duda sobre su premisa de que no existe la verdad
divina, como revelada, salvífica e infalible. Pero es dudoso si este
escepticismo es sólo metafísico o también epistemológico[13]. Nadie disputa su
espíritu iconoclasta con relación al cristianismo y su furor contra el
catolicismo[14]. Pero cabe la
interrogante sobre el preciso lugar que ocupa esta animadversión en su doctrina
de la tolerancia. Existe consenso acerca de sus convicciones básicamente
deístas, pero se presta a divergencia el grado de evolución hacia posturas
próximas al ateísmo[15].
Quizás lo que mejor califica el
espíritu del filósofo de Ferney es el dictado de deísmo en rebelión, tal como
se manifiesta en el Poème sur le désastre de Lisbonne[16],o el de deísmo
utilitario manifestado en el Dictionnaire Philosophique (artículos
Athée,Athéisme,Dieu), que estudiaremos más adelante. Este tipo de deísmo es el
que plasma, la noción volteriana de Dios, de la religión y del hombre[17].
Dentro de esta rebelión
explosiva cabe notar su intolerancia virulenta contra el catolicismo.
Probablemente nadie como Paul Hazard ha descrito en pocas líneas aquella
actitud, vena del anti-clericalismo moderno, cuyo espíritu de calumnia, así
como sus excesos y violencias, le distanciaron de las personalidades más
moderadas de la Ilustración, como Genovesi, Verri, Nicolai, Schlegel o
Elberhardt[18]. Muchos vieron en él un
genio del odio[19]. El mismo Diderot le
llamó el Anti-Cristo[20]. Y, sin embargo,
Voltaire es considerado hoy el símbolo ilustrado de la defensa de la tolerancia
y de la libertad de conciencia moderna. Y la verdad es que, por un lado,
predicaba la tolerancia de los católicos hacia las nuevas ideas y, por otro, la
intolerancia de los ilustrados hacia el catolicismo, según su famoso apóstrofe "écrasez
l´infame"[21].
El año 1736, Voltaire escribe
su Examen important de Milord Bolingbroke ou le tumbeau du fanatisme. Es una
diatriba contra el Antiguo Testamento[22] y el Evangelio[23], contra Moisés[24], contra los profetas[25], contra los judíos como
pueblo electo[26], contra los primeros
cristianos[27], contra San Pablo[28], contra los mártires[29], contra los Padres de
la Iglesia[30], contra el Papado[31] y contra el propio
Cristo[32]. La conclusión es
significativa: "Je conclus que tout homme sensé,tout homme de bien,doit
avoir la secte chrétienne en horreur"[33]
Pero Voltaire destruye para
construir. Hay una cierta mística religiosa deísta en él. En 1768 escribe la
Profession de foi des Theístes[34]. En el opúsculo no teme
entrar en contradicción consigo mismo cuando afirma -en tono dogmático- que hay
una sola religión verdadera (el humanitarismo ilustrado) y que el resto -todas
las que hasta la fecha han aparecido sobre la tierra- son falsas. El paso
previo es mostrar cómo las religiones judeo-mosaica y cristiana equivalen a la
superstición. Han deformado la verdadera fe en Dios, con dogmatismos y ritos
que impiden que los adorateurs d'un Dieu ami des hommes establezcan la paz
sobre la tierra. El cristianismo debe ser desechado por falsario:"Le
christianisme, tel qu'il est, et tel qu'il n'aurait pas dû être, se fonda sur
les plus honteuses fraudes: sur cinquante évangiles apocryphes; sur les
constitutions apostoliques reconnues pour supposées; sur des fausses lettres de
Jésus,de Pilate, de Tibère, de Sénèque, de Paul; sur les ridicules récognitions
de Clément; sur l'imposteur qui a pris le nom d'Hermas; sur l'imposteur Abdias,
l'imposteur Marcel, l'imposteur Hégésippe; sur la supposition de misérables
vers attribués aux sibylles; et après cette foule de mensonges vient une foule
d'interminables disputes"[35].
La única "religión
verdadera", si cabe, es el theísmo,que a lo largo de su opúsculo Voltaire
describe a la manera de un deísmo moralista[36], superador de las
fantasías de la revelación cristiana: "Notre religion, ô grand homme! est
donc la seule qui soit universelle, comme elle est la plus antique et la seule
divine. Nations égarées dans le labyrinthe de mille sectes différentes,le
théisme est la base de vos édifices fantastiques; c'est sur notre vérité que
vous avez fondé vos absurdités. Enfants ingrats, nous sommes vos pères,et vous
nous reconnaissez tous pour vos pères quand vous prononcez le nom de Dieu"[37].
Voltaire afirma estar
convencido de tener el patrimonio exclusivo de la auténtica y única
"religión", al punto de que habla como sacerdote o padre (père),
consolando o condenando. Conoce el "dogma", que en este caso se
resuelve en el humanitarismo o culto al hombre, como indica la última frase de
la Profession que proclama (con letra mayúscula): Résignation,et non Gloire,a
Dieu[38].
2. La doctrina de la
tolerancia,rúbrica artera de la libertad de conciencia y de religión.
¿Cómo es posible convertirse en
símbolo de la tolerancia moderna, promoviendo la intolerancia contra el
cristianismo que, en su época, profesaba la casi totalidad de la población
europea? ¿Cómo es factible proclamar la libertad de conciencia y de religión,
negando la legitimidad de la libertas christiana?
De un texto de la Profession de
foi des Theístes puede inducirse que la tolerancia es la llave que abre el
respeto a la libertad de conciencia y de religión, y ésta es el puente que
permite al Estado renunciar al influjo de la fe cristiana en la vida pública,
pues ésta es una mentira que no encubre sino avaricia, hipocresía y ambición:
"[...] pendant que l'avarice,l'ambition,l'hypocrisie,oppriment encore les
consciences dans tant de provinces de notre Europe: tant il est vrai que le
théisme est doux,et que la superstition est barbare"[39].
¿Por qué el teísmo es dulce?
Porque, entre otras cosas, asegura la libertad de conciencia moderna. Por
ejemplo, "bendice" la Constitución de Pennsylvania, reconocida por
Carlos II de Inglaterra, que garantiza que "la liberté de conscience étant
un droit que tous les hommes ont reçu de la nature avec l'existence"[40]. De ella deriva la
libertad de cultos. "Soyez béni à jamais,sire", exclama Voltaire,
remedando la consagración de la monarquía católica: "Vous avez établi chez
vous la liberté de conscience"[41].
En el Traité sur la Tolérance,
publicado en 1763[42], el filósofo de Ferney
hace una apología más o menos explícita del escepticismo dogmático, así como
del indiferentismo religioso, como signo de la tolerancia. Siguiendo un estilo
que le es querido, el autor no presenta una doctrina sistemática; para
obtenerla hay que hacer un esfuerzo de inducción que no siempre resulta fácil.
Los principios más profundos están implícitos en espacios discontinuos,
insinuados en figuras retóricas, cifrados en los pliegues de la ironía o
subyacentes a los hechos históricos unilateralmente seleccionados.
Con ocasión de la muerte de
Jean Calas (1753) y bajo un hilo argumentativo que se pretende histórico[43], Voltaire retrata en
pocas líneas una suerte de trayectoria de la tolerancia y de su contrario,
conduciendo al lector a la conclusión -diseminada a trazos en diversos
capítulos- de que la gran causa de la intolerancia en el mundo es el dogmatismo
religioso, esto es, el contenido objetivo de la Revelación mosaica y cristiana.
El capítulo 22° dedicado a la
tolérance universelle representa una buena síntesis del pensamiento volteriano.
Propone una tolerancia entre todas las religiones basada en la imposibilidad de
que el hombre, "pequeño como una hormiga",pueda tener acceso a la
verdad divina: "Ce petit globe, qui n'est qu'un point, roule dans
l'espace,ainsi que tant d'autres globes; nous sommes perdus dans cette
immensité. L'homme, haut d'environ cinq pieds,est assurément peu de chose dans
la création. Un de ces êtres imperceptibles dit à quelques-uns de ses voisins,
dans l'Arabie ou dans la Cafrerie: "Ecoutez-moi, car le Dieu de tous ces
mondes m'a éclairé: il y a neuf cents millions de petites fourmis comme nous
sur la terre,mais il n'y a que ma fourmilière qui soit chère à Dieu; toutes les
autres lui sont en horreur de toute éternité; elle sera seule heureuse, et
toutes les autres seront éternellement infortunées. Ils m'arrêteraient alors, et me demanderaient quel est
le fou qui a dit cette sottise. Je serais obligé de leur
répondre: "C'est vous-mêmes"[44].
La figura de la hormiga frente
a un mundo desconocido de espacios infinitos dibuja de una manera inmejorable
la posición del ser humano ante la pretensión de veracidad de la religión
positiva. Nos encontramos ante la negación de la verdad divina como verdad
revelada y salvífica, tal como magisterialmente la enseña la Iglesia: "O
sectateurs d'un Dieu clément! si vous aviez un coeur cruel; si, en adorant
celui dont toute la loi consistait en ces paroles: "Aimez Dieu et votre
prochain", vous aviez surchargé cette loi pure et sainte de sophismes et
de disputes incompréhensibles; si vous aviez allumé la discorde, tantôt pour un
mot nouveau, tantôt pour une seule lettre de l'alphabet; si vous aviez attaché
des peines éternelles à l'omission de quelques paroles, de quelques cérémonies
que d'autres peuples ne pouvaient connaître"[45].
La cita revela que para Voltaire
la discordancia dogmática entre la Iglesia y la variedad de confesiones
protestantes, y más ampliamente entre las diversas religiones constituidas, no
es más que un problema de puntos y comas, o de gramática o de jerga entre
academias de distintos dialectos. La razón es clara. Como no existe la verdad
divina, las diferencias religiosas son algo baladí, similar a "les petites
différences entre les vêtements qui couvrent nos débiles corps", a
"nos langages insuffisants", "nos usages ridicules",
"nos lois imparfaites", "nos opinions insensées",
"petites nuances qui distinguent les atomes appelés hommes"[46]. Esta idea de la
inanidad de las verdades de fe es precisada por el Dictionnaire Philosophique:
"Aurait-il été possible à l'esprit humain [...] admettre une religion
[...] qui fût moins mauvaise que toutes les autres religions de l'univers
ensemble? et quelle serait cette religion? Celle qui admettrait très peu de
dogmes inventés par la démence orgueilleuse,éternels sujets de dispute; celle
qui enseignerait une morale pure, sur laquelle on ne disputât jamais? Celle qui
ne ferait point consister l'essence du culte dans de vaines cérémonies [...]?
celle qui tolérerait toutes les autres, et qui, méritant ainsi la bienveillance
de toutes, serait seule capable de faire du genre humain un peuple de frères?
Celle qui aurait des cérémonies augustes dont le vulgaire serait frappé, sans
avoir des mystères qui pourraient révolter les sages et irriter les incrédules?
Une grande partie de cette religion est déjà dans le coeur de plusieurs
princes, et elle sera dominante" [47].
En el texto queda patente la
relación que existe entre el escepticismo religioso y la tolerancia, y la
voluntad de influencia política para que esto se traduzca a hechos en los
pueblos cristianos. La verdad divina, en los tres elementos constitutivos de la
religión -verdades dogmáticas que hay que creer, moral religiosa que hay que
practicar y culto a Dios- son inventos de la démence orgueilleuse.
"Orgullosa" porque nada justifica la asunción de que la propia creencia
es una verdad y no una opinión. Demencia, porque es locura creer que existe
algo que la razón no pueda comprender a través de la constatación de los
sentidos. "Demencia" porque la fe convierte esa irracionalidad en
dogma, que tiene como consecuencia necesaria el enfrentamiento, sea por la vía
de las ideas, sea por la vía de los hechos, e impide el advenimiento de la
fraternidad universal en torno a los sentimientos morales comunes.
La pretensión de veracidad de
la fe, la afirmación de una verdad religiosa es "la fureur qu'inspirent
l'esprit dogmatique"[48], y, por tanto, es lo
que lleva a los hombres a la intolerancia: "Le droit de l'intolérance est
donc absurde et barbare: c'est le droit des tigres, et il est bien horrible,
car les tigres ne déchirent que pour manger, et nous nous sommes exterminés
pour des paragraphes"[49].
Los párrafos, esto es, las
verdades objetivas, transmutan la naturaleza racional convirtiendo a los
hombres en tigres que matan por matar. Desde esta óptica, Voltaire llama
"fanatisme" no sólo a tal o cual exceso de las ideas religiosas
arrastradas por las pasiones humanas, sino a la afirmación especulativa de que
existe una verdad divina, con las tres cualidades que ya conocemos. La
intolerancia práctica deriva axiomáticamente de la intolerancia dogmática,
"fanatismo"especulativo y práctico llamado a desaparecer por obra del
criticismo de las luces: "La philosophie, la seule philosophie, cette
soeur de la religion, a désarmé des mains que la superstition avait si
longtemps ensanglantées; et l'esprit humain, au réveil de son ivresse, s'est
étonné des excès où l'avait emporté le fanatisme"[50].
Los conceptos de
"fanatismo" y de "superstición" recorren todos los escritos
de Voltaire[51], oponiéndolos a los de
"razón" y "las luces". Ambos se convierten en hipóstasis
paradigmáticas: los primeros de la Iglesia Católica, los segundos de los
philosophes[52].
Por nimiedades ridículas, los
fanáticos imponen la intolerancia en el mundo o inician disputas que sólo
atraen desgracias: "Moins de dogmes, moins de disputes; et moins de
disputes, moins de malheurs: si cela n'est pas vrai, j'ai tort"[53]
Esas desgracias -Voltaire es
reiterativo al extremo- son resultado del dogma cristiano, responsable de la
sangre corrida en el mundo: "On sait assez ce qu'il en a coûté depuis que
les chrétiens disputent sur le dogme: le sang a coulé,soit sur les échafauds,
soit dans les batailles, dès le IV e siècle jusqu'à nos jours"[54].
3) El puño de plomo bajo el
guante de seda.
Pero hay que precisar aún más.
Es el catolicismo, como paradigma de la intolerancia dogmática, el que ha hecho
correr sangre en la historia. No existirá tolerancia en la tierra mientras se
siga afirmando la verdad divina como lo hace la Iglesia. Si en el siglo XVI
emergieron las guerras religiosas, la responsabilidad provino de la Iglesia, no
de la Reforma, pues aquella mantuvo su intransigencia doctrinaria, mientras
éstos levantaron la bandera del "desarrollo del espíritu humano"[55].
De ahí que de un modo
matemático los países no influenciados por la Iglesia, como las naciones
protestantes -Voltaire se empeña en afirmarlo- sean un modelo de tolerancia. En
Holanda o Inglaterra donde el culto católico está prohibido sólo ve libertad[56]. Las víctimas en
Irlanda -la población católica- son en realidad los perseguidores, que
felizmente han sido diezmados[57].
Voltaire no se detiene ante la
torsión histórica. Utiliza la misma parcialidad que puede verse en Bayle, pero
con aplicaciones más universales. En las naciones no cristianas -India, Persia,
China, Japón, etc., en la particular opinión de nuestro filósofo, conviven de
un modo idílico todas las religiones en paz y tolerancia. Son las misiones
católicas las que han intentado llevarles la intolerancia con sus objetivos
evangelizadores. Por ello, han sido justamente perseguidos en Japón o China[58]. En una sola palabra, y
apurando la lógica volteriana, sólo el catolicismo puede y debe ser plenamente
intolerante (es una cuestión de principios) porque sólo él afirma con autoridad
magisterial poseer la verdad religiosa.
En este esquema, el filósofo de
Ferney rehace la historia del paganismo, al que le atribuye intenciones siempre
benéficas y humanitarias, y deshace la del cristianismo, al que le imputa
persecuciones y violencias permanentes. La lógica exclusiva de las
suposiciones, que adopta como hechos históricos, mueve todo su relato. Grecia y
Roma, y en general todos los pueblos de la antigüedad, habrían sido pueblos
tolerantes y humanitarios porque no eran cristianos, no pretendían atribuirse
una verdad religiosa[59]. Las persecuciones de
Roma contra el cristianismo no se debieron a la intolerancia pagana -pues está
pre-definido que el paganismo es tolerante, porque no es dogmático- sino al
espíritu fanático de la fe cristiana, cuando no a exageraciones o mentiras
históricas inventadas por sus seguidores[60].
Llegado a este punto, Voltaire
vincula la tolerancia dogmática con la libertad de conciencia. La primera es
condición sine qua non para la segunda. Por el contrario, la intolerancia dogmática
tiene como resultado la opresión de la libertad de conciencia, sea por una vía
íntima (a través de la imposición magisterial de una verdad divina
obligatoria), sea por una vía social (a través de las diversas formas
jurídicas, políticas y fácticas que consagran una religión de Estado).
Este presupuesto se ve
confirmado por la historia. Todos los pueblos que no han asumido una verdad
divina, en el sentido fuerte de la palabra, han sido pueblos tolerantes y han
respetado la libertad de conciencia. El ejemplo se encuentra en toda la
historia antigua: los pueblos paganos, reitera Voltaire, respetaron
universalmente la libertad de conciencia: "Les peuples dont l'histoire
nous a donné quelques faibles connaissances ont tous regardé leurs différentes
religions comme des noeuds qui les unissaient tous ensemble: c'était une
association du genre humain [...]Un étranger arrivait-il dans une ville, il
commençait par adorer les dieux du pays. On ne manquait jamais de vénérer les
dieux même de ses ennemis [...] Je peux me tromper; mais il me paraît que de
tous les anciens peuples policés, aucun n'a gêné la liberté de penser. Tous
avaient une religion; mais il me semble qu'ils en usaient avec les hommes comme
avec leurs dieux: ils reconnaissaient tous un dieu suprême, mais ils lui
associaient une quantité prodigieuse de divinités inférieures; ils n'avaient
qu'un culte,mais ils permettaient une foule de systèmes particuliers"[61].
Es notable cómo la cita resalta
la tolerancia específicamente dogmática como condición de la libertad de
pensamiento en materia religiosa, lo que confirma sobremanera nuestra
tesis : "Chez les anciens Romains, depuis Romulus jusqu'aux temps où
les chrétiens disputèrent avec les prêtres de l'empire, vous ne voyez pas un
seul homme persécuté pour ses sentiments"[62].
La intolerancia (primero
dogmática, después práctica) del cristianismo no nació, sin embargo, con
Cristo. En su Dictionnaire philosophique Voltaire puntualiza que Jesús no quiso
enseñar una religión nueva, sino una moral humanitaria común a todas las religiones
y éticas. Son los clérigos lo que crearon el dogma con sus concilios y símbolos
de fe, y desde entonces, a causa de disputas metafísicas que nadie entiende, se
degüellan unos a otros[63].
Desde un punto de vista
histórico, las guerras religiosas, agrega el Traité sur la Tolérance,
constituyen el clímax de los frutos prácticos de la intolerancia dogmática.
Pero a partir de la Paz de Westfalia se han abierto las puertas a la libertad
de conciencia[64], que avanza en la
medida que se asumen que las diferencias doctrinarias entre las religiones son
errores inherentes a nuestra naturaleza y que esos errores no deben ser
causantes de nuestras calamidades[65].
Esto le permite a nuestro
filósofo trazar la figura de una libertad de conciencia desvinculada de toda
instancia trascendente. Frente al principio de que "todas las religiones
son obra de los hombres y que sólo la Iglesia católica, apostólica y romana es
obra de Dios, contrapone la libertad del ciudadano de no creer más que a su
razón y pensar lo que esta razón, acertada o equivocada, le dicte"[66]. ¿Y que debe creer la
razón? Lo que ella quiera, siempre que se sitúe en la perspectiva de la
inmanentización de la conciencia como término del proceso de liquidación de la
verdad religiosa. Como muestran los capítulos 16° ("Dialogue entre un mourant
et un homme qui se porte bien") y 23° ("Prière à Dieu") del
Traité sur la Tolérance, la trascendencia de la verdad divina constituye una
tiranía para la libertad de conciencia, que hay que repudiar para que ésta se
expanda[67]. Al respecto, el
epigrama de Voltaire es inequívoco: "Qu'ils aient en horreur la tyrannie
exercée sur les âmes,comme ils ont en exécration le brigandage qui ravit par la
force le fruit du travail et de l'industrie paisible"[68].
En la voz "liberté de
penser" del Dictionnaire philosophique, Voltaire muestra la necesidad de
liberarse de esta tiranía para tener libertad de conciencia, no sólo en el
ámbito religioso, sino también en el moral e intelectual. La tesis es que sólo
quien se despoja de la tutela católica -por obra de las luces- es libre para
pensar. Para tales efectos, se simula un diálogo entre Lord Boldmind, oficial
inglés, y el conde Medroso, amigo de la Inquisición. El Imperio español y la
Iglesia son pintados con los más negros colores, como responsables de la
imposición del yugo religioso al pueblo, mientras en las naciones protestantes,
como Inglaterra y Holanda, reina la tolerancia y la libertad de conciencia.
"--Boldmind: vous étiez cent fois plus heureux sous le joug des Maures,
qui vous laissaient croupir librement dans toutes vos superstitions, et qui,
tout vainqueurs qu'ils étaient, ne s'arrogeaient pas le droit inouï de tenir
les âmes dans les fers. --Medroso: Que voulez-vous? il ne nous est permis ni
d'écrire, ni de parlcr, ni même de penser [...] mais on m'a dit que la religion
catholique, basque et romaine, est perdue, si on se met à penser. --Boldmind:
Il y a cent religions sur la terre, qui toutes vous damnent si vous croyez à
vos dogmes, qu'elles appellent absurdes et impies; examinez donc ces dogmes
[...]. Il ne tient qu'à vous d'apprendre à penser; [...] il est honteux de
mettre son âme entre les mains de ceux à qui vous ne confieriez pas votre
argent [...]. Ce sont ces tyrans des esprits qui ont
causé une partie des malheurs du monde [...]. Vous êtes tranquilles,
mais vous n'êtes pas heureux; c'est la tranquillité des galériens, qui rament
en cadence et en silence"[69].
Ya nos hemos referido a las
razones filosóficas que tiene Voltaire para hipostasiar la intolerancia en la
Iglesia católica. Acá quisiéramos destacar cómo la inmanencia de la conciencia
se ha expandido desde el campo religioso al moral e intelectual, en cuyo
espacio rige ahora una ley natural reducida a los sentimientos comunes de
humanidad[70], representados, por
ejemplo, en el principio de reciprocidad que alimenta la tolerancia religiosa:
"Le droit humain ne peut être fondé en aucun cas que sur ce droit de
nature; et le grand principe, le principe universel de l'un et de
l'autre,est,dans toute la terre: "Ne fais pas ce que tu ne voudrais pas
qu'on te fît". Or on ne voit pas comment, suivant ce principe, un homme
pourrait dire à un autre: "Crois ce que je crois, et ce que tu ne peux
croire, ou tu périras". C'est ce qu'on dit en Portugal, en Espagne, à
Goa"[71].
Sin verdad divina, sin ley
natural objetiva, la conciencia queda carente de criterios ciertos. ¿Es ésta la
meta de Voltaire? ¿Es éste el nuevo estatus antropológico sobre el que se
proclama la libertad de conciencia y de religión ilustrada? Es lo que confirma
el Diccionario filosófico donde la conciencia aparece desvinculada de cualquier
padrón objetivo y trascendente de moralidad: "Il résulte de tout cela que
nous n'avons point d'autre conscience que celle qui nous est inspirée par le
temps, par l'exemple, par notre tempérament, par nos réflexions. L'homme n'est
né avec aucun principe, mais avec la faculté de les recevoir tous"[72].
De este modo tocamos ya los dos
extremos del pensamiento volteriano en la materia que investigamos. Por una
parte, podemos dar por sentado el escepticismo religioso y moral, de corte no
sólo epistemológico, sino también metafísico, en el que se rechaza de plano la
existencia de una verdad divina. Por otra parte, la libertad de conciencia, que
pende de tal negación, postula la tolerancia en materia religiosa a fin de
expandir la desligación del sujeto humano con Dios y la reafirmación de su
inmanencia y subjetividad. Tal dilatación es el punto de encuentro entre ambos
extremos.
Lo anterior explica por qué la
tolerancia volteriana esté concebida para unos y no para otros. Lo que no
expande la libertad de conciencia moderna no merece tolerancia. Católicos
primeros, después judíos y protestantes, son víctimas de la intolerancia
volteriana, por representar, en diversos grados, el principio trascendente de
lo religioso revelado.
El capítulo 18° ("Seuls
cas où l'intolérance est de droit humain") del Traité sur la Tolérance
está dedicado a esta cuestión, que es presentada a veces, en términos
equívocos, como la problemática de si los intolerantes merecen tolerancia.
Los términos son arteros y
suponen una cierta deshonestidad intelectual en el planteamiento y una
ambigüedad engañosa en la formulación. En efecto. ¿No pende esta fórmula de la
identificación previa de quiénes son los intolerantes? Pero ¿quién puede
definir con seguridad y precisión el complejo límite entre lo tolerable y lo
intolerable? ¿El que usa la fórmula?
El filósofo de Ferney cayó en
este mecanismo engañoso al imputar intolerancia a quienes no pensaban como él,
en un terreno que para su tiempo era el más decisivo cual era el religioso.
Ello lo llevó a la inexcusable inconsecuencia de erigir una pseudo inquisición
de las ideas en nombre de la libertad y de la tolerancia, cuyos pontífices eran
los philosophes. Fue la acusación que ya en la época hizo Alessandro Verri, con
admirable honestidad intelectual, desde el propio círculo de la Ilustración[73].
En este cuadro, no es de
extrañar que Voltaire defienda, sin temor a contradecirse, que hay amplísimos
crímenes de opinión -el dogmatismo religioso- y que esos crímenes no pueden ni
deben ser tolerados. De ahí su peligroso epígrafe de que hay que merecer la
tolerancia para ser tolerado: "Pour qu'un gouvernement ne soit pas en
droit de punir les erreurs des hommes, il est nécessaire que ces erreurs ne
soient pas des crimes; elles ne sont des crimes que quand elles troublent la
société: elles troublent cette société, dès qu'elles inspirent le fanatisme; il
faut donc que les hommes commencent par n'être pas fanatiques pour mériter la
tolérance"[74].
El enunciado de la última frase
es elocuente. La tolerancia no es un derecho que se tenga por el simple hecho
de pensar distinto. Hay que merecerla. Y no la merecen quienes son fanatiques,
amplio género en el que se engloba a los adversarios de la Ilustración, sea en
el pensamiento, sea en el modo de vida. En este último cuadro caen las órdenes
monásticas de la Iglesia, como los dominicos, jesuitas, etc., responsables de
difundir "maximes coupables". A éstos, que como todos los sacerdotes,
son esclavos de la fe hay que forzarlos a ser libres: "[...] on ne peut
s'empêcher de dissoudre leur compagnie, et d'abolir les jésuites pour en faire
des citoyens: ce qui au fond est un mal imaginaire, et un bien réel pour eux,
car où est le mal de porter un habit court au lieu d'une soutane, et d'être
libre au lieu d'être esclave? On réforme à la paix des régiments entiers, qui
ne se plaignent pas: pourquoi les jésuites poussent-ils de si hauts cris quand
on les réforme pour avoir la paix?"[75].
De la intolerancia de Voltaire
no se salvan ni los protestantes ni los judíos. De los primeros -luteranos y
calvinistas- asegura que son lobos que hay que perseguir si mantienen su
dogmatismo religioso[76]. De los segundos,
objeto de desprecios e injurias a lo largo de sus escritos, dice con ironía:
"Les Juifs sembleraient avoir plus de droit que personne de nous voler et
de nous tuer: car bien qu'il y ait cent exemples de tolérance dans l'Ancien
Testament,cependant il y a aussi quelques exemples et quelques lois de rigueur.
Dieu leur a ordonné quelquefois de tuer les idolâtres, et de ne réserver que
les filles nubiles: ils nous regardent comme idolâtres, et, quoique nous les
tolérions aujourd'hui, ils pourraient bien, s'ils étaient les maîtres, ne
laisser au monde que nos filles [...]. Si les Juifs raisonnaient ainsi
aujourd'hui,il est clair qu'il n'y aurait d'autre réponse à leur faire que de
les mettre aux galères"[77].
Detrás de la tolerancia y de la
libertad de conciencia y de religión modernas, tal como las concibe Voltaire,
se esconde la mano de plomo de la intolerancia contra el cristianismo y el
judaísmo mosaico, y en general, contra toda religión positiva. Sólo cuando sean
reducidas a meras opiniones y creencias privadas, sumamente domésticas y
subjetivas, cuando sean expulsadas del espacio público, habrán triunfado las
libertades modernas. Habrá llegado entonces la hora en que incluso los
cristianos o los judíos podrán gozar de tales libertades, siempre que
consientan en reducir su fe a una mera opinión íntima, sin derechos políticos
ni sociales.
4. Guyon contra
Voltaire.
Uno de los mejores adversarios
de Voltaire, cuyos volúmenes alcanzaron gran difusión no sólo en Francia sino
también en España fue Claude-Marie Guyon. Su L'oracle des nouveaux philosophes:
Pour servir de suite et d'éclaircissemen aux oeuvres de M. de Voltaire[78] fue recomendada
por el papa Clemente XIII[79] y está escrita
contra el espíritu filosófico de la Ilustración, especialmente el deísmo, el
indiferentismo religioso y el naturalismo, como se destaca en el Prólogo del
traductor español[80].
El volumen I[81] es una extensa
refutación del Tratado de la tolerancia, sin excluir citas de otras obras de
Voltaire. Reafirma la tesis de que los philosophes han establecido su sistema
de pensamiento sobre el naturalismo, lo que supone la negación de la
Revelación, la afirmación de una religión natural y el indiferentismo. Guyon
denuncia que son estos presupuestos filosóficos y no la consideración hacia el
fenómeno religioso[82] lo que ha llevado
a Voltaire a exigir a los Estados católicos la libertad de conciencia y de
cultos bajo el velo de la tolerancia práctica[83]. Examina además la
utilización estratégica de la libertad de pensamiento para negar la validez
social de las doctrinas antropológicas básicas: la inmortalidad del alma, la
dependencia de Dios y el libre albedrío[84].
La obra analiza el método
histórico de Voltaire, que considera parcial y arbitrario[85]; coloca en tela de
juicio el argumento de los paganos virtuosos y de los cristianos viciosos[86]; examina la
consistencia interna de los argumentos contra la divinidad de Cristo y la
religión cristiana, así como las negaciones del martirio de los primeros
cristianos[87]; refuta las sátiras
volterianas contra el principio de autoridad religiosa, moral y política[88]. Como fondo de cuadro
denuncia que lo que pretende Voltaire es excluir la religión -la verdad divina-
del orden social y político, para lo cual la tolerancia y la libertad de
conciencia no son más que un caballo de batalla.
III. La "Encyclopédie" (1751-1765)
La Encyclopédie o Dictionnaire
raisonné des sciencies, des arts et des métiers[89] considera la
libertad como uno de los valores fundantes de la vida individual, social y
social.
Pero, ¿cuál es el concepto de
libertad que maneja? En el artículo Liberté[90] se plasma la
siguiente definición: "La liberté réside dans le pouvoir qu'un être
intelligent a de faire ce qu'il veut, conformément à sa propre
détermination"[91].
Es útil observar que la
definición corresponde a la libertad física, pero el artículo la identifica
como libertad moral[92]. El "hacer lo que
se quiera"en cuanto se tiene el poder de determinarse a sí mismo, es lo
que corresponde a la libertad psicológicamente considerada. La única manera de
afirmar la equivalencia entre el orden físico-psicológico y el moral es
prescindir de toda norma trascendente, convirtiendo a la libertad humana en un
referente moral autónomo. En este sentido, la libertad de la Encyclopédie es,
desde sus inicios, antitética con la libertad de la filosofía clásica y
cristiana, que se encuentra siempre medida por una regla cuyo contenido no es
creado ex novo por la voluntad humana, sino que depende de una legalidad
superior trascendente, la ley divino-natural.
Una afirmación tan tajante
choca, sin embargo, con el ambiente ilustrado de la época, en donde abundan los
simpatizantes del deísmo moralizante y de una ley natural afirmada en los
sentimientos comunes de la humanidad. Es necesario disimular el concepto
radical de libertad desligada con alusiones genéricas a una distinción objetiva
entre el bien y el mal, pero formulada de tal manera que en una segunda lectura
se vuelva enteramente prescindible: i) "Les vérités [...] qui sont
évidentes [...]entraînent notre consentement, et ne nous laissent aucune liberté
[...]. Mais dès que l'évidence diminue, la liberté rentre dans ses droits, qui
varient et se reglent sur les degrés de clarté ou d'obscurité"; ii)
"Les biens et les maux en sont les principaux objets. Elle ne s'étend pas
pourtant sur les notions générales du bien et du mal [...] mais dès qu'il
s'agit du détail, notre liberté a un vaste champ, et peut nous déterminer de
bien des côtés différens, suivant les circonstances et les motifs"[93].
A primera vista, podemos
afirmar que: i) existen verdades evidentes ante las cuales se subordina la
libertad humana; y que ii) una de esas verdades es la noción general de bien y
de mal. Sin embargo, una lectura más atenta del texto nos descubre un
significado más comprometedor. En i) la verdad se presenta como antitética de
la libertad. Donde hay verdad no hay libertad, y viceversa. O si se quiere,
donde hay verdad la libertad permanece postrada. En ii) el bien y el mal
constituyen nociones puramente genéricas, no análogas, por lo que
irremediablemente sus determinaciones concretas quedan sujetas a la relatividad
de las circunstancias y a la subjetividad de los motivos humanos. El criterio
para determinar la moralidad objetiva de una conducta concreta, esto es, la
naturaleza de la acción, ni siquiera se enuncia en la cita.
Es desconcertante que, a reglón
seguido, el artículo cambie de materia y pase a preocuparse extensamente de la
libertad física. Se ensaya una refutación de los sistemas filosóficos que
niegan su existencia o merman su naturaleza: el fatalismo, el determinismo
psicológico de Leibnitz y el voluntarismo moral. Abundan notorias
incongruencias en el tratamiento de estas cuestiones que no podemos tocar aquí.
Lo que sí queremos acentuar es que la idea ya enunciada de que la verdad no
coincide con la libertad tiene graves consecuencias en el campo moral, y supone
presupuestos metafísicos que no son explicitados en el cuerpo del escrito. Hay
que presumir que se dejan a merced del lector avisado.
Empero, tales consecuencias se
hallan incorporadas, entre otras, en las entradas Liberte naturelle[94], Liberte de penser[95], Tolérance[96], Intólerance[97] e Intolérant[98], y a su modo, en
Libertes de l'eglise Gallicane[99].
En la primera entrada referida
se afirma la existencia de una libertad natural, previa a cualquier vínculo que
la ate, caracterizada por su absoluta autonomía psicológica y moral,
especialmente en relación al principio de autoridad: "Le premier état que
l'homme acquiert par la nature, et qu'on estime le plus précieux de tous les
biens qu'il puisse posséder,est l'état de liberté ; il ne peut ni se changer
contre un autre, ni se vendre, ni se perdre; car naturellement tous les hommes
naissent libres, c'est-à-dire, qu'ils ne sont pas soumis à la puissance d'un
maître, et que personne n'a sur eux un droit de propriété. Et vertu de cet
état, tous les hommes tiennent de la nature même, le pouvoir de faire ce que
bon leur semble, et de disposer à leur gré de leurs actions et de leurs biens
[...]"[100].
La influencia rousseauniana de
la cita es inequívoca. El idílico estado de naturaleza, liberado de todo yugo
de ley tracendente o de autoridad moral o religiosa, define una esencia humana
sin vínculos con una verdad. Para aquel estado, la hipótesis de una verdad
conocida por vía de autoridad -como la verdad divina- llevaría al hombre a una
condición de alienación. La libertad de conciencia y de pensamiento no podrían
existir.
La Encyclopédie dedica una
atención especial a la libertad de pensamiento. El concepto es amplio. Está
integrado por la libertad de conciencia que todo hombre tiene para formar por
sí mismo las propias creencias morales o religiosas y para decidir y regular su
conducta de acuerdo con sus propias reglas. Se incorpora asimismo la libertad
de opinión y de enseñanza: cada cual juzga de manera autonoma de todas las
cuestiones especulativas o prácticas, y las enseña o difunde públicamente bajo
la forma de opiniones, ideas o creencias[101].
La libertad de pensamiento
presupone la existencia de la verdad, pero es una verdad parcial y subjetiva,
que no equivale a la manifestación del ser en el entendimiento humano sino a la
certeza personal de que una determinada proposición nos persuade. Así las
cosas, la libertad de pensamiento se canaliza a través del principio del libre
examen racional y encuentra su modelo en los esprits forts que analizan
críticamente todo lo que se les presenta como verdad[102]. Esta actitud es
válida especialmente en el campo religioso y moral y debe ser ejercida con
particular rigurosidad si dicha verdad proviene del catolicismo. El espíritu
tiene que "estar en guardia" contra el "prejuicio" y la
"precipitación" (que es fruto de la pereza intelectual), palabras que
designan los dos estados de espíritus defectivos que llevan a los hombres a
adherir a-críticamente al contenido de la fe cristiana[103].
En este punto, sin embargo, no
ha sido la intención de la Encyclopédie llegar a los extremos de los más
ardorosos defensores anglosajones de la libertad de conciencia y de
pensamiento, como Anthony Collins (1676-1729)[104] o Thomas Paine
(1737-1809)[105], que denostan toda
verdad religiosa revelada como opuesta a la razón, elaborando teoréticamente
una pugna entre ellas. La Encyclopédie es más cuidadosa. Sea porque le preocupe
la censura, sea por la creencia genérica de que el mal no está en la religión,
sino en la Iglesia y en la sobrenaturalidad del cristianismo (en otras
palabras, en la verdad divina), los ataques no suelen ser frontales, salvo
cuando se ilustra el ejemplo histórico de la Inquisición. La contraposición entre
libertad de conciencia y de pensamiento y verdad divina no se suele presentar
de manera abierta, como dos polos en franca beligerancia, sino velada, por
medio de un lenguaje sugestivo, ambiguo, disperso, cifrado o aparentemente
neutral e inocente, en donde se deja a la tarea del lector el descubrir la
lógica profunda del espíritu irreligioso que irriga la nueva doctrina.
Habida consideración del
método, el fondo del asunto viene a ser el mismo. La Encyclopédie nos da una
imagen de la libertad de conciencia y de pensamiento que es incompatible con la
existencia de una verdad divina, revelada, salvífica y magisterial y con una
ley moral objetiva y trascendente[106].
1. El combate contra el
principio de autoridad.
El principio de autoridad
considerado en sí mismo es incompatible con la función crítica de la razón en
materias especulativas o morales.
En el artículo Liberté de
penser se afecta protestar contra la postura de Collins, que reduce la libertad
de pensamiento a la irreligión[107]. Pero se coloca como
condición de aquella la toma de distancia respecto de las opiniones recibidas
de otros. Lo que quiere decir que la razón no es libre si se somete a ideas
sostenidas como verdad por la autoridad religiosa: "C'est supposer ce
qu'il s'agissoit de prouver,savoir si s'éloigner des opinions généralement
reçues, est un caractere distinctif d'une raison asservie à la seule évidence.
La paresse et le respect aveugle pour l'autorité, ne sont pas les seules
entraves de l'esprit humain"[108].
¿Podría existir un respeto no
"ciego" a la autoridad que, en consecuencia, no fuera una "traba
del espíritu humano"? La Encyclopédie no se sitúa en el caso. Pero la
explicación es obvia. La religión no pertenece al ámbito de la razón, por lo
que cualquier adhesión a una propuesta religiosa que tenga como base de apoyo
formal la autoridad de quien la enseña debe ser descartada como una traba. Es
lo que profundizamos a continuación.
2. Las armas de la
crítica contra la verdad divina.
Aún en el supuesto de que Dios
haya revelado un contenido de fe, éste no tiene por qué estar exento del juicio
racional crítico. Lo contrario sería renunciar a la libertad de pensamiento:
"Je suis bien éloigné d'en conclure qu'il faille pour cela décider au
tribunal de la fiere raison, les questions qui ne sont que du ressort de la
foi. Dieu n'a point abandonné à nos discussions des mysteres qui, soumis à la
spéculation, paroîtroient des absurdités. Dans l'ordre de la révélation, il a
posé des barrieres insurmontables à tous nos efforts; il a marqué un point où
l'évidence cesse de luire pour nous; et ce point est le terme de la raison;
mais là où elle finit, ici commence la foi, qui a droit d'exiger de l'esprit un
parfait assentiment sur des choses qu'il ne comprend pas; mais cette soumission
de l'aveugle raison à la foi, n'ébranle pas pour cela ses fondemens,et ne
renverse pas les limites de la connoissance"[109].
Este párrrafo es notable. Con
maestría disimula los ataques a la religión y al cristianismo, figurando
respeto hacia esa zona de la fe que los teólogos católicos llaman "misterio"
y que en su relación con la razón le atribuyen el carácter de
"supra-racional". Es un respeto estratégico envuelto en ambigüedades.
A poco que se las analice, se van precisando las siguientes tesis sobre los
vínculos entre razón y verdad religiosa:
a) "Où la raison finit,
ici commence la foi". La frase puede ser interpretada de dos maneras
opuestas: i) Donde termina el dominio de la razón, comienza el de la fe,como la
línea que separa en el horizonte la tierra del cielo. Las verdades de fe formalmente
consideradas no son demostrables, porque la razón humana no puede alcanzarlas
en razón de su imperfección. Es más, ningún entendimiento creado puede
comprender las verdades reveladas sobrenaturales. Es la tesis católica de la
supra-racionalidad de las verdades dogmáticas; o bien ii) Donde termina el
dominio de la razón, comienza el de la fe, porque se cruza la barrera que
separa lo inteligible de lo sentimental y subjetivo. Es la tesis ilustrada,
firmemente extendida en la Encyclopédie, bajo el velo de una cuidada redacción.
Lo que la religión cristiana pretende como verdad no es tal, porque al no poder
ser comprendido por la razón -el dogma de la Santísima Trinidad, el de la
Encarnación, etc.- es irracional, y debe ser recluido en la antesala del mundo
sentimental. De ahí la interrogante que a continuación del texto transcrito el
articulista abre a sus lectores: "La religion qui en est l'honneur, et qui
nous distingue le plus des brutes, n'est-elle pas souvent la chose en quoi les
hommes paroissent les moins raisonnables?"[110].
Con el salpicar oportuno de
esta ambigüedad, se adelanta que la religión es irracional cuando pretende ser
algo más que un vago sentimiento humanitario.
b) La libertad de conciencia y
el examen sobre el influjo ilegítimo que las verdades religiosas ejercen sobre
nuestra mente, son una y misma cosa : "Elle ramasse sur-tout toutes
ses forces contre les préjugés que l'éducation de notre enfance nous fait
prendre sur la religion, parce que ce sont ceux dont nous nous défaisons le
plus difficilement; il en reste toujours quelque trace, souvent même après nous
en être éloignés"[111].
3. La libertad de
conciencia contra la "superstición"católica.
La superstición es la condición
de quienes aceptan una idea religiosa renunciando a ejercer sobre ella la
función crítica de la razón[112]. En otros términos, el
devoto de la libertad de conciencia no puede ser devoto de la fe cristiana,
dado que la conciencia sólo alcanza su madurez cuando rechaza la fe como una
verdad dada e iluminadora, a fin de convertirla en su propio producto, previa
labor de disección de acuerdo a las necesidades de la propia subjetividad.
4. Una nueva moral tras
los derechos de la conciencia. La cuna del jacobinismo.
Toda la moralidad está en
nuestra conciencia, en el motivo que nos mueve a actuar. Si obramos contra
nuestros propios sentimientos morales, violentamos nuestra conciencia y nuestra
conducta es digna de reproche. Pero si actuamos de acuerdo a nuestra
conciencia, no se nos puede imputar un fallo. La maldad está en actuar contra
las propias luces, contra la libertad de conciencia autónoma, como dice
Romilly: "Ce qui fait l'essence du crime, c'est l'intention directe d'agir
contre ses lumieres, de faire ce qu'on sait être mal, de céder à des passions
injustes, et de troubler à dessein les loix de l'ordre qui nous sont connues;
en un mot, toute la moralité de nos actions est dans la conscience,dans le
motif qui nous fait agir"[113].
"Ante los derechos de la
conciencia -comenta Eduardo Bello en su análisis sobre la libertad de
conciencia en Diderot, Romilly, y otros ilustrados- debe detenerse la
intolerancia, tanto la religiosa como la civil. La libertad de conciencia es,
pues, la base fundamental no sólo de la defensa de la tolerancia, sino también
de la libertad religiosa y de la libertad de pensamiento"[114]. Y lo es porque no
existe una verdad en materia religiosa o no es posible al entendimiento humano
conocerla con certeza, lo que para efectos vitales viene a ser lo mismo.
Romilly en su artículo Tolérance lo dice de esta manera: "Nous le voyons
tous les jours, il n'est point de vérité si claire qui n'éprouve des
contradictions; il n'est point de système auquel on ne puisse opposer des objections,
souvent aussi fortes que les raisons qui le défendent. Ce qui est simple et évident pour l'un, paroît faux et
incompréhensible à l'autre"[115].
De ahí la necesidad de la
tolerancia como escudo de la libertad de conciencia. En términos más precisos,
se trata de una tolerancia que viene a identificarse con ésta, pues en la
proyección de los ilustrados equivale, en su plena realización, al régimen
jurídico de lo que hoy entendemos por libertad de conciencia, de pensamiento y
de religión.
Romilly declara que sin la
tolerancia no se ven "más que disturbios y disensiones"[116]. Pero por desgracia la
tierra está sembrada de intolerancia. Y de la intolerancia más peligrosa que es
la religiosa. A causa de su irracionalidad ha ocasionado los perjuicios más
destructores[117].
El origen de la intolerancia
religiosa radica en el postulado de la verdad divina, especialmente cuando
viene sostenido por una autoridad magisterial e indiscutible, como la que se
atribuye la Iglesia Católica. Esta afirmación exclusivista de la verdad oprime
la libertad de conciencia al encadenarla forzosamente a una sola opinión y se
agrava cuando la sociedad y el Estado adhieren a ella, cohibiendo la difusión
pública de las opiniones disidentes :"C'est au milieu des ténebres de
la superstition et de l'ignorance qu'elle[118] aime à porter ses
coups et à répandre ses dogmes impurs; c'est alors qu'au mépris des droits de
la conscience et de la raison, elle exerce impunément le despotisme de
l'intolérance, et gouverne ses propres sujets avec un sceptre de fer ; si le
sage ose élever sa voix, la crainte l'étouffe bientôt"[119].
La intolerancia en materia de
religión, como la de la Iglesia, y más en general, la que proviene del
cristianismo, es absurda porque pretende imponer por la violencia una opinión
en desmedro de otras. Lo que atenta, en primer lugar, contra la naturaleza de
la razón y de la conciencia que suponen la adhesión libre a las ideas y creencias;
y en segundo lugar, contra la esencia de la verdad que se comunica por el
discurso y se recibe con el asentimiento y no por la fuerza del hierro o de la
hoguera[120].
Nada puede justificar tal
opresión de la conciencia:"Si je brave les tourmens et la mort pour
conserver ce qui m'est plus précieux que la vie, les droits de ma conscience et
de ma liberté, que voyez-vous dans ma persévérance qui mérite votre
indignation?"[121].
En la cuestión de la
tolerancia/intolerancia, la Encyclopédie, como más ampliamente los ilustrados,
no distinguen entre las diversas maneras en que la conciencia humana pueda ser
afectada. Les parece que, a todo evento, en materia religiosa y moral, la
conciencia del hombre es siempre inmune a toda exigencia o legalidad externa
porque a diferencia del ámbito político mantiene siempre su autonomía derivada
de la libertad natural. Por lo que la responsabilidad de la intolerancia
práctica pertenece, en último término, a una actitud teórica: la afirmación
exclusiva de una verdad divina -lo que llamamos intolerancia especulativa- que
en la especie es la verdad cristiana, principio de todos los males: "On
renouvelle pour le Dieu des Chrétiens le culte abominable de Saturne et de
Moloch, l'audace et le fanatisme triomphent, et la terre voit avec horreur des
monstres déifiés"[122].
Romilly, que es un pastor
protestante ginebrino de formación ilustrada, se da cuenta de los presupuestos
escépticos de esta sentencia, que arrumba la afirmación de que una sociedad
política cristiana es buena y deseable. Por ello, al final de su artículo sobre
la tolerancia, intenta eximirse de una responsabilidad excesiva declarando que
él no sustenta la tolerancia especulativa sino la práctica, lo que equivale a
decir que bien se puede defender la última sin caer en el escepticismo
epistemológico, moral y religioso.
Sigue: "Nous prêchons la
tolérance pratique, et non point la spéculative; et l'on sent assez la différence
qu'il y a entre tolérer une religion et l'approuver. Nous renvoyons les lecteurs curieux d'approfondir ce
sujet au commentaire philosophique de Bayle,dans lequel selon nous, ce beau
génie s'est surpassé"[123]. La primera frase, como se aprecia, es una
declaración puramente retórica, desmentida por el análisis de fondo que el
propio autor hace a lo largo de su artículo, que abona la interpretación
escéptica. Y como si eso no bastara, y a fin de despejar toda duda, el autor
nos reenvía, a continuación, al "Comentario filosófico"de Bayle, que,
como sabemos, no sólo defiende el escepticismo, sino que positivamente es
interpretado escépticamente por los enciclopedistas.
Lenguaje engañoso el de Romilly
que requiere ser completado con la definición de intolerancia que formula
Diderot. Su artículo Intólerance es un escrito más preciso, más directo, en el
que distingue entre una intolerancia eclesiástica y una intolerancia civil. La
primera es la que profesa la Iglesia Católica: "L'intolérance
écclésiastique consiste à regarder comme fausse toute autre religion que celle
que l'on professe, et à le démontrer sur les toîts, sans être arrêté par aucune
terreur, par aucun respect humain, au hasard même de perdre la vie"[124].
Observemos cómo Diderot ya no
se molesta en discernir entre intolerancia especulativa y práctica. Están
fundidas a fin de estigmatizarlas en conjunto porque a una se la concibe como
el pivote de la otra. Lo mismo sucede con la noción de intolerancia civil. Si
la sociedad y el Estado profesan una fe determinada significa en la práctica
que hay opresión de conciencia de quienes piensan distinto[125].
El Estado confesional cristiano
es ilegítimo. Sólo tiene derecho a existir el Estado laico. Es por eso que,
volviendo a Romilly, la Encyclopédie establece la siguiente "regla
general": "Les erreurs spéculatives sont indifférentes à l'état; la
diversité des opinions régnera toujours parmi des êtres aussi imparfaits que
l'homme; la vérité produit les hérésies comme le soleil des impuretés et des
taches"[126].
La última frase no podría exponer
la tesis con una metáfora más adecuada: la verdad, esto es, un cuerpo
doctrinario que es propuesto como verdad divina por la Iglesia y que para la
sociedad cristiana es ortodoxia, produce heterodoxia, como el sol impurezas. En
el medio hispano, y haciéndose eco de la doctrina ilustrada, Eduardo Bello ha
desenvuelto el sentido de esta frase: "La verdad produce herejes como el
sol impurezas". ¿Por qué la verdad produce herejes? Porque se define
previamente un cuerpo de doctrina, a la que se califica de verdadera, sobre una
triple base: la sagrada Escritura, una determinada tradición y una sola
interpretación: la de la Iglesia católica. Se afirma luego el principio de
identidad o de uniformidad, mediante el calificativo "ortodoxa"; de
modo que, frente a ésta, toda otra doctrina es "heterodoxa". Más aún:
la doctrina ortodoxa, puesto que es la única verdadera, es universalizable. Si
tal es la única doctrina verdadera, todos tienen que adherirse a ella como
única vía de salvación: "sólo dentro de la Iglesia hay salvación",
reza el lema que ha guiado durante siglos tanto al teólogo como al párroco,
tanto al predicador como al misionero, pero también al inquisidor, al
perseguidor y al torturador. En consecuencia, todo el que se desvíe de la
doctrina ortodoxa es un "hereje". La herejía no es sino la tesis en
desacuerdo con la doctrina ortodoxa, la única verdadera, definida por la
Iglesia católica, esto es, universal"[127].
El texto nos permite percibir
cómo la tesis ilustrada -así como su carácter confuso- llega hasta nuestros
días. Como Romilly, Bello sostiene que la afirmación de la verdad divina supone
una actitud mental ilegítima de intolerancia especulativa, la que, por
consecuencia necesaria, comporta la intolerancia práctica y su cúmulo de
odiosidades injustas y de crímenes contra nuestros semejantes.
El salto lógico entre
intolerancia especulativa e intolerancia práctica es patente. Ni una conduce a
la otra necesariamente (podemos y solemos distinguir entre el error y el que
yerra), ni la intolerancia práctica es siempre un crimen (una sociedad puede y
debe defender la fe como bien público, cuando cree en ella, con medios
jurídicos no reñidos con la ley natural), ni quienes atacan la fe son siempre
justos (se puede querer arrumbar la fe de una sociedad con todos los medios
posibles, los arteros y los violentos).
Estas distinciones, sin
embargo, no valen para la Encyclopédie. Se puede decir que nada vale, mientras
no se acepte que la religión no pasa de ser un sentimiento sin homologación
racional, que debe quedar excluida de la vida pública -"les erreurs
spéculatives sont indifférentes à l'état"- y que la libertad de conciencia
debe entenderse como un derecho para desvincularse de la verdad divina y de
toda legalidad trascendente. Que la verdad produce herejes como el sol
impurezas en una ulterior lectura quiere decir que para los ilustrados tanto
vale una como la otra, porque ambas son meras opiniones humanas. Y como es
frecuente que una opinión sea ocasión de otra opinión contraria, lo mejor es
que ambas se pierdan en los espacios de la libertad individual.
Al respecto, Diderot, en el
artículo citado, precisa que la esencia de la intolerancia consiste
precisamente en oponer la verdad al error, de tal modo que cual pasión feroz
terminamos odiando a quien ubicamos en el error[128]. En igual sentido, en
la entrada correspondiente a la voz Intolérant, Jaucourt afirma que el
intolerante es el perseguidor, que trata como a una bestia cruel a su
semejante, por el solo hecho de tener una opinión distinta de la suya. E
inmediatamente identifica la causa: "L'intolérant ou le persécuteur, est
celui qui oublie qu'un homme est son semblable, et qui le traite comme une bête
cruelle, parce qu'il a une opinion différente de la sienne. La religion sert de
prétexte à cette injuste tyrannie, dont l'effet est de ne pouvoir souffrir une
façon de penser différente de la sienne, tandis que sa véritable source vient
de l'aveuglement, de la présomption, et de la méchanceté du coeur humain. Elle
est si grande cette méchanceté, que tout homme de lettres, qui cherche ici bas
le repos, doit sans-cesse prier Dieu de lui faire trouver grace auprès des
intolérans"[129].
Si la intolerancia especulativa
es "la fuente de todos los males", la tolerancia traerá el pluralismo
religioso, una era mítica de paz y felicidad de múltiples notas que compondrán
una gran sinfonía armoniosa[130]. No obstante, por
detrás de esta interesada promesa de futuro, ya se vislumbra la futilidad de
las religiones, en un mundo que convive con ellas a cuenta de no tomárselas en
serio en la vida pública.
Es que los malvados son los
intolerantes y los buenos son los tolerantes. Los primeros se identifican
primordialmente con los intolerantes especulativos, esto es, con quienes
adhieren a una verdad divina, especialmente la católica, con su código moral correspondiente.
No hay que esperar nada de ellos pues llevan la maldad en su corazón. Queda
trazado así el perfil psico-doctrinario del enemigo de la tolerancia ilustrada.
Una vez más, la tolerancia se tonifica de fuerza anti-cristiana y se vuelve
intolerante. Con este enemigo, no puede haber tolerancia, como afirma Voltaire
por la misma época, en un pasaje que hemos citado más arriba.
El discurso jacobino se
empapará en esta fuente para acometer sus crímenes invocando el discurso de la
libertad. Porque el problema para los ilustrados y sus herederos
revolucionarios es esencialmente político: hay que derrumbar el orden en el que
vive y cree la sociedad antigua para suplantarlo por un nuevo estado de cosas
en el que el hombre colectivo se vuelva libre a costa de liberarse de todo
límite trascendente.
5. El escepticismo
epistemológico como dogma ilustrado. Hacia la libertad de la religión.
Diderot, en el artículo
referido, describe en frases de gran riqueza sintética lo que le parecen ser
las aporías de la verdad religiosa: "Il y a des circonstances où l'on est
aussi fortement persuadé de l'erreur que de la vérité. Cela ne peut être
contesté que par celui qui n'a jamais été sincerement dans l'erreur"[131]. Añade: "Si votre
vérité me proscrit, mon erreur que je prends pour la vérité,vous
proscrira"[132]. Todavía:"Cessez
d'être violens, ou cessez de reprocher la violence aux Payens et aux
Musulmans"[133].
Estas aporías tienen como fondo
común un presupuesto especulativo del más alto calado: la verdad religiosa no
existe. Sostener que el cristianismo es verdadero no tiene sentido. Cada cual
debe tener sus propias convicciones sin sentirse vinculado a un Dios que dice haber
traído a los hombres un mensaje de salvación.
La libertad de conciencia y de
religión es concebida como una libertad de la religión y no una libertad de
religión. Se trata de una libertad para liberarse de las ataduras de la verdad
y no una libertad del hombre para buscar al Dios verdadero. La verdad impide
que el hombre sea libre. Por eso Diderot afirma: "La religion se persuade
et ne se commande pas. L'homme doit être libre dans le choix de son culte; le
persécuteur fait haïr son Dieu"[134].
En Diderot, el vocablo
"verdadero" adopta el cariz negativo de lo que se manda, y que, por
tanto, no necesita de la persuasión. La persuasión religiosa, en cambio, tiene
que ver con el sentimiento, y, en consecuencia, queda al libre arbitrio de la
conciencia, sin que sea posible exigir deber alguno. Por eso, la libertad
religiosa es una libertad para elegir el propio culto, según el propio gusto.
En este plano, corresponde a los ilustrados dirigir a los ciegos que no quieren
ver tan simple realidad[135].
Contra Diderot, hemos de observar
que el culto no se elige pura y simplemente, al menos en el sentido material de
optar entre distintos objetos de los que podemos prescindir a nuestro antojo.
Cuando se acepta el estatuto de la verdad religiosa, el culto arrastra, porque
arrastra la verdad del Dios solícito. En otras palabras, el culto atrae a la
voluntad en la medida en que se trata de una realidad sustancialmente vertical,
referida a un Ser superior, que exige homenaje a través de la rendición de
aquella. Rendición que es libre, pero no arbitraria.
Pero el Dios cristiano está
lejos de los esquemas conceptuales de la Ilustración. Los enciclopedistas lo
saben y por eso su defensa de la tolerancia, cuadro jurídico de la libertad
religiosa, está teñida de escepticismo.
El escepticismo, en el sentido
de incapacidad de la razón para conocer las verdades de orden metafísico, moral
o religioso, es señalado expresamente por Romilly, como necesario para fundar
la libertad religiosa. Podemos hablar, si se quiere, de un escepticismo
relativo, en cuanto se acepta que el ser humano puede alcanzar unas cuantas
verdades comunes; sin embargo, más allá de ellas, no se puede tener certeza
objetiva de nada. Y aún aquellas verdades comunes son tan genéricas, que poco
sirven para hilvanar los acuerdos humanos en materias especulativas o morales.
Es este escepticismo relativo el que legitima éticamente la tolerancia como
virtud transversal primaria en el campo de la filosofía, la religión y la
moral.
En su artículo sobre la
Tolérance, Romilly defiende un escepticismo epistemológico. Es la propia
estructura del entendimiento humano la que le conduce a un conocimiento
extremadamente inseguro de la verdad: "La raison humaine n'ayant pas une
mesure précise et déterminée, ce qui est évident pour l'un est souvent obscur
pour l'autre; l'évidence n'étant, comme on sait, qu'une qualité relative, qui
peut venir ou du jour sous lequel nous voyons les objets, ou du rapport qu'il y
a entre eux et nos organes,ou de telle autre cause; en sorte que tel degré de
lumiere suffisant pour convaincre l'un, est insuffisant pour un autre dont
l'esprit est moins vif, ou différemment affecté, d'où il suit que nul n'a droit
de donner sa raison pour regle, ni de prétendre asservir personne à ses
opinions. […]. Il est donc clair que nous avons
tous notre maniere de voir et de sentir, qui ne dépend que bien peu de nous. L'éducation,
les préjugés, les objets qui nous environnent, et mille causes secrettes,
influent sur nos jugemens et les modifient à l'infini"[136].
A mayor abundamiento, más que
evidencias tenemos certezas, y la mayor parte de las veces son subjetivas y
provisorias[137], lo que es
particularmente sensible en materia moral y religiosa: Le monde moral est
encore plus varié que le physique; et les esprits se ressemblent moins que les
corps. Nous avons,il est vrai, des principes
communs sur lesquels on s'accorde assez; mais ces premiers principes sont en
très-petit nombre, les conséquences qui en découlent deviennent toujours moins
claires à mesure qu'elles s'en éloignent; comme ces eaux qui se troublent en
s'éloignant de leur source[138].
Los resultados lógicos del
postulado escéptico -pues, se trata, en definitiva de una proposición que no se
prueba, sino que se asume dogmáticamente- son ineludibles:
i) A nivel individual, la
afirmación del principio universal de la libertad de conciencia, en el sentido
moderno de libertad desligada, de liberación de la razón crítica a-religiosa.
ii) En el plano veritativo, el
postulado de la ilegitimidad moral del deber de buscar a Dios y adherirse a la
verdad divina revelada.
iii) En el ámbito político, la
ineludible imposición del régimen de tolerancia absoluta en materia religiosa y
moral, que se identifica con lo que hoy denominamos libertad de conciencia, de
pensamiento y de religión en el ordenamiento jurídico del Estado laico.
6. La mascarada del
laicismo en ebullición.
Si la verdad religiosa no puede
ser conocida como tal, es inadmisible que ella tenga pretensiones de verdad
divina en el orden político y social, por más que la población crea en ella.
¿Cómo se promueve/impone institucionalmente la libertad de conciencia y de
religión a un pueblo que adhiere a la verdad cristiana?
El proceso de promoción e
imposición corre por hendiduras aparentemente razonables. ¡Feliz el que sepa
conocer la verdad! prorrumpe la Encyclopédie, pero mientras ello no sea
posible, o no sea reconocido por todos, ¿qué hay de más natural que
aproximarnos unos a otros a través de la libertad religiosa?
La Encyclopédie no habla de
libertad religiosa sino de libertad de conciencia, de pensamiento, de opinión o
de cultos, según el contexto. Pero para designar el régimen político que
consagra la libertad de cultos y de opinión emplea más frecuentemente el
término de "tolerancia", según el uso de la época. Se trata de una
tolerancia que, por sus supuestos doctrinarios peculiares, sólo sigue
parcialmente el significado común de soportar o no impedir un mal.
Es cierto que la Encyclopédie
recoge este uso, pero con una modificación importante que nos indica la pista
para comprender la mutación de significado. El artículo Tolérer dice:
"Tolérer, souffrir, permettre (Synonymes). Tolérer ne se dit que pour des
choses mauvaises, ou qu'on croit telles; permettre se dit pour le bien et le
mal"[139]. La clave aquí es la
frase "lo que uno cree como tal". En efecto, aplicada esta acepción
de tolerancia a la religión, resulta que no hay nada que tolerar. O si se
prefiere, como dice Romilly, todos se soportan, todos se toleran, porque nadie
sabe a ciencia cierta si acaso lo que juzga como un error religioso es
realmente tal o si lo que conoce como verdad es realmente la verdad[140]. De ahí que el régimen
de tolerancia se manifieste como un régimen de libertad de cultos y de opinión[141].
El régimen de libertad
religiosa lleva al repudio de la unidad política católica o del Estado
confesional protestante. Entendamos, una vez más, que no se trata de un rechazo
prudencial, en atención al pluralismo de hecho existente en una sociedad
determinada, sino de una cuestión de principios: la unidad política religiosa
es una "perfección" indeseable, pues es incompatible con la
naturaleza humana. La diversidad de religiones corresponde a la multiplicidad
de meras opiniones subjetivas que nacen de los sentimientos innatos en los
hombres. La profesión de la fe cristiana en la vida pública sólo se logra a costa
de convertir al hombre en un autómata. Una vez más es Romilly quien esclarece
el principio: "Pourquoi prétendre à une perfection incompatible avec notre
nature? la diversité des sentimens subsistera toujours parmi les hommes;
l'histoire de l'esprit humain en est une preuve continuelle; et le projet le
plus chimérique seroit celui de ramener les hommes à l'uniformité d'opinions.
Cependant, dites-vous, l'intérêt politique exige qu'on établisse cette
uniformité; qu'on proscrive avec soin tout sentiment contraire aux sentimens
reçus dans l'état, c'est-à-dire, qu'il faut borner l'homme à n'être plus qu'un
automate, à l'instruire des opinions établies dans le lieu de sa naissance,
sans jamais oser les examiner, ni les approfondir, à respecter servilement les préjugés
les plus barbares, tels que ceux que nous combattons[142].
Se encuentra en la filigrana de
este pasaje los trazos del laicismo francés, que tal como quedó configurado en
la Revolución de 1789, es un laicismo de combate porque entiende la libertad
religiosa como libertad contra la verdad divina, y lo laico como expulsión del
Dios cristiano de la vida pública y social[143]. Estos trazos se
vuelven explícitos en diferentes lugares de la Encyclopédie:
i) Proclamación de la
independencia del Estado francés respecto de la potestad espiritual del Papa,
sea directa o indirecta, subrayando las tesis galicanas[144].
ii) Negación del principio de
defensa temporal de la fe como un bien social y político. La doctrina del brazo
secular es repudiada por ser opuesta a la naturaleza de la religión -que sólo
podría ser sustentada por la exhortación- y por ser contraria a los deseos de
Cristo, que quiso la paz y no la guerra[145].
iii) Separación entre el Estado
y la Iglesia, que pretende deducirse de argumentos teológicos, para convencer a
los ilustrados de alcurnia cristiana.
Al respecto, Romilly expone de
modo impecable la doctrina católica acerca de los dos poderes temporal y
espiritual: "Donc on ne réduira jamais la question à son véritable point,
si l'on ne distingue d'abord l'état de l'église et le prêtre du magistrat.
L'état ou la république a pour but la conservation de ses membres, l'assurance
de leur liberté, de leur vie, de leur tranquillité, de leurs possessions et de
leurs privileges: l'Eglise au contraire est une société, dont le but est la
perfection de l'homme et le salut de son ame. Le souverain regarde sur-tout la
vie présente: l'Eglise regarde sur-tout et directement la vie à venir.
Maintenir la paix dans la société contre tous ceux qui voudroient y porter
atteinte, c'est le devoir et le droit du souverain; mais son droit expire où
regne celui de la conscience[146].
De las premisas asentadas se
podría deducir toda la doctrina clásica de los dos poderes. Lo temporal es
distinto de lo espiritual, como lo inferior es distinto de lo superior. Ambos
se distinguen, pero se subordinan, dado que un mismo sujeto, el hombre, es el
destinatario de ambas sociedades, el Estado y la Iglesia. El Estado se
subordina a la Iglesia en los intereses espirituales, y la Iglesia respeta la
autonomía del Estado en los intereses puramente materiales. Sin embargo, el
articulista extrae una conclusión diversa. De la distinción Iglesia-Estado no deduce
cooperación y subordinación relativa sino separación absoluta: "Ces deux
jurisdictions doivent toujours être séparées; elles ne peuvent empiéter l'une
sur l'autre,qu'il n'en résulte des maux infinis"[147].
Es decir, de la distinción
entre las dos esferas y las dos sociedades nace una estricta separación.
Separación que se reitera enseguida con la idea de que el Estado no debe privilegiar
con su legislación, bajo ningún respecto, el catolicismo[148] ni aún en un país
como la Francia de la época, a la sazón, el Reino cristianísimo.
iv) La libertad de conciencia y
de religión debe conducir al Estado laico.
Que la sociedad en su conjunto
profese la fe católica o cristiana es un despropósito, pues, como hemos visto,
convierte a dicha fe en una opresión de la conciencia individual. El incrédulo
Diderot utiliza un epigrama de raíces bíblicas para probarlo: "Le Christ a
dit: mon royaume n'est pas de ce monde; et vous,son disciple, vous voulez
tyranniser ce monde!"[149].
O sea, Cristo hizo de su
religión un fenómeno individual, y sus seguidores la han convertido en una
verdad que inspira el orden político y social. El Estado laico debe sacudirse
de este dominio, para que la sociedad y el gobierno sean libres y puedan
disponer de lo que quieran según su arbitrio. Y el Evangelio tiene que
reducirse a lo que es: una simple ética natural del sentimiento humanitario[150].
7. La Encyclopédie y el
plan de separación entre la Iglesia y el Estado.
La Encyclopédie establece un
sólido vínculo entre la libertad de conciencia y de religión y la idea de Estado,
ya completamente "moderno" en sus líneas esenciales.
En efecto, los ilustrados, cómo
si conocieran los rumbos que abriría la Revolución Francesa, diseñan unas
nuevas relaciones entre la Iglesia y el Estado, definidas por la separación
entre ambos. Además configuran el principio de que el Estado es incompetente en
materia de convicciones religiosas, por lo que su acción termina donde comienza
la libertad de conciencia.
En la voz "Tolerance"[151], luego de distinguir
entre Iglesia y Estado según el orden de sus distintas finalidades,
sintetizando, con acierto y habilidad, la tradición católica sobre el tema[152], se establecen los
derechos de la libertad de conciencia frente al segundo, pero formulando, a la
vez, de manera tan clara su preeminencia en cuestiones de fe, que no cabe sino
reivindicarla también frente a la potestad indirecta que se atribuye la Iglesia
en cuestiones político temporales de naturaleza moral[153].
El paso hacia la separación
definitiva entre la Iglesia y el Estado está dado por exigencia de los derechos
de la conciencia humana frente a lo divino. Y la Encyclopédie consagra la
conclusión sin ambages: "V. A ces principes, on nous opposera les
inconvéniens qui résultent de la multiplicité des religions, et les avantages
de l'uniformité de croyance dans un état. Nous répondrons d'abord avec l'auteur
de l'Esprit des Loix. '[…] la grandeur du génie ne consisteroit-elle pas mieux à savoir dans quels cas il faut
de l'uniformité, et dans quels cas il faut des différences'. En effet, pourquoi
prétendre à une perfection incompatible avec notre nature? La diversité des
sentimens subsistera toujours parmi les hommes; l'histoire de l'esprit humain
en est une preuve continuelle; et le projet le plus chimérique seroit celui de
ramener les hommes à l'uniformité d'opinions./ Cependant, dites-vous, l'intérêt
politique exige qu'on établisse cette uniformité; qu'on proscrive avec soin
tout sentiment contraire aux sentimens reçus dans l'état, c'est-à-dire, qu'il
faut borner l'homme à n'être plus qu'un automate, à l'instruire des opinions
établies dans le lieu de sa naissance, sans jamais oser les examiner, ni les
approfondir, à respecter servilement les préjugés les plus barbares, tels que
ceux que nous combattons. Mais que de maux, que de divisions n'entraîne pas
dans un état la multiplicité de la religion? L'objection se tourne en preuve
contre vous, puisque l'intolérance est elle-même la source de ces malheurs"[154].
La referencia del último
párrafo a los males de la intolerancia del Estado confesional es sintomática
para percibir el presupuesto escéptico que alimenta la libertad ilustrada de
conciencia y de religión: la armonía sólo puede provenir del respeto mutuo a
las diversas religiones, porque éstas no son más que asuntos de
"sentimiento" y de "opiniones" subjetivas. La verdad religiosa
no tiene nada que decir sobre la orientación de lo político.
Pero Romilly, el autor del
artículo, es hábil. Comienza hablando el lenguaje de la tolerancia (que implica
soportar un mal, cual sería, el error religioso) para terminar invocando la
libertad de conciencia y de religión, que supone que en materia religiosa sólo
hay opiniones (no existe la "verdad" o el "error"
religioso) y que el poder político no puede vincularse a subjetividades de esta
clase. La diversidad de religiones en este contexto es un bien en sí mismo
porque vuelve verosímil el principio filosófico escéptico que funda la
interrelación entre laicismo y libertad religiosa.
Podemos ver cómo la
Encyclopédie construye el ideal de Estado laico teniendo como fundamento la
libertad moderna de conciencia y de religión. Pero ésta es una cara de la
moneda. La otra es que el poder estatal se vuelve soberano y no reconoce
barreras extra-estatales, como las derivadas del principio de trascendencia: la
ley divino-natural, por ejemplo. Es más, a partir de aquí surge la afirmación
filo-totalitaria que ya se han visto en otros pensadores modernos: es el Estado
el único competente para conocer las cuestiones morales y religiosas en el
espacio público. El poder político tiene el deber de juzgar y decidir como
instancia suprema en tales materias, porque éstas no deben interceptar el
interés público que él representa y define. Al respecto precisa la
Encyclopédie: "IV. On peut tirer de ces paroles ces conséquences légitimes[155]. La premiere, c'est
que les souverains ne doivent point tolérer les dogmes qui sont opposés à la
société civile; ils n'ont point, il est vrai, d'inspection sur les consciences,
mais ils doivent réprimer ces discours téméraires qui pourroient porter dans
les coeurs la licence & le dégoût des devoirs. Les athées en particulier,
qui enlevent aux puissans le seul frein qui les retienne, […] ne doivent pas réclamer la tolérance en leur faveur; 2°. Les
souverains doivent s'opposer avec vigueur aux entreprises de ceux qui couvrant
leur avidité du prétexte de la religión; 3°. Sur-tout qu'ils proscrivent avec
soin ces sociétés dangereuses, qui soumettant leurs membres à une double
autorité, forment un état dans l'état, rompent l'union politique, relâchent,
dissolvent les liens de la patrie pour concentrer dans leur corps leurs
affections et leurs intérêts, et sont ainsi disposés à sacrifier la société
générale à leur société particuliere. En un mot, que l'état soit un, que le
prêtre soit avant tout citoyen; qu'il soit soumis, comme tout autre, à la
puissance du souverain, aux loix de sa patrie; que son autorité purement
spirituelle se borne à instruire, à exhorter, à prêcher la vertu; qu'il
apprenne de son divin maître que son regne n'est pas de ce monde; car tout est
perdu, si vous laissez un instant dans la même main le glaive et
l'encensoir"[156].
El principio del Estado fundado
en el laicismo militante está consagrado aquí. Y con él la lógica de la
descristianización forzada que puso en obra la Revolución Francesa en
consonancia con esta doctrina.
La vigencia universal de la
libertad de conciencia y de religión sigue presente, pero trazada en estado de
combate, como instrumento de lucha contra la verdad católica aceptada y
abrazada por la sociedad. Empero, emerge un espacio de tensión. Dado que el
Estado es quien, en definitiva, delimita lo bueno y lo malo para la sociedad,
la libertad de conciencia y de religión que emancipa al hombre, corre ahora el
riesgo de ser encarcelada con una nueva definición de lo público, en donde lo
individual no cuenta a la hora de exaltar la defensa de lo colectivo.
En síntesis, las libertades
modernas emancipan al hombre individual y hacen posible la emancipación de lo
colectivo a través de un Estado que se construye a sí mismo separándose de la
Iglesia y sometiéndola a sus dictados, dado que no es admisible la existencia
de un état dans l'état. A partir de la hipóstasis del poder en el Estado laico,
todos los espacios sociales quedan sometidos a su mirada purificadora. Una vez
consolidado el proyecto secularizador del orden político, lo individual queda
de alguna manera absorbido en lo colectivo, abriéndose una posibilidad de
tensión entre los dos canales del Estado y de la libertad. De ahí que toda la
exaltación enciclopedista de la libertad de conciencia y de religión esté condicionada
por esta afilada regla: "Respectez inviolablement les droits de la
conscience dans tout ce qui ne trouble point la société" [157].
IV. Conclusión
La libertad de conciencia y de
religión es, en gran parte, un compuesto que proviene de un lenguaje ambiguo.
Los términos apuntan a un significado más restringido de lo que, en una primera
lectura, se sugiere. A este respecto, es notable constatar cómo en los escritos
de Voltaire y la Encyclopédie dicha libertad se reputa por esencia y por
sistema desvinculada del Dios cristiano. La conciencia moral ha dejado de ser
testimonio de una ley objetiva -la ley divino-natural- y se convierte en expresión
pura de la propia soberanía individual. La libertad se constituye como facultad
reivindicatoria que pulsa por vivir sin ligamen externo trascendente, atenta a
los impulsos sensibles de la sola naturaleza humana.
Es el agnosticismo religioso y
el escepticismo metafísico, sellados por el furor anti-cristiano, el que
vivifica el fundamento ilustrado de la libertad de conciencia y de religión.
Concebida bajo apariencias neutrales (ahí radica su engaño) es en realidad una
voluntad de librarse -por la fuerza si es necesario- de la conciencia cristiana
y de la religión católica en la vida individual, social y política de los
pueblos europeos y después hispanoamericanos. Lo que desde el ángulo político
comporta la exigencia de separación entre la Iglesia y el Estado como principio
axiológico-constitucional y la reducción de la religión al estatuto de mera
opinión o creencia subjetiva.
En este lenguaje, que es el de
Voltaire y la Encyclopédie, ser tolerante quiere decir en concreto excluir la
fe y la moral cristianas de la vida pública, obra en la que se empeñará la
Revolución de 1789, y después, su heredera, la III República francesa,
consumando el proceso de secularización de la Modernidad política.
Tras la tolerancia y la
libertad ilustrada se deja ver, como la cara tras la máscara, el proceso contra
el Dios cristiano, del que habla Hazard, pero también y especialmente contra el
orden político y temporal heredado (y en esa misma medida) de la Cristiandad. A
nivel político, es lo que teorizará Rousseau.
Notas
[1]El término es clásico y pertenece
a Paul Hazard, La Pensée européenne au XVIIIe siècle, de Montesquieu à Lessing
(1946, edición Paris, Librairie Arthème Fayard, 1979), pp. 7-81 [versión
electrónica del 2005 de la Bibliothèque Paul-Émile Boulet de l'Université du
Québec]. Para la edición española: Hazard, Paul, El pensamiento europeo en el
siglo XVIII (traducción castellana de Julián Marías, Madrid, Alianza, 1985),
pp. 15-91. A su estudio histórico dedica todo el primer capítulo del libro
citado El autor resalta como elementos del proceso ilustrado al cristianismo la
crítica universal de la tradición religiosa y filosófica y de las instituciones
católicas, la depreciación de Cristo, la negación del concepto y del contenido
de la religión revelada, el recurso a las falsas imputaciones y el progreso de
la incredulidad en las elites de la época. Sobre la Ilustración, hay que
discernir las obras destinadas a propagar a-críticamente sus ideas de aquellas
que emprenden un trabajo filosófico o histórico serio de análisis con
referencia a las fuentes. Un ejemplo del primer tipo en Teodorov, Tzvetan,
L'Esprit des Lumières (Paris, Laffont, 2006). Obras representativas de lo
segundo en Adam, Antoine, Le Mouvement philosophique dans la premiere moitie du
XVIIIe siècle (Paris, S.e.d.e.s., 1967); Gusdorf, Georges, Les Sciences
humaines et la pensée occidentale (Paris, Payot, 1971), IV: Les principes de la
pensée au siècle del lumières; Gusdorf, Georges, Les Sciences humaines et la
pensée occidentale (Paris, Payot, 1972), V: Dieu, la nature, l'homme au siècle
des lumières; de Viguerie, Jean, Histoire et Dictionnaire du temps des Lumières
(Paris, Laffont, 1995); Martin, Xavier, Nature humaine et Révolution française:
Du siècle des Lumières au Code Napoleón (Paris, Dominique Martin Morin, 2002).
Sobre las relaciones entre la Ilustración y la Revolución Francesa son todavía
útiles las dos obras de referencia de Mornet: Mornet, Daniel, La Pensée
française au XVIIIe siècle (Paris, Colin, 1926); El mismo, Les origines
intellectuelles de la Révolution française, 1715-1787 (Paris, Colin, 1933).
Ambas se encuentran traducidas al español: Mornet, Daniel, El pensamiento
francés en el siglo XVIII: el trasfondo intelectual de la Revolución francesa
(Madrid, Encuentro, 1988); El mismo, Los orígenes intelectuales de la
Revolución Francesa (Buenos Aires, Paidos, 1969).
[2]Estermann, Josef, Historia de la
filosofía (Traducción Quito, Ed. Salesiana, 1997), III, 2ª parte, p. 12.
Estermann caracteriza el iluminismo inglés por medio de la filosofía de la
religión y de la filosofía moral. En filosofía de la religión, es deísta y
propugna la religión natural a partir de Edward Cherbury (1583-1648), al que
siguen John Toland (1670-1722), Mattew Tindal (1656-1733) y el vizconde de
Bolingbroke (1678-1751). En filosofía moral recalca la independencia de la
ética respecto de la ley divino-natural con Anthony Shaftesbury (1671-1713),
Francis Hutcheson (1694-1747) y Bernhard de Mandeville (1670-1733). Ibíd., pp.
12-13.
[3] Ibíd., p. 12. Estermann
distingue tres fases: (a) Racionalismo metafísico, que asume una confianza
ilimitada en la razón humana (Christian Wolf, 1679-1728); (b) Tiempo del deísmo
y de la religión natural, con influencia de la ilustración inglesa y francesa:
Federico II El Grande (1712-1786); Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) que
concibe el mundo como única revelación de Dios; Moses Mendelssohn (1729-1786)
que sostiene el judaísmo racionalista como religión natural; y Gotthold Ephraim
Lessing (1729-1781) que propaga el indiferentismo religioso; (c) Fase
auto-crítica de los fundamentos de la Ilustración, en la que prolifera la
reivindicación de los sentimientos religiosos por obra de Johann Georg Hamann
(1730-1788), Johann Gottfried Herder (1744-1803) y Friedrich Heinrich Jacobi
(1743-1819). Ibíd., pp. 20-22.
[4] Ibíd., p. 12. Las tendencias
anti-clericales y anti-religiosa se mezclan con otras anti-teístas, "en
una polémica incansable contra la Iglesia católica y el Antiguo Régimen":
ibíd., p. 13. En la Ilustración francesa destacan el escepticismo de Pierre
Bayle (1647-1706), el laicismo de Montesquieu (1689-1755), el hilozoísmo de
Pierre Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759), el deísmo de Voltaire
(1694-1778), el ateísmo de Denis Diderot (1713-1784), el materialismo ilustrado
de Jean le Rond D'Alambert (1717-1783), Julien Offroy de La Mettrie
(1709-1751), Paul d'Holbach (1723-1789) y Pierre Cabanis (1757-1808). Aún
teniendo en cuenta sus conflictos con figuras de la Ilustración, también hay
que incluir en ésta a Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Ibíd., pp. 16-19.
[5]Villacañas Berlanga, José Luis,
Historia de la razón y giro copernicano, en Logos. Anales del Seminario de Metafísica,
37 (Madrid, 2004), p. 71.
[6]Manent, Pierre, Histoire
intellectuelle du libéralisme: dix leçons (1987, rééd. Paris, Hachette, 2004).
Utilizamos la edición española: Id., Historia del pensamiento liberal
(traducción Buenos Aires, Emecé, 1990), pp. 12-13.
[7]de Viguerie, Jean, cit. (n. 1),
p. 268. El autor señala expresamente los puntos i), iii) y v); el resto se
induce de su análisis. La caracterización se aplica sobre todo a la Ilustración
francesa, pero, mutatis mutandis, es extensible a la inglesa, que la precede, y
a la alemana, sobre todo en los puntos iii), iv) y, a su manera v).
[8]Jean de Viguerie estudia el
aspecto anti-cristiano del Iluminismo francés. Hace un elenco de sus
principales afirmaciones: para los philosophes -que o eran ateos o deístas- el
Dios de la Revelación cristiana debe ser rechazado; Dios no tiene nada que ver
con las religiones positivas; tales religiones no valen nada, son
inconsistentes; no existe ninguna religión verdadera; el cristianismo no es
verdadero; los dogmas del cristianismo son absurdos, sus libros sagrados
contradictorios. Ibíd., pp. 272-274.
[9] Ibíd., pp. 1.405- 1.406.
[10]de Viguerie, Jean, cit., pp.
274-275, con amplias citas especialmente de los ilustrados franceses. A nivel
divulgativo, Sévillia, Jean, Historiquement correct. Pour en finir avec le
passé unique (Paris, Perrin, 2003). Usamos la edición española: Históricamente
incorrecto (traducción Madrid, Ciudadela, 2006), pp. 169 ss., con citas
suficientemente ilustrativas.
[11]Sobre Voltaire, las obras de
referencia más importantes son: Noyes, Alfred, Voltaire (London, Sheed &
Ward, 1936); Delumeau, Jean, Le catholicisme entre Luther et Voltaire (Paris,
P. U.F, 1971); Desnoiresterres, Gustave, Voltaire et la Société au XVIIIe
siècle (Paris, Didier, 1867-1876), 8 vols. [ed. digital en: [http://www.voltaire-integral.com/zEtudes/desnoiresterres.htm]; Besterman, Theodore y otros, Studies on
Voltaire and the Eighteenth Century (Oxford, The Voltaire Foundation,
1956-2010), 500 vols.; Pomeau, René, Voltaire en son temps (Oxford - Paris,
Voltaire Foundation-Fayard, 1985-1994), 5 vols. Sobre la vida de Voltaire y su
tiempo: Peyrefitte, Roger, Voltaire, sa jeunesse et son temps (Paris, Albin
Michel, 1985); Pomeau, René (editor), Voltaire en son temps (Paris, Fayard,
1995), 2 vols.; Gallo, Max, Moi, j'écris pour agir: vie de Voltaire (Paris,
Fayard, 2008); Trousson, Raymond, Voltaire 1778-1878 (Paris, PUPS, 2008). Sobre
su pensamiento, Versaille, André (editor), Dictionnaire de la pensée de
Voltaire (Bruxelles, éditions Complexe, 1994); Waterlot, Ghislain, Voltaire: le
procureur des Lumières (Paris, Michalon, 1996); Lepape, Pierre, Voltaire le
conquerant. Naissance des intellectuels au siècle des Lumiéres. Essai (Paris,
Seuil, 1997); Trousson, Raymond y Vercruysse, Jeroom, Dictionnaire général de
Voltaire par lui-même (Paris, Champion, 2003). Sobre la imagen mítica de
Voltaire, Goldzink, Jean, Voltaire, la légende de saint Arouet (Paris,
Gallimard, 1989) y Martin, Xavier, Voltaire méconnu: aspects cachés de
l'humanisme des Lumières (1750-1800) (Paris, Dominique Martin Morin,
2006). En el medio español, Pujol, Carlos, Voltaire, Palabra, Madrid,
1999, aunque depende fundamentalmente de Pomeau.
[12]de Viguerie, Jean, cit., s.v.
Voltaire, pp. 1448-1449.
[13]Voltaire escribe lapidariamente
en su cuaderno de notas en inglés: "God cannot be proved, nor denied, by
the mere force of our razon" ("Dios no puede ser ni probado, ni
negado, con las solas fuerzas de nuestra razón"). La frase es reproducida
por Besterman, Theodore, Voltaire's Notebooks (Gonève, Publications de
l'Institut et Musée Voltaire, 1952), citado por Balet Roca, Sebastián, Le
deisme anglais et le probleme de la religion de Voltaire, en Cuadernos de
Investigación Filológica, 6 (Logroño, 1980), p. 31.
[14]Norman L. Torrey
destaca en su Voltaire and the English Deists (New Haven, Yale University
Press, 1930, reimp. 1963), un "deísmo constructivo" y un "deísmo
crítico". Este último se caracteriza por el ataque al cristianismo
considerado como un obstáculo al progreso racional y moral del hombre y que en
Voltaire encuentra su fuente en los libertinos franceses como Rabelais,
Montaigne, Gassendi o La Mothe le Vayer y en los deístas ingleses como Toland,
Woolston, Collins y Annet.
[15]Las dificultades para fijar el
pensamiento definitivo de Voltaire sobre Dios son muchas. Vr. gr., el Traité de
Métaphysique, escrito en 1734, está en gran parte dedicado al tema, pero es más
bien un tratado de la duda acerca del orden del ser y del acceso metafísico a
Dios: Voltaire, Traité de Métaphysique, en Oeuvres complètes de Voltaire
(Baudouin Frères, París), XLIII: Philosohie, 1, pp. 117-197. La obra se inicia
mostrando una vacilación fundante acerca de la posibilidad de saber qué es el
hombre, dada la variabilidad intelectual, moral, psicológica, física y étnica
que existe entre ellos y los desacuerdos filosóficos sobre la naturaleza
humana. Ibíd., 1825, cap. 1°, pp. 122-125. El capítulo 2° se pregunta si hay un
Dios e inicia el examen de la cuestión constatando los muchos conceptos que hay
sobre Él. Enuncia un elenco de razones a favor de Su existencia, para formular
a continuación las objeciones, seguidas de una réplica. Ibíd., II, pp. 125-143.
Metafísicamente hablando los argumentros de lado y lado son bastante pobres
(materializa por ejemplo la causa primera eficiente, de tal modo que plantea la
dificultad de que Dios no puede crear de la nada el mundo material, porque la
nada, nada es. Luego, tiene que crearlo desde su propia sustancia [...] (¡!).
Ibíd., II, cap. 1º, pp. 131). En los argumentos morales -la existencia del mal-
Voltaire es más lúcido. Lo interesante es que las objeciones contra Dios
siempre son presentadas con más sutileza y mejor poder persuasivo que las
razones a su favor. Al final, Voltaire se decanta a favor de la existencia de
Dios, pero con el bajo contínuo de un escepticismo poco contenible: "Dans
l'opinion qu'il y a un Dieu, il se trouve des dificultes; mais dans l'opinion
contraire, il y a des absurdités" ("En la opinión de que hay un Dios,
se cae en muchas dificultades; en la opinión que lo niega, se cae en un
absurdo"). Id., II, p. 144. En el capítulo III opta por sostener que todas
las ideas provienen de los sentidos, con lo que, en rigor, hace imposible el
acceso metafísico a un Dios trascendente y personal. Id., III, pp. 144-150. Una
notable síntesis entre la alternativa del Voltaire "deísta" y del
Voltaire cercano al "ateísmo", en Sebastián Balet Roca, cit., pp.
29-38, en donde evalúa las distintas posiciones. Para una visión panorámica del
problema, Hazard, Paul, cit., pp. 353-364, y más ampliamente, Pomeau, René, La
Religión de Voltaire (Paris, Nizet, 1956).
[16]El Poème sur le désastre de
Lisbonne fue compuesto en diciembre de 1755 con ocasión del terremoto que
destruyó la ciudad el 1 de noviembre de 1755. Salió a luz al año siguiente. Con
fino arte literario, Voltaire sugiere la tesis filosófica de que el mal que
existe en el mundo no podría ser realidad si el Dios bueno y providente de los
cristianos existiera, porque la idea de un castigo divino es insensata y debe
desecharse: "Aux cris demi-formés de leurs voix expirantes/ Au spectacle
effrayant de leurs cendres fumantes/ Direz-vous: 'C'est l'effet des éternelles
lois/ Qui d'un Dieu libre et bon nécessitent le choix ?'/ Direz-vous, en
voyant cet amas de victimes:/ 'Dieu s'est vengé, leur mort est le prix de leurs
crimes ?'/ Quel crime, quelle faute ont commis ces enfants/ Sur le sein
maternel écrasés et sanglants ?/ Lisbonne, qui n'est plus, eut-elle plus
de vices/ Que Londres, que Paris, plongés dans les délices:/ Lisbonne est
abîmée, et l'on danse a Paris" : "Frente a los gritos, a medio
formar, de sus voces moribundas/ y frente al espantoso espectáculo de sus
humeantes cenizas/ ¿Dirán ustedes: "Es el efecto de las eternas leyes/
que, de un Dios libre y bueno, necesitan la decisión"?/ ¿Dirán ustedes, al
ver ese montón de víctimas:/ "¿Se ha vengado Dios; su muerte paga sus
crímenes?"/ ¿Qué crimen, qué culpa cometieron esos niños/ sobre el seno
materno aplastados y sangrientos?/ ¿Tuvo Lisboa, que ya no es, más vicios/ que
Londres, que París, en los deleites hundidas?/ Lisboa queda hundida, y en París
se baila". Voltaire, Poème sur le désastre de Lisbonne ou Examen de cet
axiome, tout est bien [edición digital en: http://fr.wikisource.org/wiki/Po%C3%A8me_
sur_le_d%C3%A9sastre_de_Lisbonne], líns.13-23.
[17] Es la tesis de Balet Roca, que
acuña el término deísmo en rebelión y deísmo utilitario. Al respecto oberva:
"El (Voltaire) acepta, en principio, la existencia de Dios, pero no ignora
que existen las más graves dificultades. De ese Dios uno puede afirmar su
existencia, pero no sabe nada más: es en todo caso inaccesible al hombre [...].
En cuanto al alma, no acepta esta entidad metafísica. No cree tampoco en la
inmortalidad personal. Y rechaza, evidentemente, toda religión revelada [...].
Las cuestiones metafísicas no le interesan [...] lo que le interesa es el
hombre. Es por su humanidad que lucha [...] y en su lucha contra la
intolerancia, el fanatismo y la injusticia, se revela contra la injusticia de
la Providencia, que él acepta provisoriamente". Balet Roca, Sebastián, cit.,
p. 38.
[18]Hazard, Paul, cit. (n. 1), pp.
362-364.
[19]"Voltaire ist der Genie des
Hasses", citado por Korff, Hermann Augus, Voltaire im literarischen
Deutschland des 18 (Heidelberg, Zweites Buch, 1918), pp. 235 ss., en Hazard,
Paul, cit. (n. 1), p. 363.
[20] Ibíd.:
[21]La infame que había que aplastar
era particularmente la Iglesia Católica, pero no excluía a ninguna de las
confesiones cristianas, abarcándolas a todas con el epíteto de la
"secta" de los cristianos. Un análisis del significado de la frase a
través de la correspondencia volteriana y de los estudios sobre el tema, en
Ocáriz, Fernando, Voltaire. Tratado sobre la tolerancia (Madrid, Crítica-Emesa,
1979), pp. 47-51.
[22]Voltaire, Examen important de
Milord Bolingbroke ou le tumbeau du fanatisme, en Oeuvres de Voltaire (1736,
edición Paris, Pourrat Frères, 1839), II: Philosohie, cap. 1°, pp. 94-97; caps.
3° y 4°, pp. 103-109 y cap. 6°, pp. 112-114.
[23] Ibíd., cap. 13°,
pp. 152-160.
[24] Ibíd., cap. 2°,
pp. 98-102.
[25] Ibíd., cap. 9°, pp. 124-129.
[26] Ibíd., cap. 5°, pp. 109-111 y
caps.VII y VIII, pp. 115-123.
[27] Ibíd., caps. 14° y 15°, pp.
161-168 y cap. 20°, pp. 179-185.
[28] Ibíd., cap. 12°,
pp. 145-151
[29] Ibíd., cap. 26°,
pp. 207-219.
[30] Ibíd., caps.
21°-25°, pp. 186-206.
[31] Ibíd., cap. 36°,
pp. 261-263 y cap. 38°, pp. 268-270.
[32] Ibíd., caps. 10°
y 11°, pp. 130-144.
[33]Ibíd., Conclusión, p. 271.
"Yo concluyo que todo hombre sensato, que todo hombre de bien, debe tener
horror a la secta de los cristianos".
[34]Voltaire, Profession de foi des
Theístes, en Oeuvres de Voltaire (1768, edición Paris, Pourrat Frères, 1839),
II: Philosohie, pp. 391-427. El opúsculo está dedicado al Rey de Prusia.
[35] Ibíd., p. 422]: "El
cristianismo, tal cual es, y tal como no ha dejado de ser, se funda en los más
profundos fraudes: sobre cincuenta evangelios apócrifos; sobre constituciones
apostólicas reconocidas como supuestas; sobre falsas cartas de Jesús, de
Pilatos, de Tiberio, de Séneca, de Pablo; sobre los ridículos reconocimientos
de Clemente, sobre el impostor que tomó el nombre de Hermas, sobre el impostor
Abdías, el impostor Marcelo, el impostor Hegesipo; sobre la suposición de
miserables versos atribuidos a las sibilas; y después de esta sarta de mentiras
viene una masa interminable de disputas".
[36] Ibíd., pp. 418-420.
[37]Ibíd, pp. 394-395: "Nuestra
religión, o gentilhombre!, es la única universal, la más antigua y la única
divina. Oh! Naciones extraviadas en el laberinto de miles de sectas diferentes,
el teísmo es la base de vuestros edificios fantásticos; es sobre nuestra verdad
que ustedes fundan sus absurdos. Hijos ingratos, nosotros somos vuestros
sacerdotes, y todos nos reconocerán como tales cuando pronuncien el nombre de
Dios".
[38] Ibíd., p. 428.
[39] Ibíd., p. 424: "Mientras
la avaricia, la hipocresía y la ambición oprimen todavía las conciencias en
tantas provincias de nuestra Europa, se hace patente que el teísmo es dulce y
que la superstición es bárbara"
[40]Ibíd., p. 423. "La libertad
de conciencia es un derecho que todos los hombres han recibído de la naturaleza
con la existencia".
[41]Ibíd.: "Sean benditos por
siempre, señor, los que han establecido (en su país) la libertad de
conciencia".
[42]Voltaire, Traité sur la
Tolérance a l`occasion de la mort de Jean Calas, 1763, en Oeuvres complètes de
Voltaire, Mélanges IV (1763-1766), edición de Kehl [versión electrónica: http://www.voltaire-integral.com/Html/25/01_Table_Tolerance.html].
[43]Voltaire hace un resumen de los
hechos en el capítulo 1°: "Histoire abrégée de la mort de Jean Calas"
y en el "Article nouvellement ajouté dans lequel on rend compte du dernier
arrêt rendu en faveur de la famille Calas". Nuestro filósofo mezcla
indiscriminadamente los hechos con sus juicios de valor, lo que impide al
lector conocer los elementos fácticos en su puridad.
[44]Ibíd., cap. 22°: "Este
pequeño globo, que no es más que un punto, rueda en el espacio, lo mismo que
tantos otros globos; estamos perdidos en esa inmensidad. El hombre, de una
estatura aproximada de cinco pies, es seguramente poca cosa en la creación. Uno
de esos seres imperceptibles dice a algunos de sus vecinos: 'Escuchadme, porque
el Dios de todos esos mundos me ha iluminado: hay novecientos millones de
pequeñas hormigas como nosotros en la tierra, pero sólo mi hormiguero es grato
a Dios; todos los otros le son odiosos desde la eternidad; únicamente mi
hormiguero será feliz, todos los demás serán eternamente desgraciados'.
Entonces me interrumpirían y me preguntarían quién es el loco que ha dicho
semejante tontería. Me vería obligado a responderles: Vosotros mismos".
[45] Ibíd.: "¡Oh sectarios de
un Dios clemente! [...] 'Amad a Dios y a vuestro prójimo' [...] (Habéis)
recargado esta ley pura y santa con sofismas y disputas incomprensibles; [...]
(habéis) encendido la discordia, unas veces por una palabra nueva, otras por
una sola letra del alfabeto; [...] (Habéis) atribuido penas eternas a la
omisión de algunas palabras, de algunas ceremonias que otros pueblos no podrían
conocer".
[46] Ibíd, cap. 23°.
[47]¿Sería posible al espíritu
humano [...] admitir una religión [...] que sea menos mala que todas las otras
religiones del universo juntas? ¿Y cuál sería esa religión? La que admitiera
muy pocos dogmas inventados por la orgullosa demencia, motivos eternos de
disputas; la que enseñase una moral pura sobre la que no se disputase jamás. La
que no hiciera consistir la esencia del culto en vanas ceremonias [...]. La que
tolerara a todas las demás y que mereciendo así el afecto de todas fuera la
única capaz de hacer del género humano un pueblo de hermanos. La que tuviera
ceremonias augustas que hiciesen impresión en el vulgo, sin tener misterios que
pudiesen sublevar a los sabios e irritar a los incrédulos. Gran parte de esta
religión está grabada hoy en el corazón de algunos príncipes, y llegará a ser
la dominante": Voltaire, s.v. "Religion" del Dictionnaire
philosophique (1764, Paris, Louis Moland chez Garnier, 1870-1880) [versión digital
en: [ http://www.voltaire-integral.com/Html/20/religion.htm].
[48]Voltaire, Traité sur la
Tolérance, cit, cap. 4° : "El furor que inspira el espíritu
dogmático".
[49] Ibíd., cap. 6°: "El
derecho de la intolerancia es pues absurdo y bárbaro: es el derecho de los
tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres sólo matan para comer, y
nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos".
[50]Ibíd., cap. 4°: "La
filosofía, la sola filosofía, esa hermana de la religión, ha desarmado manos
que la superstición había ensangrentado tanto tiempo; y la mente humana, al
despertar de su ebriedad, se ha asombrado de los excesos a que la había
arrastrado el fanatismo".
[51]El Diccionario filosófico se hace
cargo de la descripción de estos conceptos, dejando su sentido definitivo en la
implicitud. La voz "Fanatismo" así precisa el concepto: "es el
efecto de una conciencia falsa, que sujeta la religión a los caprichos de la
fantasía y al desconcierto de las pasiones" y agrega irónicamente que los
fanáticos no siempre pelean los "combates del señor", que "no
siempre asesinan reyes y príncipes; algunos de ellos son tigres, pero la
mayoría son zorros". Voltaire, Diccionario filosofico (Madrid, Temas de
Hoy, 1995), II, pp. 87 y 93. Está entredicho que el capricho de la fantasía es
el dogma religioso. La alusión al "desconcierto de las pasiones" es
notable, dado que una de las grandes quejas de los philosophes contra el
cristianismo es el ascetismo moral. La referencia a la conciencia falsa anuncia
que a ella no se aplica la libertad de conciencia moderna. La s.v.
"Superstición" es más críptica. Voltaire no da ningún tipo de
definición, sino que describe los modelos de conducta que calzan con el culto católico:
creencia en los milagros, las procesiones, devoción a los santos, etc. En este
cuadro, establece el vínculo de unión entre el fanático -el teórico del dogma-
y el supersticioso -el que lo practica-: "el supersticioso es al bribón lo
que el esclavo es al tirano. El supersticioso se deja gobernar por el fanático
y acaba por serlo también. La superstición nació en el paganismo, la adoptó el
judaísmo e infectó la Iglesia cristiana de los primitivos tiempos. […]. Hoy la mitad (protestante) de Europa cree que la otra mitad (la
católica) fue durante mucho tiempo
supersticiosa y lo es todavía".
Ibíd., p. 560.
[52]Un ejemplo, entre muchos. En el
Traité sur la Tolérance, cit, cap. 1°, nuestro filósofo afirma que "la
raison l'emporte à Paris sur le fanatisme, quelque grand qu'il puisse être, au
lieu qu'en province le fanatisme l'emporte presque toujours sur la
raison". En París, el círculo de los philosophes tenía seguidores en un
amplio sector de aristócratas, eclesiásticos y burgueses adinerados, incluso en
la Corte del Rey. Pero en las zonas rurales, fuertemente influidas por la vida
católica tradicional, esa influencia era minúscula en las masas. Esto no le
impide a Voltaire considerar el sentido utilitario que la religión tiene para
el vulgo, mientras no sean iluminados por los philosophes. A ello dedica el
cap. 20° del Traité sur la Tolérance que titula "S'il est utile
d'entretenir le peuple dans la superstition". Ahí afirma que "telle
est la faiblesse du genre humain, et telle est sa perversité, qu'il vaut mieux
sans doute pour lui d'être subjugué par toutes les superstitions possibles,
pourvu qu'elles ne soient point meurtrières, que de vivre sans religión.
L'homme a toujours eu besoin d'un frein […]".
[53]Ibíd., cap. 21°: "Cuanto
menos dogmas, menos disputas y cuanto menos disputas, menos desgracias".
[54] Ibíd., cap. 2°: "De sobra
se sabe todo lo que ha costado desde que los cristianos disputan sobre el
dogma: ha corrido la sangre, ya sea en los patíbulos ya en los campos de
batalla, desde el siglo IV hasta nuestros días".
[55] Ibíd., cap. 3°.
[56] Ibíd., cap. 4°.
[57] Ibíd.: La falsificación
histórica es notoria: "Irlanda, poblada y enriquecida, ya no verá a sus
ciudadanos católicos sacrificar a Dios, durante dos meses, a sus ciudadanos
protestantes".
[58]Ibíd., cap. 4°: "El gran
emperador Yung-Chêng, el más sabio y el más magnánimo que tal vez haya tenido
China, ha expulsado a los jesuitas; pero esto no lo hizo por ser intolerante;
fue, al contrario, porque lo eran los jesuitas".
[59]Ibíd., cap. 7°: "Si
l'intolérance a été connue des Grecs"; y cap. 8°: "Si les Romains ont
été tolérants".
[60]Voltaire se asoma a las dos
alternativas: los cristianos fueron los responsables de la persecución que
contra ellos inició el Imperio Romano porque eran intolerantes y además tales
persecuciones han resultado exageradas por las propias víctimas, quienes han
mentido. En este plano, la historia del heroísmo de los mártires cristianos se
le figura ridícula e inverosímil. Ibíd, cap. 9° "Des Martyrs" y cap.
10° "Du danger des fausses légendes et de la persécution". Es una
técnica reiterada de Voltaire el convertir sus suposiciones en hechos
históricos, con fórmulas como "no es verosímil que esto haya ocurrido
(luego no ocurrió) o se debe suponer esto (entonces realmente sucedió)".
[61] Ibíd., cap. 7°: "Los
pueblos de los que la historia nos ha dejado algunos débiles conocimientos han
considerado, todos, sus diferentes religiones como nudos que los unían: era una
asociación, tanto entre los dioses como entre los hombres […]. Cuando un extranjero llegaba a una ciudad, empezaba por adorar
a los dioses del país. Jamás se dejó de venerar a los dioses,
incluso a los de los enemigos [...]. Tal vez me equivoque; pero me parece que
de todos los antiguos pueblos civilizados, ninguno ha puesto trabas a la
libertad de pensar. Todos tenían una religión; pero me parece que la usaban con
los hombres del mismo modo que con sus dioses".
[62] Ibíd., 8°: "Entre los
antiguos Romanos, desde Rómulo hasta los tiempos en que los cristianos se
disputaron con los sacerdotes del imperio, no veréis un solo hombre perseguido
por sus sentimientos".
[63]"Il me
transporta dans un désert tout couvert d'ossements entassés [...]. Ceux-ci,
dit-il, sont les vingt-trois mille Juifs qui dansèrent devant un veau d'or,
avec les vingt-quatre mille qui furent tués sur des filles madianites. Le
nombre des massacrés pour des délits ou des méprises pareilles se monte à près
de trois cent mille./ Aux allées suivantes sont les charniers des chrétiens
égorgés les uns par les autres pour des disputes métaphysiques. Ils sont
divisés ce plusieurs monceaux de quatre siècles chacun. Un seul aurait monté
jusqu'au ciel; il a fallu les partager. —Quoi
m'écriai-je, des frères ont ainsi traité leurs frères, et j'ai le malheur
d'être de cette confrérie. —Voici, dit l'esprit, les douze millions
d'Américains tués dans leur patrie, parce qu'ils n'avaient pas été
baptisés. —Eh, mon Dieu! que ne laissiez-vous ces
ossements affreux se dessécher dans l'hémisphère où leurs corps naquirent, et
où ils furent livrés à tant de trépas différents? Pourquoi
réunir ici tous ces monuments abominables de la barbarie et du fanatisme? —Pour t'instruire. —Puisque
tu veux m'instruire, dis-je au génie, apprends-moi s'il y a eu d'autres peuples
que les chrétiens et les juifs à qui le zèle et la religion malheureusement
tournée en fanatisme aient inspiré tant de cruautés horribles. —Oui, me dit-il, les mahométans se
sont souillés des mêmes inhumanités, mais
rarement; et lorsqu'on leur a demandé amman, miséricorde, et qu'on leur a
offert le tribut, ils ont pardonné. Pour les autres nations, il n'y en a aucune
depuis l'existence du monde qui ait jamais fait une guerre purement de
religión". Voltaire, s.v. "Religión" del Dictionnaire
philosophique, cit. En el mismo sentido, el Traité sur la Tolérance, cap. 15°,
describe las disputas religiosas como "una enfermedad epidémica", una
"peste" irracional.
[64] Ibíd., cap. 5°: "Alemania
sería un desierto cubierto por los huesos de los católicos, de los
evangelistas, de los reformados, de los anabaptistas, que se habrían degollado
unos a otros, si la paz de Westfalia no hubiese procurado, por fin, la libertad
de conciencia".
[65] Ibíd., cap. 23°.
[66] Ibíd., cap. 11°.
[67]En el Traité sur la Tolérance se
resalta el rechazo a la verdad divina como revelada y salvífica. El moribundo
es una víctima de la violación de conciencia operada por un hombre religioso
que le impele a profesar en términos que resultan satíricos el dogma religioso
como condición de su salvación. Voltaire, Traité sur la Tolérance, cit., cap.
16°, Dialogue entre un mourant et un homme qui se porte bien En Ibíd., cap.
23°, se subraya la impostura del concepto de verdad divina como infalible.
[68] Ibíd., cap. 33°, p. 33.
"¡Que odien [los hombres] la tiranía ejercida sobre las almas como odian
el latrocinio que arrebata a la fuerza el fruto del trabajo y de la industria
pacífica!"
[69]Voltaire, s.v. "Liberté de
penser" del Dictionnaire philosophique, cit.: "--Boldmind: erais cien
veces más dichosos cuándo sufríais el yugo de los moros, que os dejaban tener
todas las supersticiones que queríais, y que a pesar de ser los vencedores no
se arrogaban el derecho de amarrar el corazón con cadenas. --Medroso: solo os
puedo decir que no se nos permite escribir, hablar ni pensar siquiera [...]. Me
han asegurado que la religión católica y romana se pierde si nos dejan pensar.
--Boldmind: Hay muchas religiones en el mundo, y todas os condenan si creéis en
vuestros dogmas, que los tienen por absurdos y por impíos; examinad pues
vuestros dogmas [...]. De vos depende aprender a pensar; atreveos a pensar que
es vergonzoso poner el alma en las manos de aquellos a quienes no confiarías el
dinero [...]. Los tiranos del pensamiento son los que han causado gran parte de
las desgracias del mundo [...]. Gozáis de la tranquilidad de los galeotes que
mueven los remos cadenciosamente y callando".
[70]En la época del Dictionnaire
philosophique, Voltaire ya ha radicalizado sus posturas filosóficas hasta negar
la inmortalidad del alma y el libre albedrío, adhiriendo a posiciones
deterministas. En su XIII Carta Filosófica declara que es imposible saber si el
alma es inmortal. "Hace mucho tiempo que los hombres discuten sobre la
naturaleza y la inmortalidad del alma humana. Es imposible demostrar la
inmortalidad del alma, pues aún discutimos sobre la naturaleza y hay que
conocer a fondo un ser creado para decir si es o no inmortal". Voltaire,
Cartas filosóficas, edición completa de la Biblioteca digital Ciudad Seva
en: http://www.ciudadseva.com/textos/otros/voltaire/carfilo/indice.htm. La
Carta 13ª en: http://www.ciu
dadseva.com/textos/otros/voltaire/carfilo/13.htm.
[71]Voltaire, Traité sur la
Tolérance, cit., cap. 6°: "El derecho humano no puede estar basado en
ningún caso más que sobre este derecho natural; y el gran principio, el
principio universal de uno y otro es, en toda la tierra: 'No hagas lo que no
quisieras que te hagan'. No se comprende, por lo tanto, según tal principio,
que un hombre pueda decir a otro: 'Cree lo que yo creo y lo que no puedes
creer, o perecerás'. Esto es lo que se dice en Portugal, en España, en
Goa".
[72]Voltaire, S.v.
"Consciencer" del Dictionnaire philosophique, cit.: "Nuestra
conciencia la inspira la época, el ejemplo, el temperamento y la reflexión. El
hombre nació sin ningún principio, pero con la facultad de recibir todos los
principios". Voltaire, s.v. Conciencia del Diccionario Filosófico, cit.,
I, p. 460. En loc. cit. el editor apunta acertadamente que "al negar las
ideas innatas y la moral religiosa porque es particularista e intolerante, los
ilustrados buscan los fundamentos universales de la moralidad no en los
contenidos de la mente sino en sus capacidades, es decir, en la razón y la
sensibilidad (cuyo ejercicio va siempre unido en los ideales del siglo XVIII),
lo que no resulta muy convincente pues deja sin explicar por qué se exigiría a
todos los hombres que consideraran estas capacidades más nobles, reprimiendo
otras como la agresividad, por ejemplo".
[73]"Alessandro Verri hablaba
de esos filósofos franceses que, si hubieran podido, habrían instituido la
Inquisición contra todos los que no eran de sus opiniones" Paul Hazard, El
Pensamiento europeo, cit. (n. 1), p. 363.
[74]Voltaire, Traité sur la
Tolérance, cit., cap. 18°: "Para que un gobierno no tenga derecho a
castigar los errores de los hombres, es necesario que tales errores no sean
crímenes: sólo son crímenes cuando perturban la sociedad: perturban la sociedad
si inspiran fanatismo; es preciso, por lo tanto, que los hombres empiecen por
no ser fanáticos para merecer la tolerancia".
[75]Ibíd.: "[...] No hay más
remedio que disolver su compañía y abolir a los jesuitas para convertirlos en
ciudadanos; lo cual, en el fondo, es un mal imaginario y un bien real para
ellos, porque ¿dónde está el mal de llevar chupa en lugar de sotana, de ser
libre en lugar de esclavo? Se licencia en tiempos de paz a regimientos enteros,
que no se quejan de ello: ¿por qué los jesuitas lanzan tales gritos cuando se
los disuelve para tener paz?".
[76]Ibíd.: "On en dira autant
des luthériens et des calvinistes. Ils auront beau dire: Nous suivons les
mouvements de notre conscience, il vaut mieux obéir à Dieu qu'aux hommes; nous
sommes le vrai troupeau, nous devons exterminer les loups; il est évident
qu'alors ils sont loups eux-mêmes [...]"
[77]Ibíd.: "Los judíos
parecerían tener más derecho que nadie a robarnos y matarnos [...] Dios les
ordenó a veces que matasen a los idólatras, exceptuando únicamente a las
jóvenes núbiles: nos consideran idólatras y, aunque los toleramos hoy día,
podrían muy bien, si ellos fuesen los amos, no dejar en el mundo más que a
nuestras hijas. [...]. Si los judíos razonasen así hoy día, es evidente que no
habría otra respuesta que condenarlos a todos a galeras".
[78]Guyon, Claude-Marie, L'oracle
des nouveaux philosophes: Pour servir de suite et d'éclaircissemen aux oeuvres
de M. de Voltaire, A. Berne, 1760-1765, 2 vols. Seguimos la versión española
titulada El Oráculo de los nuevos philosofos, M. Voltaire, impugnado y descubierto
en sus errores por sus mismas obras, traducida por Fr. Pedro Rodríguez Morzo
[el autor figura anónimo], Imprenta de Gabriel Ramírez, Madrid, 1769 (Vol. I) y 1770 (Vol. II).
[79] Ibíd., I, p. V.
[80] Ibíd., p. iii
[81]El volumen II es de naturaleza
teológica, y no entra directamente en nuestra consideración. Se impugan las
ataques volterianos contra la autenticidad de las Escrituras (pp. 1-73), la
inspiración divina en general (pp. 75- 101), y en particular en lo que se
refiere a la revelación mosaica (pp. 103-277).
[82] Ibíd., Conversa 1 y 2, pp. 5-16
y 17-70, especialmente en lo que respecta a la oscuridad de una religión
natural y de su idea de Dios.
[83] Ibíd., Conv. 3, pp. 71-100.
[84] Ibíd., Conv. 5, pp. 129-170
[85]Ibíd., Conv. 8, pp. 223-258.
Sentada las bases del método histórico volteriano, se evalúan algunas de sus
obras: El Siglo de Luis XIV (Conv. 9, pp. 259-294); Cándido o del optimismo
(Conv. 10, pp. 295-338). Se analiza también el método utilizado en el Compendio
del Eclesiastés (Conv. 11, pp. 339-356) y en el Cantar de los cantares (Conv.
12; pp. 357-382).
[86] Ibíd., Conv. 5, pp. 129-170
[87] Ibíd., Conv. 4, pp. 101-128.
[88] Ibíd., Conv. 6, pp. 171-206.
[89]Diderot, Denis - D'Alambert,
Jean le Rond, Encyclopédie o Dictionnaire raisonné des sciencies, des arts et
des métiers (junio de 1751 a diciembre de 1765), edición digital completa de
Flammarion - Le Monde: [http://diderot.alembert.free.fr/].
Aparte de los dos editores Denis Diderot (1713-1784) y Jean Rond d'Alembert
(1717-1783), colaboraron en la obra, entre otros, André François le Breton
(1708-1789), Étienne Bonnot, abate de Condillac (1714-1780), Paul Henri Thiry,
Barón de Holbach (1723-1789), el chevalier Louis de Jaucourt (1704-1779), Anne
Robert Jacques Turgot, Barón de Laune (1727-1781), Nicolas Antoine Boulanger
(1722-1759), Voltaire, Rousseau y Montesquieu. Sobre la historia de la
elaboración de la Enciclopedia: Blom, Philipp, Encyclopédie. El triunfo de la
razón en tiempos irracionales. Historia de la elaboración de la Enciclopedia
(1751-1780) (Barcelona, Anagrama, 2007). Sobre los enciclopedistas y las
corrientes filosóficas aportadas: Granada, M. A. - Rius, R. - Schiavo, P.
(editores), Filósofos, filosofía y filosofías en la Encyclopédie de Diderot y
d'Alembert (Barcelona, Publicacions i Edicions Univ. Barcelona, 2009).
[90]Diderot, Denis -
D'Alambert, Jean le Rond, Encyclopédie o Dictionnaire raisonné des sciencies,
des arts et des métiers, cit., s.v. Liberté [http://diderot.alembert.free.fr/L.html]. El artículo es de Louis de
Jaucourt (1704-1779) y el orden enciclopédico lo califica como
"Morale".
[91]Ibíd.: "La libertad reside
en el poder que un ser inteligente tiene de hacer lo que quiera, conforme a su
propia determinación".
[92]Como acabamos de referir, la
s.v. general Liberté es clasificada como materia "Morale".
[93]Ibíd.: La clasificación es
nuestra. "Las verdades [...] que son evidentes [...] arrastran nuestro
entendimiento y no nos dejan libertad alguna […] Pero cuando la evidencia disminuye, la libertad vuelve por sus
derechos que se regulan de acuerdo a los grados de claridad o de oscuridad de
aquella. Los bienes y los males son los principales objetos de la libertad.
Ella no se extiende, por tanto, a las nociones generales de bien y de mal
[...], pero en lo que se trata de detalles, nuestra libertad tiene un vasto
campo y podemos nosotros determinar el bien de lados diferentes, siguiendo las
circunstancias y los motivos".
[94]Ibíd., s.v. Liberté naturelle [http://diderot.alembert.free.fr/L.html]. El
artículo es de Louis de Jaucourt (1704-1779). El orden enciclopédico califica
la materia como "Droit naturel".
[95]Ibíd., s.v. Liberté de penser
en: [http://diderot.alembert.free.fr/L.html]. El
artículo se califica como "Morale".
[96]Ibíd., s.v. Tolérance [http://diderot.alembert.free.fr/T.html]. El
artículo es de Jean-Edme Romilly (1739-1779). La materia se califica como
"Théolog. Morale, Politiq.".
[97]Ibíd., s.v. Intólerance [http://diderot.alembert.free.fr/I.html]. El
artículo es de Denis Diderot (1713-1784). Se califica como "Morale".
[98]Ibíd., s.v. Intolérant [http://diderot.alembert.free.fr/I.html]. El
artículo es de Louis de Jaucourt. Se califica como "Morale".
[99]Ibíd., s.v. Libertes de l'eglise
gallicane [http://diderot.alembert.free.fr/L.html]. El
artículo es de Louis de Jaucourt. Se califica como "Jurisp.".
[100]Ibíd.,
s.v. Liberté naturelle, cit.: "El primer estado que el hombre adquiere por
la naturaleza y que se estima como el más precioso de todos los bienes que él
pueda poseer, es el estado de libertad; no puede ni sustituirse ni venderse ni
perderse, porque naturalmente todos los hombres nacen libres, es decir, no
están sometidos al poder de un maestro ni a persona alguna que sobre ellos
ejerza un derecho de propiedad [...].".
[101]
Ibíd.
[102]Para
la Encyclopédie, la libertad de pensar tiene dos sentidos: uno general y otro
limitado. El primero significa "esa generosa fuerza de espíritu que liga
nuestra persuasión únicamente a la verdad". El segundo, es el resultado
del "examen libre y exacto" de lo que se nos propone como verdad,
propia de los "espíritus fuertes": "Ces termes, liberté de
penser, ont deux sens; l'un général, l'autre borné. Dans le premier ils signifient cette généreuse force
d'esprit qui lie notre persuasion uniquement à la vérité. Dans le second, ils
expriment le seul effet qu'on peut attendre, selon les esprits forts, d'un
examen libre et exact, je veux dire, l'inconviction". Ibíd.
[103]"La
véritable liberté de penser tient l'esprit en garde contre les préjugés et la
précipitation. Guidée par cette sage Minerve, elle ne donne aux dogmes qu'on
lui propose, qu'un degré d'adhésion proportionné à leur degré de
certitude". Ibíd.: "La verdadera libertad de pensar tiene el espíritu
en guardia contra los prejuicios y la precipitación. Guiada por esta sabia
Minerva no da a los dogmas que le proponen, más que el grado de adhesión
proporcionada a su grado de certidumbre".
[104]Particularmente
Collins, Anthony, A Discourse of Freethinking, Occasioned by the Rise and
Growth of a Sect called Freethinkers 1713 [La edición del año impresa en
Londres se encuentra íntegra en http://books.google.es/books?id=lUsJAAAAQAAJ]. Una discusión acerca del
pensamiento de Collins respecto de Dios, en Benítez, Miguel, Anthony Collins
revisitado: deísmo, panteísmo y ateísmo en los tiempos modernos, en Daimon.
Revista de Filosofía, de la Universidad de Murcia, 41 (2007), pp. 25-40.
[105]Especialmente
Paine, Thomas, The Age of Reason, Being an Investigation of True and Fabulous
Theology (1794, 1795 y 1807, New York, Philip Sheldon Foner, 1974), donde se
enfrenta, con un lenguaje panfletario, contra la religión cristiana, cuyo
dogmatismo oprime a la razón y a la libertad [Existe una cuidada versión
digital de acuerdo a la edición canónica de Philip S. Foner: parte 1ª: [http://www.thomas
paine.org/Archives/AOR1.html] y parte 2ª: http://www.thomaspaine.org/Archives/AOR2.html].
Sobre la libertad de conciencia en Paine, Pisarello, Gerardo, Vindicación de
Thomas Paine, en Revista de Estudios Políticos, 105 (Madrid, 1999), pp.
233-263, particularmente pp. 247-250.
[106]Es
lo que con agudeza sugiere Clemente XIII en su encíclica Ut primum del 3 de
septiembre de 1759, donde devela el sentido anti-cristiano de la Encyclopédie
[El documento se encuentra reproducido en su edición facsimil original por el
servicio de documentación de Wikisource: http://fr.wikisource.org/wiki/Encyclique_du_pape_Cl%C3%A9ment_XIII].
[107]"Le
traité de la liberté de penser, de Collins, passe parmi les inconvaincus, pour
le chef-d'oeuvre de la raison humaine; et les jeunes inconvaincus se cachent
derriere ce redoutable volume, comme si c'étoit l'égide de Minerve. On y abuse
de ce que présente de bon ce mot, liberté de penser, pour la réduire à
l'irreligion ; comme si toute recherche libre de la vérité, devoit
nécemessairement y aboutir". Diderot, Denis - D'Alambert, Jean le Rond,
Encyclopédie, s.v. Liberté de penser, cit.: "El tratado de la libertad de
pensamiento de Collins pasa entre los incrédulos, como la obra maestra de la
razón humana, y los jóvenes incrédulos se ocultan bajo este temible volumen,
como si se tratara de la égida de Minerva. Se abusa así de lo bueno que tiene
la palabra libertad de pensamiento para reducirla a la irreligión, como si toda
búsqueda libre de la verdad, debiera necesariamente desembocar en tal
resultado".
[108]Ibíd.:
"El supuesto de lo que se debe probar es saber si el distanciamiento de
las opiniones generalmente recibídas es un carácter distintivo de una razón
sometida a la sola evidencia. [La respuesta es afirmativa]. La pereza y el
respeto ciego por la autoridad no son más que trabas del espíritu humano".
[109]Ibíd.:
"Estoy lejos de concluir que el tribunal de la razón no pueda fallar al
decidir sobre materias que son competencia de la fe. Dios no ha abandonado a
nuestras discusiones los misterios que, sometidos a la especulación, no parecen
más que absurdos. En el orden de la Revelación, ha puesto barreras insalvables
a todos nuestos esfuerzos ; ha marcado un punto donde la evidencia cesa de
lucir para nosotros y ese punto es el término de la razón ; más allá donde
termina, comienza la fe, que tiene derecho de exigir del espíritu un perfecto
asentimiento sobre las cosas que él no comprende ; mas esta sumisión a la
fe de la razón ciega, no hace temblar sus fundamentos ni invierte los límites
del conocimiento".
[110]Ibíd.:
"Pero la religión que constituye el honor del hombre y lo que nos
distingue de los brutos, no es también a menudo aquello por lo que los hombres
parecen los menos razonables?"
[111]Ibíd.:
"La libertad de conciencia reúne todas sus fuerzas contra los prejuicios
religiosos que la educación de nuestra infancia nos ha inculcado, que
deshacemos muy difícilmente y de los que siempre queda algún trazo aún cuando
estemos distantes de ellos".
[112]"Mais
les idées qu'elle s'est faites sur la religion, sont d'une espece respectable
pour elle; rarement ose-t-elle les examiner; et l'impression que ces préjugés
ont faite sur l'homme encore enfant, ne périt communément qu'avec lui".
Ibíd.: "Las ideas que él (el hombre común) se hace de la religión son
siempre dignas de respeto, raramente osa examinarlas, y la impresión que esos
prejuicios causan en el hombre aún niño, no perecen normalmente más que con
él":
[113]Ibíd.:
"La esencia del crimen consiste en la intención directa de actuar contra
sus propias luces, de hacer aquello que sabe que está mal, de ceder a las
pasiones injustas y de perturbar a propósito las leyes del orden que nos son
conocidas; en una palabra, toda la moralidad de nuestras acciones está en la
conciencia, en el motivo que nos hace actuar".
[114]Bello,
Eduardo, Tolerancia, verdad y libertad de conciencia en el siglo XVIII, en
Isegoría, 30 (Madrid, 2004), p. 132.
[115]Diderot,
Denis - D'Alambert, Jean le Rond, Encyclopédie, s.v. Tolérance, cit. :
"Lo vemos todos los días: no es la verdad tan clara que esté a prueba de
contradicciones; no hay sistema al que no se le puedan oponer objeciones, a
menudo tan fuertes como las razones que la defienden. Lo que es simple y
evidente para uno, es falso e incomprensible para otros".
[116]"[…] sans lesquelles (la tolerancia) on ne verroit sur la terre que
troubles et dissentions". Ibíd.
[117]"On
peut compter sans doute plusieurs sources de nos discordes […] mais comme c'est sur-tout en matiere de sentiment et de
religion, que les préjugés destructeurs triomphent avec plus d'empire, et des droits plus
spécieux, c'est aussi à les combattre que cet article est destiné". Ibíd.:
"Se pueden contar muchas causas de nuestras disensiones […] pero como es sobre todo en materia de sentimientos y de religión que los perjuicios destructores triunfan con más fuerza, es a
combatirlos a ellos que este artículo está destinado".
[118]Se
refiere a la Iglesia Católica que no nombra en este pasaje, pero que designa
con caracteres inequívocos, personificando en Ella la intolerancia. Con los más
negros tintes pinta Romilly la intolerancia religiosa práctica -fautora de
todos los crímenes habidos y por haber-: "Les crimes les plus atroces, les
parjures, les calomnies, les trahisons, les parricides; tout est justifié par
la cause, tout est sanctifié par le motif, l'intérêt de l'Eglise, la nécessité
d'étendre son regne, et de proscrire à tout prix ceux qui lui résistent,
autorise et consacre tout [...]. La religion donnée aux hommes pour les unir et
les rendre meilleurs, devient le prétexte même de leurs égaremens les plus
affreux; tous les attentats commis sous ce voile sont désormais
légitimes". Ibíd.:
[119]Ibíd.:
"Es en medio de las tinieblas de la superstición y de la ignorancia que
ella [la Iglesia] ama dispensar sus golpes y derramar sus dogmas impuros; es
entonces, en la hora del desprecio de los derechos de la conciencia y de la
razón, cuando ella ejerce impunemente el despotismo y la intolerancia, y
gobierna sus súbditos con un bastón de hierro; si la honestidad osa elevar su
s.v., el temor la acalla".
[120]"De
tous les moyens qu'on emploie pour arriver à quelque but, la violence est
assurément le plus inutile et le moins propre à remplir celui qu'on se propose.
Quel est donc le but des persécuteurs? De convertir ceux qu'ils tourmentent; de
changer leurs idées et leurs sentimens pour leur en inspirer de contraires; en
un mot, de leur donner une autre conscience, un autre entendement. Mais quel rapport
y a-t-il entre des tortures et des opinions? Ce qui me paroît clair, évident,
me paroîtra-t-il faux dans les souffrances? Une proposition que je vois comme
absurde et contradictoire, sera-t-elle claire pour moi sur un échafaud? Est-ce,
encore une fois, avec le fer et le feu que la vérité perce et se
communique?". Ibíd.: "De todos los medios que se emplean para arribar
a alguna meta, la violencia es seguramente la más inútil y la menos propia para
alcanzar aquello que se propone. ¿Cuál es la meta de los perseguidores?
Convertir a los que se fueron, cambiar sus ideas y sentimientos para
inspirarles los contrarios; en una palabra, darles otra conciencia, otro
entendimiento [...]. ¿Qué relación hay entre las torturas y las opiniones? Lo
que me parece claro, evidente, me parecerá falso en los sufrimientos? Una
proposición que yo veo como absurda y contradictoria, será clara para mi bajo
el cadalso? Una vez más, ¿es con el hierro y con la hoguera que la verdad
taladrada se comunica?".
[121]Ibíd.:
"Si yo enfrento los tormentos y la muerte para conservar aquello que me es
más precioso que la vida, los derechos de mi conciencia y de mi libertad, que
veis en mi perseverancia que amerite vuestra indignación?".
[122]Ibíd.:
"Se renueva para el Dios de los cristianos el culto abominable de Saturno
y de Moloch, la audacia y el fanatismo triunfante, y la tierra ve con horror a
sus monstruos deificados".
[123]Ibíd.:
"Nosotros predicamos la tolerancia práctica y no la especulativa; se
siente la diferencia que hay entre tolerar una religión y aprobarla. Nosotros
reenviamos a los lectores curiosos a profundizar esta materia en el comentario
filosófico de Bayle, en donde según nosotros, ese bello genio se supera a sí
mismo".
[124]"La
intolerancia eclesiástica consiste en mirar como falsa toda otra religión que
no sea la que se profesa y en demostrarlo por todos los medios, sin retroceder
ante ningún terror, ante ningún respeto humano, incluso ante el evento de
perder la vida". Ibíd., s.v. Intólerance, cit.
[125]"L'intolérance
civile consiste à rompre tout commerce et à poursuivre, par toutes sortes de
moyens violens, ceux qui ont une façon de penser sur Dieu et sur son culte,
autre que la nôtre". Ibíd.: "La intolerancia civil consiste en romper
todo vínculo y en perseguir, por toda suerte de medios violentos, a aquellos
que tienen una manera de pensar sobre Dios y sobre su culto, distinta que la nuestra".
[126]"Los
errores especulativos son indiferentes al Estado; la diversidad de opiniones
regenera siempre a seres tan imperfectos como los hombres; la verdad produce
las herejías como el sol las impurezas y las manchas". Ibíd., Tolérance,
cit.
[127]Bello,
Eduardo, cit. (n. 114), p. 130
[128]"Le
mot intolérance s'entend communément de cette passion féroce qui porte à haïr et
à persécuter ceux qui sont dans l'erreur". Diderot, Denis - D'Alambert,
Jean le Rond, Encyclopédie, s.v. Intólerance, cit.: "La palabra
intolerancia se entiende comúnmente de esa pasión feroz que odia y persigue a
aquellos que están en el error".
[129]"La
religión sirve de pretexto a esta injusta tiranía, porque no puede sufrir una
manera de pensar diferente de la suya, mientras la verdadera fuente viene de la
obcecación, de la presunción y de la maldad del corazón humano. Es tan grande
esta maldad, que todo hombre de letras, que busque aquí el reposo, debe sin
cesar rogar a Dios, para hallar gracia de parte de los intolerantes".
Ibíd., s.v. Intolérant, ed. cit.
[130]"Mais
que de maux, que de divisions n'entraîne pas dans un état la multiplicité de la
religion? Mais que de maux, que de divisions n'entraîne pas dans un état la
multiplicité de la religion? L'objection se tourne en preuve contre vous,
puisque l'intolérance est elle-même la source de ces malheurs; car si les
partis différens s'accordoient un mutuel support, et ne cherchoient à se
combattre que par l'exemple, la régularité des moeurs, l'amour des loix et de
la patrie [...] l'harmonie et la paix régneroient bien-tôt dans l'état, malgré
la variété d'opinions, comme les dissonnances dans la musique ne nuisent point
à l'accord total". Ibíd.: "¿Qué hay de malo para un Estado en la
división que entraña la diversidad de religiones? La objeción se vuelve contra
vos, porque la intolerancia es ella misma la fuente de los males; porque si los
partidos diferentes se acordaran un mutuo respeto, y no buscaran combatirse más
que por el ejemplo; la regularidad de las costumbres, el amor a las leyes y a
la patria [...] la armonía y la paz reinarían en el estado, entre la variedad
de opiniones, como las disonancias en la música no dañan el acuerdo
total".
[131]Ibíd.,
s.v. Intólerance, cit. "Hay circunstancias en las que se está tan fuertemente
persuadido del error como de la verdad. Esto no puede ser contestado más que
por quien no ha estado jamás sinceramente en el error". Con un giro
análogo, proclama Romilly: "On n'adopte point l'erreur comme erreur; on
peut quelquefois y persévérer à dessein par des motifs intéressés, et c'est
alors qu'on est coupable. Mais je ne conçois pas ce qu'on peut reprocher à
celui qui se trompe de bonne foi, qui prend le faux pour le vrai sans qu'on
puisse l'accuser de malice ou de négligence". Ibíd., s.v. Tolérance, cit.
"Uno no adopta el error como error; si algunas veces persevera en ellos
por motivos de interés nos hacemos culpables, pero no conozco a nadie que se
haya engañado de buena fe, que haya tomado lo falso por lo verdadero sin que se
le pueda acusar de malicia o negligencia".
[132]Ibíd.:
"Si vuestra verdad me proscribe, mi error que yo tomo por verdad, os
proscribirá".
[133]Ibíd.:
"Cesad de sed violentos, o cesad de reprochar violencia a los paganos y a
los musulmanes".
[134]"La
religión se persuade y no se manda. El hombre debe ser libre en la elección de
su culto; la persecución hace odioso a Dios". Ibíd.:
[135]Una
de las ideas que rondan la Carta sobre los ciegos para uso de los que ven de
Diderot, en un estilo literario caracterizado por amplias figuras y metáforas,
es que la labor de los philosophes consiste en "hacer caer el velo de los
ojos" con "todas sus consecuencias". Diderot, Carta sobre los
ciegos para uso de los que ven (Valencia, Fundación Once y editorial Pre-Textos,
2002), p. 9. Los ciegos no ven porque no pueden usar la vista. Tocan sin
conocer. En su aplicación religiosa esto significa que no quieren usar su
razón. Más adelante precisa: "Tampoco se corresponde mejor nuestra
metafísica con la suya [la de los ciegos]. ¡Cuántas cosas que son principios
para ellos se nos antojan a nosotros absurdas!, y recíprocamente. Podría entrar
aquí en unos detalles que os divertirían, sin duda, pero que algunas personas a
quienes todo les parece criminal no dudarían en acusar de irreligión; como si
dependiera de mí hacer que los ciegos percibieran las cosas de manera distinta
a como las perciben". Ibíd.,
p. 20.
[136]Diderot, Denis -
D'Alambert, Jean le Rond, Encyclopédie, s.v. Tolérance, cit. "La
razón humana no tiene una medida precisa y determinada, lo que es evidente para
uno frecuentemente es oscuro para otro; la evidencia, como se sabe, no es más
que una cualidad relativa que proviene, o de la claridad bajo la cual vemos los
objetos, o de las relaciones que ellos tienen con nuestros órganos, o de otra
causa. De suerte que un tal grado de luz suficiente para convencer a uno, es
insuficiente para convencer a otro, sea porque el espíritu es menos vivo, o ha
sido diferentemente afectado. De donde se deduce que no existe ningún derecho
para imponer a su razón una regla ni pretender someter a nadie a sus opiniones
[...]. Es pues claro que tenemos nuestra manera de ver y de sentir, que depende
bien poco de nosotros. La educación, los prejuicios, los objetos que nos rodean
y miles de causas secretas, influyen sobre nuestros juicios y los modifican
hasta el infinito".
[137]"Combien
de fois j'ai cru voir le vrai, où dans la suite j'ai reconnu le faux? combien
j'en ai condamné, dont j'ai depuis adopté les idées?". Ibíd.:
"Cuantas veces he creído ver la verdad, y cuando la he seguido he
reconocido el error? Cuantas veces he condenado aquellas ideas que después he
adoptado?":
[138]"El
mundo moral es aún más variado que el físico, y los espíritus se parecen menos
que los cuerpos. Tenemos, es verdad, principios comunes en torno a los que
llegan a algunos acuerdos; pero esos primeros principios son muy pocos, y las
consecuencias que se derivan son siempre menos claras en la medida en que se
alejan de ellos, como las aguas que se enturbian al distanciarse de la
fuente". Ibíd.
[139]Ibíd.,
s.v. Tolérer. "Tolerar, sufrir, permitir. Tolerar no se dice más que de
las cosas malas, o que uno cree tales; permitir se dice para el bien y el
mal".
[140]Un
pasaje entre otros del artículo Tolérance: "mille chemins conduisent à
l'erreur, un seul mene à la vérité: heureux qui sait le reconnoître! Chacun
s'en flatte pour son parti, sans pouvoir le persuader aux autres; mais si dans
ce conflit d'opinions, il est impossible de terminer nos différends, et de nous
accorder sur tant de points délicats, sachons du-moins nous rapprocher et nous
unir par les principes universels de la tolérance et de l'humanité, puisque nos
sentimens nous partagent, et que nous ne pouvons être unanimes. Qu'y a-t-il de
plus naturel que de nous supporter mutuellement?". Ibíd., s.v. Tolérance,
cit.: "Mil caminos conducen al error, uno solo lleva a la verdad: feliz el
que sepa reconocerla! Cada uno se halaga en su partido, sin poder persuadir a
los otros; pero si en el conflicto de opiniones, es imposible terminar con
nuestras diferencias, y de nuestro acuerdo sobre tantos puntos delicados,
sabemos al menos aproximarnos y unirnos por los principios universales de la
tolerancia y de la humanidad, porque compartimos nuestros sentimientos en
aquello que no podemos ser unánimes. ¿Qué hay de más natural que soportarnos
mutuamente?".
[141]Romilly
afirma al respecto: "mais ne confondez point avec ces coupables ceux qui
ne vous demandent que la liberté de penser, de professer la croyance qu'ils
jugent la meilleure, et qui vivent d'ailleurs en fideles sujets de
l'état". Ibíd.: "No se debe confundir con los culpables aquellos que
no demandan sino la libertad de pensar, de profesar la creencia que se juzge
mejor y que vivan además como fieles súbditos del Estado". "Je ne
crois pas qu'on m'oppose l'objection si souvent foudroyée, que la véritable
Eglise étant seule en droit d'employer la violence et la contrainte, les
hérétiques ne pourroient sans crime agir pour l'erreur, comme elle agit pour la
vérité ; un sophisme si puérile porte avec lui sa réfutation; qui ne voit en
effet qu'il est absurde de supposer la question même, et de prétendre que ceux
que nous appellons hérétiques se reconnoissent pour tels, se laissent
tranquillement égorger et s'abstiennent de représailles?". Ibíd.: "No
creo que se me pueda oponer la objeción frecuentemente refutada, de que sólo la
verdadera Iglesia tiene el derecho de emplear la violencia y la cohibición, y
los herejes no podrían sin crimen actuar por error, como ella actúa por la
verdad; un sofisma tan pueril trae en sí mismo su refutación. ¿Quién no ve, en
efecto, que es absurdo suponer la cuestión misma, y pretender que aquellos que
llamamos heréticos se reconocen por tales, y se dejan tranquilamente degollar y
se abstienen de represalias?"
[142]Ibíd.:
"¿Por qué pretender una perfección incompatible con nuestra naturaleza? La
diversidad de sentimientos subsistirá siempre entre los hombres; la historia
del espíritu humano es una prueba contínua, y el proyecto más quimérico sería
reducir a los hombres a una uniformidad de opiniones. Entretanto, se me dirá,
el interés político exige que se establezca esta uniformidad; que se proscriba
con cuidado todo sentimiento contrario a los sentimientos recibídos en el
Estado; es decir, es necesario limitar al hombre para que no sea más que un
autómata, instruirlo con opiniones estables desde su nacimiento, sin que jamás
ose examinarlas, ni profundizarlas; que respete servilmente los prejuicios más
bárbaros, tales como aquellos que nosotros combatimos".
[143]La
mirada despreciativa hacia la religión se hace patente en Voltaire, que
presenta en negativo la fotografía que en positivo hace la Encyclopédie sobre
la necesidad del escepticismo religioso. Véase, por ejemplo, el siguiente
pasaje de su Discurso sobre la libertad citado en el artículo Liberté de penser
de la Encyclopédie, cit.: "Il le croyoit donc libre? Oui, sans doute; et
lui-même Dément à chaque pas son funeste système/ Il mentoit à son coeur, en
voulant expliquer Le dogme absurde à croire, absurde à pratiquer/ Il reconnoît
en lui le sentiment qu'il brave; Il agit, comme libre, et parle comme
esclave".
[144]"Nos
libertés [...] se rapportent néanmoins à deux maximes fondamentales. La
premiere, que le pape et les autres supérieurs ecclésiastiques n'ont aucun
pouvoir direct ni indirect sur le temporel de nos rois, ni sur la jurisdiction
séculiere. La seconde, que la puissance du pape, par rapport au spirituel,
n'est point absolue sur la France, mais qu'elle est bornée par les canons et
par les coutumes qui sont observés dans le royaume; desorte que ce que le pape
pourroit ordonner au préjudice de ces regles, est nul". Ibíd., s.v.
"Libertes de l'eglise gallicane", cit.: "Nuestras libertades nos
traen dos máximas fundamentales: la primera, que el papa y los otros superiores
eclesiásticos no tienen ningún poder directo ni indirecto en materia temporal
sobre nuestros reyes ni sobre la jurisdicción secular. Segundo, que el poder
del papa, en materia espiritual, no es absoluto en Francia, porque está
limitado por los cánones y por las costumbres observadas en el reino; de suerte
que aquello que el papa podría ordenar en perjuicio de esas reglas es
nulo".
[145]En
el texto completo, que a continuación transcribimos, se confunde la conversión
forzada -siempre ilícita- con la defensa temporal de la fe ante los ataques
también temporales de quienes desean exterminarla: "Mais, direz-vous
encore, le prince est le défenseur de la foi; il doit la maintenir dans toute
sa pureté, et s'opposer avec vigueur à tous ceux qui lui portent atteinte; si
les raisonnemens, les exhortations, ne suffisent pas ; ce n'est pas en vain
qu'il porte l'épée, c'est pour punir celui qui fait mal, pour forcer les
rébelles à rentrer dans le sein de l'Eglise. Que veux-tu donc, barbare? Égorger
ton frere pour le sauver? Mais Dieu t'a-t-il chargé de cet horrible emploi,
a-t-il remis entre tes mains le soin de sa vengeance? D'où sais-tu qu'il
veuille être honoré comme les démons? Va, malheureux, ce Dieu de paix desavoue
tes affreux sacrifices; ils ne sont dignes que de toi". Ibíd., s.v.
Tolérance, cit. "Pero me diréis que el principio es la defensa de la fe;
que debe mantenerse en toda sus pureza y oponerse con vigor a todos aquellos
que la quieren herirla. Si los razonamientos, las exhortaciones no son
suficientes … (no se puede) forzar a los
rebeldes a volver al seno de la Iglesia [...]. Ese Dios de paz condena tus
horribles sacrificios; ellos no son dignos más que de ti".
[146]"Uno
no reducirá la cuestión a su verdadero punto si no se distingue primero el
Estado de la iglesia y el sacerdote del magistrado. El Estado o la república
tiene por objeto la conservación de sus miembros, la protección de su libertad,
de su vida, de su tranquilidad, de sus posesiones, de sus privilegios; la
Iglesia al contrario es una sociedad, cuya meta es la perfección del hombre y
la salud del alma. El soberano mira sobre todo a la vida presente; la Iglesia
mira sobre todo y directamente a la vida por venir. Mantener la paz en la
sociedad contra todos aquellos que quieren acarrearle un daño, es el deber y el
derecho del soberano; más su derecho expira donde comienza el reino de la
conciencia". Ibíd.
[147]"Las
dos jurisdicciones deben siempre estar separadas; ellas no pueden usurparse
recíprocamente, pues el resultado es de males infinitos". Ibíd.
[148]"Le
salut des ames n'est confié au magistrat ni par la loi révélée, ni par la loi
naturelle, ni par le droit politique. Dieu n'a jamais commandé que les peuples
fléchissent leur conscience au gré de leurs monarques, et nul homme ne peut
s'engager de bonne foi à croire et à penser comme son prince l'exige. Nous
l'avons déja dit: rien n'est plus libre que les sentimens; nous pouvons
extérieurement et de bouche acquiescer aux opinions d'un autre, mais il nous
est aussi impossible d'y acquiescer intérieurement et contre nos lumieres, que
de cesser d'être ce que nous sommes [...], mais la religion se persuade et ne
se commande pas". Ibíd.: "La salud de las almas no ha sido confiada
al magistrado ni por ley revelada ni por ley natural, no por le derecho
político. Dios no ha ordenado jamás que los pueblos doblen su conciencia según
el gusto de sus monarcas, y ningún hombre puede creer de buena fe y pensar que
su príncipe lo exije. Ya lo hemos dicho: nada es más libre que los
sentimientos; podemos exteriormente y de boca para afuera asentir a las
opiniones de otro, pero es imposible asentir interiormente y contra nuestras
luces sin cesar de ser lo que somos. (Por eso) la religión se persuade y no se
ordena".
[149]Ibíd.:
"Cristo ha dicho: mi reino no es de este mundo; y vosotros, sus
discípulos, queréis tiranizar ese mundo!".
[150]"Au
reste il nous paroît inutile d'opposer aux intolérans les principes de
l'Evangile, qui ne fait qu'étendre et développer ceux de l'équité
naturelle". Ibíd., s.v. Tolérance, cit.: "Parece inútil oponer a los
intolerantes los principios del Evangelio, que no hace más que ampliar y desenvolver
la equidad natural".
[151]Ibíd.,
s.v. Tolerance, cit.
[152]"Dans
une matiere aussi délicate, je ne marcherai point sans autorité ; et dans
l'exposition de quelques principes généraux, on verra sans peine les
conséquences qui en découlent. I. Donc on ne réduira jamais la question à son
véritable point, si l'on ne distingue d'abord l'état de l'église etle prêtre du
magistrat. L'état ou la république a pour but la conservation de ses membres,
l'assurance de leur liberté, de leur vie, de leur tranquillité, de leurs
possessions et de leurs privileges: l'Eglise au contraire est une société, dont
le but est la perfection de l'homme et le salut de son ame. Le souverain
regarde sur-tout la vie présente: l'Eglise regarde sur-tout & directement
la vie à venir. Maintenir la paix dans la société contre tous ceux qui
voudroient y porter atteinte, c'est le devoir et le droit du souverain; mais
son droit expire où regne celui de la conscience: ces deux jurisdictions
doivent toujours être séparées; elles ne peuvent empiéter l'une sur l'autre,
qu'il n'en résulte des maux infinis". Ibíd. ("En una materia tan
delicada, yo no jarcharía sin autoridad; y en la exposición de
algunosmprincioios geherales se verá sin esfuerzo las consecuencias que se
deslizan. I. Uno no reducirá la cuestión a su verdadero punto si no se
distingue primero el estado de la iglesia y el sacerdote del magistrado. El
estado o la república tiene por objeto la conservación de sus miembros, la
protección de su libertad, de su vida, de su tranquilidad, de sus posesiones,
de sus privilegios; la Iglesia al contrario es una sociedad, cuya meta es la
perfección del hombre y la salud del alma. El soberano mira sobre todo a la
vida presente; la Iglesia mira sobre todo y directamente a la vida por venir.
Mantener la paz en la sociedad contra todos aquellos que quieren acarrearle un
daño, es el deber y el derecho del soberano; más su derecho expira donde el
reino comienza el reino de la conciencia. Las dos jurisdicciones deben siempre
estar separadas; ellas no pueden usurparse recíprocamente, pues el resultado es
de males infinitos").
[153]La
Encyclopédie dice: "la salud de las almas no ha sido encomendada al
magistrado", de lo que deduce que el Estado no es competente en materia
religiosa. Pero a reglón seguido agrega el principio general de inspiración
rousseauniana de que "nada es más libre que los sentimientos"y que la
"religión persuade pero no ordena" porque de lo contrario se atenta
contra nuestra personalidad, con lo que se excluye la autoridad magisterial de
la Iglesia respecto del poder político. He aquí el texto que debe leerse con
gran detención para captar todo su sentido: "II. En effet le salut des
ames n'est confié au magistrat ni par la loi révélée, ni par la loi naturelle,
ni par le droit politique. Dieu n'a jamais commandé que les peuples fléchissent
leur conscience au gré de leurs monarques, et nul homme ne peut s'engager de
bonne foi à croire et à penser comme son prince l'exige. Nous l'avons déja dit:
rien n'est plus libre que les sentimens ; nous pouvons extérieurement et de
bouche acquiescer aux opinions d'un autre, mais il nous est aussi impossible
d'y acquiescer intérieurement et contre nos lumieres, que de cesser d'être ce
que nous sommes [...] mais la religion se persuade et ne se commande pas"
Ibíd.: ("II. En efecto, la salud de las almas no ha sido confiada al
magistrado ni por ley revelada ni por ley natural, no por le derecho político.
Dios no ha ordenado jamás que los pueblos doblen su conciencia según el gusto
de sus monarcas, y ningún hombre puede creer de buena fe y pensar que su
príncipe lo exige. Ya lo hemos dicho: nada es más libre que los sentimientos; podemos
exteriormente y de boca para afuera asentir a las opiniones de otro, pero es
imposible asentir interiormente y contra nuestras luces sin cesar de ser lo que
somos. (Por eso) la religión se persuade y no se ordena").
[154]Ibíd.:
"V. A esos principios, se nos puede oponer el inconveniente que resulta de
la multiplicidad de religiones y las ventajas de la uniformidad de creencias en
un estado. Nosotros respondemos primero con el autor del Espíritu de las leyes:
"[...] la grandeza del genio consiste en saber en cuales casos es
necesaria la uniformidad y en cuales casos es necesaria la diferencia". En
efecto, por qué pretender una perfección incompatible con nuestra naturaleza?
La diversidad de sentimientos subsistirá siempre entre los hombres; la historia
del espíritu humano es una prueba continua, y el proyecto más quimérico sería
reducir a los hombres a una uniformidad de opiniones./ Entretanto, se me dirá,
el interés político exige que se establezca esta uniformidad; que se proscriba
con cuidado todo sentimiento contrario a los sentimientos recibídos en el
Estado; es decir, es necesario limitar al hombre para que no sea más que un
autómata, instruirlo con opiniones estables desde su nacimiento, sin que jamás
ose examinarlas, ni profundizarlas; que respete servilmente los prejuicios más
bárbaros, tales como aquellos que nosotros combatimos. ¿Qué hay de malo para un
Estado la división que entraña la diversidad de religiones? La objeción se
vuelve contra vos, porque la intolerancia es ella misma la fuente de los
males".
[155]Se
refiere al texto del Contrato Social de Rousseau que cita como regla III:
"III. Expliquons-nous donc librement, et empruntons le langage de l'auteur
du contrat social. "Le droit que le pacte social donne au souverain sur
les sujets, ne passe point les bornes de l'utilité publique; les sujets ne
doivent donc compte au souverain de leurs opinions, qu'autant que ces opinions
importent à la communauté. Or il importe bien à l'état que chaque citoyen ait
une religion qui lui fasse aimer ses devoirs; mais les dogmes de cette religion
n'intéressent l'état, ni ses membres, qu'autant qu'ils se rapportent à la
société. Il y a une profession de foi purement civile, dont il appartient au
souverain de fixer les articles, non pas précisément comme dogmes de religion,
mais comme sentimens de sociabilité, sans lesquels il est impossible d'être bon
citoyen, ni sujet fidele, sans pouvoir obliger personne à les croire; il peut
bannir de l'état quiconque ne les croit pas, non comme impie, mais comme insociable,
comme incapable d'aimer sincerement les loix de la justice, et d'immoler au
besoin sa vie à son devoir". Ibíd.: ("III. Expliquémonos libremente y
utilicemos el lenguaje del autor del contrato social: "El derecho que el
pacto social da al soberano sobre los súbditos, no pasa más allá de los límites
de la utilidad pública; los súbditos no deben pues rendir cuentas al soberano
de sus opiniones, en tanto que esas opiniones importen a la comunidad. Lo que
importa es que en el Estado cada ciudadano tenga una religión que le haga amar
sus deberes; mas los dogmas de esa religión no interesan al estado, ni a sus
miembros, en tanto que ellos se relacionen con la sociedad. Hay una profesión
de fe puramente civil, porque corresponde al soberano fija los artículos, no
precisamente como dogmas de religión, mas como sentimientos de sociabilidad,
sin los cuales es imposible ser buen ciudadano, ni súbdito fiel. No se puede
obligar a nadie a creer, pero se puede expulsar del estado a quienquiera que no
crea, no como impío, sino como insociable, como incapaz de amar sinceramente la
ley de la justicia, y de inmolar si es necesario su vida a su deber"):
Ibíd.
[156]"IV.
Uno puede sacar de estas palabras las consecuencias legítimas. La primera es
que los soberanos no deben tolerar los dogmas que son opuestos a la sociedad
civil; ellos no tienen, es verdad, inspección sobre las conciencias, pero ellos
deben reprimir esos discursos temerarios que podrían acarrear la licencia y el
hastío de los deberes. Los ateos, en particular, que quitan al poder el solo
freno que les retiene … no deben reclamar tolerancia
en su favor. 2º Los soberanos deben oponerse
con vigor a las empresas de aquellos que cubren su avidez con el pretexto de la
religión [...]. 3º Sobre todo han de proscribir con atención esas sociedades
peligrosas, que someten a sus miembros a una doble autoridad, forman un estado
dentro del estado, rompen la unión política, relajan, disuelven los vínculos de
la patria para concentrar en su cuerpo sus afecciones y sus intereses, y son
así dispuestos a sacrificar la sociedad general a su sociedad particular. En
una palabra, que el estado sea uno, que el cura sea también ciudadano; que sea
sumiso, como todos, al poder del soberano, a las leyes de su patria; que su
autoridad puramente espiritual se limite a instruir, a exhortar, a predicar la
virtud; que aprenda de su divino maestro que su reino no es de este mundo,
porque todo está perdido si se deja un instante en la misma mano la espada y el
incensario". Ibíd.:
[157]"Regle
générale. Respectez inviolablement les droits de la conscience dans tout ce qui
ne trouble point la société. Les erreurs spéculatives sont indifférentes à
l'état; la diversité des opinions régnera toujours parmi des êtres aussi
imparfaits que l'homme; la vérité produit les hérésies comme le soleil des
impuretés et des taches"("Regla general. Respetar inviolablemente los
derechos de la conciencia en todo aquello que no trastorne la sociedad. Los
errores especulativos son indiferentes al estado; la diversidad de opiniones
regenera siempre a seres tan imperfectos como los hombres; la verdad produce
las herejías como el sol las impurezas y las manchas"). Ibíd.
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Correspondencia: Profesor-Investigador de la
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Santiago, Chile. Correo electrónico: jalvear@udd.cl.
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552011000100007
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