domingo, 17 de marzo de 2024

 

Biblioteca palafoxiana

Libros jesuitas

Incautados y proscritos

La Presencia de libros sobre cuestiones morales

Escritos por teólogos jesuitas (al lado de otros igualmente valiosos, sobre temas científicos también incautados a la Compañía de Jesús) resulta sorprendente en una biblioteca fundada por Palafox. La paradoja es mayor cuando  se advierte que esas obras destinadas a servir de guía en los dilemas morales eran precisamente aquellas proscritas por otro prelado, monseñor Lorenzana, que ejecutaba  las órdenes del mayor de los adversarios de los jesuitas en el imperio español, Carlos III.

¿Cómo llegó el análisis teológico de los casos de conciencia a convertirse en motivo de inquietud para una monarquía absoluta?

 

La Palafoxiana ofrece un catálogo muy rico alimentado a partir del siglo XVII y hasta los albores del XX. Como parte de esta serie de obras, sobresale la sección de teología. Este hecho no es casual: la teología era considerada la ciencia madre, encargada de ordenar y orientar. Y dentro  de esta sección es particularmente interesante el acervo de teología moral, que se compone, entre otros ejemplares, de algunos libros incautados a las comunidades jesuíticas poblanas, tras la expulsión de la Compañía del territorio novohispano.

El acervo incautado a la Compañía de Jesús

La ocupación de bienes y la incautación de objetos de los jesuitas en Nueva España se realizaron entre 1767 y 1768. Asimismo, la corona prohibió los libros relacionados con la teología moral de la denominada escuela jesuita y clausuró en las universidades las cátedras de esta materia. La principal razón esgrimida era fundamentalmente de índole política y no de orden religioso: el régimen borbónico, cuyo ideario era el absolutismo ilustrado, afirmaba que esas obras sostenían un razonamiento moral que alentaba la insubordinación contra  las autoridades civiles y religiosas.

José de Nava, "Los herejes arrianos tratando de quemar los libros litúrgicos del rito mozárabe", en Missa Gothica seu Mozarabica… (Puebla de los Ángeles: Imprenta del Real Seminario Palafoxiano, 1770). BNM, Fondo Reservado. Talla dulce. 157×235 mm.

https://www.researchgate.net/figure/Figura-3-Jose-de-Nava-Los-herejes-arrianos-tratando-de-quemar-los-libros-liturgi-cos_fig2_331691985

 

        La expropiación de los libros de teología moral nos deja ver, entre otras cosas, el desenlace  político de una disputa teológica originada a finales del siglo XVI. Me refiero a la controversia De auxiliis (1582-1607), que se desarrolló entre teólogos españoles, jesuitas y dominicos, que  debatieron de manera apasionada en torno al tema de la libertad humana frente a los designios de un Dios omnisciente y omnipotente. En resumen, la disputa se centraba en torno  a qué tanto la salvación del hombre se origina en la gracia divina y en qué medida en la libertad humana. Dicho con otras palabras, se trataba  de ver cómo se podían armonizar el libre arbitrio con la sabiduría y el poder divinos.

         El “caso Lutero”, como lo llamaron entre otros Jean Delumeau y Monique Cottret, persistía en aquella época como una experiencia traumática subyacente en las discusiones del catolicismo reformado. Los teólogos dominicos acusaban a los jesuitas de caer en la herejía de Pelagio (siglo V) en su intento por enfatizar la intervención de la libertad humana al lado de la acción de la gracia divina para lograr la salvación eterna, mientras que los Predicadores eran, a su vez, acusados por sus adversarios de inclinarse a una posición radicalmente opuesta, de tipo determinista, próxima al luteranismo.

         La filosofía jesuita era mirada con sospecha por la Inquisición española, pero encontraba en Portugal una buena acogida. De  hecho, en Lisboa se publicó en 1588 la obra del teólogo jesuita Luis de Molina Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis, en la que se sistematizaron contribuciones de otros jesuitas que ponían de relieve la función del libre arbitrio. Una suerte de empate técnico entre monarquías católicas vecinas obligo la intervención del papa Clemente VIII para  dirimir la contienda. Al morir, éste dejó la resolución en manos de su sucesor, Paulo V. El nuevo sumo pontífice dictaminó entonces en favor de las dos posiciones, en cuanto que ninguna de ellas podía ser calificada como herética. Así pudo salvaguardar la unidad de la disciplina eclesiástica y establecer un margen de  flexibilidad interna en el pensamiento católico.

         Fruto de estas contiendas fue la producción  de toda clase de textos alrededor de la moralidad de las acciones humanas. En esta época fueron publicados compendios que reseñaban toda  la sabiduría moral dentro de la tradición eclesiástica, diccionarios, compilaciones y  sumarios que recogían el desarrollo de una nueva scientia media, identificada con la casuística de los jesuitas.

         La producción de esta clase de libros teológicos-morales se dirigió a un público cada vez más amplio de pastores de almas, en una época en la que numerosos conflictos políticos surgían de querellas de carácter religioso y agudizaban las tensiones marcadas por la confrontación entre el papado y las monarquías católicas, cuyos verdaderos dirigentes eran ilustrados como Pombal, Floridablanca y Aranda, partidarios del absolutismo regalista.

 

https://www.leynatural.es/2013/11/19/pensar-la-libertad-la-obra-de-molina/

         Casi dos siglos después de la resolución de Paulo V, aquella disyuntiva tuvo una secuela: la dinastía borbónica, deseosa de fortalecer su poder a expensas de la autoridad papal y también de combatir los privilegios de la Compañía de Jesús, una institución considerada- por su carácter internacional y sus vínculos, especiales y directos, con la Santa Sede- poco dócil a los intereses de la corona, decidió expulsar a sus miembros, presionar  al pontífice para logar la supresión de la orden y proscribir los libros de sus autores, entre  ellos aquellos consagrados a la teología moral.

https://www.leafandstonebooks.com/product/10323/Speculum-Exemplorum-Omnibus-Christicolis-Salubriter-Inspiciendum-Ut-Exemplis-Discant-Disciplinam

Los libros proscritos como fuente para la historia cultural

         En el caso novohispano el estudio del peso dado por parte de los historiadores a los aspectos económicos y sociales de la expulsión de los jesuitas ha privilegiado los papeles contables y administrativos de sus propiedades, mientras que la incautación de todo ese cúmulo de textos impresos y manuscritos, considerados, según el lenguaje de la época como  “literarios”, ha sido dejada en la sombra. ¿De qué libros se trataba? ¿A qué público estaban dirigidos Podemos suponer que aquellos volúmenes –que versaban sobre la naturaleza de la presencia de Dios en el mundo y sobre las formas en que los humanos entran en contacto con la divinidad- no estaban hechos para ser leídos por toda la población; sin embargo, contenían los instructivos para gobernarla, para guiarla. Aquella sociedad tenía la necesidad de formar un cuerpo de expertos capaces de operar e instrumentar su uso y de traducirlo en prácticas específicas, según las circunstancias y la ocasión. Entre los libros creados para  estos fines destacan los de la casuística –actualmente reconocida como la madre de otras disciplinas, relacionadas con el derecho, la medicina, la estadística y el cálculo de probabilidades.

         La casuística se desarrolla siempre que se confrontan las normas generales que rigen en una sociedad con las situaciones particulares de los individuos o grupos. Casi no hay región, época histórica o religión en la que no  se haya elaborado algún tipo de casuística. En la monarquía española, y en general en la Europa católica, se desarrolló una forma particular de estudios de casos de conciencia ligada al desarrollo de la práctica de la confesión, con el propósito de discernir en medio de la turbulencia de la época  lo bueno de lo malo, y detectar con mayor claridad las expresiones de la voluntad de la voluntad divina. Esta práctica del análisis de los casos de conciencia que se mueven en los límites de lo incierto adquirió un estatuto propio y se disoció (entre los siglos XVII y XVIII) de la teología sistemática, proveniente de la escolástica  medieval.

         Algunos de los libros de esta materia se transformaron entonces en las guías de referencia para evaluar las cosas del mundo. Esta clase de textos propiciaba la existencia de un espacio abierto que permitía la interacción entre diferentes interpretaciones. La sustitución de textos destinados a la memorización por otros entendidos como representaciones supone precisamente la posibilidad de distinguir entre diversos niveles de sentido (sin dejar al lector circunscrito a un horizonte único, inmediato y literal). Este paso abrió el margen de la interpretación de los textos o de la manera en que deben de ser leídos. No es casual que el desarrollo de la casuística tenga lugar en el periodo que trataba de hacer frente a la crisis de la Reforma, y que señale el despliegue de una nueva manera de abordar la naturaleza del alma y los dilemas de la conciencia humana.

         Desde la segunda mitad del siglo XVI, la casuística fue asumida con particular empeño por los jesuitas (que continuaban el camino abierto por otros religiosos, en particular los  dominicos), lo que les valió la crítica mordaz de Pascal, quien encontraba que las posiciones de los casuistas eran extremadamente dúctiles e incluso acomodaticias y que los jesuitas atribuían demasiada importancia a la intervención de los medios humanos en la economía de la salvación. Con base en su obra, el término “jesuítico” llegó a ser utilizado como sinónimo de hipocresía. En la Nueva España, el ataque frontal y decisivo contra la casuística de estos religiosos vino de Francisco Antonio de Lorenzana –arzobispo de México entre 1766 y 1772 y ejecutor de la orden de prohibición de los textos jesuíticos promulgada por el rey Carlos III.


Una concepción (como la de los ilustrados) puede dar origen a una forma unívoca de abordar los textos. Se espera que el espacio de la letra impresa se convierta en el espejo y medida a partir de la cual se mira la naturaleza, se juzga la verdad  de las cosas. Subyace en los edictos de Lorenzana la idea de que la naturaleza ha de asemejarse crecientemente a la representada en los libros. En cierto modo apela, sin saberlo, a la intención luterana de desarrollar una lectura lo más apegada al sentido directo de los textos sin mediación humana alguna. En cambio, los jesuitas opinaban que las palabras –y la ley- podían reflejar sólo parcialmente la complejidad de una situación humana. Por eso pensaban que en una comunidad de creyentes, algunos libros no hablaban por sí mismos; requerían de una interpretación (para la Sagrada Escritura se trataba de la Tradición y el Magisterio eclesiástico, para los textos de carácter moral esos guías eran los lectores y los intérpretes especializados como los confesores, preparados para resolver las dudas en los casos  de conciencia). Por otra parte, el margen de duda introducido en las deliberaciones por el estudio  de los casos particulares, y la fundamentación filosófica que Suárez había formulado para el probabilismo (cuando se presentan situaciones inciertas, el individuo está en su derecho, mientras se excluya toda  opción pecaminosa, de seleccionar una vía que le parezca justa y equitativa) producían un espacio de flexibilidad e indeterminación difícilmente aceptable para  un régimen absolutista y regalista, como el que Lorenzana estaba encargado de defender.

Paginación medieval en números romanos. S. XIII.

http://codicologia.atspace.cc/contenidos/04Organizacion/04-05-FolPag.html

Reaparición de los autores jesuitas en la biblioteca palafoxiana

         Como se sabe, la biblioteca Palafoxiana se conformó con una donación del obispo  Juan de Palafox y  Mendoza de cinco mil volúmenes. El grueso del acervo llegó  a la biblioteca gracias a las aportaciones de su  sucesor y admirador, Francisco de Fabián y Fuero, quien recuperó los libros de la red de colegios jesuitas de Puebla tras la expulsión en 1767.

         Entre los libros de teología incorporados a la biblioteca es posible distinguir aquellos que pertenecieron a los maestros y estudiantes de los colegios jesuitas poblanos, principalmente el del Colegio de San Ildefonso y del Espíritu Santo, y eventualmente los correspondientes al de San Francisco Javier y San Ignacio. Es posible advertir la importancia de dicho acervo bibliográfico solamente si se considera el número de 119 religiosos residentes en Puebla al momento de la expulsión.

Retrato de don Francisco Fabián y Fuero, obispo de Tlaxcala, Puebla de los Ángeles

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Fabi%C3%A1n_y_Fuero

         Muchos de los textos de la biblioteca son obra de abogados, canonistas, médicos, clérigos y religiosos, no todos ellos jesuitas. Están los libros más famosos, los más frecuentados, los best seller y muchos otros menos conocidos. Y podemos encontrar en el acervo, por supuesto, diccionarios de casuística, como el de Eusebio Amort (1692-1775), en el que se ofrecen a los lectores de cualquier estado o condición –secular o clerical-, en una forma asequible, dudas y controversias para resolver casos de conciencia. Esta edición cuenta con la anuencia del pontífice Benedicto XIV, está  traducida del francés, adaptada a las costumbres alemanas y puesta al día, editada en Lyon en 1759. También se puede consultar La science universelle de la chaire ou Dictionnaire moral (París, 1706-1709).

https://www.iberlibro.com/science-universelle-Chaire-dictionnaire-moral-Tome/19948887128/bd

edición ordenada alfabéticamente y en la que se encontrarán las voces de los antiguos padres, griegos y latinos, los predicadores franceses, españoles, italianos y alemanes, así como una miscelánea de asuntos curiosos, pero no menos sólidos, sobre las diferentes cuestiones morales. Se puede encontrar también la Clavis Regia de Gregorio Sayro Anglo, en su edición de 1618, como un gran suma de casos de conciencia.

https://archive.org/details/bub_gb_7ml8qVvFkYgC

         Asimismo, es posible toparse con tratados del siglo XVII que disertan sobre la cuestión del libre arbitrio como el de Diego Castell Ross y Medrano de 1690, o con la obra de autores menos conocidos, como Juan Fernández de Prado, o más célebres como Domingo de Soto (1494-1560), con su edición de 1574. De igual forma es posible encontrar en este acervo textos de autores que se oponían al probabilismo, como son las disertaciones de Pedro Hidalgo de la Torre de 1721, Inconvenientia practica ex probabiliorismo deducta.

         Al lado de la producción de compendios que reciclan la filosofía tomista aparecen las obras clásicas del teólogo jesuita más importantes, Francisco Suárez (1548-1617), el autor que seguramente más frecuentaron los estudiantes de filosofía de los colegios jesuitas. Diversas ediciones se encuentran de sus disputaciones metafísicas, ediciones alemanas de Colonia (1608) y Maguncia (1614) o en las reediciones poco antes de la expulsión en las que se da cuenta ya de la presencia de un nuevo frente o disputa; la de los nouveaux philosophes, Voltaire, Diderot, d´Alembert, en torno a 1760.

         Como parte de la “librería” del Colegio de San Ildefonso, aparecen las obras de los primeros autores casuistas más conocidos, Martín de Azpilicueta (1491-1586), en su edición de 1589, con una colección de consejos, máximas para arribar de mejor manera al sumo bien y evitar los suplicios eternos. Es notable también en la colección una edición tardía, de fines del siglo XIX (1898-1900), de uno de los autores perseguidos en el listado del obispo Lorenzana, la obra teológico-moral del jesuita Herman Busembaum, en edición de un moralista jesuita del siglo XIX, Antonio Ballerini (1885-1881). Figuran también en la biblioteca obras de los jesuitas Gabriel Vázquez (1551-1604), Diego Ruiz de Montoya (1562-1632), Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658) y Juan de Lugo (1583-1660), entre otros.

         Adentrarse en el acervo de teología moral de la biblioteca Palafoxiana supone acercarse a una colección que ha  experimentado desplazamientos semánticos en cuanto a su  lugar y función, desde las manos del primer usuario hasta llegar a manos del historiador. Actualmente lo que este acervo ofrece es un inmenso potencial historiográfico que nos permite leer el desenlace de una disputa histórica, así como las preocupaciones y las interrogantes de una sociedad.

         Esta biblioteca fue creada por un prelado cuyas acres disputas con los jesuitas no tuvieron como objeto diferencias en torno a interpretaciones de teología moral, sino discrepancias sobre asuntos de poderes y jerarquías. Palafox defendía las prerrogativas de su jurisdicción como obispo territorial frente a los intereses de las órdenes exentas, que dependían directamente de la Santa Sede (la figura del prelado llegó, por eso, a despertar, un siglo más tarde, el entusiasmo de las posiciones que enfatizaban la colegialidad episcopal a expensas de la primacía pontificia).

         En el siglo  XVIII, la situación fue  muy diferente: la prohibición contra los libros que expresaban las posiciones de la escuela jesuítica fue instrumentada por el arzobispo de México, el ilustrado Lorenzana, que actuaba siguiendo las directivas de la  corona.

         Su contemporáneo, el titular de la sede poblana, monseñor Fabián y Fuero, recuperó esos volúmenes y los incorporó a la biblioteca fundada por su admirado antecesor.

         Resulta sumamente interesante que haya sido precisamente un acto de censura política lo que trajo a estos libros a su actual morada.

         Al  segregarlos de su espacio  natural –las bibliotecas de los colegios-  se constituyó un nuevo y  rico acervo especializado en una escuela de pensamiento que nos ofrece, como el negativo de una fotografía, un preciso testimonio de los temores de la monarquía absoluta de los Borbones de la Ilustración, un régimen que aspiraba crear un espacio centralizado y uniforme a partir de sus distintas coronas y de sus diversos pueblos, y aumentar  el control político sobre las conciencias y las instituciones, incluso las eclesiásticas, y  a subordinar la fe a la tutela de la razón de Estado.

Ilustración del libro Missae pro defunctis

https://loremipsumensemble.com/misa-pro-defunctis-morales/

 

 

Zermeño, Guillermo, “Libros jesuitas, incautados y proscritos”, en Artes  de México, Edición Especial Biblioteca Palafoxiana, Diciembre de 2003, Revista Libro núm. 68. Pp. 61-68.

www.artesdemexico.com






 












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