LA
MUY NOBLE Y LEAL
CIUDAD
DE MÉXICO
El Cabildo de la ciudad deMéxico,
1524-1821
Parecería que los
habitantes de la ciudad de México que nacieron después de 1928 carecen de una
conciencia cívica municipal, lo que se explicaría, entre otras razones porque
ese año se suprimió el Ayuntamiento de México para constituir el Departamento
del Distrito Federal como el organismo dependiente del Ejecutivo destinado al
gobierno y administración de la ciudad. Con esta determinación desapareció la
participación ciudadana en el gobierno de la capital de México. Sin embargo,
más de cuatro siglos de experiencia de los citadinos en regir los destinos de
nuestra urbe no podían quedarse en el olvido. A seis décadas de la supresión
del Ayuntamiento surgió la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México
como una instancia que pretende rescatar, mediante la participación democrática
y el sufragio, los privilegios que desde tiempos remotos tuvieron los
ciudadanos respecto del gobierno de su espacio vital.
En este esfuerzo –que realizamos quienes habitamos, gozamos
y padecemos la ciudad- por recuperar la participación en su gobierno, conviene
remitirnos al pasado para dilucidar el origen y el funcionamiento de la
institución que durante cuatrocientos años siguió su dinámica política,
económica y social: el Ayuntamiento de México.
Antecedentes americanos
Las incursiones de Cristóbal
Colón allende el océano Atlántico motivaron la emigración de múltiples españoles
deseosos no sólo de explorar las tierras americanas, sino también de poblarlas
y de hacer en ellas fortuna. Para ello, los monarcas españoles autorizaron,
mediante capitulaciones, a los capitanes que presidieron las exploraciones y
conquistas para que, elegidos los lugares más propicios, fundaran ciudades a la
manera española. La institución que se utilizó para el gobierno de estas
entidades fue el ayuntamiento o cabildo, conformado a la manera de los que
funcionaban en los reinos de Castilla.
https://www.cultura.cdmx.gob.mx/comunicacion/nota/el-imaginario-de-la-ciudad-desde-el-cabildo
En su primer viaje, Colón,
deseoso de poder regresar al territorio explorado una vez dado cuenta de su
hallazgo a los reyes católicos, realizó la primera fundación en tierras
americanas: el Fuerte de Navidad; sin embargo, ésta no duró mucho ni tuvo jamás
el carácter de una villa. En efecto, al pisar tierras americanas en su segundo
viaje, Colón encontró destruido dicho fuerte y muerto a sus habitantes. Por
solicitud real en esta travesía, el 27 de noviembre de 1493 fundó la primera
ciudad en tierras americanas, a la que denominó La Isabela; esto aconteció en
la isla que nombró La Española. Se desconocen los documentos de esta fundación,
pero, dado el carácter legalista español, debió procederse como era costumbre
en Castilla y en la misma forma de la que nos dejaron noticia los cronistas de
posteriores fundaciones de ciudades. En el nombre de Dios y del rey se elegía
el sitio y se declaraba la fundación; un escribano levantaba un acta del
suceso; el capitán de la expedición designaba, también a nombre del rey, a los
primeros alcaldes y regidores. Asimismo, se ejecutaba la traza de la población,
conforme al modelo renacentista, en retícula; se procedía a distribuir los
solares entre los pobladores. Se asignaban los que quedaban alrededor de la
plaza para el gobierno civil y para la Iglesia. Parece ser que, en el caso de
La Isabela, como lo hicieron después también muchos conquistadores, Colón se
reservó en un principio el gobierno para
sí. En 1496 fue fundada en la misma isla la ciudad de Santiago de los
Caballeros. El almirante Col´+on procedió asimismo a la constitución de la
ciudad de Concepción de la Vega.
En el periodo de 1502 a 1509 se multiplicaron las villas y
ciudades a instancias de Nicolás de Ovando. A él se deben las villas de
Compostela de Azúa, San juan de Managua, Salvaleón de Higuey, el Cotiul y
Santa Cruz del Seibo. Así también, el traslado de la Nueva Isabela a in sitio más
propicio, asignándole en nombre de santo Domingo.
Entre 1513 y 1519 el gobernador Diego Velázquez llevó a cabo
la fundación de Nuestra Señora de la Asunción Baracoa; en 1513, la villa de
Ballamo; en 1514, las villas del Espíritu santo, Trinidad y Santiago y Camagüey,
hoy Puerto Principe. En 1515 fundó San Cristóbal de la Habana, trasladada en
1519 al sitio que hoy ocupa.
Las islas de La Española y Cuba fueron los espacios donde
los españoles que habrían de poblar el territorio mexicano se experimentaron en
la fundación y manejo de los concejos o ayuntamientos para el gobierno y
administración de las ciudades. Hicieron de ellos entidades que representaban
los derechos de los pobladores ante el rey. Estos primeros ayuntamientos
americanos habrían de experimentar mayor libertad de decisión que sus
contrapartes en la metrópoli ya que, después de la rebelión de los comuneros,
el rey Carlos I habría de insistir en limitar a los ayuntamientos de aquellas
tierras a la administración de las ciudades.
A las primeras ciudades que se crearon por iniciativa de
Cortés en el territorio mexicano, les siguieron infinidad de fundaciones de los
españoles, que incursionaron en los territorios dominados por los incas. (1)
¿Por qué
este interés de multiplicar las fundaciones de villas y ciudades?
1.- La tradición municipal castellana: se tenía aún presente
la participación de las ciudades castellanas en la reconquista del territorio
español en manos de los infieles musulmanes.
2.-El interés del Estado en consolidar la posesión de los
nuevos territorios mediante el estímulo de población, ofreciendo múltiples
privilegios a quienes se animaran a participar en esta empresa.
3.-Las ciudades constituirían la punta de lanza para la
expansión y colonización en los nuevos territorios.
4.- Las ciudades convenían a la defensa y comunicación en
los territorios americanos. Habría que fundar ciudades en los sitios de
tránsito, en los puertos, en las fronteras.
5.-La ciudad habría de favorecer el gobierno de los
pobladores europeos y de los conquistados, y la evangelización de los segundos.
6.- Los individuos que participaron en las acciones de
exploración y conquista vieron, en la fundación de ciudades y en el
establecimiento de sus ayuntamientos, la fórmula eficaz de legitimar y defender
sus derechos sobre las posesiones conquistadas, pro curando su presencia en
estos organismos como regidores perpetuos.
En la fundación de ciudades estuvo también presente la
racionalidad económica: en efecto, pare ello se habrían de elegir sitios en tierras
fértiles y cerca de asentamientos indígenas, junto a yacimientos minerales y en
los puertos de acceso a los territorios americanos.
En síntesis, después de Roma, España, en su expansión
americana, logró la mayor fundación de ciudades. Aunque después de haber
sometido a los comuneros en la batalla de Villalar, la corona, mediante sus
ordenanzas, redujo poder a los municipios.No obstante, los ayuntamientos fueron
los principales instrumentos para la defensa de los derechos de los vecinos y
los conductos para llevar hasta el rey, por medio de sus procuradores, las
propuestas de los habitantes. Cuando en España ya estaba prácticamente anulado
el municipio como institución de gobierno, se estableció en América y adquirió
fuerza, en particular en las primeras fundaciones. La amplia proliferación de
ciudades, en las primeras décadas del siglo XVI, refleja el interés de los
españoles por poblar y mantenerse a
perpetuidad en los nuevos territorios, así como el empeño en difundir la
cristiandad en el espacio americano.
El Cabildo en México
El primer ayuntamiento o
cabildo establecido en la América continental fue el de la Villa Rica de la
Veracruz, fundado por Hernán Cortés el 22 de abril de 1519. De ellos nos dieron
cuenta el propio cabildo en la carta que envió al rey (2) así como el cronista
conquistador Bernal Díaz del Castillo, y Francisco López de Gómara, cronista
del rey, quienes nos informan que primero los soldados que acompañaron a Cortés
levantaron unas enramadas, enseguida se trazó la plaza, se erigió la picota y
se instalo la horca, símbolos del poder y la justicia real. Fueron elegidos a
continuación dos alcaldes ordinarios, cuatro regidores, un alguacil mayor, un
capitán de entradas, un maestre de campo, dos con el cargo de alférez del rey,
un escribano y un justicia mayor. (3) Es claro que la fundación
de este ayuntamiento respondió a la necesidad de Hernán Cortés de legitimar sus
incursiones al interior de lo que hoy es el territorio mexicano. El
conquistador había salido de la isla de Cuba con autorización para rescatar
metales preciosos, no para poblar, por lo que apeló al derecho del pueblo llano
para que éste le facultase a explorar el territorio y poblarlo. Cabe advertir
que Cortés, a diferencia de múltiples conquistadores, contaba con estudios en
la Universidad de Salamanca y con una amplia experiencia jurídica. Había
trabajado, en efecto, como ayudante de escribano en Valladolid, España. Ya en
América, en la isla de Santo Domingo, participó en calidad de escribano del
tesorero de la Real Hacienda y, más tarde de los ayuntamientos de Santiago de
Baracoa y de Santiago de Cuba. Bien sabía que, una vez formado el cabildo con
alcaldes y regidores designados en nombre del rey, éstos tendrían autoridad
para nombrarle justicia mayor y capitán general, así como para autorizarle a
conquistar tierras en servicio de su monarca y de su Dios.
Dos años cuatro meses después, el día de San Hipólito, 13 de
agosto de 1521, fue derrotada la gran Tenochtitlan, sede del poderío tenochca.
Este acontecimiento en adelante dio motivo a solemnes y dispendiosos festejos
organizados por los conquistadores y pobladores españoles una vez constituido
el gobierno de la ciudad de México. Año con año, el alférez real del
Ayuntamiento recorría las principales calles de la ciudad, enarbolando el
pendón real, engalanado con sus más fastuosos ropajes de terciopelo y brocado.
No tenemos noticia de la fecha precisa en que se llevó a
cabo la fundación del Ayuntamiento o Cabildo de la ciudad de México. Tal
acontecimiento debió tener lugar antes del 15 de mayo de 1522, fecha en que
Cortés, en Coyoacán., signa su tercera Carta de Relación al rey (4). En ella dio noticia de haberse decidido la fundación de la ciudad
sobre las ruinas de la capital de los aztecas para habitación de los españoles
conquistadores. Notificó que ya se había procedido a designar, a nombre del
rey, a los regidores y alcaldes. Aunque carecemos de datos del acto de
fundación del cabildo de México y de los nombres de los primeros alcaldes y
regidores, contamos con referencias de cómo funcionaba en Coyoacán, mientras se
llevaba a cabo la traza y construcción de la ciudad de México, y de cómo el 20
de diciembre de 1522, sus procuradores generales partieron rumbo a Castilla.
Nos dice fray Agustín de Vetancurt, cronista de la orden
franciscana, que en 1523 el rey Carlos V le concedió a la ciudad de México,
como cabeza y corte del virreinato de la Nueva España, las armas “que tenían en
tiempo de su gentilidad”, un castillo de tres torres, un águila sobre el nopal
devorando la serpiente, éstos sobre el agua. A los lados dos leones y de remate
una corona imperial.
Escudo dado al Ayuntamiento de la
Ciudad de México por la monarquía española en 1534.
El 4 de julio de 1523 le
concedió por armas de la ciudad un escudo azul, símbolo de la laguna, un
castillo dorado en medio y tres puentes de piedra que dan al castillo; en cada
uno de éstos, un león levantado, con los pies en el puente y las manos en el
castillo, como símbolo de la victoria de los españoles. Dentro de la orla del
escudo, diez hojas del tunal, y de remate, la corona.
https://es.wikipedia.org/wiki/Escudo_de_la_Ciudad_de_M%C3%A9xico
En 1530, el monarca español
determinó que la ciudad de México gozara de los mismos privilegios que en ese
tiempo tenía la ciudad de Burgos, y el 4 de julio de 1548 el rey le otorgó el
título de “muy noble, insigne y muy leal
ciudad”. (5)
El
primer testimonio escrito de una reunión del cabildo de México es un acta en la
que se registraron los acuerdos tomados en una sesión. Está fechada el 8 de
marzo de 1524, ya en la “gran ciudad de Tenochtitlan”. (6) En ella se consignó la
noticia de que sus alcaldes y regidores se encontraban “…viendo y platicando
las cosas de ayuntamiento y cumplideras al bien público…” en las casas del
gobernador y capitán general, Hernán Cortés, con la presencia del alcalde
mayor, Francisco de las Casas, un alcalde ordinario, el bachiller Juan Ortega,
y cinco regidores: Bernardino de Tapia, Gonzalo de Ocampo, Rodrigo de Paz, Juan
Hinojosa y Alonso Xaramillo. A partir de entonces, quedaron registradas
ininterrumpidamente todas las sesiones del Ayuntamiento de México, hasta 1928,
en que habría de suprimirse.
Integración del Cabildo
Los cabildos americanos, a
semejanza de los de Castilla desde épocas remotas, asumieron dos funciones: la impartición de justicia, a cargo de
los alcaldes, y la administración de una
vecindad, responsabilidad de los regidores. Desde el inicio de la
colonización, la corona se reservó el derecho de nombrar a los regidores a
perpetuidad. Permitió a los cabildos el nombramiento de interinos, en tanto que
el rey otorgaba los nombramientos definitivos: El Cabildo de México no fue una
excepción. En él, dos alcaldes se elegían anualmente entre los vecinos letrados y de reconocido prestigio. El día 1
de enero de cada año, estos funcionarios recibían la vara de justicia y estaban
comprometidos a velar por el cumplimiento de las disposiciones reales y del
cabildo referente al gobierno de la ciudad. Reconocían, en primera instancia,
las causas civiles y criminales que tenían lugar en su jurisdicción, la cual
comprendía “quince leguas a la redonda” de la capital. El alcalde más antiguo
(o de primer voto) presidía el cabildo en ausencia del corregidor y el del
segundo voto suplía en las sesiones al del primer voto. Una vez que los
alcaldes concluían su gestión de un año,se les nombraba alcalde Mesta; como
tales, tenían a su cargo el fomento de la ganadería y el velar por la
observancia de las ordenanzas de la Mesta. Como ya ha sido apuntado, a los
regidores les correspondían las actividades administrativas y de policía. Su
número variaba según la calidad de la ciudad. En las ciudades metropolitanas,
como se consideró a la de México, podría haber, conforme a la ley, hasta doce
regidores. Para 1529 las plazas de regidores ya estaban totalmente ocupadas en
México por designaciones reales. El número de regidores se fue incrementando
con el tiempo y, un siglo más tarde, llegó a haber hasta veinte. (7) Por reales disposiciones de
1766 y 1767 se pidió a los ayuntamientos la creación de nuevos oficios con la
denominación de diputados del común para
intervenir con los alcaldes y regidores en todos los asuntos de gobierno,
administración, recaudación y distribución de los caudales públicos. En
cumplimiento de ello, el Cabildo de México fue el primero en Nueva España que
incorporó, a partir de 1770, seis diputados con el título de regidores honorarios, entre los que se
habría de nombrar a uno como síndico del
común. Éste habría de fungir como defensor de las causas públicas. Los
primeros en ocupar tales cargos fueron:
Juan de Castañiza, quien en 1771 obtuvo el título de marqués; Ambrosio
de Meave, uno de los tres fundadores del Colegio de las Vizcaínas; Jose mariano
de la Cotera, segundo marqués de Rivascacho; Antonio Rodríguez de Soria y
Pedroso, segundo conde de San Bartolomé de Jala, quien, al morir su esposa,
habría de recibir el sacramento del orden sacerdotal y la asignación del curato
de Santa Isabel; Jose Antonio de Gorráez y Malo, decimosegundo mariscal de
Castilla y Francisco Sánchez de Tagle. Unos, peninsulares; otros, criollos;
todos reconocidos miembros de la élite mercantil, minera y terrateniente de la
Nueva España. Si durante el principio los regidores honorarios fueron elegidos
por el virrey entre los vecinos más distinguidos, hacia 1775 el Cabildo logró
obtener del rey la facultad de proponer sus candidatos. (8)
Las
autoridades representantes del rey, es decir, los gobernadores, alcaldes mayores
y corregidores, intervenían en las deliberaciones y elecciones de los cabildos.
En México, Hernán Cortés, en su carácter de gobernador, presidió las sesiones
del Cabildo e intervino en las elecciones. Más tarde, cuando aparece el
corregidor, representante de la justicia real, éste preside el Ayuntamiento.
Felipe II instituyó ese cargo en 1573 para que, entre otras funciones, en su
nombre presidiera y supervisara el ayuntamiento, en lugar de los alcaldes
ordinarios que se nombraban cada año. El primer corregidor de México fue
Rodrigo Sánchez de Obregón quien, el 21 de octubre de 1574, presentó su real
provisión. (9) El Cabildo, no conforme con
la injerencia de este funcionario, concluido en 1580 el periodo del primer
corregidor y conocida la noticia de que quien le había de suplir había muerto
en alta mar, encomendó el 14 de octubre a su procurador general que solicitara
a la Audiencia no se les enviara nuevo corregidor. (10) A ésta siguieron múltiples
solicitudes de supertesión del cargo, por considerarlos “contrario” al cabildo y
a los alcaldes ordinarios, ya que tendría facultades para presidir el
organismo, votar en caso de empate e imponer en las deliberaciones su parecer
contra la opinión de los regidores.
Como ya se dijo, varios de los cargos en el Ayuntamiento
inicialmente se otorgaban por designación real. Sin embargo, el rey Felipe II,
a fines del siglo XVI, instituyó la venta de los principales oficios con el
propósito de superar la bancarrota de la Real Hacienda, propiciada entre otras
causas, por las intensas luchas en defensa de la religión católica en Europa.
El rey concedía, por ejemplo, el cargo
de regidor a perpetuidad al mejor postor. Su venta facultaba al poseedor para
renunciar a él o heredarlo en favor de sus descendientes o a la persona que él
deseara. Hubo casos en que dicho regimiento recayó en las viudas o hijas de los
regidores, y éstas facultaron a sus parientes y allegados para que las
supliesen en el desempeño de la función. Así pasó el 4 de diciembre de 1762,
fecha en la que José de Cuevas y Aguirre renunció en favor de su hija Josefa
Aguirre y Avendaño, y ella solicitó que se le diera el título y se aceptara
como su representante a Francisco de Avendaño. (11) La venta de oficios favoreció el acceso de
las oligarquías a esta instancia de gobierno. Dichas oligarquías se encontraban
integradas por los descendientes de los conquistadores, quienes se habían
enriquecido con las prácticas de la agricultura, el comercio y la minería, y se
encontraban emparentados entre sí y vinculados en sus actividades económicas.
Conformaban un grupo cerrado, con poder económico y prestigio social enormes. A
estas oligarquías sólo habrían de incorporarse, en adelante, hidalgos
procedentes de la península ibérica, que probasen ante el Cabildo de México su
nobleza e hidalguía. En tal condición estarían la mayoría de los inmigrantes
de las provincias del Norte de España, tales como Cantabria, Santander,
Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y el reino de Navarra. En los trescientos años en que
México estuvo vinculado al Estado español, las oligarquías representadas en el
Ayuntamiento de México, procuraron la defensa de sus intereses y preeminencias
ante el rey.
El Cabildo de México era en verdad la cabeza del reino de la
Nueva España y, como tal, representaba ante el rey y a todas las ciudades, y su
funcionamiento servía de modelo a los cabildos de todo el reino. Para dicha
representación contaba con procuradores generales que, desde 1526, tuvieron voz
y voto en la corte de Castilla, donde defendían los intereses de los
novohispanos.
Entre los múltiples testimonios que hay al respecto, cabe
aquí señalar el proceso negociador que la ciudad de México llevó a cabo con el
rey, por las múltiples medidas fiscales que éste, desde 1591, pretendió imponer
a los novohispanos con el objeto de obtener recursos para la construcción de
una armada de barlovento. Ejemplo de esas gestiones, que no sólo favorecieron a
los vecinos de la ciudad capital sino a todos los habitantes españoles que
tenían un pedazo de tierra, fue el retraso de la aplicación de las reales
cédulas por las que se exigía a dichos poseedores la revisión de sus títulos
para su confirmación real y, en caso de defectos, su composición mediante el
pago de una cuota. Por instancias de los procuradores generales de la ciudad en
la corte, la aplicación general de estas disposiciones se llevó a cabo hasta
1643, ante la finalmente próxima construcción de la mencionada armada de
barlovento.
¿Cómo funcionaba el Ayuntamiento de México?
De acuerdo con sus
ordenanzas, los miembros del Cabildo de la ciudad de México se reunían al
principio tres veces por semana. A partir del 16 de mayo de 1549 se determinó
que se llevaran a cabo precisamente los días lunes y viernes, y en Cuaresma los
lunes y jueves. (12) Había ocasiones en que
tenían que efectuarse sesiones extraordinarias (llamadas “pelícanos), así como
sesiones secretas. Las sesiones extraordinarias eran efectuadas para deliberar
sobre un asunto urgente para el reino. Así sucedió, por ejemplo. Cuando llegó a
la capital la disposición de Carlos III para la apertura de los puertos
americanos al libre comercio. (13) Hubo ocasiones en que fue necesario sesionar hasta los
domingos. En las sesiones secretas se trataban asuntos tales que las
deliberaciones al respecto debían mantenerse confidenciales entre los
regidores.
Tenemos noticias de los sucesos y determinaciones que
tuvieron lugar en las reuniones del cabildo porque el escribano tomaba nota de
los asuntos tratados y de los acuerdos tomados, y redactaba un acta, cuyo
contenido aprobaban los regidores con su firma o rúbrica. En el Cabildo se
trataban todos los aspectos del gobierno y administración de la ciudad, así
como múltiples asuntos que afectaban a todos los vecinos del reino de la Nueva
España, pues como ya se ha apuntado, el Cabildo de México representaba en
realidad a todos los novohispanos ante la corte. El día 2 de enero de cada año se reunían los regidores para distribuir las comisiones y oficios entre los regidores miembros
y otros individuos. Estas comisiones y oficios variaron a lo largo de los
trescientos años que duró la época virreinal. Lo que a este respecto acontecía
hacia el fin de esta época puede apreciarse en el acta correspondiente a la
sesión del 21 de agosto de 1818. (14) En esa ocasión, a solicitud del virrey, el
cabildo dio cuenta de las comisiones que estaban vigentes y describió sus
funciones: el alférez real, que era seleccionado cada año entre los regidores,
tenía a su cargo, como ya hemos dicho, el paseo del pendón real, el 13 de
agosto de cada año, en recuerdo del triunfo de los españoles sobre la gran
Tenochtitlan. El procurador general representaba al Cabildo ante otros
organismos y autoridades, defendía sus intereses y cuidaba de los reos. El
comisionado de la cárcel tenía a su cargo la cárcel. El juez de escuelas velaba
por la educación elemental; a él correspondía examinar a los maestros y la
observancia del trato a los educandos. Otros funcionarios eran el diputado de propios y de fiestas; el
obrero mayor; el diputado de policía; el alcalde de la Alameda y juez de
paseos; el juez de ríos, calzadas y caminos; el diputado de coches; el fiel
ejecutor; el juez de aguas; el juez administrador del fiel contraste; el
comisionado de milicias; el asistente de la real lotería; un archivero y un secretario
de cartas y consultas. Era justamente por medio de estos oficios como el
Cabildo ejercía sus funciones de gobierno y administración de la capital.
Entre sus principales tareas se encontraba el ordenamiento
urbano, la distribución de los solares a los vecinos. A este respecto conviene
referir que, una vez hecha la traza de la ciudad, el Cabildo repartió a los
conquistadores y pobladores los solares más cercanos a la plaza. También
aquellos pedazos de tierra contiguos a la calzada de Tacuba, principal vía de
acceso a tierra firme. Con el tiempo aumentó la población de la ciudad y, con
ello, la demanda de solares, por lo que se incrementó el valor de la tierra; el
Cabildo procedió entonces a la venta de solares a los particulares y sólo cedía el terreno a aquellas instituciones de
beneficio público, como fueron los colegios y los hospitales.
Entre sus múltiples funciones económicas, cabe citar la de
administrar sus propios y arbitrios a
través del juez superintendente y conservador de propios, el tesorero y su
contador. Los propios eran bienes rústicos y urbanos que la ciudad ofrecía en
arrendamiento o en venta. Los ejidos de La Piedad, por ejemplo, los alquilaba a
los dueños de ganado que surtían de carne a la ciudad. Los arbitrios eran aquellos impuestos y contribuciones que la
ciudad imponía a sus vecinos. Los productos de las rentas de los propios formaban parte de los arbitrios.
Al cabildo le correspondía la regulación de los precios de
productos básicos, como los cereales y
la carne. A partir del 22 de mayo de 1582, fecha de la aprobación real de las
ordenanzas sobre el pósito de trigo, harina y maíz, se determinó que cada 1 de
enero se nombraran, entre los regidores, a los administradores y mayordomos del
maíz, trigo y harina. (15) Éstos habrían de garantizar
la compra, almacenamiento y abasto de esos cereales en beneficio de la
población. En sesión de cabildo, se aprobaba en favor del mejor postor el
remate del abasto de carne y, mediante los veedores, las pesas y medidas de las
carnicerías.
Al Ayuntamiento correspondía el registro de los vecinos de
la ciudad, el reconocimiento de su nobleza e hidalguía, sus distinciones como
familiares del santo Oficio, como caballeros de las órdenes de Santiago, Calatrava o Alcántara, o como recipiendarios (persona que es recibida
solemnemente en una corporación para formar parte de ella) de la Cruz de Carlos III. El propósito de todo ello era
garantizar la preeminencia de quienes la merecían en todos los actos públicos.
El gobierno local era responsable de la policía de la
ciudad; el regidor a cuyo cargo se encontraba tenía entre sus funciones el
cuidado del orden público en la traza urbana, así como la limpieza, empedrado e
iluminación de las calles, plazas y acequias de la ciudad. A principios del
siglo XVII, el orden estaba bajo la responsabilidad de funcionarios del virrey,
pero en 1616, a solicitud del Cabildo, el virrey en turno, marqués de
Guadalcázar, le devolvió esa responsabilidad solicitándole que la ciudad no
descuidara la atención a la misma y que, a este efecto, nombrara anualmente un
regidor que, junto con el corregidor, habrían de fungir como jueces para la
observancia y cumplimiento de las ordenanzas de policía. Cuando la complejidad
de estos asuntos así lo requirió, se creó una junta de policía en la que llegó
a haber hasta cuatro regidores. En la última década del siglo XVIII, a estos
funcionarios les correspondería la ejecución de múltiples reformas urbanas
ilustradas, tales como el empedrado de las calles y la instalación del
alumbrado con aceite de nabo; la traza y aderezo de plazas públicas, etec.
Obras que sin duda contribuyerón a su paso por la ciudad, el barón Von Humboldt
la calificara como “la ciudad de los
palacios”.
El abasto de agua dulce y la extracción de aguas negras en
la ciudad de México fueron una de las más complejas tareas para quienes
gobernaban la ciudad. Hubo que traer el líquido de los manantiales de
Chapultepec y de las Lomas de Santa Fé, para lo cual se construyeron dos magnas
obras hidráulicas: los acueductos de Tacuba y Chapultepec. Éstos surtían las
fuentes del Salto del Agua y de la Mariscala, a las que acudían los aguadores
por el preciado líquido. Los vecinos principales, los conventos y los edificios
públicos tenían garantizado el abasto del agua a través de cañerías.
Acueductos, fuentes y cañerías requerían un constante mantenimiento a cargo del
obrero mayor del agua y sus ayudantes: el maestro mayor, el veedor, los
mayordomos de las obras de agua y los alarifes.
La edificación de México en una isla motivó que las calles y
las plantas bajas de las construcciones se inundaran con frecuencia. Hubo
ocasiones, como ocurrió a consecuencia de la inundación de 1629, en que se
desbordaron las aguas de la laguna, y la ciudad permaneció con el agua a más de
un metro del nivel del piso durante algunos años. El Ayuntamiento, a lo largo
de su historia, tuvo que realizar, de manera constante, múltiples acciones para
salvar a sus vecinos de las incomodidades y peligros en tiempos de aguas. Así,
la limpieza de los canales, la construcción y mantenimiento de los puentes, la
atención a los embarcaderos, fueron parte de su rutina. Por las dimensiones y
complejidad del desagüe de la ciudad capital, esta obra rebasó los recursos del
Cabildo de México y fue asumida por la autoridad virreinal, quien se valió de
los recursos de la Real Hacienda y del apoyo del Consulado de la ciudad. Sin
embargo, los regidores representaron a la ciudad en las juntas en se decidían
las labores correspondientes al desagüe. Como es posible constatarlo hoy día, cada
temporada de lluvias, doscientos años después de concluida la era virreinal, este problema no puede
considerarse resuelto.
Atención singular tuvieron los paseos públicos para la recreación
de los vecinos. El más antiguo, la Alameda, realizado en 1542 (16) por instrucciones del
segundo virrey, don Luis de Velasco, ocupó también la atención de los virreyes
ilustrados: en 1769 el marqués de Croix dispuso su arreglo conforme a la moda
francesa, su ampliación y la introducción del alumbrado público. Existían
también los paseos de Bucareli y de Ixtacalco, en los que se organizaban
verbenas y saraos a los que concurrían los vecinos de la ciudad los días
festivos. Para su arreglo, el Ayuntamiento contaba con el alcalde de la Alameda
y con el juez de paseos.
Los habitantes de la urbe novohispana contaban con un amplio
calendario de festividades: las que se celebraban anualmente y también las
ocasionales; las correspondientes al reino
temporal y las del reino espiritual.
Su organización era de la competencia de los regidores,y de los propios y
arbitrios de la ciudad se obtenían su financiamiento, bajo la coordinación del
diputado de propios y fiestas. Entre las celebraciones civiles ocasionales se
encontraban las correspondientes al nacimiento de un príncipe, la jura del
rey, el feliz retorno de la flota a tierras hispanas, la derrota de los turcos
por los ejércitos cristianos, etc. Año con año, ya hemos dicho, se turnaban los
regidores el paseo del pendón para celebrar el 13 de agosto la caída de
Tenochtitlan. Cuando se tenía noticia del arribo de un nuevo virrey, el Cabildo
nombraba a dos de sus regidores para recibirle en la ciudad de Puebla, y
acompañarle en su camino a la capital. El arquitecto de la ciudad dirigía, a costa del cabildo, la construcción
de un arco triunfal adornado con poemas, invención de los mejores poetas
novohispanos. Ejemplos de estos arcos triunfales fue el ilustrado en 1680 por
el sabio historiador don Carlos De Sigüenza y Góngora con motivo de la
recepción al marqués de la Laguna en 1680, en el cual, haciendo a un lado los
modelos clásicos, representó las efigies de los dioses y gobernantes aztecas,
con frases que resaltaban las virtudes que habían de tener los gobernantes. (17) El arco triunfal de la
ciudad era colocado siempre frente a la entrada poniente de la Catedral. Ahí se
apeaba del caballo el virrey y expresaba su juramento de gobierno a la ciudad,
a la vista de todas las autoridades y vecinos.
Múltiples celebraciones religiosas en cuya organización
participaba el Cabildo de la ciudad, tenían lugar cada año. Singulares eran las
dedicadas a los santos patrones de ella, entre los que se hallaban san Felipe de
Jesús, natural de ella, y san José, protector contra el chahuistle y los
temblores. Costosa para el cabildo era la del Corpus Christi, en la que
aparecían gigantes y cabezudos y múltiples enmascarados, que desfilaban por las
calles de la capital. Ahí se confundían jóvenes y ancianos, nobles y plebeyos,
indios, negros y mestizos, que daban vuelo a su imaginación para recrear
personajes míticos y fantásticos. Responsabilidad del Ayuntamiento fueron
también los santuarios marianos: el dedicado a la virgen de los Remedios y el
de la Guadalupana. La imagen del primero
era trasladada de su santuario a la Catedral cuando escaseaban las lluvias, o
estaban en peligro los ejércitos, la flota o la persona del rey por causa del
enemigo inglés o del invasor francés. A la Guadalupana acudía el cabildo en
caso de inundaciones y epidemias. Fastuosas fueron las celebraciones que
organizó el Cabildo con motivo de la jura que en 1737 le hizo a la imagen de
Guadalupe, como su principal patrona, en reconocimiento a su auxilio a la ciudad durante la gran
epidemia de matlazáhuatl. (18)
Al
Cabildo correspondía velar por la salud de sus habitantes.. No sólo tenía que
asegurar el abasto de las provisiones a los pobres y menesterosos y velar por
la limpieza de la ciudad; en caso de epidemia, se obligaba a procurar auxilio a
los vecinos. Cuando esto tenía lugar, no sólo dictaba medidas preventivas sugeridas
por los médicos de la ciudad sino también aplicaba remedios, ya de
carácter espiritual, como fueron las rogativas, procesiones y novenarios, como
aquellos de corte científico ilustrado, como lo fueron la inoculación, aplicada
por primera vez a iniciativa del cabildo en la epidemia de viruela de 1778, y
la organización de múltiples hospitales de emergencias que permitían aislar a
los enfermod de cada uno de los cuarteles para su mejor atención por el médico
y evitar el contagio de la población sana. Era compromiso del Cabildo también
asegurar los camposantos para el entierro de los miles e vecinos que no
sobrevivían a la peste o al cólera; con ello se procuraba evitar que los cadáveres sirvieran de alimento a los
perros en las calles.
Competencia del gobierno local fue también la educación a la
niñez. El Cabildo examinaba a los maestros de primeras letras y autorizaba las
lecciones que las “amigas” impartían en sus casas. A su cargo estuvo la
administración de los colegios de los jesuitas después de su expulsión. Tal
suceso fue doloroso para los miembros del Ayuntamiento, pues no había regidor
que no tuviera un hijo, un hermano, un tío un sobrino en la Compañía de Jesús.
Con la esperanza de que alguna vez los hijos de san Ignacio retornaran a atender
la educación de los jovenes de la capital, el Cabildo puso especial celo en la
conservación de los que habían sido sus colegios: el de San Andrés, el Máximo
de San Pedro y San Pablo, San Ildefonso y San Gregorio.
La investigación científica ocupó la atención de los
miembros del Ayuntamiento. De manera singular se aprecian las mentes ilustradas
de sus regidores al apoyar con recursos las actividades científicas. Un ejemplo
de ello tuvo lugar cuando el cabildo, en su sesión del 8 de mayo de 1769,
encomendó a los sacerdotes científicos José Antonio Alzate y José Ignacio
Bartolache, la observación del paso de Venus por el disco del sol. (19)
El
Cabildo no reparó en apoyar las letras; con frecuencia organizaba certámenes
poéticos que tenían lugar en las principales fiestas patrocinadas por la ciudad. Memorables fueron, para Bernardo
de Balbuena, autor de La grandeza
mexicana, el celebrado con motivo del Corpus en 1585, y los que tuvieron
lugar para recibir a los virreyes Villamanrique y Luis de Velasco, pues en
ellos fue premiado. (29)
Uno de
los testimonios más sobresalientes que tenemos del interés del Cabildo por
consignar en letra impresa la historia, es la magnífica edición que en 1746
costeó el cabildo de la obra Escudo de
armas de México, escrita por Cayetano de Cabrera y Quintero. (21) En ella el escritor barroco
relató la historia de las epidemias padecidas por los vecinos de la ciudad, los remedios
temporales para contrarrestarlas y el auxilio espiritual de la Guadalupana, que
mereció el que se le declarara patrona de la ciudad.
Sesenta y cuatro años después, la misma imagen habría de
proteger la causa de los insurgentes, dirigidos por el cura Hidalgo. El 13 de
agosto de 1821 el Cabildo celebraría por última vez el paseo del pendón, sin
saber que días más tarde, en su sesión del 1 de septiembre, el síndico segundo
habría de informar sobre la capitulación del virrey O´Donojú con Iturbide,
celebrada en la ciudad de Córdoba. Tal noticia habría de promover múltiples
sesiones extraordinarias del Cabildo. En ellas se preparó la entrada triunfal
del ejército trigarante para el día 27 de septiembre y la entrega a Iturbide,
en la portada de San Francisco, de las llaves de la ciudad. Éste fue el último
acto público del ayuntamiento virreinal. (22)
NOTAS
Torales
P., María Cristina, “El Cabildo de la ciudad de México, 1524-1821”, en La muy noble y leal ciudad de México, México,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, pp. 87-109. 1.-
FUNDACIONES: En poco más de cincuenta años se erigieron en lo que hoy es
Bolivia: Paria, por Diego de Almagro (1535); Charcas y Sucre por Pedro
Anzúrez (1538); Potosí fundada por Juan de Villarroel en 1545; Nuestra Señora
de la Paz, por Alonso de mendoza en 1548; a ésta siguieron las ciudades de La
Trinidad en 1556; Santa Ceuz de la Sierra en 1557 y Oropeza en 1574, hoy
Cochabamba. En el territorio de Colombia la primera población fue la ciudad
de santa Marta, inciativa de Rodrigo de Bastidas en 1525; le siguen Cartagena
por Pedro de Heredia en 1533; Popayán y Cali por Sebastián de Balcázar en
1536; Bogotá en 1538 por Gonzalo Jiménez de Quezada; en 1539, Pasto por
Lorenzo de Aldana y Tunja por Hozalo Suárez Rendón; dos años más tarde, en
1541, Jorge Robledo funda Antioquia. En Costa Rica Francisco Fernández de
Córdoba funda la villa de Bruselas en 1524; Juan de caballón, la ciudad de
Castillo de Garcimuñoz en 1561 y Cartago el capitán Juan Vásquez de Coronado
en 1564. En el hoy territorio de Chile, Pedro de Valdivia fundó Santiago del
Nuevo Extremo en 1541, Chile en 1549, Valdivia en 1552 y Confines en 1553. En
la actual república de Ecuador en 1534 Belalcázar y Diego de Almagro fundaron
hacia 1534 San Francisco de Quito, y un año después Guayaquil, ciudad que,
destruida dos veces por los indios, habría de volverla a fundar Francisco de
Orellana en 1537. En El salvador, Diego de Alvarado estableció la villa de
San Salvador en 1525, y Luis Moscoso, San Miguel de la frontera en 1525. En
Guatemala, Pedro de Alvarado, habiendo participado en la conquista de México
en 1524 fundó Santiago de los caballeros. En Honduras, en 1525 Hernán Cortés
fundó la ciudad de Nuestra Señora, Pedro de Alvarado la de San Pedro Sula en
1536 y un año después Alonso de Cáceres dio lugar a la de Comayagua. El año
de 1523 en el territorio de Nicaragua, Francisco Fernández de Córdoba fundó
las ciudades de Granada y león. En Perú, el año de 1532 San Miguel de P¨lura,
Cuzo en 1534. Francisco Pizarro fundó Lima en 1535. En Venezuela, Cumaná en
1521, Asunción en 1524, Santa Ana de Coro en 1527, Tocuyo en 1545, Nueva
Segovia en 1552, Trujillo en 1557, Mérida en 1558, San Cristóbal en 1560,
Santiago de León en 1567, Maracaibo en 1568 y Carora en 1569. 2.-
Carlos Pereyra, Hernán Cortés,
México, 1971, p. 31, citado en Guillermo Porras, El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Históricas, 1982, p. 26.. 3.-
Bernal Díaz del castillo, Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Alianza Editorial,
1991, cap. XLII, pp. 107-108, y Francisco López de Gómara, Historia general de las Indias “Hispania
Vitrix” cuya segunda parte corresponde a la conquista de Méjico,
Barcelona, Iberia, 1966, t. 2, pp. 77-787. 4.-
Hernán Cortés, Cartas y documentos,
México, Porrúa, 1963, p. 193. 5.-
Agustín de Vetancurt, “Tratado de la ciudad de México, y las grandezas que la
ilustran después que la fundaron españoles”, en Teatro mexicano. Descripción breve de los sucesos ejemplares
históricos y religiosos del mundo de las Indias, México, Porrúa, 1ª. Ed.
Facsimilar, 1971, cap. II, p. 5. 6.-
Edmundo O´Gorman et al., Guía de las
actas del cabildode la ciudad de México, siglo XVI, México, DDF/FCE,
1970, p. 9, y Guillermo Porras, op.
cit., p. 30. Ambos remiten al libro primero de las Actas del cabildo de
México. 7.-
En la relación de miembros del Cabildo entre 1611 y 1620 se puede apreciar el
incremento de regidores. MMaría Isabel Monnroy castillo, Guía de las actas de cabildo de la ciudad de México, 1611-1620,
México, DDF/Universidad Iberoamericana, 1988. 8.-
Maria Luisa Pazos y Catalina Pérez de Salazar, Guía de las actas de cabildo de la ciudad de México, 1761-1770, México,
DDSF/Universidad Iberoamericana, 1988, p. 19. Las disposiciones reales para
la institución de los regimientos honorarios aparecen aparecen citadas en
Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, Historia
de la fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles en la Nueva España. Su
descripción y presente estado, 2 vls., Puebla, Gobierno del Estado de
Puebla, 1931 (ed. Facsimilar, 1990), t. 1, pp. 330-331. 9.-
Edmundo O´Gorman et al., op. cit., ,
p. 514. Guillermo Porras, op. cit., p. 161. Aquí nos informa que en el título de
corregidor y en el juramento de la Audiencia aparece como Lorenzo. En las
actas del cabildo de 1574 a 1591 aparece mencionado con ambos nombres. 10.-
Edmundo O´Gorman et al., p. 570. 11.-
María Luisa Pazos y Catalina Pérez de Salazar, op. cit., p. 46. 12.-
Edmundo O´Gorman, op. cit., p. 252. 13.-
María Luisa Pazos y Catalina Pérez de Salazar, op. cit. 14.-
María de Lourdes Vértiz Flores, “Estudio introductorio y guía de las actas
del cabildo de la ciudad de México 1811-1820”, tesis de licenciatura en
historia. México, Universidad Iberoamericana, 1991, p. 304. 15.-
Edmundo O´Gorman, op. cit., pp. 947-949. 16.-
El 14 de enero de 1592se notificó una orden del virrey don Luis de Velasco,
para quese hiciera una Alkameda frente a tianguis de San Hipolito y debe su
nombre a la costumbre de sembrar en parques álamos traídos de España y
Marruecos. Durante el siglo XVI ostentó fuentes, estanques y peces. Entre
1770 y 1775 se redoseñó el trazo de sus paseos y se colocaron cinco fuentes
talladas en cantera con temas mitológicos. Véase Edmundo O´Gorman et al. , p. 739. 17.-
Carlos de Sigüenza y Góngora, Teatro de
virtudes políticas, México, Vda.
de Bernardo Calderón, 1680. 18.-
Cayetano de Cabrera y Quintero, Escudo
de armnas de México. Escrito por el presbítero […] para conmemorar el final
de la funesta epidemia de msatazáhuatl que asoló a la Nueva España entre 1736
y 1738, ed. Facsimilar con nun estudio histórico y una cronología de
Víctor M. Ruiz Naufal, México, IMSS, 1981. 19.-
Maria Luisa Pazos y Catalina Pérez de Salazar, op. cit., p. 158. 20.-
Bernardo de Balbuena, La grandeza
mexicana, México, Porrúa, s.f. 21.-
Cayetano de Cabrera y Quintero, op. cit. 22.- Adriana González Gallardo,
“Estudio introductorio y guía de las actas de cabildo de la ciudad de México
de los años 1821-1825”, tesis de licenciatura en historia, México,
Universidad Iberoamericana, 1994. |
Sugerencias bibliográficas
Altamira y Crevea, Rafael, et al. , Contribuciones a la historia
municipal de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia (Estudios de
Historia, II), 1951.
Bayle, Constantino S.J., Los cabildos seculares en la América
española, Madrid, Sapientia, 1952.
Díaz Rosiñol, Luisa María
del Consuelo, Guía de las actas de
cabildo de la ciudad de México, 1711-1720, México, DDF/Universidad
Iberoamericana, 1988.
González Gallardo, Adriana,
“Estudio introductorio y guía de las actas del cabildo de la ciudad de
México de los años 1821-1825”, tesis de licenciatura en historia de México,
México, Universidad Iberamericana, 1994.
Monroy Castillo, María
Isabel, Guía de las actas de cabildo de
la ciudad de México, 1601-1610, México, DDF/Universidad Iberoamericana,
1988.
Guía de las actas de
cabildo de la ciudad de México, 1611-1620, México, DDF/Universidad
Iberoamericana, 1988. O´Gorman, Edmundo et
al. , Guía de las catas del cabildo de la ciudad de México, siglo XVI, México,
DDF/FCE, 1970.
Pazos, maría Luisa y
Catalina Pérez de Salazar, Guía de las
actas del cabildo de la ciudad de
México, 1761-1770, México, DDF/Universidad Iberoamericana, 1988.
Porras, Guillermo, El gobierno de la ciudad de México en el
siglo XVI, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas,1982.
Tovar de Teresa, Isabel,
“Estudio introductorio y guía de las actas de cabildo de la ciudad de México de
losd años 1801-1810”, tesis de licenciatura en historia, México, Universidad
Iberoamericana, 1991.
Vértiz Flores, María de
Lourdes, “Estudio introductorio y guía de las actas de cabildo de la ciudad de
México 1811-1820”, esis de licenciatura en historia, México, Universidad
Iberoamericana, 1991.
Escudo de Hernán Cortés,
fundador de los Ayuntamientos en América Central
Descripción del escudo:
Escudo de armas cuartelado en cruz con escudo
en el todo, con bordadura de cadena de 7 cabezas coronadas. El timbre con
yelmo, corona y bestia. Es un escudo de concesión o adopción, esto significa,
que tiene en uno de sus cuarteles las armas reales (Águila), por los dominios
adquiridos sobre tierras, señores y reinos.
Primer cuartel: Águila bicéfala en sable
sobre campo de plata, (Armas de los Austrias).
Segundo cuartel: Tres coronas de oro sobre
sable negro. Simbolizan los tres señores del Imperio Azteca: Moctezuma,
Cuitláuac y Cuáhutemoc, que fueron derrotados por Cortés.
Tercer cuartel: León sobre campo rojo.
Constancia y valor simbolizados por el león y el campo simboliza la sangre
derramada en la lucha.
Cuarto cuartel: Ciudad de México sobre orlas
de plata y azul. Representación material del imperio conquistado.
Bordadura de siete cabezas encadenadas.
Simbolizan los 7 vasallos de Moctezuma, los cuales fueron conquistados al caer
la Ciudad de México.
Timbre o remate superior del escudo está
compuesto por tres elementos: Yelmo por ser caballero de la Orden de Santiago.
Corona que simboliza la soberanía. Tigre que simboliza la fuerza, la astucia y
la fiereza del conquistador al cual se le han agregado las alas que representan
la fuerza del vuelo.
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