La jaquetía, el español y las relaciones comerciales
hispano-marroquíes
Se denomina jaquetía al dialecto propio de los judíos de origen peninsular
establecidos en Marruecos desde el destierro de España y Portugal,
suficientemente distinto del español, del ladino y del judeo-español vernáculo
de los sefardíes de Oriente. Está compuesto de castellano, evolucionado de modo
diferente al español peninsular, con importantes incrustaciones de árabe y de
hebreo y algunas, bastante más escasas, de otras lenguas. Este dialecto
hispánico fue el lenguaje propio de la población judía de las ciudades del
norte de Marruecos, de Ceuta y de Melilla, y de las comunidades del exterior
que con la emigración de esa población se crearon, como es el caso de Gibraltar
y Orán.
La palabra jaquetía probablemente se formó,
como muchas otras del dialecto, de raíz árabe y terminación castellana. Es lo
más factible que derive del verbo árabe haka (conversar, hablar, decir,
narrar). Y la raíz es bastante acertada, ya que sirve para designar al
judeo-español conversacional de los sefardíes de la zona norte de Marruecos.
No cabe la menor duda de que los judíos
medievales hablantes del español tuvieron especificidades léxicas derivadas de dos
necesidades:
La primera, la
traducción de sus libros sagrados ―la Torá, los libros proféticos y los
escritos bíblicos― al castellano medieval. Esta traducción debía hacerse, por
exigencia propia, palabra por palabra, es decir, como una lengua calco del
idioma hebreo. Esta traducción palabra por palabra es la que dio lugar a las
traducciones romanceadas medievales de la Biblia.
La segunda, la
incorporación de palabras hebreas para designar elementos que no existían en
español: fiestas judías, ritos de paso propios, objetos litúrgicos del
judaísmo, oraciones, meses del año, comidas festivas, formulaciones
ritualizadas, etc.Tras el destierro de los judíos de la Península Ibérica
(entre 1492 y 1498), las poblaciones que se asentaron tanto en Marruecos como en
el Imperio Otomano se encontraron, al llegar a sus lugares de acogida, con
comunidades judías que hablaban otros idiomas (los judíos romaniotas en el
levante mediterráneo, los judíos del reino nazarí en el norte de Marruecos y
los judíos autóctonos, toshabim, en el resto del reino), y con las que llegaron en
algunos casos a fusionarse. Esto explica parte de la incorporación de otras
lenguas a los dialectos sefardíes (turco y griego en el judeoespañol oriental y
árabe en el judeo-español de Marruecos).
El hecho de que los desterrados mantuvieran
un lenguaje propio y no adoptaran el de las comunidades de acogida se debe en
primer lugar a una cuestión elitista, al considerarse más adelantados que los
judíos autóctonos, así como a diferencias entre ambas comunidades; por ejemplo:
los judíos hispanos habían aceptado desde el siglo xiii la regla monogámica de
Rab Guershon, mientras que los judíos autóctonos de Marruecos, que vivían en un
medio islámico, mantenían las prácticas poligámicas; como otro ejemplo, los
judíos hispanos mantenían normas de herencia de las mujeres más favorables que
los judíos autóctonos.
El ladino litúrgico, utilizado por los judíos
hispano-marroquíes para lectura «española» de los textos sagrados, contribuyó
por su parte a la conservación de numerosos arcaísmos hispanos.
Sin embargo, son el árabe y el hebreo los dos
caladeros más importantes donde la jaquetía fue a recoger los términos que se
iban olvidando de la lengua castellana y aquellos otros que se iban necesitando
como sinónimos o para mostrar especificidades étnico-culturales. Esta
importación se realizó conservando los sonidos naturales de estos idiomas, a
diferencia del modo de incorporación del léxico árabe en el español, que fue
despojado de su fisonomía original. Así, mientras que el español
pronuncia alhelí, en la
jaquetía es alhailí;
mientras que el castellano pronuncia albahaca,
en la jaquetía es alhabaka.
Los términos de origen árabe designaban en
general objetos o acciones de la vida cotidiana, mientras que los términos
hebraicos designaban nociones u objetos rituales, ceremonias o formulaciones de
cortesía. El uso de los primeros se excluía casi con carácter general en
registros escritos o verbalmente formales, tanto comunitarios como religiosos
(derushim o discursos ceremoniales de bar mitzva o fallecimientos), que
presentan una lengua hispana más prístina, aunque ―eso sí― trufada de
hebraísmos.
Se hispanizaron los términos semíticos en sus
terminaciones verbales, siempre en -ar y -ear, que actuaron como verdaderos hispanizadores verbales,
en los plurales en -s, y en los
géneros en -o y -a, y también sufrieron otros cambios
fonéticos, como la sustitución de sh por s, por ejemplo en kiddush, transformado en kiddús, y en shabbat, transformado en sabbat (y otras veces en sabbá).
Por otra parte, una cierta tendencia a la
regularidad de los verbos se consiguió cambiando las terminaciones de los
verbos irregulares de la tercera conjugación por verbos regulares de la
segunda. Así, pedir se
transformó en pider, medir en mider y un largo etcétera.
La fonética de la jaquetía incorporó, además
de los sonidos elementales del español medieval (algunos perdidos en el español
actual), otros procedentes de los lenguajes semíticos que no se encontraban en
el primero, principalmente los de la hé, la vav, la zain, la het, la shin y la ayin hebreas y los de la qof y la gain árabes, así como los de consonantes
reforzadas semíticas. También todos los sonidos del español actual (con el
seseo al estilo andaluz para las c y las z y algunas x) se incorporaron a la fonética de la jaquetía durante
los siglos xix y xx, hasta
que el dialecto propio fue abandonado por las actuales generaciones
hispano-marroquíes.
Y, para terminar este brevísimo análisis de
la lengua,1 diremos
que hasta bien entrado el siglo xx los judíos
hispano-marroquíes utilizaron el dialecto para sus relaciones internas, y
también en su contacto con los españoles, además de poseer todo un acervo
cultural en ese dialecto: fórmulas de cortesía, refranes, cuentos o consejas,
poemas litúrgicos y seculares y numerosos romances. Mucha parte de ese acervo
aún se conserva en las familias de ese origen, además de que el idioma sigue
parcialmente utilizándose en el lenguaje familiar.
Impacto de la jaquetía en las relaciones hispano-judías e hispano-marroquíes
Los
españoles, desde la apertura de relaciones con Marruecos a finales del
siglo xviii,
comprendieron muy pronto el interés de tener en la población judía del país un
grupo al que, por su cercanía lingüística y por su carácter comercial y
emprendedor, se podía utilizar de traductor en sus relaciones con los árabes y
también de agente comercial e incluso de agente consular de segundo grado.
Pronto, muchos judíos fueron los traductores de las legaciones, y algunos de
sus más prominentes miembros, sus agentes comerciales en los principales
puertos que llevaban el peso de los intercambios comerciales, como era el caso
de Mogador (Esauira).
A
medida que las relaciones entre España y Marruecos se intensificaban, algunos
judíos pasaron a ser vicecónsules españoles. El Gobierno español había empleado
a judíos de Marruecos, principalmente de origen hispano, como agentes
consulares desde por lo menos 1837. Ese año España nombró vicecónsul en Tánger
al sefardí Jacobo Colombano, quien sirvió como tal ininterrumpidamente hasta
1841. En 1843-1844, en Mogador, España volvió a confiar responsabilidades
consulares a un judío, Víctor Darmon. También era judío el vicecónsul en
Larache en 1859.2 Durante
catorce años, Joseph Benatar, que lo era en 1859 y fue rescatado con motivo de
la Guerra de África,3 sirvió
como vicecónsul de España en Rabat-Casablanca. Abraham Hassan fue agente
consular en Tetuán durante bastantes años. Y Fernando Azancot también fue
vicecónsul de España en Casablanca hasta su fallecimiento en 1876.
El
3 de noviembre de 1877, en plena Restauración borbónica, y con la política
conservadora de Cánovas del Castillo, se puso fin ―por una Real Orden del
Ministro de Estado al Ministro Plenipotenciario en Tánger— al nombramiento de
cónsules y vicecónsules que no fuesen españoles, como venía sucediendo en
Marruecos hasta la fecha, estableciéndose taxativamente que «en lo sucesivo no
se nombrarán vicecónsules, ni agentes consulares á los que no sean verdaderos
súbditos españoles».4
Además, conforme se fue extendiendo el
sistema de protecciones de las naciones europeas en el país, se alcanzó un
número relativamente elevado de judíos hispanomarroquíes protegidos por España.
Y no fue el personal al servicio de consulados y viceconsulados, bien
traductores o vicecónsules, el más numeroso en lo relativo a las protecciones
españolas, sino los agentes comerciales (semsares) y los asociados agrícolas
(mojalatas); si los segundos eran fundamentalmente musulmanes, los primeros
eran mayoritariamente judíos.
La situación se consolidó tras la Guerra de
África (1859-1860) y la ocupación de Tetuán por las tropas españolas hasta
1862. El contacto con los judíos se intensificó, y pronto estos tuvieron un
papel de apoyo al ejército español, como lo muestran los comentaristas de la
prensa española que acompañaron al ejército.
Como
han mostrado algunos historiadores, como Isabelle Rohr y Maite Ojeda Mata, esta
política española, además de ser útil para los intercambios hispano-marroquíes,
contrarrestó la ascendencia francesa sobre la población judía, redirigiéndola
hacia España, aunque esto se consiguió principalmente en el norte del país,
donde residía la inmensa mayoría de los judíos hispano-marroquíes en el
siglo xix.
Esta política española hizo avanzar la
política de protecciones, pasando en numerosos casos a la naturalización
española. La naturalización solía ir dirigida a las élites judías mercantiles y
también a los judíos de clase media instruidos, que eran reclutados para
ejercer funciones consulares.
Además
de los nombres indicados, Ojeda Mata5 nos
ha dado a conocer los nombres y apellidos de judíos hispano-marroquíes
naturalizados por Carta de Naturaleza, principalmente entre la Gloriosa (1869)
y 1880 (con la Conferencia de Madrid de 1880):6
·
1869 David Cohen;
·
1871 Abraham Bendrao, Juda Ovadia Benzuyan,
Aharon Ovadia Edery, Menohen Ovadia Edery, Josef Ovadia Edery, Mordojay Ovadia
Edery, Semtob Benchinol Levi, Abraham Aserad Mengualid, Josef Salama Rofé,
Jacob Salama Rofé, Ruben Bentlina, Abraham Benmiara, José Moial, Moisés Hernas,
Samuel Barchiloa, Samuel Benmiara;
·
1873 Abraham Benasaya;
·
1875 Sadia de Abraham Cohen;
·
1876 Lillaó Bensaquen y Bensaquen;
·
1878 Judah Benliza Benshetrit, Moisés Toby Serfaty;
·
1879 Jacob y Salomon Bendahan.
Posteriormente a la Conferencia de Madrid de
1880 y hasta el inicio del reinado efectivo de Alfonso XIII, solo se encuentran
cuatro nacionalizaciones por Carta de Naturaleza: 1891, David de Abraham Benón;
1892, David Melvi Lugmany; 1899, Alberto Bandelac Bentata, y 1900, Samuel
Mobily y Leon de Guitta.
Estas
concesiones de nacionalidad por Carta de Naturaleza no tienen que ver con otras
que se otorgaban por vecindad, lo que en general obligaba a una residencia bien
en la España peninsular o bien en las islas Canarias o Plazas de Soberanía como
Ceuta y Melilla,7 ni
con otras nacionalizaciones conseguidas por el valor que tenía en sí el
solicitante.8
Tras
la Conferencia de Madrid de 1880, en 1884, veinte años antes de que Pulido
«descubriese» a los sefardíes levantinos, Joaquín Costa, en la Revista
de Geografía Comercial, se hacía eco del interés comercial de los
judíos hispanos de Marruecos para España, y también del de los sefardíes del
levante mediterráneo para el comercio con el Imperio Otomano.
No
hay que olvidar que el papel de España en Marruecos al final del siglo xix estuvo
apoyado por la prensa judía tangerina. Con la colaboración de dos judíos
tangerinos, Isaac Toledano e Isaac Laredo, y del gibraltareño Agustín Lugaro,
apareció en 1886 la segunda imprenta de Tánger y el quinto periódico de la
ciudad, El Eco Mauritano,
que se imprimía miércoles y sábados y estaba redactado en español. En el
periódico escribían, además de Isaac Laredo, Menahem Attías y Mesod Benitah. En
1889 apareció el Diario de Tánger,
que perduró hasta 1894, en el que escribía Pinhas Assayag9 con el seudónimo
Veritas, que fue corresponsal de varios diarios de Madrid. En 1893, David
Shriqui, Isaac Laredo y Leopoldo Onetto fundaron otro diario, llamado La
Crónica, que se subtitulaba «Órgano defensor de los intereses
internacionales y locales del Imperio de Marruecos»; en el periódico escribían Shriqui,
Laredo y también Moses Marrache. La defensa de los intereses españoles en la
región fue continuada directamente por España, que subvencionó un nuevo
diario, El Porvenir (continuado
a partir de 1938 por el diario España), en el que también
escribieron algunos judíos tangerinos, como Abergel y Mesod Benitah.
Pero, ciertamente, no existió un discurso de
«identidad compartida» entre españoles y sefardíes hasta la campaña de Pulido,
iniciada en 1904, que afectó en buena medida a los judíos hispano-marroquíes.
Esta «identidad compartida» tenía sus raíces en la lengua y no en la etnia.
La restricción iniciada en 1880 con respecto
a las protecciones y a las nacionalizaciones fue sustituida por un nuevo
repunte que tuvo lugar con el inicio del reinado de Alfonso XIII y la
preparación del establecimiento del Protectorado. Si bien las protecciones
disminuyeron, las nacionalizaciones se incrementaron hasta 1912, fecha del
establecimiento del Protectorado, superándose la cifra de cuarenta entre 1903 y
1912.
A partir de esa fecha, si bien un número
elevado de españoles peninsulares se establecieron en el territorio del
Protectorado y en la zona de Tánger, el papel de los judíos, tanto en las
relaciones comerciales con España como en el desarrollo de los ensanches que
planificaron los españoles en las principales ciudades (Tetuán, Melilla,
Larache, Alcazarquivir y Arcila), fue esencial para el comercio y los intereses
hispanos, y ello pese al descenso en el número de naturalizaciones ―una
veintena entre 1912 y 1931―. Sin tener datos exactos, es lícito pensar que este
número se incrementó durante el periodo republicano y decreció bastante durante
la etapa franquista (entre 1936 y 1956).
Al término del Protectorado en 1956, la
comunidad judía hispano-marroquí, que seguía utilizando la jaquetía como
lenguaje familiar y el español como lengua social, inició una diáspora que, en
un periodo de unos veinticinco años, provocó que se trasladase a España entre
un 30 y un 35% de aquella, mientras que un 25-30% lo hizo a países
hispanoamericanos (principalmente Venezuela) y el resto se dirigió a Israel y
en mucha menor medida a Canadá y Francia.
Se cerraba así un ciclo en las relaciones
hispano-judías que había beneficiado extraordinariamente a ambas partes, tanto
a España como a los judíos hispanomarroquíes.
Sin embargo, se abría otro que España no ha
aprovechado totalmente, el de la nueva diáspora judía hispano-marroquí fuera de
nuestras fronteras, principalmente a Israel y Canadá.
Notas
(1) Si
alguien desea más información sobre el dialecto, puede analizar la obra de
Jacobo Israel Garzón Lengua y
literatura oral del judeo-español de Marruecos o jaquetía, Madrid,
Hebraica Ediciones, 2017.
(2)
Véase La Corona,
24/09/1859, p. 6.
(3)
Véase El Mallorquín,
Palma de Mallorca, 12/11/1859,p. 1, y la carta de Menahem Nahón de 10 de
noviembre de 1859 en L’Univers
Israélite, diciembre de 1859.
(4)
Real Orden del Ministerio de Estado al Ministro Plenipotenciario de S. M. en Tánger,
Protecciones, 3 de noviembre de 1877 (Caja 81/48, Fondo 15, AGA). Tomado de
Ojeda Mata.
(5)
Maite Ojeda Mata, «Protección y naturalización española de judíos en el
marruecos colonial», en Los
judíos en Ceuta, el norte de África y el estrecho de Gibraltar. XVI Jornadas de
Historia de Ceuta. Ceuta, IEC, 2014, pp. 277-301.
(6)
Existen incorrecciones lingüísticas de las transcripciones de los apellidos
judíos hispano-marroquíes, pero así se registraron en la Gazeta de
Madrid.
(7) Que
no se recogen en este artículo, por estar unidos a una residencia
española.
(8) Tal
es el caso del intérprete y protegido español de la Legación de España en
Larache desde 1890, Mesod Ben Avram Amselem, «uno de los mejores hebreos de la
plaza» y «comerciante al por mayor en lanas, pieles, y cereales» (según el
Ministro Plenipotenciario de España en Tánger, a quien se le concede la
nacionalidad española en 1900.
(9)
Pinhas Assayag fue corresponsal de varios diarios de Madrid, como El Imparcial, Patria, El Liberal y El Heraldo
de Madrid.
https://cvc.cervantes.es/lengua/iecibe/02_israel.htm
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