viernes, 6 de diciembre de 2024

 

LOS ANTIGUOS CELTAS

Casco Ceremonial Celta

Xuan Che (CC BY-NC SA)

Los antiguos celtas eran diversos grupos tribales que vivieron en regiones de Europa central y occidental hacia el final de la Edad de Bronce y durante la Edad de Hierro (c. 700 a. C. al 400 d. C.). Así nombrados por los escritores del pasado, estas tribus y sus culturas migraron y se establecieron en distintos territorios, desde Portugal hasta Turquía.

Aunque eran diferentes tribus y nunca formaron un estado unificado, los celtas de la antigüedad estaban vinculados por el lenguaje, por marcadas similitudes en el arte, la manera de conducir la guerra, la religión y las prácticas de inhumación. Si bien la cultura de los celtas fue absorbida por el Imperio Romano a partir del siglo I d. C., el pueblo celta continuó prosperando en zonas remotas de Europa, como Irlanda y el norte de las Islas Británicas, donde aún se hablan las lenguas celtas.

Los ´Celtas´ – Definición y Problemas

El término ´celtas´, acuñado por los escritores de la antigüedad, se utiliza por lo regular para referirse a los pueblos que vivieron en la Europa de la Edad de Hierro antes de la conquista romana, en regiones al norte del Mediterráneo. Sin embargo, la etiqueta es problemática. Ello se debe a que esos pueblos no formaban parte de un estado unificado, sino que pertenecían a una multitud de tribus que en su mayoría no mantenían contacto directo entre ellas. La designación aún es útil por su conveniencia, pero enmascara las complejas relaciones que existían entre las distintas tribus del centro y occidente de Europa, la superposición en tiempo y espacio de algunas características culturales y el aislamiento y carácter único de otras cualidades similares. La Edad de Hierro europea fue, sin duda, un período cultural de vibrante interacción cultural, relaciones comerciales, guerras y migraciones.

Orígenes: Urnfield, Hallstatt y La Tène

La mayoría de los investigadores coincide en que los orígenes de la cultura celta se pueden rastrear hasta llegar a tres grupos culturales más antiguos, superpuestos y estrechamente relacionados entre sí. El primero de estos es la cultura de Urnfield de la Edad de Bronce tardía, ubicada en los alrededores del alto Danubio desde c. 1300 a. C. Su nombre deriva de la práctica común de emplear urnas para guardar y enterrar los restos incinerados de los fallecidos. Estas gentes permanecen en la oscuridad debido a la falta de evidencias arqueológicas. Desde principios del primer milenio a. C., entre sus siglos I al III, se difundió por Europa la tecnología de la elaboración del hierro. Como consecuencia el hierro reemplazó al bronce y se convirtió en el metal de preferencia para la elaboración de armas y herramientas más fuertes y duraderas.

Mapa de las culturas de Hallstatt y La Tène

Dbachmann (GNU FDL)

El segundo grupo proto-celta fue la cultura de Hallstatt, nombre de la localidad en Austria Superior en donde existió desde c. 1200 hasta 450 a. C., alcanzando su máximo desarrollo entre los siglos VIII al VI a. C. La cultura de Hallstatt cubre lo que hoy es el occidente de Austria, el sur de Alemania, Suiza y el este de Francia, por una parte y Austria oriental, Bohemia y parte de los Balcanes, por el otro. Fue en la parte occidental de esta área donde eventualmente se desarrollaron lo que podríamos llamar ´celtas de la antigüedad´. Es probable que la cultura de Hallstatt se haya expandido por distintos medios, tales como el comercio, las alianzas tribales, los casamientos, la imitación y la migración. Este pueblo prosperó gracias a los depósitos locales de sal, hierro y cobre; materias primas con las que comerciaban a través de las rutas navegables. El comercio alcanzó por el sur a las culturas mediterráneas de los etruscos, en Italia y a las colonias griegas de Francia, lo cual se demuestra por la presencia en los túmulos de enterramiento de Hallstatt de bienes importados y preciosas joyas de oro y ámbar. La cultura de Hallstatt entró en decadencia en el siglo V a. C., es probable que a causa del agotamiento de recursos, el incremento de la competencia entre las tribus y el cambio de las rutas comerciales hacia nuevos destinos.

El tercer grupo que resultó significativo en la formación de lo que propiamente es la cultura celta es el de La Tène (c. 450 - c.50 a. C.), nombre de la localidad suiza ubicada en la costa norte del Lago Neuchâtel. La cultura de La Tène, mejor descrita como un grupo de diversas tribus que compartían rasgos comunes en el arte y la religión, estuvo asentada en un amplio arco que cubría el centro y occidente de Europa y que abarcaba desde Irlanda hasta Rumanía. Sus características culturales incluyen la forma de trabajar el hierro, las ofrendas votivas en las fuentes de las aguas, el depósito de armas en las tumbas y un arte que sigue patrones de diseños geométricos, vegetales y espirales. Una vez más, hay una multitud de evidencias acerca del comercio con los estados del Mediterráneo. Los centros La Tène tuvieron particular éxito en los alrededores de ríos importantes como el Loira, Marne, Mosela y Elba. La cultura La Tène no se corresponde con exactitud con los pueblos celtas, ya que existió en zonas que no estaban ocupadas por ellos, citándose como ejemplo la Dinamarca de habla germana. No obstante, aunque se usa por los arqueólogos para clasificar artefactos, es común (si bien impreciso) el empleo del término La Tène como sinónimo de la cultura celta de la Europa de la mitad inicial del primer milenio a. C.

La Lengua Celta

Uno de las cuestiones más notables acerca de la conexión existente entre muchos de los pueblos de la Europa de la Edad de Hierro es su lenguaje común: el celta. Esta habla es una rama de la familia de lenguajes Indo-Europeos. Los expertos han dividido las lenguas celtas en dos grupos: celta insular y celta continental. Este último dejó de utilizarse en la mayoría de los lugares a partir del período de la Roma imperial; por desdicha los únicos ejemplos que sobreviven son las menciones que del mismo se hacen en las obras de escritores griegos y romanos, algunos cortos restos de inscripciones triviales grabadas en alfarería y estelas funerales votivas. De este grupo, el más documentado es el galo.

Los grupos de lenguajes del celta insular son dos: el británico o britónico (bretón, córnico y galés) y el goidélico (irlandés y sus derivados medievales, gaélico escocés y manés). El britónico se hablaba en las Islas Británicas en el período romano. A partir del mismo evolucionó el cúmbrico (extinto desde la época medieval), el córnico (que no se habló más después del siglo XVIII d. C., pero que ha revivido en tiempos recientes), el bretón (introducido con probabilidad en el siglo V d. C. por colonizadores británicos, no conectado con el galo) y el galés, que hasta la fecha se habla. La prueba más antigua acerca de la existencia del irlandés-goidélico data del siglo V d. C., que luego evolucionó al irlandés medio (c. 950-1200 d. C.), metamorfoseándose después de nuevo para convertirse en el irlandés moderno, que hoy día continúa hablándose.

La Religión Celta

La segunda característica común a todos los pueblos de la antigüedad que denominamos celtas, es su religión. Esta era una religión politeísta con multitud de dioses, aunque nuestro conocimiento sobre ellos se limita al de los autores clásicos, dada la falta de obras escritas por los propios celtas. Existían variaciones según la región y el siglo de que se tratara, pero las características comunes de la antigua religión celta, incluyen:

  • Reverenciar sotos sagrados y otros sitios naturales como ríos y manantiales.
  • Dedicar a los dioses ofrendas votivas tales como alimentos, armas, sacrificios animales y (raras veces) humanos.
  • Depositar junto a los muertos bienes valiosos y de uso diario, que indica la creencia en la vida después de la muerte.
  • Creer en el poder protector de los tótems, en particular en animales como el ciervo y el jabalí.
  • Reverenciar la cabeza humana, considerada como la ubicación del alma.
  • Usar tabúes para asegurar el cumplimiento de las reglas religiosas y de la comunidad.
  • Celebrar ceremonias por los druidas.

Debido a la negativa de los druidas a poner sus conocimientos por escrito, no han sobrevivido textos, himnos ni oraciones de la religión celta. A los dioses clave se les otorgaban características y poderes totalmente abarcadores, lo que incluye a los Cernunos, “dios con cornamenta” que probablemente representaba la naturaleza y la fertilidad. Otra figura importante es Lugus (conocido como Lugh, en períodos posteriores), quizá el único dios adorado en todo el universo celta, que representaba al sol y se consideraba omnividente y de sabiduría absoluta. Había muchas diosas asociadas a ríos y manantiales sanadores, como Sequana, una personificación del río Sena; Epona estaba vinculada a los caballos.

Dios celta, Caldero de Gundestrup

Dios celta, Caldero de Gundestrup

Unknown Artist (Public Domain)

 

Una característica poco usual de los dioses celtas era que algunos se consideraban trinos, en probable representación de tres aspectos diferentes de la misma divinidad. Un ejemplo de trinidad son las tres diosas madres, Matronae, que encarnaban de manera individual los conceptos de fuerza, poder y fertilidad. De los numerosos dioses locales y regionales, muchos se asociaban a cuestiones de la mayor importancia para la vida diaria: la soberanía, la guerra, la identidad tribal, la sanación, la caza y la protección de grupos específicos, como madres y niños. La religión celta recibió influencia griega y romana a partir del siglo II a. C., cuando sus sitios sagrados, que antes habían sido meros claros rodeados por muros de tierra, comenzaron a ser templos más grandes de piedra. Además, algunos dioses greco-romanos se incorporaron al panteón celta.

La Sociedad Celta

Una vez más, sin registros escritos de primera mano es difícil reconstruir las complejidades de la antigua sociedad celta. No obstante, sabemos que en muchas de sus tribus las relaciones sociales eran jerárquicas. En la cima se encontraban los que dirigían y los guerreros élite, venían después los líderes religiosos y los que actuaban como repositorio de los conocimientos recolectados por la comunidad: los druidas, que estaban exentos del pago de impuestos y del servicio militar. A continuación estaban los artesanos especializados, mercaderes, esclavos y agricultores, que por amplio margen constituían el grupo más numeroso de estas sociedades rurales y agrarias.

Las sociedades celtas se dirigieron primero por monarcas y más tarde por jefes electos, o de manera alternativa, por un pequeño consejo de ancianos. Con el tiempo, muchas tribus se unieron para prestarse ayuda mutua o por volverse dependientes de otras más poderosas, por lo cual pagaban una especie de tributo. Al final del período existían grandes confederaciones de tribus aglutinadas para defenderse de la amenaza común: los romanos. Se conoce que entre los celtas británicos hubo algunas mujeres jefas, por ejemplo Cartimandua, soberana de la tribu de los Brigantes del norte de Inglaterra a mediados del siglo I a. C. y también Boudicca (m. 61 d. C.). También hay pruebas de que las mujeres recibían un trato equivalente al de los hombres en lo que respecta a ser inhumadas con artículos valiosos, como muestra el sepulcro de Viz (s. VI – V a. C.), cerca de Châtillon-sur-Seine, en el noreste de Francia.

Casco de Waterloo

British Museum (Copyright)

Existía un fuerte sistema de relaciones de parentesco mediante el cual los gobernantes y sus extensas familias dominaban la sociedad, por ser dueños de las tierras y de los ingresos generados por el comercio. Los regentes mantenían la lealtad de sus seguidores mediante la entrega de regalos, la organización de festines típicos y la exhibición pública. Se reforzaban los lazos entre las familias mediante la acogida conjunta de niños entre distintos hogares aristocráticos, método que también se empleaba para vincular en alianza a diferentes tribus. La élite, a través de los mecanismos establecidos, se responsabilizaba con el bienestar y protección de los que le ofrecían algún tipo de servicio, de forma parecida a como ocurría durante el feudalismo en la Edad Media.

Excepto en lo tocante a los esclavos, no se ha comprobado que existieran reglas que impidieran que un hijo de uno de los grupos sociales entrara en algún momento en otro grupo, siempre que adquiriera suficientes riquezas (mostrando valor en la guerra, por ejemplo), o educación y conocimientos, que para un druida significaba unos 20 años. Julio César (c. 100-44 a. C.) escribió en su Guerra de las Galias que las mujeres celtas de la Galia entregaban a sus esposos una dote que podía ser heredada por ella al morir su pareja. César también anotó que los maridos tenían poder sobre la vida y la muerte de sus esposas e hijos. Se debate mucho por los especialistas si estas valoraciones son precisas y si pueden aplicarse a los celtas de otras áreas.

El Arte Celta

Otra cualidad común a los celtas de toda Europa, junto con el lenguaje y las prácticas religiosas, es la de sus expresiones artísticas. El arte celta, según se ha mencionado arriba, tuvo influencia de otras culturas indígenas de la Edad de Hierro, de culturas vecinas y de las de sus socios comerciales, como los tracios, escitas, griegos, etruscos y romanos y por vía de ellos, de las ideas del Cercano Oriente. Los materiales empleados incluían el barro, la piedra, el hierro, el bronce y el oro, decorados con exóticas adiciones importadas de vidrio, coral y ámbar. Los metales se fundían, grababan, perforaban, dibujaban, incrustaban y se les daba terminación mediante el repoussé (grabado del material por una cara para crear un relieve en la otra cara). Los objetos de arte típicos incluían calderos ornamentados, figuras humanas de madera o piedra arenisca, escudos de bronce, torques de oro, broches (compuestos por anillo y prendedor) y figurillas de animales que servían como ofrendas votivas.

Escultura de cabezas celtas, Entremont

Michel Wal (CC BY-SA)

Las características más prominentes del arte celta incluyen:

  • Pasión por las formas fluidas.
  • Representaciones de dioses y guerreros, en particular de las cabezas de estos.
  • Representaciones de animales (reales o imaginarios), en especial ciervos, jabalíes, caballos y perros de caza.
  • Pasión por diseños vegetales complejos, figuras abstractas y líneas espirales entrecruzadas.
  • Deseo de embellecer hasta las cosas funcionales de uso diario.
  • Deseo de trasladar mensajes acerca de ideas religiosas y de poder.

El Comercio en el Mundo Celta

Como ya se ha descrito, las culturas protocélticas de Europa occidental y central habían establecido vínculos comerciales con las culturas mediterráneas, lo cual continuó con los celtas. Además, se importaba estaño de las Islas Británicas, ámbar del Báltico, caballos de Europa oriental y los Balcanes, todo lo cual se usaba o se transfería hacia el sur. Los recursos celtas que se comerciaban incluían sal, esclavos, hierro, oro, telas de lana y pieles. Estas mercancías se cambiaban por vino (en grandes cantidades), plata, bienes suntuarios manufacturados (como garrafas de bronce, alfarería fina de Grecia y cráteras etruscas de bronce), seda y metales preciosos para su empleo en objetos de arte y joyería.

El comercio, además de proveer acceso a recursos escasos, trajo consigo consecuencias secundarias. Se intercambiaban ideas sobre arte, religión y tecnología. Los celtas, por ejemplo, adoptaron la inhumación en sepulturas planas y acuñaban sus propias monedas. También hubo un incremento de la competencia entre las tribus celtas para adquirir los recursos que les eran necesarios para el comercio. El mundo celta expandía sus horizontes y el surgimiento de una élite cada vez más rica traería repercusiones para todo el continente, al comenzar a observar con envidia las tierras más desarrolladas de sus socios comerciales y a su vez, ser observados.

Torques celta de Belstead Brook

The British Museum (CC BY-NC-SA)

La Guerra Celta

Queda claro que en esta cultura la guerra ocupaba un lugar importante a partir de la cantidad de dioses que se asociaban a la guerra en su antiguo panteón y por el gran número de armas que se depositaban en sus tumbas. La valentía y las proezas en el campo de batalla también eran fundamentales para determinar su estatus en la sociedad. Se describe que en la Galia los guerreros celtas se aclaraban sus largos cabellos con el uso de agua de cal, mientras que en las Islas Británicas pintaban diseños sobre sus cuerpos. Varios autores clásicos también comentan acerca de lo extraño que resultaba que los guerreros celtas entraran desnudos a la batalla y que coleccionaran las cabezas de sus víctimas. Muchos soldados de esas tribus llevaban un torque como collar, lo cual constituía un símbolo de estatus y rango en la comunidad. Existen pruebas acerca de la participación de mujeres en la guerra.

Los guerreros celtas usaban lanzas, espadas largas y escudos característicos rectangulares u ovalados. Los ejércitos empleaban hondas, caballería y carros de guerra, mientras la organización en el campo de batalla se lograba mediante el uso de cuernos de guerra y estandartes. A partir del siglo IV a. C. y con posterioridad, las huestes celtas ocasionaron numerosos problemas a sus vecinos al desplazarse las tribus hacia el oeste, el sur y el este en oleadas que buscaban nuevas oportunidades para enriquecerse; algo a lo que en ocasiones se alude como migración celta. Es un hecho famoso que Brennus, jefe de la tribu gala de los Senones, saqueó Roma en 390 a. C.; también los celtas ocasionaron destrozos cuando saquearon Delfos en el 279 a. C. al atravesar Grecia de camino al Asia, donde se conocieron como Gálatas. Una agrupación de sus tribus atacó de nuevo a los romanos en el 225 a. C. y con frecuencia se aliaban a Cartago en calidad de mercenarios durante las Guerras Púnicas (264-146 a. C.). En el plazo más largo, los ejércitos celtas nunca fueron fuertes contrincantes para sus enemigos helenos y romanos, quienes estaban mejor equipados y entrenados para sostener batallas de mayor envergadura. Sin embargo, una vez conquistados, sus guerreros, quienes siempre habían sido reconocidos por su bravura, pelearon con éxito como mercenarios en muchos ejércitos griegos y romanos.

Batalla Entre Celtas y romanos en el Castillo de Cadbury

Ancient Warfare Magazine/ Karwansaray Publishers (Copyright)

Decadencia y Herencia

La primera señal de que el mundo celta enfrentaría verdaderas dificultades fue un sustancial incremento en la competencia por la obtención de recursos y oportunidades de comercio, lo que se manifestó en la construcción de oppida en los siglos I y II a. C. El oppidum era el nombre que recibían los asentamientos romanos más grandes, que ahora se aplica en específico a los sitios fortificados, ubicados por lo general en puntos elevados del territorio, o en llanuras, en lugares que podían defenderse con facilidad, como los recodos de los ríos. Las fortificaciones por lo general consistían en muros de tierra que circundaban el emplazamiento, a veces con un foso exterior. Los Oppida se empleaban como centros de refugio durante la guerra, o como lugares seguros para concentrar talleres de producción y almacenar los recursos de la comunidad.

Este ambiente hostil se deterioró aún más cuando los romanos se propusieron vengarse de los estragos hechos por las migraciones de las tribus celtas durante los dos siglos anteriores, tentados por el oro y otros recursos que hallarían en una conquista total. En el 125 a. C. los romanos atacaron la tribu Arvemi en Galia y menos de un siglo después, Julio César invadió y conquistó la Galia, a pesar de la fuerte resistencia de líderes como Vercingetorix (82-46 a. C.). El Imperio Romano continuó expandiéndose y se efectuaron agresiones directas contra figuras tan importantes para la comunidad como los druidas, de modo que los celtas continentales y los del sur de las Islas Británicas fueron con el tiempo asimilados por la cultura romana. Los celtas, a pesar de todo, continuaron prosperando en zonas más aisladas como Irlanda y el norte de Inglaterra. Fue desde estas áreas que la cultura celta mantuvo continuidad dentro del período medieval y se expresó de forma muy conspicua en los poemas épicos irlandeses, galeses y escoceses pertenecientes a la literatura de la Edad Media, así como en las artes; todo, por esas fechas, cristianizado. Las viejas tradiciones continuaron viviendo en esos poemas legendarios, en las complejas formas de los diseños curvilíneos presentes en las ilustraciones de los manuscritos, en los omnipresentes broches anillados y en los sofisticados motivos vegetales tallados sobre imponentes cruces pétreas en los patios de las iglesias.

Bibliografía

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·         Anglim, S. Fighting Techniques of the Ancient World 3000 BCE-500CE. Amber Books, 2013.

·         Bagnall, R. et al. The Encyclopedia of Ancient History. Wiley-Blackwell, 2012

·         Campbell, B. et al. The Oxford Handbook of Warfare in the Classical World. Oxford University Press, 2013.

·         Chadwick, Nora & Cunliffe, Barry. The Celts. Penguin Books, 1998.

·         Cunliffe, Barry. The Ancient Celts. Oxford University Press, 2018.

·         Eluere, Christiane . The Celts First Masters of Europe /anglais. THAMES HUDSON, 1993.

·         Farley, Julia & Fraser, Hunter. Celts - Art and Identity. British Museum Press, 2015.

·         Hornblower, S. The Oxford Classical Dictionary. Oxford University Press, 2012.

·         Laing, Jennifer & Laing, Lloyd. Art of the Celts. Thames & Hudson, 1992.

·         MacKillop, James. A Dictionary of Celtic Mythology . Oxford University Press, 2017.

·         Maier, Bernhard. Dictionary of Celtic Religion and Culture . BOYE6, 2000.

 

https://www.worldhistory.org/trans/es/1-140/los-antiguos-celtas/

 

EL ARTE CELTA ANTIGUO

Máscara de caballo de Stanwick

The Briish Museum (CC BY-NC SA)

Temas del arte celta

Aunque los estudiosos debaten mucho sobre la utilidad del término "celta" para referirse a los distintos pueblos de la Europa de la Edad de Hierro, es quizás en el arte donde resulte más convincente el hecho de que existían lazos de similitud cultural entre estos pueblos en todo el continente. Desde Iberia hasta Bohemia se repiten los temas en el arte, que aparecen en diversos medios desde el 700 a. C. hasta el 400 d. C. Naturalmente, hubo muchas variaciones regionales en el arte, pero algunas de las ideas que aparecen una y otra vez en el arte celta incluyen:

  • El amor por las formas fluidas, tanto en los contornos de las obras como en su decoración.
  • Las representaciones de dioses y guerreros, especialmente de sus cabezas.
  • Las representaciones de animales (reales o imaginarios), especialmente del bosque, como ciervos, jabalíes, caballos y perros de caza.
  • El uso de complejos diseños vegetales, patrones abstractos, líneas entrelazadas en forma de remolino, que pueden llenar todos los espacios decorativos disponibles en un objeto.
  • La aparición del arte en todo tipo de objetos, incluidos los funcionales de uso cotidiano para la cocina y en forma de miniatura, como las diminutas horquillas.
  • El deseo de transmitir mensajes de poder e ideas religiosas sobre esta vida y la siguiente.

Otra fuente de variación, además del espacio y el tiempo, son las culturas externas con las que determinados grupos de celtas entraron en contacto en términos de vecinos, comercio y guerra. La cerámica griega y etrusca era muy apreciada, por ejemplo, y se ha encontrado en muchos sitios funerales celtas. En el arte celta también pueden verse elementos del arte tracio y de los escitas, como cabezas de toro y cuernos adornados para beber. Cuando los romanos conquistaron la Galia en la segunda mitad del siglo I a. C., trajeron consigo ideas en materia de arte, especialmente el amor por las criaturas fantásticas y los nuevos materiales como el latón y el esmalte. A través del comercio y los regalos diplomáticos, incluso las ideas artísticas de lugares tan lejanos como Persia llegaron a la Europa celta. Los celtas también aprendieron unos de otros y algunas regiones se especializaron en ciertas formas de arte, como los orfebres de las regiones que rodean los ríos Rin y Mosela. Por último, con la cristianización de Europa, el arte celta adoptó nuevas formas y medios, que se reflejan en los manuscritos iluminados, los broches y las cruces de piedra que caracterizan el arte celta medieval.

Broche de caballo celta

Metropolitan Museum of Art (Copyright)

Para incrementar la dificultad de apreciar un arte que se produjo a lo largo de muchos siglos en diferentes regiones, los celtas dejaron muy pocos registros escritos, por lo que no tenemos comentarios de los propios creadores sobre lo que inspiró su arte, lo que su arte pretendía representar o cómo debía utilizarse. En consecuencia, el arte celta debe juzgarse en gran medida examinando únicamente los propios objetos artísticos y los contextos en los que han sido redescubiertos. También conviene recordar que en las culturas antiguas no existía una clasificación entre "arte elevado" y artesanía. Para los celtas, el arte podía aplicarse a cualquier cosa y siempre era funcional, aunque solo los ricos podían permitirse objetos muy decorados, como recipientes ornamentados para fiestas, armaduras y armas. Por todo ello, los historiadores J. Farley y F. Hunter afirman que "el arte celta es una etiqueta difícil y compleja" y "es más correcto entenderlo como una serie de 'artes celtas' que como una tradición única y homogénea" (205 y 51).

La escultura celta

La escultura se tallaba en madera, piedra y metal, como el bronce fundido o martillado, el hierro y el oro. La forma y la decoración adicionales se conseguían mediante el grabado, el punzado, el trazado y el repoussé (acanalar el material por detrás para crear un relieve en la otra cara). Se añadían detalles a las esculturas de todo tipo utilizando materiales coloridos como el vidrio (especialmente el rojo), el coral, la concha, el ámbar, las piedras semipreciosas y el esmalte.

Príncipe de Glauberg

Heinrich Stürzl (CC BY)

Las primeras esculturas celtas se centran en la forma humana, especialmente en la cabeza, que se consideraba el hogar del alma. Estas obras suelen representar a los dioses y a las figuras heroicas de los guerreros, pero a menudo son abstractas, y los rasgos faciales típicos son los ojos lánguidos, la nariz bulbosa y el pelo recogido. Las esculturas rara vez son de tamaño natural, pero se conservan algunos ejemplos. El dios cornudo Cernunnos, que representaba la naturaleza y la fertilidad, aparece en varias esculturas de piedra. Las figuras de madera de pie, sobre todo de roble, se representan con un manto con capucha y, a veces, con una antorcha de metal que llevaban al cuello. Estas figuras probablemente se encontraban en lugares religiosos celtas.

También tenían connotaciones religiosas las piedras talladas que se conservan sobre todo en Francia e Irlanda. Las piedras típicas tienen forma de cúpula o de pirámide de cuatro lados y están cubiertas con diseños abstractos de líneas, remolinos y motivos vegetales. Es posible que representaran una visión celta del universo y que se colocaran en lugares sagrados. Un buen ejemplo es el pilar de piedra del siglo V-IV a. C. de Pfalzfeld, en St. Goar (Alemania). El pilar tiene 1,48 metros de altura y estaba rematado por una cabeza. Dividida en cuatro lados por relieves de cables verticales, cada cara tiene una cabeza humana con barba que lleva un elaborado tocado del tipo "corona de hojas". Además hay esculturas que no se pueden identificar como dioses o guerreros. El ejemplo más famoso es la cabeza de piedra Mšecké Žehrovice que data alrededor del siglo II a. C. de un santuario en la República Checa.

Sin embargo, fue el guerrero el que parece haber capturado realmente la imaginación celta. Las figuras de guerreros, que a menudo se representaban desnudos y solo llevaban una antorcha alrededor del cuello, un cinturón con una espada y, a veces, un manto, se hacían de todos los tamaños y quizás se hacían para estar de pie en los lugares de enterramiento. Un ejemplo de tamaño natural es el "Príncipe de Glauberg" del siglo V a. C., excavado en Glauberg (Alemania). El guerrero, que lleva un escudo, lleva una túnica de malla y un collar de antorchas con tres colgantes. También lleva un elaborado tocado del tipo "corona de hojas". Asimismo, hay esculturas que no podemos identificar categóricamente como un dios o un guerrero. El ejemplo más famoso es la cabeza de piedra arenisca de Mšecké Žehrovice, procedente de un santuario de la República Checa, que data de alrededor del siglo II a. C.

Héroe Mšecké Žehrovice

Miroslav Zachoval (CC BY)

Los animales, tanto reales como imaginarios, eran otro de los temas favoritos, especialmente en forma de miniaturas en metal para adornar todo tipo de objetos como calderos, carros y jarras. Los celtas creían que los tótems de animales, especialmente en las armas, las armaduras, las crestas de los cascos, los cuernos de guerra y los escudos, protegían al portador y los dotaban con las propiedades y las características de determinados animales. Entre los animales más representados (ya sea enteros, con las cabezas o en forma de máscaras) se encuentran el toro, el caballo, el ciervo y el jabalí. Una excelente pieza de escultura celta abstracta, destinada en su día a adornar un cubo o un recipiente similar, es la máscara de bronce con cabeza de caballo, de entre el 50 a. C. y el 100 d. C., descubierta como parte del tesoro de Stanwick en el norte de Yorkshire (Inglaterra). La máscara está hecha de una sola lámina de metal y tiene los ojos, las fosas nasales y el puente de la nariz muy estilizados, todo ello representado en poco relieve. Otra técnica para crear oscuridad era diseñar una pieza de forma que cambiara al verla desde distintos ángulos. Desde un lado, un rostro puede aparecer simplemente como un grupo de líneas y formas interconectadas y solo de frente se revela el rostro abstracto de un ser humano o un animal.

Escudos celtas

Las esculturas de los guerreros celtas suelen llevar su consabido escudo oblongo, y estos objetos, en particular sus umbos, solían ser una obra de arte en sí mismos. Los escudos celtas estaban hechos de madera y cuero con hebillas de metal, con un umbo central para mayor resistencia. Estos umbos y los escudos ceremoniales de bronce o los revestimientos de bronce destinados a los escudos reales eran otra oportunidad para que el artista celta mostrara sus habilidades. Un ejemplo destacado es el escudo Battersea, ahora en el Museo Británico. El escudo fue recuperado del río Támesis, al que probablemente se arrojó como ofrenda votiva. El escudo, que data de entre el 350 y el 50 a. C., está hecho de una lámina de bronce decorada con relieves, grabados y repujados. Tiene tres grandes redondeles: el del centro, que es el más grande, tiene un pronunciado umbo. Tiene volutas y 27 tachones enmarcados que en aquel momento se rellenaban con pasta de vidrio roja. Las palmetas y los motivos en forma de S en repoussé conectan los tachones dentro de cada redondel.

Detalle del escudo de Witham

The British Museum (CC BY-NC-SA)

Dos piezas que muestran el arte celta abstracto son el escudo de Witham y el umbo de Wandsworth, ambos también recuperados en ríos ingleses. El umbo del escudo de Witham, que data de entre el 400 y el 300 a. C., tiene una decoración abstracta repoussé con la adición de piezas de coral rojo. El escudo tiene un tenue diseño de un jabalí macho con patas alargadas, visible hoy solo como una diferencia en el tono de la pátina. El umbo de Wandsworth data del periodo comprendido entre el 350 y el 150 a. C., su decoración adopta la forma de cabezas de pájaros estilizadas con picos aguileños y cuerpos alargados en repoussé. Las extremidades de los pájaros se transforman en volutas o zarcillos mientras las dos criaturas parecen volar alrededor de la circunferencia del umbo. Este tipo de decoración puede verse en otras obras celtas, como los espejos de bronce y los cascos rituales.

Torques celtas

El torque es uno de los elementos de joyería celta por excelencia que los escritores clásicos señalaron como rasgo cultural distintivo (aunque también existían en otras culturas). En el arte celta abundan los ejemplos de guerreros y dioses que llevan torques en el cuello, pero también se conservan muchos torques reales. Esto puede deberse a que el torque se ofrecía en los rituales o a que se enterraban como depósito de riqueza práctico. Los torques pueden tener un significado espiritual, pueden proteger al portador y ser una indicación del estatus del portador; las de oro seguramente eran un símbolo de riqueza. Se fabricaban en hierro, bronce, cobre, plata y oro, y su diseño varía en cuanto a los motivos de los extremos, que pueden ser lazos, cabezas de animales o formas como relojes de arena, esferas y discos. La cuerda puede ser lisa, retorcida, maciza, hueca o enrollada alrededor de un núcleo orgánico.

Gran torques de Snettisham

The British Museum (CC BY-NC-SA)

Tal vez el mejor ejemplo de una torque celta sea el Gran Torque de Snettisham, que forma parte del tesoro funerario de Snettisham, hallado cerca del pueblo de Snettisham en Norfolk, Inglaterra. Fabricado con una aleación de oro (los otros metales son plata y cobre), pesa algo más de un kilo (2,2 libras) y data del 150-50 a. C. La banda de este collar está compuesta por 64 hilos que se entrelazan en ocho cuerdas, cada una de las cuales consta de ocho hilos. Los extremos son huecos y se fundieron con moldes y se soldaron a las cuerdas. Los extremos mezclan zonas en relieve con cestería cincelada. El artesano utilizó herramientas muy finas para lograrlo y para afinar el trabajo de fundición y eliminar las imperfecciones.

Otro ejemplo muy fino es el torque de Trichtingen chapado en plata, descubierto cerca de la ciudad de ese nombre en Alemania y que probablemente data del siglo II a. C. Mide 29,5 cm (11.5 in) de diámetro y pesa 6,7 kilos (14.8 lbs). Es demasiado pesado para llevarlo puesto, por lo que es posible que se haya utilizado como ofrenda votiva o para adornar una estatua. Los extremos en forma de cabeza de toro imitan el arte de Tracia o Persia.

Broches celtas

Los antiguos celtas eran especialmente aficionados a crear broches y alfileres ornamentados. Los broches, necesarios para la función práctica de sujetar la ropa, pronto pasaron de ser simples fíbulas de bronce y hierro a convertirse en símbolos de estatus muy ornamentados y amuletos que llevaban hombres, mujeres y niños. Los primeros broches tenían forma de animales, especialmente de caballos y serpientes, pero también de cabezas humanas, campanas y tambores. Podían tener forma de S con una cabeza en cada extremo o ser más abstractos con espirales y nudos intrincados. Una forma común era el broche penanular o fíbula celta, compuesto por un anillo casi completo y un alfiler que podía girar y pasar por la rotura para abrirse y cerrarse. El broche penanular llegó a ser muy decorativo y fue popular en toda Europa durante la Edad Media.

Fíbula de Braganza

British Museum (Copyright)

Los ejemplos más finos de broches celtas se hacían con oro y podían llevar incrustaciones de materiales preciosos de colores. El metal se fundía, grababa y perforaba. Uno de los mejores ejemplos de estas obras maestras en miniatura es el broche de Braganza, descubierto en España y que data del año 250-200 a. C. Este broche de oro tiene un guerrero celta con escudo que se enfrenta a un perro de caza. La guarda del broche, muy decorativa, presenta intrincados lazos y curvas.

Calderos celtas

Los calderos ocupaban un lugar especial en la cultura celta; representaban la abundancia y la regeneración, mientras que en la mitología tenían propiedades mágicas como la de producir porciones interminables de comida. Los calderos que se utilizaban en ocasiones especiales, como las fiestas celtas, estaban adornados de manera especial. Fabricados en chapa de bronce, se suspendían sobre el fuego mediante cadenas y se utilizaban para cocinar guisos de carne. Las esculturas en miniatura solían adornar los bordes, las asas y los puntos de suspensión.

El Caldero Gundestrup

Nationalmuseet, Lennart Larsen (CC BY-SA)

El mejor ejemplo de caldero decorativo, quizás demasiado bien hecho para haber sido utilizado alguna vez para cocinar, es el caldero de Gundestrup, de Dinamarca. Este cuenco de plata, parcialmente dorado, data tal vez del siglo I a. C. o antes, y es probable que haya sido importado de la región del bajo Danubio. Los espléndidos paneles en relieve muestran escenas de dioses de inspiración celta, pero también tiene motivos y animales que se ven en el arte de Oriente Próximo. Como señalan los historiadores J. Farley y F. Hunter, el caldero "no es celta, o, al menos, no es solo celta" (262). Como tal, es un objeto que sigue generando intriga e ilustra las dificultades de examinar qué es y qué no es arte celta antiguo. Cinco paneles interiores y ocho exteriores muestran a dioses como Cernunnos y Medb, entre otros, la mayoría de ellos con un torque de cuello. Tiene escenas de un sacrificio de un toro, una tropa de guerreros celtas, grifos alados, leopardos y elefantes.

Cerámica celta

Las vasijas de cerámica celta suelen tener una forma elegantemente curvada y pueden ser de color oscuro o rojo con decoración negra. Las primeras vasijas copiaban los objetos fabricados en bronce. A pesar de su sencillez, las vasijas estaban bien hechas y muy pulidas. Un tipo de recipiente típico del siglo VI a. C. es el recipiente tripartito carenado, hecho de tres piezas separadas y angulares. Con la introducción de un torno de alfarero más rápido, proveniente del Mediterráneo, fue posible hacer vasijas de mejor calidad. Los celtas eran especialmente aficionados al vino, por lo que el Linsenflasche, un tipo de frasco con cuello largo, era común en Europa central en los siglos V y IV a. C. A partir de mediados del siglo IV a. C. abundan los recipientes bulbosos con un pequeño pedestal y sin asas.

Vaso de cerámica celta

The British Museum (CC BY-NC-SA)

Los diseños geométricos sencillos eran populares en la cerámica primitiva. A medida que el arte se fue sofisticando, los animales se convirtieron en el motivo decorativo favorito y se esgrafiaban, pintaban o estampaban en todo tipo de cerámica. La decoración curvilínea era otra característica común, ya que los artistas celtas llenaban todos los espacios disponibles, una tendencia que enfatizaba aún más las curvas de la vasija. A veces, se pintaba una gran parte de la vasija de forma lisa para resaltar una zona decorativa vecina. La combinación de siluetas de animales y líneas geométricas fluidas se aprecia mejor en la cerámica del sur de Francia del siglo II a. C., cuando los animales se vuelven casi irreconocibles con sus cuerpos y extremidades alargadas.

Decadencia y legado

La expansión del Imperio romano a partir del siglo I a. C. hizo que la cultura y el arte celtas absorbieran más ideas mediterráneas, no solo en los modos de representación, sino también en el propio tema del arte. Un bajorrelieve de Reims muestra la figura de Cernunnos en el centro, pero a su lado se encuentran los dioses grecorromanos Apolo y Mercurio. Además, el arte romano producido en masa y la erosión del sistema celta de mecenazgo del arte autóctono, provocada por el nuevo orden político y social, hicieron que el arte celta empezara a decaer y prácticamente desapareciera en la Europa continental. Luego, cuando el cristianismo se apoderó de Europa a finales de la antigüedad, los artistas europeos modificaron sus obras para reflejar las nuevas creencias de la gente. Los artistas celtas, limitados ahora a Gran Bretaña e Irlanda, encontraron la expresión de sus ideas en los broches, especialmente los de tipo penanular, cuya decoración tenía símbolos relevantes para la religión cristiana. Mientras tanto, el amor por los complejos diseños curvilíneos encontró un nuevo hogar en los manuscritos iluminados y los escultores crearon cruces de piedra ornamentadas para los cementerios.

En efecto, el arte celta se fusionó con el anglosajón y el vikingo en la Gran Bretaña medieval, pero permaneció más puro en las más aisladas Irlanda y Escocia. Con la conquista normanda de Inglaterra en el año 1066 d. C., llegó toda una nueva serie de influencias y el arte se trasladó una vez más a nuevas ideas y materiales. En consecuencia, el arte producido por los antiguos celtas pasó a ser un elemento desconocido del pasado no escrito. Luego, al cabo de los siglos, llegó el retorno. El arte celta disfrutó de un gran resurgimiento en el siglo XIX tras el milagroso descubrimiento de varias piezas importantes, como los broches penanulares de Hunterston y Tara, y el mayor interés por la historia prerromana. El arte de los antiguos celtas, que inspiró a los artistas con formas abstractas y curvilíneas, muy a menudo alentado por ideas de nacionalismo y rejuvenecimiento del patrimonio cultural, volvió a cobrar protagonismo e hizo eco en movimientos como el Art Nouveau.

Bibliografía

·         Chadwick, Nora & Cunliffe, Barry. The Celts. Penguin Books, 1998.

·         Cunliffe, Barry. The Ancient Celts. Oxford University Press, 2018.

·         Eleure, Christiane . The Celts First Masters of Europe /anglais. THAMES HUDSON, 1993.

·         Farley, Julia & Fraser, Hunter. Celts - Art and Identity. British Museum Press, 2015.

·         Laing, Jennifer & Laing, Lloyd. Art of the Celts. Thames & Hudson, 1992.

·         MacKillop, James. A Dictionary of Celtic Mythology . Oxford University Press, 2017.

·         Maier, Bernhard. Dictionary of Celtic Religion and Culture . BOYE6, 2000.

 

https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17794/el-arte-celta-antiguo/

 

































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