LOS ANTIGUOS CELTAS
Casco Ceremonial
Celta
Xuan Che (CC BY-NC SA)
Los antiguos celtas eran diversos grupos
tribales que vivieron en regiones de Europa central y occidental hacia el final de la
Edad de Bronce y durante la Edad de Hierro (c. 700 a. C. al 400 d. C.).
Así nombrados por los escritores del pasado, estas tribus y sus culturas
migraron y se establecieron en distintos territorios, desde Portugal hasta
Turquía.
Aunque eran diferentes tribus y nunca
formaron un estado unificado, los celtas de la antigüedad estaban vinculados
por el lenguaje, por marcadas similitudes en el arte, la manera de conducir
la guerra, la religión y las prácticas de inhumación.
Si bien la cultura de los celtas fue absorbida por el Imperio Romano a partir del siglo I d. C., el pueblo celta continuó prosperando en
zonas remotas de Europa, como Irlanda y el norte de las Islas Británicas, donde
aún se hablan las lenguas celtas.
Los ´Celtas´ – Definición y Problemas
El término ´celtas´, acuñado por los
escritores de la antigüedad, se utiliza por lo regular para referirse a los
pueblos que vivieron en la Europa de la Edad de Hierro antes de la conquista
romana, en regiones al norte del Mediterráneo. Sin embargo, la etiqueta es
problemática. Ello se debe a que esos pueblos no formaban parte de un estado
unificado, sino que pertenecían a una multitud de tribus que en su mayoría no
mantenían contacto directo entre ellas. La designación aún es útil por su
conveniencia, pero enmascara las complejas relaciones que existían entre las
distintas tribus del centro y occidente de Europa, la superposición en tiempo y
espacio de algunas características culturales y el aislamiento y carácter único
de otras cualidades similares. La Edad de Hierro europea fue, sin duda, un
período cultural de vibrante interacción cultural, relaciones comerciales,
guerras y migraciones.
Orígenes: Urnfield, Hallstatt y La Tène
La mayoría de los investigadores coincide en
que los orígenes de la cultura celta se pueden rastrear hasta llegar a tres
grupos culturales más antiguos, superpuestos y estrechamente relacionados entre
sí. El primero de estos es la cultura de Urnfield de la Edad de Bronce tardía,
ubicada en los alrededores del alto Danubio desde c. 1300 a. C. Su nombre
deriva de la práctica común de emplear urnas para guardar y enterrar los restos
incinerados de los fallecidos. Estas gentes permanecen en la oscuridad debido a
la falta de evidencias arqueológicas. Desde principios del primer milenio a.
C., entre sus siglos I al III, se difundió por Europa la tecnología de la
elaboración del hierro. Como consecuencia el hierro reemplazó al bronce y se
convirtió en el metal de preferencia para la elaboración de armas y herramientas
más fuertes y duraderas.
Mapa de las culturas de Hallstatt y La Tène
Dbachmann (GNU FDL)
El segundo grupo proto-celta fue la cultura de Hallstatt, nombre de la localidad en Austria Superior en donde existió desde c.
1200 hasta 450 a. C., alcanzando su máximo desarrollo entre los siglos VIII al
VI a. C. La cultura de Hallstatt cubre lo que hoy es el occidente de Austria,
el sur de Alemania, Suiza y el este de Francia, por una parte y Austria
oriental, Bohemia y parte de los Balcanes, por el otro. Fue en la parte
occidental de esta área donde eventualmente se desarrollaron lo que podríamos
llamar ´celtas de la antigüedad´. Es probable que la cultura de Hallstatt se
haya expandido por distintos medios, tales como el comercio, las alianzas
tribales, los casamientos, la imitación y la migración. Este pueblo prosperó
gracias a los depósitos locales de sal, hierro y cobre; materias primas con las
que comerciaban a través de las rutas navegables. El comercio alcanzó por el
sur a las culturas mediterráneas de los etruscos, en Italia y a las colonias griegas de Francia, lo cual
se demuestra por la presencia en los túmulos de enterramiento de Hallstatt de
bienes importados y preciosas joyas de oro y ámbar. La cultura de Hallstatt
entró en decadencia en el siglo V a. C., es probable que a causa del
agotamiento de recursos, el incremento de la competencia entre las tribus y el
cambio de las rutas comerciales hacia nuevos destinos.
El tercer grupo que resultó significativo en
la formación de lo que propiamente es la cultura celta es el de La Tène (c. 450
- c.50 a. C.), nombre de la localidad suiza ubicada en la costa norte del Lago
Neuchâtel. La cultura de La Tène, mejor descrita
como un grupo de diversas tribus que compartían rasgos comunes en el arte y la
religión, estuvo asentada en un amplio arco que cubría el centro y occidente de
Europa y que abarcaba desde Irlanda hasta Rumanía. Sus características
culturales incluyen la forma de trabajar el hierro, las ofrendas votivas en las
fuentes de las aguas, el depósito de armas en las tumbas y un arte que sigue
patrones de diseños geométricos, vegetales y espirales. Una vez más, hay una
multitud de evidencias acerca del comercio con los estados del Mediterráneo.
Los centros La Tène tuvieron particular éxito en los alrededores de ríos
importantes como el Loira, Marne, Mosela y Elba. La cultura La Tène no se
corresponde con exactitud con los pueblos celtas, ya que existió en zonas que
no estaban ocupadas por ellos, citándose como ejemplo la Dinamarca de habla
germana. No obstante, aunque se usa por los arqueólogos para clasificar
artefactos, es común (si bien impreciso) el empleo del término La Tène como
sinónimo de la cultura celta de la Europa de la mitad inicial del primer
milenio a. C.
La Lengua Celta
Uno de las cuestiones más notables acerca de
la conexión existente entre muchos de los pueblos de la Europa de la Edad de
Hierro es su lenguaje común: el celta. Esta habla es una rama de la familia de
lenguajes Indo-Europeos. Los expertos han dividido las lenguas celtas en dos
grupos: celta insular y celta continental. Este último dejó de utilizarse en la
mayoría de los lugares a partir del período de la Roma imperial; por desdicha
los únicos ejemplos que sobreviven son las menciones que del mismo se hacen en
las obras de escritores griegos y romanos, algunos cortos restos de
inscripciones triviales grabadas en alfarería y estelas funerales votivas. De
este grupo, el más documentado es el galo.
Los grupos de lenguajes del celta insular son
dos: el británico o britónico (bretón, córnico y galés) y el goidélico
(irlandés y sus derivados medievales, gaélico escocés y manés). El britónico se
hablaba en las Islas Británicas en el período romano. A partir del mismo
evolucionó el cúmbrico (extinto desde la época medieval), el córnico (que no se
habló más después del siglo XVIII d. C., pero que ha revivido en tiempos
recientes), el bretón (introducido con probabilidad en el siglo V d. C. por
colonizadores británicos, no conectado con el galo) y el galés, que hasta la
fecha se habla. La prueba más antigua acerca de la existencia del
irlandés-goidélico data del siglo V d. C., que luego evolucionó al irlandés
medio (c. 950-1200 d. C.), metamorfoseándose después de nuevo para convertirse
en el irlandés moderno, que hoy día continúa hablándose.
La Religión Celta
La segunda característica común a todos los
pueblos de la antigüedad que denominamos celtas, es su religión. Esta era una
religión politeísta con multitud de dioses, aunque nuestro conocimiento sobre
ellos se limita al de los autores clásicos, dada la falta de obras escritas por
los propios celtas. Existían variaciones según la región y el siglo de que se
tratara, pero las características comunes de la antigua religión celta,
incluyen:
- Reverenciar
sotos sagrados y otros sitios naturales como ríos y manantiales.
- Dedicar
a los dioses ofrendas votivas tales como alimentos, armas, sacrificios
animales y (raras veces) humanos.
- Depositar
junto a los muertos bienes valiosos y de uso diario, que indica la
creencia en la vida después de la muerte.
- Creer en
el poder protector de los tótems, en particular en animales como el ciervo
y el jabalí.
- Reverenciar
la cabeza humana, considerada como la ubicación del alma.
- Usar
tabúes para asegurar el cumplimiento de las reglas religiosas y de la
comunidad.
- Celebrar
ceremonias por los druidas.
Debido a la negativa de los druidas a poner
sus conocimientos por escrito, no han sobrevivido textos, himnos ni oraciones
de la religión celta. A los dioses clave se les otorgaban características y
poderes totalmente abarcadores, lo que incluye a los Cernunos, “dios con
cornamenta” que probablemente representaba la naturaleza y la fertilidad. Otra
figura importante es Lugus (conocido como Lugh, en períodos posteriores), quizá
el único dios adorado en todo el universo celta, que
representaba al sol y se consideraba omnividente y de sabiduría absoluta. Había
muchas diosas asociadas a ríos y manantiales sanadores, como Sequana, una
personificación del río Sena; Epona estaba vinculada a los caballos.
Dios celta, Caldero de Gundestrup
Dios celta, Caldero de
Gundestrup
Unknown Artist (Public Domain)
Una característica poco usual de los dioses
celtas era que algunos se consideraban trinos, en probable representación de
tres aspectos diferentes de la misma divinidad. Un ejemplo de trinidad son las
tres diosas madres, Matronae, que encarnaban de manera individual los conceptos
de fuerza, poder y fertilidad. De los numerosos dioses locales y regionales,
muchos se asociaban a cuestiones de la mayor importancia para la vida diaria:
la soberanía, la guerra, la identidad tribal, la sanación, la caza y la
protección de grupos específicos, como madres y niños. La religión celta
recibió influencia griega y romana a partir del siglo II a. C., cuando sus
sitios sagrados, que antes habían sido meros claros rodeados por muros de
tierra, comenzaron a ser templos más grandes de piedra. Además, algunos dioses
greco-romanos se incorporaron al panteón celta.
La Sociedad Celta
Una vez más, sin registros escritos de
primera mano es difícil reconstruir las complejidades de la antigua sociedad
celta. No obstante, sabemos que en muchas de sus tribus las relaciones sociales
eran jerárquicas. En la cima se encontraban los que dirigían y los guerreros
élite, venían después los líderes religiosos y los que actuaban como
repositorio de los conocimientos recolectados por la comunidad: los druidas,
que estaban exentos del pago de impuestos y del servicio militar. A
continuación estaban los artesanos especializados, mercaderes, esclavos y
agricultores, que por amplio margen constituían el grupo más numeroso de estas
sociedades rurales y agrarias.
Las sociedades celtas se dirigieron primero
por monarcas y más tarde por jefes electos, o de manera alternativa, por un
pequeño consejo de ancianos. Con el tiempo, muchas tribus se unieron para prestarse
ayuda mutua o por volverse dependientes de otras más poderosas, por lo cual
pagaban una especie de tributo. Al final del período existían grandes
confederaciones de tribus aglutinadas para defenderse de la amenaza común: los
romanos. Se conoce que entre los celtas británicos hubo algunas mujeres jefas,
por ejemplo Cartimandua, soberana de la tribu de los Brigantes del norte de
Inglaterra a mediados del siglo I a. C. y también Boudicca (m. 61 d. C.).
También hay pruebas de que las mujeres recibían un trato equivalente al de los
hombres en lo que respecta a ser inhumadas con artículos valiosos, como muestra
el sepulcro de Viz (s. VI – V a. C.), cerca de Châtillon-sur-Seine, en el
noreste de Francia.
Casco de Waterloo
British Museum (Copyright)
Existía un fuerte sistema de relaciones de
parentesco mediante el cual los gobernantes y sus extensas familias dominaban
la sociedad, por ser dueños de las tierras y de los ingresos generados por el
comercio. Los regentes mantenían la lealtad de sus seguidores mediante la
entrega de regalos, la organización de festines típicos y la exhibición
pública. Se reforzaban los lazos entre las familias mediante la acogida conjunta
de niños entre distintos hogares aristocráticos, método que también se empleaba
para vincular en alianza a diferentes tribus. La élite, a través de los
mecanismos establecidos, se responsabilizaba con el bienestar y protección de
los que le ofrecían algún tipo de servicio, de forma parecida a como ocurría
durante el feudalismo en la Edad
Media.
Excepto en lo tocante a los esclavos, no se
ha comprobado que existieran reglas que impidieran que un hijo de uno de los
grupos sociales entrara en algún momento en otro grupo, siempre que adquiriera
suficientes riquezas (mostrando valor en la guerra, por ejemplo), o educación y
conocimientos, que para un druida significaba unos 20 años. Julio César (c. 100-44 a.
C.) escribió en su Guerra de las Galias que las mujeres celtas de la Galia entregaban a sus esposos una dote que podía
ser heredada por ella al morir su pareja. César también anotó que los maridos
tenían poder sobre la vida y la muerte de sus esposas e hijos. Se debate mucho
por los especialistas si estas valoraciones son precisas y si pueden aplicarse
a los celtas de otras áreas.
El Arte Celta
Otra cualidad común a los celtas de toda
Europa, junto con el lenguaje y las prácticas religiosas, es la de sus
expresiones artísticas. El arte celta, según se ha mencionado arriba, tuvo
influencia de otras culturas indígenas de la Edad de Hierro, de culturas
vecinas y de las de sus socios comerciales, como los tracios, escitas, griegos, etruscos y romanos y por vía de
ellos, de las ideas del Cercano Oriente. Los materiales empleados incluían el
barro, la piedra, el hierro, el bronce y el oro, decorados con exóticas
adiciones importadas de vidrio, coral y ámbar. Los metales se fundían,
grababan, perforaban, dibujaban, incrustaban y se les daba terminación mediante
el repoussé (grabado
del material por una cara para crear un relieve en la otra cara). Los objetos
de arte típicos incluían calderos ornamentados, figuras humanas de madera o
piedra arenisca, escudos de bronce, torques de oro, broches (compuestos por
anillo y prendedor) y figurillas de animales que servían como ofrendas votivas.
Escultura de cabezas celtas, Entremont
Michel Wal (CC BY-SA)
Las características más prominentes del arte
celta incluyen:
- Pasión
por las formas fluidas.
- Representaciones
de dioses y guerreros, en particular de las cabezas de estos.
- Representaciones
de animales (reales o imaginarios), en especial ciervos, jabalíes,
caballos y perros de caza.
- Pasión
por diseños vegetales complejos, figuras abstractas y líneas espirales
entrecruzadas.
- Deseo de
embellecer hasta las cosas funcionales de uso diario.
- Deseo de
trasladar mensajes acerca de ideas religiosas y de poder.
El Comercio en el Mundo Celta
Como ya se ha descrito, las culturas
protocélticas de Europa occidental y central habían establecido vínculos
comerciales con las culturas mediterráneas, lo cual continuó con los celtas.
Además, se importaba estaño de las Islas Británicas, ámbar del Báltico,
caballos de Europa oriental y los Balcanes, todo lo cual se usaba o se
transfería hacia el sur. Los recursos celtas que se comerciaban incluían sal,
esclavos, hierro, oro, telas de lana y pieles. Estas mercancías se cambiaban
por vino (en grandes cantidades), plata, bienes suntuarios manufacturados (como
garrafas de bronce, alfarería fina de Grecia y cráteras etruscas de bronce),
seda y metales preciosos para su empleo en objetos de arte y joyería.
El comercio, además de proveer acceso a
recursos escasos, trajo consigo consecuencias secundarias. Se intercambiaban
ideas sobre arte, religión y tecnología. Los celtas, por ejemplo, adoptaron la
inhumación en sepulturas planas y acuñaban sus propias monedas. También hubo un
incremento de la competencia entre las tribus celtas para adquirir los recursos
que les eran necesarios para el comercio. El mundo celta expandía sus
horizontes y el surgimiento de una élite cada vez más rica traería
repercusiones para todo el continente, al comenzar a observar con envidia las
tierras más desarrolladas de sus socios comerciales y a su vez, ser observados.
Torques celta de Belstead Brook
The British Museum (CC BY-NC-SA)
La Guerra Celta
Queda claro que en esta cultura la guerra
ocupaba un lugar importante a partir de la cantidad de dioses que se asociaban
a la guerra en su antiguo panteón y por el gran número de armas que se
depositaban en sus tumbas. La valentía y las proezas en el campo de batalla
también eran fundamentales para determinar su estatus en la sociedad. Se
describe que en la Galia los guerreros celtas se
aclaraban sus largos cabellos con el uso de agua de cal, mientras que en las
Islas Británicas pintaban diseños sobre sus cuerpos. Varios autores clásicos
también comentan acerca de lo extraño que resultaba que los guerreros celtas
entraran desnudos a la batalla y que coleccionaran las cabezas de sus víctimas.
Muchos soldados de esas tribus llevaban un torque como collar, lo cual
constituía un símbolo de estatus y rango en la comunidad. Existen pruebas
acerca de la participación de mujeres en la guerra.
Los guerreros celtas usaban lanzas, espadas
largas y escudos característicos rectangulares u ovalados. Los ejércitos
empleaban hondas, caballería y carros de guerra, mientras la organización en el
campo de batalla se lograba mediante el uso de cuernos de guerra y estandartes.
A partir del siglo IV a. C. y con posterioridad, las huestes celtas ocasionaron
numerosos problemas a sus vecinos al desplazarse las tribus hacia el oeste, el
sur y el este en oleadas que buscaban nuevas oportunidades para enriquecerse;
algo a lo que en ocasiones se alude como migración celta. Es un hecho famoso
que Brennus, jefe de la tribu gala de los Senones, saqueó Roma en 390 a. C.;
también los celtas ocasionaron destrozos cuando saquearon Delfos en el 279 a. C. al atravesar Grecia de camino
al Asia, donde se conocieron como Gálatas. Una agrupación de sus tribus atacó
de nuevo a los romanos en el 225 a. C. y con frecuencia se aliaban a Cartago en calidad de
mercenarios durante las Guerras Púnicas (264-146 a. C.). En el plazo más largo, los ejércitos celtas nunca
fueron fuertes contrincantes para sus enemigos helenos y romanos, quienes
estaban mejor equipados y entrenados para sostener batallas de mayor
envergadura. Sin embargo, una vez conquistados, sus guerreros, quienes siempre
habían sido reconocidos por su bravura, pelearon con éxito como mercenarios en
muchos ejércitos griegos y romanos.
Batalla Entre Celtas y romanos en el Castillo de Cadbury
Ancient Warfare Magazine/ Karwansaray Publishers (Copyright)
Decadencia y Herencia
La primera señal de que el mundo celta
enfrentaría verdaderas dificultades fue un sustancial incremento en la
competencia por la obtención de recursos y oportunidades de comercio, lo que se
manifestó en la construcción de oppida en los
siglos I y II a. C. El oppidum era el nombre que recibían los asentamientos romanos más grandes, que
ahora se aplica en específico a los sitios fortificados, ubicados por lo
general en puntos elevados del territorio, o en llanuras, en lugares que podían
defenderse con facilidad, como los recodos de los ríos. Las fortificaciones por
lo general consistían en muros de tierra que circundaban el emplazamiento, a
veces con un foso exterior. Los Oppida se
empleaban como centros de refugio durante la guerra, o como lugares seguros
para concentrar talleres de producción y almacenar los recursos de la
comunidad.
Este ambiente hostil se deterioró aún más
cuando los romanos se propusieron vengarse de los estragos hechos por las
migraciones de las tribus celtas durante los dos siglos anteriores, tentados
por el oro y otros recursos que hallarían en una conquista total. En el 125 a.
C. los romanos atacaron la tribu Arvemi en Galia y menos de un siglo después,
Julio César invadió y conquistó la Galia, a pesar de la fuerte resistencia de
líderes como Vercingetorix (82-46 a. C.). El Imperio Romano continuó expandiéndose y se efectuaron agresiones directas contra
figuras tan importantes para la comunidad como los druidas, de modo que los
celtas continentales y los del sur de las Islas Británicas fueron con el tiempo
asimilados por la cultura romana. Los celtas, a pesar de todo, continuaron
prosperando en zonas más aisladas como Irlanda y el norte de Inglaterra. Fue
desde estas áreas que la cultura celta mantuvo continuidad dentro del período
medieval y se expresó de forma muy conspicua en los poemas épicos irlandeses,
galeses y escoceses pertenecientes a la literatura de la Edad
Media, así como en las artes; todo, por esas fechas, cristianizado. Las viejas
tradiciones continuaron viviendo en esos poemas legendarios, en las complejas
formas de los diseños curvilíneos presentes en las ilustraciones de los
manuscritos, en los omnipresentes broches anillados y en los sofisticados
motivos vegetales tallados sobre imponentes cruces pétreas en los patios de las
iglesias.
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EL ARTE CELTA
ANTIGUO
Máscara de caballo
de Stanwick
The Briish Museum (CC BY-NC SA)
Temas del arte celta
Aunque los estudiosos debaten mucho sobre la
utilidad del término "celta" para referirse a los distintos pueblos
de la Europa de la Edad de Hierro, es quizás en el arte donde resulte más
convincente el hecho de que existían lazos de similitud cultural entre estos
pueblos en todo el continente. Desde Iberia hasta Bohemia se repiten los temas
en el arte, que aparecen en diversos medios desde el 700 a. C. hasta el 400 d.
C. Naturalmente, hubo muchas variaciones regionales en el arte, pero algunas de
las ideas que aparecen una y otra vez en el arte celta incluyen:
- El amor por las formas
fluidas, tanto en los contornos de las obras como en su decoración.
- Las representaciones de
dioses y guerreros, especialmente de sus cabezas.
- Las representaciones de
animales (reales o imaginarios), especialmente del bosque, como ciervos,
jabalíes, caballos y perros de caza.
- El uso de complejos
diseños vegetales, patrones abstractos, líneas entrelazadas en forma de
remolino, que pueden llenar todos los espacios decorativos disponibles en
un objeto.
- La aparición del arte en
todo tipo de objetos, incluidos los funcionales de uso cotidiano para la
cocina y en forma de miniatura, como las diminutas horquillas.
- El deseo de transmitir
mensajes de poder e ideas religiosas sobre esta vida y la siguiente.
Otra fuente de variación, además del espacio
y el tiempo, son las culturas externas con las que determinados grupos de
celtas entraron en contacto en términos de vecinos, comercio y guerra. La cerámica griega y etrusca era muy
apreciada, por ejemplo, y se ha encontrado en muchos sitios funerales celtas.
En el arte celta también pueden verse elementos del arte tracio y de los escitas, como cabezas de toro y cuernos adornados
para beber. Cuando los romanos conquistaron la Galia en la segunda mitad del siglo I a. C.,
trajeron consigo ideas en materia de arte, especialmente el amor por las
criaturas fantásticas y los nuevos materiales como el latón y el esmalte. A
través del comercio y los regalos diplomáticos, incluso las ideas artísticas de
lugares tan lejanos como Persia llegaron a la Europa celta. Los celtas también
aprendieron unos de otros y algunas regiones se especializaron en ciertas
formas de arte, como los orfebres de las regiones que rodean los ríos Rin y
Mosela. Por último, con la cristianización de Europa, el arte celta adoptó nuevas
formas y medios, que se reflejan en los manuscritos iluminados, los broches y las cruces de piedra que caracterizan el arte celta
medieval.
Broche de caballo celta
Metropolitan Museum of Art (Copyright)
Para incrementar la dificultad de apreciar un
arte que se produjo a lo largo de muchos siglos en diferentes regiones, los
celtas dejaron muy pocos registros escritos, por lo que no tenemos comentarios
de los propios creadores sobre lo que inspiró su arte, lo que su arte pretendía
representar o cómo debía utilizarse. En consecuencia, el arte celta debe
juzgarse en gran medida examinando únicamente los propios objetos artísticos y
los contextos en los que han sido redescubiertos. También conviene recordar que
en las culturas antiguas no existía una clasificación entre "arte
elevado" y artesanía. Para los celtas, el arte podía aplicarse a cualquier
cosa y siempre era funcional, aunque solo los ricos podían permitirse objetos
muy decorados, como recipientes ornamentados para fiestas, armaduras y armas.
Por todo ello, los historiadores J. Farley y F. Hunter afirman que "el
arte celta es una etiqueta difícil y compleja" y "es más correcto
entenderlo como una serie de 'artes celtas' que como una tradición única y
homogénea" (205 y 51).
La escultura celta
La escultura se tallaba en madera, piedra y
metal, como el bronce fundido o martillado, el hierro y el oro. La forma y la
decoración adicionales se conseguían mediante el grabado, el punzado, el
trazado y el repoussé (acanalar el material por detrás para crear un relieve en la otra cara).
Se añadían detalles a las esculturas de todo tipo utilizando materiales
coloridos como el vidrio (especialmente el rojo), el coral, la concha, el
ámbar, las piedras semipreciosas y el esmalte.
Príncipe de Glauberg
Heinrich Stürzl (CC BY)
Las primeras esculturas celtas se centran en
la forma humana, especialmente en la cabeza, que se consideraba el hogar del
alma. Estas obras suelen representar a los dioses y a las figuras heroicas de
los guerreros, pero a menudo son abstractas, y los rasgos faciales típicos son
los ojos lánguidos, la nariz bulbosa y el pelo recogido. Las esculturas rara
vez son de tamaño natural, pero se conservan algunos ejemplos. El dios cornudo Cernunnos, que representaba la
naturaleza y la fertilidad, aparece en varias esculturas de piedra. Las figuras
de madera de pie, sobre todo de roble, se representan con un manto con capucha
y, a veces, con una antorcha de metal que llevaban al cuello. Estas figuras
probablemente se encontraban en lugares religiosos celtas.
También tenían connotaciones religiosas las
piedras talladas que se conservan sobre todo en Francia e Irlanda. Las piedras
típicas tienen forma de cúpula o de pirámide de cuatro lados
y están cubiertas con diseños abstractos de líneas, remolinos y motivos
vegetales. Es posible que representaran una visión celta del universo y que se
colocaran en lugares sagrados. Un buen ejemplo es el pilar de piedra del siglo
V-IV a. C. de Pfalzfeld, en St. Goar (Alemania). El pilar tiene 1,48 metros de
altura y estaba rematado por una cabeza. Dividida en cuatro lados por relieves
de cables verticales, cada cara tiene una cabeza humana con barba que lleva un
elaborado tocado del tipo "corona de hojas". Además hay esculturas
que no se pueden identificar como dioses o guerreros. El ejemplo más famoso es
la cabeza de piedra Mšecké Žehrovice que data alrededor del siglo II a. C. de
un santuario en la República Checa.
Sin embargo, fue el guerrero el que parece
haber capturado realmente la imaginación celta. Las figuras de guerreros, que a
menudo se representaban desnudos y solo llevaban una antorcha alrededor del
cuello, un cinturón con una espada y, a veces, un manto, se hacían de todos los
tamaños y quizás se hacían para estar de pie en los lugares de enterramiento. Un ejemplo de
tamaño natural es el "Príncipe de Glauberg" del siglo V a. C.,
excavado en Glauberg (Alemania). El guerrero, que lleva un escudo, lleva una
túnica de malla y un collar de antorchas con tres colgantes. También lleva un
elaborado tocado del tipo "corona de hojas". Asimismo, hay esculturas
que no podemos identificar categóricamente como un dios o un guerrero. El
ejemplo más famoso es la cabeza de piedra arenisca de Mšecké Žehrovice,
procedente de un santuario de la República Checa, que data de alrededor del
siglo II a. C.
Héroe Mšecké Žehrovice
Miroslav Zachoval (CC BY)
Los animales, tanto reales como imaginarios,
eran otro de los temas favoritos, especialmente en forma de miniaturas en metal
para adornar todo tipo de objetos como calderos, carros y jarras. Los celtas
creían que los tótems de animales, especialmente en las armas, las armaduras,
las crestas de los cascos, los cuernos de guerra y los escudos, protegían al
portador y los dotaban con las propiedades y las características de
determinados animales. Entre los animales más representados (ya sea enteros,
con las cabezas o en forma de máscaras) se encuentran el toro, el caballo, el
ciervo y el jabalí. Una excelente pieza de escultura celta abstracta, destinada
en su día a adornar un cubo o un recipiente similar, es la máscara de bronce
con cabeza de caballo, de entre el 50 a. C. y el 100 d. C., descubierta como
parte del tesoro de Stanwick en el norte de Yorkshire (Inglaterra). La máscara
está hecha de una sola lámina de metal y tiene los ojos, las fosas nasales y el
puente de la nariz muy estilizados, todo ello representado en poco relieve.
Otra técnica para crear oscuridad era diseñar una pieza de forma que cambiara
al verla desde distintos ángulos. Desde un lado, un rostro puede aparecer
simplemente como un grupo de líneas y formas interconectadas y solo de frente
se revela el rostro abstracto de un ser humano o un animal.
Escudos celtas
Las esculturas de los guerreros celtas suelen llevar su consabido escudo oblongo, y estos objetos, en
particular sus umbos, solían ser una obra de arte en sí mismos. Los escudos
celtas estaban hechos de madera y cuero con hebillas de metal, con un umbo
central para mayor resistencia. Estos umbos y los escudos ceremoniales de
bronce o los revestimientos de bronce destinados a los escudos reales eran otra
oportunidad para que el artista celta mostrara sus habilidades. Un ejemplo
destacado es el escudo Battersea, ahora en el Museo Británico. El escudo fue
recuperado del río Támesis, al que probablemente se arrojó como ofrenda votiva.
El escudo, que data de entre el 350 y el 50 a. C., está hecho de una lámina de
bronce decorada con relieves, grabados y repujados. Tiene tres grandes
redondeles: el del centro, que es el más grande, tiene un pronunciado umbo.
Tiene volutas y 27 tachones enmarcados que en aquel momento se rellenaban con
pasta de vidrio roja. Las palmetas y los motivos en forma de S en repoussé conectan los tachones dentro de cada redondel.
Detalle del escudo de Witham
The British Museum (CC BY-NC-SA)
Dos piezas que muestran el arte celta
abstracto son el escudo de Witham y el umbo de Wandsworth, ambos también
recuperados en ríos ingleses. El umbo del escudo de Witham, que data de entre
el 400 y el 300 a. C., tiene una decoración abstracta repoussé con la adición de piezas de coral rojo. El escudo tiene un tenue
diseño de un jabalí macho con patas alargadas, visible hoy solo como una
diferencia en el tono de la pátina. El umbo de Wandsworth data del periodo
comprendido entre el 350 y el 150 a. C., su decoración adopta la forma de
cabezas de pájaros estilizadas con picos aguileños y cuerpos alargados en repoussé. Las extremidades de los pájaros se transforman en volutas o zarcillos
mientras las dos criaturas parecen volar alrededor de la circunferencia del
umbo. Este tipo de decoración puede verse en otras obras celtas, como los
espejos de bronce y los cascos rituales.
Torques celtas
El torque es uno de los elementos de joyería
celta por excelencia que los escritores clásicos señalaron como rasgo cultural
distintivo (aunque también existían en otras culturas). En el arte celta
abundan los ejemplos de guerreros y dioses que llevan torques en el cuello,
pero también se conservan muchos torques reales. Esto puede deberse a que el
torque se ofrecía en los rituales o a que se enterraban como depósito de
riqueza práctico. Los torques pueden tener un significado espiritual, pueden
proteger al portador y ser una indicación del estatus del portador; las de oro
seguramente eran un símbolo de riqueza. Se fabricaban en hierro, bronce, cobre,
plata y oro, y su diseño varía en cuanto a los motivos de los extremos, que
pueden ser lazos, cabezas de animales o formas como relojes de arena, esferas y
discos. La cuerda puede ser lisa, retorcida, maciza, hueca o enrollada
alrededor de un núcleo orgánico.
Gran torques de Snettisham
The British Museum (CC BY-NC-SA)
Tal vez el mejor ejemplo de una torque celta
sea el Gran Torque de Snettisham, que forma parte del tesoro funerario de
Snettisham, hallado cerca del pueblo de Snettisham en Norfolk, Inglaterra.
Fabricado con una aleación de oro (los otros metales son plata y cobre), pesa
algo más de un kilo (2,2 libras) y data del 150-50 a. C. La banda de este
collar está compuesta por 64 hilos que se entrelazan en ocho cuerdas, cada una
de las cuales consta de ocho hilos. Los extremos son huecos y se fundieron con
moldes y se soldaron a las cuerdas. Los extremos mezclan zonas en relieve con
cestería cincelada. El artesano utilizó herramientas muy finas para lograrlo y
para afinar el trabajo de fundición y eliminar las imperfecciones.
Otro ejemplo muy fino es el torque de
Trichtingen chapado en plata, descubierto cerca de la ciudad de ese nombre en
Alemania y que probablemente data del siglo II a. C. Mide 29,5 cm (11.5 in) de
diámetro y pesa 6,7 kilos (14.8 lbs). Es demasiado pesado para llevarlo puesto,
por lo que es posible que se haya utilizado como ofrenda votiva o para adornar
una estatua. Los extremos en forma de cabeza de toro imitan el arte de Tracia o
Persia.
Broches celtas
Los antiguos celtas eran especialmente aficionados a crear broches y alfileres ornamentados.
Los broches, necesarios para la función práctica de sujetar la ropa, pronto
pasaron de ser simples fíbulas de bronce y hierro a convertirse en símbolos de
estatus muy ornamentados y amuletos que llevaban hombres, mujeres y niños. Los
primeros broches tenían forma de animales, especialmente de caballos y
serpientes, pero también de cabezas humanas, campanas y tambores. Podían tener
forma de S con una cabeza en cada extremo o ser más abstractos con espirales y
nudos intrincados. Una forma común era el broche penanular o fíbula celta,
compuesto por un anillo casi completo y un alfiler que podía girar y pasar por
la rotura para abrirse y cerrarse. El broche penanular llegó a ser muy
decorativo y fue popular en toda Europa durante la Edad Media.
Fíbula de Braganza
British Museum (Copyright)
Los ejemplos más finos de broches celtas se
hacían con oro y podían llevar incrustaciones de materiales preciosos de colores.
El metal se fundía, grababa y perforaba. Uno de los mejores ejemplos de estas
obras maestras en miniatura es el broche de Braganza, descubierto en España y
que data del año 250-200 a. C. Este broche de oro tiene un guerrero celta con
escudo que se enfrenta a un perro de caza. La guarda del broche, muy
decorativa, presenta intrincados lazos y curvas.
Calderos celtas
Los calderos ocupaban un lugar especial en la
cultura celta; representaban la abundancia y la regeneración, mientras que en
la mitología tenían
propiedades mágicas como la de producir porciones interminables de comida. Los
calderos que se utilizaban en ocasiones especiales, como las fiestas celtas,
estaban adornados de manera especial. Fabricados en chapa de bronce, se
suspendían sobre el fuego mediante cadenas y se utilizaban para cocinar guisos
de carne. Las esculturas en miniatura solían adornar los bordes, las asas y los
puntos de suspensión.
El Caldero Gundestrup
Nationalmuseet, Lennart Larsen (CC BY-SA)
El mejor ejemplo de caldero decorativo,
quizás demasiado bien hecho para haber sido utilizado alguna vez para cocinar,
es el caldero de Gundestrup, de Dinamarca. Este cuenco de plata, parcialmente
dorado, data tal vez del siglo I a. C. o antes, y es probable que haya sido
importado de la región del bajo Danubio. Los espléndidos paneles en relieve
muestran escenas de dioses de inspiración celta, pero también tiene motivos y
animales que se ven en el arte de Oriente Próximo. Como señalan
los historiadores J. Farley y F. Hunter, el caldero "no es celta, o, al
menos, no es solo celta" (262). Como tal, es un objeto que sigue generando
intriga e ilustra las dificultades de examinar qué es y qué no es arte celta
antiguo. Cinco paneles interiores y ocho exteriores muestran a dioses como Cernunnos
y Medb, entre otros, la mayoría de ellos con un torque de cuello. Tiene escenas
de un sacrificio de un toro, una tropa de guerreros celtas, grifos alados,
leopardos y elefantes.
Cerámica celta
Las vasijas de cerámica celta suelen tener
una forma elegantemente curvada y pueden ser de color oscuro o rojo con
decoración negra. Las primeras vasijas copiaban los objetos fabricados en
bronce. A pesar de su sencillez, las vasijas estaban bien hechas y muy pulidas.
Un tipo de recipiente típico del siglo VI a. C. es el recipiente tripartito
carenado, hecho de tres piezas separadas y angulares. Con la introducción de un
torno de alfarero más rápido, proveniente del Mediterráneo, fue posible hacer
vasijas de mejor calidad. Los celtas eran especialmente aficionados al vino,
por lo que el Linsenflasche, un tipo de frasco con cuello largo, era común en
Europa central en los siglos V y IV a. C. A partir de mediados del siglo IV a.
C. abundan los recipientes bulbosos con un pequeño pedestal y sin asas.
Vaso de cerámica celta
The British Museum (CC BY-NC-SA)
Los diseños geométricos sencillos eran
populares en la cerámica primitiva. A medida que el arte se fue sofisticando,
los animales se convirtieron en el motivo decorativo favorito y se esgrafiaban,
pintaban o estampaban en todo tipo de cerámica. La decoración curvilínea era
otra característica común, ya que los artistas celtas llenaban todos los
espacios disponibles, una tendencia que enfatizaba aún más las curvas de la
vasija. A veces, se pintaba una gran parte de la vasija de forma lisa para
resaltar una zona decorativa vecina. La combinación de siluetas de animales y
líneas geométricas fluidas se aprecia mejor en la cerámica del sur de Francia
del siglo II a. C., cuando los animales se vuelven casi irreconocibles con
sus cuerpos y extremidades alargadas.
Decadencia y legado
La expansión del Imperio romano a partir
del siglo I a. C. hizo que la cultura y el arte celtas absorbieran más ideas
mediterráneas, no solo en los modos de representación, sino también en el
propio tema del arte. Un bajorrelieve de Reims muestra la figura de Cernunnos
en el centro, pero a su lado se encuentran los dioses grecorromanos Apolo y Mercurio. Además, el arte romano producido en
masa y la erosión del sistema celta de mecenazgo del arte autóctono, provocada
por el nuevo orden político y social, hicieron que el arte celta empezara a
decaer y prácticamente desapareciera en la Europa continental. Luego, cuando el cristianismo se apoderó de
Europa a finales de la antigüedad, los artistas europeos modificaron sus obras
para reflejar las nuevas creencias de la gente. Los artistas celtas, limitados
ahora a Gran Bretaña e Irlanda, encontraron la expresión de sus ideas en los
broches, especialmente los de tipo penanular, cuya decoración tenía símbolos
relevantes para la religión cristiana. Mientras tanto, el amor por los
complejos diseños curvilíneos encontró un nuevo hogar en los manuscritos
iluminados y los escultores crearon cruces de piedra ornamentadas para los
cementerios.
En efecto, el arte celta se fusionó con el
anglosajón y el vikingo en la Gran Bretaña medieval, pero permaneció más puro
en las más aisladas Irlanda y Escocia. Con la conquista normanda de Inglaterra en el año 1066 d. C., llegó toda una nueva serie de influencias y el
arte se trasladó una vez más a nuevas ideas y materiales. En consecuencia, el
arte producido por los antiguos celtas pasó a ser un elemento desconocido del
pasado no escrito. Luego, al cabo de los siglos, llegó el retorno. El arte
celta disfrutó de un gran resurgimiento en el siglo XIX tras el milagroso
descubrimiento de varias piezas importantes, como los broches penanulares de
Hunterston y Tara, y el mayor interés por la historia
prerromana. El arte de los antiguos celtas, que inspiró a los artistas con
formas abstractas y curvilíneas, muy a menudo alentado por ideas de
nacionalismo y rejuvenecimiento del patrimonio cultural, volvió a cobrar
protagonismo e hizo eco en movimientos como el Art
Nouveau.
Bibliografía
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https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17794/el-arte-celta-antiguo/
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