martes, 6 de mayo de 2025

 


 

La economía feudal


A pesar de que el feudalismo está relacionado con la Edad Media en general, no es cierto que este fuera el régimen principal de todo este periodo histórico. Porque si bien el sistema feudal adquirió un gran protagonismo durante los siglos centrales del Medioevo, en su última etapa fue un sistema en declive, objeto de múltiples críticas y que estuvo en el punto de mira de las revoluciones campesinas, que intentaban mejorar sus condiciones.

El sistema feudal se basaba, principalmente, en una economía de autoabastecimiento. Su marco es básicamente rural y está muy ligado con la consolidación de los señoríos medievales, en detrimento de las ciudades y, por tanto, del estado.

La economía feudal como motor de la Edad Media

Fue, como ya hemos dicho, uno de los principales regímenes medievales, que definió a toda una época. No se puede entender la economía de los primeros siglos de la Edad Media sin entender el funcionamiento de este sistema.

¿Qué es el feudalismo?

Antes de empezar a hablar de la economía feudal, debemos tener claro el concepto de feudalismo. Así pues, ¿qué entendemos por feudalismo?

El feudalismo es el régimen político, económico y social que se desarrolló en Europa durante gran parte de la Edad Media. Decimos “gran parte” porque, en realidad, durante los mil años que duró este periodo histórico se sucedieron circunstancias muy diversas que dieron como resultado cambios importantes y constantes en la estructura económica y social de Europa. Los historiadores tienden a distinguir dos etapas dentro del feudalismo medieval: el llamado primer feudalismo o feudalismo carolingio y el feudalismo clásico o pleno.

Durante el feudalismo carolingio (siglos VIII – XI, aproximadamente) se sientan las bases de lo que será este régimen medieval, espoleado por el cambio que supuso para Europa el paso de un estado de tipo público (el estado romano) a un conglomerado de estados privados. En el surgimiento y posterior cristalización del régimen feudal tuvo mucho que ver, como veremos en el siguiente punto, el Imperio Carolingio.

El feudalismo clásico o pleno (siglos XI – XIII) es la consolidación de este sistema que se ha ido moldeando durante los siglos anteriores. Europa se configura, pues, como un mosaico de territorios de carácter privado, es decir, que son patrimonio de una familia. A grandes rasgos, podemos decir que el feudalismo tiene las siguientes características:

·         Una nula centralización del poder. Cada territorio posee su propia autonomía.

·         La carencia absoluta de idea de estado. Ya no existe el concepto de la “cosa pública” romana.

·         El carácter exclusivamente privado de cada uno de los territorios, adscritos a una familia en concreto como parte de sus bienes patrimoniales.

·         Una red extensísima y muy compleja de vínculos entre señores y vasallos.

·         Una economía prácticamente autosuficiente. Cada territorio protagoniza su propio abastecimiento y su propia administración.

Así, en este breve resumen sobre qué es el feudalismo, vemos las principales diferencias existentes entre este régimen medieval y la idea de estado: mientras que, en este último, impera la idea del “bien común” y existe un poder centralizado que administra los recursos, en el feudalismo clásico cada feudo es un territorio independiente, con sus propias leyes, su propio cuerpo militar (los caballeros del señor) y su propio sistema económico.

El origen del feudalismo

Las causas del nacimiento del feudalismo son muy complejas. Sin embargo, a grandes rasgos podemos afirmar que este régimen medieval es hijo del desmembramiento del Imperio Romano y de la situación bélica que vivió Europa durante los siglos VII y IX.

El fin del estado romano

Si tenemos que poner un ejemplo: el concepto de “estado”, este sería Roma. En efecto; tenemos un gobierno central fuerte, establecido en una capital, que distribuye funcionarios estatales por todos los territorios del imperio. Estos territorios no son propiedad de un individuo o una familia en concreto, sino que pertenecen al estado romano; es decir, a todos los ciudadanos. Cada uno de estos ciudadanos debe contribuir económica y militarmente en el mantenimiento del estado y, a cambio, este administrará los bienes recaudados (en teoría) de la forma más provechosa para el conjunto de los ciudadanos.

Como vemos, nuestros modelos actuales de estado beben directamente de este concepto romano de la res publica o “cosa pública”.

Durante los últimos años del Imperio Romano las cosas empiezan a cambiar. Ya durante el siglo III d.C una serie de poderes efímeros van tomando intermitentemente las riendas de diversas regiones del imperio.

Más tarde, en 395, durante el reinado del emperador Teodosio, se produce la definitiva división entre Imperio Romano de Occidente e Imperio Romano de Oriente. Esta división representó el primer resquebrajamiento de la unidad del estado que, en los años sucesivos, no haría sino aumentar. Porque las invasiones de los pueblos “bárbaros” ya habían empezado: a finales del siglo IV, los godos penetran en la península itálica, y los hunos, acaudillados por su temible rey, Atila, penetran a sangre y fuego por los territorios romanos de Occidente.

Para paliar esta inestabilidad política, el gobierno romano establece pactos con algunos de los pueblos invasores. El más importante fue el que acordó con los visigodos, que recibieron tierras (foedus) a cambio de servir militarmente al imperio. Este es el germen de lo que, siglos más tarde, sería el feudalismo: la obtención de tierras y alimento a cambio de fidelidad y servicio militar al señor.

Un mundo en guerra

Antes de la caída definitiva del gobierno romano en Occidente, se había observado una atomización de los distintos territorios que configuraban el imperio. Las pequeñas poblaciones y villas veían que Roma ya no era aquel estado fuerte que podía protegerles de las invasiones y, por lo tanto, decidieron convertirse en territorios más o menos independientes. Con la ruptura definitiva del imperio y la desaparición del estado romano, estos territorios ganaron en autonomía y suficiencia.

De cualquier manera, en los siglos inmediatamente posteriores a la caída del Imperio Romano Occidental no podemos hablar, por supuesto, de feudalización. Porque los territorios que configuran los pueblos bárbaros asentados en Europa todavía conservan el carácter de “cosa pública”; es decir, todavía son estados. Nos referimos, claro está, al reino visigodo de Toulouse, primero, y al de Toledo, después; y, sobre todo, al poderoso reino de los francos.

Los francos construyeron un modelo de estado basado en el concepto de res publica romano. Durante la época de Carlomagno encontramos una red de funcionarios extendida por todos los rincones del Imperio Franco (o carolingio), así como un gobierno central, personificado en la figura del emperador, desde el que se administra los territorios imperiales. El todavía presente poder central queda de manifiesto en la figura de los missi dominici, enviados especiales del emperador cuya misión era, precisamente, controlar a los funcionarios imperiales. Estos funcionarios, los condes y los marqueses, se encontraban principalmente en las zonas de frontera, las llamadas marcas. Europa era, en los siglos posteriores a la caída de Roma, un territorio inestable. Durante el siglo VI, los ávaros, los eslavos y los búlgaros realizaron serias incursiones en Europa; y a esta nueva amenaza había que sumarle, obviamente, las invasiones musulmanas que, a partir del siglo VII, pusieron en jaque a todo el occidente europeo.

La Europa postromana era, pues, un mundo en guerra. Así, empezaron a proliferar los llamados “señores de la guerra”: paulatinamente, estos condes y marqueses aposentados en las marcas, que habían sido enviados por el emperador franco con la misión de controlar las fronteras, y cuyo poder era estrictamente temporal, empezaron a reivindicar la propiedad de esas mismas tierras que se les habían encomendado. Poco a poco, el cargo fue pasando de padres a hijos y se reforzó, de esta forma, la posesión privada de esas tierras, que antaño habían sido públicas, del estado.

Finalmente, en 877, las Capitulaciones de Querzy legalizaron lo que, de facto, se llevaba practicando desde hacía años. A partir de entonces, las tierras tendrían carácter hereditario y su propiedad pasaría de padres a hijos. En otras palabras: ya no era el estado el que administraba esos territorios, sino que estos pasaban a ser parte del patrimonio de la familia del lugar. Había nacido el feudalismo.

La economía feudal: autonomía y autoabastecimiento

La feudalización de Europa comportó un regreso a la economía rural. Obviamente, si el poder del estado ya no existía, si cada territorio tenía carácter privado y era posesión de la familia que lo administraba, no existía ya un poder que regularizara el comercio y el intercambio a gran escala. De la misma manera, la inestabilidad que producían las continuas invasiones (a las musulmanas del siglo VII se sumarían, cien años después, las invasiones vikingas) tenía como consecuencia el fortalecimiento de unas fuerzas militares locales que pudieran hacer frente a las amenazas, sin contar con ninguna ayuda externa.

Proliferan entonces las pequeñas explotaciones de tierra, administradas por el señor feudal. La principal mano de obra de estos territorios eran los campesinos; a cambio de un trabajo constante y continuo, el señor les permitía establecerse en el lugar y se les adjudicaba un manso o granja para que la familia del campesino pudiera disponer de lo básico para subsistir.

Este trabajo, denominado corveas en territorio franco y opera y labores en territorio hispano, podía alargarse hasta los tres días por semana.

Además, se podían igualmente pagar una serie de tributos a cambio de utilizar las partes comunes del feudo, como el molino, los caminos, los puentes, etc., conocidos con el curioso nombre de banalidades. El señor era, pues, el auténtico amo de todos los elementos que estaban dentro de su jurisdicción, por lo que el uso de cada uno de ellos conllevaba el pago de un impuesto de uso. De hecho, incluso los mansos o granjas adjudicadas a los campesinos pertenecían al señor, por lo que lo que poseían los campesinos no era más que el usufructo.

Por otro lado, los campesinos estaban también sujetos al pago de ciertos impuestos, que podían ser en especies o en metálico. Lo más habitual en los primeros años del feudalismo, y dada la escasa circulación de moneda, era que los impuestos se pagaran en forma de sacos de trigo, animales o cualquier otro producto agrícola. Era común también que los campesinos realizaran servicios en el castillo señorial, servicios que descendieron paulatinamente y que fueron sustituidos, a partir del siglo XII, por el trabajo de los jornaleros.

En resumen, tenemos a unos territorios cultivados por unos campesinos que producen para el señor (pago de impuestos en especies, trabajo de la reserva señorial) y para sí mismos. Por tanto, la economía de los feudos era enteramente circular y estaba absolutamente encerrada en sí misma.

Los campesinos: siervos y colonos

Es habitual encontrar en los textos referentes al feudalismo la palabra “siervo”, haciendo referencia a los campesinos de los territorios señoriales. Sin embargo, no todos los campesinos que trabajaban las tierras eran siervos.

Las familias libres que se asentaban en el territorio, en base a un pacto con el señor, eran los colonos. Estos campesinos no estaban sometidos a las mismas obligaciones que los siervos, y gozaban de mayor libertad. Por su parte, los siervos eran antiguos esclavos manumitidos que habían perdido su condición de “objeto” pero que, sin embargo, conservaban ciertas obligaciones serviles para con el señor. Los regímenes jurídicos de ambos no eran, por lo tanto, idénticos.

De cualquier manera, y ya fuera en régimen de colonos o de siervos, estos campesinos eran hombres de pleno derecho, condición que distaba mucho de la de los esclavos de época antigua, sujetos a una completa cosificación.

En un mundo tan fuertemente ruralizado, la aldea era el núcleo principal de población. Con la desaparición del estado y el surgimiento del feudalismo, las ciudades pierden toda su importancia política, y pasan a ser, simplemente, sede del obispo. No será hasta el siglo XI, con el resurgimiento de la actividad mercantil, que los burgos volverán a situarse en la vanguardia económica.

Llega la bonanza económica

Durante el feudalismo pleno se producen una serie de innovaciones técnicas que permiten un aumento significativo de la productividad.

Así, proliferan los molinos de agua como fuerza motriz, llegados desde el norte de Europa, y las acequias de riego traídas por los musulmanes.

Pero, probablemente, una de las mejoras que mayor repercusión tuvo en el incremento de la producción es el aumento de la capacidad de tracción de los animales de tiro, que se consiguió a través del uso de varios elementos innovadores, entre los que destaca el yugo frontal usado en los bueyes. Así, a través de esta herramienta aparentemente tan sencilla, se consiguió una mayor capacidad de arrastre, lo que permitió un aumento considerable en la producción agrícola.

Una mayor producción implica la generación de excedente, y los excedentes significan posibilidad de comercio. Efectivamente, esto es lo que sucedió a partir del siglo XI, momento en que renace el comercio en Europa. Y, con la reactivación del comercio, renacen las ciudades y, con ellas, surge una nueva sociedad que nada tiene ya que ver con la vieja Europa feudal de los siglos anteriores.

         NOTAS

·         García de Cortázar, J.A.; Sesma Muñoz, J.A. (2016). Manual de historia medieval, Alianza Editorial.

·         Lara Martínez, M. (2018). Historia del ser humano. De las ciudades estado a la aldea global, ed. CEF.

·         VV. AA. (2007). Atlas histórico de la cultura medieval, ed. San Pablo.

 

Sonia Ruz Comas. (2022, diciembre 5). Economía feudal: qué es y cuáles son sus características. Portal Psicología y Mentehttps://psicologiaymente.com/cultura/economia-feudal

 

https://psicologiaymente.com/cultura/economia-feudal

 

Los 3 estamentos medievales: origen, historia y características



El 4 de agosto de 1789 la sociedad estamental se abolía en Francia. Nacía una nueva era y se abandonaban, de esta forma, los estamentos medievales, que habían sido el pilar de la sociedad desde hacía siglos. Una sociedad estamental que se veía entonces, en plena Revolución, como algo arcaico y obsoleto que era necesario suprimir.

Sin embargo ¿es cierto todo lo que se cuenta sobre los estamentos del Medievo? ¿Es verdad que los estamentos medievales fueron algo rígido y carente de flexibilidad? Recordemos que la Edad Media es un periodo de 10 siglos, durante los cuales se produjeron muchos cambios y se dieron distintas realidades. Si bien es cierto que la jerarquía general (la que dividía la sociedad en tres estamentos) se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX, no lo es menos que esta división sufrió algunos vaivenes según el contexto del momento.

¿Qué es un estamento?

Antes que nada, es necesario aclarar este concepto. La RAE define estamento como “estrato de una sociedad, definido por un común estilo de vida o análoga función social”. Y, en concreto, hace referencia a los estratos sociales que constituían las bases del Antiguo Régimen, es decir, de la sociedad antes de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial.

La diferencia entre una sociedad estamental y una sociedad de clases es que, mientras que en la segunda existe cierta permeabilidad en base a las capacidades económicas del individuo, la primera está más o menos cerrada a cambios, y los miembros de cada estamento pertenecen a él por lazos de sangre. Es desde esta perspectiva que debemos entender la sociedad en la Edad Media, como un universo eminentemente jerarquizado en el que cada persona pertenecía a un estamento concreto y del que, muy probablemente, nunca podría salir.

Origen de los estamentos medievales

Como ya hemos dicho, la jerarquía social en la Edad Media se basaba en tres estamentos muy diferenciados: la nobleza, el clero y el llamado tercer estado (el resto de la población). A pesar de representar solo el 10% del total, los dos primeros grupos poseían privilegios especiales, entre los que se contaban el monopolio del poder y la exención en el pago de impuestos. Pero ¿de dónde provenía esta división?

El mundo indoeuropeo

Esta sociedad tripartita no es algo exclusivo de la Edad Media; de hecho, hunde sus raíces en las culturas indoeuropeas que, hace varios milenios, poblaban Europa y parte de Asia. Estas culturas estaban compuestas por tres grupos: los gobernantes, los guerreros y los productores. Muchas de las culturas europeas y asiáticas provienen de estas tribus; en el extenso árbol familiar indoeuropeo encontramos a los pueblos germánicos, griegos, eslavos y latinos, además de la milenaria cultura de la India. De hecho, el sistema de castas, que sigue más o menos vigente en la actualidad, es heredero directo de esta estricta jerarquía.

 

La ciudad ideal de Platón y su influencia en la Edad Media

Ya en la Grecia clásica, Platón (s. V –IV a. C) recoge esta división en su obra La República, cuando afirma que la sociedad ideal debe estar integrada por tres grupos sociales: los que gobiernan (que deben poseer el don de la sabiduría), los que luchan (que deben ser fuertes) y los artesanos que trabajan (que deben gozar de templanza). Según el filósofo griego, solo de esta manera se puede garantizar que la sociedad fluya armónicamente hacia un bien común.

Este concepto platónico lo recoge San Agustín, ya en era cristiana, en su obra La ciudad de Dios, donde sostiene que la ciudad terrenal, el pálido reflejo de la ciudad celestial, debe estar compuesta por estos 3 grupos sociales. Solo con la armonía de estos 3 estamentos puede darse el orden del cosmos creado por Dios. Existe un documento donde se expresa con claridad la división estamental de la Edad Media, y ha pasado a la historia como toda una declaración cultural: y es el poema que envió Aldebarón de Laón, canónigo francés, a Roberto II de Francia, donde cita a los 3 estamentos y los llama, literalmente, oratores (los que rezan), bellatores (los que van a la guerra) y labratores (los que trabajan).

Esta división es la que, en general, se puede aplicar a toda la Edad Media; aunque, como veremos a continuación, con algunos matices.

Los estamentos medievales

Estas son las principales características de los estamentos de la Edad Media.

El estamento nobiliario y la instauración del régimen feudal

El sistema político de las tribus germanas que penetraron en el Imperio Romano, formado básicamente por un rey y sus caballeros consejeros, se fundió con el concepto de Estado que aún prevalecía en territorio romano.

Así, los primeros reinos germanos todavía mantenían una red de funcionariado o de servidores públicos. Por ejemplo, en el Imperio Carolingio, el territorio estaba dividido en condados, donde un comes o conde ejercía la autoridad en nombre del rey. Con el pasar de los años, estos condes o delegados públicos fueron asentándose permanentemente en el territorio asignado, que pasó a ser parte de su patrimonio personal, sobre todo a partir de las capitulaciones de Querzy (877), donde se instauró el sistema hereditario de transmisión de tierras. En pocas palabras, en Europa se olvidó el concepto de estado, y todos sus territorios cayeron en manos de señores que eran, en realidad, los propietarios de dichas tierras.

Señores y campesinos

La antigua aristocracia carolingia, formada por los más próximos al rey, dio origen al estamento nobiliario. La nobleza estaba exenta del pago de impuestos y, junto a los caballeros, formaba el grupo de los bellatores citado por Aldebarón en su poema.

El estamento nobiliario poseía la dominación directa de la tierra. Y, cuando decimos de la tierra, nos referimos también a la fuerza humana que esta contenía. En efecto, los señores eran los dueños efectivos de la tierra y, como tal, cobraban rentas de sus habitantes. Los feudos (las parcelas de tierra que correspondían a un señor) eran unidades completas y autosuficientes, y estaban constituidos por la reserva señorial (la llamada terra indominicata) y los mansos. La reserva señorial estaba reservada al señor, y el siervo tenía la obligación de trabajarla.

Por otro lado, los mansos eran las parcelas que se otorgaban en usufructo a los siervos para garantizar su propia subsistencia. Además, existían multitud de recursos y bienes (bosques, puentes, molinos…) que eran, en efecto, propiedad del señor, por lo que este podía establecer un impuesto de uso si así lo quería.

Señores y vasallos

La base del sistema feudal son las redes de vasallaje. Sin ellas no podemos entender la sociedad medieval, ya que existían lazos muy complejos de fidelidad dentro del estamento nobiliario. Los principales componentes del sistema de vasallaje son el señor y el vasallo; el primero pertenecía generalmente a la nobleza, mientras que el segundo era simplemente caballero. Sin embargo, no siempre era así, y estos lazos eran tan complejos que a veces encontramos a reyes que son vasallos de condes.

La relación entre señores y vasallos implicaba una serie de obligaciones: primero, una fidelidad absoluta entre ambos contrayentes y, segundo, la obligación del vasallo de ofrecer auxilium y consilium, es decir, ayuda en caso de guerra y consejo. A cambio, el señor otorgaba a su vasallo un conjunto de tierras y las rentas que estas le aportaban. Estas tierras son las que denominamos feudo, y es la base de la sociedad feudal, que alcanzó su cénit durante los siglos XI y XIII.


2. La Iglesia

Durante la época feudal, el clero constituía un señor feudal más. Multitud de tierras eran propiedad de monasterios y abadías, por lo que los abades ejercían las mismas funciones que los nobles.

No hay que confundir, sin embargo, el estamento eclesiástico con el origen de sus miembros. El estamento como tal gozaba de ciertos privilegios (igual que la nobleza), pero no todos sus miembros procedían de los estamentos superiores. No era lo mismo, por ejemplo, ser un obispo que un monje en una abadía humilde. Así, diferenciamos claramente un alto clero, constituido por miembros procedentes de la alta nobleza (e incluso de la familia real) y un bajo clero, formado por un campesinado más o menos acomodado, artesanos y otros trabajadores.

Pertenecer al estamento eclesiástico en la Edad Media tenía, por supuesto, muchas ventajas. Para empezar, durante muchos siglos fue prácticamente el único acceso a la cultura, ya que los monasterios se habían erigido como templos del saber y el conocimiento.

 

3. El tercer estamento y las ciudades

Tras la caída del Imperio Romano, las ciudades entraron en franca decadencia, y dejaron de ser sede del gobierno local para convertirse, simplemente, en lugares de residencia del obispo. Durante los primeros siglos medievales Europa se ruralizó y, de esta manera, adquirió gran importancia la aldea, asignada a un feudo o señorío.

Paulatinamente, y con la bonanza económica que empezó a percibirse a partir del siglo XI, las ciudades o burgos empiezan a adquirir nueva fuerza e importancia. Abundan cada vez más los acuerdos con los señores, que se traducen en fueros municipales. A partir de aquí, va configurándose el poder público de la ciudad, y nacen los órganos de gobierno municipales.

La oligarquía de las ciudades: mercaderes y nobles urbanos

En este clima de bonanza económica, los mercaderes empiezan a cristalizar como un colectivo en auge. Este grupo social, exclusivo de las ciudades, es el que dará origen a la clase burguesa, que irá adquiriendo cada vez más influencia y poder. Por su parte, los banqueros intensifican su actividad, libres de la atadura que suponía el pecado de la usura (duramente condenado por la Iglesia en los siglos anteriores).

Estos burgueses serán los que conformarán, junto a los nobles que se instalan en la ciudad, la oligarquía urbana. Esta oligarquía poseerá el monopolio del poder municipal y entrará en constante conflicto con el llamado “popolo minuto” o “pueblo pequeño”, siempre apartado del poder. Así, vemos que, a finales de la Edad Media, el tercer estado “se abre”, se ramifica, y configura lo que, posteriormente, será la sociedad de la época moderna.

Artesanos y estudiantes

Este “pueblo pequeño” está formado por una masa de población completamente heterogénea. Artesanos, estudiantes, frailes; la mayoría en perpetua lucha contra esa oligarquía ciudadana que ejerce los mismos abusos de poder que antaño habían ejercido los señores en la Europa rural.

En efecto, atraídos por el crecimiento económico y la demanda cada vez más alta de productos, los artesanos rurales emigran a las ciudades, y empiezan a agruparse en gremios. Estos gremios son los que regulan los oficios; el jurado gremial, incluso, es el que dicta veredicto a la hora de decidir si un oficial artesano puede ascender a maestro.

El nacimiento de las universidades en los siglos XII y XIII trae ríos de estudiantes a los burgos. Estos estudiantes, en su mayoría muy jóvenes, son los protagonistas de no pocas riñas y escaramuzas contra el poder municipal (como vemos, la cosa no ha cambiado mucho desde entonces). Cabe señalar también que la afluencia tanto de estudiantes como de mercaderes de paso conlleva un crecimiento importante de la prostitución, de las tabernas y de las casas de juego.

Finalmente, no nos podemos olvidar de los marginados: enfermos, “locos”, mendigos; seres que viven fuera del orden y las leyes sociales, y que cada vez son más numerosos en unas ciudades en plena expansión y crecimiento. A menudo, los hospitales, lazaretos y casas de caridad (que, por otro lado, abundan en las ciudades medievales) no son suficientes para cubrir las necesidades de esta pobre gente, y se ven empujados a la delincuencia y al crimen.

La Edad Media es una época mucho más compleja de lo que se cree, pero esperamos que este breve repaso de los estamentos medievales os sirva para entender mejor tanto su estructura social como sus contradicciones internas.

NOTAS

·         Duby, G. (1977). Hombres y estructuras de la Edad Media, Siglo XXI de España Editores.

·         García de Cortázar, J.A.; Sesma Muñoz, J.Á. (2008). Manual de Historia Medieval, Alianza Editorial.

·         Lara Martínez, M. (2008). Historia del ser humano: de las ciudades-estado a la aldea global, ed. CEF, 2018

·         Varios autores, Atlas histórico de la Cultura Medieval, ed. San Pablo.

 

Sonia Ruz Comas. (2022, noviembre 3). Los 3 estamentos medievales: origen, historia y características. Portal Psicología y Mentehttps://psicologiaymente.com/cultura/estamentos-medievales

 

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