La economía feudal
A pesar de que el
feudalismo está relacionado con la Edad Media en general, no es cierto que este
fuera el régimen principal de todo este periodo histórico. Porque si bien el
sistema feudal adquirió un gran protagonismo durante los siglos centrales del
Medioevo, en su última etapa fue un sistema en declive, objeto de múltiples
críticas y que estuvo en el punto de mira de las revoluciones campesinas, que
intentaban mejorar sus condiciones.
El sistema feudal se basaba,
principalmente, en una economía de autoabastecimiento. Su marco es básicamente
rural y está muy ligado con la consolidación de los señoríos medievales, en
detrimento de las ciudades y, por tanto, del estado.
La economía feudal como motor de la Edad Media
Fue, como ya hemos dicho, uno de los
principales regímenes medievales, que definió a toda una época. No se puede
entender la economía de los primeros siglos de la Edad Media sin entender el
funcionamiento de este sistema.
¿Qué es el
feudalismo?
Antes de empezar a hablar de la economía
feudal, debemos tener claro el concepto de feudalismo. Así pues, ¿qué
entendemos por feudalismo?
El feudalismo es el régimen
político, económico y social que se desarrolló en Europa durante gran parte de
la Edad Media. Decimos “gran parte” porque, en realidad,
durante los mil años que duró este periodo histórico se sucedieron
circunstancias muy diversas que dieron como resultado cambios importantes y
constantes en la estructura económica y social de Europa. Los historiadores
tienden a distinguir dos etapas dentro del feudalismo medieval: el llamado
primer feudalismo o feudalismo carolingio y el feudalismo clásico o pleno.
Durante el
feudalismo carolingio (siglos VIII – XI, aproximadamente) se
sientan las bases de lo que será este régimen medieval, espoleado por el cambio
que supuso para Europa el paso de un estado de tipo público (el estado romano)
a un conglomerado de estados privados. En el surgimiento y posterior
cristalización del régimen feudal tuvo mucho que ver, como veremos en el
siguiente punto, el Imperio Carolingio.
El feudalismo clásico o pleno
(siglos XI – XIII) es la consolidación de este sistema que
se ha ido moldeando durante los siglos anteriores. Europa se configura, pues,
como un mosaico de territorios de carácter privado, es decir, que son
patrimonio de una familia. A grandes rasgos, podemos decir que el feudalismo
tiene las siguientes características:
·
Una nula centralización del poder. Cada
territorio posee su propia autonomía.
·
La carencia absoluta de idea de estado. Ya no
existe el concepto de la “cosa pública” romana.
·
El carácter exclusivamente privado de cada
uno de los territorios, adscritos a una familia en concreto como parte de sus
bienes patrimoniales.
·
Una red extensísima y muy compleja de
vínculos entre señores y vasallos.
·
Una economía prácticamente autosuficiente.
Cada territorio protagoniza su propio abastecimiento y su propia
administración.
Así, en este breve resumen sobre qué es el
feudalismo, vemos las principales diferencias existentes entre este régimen
medieval y la idea de estado: mientras que, en este último, impera la idea del
“bien común” y existe un poder centralizado que administra los recursos, en el
feudalismo clásico cada feudo es un territorio independiente, con sus propias
leyes, su propio cuerpo militar (los caballeros del señor) y su propio sistema
económico.
El origen
del feudalismo
Las causas del nacimiento del feudalismo son
muy complejas. Sin embargo, a grandes rasgos podemos afirmar que este
régimen medieval es hijo del desmembramiento del Imperio Romano y de la
situación bélica que vivió Europa durante los siglos VII y IX.
El fin del
estado romano
Si tenemos que poner un ejemplo: el concepto
de “estado”, este sería Roma. En efecto; tenemos un gobierno central fuerte,
establecido en una capital, que distribuye funcionarios estatales por todos los
territorios del imperio. Estos territorios no son propiedad de un individuo o
una familia en concreto, sino que pertenecen al estado romano; es decir, a
todos los ciudadanos. Cada uno de estos ciudadanos debe contribuir económica y
militarmente en el mantenimiento del estado y, a cambio, este administrará los
bienes recaudados (en teoría) de la forma más provechosa para el conjunto de
los ciudadanos.
Como vemos, nuestros
modelos actuales de estado beben directamente de este concepto romano de
la res publica o
“cosa pública”.
Durante los últimos años del Imperio Romano
las cosas empiezan a cambiar. Ya durante el siglo III d.C una serie de poderes
efímeros van tomando intermitentemente las riendas de diversas regiones del
imperio.
Más tarde, en 395, durante el
reinado del emperador Teodosio, se produce la definitiva división entre Imperio
Romano de Occidente e Imperio Romano de Oriente. Esta división representó el
primer resquebrajamiento de la unidad del estado que, en los años sucesivos, no
haría sino aumentar. Porque las invasiones de los pueblos “bárbaros” ya habían
empezado: a finales del siglo IV, los godos penetran en la península itálica, y
los hunos, acaudillados por su temible rey, Atila, penetran a sangre y fuego
por los territorios romanos de Occidente.
Para paliar esta inestabilidad
política, el gobierno romano establece pactos con algunos de los pueblos
invasores. El más importante fue el que acordó con los visigodos, que recibieron tierras (foedus) a cambio de servir militarmente al imperio.
Este es el germen de lo que, siglos más tarde, sería el feudalismo: la
obtención de tierras y alimento a cambio de fidelidad y servicio militar al
señor.
Un mundo
en guerra
Antes de la caída definitiva del gobierno
romano en Occidente, se había observado una
atomización de los distintos territorios que configuraban el imperio.
Las pequeñas poblaciones y villas veían que Roma ya no era aquel estado fuerte
que podía protegerles de las invasiones y, por lo tanto, decidieron convertirse
en territorios más o menos independientes. Con la ruptura definitiva del
imperio y la desaparición del estado romano, estos territorios ganaron en
autonomía y suficiencia.
De cualquier manera, en los siglos
inmediatamente posteriores a la caída del Imperio Romano Occidental no podemos
hablar, por supuesto, de feudalización. Porque los territorios que configuran
los pueblos bárbaros asentados en Europa todavía conservan el carácter de “cosa
pública”; es decir, todavía son estados. Nos referimos, claro está, al reino
visigodo de Toulouse, primero, y al de Toledo, después; y, sobre todo, al
poderoso reino de los francos.
Los francos construyeron un
modelo de estado basado en el concepto de res
publica romano.
Durante la época de Carlomagno encontramos una red de funcionarios extendida
por todos los rincones del Imperio Franco (o carolingio), así como un gobierno
central, personificado en la figura del emperador, desde el que se administra
los territorios imperiales. El todavía presente poder central queda de
manifiesto en la figura de los missi dominici, enviados especiales del
emperador cuya misión era, precisamente, controlar a los funcionarios
imperiales. Estos funcionarios, los condes y los marqueses, se encontraban
principalmente en las zonas de frontera, las llamadas marcas. Europa era, en
los siglos posteriores a la caída de Roma, un territorio inestable. Durante el
siglo VI, los ávaros, los eslavos y los búlgaros realizaron serias incursiones
en Europa; y a esta nueva amenaza había que sumarle, obviamente, las invasiones
musulmanas que, a partir del siglo VII, pusieron en jaque a todo el occidente
europeo.
La Europa postromana era,
pues, un mundo en guerra.
Así, empezaron a proliferar los llamados “señores de la guerra”:
paulatinamente, estos condes y marqueses aposentados en las marcas, que habían
sido enviados por el emperador franco con la misión de controlar las fronteras,
y cuyo poder era estrictamente temporal, empezaron a reivindicar la propiedad
de esas mismas tierras que se les habían encomendado. Poco a poco, el cargo fue
pasando de padres a hijos y se reforzó, de esta forma, la posesión privada de
esas tierras, que antaño habían sido públicas, del estado.
Finalmente, en 877, las
Capitulaciones de Querzy legalizaron lo que, de facto, se llevaba
practicando desde hacía años. A partir de entonces, las tierras tendrían
carácter hereditario y su propiedad pasaría de padres a hijos. En otras
palabras: ya no era el estado el que administraba esos territorios, sino que
estos pasaban a ser parte del patrimonio de la familia del lugar. Había nacido
el feudalismo.
La economía feudal: autonomía y autoabastecimiento
La feudalización de Europa
comportó un regreso a la economía rural. Obviamente, si el
poder del estado ya no existía, si cada territorio tenía carácter privado y era
posesión de la familia que lo administraba, no existía ya un poder que
regularizara el comercio y el intercambio a gran escala. De la misma manera, la
inestabilidad que producían las continuas invasiones (a las musulmanas del
siglo VII se sumarían, cien años después, las invasiones vikingas) tenía como
consecuencia el fortalecimiento de unas fuerzas militares locales que pudieran
hacer frente a las amenazas, sin contar con ninguna ayuda externa.
Proliferan entonces las pequeñas
explotaciones de tierra, administradas por el señor feudal. La principal mano
de obra de estos territorios eran los campesinos; a cambio de un trabajo
constante y continuo, el señor les permitía establecerse en el lugar y se les
adjudicaba un manso o granja para que
la familia del campesino pudiera disponer de lo básico para subsistir.
Este trabajo, denominado corveas en territorio franco y opera y labores en
territorio hispano, podía alargarse hasta los tres días por semana.
Además, se podían igualmente
pagar una serie de tributos a cambio de utilizar las partes comunes del feudo,
como el molino, los caminos, los puentes, etc., conocidos con el curioso nombre
de banalidades. El señor era, pues, el auténtico amo de
todos los elementos que estaban dentro de su jurisdicción, por lo que el uso de
cada uno de ellos conllevaba el pago de un impuesto de uso. De hecho, incluso
los mansos o granjas adjudicadas a los campesinos pertenecían al señor, por lo
que lo que poseían los campesinos no era más que el usufructo.
Por otro lado, los campesinos estaban también sujetos al pago de ciertos
impuestos, que podían ser en especies o en metálico. Lo más habitual
en los primeros años del feudalismo, y dada la escasa circulación de moneda,
era que los impuestos se pagaran en forma de sacos de trigo, animales o
cualquier otro producto agrícola. Era común también que los campesinos
realizaran servicios en el castillo señorial, servicios que descendieron paulatinamente
y que fueron sustituidos, a partir del siglo XII, por el trabajo de los
jornaleros.
En
resumen, tenemos a unos territorios cultivados por unos campesinos que producen
para el señor (pago de impuestos en especies, trabajo de la reserva señorial) y
para sí mismos. Por tanto, la economía de los feudos era enteramente circular y
estaba absolutamente encerrada en sí misma.
Los
campesinos: siervos y colonos
Es habitual encontrar en los textos
referentes al feudalismo la palabra “siervo”,
haciendo referencia a los campesinos de los territorios señoriales. Sin
embargo, no todos los campesinos que trabajaban las
tierras eran siervos.
Las familias libres que se asentaban en el
territorio, en base a un pacto con el señor, eran los colonos. Estos campesinos
no estaban sometidos a las mismas obligaciones que los siervos, y gozaban de
mayor libertad. Por su parte, los siervos eran antiguos esclavos manumitidos
que habían perdido su condición de “objeto” pero que, sin embargo, conservaban
ciertas obligaciones serviles para con el señor. Los regímenes jurídicos de
ambos no eran, por lo tanto, idénticos.
De cualquier manera, y ya fuera en régimen de
colonos o de siervos, estos campesinos eran hombres de pleno derecho, condición
que distaba mucho de la de los esclavos de época antigua, sujetos a una
completa cosificación.
En un mundo tan fuertemente
ruralizado, la aldea era el núcleo principal de población.
Con la desaparición del estado y el surgimiento del feudalismo, las ciudades
pierden toda su importancia política, y pasan a ser, simplemente, sede del
obispo. No será hasta el siglo XI, con el resurgimiento de la actividad
mercantil, que los burgos volverán a situarse en la vanguardia económica.
Llega la
bonanza económica
Durante el feudalismo pleno se producen una
serie de innovaciones técnicas que permiten un aumento significativo de la
productividad.
Así, proliferan los molinos de agua como
fuerza motriz, llegados desde el norte de Europa, y las acequias de riego
traídas por los musulmanes.
Pero, probablemente, una de las mejoras que
mayor repercusión tuvo en el incremento de la producción es el
aumento de la capacidad de tracción de los animales de tiro,
que se consiguió a través del uso de varios elementos innovadores, entre los
que destaca el yugo frontal usado en los bueyes. Así, a través de esta
herramienta aparentemente tan sencilla, se consiguió una mayor capacidad de
arrastre, lo que permitió un aumento considerable en la producción agrícola.
Una mayor producción implica la generación de
excedente, y los excedentes significan posibilidad de comercio. Efectivamente,
esto es lo que sucedió a partir del siglo XI, momento en que renace el comercio
en Europa. Y, con la reactivación del comercio, renacen las ciudades y, con
ellas, surge una nueva sociedad que nada tiene ya que ver con la vieja Europa
feudal de los siglos anteriores.
NOTAS
·
García de
Cortázar, J.A.; Sesma Muñoz, J.A. (2016). Manual de historia medieval, Alianza
Editorial.
·
Lara Martínez, M.
(2018). Historia del ser humano. De las ciudades estado a la aldea global, ed.
CEF.
·
VV. AA. (2007).
Atlas histórico de la cultura medieval, ed. San Pablo.
Sonia Ruz Comas. (2022,
diciembre 5). Economía feudal: qué es y
cuáles son sus características. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/economia-feudal
https://psicologiaymente.com/cultura/economia-feudal
Los 3 estamentos medievales:
origen, historia y características
El 4 de agosto de
1789 la sociedad estamental se abolía en Francia. Nacía una nueva era y se
abandonaban, de esta forma, los estamentos medievales, que habían sido el pilar
de la sociedad desde hacía siglos. Una sociedad estamental que se veía
entonces, en plena Revolución, como algo arcaico y obsoleto que era necesario
suprimir.
Sin embargo ¿es cierto todo lo
que se cuenta sobre los estamentos del Medievo? ¿Es verdad que los estamentos
medievales fueron algo rígido y carente de flexibilidad? Recordemos que la Edad
Media es un periodo de 10 siglos, durante los cuales se produjeron muchos
cambios y se dieron distintas realidades. Si bien es cierto que la jerarquía
general (la que dividía la sociedad en tres estamentos) se mantuvo hasta bien
entrado el siglo XIX, no lo es menos que esta división sufrió algunos vaivenes
según el contexto del momento.
¿Qué es un
estamento?
Antes que nada, es necesario aclarar este
concepto. La RAE define estamento como “estrato de una sociedad, definido por
un común estilo de vida o análoga función social”. Y, en concreto, hace
referencia a los estratos sociales que constituían las bases
del Antiguo Régimen, es decir, de la sociedad antes de la
Revolución Francesa y de la Revolución Industrial.
La diferencia entre una sociedad estamental y
una sociedad de clases es que, mientras que en la segunda existe cierta
permeabilidad en base a las capacidades económicas del individuo, la primera
está más o menos cerrada a cambios, y los miembros de cada estamento pertenecen
a él por lazos de sangre. Es desde esta perspectiva que debemos entender la
sociedad en la Edad Media, como un universo eminentemente jerarquizado en el
que cada persona pertenecía a un estamento concreto y del que, muy
probablemente, nunca podría salir.
Origen de
los estamentos medievales
Como ya hemos dicho, la jerarquía social en
la Edad Media se basaba en tres estamentos muy diferenciados: la nobleza, el
clero y el llamado tercer estado (el resto de la población). A
pesar de representar solo el 10% del total, los dos primeros grupos poseían
privilegios especiales, entre los que se contaban el monopolio del
poder y la exención en el pago de impuestos. Pero ¿de dónde provenía esta
división?
El mundo
indoeuropeo
Esta sociedad tripartita no es algo exclusivo
de la Edad Media; de hecho, hunde sus raíces en las culturas indoeuropeas
que, hace varios milenios, poblaban Europa y parte de Asia.
Estas culturas estaban compuestas por tres grupos: los gobernantes, los guerreros
y los productores. Muchas de las culturas europeas y asiáticas provienen de
estas tribus; en el extenso árbol familiar indoeuropeo encontramos a los
pueblos germánicos, griegos, eslavos y latinos, además de la milenaria cultura
de la India. De hecho, el sistema de castas, que sigue más o menos vigente en
la actualidad, es heredero directo de esta estricta jerarquía.
La ciudad
ideal de Platón y su influencia en la Edad Media
Ya en la Grecia clásica, Platón (s. V –IV a.
C) recoge esta división en su obra La
República, cuando afirma que la sociedad ideal debe estar integrada
por tres grupos sociales: los que gobiernan (que deben poseer el don de la
sabiduría), los que luchan (que deben ser fuertes) y los artesanos que trabajan
(que deben gozar de templanza). Según el filósofo griego, solo de esta manera
se puede garantizar que la sociedad fluya armónicamente hacia un
bien común.
Este concepto platónico lo
recoge San Agustín, ya en era cristiana, en su obra La ciudad de Dios, donde
sostiene que la ciudad terrenal, el pálido reflejo de la ciudad celestial, debe
estar compuesta por estos 3 grupos sociales. Solo con la armonía de estos 3
estamentos puede darse el orden del cosmos creado por Dios. Existe un documento
donde se expresa con claridad la división estamental de la Edad Media, y ha
pasado a la historia como toda una declaración cultural: y es el poema que
envió Aldebarón de Laón, canónigo francés, a Roberto II de Francia, donde cita
a los 3 estamentos y los llama, literalmente, oratores (los
que rezan), bellatores (los que van a la
guerra) y labratores (los que trabajan).
Esta división es la que, en
general, se puede aplicar a toda la Edad Media; aunque, como veremos a
continuación, con algunos matices.
Los
estamentos medievales
Estas son las principales características de
los estamentos de la Edad Media.
El
estamento nobiliario y la instauración del régimen feudal
El sistema
político de las tribus germanas que penetraron en el Imperio Romano, formado
básicamente por un rey y sus caballeros consejeros, se fundió con el concepto
de Estado que aún prevalecía en territorio romano.
Así, los primeros reinos germanos todavía mantenían una red de funcionariado o de servidores públicos. Por ejemplo, en el Imperio Carolingio, el territorio
estaba dividido en condados, donde un comes o conde ejercía la autoridad en
nombre del rey. Con el pasar de los años, estos condes o delegados públicos
fueron asentándose permanentemente en el territorio asignado, que pasó a ser
parte de su patrimonio personal, sobre todo a partir de las capitulaciones de
Querzy (877), donde se instauró el sistema hereditario de transmisión de
tierras. En pocas palabras, en Europa se olvidó el concepto de estado, y todos
sus territorios cayeron en manos de señores que eran, en realidad, los propietarios
de dichas tierras.
Señores y
campesinos
La antigua aristocracia
carolingia, formada por los más próximos al rey, dio origen al estamento
nobiliario. La nobleza estaba exenta del pago de
impuestos y, junto a los caballeros, formaba el grupo de los bellatores citado
por Aldebarón en su poema.
El estamento nobiliario poseía la dominación
directa de la tierra. Y, cuando decimos de la tierra, nos referimos también a
la fuerza humana que esta contenía. En efecto, los señores eran los dueños
efectivos de la tierra y, como tal, cobraban rentas de sus habitantes. Los
feudos (las parcelas de tierra que correspondían a un señor) eran unidades
completas y autosuficientes, y estaban constituidos por la reserva señorial (la
llamada terra indominicata) y los
mansos. La reserva señorial estaba reservada al señor,
y el siervo tenía la obligación de trabajarla.
Por otro lado, los mansos eran las parcelas
que se otorgaban en usufructo a los siervos para garantizar su propia
subsistencia. Además, existían multitud de recursos y bienes (bosques, puentes,
molinos…) que eran, en efecto, propiedad del señor, por lo que este podía
establecer un impuesto de uso si así lo quería.
Señores y
vasallos
La base del sistema feudal son las redes de
vasallaje. Sin ellas no podemos entender la sociedad medieval, ya que existían
lazos muy complejos de fidelidad dentro del estamento nobiliario. Los
principales componentes del sistema de vasallaje son el señor y el vasallo; el
primero pertenecía generalmente a la nobleza, mientras que el segundo era
simplemente caballero. Sin embargo, no siempre era así, y estos lazos eran tan
complejos que a veces encontramos a reyes que son vasallos de condes.
La relación entre señores y vasallos
implicaba una serie de obligaciones: primero,
una fidelidad absoluta entre ambos contrayentes y, segundo, la obligación del
vasallo de ofrecer auxilium y consilium,
es decir, ayuda en caso de guerra y consejo. A cambio, el señor otorgaba a su
vasallo un conjunto de tierras y las rentas que estas le aportaban. Estas
tierras son las que denominamos feudo, y es la base de la sociedad feudal, que
alcanzó su cénit durante los siglos XI y XIII.
2. La
Iglesia
Durante la época feudal, el clero constituía
un señor feudal más. Multitud de tierras eran propiedad de monasterios
y abadías, por lo que los abades ejercían las mismas
funciones que los nobles.
No hay que confundir, sin embargo, el
estamento eclesiástico con el origen de sus miembros. El estamento como tal
gozaba de ciertos privilegios (igual que la nobleza), pero no todos sus
miembros procedían de los estamentos superiores. No era lo mismo, por ejemplo,
ser un obispo que un monje en una abadía humilde. Así, diferenciamos claramente
un alto clero, constituido por miembros procedentes de la alta nobleza (e incluso
de la familia real) y un bajo clero, formado por un campesinado más o menos
acomodado, artesanos y otros trabajadores.
Pertenecer
al estamento eclesiástico en la Edad Media tenía, por supuesto, muchas
ventajas. Para empezar, durante muchos siglos fue prácticamente el único acceso
a la cultura, ya que los
monasterios se habían erigido como templos del saber y el conocimiento.
3. El
tercer estamento y las ciudades
Tras la caída del Imperio Romano, las
ciudades entraron en franca decadencia, y dejaron de ser sede del gobierno
local para convertirse, simplemente, en lugares de residencia del obispo.
Durante los primeros siglos medievales Europa se ruralizó y, de esta manera,
adquirió gran importancia la aldea, asignada a un feudo o señorío.
Paulatinamente, y con la bonanza económica
que empezó a percibirse a partir del siglo XI, las ciudades o burgos empiezan a
adquirir nueva fuerza e importancia. Abundan cada vez más los acuerdos con los
señores, que se traducen en fueros municipales. A partir de aquí, va
configurándose el poder público de la ciudad, y nacen los órganos de gobierno
municipales.
La
oligarquía de las ciudades: mercaderes y nobles urbanos
En este clima de bonanza económica, los
mercaderes empiezan a cristalizar como un colectivo en auge. Este grupo social,
exclusivo de las ciudades, es el que dará origen a la clase burguesa, que irá
adquiriendo cada vez más influencia y poder. Por su parte, los banqueros
intensifican su actividad, libres de la atadura que suponía el pecado de la
usura (duramente condenado por la Iglesia en los siglos anteriores).
Estos burgueses serán los que
conformarán, junto a los nobles que se instalan en la ciudad, la oligarquía
urbana. Esta oligarquía poseerá el monopolio del
poder municipal y entrará en constante conflicto con el llamado “popolo minuto” o “pueblo pequeño”, siempre apartado del poder. Así, vemos que, a
finales de la Edad Media, el tercer estado “se abre”, se ramifica, y configura
lo que, posteriormente, será la sociedad de la época moderna.
Artesanos
y estudiantes
Este “pueblo pequeño” está formado por una
masa de población completamente heterogénea. Artesanos, estudiantes, frailes;
la mayoría en perpetua lucha contra esa oligarquía ciudadana que ejerce los
mismos abusos de poder que antaño habían ejercido los señores en la Europa
rural.
En efecto, atraídos por el crecimiento
económico y la demanda cada vez más alta de productos, los
artesanos rurales emigran a las ciudades, y empiezan a agruparse en gremios.
Estos gremios son los que regulan los oficios; el jurado gremial, incluso, es
el que dicta veredicto a la hora de decidir si un oficial artesano puede
ascender a maestro.
El nacimiento de las universidades en los
siglos XII y XIII trae ríos de estudiantes a los burgos. Estos estudiantes, en
su mayoría muy jóvenes, son los protagonistas de no pocas riñas y escaramuzas
contra el poder municipal (como vemos, la cosa no ha cambiado mucho desde
entonces). Cabe señalar también que la afluencia tanto de estudiantes como de
mercaderes de paso conlleva un crecimiento importante de la prostitución, de
las tabernas y de las casas de juego.
Finalmente, no
nos podemos olvidar de los marginados: enfermos, “locos”, mendigos;
seres que viven fuera del orden y las leyes sociales, y que cada vez son más
numerosos en unas ciudades en plena expansión y crecimiento. A menudo, los
hospitales, lazaretos y casas de caridad (que, por otro lado, abundan en las
ciudades medievales) no son suficientes para cubrir las necesidades de esta
pobre gente, y se ven empujados a la delincuencia y al crimen.
La Edad Media es una época mucho más compleja
de lo que se cree, pero esperamos que este breve repaso de los estamentos
medievales os sirva para entender mejor tanto su estructura social como sus
contradicciones internas.
NOTAS
·
Duby, G. (1977).
Hombres y estructuras de la Edad Media, Siglo XXI de España Editores.
·
García de
Cortázar, J.A.; Sesma Muñoz, J.Á. (2008). Manual de Historia Medieval, Alianza
Editorial.
·
Lara Martínez, M.
(2008). Historia del ser humano: de las ciudades-estado a la aldea global, ed.
CEF, 2018
·
Varios autores,
Atlas histórico de la Cultura Medieval, ed. San Pablo.
Sonia Ruz Comas. (2022,
noviembre 3). Los 3 estamentos medievales:
origen, historia y características. Portal Psicología y
Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/estamentos-medievales
No hay comentarios:
Publicar un comentario