Filosofías de hoy: post modernidad, pseudo
marxismo e ideología de género
Contexto
Toda situación cultural, toda época histórica es siempre
reflejo de un determinado modelo de pensamiento. Y toda forma de pensar que se
presente como característica de un concreto momento histórico, en la medida en
que es asumida por seres humanos, sean muchos o pocos, refleja una o más
filosofías. En los tiempos en que nos ha tocado vivir, la filosofía, una
disciplina más bien elitista, tiende a divulgarse “aligerando” sus contenidos,
haciéndose ligeros por obra de ciertos pensadores que los ponen al alcance de
instancias académicas hoy masificantes (p. ej. la universidad) y de los medios
de comunicación que han popularizado y vulgarizado ideas que, tal vez en su
origen tenían cierta densidad.
Hay que reconocer que “la filosofía” en el presente –al
menos en sus exponentes más conocidos- no tiene la grandeza ni la altura del
pasado, y en buena medida se dedica a reformular lo que los autores de tiempos
anteriores elaboraron, sin llegar a ser continuadores, pero tampoco opositores.
Hablar de filosofía hoy es problemático, tal vez porque parece que esta palabra
es demasiado “alta” para los filósofos y las corrientes hodiernas. En lo que
sigue, describiremos las líneas filosóficas que hoy en día suenan más, así como
los autores que las representan, presentando sus características y rasgos
propios buscando abarcar el conjunto de su pensamiento. En un segundo momento,
señalaremos las plasmaciones que estas filosofías han producido y que podemos
encontrar en nuestro medio.
La “postmodernidad” y sus padres
Es un lugar común el indicar que nos hallamos en una nueva
etapa cultural, que supone la superación de la así llamada “Modernidad”, o,
según sea el caso, de la Ilustración. Si la modernidad se caracteriza por el
racionalismo, por la propuesta de proyectos transformadores de la sociedad y de
la historia basada en el triunfo de la razón y por ideologías que dibujaban el
futuro a ser alcanzado, la postmodernidad es el desencanto ante estos ideales.
Pues por esta expresión, “postmodernidad” se entiende el nuevo momento
caracterizado por el debilitamiento de la razón y su limitación, el rechazo de
las ideologías surgidas en la Ilustración y la aceptación de que no se puede
esperar gran cosa del futuro [1]. Por lo tanto, el pensamiento postmoderno
abandona las certezas y se conforma con las opiniones, dándoles igual valor a
todas y considerando que la certeza es un atentado a la libertad, que se considera
el bien más preciado. Desde una perspectiva como la descrita, es lógico que el
relativismo, el subjetivismo extremo y el nihilismo sean las características
más saltantes. Es claro que esta corriente de pensamiento no ha surgido de la
nada. Se basa en las ideas de pensadores que ofrecen líneas-fuerza a partir de
las que los filósofos “post-modernistas” (o como quiera llamárseles) elaboran
sus propuestas, pero dándoles aquel matiz de superficialidad, de liviandad y de
relativismo nihilista que ya se ha señalado. De manera muy sucinta, y
seguramente muy genérica, señalo la importancia de tres filósofos que están en
la base de la “post-modernidad”: Federico Nietzsche, Martin Heidegger y Karl
Marx.
Federico Nietzsche
Sobre Federico Nietzsche (1844-1900), representante del vitalismo
voluntarista decimonónico, los “post-modernos” recogen la idea de la existencia
como goce ilimitado, como realización de la Voluntad de poder que el filósofo
alemán ve realizada en el “Superhombre”, aquel que impone su dominio sobre todo
y sobre todos y, por lo mismo, está más allá de las normas de la moral y de la
religión, incluso “más allá del bien y del mal” como se titula una de sus obras
[4].
Nietzsche, gran admirador de lo griego, distingue dos
modelos de hombre, según el arquetipo tomado de la tradición helénica: el
hombre apolíneo, racional, ordenado, que se guía según la ley y la norma, y
referido a los otros, cuya expresión griega es Sócrates. Y el hombre
dionisiaco, caracterizado por el goce exacerbado, la orgía que no conoce ningún
freno y sobrepasa todos los límites, y que, más que razón, es voluntad . Es
obvio que el “Superhombre” se identifica con el modelo dionisiaco y la obra
nietzscheneana está consagrada a cantar el advenimiento de este arquetipo. Pero
para que pueda realizarse este advenimiento hay que eliminar a Dios y la
religión, ya que Dios es el último impedimento para la entronización del
“Superhombre”. El paganismo de Nietzsche deviene en ateísmo radical, y, como él
mismo constata, en nihilismo, puesto que una vez eliminado aquello que daba
sentido a la existencia y a la cultura occidental (= Dios) no queda más que la
arbitrariedad, o, como describe el mismo Nietzsche, la nada [6].
Martin Heidegger
Martin Heidegger
(1889-1976), considerado uno de los más destacados filósofos del siglo XX,
representa la corriente denominada “existencialismo” en su dimensión más
ontológica. Su filosofía se centra en el ser, como realidad olvidada por el
pensamiento de occidente y que él pretende rescatar y reivindicar. Pero el ser,
a juicio de Heidegger, es hallado en el hombre, visto como “ser-allí” (dasein)
y como el único ente en el que la verdad del ser se ilumina espiritualmente.
Ahora bien, según el filósofo existencialista, el ser se desvela en el
lenguaje, y queda remitido en su comprensión a las experiencias que permiten al
hombre descubrirse “siendo”: la experiencia de la angustia y, sobre todo, la
experiencia de la muerte [7] . Recuérdese la célebre frase: “el hombre es
ser-para-la-muerte”, lo que permite suponer que la filosofía de Heidegger no
considera al ser como trascendente [8] .
En efecto, aun cuando Heidegger fue educado por católicos, y
conoció de cerca el pensamiento filosófico y teológico católicos [9] , no
parece que haya mantenido como elemento importante de su reflexión la realidad
de Dios. El pensamiento heideggeriano se desentiende de Dios porque a pesar de
hablar mucho sobre el ser, es marcadamente antimetafísico y este rasgo es
precisamente lo que deja como herencia a los “post-modernos” que gustosamente
repiten sus fórmulas.
Karl Marx
Finalmente, Karl
Marx (1818-1883) es el célebre creador del marxismo, sistema fundado en el
materialismo y que se divide en una propuesta filosófica, el materialismo
dialéctico, y una propuesta más social y económica, el materialismo histórico.
La filosofía marxista debe ser buscada en obras como El manifiesto
comunista[11] , Miseria de la filosofía [12] , y otras elaboradas con Federico
Engels[13] , donde, partiendo de la materia como lo absoluto y único existente,
que evoluciona dialécticamente hasta dar origen a todo lo que existe (hombre y
pensamiento incluido) aplica esta misma realidad a los procesos históricos y
sociales, afirmando que la economía (lo material viviéndose humanamente) es el
fundamento de la realidad humana (infraestructura), de la cual surge
absolutamente todo lo que es dado vivir al ser humano: cultura, política,
organización social, arte, religión (superestructura). Así como la materia se
mueve dialécticamente, la sociedad que se funda sobre la economía se mueve
mediante la oposición de las clases enfrentadas por la posesión de los medios
de producción (= lucha de clases), cosa que se ha dado siempre a lo largo de la
historia, y que devendrá en el triunfo del proletariado sobre la burguesía,
conducente a la instauración del socialismo, primero, y en la etapa final de la
humanidad, en el comunismo o momento final y paradisiaco del acontecer humano.
Todo esto que parece más cuestión mítica es presentado por Marx como resultado
de una especulación científica, sostenida por las leyes de la economía que
conducen inevitablemente a este resultado, y que son denominadas pomposamente
como “ciencias sociales”[14] .
Recordemos, además, que el marxismo se entendía desde una
perspectiva marcadamente dogmática, y se veía no sólo como la verdad teórica,
sino como un nuevo modo de “hacer la verdad”. Así, el marxismo, según los
entendidos, es la última gran elaboración filosófica que propone la comprensión
del mundo y su transformación mediante la razón, y en ese sentido es una
corriente de pensamiento típica de la Ilustración. A pesar de sus diferencias,
los grandes teóricos del marxismo (Lenin, Stalin, Mao) han seguido estas
orientaciones y sus postulados fundamentales. Huelga decir que la pretendida
cientificidad de esta filosofía, además de su ideal de justicia, le dio
muchísimo atractivo y seducción.
Filósofos de la post-modernidad
Pues bien, estos tres autores y sus respectivas filosofías
serán asumidos por los pensadores de la “post-modernidad” pero siguiendo las
peculiaridades de una nueva época. Ante todo, los filósofos post-modernos están
desengañados de la racionalidad optimista de la Ilustración, en buena medida
porque dicha racionalidad fue la responsable de las grandes tragedias del siglo
XX, esto es las dos Guerras Mundiales y el horror de los campos de
concentración (Auschwitz, Buchenwald, los Gulags) y las tragedias de Hiroshima
y Nagasaki.
Por tanto, Nietzsche, Heidegger y Marx serán
reinterpretados, en primer lugar quitándoles los elementos “fuertes” de sus
propuestas y son usados para sostener una visión que justifica lo relativo, lo
no-racional y sobre todo lo más subjetivo que subyace a sus ideas. Es el
proceso que se llama “deconstrucción”. En segundo lugar lo que dicen unos y
otros no se toma tal cual -y por eso los post-modernos strictu sensu no son
seguidores de los anteriormente mencionados- sino mezclándose con ideas de
otros autores contemporáneos también importantes, produciéndose una amalgama
singular. Y en tercer lugar, se apela a lo más pasional y primario del sujeto
como elemento a ser reflexionado y también como realidad que alimenta la
reflexión. En concreto, no deja de llamar la atención el papel que la
sexualidad tiene hoy como cuestión filosófica, viéndose en ella una especie de
“motor” que empuja el pensamiento. Miremos rápidamente algunos representantes
de la “post-modernidad”: Gianni Vattimo, Michel Foucault y Jacques Derrida.
Pensamiento débil
Gianni Vattimo (1936) italiano[16] , es uno de los
representantes más connotados de este pensamiento y conocido exponente del
“Pensamiento débil” (pensiero debole). Siguiendo a Nietzsche y a Heidegger,
considera válidas las críticas de ambos a la metafísica y afirma que estamos en
una época en la que ya no caben afirmaciones “fuertes” (sustentadas en lo
metafísico), que por su carácter universal y totalizante no dejarían espacio a
la alteridad ni a la diversidad. Se imponen, entonces, las afirmaciones
“débiles” que encuentran en la hermenéutica su lugar y su ambiente, y por lo
mismo, la posibilidad de creatividad por las numerosas interpretaciones.
“Esa hermenéutica es una ontología del declinar y una
profundización del nihilismo. Veamos primero porqué habla Vattimo de una
ontología del declinar: el ser es entendido en términos débiles, acontece en la
transmisión de mensajes lingüísticos, como diría Gadamer; no hay nada
permanente y metahistórico que acote el ámbito de la razón; tampoco hay un
sujeto racional protagonista que sabe a priori cuál es el fin de su camino: el
hombre es un viajero que no sabe a dónde va, mejor dicho, sabe que camina hacia
la muerte” [17] .
Nótese la gran cercanía con las ideas nietzscheanas y
heideggerianas, pero purificadas de la brutalidad del “Superhombre” y su afán
de poder impositivo sobre otros. Más bien lo que se aprecia es la reducción del
“Superhombre” al individuo particular y su propia vida, y en ese sentido el
libertinismo al que conduce la propuesta de Vattimo se queda encerrado en el
sujeto. Con su misma vida el autor italiano testimonia cómo el sujeto rompe las
reglas establecidas (más allá del bien y del mal) y él mismo pone sus reglas, a
las que atenerse. En efecto, Vattimo es homosexual y defiende la legitimidad de
su forma de vivir en supuesta coherencia con sus ideas. Lo cierto es que se
puede ver allí la justificación “racional” del nihilismo y, por lo mismo, la
aniquilación del sujeto en su dimensión trascendente. Huelga decir que Vattimo
considera a la religión como un discurso “fuerte” que lleva a la pérdida de la
libertad [18] .
Michel Foucault
Michel Foucault (1926-1984) francés, es uno de los autores
más leídos y admirados de la postmodernidad. Representa, en la línea más
extrema de Nietzsche, la exaltación de la voluntad de poder del individuo hasta
los extremos más grotescos y denigrantes . Con esa intención, ha estudiado la
locura y sus tratamientos, comprendiéndola desde los esfuerzos del Estado que
se construye de forma “racional” para protegerse de toda instancia
desestabilizadora, como es la experiencia del loco. Del mismo tenor es la
reflexión hecha sobre las cárceles, que a su juicio expresan el poder de
normalización de la sociedad disciplinaria moderna, lo que supone que la
sociedad está organizada para ejercer una represión que corta la libertad de
los sujetos. Pero es en su obra más citada, Historia de la sexualidad donde
propone una tesis considerada revolucionaria: “el sexo es posterior al
discurso, es una creación de la ley”. Considerando que la sexualidad no es una
simple realidad natural que las distintas sociedades y épocas históricas
reprimen cada una a su manera, sino que es ella misma el resultado de un
complejo proceso de construcción social, concluye que el sexo es un invento
artificial del poder, que lo utiliza a su antojo como un instrumento de
dominación.
Lo que Foucault dice acerca de estos temas está condicionado
directamente por su homosexualidad[20] , y puede verse aquí –y seguramente en
el pensador anterior– que no es la reflexión lo que lleva a una determinada
propuesta existencial, sino es más bien la existencia vivida desordenadamente
lo que fundamenta la reflexión. Las ideas de este pensador, así como su vida desordenadísima
y triste (murió de SIDA) han sido recogidas por las ideologías de género, así
como por los que defienden toda clase de desviaciones sexuales. Pero como
resulta visible, con sus ideas la dimisión de lo humano y el nihilismo han
llegado a límites increíbles.
La deconstrucción
Con Jacques Derrida (1930-2004), francés [21] , se retoman
las ideas de Heidegger sobre el encubrimiento del ser y, en general de la
verdad y de toda la realidad, y la necesidad de poner al descubierto aquello
que es fundamental. Ahora bien, la tarea pendiente, según Derrida, es la
“deconstrucción” con la que se trata de alcanzar lo propio de la realidad
desmontando (des-construyendo) lo que usualmente ha sido admitido. Esta
“deconstrucción” se realiza mediante el lenguaje, dada la estrechísima relación
entre ser y decir, según lo que Heidegger proponía. Y dado que esta labor
des-constructivista se realiza sobre la historia de la metafísica y en general,
de toda la filosofía, asistimos a una relativización de lo que siempre se
afirmó, buscándose un nuevo sentido al que no es ajeno el esfuerzo propio de la
hermenéutica. Quiere decir que lo que se entendía de un modo determinado en una
época, hoy en día, luego de una labor des-constructivista, puede ser entendido
de otro modo, distinto y tal vez hasta opuesto. Un comentarista del filósofo
francés señala:
“La deconstrucción depende literalmente del trabajo textual
y por consiguiente impide la exposición de algo así como una teoría externa a
esos trabajos o una sistematización interna de los mismos. Lo único que la
deconstrucción admite, si se quiere hablar de ella, es la posibilidad de una
entrada –por cualquier punto que sea– en sus intervenciones concretas, un
recorrido por trayectos donde siempre las intuiciones más firmes, los conceptos
canónicos y los modelos retóricos dicen, alegóricamente, otra cosa de lo que
dicen” [22] .
Las ideas sobre la “deconstrucción” tal como han sido
propuestas por Derrida han tenido mucha acogida y han sido asumidas por la
pedagogía, la historia, la psicología y numerosas disciplinas. Son un ejemplo
del influjo ejercido por Heidegger sobre el pensamiento de hoy, pero también se
hallan presentes en esta filosofía algunas ideas del estructuralismo de
Levi-Strauss, de Gadamer y otros. Queda claro que una filosofía como la de
Jacques Derrida rechaza la noción de “tradición” y pone su cuota en la difusión
del relativismo hodierno, donde la verdad o es incognoscible o es inalcanzable,
lo que a fin de cuentas viene a ser lo mismo.
Los avatares del marxismo
También el marxismo, doctrina filosófica “fuerte” ha sufrido
el tratamiento post-moderno que lo ha relativizado y puesto a tono con los
tiempos actuales. La reformulación del marxismo ha sido llevada a cabo por
muchos pensadores, destacando entre ellos el italiano Antonio Gramsci, cuya
influencia hoy es notable [24].
En efecto,
Gramsci (1891-1937) supone un giro en el modo tradicional cómo se entendía y se
presentaba el marxismo, tal como fue planteado por Marx y por Lenin. Para estos
dos pensadores, lo primero es la economía y todo surge de ésta, en la ya
mencionada relación infraestructura-superestructura. Cambiada la
infraestructura por la revolución, que asume la propiedad de los medios de
producción y establece nuevas relaciones económicas (= socialismo) se van
cambiando los modos de pensar, la comprensión de la existencia, la educación y
la misma filosofía, incluso la manera de vivir la religión. Y es claro que el
camino para esta meta es la violencia, calificada por Marx como “partera de la
historia”. Ahora bien, en países relativamente desarrollados y cultivados, sin
una clase proletaria grande y que por tradición son reacios a la violencia, el
camino revolucionario beligerante causa reticencias y aprensiones, cuando no
abierto rechazo. Por eso Gramsci, al fin y al cabo nacido en tradición
católica, considera que el camino correcto para que el marxismo asuma el poder
va en sentido inverso al modo propuesto por la ortodoxia comunista. Lo primero
–dirá el pensador sardo– es buscar apropiarse de las instancias culturales
(universidad, medios de comunicación, intelectuales) mediante un paciente
trabajo de cambio de lenguaje y de contenidos, donde se acostumbre a la gente a
nuevas palabras o a las mismas palabras pero con otro sentido. Esto será tarea
de intelectuales que por su cercanía al pueblo estén en capacidad de comprender
sus inquietudes y anhelos, y por lo mismo, puedan proponer la visión marxista
en los términos que el pueblo entiende. Se trata del “intelectual orgánico” que
va moldeando el sentido común popular desde los intereses revolucionarios
marxistas.
Lo segundo será, luego de la apropiación de la así llamada
“sociedad civil” (e.d. los organismos privados que ejercen la hegemonía
cultural en la comunidad nacional y/o internacional) la apropiación de la
“sociedad política” (esto es, los organismos públicos que ejercen una función
coercitiva y de dominio directo en el campo jurídico, político y militar). De
donde se sigue que el trabajo del marxista no es ahora el de empuñar el fusil,
sino más bien el de empuñar la pluma y el micrófono para ir trastocando las
ideas y la cultura en una lucha cultural, que a decir verdad, les ha dado
muchos frutos. Como se puede apreciar, la vieja mística de la lucha
revolucionaria violenta se deja de lado y el marxismo ha sido “deconstruido”,
con resultados ciertamente exitosos. Es fácil constatar la presencia del
pensamiento marxista en esta versión edulcorada, solapada y “soft” en todos los
ámbitos del pensamiento y de las estructuras sociales, incluso desgraciadamente
en la misma Iglesia y en sus instituciones [24] Pero el gramscismo no es la
única reelaboración del marxismo. Entre los años 50 y 60 se da una curiosa
mezcla entre marxismo y psicoanálisis freudiano. Uno de los propulsores de esta
singular mixtura es el filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse (1898-1979),
autor del famoso libro Eros y civilización. Abandonando la idea clásica de que
es el proletariado quien llevaría a cabo la revolución, piensa Marcuse que esta
tarea sería obra de minorías marginadas con un potencial de energías reprimidas
que serían como la pólvora que incendiase y transformase la sociedad. Y veía en
las mujeres marginadas que toman conciencia de su situación de opresión a las
abanderadas y gestoras de esta lucha, que también se realiza culturalmente. Ni
que decir que estas ideas prendieron inmediatamente y fueron asumidas por el
feminismo de los años 70, que, dicho sea de paso, encuentra en el marxismo su
inspiración inmediata[25] . Se puede decir en general, sin temor a equivocarse,
que el feminismo en sus líneas más radicales, se proclama fundado en el
marxismo, aunque como es obvio, recoge la influencia de muchos pensadores.
Dos plasmaciones: la izquierda “caviar” y la ideología de
género
Todo lo que venimos viendo, con la complejidad y diversidad
tan características de las filosofías de hoy, encuentra, a mi juicio, dos
plasmaciones muy extendidas, en las que podemos encontrar los rasgos, aportes y
nociones de los filósofos ya mencionados. Se trata de la filosofía de la “nueva
izquierda”, denominada popularmente “caviar” y de la ideología del género.
Ambas se hallan muchas veces estrechamente ligadas y hasta fundidas en aquellas
personas y organismos que sostienen estas ideas.
La "nueva izquierda"
La filosofía de la “nueva izquierda” llamada irónicamente
“caviar”, es el marxismo deconstruido a partir de la filosofía gramsciana,
asimilando además las tesis de Derrida, de Marcuse, de Althusserl, de Ernst
Bloch y otros pensadores contemporáneos. En líneas generales se trata de un
marxismo relativista, por tanto de un marxismo “débil” (y no “fuerte”, ya que
éste se presenta como muy dogmático y absolutizante). Por eso, los
izquierdistas de este nuevo cuño no ven incongruencia entre ser marxistas y
tener un grande amor al dinero, así como disfrutar de todas las comodidades
burguesas (buen sueldo, viajes, lujos, etc.) y ser mantenidos con el dinero de
los países capitalistas (por eso trabajan en ONGs subvencionadas por los países
del primer mundo contra los que, en teoría deberían luchar). Han seguido al pie
de la letra las ideas de Gramsci sobre la transformación cultural, si no en la
teoría, ciertamente sí en la práctica, y por eso vemos que les encanta hablar
de la “sociedad civil” y sus bondades, así como predican la necesidad de copar
y tomar la “sociedad política”. Son enemigos naturales de toda institución que
suponga autoridad y tradición institucional, por eso detestan con toda su alma
al ejército y a la Iglesia, en la que ven –y en esto son fieles seguidores de
Marx– una aliada de los opresores. Aun cuando algunos miembros de esta “nueva
izquierda” se proclamen creyentes y católicos, siempre están criticando a la
Iglesia de los obispos, a la Jerarquía, y en la práctica no reconocen ninguna
obediencia eclesial. La teología de la liberación, en su vertiente marxista, se
identifica perfectamente con esta plasmación.
La ideología de
género
Por su parte, la ideología de género es una forma de pensamiento
relativamente reciente que se inspira tanto en el marxismo reelaborado de
Marcuse, como en teorías pseudocientíficas sobre la sexualidad, como por
ejemplo las propuestas de Margaret Mead, los estudios del Dr. Kinsey y otras
reflexiones[26] . Sin embargo, el aporte de Nietzsche y Heidegger es innegable,
y estos pensadores han sido asumidos por la ideología de género mediante los
trabajos de Foucault y Derrida, respectivamente, popularizados y divulgados por
las universidades norteamericanas. Brevemente, la ideología del género
considera que la identidad del hombre se fundamenta no en la totalidad
bio-psico-espiritual, de la que el sexo, como condición natural es un elemento
imprescindible, sino en la elección de la persona, y por lo tanto, en la libertad.
El sexo no es algo natural, sino una imposición cultural que recorta la
libertad, y de lo cual hay que liberarse. Así, ser varón o ser mujer es algo
que viene impuesto por la sociedad, la familia y la cultura y no responde a la
dimensión del ser humano como persona. El género, en cambio, es lo que uno
decide ser, por sí mismo, independientemente de la imposición de la naturaleza.
Ante la dualidad sexual (masculino-femenino/ varón y mujer) se propone cinco
géneros: homosexual masculino; homosexual femenino; heterosexual masculino;
heterosexual femenino y bisexual [27] . Obviamente, estas cosas no son
anormalidad, todo lo contrario, son “muy normales” y la gran lucha de estos
grupos de personas va en la línea del rechazo a todo tipo de discriminación y a
la reivindicación de supuestos “derechos”.
Como conclusión, importa señalar que estas filosofías, en la
medida en que reflejan el relativismo y el nihilismo contemporáneos, son un
atentado a la dignidad del hombre y de la mujer, y lejos de elevar a las personas,
las denigran hasta extremos monstruosos e inimaginables. La Nueva
Evangelización a la que estamos invitados exige que conozcamos estas ideas y
corrientes, para saber cómo responderlas y también para poder proponer, en un
mundo y cultura tan complejos, la verdad sobre el ser humano, que en Jesucristo
alcanza su plenitud y perfección.
Notas
[1] El libro de Jean Francois Lyotard.
La condición postmoderna (1979) es considerado como la expresión típica de
estas ideas, además de que, al parecer, de allí toma nombre la corriente de la
que hablamos. Las explicaciones sobre este fenómeno son numerosas. Mencionamos,
entre muchos, Gianni Vattimo. El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica
en la cultura posmoderna. 2da. Ed. Barcelona; GEDISA 1987; La postmodernidad
explicada a los niños. Barcelona; GEDISA 1987. Ensayos de comprensión crítica
sobre la postmodernidad: José María Mardones. Postmodernidad y
neoconservadurismo. Navarra; Verbo Divino 1991; Carlos Valverde. Génesis,
estructura y crisis de la modernidad. Madrid; B.A.C. 1993.
[2]
[3] Esta aproximación está muy bien
expresada en la conocida novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del
ser. Refiriéndose a esta obra, y a lo que en ella expresa su autor, dice Carlos
Valverde: “Vivencia del momento, libertad entendida como ausencia de normas,
espontaneidad de los instintos, repudio de la razón y exaltación del
sentimiento, he ahí actitudes muy específicas de una mentalidad posmoderna”.
Génesis, estructura y crisis de la modernidad, p. 339.
[4] Las obras de Federico Nietzsche,
hoy en día muy en boga, rezuman todas ellas este ideal de absoluta
independencia, rasgo típico del “Superhombre”. Su famoso libro Así hablaba
Zaratustra es la proclamación del nuevo modello humano, del que
Zaratustra-Nietzsche es el profeta. Otras obras, como El Anticristo, Genealogía
de la moral, La gaya ciencia (donde aparece la conocida proclamación de la
“muerte de Dios”) y Más allá del bien y del mal, entre las mencionables, van
puntualizando cuestiones caras al gusto de la postmodernidad.
[5] Es el tema del libro El origen de
la tragedia, que sin ser tan conocido como los citados en la nota anterior, no
por ello deja de ser importante. Libro genial, a juicio de Henri de Lubac,
aunque su valor científico sea discutible. Ver El drama del humanismo ateo.
Madrid; Encuentro 1990, p. 60.
[6] Además del libro de Lubac ya
indicado, donde ofrece profundas y valiosas consideraciones sobre el antiteísmo
y –como consecuencia- sobre el antihumanismo de Nietzsche, está la obra de Karl
Jaspers Nietzsche y el cristianismo (1955), que describe con precisión la
postura del autor de El Anticristo, pero desde una visión más bien neutra
respecto de lo cristiano.
[7] Cosas todas presentes en el libro
emblemático de Heidegger. El ser y el tiempo. 2da. Edición, 10ª. Reimpresión.
Trad. por José Gaos. México D.F.; Fondo de Cultura Económica 2002.
[8] Es la crítica que le hace Edith
Stein, señalando que para Heidegger la realidad del ser de Dios es irrelevante
para su filosofía. El opúsculo de Edith Stein. La filosofía existencial de
Martin Heidegger. Madrid; Trotta 2010, que en realidad viene a ser un apéndice
de Ser finito y ser eterno subraya con fuerza los vacíos y contradicciones de
la comprensión heideggeriana del ser debido a la prescindencia y/o negación de
lo trascendente, en buena cuenta, de Dios.
[9] En nota introductoria al libro de
Martin Heidegger. Estudios sobre mística medieval. 2da. Ed. México D.F.; Fondo
de Cultura Económica 1997, p. 7, leemos: “Tras una breve y fallida estancia en
el otoño de 1909 en el noviciado de la Compañía de Jesús en Tisis, junto a
Feldkirch (Voralberg), Heidegger solicitó su ingreso en el Seminario Teológico
de Friburgo, conocido como Collegium Borromaeum, comenzando el semestre de
invierno de ese mismo año a estudiar teología católica en la Universidad de
Friburgo. Tales estudios, en los que la lectura de Aristóteles, Santo Tomás y
Suárez coexistió con la de los dos volúmenes de las Investigaciones lógicas de
Husserl, y que hubieran debido culminar en la ordenación de Heidegger como
sacerdote católico, se vieron interrumpidas en el semestre de invierno de
1910-1911 por graves problemas de salud, atribuibles, según parece, al ingente
trabajo intelectual que se autoimpuso el joven candidato a teólogo”. No se
puede decir, entonces, que el pensamiento filosófico católico le sea
desconocido. Que lo haya dejado de lado es otra cosa.
[10]
[11] Cuyo nombre exacto es Manifiesto
del partido comunista. Madrid; Sarpe 1984.
[12] En este lbro Marx polemiza contra
las tesis anarquistas y utópicas de Pierre Joseph Proudhon, expuestas en su
libro sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria.
Libro interesantísimo el de Marx, pues expone con claridad los principios
“científicos” del desarrollo de la economía y de la historia, tema clásico del
marxismo.
[13] Puede verse al respecto C. Marx y
F. Engels. Obras escogidas.3 vols. Moscú; Editorial Progreso 1974.
[14] En su más conocida y celebrada
obra, El capital, Marx describe de manera más “científica”, en el sentido de
ciencia económica, todas estas ideas. Lo peculiar de la teoría marxista está en
que el resultado final de la historia, previsto por Marx, no obedece a
casualidades ni a situaciones fruto de la libertad humana, sino que es la
consecuencia necesaria de estrictas leyes económicas. De donde se sigue que
enseña un predeterminismo histórico radical, cuyos elementos de necesidad,
violencia y destrucción fueron llevados a la práctica por diversos regímenes
comunistas a lo largo del siglo XX.
[15] Algunos cuestionan la calificación
de “filosofía” otorgada al marxismo, y lo ven como una ideología, sin más, que
no llega al rango de filosofía propiamente tal. Tomando en cuenta que las ideas
de Marx se basan en filósofos como Hegel –cuya presencia en Marx es
incuestionable- y Feuerbach, por citar sólo dos nombres, es que puede
considerarse en el marxismo un cariz filosófico, sin entrar en la discusión
sobre su ser filosófico.
[16] Obras: Introducción a Heidegger.
Barcelona; Cátedra 1986; El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la
liberación. Madrid; Anagrama 1989; El pensamiento débil. Madrid; Anagrama 1989,
en colaboración con P.A. Rovatti; Más allá del sujeto. Nietzsche, Heidegger y
la hermenéutica. Barcelona; Cátedra 1989 y muchos otros.
[17] López Gil, Marta. “Vattimo,
Gianni”. En: Diccionario de pensadores contemporáneos. Dir. por Patricio Loízaga.
Barcelona; EMECE 1996, p. 361.
[18] Vattimo, en lo personal, tiene una
postura que podría considerarse “sofística” respecto de la fe y de la religión.
Se dice creyente, pero no se entiende –por lo enrevesado de sus razonamientos-
qué significa para él ser creyente, por eso lo llaman algunos un “ateo
católico”, o, como él mismo se denomina a veces, practicante de un cristianismo
nietzscheano –en un oxymoron digno de Borges-. Sirvan de ejemplo sus palabras:
“Dejemos claro que el Dios cuya muerte anunció Nietzsche no es necesariamente
el Dios en el que muchos de nosotros seguimos creyendo; yo me considero
cristiano, pero estoy seguro que el dios que estaba muerto en Nietzsche no era
el Dios de Jesús. Incluso creo que, precisamente gracias a Jesús, soy ateo”.
Artículo “¿Es la religión enemiga de la civilización?”, publicado en el diario
El País (España), el 1de marzo de 2009.
[19] “Foucault fundamentó su obra como
una continuidad de la de Nietzsche. El filósofo alemán inventó la genealogía, a
la que Foucault llamó arqueología, siguiendo los pasos del inefable doctor
Lacan, puesto que, para el psicoanálisis, el término arqueología se aplica al
estudio de las etapas arcaicas de la evolución del individuo. Haciendo un
psicoanálisis de la historia de la humanidad, Foucault, al igual que Nietzsche,
buscó ‘los intereses de poder que siempre están determinando y creando una
cultura concreta, una etapa histórica, con sus manifestaciones ideológicas; es
decir: la ética, la metafísica, la sexualidad o la política’. Se trata de la
dictadura del relativismo, pues la ética –la definición de lo que está bien o
está mal- es, en cada caso, lo que impone en un momento determinado el poder
dominante, que varía con el tiempo o el lugar”. Jesús Trillo-Figueroa. La
ideología de género. Madrid; Libros Libres 2009, p. 105.
[20] “La obra de Foucault está
claramente condicionada por su homosexualidad; muchos testigos de aquella época
declararon que ‘la sexualidad ocupa un lugar primordial en su obra a causa de
su homosexualidad, que constituía para él una obsesión y un sufrimiento, que
sólo al final de su vida constituyó un abierto placer’ (Didier Eribon. Michel
Foucault. Barcelona; Anagrama 1992, p. 52). Su empeño por la trasgresión sexual
le llevó a declararse discípulo del Marqués de Sade y a confesar la práctica
del sadomasoquismo”. Jesús Trillo-Figueroa, o.c., p. 107.
[21] Obras de Jacques Derrida: La
reconstrucción en las fronteras de la filosofía. La retirada de la metáfora.
Barcelona; Paidós 1989; Márgenes de la filosofía. Madrid; Cátedra 1990; La
Escritura y la diferencia. Madrid; Anthropos 1989; De la gramatología. México
D.F.; Siglo XXI 1986; El lenguaje y las instituciones filosóficas. Barcelona;
Paidós 1995; El monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Buenos Aires; Manantial
1997; Historia de la mentira. Prolegómenos. Buenos Aires; U.B.A. 1997; La
tarjeta postal. De Freud a Lacan y más allá. México D.F.; Siglo XXI 1989 y
muchas otras.
[22] Fragaso, Lucas. “Derrida,
Jacques”. En: Diccionario de pensadores contemporáneos. Dir. por Patricio
Loízaga. Barcelona; EMECE 1996, p. 115.
[23] Las ideas de Gramsci están
contenidas en su obra escrita, constituidas por unos 32 cuadernos escritos en
la cárcel, sumando unas 2848 densas páginas que no tenían como fin ser
publicadas. Los comunistas italianos, así como allegados y familiares de
Gramsci, publicaron estas páginas en seis volúmenes, con los títulos El
materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (1948); Los
intelectuales y la organización de la cultura (1949); Il Risorgimento (1949);
Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno (1949); Literatura y
vida nacional (1950) y finalmente Pasado y presente (1951). No se cuentan los
artículos de periódicos y revistas.
[24] En la teología de la liberación
que sigue el análisis marxista, las ideas gramscianas son muy valoradas, sobre
todo la del “intelectual orgánico”. Señala Gustavo Gutiérrez: “Si la teología
parte de esta lectura y contribuye a descubrir la significación de los
acontecimientos históricos, es para hacer que el compromiso liberador de los
cristianos en ellos sea más radical y más lúcido. Sólo el ejercicio de la
función profética, así entendida, hará del teólogo lo que, tomando una
expresión de A. Gramsci, puede llamarse un nuevo tipo de ‘intelectual
orgánico’. Alguien, esta vez, comprometido personal y vitalmente con hechos
históricos, fechados y situados, a través de los cuales países, clases
sociales, personas pugnan por liberarse de la dominación y opresión a que los
tienen sometidos otros países, clases y personas”. Teología de la liberación.
Perspectivas. 6ª ed. Lima; Centro de Estudios y Publicaciones 1988, p. 84.
[25] La vinculación entre feminismo y
marxismo es muy conocida, y las lideresas de los diversos feminismos de hoy
aceptan sin problemas esta relación. No es difícil establecer el paralelo entre
clase social oprimida (proletariado en el marxismo, mujeres en el feminismo) y
opresores (burgueses según la doctrina de Marx, la mentalidad machista en el
pensamiento feminista).
[26] Un estudio iluminador sobre esta
realidad es el libro de Jesús Trillo-Figueroa. La ideología de género. Madrid;
Libros Libres 2009. Además de indicar los representantes de esta ideología,
explica su evolución histórica y las corrientes filosóficas y “científicas” que
se hallan en sus orígenes.
[27] Si bien los antecedentes de la
ideología del género se remiten al feminismo radical que aparece en los años 50
y 60, y encuentran un momento decisivo en la famosa “revolución” del Mayo
francés del 68, es en la Conferencia de Pekín, realizada por las Naciones
Unidas en 1995, donde la ideología del género es presentada formalmente como
alternativa política mundial. Es claro que esta propuesta implica una visión
antropológica completamente distinta y opuesta a la que siempre sostuvo el
cristianismo en general, y el catolicismo en particular.
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