lunes, 12 de mayo de 2025

 

La ética de la polaridad de Ramon Llull (1232-1316)

El conocimiento necesario de los vicios y virtudes para el buen cumplimiento del cuerpo social

En una entrevista reciente, el filósofo José Arthur Giannotti defendió su tesis sobre el significado de la ética en la política: «...no existe una relación directa entre la moral y la política. Cuando a un político se le pide que sea moral, no se trata de una petición moral, sino política. Es un arma política para acusar a alguien de ser inmoral». ( O Globo , 13 de mayo de 2001, Primera Sección: 03).

Para el filósofo, la ética no está ligada a la política, pues el político recibe una delegación para manipular las normas y a las personas. El juez de esta “moral” sería el propio político y los parámetros de su ética, su relación con la opinión pública.

En pocas palabras, aquí se encarna el ideal moderno de la ética, completamente distinto de los supuestos que antaño definían el concepto. Pues, como sabemos, la Ética , junto con la Metafísica y la Epistemología, es considerada uno de los tres pilares de la Filosofía, y estudia -o estudió- la naturaleza y los fundamentos del pensamiento y de la acción moral, siendo por tanto una ciencia de la conducta. Como tal, tiene -o tenía- tres categorías:

1 ) el privilegio de las virtudes, provocando un sentimiento de realización personal en quien actúa y beneficiando a la sociedad en que vive (Aristóteles); 

2 ) el concepto de deber ( deontología ), el  imperativo categórico  (Kant) y 

3 ) la búsqueda de la máxima felicidad para el mayor número de personas” ( Utilitarismo  - Stuart Mill) (ABBAGNANO, 1998: 380-387).

Entiendo que la ética política de Arthur Giannotti está subordinada a la finalidad de lo deseado. Además, la forma en que piensa en la obtención del objeto del deseo puede ser buena o mala, ya que la manipulación de la conciencia se considera la primera vía válida y útil para lograr el resultado esperado, sea cual sea. El filósofo expresa así una concepción moderna de la ética, el  relativismo de la ética, que es, en mi opinión, la base filosófica de toda la crisis actual de las relaciones humanas. La ética política giannottiana no encaja en ninguna de las tres categorías anteriores: no beneficia a la sociedad, no tiene el concepto intrínseco del deber y no proporciona máxima felicidad al mayor número de personas.

Por el contrario, su ética es meramente un instrumento de manipulación política, hecho que les resta valor como buena conducta. Es en este aspecto –la transformación del concepto de ética por la Modernidad– que el tema de este encuentro no podría ser más apropiado: ¿qué soluciones puede ofrecer la ética medieval a los tiempos contemporáneos?

Intentaré responder a esta pregunta analizando la ética política propuesta por el filósofo Ramon Llull (1232-1316), basada esencialmente en la primera noción aristotélica enumerada anteriormente: el conocimiento de las virtudes como fundamento básico para la búsqueda de la felicidad, de uno mismo y de la comunidad. Veremos que los filósofos modernos podrían aprender mucho de los medievales, si quisieran volver a poner en la agenda la discusión de la ética como búsqueda de la felicidad y del bien, en lugar de manipularla con sofismas y (re)definirla como el arte del engaño.

*

Afortunadamente, a diferencia de Giannotti, Ramon Llull entendía la política como la búsqueda de la virtud. El  príncipe luliano  debía ser virtuoso, erradicando incluso el vicio, para que su virtud se irradiara por todo su reino. Así lo demuestra la dedicatoria que hizo a Felipe el  Hermoso en 1311, cuando le regaló un ejemplar de su obra  Liber Natalis Pveri Parvvli Christi Iesv :

...que te complace ser defensor de la fe cristiana, así como protector de la Iglesia, velar por sus nobles y prelados eclesiásticos, para que todo se haga con buen orden, sin confusión, extirpando todos los vicios de tu reino y plantando en él todas las virtudes en todo grado de perfección; de manera que su reino no sólo se dice que es, sino que en realidad es, cristianísimo; y que su reino sea espejo y ejemplo para todos los reyes cristianos en todas las virtudes propias del real oficio (RAMON LLULL, “ Del naixement de Jesús Infant ”).

El pasaje anterior plantea una pregunta: ¿cuáles serían las virtudes lulianas apropiadas y necesarias para el cargo real? Abordaré estas cuestiones para luego llegar al concepto de  ética política luliana .

*

La palabra  virtus  (virtud) deriva de  vir  (hombre, masculinidad, virilidad, vigor). El siglo XIII se considera la época de  la virtus  por excelencia, es decir, la época de la voluntad como fuerza de vida. Para los filósofos medievales, el racionalismo debía dar paso al voluntarismo, pues se pensaba que lo divino era un ser volitivo (BÜHLER, 1983: 96).

Por otra parte, conceptualmente,  virtud  significa fuerza, poder, eficacia de algo, algo digno de admiración, que haría de su portador una mejor persona, moral o intelectualmente (FERRATER MORA, 1982: 419). Desde Platón y Aristóteles, el concepto ha sido entendido, en primer lugar ( virtudes cardinales ), como capacidad para realizar una tarea específica (PLATÓN,  La República , Libro I, 353a); para la segunda ( virtudes morales  o  excelencia moral ), como hábito racional, que haría bueno al hombre (ARISTÓTELES,  Ética a Nicómano , Libro II, 2, 1103b y Libro II, 6, 1106).

La tradición del Antiguo Testamento utilizaba las  virtudes cardinales  como necesarias para un  rey sabio. En el  Libro de la Sabiduría  —texto canónico escrito en griego hacia la segunda mitad del siglo I a.C. y tradicionalmente atribuido al rey Salomón (los expertos consideran que el autor, un judío helenizado, residió en Alejandría y escribió la obra dirigiéndose a un público judío) — la esposa ideal del monarca es la propia Sabiduría (probablemente una interpretación alegórica de la expresión hebrea “mujer fuerte” contenida en Proverbios [Pr 31, 10]). “La sabiduría evoca eficiencia y virtudes, que son frutos de la justicia (Sabiduría 8,7)”.

Estas cuatro  virtudes cardinales  ( prudencia ,  justicia ,  fortaleza  y  templanza ), puntos de referencia del poder del hombre, fueron utilizadas también más tarde por San Ambrosio (339-397), hijo del prefecto pretoriano de las Galias. Fue nombrado gobernador de Emilia y Liguria en Milán (370) y, en 374, obispo de Milán (aún sin haber sido bautizado), entonces capital administrativa del Imperio Romano de Occidente (DUDDEN, 1935; BROWN, 1990: 270).

Sin embargo, debo destacar que la comprensión del concepto de virtud varió ligeramente a lo largo del tiempo: por ejemplo, en el siglo V, las virtudes eran los actos milagrosos de los santos: se creía que sostenían los muros de las ciudades asediadas por los bárbaros (BROWN, 1997: 61).

Más tarde, Tomás de Aquino defendió el  concepto aristotélico de la virtud  como consecuencia de los hábitos humanos, especialmente como la perfección de la potencia dirigida a su acto:

La virtud designa una cierta perfección del poder. Ahora bien, la perfección de un ser se considera principalmente en relación con su fin. Ahora bien, el fin de la potencia es el acto. Por tanto, consideramos que el poder es perfecto en la medida en que está determinado por su acto. Ahora bien, hay ciertos poderes que, por sí mismos, determinan sus actos; Tales son los poderes naturales activos; y por lo tanto, éstas se llaman virtudes en sí mismas.

Sin embargo, las potencias racionales, inherentes al hombre, no están determinadas por una sola operación, sino que son indeterminadas y relativas a muchas. Ahora, están determinados a actuar por hábitos (...); Por lo tanto, las virtudes humanas son hábitos. (TOMÁS DE AQUINO,  
Summa Theologiae, vol. III, q. 55).

Santo Tomás demostró que sólo las  virtudes morales  podían llamarse  cardinales, pues exigirían la disciplina de los deseos (rectidus appetitus), virtud perfecta (Summa T., II, 1, q. 52). De hecho, ésta es la base de todas las citas medievales posteriores sobre las virtudes cardinales, incluida la de Ramon Llull, que se basa principalmente en la idea de la virtud como hábito.

Por otra parte, las  virtudes teologales. Se encuentran en San Pablo (c. 10-66 d.C.), en su  Primera Epístola a los Corintios, escrita alrededor de los años 50-57 d.C. Al comentar el uso y la jerarquía de los carismas  –uno de los problemas cruciales del cristianismo primitivo–, San Pablo, en un pasaje famoso, trata de la importancia de la caridad (“Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe” – Cor, 13, 1).

Al final, San Pablo cita el  espejo  como lugar de desorden de los sentidos, debido a las limitaciones del conocimiento humano. Por último, habla de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, siendo la caridad -en el sentido griego de  agápe , amor de afecto, que quiere el bien del prójimo, sin fronteras, que busca la paz en el sentido más puro, el amor que es la naturaleza misma de Dios- la mayor de ellas (Cor, 13, 13).

En un discurso de antítesis, el apóstol critica al hombre por su falta de sabiduría, por ser vanidoso, envidioso y orgulloso, rencoroso e injusto (Cor 13, 4-5 y 13, 5) – el hombre caritativo es lo opuesto a todo esto. Para San Paulo, el espejo sería entonces el lugar donde contemplar la vanidad y el orgullo humano. Sólo a través de las virtudes teologales, especialmente la caridad, el hombre recuperará su sentido más puro.

Junto a estas virtudes, pensamientos de Dios. Estos atributos (imperativos ) deben estar encadenados. Como en Ramon Llull, para el buen ejercicio del gobierno real,  las virtudes debían ser activas: por su acción, por su práctica política, el rey sería reconocido. Como estaba por encima de todos los grupos sociales, el rey no era parte de la sociedad, sino que equilibraba y arbitraba los conflictos; Él era la preeminencia viviente. Entonces ¿qué entendió Llull por virtud? Llego a este punto para precisar más adelante las verdaderas virtudes necesarias para un buen gobierno.

*

El estudio de las virtudes entra en el ámbito de la ética, y en el caso de Ramon Llull, de una  ética de las virtudes. El autor compara las correspondencias y contradicciones entre virtudes y vicios, propias de su tiempo, a partir de una génesis filosófica de carácter psicológico: lo que impulsa al hombre a filosofar es la admiración, el acto de maravillarse, debido al asombro ante el espectáculo de la naturaleza y a la falta de caridad y devoción a Dios por parte de los hombres de su siglo.

De este asombro surge una conciencia moral que justificará una actitud apologética: el hombre cristiano debe difundir la fe. Así,  la ética luliana  se divide en cuatro segmentos:

1 ) la llamada “primera intención” (el problema de la finalidad del universo), 
2 ) los dos movimientos del alma (hacia el bien y hacia el mal) en relación con la libertad, 
3 ) la conciencia como guía de la conducta práctica y 
4 ) el sentido correccional (CARRERAS Y ARTAU, 1957, vol. I).

Lo que quiero destacar de la ética luliana es su construcción a través de opuestos. Se trataría, en efecto, de una  ética de la polaridad, con los principios del acuerdo y de la contradicción, de la perfección y de la imperfección. Del mismo modo, los pensadores medievales que se preocupaban por cuestiones relacionadas con el ejercicio adecuado del poder pensaban en sus ideas en términos dualistas; El siglo XIII realizó un esfuerzo intelectual para sintetizar los opuestos (LOPEZ, 1965: 359).

Sin embargo, a pesar de ello, la ética luliana tenía un profundo sentido unitario. Mediante series de binomios contrarios, sometidos a una ley de formación, se formaron un todo unitario. Su objetivo era reproducir la imagen de la Divinidad en los seres humanos, traduciendo las dignidades divinas en virtudes humanas (TRÍAS MERCANT, 1969: 119-121).

Esta unidad del sistema luliano de virtudes se basaba en dos polos: el amor (sustrato y proyección de las virtudes, como intención última del hombre) y el pecado (sustrato de los vicios, como fuerza que desvía la intención última para la que cada hombre fue creado) (TRÍAS MERCANT, 1970: 135).

A lo largo de su obra, Ramon Llull trata con frecuencia estas virtudes, tanto las teologales como las cardinales. Prácticamente no hay libro de Llull donde no se desarrolle el tema de las virtudes y los vicios. La virtud formaba parte de los atributos divinos que él llamaba  dignidades  - concepto que los escolásticos (especialmente Tomás de Aquino - Introducción a la Metafísica, III, 5, 390) - tradujeron del vocablo griego  axioma - originalmente, esta palabra significaba dignidad o valor (...) Aristóteles hizo el primer análisis de esta noción, entendiendo por axioma 'las primeras proposiciones de las que parte la demostración (...) principios que necesariamente deben poseer quienes quieran aprender algo'. (ABBAGNANO, 1998: 101).

En cambio, para Ramón la dignidad era cada uno de los atributos de Dios (COLOM I MATEU, GGL, 1982-1985, vol. II: 138). Una perfección, atributo y virtud de Dios de que cada criatura, en mayor o menor grado, participa en la semejanza (la dignidad  son atributos divinos, principios más generales, perfecciones divinas). Y lo que es más importante: sería a través del conocimiento de ellas, a través del razonamiento, como nuestra inteligencia se elevaría a la de Dios (EIJO GARAY, 1974: 25). Las dignidades  eran un valor metafísico, absoluto, y pertenecían a la esencia, ejemplos según los cuales la actividad divina producía la existencia del mundo (BONNER, 1989, vol. I: 62).

A veces Ramón llamaba a las dignidades virtudes. En El  arte de la contemplación  (1283) siempre las llamó virtudes (EIJO GARAY, 1974: 26); Ya en el  Libro de la Contemplación en Dios  (1273-1274) enumera las perfecciones divinas:

1 ) Bondad 
2 ) Amor 
3 ) Infinitud 
4 ) Eternidad 
5 ) Sabiduría 
6 ) Poder 
7 ) Virtud 
8 ) Sencillez 
9 ) Perfección 
10 ) Misericordia 
11 ) Justicia 
12 ) Señorío 
13 ) Humildad 
14 ) Amplitud 
15 ) Grandeza (EIJO GARAY, 1974: 26).

Cada una de estas perfecciones tenía un profundo significado sociocultural en aquella época. Por ejemplo,  la amplitud  era la tercera de las virtudes necesarias para un caballero. Idealmente, cumplía el papel del caballero, estableciendo la distinción social, ya que el caballero tenía el deber de no retener nada en sus manos. De su generosidad extraía la fuerza que poseía y la esencia de su poder; o, al menos, el renombre y la cálida amistad que lo rodeaban (DUBY, 1987: 120-121).

En Ramon Llull,  largueza  (largesa, larguea, larguesa) significaba lo mismo: la abundancia en el dar, la generosidad, la liberalidad, la caridad del caballero, el respeto a los heridos en la batalla (COLOM I MATEU, GGL, 1982-1985, vol. III: 200-202).

Bueno, para resumir esta discusión conceptual: siempre que Ramón trataba con su  Arte, utilizaba  dignidades ; en las obras que no trataban de su  Arte , utilizaba la virtud, las propiedades, los atributos, las perfecciones (EIJO GARAY, 1974: 26). Así, la  virtud luliana  era una fuerza, un poder, una capacidad de producir un efecto determinado (COLOM I MATEU, GGL, 1982-1985, vol. V: 362).

Por otra parte, la clasificación de las virtudes y los vicios es desarrollada por Llull principalmente en dos obras: su  Ars compendiosa inveniendi veritatem  ( Arte abreujada d'atrobar veritat , c. 1274) - figura V - y en Félix o el Libro de las Maravillas  (1288-1289). En  el Ars compendiosa , la sistematización se hace mediante una combinación de acuerdo y contradicción para llegar a una inquisición de lo que es cada virtud y vicio (CARRERAS Y ARTAU, 1939: 377-379). Estos serían:

Vicios y virtudes en el arte luliano

Virtudes

Vicios

Fe

Incredulidad

Esperanza

Desesperación

Caridad

Odio

Justicia

Injusticia

Prudencia

Imprudencia

Fortaleza

Debilidad

Templanza

Intemperancia

Abstinencia

Glotonería

Castidad

Lujuria

Ancho

Avaricia

Fervor

Inercia

Fidelidad

Envidiar

Humildad

Arrogancia

Paciencia

Irán

 

La vida moral luliana se polariza en torno a 14 virtudes y 14 vicios. En cambio, en la obra  Félix o El libro de las maravillas  (1288-1289), Ramón presenta algunas variaciones del marco antes señalado, reduciendo los 28 conceptos a 26 y destacando la abstinencia como virtud ordenadora de las potencias del alma, contraria a todos los excesos desordenados. La abstinencia, que se opone a la glotonería, no fue seguida por los reyes. Para abordar este tema, Llull pone el ejemplo de un rey lujurioso:

Hijo, dijo el ermitaño, un rey muy poderoso, de pueblos y tierras, reunió a su corte en un festival noble. Aquel día el rey estaba sentado en su silla muy noblemente vestido, y ante él había un gran número de caballeros y de pueblo. Todo el día el rey estaba en los deleites, en la comida y en las vanidades de este mundo; Antes de él vinieron la Abstinencia y su opuesto, y en todos los siete pecados capitales el rey pecó ese día. Y siempre antes de cometer pecados, aparecía en su memoria, en su entendimiento y en su voluntad la Abstinencia, para que la recordase, la comprendiera y la amara, y, por otro lado, para que recordase, comprendiera y desamara su contrario.


Sin embargo, el rey hizo todo lo contrario, desamar la Abstinencia y amar su opuesto, y así ese día pecó en todos los siete pecados capitales. (RAMON LLULL, “Fèlix o el Libre de meravelles”.  
En : OSRL , 1989, vol. II: 329)

Además de enfatizar mediante la antítesis la necesidad de que el príncipe tenga un comportamiento moral que le haga reflejo de las virtudes divinas y ejemplo para sus súbditos, en este pasaje Ramon Llull toca el tema de la memoria, la importancia de la capacidad de recordar, de recordar siempre las virtudes, porque el hombre letrado medieval era un hombre con buena memoria –el principio de la memoria era uno de los tres pilares del pensamiento luliano (los otros eran el entendimiento y la voluntad). Llull escribió en 1304 el  Liber de memoria  (publicado en ROL, tomo XX, 1995: 283-333), el  Liber de intellectu  y el  Liber de voluntate  (ROL, tomo XX).

Así, la  teoría de las virtudes  en el  Libro de las Maravillas  puede sistematizarse en seis preguntas:

1 ) Polaridad: a cada virtud se opone un vicio, 
2 ) Descripción de la virtud, 
3 ) Dios como causa y fin de la vida virtuosa, 
4 ) La postura ética de la admiración en relación con el descubrimiento de la extensión del vicio en el mundo, 
5 ) Análisis y clasificación de los casos de conciencia, es decir, de los problemas que surgen de la aplicación de las normas morales o religiosas a la vida humana), expresando la perspectiva ético-social de la virtud y del vicio, 
6 ) La valorización de la virtud mediante la aplicación del sistema de acuerdo y oposición (TRÍAS MERCANT, 1969: 140-141).

Ramon Llull conocía bien las virtudes, tanto cardinales como teologales. Su gran originalidad reside en que construye una relación cosmológica que se explica mediante analogías y ejemplos narrativos, significando cada elemento de la realidad material o espiritual un signo de orden superior, una visión típicamente simbólica del universo (SOLER I LLOPART, 1988: 13-14) – es importante destacar también que su concepción de la moral se basa en el concepto de libertad, operación racional en el hombre a través de la voluntad. El alma está sujeta a las virtudes y a los vicios porque es libre y capaz de hacer el bien y el mal. Se entiende que, en la Edad Media, el concepto de  libertad  significaba un privilegio, un estatus garantizado, un lugar legítimo ante Dios y los hombres, la inserción del hombre en la comunidad. Para el hombre medieval, no había libertad sin comunidad. A través de la libertad humana, las virtudes morales (como reflejo de las virtudes divinas) deben ser conocidas por el hombre para que pueda alcanzar el camino de las virtudes divinas, y el conocimiento de éstas sería la base del comportamiento moral del cristiano.

Bueno, me interesa la aplicación social y política de esta arquitectura ética luliana. ¿Qué importancia tiene la ética para el príncipe Lulian? Como pieza social fundamental para que los hombres pudieran alcanzar las virtudes divinas, el príncipe concebido por Ramon Llull era un instrumento para que los súbditos pudieran alcanzar la salvación a través de sus virtudes (DOMÍNGUEZ REBOIRAS, ROL, tom. XV: XIX).

En el  Árbol Imperial  -típico  Espejo de Príncipes  inserto en la obra  Árbol de las Ciencias  (1295-1296)- el monarca es el tronco por donde pasan las virtudes que armonizan con la comunidad a través de su poder, y Ramón alerta la importancia del príncipe virtuoso a través de su antítesis, el tirano:

El príncipe es la imagen de Dios en la tierra para gobernar el bien moral y las cosas corporales de su pueblo, y lo mismo la grandeza y duración de éstos y otros. Así se puede conocer el gran honor que conviene a un príncipe, el gran mérito que le espera si es bueno y la gran servidumbre en que Dios le ha puesto para gobernar muchas bondades con su bondad, muchas grandezas con una sola grandeza, muchas potencias con una sola potencia, muchas voluntades con una sola voluntad, así como un pastor está obligado a gobernar muchas ovejas. Con su bondad, el príncipe está obligado a gobernar muchas bondades. Por lo tanto, ella está en servidumbre, por lo que él debe ser humilde contra el orgullo. Y porque su bondad principal y común es suprema sobre las muchas bondades particulares, es libre, por lo que debe guardar bien su libertad y primacía para que no se incline al mal (...)


Porque si se inclina al mal (...) caerá de grandes alturas a grandes bajezas, y cometerá injusticia y pecado a todas las bondades particulares que han elegido su bondad, pues el príncipe, estando por encima de las bondades particulares como el vicio está por encima de la virtud, todo lo pervierte en vicio y malicia. De esta manera se puede saber cuán grande es la culpa del mal príncipe, y cuán grande es la materia que pone como mal ejemplo y ocasión para que la justicia de Dios le castigue con muchos males y grandes tormentos. El vicio tiene tan gran acuerdo con la pequeñez y la minoridad, que ninguna entidad real le conviene, de modo que puede concordar completamente con el no ser, y su opuesto, la virtud, puede concordar con la grandeza y el ser.



El vicio y el pecado del príncipe no tienen entidad real ni concuerdan con realidad alguna, al contrario, en todos los sentidos concuerdan con la minoridad, la pequeñez, la privación y el no-ser. Así pues, se puede saber cuán grande es la culpa del mal príncipe que hace prevalecer su vicio y su pecado sobre tantas grandes y reales bondades y duraciones, haciendo durar su vicio y su poder sobre todos, y su locura sobre tantas sabidurías, y su capacidad de provocar odio sobre tantas bondades, y su vicio sobre tantas virtudes, y su falsedad sobre tantas verdades, y su vacío sobre tantos fines. Es como si el veneno se injertara en el triaga, y la oscuridad en la luz, y el dolor en el descanso, y las otras formas se injertaran en las bondades que les son contrarias, pues las malas formas atraen y pervierten la naturaleza de esas bondades en sus malos hábitos.



Por lo tanto, es una gran maravilla que alguien desee ser príncipe, ya que puede serlo en una ocasión tan grave. (RAMON LLULL, “Arbre Imperial”.  
En :  OE , vol. I, 1957: 663-674).

Por ello, la libertad política que tiene el príncipe luliano no es un privilegio, pues está al servicio de la comunidad que representa, siendo mucho más una ley de convivencia (TRÍAS MERCANT, 1995: 39). El príncipe, mediante el discernimiento de sus acciones, eleva su libertad a la plenitud de su función: llevar las virtudes divinas de las que es reflejo a sus súbditos, a través de su modelo moral de comportamiento. Se trata, sin duda, de una  utopía cristiana, que depende en gran medida del príncipe para realizar el ideal del cristianismo.

A modo de conclusión, ¿qué puede ofrecer la ética medieval, por ejemplo, al filósofo brasileño José Artur Giannotti, quien tanto influyó en las decisiones políticas de nuestro más grande gobernante? Adopte esta idea de un gobernante ejemplar que basa sus acciones en una conducta ética virtuosa. Tal vez la condición humana brasileña sería hoy mejor.

 

*

 

Fuentes impresas

ARISTÓTELES.  Ética de Nicomane.  Brasilia: Editora UnB, 1992, Libro II.

PLATÓN.  La República . Oporto: Fundación Calouste Gulbenkian, 1996, Libro I.

RAMON LLULL, “Del naixement de Jesús Infant” ( Liber Natalis Pveri Parvvli Christi Iesv ).  En :  OE  ( Obres Essencials ) Barcelona: Editorial Selecta, 1960, vol. 2, pág. 1.294 (trad. Profs. Sérgio Alcides y Ronald Polito). Para la versión latina, véase  Raimundi Lulli Opera Latina  ( ROL ), edición crítica realizada por el Raimundus-Lullus-Institut, Albert-Ludwigs-Universität, Alemania, tomo VII, 1975, p. 19-73; También publicado en  INTERNET  por  el Instituto Brasileño de Filosofía y Ciencias Raimundo Lúlio .

RAMÓN LLULL. “Félix o el Libre de meravelles”.  En :  Obres Selectes de Ramon Llull (1232-1316 ) (ed. introductoria i notas de Antoni Bonner). Mallorca: Editorial Moll, 1989, vol. II.

RAMÓN LLULL. “Árbol Imperial”.  En :  OE , vol. Yo, 1957.

TOMÁS DE AQUINO.  Suma Teológica.  Porto Alegre: Universidad de Porto Alegre, 1980, tomo III.

 

Bibliografía

 

ABBAGNANO, Nicola.  Diccionario de Filosofía . Nueva York: Routledge, 1998.

BLACKBURN, Simón.  Diccionario Oxford de Filosofía . Londres: Oxford University Press, 1997.

BONNER, Antonio. “Los pensamientos de Ramon Llull”.  En :  Obres Selectes de Ramon Llull (1232-1316 ) (ed. introductoria i notas de Antoni Bonner). Mallorca: Editorial Moll, 1989, vol. I.

MARRÓN, Peter. “Antigüedad tardía”.  En : VEYNE, Paul (org.).  Historia de la Vida Privada I. Desde el Imperio Romano hasta el año Mil.  Nueva York: Routledge, 1990.

MARRÓN, Peter.  El primer milenio del cristianismo occidental.  Barcelona: Crítica, Grijalbo Mondadori, 1997

BÜHLER, Johannes.  Vida y cultura en la Edad Media . México: Fondo de Cultura Económica, 1983.

CARRERAS Y ARTAU, Tomás y Joaquín.  Historia de la Filosofía Española. Filosofía Cristiana de los Siglos XIII al XV . Madrid: Real Academia De Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1939.

CARRERAS Y ARTAU, Tomás y Joaquín. “La ética de Ramon Llull y el lulismo”.  En :  Estudios Lulianos. Revista Trimestral de Investigaciones Lulianas y Medievales  ( EL ). Palma de Mallorca: Maioricensis Schola Lullística, Instituto Internacional del Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, 1957, vol. I.

COLÓN I MATEO, Miquel.  Glosario General Lul.lià  ( GGL ). Mallorca: Editorial Moll, 1982-1985, 5 vols.

DOMÍNGUEZ REBOIRAS, Fernando. "Introducción".  En :  ROL , tom. XV.

DUBY, Georges.  William Marshal o el mejor caballero del mundo.  Nueva York: Oxford University Press, 1987.

DUDDEN, FH  La vida y los tiempos de San Ambrosio.  Londres, 1935.

EIJO GARAY, Leopoldo. “Las dignidades lulianas”.  En :  EL , vol. XVIII, fascs. 1-3, 1974.

FERRATER MORA, José.  Diccionario de Filosofía.  Lisboa: Publicaciones Dom Quijote, 1982.

LOPEZ, Roberto.  El nacimiento de Europa.  Lisboa: Ediciones Cosmos, 1965.

MERCANT, S. Trias. “La Ética Luliana en el Fèlix de les Meravelles (I)”.  En :  EL , vol. XIII, Número. 2-3, 1969.

MERCANT, S. Trias. “La Ética Luliana en el Fèlix de les Meravelles (II)”.  En :  EL , vol. XIV, Fasc. 2-3, 1970.

TRÍAS MERCANT, S. “La Ética Luliana en el Fèlix de les Meravelles (I)”.  En :  EL , vol. XIII, Número. 2-3, 1969.

TRÍAS MERCANT, S. “La Ética Luliana en el Fèlix de les Meravelles (II)”.  En :  EL , vol. XIV, Fasc. 2-3, 1970.

SOLER Y LLOPART, Albert. "Introducción".  En : RAMON LLULL.  Llibre de l'orde de cavalleria . Barcelona: Editorial Barcino, 1988.

TRÍAS MERCANT, S.  Ramón Llull (1232/35?-1315 ). Madrid: Ediciones del Orto, 1995.

 

https://www.ricardocosta.com/artigo/etica-da-polaridade-de-ramon-llull-1232-1316-o-conhecimento-necessario-dos-vicios-e-virtudes

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un auto de fe en el pueblo de San Bartolomé Otzolotepec,  Museo Nacional de Arte ,  México . https://es.wikipedia.org/wiki/Inquisici%C3%B3...