martes, 8 de julio de 2025

 

LA CLASIFICACIÓN DE LOS LIBROS BÍBLICOS. PROCESO DE FORMACIÓN Y DISPOSITIO DEL CORPUS BÍBLICO

 

El Señor nuestro Dios tiene secretos que nadie conoce.
No se nos pedirá cuenta de ellos.
Sin embargo, nosotros y nuestros hijos
somos responsables por siempre
de todo lo que se nos ha revelado.
Deut. 29:29
[1]




De arriba a abajo, portada de la Biblia de Ferrara (1553); portada de la “Biblia del oso”, Casiodoro de Reina (1560); portada de la “Biblia del Cántaro”, de Cipriano de Valera (1062). La primera tomada de, Huellas del cristianismo en el arte-la literatura (2012) y, las otras dos, de la introducción a la edición conmemorativa del 500 aniversario de la Reforma (2016). Ver referencias completa en la bibliografía.


Introducción: El Corpus Bíblico

 

El Corpus Bíblico constituye, más allá de todo tipo de importantes consecuencias de cualquier clase, ya bibliográficas, escriturarias, crítico textuales, taxonómicas, históricas o religiosas, una entidad que fundamenta la cultura occidental al tiempo que separa a esta de otras grandes culturas y a su vez la objetiva documentalmente de forma milenaria como comparable a esas otras. Se sigue de esta evidente razón la exigencia de interpretar las posibilidades de su configuración como dispositio general o externa, pues esta repercutirá decisivamente en su mejor acabada lectura e interpretación del conjunto y sus partes.

 

Es decir, si el Corpus Bíblico plantea un problema de clasificación (clasificación del libro de libros) que atañe por antonomasia a nuestra cultura, es de recordar que asimismo ha producido el paradigma más complejo y relevante de significación interna a considerar, ello a partir de la más compleja genealogía de manuscritos o stemma codicum crítico-textual que conocemos.

 

Como es sabido, la envergadura e importancia del estudio bíblico define por sí una rama disciplinar autónoma o semiautónoma que a veces incluso ha funcionado como maestra de la rama general científica: Biblismo, Hermenéutica bíblica, Bibliografía Bíblica…, o en fin Filología Bíblica Trilingüe, que dícese disciplinarmente en español de la convergencia filológica greco-latina y hebraico-aramea.   

El presente estudio, fundamentado en necesarios principios crítico-textuales y retóricos, comparatistas y hermenéuticos, se propone el examen del proceso de formación del Corpus Bíblico a fin de proponer un orden del mismo o dispositio de criterio cronológico, basado pues en la ordenación temporal reconocible de la composición de los textos. Este criterio, que se diría, al menos en cierto modo, el más natural, permitirá al lector, a nuestro juicio, aproximarse al Texto Sagrado desde una perspectiva que favorece una comprensión más profunda de su contenido, por cuanto integra el contexto histórico y cultural en el que fueron producidos los distintos libros. Además, esta propuesta contribuye por otra parte al diálogo entre razón y fe, fomentando su desarrollo armónico y enriquecedor, al tiempo que proporciona una base sólida para quienes abordan la Biblia con preguntas o inquietudes genuinas acerca de su naturaleza y significado.


Dispositio del Corpus Bíblico tradicional

 

El orden de los libros en la Biblia ha sido determinado por tradiciones tanto religiosas como históricas y teológicas, y puede variar entre diferentes versiones y denominaciones. A continuación se exponen los principales criterios que han influido en ese orden[1].

 

1. Tradición Judía (Tanaj). En el canon hebreo (Tanaj) los libros se organizan en tres grandes secciones:

  • Torá (Ley): Los cinco libros atribuidos a Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio).
  • Nevi’im (Profetas): Divididos en los Profetas Anteriores (como Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y los Profetas Posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores).
  • Ketuvim (Escritos): Incluye libros poéticos (Salmos, Proverbios, Job), cinco rollos (Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester) y otros libros históricos o sapienciales como Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas.

El criterio principal para este orden es el género literario y el papel histórico o teológico de los textos.

2. Tradición Cristiana. La Biblia cristiana reordena los libros y añade el Nuevo Testamento. Hay dos tradiciones principales:

A). Canon del Antiguo Testamento. La Septuaginta (LXX): La traducción griega del texto hebreo influyó en el orden de los libros en las Biblias cristianas. En esta versión, los libros están ordenados por género temático:

  • Históricos: Génesis hasta Ester.
  • Sapienciales o Poéticos: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares.
  • Proféticos: Isaías hasta Malaquías.

Este orden refleja una perspectiva más temática y pedagógica para lectores griegos y posteriormente latinos. Las diferencias principales entre tradiciones cristianas son las siguientes:

  • La Religión Católica sigue el canon de la Vulgata latina, que incluye los libros deuterocanónicos (como Tobit, Judit, Sabiduría y Macabeos).
  • Las Comunidades de la Reforma y las protestantes suelen seguir el canon hebreo para el Antiguo Testamento, omitiendo los deuterocanónicos.

B). Los libros del Nuevo Testamento están organizados según criterios teológicos y litúrgicos:

  • Mateo, Marcos, Lucas, Juan (la vida de Jesús).
  • Hechos de los Apóstoles: Narrativa histórica del inicio de la Iglesia.
  • Cartas de Pablo: Ordenadas por tamaño (de Romanos a Filemón).
  • Cartas Generales: Escritas por otros apóstoles (Santiago, Pedro, Juan, Judas).
  • Apocalipsis: Como cierre profético de la Biblia.

Otros factores que han influido en el orden actual del Corpus Bíblico han sido los históricos y los editoriales. Por ejemplo: (a) el uso litúrgico: Muchas veces, los libros se organizan según su uso en las ceremonias religiosas; (b) la influencia teológica: Los padres de la Iglesia y los líderes religiosos definieron el orden en función de lo que creían que debía destacarse (por ejemplo, la conexión entre la Ley, los Profetas y la llegada de Jesús); y, (c) la conveniencia pedagógica: El orden busca facilitar la lectura y comprensión, comenzando con la creación y culminando con el juicio final.

También existen variaciones entre las diferentes tradiciones. Por ejemplo: (a) los ortodoxos orientales incluyen libros adicionales, como 3 y 4 Macabeos, y llevan un orden diferente; (b) Etiopía: La Biblia etíope tiene un canon extenso con textos como el Libro de Enoc; (c) los protestantes ordenan los libros de forma similar a las Biblias católicas, pero omiten los libros deuterocanónicos.

A modo de resumen, es de señalar que, hasta la fecha, el orden en el Corpus Bíblico responde a una combinación de: (1) género literario, (2) criterios pedagógicos, y (3) necesidades litúrgicas, con variaciones significativas entre judaísmo, catolicismo, protestantismo y ortodoxia.

Una propuesta: dispositio del Corpus Bíblico conforme a la cronología en la que fueron escritos los libros que lo componen:

La Biblia es una compilación de libros redactados a lo largo de aproximadamente 1,500 años por diversos autores, en contextos históricos y culturales variados. Se propone reorganizar el Corpus Bíblico siguiendo un orden cronológico aproximado de su composición.[2] Antes de configurar el orden que se propone, es fundamental considerar los siguientes aspectos: (a) la cronología es variable. La datación de algunos libros, especialmente en el Antiguo Testamento, puede variar según diferentes tradiciones religiosas y estudios académicos; y, (b) Compilación y Canonización. Muchos libros de la Biblia fueron compilados y canonizados en periodos posteriores a su escritura original, lo que afecta su orden cronológico real. La siguiente cronología ofrece una visión general de cómo se fueron produciendo los libros de la Biblia a lo largo del tiempo, reflejando la rica y diversa historia de su composición.[3]

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ANTIGUO TESTAMENTO

1500 a. C.

Job. Autor anónimo y fecha indeterminada, pero, para la mayoría de los eruditos bíblicos, fue el primer libro que se escribió debido a los sucesos que describe y el vocabulario que se usa. Presenta una reflexión sobre el sufrimiento y la justicia divina.

Pentateuco (Torá o Ley).  (1445 – 1405 a. C.). Estos cinco primeros libros son atribuidos tradicionalmente a Moisés y establecen las bases de la fe y la ley judía. Génesis: Relata la creación del mundo, los patriarcas y el establecimiento de las tribus de Israel. Tradicionalmente atribuido a Moisés; Éxodo: Narra la liberación de los israelitas de Egipto, el éxodo y la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. Similar a Génesis, con compilaciones finales entre el siglo VIII y V a.C.; Levítico: Contiene leyes sacerdotales y rituales; Números: describe el peregrinaje de los israelitas en el desierto; Deuteronomio: Reitera y expande las leyes dadas anteriormente, con énfasis en la fidelidad a Dios.

Salmos. (1410 – 450 a. C.).Varios autores. Colección de cantos y oraciones.

Josué. (1405 – 1385 a. C.). Joshua. Trata temas como la obediencia, la fe, guía divina, liderazgo piadoso, conquista y distribución de la tierra prometida.

Jueces. (1043 a. C.). Samuel. Período de liderazgo tribal antes de la monarquía.

Rut: (1030 – 1010 a. C.). Samuel (¿?). Historia de lealtad y linaje durante los jueces.

1000 a. C.

Cantar de los Cantares. (971 – 965 a. C.).Salomón. Poema de amor.

Proverbios: (971 – 686 a. C.), con adiciones posteriores. Sabiduría práctica y moral. Principalmente atribuido a Salomón.

Eclesiastés: (940 – 931 a.C.). Salomón. Reflexiones sobre el sentido de la vida.

1 y 2 Samuel: (931- 722 a. C.). Anónimos, principalmente se atribuyen al juez y profeta que lleva ese nombre. Narra la transición de la teocracia a la monarquía bajo Saúl y David.

Abdías. (850-840 a. C.).Escrito por el profeta menor que lleva ese nombre, escribe sobre la traición, la justicia y la arrogancia. Condena a Edom por su cruel traición.

Joel. (835 – 796 a. C.). Advierte al pueblo del inminente juicio de Dios, a menos que arrepientan de sus pecados. Escrito por el profeta menor que lleva ese nombre.

Jonás. (785-760). Escrito por el profeta menor que lleva ese nombre, trata sobre la soberanía y la compasión universal de Dios como también del arrepentimiento por parte del hombre.

Amós. (760 – 750 a. C.). Proclama la justicia de Dios sobre Israel por causa de su complacencia, idolatría y opresión de los pobres.

Oseas. (750-710 a. C.). La infidelidad del pueblo y el amor incondicional de Dios.

Miqueas. (735-710 a. C). Trata sobre el liderazgo malvado, la injusticia, el futuro Mesías, la restauración.

Isaías. (700-681 a.C.). Profecías sobre el juicio y la redención.

Nahúm. (650 a. C.). Proclama el juicio de Dios sobre Asiria.

Sofonías. (635 – 625 a. C). Intenta despertar al pueblo de Juda de su complacencia y amonestarlo a que vuelva su corazón al Señor.

Habacuc. (615-605 a. C.). Trata de interrogantes y dudas ante Dios; Su soberanía y la esperanza de que Él reina aun cuando el mal aparenta estar triunfando.

Ezequiel. (590-570 a. C.). Visiones y profecías durante el exilio babilónico.

Lamentaciones. (586 a.C.). Poemas lamentando la destrucción de Jerusalén; tradicionalmente atribuido a Jeremías.

Jeremías. (586-570 a.C.). Profecías durante el declive de Judá y el exilio.

1 y 2 Reyes.  (561-538 a.C.). Historia de los reyes de Israel y Judá hasta el exilio.

Daniel. (536-530 a.C.). Historias y visiones apocalípticas.

Hageo. (520 a. C.). Exhorta al pueblo de Judá a que termine de reconstruir el templo viviendo según las prioridades correctas.

500 a. C.

Zacarias (480-470 a. C.). La reconstrucción del templo, la restauración del pueblo y la venida del Mesías.

Esdras.  (457-444). La fidelidad de Dios al restaurar al pueblo después de los 70 años de cautividad.

1 y 2 Crónicas: (450-430 a. C). Revisión de la historia con énfasis en Judá y el templo.

Ester: (450-331 a. C.). Historia de la reina Ester durante el dominio persa.

Malaquías: (433-424 a.C.). Confrontar al pueblo y a los sacerdotes con sus pecados (adoración falsa y corrupción). El día del Señor.

Nehemías: (424 – 400 a. C.). Retorno del exilio y reconstrucción de Jerusalén.

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NUEVO TESTAMENTO

Santiago. (44-49 d. C.). Corregir el error, muy común, de pensar que una persona puede tener fe sin demostrarlo con sus acciones.

Gálatas. (49-50 d. C.). Corregir a quienes quería volver a guardar la Ley como parte de su salvación; explicación de la libertad que se tiene en Cristo.

Marcos. (50-60 d.C.). Considerado el más antiguo de los evangelios.

Mateo. (50-60 d.C.). Evangelio enfocado en demostrar que Jesús es el Mesías prometido.

1 y 2 Tesalonicenses. (51-52 d. C.). Animar a los creyentes y asegurarles la segunda venida de Cristo. En su segunda carta aclara algunos malos entendidos acerca de la Parusía.

1 y 2 Corintios. (55-56 d. C.). Escrita para corregir los problemas que estaban enfrentando como iglesia. En la segunda carta Pablo defiende su ministerio y refuta a los falsos maestros.

Romanos. (56 d. C.). Presentación sistemática del evangelio a los creyentes en Roma.

Lucas: (60-61 d.C.).Evangelio detallado y orientado a una audiencia gentil.

Efesios. (60-62 d. C.). Explicar la naturaleza y el propósito de la Iglesia.

Filipenses. (60-62 d. C.). Agradecer a esa iglesia por el cuidado que habían tenido con Pablo estando en la cárcel y enseñarles acerca del contentamiento, la humildad y otras virtudes.

Colosenses. (60-62 d.C.). Combatir falsas doctrinas acerca de Cristo y demostrar su suficiencia.

Filemón. 60-62 d. C.). Convencer al anciano que lleva ese nombre y era anciano de una comunidad local para que perdone a su esclavo fugitivo y lo acepte como un hermano en Cristo.

Hechos. (62 d. C.). Escrito por Lucas, el mismo autor del evangelio que lleva su nombre, narra la historia de la Iglesia primitiva y las misiones de los apóstoles, especialmente Pablo.

1 Timoteo. (62-64 d. C.). Animar e instruir al joven Timoteo quien comenzaba su ministerio.

Tito. (62-64 d. C.). Instruir al joven obrero plantador de iglesias en su labor.

1 Pedro. (64-65 d. C.). Animar a los creyentes que estaban en la dispersión experimentando sufrimiento.

2 Timoteo. (66-67 d. C.). Última carta de Pablo con instrucciones para continuar con la obra.

2 Pedro. (67-68 d. C.). Prevenir a los creyentes acerca de falsos maestros y animarlos a crecer en Cristo.

Hebreos. (67-69 d. C.). Autor por determinar. Demuestra tanto que la fe en Cristo es superior al antiguo sistema de leyes porque es su cumplimiento como que su obra es suficiente.

Judas. (68-70 d. C.). Advertir a los creyentes acerca de los falsos maestros y animarlos a permanecer fieles.

Juan. (80-90 d.C.). Es el Evangelio más teológico, con un fuerte enfoque en la divinidad de Jesús.

1 Juan. (90-95 d. C.). Reafirmar la humanidad y la divinidad de Cristo.

2 Juan. (90-95 d. C.). Animarlos a vivir en amor y en la verdad. Advertencias acerca de falsos maestros.

3 Juan. (90-95 d. C.). Elogiar la hospitalidad de un anciano (líder) y condenar las acciones de otro anciano.

Apocalipsis. (94-96 d. C.). Visión profética del fin de los tiempos y la victoria final de Dios. Escrito por Juan el Apóstol.

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Conclusión y Relevancia de la propuesta

 

Conocer la cronología de la Biblia y, conforme a ella desarrollar un Corpus Bíblico que siga ese orden es importante por varias razones, entre otras:

(4.1.) Permite comprender mejor el contexto histórico. La Biblia fue escrita a lo largo de varios siglos en diferentes períodos históricos. Conocer la cronología ayuda a situar los eventos, personajes y mensajes en su contexto histórico, cultural y político, lo cual enriquece su interpretación;

(4.2.) Ayuda a identificar la evolución del pensamiento religioso. Los libros de la Biblia reflejan una evolución en la forma en que los pueblos bíblicos entendían a Dios, la moral, las relaciones humanas. La cronología permite observar cómo ciertas ideas y prácticas fueron desarrollándose con el tiempo;

(4.3.) Distingue los géneros y propósitos de los textos. La cronología ayuda a diferenciar los géneros literarios de la Biblia (narrativo, poético, profético, epistolar) y los propósitos de cada texto. Por ejemplo, entender que los libros proféticos fueron escritos en contextos de crisis ayuda a comprender mejor su mensaje;

(4.4.) Permite al lector relacionar de manera más fácil las Escrituras con la historia universal. La cronología bíblica permite conectar los eventos narrados con acontecimientos históricos fuera de la Biblia, como los imperios de Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. Esto facilita una visión más completa de su influjo en el mundo antiguo y puede ayudar a responder preguntas sobre la coherencia y relevancia de sus enseñanzas;

(4.5.) Clarifica el orden de los libros y sus temas según se dieron en el curso de la línea del tiempo. El no estar las Escrituras organizadas de forma cronológica, puede generar confusión; por el contrario, conocer el orden en que se escribieron los libros puede ayudar a comprender mejor la construcción y la narrativa general, a tratar los temas principales de cada libro en su contexto histórico, tal como hicieron sus escritores y, también, a observar las conexiones entre ellos;

(4.6.) Fortalece la fe y/o la reflexión personal del lector. Para quienes se acercan al Corpus bíblico desde la fe, entender la cronología puede fortalecer su comprensión de cómo Dios se reveló progresivamente a lo largo de la historia. Asimismo puede ayudar a responder preguntas sobre la coherencia y relevancia de sus enseñanzas.

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Ciencia y fe en armonía

 

Epistemológicamente hablando, los seres humanos no somos capaces de probar nada en sentido absoluto. Puede que una persona llegue a la seguridad de que una idea es verídica, pero no tendrá pruebas absolutas y toda su seguridad descansará en último término en la ley de la probabilidad. La certidumbre absoluta solamente es posible en lógica formal y matemáticas. Las evidencias históricas del cristianismo permiten acceder a un grado de seguridad que no va más allá de la probabilidad, pero eso no quiere decir que carezcan de valor y utilidad (es más, de hecho la mayoría de decisiones que tomamos descansan sobre esta ley). Aunque no es posible estar al ciento por ciento seguro de que un evento histórico ocurrió, resulta sin embargo fácil de probar puesto que se trata de datos objetivos usualmente comprobables.

Si bien no cabe probar que la Biblia sea de origen divino por evidencia objetiva, como sí en el caso de un evento histórico, no obstante cabe argüir evidencias indirectas de que sí lo es. Jaime Fasold ha delimitado algunas de ellas a tener en cuenta: (1) Los autores bíblicos declararon que sus palabras eran las palabras de Dios […]; (2) El gran número de profecías que se cumplieron en tiempos bíblicos, siendo la más importante el nacimiento de Cristo, el Mesías; (3) La unidad y coherencia del mensaje de la Biblia, que cuenta con 66 libros escritos por más de 30 autores a lo largo de unos 1.500 años; (4) El cambio tan positivo que la Biblia ha producido en la vida de tantas personas a lo largo de los siglos; (5) la superioridad de la Biblia sobre otros libros religiosos; (6) el hecho de que las palas de miles de arqueólogos a lo largo de los siglos no han desacreditado la verdad de las Escrituras, […]. Hay muchos descubrimientos arqueológicos que apoyan las afirmaciones bíblicas en cuanto a eventos y personajes históricos, cultura, etc.; y, (7) […] Jesús, quien declaro ser Dios y resucitó de la muerte para probarlo (Ro. 1:4), afirmó que las Escrituras son de origen divino[4].

 

Dicho lo anterior, una persona que cree, o no cree, en Dios, puede dudar de que las Escrituras sean de origen divino y de la veracidad de su contenido. De ahí la conveniencia o no de relacionar fe e intelecto como posibilidad de obtener alguna clarificación. Ese ha sido el camino escogido, por ejemplo, por el genetista Francis S. Collins, líder del Proyecto Genoma Humano,[5] quien está convencido de que es posible hacer el tránsito del ateísmo a la fe, guiados de la razón y el progreso científico. El tema no es nuevo, pues como es bien sabido grandes teólogos del pasado combinaron fe e intelecto y sus respuestas se pueden resumir en cuatro propuestas[6] de las cuales, seguiremos la de Agustín de Hipona: entender para creer y creer para entender, subordinando siempre por su parte la razón a la revelación divina[7].

 

De manera que, por ejemplo, dudar del Corpus Bíblico es algo normal y, si quien alberga duda, lo hace de manera honesta, será un buen camino para llegar al conocimiento de lo revelado por Dios en las Escrituras. Preguntas tales como: ¿de dónde vino la Biblia?; ¿de quién es el pensamiento que refleja?; ¿quién la escribió: Dios o el hombre?; ¿qué tan cerca de los manuscritos originales están las traducciones de hoy día?; ¿cómo se debe interpretar?; ¿cómo leerla?;[8] ¿cómo llegó a nuestro tiempo y a nuestro idioma?;[9] ¿quién determino y sobre qué base que la Biblia estaría compuesta por la ya tradicional lista de 66 libros?; ¿qué previno que el Texto Sagrado fuera cambiado debido al probable descuido o motivos mal intencionados de parte de algunos hombres? Estas y, seguramente, otras preguntas asaltan la mente de quien desea acercarse a las Escrituras. Únicamente el estudio serio de todo el Corpus Bíblico podrá responder a todas las preguntas que le sean formuladas.


Referencias Bibliográficas

  • Biblia de la Reforma (2016). Edición conmemorativa-500 aniversario. Madrid: Sociedad Bíblica de España.
  • Biblia de estudio MacArthur NBLA (2021). Nashville, Editorial Vida.
  • Bruce, F. F. (2003). Pablo. Apóstol del corazón liberado. Las Palmas de Gran Canaria: Editorial Mundo Hispano.
  • Bruce, F. F., J. H. Marshall, A. R. Millard, J. I. Packer y D. J. Wiseman. (2003). Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Barcelona: Ediciones Certeza Unida.
  • Collins, Francis, S. (2017). ¿Cómo habla Dios? Barcelona: Editorial Planeta.
  • Fasold, Jaime (2016). Con precisión. El listón de la Hermenéutica bíblica. Podiprint.
  • García U. Lourdes. (2013). El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura. Madrid: CSIC.
  • Giménez, González Agustín (2010). Canon, Biblia, Iglesia. Madrid: Publicaciones San Dámaso.
  • Le More, Pablo E. (s.f.). Nuestra Biblia española. Madrid: Sociedad Bíblica.
  • Lucado, Max y Randy Frazee (2011). La Historia. La Biblia en un relato ininterrumpido acerca de Dios y su pueblo. Miami: Editorial Vida.
  • McDowell, Josh (1986). Evidencia que exige un veredicto. Miami: Editorial Vida.
  • Moraleja, O. Ricardo, David E. Herrero, Gabino F. Campos y Patrocinio R. Sánchez (2012). Huellas del Cristianismo en el arte-La literatura. Madrid: INO Reproducciones. Página 169.
  • OpenAI (2024). ChatGPT [modelo de lenguaje a gran escala]. OpenAI.
  • Robertson, A. T. (1986). Una armonía de los cuatro evangelios. El Paso (Tx): Casa Bautista de Publicaciones.
  • Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente (2010). Fundación casa Tyndale.
  • Steffen, Daniel S. (2024). “La confiabilidad de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento”, en, Enseñando la verdad. Amando la verdad. Cien años al servicio del Señor (2024).
  • Tyndale (2007). Word. Illinois: Tyndale.
  • Vidal, César (2005). El documento Q. Barcelona: Planeta.
  • Yancey, Phillip (2003). La Biblia que leyó Jesús. Miami: Editorial Vida.

NOTAS:

[1] OpenAI, 2024. En respuesta al prompt: “Cuales han sido los criterios que se han seguido para el orden actual de los libros de la Biblia?” (16/12/24).

[2] Algunas editoriales han comenzado a realizar ediciones parciales en esta dirección, como por ejemplo La Historia-La biblia en un relato ininterrumpido acerca de Dios y su pueblo (2011); Word (2007), solo el Nuevo Testamento y en inglés.

[3] Se siguen, como fuentes principales pero no únicas, Biblia de estudio MacArthur en el edición que sigue la Nueva Biblia de las Américas, (2021: 20-21); Bruce, F.F. Pablo. Apóstol del corazón liberado (2003);  Santa Biblia (NTV) (2010); César Vidal. El documento Q (2005); A.T. Robertson, Una armonía de los cuatro evangelios (1986); Phillip Yancey, La Biblia que leyó Jesús (2003); F. F. Bruce, J. H. Marshall, A. R. Millard, J. I. Packer y D. J. Wiseman. Nuevo Diccionario Bíblico Certeza (2003) pp. 305-321; para la propuesta de la Religión Católica, el libro de Agustín Giménez González y Luis Sánchez Navarro, Canon, Biblia, Iglesia (2010); y el artículo de Daniel S. Steffen, “La confiabilidad de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento”, en, Enseñando la verdad, amando de verdad. Cien años del Señor (2024).

[4] Jaime Fasold. (2016). Con precisión. El listón de la hermenéutica bíblica. Podiprint, pp. 363-364.

[5] Franscis S. Collins (2017). ¿Cómo habla Dios? Barcelona: Editorial Planeta. Otros hombres y mujeres que buscaron una base solidad para su fe son, entre otros, Josh McDowell, quien invirtió más de 5.000 hombres-hora en la consecución de las fuentes primarias de documentación utilizadas en la elaboración de su libro, Evidencia que exige un veredicto (1986); añadir otros ejemplos.

[6] Una de ellas, la de Tertuliano (160- 220 d. C.), consideraba imposible que una mente finita pudiera abarcar los pensamientos de un Dios infinito; otro, Orígenes (185-254 d. C.), conocido por su aportación de la interpretación alegórica de las Escrituras en lugar de una interpretación literal -la cual es ampliamente rechazada en la actualidad-, creía que el hombre solo debe creer lo que puede probar, haciendo del intelecto el juez y eliminando la necesidad de la fe, lo cual puede llegar a producir orgullo intelectual; La segunda respuesta, se puede apreciar en la propuesta de Tomás de Aquino (1225-1274), quien consideraba que lo importante era entender para creer; y, la cuarta respuesta, la de Agustín de Hipona (354-430), quien creía que tanto la fe como el intelecto podías relacionarse de forma correcta,  proponía intentar entender para creer y creer para entender (como las dos caras de una misma moneda), siempre subordinando la razón a la revelación divina.

[7] Si el texto es, como se cree, de procedencia divina, los asuntos que contiene exceden “los límites de su habitación” (Hechos 17:26), por lo que ante tan formidable tarea, se ha de admitir de antemano las limitaciones y la futilidad de depender tan sólo de humanas disciplinas y acercarse con un espíritu contrito, un corazón quebrantado y una actitud de dependencia (fe sencilla y mente abierta).

[8] Un buen libro sobre este tema, aunque solo se ocupa del Apocalipsis, es el de Lourdes García Ureña, (2013), El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura, el cual forma parte de la colección, Textos y estudios «Cardenal Cisneros» de la Biblia Políglota Matritense, publicada por el CSIC.

[9] Para los interesados en esta inquietud, es recomendable el pequeño libro de Pablo Enrique Le More, (s.f.), Nuestra Biblia española.

[1] A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente (NTV) (2010).


CITA BIBLIOGRÁFICA: J. Gallor, «La clasificación de los libros bíblicos», Recensión, vol. 13 (enero-junio 2025)

https://revistarecension.com/2024/12/30/la-clasificacion-de-los-libros-biblicos-proceso-de-formacion-y-dispositio-del-corpus-biblico/









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