martes, 5 de diciembre de 2017

SOCIEDADES SECRETAS Y SECTAS

LA GARDUÑA

     Nació esta sociedad secreta probablemente durante el reinado de los Reyes Católicos. Sus primeros miembros fueron los corchetes y leguleyos de las Audiencias y del Santo Oficio. Estos personajes, sin cultura y con depravados instintos por sus continuas relaciones con los bandidos, se acostumbraron pronto a los saqueos y hurtos que llevaban a cabo, sin la menor responsabilidad, en los domicilios de los judíos y moriscos, cuando llegaban aquéllos, con mandamiento, para apresar a éstos. Descubiertas sus tretas al cabo de mucho tiempo, y habiendo empezado a ser perseguidos y juzgados severamente, creyeron necesario asociarse para conseguir ser resistentes, y emplear signos y contraseñas misteriosos entre ellos, y adoptar ciertos ritos y ceremonias tanto para ingresar como para ascender dentro de la secta. A fines del siglo XV, los miembros de La Garduña sumaban miles y tenían su cuartel general en Sevilla, la ciudad española más rica entonces por sus constantes relaciones con las Indias occidentales.

     La Garduña contaba nueve grados distribuidos en tres clases:
  1. En la clase inferior estaban los chivatos -espías-, las coberteras o sirenas -mujeres de mala vida que entraban como sirvientas en las casas que iban a ser saquedadas-, y los fuelles o soplones, también espías, pero de aspecto caballeresco y de avanzada edad, muy bien vestidos y que afectaban una honorabilidad intachable.
  2. La segunda clase: los floreadores -personajes brutales, escapados de presidio y galeras, que eran la acción dramática de la secta-, los punteadores -asesinos-, y los guapos, duelistas habilísimos, utilizados para matar a algún caballero noble o rico sin que la muerte de éstos pudiera constituir un delito vergonzoso.
  3. La tercera clase: los ancianos, encargados de la parte administrativa y de presidir las reuniones de iniciamientos, así como de recordar las disposiciones del código secreto a aquellos afiliados que parecieran haberlas olvidado; los capataces o comendadores que dirigían las sucursales que La Garduña tenía en otras ciudades, y el Hermano Mayor o Gran Maestre, que gozaba de autoridad tan absoluta como arbitraria. En no pocas ocasiones este Gran Maestre fue un personaje destacado en la alta sociedad y hasta bienquisto de los monarcas.
     En 1534 el Gran Maestre residía en Toledo, pues ahí estaba la corte de Carlos I. Y durante el reinado de Felipe II, residió en Madrid. Los productos de los robos y saqueos eran divididos en tres partes: una, para el tesoro de la comunidad; otra, para los gastos generales de la misma; y la tercera para el autor o los autores de la fechoría. El tesoro de la comunidad servía para los llamados gastos secretos o de compromiso: sobornar a magistrados, jueces, gobernadores, alcaldes y funcionarios públicos, muchos de los cuales eran afiliados de La Garduña y precisamente los que la dieron poder tan grande como irresistible.
     Una de las contraseñas más frecuentes utilizadas por los "garduños" era,  cuando se hallaban entre gentes extrañas, y para cerciorarse de si había allí algún hermano, poner el dedo pulgar de la mano derecha en la fosa nasal izquierda, como si se estuviera hurgando en la nariz.

     Los estatutos de La Garduña, como los de casi todas las sociedades secretas, no estuvieron escritos, siendo transmitidos por tradición oral entre los Grandes Maestres, capateces y ancianos, los componentes de la clase alta. Sin embargo, La Garduña redactaba una crónica puntual de sus actuaciones; crónica guardada donde sólo sabían el Gran Maestre y el capataz de la ciudad.

     Precisamente el descubrimiento en 1821 de esta crónica permitió el conocimiento cabal de esta Sociedad y el apresamiento de sus principales jefes, que fueron ajusticiados en la Plaza Mayor de Sevilla el 25 de noviembre de 1822. En dicha crónica se detallaban los mil novecientos ochenta y seis delitos cometidos por los garduños sevillanos entre 1816 y 1820. Y constaban los centros más importantes que tuvo la Sociedad: Sevilla, Toledo, Madrid, Valencia y Córdoba, así como el número de afiliados entre 1521 y 1668.

     Los delitos perpetrados con mayor frecuencia por los garduños fueron:
  • Raptos de mujeres y de niños de familias ricas, por cuyos rescates se exigían de mil a cinco mil onzas de oro;
  • fabricación de moneda falsa, desvalijamiento de casas, cortijos y diligencias;
  • impuestos cobrados a comerciantes e industriales desaprensivos, prometiéndoles protección contra la justicia o los irritados compradores;
  • juegos prohibidos con trucos que les hacían ganadores siempre;
  • impuestos sobre el ejercicio de la prostitución.
     Un moderno historiador italiano, A, di Blasio, en su obra Usi e costumi dei camorristi, con prefacio de Cesare Lambroso, Nápoles, editor Luigi Pierro, 1897.
afirma, que La Camorra tomó como suyos algunos acuerdos de La Garduña que se referían en la mencionada crónica. Y que eran los siguientes:

  1. Todo hombre valiente, de buena vista, de buen oído, persona ligera de manos y de pies, expedita en resoluciones, de edad madura, que quiera servir a la Hermanda, ya indicándola buenas operaciones, ya facilitando los medios para llevarlas a cabo, puede ser miembro de La Garduña.
  2. La Hermandad otorgará amparo a toda mujer que haya padecido por la justicia y que quiera encargarse de ocultar o vender los objetos que la Divina Providencia haya dispensado a la hermandad. Estas mujeres pasarán a servir a los hermanos con el alma y con...el cuerpo.
  3. Los miembros de la Hermandad se dividirán así: chivatos, postulantes, guapos y fuelles, las mujeres de edad servirán de coberteras, y las jóvenes y guapas, de sirenas.
  4. Los chivatos, que aún no han aprendido a trabajar, sólo serán ayudantes de los más antiguos, y no podrán servirse de puñal sino en legítima defensa. Serán aposentados y mantenidos por la Hermandad, y recibirán 136 maravedises por día. Cuando algún chivato demuestre valor y talento en una arriesgada empresa, pasará la categoría de postulante.
  5. Los postulantes vivirán de sus arbitrios y estarán encargados exclusivamente de los eclipses  operados con buena mano por cuenta de la Hermandad. Por cada eclipse percibirá la tercera parte de su valor, pero de ella entregará un cuarto para las Ánimas del Purgatorio. De los otros dos tercios, uno se dedicará a tapar la boca y abrir las conciencias de la Justicia. Y el tercio que queda lo retendrá el Gran Maestre, el cual está obligado a residir en la Corte de España para cuidar del bienestar y de la seguridad de todos.
  6. Los guapos se encargarán de las desapariciones, enterramientos, viajes, baños y bautismos. Estas últimas operaciones podrán ser encomendadas, bajo su responsabilidad, a los postulantes. Los guapos percibirán un tercio del producto de todas sus hazañas, pero cederán un tercio de sus ganancias para el sostenimiento de los chivatos, y lo que quieran dar para las Ánimas del Purgatorio. El resto del producto de las operaciones se distribuirá como ordena el artículo 5°.
  7. Las coberteras percibirán el diez por ciento de cuantas operaciones realicen; y las sirenas seis maravedises por cada peseta ingresada en la caja de la Hermandad. Todos los regalos que recibieren de los señores nobles y de otros individuos, les pertenecerán exclusivamente.
  8. El capataz o jefe de provincia será elegido entre los guapos que lleven por lo menos seis años de servicios o que sean beneméritos de la Hermandad.
  9. Todos los garduños han de estar decididos a morir mártires antes que confesores, so pena de ser degradados, expulsados de la hermandad, y, si fuese preciso, perseguidos y muertos por ella.
     A partir de 1825 no se volvieron a tener noticias concretas de La Garduña, algunos de cuyos afiliados temerosos de la justicia se trasladaron al sur de Italia para unirse a los mafiosi o camorristi.

     Curiosísimas noticias de esta Sociedad secreta sevillana se dan en libros inmortales: Rinconete y Cortadillo, de Cervantes; Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán; Marcos de Obregón, de Vicente Espinel, y, sobre todo, en La Garduña de Sevilla y anzuelo de bolsas, de Alonso del Castillo Solórzano.

     Sociedad secreta netamente española, de fines enteramente delictivos, tuvo tal fama y maniobró con tantos y tales aciertos, que en ella se encuentra el mejor modelo de las sociedades secretas italianas organizadas a partir de los primeros años del siglo XX.

Morberger-Thom, G.K., Enigmas de las Sociedades Secretas, traducción y adaptación de Ernesto Mascaró y José J. Llopis, Madrid-Barcelona, Ediciones Daimon, Manuel tamayo, 1963.
FIN CAPÍTULO 1...continuará.
 

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