LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA
EN LA GUERRA CIVIL
ESPAÑOLA
Las circunstancias históricas en las que se desarrolló la guerra, respondían a problemas no resueltos en la sociedad española:
·
una economía atrasada,
incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo;
·
una oligarquía
terrateniente sólo preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más
elementales;
·
una estructura social con
abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía
poderosa, unas clases bajas en continuo crecimiento, una clase media
insuficiente para servir de elemento equilibrador;
·
y una polarización de la
sociedad en dos bandos, la derecha y la izquierda entre las que existía una
fuerte tensión.
|
Introducción.
El
hecho de que la guerra civil española fuese precisamente eso, una guerra, y no
una crisis interna provocada por un pronunciamiento militar con pocas
probabilidades de éxito, se debió a la actitud de las principales potencias
europeas, que con su apoyo sistemático unas (Alemania e Italia por un lado, la
URSS por el otro) y con su pasividad otras (Gran Bretaña y Francia), favorecieron
y alimentaron un conflicto que por sí mismo habría tenido muy pocas
posibilidades de acabar en un larga y sangrienta guerra, preludio de la Segunda
Guerra Mundial.
Es indudable que las ideas que encarnaban
ambos bandos, republicano y franquista, estaban absolutamente encontrados, y
difícilmente podrían converger en un acuerdo. De hecho, el clima reinante en
España pocas fechas antes del alzamiento del 17 de julio era tenso y anunciaba
un conflicto inmediato. Pero ¿qué tipo de conflicto se habría dado en España si
determinadas potencias europeas no hubiesen visto algo que les incitara a
apoyar decididamente a uno de los bandos, concretamente el franquista? ¿Con qué
medios técnicos contaba Franco para sostener una guerra contra la República
española, dueña del oro del Banco de España, dueña de la débil industria española,
y dueña del ejército español, salvo significados mandos? Franco contaba con el
apoyo de un importante grupo de altos mandos militares propensos a la rebelión
(algo propio de la España de los últimos 100 años), con el ejército de África,
y con poco más. El material técnico-militar del que disponía era escaso
comparado con el del ejército republicano. Y aunque las dificultades internas
que desde el principio tuvo la República fueron sin duda muy importantes
(regionalismo catalán, ambiente revolucionario), la rebelión habría sido muy
posiblemente aplastada, como lo fue en su día la protagonizada por Sanjurjo en
1932 en Sevilla y Madrid. Sanjurjo era el principal dirigente de la sublevación,
pero murió en un accidente de aviación el tercer día de la rebelión.
De
hecho el pronunciamiento militar fue un fracaso. Un pronunciamiento, un golpe
militar basado en la sorpresa (aunque muchos mandos militares rebeldes eran
sospechosos y habían sido "exiliados" en África) exigía controlar los
puntos neurálgicos del país, así como los órganos de mando, administración y
comunicaciones. Y esto no se logró. Fracasada la sorpresa, Franco se vio
obligado a buscar apoyo exterior para su causa, tanto técnico como económico, y
lo encontró en las potencias totalitarias de Europa: Alemania e Italia, que sin
duda advirtieron en España intereses económicos, estratégicos, y políticos,
amén de los ideológicos.
Por
su parte el principal bastión militar de la República española fue la URSS, y
posteriormente el apoyo de las Brigadas internacionales.
En
principio, las potencias europeas llegaron a un acuerdo para que el conflicto
español estuviese exento de la intervención de ningún país. Para esto se formó
el Comité de Londres, que apadrinó la política de No-intervención, a la que se
adhirieron numerosos países (incluyendo paradójicamente los que apoyaron más
firmemente a uno u otro bando). Pero la No-intervención, y la Sociedad de
Naciones, garante teórica de la paz mundial, demostraron su más absoluta ineficacia,
permitiendo que la contienda española tuviese una clara participación
extranjera, siendo el prólogo de la Segunda Guerra Mundial.
LAS DEMOCRACIAS OCCIDENTALES: LA NO-INTERVENCIÓN.
1) Coyuntura internacional previa al
conflicto.
Habría
que remontarse a la época de Felipe II para encontrar un importante peso
específico español en el concierto internacional. Ciertamente, tras los
Austrias mayores, el apogeo del imperio español había ido en progresiva decadencia,
pasando el dominio y la presencia en la política internacional de nuestro país
a un plano absolutamente secundario, casi marginal.
La
Revolución industrial llegó tarde a un país atrasado y básicamente agrario, que
vio como en 1898 los últimos vestigios de su antaño floreciente y poderoso
imperio caían hechos pedazos ante el auge del coloso norteamericano.
Una
de las características que posee España es su privilegiada posición
geográfica en el plano europeo, puente entre dos importantes mares, y lugar de
contacto entre dos continentes, uno de los cuales - el europeo- se había
expandido sobre el otro -el africano- durante el siglo XIX y buena parte del
XX.
De
hecho, las potencias europeas tenían intereses estratégicos en el Mediterráneo
occidental." A fines del XX, Inglaterra, Francia y España, desarrollaron
intereses imperialistas en el turbulento imperio de Marruecos. En 1904 un
acuerdo anglo-francés reconocía la primacía de los intereses políticos y
militares franceses en Marruecos" (1)
En 1912 Francia y España se
repartieron dicho país. En 1914, con el advenimiento de la Primera Guerra
Mundial, España toma una actitud neutral, aunque en el país, según palabras de
Azaña "el ambiente parecía de guerra civil, menos los tiros"[2] debido a la división de opiniones en favor
de uno u otro bando. Pero evidente debilidad del país, el aislamiento
internacional, provocado también por una buena dosis de orgullo español por el
trato recibido por las potencias europeas en los últimos 100 años (recordemos el
fracaso español en el Congreso del Viena, la pasividad franco-inglesa en la
guerra hispano-norteamericana de 1898), hicieron que España observase el
conflicto bélico al margen de la intervención activa.
El final de esta guerra
culminó con la firma del Tratado de Versalles y la escasa benevolencia con que
las potencias vencedoras trataron a las derrotadas.
Ello generaría una serie de rencores y remordimientos,
raíz y causa del ascenso del totalitarismo hitleriano, y posteriormente de la
Segunda Guerra Mundial.
Volviendo al escenario del Mediterráneo occidental, hay
que señalar que en el primer tercio del siglo XX "durante décadas de
acciones militares esporádicas, los intereses financieros privados de
Inglaterra, Francia, Alemania y España invirtieron en el desarrollo de las
minas de hierro del Riff"[3]
Está pues, muy clara la incidencia que tenía esta zona en
la política exterior de las potencias europeas, y de alguna manera, los
conflictos que pudieran interferir en estos intereses debían preocupar,
seguramente a los principales interesados. "Así que tanto los intereses
estratégicos en el Mediterráneo occidental como los complejos intereses
militares, económicos e imperialistas, involucraron a todas las grandes
potencias europeas tan pronto como el status quo se vio amenazado"[4].
Pero de lo que no cabe la menor duda era que España, en
esta época, era un país débil, tanto económica como política y militarmente, y
por eso, a nivel internacional, su importancia era más bien escasa. Bien es
cierto que no existían motivos claros de enfrentamiento con las potencias
europeas, pero un hipotético conflicto con alguna de ellas la situaría
inmediatamente en clara desventaja. Claro que ya entonces se había constituido
la Sociedad de Naciones, organismo internacional que garantizaría por vía
pacífica la solución a cualquier altercado. "La República española había
tomado en serio a la Sociedad de Naciones. Inscribió en la constitución de 1931
una declaración terminante, adhiriéndose a los principios del Covenant, para
ajustar a ellos su política exterior. El sistema de seguridad colectiva y las
obligaciones derivadas del pacto parecían llamados a resolver para España un
problema capital: el de encontrarse garantizada contra una agresión no
provocada sin necesidad de montar una organización militar y naval que hubiese
impuesto al país una carga insoportable. Era la solución deseable para una
nación desarmada, débil económicamente, pero en vías de progreso y
reconstitución interior"[5]
El problema estaba en que la diplomacia española no había
más allá, confiando en la Sociedad de Naciones, y de alguna manera, en Gran
Bretaña y Francia, la estabilidad internacional.
"Obsesionada por sus problemas internos, la
República no había desplegado una política exterior demasiado activa. La
colaboración con Francia e Inglaterra y el apoyo al sistema de la Sociedad de
Naciones no habían llevado a los gobiernos de Madrid a apuntalar la posición
propia con acuerdos militares con otros países."[6]
Así pues, según palabras del profesor Pierre Villar:
"antes de julio de 1936 España apenas preocupaba a las diplomacias europeas".
Pero la Sociedad de Naciones ya había mostrado signos de
ineficacia en el conflicto de Etiopía, protagonizado por Italia, anunciando de
antemano, su ulterior pasividad en la Guerra Civil.
Así, "la guerra civil estalló sobre un orden
internacional en cierta tensión. Estaba centrado en torno a la desgarrada
Sociedad de Naciones, que acababa de salir con el prestigio muy quebrantado del
conflicto de Etiopía, en el que se había revelado impotente. El esquema de las
relaciones internacionales en Europa se veía convulsionado por la índole y el
ritmo de las pretensiones revisionistas alemanas que aspiraban a trastrocar las
consecuencias de la paz impuesta en Versalles al término de la Gran
Guerra."[7]
"Como tal el conflicto de España estuvo
inexorablemente unido a los debates de las potencias revisionistas del Eje y a
la política timorata y miope, aunque comprensible de los países democráticos,
empeñados en preservar intereses vitales nacionales (rutas de comunicación,
imperios). Estos implicaban una defensa no muy enérgica del status quo europeo
frente a demandas alemanas o italianas que no parecían del todo
irrazonables."[8]
Sin embargo, "la Europa de la primavera de 1936 no
era un continente que pareciese que fuese a enfrentarse en lo más inmediato con
crisis internacionales relacionadas con España. Es más, la escena general de
los comienzos del verano era relativamente tranquila.
La remilitarización de Renania, en marzo, había supuesto,
cierto es, una convulsión muy importante, pero ni Londres ni París consideraron
que esta nueva infracción de Tratado de Versalles debía dar ocasión para el
empleo de la fuerza"[9]
Lo que se estaba poniendo de manifiesto era que si había
alguna potencia interesada en alterar la balanza europea, incluso
internacional, tras la firma del Tratado de Versalles, esas eran las potencias
fascistas alemana e italiana.
"Un segundo momento de excitación se produjo tras la
victoria electoral en Francia del Frente Popular, que permitió al socialista
León Blum asumir la responsabilidad gubernamental. Podría haberse pensado en un
endurecimiento francés con respecto a las potencias fascistas, pero no fue así:
Francia e Inglaterra accedieron al levantamiento de sanciones contra Italia
(impuestas por la Sociedad de Naciones a raíz de la invasión de Etiopía)."[10]
Pero la potencia europea que suponía un peligro práctico
y real para las relaciones intraeuropeas era, sin duda, la Alemania nazi. No
parecía que Italia fuese capaz de "representar por sí misma una amenaza al
sistema de relaciones emanado de Versalles"[11]
No hay que olvidar que la revolución rusa de 1917 había
implantado en aquel país, ahora llamado la URSS, un sistema económico que
socavaba todos los cimientos del capitalismo predominante en toda Europa, y
que por tanto, a los ojos del mundo, Stalin representaba un peligro
revolucionario claro.
"Indudablemente, la postura británica estaba
influida por el temor a la Unión Soviética. Para ciertos círculos conservadores,
una Alemania potente constituía el presupuesto esencial de la salvación de
Europa frente a Stalin, y para muchos ingleses el dictador georgiano era más
peligroso que el propio Hitler."[12]
2) El comité de Londres y la
No-intervención.
Estallada la rebelión, Giral, presidente del gobierno, lo
primero que hizo fue enviar un telegrama el 20 de julio a su colega francés,
León Blum, indicándole que en España se había producido un pronunciamiento
militar y que la República española precisaba urgentemente suministros y
material de guerra para sofocarla.
En Francia el partido en el poder era el Frente Popular,
agrupación política de izquierdas, de corte prácticamente similar al Frente
Popular que gobernaba en España, y su presidente era el socialista León Blum.
Así, la República española lo que hacía era recurrir al
país más cercano físicamente e ideológicamente, pues Portugal estaba regido por
la dictadura de Salazar y difícilmente podría socorrer a la República. De
hecho, sus dirigentes se manifestaron en principio a favor de los insurgentes
españoles.
Francia, por otra parte, era una potencia en Europa capaz
de socorrer de forma inmediata las peticiones españolas.
"La reacción inicial de León Blum fue completamente
positiva. Sin embargo, en un viaje a Londres el 22 de julio se dio cuenta de
que el gobierno inglés simpatizaba con el levantamiento."[13]
Por otra parte a Blum no le faltaban impedimentos para
realizar su, en principio deseado apoyo a la causa republicana. Para comenzar,
su propio gobierno se encontraba dividido. No todos los ministros simpatizaban
con la República.
Además "Blum estaba sometido a una creciente presión
no sólo de Inglaterra, sino de los gobiernos polaco y belga. Sobretodo 4 meses
después de que Hitler hubiese ocupado Renania sin encontrar oposición, Blum no
se podía permitir el lujo de enfrentarse a un aislamiento de Francia frente a
una Alemania rearmada. Ni tampoco podía permitir que surgiera un aliado de
Italia y Alemania en la frontera meridional. Por tanto propuso la fórmula de la
No-Intervención, a la cual
esperaba que se adhirieran todas las potencias y a que acabaría rápidamente con
la guerra por falta de armamentos. El 8 de agosto cerró la frontera francesa al
tráfico militar, sin esperar a conocer las verdaderas intenciones de las
potencias que respaldaban a los insurgentes."[14]
La No-Intervención tenía el objetivo de aislar el
conflicto español, con la ventaja de que con esta acción Franco no recibiría
suministros, y no podría derribar a la República. Pero León Blum quizás no
contó con que las potencias fascistas apoyarían tan decididamente la rebelión.
Con esta política se pretendía, en un primer momento,
aislar el conflicto consiguiendo la neutralidad de todas las potencias, y
posteriormente dar un segundo paso prohibiendo el envío de material de guerra a
la península.
Francia entonces prohibió la exportación de armas a
España, y más tarde el tránsito de ellas por el territorio.
"De todas las naciones europeas, Francia era la más
profundamente afectada, y se halló profundamente dividida por el estallido de
la guerra civil. Todos los sindicatos, tanto socialistas como comunistas,
pidieron el inmediato envío de armas al gobierno Giral. La clase media liberal
favorecía instintivamente la causa de la República. Pero al mismo tiempo los
monárquicos y clericales se inclinaban por la causa de los insurgentes."[15]
Pero, aunque estos últimos eran una gran minoría,
"con la política de París firmemente vinculada a la del Reino Unido, Blum
no estaba en condiciones de asumir audaces iniciativas en el terreno
internacional sin contar con un mínimo de apoyo británico"[16]
Así, en cuestión de días, Francia decidió dar marcha
atrás a su primera intención de apoyar la causa republicana. "En un
comunicado oficial, el gobierno francés declaró que había decidido suspender
las exportaciones de armas con destino a España."[17]
El gobierno francés propuso entonces la formación de un
comité que se encargase de aplicar la política de no intervención. "El 4
de agosto, los británicos aceptaron, pero a condición de que lo mismo hiciesen
alemanes, italianos y portugueses. Berlín, por su parte, indicó que sólo se
adhería si también lo hacía la Unión Soviética, al cual reconoció el principio
de no intervención el 6 de agosto, a la vez que Italia. En el consejo de
ministros francés, reunido en la noche del 8 al 9, se echó marcha atrás sobre
los envíos a España, prohibiendo incluso la exportación de aviones civiles.
Una semana más tarde la sugerencia francesa se convirtió
en propuesta formal franco-británica.
A comienzos de septiembre se habían adherido a la misma
Albania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, Luxemburgo,
Noruega, Grecia, Holanda, Hungría, Irlanda, Letonia, Lituania, Luxemburgo,
Noruega, Polonia, Portugal, Rumania, Suecia, Turquía y Yugoslavia, además de
las cinco grandes potencias.
El 9 de septiembre se celebró la primera reunión, en
Londres, del denominado Comité de No-Intervención."[18]
Los EEUU tampoco tenían la intención de intervenir en la
guerra de España. Deseaban mantenerse al margen, a pesar de las simpatías
democráticas que sus más altos mandatarios (el presidente Roosevelt, por
ejemplo) tenían por la República. "El 7 de agosto el departamento de
Estado envió una circular a todos los cónsules recomendándoles la más estricta
imparcialidad"[19]
Pero prevalecieron los intereses privados. El gobierno
norteamericano no se opuso a que la Texaco suministrara gasolina y combustibles
al bando franquista, pues no se consideraban como materiales de guerra.
"El trabajo del Comité se desarrollaría en pleno y
en subcomités. El más importante fue el del presidente, compuesto por
representantes de Francia y Portugal, como países más próximos a España y de
los principales productores de armas: Reino Unido, Alemania, Italia, Bélgica,
Suecia, Checoslovaquia y la Unión Soviética."[20]
La Sociedad de Naciones, por otra parte, delegó en el
comité de Londres la resolución del conflicto español. "El primer recurso
ante la Sociedad de Naciones fue presentado formalmente por el gobierno español
en diciembre de 1936.
Tres meses antes, en la reunión mantenida por la
asamblea, los delegados españoles habían expuesto los términos de la cuestión,
pero sin demandar un acuerdo concreto sobre ella. La reunión extraordinaria del
Consejo, pedida por el gobierno español, conforme al artículo II del Pacto, en
vista de que la situación exigente en España era una grave amenaza para la paz
internacional, no pudo ser denegada. La víspera de la reunión del Consejo, un
comunicado de París y Londres dio a conocer que el 4 de diciembre los dos
gobiernos se habían dirigido a los de Alemania, Italia, Portugal, y la URSS,
pidiéndoles su cooperación para impedir todo acto de intervención extranjera en
el conflicto, y de que dirigiesen a sus representantes en el Comité de
Londres."[21]
Dada la evidente presencia de fuerzas extranjeras en el
territorio español, el gobierno republicano siguió insistiendo ante la Sociedad
de Naciones, pero lo más que pudo conseguir fue que éste redactara una nota
reconociendo la intervención de elementos extranjeros en España, y amenazando
con el desbloqueo de la No-Intervención si esas fuerzas no se retiraban en
"breve tiempo".
Pero la falta de unanimidad entre los componentes de la
sociedad de Naciones, la debilidad diplomática española en el ámbito
internacional, así como su debilidad política y militar, y la imagen de
"terror revolucionario" que existía en el mundo debido a la situación
interna de la España republicana, fueron factores que contribuyeron a que la
República española fuese vista con recelo en el ámbito internacional,
contribuyendo a que los organismo internacionales no se pusiesen de acuerdo
sobre el caso español, delegando en el Comité de Londres la situación del
conflicto.
Pero la política de no intervención "no tardo en
convertirse en una mera farsa, que lastró considerablemente los esfuerzos republicanos
por conseguir armas y dinero."[22] El comité de Londres sólo
pudo lograr uno de sus grandes objetivos: aislar la guerra, reduciéndola a los
límites españoles. En todo caso lo demás resultó un auténtico fracaso, pues
Alemania e Italia no cesaron de suministrar a Franco todo el material y la
ayuda que precisara durante todo el conflicto. Por otra parte, también la URSS
realizó importantes envíos de material bélico a la República muchos de ellos
realizados por mar.
"Es fácil criticar la labor del comité de
No-Intervención. Sin embargo, constituía una nueva aventura en el terreno de la
diplomacia internacional, y lidiaba con una situación en la que un grupo
importante de sus miembros perseguía objetivos que no coincidían con los que
debía salvaguardar. Sólo Gran Bretaña defendió la no-intervención activamente"[23]
"La no intervención tenía débiles fundamentos
jurídicos: no resultaba de un tratado o de un acuerdo multilateral, sino de la
aceptación, en mayor o menor medida, de las tres ideas centrales de la
sugerencia franco-británica, y del acomodo a ellas del las legislaciones
nacionales. El Foreing Office no tardó en advertir que carecía de fuerza legal
internacional y no tenía ningún carácter obligatorio para los participantes. De
aquí que cualesquiera de éstos pudiera retirarse del acuerdo sin violar
principio alguno de Derecho Internacional."[24]
El primer plan de actuación que diseñó el comité de
Londres fue el de desplegar un cuerpo de observadores parciales que se
encargarían de verificar que la no-intervención se llevará a efecto.
"El 24 de octubre se acordó que los representantes
consultasen con sus respectivos gobiernos sobre la posibilidad de designar a un
grupo de observadores imparciales, estacionados en los principales puntos de
entrada de España por tierra y por mar, con el fin de que informasen, cuando el
comité se lo pidiera, acerca de casos específicos que supusieran vulneraciones
de la no-intervención.
El 2 de noviembre las sugerencias fueron examinadas por
el Subcomité del presidente, que dio luz verde a un plan mucho más detallado,
aprobado un mes más tarde en la undécima sesión plenaria del Comité. Se
comunicó a los dos bandos en lucha, pero no se esperaba que fuese aceptado.
Tras lo que ha pasado a la historia como primer plan de control, aleteaba,
simplemente, el deseo de salvar al Comité. Se trataba, por lo demás, de un plan
costoso que el Foreing Office no tenía ningún interés en financiar. Las dos
respuestas españolas fueron suficientemente negativas y el plan fue
abandonado."
[25]
"Durante 1937, el agente más dinámico de la política
de no-intervención fue, sin duda Inglaterra, que continuó presionando a Francia
para que no abandonara dicha línea de conducta, aprovechándose del temor
francés a quedarse sólo frente a Hitler."[26]
"La creciente evidencia de la masiva injerencia de
las potencias del Eje y de la URSS demuestra que la no-intervención sería letra
muerta si no se ejercían también restricciones sobre la llegada de efectivos a
España, eufemísticamente caracterizados como "Voluntarios".
La idea se remontaba a agosto, pero no fue retomada
formalmente hasta diciembre por los gobiernos británico y francés, que chocaron
con la oposición de otros los tres países. Estos, en efecto, no estaban
interesados en adoptar medidas con respecto a los voluntarios hasta que no se
estableciera un control sobre los suministros bélicos extranjeros.
Tras muchas dificultades, las distintas potencias se
pusieron de acuerdo el 15 de febrero para restringir la marcha a España de sus
súbditos. El control entró en vigor en la noche del 20 al 21 y abarcaba el reclutamiento,
tránsito o salida del territorio de los países signatarios de cualesquiera
personas de origen no español con el fin de participar en la guerra. Se
dictaron las disposiciones correspondientes que enrarecieron el reclutamiento
de las Brigadas Internacionales, pero que no afectaron al envió de las tropas
regulares alemanas, italianas o de "asesores soviéticos".
El 6 de marzo se creó un consejo internacional de observación
que debía administrar un segundo plan de control. Estaba compuesto por el Reino
Unido, Francia, Alemania, Italia, la URSS, Grecia, Noruega, Polonia y
Checoslovaquia. El control adoptaría tres modalidades: marítima, de vigilancia
por patrullas navales y observación terrestre.
La primera se basó en un cuerpo de observadores de países
neutrales (Estonia, Noruega, Letonia, Holanda, Dinamarca, Turquía, Yugoslavia,
Finlandia, Irlanda, y Suecia. En la tercera participarían agentes de Suecia,
Noruega, Finlandia, Holanda y Letonia.
El control marítimo entró en vigor el 19 de abril de 1937,
aunque todavía no se había reclutado la totalidad de observadores necesarios.
Las dificultades de financiación acrecentaron aún más las
deficiencias del proyecto, entre las que destacaban su tardía implantación y la
asignación de responsabilidades a países como Alemania e Italia que no tenían,
antes al contrario, intención alguna de que el plan funcionara. Los británicos,
por su parte, no deseaban ofender a las potencias del Eje, y bajo la dirección
de Neville Chamberlain, que asumió la responsabilidad gubernamental desde el 28
de mayo de 1937, habían intensificado el acercamiento a Italia con la
esperanza de separarla de Alemania.
El gobierno republicano se opuso resueltamente al control
y pronto tuvieron lugar incidentes que afectaron a barcos italianos y alemanes.
Entre el 24 y el 31 de mayo de 1937 se desbarató el
segundo plan de control en un contexto de subida de tensión derivada de la
creciente intervención en España del Tercer Reich, Italia y la URSS. Los dos
primeros países llegaron a retirarse temporalmente de la patrulla naval, pero
después lo hicieron de forma definitiva el 23 de junio. Portugal anula las
facilidades concedidas y lo mismo hizo Francia a mitad de Julio.
Tampoco parece que el plan de vigilancia terrestre parece
que ofreciera mejores resultados. Con ello, la no-intervención experimentaba
uno de sus más rotundos fracasos sin que pudieran impedirlo los sucesivos
esfuerzos británicos y franceses." [27]
Sin embargo, en el verano de 1937, se produjeron una
serie de incidentes con submarinos italianos, que atacaron buques que
aprovisionaban a la República, en especial barcos británicos. A tal efecto se
convocó una conferencia en Nyon (Suiza) del 10-14 de septiembre. En dicha
conferencia se acordó que todos los submarinos que atacasen buques mercantes no
españoles sería atacado. Alemania e Italia no había asistido a la conferencia,
pero, curiosamente, después de ella no se produjeron más ataques a mercantes.
"Se ha afirmado que Nyon fue la única ocasión en que
las potencias democráticas occidentales dieron signos de firmeza, y quizás sea
cierto. Pero Nyon ha de situarse en el contexto de la enloquecida política de
apaciguamiento de Chamberlain y en particular, de sus intentos por llegar a
algún tipo de acomodo con Mussolini." [28]
"La ineficacia del Comité de Londres se prolongó
durante la segunda mitad de la guerra civil. Los meses finales de 1937 y la
mayor parte del año siguiente transcurrieron discutiendo o tratando de poner en
práctica distintas versiones de la vieja noción de retirada de combatientes
extranjeros. El enfrentamiento entre las potencias del Eje y la Unión Soviética
por un lado, divergencias coyunturales entre Londres y París por otro, fueron
factores que incidieron sobre tal inoperacia." [29]
"Mientras la ofensiva franquista alcanzaba
incontenible, Negrín, en rápida visita a París, del 12-14 de marzo de 1938,
conseguía de León Blum (que formaba un segundo gobierno efímero) la reapertura
de la frontera franco-española. Pronto grandes cantidades de material de guerra, que veían obstaculizado
su tránsito se vaciaron en la España republicana." [30]
Sin embargo Hitler comenzaba ya a mostrar sus verdaderas
cartas. El 12 de marzo de 1938 se producía el Anschluss, o anexión de Austria
por parte del Tercer Reich. "El
golpe del Anschluss se había preparado sobre las base de actitud favorable de
Italia y la creencia por parte alemana de que las potencias democráticas no
reaccionarían. Estas, en, particular Reino Unido, habían emitido demasiadas
señales apaciguadoras en los meses precedentes como para que Berlín pensase lo
contrario.
Sin embargo, en una dramática sesión del Comité
permanente de la Defensa Nacional del 15, los dirigentes de París rechazaron la
posibilidad de intervenir directamente en España. El temor a una guerra contra
Alemania e Italia, la escasa preparación militar francesa y la inseguridad que
generaba el quedarse cortados del Reino Unido, desaconsejaron toda escalada de
cara a la situación española." [31]
Pero el 13 de junio de 1938 la frontera franco-catalana
dejó de ser permeable. En esta época la atención internacional ya no estaba en
España, sino en la agresiva política exterior alemana.
Negrín nunca perdió la esperanza de que, ante la evidente
escalada alemana en Europa, tarde o temprano las potencias europeas terminarían
oponiéndole a Hitler una oposición firme. Pero los acontecimientos se
sucedieron a un ritmo vertiginoso. El 29 de septiembre tuvo lugar la
conferencia de Munich, que acabó con la anexión del territorio de los sudetes.
"Para la URSS losa resultados de Munich fueron
importantísimos. En el plano general implicaban, desde luego, que una vez más,
y en esta ocasión con respecto a un aliado de la Unión Soviética y de Francia,
las potencias democráticas se habían echado a atrás. Implicaban también un
golpe casi mortal a la política de seguridad colectiva e intensificaban el
aislamiento del Kremlin ante una posible agresión alemana.
Hay, desde luego, razones lógicas que explican una gran
disminución del interés de Stalin por la causa republicana después de Munich.
La guerra española ya no sería el detonante que indujese a una postura más
firme al Reino Unido o Francia. Tampoco servía para que la atención del Eje se
concentrase lejos de las fronteras soviéticas. Y no, en último término, había
mostrado que el apoyo fascista a Franco no había debilitado el rearme alemán." [32]
Todos los autores coinciden en que la solución de Munich
fue el tiro de gracia que acabó con las esperanzas de la República. Poco
después, el 27 de febrero de 1939 Gran Bretaña y Francia reconocen oficialmente
el gobierno de Franco. El 15 de marzo de 1939 Hitler ocupa Checoslovaquia. El 1
de abril de 1939, día en que finaliza la guerra civil española, el gobierno de
los EEUU también reconoce a Franco, y unos pocos meses después, el 1 de
septiembre, tras la invasión de Polonia por parte de Alemania, se produce la
declaración de guerra de Gran Bretaña y Francia. Comienza la Segunda Guerra
Mundial.
3 Causas y consecuencias de la No-Intervención.
Como ya hemos visto, Francia y Gran Bretaña apadrinaron
la denominada política de no-intervención, encarnada en el Comité de Londres.
El principal objetivo original de esta política era aislar el conflicto español
y tratar de ahogarlo impidiendo la llegada de material bélico a la península.
Quizás no se contaba desde el principio con la firme y decidida ayuda que
Alemania e Italia prestarían a Franco, a pesar de suscribir también la política
de no-intervención.
Pero, una vez visto que las potencias fascistas y la URSS
estaban interviniendo claramente en la guerra de España, ¿por qué las potencias
democráticas no tomaron cartas en el asunto y trataron de frenar la internacionalización
de la guerra civil española? ¿Cuáles fueron los motivos por los que dejaron
pasar el tiempo sin tomar determinaciones claras al respecto?
Gran Bretaña era la potencia democrática más fuerte en
Europa. Cierto es que su gobierno era de corte conservador, pero
"realmente, antes de la guerra, la política británica no tenía motivos
para mirar, no ya con hostilidad, pero ni siquiera con antipatía a la República
Española. Encendida la guerra, con el cortejo de horrores y desmanes que
asolaron a todo el país, los que ocurrieron en el territorio republicano
repercutieron, como era natural, muy desfavorablemente para el régimen en la
opinión británica. Con todas las salvedades necesarias, parece que también
cierto que la opinión pública británica en general no llegó a interesarse por
el aspecto político de la cuestión española tan vivamente como la de otros
países." [33]
Sin embargo, destacados miembros del gobierno británico
eran hostiles a la República. Cierto es que la oposición laborista y liberal al
gobierno británico era favorable al final a la política de no-intervención y
propugnaba claramente la salida de los combatientes extranjeros de España, pero
el peso específico que la oposición británica podía tener en las decisiones
políticas del gobierno de Londres era relativamente pequeño.
"La reacción de los ingleses ante la guerra civil
fue menos emocional que la de los franceses, pero dado que Inglaterra era más
fuerte que Francia militarmente y estaba más interesada en la economía
española, su actitud pesaba más en la balanza internacional. Los laboristas eran
partidarios de los republicanos, aunque se sentían inquietos por el
"izquierdismo infantil" de los socialistas de Largo Caballero y de
los anarquistas.
Pero el primer ministro, Stanley Baldwin, y la mayoría de
los oficiales navales y funcionarios consulares de quienes recibieron los
primeros informes eran instintivamente favorables a los insurgentes.
Los círculos financieros de Londres tenían grandes
inversiones en ambas zonas. Las minas de Río Tinto y del Riff fueron ocupadas
rápidamente por los insurgentes, quienes también dominaban la zona de Andalucía
desde donde se exportan los vinos más importantes desde el punto de vista
comercial. Pero las minas, los altos hornos vascos, así como las instalaciones
eléctricas de Cataluña que eran propiedad de los ingleses, estaban en la zona
del Frente Popular. Los ingleses de todas las ideologías estaban horrorizados
ante los informes de las atrocidades cometidas, aunque daban más créditos a las
historias sobre el terror "blanco" o "rojo" según sus
opiniones políticas. El gobierno de Baldwin, en contraste con el de León Blum,
contaba con el apoyo de las clases adineradas y por eso estaba en libertad de
tomar decisiones sin la amenaza de disturbios en el país. Durante las primeras
semanas, la política oficial fue la de no comprometerse, junto con un
disimulado deseo de una victoria rápida y no demasiado cruel de los
generales."
[34]
Si unimos al "temor revolucionario" el hecho de
que Stalin apoyara claramente la causa republicana, es perfectamente comprensible
que la "percepción del estallido de la revolución en Europa como factor
que pudiera hacer el juego de Moscú, explica en buena medida la actitud
británica hacia una república "roja" desbordada." [35]
Por otra parte, " las informaciones que llegaba al
Foreign Office estaban muy sesgadas por preconcepciones antibolcheviques.
Incluso Churchill, poco amigo de los dictadores, mantuvo una postura contraria
a la República.
Loa asesinatos del verano del 36 en la zona republicana
despertaron numerosas simpatías hacia el gobierno de Madrid, con independencia
del apoyo popular, laborista y comunista,
que pronto recibió. Sin embargo, las insinuantes conversaciones de miembros de
la élite conservadora partidaria de Franco en los elegantes clubes londinenses
con políticos y funcionarios tuvieron mucho más peso que las manifestaciones
masivas en favor de la república." [36]
Otro hecho que también tuvo su incidencia fue la política
de intimidación del Eje, que hizo creer que cualquier medida encaminada a
ayudar a la república podría desencadenar una guerra, principal peligro a
evitar por parte de franceses y británicos. "El reino Unido quería,
esencialmente, ganar tiempo y obstruir las tendencias expansionistas de Alemania.
Entre los países sensibles a las mismas figuraban España, pero sobre todo y
ante todo Checoslovaquia.
La alta diplomacia británica nunca tuvo entre sus
objetivos el apoyo a la República, y los resultados de la horadada no-intervención
dependieron básicamente de las acciones de la Unión Soviética, el Tercer
Reich, la Italia fascista y Francia, aunque este último siempre a
regañadientes."
[37]
"En el fondo, el interés del gobierno de la
República no coincidía exactamente con los puntos de vista británicos en esa
cuestión. Para la República era cuestión de vida o muerte que la intervención
cesara antes de que sobreviniera una decisión militar de la campaña. Solamente
así podría llegarse a una conclusión de la guerra menos desastrosa. Al gobierno
británico lo que en definitiva le importaba era que los extranjeros no se
quedasen en España por tiempo indefinido. Después no faltarían medios de
establecer una buena inteligencia con el nuevo régimen español. Naturalmente,
el conflicto de España era para los británicos, una parte y no la principal,
del problema europeo que aspiraban a desenlazar, si era posible, dentro de la
paz. Trámite utilísimo para el desenlace pacífico parecía ser el debilitamiento
del Eje, atrayéndose a Italia. Para ese fin se transigió con las pretensiones
de Roma. El "Gentlement Agreement" condujo a eso: las tropas
italianas se retirarían de España cuando se acabase la guerra, o sea, cuando
hubiera desaparecido la República." [38]
El gobierno francés era, en principio, el más proclive
-por lo menos en teoría- a ayudar a la República. La afinidad ideológica de
ambos regímenes debía contribuir a ello. Sin embargo León Blum, que en
principio aceptó socorrer con un primer envío de material bélico a la
República, pronto se vio presionado dentro y fuera de su país.
Desde dentro se encontró con un gobierno dividido por la
causa republicana, no por hostilidad a la República, sino porque se anteponían
los intereses nacionales franceses a la amistad con el gobierno de Madrid.
Vistas las reticencias británicas a intervenir en España, y dada la necesidad
que tenía el gobierno francés de no distanciarse del británico en política
exterior para salvaguardar su propia seguridad ante el avance y el auge de las
potencias fascistas es perfectamente lógico que Francia cambiara su inicial
postura de apoyo a la causa republicana por una política que no llevase a un
enfrentamiento directo con la Alemania nazi por la cuestión española.
Prácticamente desde el final de la Primera Guerra
Mundial, la política exterior de Francia y Gran Bretaña había ido ligadas, como
potencias vencedoras de la Gran Guerra. Pero esa política se vinculó mucho más
desde el asunto de la remilitarización de Renania por parte de Alemania. Para
Francia era fundamental no perder, en ningún caso, el apoyo de Gran Bretaña.
Para Francia era fundamental no perder, en ningún caso, el apoyo de Gran Bretaña,
y esto pesaba que sus simpatías ideológicas por la República. "Por lo
demás, desde Berlín el embajador André François-Poincet hizo saber que, en la
opinión de los dirigentes alemanes, el gobierno francés asumiría una
responsabilidad muy grande si secundaba en España las maniobras de Moscú." [39]
"La relativa inhibición francesa se explica por
numerosos factores: estaba, en primer lugar, la transposición casi mimética de
las pugnas ideológicas y políticas internas a la percepción de las realidades
españolas. Estaba, en segundo lugar, la oposición derechista al experimento del
Frente Popular, cuyo homólogo en Madrid apelaba al francés. Había, en tercer
lugar, la imagen de una España sumergida en un complot comunista y el
"terror rojo". Existía, en cuarto lugar, el temor a las consecuencias
de la inmediata revolución económica y social en la zona republicana. Y,
finalmente, hay que destacar la opinión generalizada en la derecha francesa de
que el poder gubernamental español era ilegítimo." [40]
Las consecuencias que la política de no-intervención tuvo
sobre la guerra civil fueron muy distintas. Para la República española tuvo,
desde luego, consecuencias funestas. Impidió, por de pronto, a un gobierno
legítimamente reconocido internacionalmente, acceder a un mercado de armamento
para satisfacer las imperiosas necesidades de su mal equipado ejército. Sólo un
país, la URSS, estuvo dispuesto a ayudarla, lo que creó una dependencia militar
de Moscú.
Por otro lado, el cierre de la frontera obligó a que los
suministros tuviesen que venir, principalmente, por vía marítima, lo que les
hacía mucho más vulnerables a los ataques del enemigo.
Por otra parte, para el bando franquista, la política de
no-intervención supuso un auténtico balón de oxígeno, puesto que significaba
que su enemigo republicano tendría serias dificultades para conseguir el
armamento necesario para combatir, mientras que el sabotaje de las potencias
fascistas al Comité de Londres significaba el tener garantizados los
abastecimientos de material y ayuda que necesitase durante el conflicto.
"No fue sólo que en la práctica la política de
no-intervención impidió a la República comprar armas mientras que las potencias
del Eje abastecían a Franco sin interrupción ni obstáculo de ninguna clase. Fue
que la práctica de la política de no-intervención negaba implícitamente la
legitimidad de a autodefensa de la República y con ello contribuyó a su
descrédito ante los ojos de la población española." [41]
"En su retroceso ante las embestidas del Eje, las
democracias sacrificaron a la República Española. Harían, después, lo mismo con
Checoslovaquia."
[42]
CITAS
[1] AZAÑA, Manuel. Causas de la guerra de
España. Barcelona 1986, pág 151
[2]. AZAÑA,
op. cit., pp 145-157.
[3] JACKSON, G, Op. cit., pp 230-231.
[4] JACKSON, G. Op. cit., pág 231.
[5] AZAÑA,
M, Op. cit., pág 55.
[6] TUÑON
DE LARA, ARÓSTEGUI, VIÑAS, CARDONA Y BRICALL, La Guerra Civil Española 50
años después. Barcelona, 1985, pág 125.
[7] TUÑON
DE LARA Y ÁNGEL VIÑAS. Historia de España (Madrid Historia 16) vól 12
pág 20.
[8]
TUÑON y otros. Op. cit., pág 125.
[9]
TUÑON y otros. Op. cit., pág 126.
[10] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 127.
[11] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 127.
[12] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 128.
[13] JACKSON, G. Op. cit., pág 229.
[14] JACKSON, G. Op. cit., pág 230.
[15] JACKSON, G. Op. cit., pág 231.
[16] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 129.
[17] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 136.
[18] Historia
de España, Op. cit., pág 21.
[19] JACKSON, G. Op. cit., pág 233.
[20] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 139.
[21] AZAÑA,
M. Op. cit., pág 59-60.
[22] SIGLO XX. HISTORIA UNIVERSAL.
(Madrid, Historia 16). Vol 14. DE LA TORRE, R; GIL PECHARROMÁN, J; SÁNCHEZ
JIMÉNEZ, J; ARÓSTEGUI, J; VIÑAS, A, MARTÍNEZ CARRERAS, J.U. Pág 102.
[23] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 156.
[24] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 139.
[25] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 166.
[26] SIGLO
XX HISTORIA UNIVERSAL. Op. cit., pág 108.
[27] TUÑÓN
y otros. Op. cit., págs 174-75.
[28] SIGLO
XX HISTORIA UNIVERSAL. Op. cit., pág 110.
[29] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 179.
[30] SIGLO
XX HISTORIA UNIVERSAL.Op. cit., pág 112.
[31] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 180-181.
[32] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 189-190.
[33] AZAÑA,
M. Op. cit., pag 40-41.
[34] JACKSON, G. Op. cit., pág 232-33.
[35] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 128.
[36] TUÑÓN
y otros. Op. cit., Pág 139-40.
[37] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 165.
[38] AZAÑA,
M. Op. cit., pág 44.
[39] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 129.
[40] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 130.
[41] AZAÑA,
M. Op. cit., pág 19. Prólogo de Gabriel Jackson. La República Española y la
Guerra Civil, Barcelona, CRÍTICA, 1999.
[42] TUÑÓN
y otros. Op. cit., pág 193.
Bibliografía
AZAÑA, M. Causas
de la guerra de España. Barcelona 1986.
GARCÍA NIETO, Mª Carmen. Guerra civil española, 1936-39. Temas clave, vol 98, Barcelona
1985.
HISTORIA DE ESPAÑA (Madrid, Historia 16). Vol
12 escrito por TUÑÓN DE LARA y Angel Viñas.
JACKSON, G. La república española y la guerra civil (1931-1939). Barcelona,
1976.
SIGLO XX DE HISTORIA UNIVERSAL (Madrid,
Historia 16) vol 14, escrito por Rosario de la Torre, Julio Gil Pecharromán,
José Sánchez Jiménez, Julio Aróstegui, Angel Viñas, y José Urbano Martínez
Carreras.
TUÑÓN DE LARA, ARÓSTEGUI, VIÑAS, CARDONA Y
BRICALL. La guerra civil española 50 años
después. Barcelona 1985.
VILAR, P.
La guerra civil española. Barcelona, 1988.
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FOTOS Y CARTELES
“Cuando
pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros
hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo
abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: estamos aquí porque la causa de
España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podéis
iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de
la solidaridad y universalidad de la democracia. No os olvidaremos, y cuando el
olivo de la paz eche de nuevo sus hojas, !volved!” (La Pasionaria en la
despedida a las Brigadas Internacionales. Barcelona noviembre 1938).
Brigadistas ingleses
Brigadistas alemanes
Negrín
Fotografía del actor Luis Escobar tomada en Albacete
que se encontró en el álbum personal del brigadista suizo Marcel Borloz.
Miembros
escoceses de las Brigadas Internacionales, durante la Guerra Civil Española,
1937
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