EL CAMINO DE SANTIAGO
En torno al siglo X las
diferencias entre la España cristiana y Al-Andalus no podían ser mayores. Los
pequeños reinos del Norte no se atrevían siquiera a soñar con una comparación
que no resultara odiosa: en Córdoba estaba instalada la capital de un califato
que aparecía ante el resto del mundo musulmán como una de sus regiones más
brillantes. Los intercambios comerciales en todo el Mediterráneo habían
extendido la fama de los hispano-musulmanes propagando la certeza de que el
extremo occidental del Islam se encontraba definitivamente consolidado. Sólo
algunos hostigamientos fronterizos revelaban la presencia de un enemigo que, de
momento, no representaba una amenaza digna de tener en cuenta.
Pero algo empezaba a perfilarse justo donde menos se
podía esperar. La noticia del descubrimiento de la tumba de Santiago se
extendió rápidamente por las tierras del Cantábrico, traspasando los Pirineos y
dando pie a la convicción de que era necesario aventurarse hasta la lejana
Galicia para consolidar sus territorios y asegurar el paso hacia Compostela.
Todo el Occidente se hizo responsable del culto a los restos del Apóstol,
viendo la necesidad imperiosa de mantener a raya a los demasiados cercanos
infieles. A partir de entonces el avance hacia el sur de la Península era ya un
hecho que, aunque todavía iba a requerir algunos cientos d años, empezaba a
verse claro en el horizonte.
La peregrinación supuso, además, la llegada de un nuevo
ambiente cultural, importantísimo a la hora de consolidar la fascinante
personalidad de los reinos cristianos. El arte románico, la lírica provenzal,
las leyendas que narraban las gloriosas gestas de unos guerreros míticos, las
músicas que se mezclaban a los acentos de las lenguas romances y, en general,
todos los rasgos que acabarían completando el perfil de la Edad Media Cristiana
tomaron cuerpo en el Camino de Santiago. Con el paso del tiempo, la decadencia
de la cultura medieval arrastraría consigo la costumbre de las peregrinaciones,
que inicia su declive en los momentos en que el Renacimiento inicia su
arrogante condena de la sociedad precedente. El Camino, la progresiva conquista
de la Península y el auge de la civilización cristiana medieval son fenómenos
inseparables en los que, en ocasiones, resulta difícil delimitar el terreno de
las causas y los efectos.
Del
Descubrimiento de la tumba de Santiago
Santiago, el hijo de
Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista, pescador del lago Tiberiades, se
había convertido en el siglo XI, por obra y gracia de la imaginación popular,
en un caballero “matamoros”, para derivar, algunos años más tarde, en un
modesto peregrino cubierto con sombrero de ala ancha y munido de bordón y
calabaza. Al Apóstol, según las narraciones de los primeros años de la
cristiandad, se le había adjudicado la lejana tierra hispana para su
evangelización. Después de un fracaso que se traduciría en un cortísimo número
de discípulos, volvió a Jerusalén, donde sufrió martirio a manos de Herodes,
quien, además, prohibió enterrar su cuerpo decapitado. Durante la noche, sin
embargo un grupo de cristianos recogieron sus restos y los llevaron hasta la orilla
del mar, donde encontraron un barco sin tripulación, pero dispuesto a navegar.
Allí depositaron, en un sepulcro de mármol, el cuerpo del Apóstol, que fue
conducido por un ángel a través del mar hasta el lejano reino de los astures.
Según la versión más difundida, el sarcófago remontó el curso del río Ulloa,
deteniéndose junto a Iria Flavia, la capital de la Galicia romana, precisamente
en un lugar ocupado por un antiguo compostum
–cementerio- que, con el tiempo, acabaría convirtiéndose en Compostela.
El cuerpo del Apóstol permaneció ignorado en aquel lejano
rincón de la cristiandad hasta que, en los primeros años del siglo IX, una luz
sobrenatural indicó a un piadoso eremita la situación del enterramiento. Así,
el paraje que había ocupado un cementerio de la época romana pasa a ser
conocido en los escritos medievales como Campus Stellae, es decir, Campo de
la Estrella, que a partir de entonces va a ser el significado de Compostela.
Según la leyenda medieval
europea, Santiago se apareció a Carlomagno hacia el año 800 y le instó a seguir
la Vía Láctea para llegar al sitio donde se encontraba enterrado. En ese
lugar, designado Campus Stellae (Compostela), se fundaría la ciudad
de Santiago en el s. IX. La leyenda quedó consolidada al ser recogida en el Códice
Calixtino del s. XII que se conserva en la catedral compostelana.
La arqueología ha
demostrado la existencia real de las tumbas romanas; la aparición de la
estrella que, como en el caso de los Reyes Magos, indicó un enclave escogido
sólo ha quedado registrada en las bienintencionadas crónicas; pero en cualquier
caso, las dos interpretaciones no se excluyen mutuamente.
Pero las leyendas no terminan con el descubrimiento de la
tumba de Santiago. Desde que el obispo Teodomiro dio por bueno el hallazgo del
solitario monje edificando un templo sobre el sepulcro, los prodigios, los
milagros y las apariciones se multiplicaron, dando lugar a una extensísima
colección de historias destinadas a dar valor a los guerreros que combatían
contra los avances de Al-Andalus, y también a levantar los ánimos de los
peregrinos, que muy pronto empezaron a trazar con su lenta marcha el Camino de Santiago.
Iglesia de Santiago. La Coruña
Esta puerta es abocinada, formada
por tres arquivoltas apuntadas sostenidas columnas acodilladas de fustes lisos
situadas encima de un alto basamento.
Iglesia de San Martiño, Noia.
Portada exterior, Apóstoles en las jambas de la puerta.
El Códice Calixtino
Posiblemente,
con el apoyo de la Orden de Cluny, un clérigo francés llamado Aimerico Picaud,
compuso en la primera mitad del siglo XII cinco volúmenes que reunían todas las
historias referidas al Apóstol, además de una buena cantidad de indicaciones
prácticas para los peregrinos. El Liber Sacti Jacobi (conservado en la
Catedral compostelana) pasó a la historia como Códice Calixtino por haber
aparecido envuelto en una mentira: según su autor, el Papa Calixto II habría
enviado los escritos al patriarca de Jerusalén y al arzobispo de Santiago para
su revisión. Reforzando la idea de que el libro había sido redactado por
mandato divino, el propio Calixto advierte a ambos que, tras haber escapado
indemne a durísimas pruebas, recibió el visto bueno mediante una aparición.
Pero la orden sobrenatural, se extendía también a la necesidad de denunciar
“los crímenes de los malos hospederos del Camino de mi Apóstol”, por lo que,
tras narrar detalladamente la vida y los hechos del Santo, el autor describe
las rutas que, atravesando Francia, convergían en la Catedral de Santiago. Esta
“Guía del Peregrino”, incluida en el Códice, es, por supuesto, una ayuda muy
valiosa para los viajeros actuales, no sólo a la hora de localizar el
itinerario exacto del Camino, sino para intentar reconstruir la contradictoria
atmósfera del aquel larguísimo viaje en pos de las reliquias.
De
orígenes inciertos, este manuscrito compuesto por algo más de doscientos
pergaminos y dividido en cinco libros y dos anexos, fue copiado en
varias ocasiones, siendo una de estas transcripciones la custodiada en la
capital compostelana.
El
primer pergamino es el más extenso y recoge una serie de textos
litúrgicos específicamente creados para ser interpretados en la propia
Catedral.
A
este le siguen el conocido como Libro de los Milagros, donde se
narran los veintidós milagros realizados por el Apóstol antes de beatificarse.
La
tercera parte ilustra la labor de evangelización de Santiago y sus
discípulos, así como su posterior muerte y traslado de sus restos, tras ser
martirizado, al conocido como Campus Stellae, en la actual Iria Flavia.
A
este le sigue la conocida como Crónica de Turpín,
donde a lo largo de veintiséis capítulos se recogen distintas gestas de
personajes como Carlomagno o el rey moro Aigolando. En él se relatan sucesos
tan relevantes como la batalla de Roncesvalles o la aparición del Apóstol al
conquistador Carlomagno, infundiéndole fuerza y valor ante la incursión
musulmana.
Por
último, pero no por ello menos importante, se encuentra la famosa Guía
de los Peregrinos. Aquí se enumeran una serie de consejos a futuros
peregrinos, tales como lugares en donde pernoctar, donde comer y por supuesto,
precauciones a tener en consideración durante el Camino.
Además,
anexa a esta parte se encuentra la auténtica joya de todo el conjunto: el
corpus polifónico. Se trata de la primera muestra escrita de este tipo
de polifonía, representándose las notas musicales sobre un tetragrama y
utilizando notación diastemática o por intervalos.
En
el resto del Códex también encontraremos música, sobre todo en el
libro primero, pero siendo esta de carácter monódico.
Las Peregrinaciones
Albergue
de peregrinos. Cofradía de la Santísima Trinidad de Arre.
Desde
luego, el itinerario señalado por la guía no era el único que seguían los
peregrinos. Prácticamente todas las vías de comunicación existentes en el
momento sirvieron para acceder al lugar santo de Compostela, aunque si es
preciso advertir que son las rutas señaladas en el Códice las que gozaron de
más popularidad y las que acogieron a un número mayor de peregrinos. Sin ser en
absoluto los únicos, los francos constituían un buen porcentaje entre los
fieles que acudían a Compostela, y fue el llamado camino francés –el que unía los Pirineos con Galicia- el que se
erigió finalmente en el Camino de Santiago por antonomasia.
El hallazgo de la tumba de un
Apóstol era motivo más que suficiente para promover largas y penosas
peregrinaciones recompensadas con indulgencias y con el propio aprendizaje que
entrañaba el camino. Sin embargo, intervinieron factores ajenos al
descubrimiento en el hecho de que en poco tiempo el Finisterre gallego se
convirtiera en una de las capitales dl mundo cristiano. Las peregrinaciones, un
rito de santificación común a otras religiones, habían alcanzado ya en los
siglos II y III un auge bastante notable en Belén y Jerusalén. Cuando
Constantino el Grande mandó edificar, en el año 326, la iglesia del santo
Sepulcro, y se descubre, casi al mismo tiempo, la Vera Cruz, puede decirse que
el cristianismo había incorporado plenamente la tradición de los viajes
purificadores a sus costumbres.
El flujo de visitantes en los Santos Lugares se mantuvo con altibajos,
alcanzando su máximo esplendor en el milenario de la Pasión, el año 1033, ya
que la conversión de Hungría abría una vía terrestre mucho menos azarosa que la
navegación por el Mediterráneo, siempre amenazada por el Islam y los piratas.
Pero en 1078 los turcos se adueñan del Santo Sepulcro y cortan repentinamente
el tráfico de peregrinos. En adelante serán los cruzados los únicos que pretendan
entrar, por la fuerza, en Jerusalén.
El nacimiento del Románico
Muralla romana, Puerta de
Santiago, Lugo
Siresa, Iglesia de San Pedro.
Siglo IX, como parte d un monasterio visigótico a los pies de una antigua calzada
romana.
Además de ser el agente
de una nueva prosperidad, totalmente desconocida en la España cristiana, el
Camino se reveló como un vehículo cultural de primer orden al poner las bases
para el nacimiento de un arte puesto directamente al servicio de la
peregrinación.
De la mano de la
Orden de Cluny llegó el nuevo arte del mundo cristiano –el románico-, que supondría con relativa facilidad el sustrato de
arte autóctono, bien representado por el foco asturiano y por la cultura
mozárabe. Los antiguos hábitos estéticos serían rápidamente sustituidos por los
programas que traían consigo los artistas llegados por el Camino con el encargo
de ir perfilando el tipo de iglesia más adecuado para la peregrinación. En
nuestro país el arte románico fue tomando cuerpo tan íntimamente ligado al
fenómeno del Camino de Santiago, que resulta imposible ignorar a uno cuando se
contempla al otro. Entre la Catedral de Jaca y la de Santiago se extiende una
buena parte del repertorio hispano.
Catedral de Santiago de Compostela
Entre la Catedral de
Jaca y la de Santiago se extiende una buena parte del repertorio hispano. El
otro foco importante –el catalán- tiene, de hecho, una personalidad propia a
pesar de pertenecer al mismo tronco artístico.
Quizá lo más representativo es precisamente el tipo de
iglesia de peregrinación –magníficamente plasmado en la Catedral compostelana-,
caracterizado por sus grandes dimensiones y por su disposición orientada a
permitir el movimiento de grandes masas de fieles en el interior del templo.
Las naves se prolongan y se multiplican también en anchura, los brazos del
crucero alcanzan dimensiones muy considerables, y la cabecera se desarrolla con
un pasillo semicircular que da paso a las capillas situadas en disposición
radial con respecto al presbiterio. En cuanto a la altura, se corresponde con
la magnitud del espacio abarcado por el edificio. Sobre las naves laterales
discurre una segunda planta que proporcionaba una excelente tribuna cuando en
las naves ya no quedaba lugar para acoger a los peregrinos. El coro, situado en
torno al presbiterio, permitía a los canónigos concentrarse en el ritual aun
cuando todo el templo rebosara de fieles, no siempre respetuosos con las buenas
maneras y el silencio exigido en las ceremonias.
Pero no es posible definir el arte románico resumiéndolo
en sus aspectos más funcionales. El carácter simbólico impregnaba todos los
elementos de una iglesia, convirtiéndola en una traducción inmediata de las
historias edificantes y las escenas bíblicas que interesaban en cada momento
traer a la memoria del peregrino. Los artistas medievales recurrieron a todas
las fuentes conocidas para dar forma a los programas impuestos por el
constructor, desde los modelos que proporcionaba el arte clásico hasta los más rudimentarios
del arte bárbaro procedente de las culturas germánicas y celtas, pasando por
las sugerentes metáforas aparecidas en el Corán y por las exóticas influencias
orientales traídas por los cruzados y los musulmanes españoles, de manera que
rastrear el origen de cada capitel o de cada portada puede obligar al estudioso
a abarcar todas las civilizaciones del mundo conocido en aquella época.
Los
Peregrinos
Pero no todos los que
emprendían el viaje lo hacían llevados por impulsos tan elevados. Con cierta
frecuencia, la peregrinación era una pena impuesta por algún crimen cometido o
incluso una manera de ganar dinero, ya que hubo casos en que el reo prefería
enviar a Compostela a una pobre con gastos pagados y con el compromiso de
dedicar a la salvación de su cliente una parte de la penitencia. El hecho de
injuriar a un enemigo calificándole de “aborto, bastardo, brujo, ladrón,
asesino e incendiario” podía merecer la expiación del Camino.
Para alcanzar la categoría de peregrino santiaguista no
hacía falta nada. En un principio, lo que más adelante se convertiría en el
uniforme, perfectamente tipificado a fuerza de aparecer en todas la
representaciones, no era más que al hábito normal en cualquier viajero. Un
ropón corto para que no entorpeciera la marcha, una capa y un sombrero capaz de
repeler tanto el calor como la lluvia constituían sólo la forma más razonable
de afrontar el largo viaje. El bordón era sencillamente el bastón en el que
apoyarse en los tramos difíciles y proporcionaba una eficaz defensa contra los
lobos y los maleantes. La esportilla o zurrón, preferentemente de piel de
ciervo, era ya una exigencia del hábito de peregrino, puesto que en ningún caso
debía ir cerrado en demostración de buena fe. Y, por último, la concha de
vieira ponía ya la nota inequívoca en el uniforme que había de franquear el
paso en las hospederías. La calabaza, por su parte, era una ligera cantimplora
generalmente sujeta al bordón o a la cintura del peregrino.
A lo largo del
trayecto, en las principales ciudades y en los puertos más escarpados fueron
apareciendo las instituciones hospitalarias fundadas por reyes y órdenes
religiosas, y también por particulares que dejaban en su testamento alguna
manda para socorrer a los santiaguistas. Sin embargo, a veces era preciso
recurrir a las posadas, ya que, en general, el flujo de peregrinos se
concentraba en algunas épocas del año y las hospederías se saturaban. Viajar en
solitario era francamente peligroso, y lo más habitual era emprender l camino
en compañía de un grupo capaz de intimidar a los bandoleros que, apostados en
las cunetas, exigían un peaje a todo el que se aventurase por su territorio.
El
encuentro con Santiago
Poco antes de alcanzar
la meta, a la vista de Compostela, los peregrinos solían sumergirse en un río
para dejar atrás todas las impurezas y los sinsabores del camino. A su llegada,
debían velar toda la noche en la Catedral, entonando cánticos que acompañaban
con instrumentos de todo tipo. Cítaras, liras, tímpanos, trompetas, violas,
ruedas británicas y galaicas y salterios aparecen citados en un texto medieval
que advierte también que “no hay lenguas ni dialectos cuyas voces no resuenen
allí”. Al amanecer, antes de la primera misa del día, se hacían las ofrendas
bajo las instrucciones de un clérigo políglota que repetía en varias lenguas el
ritual, estableciendo rigurosas distinciones entre las destinadas al santo y
las que debían engrosar el arca del templo.
Cuando el viaje ha llegado a su fin, la absolución es ya
un hecho. En circunstancias normales, la tercera parte de los pecados cometidos
quedan automáticamente perdonados. Si el peregrino acude a Compostela en un año
cuya festividad de Santiago coincida con un domingo, la indulgencia es plenaria
siempre que exista la debida contrición. Además de esta circunstancia había
otras ocasiones en que era posible redimir la pena equivalente a cuarenta o a
doscientos días de purgatorio. En definitiva, se trataba de una compleja
casuística relacionada con el rito d la purificación en que culminaba el
interminable viaje.
Las
Ciudades del Camino
Sin embargo no todos
los peregrinos completaban el itinerario de ida y vuelta. La necesidad de
consolidar los territorios conquistados a los musulmanes llevó a los reyes
cristianos a conceder franquicias y privilegios a todos los extranjeros que
quisieran establecerse en las ciudades del Camino. Las antiguas villas
habitadas por agricultores y pastores empezaban a convertirse en auténticas
ciudades en las que circulaba la moneda y se intercambiaban mercancías
manufacturadas. En el siglo XIII, Burgos era una de las principales potencias
comerciales de la Península, con el control de los puertos del Cantábrico, y,
en general, las ferias y mercados instaurados en el siglo anterior continuaron
su marcha ascendente aprovechando el flujo de visitantes que proporcionaba el
Camino de Santiago.
Los conflictos acompañaron desde el primer momento al
asentamiento de los colonos. Lo normal –sobre todo en Navarra y Aragón- era que
los nuevos habitantes se instalaran agrupados en barrios, a veces tajantemente
separados de sus vecinos por tapias y cercas. Hispanos, francos, judíos,
mozárabes y también mudéjares formaban asentamiento cuya complejidad podía ser
a veces fuente de rivalidades, pero también causa de una interesante variedad
cultural. A esta última hay que añadir las visitas constantes de juglares y
teatros ambulantes que se encargaban de difundir la lengua y la lírica de
Provenza y la competencia que pronto empezaron a hacerles los “juglares a lo
divino” del Mester de Clerecía,
dedicados a cantar las alabanzas de Dios y los santos en lengua romance.
Aquellas ciudades, nacidas directamente del camino,
empezaron por ser una simple sucesión de edificios a ambos lados de la ruta de
los peregrinos. A los hospitales y los templos les sucedieron las posadas, las
tiendas, las herrerías y los talleres que atendían a sus necesidades
configurando muy pronto una “calle mayor” en torno a la cual se iría generando
el tejido urbano. Villas como Santo Domingo de la Calzada o Puente la Reina
serían los ejemplos más claros de este tipo de asentamientos, a veces herederos
de un campamento romano y a veces surgidos, prácticamente de la nada.
Las
etapas del Camino
La Guía del Peregrino contenida en el
Códice Calixtino, indica, con toda exactitud, las cuatro vías principales que
atravesaban Francia de parte a parte y la que cruzaba el norte de España desde
los Pirineos a Galicia. Existían dos puntos de partida para el trayecto español
que convergían cerca de Pamplona. A partir de ahí, el camino continuaba
unificado, aunque sufrió, con el paso del tiempo, algunas modificaciones.
También contó con ramales procedentes de una vía costera que gozó de bastante
popularidad en algunas épocas. A continuación, proponemos al viajero el
trayecto que se refería a los tiempos en que la peregrinación avanzaba a pie o
a lomos de caballería.
Desgraciadamente, no hay espacio y
sería muy largo de describir las otras rutas de Santiago. La más antigua,
procedente también de Francia, atravesaba el País Vasco, Cantabria y Asturias,
entrando en Galicia por Lugo. Los peregrinos procedentes de otros países del
Mediterráneo iniciaban el recorrido visitando, en Cataluña, Monserrat, Santes
Creus y Poblet y continuaban por Los Monegros hasta Zaragoza. Desde allí
acudían a Logroño, en donde se incorporaban al “camino francés”. Por su parte,
los peregrinos que vivían en territorio islámico solían utilizar la Vía de la
Plata, una calzada romana que volvió a manos cristianas a mediados del siglo
XIII, con la toma de Sevilla, Córdoba y Jaén.
Camino de Santiago: Mapa de todas
las Rutas
El
itinerario atravesaba en este caso Extremadura, Salamanca –en donde se unían
los procedentes de Portugal- y Zamora. A partir de aquí continuaban por Verín y
Orense, y otros se unían al Camino en Astorga. En cuanto a los santiaguistas
llegados por mar desde las islas británicas y los países escandinavos,
desembarcaban, si no se lo impedían los piratas, en los puertos de Padrón, Noya
y La Coruña.
De Somport a Puente la Reina
Entre
el Somport y la ciudad de Jaca seguía un trayecto semejante al trazado actual
de la carretera N-330. A un kilómetro aproximadamente, del puesto fronterizo
estuvo enclavado el Hospital de Santa Cristina (1)
1)Antiguo centro medieval de peregrinos en el puerto de Somport (1.635
m), en la ruta aragonesa del Camino Francés. A 850 km de Santiago. Famoso por ser destacado en el Codex Calixtinus (s. XII). Se conservan vestigios de sus
ruinas al inicio de la bajada del puerto, en la vertiente española, donde
estuvo situado.
El casi legendario hospital de Santa Cristina prestó una ayuda fundamental durante la
Edad Media a los peregrinos que, camino de Compostela, acababan de culminar la dificilísima subida
a la cordillera de los Pirineos por el puerto de Somport. La Guía
del peregrino (libro V) del Calixtinus lo
destaca entre los que considera los tres grandes hospitales del mundo, junto
con el de Jerusalén, que atendía a los caminantes a Tierra
Santa, y el Mont-Joux, en la cordillera de los Alpes, fundado por San Bernardo y destinado a quienes se dirigían a
Roma. “Estos tres hospitales están colocados en sitios necesarios; son lugares
santos, casas de Dios, reparación de santos peregrinos, descanso de los
necesitados, consuelo de los enfermos, salvación de los muertos, auxilio de los
vivos”, resalta retóricamente, pero sin duda con un gran fondo de verdad, Aymeric Picaud,
previsible autor de esta guía. Como se observa, los centros citados están
vinculados con cada una de las tres grandes peregrinaciones históricas
cristianas.
La construcción del hospital de Santa Cristina en la vertiente española del Summo
Portu, como lo llama expresivamente el Calixtinus, se llevó a
cabo poco después del año 1000. Una leyenda oral atribuye su fundación a los
peregrinos francos Sineval y Arnobio, que, acosados una noche en este lugar por
la nieve y los lobos, prometen crear en él un refugio si salen con vida. Tras
quedarse dormidos, rendidos finalmente por el cansancio, despertaron debido al
vuelo de una paloma en un hermoso día. Cumplieron su promesa, concluye la leyenda.
Muy bien dotado. La realidad dice que este hospital lo impulsaron como priorato los reyes
aragoneses desde tiempos de Pedro I y, por el lado francés, los vizcondes
de Bearn, especialmente Gastón IV el Cruzado, que se cita como su
fundador. En sus tiempos, a finales del siglo XI y primera mitad del XII,
periodo en el que es citado en el Calixtintus, contó con recursos
muy considerables. De él llegaron a depender unas cuarenta iglesias en Francia y Aragón. Estaba administrado por canónigos regulares.
Santa Cristina entró en decadencia en el siglo XIII y
acabó desapareciendo a principios del XVII a causa del auge del paso de
peregrinos por Roncesvalles -ya desde el siglo XII-, las disputas
político-religiosas entre hugonotes y católicos y la decadencia de la peregrinación desde el XVI. Sus piedras, como las del
vecino castillo de Candanchú, también ocupado por momentos en la protección de
los peregrinos, fueron utilizadas para obras como la línea de ferrocarril, por
lo que apenas se conservan vestigios. Ha habido algunos intentos de rescatar su
memoria.
Ruinas del Hospital de Santa
Cristina de Somport.
Precisamente en
este punto confluyen el camino y la carretera, prosiguiendo, a través de
Candanchú y Canfranc, hasta el Castiello de Jaca, en donde el primero ascendía
hasta el centro urbano. Muy pronto, cruzando el puente de Torrijos y dejando a
su derecha la ermita de San Cristóbal, entraba en Jaca, una de las principales
etapas del Camino.
Lo primero que aparece ante el viajero es la
magnífica fortaleza de Jaca construida en el siglo XVI por encargo de Felipe II.
Fortaleza de Jaca en forma de
Pentágono, siglo XVI.
A la izquierda,
dentro ya del tejido urbano medieval –conviene entrar por la Calle Mayor-, se
alza la Catedral, una pieza clave de nuestro románico, ya que en ella quedaría
plasmada una buena parte de los elementos del arte del Camino de Santiago. Fue
concebida en el siglo XI como la obra más ambiciosa de su época y con un
evidente respeto hacia los modelos de la arquitectura romana. La portada principal, al fondo de un
espacioso atrio, presenta un magnífico crismón (el monograma de Cristo)
flanqueado por dos leones y rodeado de inscripciones que explican al peregrino
el significado de aquellas imágenes. La entrada, situada en la fachada
meridional, reúne una magnífica colección d capiteles tallados con una
delicadeza totalmente nueva en el arte medieval.
Antes de abandonar la catedral
conviene que el viajero retenga en su memoria un motivo decorativo geométrico
–el ajedrezado- que será constante en todo el Camino. El Museo Diocesano de
Arte Sacro merece una visita detallada.
Significado del crismón:
"En esta escultura lector
encontrarás la solución"
"P Padre, A Engendrado, Doble es
el Espíritu Santo"
"Realmente los Tres son el Señor
Son Uno e Iguales"
|
Catedral de San Pedro, Jaca,
siglo XI
A nueve
kilómetros de Jaca, en dirección a Pamplona –C-134-, encontrará el viajero la
desviación que conduce a Santa Cruz de la Serós y al monasterio de San Juan d
la Peña. Al llegar a Santa Cruz de la Serós aparece, a la izquierda, la pequeña
iglesia de San Caprasio, un desnudo y hermético edificio del románico más
primitivo. Poco más adelante se alza la iglesia de Santa María, una muestra del
mismo arte.
Santa Cruz de la Serós (Huesca).
Iglesia de san Caprasio, siglo IX.
Entre los dos templos
arranca la carretera que asciende hasta San
Juan de la Peña, remontando un valle formado, en parte, por imponentes
paredes de piedra. El monasterio,
literalmente incrustado en una enorme roca, es una de las visitas obligadas del
camino aragonés.
Aunque su
construcción abarca desde el arte visigodo hasta el renacentista, la iglesia y
el claustro son dos magníficos exponentes de la arquitectura medieval
totalmente irrepetibles por estar parcialmente excavado el templo y totalmente
cubierto por la roca el claustro. Los capiteles de este último narran la vida
de Jesús y algunas escenas del Génesis. De vuelta a la carretera de Pamplona,
el camino proseguía por el curso del río Aragón hasta el embalse de Yesa. A la
derecha queda Berdún, el último pueblo aragonés, elevado sobre un montículo y
buena representación del arte medieval. Inmediatamente, el paisaje se hace más
abrupto, presidio por las ladras erosionadas que rodean el embalse. Junto a la
orilla se conserva el pueblo abandonado de Tiermas, mencionado en la “Guía del
Peregrino” con una referencia a los baños termales de la época romana todavía
en uso cuando el clérigo Picaud realizó la peregrinación.
La siguiente etapa del camino viene
señalada en el Monasterio de Leyre,
al que se accede por una desviación de cuatro kilómetros. El enorme conjunto
–con una hospedería regentada por los frailes- conserva en la cripta una de las
muestras más antiguas del románico. Fue en sus primeros tiempos un solitario
cenobio benedictino que llegaría a albergar a la corte navarra.
Además de la cripta –fechada en el
siglo X- y del templo construido sobre ella, en Leyre, conviene detenerse ante
la portada occidental, también presidida por un crismón y dotada de excelentes
relieves escultóricos, algunos d los cuales representan, animales quiméricos, y
extrañas personas con orejas de conejo o cuernos. Antes de abandonar el
monasterio, recordamos al viajero que fue en estos parajes donde ocurrió la
bonita historia de San Virila, un
monje que permaneció embelesado escuchando el canto de un ruiseñor, perdiendo
la noción del tiempo. Cuando volvió en sí y retornó al monasterio, se comprobó
que habían transcurrido trescientos años.
Consagrado en 1057. En el
siglo XIX vivió en el olvido hasta que los monjes benedictinos de Santo Domingo
de Silos restauraron la vida monástica entre sus muros, en 1954. En 1979 se
convirtió en una abadía autónoma.
Cruzando el cauce del Aragón se
llega muy pronto hasta Sangüesa, dejando a la izquierda el castillo de Javier.
Sangüesa a unos ocho kilómetros de la carretera nacional, presenta al viajero
una de las mejores portadas románicas del Camino. La fachada sur de Santa María
la Real reúne, en una abigarrada composición, una magnífica serie de imágenes
cargada de contenido simbólico.
Llamamos la
atención sobre las estatuas-columna que flanquean la entrada, entre las que
figura un excepcional Judas ahorcado (el primero por la derecha). La iglesia de
Santiago, de los siglos XII y XIII está presidida por una imagen gótica del
Apóstol y dos peregrinos arrodillados. Antes de abandonar Sangüesa conviene
visitar también las iglesias de San Salvador y San Francisco siglo XIII, el
Palacio Real y el del Duque de Granada, un buen ejemplo del gótico civil.
Una carretera comarcal de cinco
kilómetros une Sangüesa con la N-240. Una vez aquí, el Camino cruzaba el río
Irati y se adelantaba en la Foz de Lumbier, salvada del que un puente hoy sólo
quedan los arranques. La carretera prosigue hacia Pamplona, aunque conviene
detenerse en Monreal, en donde culmina la segunda etapa del Camino de Jaca.
Desde aquí hasta Puente la Reina el viajero tiene todavía una interesante
visita en la iglesia de Eunate. Para llegar a ella es preciso tomar a la
izquierda la carretera local que conduce a Tiebas, y desde allí dirigirse hacia
Punta la Reina. Poco después de la Venta de Campanas, el Camino se desviaba a
la izquierda en busca de la solitaria iglesia. En la actualidad, una carretera
asfaltada conduce hasta Eunate, última visita antes de alcanzar Puente la
Reina.
Eunate es uno de los templos funerarios
que jalonaban el Camino de Santiago, y quizá por su carácter no se aventurado
emparentar su disposición general con la de la iglesia del santo Sepulcro de
Jerusalén, que se convertiría, a lo largo de la Edad Media, en el paradigma d
este tipo de edificios.
Iglesia de Santa
María de Eunate. Románico siglo XII
El
nombre de Eunate, en euskera significa "cien puertas" en alusión
directa a la arquería o claustro que rodea el perímetro de la iglesia. Ehun =
"cien"; Ate = "puerta".
Otra teoría sobre su nombre, indica que el nombre original de Eunate, sería Onate que en euskera querría decir "la buena puerta" (Ona Ate), en referencia a que la iglesia sería una puerta de acceso a unos niveles superiores de paz espiritual.
Otra teoría sobre su nombre, indica que el nombre original de Eunate, sería Onate que en euskera querría decir "la buena puerta" (Ona Ate), en referencia a que la iglesia sería una puerta de acceso a unos niveles superiores de paz espiritual.
De Roncesvalles a Puente la Reina
La otra primera
etapa del Camino de Santiago, más breve y probablemente más utilizada, coincide
aproximadamente con la carretera C-135, que une la frontera de Améguy con
Pamplona, y con la N-111, que prolonga el viaje hasta Puente la reina.
Su identidad se va forjando sobre todo en la Edad Media con la derrota
de Roldán (778) y el comienzo de
las peregrinaciones a
Santiago (s.IX).
La primera
visita es la que recorre el pueblo de Valcarlos,
escenario de las hermosas leyendas contenidas en la “Canción de Roldán” y cuyo
nombre evoca la presencia de Carlomagno. A unos veinte kilómetros, cruzando el
Puerto de Ibañeta –en donde un monje tañía las campanas para indicar el camino
a los peregrinos-, aparece ya la hospedería de Roscenvalles, cuya estampa actual debe mucho a la reconstrucciones
y ampliaciones de fines del siglo XVI, aunque su fundación se remonta al primer
tercio del siglo XII.
Casa de los Beneficiados y
Colegiata de Roncesvalles
La Colegiata, muy restaurada, fue
uno de los primeros ejemplos del arte gótico en España. En ella se conserva,
una imagen mariana de fines del siglo XIII, que, según, una leyenda piadosa,
apareció milagrosamente señalada por un ciervo que lucía una estrella en su
cornamenta.
Roncesvalles ha entrado en
la literatura épica europea con todos los honores a través de la Chanson de
Roland y en la épica europea religiosa como etapa importante en el medieval
Camino de Santiago: tras el paso por los inclementes Pirineos, los peregrinos
pueden descansar en una hospedería fundada en el siglo XII.
Todo el caserío de la villa
de Roncesvalles gira en torno de la Real Colegiata de Santa María, bellísimo
templo gótico construido en los primeros años del siglo XIII por arquitectos
del rey Sancho el Fuerte que siguieron el modelo del gótico rural francés e
introdujeron numerosas novedades arquitectónicas.
Read more: http://megaconstrucciones.net/?construccion=colegiata-roncesvalles#ixzz5lPRUVzOV
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De esta época se conserva la Capilla del Espíritu santo –también
conocida como el “Silo de Carlomagno”-, y del siglo XIII, la Capilla de
Santiago, ambas situadas a la salida, hacia el sur, del conjunto hospitalario.
Burguete, Espinal
y Viscarret ponían término a la primera etapa española del Camino d Santiago.
La siguiente se prolongaba hasta Pamplona acompañando el cauce del Arga y
atravesando pueblos como Zubiri, Larrasoaña, Zuriarin y Villava. Todos ellos
fueron el escenario de la peregrinación y cumplieron con el deber de la
hospitalidad. En Trinidad de Arre –junto a Villava- hubo un pequeño hospital
dependiente del d Roncesvalles.
Capilla del Espíritu Santo y
Santiago, también conocido como búnker de Carlomagno en Roncesvalles.
Pamplona requiere una visita
atenta. El viajero tiene ante sí una de aquellas ciudades formadas por la
adición de un núcleo de colonos francos a una antigua villa. La Navarrería y
los burgos de San Cemín y de San Nicolás siguen manteniendo hoy el trazado que
se fue tejiendo al hilo de las peregrinaciones y de las prebendas encaminadas a
facilitar la repoblación de Navarra. Contó con cuatro hospitales para
santiaguistas y, en general, puede decirse que toda la ciudad fue creciendo en
torno a las necesidades del Camino.
Catedral de Pamplona ubicada
sobre el promontorio del Casco Antiguo de Pamplona, en
idéntico lugar en que se asentó la Pompaelo romana,
se encuentra la Catedral
de Santa María, obra culminación del gótico de los siglos XIV y
XV. Este emblemático monumento es el que más reliquias histórico-artísticas
atesora de la ciudad. En ella se coronaron los reyes, se reunieron las Cortes y
durante tres siglos tuvo su sede la Diputación del Reino.
La sobriedad de su fachada
neoclásica, obra de Ventura Rodríguez, contrasta con la estética gótica del
interior del templo, cuya nave central, de 28 metros de altura, alberga el
bello sepulcro
de Carlos III de Navarra y su esposa Leonor de Castilla. Pero
la verdadera joya de esta Catedral es su claustro, considerado como uno de
los más exquisitos del gótico universal, y de obligada visita para cualquier
visitante.
Interior de la Catedral de Pamplona,
Navarra
Ya en el interior, la
planta de cruz latina cuenta con tres naves, capillas entre los contrafuertes y
cabecera con capillas que forman la girola. El grandioso y austero templo está
cubierto con bóvedas de crucería, ventanas de tracerías flamígeras y dos
rosetones.
En la nave central se encuentra
el Mausoleo a los Reyes de Navarra Carlos III el Noble y Leonor de
Trastámara, obra de soberbio valor artístico realizada en alabastro por
Johan Lome de Tournai. El conjunto escultórico se completa con 28 figuras
plorantes de nobles y alto clero que rodean a los reyes yacentes, sobre una
cripta que guarda restos de monarcas y príncipes enterrados.
Preside el templo la talla de madera
revestida en plata de Santa María la Real. Ante esta virgen románica del siglo
XII, la más antigua de las imágenes marianas conservadas en Navarra,
se coronaban, bautizaban y bendecían los reyes navarros.
El retablo de Caparroso (1507), el
lienzo de Fray Luis Ricci (1632), ambos en la girola, o el Santo Cristo
crucificado, obra maestra de Juan de Anchieta (siglo XVI), que
se encuentra nada más entrar a la izquierda, son las obras artísticas más
sobresalientes del recinto religioso.
Además de la Catedral, gótica –que
sustituye a una románica-, conviene visitar la iglesia de San Cemín, presidida
por una imagen de Santiago; la de Santo Domingo y la de San Nicolás. A partir
de aquí el Camino seguía una línea cercana a la N-111, que atravesaba Cizur
Menor, Zariquiegui que mantiene un tramo del camino empedrado en dirección al
Alto del Perdón y Muruzábal hasta alcanzar Obanos.
Encomienda sanjuanista de Cizur Menor a
5 km., de Pamplona
Puente
la Reina debe su nombre al puente edificado por
doña Mayor, en el siglo XI, para facilitar el paso de los peregrinos. La
iglesia de Santiago, con una hermosa talla del Apóstol con hábito de peregrino,
y la del Crucifijo y, en general, todo el casco urbano merecen una tranquila
visita. A la salida, el Puente de los Peregrinos constituye una de las mejores
piezas de la ingeniería medieval.
Fundada en el siglo
XII por Alfonso
I el Batallador, conserva de manera admirable su inicial trama
urbana. Su estructura urbanística es todo un ejemplo de “pueblo-calle”, una
villa construida en función de su calle principal y no alrededor de un castillo
protector.
De Puente la
Reina a Santo Domingo de la Calzada
Poco después de cruzar el río Arga, el
Camino se dirige hacia el centro de Cirauqui, transcurriendo muy cerca de la
actual carretera a Estella.
Crismón en la clave del arco interior. Es un
crismón circular trinitario de siete brazos Con aro marco, P con tilde de cruz
en el interior, Omega y Alfa invertidas, signo relacionado con aspectos
funerarios y S invertida .
Cirauqui conserva en la
iglesia de San Román bastantes recuerdos de la peregrinación. A unos 500 metros
del Camino cruzaba el río Salado precisamente en un lugar señalado por la “Guía
del Peregrino” como muy peligroso para las caballerías. Según Picaud, solía
haber algunos maleantes junto a la orilla animando a los peregrinos para que
abrevasen a sus mulas. Inmediatamente éstas enfermaban y morían, ya que al parecer,
estas aguas eran venenosas y los facinerosos se apresuraban a desollarlas para
aprovechar su piel.
En el Camino de Santiago, entre Puente la
Reina y Estella, se encuentra el pueblo de Cirauqui. El caserío, encerrado
entre murallas, se escalona en la colina coronada por la iglesia parroquial de
San Román. Esta villa perteneció al monasterio de San Millán de la Cogolla
en el s. XII. En el s. XIII era señorío de la familia Gil de Bidaurre. En 1320,
Felipe II el Largo, rey de Navarra y Francia, dio el patronato de San Román a
la iglesia Catedral de Pamplona.
En Lorca y Villatuerta se conservan
algunos restos de la peregrinación en las iglesias y el hospital de Lorca, y en
la ermita de San Miguel, en la segunda. En este lugar murió el 26 de noviembre
de 1150, el rey García IV de Pamplona.
Estella
San Pedro de la Rúa
A caballo de los siglos XI y XIII surgió el primer templo románico
de Estella: San Pedro de la Rúa. San Pedro de la Rúa surgió pues en el centro
del barrio de los francos sobre la plaza de San Martín. Desde 1256 tiene rango
de Iglesia Mayor de Estella y aquí juraron fueros y privilegios el Emperador
Carlos en 1523 y Felipe II en 1592.
Iglesia del santo Sepulcro
Iglesia Santa María Jus del Castillo, en la
antigua judería. Antigua Sinagoga. S. XII-XIII
Monasterio de Iranzu, en el muncipio de
Abárzuza (Navarra)
Palacio de los Reyes de Navarra
Aunque en el siglo XI ya existía una
pequeña población llamada Lizarra, pude decirse que la ciudad actual nace
directamente vinculada a la peregrinación, ya que fue el rey Sancho Ramírez
quien decidió que aquella villa debía convertirse en un próspero burgo
destinado a llamarse Estella, probablemente en honor de la estrella que había
señalado el sepulcro de Santiago. Además del palacio de los Reyes de Navarra
edificio románico-,,el viajero debe conocer las iglesias de San Pedro de
Lizarra, San Pedro de la Rúa, del Santo Sepulcro, de San Miguel, de Santa María
Jus del Castillo y de San Juan, así como la ermita del Rocamor y la de Puy,
ambas relacionadas con el culto jacobeo en Francia.
El itinerario prosigue por la N-111
en dirección a Logroño. El monasterio de Irache
y el ruinoso castillo de San Esteban, en Villamayor de Monjardín, son
también recuerdos de la mejor época de las peregrinaciones.
Monasterio de Irache.
A unos 20 km., de Estella se encuentra Los Arcos, una villa desarrollada a ambos lados del Camino. La ruta
de los peregrinos, en el casco urbano coincide con la calle de San Antón y deja
a sus paso las plazas del Pozo, de las Frutas, y de Santa María.
Torres del Río, a
siete km., es la siguiente parada. En esta villa se alza una interesante
iglesia funeraria de planta octogonal erigida por la Orden del Santo Sepulcro y
probablemente en relación con el modelo de Jerusalén. Una bóveda de tipo
califal hace suponer la intervención de mudéjares en la obra y, en todo caso,
subraya el aire oriental del conjunto.
Iglesia del santo Sepulcro, Torre del Rio.
Viana está ya muy
cerca y presenta también una disposición general dependiente del Camino que
atravesaba la villa de Este a Oeste entrando por la puerta de Estella. La
iglesia de Santa María con una magnífica portada renacentista, las ruinas de la
de San pedro, y las hermosas fachadas blasonadas merecen un paseo atento.
La Rioja está a
dos pasos. Al cabo de unos 10 km., el viajero encontrará el viejo puente de
piedra de origen jacobeo que da paso a Logroño,
una ciudad cuyo casco antiguo conserva su atmósfera de ambiente medieval.
Puente de piedra que da paso a Logroño
Albergue de la Parroquia de Santiago el Real,
Logroño
La
iglesia de Santiago el Real constituye una de las paradas de los peregrinos.
Fechado en el siglo XVI, es el templo más vinculado a la ciudad. En él se
reunía el concejo municipal y se guardaba el archivo. La fachada, concebida a
modo de arco del triunfo (siglo XVII), está decorada con dos esculturas del
santo, uno con hábitos de peregrino y un Santiago Matamoros.
La iglesia consta de una única nave en salón, sin columnas y de amplias dimensiones.
Retablo mayor del s. XVII, relicario del XVIII; también destacan su órgano, rejería e imagen de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Esperanza.
Junto a la iglesia encontramos la fuente de Santiago, también llamada «de los peregrinos», ya que aquí podían pararse a descansar y refrescarse.
La iglesia consta de una única nave en salón, sin columnas y de amplias dimensiones.
Retablo mayor del s. XVII, relicario del XVIII; también destacan su órgano, rejería e imagen de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Esperanza.
Junto a la iglesia encontramos la fuente de Santiago, también llamada «de los peregrinos», ya que aquí podían pararse a descansar y refrescarse.
Catedral de Logroño, Santa María la Redonda.
La Rúa
Vieja y la Calle Mayor fueron las que utilizaron los peregrinos para atravesar
esta villa, no sin antes detenerse ante la iglesia de Santiago el Real –con una
imagen del siglo XVII que representa la aparición del Apóstol en Clavijo-, la
de Santa María del palacio, la de San Bartolomé, del siglo XIII estas dos y la
Catedral de Santa María de la Redonda, un hermoso templo gótico coronado por
dos torres barrocas.
Aunque fuera del camino, conviene
recordar que Clavijo está sólo a 17
km. Aquí venció Ramiro I de Asturias al cordobés Abderramán II el 23 de mayo de
844 y, según la leyenda, la intervención milagrosa de Santiago “matamoros” fue
decisiva.
La N-120 continúa el itinerario
jacobeo, aunque sólo de una manera aproximada. Los peregrinos, al salir de
Logroño, tomaban la vía de Fuenmayor o bien se desviaban en dirección a
Entrena, es decir que llegaban a Navarrete
por dos caminos algo más largos que la actual carretera. Poco antes de entrar,
a la derecha, quedan las ruinas de un antiguo hospital del siglo XII. La Calle
Mayor, pasando junto a la iglesia de la Asunción, sigue el mismo trazado que
impuso la peregrinación. A la salida, el viajero encontrará la portada del
hospital que quedó atrás presidiendo el cementerio de Navarrete. Se trata de
una obra románica en la que aparece representada una leyenda del ciclo de
Roldán, quien por cierto, gozó en estas tierras de especial popularidad. Cerca
de aquí, en un lugar llamado el “Poyo de Roldán”, se dice que tenía su castillo
el gigante Ferragut, descendiente de Goliat, quien guardaba prisioneros a unos
caballeros cristianos. Roldán, desde un cerro vecino, lanzó una piedra de dos
arrobas a la frente del gigante mientras éste dormía a la puerta de su
fortaleza, liberando así a los guerreros.
“Poyo
de Roldán”
Nájera fue
una etapa del Camino a partir del año 1030 en que Sancho el Grande decide
desviar el itinerario de los peregrinos. Su hijo García IV mandó edificar el
monasterio de Santa María y un albergue, fijando ya su carácter de ciudad de
peregrinaciones.
Monasterio de Santa María, Nájera
El
Camino cruzaba el Najerilla y se desviaba a la izquierda para pasar frente a
Santa María la Real, un magnífico templo gótico edificado sobre otro anterior a
principios del siglo XV. El claustro y el sepulcro de Doña Blanca, el de Diego
López de Haro, el Panteón de los Reyes y el Coro son piezas maestras de su
época.
De
nuevo recordamos al viajero que se encuentra relativamente cerca de dos
santuarios San Millán de la Cogolla y
Valvanera, que, ajenos a la peregrinación, si tuvieron un enorme peso en la
España cristiana medieval. A la salida de Nájera, el Camino seguía en línea
recta hacia Azofra. En la
actualidad, lo más confortable es seguir la carretera tomando la desviación a
la izquierda que conduce hasta, un pueblo que contó con un hospital y una
iglesia –la de San Pedro- destinada a dar sepultura a los peregrinos.
Poco después de Azofra,
el Camino coincidía con el trazado de la carretera que conduce hasta Santo Domingo de la Calzada a 13
kilómetros, una de las etapas más importantes del Camino, que atravesaba la
villa de parte a parte, aunque la construcción de la Catedral y el Sepulcro del
Santo se alzarían justamente en medio de la vía interrumpiendo el paso de los
peregrinos.
trata de una de las catedrales con más
historia de todas de las que hay en España. La original románica, fue
construida en el año 1098. Es una iglesia muy popular debido a que se trata de
un punto clave de peregrinaje en el Camino de Santiago. La catedral contiene en
su interior los restos de Santo Domingo. Santo Domingo, no era de buena
familia, y ningún claustro lo quería en sus filas por no tener estudios ni
nombre que le avalase. Sin embargo, llegó a ser mano derecha del Obispo de
Ostia (quien le haría sacerdote) y acabó siendo uno de los referentes del
catolicismo. Fue un excelente ingeniero que dedicó su vida a realizar obras
para facilitar el paso de los peregrinos por estas tierras; tendió un puente
que salva el río Oja y la calzada que une su ciudad con Redecilla, levantó una
iglesia y un hospital (convertido hoy en parador de turismo)
La cripta fue realizada en 1938, y alberga el
sepulcro relicario del santo fundador. Unas escaleras proporcionan el acceso a
la cripta, una vez en ellas encontramos un gran arco que da paso al Sepulcro
relicario, flanqueando este arco encontramos las esculturas de San Pedro y San
Juan, son de la época tardo románica. Tras el sepulcro, otra escultura, en
donde se representa al santo fundador con un cautivo liberado a sus pies.
En un brazo del crucero, frente al
sepulcro del Santo, el gallo y la gallina ocupan un lugar preeminente en la
catedral; se trata del Sacro Gallinero, una peculiar obra del gótico del siglo
XV.
“Santo Domingo de la Calzada donde
cantó la gallina después de asada”
Una
de las leyendas más extendidas del Camino es precisamente la que se refiere a
un milagro obrado por el Santo unos trescientos años después de su muerte. Al
parecer, un muchacho que viajaba con sus padres hacia Compostela rechazó los
ofrecimientos de una de las criadas de la posada en que se alojó, la cual
escondió en su equipaje una copa de plata para vengarse, acusándole de robo. El
juez condenó al inocente a la horca, y sus padres marcharon a visitar la tumba
del Apóstol. A su vuelta se detuvieron ante el patíbulo, descubriendo que su
hijo se encontraba vivo y en buena salud. Fueron inmediatamente a avisar al
corregidor, al que encontraron dispuesto a sentarse a la mesa ante un gallo y
una gallina bien cocinados. Su incredulidad le hizo exclamar que, si el joven
estaba vivo, aquellas aves se podrían a cantar en su plato y, en efecto, “en
santo Domingo de la Calzada cantó la gallina después de asada”. Desde entonces
en la catedral sigue habiendo un gallo y una gallina de plumaje blanco en
memoria de aquel portento.
La Catedral es un magnífico edificio
iniciado a mediados del siglo XII y concluido ya en época gótica, que conserva,
entre otras valiosas obras de arte, el mausoleo del santo y un retablo mayor
que conviene observar con atención. La hospedería que fundara Santo Domingo fue
reconstruida en el siglo XIV y transformada recientemente en Parador de
Turismo.
De Santo Domingo de la Calzada a Sahagún
Esta
etapa, algo más larga que la anterior, transcurre en buena parte por la N-120.
Todavía en La Rioja, la calzada de
Santo Domingo atraviesa Grañón por la calle de Santiago y la Calle Mayor.
Inmediatamente, el itinerario entra en tierras de Burgos, por Redecilla del Camino que tuvo también
un hospital de peregrinos y conserva el trazado de la peregrinación en la Calle
Mayor, un eje en cuyo centro se alza la iglesia. A dos km., está Castildelgado, en donde se fundó en el
siglo XII un hospital y la iglesia de Nuestra Señora la Real del Campo.
Poco
más adelante a la izquierda, el viajero encontrará Viloria, cuna de Santo Domingo. La iglesia conserva la pila en la
que fue bautizado el Santo.
Belorado,
a ocho kilómetros fue también una villa formada por un núcleo castellano y otro
franco, y estuvo también dotada de hospital para peregrinos. Las iglesias de
Santa María y San Pedro conservan imágenes de Santiago representado como
caminante y guerrero.
Tosantos, Villambistía y Espinosa
del camino son también etapas de la ruta compostelana. A la salida de éste
último, a la derecha de la carretera, el conserva el ábside de San Felices,
procedente de un monasterio mozárabe fundado en el siglo IX.
Santa Maria de Belorado
Muy
cerca está ya Villafranca de Montes de
Oca, cuyo nombre evoca el origen franco de sus primeros pobladores. Fue muy
conocida en la Edad Media y aparece citada en algunas crónicas de la
peregrinación, principalmente por la existencia del Hospital de la Reina –o de
San Antonio Abad-. La iglesia de Santiago, conserva una pila de agua bendita
formada por la cocha más grande de las que se encuentran a lo largo del Camino.
A la salida de la población, junto a la ermita de la Virgen de Oca, encontrará
el viajero un manantial utilizado por los romeros medievales.
Ubicado en el antiguo
hospital de peregrinos, mandado construir en el siglo XIV (1377) por la Reina
de Castilla Doña Juana Manuel, esposa del Rey Enrique II, para el servicio de
los pobres y de las personas que pasaban por Villafranca Montes
de Oca.
Pila de agua
bendita, la concha de una vieira gigante, dicen que fue traída de Filipinas.
Ermita de la
Virgen de Oca.
A
12 km., se encuentra en monasterio de San
Juan de Ortega.
En el siglo XII San Juan de Ortega (Juan de
Quintanaortuño), discípulo de Santo Domingo de la Calzada, se consagró a
reparar la calzada de los peregrinos y fundó el Monasterio, que hoy lleva su
nombre, para acoger a los caminantes en los Montes de Oca. Para ello estableció
una comunidad de Canónigos Regulares, en el lugar donde más tarde sería
enterrado. Así lo demuestra un bello sepulcro románico, al que Isabel la
Católica añadió un mausoleo.
A partir de aquí, el Camino se
dirige a Burgos por varios
itinerarios, ninguno de los cuales coincide exactamente con el trazado de la
actual carretera. La entrada en la ciudad la efectuaban los peregrinos por la
calle de las Calzadas y proseguía por la de San Juan, la de los Avellanos y la
de Fernán González, hasta desembocar en la catedral, cuya construcción iniciada
en 1221, pudieron seguir los santiaguistas, que año tras año se detenían en
Burgos. Sin poder detallar todos los tesoros artísticos que guarda este
magnífico templo gótico, advertimos al viajero que encontrará algunos recuerdos
de la peregrinación con la Capilla de Santiago como su mayor exponente. Además
de la Catedral, el viajero tiene muchas visitas prácticamente obligadas en
Burgos. La iglesia de San Lesmes, contiene el sepulcro del santo titular, un
monje de origen francés que vivió dedicado a los deberes de la hospitalidad con
los peregrinos.
El Cimborrio.
Todos los burgaleses
conocen su leyenda, que afirma que en la Edad Media, un acaudalado comerciante
de origen burgalés, en uno de sus viajes por Alta Mar, encontró casualmente un
arcón en el que se encontraba la divina imagen del Crucificado. Recogiéndola de
las aguas, la llevó hasta su Burgos natal y allí la depositó en el convento de
los Agustinos, afirmándose que las campanas “doblaron por sí solas a la entrada
del Cristo en la Iglesia”. Desde entonces la fama milagrosa del Señor se
extendió y el pueblo burgalés lo incardinó en el centro de su devoción. Con la
exclaustración del convento agustino con las reformas de los gobiernos
liberales, el Cristo pasó a la Catedral de Burgos, en donde se conserva y se
venera hasta hoy.
El llamado SANTO CRISTO DE BURGOS es
una talla del siglo XIV y de autor anónimo que ha inspirado un elevado
número de réplicas y cuadros que se encuentran en varios países, hasta el punto
de que ha pasado de ser el Cristo de San Agustín a conocerse como el Cristo de Burgos.
El Santo
Cristo de Burgos pertenece al grupo
iconográfico constituido por los crucifijos articulados, cuya característica
principal es su capacidad para mover los brazos y piernas. La existencia de
estas imágenes se explica en relación con la liturgia medieval, concretamente
con las ceremonias que se celebraban el Viernes Santo.
Los análisis que se
realizaron hace unos años, permitieron determinar que el pelo y las uñas de la
escultura son naturales y, la leyenda dice que crecen constantemente. La
imagen, realizada en madera, como se ha dicho es articulada y cada una de las
articulaciones está cubierta de piel curtida de animal, igual que la herida del
costado, lo que contribuye a su originalidad. En sus pies, cinco huevos de
avestruz traídos a Burgos desde África por un comerciante local.
El Santísimo Cristo de Burgos.
Sin olvidar también el Alcázar, la iglesia de Santa Águeda o
la Casa del Cordón, no dudamos en aconsejar la visita a la cartuja de Miraflores
y al monasterio de las Huelgas Reales.
Santiago en la catedral de Burgos
Sepulcro en la Cartuja de Miraflores
El Retablo Mayor es una de las joyas
del arte europeo tardogótico. Fue a finales de diciembre de 1499, cuando Gil de
Siloe dejó definitivamente asentado esta majestuosa obra de la Cartuja de
Miraflores.
EL MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES fue fundado por los reyes don Alfonso y doña
Leonor bajo la advocación y dedicada a Santa María, en 1180, y tuvo como
finalidad la de servir de descanso o reposo (“huelga”) a los monarcas tanto en
vida como tras la muerte, ya que se hicieron depositar en sus naves los
sepulcros de ambos y de varios miembros de la familia regia, otra finalidad era
la que fuera lugar de retiro espiritual de las damas de la alta
sociedad y nobleza.
No obstante hay otra teoría que señala que el
edificio se alzó en una finca dedicada a la cría de animales no destinados al
consumo o a la caza, es decir, a animales “de huelga”, de
ahí el nombre del monasterio. Este conjunto, como en su fundación hace
700 años, está compuesto de iglesia, monasterio y dependencias de clausura
para monjas cistercienses.
Saliendo de Burgos en dirección a Madrid, y
desviándose bastante del Camino, el viajero encontrará el monasterio de Santo Domingo de Silos, cuyo claustro
es quizá una de las piezas más estudiadas de nuestra cultura románica por
resumir una larga serie de influencias exóticas y también por constituir uno de
los repertorios en que tomó cuerpo con innegable originalidad el arte medieval.
Hodie si vocem
eius audieritis, nolite obdurare corda vestra (ex
Regula Sancti Benedicti, Prologus)
Claustro románico de Silos
Fuente: http://www.abadiadesilos.es/
Monasterio Santo Domingo de Silos
De nuevo en Burgos, conviene
salir en dirección a Palencia y desviarse, al cabo de un breve trecho, por la
N-120, siguiendo los indicadores de León. Muy pronto se llega a Tardajos y Rabé
de las Calzadas. Desde aquí el Camino alcanza Hornillos, prosiguiendo hasta
Hontanar y Castrojeriz. Para el viajero actual, lo más sencillo es dar algunos
rodeos entrando y saliendo de la N-120 por las carreteras comarcales que
arrancan de ella.
Al cabo de once km., arranca a la izquierda la desviación
hacia Hontanar. A la salida hacia Castrojeriz se encuentra el convento de San
Antón, edificio gótico en el que se atendían a los caminantes. Castrojeriz está ya muy cerca. A los
pies del cerro que corona el castillo, el pueblo traza la misma línea curva que
seguían los peregrinos bordeando la colina. En la antigua colegiata de Santa
María del Manzano, se conserva un apreciable tesoro artístico, en el que
destaca la talla medieval de la Virgen titular, el retablo mayor dieciochesco,
un óleo de Carduccio de principios del siglo XVII que representa a San Jerónimo
y una espléndida copia del Descendimiento del Bronzino. La iglesia de Santo
Domingo y la de San Juan merecen una visita.
A la siguiente etapa del Camino se llega por las
carreteras comarcales que unen Castrojeriz con Frómista. Itero del Castillo, a
la sombra de una vieja fortaleza; el puente que cruza el Pisuerga e Itero de la
Vega, son hitos de la ruta compostelana. En esta última población se venera un
Santiago peregrino en la ermita de la Piedad. En Bobadilla del camino también muy cerca, conviene visitar la iglesia
de Santa maría, de los siglos XV y XVI. Finalmente, Frómista aparece ante el viajero como una de las etapas que
conviene recorrer con cierta calma. La iglesia de San Martín es uno de los
mejores ejemplos del románico jacobeo. En ella se observa, formando bandas
horizontales, el ajedrezado que, inaugurado en Jaca, llegaría a ser casi una
seña de identidad del arte de la peregrinación. Por lo demás, puede ser
considerada como uno de los prototipos del arte medieval hispano.
Colegiata de Santa María del
Manzano, Castrojeriz
Fundada en el siglo IX y
reconstruida en estilo románico ojival, gótico de transición, a comienzos del
siglo XIII (1214). En el siglo XV sus bóvedas fueron reformadas al estilo
gótico. En el siglo XVIII, se construyeron la capilla de la Virgen del Manzano,
la cripta para enterramiento de los condes un nuevo ábside y la elevación de la
torre, de estilo neoclásico. Se encuentra en la localidad de Castrojeriz,
Burgos, España.
Situada en pleno
Camino Jacobeo, Frómista es referente obligado en el románico palentino y
español merced a su iglesia de San Martín. Es la iglesia del monasterio
benedictino que fundara doña Mayor, condesa de Castilla y viuda de Sancho III
el Mayor rey de Navarra. Existen documentos de 1066, "mandas testamentarias", en las
que la citada doña Mayor lega fondos para su edificación.
El
estilo de Frómista representa la plenitud del modelo Jaqués, edificada con un
claro programa y sin interrupciones, lo que se aprecia en la coherencia de sus
volúmenes. Junto con Santiago de Compostela, San Isidoro de León y Jaca representa la cumbre del arte románico
español del S XI.
Los monarcas
encabezados por el ya desaparecido Sancho III el Mayor: Sancho IV en Navarra,
Ramiro I y Sancho Ramírez en Aragón y Navarra, Fernando I y Alfonso VI en León
y Castilla son los que en acertada expresión de García Guinea edificaron por si
mismos o por sus familiares el "Románico Dinástico",
el más importante y bello románico del S XI español
Santa María del
Castillo –con un espléndido retablo mayor-, San Pedro y la ermita de Santiago
son otras tantas huellas de la grandeza de Frómista, en donde confluía el ramal
del Camino que descendía desde Santander por Reinosa y Cervatos. El antiguo
hospital de Palmeros ha sido convertido en hospedería.
Una carretera comarcal de 13 km.,
une Frómista con Villalcázar de Sirga. En Población de campos donde hubo
también un hospital de peregrinos, quedan dos ermitas románicas. Villovieco y
Villarmentero de Campos conservan recuerdos jacobinos en la iglesia de Santa
María y en la de San Martín de Tours. Más adelante se encuentra Villalcázar de Sirga, tal como se la
conoce en las crónicas medievales, un pueblo presidido por la iglesia de Santa
María la Blanca.
Iglesia de Santa María la Blanca, Villalcázar de
Sirga.
La iglesia de
Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga (Palencia, Castilla y León,
España), es un templo-fortaleza cuya construcción se inició a finales del siglo
XII, en la transición del románico al gótico, y se terminó en el siglo XIV.
Constituye uno de los tesoros más impresionantes del Camino de Santiago, del
que ha sido uno de sus centros religiosos más importantes, y estuvo vinculado a
la Orden del Temple, muy presente en la zona y encargada de la protección de
los peregrinos.
Carrión de los
Condes
a siete km., es una de esas viejas ciudades del reino de León que han sabido
mantener casi intacta una cierta atmósfera épica. Pero el recuerdo del Camino
es también palpable en muchos rincones. La ruta jacobea atravesaba Carrión
describiendo una línea quebrada. Al entrar desde Frómista queda a la izquierda,
en primer lugar el convento de Santa Clara, procedente del siglo XIII.
Convento de Santa Clara,
siglo XIII.
Hay una tradición que cuenta
que el monasterio de Santa Clara de Carrión fue fundado en 1231 por unos
discípulos de Santa Clara de Asís, con ocasión de un peregrinaje a Compostela.
En 1255 el papa Alejandro IV (1254-1261) autorizó el traslado de esa comunidad
a un lugar más cerca de la población. Mencía López de Haro, sobrina de Fernando
III de Castilla se encargó de facilitar ese traslado, haciéndose cargo, como
protectora del cenobio, de la compra de una antigua iglesia y adaptarla para la
comunidad de las clarisas. Una bula del papa Clemente IV, de 1266, daba el
visto bueno al traslado.
Románico siglo XII
Muy cerca se encuentra Santa María del Camino.
A la salida de Carrión conviene detenerse en el
monasterio de San Zoilo, y dedicar una atenta visita al magnífico claustro
plateresco, una de esas piezas del Renacimiento español que adaptan las líneas
del gótico a una composición totalmente ajena a los gustos medievales.
En el año 948 el abad Teodomiro, que vivía en
el actual emplazamiento con una pequeña comunidad de monjes, concluye la
redacción del libro del Becerro o de fundación de cenobio que recibe el nombre
de San Juan Bautista o San Juan tras el Puente.
Este monasterio cambió de advocación en el
siglo XI con la llegada desde Córdoba de las reliquias del mártir San Zoilo por
los Condes de Carrión, Don Gómez Díaz y su mujer la infanta de León Doña Teresa
Peláez, los cuales promueven la construcción del monasterio, que en 1076
ceden a la orden de Cluny.
El monasterio fue centro religioso y político
de 1º orden donde se celebraron concilios y Cortes. También sirvió como
residencia de reyes, incluso algunos fueron armados allí caballeros. Ya en la
Edad Media fue centro de peregrinación.
A partir de mediados del s. XIII y
durante dos centurias, diversas circunstancias provocaron su declive
económico y espiritual. A partir de mediados del s. XV, el Monasterio de San
Zoilo se independiza de Cluny y se integra en la congregación Benedictina de
San Benito el Real de Valladolid. Por aquella época se destruye el claustro
antiguo y se construye el actual con la pretensión de grabar en la piedra el
transcurso y la importancia de los Benedictinos a través de los siglos y de la
historia.
La iglesia de Nuestra Señora de Belén,
gótica, debe de ser también visitada. Fuera ya de la ciudad, el viajero
descubrirá a la derecha las ruinas de la abadía de Benevívere, fundada en el
siglo XII y muy ligada a las necesidades de la peregrinación. Sin abandonar la
N-120, el trayecto hasta Sahagún (43 km.) atraviesa algunos enclaves interesantes,
Calzadilla de la Cueza, Ledigos, Terradillos de Templarios y Moratinos son
poblaciones que nacieron y se desarrollaron al hilo de la devoción jacobea, y
en todas ellas se conservan recuerdos de la Edad Media.
En
Sahagún terminaba la séptima etapa
de la guía contenida en el Códice Calixtino y que correspondía a los Santos
Facundo y Primitivo. El autor de la guía situaba aquí uno de los episodios más
conocidos de la leyenda de Carlomagno, protagonizado por el emperador y el
gigante musulmán Aigolando. Se decía que las lanzas de los guerreros cristianos
florecieron en las riberas del Cea. Quizá las hileras de chopos inspiraron esta
versión mágica. Normalmente, las supuestas gestas de Carlomagno tenían como
marco aquellos lugares en que se había asentado la Orden francesa de Cluny.
Sahagún no es una excepción, ya que su esplendor medieval dependía en gran
medida de la abadía de San Facundo, fundada por los “monjes negros” en el siglo XII y hoy reducida a unas pobres ruinas.
Las iglesias de San Tirso y San Lorenzo, que se cuentan entre lo mejor de la
arquitectura de los mudéjares; San Juan, La Trinidad y la iglesia de la
Peregrina son lo más destacable de esta antigua ciudad, que figuró entre las
más prósperas y bulliciosas del Camino. A unos cinco km., del casco urbano
fuera de la ruta de Santiago, se encuentra San Pedro de las Dueñas, un buen
edificio románico.
De Sahagún a Villafranca del
Bierzo
El
primer tramo del Camino en la provincia de León transcurre por una ruta sólo
relativamente apta para automóviles que une Bercianos del Real Camino Francés y
el Burgo Ranero con la N-601 a la altura de Mansilla de las Mulas. Los viajeros
que prefieren las carreteras asfaltadas pueden ir por la nacional que une León
y Valladolid saliendo de Sahagún en dirección a Mayorga y tomar a la derecha
las sucesivas derivaciones que desembocan en los pueblos de la peregrinación. A
Bercianos del Real Camino se puede llegar, sin embargo, directamente desde
Sahagún.
En
Mansilla de las Mulas todavía está
en pie una parte de las murallas medievales. Fue una ciudad profundamente
ligada a la peregrinación y contó en otros tiempos con cuatro hospitales, dos
conventos y siete iglesias.
Plaza de Mansilla
de las Mulas
Ermita de la
Virgen de Gracia. Se construye en 1220 y
se cierra al culto en 1787. Data de finales del siglo XIV y su imagen comenzó a venerarse
en esa misma época. Era un edificio pobre y pequeño, de planta rectangular, de
tapial y adobe, y un pobre campanario.
A partir de aquí, el trayecto hasta León coincide con la
N-601, aunque conviene desviarse poco después de abandonar el casco urbano
hacia el monasterio mozárabe de San Miguel de Escalada a 12 kim. La Iglesia de
San Miguel de Escalada esta sita en un lugar donde ya había algún tipo de culto
en el s. IV y V del cual se han hallado restos arqueológicos y que luego fue
reutilizado en época visigoda.
La fundación del Monasterio de Escalada se
podría fechar en el 913 en que un grupo de monjes que huían del Califato
Cordobés, encabezados por el Abad Alfonso y protegidos por la corona astur, se
establecieron ahí e iniciaron el proceso de reconstrucción del antiguo templo y
de construcción de las dependencias monásticas. Ubicado en el Camino de
Santiago, San Miguel fue construido en un plazo de tiempo cortísimo para la
época, apenas 12 meses; y ello fue debido a la reutilización de materiales y
elementos arquitectónicos de época romana y visigoda, y a que en su
construcción la mano de obra fueron los mismos monjes y algunos seglares
que se trasladaron con sus familias a tierras de Escalada y colaboraron con
ellos. Apoyados por Garci I que les entrego nuevas tierras la
iglesia fue consagrada por el Obispo Genadio de Astorga, artífice
también de la construcción de la iglesia de Santiago de Peñalba.
La siguiente visita es ya León, en donde culmina la octava etapa
del Códice Calixtino y una de las principales ciudades de la Edad Media
cristiana. Nuestro consejo para reconstruir el itinerario de los santiaguistas
consiste en dejar el coche poco después de pasar el Puente del Castro y
penetrar en el casco antiguo por la calle Miguel Castaño hasta la iglesia de
Santa Ana. Poco más adelante se alzan la iglesia de Santa María del Mercado y
el convento de la Concepción. Se trata de un convento de monjas concepcionistas
fundado en León por iniciativa de Leonor de Quiñones, persona vinculada a la
corte de la reina Isabel de Portugal, esposa de Juan II de Castilla. Cuando la
reina murió, la fundadora se retiró para vivir en comunidad con otras mujeres,.
Más adelante, en 1516, fundó el convento en su casa familiar en León, el
establecimiento recibió bienes y beneficios que le permitieron su desarrollo e
incluso fundó desde aquí las casas nuevas de Ponferrada (1524) y Villafranca
del Bierzo (1543).
Convento de la
Concepción, León.
La Rúa –una bonita calle medieval-
desemboca en la plaza de San Marcelo, un hermoso conjunto presidido por la
iglesia del mismo nombre. Desde aquí, el Camino prosigue hacia la Catedral y, haciendo
un quiebro a la izquierda, hasta la Colegiata, un templo cuya visita
representaba para los peregrinos uno de los principales hitos del largo viaje.
La
Catedral requeriría explicaciones muchos más extensas, de las que pueden
contener estas páginas. Baste decir que constituye el ejemplo más purista del
gótico en tierra española. Fue construida en el siglo XIII, casi como una
lección constructiva del nuevo arte que sustituía los pesados muros de piedra
por grandes vitrales que transmitían al interior una expresiva iluminación.
Llamamos la atención del viajero sobre la imagen de Santiago que figura a la
izquierda de la Virgen Blanca, en la portada principal. La tradición exige que
los peregrinos posen sus manos sobre la desgastada columnilla que le sirve de
pedestal.
La
Colegiata de San Isidoro es, a su vez, el monumento más completo del arte
románico. El viajero retrocede más de un siglo con respecto a la Catedral para
encontrar en el Panteón Real un espléndido museo de pinturas murales y una
muestra de la arquitectura y escultura románica. La Puerta del Perdón,
finalmente esculpida por el mismo maestro Esteban, era para los peregrinos, la
última imagen de la Colegiata. Desde allí salían por la calle de la Renueva y
se dirigían hacia el convento de San Marcos, un palacio renacentista en cuya
decoración aparecen las conchas de vieira como una imagen emblemática que había
de resultar bastante familiar a los santiaguistas. Un Santiago matamoros decora
el cuerpo central de la bellísima fachada. El hospital para peregrinos, mucho
menos suntuoso, aparece junto al convento que edificaron, en tiempos de los
Reyes católicos, los caballeros de la Orden de Santiago.
La Virgen Blanca, a su izquierda Santiago
Las vidrieras de
la catedral de León, que comenzaron a realizarse en el siglo XIII, son
resultado de un trabajo que se prolongó durante cientos de años. Y aunque
apenas se conserva documentación sobre dicho trabajo, se cree que los primeros
vidrieros que trabajaron en la catedral eran franceses.
Por otro lado
están los Rosetones: el de la fachada occidental, que hace referencia al Juicio
Final y se sitúa justo por donde se pone el sol; la del transepto del
Evangelio, que muestra a Jesucristo rodeado de doce reyes del Antiguo
Testamento; y la dl transepto de la Epístola, que representa a la Virgen María
junto a diversos símbolos marianos.
Colegiata de San
Isidoro, León.
La primera edificación
conocida, ubicada ya en el mismo solar que hoy ocupa, adosada a la muralla
romana de la Legio VII Gemina en su lado noroeste, fue un monasterio fundado
por el rey Sancho I de León hacia el año 956 para albergar los
restos de san Pelayo, niño mártir en Córdoba en el año 925, construido junto a
otro templo dedicado a san Juan Bautista para alojar la supuesta reliquia de la
mandíbula del santo, seguramente un baptisterio, quizá fundado a mediados del
siglo IX, durante el reinado de Ordoño I, sobre un solar en el que podría haber
estado un templo romano dedicado a Mercurio.
De todos modos,
Sancho I murió sin haber logrado el traslado de los restos del santo desde
Córdoba a León, siendo su hermana, doña Elvira Ramírez, la que, por
fin, lo consiguiera. Regente durante la minoría de edad de don Ramiro III,
abadesa del monasterio femenino de San Salvador de Palat del Rey de la ciudad,
sede del Infantado de León, opta por trasladar la comunidad al
nuevo cenobio, momento en el que el Infantado cambia su denominación
por el de San Pelayo.
Panteón Real de San
Isidoro, León
Puerta del Cordero
Esculpido en mármol
blanco representa el sacrificio de Isaac con el cordero místico sujeto por dos
ángeles y a ambos lados otros dos ángeles portadores de los símbolos de la
Pasión de Cristo. En la Hispania mozárabe era muy común representar esta escena
en lugar de la de Cristo crucificado. A la derecha se observa a Sara en la
puerta de la tienda y los dos sirvientes que tomó Abraham, uno montado a
caballo y otro que se descalza, porque va a pisar un lugar sagrado. Abraham
también descalzo escucha la voz que llega del cielo, simbolizada en la “Dextera
Domini”. El cordero del sacrificio está en un matorral y detrás de él un ángel
que habla. Es una representación que concuerda con el texto del Génesis,
exceptuando la figura de Sara. En el lado izquierdo hay otras dos figuras del
Génesis: Ismael, representado como tirador de arco, y su madre Agar.
Puerta del Perdón.
Atribuida al
maestro Esteban, recibe este nombre por servir de entrada a los peregrinos que
se dirigían a Santiago. Tiene una organización arquitectónica simple con
abocinados y con arcos de rosca. Las arquivoltas no tienen decoración, excepto
la última que está decorada con taqueado jaqués. En el Tímpano aparece una
decoración fragmentada. Lo normal es que desarrolle una escena pero esta tiene
varias, como si fueran viñetas separadas pero todas relacionadas con la Pasión
de Jesucristo.
Convento de San
Marcos, hoy Parador, León
Cruzando el Bernesga, el viajero encontrará la N-120 en
dirección a Astorga. Los 40 km., de este tramo transcurren cómodamente por la
carretera, que deja a su paso los pueblos de la ruta de Santiago. El Santuario
de la Virgen del Camino –un edificio moderno- aparece en primer lugar, aunque
la devoción que le dio origen es posterior a los mejores tiempos de la
peregrinación.
Santuario de la
Virgen del Camino.
A la altura del Hospital de Órbigo se descubre, a la derecha,
el puente de Órbigo, uno de los más
importantes de la ruta.
Puente
de Órbigo. Se trata de un puente del siglo XIII que sirvió y sirve aún
de paso hacia Santiago de Compostela en la ruta de los peregrinos. La leyenda
cuenta que en este puente un caballero leonés se enfrentó en duelo a los
extranjeros que quisieran atravesarlo para deshacer una promesa de esclavitud
con su amada Doña Leonor, por la que tendría que ayunar cada jueves y llevar al
cuello una pesada argolla de hierro. Debía romper 300 lanzas. No lo logró pero
los jueces de la Justa recompensaron a Don Suero liberándole de su argolla. Por
ese motivo, el puente es conocido como “Passo Honroso”.
Astorga queda muy cerca
rodeada de murallas contó, según las crónicas medievales, con 22 hospitales
para peregrinos dispuestos a acoger a los que llegaban por el “camino francés”
y los procedentes de la “vía de la plata” y de Portugal. Hoy sólo se conserva
el llamado “Hospital de Astorga”, situado junto a la catedral, un templo gótico
precedido de una imponente fachada barroca.
Palacio
Episcopal de Astorga Proyectada por
Antonio Gaudí es una de los atractivos de la capital de la Maragatería. La
obra fue empezada por el genio de Reús pero no la pudo acabar ya que fue
apartado del proyecto al morir el obispo que le contrató. La
obra fue finalizada por Ricardo García de Guereta.
Farmacia
del Hospital de San Juan Bautista
Retablo Catedral de Astorga
El Palacio
Episcopal y la Catedral desde fuera de la muralla
La
Muy Noble, Leal y Benemérita Astorga, situada en un cerro entre los
ríos Tuerto y Jerga a unos cuarenta kilómetros al oeste de León, es diócesis arzobispal
desde mediados del siglo III, en tiempos del obispo Basílides, la capital
tradicional de la comarca de la Maragatería y sus arrieros, Su origen fue
un campamento militar de la Legio X Gemina romana, asentado en ese
enclave para proteger el territorio conquistado a los astures tras las Guerras
Cántabras que terminó derivando en capital administrativa del conuentus
Asturum de la provincia Tarraconensis, aunque más tarde,
con la organización del territorio realizada por Augusto entre los años 24 y 14
aC., terminadas las conquistas en el noroeste peninsular, pasó a formar parte
de la provincia Gallaecia y fue convertida entre el 15 y 20
dC. en Asturica Augusta por su importancia comercial
debido a la explotación de las minas de oro de La Médulas, pues en ella se
concentraba el metal hasta su traslado a Emerita Augusta a través de la Vía de
la Plata y a los puertos del sur de la península para terminar llegando a Roma,
por su importancia estratégica al estar atravesada por las vías que la unían
con Braga, Lugo, Zaragoza, Zamora, Salamanca… y por su importancia política
como residencia del legado jurídico y del procurador provincial.
Virgen de la
Milagrosa en el trascoro
La Arqueta
de san Genario fue regalada por Alfonso III y su esposa, la reina
Jimena, en el siglo X a este obispo de Astorga enterrado en San Miguel de Escalada y es una de las piezas más destacadas conservadas
de orfebrería prerrománica. Tiene alma de madera con forma de prisma
rectangular con tapa de artesa y está chapada en plata y plata sobredorada con
arcos de medio punto que alojan ángeles, formas vegetales y los símbolos de los
evangelistas Lucas y Juan en una Adoración del Cordero místico según
modelos tomados de miniaturas del siglo X. También cuenta con una inscripción
en la que se lee “ADEFONSVS REX / SCEMENA REGINA”, los nombres de los donantes.
Cerca
de la iglesia de San Pedro arranca la carretera comarcal de unos 50 km., que
conduce a Ponferrada por Santa Colomba, atravesando el Valle del Silencio y,
que coincide casi exactamente con el Camino.
Buscando un lugar lejos del
ruido del mundo fue como llegaron hasta aquí los monjes, hace ya más de mil
años. Fundación tras fundación, llegó a ser tal el número de monasterios y tan
activa la vida religiosa, que la zona ha merecido el título de Tebadia Berciana.
A su paso por la
maragatería, Valdeviejas, Rabanal del Camino y Foncebadón (por la calle Real
superponiéndose a la ruta jacobea en estos dos últimos) conservar algún resto
medieval y merecen un paseo entre sus viejas casas, que podrían servir para
ambientar las historias del Códice Calixtino. A la salida de Foncebadón se alza
la Cruz de Ferro sobre un montón de piedras al que una tradición que se remonta
a la época romana requiere que los caminantes arrojen una piedra más. El Acebo
conserva en su parroquia una interesante imagen de Santiago peregrino. En
Molinaseca sigue habiendo una calle Real y un antiguo hospital. Más adelante,
muy cerca, el viajero encuentra ya Ponferrada.
El origen de esta ciudad está
precisamente en la Puente Ferrada que mandó construir un obispo en el siglo XI
para franquear el paso de los peregrinos. Más adelante, entre los siglos XI y
XIV, se alzaría el castillo de los templarios, también junto al Sil,
probablemente para reforzar la seguridad del Camino.
Puente
romano sobre el río Boeza, Ponferrada
Castillo de los Templarios, Ponferrada
A
finales del siglo XV, los Reyes Católicos ordenaron edificar el Hospital de la
Reina cerca de la fortaleza. La Basílica de Nuestra Señora de la Encina se
inició algo más tarde para conmemorar una aparición de la Patrona del Bierzo;
el convento de las concepcionistas, siglo XVI, la Torre del Reloj y el
Ayuntamiento acabarían configurando una próspera ciudad del Camino.
Según la tradición, la
imagen actual de la Virgen de la Encina la trajo Santo Toribio, cuando era
arcediano, desde Jerusalén a Astorga en el año 442. Estuvo en la capital de la
diócesis hasta las invasiones sarracenas, cuando en el siglo VIII por miedo a
que cayera en manos de los infieles la ocultaron en una encina del bosque
berciano, donde permanecería varios siglos hasta que, a finales del siglo XII,
unos hombres que estaban cortando madera para la construcción de la fortaleza
templaria de Ponferrada la encontraron al talar uno de los árboles. Y allí, en
el mismo lugar, le construyeron un templo que pusieron bajo su devoción,
convirtiéndose desde entonces en la patrona de la villa.
Desde Ponferrada hasta Villafranca del Bierzo,
21 km., la ruta prosigue por la N-VI. En Cacabelos
conviene visitar la ermita de San Roque (un santo peregrino, aunque no de
Compostela, sino de Roma), la iglesia de Santa María y el santuario de la
Quinta Angustia.
La
fachada es enteramente de piedra, y en el interior se encuentran las imágenes
de San Roque, San Gil de Casayo y San Herberto de Cerdeña, realizadas en madera
policromada y procedente del Monasterio de Carracedo.
En su interior destaca también un interesante retablo de san Roque del siglo XVIII y un importante número de esculturas y pinturas.
En su interior destaca también un interesante retablo de san Roque del siglo XVIII y un importante número de esculturas y pinturas.
En
Villafranca del Bierzo termina la
última etapa antes de alcanzar la tierra gallega. Villafranca es otra de las
ciudades nacidas de la peregrinación, repoblada con francos y puesta bajo la
sombra de un monasterio de Cluny. Cuando los peregrinos enfermos alcanzaban la
iglesia de Santiago en el siglo XII, a la entrada del burgo, podían
considerarse acreedores del jubileo, aunque, desde luego, también los que
podían continuar el viaje debían detenerse en este oratorio.
Los
peregrinos proseguían, con la fortaleza a su izquierda, hasta alcanzar la calle
del Agua y salir de Villafranca por el puente que cruza el Burbia. En el casco
urbano fueron surgiendo iglesias y hospitales: San Francisco, la Colegiata de
Santa María del siglo XVI, el convento de la Anunciada, el de San Nicolás, y el
Hospital de Santiago, hoy convertido en el Colegio de la Divina Pastora,
merecen la visita de los viajeros.
De Villafranca
del Bierzo a Santiago
A
la salida de Villafranca del Bierzo, el viajero se encuentra ya prácticamente
en la tierra gallega. El Camino remontaba el curso del Valcarce, entre la
sierra de Ancares y la del Caurel; una pez traspasado el puerto de Piedrafita
los peregrinos se consideraban ya a las puertas de la meta. Y precisamente en
ese punto la peregrinación se separa de las carreteras nacionales para
discurrir por comarcales que dejan a su paso aldeas y pueblos todavía inmersos
en un paisaje medieval. Pereje, Trabadelo, Portela, Ambasmestas, Vega de
Valcarce, Ruitelán, Herrerías y otros pequeños núcleos son una excelente manera
de entrar en contacto con el espíritu medieval de la peregrinación. Poco
después de remontar el puerto, el viajero encontrará el Cebreiro, en donde se conserva un núcleo de pallozas –primitivas viviendas muy semejantes a las que formaban
los castros celtas- y también un bonito templo prerrománico fechado en los
siglos IX y X. En él se conserva un cáliz, conocido generalmente como “el Santo Grial gallego”, en el que se
realizó un milagro muy divulgado entre los peregrinos. Merece la pena también
detenerse ante la imagen románica de Santa María la Real.
Santo Grial Gallego
La misma carretera que trajo hasta
aquí al viajero prosigue la ruta jacobea por Liñares, Hospital da Condesa y
Padornelo hasta el Alto do Poio. Fonfría del Camino, Biduelo y Triacastela
cerraban la oncena etapa. La siguiente se iniciaba en el monasterio de Samos
uno de los centros culturales más conocidos en los primeros tiempos de la Edad
Media.
Sarria,
presidida por una ruinosa fortaleza, conserva en su Calle Mayor un buen
escenario del Camino. La iglesia del Salvador, románica y gótica, el Hospital
de San Antonio y el convento de mercedarios constituyen lo más notorio entre
las huellas de la peregrinación. Las iglesias de Barbadelo y Paradela, merecen
una visita especial.
Abadía Benedictina
de San Julián de Samos
Fuente: www.abadiadesamos.com
Iglesia de Santiago de
Barbadelo
Una
preciosa Iglesia situada a tres kilómetros de Sarria, dependiente de este
municipio. Dedicada al Apóstol
Santiago, sus orígenes datan del siglo X-XI puesto que en el
lugar se encontraba un monasterio. Junto a este monasterio se alzó la iglesia.
A día de hoy es conservada parte de su
originalidad románica pese a que en el siglo XVIII se
sustituyó su ábside original por otro con formas rectangulares. Podríamos
resaltar varias características de esta Iglesia como el torreón de la fachada,
la portada que conserva su origen románico o los capiteles de las columnas y su
pintoresca decoración.
Iglesia del Salvador
Nos
encontramos en
el centro de Sarria, cerca de los restos del Castillo de Sarria.
Allí nos toparemos con una pequeña iglesia parroquial con rasgos de estilo
románico y elementos góticos del siglo XIII. En su fachada destacan las
portadas al igual que en su muro norte. La fachada está coronada con una espadaña del año 1860,
y del mismo año se data la fuente situada en la misma plaza, conocida
como Fuente de
San Salvador.
Portomarín, un pueblo de origen medieval
cuyos monumentos han sido trasladados con el resto de la ciudad a un nuevo
enclave, ya que el primitivo quedó sumergido en el embalse del Miño. Las
iglesias de San Pedro y San Nicolás, románicas, son lo más relevante de esta
importante escala en el Camino.
Desde aquí nuestro consejo es tomar
la C-535 hasta enlazar con la regional que conduce a Lugo. Al cabo de unos 10
km., arranca, a la izquierda, la C-547, que conducirá al viajero directamente
hasta Santiago. A 15 km., se encuentra Palas
do Rei, se supone que el nombre de Palas de Rei procede
de Pallatium Regis (palacio
real) ya que fue la residencia del monarca visigodo Witiza a principios del s.
VIII. (entre los años 702 y 710) y donde habría matado al Duque de Galicia,
Favila, padre de Don Pelayo.
Iglesia
de San Tirso, Palas do Rei
En Melinde conviene visitar la iglesia de Santa María, la iglesia del
antiguo hospital de Sancti Spiritus y la portada de San Pedro. Arzúa es la siguiente población
importante, también dotada de un antiguo hospital situado junto a la iglesia de
la Magdalena. Lavacolla, el lugar
que hoy ocupa el aeropuerto, aparece citado en la guía de Picaud como el
“lavamentula” donde los peregrinos se lavaban preparándose ya para entrar en la
ciudad del Apóstol.
Santiago
de Compostela
La entrada en Santiago fue algo tan
deslumbrante durante toda la Edad Media como en nuestros días. Con la excepción
de la desabrida crónica que nos dejó el refinado Cosme de Médicis, que, como
buen humanista del renacimiento, despreciaba lo medieval calificándolo de
bárbaro e ignorante, todos los testimonios recogidos se deshacen en emocionados
elogios. Médicis, sin embargo, describe la ciudad como “pequeña, fea y, en su
mayor parte, construida con madera”, dejándonos, de paso, la primera mención de
la lluvia sobre Compostela. Hoy Santiago sigue siendo, como en los mejores
tiempos del Camino, un escenario magnífico, entrañable y rezumante de vitalidad
y uno de los mejores recuerdos del urbanismo medieval. Desgraciadamente no es
posible detallar aquí cada uno de los rincones de esta vieja ciudad que guarda
un bellísimo anecdotario plagado de intrigas políticas, picardías de estudiantes
pobres, historias heroicas y agudas observaciones de literatos más o menos
bohemios. El viajero que llega desde los Pirineos debe dirigirse lo más
rápidamente posible hacia la Catedral, situándose en la plaza de la Puerta del
Camino y tomando la calle de las Casas Reales, en donde se alza la capilla de
la Azabachería –que deja a un lado la Casa de la Troya-, y ya muy pronto se
alza la catedral.
La
primera fachada que presenta el templo es precisamente la que preside la praza da Acibechería en donde los
mercaderes esperaban a los santiaguistas con sus cargamentos de zurrones de
piel de ciervo, calabazas y vieiras. La fachada actual es una composición
dieciochesca de Ferro Caaveiro reformada en clave academicista por Ventura
Rodríguez. Frente a ella se alza la de Santa
Martiño Pinario y, a un lado, el
pequeño frontis del Palacio Arzobispal,
adosado a la Catedral. Las dos fachadas son también del siglo XVIII aunque el
palacio construido por el obispo Gelmírez hacía 1120 se conserva casi completo
detrás del muro barroco.
En español, plaza de la Azabachería.
Es una de las cuatro plazas que circundan la catedral de la ciudad de Santiago de
Compostela. Está situada
ante la puerta norte de la basílica, conocida como A Acibechería -La Azabachería-
y el Paraíso -durante la Edad Media- entre otras denominaciones. Se trata de
una pequeña plaza de origen medieval que desde principios del siglo XVIII se
funde con la contigua praza da Inmaculada.
A pesar de sus cortas dimensiones y a que, a
veces, se solapa bajo la denominación de praza da Inmaculada es, desde el punto
de vista del peregrino, la más
significativa plaza jacobea compostelana: en ella se abre la puerta por la que
han entrado históricamente en la basílica los peregrinos del Camino Francés. Fue el punto de conexión con la
catedral y el sepulcro de Santiago para los caminantes medievales. Desde el siglo XVI, pero sólo
durante los años santos, muchos escogen también el simbólico acceso de la
Puerta Santa, abierta en la praza da Quintana en esa centuria.
Debido a su función trascendental, la Azabachería fue
la primera plaza urbanizada de la ciudad. Su nombre actual -se constata hacia
finales del s. XVI- se debe a que en esta zona -y en la calle inmediata con la
misma denominación- se concentraban los artesanos del azabache que elaboraban con este negro y
hermoso lignito todo tipo de joyas y esculturas para los peregrinos.
Hasta finales de la Edad Media se referían a
este lugar como la puerta septentrional, francígena o de Francia, ya que era la habitual de los
peregrinos del Camino Francés:
“Cuando nosotros, los de nación francesa, queremos entrar en la basílica del
Apóstol, entramos por la puerta septentrional”, señala tajante el libro V
del Codex Calixtinus(s. XII) atribuido al poitevino Aymeric Picaud. Se
la designó en algún otro momento como la plaza de los cambios, porque en ella
actuaban los cambiadores de moneda para los peregrinos.
Iglesia del que fue monasterio de San Martiño
Pinario. La fachada majestuosa, de finales del siglo XVI, extraordinario
retablo de piedra. También en el entorno y la plaza de San Martiño, con las
escaleras de finales del siglo XVIII, del barroco compostelano, con sus
balaustradas curvas.
Palacio Episcopal
S.
XII. Románico.
Apoyado en el costado norte de la Catedral, y hacia la Praza do Obradoiro, se levanta este Palacio Episcopal mandado construir por el arzobispo Diego Xelmírez para sustituir a la antigua residencia episcopal derribada durante las revueltas. En el siglo XVIII se le añadió un nuevo piso sobre los dos iniciales, que desentona de la primitiva construcción románica, y que obligó a reforzar los muros con una nueva fachada a modo de contrafuerte.
Apoyado en el costado norte de la Catedral, y hacia la Praza do Obradoiro, se levanta este Palacio Episcopal mandado construir por el arzobispo Diego Xelmírez para sustituir a la antigua residencia episcopal derribada durante las revueltas. En el siglo XVIII se le añadió un nuevo piso sobre los dos iniciales, que desentona de la primitiva construcción románica, y que obligó a reforzar los muros con una nueva fachada a modo de contrafuerte.
Desde
aquí conviene pasar a la plaza de la
Quintana, un espacio amplio y despejado dividido por una escalinata en la
Quintana dos Vivos y la Quintana dos Mortos. Donde se podía acceder
directamente a la Corticela, la parroquia de los peregrinos, que, en un
principio, era un edificio independiente de la Catedral, aunque hoy se accede a
él desde el interior del templo.
El
austero convento de San Pelayo de
Antealtares y la florida portada barroca de la Casa del Tránsito cierran también esta plaza, a la que se abre la
Catedral por la Puerta Santa p de los Perdones, la que sólo se franquea en los
años santos compostelanos. La puerta está precedida por una portada flanqueada
de imágenes románicas. Junto a ella se encuentra una más sencilla que da paso a
la dependencia donde se guardan los “ocho gigantones” que simbolizan a los
peregrinos de todas las nacionalidades.
Una
escalera desciende hasta la plaza de las
Platerías, presidida por una airosa fuente barroca de aire italianizante y
una altísima torre realizada en el siglo XVII por Domingo de Andrade. La Puerta
de las Platerías es una buena composición románica. Las imágenes del Rey David
de la creación de Adán y la mujer adúltera (condenada por su esposo a besar
todos los días la calavera de su amante) quedarán en la memoria del viajero
entre las mejores obras de la escultura medieval.
Plaza de las Platerías
Puerta de las Platerias. Se edificó entre 1103 y 1117 y contiene, además de los
relieves románicos originales, otros procedentes de una puerta que nunca se
llegó a edificar y de la fachada del Paraíso. La fachada de las Platerías
sufrió un incendio en 1117 durante un ataque de los burgueses contra Diego Gelmírez y otro a
mediados del siglo XV. En 1884 Antonio López Ferreiro colocó en esta portada una serie
de estatuíllas que procedían del coro del Maestro Mateo. La fachada de las Platerías debe su
nombre a los obradores de plata que existían en el lugar.
La Plaza del Obradoiro
Á esquerda da imaxe vese o Hostal dos Reis Católicos, á
fronte a fachada do Obradoiro da Catedral e á dereita o Colexio de San Xerome.
El
mejor escenario de Compostela y, sin duda, uno de los mejores paisajes urbanos
que el viajero pueda conocer. Nuestro consejo, en primer lugar, consiste en situarse
en el centro del vasto rectángulo y abarcar cada uno de sus lados. La escasa
altura de los otros edificios no hace más que subrayar el impulso ascendente de
la fachada barroca, concebida por Casas y Novoa en 1738 como un enorme retablo
flanqueado por dos imponentes torres. La fachada más antigua de esta plaza es
la del Hostal de los Reyes Católicos,
edificado en la primera década del siglo XVI, según planos de Enrique Egas que
definieron el arte plateresco en un estudiado equilibrio entre la sencillez del
conjunto de líneas horizontales y la abigarrada portada dispuesta en calles
verticales.
Hostal de los Reyes
Católicos.
Enfrente se alza el Colegio de San Jerónimo, edificio del siglo XVII, aunque presidido
por una portada de fines del XV profundamente enclavada en un más que tardío
gusto románico.
Pórtico
medieval del Colegio de San Jerónimo, en el lado meridional de la Plaza del
Obradoiro. Originalmente fue un colegio universitario dedicado a estudiantes
sin recursos y alumnos de Artes. En la actualidad es la sede del Rectorado de
la Universidad de Santiago de Compostela. El pórtico fue construido en el siglo
XV y originalmente formaba parte del Hospital de los Reyes católicos. En la
parte izquierda hay representaciones escultóricas de San Francisco de Asís, San
Juan y Santiago. En la derecha aparecen San Pedro, San Pablo y Santo Domingo.
En el tímpano hay una imagen de la Inmaculada Concepción, acompañada por Santa
margarita, a la izquierda y Santa catalina a la derecha. La arquivolta está
presidida en su centro por una imagen de la Virgen y el Niño, rodeados por diez
santos y santas.
http://www.outono.net/elentir/2014/05/11/santiago-portico-del-colegio-de-san-jeronimo/
El Palacio
Rajoy, cuyas obras se iniciaron en 1766, cierra uno de los lados mayores de
la plaza con una extensa fachada clasicista. El cuerpo central, cuyas
proporciones encajan perfectamente en los ideales de la arquitectura romana y
renacentista, está presidido por un frontón en el que se labró un relieve que
representa la aparición de Santiago en la batalla de Clavijo.
La
Catedral, su interior es mucho más explícito sobre la
época de su construcción, por lo que conviene ahora hacer memoria. El edificio
actual sustituye a una pequeña basílica de tres naves, de fines del siglo IX,
que, unos cien años más tarde, fue destruida por Almanzor. Sólo la tumba del
Apóstol fue respetada en aquella incursión musulmana. Era 1078 el obispo Peláez
encarga el nuevo templo a los maestros Bernardo el Viejo y Roberto, quizá de
origen francés. En 1105, Gelmírez consagra las capillas de la girola y tres de las del crucero poco
antes de que una insurrección popular dañara lo ya edificado. Una vez reanudada
las obras, prosiguieron hasta el año 1128, en que se dieron por terminadas,
aunque todavía estaba por hacer el magnífico Pórtico de la Gloria. Sin embargo, las adiciones y reconstrucciones
abarcarían hasta la época barroca, aunque desde luego, sin llegar a afectar a
la estructura general del templo.
El primer contacto con el interior del templo
es el Pórtico de la Gloria, una obra
maestra del arte medieval compuesta por el maestro Mateo en el siglo XII. El
Pórtico es un estrecho recinto cubierto por unas precoces bóvedas de crucería y
enteramente dedicado a plasmar un apretado compendio de la teología cristiana.
Los tres arcos que dan paso a las naves sustentan una serie de bellísimas
imágenes distribuidas calculadamente para componer un mensaje. En el centro,
presidiendo todo, aparece Santiago reposando los pies sobre dos cachorros de
león. La columna que lo sustenta tiene grabado el árbol genealógico de
Jesucristo. En la parte inferior aparece el “santo dos croques, probablemente un autorretrato del maestro Mateo,
respetuosamente arrodillado, que recibe su nombre de la tradición, que exige
que los peregrinos apoyen su frente sobre la del supuesto “santo”. Profetas y
apóstoles franquean el arco central, en cuyo tímpano aparece un Cristo sedente
rodeado por los cuatro evangelistas, los 24 ancianos del Apocalipsis y una fila
de ángeles portadores de los símbolos de la Pasión. Los arcos laterales
sustentan una alegoría de la Sinagoga, imágenes de profetas, de dragones y
animales quiméricos y una escena compuesta por el Salvador acompañado por Adán
y Eva (a la izquierda), así como los bustos de Dios Padre e Hijo y las
alegorías de los vicios que acechan al mundo pagano, en el arco de la derecha.
Antes de entrar en el templo conviene visitar también la cripta que tuvo que
construir Mateo para asegurar la cimentación de su espléndido Pórtico.
Pórtico
de la Gloria. Finales del siglo XII. Relieve que originalmente estuvo
policromado con llamativos y brillantes. Mármol y Granito. Maestro Mateo y sus
discípulos.
Quizá
lo más impresionante, tanto para los peregrinos medievales como para los
visitantes de hoy, sea precisamente la magnitud de las naves. La ajustada
correspondencia entre las formas y sus funciones, la sencillez de líneas, todas
ellas derivadas de la sabia utilización del arco de medio punto, y las
proporciones entre las dimensiones de la planta y la altura alcanzada por los
muros son, sin embargo, lo que siempre han subrayado los estudiosos a la hora
de buscar explicaciones a la impresión de equilibrio y magnificencia de esta
Catedral que, con la de Toulouse, ha figurado siempre a la cabeza de las
iglesias de peregrinación Todas las capillas, los retablos, el coro y cada uno
de sus rincones merecen ser visitados con atención, aunque, desde el punto de
vista de la peregrinación, existe un lugar que nadie debe soslayar: la cripta
que guarda los restos del Apóstol en urna de plata. El Claustro, cuya traza actual responde a un proyecto de Juan de Álava
continuado por Rodrigo Gil de Hontañón en un tardío estilo gótico; el Museo de la Catedral, la sala Capitular
y, desde luego, el Botafumeiro deben
figurar igualmente en el recorrido de la catedral.
Y
fin del trayecto.
Altar de Santiago
Urna de Santiago
El Botafumeiro sigue un calendario de
celebraciones litúrgicas en las que entra en funcionamiento como parte de la
misa. Fuera de estas fechas, debe ser solicitado con antelación y debe ser
costeado por particulares.
Fechas fijas en las que entra en funcionamiento:
6 de enero: Epifanía.
Domingo de Resurrecciónr (39 días después de Pascua).
23 de mayo: Aniversario de la Batalla de Clavijo.
Pentecostés (50 días después de Pascua).
25 de julio: Festividad de Santiago Apóstol.
15 de agosto: Asunción.
1 de noviembre: Todos los Santos.
Festividad de Cristo Rey (domingo anterior al primero domingo de Adviento).
8 de diciembre: Inmaculada Concepción.
25 de diciembre: Navidad.
30 de diciembre: Traslación del Santo Apóstol.
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El Camino de Santiago, España, Edit. Fournier, IMPROTUR, SECRETARÍA
GENERAL DE TURISMO, M.T.T.C., Colección. Viajes y Cultura, 1987.
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