LAS MERINDADES
LA COMARCA DONDE NACIÓ LA
PALABRA
CASTILLA
El norte de la
provincia de Burgos es una de las zonas más desconocidas y fascinantes que
todavía quedan por descubrir a los habitantes del centro de la Península. Buena
parte de esto se debe al carácter de transición de estas tierras, que parecen
condenadas a servir de paso a los veraneantes de Cantabria o las zonas
industriales y comerciales del País Vasco. Quizá por ello aquellos enclaves de
las Merindades que quedan más a trasmano de los principales ejes de
comunicación, aún conservan muestras de arte y de cultura verdaderamente
arcaicas, a lo que contribuye también el aislamiento propiciado por una
geografía abrupta, llena de profundos cañones. El paisaje de esta comarca está
sin duda vinculado a su historia y a su cultura, y es uno de sus grandes
atractivos; aquí el agua es el gran protagonista, perforando la tierra en cada
uno de los arroyos que confluyen en el gran padre Ebro, y originando una
variada fauna y vegetación. Pero por encima de todos estos atractivos, se halla
el sentimental, ya que las Merindades, conocidas así por ser regentadas por
merinos o gobernantes dependientes del rey, son el origen de la mítica
Castilla.
Puentedey, este pueblo está
bañado por el río Nela y a su alrededor podemos ver unas grandes rocas, valles
y praderas.
En Puentedey la
naturaleza ha obrado otra de sus maravillas. A lo largo de miles de años,
el río Nela ha perforado la roca caliza dando como resultado
un gran orificio de 15 metros de altura (como una casa de 5 pisos) y el doble
de ancho lo que le da la apariencia de un gigantesco puente sobre el que se
asienta parte del casco urbano.
Quintanilla
del Rebollar es un
pequeño pueblo en el que se encuentra el centro de interpretación de Ojo Guareña, un importante complejo
kárstico formado por más de 110 kilómetros de galerías subterráneas. Las grutas
están situadas en el valle de Sotoscueva, entre los ríos Trueba y Nela, y
fueron declaradas Monumento Natural en 1996. Con todo, lo más interesante para
el turista es la ermita de San
Bernabé, construida en una de las simas, que sirve de salida a la visita
guiada por las grutas. Aprovechando las paredes naturales de la cueva, el
exterior presenta una fachada de sillares rematada por una espadaña en la base
de un acantilado. En el interior, una serie de frescos naifs a la manera de
comics ocupan completamente las rocas de paredes y techo narrando la vida de
San Tirso, mártir condenado a morir cortado por la mitad.
Ojo
Guareña: retorno a la diosa madre tierra
Ermita
de San Bernabé - Pilar Arcos
Hacia
el norte de la comarca los destinos de interés se multiplican. Camino de
Espinosa de los Monteros, hay que desviarse hacia Cornejo pasando por Butrera,
con una de las mejores iglesias románicas de la provincia, especialmente famosa
por su relieve de la adoración de los Reyes Magos. En Sotocueva se encuentra la entrada al complejo
carstico de Ojo Guareña, un mundo subterráneo de más de 100 kilómetros de
galerías, que aspira a entrar en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la
UNESCO. Para conocerlo, lo prioritario es pasarse por el centro de
interpretación de Quintanilla del Rebollar, donde nos explicarán tanto el
interés geológico del parque natural, como los yacimientos arqueológicos que
hasta el momento han sido localizados, incluidos varios paneles de pinturas
rupestres del paleolítico que aún se encuentran en fase de estudio. En la
actualidad, el tramo visitable para el público en general no sobrepasa los 300
metros de cueva, a la que se accede por el encantador paraje de la ermita de
San Bernabé. Esperemos que en próximos años pueda ampliarse el recorrido, dado
que la expectación generada con los últimos descubrimientos se está disparando;
la didáctica proyección que podemos contemplar en el interior de la cueva,
aunque muy interesante, no se corresponde con el interés del recorrido
propuesto lo que puede resultar algo decepcionantre. En cualquier caso, se
trata de una visita imprescindible e inexcusable. Lo mejor de Ojo Guareña, es
sin duda el paisaje norteño que se admira desde la boca de la cueva, y la
propia ermita de San Bernabé, donde sorprenden los frescos pintados en la roca
madre en el siglo XVIII y algunos arcos de herradura que delatan su ocupación
desde la Alta Edad Media. Nos encontramos ante uno más de esos ancestrales
santuarios precristianos que jalonan nuestra geografía y que hubieron de ser
consagrados para desterrar de estas comunidades, antiguas creencias que
distaban mucho de ser correctas u ortodoxas. Ojo Guareña es un espacio en el
que lo místico se respira a bocanadas aunque el visitante no conozca nada de su
pasado más o menos reciente; quizá por eso, y a pesar de la breve visita a su
interior, no podamos evitar soñar con volver a sus entrañas.
Otro
de los lugares más interesantes de las Merindades es la localidad de Puentedey.
Se trata de un pueblo situado más al sur, atravesado por el río Nela, donde la
roca ha cedido al poder del agua formando un puente natural de considerables dimensiones sobre el que se ha
levantado el pueblo desde sus mismos orígenes. No dude en caminar por el lecho
del río, podrá admirar las enormes dimensiones del puente, y sentirse por una
vez, como un pequeño Indiana Jones que acaba de encontrar su particular
"ciudad perdida". De regreso a Villarcayo, hay que para por lo menos
un momento en la diminuta iglesia de Escanduso: está considerada la más pequeña
del mundo, y encaja en el pequeño caserío con una encantadora armonía.
Siguiendo nuestro camino hacia el norte, alcanzamos por fin la localidad de
Espinosa de los Monteros, que conserva ya un indudable aire pasiego y cántabro.
Las galerías corridas, los palacios y las casonas montañesas e incluso el habla
y carácter de las gentes, son más cántabros que castellanos. La plaza mayor y
algunos monumentos interesantes, como la iglesia renacentista de Santa María, o
la torre de Cantinflor como algunos de los más notables. El conjunto urbano se
muestra acogedor al viajero, pero son sus alrededores los que han propiciado
una importancia destacada en esta población, pues de ella parten tres
carreteras de montaña que sobrepasan la cordillera Cantábrica, en busca de los
valles de la Cornisa Cantábrica y sus espectaculares imágenes de postal. La
Sía, Estacas de Trueba y Lunada, traen a la memoria de forma recurrente los
habituales problemas que estos pasos tienen en invierno, con la llegada de las
primeras nieves.
Es el Burgos más septentrional, cuna de Castilla, ya que es
aquí donde en el año 800 apareció por primera vez este nombre referido a la
Tierra de los Castillos en un documento de cesión de terrenos en el monasterio
de San Emeterio de Taranco de Mena.
A mediados del siglo XII, durante una
visita a Medina de Pomar,
el rey Alfonso VIII ideó la reforma de los alfoces (antigua agrupación de
aldeas) en un sistema de municipios más eficaz. Así nacieron las merindades, a
cuya cabeza puso a un merino todopoderoso, representante directo del monarca.
Del monasterio de Oña a la ciudad
más pequeña del mundo
Panorámica del Claustro
del Monasterio de Oña
Interior del Claustro
Sepulcros
en madera policromada de los reyes de Navarra y de los primeros condes
castellanos: pura filigrana.
Frias, Burgos.
Para comenzar nuestro itinerario lo mejor es
dirigirnos a Oña, pequeña población enclavada en un cañón de tupida vegetación
mediterránea, que parece esconder sus pequeñas joyas de las miradas de los
turistas de paseo rápido. El caserío se acurruca alrededor de la inmensa mole
del monasterio de San Salvador, fundado en el siglo XI, y que ahora comparte
sus usos turísticos con los de un hospital de enfermos y mayores. Hoy el
monasterio acoge algunos tesoros de incalculable valor y lamentable
promoción y conservación. Más allá del soberbio atrio de la portada, la
basílica goza de una altura casi catedralicia, de dominante estilo gótico,
aunque con elementos románicos. No pierda de vista el soberbio órgano del siglo
XVII y las pinturas murales del XIII recientemente descubiertas; pero si de
joyas hablamos, la que acapara todas las miradas son los sepulcros en madera
policromada de los reyes de Navarra y de los primeros condes castellanos: pura
filigrana. En las dependencias del monasterio se ha podido recuperar también un
magnífico coro en piedra con escenas de la última cena, y un soberbio claustro
gótico con buenos ejemplos de sepulcros en sus principales calles. En centro
del claustro se levanta un pinsapo de una altura gigantesca que parece haber
nacido en la misma época de fundación del monasterio, no se lo pierda. Todos
estos elementos nos hablan de la influencia que poseían los abades de Oña en la
Alta Edad Media, hasta el punto de que rivalizar con los condes de Castilla en
la toma de decisiones en toda la comarca. Sus dominios afectaban a parroquias
situadas a cientos de kilómetros, y no fue hasta la constitución del obispado
de Burgos cuando esa influencia empezó a decaer.
En los alrededores de Oña,
debemos buscar la carretera que nos llevará a Trespaderne, a través del cañón
de la Horadada, donde se ha construido un centro de interpretación arqueológico
para conocer los restos de un castillo levantado en el siglo V, el de Tedeja, y
varios eremitorios rupestres verdaderamente pintorescos en Tartalés de Cilla.
Más espectacular todavía puede resultar la estampa del encantador pueblo de
Frías; a sus pies, luce con todo su esplendor un puente medieval con garita
central que parece haber sido levantado antes de ayer, y que sirve para salvar el
curso del Ebro en el valle de Tobalina.
Este paraje es un perfecto
resumen de las Merindades, al combinar una naturaleza acogedora y fertil con
una estampa medieval muy auténtica y evocadora. Frías está dominado por la
silueta de su castillo en un lado, y por las casas colgadas en el otro; la
mejor vista se toma desde la carretera que viene de la ermita de Tobera, sin
duda la entrada más recomendable desde el sur. Tobera es otro de esos rincones
de indudable encanto, a escasos cuatro kilómetros de la localidad; su ermita,
con algunos restos románicos, aparece encajada en la ladera de un sorprendente
barranco; en días de lluvia cae una cascada de toba por la otra ladera,
haciendo de este enclave uno de los más atractivos y bucólicos de toda la
comarca. Frías presume de ser la ciudad más pequeña del mundo, y goza de este
título desde el siglo XIII; hoy apenas supera los 1000 habitantes, pero su
estampa medieval esta impecable conservada, y aún lo sería más si el
Ayuntamiento no hubiese vendido a los americanos la portada románica de la
iglesia (eran otros tiempos...) Obligado es recorrer las dos calles principales
que conducen a la muela, y después subir hasta el castillo, previo pago de
entrada en la oficina de turismo. En el patio de armas aún se conservan un par
de ventanales del siglo XII con escenas de grifos y caballeros, y en la torre
del homenaje se goza de una perspectiva sobresaliente de toda la comarca, con
un paisaje marcado por la vega del Ebro y los desafiantes cortados que
delimitan progundos barrancos en todas direcciones. No olvide asomarse a los
oscuros aljibes, y fotografiarse junto al puente levadizo, que parece sacado de
un cuento de pura perfección que esta terminado. Desde el pueblo es muy
recomendable acercarse hasta las hoces del Sobrón, una sucesión de cañones
excavados por el Ebro con una vegetación de ribera impresionante, que forma en
el otoño algunos paisajes de contar y no parar, y que únicamente aparecen
interrumpidos en su belleza por la gélida presencia de la central nuclear de Garoña.
El Valle de Valdivielso: Joyas del
Románico
Abandonamos
el valle de Tobalina, para tomar rumbo al de Valdivielso, uno de los primitivos
núcleos del condado de Castilla, y que gozó en tiempos pretéritos de una
intensa actividad monacal y cenobítica. Lo más interesante del valle es la
iglesia de San Pedro de Tejada, uno de los mejores ejemplos de románico
burgalés, que destaca por su perfecta armonía y por estar enclavada en un
paisaje de bucólica belleza. Al estar
exenta de otras construcciones aledañas, parece ofrecernos una imagen más
auténtica, más cercana a la imagen que debieron tener los clérigos que en este
monasterio habitaban, en el lejano siglo IX. Si penetra en su interior fíjese
en los dos capiteles del arco triunfal, son de lo mejor del Románico en
Castilla, una obra maestra de un artista desconocido. Otras iglesias del valle,
siguieron el modelo de San Pedro de Tejada, aunque con menor acierto constructivo.
En el valle tampoco hay que perderse la aldea de Tartalés de los Montes, a la
que se llega tras un kilómetro y medio de estrecha pista, y tras superar una
garganta de cuento a la que no le falta ni siquiera una pintoresca cascada. El
pueblo es un remanso de paz y serenidad, oculto entre los montes a los que
alude su apellido; posiblemente estamos ante uno de sus rincones donde
resultaría agradable perderse de por vida. De nuevo abajo, saldremos del valle
por el estrecho de los Hocinos, acompañando de nuevo al Ebro, para abandonarlo
poco después cerca de Villarcayo. Un poco antes y a mano izquierda, una
estrecha carretera conduce al valle de Manzanedo. Si tiene oportunidad, no deje
de visitar el eremitorio de Argés, o las románticas ruinas del monasterio de
Ríoseco, con leyenda fantasmagórica incluida. De nuevo lejos del Ebro,
acometeremos esta vez la visita a la capital histórica de las Merindades,
Medina de Pomar. De visita obligada es el castillo de las Torres, donde ahora
se ubica el museo de las Merindades en el que se repasa la historia de la
comarca, y sobre todo el monasterio de Santa Clara, en el que no hay que
perderse su claustro y su cúpula basada en el modelo de los Condestables de
Burgos. Pasearse por la judería puede depararle también unas cuantas sorpresas,
en forma de palacios, puertas, o rincones de origen medieval. Si Villarcayo es
la capital de servicios de Las Merindades, Medina de Pomar lo es de su espíritu
y su legado histórico; quizá por eso no existe tanta rivalidad cómo podría caber
esperar, porque cada una se siente orgullosa del papel que le corresponde.
Ermita
de San Pedro de Tejada
Aquí tuvieron su origen
los Monteros de Espinosa,
una guardia personal de los condes castellanos y luego de los reyes de España.
Medina
de Pomar es
la localidad con mayor población de Las Merindades, casi 6.000 habitantes.
Ciudad amante del arte, cuenta en sus calles con un museo de pintura al aire
libre con más de medio centenar de obras fijadas en los muros de algunas casas,
especialmente en la Calle Mayor.
El Alcázar de los Condestables fue construido en
el extremo suroeste del recinto amurallado de la ciudad. Lo mandó edificar
Pedro Fernández de Velasco cuando reinaba Enrique II, del que era Camarero
Mayor y posteriormente Condestable de Castilla (nombrado en 1473). Se estima
que fue en 1370 cuando se comenzó a construir, y se finalizó en tiempos de Juan
Fernández de Velasco
Conocido
popularmente con el nombre de “Las Torres”, fue palacio y castillo defensivo.
Está compuesto por dos torres cuadrangulares (la torre sur es más alta que la
norte) unidas por un cuerpo central. En 1931 fue declarado BIC (Bien de Interés
Cultural) y en su interior alberga el Museo Histórico de las Merindades.
Los Fernández de Velasco instalaron en el cuerpo
central del edificio el gran salón del Alcázar, de grandes dimensiones, y al
que se accedía mediante una escalera de caracol. A su derecha, aún se conserva
la chimenea destinada a calefacción empotrada en el muro y el husillo de la escalera
realizado en sillería
En la torre sur encontramos el “Salón Noble”, donde se conserva parte de un friso mudéjar que la recorre, formado por medallones unidos entre sí, por otros lobulados y por las armas de los Velasco con adornos y dibujos entrelazados que caprichosamente semejaban a celosías. Además, tiene inscripciones arábigas escritas en caracteres africanos y cúficos. En la actualidad, está destinado a conferencias, reuniones, cursos de verano y celebraciones nupciales. La parte alta de la torre alberga el archivo municipal.
La torre norte carecía de decoración y debió dedicarse a aposentos de las gentes de armas, encargados de su custodia y defensa, y de la servidumbre de los señores.
Las cubiertas en origen serían terrazas de madera, aunque reformas posteriores lo convierten en un tejado de dos aguas en el cuerpo central y con forma piramidal en las torres.
En el siglo XIX, en el año 1896, los Duques de Frías lo ceden en usufructo al Ayuntamiento de Medina de Pomar, para pasar a su completa propiedad.
Fue restaurado en los 90 e inaugurado como museo
en noviembre del 2001.
MUSEO HISTÓRICO DE LAS MERINDADES
Está ubicado en el interior del Alcázar de
los Condestables. Se distribuye en cuatro plantas y alberga documentos,
manuscritos, restos arqueológicos y enseres que muestran la historia de la
ciudad y permite conocer la comarca de Las Merindades. Asimismo, se realizan
visitas guiadas, actividades y exposiciones temporales.
En la planta baja del museo podemos encontrar la recepción, la sala de Las Merindades y la sala de Exposiciones. En la primera planta encontraremos la Sala Noble del Alcázar, una ambientación del siglo XVI y la sala de Arqueología. En la tercera planta se ubica la sala de Historia y Patrimonio y la sala de Etnografía. Finalmente, se podrán observar unas vistas espléndidas de la ciudad desde la terraza y visitar la sala de Bellas Artes.
Por su contenido museográfico, el Museo Histórico de Las Merindades está incluido en la Red de Museos de la Junta de Castilla y León.
El
Valle de Mena: El Bautismo de Castilla
Quedándonos
de momento en la provincia de Burgos, nuestro próximo destino ha de ser el
valle de Mena, camino de Bilbao, que supone una de las grandes sorpresas para
el viajero. El valle es un apéndice la comarca de las Encartaciones de Vizcaya
en tierras de Burgos, y goza de un clima plenamente atlántico que contrasta con
las tierras más secas que hemos visto un poco más al sur. Dominado por las
montañas rocosas y altivas de la sierra de la Peña, los caseríos de inclinados
tejados y blancas fachadas nos están
anunciando la proximidad de las tierras de Euskadi, y es algo que se hace notar
también en las costumbres de buena parte de la población. Para los amantes de
la naturaleza, son innumerables las posibilidades de senderismo: especialmente
interesante puede resultar la calzada romana que parte del pueblo de Irús y que
atraviesa parajes boscosos y pueblos diminutos de indudable encanto. En la
aldea de Taranco, la historia nos ha legado la primera mención conocida al
territorio de Castilla, en el acta de fundación de un monasterio, que hoy ya está
desaparecido; y es que fue en estos pagos donde los primeros abades tomaron
conciencia de la lejanía del reino de León, y apoyados por los repobladores
venidos de Al-Andalus, comenzaron a construir el germen de un reino
independiente. De todo ello lo mejor que nos ha llegado hasta nosotros son
algunas muestras del mejor arte románico. La iglesia de Vallejo de Mena es una
de ellas, en la que podremos admirar las primeras muestras de una escuela que
se repetirá en muchos otros templos, y que sigue dando quebraderos de cabeza a
los estudiosos de este estilo: caras humanas, personajes encerrados, barcas de
pescadores, etc., son algunos de los curiosos relieves que podremos admirar en
ella.
El interior
de la iglesia, en Vallejo de Mena, está compuesto por una única nave dividida,
presbiterio y ábside, tal y como se evidencia en el exterior. La nave y el
presbiterio se cubre con bóvedas cupuladas de crucería de ocho nervios (tipo
aquitana o angevina), característica del gótico temprano, mientras que el
ábside se cierra con bóveda de horno con refuerzo de nervios.
Uno de estos capiteles resulta
especialmente interesante pues muestra una pareja de bestias con siete cabezas
cada una. A buen seguro estamos ante la representación -por duplicado- del
dragón apocalíptico.
Fíjese el
viajero en la representación de algunos peregrinos, pues este era uno de los
antiguos caminos jacobeos que desde los puertos de la ría de Bilbao conducía a
la tumba del Apostol. El templo perteneció a
la orden de San Juan de Jerusalén que la recibió, por donación o por herencia,
de una mujer perteneciente a la nobleza llamada doña Endrequina de Mena, cuya
tumba, del siglo XIII, se encuentra en el interior, a los pies de la iglesia, y
reza la siguiente inscripción: "donna Endrequina de Mena dio esta casa a
Hierusalem". Esta orden militar, que posteriormente adoptará el nombre de
la Orden de Malta, fue una fundación de finales del siglo XI (1084) que surgió
con fines benéficos, aunque su fama posterior viene del poder militar que le
granjeó grandes victorias en numerosas guerras. La iglesia de San Lorenzo llegó
a convertirse en la cabecera de una de las encomiendas que la Orden llegó a
tener en Castilla. Más enigmática todavía resulta Santa María de Siones, relacionada
con los míticos caballeros templarios, y que esconde en su interior una
auténtica exhibición escultórica que nos podría tener varias horas
entretenidos. De entre los misteriosos relieves que podemos observar, fíjese en
los que acogen los dos edículos o pequeñas capillas del falso crucero, donde
tenemos a tres personajes sosteniendo un cáliz o un grial, o un personaje de
largas trenzas, sujetadas por una mujer de santificante aspecto.
En los capiteles de este edículo norte
identificamos una lucha de caballeros y una escena con tres personajes sedentes
de los que, el central, parece portar un cáliz.
Santa María
de Siones, la lucha entre santa Juliana y el demonio.
De esta
iglesia, se dice precisamente que está relacionada con la leyenda del Santo
Grial, vinculada también con la vecina de San Pantaleón de Losa, y entre los
argumentos que se manejan, figuran algunos de los motivos representados en
ella. También evocador es el camino que parte del templo, y supera la sierra
por el no menos evocador Puerto de la Magdalena, que en estos recientes años
tanto se ha relacionado con la leyenda de la Sangre de Nuestro Señor. Hasta el
entorno natural, con un espectacular bosque de hayas, ayuda a la evocación de
esta leyenda, hasta el punto de hacernos difícil separar historia y
especulación sobre el pasado.
La
Iglesia donde reposa el Santo Grial
Ermita de San
Pantaleón de Losa - Pilar Arcos
Sobre los restos de un
castro de la Edad del Hierro al amparo de una desaparecida fortaleza, fue
levantada la ermita románica de San Pantaleón de Losa en el siglo XIII. En el
siglo XVI, aprovechando el espacio de la arrasada y anexa casa del priorazgo,
se realizó la ampliación gótica de la ermita que hoy conocemos y que, además de
una nave, incorporó un baldaquino que encierra un sepulcro románico que,
supuestamente, debió de guardar las veneradas reliquias de San
Pantaleón.
Abandonamos el valle de Mena por el espectacular
puerto de Angulo, poblado desde tiempos prehistóricos, para adentrarnos en el
valle de Losa, otro de los míticos orígenes del condado castellano. Esta
era una de las primitivas entradas del camino de Santiago, a través de
una antigua calzada romana que procedía de Castro Urdiales, y de la que
todavía se conservan algunos restos. El principal atractivo del valle es la
ermita de San Pantaleón de Losa, ubicada en uno de los parajes más
espectaculares de España, en lo alto de un espolón rocoso. La iglesia encierra
uno de los mayores enigmas de toda la comarca, y desde sus orígenes, ha sido
vinculada con la leyenda del Grial, probablemente por las reliquias que se dice
albergaba en el Medievo. Aunque algunos aseguran que la ermita guardaba la
sangre de Pantaleón que hoy obra milagros en el monasterio de la Encarnación. Cada 27 de julio se repite,
en el convento de la Encarnación de Madrid, el extraño fenómeno de la
licuefacción de la sangre de san Pantaleón. Este hecho se viene
produciendo desde el el siglo XVI, llevándose a efecto el milagro es la misma
fecha también en la dudad italiana de Ravella, cerca de Nápoles, en donde se
conserva otra ampolla con la sangre del santo. Sin embargo, muchas veces se
olvida que la sangre que se venera en el convento madrileño procede de la
iglesia de San Pantaleón de Losa. No hay pruebas de su
estancia en Losa, y el misterio del Grial permanece sumido en sugerentes
tinieblas.
Parece
que durante siglos se guardó en esta apartada ermita una ampolla con
parte de la supuesta sangre del mártir Pantaleón. San Pantaleón fue
un mártir nacido en Nicomedia que sufrió de grandes tormentos antes de su
muerte y a todos ellos sobrevivió para indignación de sus verdugos. En el
último ardid, fue decapitado, brotando leche en lugar de sangre de su cuello;
la cabeza hizo reverdecer un árbol y así otros muchos elementos simbólicos que
sin duda están asociados al mito de la muerte y la resurrección, pieza básica
para entender el mito del Grial.
A todo ello contribuye la iconografía de la iglesia, con motivos
sorprendentes y exclusivos sobre los que existen variedad de teorías, incluidas
por supuesto las que se apoyan en la presencia de los caballeros templarios y
sus esotéricas doctrinas para explicarlas. Para visitar la iglesia, hay que
tomar el camino que desde el pueblo del mismo nombre, bordea la peña donde se
asienta por el lado sur, y la remonta desde el oeste en un paseo de unos 20
minutos. Lo más destacable del templo es su original iconografía, sin que hasta
ahora haya podido descifrarse el mensaje completo, su interpretación, ni
tampoco las fuentes en las que se inspiran sus motivos; en el lado izquierdo de
la portada, un enorme gigante que sujeta una especie de bolsa o saco al hombro
parece custodiar el interior del templo, como si de un guardián se tratase. De
esta figura se ha dicho casi todo, desde que podría ser la representación de
Adán, Noé, San Pantaleón o el mismísimo Atlante
sosteniendo la bóveda celeste; a buen seguro que al viajero se le pueden
ocurrir otras tantas atribuciones, en el inevitable encanto de descifrar el
enigma de la ermita.
Ya en el interior destaca la penumbra del ambiente,
realzada por una cuidada iluminación artificial que sirve para ver algunos
capiteles y relieves muy sugestivos, llenos de expresividad y simbolismo, entre
los que sobresalen las máscaras y figuras del mundo de los muertos. Desde lo
alto de la colina, gozaremos de una vista fantástica del valle de Losa, y que
al parecer fue aprovechada poruna construcción defensiva desde la época romana;
en las proximidades de San Pantaleón se encuentran también el pueblo de
Criales, que parece haber tomado su nombre de la palabra Grial, y que
confirmaría algunos datos más para alimentar la misteriosa leyenda. En realidad
todo el paisaje parece evocarnos al mundo del rey Arturo, el mago Merlín o los
caballeros de la mesa redonda, a poco que hagamos trabajar a la imaginación. La
visita guiada, de alrededor de 1 hora, permite conocer con más detalle una de
las manifestaciones más sorprendentes, legendarias y misteriosas de todo el
Románico europeo. Tras la reciente restauración e investigación arqueológica,
permanece intacto el misterio que se oculta tras San Pantaleón de Losa.
De
nuevo abajo, no podemos ni debemos abandonar estos valles sin hacer una visita
al monumento natural de Monte Santiago, en el límite entre Burgos y Vizcaya. Se
trata de un parque natural al que se accede desde la localidad de Berberana,
por una pista forestal no asfaltada, pero en buen estado, hasta alcanzar un aparcamiento
habilitado donde dejar nuestro vehículo. Un par de kilómetros andando nos
conducirán hasta el impresionante nacimiento del río Nervión, el mismo que
luego pasará por Bilbao, y que aquí se desploma en un salto de agua de casi 300
metros. Hay que buscar siempre que nuestra visita coincida con una época de
lluvias para disfrutar al máximo de la cascada más alta de nuestro país. Desde
el mirador habilitado, colgados sobre el barranco y casi tocando a los buitres
leonados que sobrevuelan nuestras cabezas, una extraña sensación de absoluta
libertad nos invade sin que podamos racionalizar este sentimiento. Por nuestra
mente pasan como un mosaico de colores la enorme cantidad de lugares que hemos
visto, en una de las rutas más completas y bellas que hemos tenido el gusto de
recorrer...
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