lunes, 3 de febrero de 2020


LAS MERINDADES

LA COMARCA DONDE NACIÓ LA PALABRA 

CASTILLA


El norte de la provincia de Burgos es una de las zonas más desconocidas y fascinantes que todavía quedan por descubrir a los habitantes del centro de la Península. Buena parte de esto se debe al carácter de transición de estas tierras, que parecen condenadas a servir de paso a los veraneantes de Cantabria o las zonas industriales y comerciales del País Vasco. Quizá por ello aquellos enclaves de las Merindades que quedan más a trasmano de los principales ejes de comunicación, aún conservan muestras de arte y de cultura verdaderamente arcaicas, a lo que contribuye también el aislamiento propiciado por una geografía abrupta, llena de profundos cañones. El paisaje de esta comarca está sin duda vinculado a su historia y a su cultura, y es uno de sus grandes atractivos; aquí el agua es el gran protagonista, perforando la tierra en cada uno de los arroyos que confluyen en el gran padre Ebro, y originando una variada fauna y vegetación. Pero por encima de todos estos atractivos, se halla el sentimental, ya que las Merindades, conocidas así por ser regentadas por merinos o gobernantes dependientes del rey, son el origen de la mítica Castilla.

Puentedey, este pueblo está bañado por el río Nela y a su alrededor podemos ver unas grandes rocas, valles y praderas.




En Puentedey la naturaleza ha obrado otra de sus maravillas. A lo largo de miles de años, el río Nela ha perforado la roca caliza dando como resultado un gran orificio de 15 metros de altura (como una casa de 5 pisos) y el doble de ancho lo que le da la apariencia de un gigantesco puente sobre el que se asienta parte del casco urbano.


Quintanilla del Rebollar es un pequeño pueblo en el que se encuentra el centro de interpretación de Ojo Guareña, un importante complejo kárstico formado por más de 110 kilómetros de galerías subterráneas. Las grutas están situadas en el valle de Sotoscueva, entre los ríos Trueba y Nela, y fueron declaradas Monumento Natural en 1996. Con todo, lo más interesante para el turista es la ermita de San Bernabé, construida en una de las simas, que sirve de salida a la visita guiada por las grutas. Aprovechando las paredes naturales de la cueva, el exterior presenta una fachada de sillares rematada por una espadaña en la base de un acantilado. En el interior, una serie de frescos naifs a la manera de comics ocupan completamente las rocas de paredes y techo narrando la vida de San Tirso, mártir condenado a morir cortado por la mitad.

Ojo Guareña: retorno a la diosa madre tierra


Ermita de San Bernabé - Pilar Arcos


Hacia el norte de la comarca los destinos de interés se multiplican. Camino de Espinosa de los Monteros, hay que desviarse hacia Cornejo pasando por Butrera, con una de las mejores iglesias románicas de la provincia, especialmente famosa por su relieve de la adoración de los Reyes Magos. En Sotocueva se encuentra la entrada al complejo carstico de Ojo Guareña, un mundo subterráneo de más de 100 kilómetros de galerías, que aspira a entrar en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Para conocerlo, lo prioritario es pasarse por el centro de interpretación de Quintanilla del Rebollar, donde nos explicarán tanto el interés geológico del parque natural, como los yacimientos arqueológicos que hasta el momento han sido localizados, incluidos varios paneles de pinturas rupestres del paleolítico que aún se encuentran en fase de estudio. En la actualidad, el tramo visitable para el público en general no sobrepasa los 300 metros de cueva, a la que se accede por el encantador paraje de la ermita de San Bernabé. Esperemos que en próximos años pueda ampliarse el recorrido, dado que la expectación generada con los últimos descubrimientos se está disparando; la didáctica proyección que podemos contemplar en el interior de la cueva, aunque muy interesante, no se corresponde con el interés del recorrido propuesto lo que puede resultar algo decepcionantre. En cualquier caso, se trata de una visita imprescindible e inexcusable. Lo mejor de Ojo Guareña, es sin duda el paisaje norteño que se admira desde la boca de la cueva, y la propia ermita de San Bernabé, donde sorprenden los frescos pintados en la roca madre en el siglo XVIII y algunos arcos de herradura que delatan su ocupación desde la Alta Edad Media. Nos encontramos ante uno más de esos ancestrales santuarios precristianos que jalonan nuestra geografía y que hubieron de ser consagrados para desterrar de estas comunidades, antiguas creencias que distaban mucho de ser correctas u ortodoxas. Ojo Guareña es un espacio en el que lo místico se respira a bocanadas aunque el visitante no conozca nada de su pasado más o menos reciente; quizá por eso, y a pesar de la breve visita a su interior, no podamos evitar soñar con volver a sus entrañas.

Otro de los lugares más interesantes de las Merindades es la localidad de Puentedey. Se trata de un pueblo situado más al sur, atravesado por el río Nela, donde la roca ha cedido al poder del agua formando un puente natural de considerables dimensiones sobre el que se ha levantado el pueblo desde sus mismos orígenes. No dude en caminar por el lecho del río, podrá admirar las enormes dimensiones del puente, y sentirse por una vez, como un pequeño Indiana Jones que acaba de encontrar su particular "ciudad perdida". De regreso a Villarcayo, hay que para por lo menos un momento en la diminuta iglesia de Escanduso: está considerada la más pequeña del mundo, y encaja en el pequeño caserío con una encantadora armonía. Siguiendo nuestro camino hacia el norte, alcanzamos por fin la localidad de Espinosa de los Monteros, que conserva ya un indudable aire pasiego y cántabro. Las galerías corridas, los palacios y las casonas montañesas e incluso el habla y carácter de las gentes, son más cántabros que castellanos. La plaza mayor y algunos monumentos interesantes, como la iglesia renacentista de Santa María, o la torre de Cantinflor como algunos de los más notables. El conjunto urbano se muestra acogedor al viajero, pero son sus alrededores los que han propiciado una importancia destacada en esta población, pues de ella parten tres carreteras de montaña que sobrepasan la cordillera Cantábrica, en busca de los valles de la Cornisa Cantábrica y sus espectaculares imágenes de postal. La Sía, Estacas de Trueba y Lunada, traen a la memoria de forma recurrente los habituales problemas que estos pasos tienen en invierno, con la llegada de las primeras nieves.
Es el Burgos más septentrional, cuna de Castilla, ya que es aquí donde en el año 800 apareció por primera vez este nombre referido a la Tierra de los Castillos en un documento de cesión de terrenos en el monasterio de San Emeterio de Taranco de Mena.
A mediados del siglo XII, durante una visita a Medina de Pomar, el rey Alfonso VIII ideó la reforma de los alfoces (antigua agrupación de aldeas) en un sistema de municipios más eficaz. Así nacieron las merindades, a cuya cabeza puso a un merino todopoderoso, representante directo del monarca.

Del monasterio de Oña a la ciudad más pequeña del mundo


Panorámica del Claustro del Monasterio de Oña

Interior del Claustro



Sepulcros en madera policromada de los reyes de Navarra y de los primeros condes castellanos: pura filigrana.


Frias, Burgos.


Para comenzar nuestro itinerario lo mejor es dirigirnos a Oña, pequeña población enclavada en un cañón de tupida vegetación mediterránea, que parece esconder sus pequeñas joyas de las miradas de los turistas de paseo rápido. El caserío se acurruca alrededor de la inmensa mole del monasterio de San Salvador, fundado en el siglo XI, y que ahora comparte sus usos turísticos con los de un hospital de enfermos y mayores. Hoy el monasterio acoge algunos tesoros de incalculable valor y lamentable promoción y conservación. Más allá del soberbio atrio de la portada, la basílica goza de una altura casi catedralicia, de dominante estilo gótico, aunque con elementos románicos. No pierda de vista el soberbio órgano del siglo XVII y las pinturas murales del XIII recientemente descubiertas; pero si de joyas hablamos, la que acapara todas las miradas son los sepulcros en madera policromada de los reyes de Navarra y de los primeros condes castellanos: pura filigrana. En las dependencias del monasterio se ha podido recuperar también un magnífico coro en piedra con escenas de la última cena, y un soberbio claustro gótico con buenos ejemplos de sepulcros en sus principales calles. En centro del claustro se levanta un pinsapo de una altura gigantesca que parece haber nacido en la misma época de fundación del monasterio, no se lo pierda. Todos estos elementos nos hablan de la influencia que poseían los abades de Oña en la Alta Edad Media, hasta el punto de que rivalizar con los condes de Castilla en la toma de decisiones en toda la comarca. Sus dominios afectaban a parroquias situadas a cientos de kilómetros, y no fue hasta la constitución del obispado de Burgos cuando esa influencia empezó a decaer.
En los alrededores de Oña, debemos buscar la carretera que nos llevará a Trespaderne, a través del cañón de la Horadada, donde se ha construido un centro de interpretación arqueológico para conocer los restos de un castillo levantado en el siglo V, el de Tedeja, y varios eremitorios rupestres verdaderamente pintorescos en Tartalés de Cilla. Más espectacular todavía puede resultar la estampa del encantador pueblo de Frías; a sus pies, luce con todo su esplendor un puente medieval con garita central que parece haber sido levantado antes de ayer, y que sirve para salvar el curso del Ebro en el valle de Tobalina. 
Este paraje es un perfecto resumen de las Merindades, al combinar una naturaleza acogedora y fertil con una estampa medieval muy auténtica y evocadora. Frías está dominado por la silueta de su castillo en un lado, y por las casas colgadas en el otro; la mejor vista se toma desde la carretera que viene de la ermita de Tobera, sin duda la entrada más recomendable desde el sur. Tobera es otro de esos rincones de indudable encanto, a escasos cuatro kilómetros de la localidad; su ermita, con algunos restos románicos, aparece encajada en la ladera de un sorprendente barranco; en días de lluvia cae una cascada de toba por la otra ladera, haciendo de este enclave uno de los más atractivos y bucólicos de toda la comarca. Frías presume de ser la ciudad más pequeña del mundo, y goza de este título desde el siglo XIII; hoy apenas supera los 1000 habitantes, pero su estampa medieval esta impecable conservada, y aún lo sería más si el Ayuntamiento no hubiese vendido a los americanos la portada románica de la iglesia (eran otros tiempos...) Obligado es recorrer las dos calles principales que conducen a la muela, y después subir hasta el castillo, previo pago de entrada en la oficina de turismo. En el patio de armas aún se conservan un par de ventanales del siglo XII con escenas de grifos y caballeros, y en la torre del homenaje se goza de una perspectiva sobresaliente de toda la comarca, con un paisaje marcado por la vega del Ebro y los desafiantes cortados que delimitan progundos barrancos en todas direcciones. No olvide asomarse a los oscuros aljibes, y fotografiarse junto al puente levadizo, que parece sacado de un cuento de pura perfección que esta terminado. Desde el pueblo es muy recomendable acercarse hasta las hoces del Sobrón, una sucesión de cañones excavados por el Ebro con una vegetación de ribera impresionante, que forma en el otoño algunos paisajes de contar y no parar, y que únicamente aparecen interrumpidos en su belleza por la gélida presencia de la central nuclear de Garoña.

El Valle de Valdivielso: Joyas del Románico

Abandonamos el valle de Tobalina, para tomar rumbo al de Valdivielso, uno de los primitivos núcleos del condado de Castilla, y que gozó en tiempos pretéritos de una intensa actividad monacal y cenobítica. Lo más interesante del valle es la iglesia de San Pedro de Tejada, uno de los mejores ejemplos de románico burgalés, que destaca por su perfecta armonía y por estar enclavada en un paisaje de bucólica belleza. Al estar exenta de otras construcciones aledañas, parece ofrecernos una imagen más auténtica, más cercana a la imagen que debieron tener los clérigos que en este monasterio habitaban, en el lejano siglo IX. Si penetra en su interior fíjese en los dos capiteles del arco triunfal, son de lo mejor del Románico en Castilla, una obra maestra de un artista desconocido. Otras iglesias del valle, siguieron el modelo de San Pedro de Tejada, aunque con menor acierto constructivo. En el valle tampoco hay que perderse la aldea de Tartalés de los Montes, a la que se llega tras un kilómetro y medio de estrecha pista, y tras superar una garganta de cuento a la que no le falta ni siquiera una pintoresca cascada. El pueblo es un remanso de paz y serenidad, oculto entre los montes a los que alude su apellido; posiblemente estamos ante uno de sus rincones donde resultaría agradable perderse de por vida. De nuevo abajo, saldremos del valle por el estrecho de los Hocinos, acompañando de nuevo al Ebro, para abandonarlo poco después cerca de Villarcayo. Un poco antes y a mano izquierda, una estrecha carretera conduce al valle de Manzanedo. Si tiene oportunidad, no deje de visitar el eremitorio de Argés, o las románticas ruinas del monasterio de Ríoseco, con leyenda fantasmagórica incluida. De nuevo lejos del Ebro, acometeremos esta vez la visita a la capital histórica de las Merindades, Medina de Pomar. De visita obligada es el castillo de las Torres, donde ahora se ubica el museo de las Merindades en el que se repasa la historia de la comarca, y sobre todo el monasterio de Santa Clara, en el que no hay que perderse su claustro y su cúpula basada en el modelo de los Condestables de Burgos. Pasearse por la judería puede depararle también unas cuantas sorpresas, en forma de palacios, puertas, o rincones de origen medieval. Si Villarcayo es la capital de servicios de Las Merindades, Medina de Pomar lo es de su espíritu y su legado histórico; quizá por eso no existe tanta rivalidad cómo podría caber esperar, porque cada una se siente orgullosa del papel que le corresponde.

Ermita de San Pedro de Tejada
Aquí tuvieron su origen los Monteros de Espinosa, una guardia personal de los condes castellanos y luego de los reyes de España.


Medina de Pomar es la localidad con mayor población de Las Merindades, casi 6.000 habitantes. Ciudad amante del arte, cuenta en sus calles con un museo de pintura al aire libre con más de medio centenar de obras fijadas en los muros de algunas casas, especialmente en la Calle Mayor.

El Alcázar de los Condestables fue construido en el extremo suroeste del recinto amurallado de la ciudad. Lo mandó edificar Pedro Fernández de Velasco cuando reinaba Enrique II, del que era Camarero Mayor y posteriormente Condestable de Castilla (nombrado en 1473). Se estima que fue en 1370 cuando se comenzó a construir, y se finalizó en tiempos de Juan Fernández de Velasco
 Conocido popularmente con el nombre de “Las Torres”, fue palacio y castillo defensivo. Está compuesto por dos torres cuadrangulares (la torre sur es más alta que la norte) unidas por un cuerpo central. En 1931 fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural) y en su interior alberga el Museo Histórico de las Merindades.
Los Fernández de Velasco instalaron en el cuerpo central del edificio el gran salón del Alcázar, de grandes dimensiones, y al que se accedía mediante una escalera de caracol. A su derecha, aún se conserva la chimenea destinada a calefacción empotrada en el muro y el husillo de la escalera realizado en sillería

En la torre sur encontramos el “Salón Noble”, donde se conserva parte de un friso mudéjar que la recorre, formado por medallones unidos entre sí, por otros lobulados y por las armas de los Velasco con adornos y dibujos entrelazados que caprichosamente semejaban a celosías. Además, tiene inscripciones arábigas escritas en caracteres africanos y cúficos. En la actualidad, está destinado a conferencias, reuniones, cursos de verano y celebraciones nupciales. La parte alta de la torre alberga el archivo municipal.

La torre norte carecía de decoración y debió dedicarse a aposentos de las gentes de armas, encargados de su custodia y defensa, y de la servidumbre de los señores.

Las cubiertas en origen serían terrazas de madera, aunque reformas posteriores lo convierten en un tejado de dos aguas en el cuerpo central y con forma piramidal en las torres.

En el siglo XIX, en el año 1896, los Duques de Frías lo ceden en usufructo al Ayuntamiento de Medina de Pomar, para pasar a su completa propiedad.
Fue restaurado en los 90 e inaugurado como museo en noviembre del 2001.


MUSEO HISTÓRICO DE LAS MERINDADES

Está ubicado en el interior del Alcázar de los Condestables. Se distribuye en cuatro plantas y alberga documentos, manuscritos, restos arqueológicos y enseres que muestran la historia de la ciudad y permite conocer la comarca de Las Merindades. Asimismo, se realizan visitas guiadas, actividades y exposiciones temporales.

En la planta baja del museo podemos encontrar la recepción, la sala de Las Merindades y la sala de Exposiciones. En la primera planta encontraremos la Sala Noble del Alcázar, una ambientación del siglo XVI y la sala de Arqueología. En la tercera planta se ubica la sala de Historia y Patrimonio y la sala de Etnografía. Finalmente, se podrán observar unas vistas espléndidas de la ciudad desde la terraza y visitar la sala de Bellas Artes.

Por su contenido museográfico, el Museo Histórico de Las Merindades está incluido en la Red de Museos de la Junta de Castilla y León.

El Valle de Mena: El Bautismo de Castilla

Quedándonos de momento en la provincia de Burgos, nuestro próximo destino ha de ser el valle de Mena, camino de Bilbao, que supone una de las grandes sorpresas para el viajero. El valle es un apéndice la comarca de las Encartaciones de Vizcaya en tierras de Burgos, y goza de un clima plenamente atlántico que contrasta con las tierras más secas que hemos visto un poco más al sur. Dominado por las montañas rocosas y altivas de la sierra de la Peña, los caseríos de inclinados tejados y blancas fachadas nos están anunciando la proximidad de las tierras de Euskadi, y es algo que se hace notar también en las costumbres de buena parte de la población. Para los amantes de la naturaleza, son innumerables las posibilidades de senderismo: especialmente interesante puede resultar la calzada romana que parte del pueblo de Irús y que atraviesa parajes boscosos y pueblos diminutos de indudable encanto. En la aldea de Taranco, la historia nos ha legado la primera mención conocida al territorio de Castilla, en el acta de fundación de un monasterio, que hoy ya está desaparecido; y es que fue en estos pagos donde los primeros abades tomaron conciencia de la lejanía del reino de León, y apoyados por los repobladores venidos de Al-Andalus, comenzaron a construir el germen de un reino independiente. De todo ello lo mejor que nos ha llegado hasta nosotros son algunas muestras del mejor arte románico. La iglesia de Vallejo de Mena es una de ellas, en la que podremos admirar las primeras muestras de una escuela que se repetirá en muchos otros templos, y que sigue dando quebraderos de cabeza a los estudiosos de este estilo: caras humanas, personajes encerrados, barcas de pescadores, etc., son algunos de los curiosos relieves que podremos admirar en ella.

El interior de la iglesia, en Vallejo de Mena, está compuesto por una única nave dividida, presbiterio y ábside, tal y como se evidencia en el exterior. La nave y el presbiterio se cubre con bóvedas cupuladas de crucería de ocho nervios (tipo aquitana o angevina), característica del gótico temprano, mientras que el ábside se cierra con bóveda de horno con refuerzo de nervios.


Uno de estos capiteles resulta especialmente interesante pues muestra una pareja de bestias con siete cabezas cada una. A buen seguro estamos ante la representación -por duplicado- del dragón apocalíptico.

Fíjese el viajero en la representación de algunos peregrinos, pues este era uno de los antiguos caminos jacobeos que desde los puertos de la ría de Bilbao conducía a la tumba del Apostol. El templo perteneció a la orden de San Juan de Jerusalén que la recibió, por donación o por herencia, de una mujer perteneciente a la nobleza llamada doña Endrequina de Mena, cuya tumba, del siglo XIII, se encuentra en el interior, a los pies de la iglesia, y reza la siguiente inscripción: "donna Endrequina de Mena dio esta casa a Hierusalem". Esta orden militar, que posteriormente adoptará el nombre de la Orden de Malta, fue una fundación de finales del siglo XI (1084) que surgió con fines benéficos, aunque su fama posterior viene del poder militar que le granjeó grandes victorias en numerosas guerras. La iglesia de San Lorenzo llegó a convertirse en la cabecera de una de las encomiendas que la Orden llegó a tener en Castilla. Más enigmática todavía resulta Santa María de Siones, relacionada con los míticos caballeros templarios, y que esconde en su interior una auténtica exhibición escultórica que nos podría tener varias horas entretenidos. De entre los misteriosos relieves que podemos observar, fíjese en los que acogen los dos edículos o pequeñas capillas del falso crucero, donde tenemos a tres personajes sosteniendo un cáliz o un grial, o un personaje de largas trenzas, sujetadas por una mujer de santificante aspecto.

En los capiteles de este edículo norte identificamos una lucha de caballeros y una escena con tres personajes sedentes de los que, el central, parece portar un cáliz.


Santa María de Siones, la lucha entre santa Juliana y el demonio.

De esta iglesia, se dice precisamente que está relacionada con la leyenda del Santo Grial, vinculada también con la vecina de San Pantaleón de Losa, y entre los argumentos que se manejan, figuran algunos de los motivos representados en ella. También evocador es el camino que parte del templo, y supera la sierra por el no menos evocador Puerto de la Magdalena, que en estos recientes años tanto se ha relacionado con la leyenda de la Sangre de Nuestro Señor. Hasta el entorno natural, con un espectacular bosque de hayas, ayuda a la evocación de esta leyenda, hasta el punto de hacernos difícil separar historia y especulación sobre el pasado.

La Iglesia donde reposa el Santo Grial

Ermita de San Pantaleón de Losa - Pilar Arcos


Sobre los restos de un castro de la Edad del Hierro al amparo de una desaparecida fortaleza, fue levantada la ermita románica de San Pantaleón de Losa en el siglo XIII. En el siglo XVI, aprovechando el espacio de la arrasada y anexa casa del priorazgo, se realizó la ampliación gótica de la ermita que hoy conocemos y que, además de una nave, incorporó un baldaquino que encierra un sepulcro románico que, supuestamente, debió de guardar las veneradas reliquias de San Pantaleón.

Abandonamos el valle de Mena por el espectacular puerto de Angulo, poblado desde tiempos prehistóricos, para adentrarnos en el valle de Losa, otro de los míticos orígenes del condado castellano. Esta era una de las primitivas entradas del camino de Santiago, a través de una antigua calzada romana que procedía de Castro Urdiales, y de la que todavía se conservan algunos restos. El principal atractivo del valle es la ermita de San Pantaleón de Losa, ubicada en uno de los parajes más espectaculares de España, en lo alto de un espolón rocoso. La iglesia encierra uno de los mayores enigmas de toda la comarca, y desde sus orígenes, ha sido vinculada con la leyenda del Grial, probablemente por las reliquias que se dice albergaba en el Medievo. Aunque algunos aseguran que la ermita guardaba la sangre de Pantaleón que hoy obra milagros en el monasterio de la Encarnación. Cada 27 de julio se repite, en el convento de la Encarnación de Madrid, el extraño fenómeno de la licuefacción de la sangre de san Pantaleón. Este hecho se viene produciendo desde el el siglo XVI, llevándose a efecto el milagro es la misma fecha también en la dudad italiana de Ravella, cerca de Nápoles, en donde se conserva otra ampolla con la sangre del santo. Sin embargo, muchas veces se olvida que la sangre que se venera en el convento madrileño procede de la iglesia de San Pantaleón de Losa. No hay pruebas de su estancia en Losa, y el misterio del Grial permanece sumido en sugerentes tinieblas.

Parece que durante siglos se guardó en esta apartada ermita una ampolla con parte de la supuesta sangre del mártir Pantaleón. San Pantaleón fue un mártir nacido en Nicomedia que sufrió de grandes tormentos antes de su muerte y a todos ellos sobrevivió para indignación de sus verdugos. En el último ardid, fue decapitado, brotando leche en lugar de sangre de su cuello; la cabeza hizo reverdecer un árbol y así otros muchos elementos simbólicos que sin duda están asociados al mito de la muerte y la resurrección, pieza básica para entender el mito del Grial.


A todo ello contribuye la iconografía de la iglesia, con motivos sorprendentes y exclusivos sobre los que existen variedad de teorías, incluidas por supuesto las que se apoyan en la presencia de los caballeros templarios y sus esotéricas doctrinas para explicarlas. Para visitar la iglesia, hay que tomar el camino que desde el pueblo del mismo nombre, bordea la peña donde se asienta por el lado sur, y la remonta desde el oeste en un paseo de unos 20 minutos. Lo más destacable del templo es su original iconografía, sin que hasta ahora haya podido descifrarse el mensaje completo, su interpretación, ni tampoco las fuentes en las que se inspiran sus motivos; en el lado izquierdo de la portada, un enorme gigante que sujeta una especie de bolsa o saco al hombro parece custodiar el interior del templo, como si de un guardián se tratase. De esta figura se ha dicho casi todo, desde que podría ser la representación de Adán, Noé, San Pantaleón o el mismísimo Atlante sosteniendo la bóveda celeste; a buen seguro que al viajero se le pueden ocurrir otras tantas atribuciones, en el inevitable encanto de descifrar el enigma de la ermita.



Ya en el interior destaca la penumbra del ambiente, realzada por una cuidada iluminación artificial que sirve para ver algunos capiteles y relieves muy sugestivos, llenos de expresividad y simbolismo, entre los que sobresalen las máscaras y figuras del mundo de los muertos. Desde lo alto de la colina, gozaremos de una vista fantástica del valle de Losa, y que al parecer fue aprovechada poruna construcción defensiva desde la época romana; en las proximidades de San Pantaleón se encuentran también el pueblo de Criales, que parece haber tomado su nombre de la palabra Grial, y que confirmaría algunos datos más para alimentar la misteriosa leyenda. En realidad todo el paisaje parece evocarnos al mundo del rey Arturo, el mago Merlín o los caballeros de la mesa redonda, a poco que hagamos trabajar a la imaginación. La visita guiada, de alrededor de 1 hora, permite conocer con más detalle una de las manifestaciones más sorprendentes, legendarias y misteriosas de todo el Románico europeo. Tras la reciente restauración e investigación arqueológica, permanece intacto el misterio que se oculta tras San Pantaleón de Losa.

De nuevo abajo, no podemos ni debemos abandonar estos valles sin hacer una visita al monumento natural de Monte Santiago, en el límite entre Burgos y Vizcaya. Se trata de un parque natural al que se accede desde la localidad de Berberana, por una pista forestal no asfaltada, pero en buen estado, hasta alcanzar un aparcamiento habilitado donde dejar nuestro vehículo. Un par de kilómetros andando nos conducirán hasta el impresionante nacimiento del río Nervión, el mismo que luego pasará por Bilbao, y que aquí se desploma en un salto de agua de casi 300 metros. Hay que buscar siempre que nuestra visita coincida con una época de lluvias para disfrutar al máximo de la cascada más alta de nuestro país. Desde el mirador habilitado, colgados sobre el barranco y casi tocando a los buitres leonados que sobrevuelan nuestras cabezas, una extraña sensación de absoluta libertad nos invade sin que podamos racionalizar este sentimiento. Por nuestra mente pasan como un mosaico de colores la enorme cantidad de lugares que hemos visto, en una de las rutas más completas y bellas que hemos tenido el gusto de recorrer...


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