Ante el umbral: Madrid en
estado de alarma.
Sé que es Madrid. Reconozco
sus calles —no todas, es cierto—, porque las he paseado muchas veces. Casi
siempre abarrotadas, repletas de vida incluso durante las tardes lacias de
domingo. Las he visto brillar a sol inclemente del mes julio, languidecer bajo
la lluvia de otoño, quebrarse frente a amaneceres de after y resacas. Las he visto emborracharse de
primaveras, soñar con veranos, pensar en picado, pintarse de arcoíris, chorrear
sangre de tren, gritar y llorar, marcharse y volver, encogerse y crecer. Pero
nunca las había visto morir ante el umbral de la soledad y el miedo.
Imagino que Clemente Bernad, fotógrafo y cineasta documental desde
1986, siempre atento a las distorsiones sociales y el contexto cultural, habrá
contemplado muchos más Madrides que
yo. E, indudablemente, su experto ojo de halcón habrá sido capaz de capturar la
ciudad en todas las posturas posibles, con todas sus virtudes y vilezas, y
retratar tanto momentos de gloria como rincones de miseria. Aunque desde que se
estableció en la capital el estado de alarma las calles se han cubierto de
noche, Bernad no abandonado su actividad profesional.
Cada mañana, cumpliendo con un
ritual casi catárquico, el fotógrafo disecciona la ciudad, abre en canal el
cuerpo inerte de un Madrid desconocido, aplastado por el aullido del silencio.
Atraviesa con su bisturí arterias desangradas, plazas heridas y callejones
afilados de desánimo. Deambular por espacios fantasma, antes plato de jolgorio
habitual, desdibuja distancias e invita al repliegue. Pero Bernad no se rinde.
Fotografía cuantos vacíos encuentra a su paso, cuantos solitarios despojados de
bienes se acurrucan entre cartones. “Cuerpos solitarios que en una
urbe vacía recuerdan a los restos de un naufragio”.
El Museo Reina Sofía, con motivo del Día Mundial del Arte, propone un recorrido visual por el
Madrid de la pandemia a través de la exposición Desde el
umbral que exhibe en su web. La muestra recoge las 30 imágenes de la capital que Clemente Bernad ha tomado desde que entraran en vigor
las medidas de confinamiento causadas por el coronavirus (COVID-19). Son las
imágenes del dolor, el abandono, la incertidumbre. Del vagar enmascarado de
quienes no pueden quedarse en casa, de los invisibles que ya lo eran antes de
que todo esto empezase. El reflejo de las preguntas sin respuesta, de las
fronteras difuminadas, de los días no vividos de una ciudad desolada.
Sé que es Madrid porque un día salté sobre la
espuma de unas aceras que hoy agonizan de tragedia propia y ajena; de unos
trozos de asfalto que volverán a ser cuando el día menos pensado —a saber
cuándo—, nos despierten del letargo y nos preguntemos ¿Ya está, ya acabó?
Clemente Bernad. Ante el
umbral
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