COMARCAS
ESPAÑOLAS (8)
CARTAGENA
La
singular belleza y geografía de Cartagena la han convertido en foco de
atracción para numerosas civilizaciones desde tiempos remotos. La ciudad, con
sus aledaños de Cabo de Palos, la Sierra Minera y el Mar
Menor, se ha caracterizado históricamente por la
inexpugnabilidad que le otorgan las cinco colinas de su interior. Situada en
una Península, su territorio se encontraba rodeado al Sur y Oeste por el Mar
Mediterráneo, al Norte por una laguna y al Este se unía al continente
por una pequeña franja de terreno.
Los
primeros europeos habitaron en la Cueva Victoria
Aunque la información sobre la Prehistoria resulta escasa, los yacimientos que
salpican el cordón montañoso litoral permiten esbozar a grandes rasgos y con
carácter puntual algunos episodios prehistóricos en el municipio de Cartagena.
Los restos homínidos más antiguos hallados en Cartagena pertenecen a Cueva
Victoria, en las inmediaciones del Llano del Beal, y su
antigüedad es de 1,3 millones de años. Esta cueva está catalogada como una de
las de mayor importancia paleontológica de Europa, ya que sus restos hacen
entroncar este yacimiento con la compleja problemática de los inicios del
poblamiento euroasiático. La falange humana hallada en Cueva Victoria en 1984,
y asociada a la fauna del Pleistoceno inferior, atestigua que éste es uno de
los yacimientos de Europa donde habitaron los primeros europeos, junto con el
yacimiento de Venta Micena en Orce (Granada), y el de Dmanisi en Georgia. A
partir de entonces se han descrito nuevos hallazgos en la Cueva Victoria, que
junto a los pertenecientes a Orce confirman la presencia humana en el Sureste
de la Península Ibérica durante el Pleistoceno Inferior.
Del
Paleolítico al Neolítico. Los Neandertales en Cartagena
El periodo Musteriense se desarrolla al comienzo de la última gran glaciación
europea, hace entre 100.000 y 35.000 años. Su principal protagonista fue el
Hombre de Neanderthal. Los hallazgos en la Sierra Minera próxima a Cartagena
han desvelado que fue recorrida por neandertales en busca de caza, que
descendían a la costa para pescar. Estas afirmaciones quedan constatadas por
los restos de alimentación, procedentes de animales, encontrados en la Cueva de
los Aviones, a la entrada de la Bahía de Cartagena.
El Paleolítico Superior se encuentra documentado en el Monasterio
de San Ginés de la Jara, situado en un lugar que debió servir de
campamento estacional de cazadores-recolectores a principios del Paleolítico
Superior. En la barrera montañosa litoral cartagenera se abre una cueva, que
responde al nombre de Cueva del Caballo. En este lugar de buenas condiciones
orográficas, excelente orientación y próximo al mar, se han hallado vestigios
de un ocupamiento de finales del Paleolítico, probablemente atraído por las buenas
condiciones para el hábitat. Cabe citar también la Cueva de los Mejillones (Los
Belones) y sus arpones y dardos fabricados en hueso y asta de ciervo.
En el Neolítico se produce la sedentarización y la aparición de los primeros
poblados con entidad. La economía sufre una importante transformación, ya que
deja de ser cazadora y recolectora y se torna productora, a través de la
domesticación de animales y el cultivo de la tierra. En el municipio
cartagenero la neolitización se desarrolló en el cuarto milenio a. C., más
tarde que en las zonas nucleares neolíticas del Mediterráneo Oriental.
Los yacimientos más importantes de este período en el municipio de Cartagena
son la Cueva de los Pájaros (Cabo de Palos), que ejemplifica la pervivencia de
formas anteriores al Neolítico, aunque con la incorporación de ciertos
elementos característicos de este período; Calblanque, el Cerro de San
Joaquín (Portmán), donde se observan los cimientos de varias chozas cubiertas,
y el poblado
de Las Amoladeras, perteneciente ya al período Eneolítico. La
cultura argárica ha dejado pocos testimonios de su desarrollo en Cartagena,
encontrándose la mayor parte de éstos en su Campo. La causa de este
despoblamiento en época argárica podría residir en el interés de estas
poblaciones por unos recursos mineros de los que adolecía la comarca de
Cartagena, siempre pródiga en lo concerniente a la minería de plomo y plata. El
Bronce Tardío se encuentra únicamente representado en el yacimiento costero de
la Cala del Pino, en La Manga del Mar Menor.
Cartagena,
'La Mastia' de los Tartessos
Hacia el siglo VII a.C., los tartesios formaron un gran Estado, que se extendía
desde las orillas del Guadiana hasta el río Thader, el actual río
Segura. En su interior se fueron organizando dos áreas de
influencia presididas por dos ciudades, que concentraban el poder y la riqueza.
La Tartessia Citerior tenía como capital a Mastia, identificada con Cartagena.
No se ha comprobado arqueológicamente su ubicación, pero su toponimia (mastos
significa pechos o senos en griego) hace referencia a las cinco colinas de
Cartagena. Las sociedades del Bronce Final aparecen en el sustrato cultural de
los inicios de la cultura íbera del Sudeste y podrían asimilarse étnicamente
con las poblaciones mastienas. Culturalmente habría que situar entre ellas a la
urbs massiena de Avienio o a la Mastia de otras fuentes literarias, que aparece
vinculada a Tartessos. La supuesta vinculación de la Mastia de los Tartessos
con Cartagena sigue despertando controversia entre los historiadores.
La presencia de los tartesios en el Mediterráneo se tradujo en una época de
esplendor cultural y comercial, en la que Cartagena fue amurallada y su puerto
contempló arribar y partir navegantes orientales. La región del Sureste
peninsular adquiriría una gran proyección en el mundo mediterráneo a partir de
la primera mitad del I milenio a.C, época de las colonizaciones, con la llegada
de fenicios y griegos. La ciudad de Mastia convivió en paz muchos años con los
poderosos imperios que buscaban en Iberia su expansión. Mastia comerciaba con
todo ellos (celtíberos, cartagineses, romanos) y exportaba su esparto, su
'garum', sus salazones y su plata, ya que sus principales actividades
económicas eran el comercio y la minería.
El
poblamiento íbero en Cartagena
La cultura íbera se desarrolló en Cartagena durante los siglos V, IV y III a.
C. explotando el plomo y la plata, como fruto de las relaciones comerciales con
los púnicos. La presencia íbera aparece atestiguada en los yacimientos de Los
Nietos y en la costa cartagenera, en Cala Reona. Estos
poblados sintetizan de manera clara esa decidida vocación comercial de las
gentes que habitaron la costa de Cartagena durante el período íbero.
El asentamiento de Los Nietos, situado junto a la costa del Mar Menor,
comprende el poblado y su necrópolis, cuya cronología corresponde al siglo IV
a.C. Este importante asentamiento íbero ocupaba una
superficie de 20.000 metros cuadrados y su origen probablemente se encuentra en la presencia de la Sierra Minera de La Unión-Cartagena y sus valiosos recursos de plata y plomo, que debieron constituir su principal actividad económica. Este hecho, unido a la proximidad al mar del asentamiento, desvelan el buen funcionamiento del poblado. La necrópolis del poblado responde al clásico rito de la incineración y a la fuerte jerarquización social de estas comunidades indígenas, según el nivel de poder y riqueza. En este caso concreto la necrópolis destaca por la notable pobreza de la mayoría de los ajuares hallados en las tumbas.
superficie de 20.000 metros cuadrados y su origen probablemente se encuentra en la presencia de la Sierra Minera de La Unión-Cartagena y sus valiosos recursos de plata y plomo, que debieron constituir su principal actividad económica. Este hecho, unido a la proximidad al mar del asentamiento, desvelan el buen funcionamiento del poblado. La necrópolis del poblado responde al clásico rito de la incineración y a la fuerte jerarquización social de estas comunidades indígenas, según el nivel de poder y riqueza. En este caso concreto la necrópolis destaca por la notable pobreza de la mayoría de los ajuares hallados en las tumbas.
El período de mayor esplendor del poblado íbero de Los Nietos se produjo en la
primera mitad del siglo IV a.C, época de la que proceden las cráteras áticas de
figuras rojas, actualmente expuestas en el Museo
Arqueológico Municipal de Cartagena. Este asentamiento irá decayendo
progresivamente hasta desaparecer a principios del siglo III a.C, como consecuencia
del cese de la actividad metalúrgica y del desarrollo del asentamiento
establecido en Cartagena, que indica el creciente protagonismo que la ciudad
fue adquiriendo en el Sudeste peninsular antes de la inminente llegada de los
púnicos.
Asdrúbal
funda Qart-Hadast
Los cartagineses llegaron a la Península Ibérica, llamados por los fenicios de
Gades, en el año 550 a. C. y permanecieron en ella hasta el año 206 a. C., en
que Magón abandonó Gades para retirarse a su reducto de las Pytiusas.
Trascurrieron 344 años, de los cuales sólo 13 años perteneció a ellos
Cartagena, precisamente los de su mayor esplendor y apogeo. Las Guerras Púnicas
fueron enfrentamientos bélicos entre cartagineses y romanos durante los siglos
III y II a. C., por la hegemonía en el Mediterráneo. Tras la Primera Guerra
Púnica (264-241 a.C), Roma se anexionó Sicilia y sometió a Córcega y Cerdeña.
Los cartagineses se replegaron hacia la Península Ibérica, intentando recuperar
el prestigio perdido y conseguir fuentes de recursos económicos en la expansión
y control en los territorios meridionales de la Península.
Las zonas del Este y Sur de la península fueron controladas por los Barca. Un
miembro de este clan, el general cartaginés Asdrúbal, yerno de Almícar y tío de
Aníbal, fundó en el año 227 a. C. la ciudad de Cartagena, bajo el nombre de
Qart-Hadast, que luego tendrá su continuidad en la Carthago-Nova romana. Este
nombre significaba ciudad nueva, que es a lo que Asdrúbal aspiraba a formar,
una nueva ciudad con vocación de capital púnica en la Península, y un nuevo
centro mercantil de los cartagineses en Occidente. La fundación de Cartagena se
tradujo en la introducción en la Península de un verdadero concepto de ciudad,
entendida como aglomeración con un ordenamiento político y una auténtica
proyección urbanística, para lo que se había elegido un lugar cuyos rasgos
respondían al modelo ideal de paisaje urbano de los establecimientos púnicos.
Aprovechando las inexpugnables defensas naturales que ofrecía la ciudad, Asdrúbal
levantó un dispositivo defensivo, abrazando la ciudadela o acrópolis situada en
el Monte de
la Concepción.
Tras la muerte de Asdrúbal, asumió el mando su sobrino Aníbal, convirtiéndose
en general en jefe de las fuerzas cartaginesas en Hispania. Aníbal forjó un
gran ejército, potenció la explotación de las minas cartageneras y construyó un
sistema de torres a lo largo de la costa, con el fin de alertar de la presencia
de naves foráneas, dando lugar al dispositivo llamado 'Atalayas de Aníbal', que
se mantuvo efectivo hasta el siglo XVIII. En pocos años Cartagena logró un
inquietante poderío en Hispania, que amenazaba a la propia Roma.
La intervención romana en Hispania y la conquista de Cartagena
Tras la primera Guerra Púnica se había establecido un tratado entre Roma y
Cartago, por el que no se podía ejercer la influencia cartaginesa más allá del
río Ebro. Aníbal atacó Sagunto (ciudad al sur del río Ebro) y se precipitó la
confrontación, desencadenándose la II Guerra Púnica (218-202 a.C). Aníbal
decidió enfrentarse a Roma en su territorio e inició una legendaria expedición
militar atravesando los Alpes. Pero, en el año 209 a. C., Plubio Cornelio Escipión
ataca por sorpresa la capital y bastión de los cartagineses, Cartagena,
conquistándola y terminando con la dominación púnica de la ciudad. Desde el fin
de esta guerra hasta el último tercio del siglo V, en que desaparece el Imperio
Romano de Occidente ante las invasiones germánicas, la población hispana va a
asimilar las formas culturales de Roma, así como la administración y
organización política, las formas sociales, los estatutos jurídicos, la lengua,
la religión y las manifestaciones artísticas.
El esplendor de Carthago Nova en época republicana
Tras la conquista de Cartagena por los romanos, los territorios que habían
pertenecido a los cartagineses pasan ahora a manos de aquéllos. Las sucesivas
derrotas posteriores de los ejércitos púnicos y la rendición de Gades marcan el
fin de la presencia cartaginesa en Hispania. Los romanos consideraron a esta
ciudad como hija natural de Carthago, por lo que la llamaron Carthago-Nova,
aunque por la riqueza excepcional de sus recursos naturales la conocieron
también con otros nombres: Carthago Spartaria, Carthago Skombraria y Carthago
Argentaria, en referencia al esparto de
sus campos, los salazones de sus pesquerías y la plata de sus minas. Cartagena
se enmarca ahora en la Hispania Citerior y se convierte en uno de los más
destacados centros portuarios hispanos, ya que la presencia de las
explotaciones mineras atraían a gran número de romanos e itálicos. Esto se
tradujo también en la ocupación del entorno de la Sierra Minera, especialmente
en El Castillet (Cabo de Palos), Mina Balsa, Los Ruices, Villa de
Paturro (Portmán), entre otros. Fue una época de desarrollo
y esplendor económico para Carthago-Nova, con su puerto como elemento decisivo.
Colonia Urbs Iulia Nova Carhago
En la época de César la ciudad pasó a tener el estatuto jurídico de colonia (44
a.C), probablemente en pago a la ayuda prestada por Carthago Nova a César
durante su enfrentamiento con Pompeyo en las guerras civiles republicanas del
siglo I. La concesión del estatuto colonial inició un intenso proceso de
renovación urbana, que concluyó en época de Augusto con la construcción
del teatro y
la posible monumentalización del foro. Cartagena era una ciudad muy importante,
ya que el título de Urbs es una distinción de la que tan solo gozan ella y
Tarraco, colonias hispanas que debieron pugnar por la hegemonía de la Hispania
Citerior. En este período se regularizó el trazado urbano, mediante una serie
de calles que determinaban espacios cuadrangulares, donde se ubicaban edificios
públicos y privados. El foro, centro administrativo, comercial y religioso,
ocupaba el centro de la ciudad, coincidiendo con la actual ubicación de la
plaza San Francisco.
El Alto Imperio y el desarrollo de la vida urbana
Durante el Gobierno de Augusto se rompe definitivamente con la estructura
republicana y se inicia el Imperio. El Alto Imperio Romano coincide en
Cartagena con una expansión de las construcciones públicas y el dinamismo de la
vida urbana, ya que el emperador se sirve de las grandes edificaciones para
propagar el esplendor de su dinastía. A finales del siglo I, Cartagena asistió
a un gran desarrollo arquitectónico y urbanístico. La zona situada entre el
Cerro del Molinete y el Monte de la Concepción había permanecido deshabitada en
época púnica y tardorrepublicana, pero ahora asiste a una remodelación urbana,
en la que también queda patente el esquema de monumentalización promovido por
Augusto. Una de las realizaciones que mejor reflejan el ambiente político y
cultural que se respiraba en la Carthago Nova Alto Imperial fue el teatro,
situado en la ladera occidental del Monte de la Concepción y caracterizado por
la perfección en la ejecución de su proyecto arquitectónico, la calidad y
cantidad de sus elementos ornamentales, y por su completo programa epigráfico,
que permite fijar la fecha de construcción del edificio en el siglo I a.C.
La provincia Carthaginensis y el fin del
Imperio Romano de Occidente
A partir del siglo II, Cartagena asistió a su progresivo deterioro urbano,
preludio del estado de decadencia en que se sumirá la ciudad a lo largo del
siglo III. La población se concentra ahora en la mitad occidental de la ciudad,
en detrimento de la mitad oriental que queda prácticamente despoblada . El
repliegue urbano de esta época responde a una situación de crisis en la
minería, al abandono de las guarniciones militares tras la paz augustea y el
peligro acuciante de las incursiones de tribus africanas que atemorizaban a la población.
Las importantes construcciones del Alto Imperio terminaron por ser abandonadas.
Sin embargo, también se dieron hechos positivos que sentarían las bases de la
posterior recuperación de la ciudad, hacia finales del siglo IV. Uno de estos
acontecimientos vendría marcado por la gran reforma administrativa provincial
que se produjo en tiempos del emperador Diocleciano, que dividió el territorio
peninsular en seis provincias con Carthago Nova a la cabeza de la provincia
Carthaginensis. El emperador romano Teodosio impulsó el catolicismo como
religión oficial y dividió el Imperio Romano entre Oriente y Occidente. Tras la
muerte de este emperador en el año 395, el imperio quedó dividido entre sus dos
hijos. Uno recibió la parte occidental, con Roma como capital, y el otro la
parte Oriental, con Constantinopla como metrópolis. Un hecho importante en esta
época fue la aparición de los primeros indicios de cristianización, ya que el
carácter portuario de la ciudad ayudó desde fechas tempranas a la penetración
de las ideas cristianas.
Entre visigodos y bizantinos
Las invasiones de los bárbaros del siglo V no llegaron a afectar especialmente
a Cartagena, aunque, según la Crónica de Hydacio, la ciudad fue saqueada y
devastada por los vándalos en el año 425. El Imperio Romano de Occidente no fue
capaz de contener las invasiones bárbaras y desapareció en el 476. El Imperio
Romano de Oriente sobrevivió hasta 1453, en que fue conquistado por los turcos
musulmanes. Tras la desaparición del Imperio Romano de Occidente, Cartagena
pasa a manos de los visigodos. Este dominio se vio interrumpido en el año 555
por la llegada de las tropas bizantinas del emperador Justiniano que, en un
intento de recuperar los territorios que pertenecieron al Imperio Romano de
Occidente, tomó la ciudad de Cartagena y la convirtió en la capital de la
provincia de Spania, que comprendía desde Málaga hasta Cartagena. El
enfrentamiento bizantino-visigodo aisló a Cartagena respectó de la Iglesia
hispano-visigoda, en beneficio de Toledo como sede primada de la Carthaginense.
La Lápida de Comenciolo, conservada en el Museo Arqueológico Provincial, es un
interesante testimonio sobre la dominación bizantina en Cartagena. En la inscripción,
Comenciolo aparece ostentando el cargo de Magister Militium Spanie, como máxima
autoridad enviada a Hispania por el propio emperador para enfrentarse a los
visigodos, a los que califica de bárbaros. Este personaje debió acometer en
Cartagena un importante programa de fortificación hacia el año 589,
aprovechando el antiguo recinto amurallado de los siglos III y IV.
La ofensiva visigoda contra los bizantinos fue iniciada por Sisebuto en el 612.
Su sucesor Suintila fue el hombre que conquistó Cartagena a principios del
siglo VII. En manos de los visigodos Cartagena atravesó uno de los períodos más
oscuros de su Historia. Suintilia desmanteló las fortificaciones de la ciudad y
sus habitantes emigraron, la ciudad fue languideciendo y deshabitándose, hasta
convertirse en una aldea de pescadores. La destrucción de la ciudad supuso el
fin de su sede episcopal. Este hecho fue recogido por San Isidoro en su
Etymologiae: "hoy día,
destruida por los godos, apenas quedan sus ruinas".
Teatro Romano
Crátera de cerámica ática
del poblado ibérico de la Loma de El Escorial (Los Nietos-Cartagena)
Escultura del Augusto Capite Velato –Museo del Teatro
Romano de Cartagena
Ánforas romanas –Museo Nacional de Arqueología Marítima
Detalle de la Calzada romana
Lápida de Comenciolo, Magister Militum Hispaniae – Museo
Arqueológico de Cartagena
La recuperación de Cartagena bajo la dominación árabe
A principios del siglo VIII ejércitos árabes a las órdenes de Tarik inician la
campaña de conquista del reino visigodo de Hispania. En el año 713, las tropas
de Abd al-Aziz asumen la conquista del Sureste peninsular, dirigiéndose a las
tierras bajo el gobierno del señor de la región levantina, Teodomiro. Ambos
firmaron el Tratado de Teodomiro, que recogía las condiciones de armisticio
entre las partes.
Tras la capitulación de la Cora de Tudmir, en el año 734 Cartagena cayó en
manos de los árabes, quienes la llamaron Qartayannat al-Halfa e inauguraron una
etapa de recuperación de la ciudad, que alcanzó su punto álgido en la primera
mitad del siglo XIII. Cartagena aparece mencionada por diversos autores árabes
desde el siglo X, designada como madina e integrada en el ámbito territorial
andalusí de la cora de Tudmir.
Adb al-Rahman I la convirtió en una base naval para las correrías marítimas de
los árabes y el poblamiento de su campo se llenó de topónimos de origen
arábigo: Benipila, La Algameca, Mandarache, Alumbres o
La Azohía. Con Abd al-Rahman III Cartagena experimentó un renovado dinamismo de
sus minas de plata y plomo y del tráfico naval de exportación en su puerto,
convirtiéndose en uno de los principales de Al-Ándalus. A mediados del siglo
XII, el geógrafo al-Idrisi, afirma que Cartagena "es fondadero obligado de la ciudad de
Murcia y una ciudad antigua que data de tiempos remotos, cuyo puerto sirve de
refugio para los navíos grandes y pequeños". El mismo autor se
refiere a su territorio, del que dice ser "muy fértil y estar lleno de recursos".
El campo y la ciudad de Cartagena en época árabe
En los siglos XI y XII Cartagena ya estaba plenamente desarrollada como ciudad
islámica. Los árabes habían establecido la medina en las laderas del Monte de
la Concepción, la habían cercado con una muralla y habían emplazado la
alcazaba en su cima. Por la ladera septentrional de la colina se extendía el
arrabal, y por la ladera occidental bajaba hacia el muelle el barrio de Gomera.
En el punto donde convergían la medina, el arrabal y el barrio de Gomera, se
erigía la mezquita, con similar emplazamiento al de la Iglesia de Santa María
la Vieja. El cementerio o maqbara se localizaba extramuros de la ciudad, en el
entorno de las actuales calles Jara, Cuatro Santos y Soledad. La ciudad debía
de contar con tres puertas: una frente al muelle y una a cada lado del arrabal,
desde donde salían los caminos de Murcia y San Ginés.
En el campo aparecían fincas de recreo y algunos huertos, especialmente en el
Hondón. Una vez pasado El Almarjal, por entonces inundado, comenzaba una
pequeña huerta regada por fuentes que surgían entre el actual barrio de San
Antón y la rambla de Benipila, y donde aparecían alquerías árabes. Fuera de los
enclaves de regadío se extendía el secano, dedicado al cultivo de cereales, con
algunos almendros, olivos
y algarrobos, salpicando el Campo de Cartagena de rahales. A principios del
siglo XIII Cartagena y su zona de influencia contaban con unos tres o cuatro
mil habitantes, la mayoría convertidos a la nueva religión, a excepción de
algunos grupos mozárabes con sus lugares de culto, como San
Ginés de la Jara.
Cerámica de la cultura árabe
Arco islámico del s. XIII
La
Reconquista castellana y la sublevación mudéjar de 1264
En el año 1243 el territorio murciano se sometía al protectorado de Castilla
bajo el reinado de Fernando
III 'El Santo', mediante las Capitulaciones de Alcaraz.
El infante don Alfonso entraba victorioso en Murcia, pero no en Cartagena, que
se resistía a la capitulación decretada desde Murcia y hacía frente a la
ocupación castellana atrincherada entre sus murallas. Finalmente, en el año
1245 un ejército castellano, con una flota llegada del Cantábrico, conquistaba
Cartagena. Fernando III concedió a la ciudad el Fuero de Córdoba y cedió "los diezmos de salinas y los del puerto
de Cartagena a obispo, clérigos, iglesias y voz de este Concejo".
Tras la muerte de Fernando III, Alfonso
X 'El Sabio' fue proclamado Rey en 1252, restaurando la diócesis de
Cartagena, extendiendo privilegio de los diezmos del pan y del vino a los
habitantes de Cartagena y trayendo a los agustinos del convento de Cornellá
Conflent para repoblar el monasterio de San
Ginés de la Jara. La sublevación mudéjar de 1264 obtuvo un
éxito total en Cartagena, pasando a ser durante dos años de nuevo musulmana,
hasta que fuerzas aragonesas y castellanas la tomaron. Con el objeto de
convertir Cartagena en un foco de intensificación de las relaciones comerciales
de Castilla con el Mediterráneo Occidental, Alfonso X 'El Sabio' concede a la
ciudad privilegios para fomentar el comercio y el corso, e instituye la Orden
de Santa María de España para defender las costas. En 1291, Sancho IV trasladó
la sede episcopal a Murcia.
El fracaso de la repoblación
El término municipal concedido por Alfonso X en 1254 a Cartagena incluía el
territorio entre el mar y una línea que iba desde La Azohía hasta Fuente Álamo,
siguiendo la rambla del Albujón hasta el Mar
Menor. El proceso de eliminación de la población musulmana y
su sustitución por población cristiana fue radical. A la despoblación acaecida
como consecuencia de la Reconquista castellana se sumó el hecho de que ni
Fernando III, ni Alfonso X fueron capaces de atraer a un número suficiente de
castellanos, por lo que debieron recurrir a los cristianos de cualquier
procedencia, entre los que predominaron los catalanes. Sin embargo, no se
lograron compensar los contingentes demográficos perdidos, ya que la
inseguridad de la costa por las incursiones granadinas y berberiscas hacía que
las familias aragonesas, catalanas y castellanas prefirieran instalarse en
tierras más fértiles y seguras. A estas causas de despoblación se unieron los
episodios de epidemias (Peste Negra de 1348) y la debilidad de la agricultura
cartagenera derivada de los rigores de un clima extremadamente árido.
La ocupación aragonesa y las pugnas entre Manueles y Fajardos
Los últimos años del reinado de Alfonso X coincidieron con una etapa oscura
para toda Castilla, como consecuencia de los enfrentamientos del monarca con la
nobleza y el disputado pleito de sucesión, tras la muerte del primogénito del
Rey. Esta difícil etapa culmina con la ocupación del reino de Murcia por Jaime
II de Aragón en 1296. Tras la Sentencia de Torrellas (1304), Castilla recupera
la mayor parte de su territorio, quedando para Aragón los territorios que
actualmente pertenecen a la provincia de Alicante y la ciudad de Cartagena. Un
año más tarde y gracias a la insistencia del adelantado del reino, don Juan
Manuel, Cartagena volvía a ser castellana.
Bajo el reinado de Pedro I (1350-1369) Cartagena vivió una gran actividad como
puerto de las campañas marítimas del monarca contra las costas de la Corona de
Aragón, reportándole a la ciudad graves problemas de abastecimiento y de fuerte
peligro, como cuando fue sitiada por las tropas aragonesas en 1357. Durante el
reinado de Enrique III (1390-1406) la nota dominante en el reino de Murcia
fueron los enfrentamientos entre Manueles y Fajardos, que no cesarán hasta la
pacificación del reinado de los Reyes Católicos. Estas luchas afectaron
notablemente a Cartagena, especialmente a partir del siglo XV cuando la muerte
del adelantado Alonso Yáñez Fajardo, que tenía en su poder la ciudad y Castillo
de Cartagena, se convierta en motivo de disputa entre los dos bandos,
llegándose a intentar la toma del castillo por la fuerza hasta en dos
ocasiones. En 1465 el adelantado Pedro Fajardo se hizo con el señorío de la
ciudad.
Base de la política mediterránea de los Reyes Católicos
Con los Reyes Católicos los tiempos de crisis política se disipan y se consigue
la pacificación. Cartagena se convierte en importante base de operaciones para
la política mediterránea de los Reyes Católicos. Como Cartagena se estaba
consagrando como base naval y militar de primer orden, en 1495 zarpan de su
puerto las expediciones militares hacia Italia, con el embarque en Cartagena
del Gran Capitán camino de Nápoles y en 1505 las del Norte de África. En 1493
los franciscanos se hicieron cargo del Convento de San Ginés de la Jara y en
1503, tras setenta años de señoríos de adelantados, la ciudad vuelve a depender
directamente de la Corona, convirtiéndose de nuevo en ciudad de realengo. En
1532 recibe Campo Nubla, una buena tierra de pastos disputada entre Murcia y
Lorca.
Catedral de Santa María “La Vieja” de Cartagena –
Cehiform
Monasterio de San Ginés de la Jara
Puerta de la Villa del Castillo de la Concepción
El infante Don Juan Manuel
Cartagena
bajo Los Austrias
Con la llegada de la Casa de Austria a la monarquía hispánica, Cartagena
continuó gozando de gran importancia, prodigándose las operaciones marítimas en
su puerto. Éste fue testigo del alistamiento de la gran Armada española para la
Santa Liga. En las vísperas de la batalla de Lepanto, Miguel de Cervantes pasó
una temporada en la ciudad. El autor de 'El Quijote' dedicó estas palabras a
Cartagena: "Con esto poco,
llegué al puerto al que los de Cartago dieron nombre. Cerrado a todos vientos y
encubierto, y a cuyo claro y singular renombre se postran cuantos puertos el
mar baña, descubre el sol y ha navegado el hombre".
Con Felipe III en el trono español, la fortaleza de la nación languideció, por
lo que los piratas berberiscos merodearon continuamente por las costas
españolas, realizando frecuentes incursiones. Las crónicas murcianas de la
época recogen las escaramuzas del 'morato Arráez'. Durante su reinado se
decretó la expulsión de los moriscos, para cuyo cumplimiento entró en el puerto
de Cartagena la Real Armada al mando de su capitán general, Luis Fajardo, para
cargar en sus galeras a todos los moriscos de Murcia. Los reinados de Felipe IV
(1621-1665) y de Carlos II (1665-1700), último soberano de la rama española de
la Casa de Austria, transcurrieron en constantes guerras europeas y atlánticas.
La integración de Cartagena en las principales rutas comerciales
Las autoridades cartageneras aspiraban a favorecer el desarrollo de la ciudad
mediante una serie de reivindicaciones: la restitución de la sede episcopal, la
traída al Campo de Cartagena de las aguas de los ríos Castril y Guardal, la
creación en Cartagena de una Chancillería y la instalación en su puerto de la
base de galeras. Tan solo se consiguió esta última, en 1668. El espectacular
crecimiento de Cartagena y el desvío hacia Italia del comercio castellano con
Flandes e Inglaterra, a causa de la guerra, integran al puerto cartagenero en
los circuitos comerciales más importantes. Las circunstancias favorables del
siglo XVI comenzaron a cambiar, debido a las dificultades económicas en Italia,
la guerra y el incremento de la presión fiscal. Cartagena se fue sumiendo
en una crisis a partir de 1620. Esta regresión se vería acentuada en 1648 a
causa de la terrible Peste, que resultó demoledora para la población. Cartagena
se recuperó de esta crisis en los últimos años de la centuria.
Cartagena: capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo
Tras la muerte de Carlos II estalla la Guerra de Sucesión (1700-1713) entre
Felipe V y el archiduque de Austria y en la que Cartagena apoyará la causa del
primero, con lo que hubo de enfrentarse a catalanes, valencianos y aragoneses,
partidarios del archiduque Carlos. En 1706 los ingleses, en nombre del
Archiduque, tomaron Cartagena durante cinco meses, tras los que fue conquistada
por las tropas borbónicas. Estos acontecimientos motivaron la definitiva
fortificación de la ciudad, convirtiéndose en una plaza fuerte inexpugnable.
La victoria de Felipe V supuso para Cartagena un mayor interés por el
saneamiento de su puerto y por convertirla en un bastión militar y magnífica
base naval de la naciente Marina imperial. Para llevar a cabo estos objetivos,
la monarquía borbónica realizó una renovación de la Marina, estructurando la
Península en tres grandes departamentos marítimos: Cádiz, Ferrol y Cartagena.
En 1726 Cartagena se convierte en capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo
y a partir de 1730 se comienza a construir el gran Arsenal.
En el Censo del Marqués de la Ensenada y su Catastro de 1755 Cartagena aparece
con un total de 28.467 personas, sin incluir los batallones y regimientos de la
plaza, que por aquel entonces iban en aumento. Paulatinamente se fueron
elevando en Cartagena todas las edificaciones militares programadas por el Plan
de Ensenada. Hacia la segunda mitad del siglo XVIII se terminaron la nueva Casa
del Rey y el Cuartel de Batallones, mientras continuaban las obras del Arsenal
y se comenzaba el Hospital
Militar de la Marina, concluido en 1762.
En el reinado de Carlos III (1759-1788) prosiguen la mayor parte de las obras
del Plan Ensenada: el Cuartel de Presidiarios y el Parque de Artillería.
También se edificaron los fuertes y los castillos realizados por el ingeniero
Zermeño: Castillo de los Moros, Castillo de la Atalaya,
Castillo de Galeras y
Castillo de San Julián. En esta época se finaliza la Muralla
de Carlos III, pieza fundamental en la defensa del Arsenal y de la
plaza de Cartagena, de la que actualmente se conservan varios tramos
comprendidos entre las desaparecidas Puertas del Muelle y San José y las
defensas del Arsenal. El siglo XVIII marca definitivamente el espacio urbano de
Cartagena y su Concejo se convierte en el epicentro de la vida local. Esta
centuria marcó igualmente el poblamiento cartagenero, que avanzó en dos
direcciones: una hacia el Campo y otra centrada en el núcleo urbano.
Muralla de Carlos III en Cartagena
Interior del Hospital Militar de Cartagena
Fachada del Arsenal de Cartagena
Muros del Fuerte de la Atalaya en Cartagena
Tras el
auge de Cartagena en el siglo XVIII, la ciudad se hundirá en una crisis en el
XIX por las epidemias de paludismo, tuberculosis, cólera y fiebre amarilla,
favorecidas por su conformación geográfica, especialmente por la presencia del
Almarjal. Entre 1798 y 1841 la comarca sufrirá una etapa marcada por las
enfermedades y la mortandad. A finales de la centuria se decidió desecar los
pantanos del Almarjal, con el fin de erradicar las continuas epidemias que, a
través de ellos, se colaban en la ciudad. En 1897 se realizó el magno 'Proyecto
de ensanche, reforma y saneamiento', por los ingenieros Ramos Bascuñana y
García Faria y el arquitecto Francisco de Oliver, proyecto que marcó un camino
seguro que la ciudad emprendió y aún continúa.
La quiebra del Antiguo Régimen
Con los alzamientos del 2 de mayo de 1808 y el estallido de la Guerra de la
Independencia, Cartagena decide hacer frente a Napoleón y se convierte en la
primera población española en constituirse en Junta Soberana, proclamando Rey a
Fernando VII, además de actuar como base de las escuadras. En ese año, el
general Ignacio López Pinto describía así Cartagena: "...esta plaza era uno de los puntos más
importantes de la Península, y a la que el Gobierno atendía con justa
solicitud. Magnífico y muy frecuentado puerto; emporio principal del comercio
que se hacía en la parte oriental de España; Departamento de Marina y
Artillería; depósito de innumerables pertrechos de guerra; estribo de donde
partían nuestras expediciones a África; residencia de una numerosa guarnición
de tropas españolas y suizas con dos Cuerpos de Maestranza para el Arsenal
Naval y el Parque de Artillería del Ejército, que juntos componían sobre 8.000
operarios, Cartagena ofrecía el aspecto de una población grande y animada,
donde todo era vida, riqueza y civilización".
Las guerras carlistas desarrolladas en el siglo XIX enfrentaron a los ejércitos
carlistas contra los realistas, partidarios de Isabel II. Cartagena se
mantuvo en calma. De esta época datan algunas construcciones en la ciudad como
la Plaza de Toros y el Casino.
El 11 de julio de 1853 dan comienzo las obras de construcción de
la Plaza de Toros. Es
la más antigua de la Región. Erigida sobre las ruinas de un antiguo circo
romano, las obras fueron dirigidas por el arquitecto municipal de Murcia,
Jerónimo Ros Jiménez. Construida a base de piedra, cal y madera, y tiene un
aforo de 8.000 personas, constando su estructura de tres pisos, tendidos,
balconcillos, barreras, placos bajos y gradas cubiertas. Carece de corrales.
Posee cuadra de caballos, conserjería, capilla y enfermería. Dentro del
edificio hay un aljibe. La plaza, llamada José Ortega Cano durante la última
década, está cerrada, con escasas posibilidades, dado el estado de la obra, de
volverla a abrir. Se inauguró el 5 de agosto de 1854.
En 1855
Cartagena recibía el título de 'Excelencia' por "ser el primer pueblo de España que dio la
señal de guerra contra los franceses en 1808". También datan
de esta época las obras de fortificación del puerto, que lo convirtieron en el
más fuerte del Mediterráneo y la inauguración del ferrocarril
Cartagena-Albacete, así como la erección del Faro de
Cabo de Palos. Pero en 1844 se rompe la calma que venía disfrutando
Cartagena, sublevándose en favor de la regencia del general Espartero con el
regimiento de Gerona, la Milicia Nacional y el pueblo.
Con el triunfo de la Revolución de 1868, la reina Isabel II salía de España y
se constituía el Gobierno provisional, iniciándose el período del Sexenio
Revolucionario (1868-1874). Con la elección en 1870 de Amadeo de Saboya como
Rey de España, bajo el nombre de Amadeo I, el Arsenal de Cartagena se convertía
en el escenario de la llegada del nuevo monarca a bordo de la fragata
'Numancia'. Los años siguientes fueron muy agitados para Cartagena, puesto que
en las fuertes intrigas políticas de la nación tuvo un fuerte peso específico
la opción de la República Federal, por la que tanta afección mostraban los
cartageneros.
La rebelión cantonal
Amadeo I renunció a la Corona en 1873 y el 7 de junio de ese año se proclamaba
en España la República Federal, que en sus once meses de vida estuvo marcada
por la confusión e inestabilidad política debido a multitud de problemas, entre
los que se encontró la rebelión cantonal. Con la proclamación de la I República
los cartageneros se sintieron traicionados porque vieron que los sucesivos
Gobiernos que formaban eran unitarios y que les habían escamoteado el régimen
federal que prometieron. También repudiaban el envío de jóvenes a las guerras
coloniales de España, como la de Cuba de 1868.
Cartagena proclamó el Cantón el 12 de julio de 1873 y constituyó la Junta
Revolucionaria en el Ayuntamiento. El principal cabecilla que ostentó el mando
de las fuerzas fue Antonete Gálvez, militar
progresista de origen humilde y gran líder del Cantón de Cartagena. El Cantón
de Cartagena, bien pertrechado gracias a las armas del Arsenal y a la posesión
de la Flota, llegó a acuñar moneda propia. A pesar de los terribles bombardeos
y devastaciones a que fue sometida durante los seis meses que duró su aventura
cantonal, Cartagena fue la última ciudad española en caer en poder de las
tropas centralistas, firmando la capitulación el 12 de enero de 1874. Con la
monarquía firmemente implantada en España en la figura de Alfonso XII,
Cartagena todavía asistiría a una nueva intentona republicana con la
sublevación del Castillo de San Julián, que se saldó con la muerte del
gobernador de la plaza, Luis Fajardo, y el fracaso de la revolución.
El auge minero y el Modernismo en Cartagena
Tras el fracaso de la rebelión cantonal, una Cartagena esquilmada y devastada
se entrega a la ardua tarea de la regeneración. En 1860 se había producido una importante
emigración de jornaleros hacia la Sierra Minera de Cartagena en busca de
fortuna que había propiciado la creación del Ayuntamiento de La Unión,
constituido por los partidos de Garbanzal, Herrerías, Portmán y Roche.
Ahora, los cartageneros volvían la mirada hacia sus minas de plata donde
encontrar un buen filón que les reportase beneficios para la recuperación de la
ciudad. Se planteó el saneamiento y la expansión de la ciudad, llevándose a
cabo numerosas obras de embellecimiento y promoviéndose un nuevo y ambicioso
trazado urbano: el Ensanche, que pretendía rebasar las murallas para construir
una nueva ciudad de amplias avenidas y verdes parques.
La explotación de la plata fue dando lugar a la ascensión de una nueva clase
comercial que construyó sus palacios en Cartagena. Así se alzaron los palacios
del senador Justo Aznar en la calle Jabonerías, el de Aguirre en
la Plaza de la Merced, el de Pascual Riquelme frente al Ayuntamiento, el de
los Pedreño entre
las calles del Carmen y Jabonerías, el Huerto de las Bolas de Llagostera más
allá de Los Dolores y una larga lista de suntuosas casas y palacios que dotaron
a la ciudad de ese aire modernista tan característico. En pleno auge de los
nuevos ricos y de la proliferación del Modernismo por la ciudad, Cartagena
quiso librarse de sus murallas, cuya demolición fue aprobada en 1902, pero
afortunadamente no fue concluida.
Busto de Isaaca Peral
Rebelión cantonal en Cartagena
Hall de entrada al Casino de Cartagena
Palacio Aguirre
Fachada del Palacio Aguirre de Cartagena
Luces y
sombras en los primeros tiempos del siglo XX
A partir
de 1908 comienza el declive de la cuenca minera, que se acentuó a partir de la
I Guerra Mundial y la disminución de las exportaciones de minerales. Las minas
cerraron, las fábricas se paralizaron y la ciudad se sumió en la crisis. La
burguesía de la ciudad pretendía continuar gozando de sus lujos y privilegios,
frente al proletariado, que acusaba los males de la época.
Hacia la década de los 20' Cartagena se va recuperando de su crisis. De esta
época datan la plaza de España, el paseo de Alfonso XIII, la fase definitiva de
relleno del Almarjal y la urbanización del Ensanche. También se construyó la
Capitanía, la plaza de San Francisco, las plazas de la Merced y Jaime Bosch, se
inauguró el Monumento
a los Héroes de Cavite y Santiago de Cuba y se redactaron y
tramitaron los proyectos de traída de aguas potables desde el embalse del río
Taibilla. En el primer cuarto del siglo XX había abundante trabajo en los
astilleros cartageneros, que reportaban dinamismo a la ciudad.
En 1928 el prototipo de submarino de Isaac
Peral fue remolcado desde Cádiz a Cartagena y montado
sobre un monumento en la explanada de la Base de Submarinos. En 1965 fue donado
por la Marina a la ciudad de Cartagena y expuesto sobre otro monumento
ajardinado en el paseo del Muelle. A primeros del siglo XXI el submarino Peral
obtenía su ubicación definitiva en el paseo del Muelle, entre el mar, la
escalera modernista de Victor Beltrí en la Muralla y el nuevo Museo de
Arqueología Submarina.
Guerra Civil. Recuperación y expansión
Durante la Guerra Civil (1936-1939) la mayor parte de las actividades en
Cartagena giran alrededor de la Marina. Los bombardeos de la ciudad se hicieron
habituales y la principal ocupación de su Flota era proteger convoyes de buques
con suministros. Cartagena fue uno de los bastiones más importantes del Gobierno
republicano y, junto a Alicante, la última ciudad en caer en manos del general
Franco.
A partir del final de la Guerra Civil, Cartagena se afana en la reconstrucción
de la ciudad, muy afectada por los 117 bombardeos a que había sido sometida
durante el período bélico. El desescombro sirvió para rellenar el Almarjal,
contribuyendo con ello a su desecación definitiva y a la elevación de su piso
con la orientación a un futuro Ensanche de la ciudad. Durante los años de
post-guerra la mala alimentación y la contaminación provocó la propagación de
varias epidemias y en octubre de 1942 Cartagena se vio afectada por una
inundación, debido al desbordamiento de la rambla de Benipila.
En la década de los años 50' experimentó un aumento de sus actividades agrícolas,
mineras, industriales y navales, con el gran desarrollo del complejo
petroquímico e industrial de Escombreras, que condujo a una inmigración de mano
de obra y de elementos técnicos y fabriles, que tuvieron como consecuencia un
mayor bienestar de la población y una expansión urbana por la zona del
Almarjal. Surgieron nuevas barriadas como Los Mateos, Lo Campano, Media Lengua
y Vista Alegre, y se logró un abastecimiento hídrico regular y abundante con la
canalización de las aguas del Taibilla. El turismo también vendrá a contribuir
al crecimiento, especialmente centralizado en La Manga, que se
configura como un área turística integral. La Ley de Costas y Zonas de Interés
Turístico Nacional de 1963 permitió la erección de una larga cadena de
urbanizaciones. Este desarrollo industrial y turístico posibilitó una
estabilidad demográfica, crecimiento urbano y mayor disponibilidad de recursos.
De la instauración de la democracia hasta la actualidad
En 1982 se aprueba el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma de la
Región de Murcia, por el que el municipio de Cartagena quedaba incluido en la
Región de Murcia. En las últimas décadas y con el afianzamiento de la
democracia, Cartagena ha luchado con entusiasmo por no olvidar su Historia, por
conservar y divulgar su rico pasado, del que conserva testimonios en numerosos
enclaves del casco antiguo. Las Fiestas
de Carthagineses y Romanos contribuyen de forma excepcional a
materializar un retazo de la Historia de Cartagena y a difundir entre los
ciudadanos el interés por la arqueología. Cartagena mira con optimismo al
futuro, apostando por la cultura, convirtiendo su Historia en su mayor
atractivo y presentando su patrimonio histórico, artístico y arqueológico.
Ayuntamiento de Cartagena –Juan Pedro Montoya Cervantes
PALACIO CONSISTORIAL
Edificio de forma triangular con las fachadas
diferentes entre sí. De construcción ecléctica, algo afrancesado, para resaltar
el carácter oficial del edificio. El estilo modernista se manifiesta en las
pinturas y detalles decorativos de la zona noble del vestíbulo y la primera
planta.
Castillo de la Concepción
El submarino de Isaac Peral
Fuentes
-MONTOJO MONTOJO, V: 'Cartagena en la época de los Reyes Católicos
(1474-1516)'. Revista Murgetana nº
71.
-MARTÍNEZ ANDREU, M. Manual de Historia de Cartagena. Ayuntamiento de Cartagena, 1996.
-SOLER CANTÓ, J. La Historia de Cartagena. 2ª edición. Murcia, 1999.
-MARTÍNEZ ANDREU, M. Manual de Historia de Cartagena. Ayuntamiento de Cartagena, 1996.
-SOLER CANTÓ, J. La Historia de Cartagena. 2ª edición. Murcia, 1999.
-PÉREZ FERNÁNDEZ TURÉGANO, C: 'La secretaría del Despacho de Marina y la fundación del Arsenal de Cartagena (1728-1736)'. Revista Murgetana nº 97.
-RUBIO PAREDES, J.Mª: 'Carlos I en Cartagena'. Revista Murgetana nº 103.
-EGEA BRUNO, P. Mª: 'Contribución al estudio de la Flota republicana: La voladura del acorazado Jaime I en el puerto de Cartagena'. Revista Murgetana nº 093.
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