domingo, 30 de agosto de 2020

 

LOS ORÍGENES DE LA ORDEN DE SAN AGUSTÍN

 

 

            Los orígenes de la Orden de San Agustín se cubrieron, con toda intención, de una nube misteriosa que ha recibido diversas interpretaciones a lo largo de su historia, siempre cargada de misticismo y nada pendiente de lo que pueda vislumbrar la historia, al grado que se ha desarrollado lo que pudiéramos llamar un fundamentalismo, es decir se han creado verdades que no necesitan pruebas. Esto tuvo una causa: El segundo Concilio de Lyón que puso en entredicho su existencia, como se verá con amplitud más abajo. Esta nebulosidad ha afectado desde el fundador hasta el momento en que propiamente surge la Orden, baste recordar que hace cincuenta años se afirmaba como un dato seguro que con la Gran Unión se había fundado la Orden, hoy después de varios años de estudio, esta se tiene como la gran ampliación de la Orden, pero no como el momento fundante.

 

1.- La Rebelión interna de la Cristiandad.

 

            El surgimiento de las Ordenes Mendicantes se enmarca en todo un proceso de reforma de la Iglesia, que tiene su origen en lo que hoy llamamos el laicado, yo lo catalogo como una verdadera rebelión, producto de una profunda insatisfacción sobre lo que veían como vida cristiana y lo que escuchaban de la misma, se forman espontáneamente grupos de penitentes o conversos, quienes movidos por esa insatisfacción van a tratar de imitar una vida monástica, la cual quedaba muy lejos de sus aspiraciones al haberse convertido en un coto cerrado para ciertas clases sociales. En Italia se llamaron Laudesi o también Hermanos y Hermanas de la Penitencia, con exageraciones como los flagelantes. En Francia los Wander prediger (Predicadores ambulantes), cuyo ejemplo más acabado son los Valdenses, con serio peligro de herejías doctrinales, pero sobre todo con una fuerte carga de anticlericalismo. En Europa Septentrional los Beguardos y las Beguinas, que vivían una vida común a su propio aire. Todo esto por qué, porque el pueblo añoraba una sólida instrucción religiosa.

 

1.1: Predicadores.

 

            La Jerarquía empezando por Inocencio III, estaba conciente de la situación, por ello ordenó que tanto en las catedrales, como en las otras iglesias, si los titulares no eran aptos, se buscaran varones idóneos para que predicaran, administraran la confesión y dieran consejos. El pueblo pedía un clero sano y santo, por lo que comenzaron a impedir las celebraciones de clérigos indignos, estas rebeliones populares darán motivo a que los predicadores - reformadores, tomando como base la misma escritura, se lancen en contra de la clerecía, por ejemplo: (Os 5,1-7: Escúchenlo sacerdotes ... es contra ustedes la sentencia. Porque fueron trampa en Atalaya, red tendida sobre el Tabor y fosa cavada en Sitín. Yo los castigaré a todos, ... No los dejan sus acciones convertirse a su Dios, porque llevan dentro un espíritu de fornicación y no conocen al Señor. ... irán en busca del Señor, sin encontrarlo, pues se ha apartado de ustedes). Además realizarán sus propias exégesis, muy difíciles de contradecir. Sobra decir que esta palabra viva, debía corresponder al ejemplo vital del predicador, este a su vez no tenía permiso oficial para predicar e instruir, pues sólo los tenedores de beneficios con cura de almas lo poseían, ni siquiera los monjes, a estos se les reñía: Cuando tomaste el hábito, manifestaste querer morir al mundo ... ¿cómo te puedes llamar monje si tu voz se escucha en las plazas?

            Estos movimientos populares llegarán a ser peligrosos para la vida eclesiástica, tanto que ante la urgencia de canalizarlos y controlarlos, Inocencio III invitó formalmente en 1204 a los Cistercienses, a que no obstante su talante contemplativo se metieran al campo de la pastoral, invitación que rehusaron diplomáticamente. La Curia no se alteró por esta respuesta, pues estaban surgiendo las primeras órdenes mendicantes: Dominicos y Franciscanos.

            Estos debían darle un nuevo contenido a la gran actividad de la Iglesia: La Vida Apostólica. Debían unir la santificación personal con la santificación del prójimo; una dirección activa que hiciera una presencia más eficaz del clérigo en el mundo. Una vida ejemplar era el único fundamento que daba el derecho a predicar y suministrar las cosas divinas; una vida llena de méritos se veía como algo mejor que la consagración sacerdotal, pues es el mérito y no el ministerio es el que otorga autoridad; debían ser por lo mismo hombres santos que arrastraran a los demás con su vida ejemplar.

 

1.2: Ermitaños.

 

            Durante el siglo XI se da también en Europa, como fruto de esta rebelión, el que muchos laicos, sacerdotes y hasta monjes traten de llevar una vida eremítica, en lugares un tanto cuanto boscosos, en donde no viven como solitarios, sino que lo hacen más bien en comunidad, estos casos de eremitas se daban más bien en personas maduras, pues a los jóvenes no se les aconsejaba, incluso se les ponían enfrente graves consecuencias, resumidas en un adagio popular: Joven ermitaño, viejo diablo.

Todas estas personas que viven el ordo eremiticus tienen como fin: la santificación personal por medio de una vida simple y austera; con gran diferencia hacia sus predecesores, tratarán de profesar la vida vere apostolica, es decir una vida no dedicada solamente a la contemplación, sino también aplicada a la cura animarum, por lo mismo eremitorio o romitorio no será un lugar apartado de la humana convivencia, sino que tienen el cuidado de una ermita o iglesia en el campo, lo que los pone al servicio de la cristiandad, buscando sobre todo llevar asistencia religiosa a las personas que vivían abandonadas por el clero. Usaban un hábito gris, sin otro aditamento, por lo que este se convirtió en el símbolo distintivo que los llevaría a la consecución de la vida eterna: Hermano, al darte este vestido de eremita, te exhortamos a vivir tan casto, simple y santo en tus vigilias, ayunos y mortificaciones, en tu trabajo, en tus oraciones y obras de misericordia, que alcances la vida eterna y la bienaventuranza celeste. Esto decía el obispo cuando públicamente consignaba el vestido al ermitaño. Estos hombres así consagrados no tenían alguna norma de vida, o se guiaban por costumbres derivadas de usos inmemoriales o de venerables varones, así tendríamos reglas como la de los canónigos atribuida a Gregorio VII, o la regla para clérigos de Pedro Honesto, o la de San Agustín.

            Con el cuarto concilio de Letrán, Inocencio III inicia un serio esfuerzo para organizar todo este rompecabezas, por el capítulo 12: ordena que todos los monjes tengan un capítulo cada tres años para que ordenen su vida en común, que por medio de visitadores se vigile el cumplimiento de sus normas, y que se dividan por provincias para una mejor organización. En el capítulo 13: Invita a quien quiera entrar en religión, que ingrese en alguna de las ya existentes. Pero, para fundar algo nuevo se debe tomar una de las reglas ya aprobadas, con las normas que de ellas deriven.

 

2.- Nacimiento Jurídico de la Orden de San Agustín:

 

            La Orden de San Agustín debe su existencia no a un simple y orgánico proceso evolutivo, sino a una creación artificial que de manera hasta entonces insólita se dio con la unión de grupos de ermitaños autónomos, con el fin de conformar un instrumento eficaz al servicio de la iglesia, así esta orden, según Jordán de Sajonia, era superior a las otras, porque no había sido creada por ningún hombre santo, sino por la Iglesia, es decir por el Espíritu Santo que obra en ella (p.69). Los historiadores de los siglos posteriores al acontecimiento fundacional, reforzaron la idea de que se trataba de grupos homogéneos, porque así demostraban más fácilmente que los eremitas agustinos tenían sus orígenes en San Agustín y que practicando toda su regla, la Sede Apostólica sólo había reformado lo que ya era una realidad.

 

2.1: Los Ermitaños de la Tuscia.

 

            Se debe aclarar que algunos historiadores utilizan el apelativo de Eremitas Toscanos, sólo que la región a la que nos referimos es la antigua Marca de la Tuscia, que abarcaba tanto territorio toscano como romano.

            Vamos a hablar de un proceso, que por sus resultados es digno de notarse en la historia de la vida religiosa. No se trata de un proceso lineal, sino de una multiplicidad que sólo con el tiempo logran que se llegue a conformar una Orden. Estas ermitas estaban dispersas, algunas independientes, otras ligadas con alguna fundación. Algunas son antiguas con documentos que llegan al siglo VIII, otras del décimo y por último del duodécimo. Un buen número de ellas administraba iglesias rurales, dependientes de un capítulo canonical, de una abadía o de monasterio masculino o femenino, o de laicos, debido a ello pagaban cierta renta anual. Otro elemento que se debe tener en cuenta, es que como estaba prohibido a los monjes la cura animarum, al frente de más de alguna estaban canónigos, por lo que la composición de estos eremitorios era variopinta, aunque predominaban los laicos. Así por ejemplo: La Pieve de Segromigno en Luca, tenía en 1203 siete miembros, el rector, dos sacerdotes, un diácono, un subdiácono, y dos acólitos, esta parece muy clerical; en la cella del sacerdote Rústico en 1243, el rector Guido, tenía un sacerdote, un subdiácono y ocho hermanos. Aquí se debe comentar que como no se escribió la vida de todos los fundadores de estos eremitorios pronto cayó el velo del olvido. Cada grupo llevaba la regla que mejor conocía, teniendo en cuenta su dependencia o devoción, ya fuera de monjes, canónigos o las consuetudines de San Pedro Damián. Cada grupo educaba a sus novicios y se las agenciaba para su sobrevivencia.

Ya desde 1230, existen documentos para certificar intentos de unión entre los eremitorios logrando una cierta unidad jurídica, como por ejemplo en Luca la llamada congregación de los trece, algo semejante se propició en Siena.

Esta era la situación, cuando el 16 de diciembre de 1243, Inocencio IV emana la constitución apostólica Incumbit nobis, a petición de varios eremitas, que se pueden identificar como Esteban, Hugo, Guido y Pedro, sin poder decir con certeza a cuales grupos pertenecían, al parecer Cataste, Corvaia, Rosia y Rupecava. Esta solicitud no es motivada por intereses particulares, sino en obediencia a la legislación papal que pretendía con la unión de grupos, la superación de los peligros derivados de los predicadores vagabundos herejes, por medio de un control más severo sobre las personas, y una educación más esmerada de los hermanos hasta hacerlos hábiles para la cura de almas. Los convoca a crear una unión amplia con todos los eremitas de la Tuscia, excepto los Guillermitas, para que no anden como ovejas errantes sin pastor; de este proceso se encargaba al cardenal diácono de Sant’Angelo Ricardo degli Annibaldi, corrector et provisor, experto en lograr buenos entendimientos tanto en política como en religión. Este estaría asesorado por los abades cistercienses de Fossanova y Fallera. Un punto central sería la aceptación de la regla de San Agustín, pero conservando las tradiciones de los distintos grupos. Cada uno de los eremitorios debía enviar algún representante para aceptar las decisiones papales en un capítulo. Al parecer, hacia las fiestas navideñas las negociaciones habían dado ya buenos resultados, tanto que se pudo convocar el mencionado capítulo para el mes de marzo de 1244, desde 1259 este será considerado el primer capítulo. Allí todos reciben la dispensa de todas las reglas distintas a la de San Agustín que hubieran profesado, los sacerdotes podían confesar y predicar a los fieles con permiso de los superiores locales; debían recitar el breviario al modo romano, es decir según la costumbre de los canónigos de Letrán.

Esta unión no se logrará sin problemas, así Aldobrandino prior del eremitorio de San Mateo en Lepori, se afilió con la condición de permanecer como superior de por vida y recibir una renta regularmente; o como en Santa María de Lupocavo donde en 1248 procuraron un privilegio papal que les permitía no ser visitados, ni controlados financieramente por los visitadores de la Orden. Dificultades que se superaron con el tiempo.

El día de San Marcos de 1244 se les concede el famoso Mare Magnum, la bula Religiosam vitam eligentibus, que representa lo máximo para el desarrollo de cualquier Orden porque es el reconocimiento solemne por parte de la curia romana. Se aceptaba la regla de San Agustín y se daba la protección papal sobre los bienes, derechos y dones genéricamente mencionados, incluidos los diezmos que recibían algunos conventos, cualquier clérigo o laico libre de obligaciones podía entrar a la comunidad, donde el superior se convertía en la suprema autoridad, al grado que sin su permiso ninguno podía salir de la misma, ni ser recibido en otra comunidad para pernoctar a título de caridad. Exentaba a los hermanos de la autoridad del Ordinario, les permitía el derecho de sepultura, etc.

En 1250 después de varios intentos se les otorgaba, hasta el presente, la iglesia de Santa María del Populo en Roma. Ese mismo año celebraron capítulo en Cascina, donde nos queda claro que había dos circunscripciones o provincias, la de Siena dirigida por Fr. Simón de Andenghesca y la de Luca a cuyo frente estaba Fr. Aiuto de la Cella di Prete Rústico, cada uno con sus respectivos definitorios. Se conocen los nombres de sólo tres superiores generales: Fr Mateo en 1250, Fr. Aiuto en 1252, y Fr. Filipo de Parma antes de 1256.

Dado que el proceso de unificación era difícil, se buscaban signos externos de unidad como el hábito y el gobierno. No fue fácil lo primero porque había de todos los colores desde el propio de monjes (negro), el canonical (blanco), por cierto de la mayoría, el eremítico (gris); el primer intento lo hizo el Cardenal Ricardo en 1253, corrigiendo la decisión en 22 de julio de 1255, al parecer de acuerdo con las decisiones tomadas en el capítulo celebrado ese año por Pentecostés: el hábito negro atado con un cinturón de cuero y un escapulario blanco; para los novicios túnica blanca, con escapulario blanco y capucha negra; para los conversos túnica y escapulario negro.

En cuanto al gobierno las principales decisiones se tomaron en los capítulos celebrados en 1253 y 1255. El cargo de prior general sería por tres años, se conserva el capítulo anual, pero cada tres debía celebrarse uno generalísimo. Se describe el gobierno de una provincia, con su capítulo, discreto de los conventos, visitador, etc. De igual forma el de la Orden, con el Cardenal Protector a la cabeza, seguida del Prior General, y a estos sujetos los priores provinciales. Sobre la pobreza existían diferencias, pues dado que en algunos grupos privaban las costumbres canonicales se les permitía tener un peculio personal, mientras que en otros la pobreza era más o menos absoluta, por eso en el capítulo de 1253 se determinó que ninguno de los miembros pudiera tener alguna propiedad sin el permiso explícito del superior, bajo pena de ser expulsado de la Orden; estas son normas largamente difundidas por la regla canonical de Gregorio VII.

Se podría afirmar que durante todo este tiempo se promovió la unidad entre los diversos grupos de ermitaños, con un crecimiento fuertemente apoyado por la multitud de privilegios que obtuvieron gracias al Cardenal Protector, y que hicieron a la Orden completamente autosuficiente. De hecho estos ermitaños de Tuscia fueron aceptados como primeros en la unión posterior, su capítulo considerado el primero en el tiempo, sus constituciones declaradas oficialmente las primeras leyes; lo que dará como resultado inmediato un período de expansión geográfica no sólo por el centro de Italia, Umbría, Romagna, el norte Lombardía, el sur de Francia, el reino de Aragón y Castilla, Baviera y Wetsfalia. Para 1256 el número de eremitorios o conventos se puede estimar entre 60 y 80, con una media de diez miembros, un total de 600 hermanos.

 

EL MONACATO DE S. AGUSTÍN

 

La tradición monástica aceptada por los eremitas en 1244 tiene sus más tempranas raíces inmediatamente después de la conversión de S. Agustín en Milán, cuando él y algunos de sus amigos regresaron a su nativa Tagaste, abandonaron sus posesiones y comenzaron una vida de oración y estudio como "siervos de Dios":

Ordenado sacerdote en el 391, Agustín consiguió un huerto en Hipona donde mandó construir un monasterio para su comunidad de hermanos. Más tarde escribió la Regla, inspirada en la comunidad cristiana de Jerusalén ( Hch 4, 32 ss).

Cuando le consagraron obispo de Hipona eligió residir en su casa episcopal, pero continuando la vida comunitaria con su clero. Más tarde erigieron, dentro de la ciudad, un monasterio para mujeres, constituyendo así tres formas de vida religiosa agustiniana: masculina, que abarca religiosos laicos y clérigos, y la femenina. El ideal agustiniano se extendió a otras partes de África. Algunos de los hermanos fueron ordenados obispos y llevaron su anterior monacato a otras iglesias locales. En el siglo V había aproximadamente 35 monasterios en África inspirados en la vida agustiniana.

Entre los años 430 y 570 fue introducido este estilo de vida en Europa por los monjes que huían de la persecución de los Vándalos. Hacia el 440 Quodvultdeus de Cartago la llevó a Italia, cerca de Nápoles. En el 502 S. Fulgencio de Ruspe llegó a Cerdeña. Donato y otros veinte monjes la introdujeron en el sur de España por el 570, y es posible que algunos monjes llegaran a Francia.

La abundancia de antiguos manuscritos de la Regla de S. Agustín muestra un constante interés por ella durante la Edad Media. No obstante esto, quedó ensombrecida durante más de tres siglos por otras reglas, particularmente la de S. Benito. La Regla de S. Agustín aparece nuevamente puesta en práctica en el siglo XI en Europa como base para la reforma de monasterios y capítulos catedralicios. Fue adoptada por los canónigos regulares de la abadía de S. Víctor de París, los Premostratenses y los Canónigos de Letrán. Fue dada posteriormente a las congregaciones eremíticas tales como la del Juan Bueno en 1225 y a los ermitaños de la Toscana en 1244.

 

3.- Hacia la Gran Unión:

 

            Pasamos ahora a considerar a las distintas órdenes que se van a reunir siguiendo las instrucciones papales de 1255.

 

3.1: Los Ermitaños de San Juan Bueno.

 

            Estos eremitas habían puesto su residencia en el valle del río Po, eran seguidores de Juan Bueno, popularmente llamados Zambonini, eran laicos atraídos por el ideal de una vida penitente. En 1209, Juan que era cirquero y trovador, y estaba en sus cuarentas, la llamada edad de la transición, eligió para cambiar de vida el pequeño poblado de Butriolo, cerca de Cesena. Allí en la soledad de una cueva comenzó una lucha implacable contra si mismo, a través de un increíble estado de penitencia y constante oración, como él decía para: aprender el justo servicio a Cristo. Su oración consistía en repetir 200 veces el padrenuestro, además se sabía el credo y el salmo miserere. Se abstenía completamente de carne, ayunaba todos los días excepto el domingo, en que comía substanciosamente; durante los días de ayuno de la iglesia casi ni comía ni bebía; para vencer las tentaciones de lujuria se metía astillas de madera entre las uñas, o se acostaba sobre una cama tapizada con cortezas de árbol afiladas, o se metía en una fosa que no le permitía estirarse y que tenía ramas puntiagudas en el fondo; en fin se comportaba como un faquir. Esto le permitía superar a los demonios y discernir los espíritus, tenía don de lágrimas y se conmocionaba al recibir la eucaristía. Adquirió el don de profecía con el que preveía el destino de sus compañeros y predijo su misma muerte, los milagros estaban a la orden del día.

El obispo de Cesena Otón, una vez que se le juntaron varios compañeros, y debió comenzar a pensar en su organización, alrededor de 1217, aprobó la iniciativa y los puso bajo su jurisdicción. Vestían el hábito gris de ermitaños, del largo que más le gustara al cliente, se dejaban crecer la barba, y a partir del concilio IV de Letrán adoptaron la regla de San Agustín, lo que fue confirmado en 1225. Poco a poco, fueron aceptando en la comunidad personas de otras regiones, y estado clerical, sacerdotes y canónigos, por lo que pronto perdió su talante laical primitivo. Juan Bueno era el prior mayor, y hasta 1240 no existieron fundaciones fuera de Butriolo.

            A partir de este momento viene un periodo de expansión en el que se incorporan pequeñas comunidades ya existentes y otras de reciente fundación. Este proceso pondrá en ascuas a los franciscanos, quienes los acusarán e incluso atacarán por las limosnas y los novicios, dado que el hábito era prácticamente el mismo, tanto que la curia romana obligó a los Zambonitas a usar un hábito negro, con mangas largas, atado con una cinta larga, capucha y bastón de limosnero, el largo del hábito debía dejar visibles los pies para que los fieles pudieran distinguir entre las sandalias de los franciscanos y los suecos de los Zambonitas.

            Esta expansión se dio hacia la Marca de Ancona, Verona y Lombardía, pronto ocuparon el norte de la actual Italia hasta Venecia. Para 1256 tenían 28 conventos. El Mare Magnum se les dio el 26 de abril de 1246, sus residencias al parecer no eran parroquias, aunque su gran actividad era de tipo apostólico, su pobreza era muy rigurosa, no disponían de entradas fijas; y en 1247 recibieron el derecho de predicar y confesar, lo que les marca con un carácter clerical.

            Las consecuencias de esta expansión, superaron las fuerzas del septuagenario Juan Bueno, quien considerando las deficiencias de su formación, optó por renunciar al gobierno, y en el capítulo de 1243 le sucedió Fr. Mateo, provincial de la Romagna. En los conventos fuera de la diócesis de Cesena les dio por variar un poco la fórmula de la profesión, cuestión inatacable para los otros, con lo que se formaron dos partidos; para lograr la unidad se convocó a un capítulo en Ferrara en 1249, Juan Bueno pretendió asistir, pero murió en Mantua el 23 de octubre. Dicho capítulo, en lugar de procurar la unidad, logró que ambos bandos tuvieran ahora sendos superiores avalados por la autoridad episcopal, en Cesena Fr. Marcos, y en Mantua Fr. Hugo.

            Tres años después, gracias a su cardenal protector Guillermo de San Eustaquio, se convocó un capítulo de reconciliación en Bolonia, donde ambos superiores renunciaron y no asistieron, y donde se nombró nuevo superior general en Lanfranco de Milán. Se aprobó que el generalato ya no fuera de por vida ligado a una persona, y que el electo debía ser confirmado por la Sede Apostólica. Se estableció la fórmula de la profesión, la curia romana les dio el nombre de: Fratres Ordinis Eremitarum, y se conservó a los obispos el privilegio de nombrar priores locales. Todo lo cual fue aprobado con la bula Admonet Nos cura del 15 de abril de 1253. Para julio de 1255, queriendo Roma disminuir la influencia episcopal dentro de la comunidad, prescribió a Lanfranco que no se dejara influenciar por los obispos y nombrara a los priores locales.

            Lograda la unidad, se pusieron a trabajar en la canonización de su fundador, el proceso se abrió el 17 de junio de 1251, siendo confirmada la vox populi por la autoridad eclesiástica en 1255.

            El norte de la península italiana, por las guerras entre el Sacerdocio y el Imperio tenían una paz precaria, con amplias zonas anatematizadas por el entredicho; como los Zambonitas se dedicaban a las misiones populares van a obtener la exención en 1255, pudiendo levantar el entredicho papal, lo que era básico para su manutención porque en estas zonas, con personas fuera de la comunión con la iglesia, no se podían aceptar limosnas o alimentos. En julio, obtienen el privilegio de absolver a los candidatos de su Orden de cualquier censura. Además con motivo de la guerra, y dado que normalmente vivían fuera de los muros de las ciudades, se transfieren dentro.

            Hacia 1256, los Zambonitas tenían en Italia más de 300 miembros, sus conventos estaban situados dentro de los muros de las ciudades lombardas, teniendo además contactos con las regiones transalpinas: Suiza, Baviera, Austria, Francia, Flandes y las Islas Británicas.

 

3.1.1: La Tercera Orden.

 

            Los Zambonitas, quizás por irse clericalizando, darán origen, poco antes de 1221, ciertamente antes que los franciscanos, a una especie de tercera orden, que llamaron: Fratres et sorores poenitentes Joannis Boni; hermanos y hermanas de la penitencia donde cabían solteros y casados. Juan los controlaba y se preocupaba por su bienestar espiritual. Llevaban un hábito, algunos trabajaban en Butriolo, pero la mayoría vivía en Cesena y ciudades vecinas, al parecer algunos vivían en común. Con estos, para ir en contra de los Patarinos y de los Cátaros que repetían constantemente oraciones compuestas por ellos mismos, Juan les pedía que rezaran el Padre Nuestro y el Credo, a fin de combatir al enemigo con las mismas armas; con sus predicaciones muchos herejes se convirtieron.

 

3.2: Los Ermitaños de Bretino.

 

            Estos ermitaños tomaron su nombre de una colina cercana a Fano, tenían a su cuidado la ermita de San Blas por lo que el romitorio se llamó San Blas en la selva. No se sabe con certeza ni el nombre del fundador, ni la fecha de su fundación. Al parecer fueron varios los laicos que entre 1200 y 1215 se asentaron en Bretino, siendo atendidos espiritualmente por el sacerdote de la ermita, quien pronto se les unió. El 26 de noviembre de 1227, Gregorio IX puso a sus miembros bajo la especial protección de la Sede Apostólica.

            El ideal de los Bretinenses: vita communis in eremo, atrajo a sacerdotes y monjes, tenían predilección por la simplicidad, llevaban una vida muy austera, se negaban a aceptar posesiones feudales, sólo tierras que les pudieran servir para su manutención, de hecho como eran labradores se mantenían de la agricultura.

Se vestían como ermitaños con túnica, escapulario y capucha de lana natural sin teñir, calzado simple, bastón largo y al cinto llevaban un cuchillo no agudo; esto les acarreó rivalidad con los franciscanos que se vestían de forma muy parecida, en marzo de 1240 el Papa les ordenó que cambiaran de vestido, fueron a defenderlo ante Gregorio IX, porque no osaban cambiar la simplicidad, se les aceptó, con tal que la túnica dejara ver el calzado, y que no usaran ningún cinturón, en 1245 olvidaron las promesas, en 1255 se volvieron a quejar los franciscanos, total que en eso estaban cuando llegó la gran unión. El guardarropa de un bretinense estaba compuesto por cuatro túnicas, una capucha, y dos escapularios; mientras que el prior prescribía lo referente a calzones, camisas, medias, por cierto sin pie, y calzado, que podía ser sandalias o suecos.

Su predilección era la pobreza, que interpretaban de forma absoluta, porque desnudos deseaban seguir la desnudez de Cristo hasta el punto más alto de la pobreza; y sólo en periodos de estrechez pedían limosna, para lo cual obtuvieron privilegio apostólico a fin de que esas limosnas tuvieran indulgencias anejas.

Llevaban una ascesis muy austera, procurando incomodidades corporales propias del tiempo, como retirarse a celdas subterráneas tan estrechas que no podían ni acostarse, ni estarse en pié; regularmente se sometían a la flebotomía, es decir, se sacaban sangre para tener el animal controlado, lo que en aquel tiempo se aplicaba con varios fines.

Su comida era muy sencilla, y siempre en común, observando una larga cuaresma que comenzaba con la exaltación de la cruz, 14 de septiembre, y terminaba con la semana santa; y de pascua a septiembre ayunaban dos días por semana, miércoles y viernes. Esto significaba una sola comida al día, su dieta era vegetariana, la carne y lo que contuviera sangre estaba prohibida excepto para los enfermos, los productos animales como queso o huevos, se permitían tres veces por semana, con excepción de la cuaresma de San Martín a la septuagésima y los ayunos solemnes de la Iglesia, pero quien tuviera muy buena salud podía abstenerse. Los laicos no podían sentarse a su mesa, y los eclesiásticos sólo cuando las circunstancias lo aconsejaran.

Como se puede suponer, lo más importante era la oración, que cubría todo el día: los maitines a las dos de la mañana, precedidos por oraciones privadas; al amanecer los laudes, seguidos de prima; por la mañana la tercia y la celebración de la misa conventual; a medio día la sexta, antes de comer o de hacer la colación durante los ayunos; hacia las tres de la tarde la nona; al atardecer, después de la cena las vísperas; y al inicio del gran silencio nocturno las completas.

            Cada año celebraban capítulo, en el cual el prior general y los visitadores elegían los definidores, estos con los visitadores debían corregir lo que se necesitara, in capite et in membris, teniendo plena libertad para ello; mientras que el prior general era de por vida, anualmente se le elegía un consejo; al parecer tenían dificultades para elegir prior general, por lo que en 1243 el Papa les puso de plazo tres meses para hacerlo, les tocaba elegirlo a los definidores, los visitadores y los priores actuales. Ratificó además, la elección de la regla de San Agustín, hecha 1228, para cumplir con lo ordenado por el IV concilio de Letrán. En 1245 se les dio el Mare Magnum, el cual nos da noticias curiosas: como la extensión de las posesiones por las que no debían pagar impuestos, el eremitorio, con la iglesia, los jardines, prados y bosques, terrenos cultivados, molinos y caminos. Los obispos no podían usar los conventos para tener sínodos, ni influir en la elección de los priores, sin embargo estos debían prestar obediencia a los obispos. Se aprueba la regla y lo que se llamó Institutiones eremiticae vitae fratrum Brictinensium, que como no se conocen completas, se puede colegir que estaban en relación a la regla de Gregorio VII, o basadas en la regla de Pedro de Honestis.

Su expansión territorial es solamente italiana, casi circunscrita a la parte norte de los estados pontificios, con todo hacia 1255 tenía 43 eremitorios con alrededor de 350 miembros; para estas fechas ya no se puede decir que tenía carácter laical sino clerical.

 

3.3: Los Pobres Católicos.

 

            Los llamados Pobres Católicos formaban parte de los Valdenses que se habían convertido después de la disputa de Pamiers en 1208, con la venia de Inocencio III, Durando de Huesca les había permitido su modo de vida, predicación apostólica, práctica de la pobreza y observancia de los consejos evangélicos; formaban a sus agremiadas en escuelas. El Papa quiso atacar a los Valdenses con sus mismas armas y se valió de estos hermanos, pero eran frecuentemente vilipendiados, desde el vestido, las predicas y la gente que recibían, lo que les dificultaba su tarea; eran numerosos en Lombardía, por lo que tenían un cierto acercamiento con los Zambonitas. Tras la gran unión toda la provincia lombarda fue incorporada a los ermitaños de San Agustín, 17 de julio de 1257, por orden del Cardenal Annibaldi. Al parecer no todos estuvieron conformes, cierto día a media noche regresaron a su convento central, San Agustín de Milán sacando por la fuerza a los agustinos que allí vivían, así estuvieron hasta 1272, cuando finalmente unos diez hermanos debieron plegarse a la fuerza de la policía milanesa.

 

3.4: Los Hermanos del Saco.

 

            Los eremitas de la penitencia de Jesucristo, comúnmente llamados por su vestimenta Hermanos del Saco, ciertamente no fueron invitados en 1256, porque continuaron independientes hasta el concilio de Lyón, cuando fueron suprimidos, 1274. Entonces, muchas de sus casas más importantes pasaron a poder de la Orden, y también, sin duda, muchos de sus miembros engrosaron las filas agustinianas.

 

3.5: Los Gillermitas.

 

            San Guillermo de Aquitania o de Malavalle, murió en 1157, un siglo antes de los acontecimientos que nos ocupan, organizó su estancia en el valle del río Ampio, sobre Castiglione de la Pescaia, diócesis de Grosseto, lugar un tanto cuanto inhóspito por lo que recibió el nombre de valle malo; allí con duros ejercicios ascéticos, ayunos, silencio, oración y mortificaciones, a lo que añadía un verdadero aislamiento como esencia de su vida eremítica vivió Guillermo, al que poco a poco se le fueron juntando discípulos hasta que se fundó un instituto, cuestión muy ajena al pensamiento del Ermitaño. A su muerte su tumba se convirtió en centro de peregrinaje, Alejandro III confirmó su culto para la diócesis de Grosseto entre 1174 y 1181. Alberto primus famulus, continuó la obra del maestro con lo que se denominaba regla, más bien consuetudines S. Guillelmi, con Gregorio IX adoptaron la regla benedictina y las constituciones cisterciences. Su crecimiento se debió mas que nada al impulso recibido desde la curia romana, desde 1244 se van a establecer en Flandes, Lotaringia, Alsazia, Suecia, Turingia, Brandenburgo, Bohemia, y Hungría. Hasta 1248 es reconocida como Ordo Monasticus otorgándosele el Mare Magnum, con tal que se empeñaran contra los enemigos de la Iglesia, cuestión que no cumplieron. Se puede afirmar que pusieron poco empeño en una vida pastoral, continuando más bien con sus costumbres eremíticas.

 

3.6: Los Eremitas de Monte Favale.

 

            Los hermanos que habitaban el eremitorio de San Benito en Monte Favale, diócesis de Pesaro, fueron invitado a la unión. Formaban parte de los Guillermitas, pero desde 1251 existía una cierta división con Malavalle substrayéndose a la obediencia del superior. No asistieron a Santa María del Popolo en 1256, sino que terminaron afiliándose a los Cirtercienses con quienes habían comenzado a entablar relaciones en 1255.

 

4.- El Orquestador: Ricardo Degli Annibaldi.

 

            El Cardenal Protector descendía de la poderosa familia de los Annibaldi, su padre, casado con una hermana de Inocencio III, llegó a ser senador en Roma, cargo que en seguida desempeñarían varios miembros de su familia. En 1237 Gregorio IX le otorgó el capelo cardenalicio haciéndolo diácono de Sant’Angelo in Pescheria, en 1239 lo hizo gobernador de las provincias de Capagna y Maritima. Era de carácter fuerte y se distinguió por ser el decidido guía del partido Guelfo defendiendo al papado de las agresiones del emperador Federico II. Por su habilidad política Inocencio IV lo nombró vicario de Roma en 1252 y dos años después ocupaba el cargo de arcipreste de San Pedro. Ricardo por esta época era enormemente rico e influyente, fue el verdadero árbitro de la política en los Estados Pontificios, decidido partidario de la opción francesa, no descansó hasta ver en el trono siciliano a Carlos de Anjou; por lo que su desastrosa y despótica política, y su cruel forma de gobernar resultó un serio revés para su valedor, quien incluso cambio de partido. Sin embargo, con su gran experiencia de gobierno, con su habilidad diplomática, y con su inagotable energía, siempre estará al servicio del papado cuya libertad buscó siempre. En todos los cónclaves donde participó tuvo un papel determinante, ni que decir que esto le acarreaba notable influencia sobre los respectivos pontífices. Con más de ochenta años se retiró de la actividad pública, probablemente murió en septiembre de 1276.

            Mucho le debe la Orden de San Agustín al Cardenal Annibaldi, su protector desde 1243; él es quien hizo posible la unión de los Ermitaños de la Tuscia en 1244 y será también el alma de la gran unión de 1256. Dirigió con su presencia o su aprobación todos los capítulos generales hasta su muerte, y sobre todo aprovechó siempre que pudo su gran influencia para promover la expansión de los agustinos; porque no se puede negar que coexistieron los intereses del Cardenal en la formación de la Orden, sabía de sobra el significado e importancia de una Orden con grandes ramificaciones y guiada centralmente. Indudablemente, también, que su interés personal por la defensa del papado influenció la actitud posterior de la Orden, siempre fiel al Papa, formando así parte de su personal visión política.

 

5.- La Gran Unión:

 

            El papa Alejandro IV, envió una carta a los superiores de los Ermitaños de San Agustín y de San Guillermo, el 15 de julio de 1255, debió hacer lo mismo con el resto de Ermitaños arriba citados. Todos fueron invitados a reunirse en un capítulo: para que de muchas falanges surgiera un ejército más fuerte, forjando, por lo mismo, una gran Orden, la mayoría profesaba la regla de San Agustín, los Guillermitas la de San Benito; cada institución debía enviar uno o dos procuradores al citado capítulo, este era el trámite a través del cual la Curia Romana intentaba alcanzar el fin que se proponía. Se suponía que todos estos institutos tenían muchos elementos fundamentales en común, y que sus diferencias eran sólo en cuestiones accidentales, por lo mismo podrían formar una gran Orden al servicio de la Iglesia.

Este programa era audaz por su amplitud, de hecho aunque esta unión no fue la única en esos tiempos de centralización, los Servitas, los Carmelitas y hasta los Camaldulenses la tuvieron, sin embargo, fue la más amplia que se intentó. Esta vez no se trataba de reunir pequeños grupos, a veces poco ordenados, sino que ahora eran órdenes con su propia historia y costumbres, privilegios y organización, aprobadas por la Iglesia y casi todas con su Cardenal Protector. Estas razones curiales contrastan con la tradición de los cronistas de la Orden, quienes narran como en sueños se apareció San Agustín a Alejandro IV con una gran cabeza y un pequeño cuerpo, pidiéndole un cuerpo acorde a la importancia de la cabeza.

            El proceso capitular se llevó tiempo y tacto, al menos desde el otoño de 1255 hasta marzo de 1256. El Cardenal Ricardo Degli Annibaldi, defensor y protector del plan, había enviado a sus agentes por toda Italia, se habla de Alberto de Bolonia, Rainaldo de Polverigi, un Benvenuto y un Otonello. La asamblea se llevó a efecto en el convento de Santa María del Popolo en Roma, allí se reunieron los siguientes superiores: Por los Guillermitas Gioberto, los Zambonitas Lanfranco, los Bretinenses Andrés, los Agustinos Ermitaños de Tuscia Filipo; además de los procuradores de algunos otros grupos menores como la congregación de los trece.

            El procedimiento a seguir fue que todos los priores generales renunciaron, dándole el poder a la Sede Apostólica; se pasa después al nombramiento de un sólo prior general, al cual, de inmediato, debían obedecer todos los que la Curia había invitado a participar, los que habían ido y los que no asistieron. Los capitulares aceptaron no hacer ninguna votación, sino dejar su nombramiento al Cardenal Annibaldi, quien tras consultarlo nombró al zambonita Lanfranco de Milán, un hombre ya experimentado en lograr uniones, como prior general.

            Pocas condiciones se pusieron para apoyar el proyecto, los Zambonitas pusieron como condición liberarse del bastón de limosneros, los Bretinenses pidieron la observancia de la pobreza espontánea, no la pobreza absoluta, en concreto no aceptar bienes inmuebles fuera de los necesarios para el mantenimiento de los conventos. Los Guillermitas protestaron y al final lograrán su independencia.

Todo esto fue confirmado por Alejandro IV con la bula Licet Ecclesiae Catholicae, del 9 de abril de 1256. Allí se concedió la protección apostólica sobre la Orden, todas las profesiones y observancias distintas fueron anuladas, se dispuso que vistieran un hábito de color negro, quedando en vigor la regla de San Agustín, y se nos da el título que estuvo en vigor hasta 1963, Fratres Ordinis Eremitarum Sancti Augustini. Con gran tacto se tocan apenas las condiciones necesarias para la unión, poniendo de relieve más sus ventajas que sus dificultades; se pretendían varias cosas como eliminar toda la problemática de los distintos hábitos, por lo que la cuestión no fue menor, y durante todo el siglo XIII habrá que estar poniendo orden al respecto, hasta que los escritores sobre la espiritualidad agustiniana en el siglo siguiente, demostraron que era el verdadero hábito de San Agustín. Lo más importante era que la iglesia necesitaba nuevas fuerzas para combatir la herejía, y por tanto se requería que los eremitas se trasladaran a las ciudades y se envolvieran en las actividades pastorales, ya que sobre todo los suburbios de las ciudades estaban abandonados.

Esta Gran Unión, como se le ha llamado va a dividir la Orden en provincias, que en Italia se conformaron con las distintas Instituciones que aceptaron la unidad. Se logró reunir alrededor de dos mil frailes situados en 180 conventos italianos y 40 esparcidos por la geografía europea.

 

5.1: Dificultades Internas.

 

            Las principales dificultades provenientes del interior fueron varias, no graves pero si suficientes para turbar los sueños de tranquilidad con que la bula Licet Ecclesiae pinta el panorama.

            El primer punto serán los Guillermitas, ellos no sólo deberían cambiar su modo de vivir, pobreza incluida, puesto que como portadores de las costumbres benedictinas podían poseer en común, por ello estaban amenazados de pérdidas bastante grandes al tener que vender sus bienes, ya que la citada bula exigía pobreza; de igual forma debían cambiar el hábito. Por esto decidieron poner todo su empeño en reconquistar su antiguo modo de vida, y lo alcanzaron en el mismo año, 22 de agosto; basaron su protesta sobre el principio de que un monje puede pasar de su Orden a una de más rígida observancia pero no al revés. Como la unión había funcionado sólo seis meses se pensó que rápidamente se regresaría al estado anterior, pero no fue así, en algunas partes los Guillermitas vivían en eremitorios vecinos a ciudades donde estaban también algunos de los institutos convocados, todos habían vendido sus viviendas para trasladarse a la ciudad donde se había comenzado a construir el convento; de igual forma cuando con dinero de la unión se habían agrandado monasterios  Guillermitas, en todos estos casos siempre salieron perdiendo. Algo parecido ocurrió en el Imperio, sobre todo en Germania, Bohemia y Hungría, donde todas las casas Guillermitas eran de reciente fundación, y donde los ahora Agustinos habían trabajado fuerte en consolidarlas, el Obispo de Regensburg le dio la razón al provincial Guido Salano, apelaron los Guillermitas a Roma, y ahí los cardenales protectores acordaron que esas casas debían permanecer en la unión. Podemos pues concluir que todos los conventos que habían sido transferidos a las ciudades o reconstruidos se asignaron a los Agustinos.

            Jordán de Sajonia nos informa de otro problema, el ingreso a las ciudades y el trabajo apostólico: El papa Alejandro ordenó a los Hermanos que debían situarse en las ciudades para ayudar a que la gente diera buenos frutos, con su predicación, con la enseñanza, con la escucha de confesiones, con el ejemplo de una vida virtuosa. Pero algunos Hermanos tuvieron dificultad, preferían continuar su vida en soledad antes que exponerse a los peligros del mundo ... el Papa que deseaba satisfacerlos y al mismo tiempo envolver a la Orden en la vida activa, ordenó que quienes tuvieran una fuerte inclinación a la vida eremítica pudieran, con el permiso de sus superiores, permanecer en sus precedentes eremitorios; pero quienes estaban en grado de participar en la vida activa, deberían vivir en las ciudades, predicar al pueblo y escuchar las confesiones de los fieles.

            La pobreza será otro de los puntos a resolver. La Licet Ecclesiae garantizaba a los Bretinenses la pobreza espontánea; la observancia de la misma resultaba fácil en las ciudades, pero no así en los pueblos y menos en los lugares aislados, donde las necesidades cotidianas exigían poseer factorías o huertos. El Cardenal Annibaldi cortó por lo sano,  permitió poseer las propiedades necesarias para el mantenimiento diario, lo que fue confirmado por Alejandro IV el 13 de junio de 1257. Esto salvó a la Orden de múltiples controversias internas, como las que posteriormente afectaron a los franciscanos.

            Otra dificultad fue que en algunas poblaciones o en sus alrededores coincidían conventos de los nuevos afiliados. Alejandro IV resolvió, 12 abril 1256, que cuando esto sucediera sólo una casa debía mantenerse, el resto debían venderse para agrandar la que quedara a fin de tener mayor influencia en el lugar. Esto hizo que se mezclaran hermanos de diferentes tradiciones, con los consiguientes roces, pero también obligó a gastar mucho dinero, hasta acabar con las reservas de las comunidades, por lo que tanto el Papa como los obispos exhortaron a la población a ser generosa, concediéndoles a su vez indulgencias.

 

5.2: Dificultades Externas.

 

            Las dificultades exteriores estuvieron en función de que tanto párrocos, como los capítulos de las catedrales temían justamente la competición, la que sin duda les causaba pérdidas financieras. Esto va a traer como consecuencia que en algunas ciudades se les prohíba la entrada, no sólo a los Agustinos, por lo que debió intervenir la Sede Apostólica, sin poder impedir que algunos exaltados destruyeran algunas incipientes fundaciones. Pero la principal dificultad provino de un concilio ecuménico.

 

5.2.1: El Segundo Concilio de Lyón.

 

Este concilio, promulgó el 17 de julio de 1274, el c. 23: Religionum diversitatem, tendiente a disminuir la excesiva multitud de Institutos que habían surgido en ese siglo, y a restablecer el predominio pastoral del clero secular, dado que la presencia y actividad de los religiosos en las ciudades, con sus numerosas misas diarias, las indulgencias que se podían ganar en sus iglesias, sus predicaciones y enseñanzas teológicas, las confesiones, las visitas a los enfermos, funerales, las sepulturas con sus testamentos anexos, desordenaban el sistema de las parroquias, con su iglesia y sacerdote propio.

Por lo cual este concilio, prohibió para el futuro, la fundación de nuevas órdenes, y ordenó la disolución de aquellas fundadas, pero no aprobadas, después del IV concilio de Letrán, 1215. Sólo dos órdenes se reconocen de verdadera utilidad para la Iglesia, Dominicos (1215-20), y Franciscanos (1208-23), y quedaron en entredicho otras dos: Carmelitas (1206-14) y Agustinos (1244): in suo statu manere concedimus donec de ipsis fuerit aliter ordinatum, (Les concedemos que permanezcan en su estado, hasta que sobre ellos fuere ordenada otra cosa); mientras podrían subsistir bajo ciertas condiciones, como por ejemplo no admitir nuevos miembros, no adquirir nuevas casas, no desarrollar ninguna actividad pastoral. Esta situación permanecerá hasta que Bonifacio VIII, el 5 de mayo de 1298, cambió las palabras finales del citado canon: in solido statu volumus permanere, (queremos que permanezcan en estado firme). Con lo que ambas quedan debidamente regularizadas.

Esto sin duda va a afectar la historia de ambas órdenes, pues para corroborar la antigüedad de su existencia, obnubilaron concientemente sus orígenes, los carmelitas se van a remontar hasta el antiguo testamento, al profeta Elías, mientras que el ermitaño Bertoldo de Calabria se perdió en la bruma. Por su parte los Agustinos, van a sentirse herederos de San Pablo y San Antonio, ermitaños de la Tebaida, a quienes abría imitado San Agustín.

Por lo tanto desde finales del siglo XIII se forjó la leyenda áurea de que en la zona de la Tuscia ya desde el siglo IV existían eremitas, entre los cuales vivió San Agustín a su paso para África, y a ellos les habría escrito la regla, esto fue muy útil para que se reconociera la antigüedad de los ermitaños por sobre los canónigos, pero no mas. Sin embargo se inaugura una verdadera legitimación en donde a falta de un fundador, se comenzó a considerar a San Agustín, cuya regla seguían todos los agremiados, como Padre de la Orden, y como la más agustiniana de todas las comunidades que por necesidad habían optado por su regla. Así se forjó la unión entre el antiguo y venerable monaquismo agustiniano, con la ascesis eremita y la dedicación a la cura de almas, características todas que llenaba el Obispo de Hipona, Padre de los Agustinos, porque había sido ermitaño y predicador, monje y obispo, un verdadero modelo para todos los miembros de la Orden, con esto desaparecieron las dificultades, no se trataba de una reorganización violenta y dolorosa de aquellos anacoretas que hasta entonces habían vivido en un perfecto aislamiento y en la contemplación, sino de irse asemejando cada día más a su modelo de vida, San Agustín Nuestro Padre. Muchas Gracias.

 

LOS PRIMEROS CIEN AÑOS

 

Con la Gran Unión la vida fraterna agustiniana cambió de un emplazamiento rural a otro urbano. Los frailes construyeron grandes iglesias en las ciudades donde predicaban a las muchedumbres ansiosas de escuchar la palabra de Dios, administraban los sacramentos de la Penitencia y celebraban la Eucaristía. Daban instrucción catequética y dirección espiritual al laicado, estableciendo asociaciones seculares junto a sus comunidades que participaban del espíritu agustiniano. El papa Nicolás IV los envió a predicar las cruzadas en 1290. Otros pontífices los eligieron para defender el papado en sus controversias con la autoridad civil. Se observó estrictamente la pobreza tanto personal como comunitaria. Los frailes procuraban su sustento pidiendo. Como otras órdenes mendicantes, eligieron la recitación más breve del oficio divino "conforme a la costumbre de la iglesia de Roma". Lo adaptaron para sus propias necesidades por un Ordinarium. Los Maitines se cantaban durante la noche, las Laudes antes del alba, las Vísperas a la tarde y las Completas antes de retirarse.

Pronto se desarrolló una conciencia agustiniana. Las iglesias llevaban su nombre 'y le fue otorgado un lugar de privilegio en la liturgia y teología de la Orden. Aunque otras órdenes siguieron su regla, estos frailes fueron pronto llamados " Agustinos".El 20 de enero de 1327, el papa Juan XXII concedió a la Orden una casa en Pavía, al lado del sepulcro de S. Agustín, estableciendo así un vínculo especial con su cabeza espiritual:

El paso de la condición de ermitaño a la de fraile, no se dio sin problemas. A algunos Agustinos, poco dispuestos a abandonar la vida de contemplación, se les permitió permanecer en sus ermitas. La mayoría aceptó la nueva postura de la Orden, y las generaciones más jóvenes fueron formadas hacia el apostolado. La tradición eremítica continuó ejerciendo su influencia en el resto de la Orden en lugares como Lecceto y S. Leonardo.

Otros problemas surgieron con la práctica de la pobreza común. Pronto llegó a ser evidente que las exigencias del apostolado y del estudio no podían cumplirse a causa de la prohibición de poseer impuesta a las comunidades y provincias. Como consecuencia, a casas incapaces de vivir solamente de limosnas, les fue permitido tener las propiedades necesarias para su sustento.

 

Los estudios

Con el fin de prepararse bien para su ministerio, los Agustinos tomaron en serio los estudios y empezaron un apostolado intelectual. En 1259 Lanfranco adquirió una casa en París para religiosos jóvenes que frecuentaban la universidad. Egidio Romano estuvo entre los primeros, estudiando bajo la tutela de Sto. Tomás de Aquino. Egidio llegó a ser una de las figuras intelectuales más eminentes de la época, y prior general de la Orden.

 

También se fundaron casas generales de estudio en Bolonia, Padua, Roma, Florencia, Oxford y Cambridge. Las comunidades de la Orden se enriquecieron con vastas bibliotecas que contenían biblias y concordancias, las obras de S. Agustín y Padres de la Iglesia, teologías e historias medievales, Aristóteles y Platón, literatura árabe y judía, así como obras de astronomía, geografía, matemáticas y medicina.

 

Con el tiempo comenzó a surgir una escuela agustiniana de teología. Egidio Romano, Santiago de Viterbo, Agustín de Ancona, Alejandro de S. Elpidio y Guillermo de Cremona propondrán la teología como una ciencia afectiva cuyo propósito era el amor de Dios, que es el deseo fundamental de todo ser humano. La escuela recalcaba la primacía de Cristo, la caridad y la gracia. Se daba particular importancia a la defensa de los derechos del papado durante el conflicto entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso de Francia con trabajos tales como el De regimine christiano (1301-2) de Santiago y el De ecclesiastica potestate de Egidio (1301).

 

Desarrollo

Lanfranco, antes un ermitaño de Juan Bueno, fue seguido en el puesto de prior general por Guido de Staggia, procedente de los Ermitaños de Toscana. Le sucedió Clemente de Osimo de los Ermitaños de Brettino. De esta manera los primeros priores generales procedentes de diversas congregaciones son señal de su integración afortunada en la Gran Unión. Los Guillermitas de Italia, no obstante, volvieron pronto a su antigua regla, tal como lo hicieron los Ermitaños de Monte Favale. En cambio, otros dos grupos, los Pobres Católicos (1256) y los Frailes del Saco, (1274) se acoplaron más tarde a la Orden.

 

A pesar de la disolución de las órdenes religiosas fundadas después de 1215, y decretada por el Concilio de Lión (1274), el papa Gregorio X permitió a los Agustinos continuar por el momento. Bonifacio VIII confirmó la Orden en 1298. A los veintidós años de su fundación el número de casas aumentó de 180 a 330. En el primer centenario había 500 comunidades en las más importantes ciudades de Europa.

 

En 1329 la Orden llegó a tener veinticuatro provincias: cuatro en Alemania (Baviera, Sajonia-Turingia, Renano-Suavia y Colonia que incluía también a los Paises Bajos); cuatro en Francia ("Francia", Provenza, Tolosa y Aquitania), once en Italia, dos en España y una en cada una de las siguientes naciones: Hungría, Inglaterra y la de la región de Tierra Santa. En 1346 la Orden contaba con más de 6.000 miembros.

 

Las Constituciones de Ratisbona

 

Las Constituciones existentes más antiguas fueron aprobadas por el capítulo general de Ratisbona (Regensburg) en 1290. Los principales redactores fueron el Bto. Clemente de Osimo y el Bto. Agustín Tarano.

 

Algunos extractos de su contenido:

 

 - Póngase el cuidado de los enfermos en manos de uno o más frailes y sea llevado a cabo con verdadero cariño. Los sacramentos serán administrados mientras el enfermo está con conocimiento, y los frailes los acompañarán hasta su muerte.

 

- Los novicios no sean admitidos inmediatamente, sino después de un periodo de prueba. Serán bien informados acerca de la austeridad que les espera. Les será infundido el deseo de conocer las Escrituras, una característica original dentro de las constituciones medievales.

 

- El prior general vigilará para que las casas de estudio, que son la base de la Orden, sean debidamente atendidas.

 

- Cada comunidad cuidará celosamente de los libros que son de uso de los frailes.

 

- Las normas para los capítulos y elección de superiores muestran el espíritu democrático de los mendicantes. La más alta autoridad está conferida en los capítulos, local, provincial y general.

 

- Todos los hermanos, tanto laicos como clérigos, hacen la misma profesión, llevan el mismo hábito y gozan de los mismos derechos.

 

- Todos los hermanos de la Orden prometen obediencia al prior general como al padre y pastor.

 

Las Agustinas

 

En esta época se producen también un desarrollo importante de monasterios de agustinas contemplativas. El documento más antiguo de incorporación de agustinas a la Orden hace referencia a la comunidad de Oberndorf, Alemania, en 1264. Dos años más tarde el cardenal Annibaldi dio instrucciones para que los agustinos de Alemania atendieran espiritualmente a las religiosas de otras ocho comunidades.

 

Algunos de los monasterios empezaron como comunidades de penitentes que más tarde emitieron votos y asumieron la Regla de S. Agustín. Otros estaban ya establecidos, y en el transcurso de la historia llegaron a ser formalmente agustinianos.

El primer monasterio conocido en Italia comenzó con nueve mujeres en Orvieto en 1286.

Se fundaron monasterios en España a comienzos del siglo XIV en Valencia, Toledo y Sevilla.

 

Santos y Santas

 

Nicolás de Tolentino (1245-1305) fue el primer agustino canonizado. Fue conocido como un asceta, un hombre de oración y un incansable pastor de almas. Poco después de su muerte, nació espontáneamente un culto popular en torno a su persona. Tolentino llegó a ser un lugar de peregrinación donde era invocado como milagrero. A comienzo de 1401 fue concedida una indulgencia especial cada año el domingo siguiente a su fiesta, el "perdón de S. Nicolás". S. Nicolás de Tolentino goza de posición privilegiada en el arte de la edad media.

 

Sta. Clara de Montefalco (1268-1308), siendo aún joven, se unió a una comunidad penitencial fundada por su hermana, Juana. Cuando la comunidad llegó a constituir formalmente un monasterio en 1290, las religiosas asumieron la Regla de S. Agustín como base de su vida religiosa. Clara fue una célebre mística de la edad media que sacó fuerzas de la cruz de Cristo, de la cual había tenido una profunda experiencia. Su extraordinaria sabiduría fue solicitada por personas de responsabilidad tanto de la Iglesia como del gobierno civil.

 

Dos de los primeros generales de la Orden fueron especialmente conocidos por su santidad: el Bto. Clemente de Osimo y el Bto. Agustín de Tarano. En Alemania el Bto. Federico de Ratisbona y Hartmundo de Gotha fueron considerados como verdaderos siervos de Dios, como lo fue también Vito de Panonia en Hungría. El Bto. Simón Fidati de Casia fue uno de los escritores de la Orden con más influencia espiritual en aquella época. Entregado profundamente a una vida de sencillez, evitó las divisiones extremas del movimiento contemporáneo de pobreza, afirmando:

 

No quiero saber nada de cisma, porque no hay nada que aborrezca más que la separación de la obediencia a mi Orden, aun cuando tenga la apariencia de bien.

 

LAS POSTRIMERÍAS DE LA EDAD MEDIA

 

Los siglos siguientes vieron una serie de sucesos que sacudieron a la Iglesia y a la sociedad: la Peste Negra, el Cisma de Occidente, y la Guerra de los Cien Años. El resultado fue una debilitación de la vida religiosa. Hubo intentos de hacer una reforma y volver a la práctica de la oración, vida común y pobreza. Algunas comunidades de la Orden pidieron ser puestas directamente bajo la jurisdicción del prior general con el fin de empezar una renovación efectiva. En 1387 la ermita de S. Salvador de Lecceto se separó de la provincia de Siena para formar una congregación de observancia estricta.

 

Dentro del mismo siglo nacieron en Italia otras nueve congregaciones observantes, entre ellas la de Lombardía con más de setenta religiosos y la de S. Juan de Carbonara en Nápoles de la que saldría el futuro prior general de la Orden, Jerónimo Seripando.

 

La primera casa de observancia en los Países germanos se fundó en Viena en 1419. Otras comunidades de Alemania siguieron su ejemplo. En 1432 nació la comunidad observante de Sajonia, abarcando Magdeburgo, Himmelpforte, Dresde, Waldheim y Nuremberg. Cuarenta y cinco años más tarde el número de casas había aumentado hasta treinta, incluyendo Gante, Haarlem, Enkhuizen y Amberes en los Paises Bajos.

 

En España, Juan de Alarcón obtuvo autorización para establecer una comunidad independiente en Villanubla, en el año 1431. Se le unieron las comunidades de Arenas de S. Pedro y Dueñas. Juntas establecieron una congregación observante en 1438.

 

Las devociones de la Orden a María

 

El título más antiguo con el que la Orden honró a la Madre de Dios fue el de Ntra. Señora de Gracia (siglo XV).Algunos la identifican con la Anunciación de María y las palabras del Ángel: "Salve, llena de Gracia..."

Otra invocación antigua es el de Nuestra Señora del Socorro, también conocida como Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 

El de Nuestra Señora de la Consolación tuvo su origen en Bolonia como patrona de la confraternidad secular del mismo nombre. La imagen muestra a María dando la correa agustina a Sta. Mónica al tiempo que la consuela por las plegarias en favor de su hijo.

 

La devoción a Nuestra Madre del Buen Consejo tuvo sus orígenes en el santuario de Genazzano cuando la bizantinizante Madre e Hijo aparecieron durante la renovación de la iglesia, dando origen a la tradición del milagroso viaje desde Shkodér en Albania.

 

Mujeres y hombres santos

 

Religiosos de diferentes partes de Europa fueron objeto de culto popular. Uno de ellos fue el Bto. Guillermo de Tolosa (1297-1369). Después de obtener el Lectorado de teología en la universidad de París, ejerció un amplio apostolado de predicación y asesoramiento en el sur de Francia. Fue conocido por la intensidad de su oración, compañera de su trabajo pastoral.

 

En Polonia, Izajasz Boner (1399-1471), erudito y profesor de teología en Universidad de Cracovia, está considerado como uno de las seis personalidades más responsables de la edad de oro de santidad en la ciudad. Fue conocido como un excepcional predicador y director espiritual.

 

El Bto. Antonio Della Torre (1424-1494) fue médico antes de ingresar en la Orden. Pasó muchos años predicando y atendiendo enfermos por España y Francia. Los últimos 18 años de su vida los dedicó a la dirección espiritual de las monjas agustinas de Aquila así como también al cuidado de los pobres y enfermos.

 

S. Juan de Sahagún era sacerdote en Salamanca, España, cuando ingresó en la Orden en 1463. Fue pacificador durante los tiempos de confrontación civil, y defendió con ardor los derechos de los trabajadores. Es conocido de manera especial por su profundo amor a la Eucaristía

 

El laicado agustiniano

 

Las asociaciones de agustinos laicos florecieron durante este período. A través de sus actividades la espiritualidad agustiniana se hizo asequible a todos los que participaban de los ideales de sencillez de vida, oración y comunión de los religiosos. También cooperaban con la Orden en el ministerio del evangelio y el cuidado de los pobres.

 

En 1399 la Orden obtuvo la aprobación canónica para imponer el hábito y la regla a las mujeres que deseaban servir a Dios con dedicación permanente. En 1470 se alargó a los hombres la misma concesión, dando así comienzo al desarrollo de los terciarios agustinos, seglares y religiosos

 

El estudio

 

Los agustinos aumentaron su presencia en las más importantes universidades europeas y contribuyeron al desarrollo de la escolástica. Hugo de Orvieto y Buenaventura de Peraga se encuentran entre los fundadores de la facultad teológica de la universidad de Bolonia. Nicolás von Laun fue profesor en la Universidad de Praga desde su comienzo. Pero la figura intelectual más importante de la época fue Gregorio de Rímini, conocido como el "doctor autenticus". Su enseñanza sobre la libertad y la gracia desde la antropología de S. Agustín reavivó la doctrina agustiniana de la salvación.

 

Los frailes discutieron las enseñanzas de Juan Wiclef en Inglaterra, y de Juan Hus en Bohemia. En las guerras que siguieron fueron destruidas algunas casas de la Orden en Bohemia, incluyendo la de S. Tomas de Praga y las casas de Brno y Domaslice.

 

Más de veintiún obispos agustinos, priores generales y teólogos estuvieron presentes en el Concilio de Constanza (1414-1418) que puso fin al Cisma de Occidente, así como también en el Concilio de Basilea (1431-1437).

 

Entre los primeros humanistas que configuraron una nueva cultura por el estudio e la antigüedad estuvieron Dionisio del Burgo S. Sepulcro, mentor del famoso Francisco Petrarca (1304-1374), Luis Marsilio y Bartolomé de Urbino, ambos colegas del círculo intelectual de Petrarca. El Milleloquium Sancti Augustini de Bartolomé impulsó el estudio de los Padres de la Iglesia que habían logrado una armonía entre la cultura clásica y la enseñanza cristiana

 

Andrés Biglia (1395-1435), del convento de S. Marcos de Milán, fue un maestro del bien conocido humanista Eneas Silvio Piccolomini, más tarde el papa Pío II. Fue el traductor de la Physica y del De anima de Aristóteles. Egidio de Viterbo (1469-1532), futuro prior general de la Orden, fue ampliamente conocido como poeta, orador, filólogo hebreo, filósofo y teólogo. Onofre Panvinio (1530-1568) está considerado como el padre de la arqueología cristiana moderna.

 

ÉPOCA DE REFORMAS

 

Martín Lutero

 

Martín Lutero, miembro de la comunidad observante de Sajonia fue el padre de la Reforma Protestante.

 

La etapa inmediatamente posterior marca profundamente la vida de los agustinos, como lo hizo también en otras órdenes. Muchos abandonaron la vida religiosa. Las propiedades fueron confiscadas y las ciudades abrazaron la Reforma Protestante. Desaparecieron completamente tanto la provincia como la congregación de Sajonia. No obstante, la comunidad de Erfurt permaneció agustina durante un tiempo, gracias a los esfuerzos de su prior, Juan Nathin. Las provincias de Baviera, Renano-Suavia y Colonia se debilitaron mucho. La vida de la Orden en Austria, Bohemia y Moravia disminuyó sensiblemente.

 

En 1523 toda la comunidad de Amberes se pasó al luteranismo. En Gante otros dos frailes belgas fueron quemados por su fe católica. En Francia murieron algunos agustinos como mártires en las guerras de los Hugonotes. La Provincia de Hungría se perdió totalmente con la conquista de los turcos.

 

Inglaterra

 

En Inglaterra algunos agustinos abrazaron el luteranismo. Myles Coverdale hizo la traducción al inglés de los salmos, traducción que es usada todavía por la Iglesia de Inglaterra. Roberto Barnes fue quemado en la estaca como un hereje en 1540. Jorge Browne, primer obispo protestante de Dublín, volvió a la fe católica antes de morir. El 13 de noviembre de 1534, el parlamento emitió el Acta de Supremacía, declarando al rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Los frailes de Cantorbery firmaron el decreto de expulsión. S. Juan Stone rehusó hacerlo y fue ejecutado en 1539. Todas las casas agustinas, treinta y cinco, fueron confiscadas por el gobierno real y la Orden dejó de existir en Inglaterra.

 

Irlanda

 

También en Irlanda, sacerdotes, religiosos y laicos murieron por su fe. Entre los once mártires agustinos de la época están Pedro Taffe y Fulgencio Jordan, ejecutados bajo el mandato de Cromwell en 1649. Su causa está presentada para la beatificación. Guillermo Tirry fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992. Los demás religiosos permanecieron escondidos o se dispersaron por el continente de Europa.

 

La mayor parte de las casas de Irlanda fueron suprimidas, incluyendo las más antiguas fundaciones de Dublín, Dungarvan y Drogheda. La presencia agustiniana se mantuvo en Galway, Ballyhaunis y Dunmore, áreas menos accesibles a la influencia inglesa. Estos conventos serán luego la semilla de la futura restauración.

Respuesta agustiniana

 

Jerónimo Seripando fue elegido prior general en 1539. Para llevar a cabo la reforma y salvar la unidad de la Orden viajó por las comunidades de Italia, Francia, España y Portugal, y mantuvo correspondencia con los hermanos supervivientes de Alemania, Países Bajos y Hungría. En 1547 convocó un capítulo general especial en Recanati, y en 1551 preparó nuevas constituciones para la Orden dando gran importancia a la autoridad de los capítulos generales. Seripando fue una de las voces principales en el Concilio de Trento primero como prior general, y más tarde como cardenal legado.

 

Cristóbal de Padua (1551-1569), en la línea con Seripando, aplicó las reformas de Trento, produciéndose un crecimiento general en la vida de la Orden. Su sucesor, Tadeo de Perugia (1570-1581), realizó amplias visitas a Francia, España y Portugal, y mantuvo contacto con la Orden en Alemania y Países Bajos. En Alemania y Países Bajos los hermanos hicieron sus propios intentos de renovación. Finalmente, la provincia de "Colonia y Bélgica" con su provincial, Roger de Jonghe, pudo enviar frailes a otras comunidades. La provincia Renano Suavia bajo Juan Hoffmeister aumentó de cuarenta a 171 miembros. La provincia de Baviera fue ayudada por frailes de otros Paises para mantener abiertas las casas en Bohemia, Moravia y Austria. Se crearon nuevas provincias en Styria Carinthia y Bohemia-Austria. Polonia, que formaba parte de la provincia de Baviera desde1333, formó provincia aparte en 1547.

 

Los esfuerzos de las provincias francesas para la reforma empezaron en 1592 en Bourges con el trabajo de Esteban Rabache y los "Petits Augustins", que inspiraron similares movimientos en Arles y Beziers.

 

La provincia de Tierra Santa desapareció con la invasión de los turcos. Fueron cerradas las casas de la isla de Rodas en 1525, y en 1570 las que quedaban en las islas griegas. No obstante, la actividad agustiniana continuó clandestinamente en Corfú, Creta y Chipre.

 

España

 

Por contraste, la Orden experimentó una edad de oro en España. Está elocuentemente simbolizada por la comunidad de S. Agustín en Salamanca, renombrada por su santidad, así como también por el importante papel que desempeñaba en la universidad y en la cultura de la ciudad. Sto. Tomás de Villanueva (1486-1555) fue dos veces prior de la comunidad de Salamanca. Más tarde provincial de Castilla, envió a muchos de los primeros misioneros de la Orden al nuevo mundo. En 1544 fue elegido arzobispo de Valencia, una de las principales sedes en España, donde trabajó para revitalizar la iglesia local, descuidada por más de un siglo. Aun antes de las reformas de Trento, fundó su propio seminario. Llamado "el padre de los pobres", abrió escuelas, estableció orfelinatos y distribuyó ayudas a doncellas en apuros.

 

El Bto. Alonso de Orozco recibió la profesión de manos de Tomás en 1523. Renombrado predicador en muchas ciudades de España, lo fue también de la corte real de Carlos V y Felipe II. Sus muchos escritos espirituales, incluyendo un comentario a la Regla de S. Agustín, forman parte de la herencia de la mística española.

 

Fray Luis de León (1528-1591) fue un hombre de letras cuya poesía y otros escritos ocupan un lugar destacado en la literatura española. Destacan las obras: Los Nombres de Cristo y La perfecta casada. Como profesor de Escritura en la Universidad, defendió el estudio de la Biblia y su traducción a las lenguas vulgares. Fue encarcelado por la Inquisición en la prisión de Valladolid. Cuando, después de cuatro años se reintegrá a la cátedra, se dice que al comenzar su primera clase lo hizo con estas palabras: "decíamos ayer...".

 

El monasterio de Salamanca fue la residencia de Luis de Montoya, futuro reformador de la provincia de Portugal. De él salieron también futuros obispos para el nuevo mundo tales como Agustín de Coruña y Luis López de Solís, ambos defensores de los pueblos indígenas.

 

Las congregaciones de observancia

 

En el capítulo de Toledo en 1588, la provincia de Castilla estableció tres casas para una más estricta observancia de la vida agustiniana. Continuaron formando parte de la provincia hasta 1601, fecha en que pasaron a depender directamente del prior general. En 1621 se estableció una congregación separada de observancia, bajo la autoridad del prior general con el título de "Agustinos Recoletos". En la misma época aparecen casas de observancia en Italia y Francia. En 1593, en el reino de Nápoles, Ambrosio Staibano llegó a ser el primer vicario de los "Agustinos Descalzos". Pronto se extendieron a Alemania, Austria y Bohemia. En Francia los "Petits Pares" se establecieron en 1596 en la iglesia de Nuestra Sra. de la Victoria en París

 

LAS MISIONES AGUSTINAS

 

Cuando los europeos salieron al encuentro de pueblos en lejanas tierras durante todo el siglo XVI, la Iglesia escuchó la nueva llamada para llevarles la luz de Cristo. Los Agustinos estuvieron entre los primeros evangelizadores en América-Latina, África, Asia e Islas Filipinas.

 

México

 

El tres de marzo de 1533 siete religiosos de la provincia de Castilla salieron desde S. Lucas de Barrameda. Tres meses y medio más tarde llegaron al puerto de Veracruz, alcanzando pronto la ciudad de México. Seripando, prior general, animó la empresa y dijo a los hermanos: "Con Cristo vosotros no debéis desear nada más que la salvación de las almas por las que Él tuvo sed en la cruz". Siguieron algunas expediciones más. Por el año 1562 había en las cincuenta casas de México más de trescientos misioneros.

 

A la Orden se le asignaron territorios específicos para su trabajo evangelizador: al sur, Morelos, Guerrero y Puebla; al norte, entre los indios Otomis de Hidalgo; al oeste la región de Michoacán entre los Tarascos. Viajando a pie, los frailes aprendieron rápidamente las lenguas locales e imprimieron catecismos para la instrucción religiosa. Abrieron centros de hospitalidad en sus casas para recoger viajeros y cuidaron de los enfermos pobres de la zona. Estos finalmente se convirtieron en instituciones dirigidas por los mismos nativos, bajo la supervisión de los religiosos.

 

Los hermanos fundaron nuevos poblados, construyeron acueductos y abrieron escuelas de alfabetización, aprendizaje de comercio y las primeras nociones de la fe. Importaron árboles frutales y legumbres de Europa y enseñaron a la gente a plantar trigo y aumentar el cultivo de cereal. Sus grandes iglesias y monasterios, para los que ellos formaron artistas y artesanos locales, están entre los más admirables ejemplos de la arquitectura colonial de México. Fueron los primeros misioneros que dieron la Eucaristía a los indios y les inculcaron la práctica del sacramento de la Penitencia.

 

Los agustinos se distinguieron por la admisión a la Orden de los nativos. Las vocaciones locales aumentaron hasta el punto de que a partir de 1577 no fue ya necesario solicitar religiosos de España.

 

El agustino Juan de Medina Rincón fue nombrado obispo de Michoacán en 1573, y desempeñó la propia actividad pastoral entre los Otomis, ocupándose personalmente de los enfermos durante un tiempo de peste. Alonso de, a Veracruz, uno de los fundadores de la primera universidad en el nuevo mundo, escribió la Relectio de dominio infidelium en defensa de los derechos de los indios.

 

Perú

 

Carlos V envió a catorce religiosos a Lima procedentes de España y México. Siguieron otras expediciones. Desde Lima llegaron a Trujillo, Cuzco, Arequipa, Abancay, Caja-marca y Nasca; y luego más lejos hasta La Paz, Potosí, Cochabamba en el alto Perú ( hoy Bolivia).

 

Con métodos como los usados en México instruyeron al pueblo en la lectura, escritura pintura, carpintería, sastrería y orfebrería. Los Hermanos estuvieron implicados en la vida cultural de la capital y en su Universidad de S. Marcos. En 1608 fundaron su propia Universidad de S. Ildefonso.

 

En el alto Perú evangelizaron a los indios Ayamara y Uru instruyéndolos en artesanía y granjería, prestando particular atención a sus tradiciones religiosas indígenas.

 

En 1561 Agustín de Coruña, uno de los siete primeros misioneros en México, fue nombrado obispo de Popayán, entonces de la archidiócesis de Lima. Estuvo exiliado dos veces por denunciar las injusticias con los indígenas. La excomunión de los oficiales del gobierno y el entredicho de toda la diócesis fueron apoyadas por el Rey Felipe II. Algunos agustinos fueron nombrados obispos en el Perú, entre ellos Agustín de Carbajal (nacido en México) de Huamanga, Pedro Perea de Arequipa y Melchor Maldonado de Tucumán. El religioso agustino, Diego Ortiz, está considerado como el protomártir del Perú (1568).

 

Ecuador

 

En 1573 Luis Álvarez de Toledo y Gabriel de Saona llegaron a Quito desde el Perú. En pocos años levantaron fundaciones agustinas en Ibarra, Túquerres, Pasto, Popayán, Riobamba, Loja, Cuenca y Guayaquil y misiones entre los indios Moxi y Chunchi de Apolobamba. En 1586 se creó la provincia de S. Miguel de Quito.

 

El obispo agustino de Quito, Luis López Solís, funda en 1603 en el monasterio de S. Agustín, la primera facultad de educación superior de la región. Conocido como religioso santo y pastor trabajó para promocionar la vida de los indios Uri. Por este motivo los gobernadores locales le denunciaron, pero el rey aprobó su modo de proceder.

 

Colombia y Venezuela

 

Desde el Ecuador los religiosos se encaminaron más hacia el norte a Nueva Granada en 1575. Se establecen en Bogotá, Pamplona, Leiva, Mompós y Cali en Colombia; y en Mérida, S. Cristóbal y Gibraltar en Venezuela. Fundan "Doctrinas" y misiones en las comunidades de zonas lejanas. En Cartagena y Tunja construyen casas de estudio para formar a los religiosos en su trabajo de evangelización. La nueva provincia de Ntra. Señora de Gracia se establece en 1596, celebrando el primer capítulo provincial en Cali. Más tarde, en el siglo XVIII, los agustinos crearon la Universidad de S. Fulgencio de Ruspe en Bogotá.

 

Chile

 

En 1595 los hermanos, desde Perú, se dirigen hacia el sur. Fundan casas en Santiago, La Serena y La Concepción. Construyeron centros de misión para los indios en Millapoa, Valdivia, Viña del Mar, Aconcagua y Valparaíso. Igual que en México fueron los primeros misioneros que permitieron recibir la Eucaristía. En la capital enseñaron en importantes centros de educación, incluyendo la futura Universidad Pontificia de Santiago. Fueron a la Argentina fundando comunidades en Mendoza (1626) y S. Juan (1644). La nueva provincia de Ntra. Señora de Gracia se establece en 1627. Uno de sus más sobresalientes miembros fue Gaspar Villarroel, obispo de Santiago que escribió algunos tratados sobre los derechos de los indios.

 

También los agustinos estuvieron presentes en el siglo XVI en Panamá y más tarde en Cuba (1608) y Guatemala (1610). En 90 años sus actividades misioneras en América-Latina se extendieron desde México hasta Chile. La Orden se dirigió primero hacia el oeste, luego al sur. Con el tiempo fue nuevamente hacia el oeste, a través del Océano Pacífico a las islas Filipinas y al Oriente.

 

Filipinas

 

El 24 de septiembre de 1559, Felipe II encargó al provincial de México, Alonso de la Veracruz, y al religioso-navegante Andrés de Urdaneta, la tarea de formar una expedición a las lejanas tierras del Océano Pacífico. Sus barcos partieron en 1564 yendo a bordo Urdaneta, Martín de Rada, Andrés de Aguirre y Diego Herrera. Al año siguiente llegaron a Cebú en las islas Filipinas. Los religiosos dedicaron su nueva misión al Sto. Niño, una pequeña imagen dejada anteriormente por la expedición de Magallanes y recientemente descubierta. Durante el regreso a México, Urdaneta dejó anotadas las rutas marinas, válidas para los trescientos años siguientes.

 

Los agustinos fueron la única orden religiosa en las islas durante quince años. Partiendo de Cebú se extendieron a Panay, Mindanao, Manila y Tondo. Fundaron cientos de aldeas y escribieron gramáticas, diccionarios y catecismos en más de catorce dialectos filipinos, así como también en chino y japonés. Algunos eran arquitectos y construyeron sus propias iglesias. Otros eran ingenieros que hicieron sistemas de desagües y acueductos para sus pueblos. Aun más, otros eran agrónomos que introdujeron el cultivo del arroz, algodón y café. Pedro de Agurto fue el primer obispo de Cebú y Miguel García Serrano obispo de Nueva Segovia y Manila.

 

Durante los subsiguientes trescientos años más de 2.900 misioneros corrieron la aventura desde España a Filipinas. En 1754 construyeron en Valladolid (España) un seminario para formar religiosos en la tarea evangelizadora. Los Agustinos reunieron una biblioteca, que todavía hoy contiene más de 130.000 volúmenes especializados, y crearon un museo de las culturas de Oriente.

 

Japón

 

El primer encuentro con la Tierra del Sol Naciente tuvo lugar en 1584 cuando Francisco Manrique y Mateo de Mendoza fueron empujados por un tifón a Hirado en la costa japonesa cerca de Nagasaki. No obstante las persecuciones contra los cristianos de S. Francisco Javier les desanimaron a comenzar la misión.

 

Dieciocho años más tarde regresan a Hirado, y con el permiso del Shogun comenzaron el trabajo misionero cerca de Bungo. En 1603 construyen el primer convento e iglesia en Usuki. En 1605 el Bto. Hernando de Ayala levantó puestos misioneros en Saeki y Agata. En Nagasaki construyó la iglesia de S. Agustín y estableció una floreciente tercera Orden y confraternidad de Ntra. Sra. de la Consolación. Numerosos hombres y mujeres de esta asociación ayudaron a los religiosos en su trabajo evangélico.

 

La historia de los Agustinos y laicos asociados está profundamente marcada por el martirio. Después de la expulsión de todos los misioneros en 1614, Ayala y el dominico Alonso Navarrete, permanecerían secretamente para atender al pueblo. Ambos fueron capturados y decapitados con su catequista cinturado, Bto. Andrés Yoshida. En 1618 los Beatos Bartolomé Gutiérrez y Pedro Zúñiga regresaron al Japón donde fueron más tarde martirizados.

 

En 1623 llegaron de Manila otros 10 religiosos. Entre ellos estaban los agustinos recoletos Bto. Francisco Terrero y Bto. Vicente Simoes. Bajo el mando de Gutiérrez se dirigieron al norte, a Fukushima, y fueron finalmente martirizados con él. Unos 20 religiosos, incluyendo cuatro recoletos y cien asociados laicos, murieron por la fe.

 

Sta. Magdalena de Nagasaki fue un miembro de la Orden tercera establecida por los recoletos

 

Después de la muerte de los misioneros continuó su trabajo ayudando a sus hermanas y hermanos cristianos. Cuando proclamó su fe ante los oficiales del gobierno, fue hecha prisionera, torturada y muerta en el foso en 1634. El papa Juan Pablo II la canonizó en 1987.

 

Tomás de san Agustín Jihioye, el primer sacerdote agustino japonés, es aun popularmente conocido como “Kintsuba”. Con el fin de atender a los cristianos supervivientes en el país, se disfrazó de guardaespaldas en una Nagasaki y criado de Shogun en Edo. Kintsuba fue finalmente capturado y martirizado en la plaza de Nagasaki en 1637.

 

Misiones portuguesas

 

Durante los años 1572-1834, los Agustinos de Portugal siguieron las rutas coloniales de su nación y evangelizaron un amplio espacio del globo: Sto. Tomé, el Congo, Guinea y Angola en la costa oeste de África; Mombasa, Zanzíbar y Madagascar en el oeste de África; el golfo persa, Basora ( Iraq), Ispahán ( Irán), Georgia, Borneo, Siam, Malaca, Macao y Goa. En 1572 desembarcan en la India y siguen caminos hacia Cochín, Meliapor, Bengala, Hoooghly en el Ganges, Calcuta, la isla de Ceilán y a la zona que hoy es Bangladesh. Muchos religiosos fueron nombrados para ocupar sedes episcopales, tales como Goa, Cochín y Meliapor.

 

En 1597 fueron enviados a Mombasa (Kenia) por su hermano en religión, Alejo Meneses, arzobispo de Goa. El 21 de agosto de 1631 cuatro Agustinos y 152 cristianos laicos fueron masacrados en el convento por el sultán musulmán (en otros tiempos cristianos). Su causa de canonización está actualmente en estudio. Otros religiosos se encontraron la muerte en Astrakán, Persia, Bengala e Indonesia.

 

Europa

 

Mientras tanto, en Europa, los Agustinos belgas entran en los Países protestantes cercanos para atender a los católicos de aquellas regiones. La "Misión holandesa" empezó en 1607 cuando el monasterio de Amberes fue recobrado por los esfuerzos de Cornelio y Enrique Lancelot. Algunos religiosos fueron arrestados y encarcelados. El trabajo fue dirigido por los priores generales y finalmente llegó a ser la base de la moderna Provincia Holandesa.

LA ERA DE LA SUPRESIÓN

 

La primera mitad del siglo XVIII la Orden experimentó un substancial aumento de vitalidad. Las reformas introducidas dieron sus buenos frutos; hacia el año 1750 sus miembros alcanzaron el más , alto nivel, unos 18.000.

 

La situación cambió drásticamente en la segunda mitad del mismo siglo, cuando las autoridades civiles empezaron a emitir leyes que impedían severamente la vida religiosa. Se prohibió a las órdenes recibir novicios. Los miembros extranjeros fueron expulsados. Las casas fueron cerradas y los religiosos dispersados. En muchos lugares se anuló completamente el contacto con Roma.

 

El emperador José II eliminó todas las casas agustinas de Austria, Bohemia y Moravia que no estuvieran especificadamente dedicadas a la educación o servicio social. En un plazo de 30 años el número de religiosos descendió dramáticamente. Las leyes de la monarquía suprimieron la mayor parte de las casas de la Orden en Francia ya antes de la revolución. Todas las provincias de Francia, con una existencia de casi quinientos años, desaparecieron.

 

Las invasiones de Napoleón tuvieron semejantes resultados en toda Europa. En Alemania los conventos de Friburgo, Erfurt, Mainz, Konstanz, Munich, Colonia y Trier fueron incautados y luego usados con otra finalidad o vendidos, dejando a la Orden solamente las casas de Würzburg y Münnerstadt. De este modo desaparecieron dos provincias.

 

Los conventos del norte de Italia se usaron como cuarteles y quedaron reducidos a ruinas. Desde 1797 a 1802 solo la congregación de Lombardía perdió cuarenta de sus fundaciones. En 1806 las casas de Venecia, Padua y Treviso fueron incautadas por orden del Virrey de Italia. La provincia de Romaña quedó suprimida en 1807, y poco después las de Piamonte, Liguria y Toscana.

 

Las tropas francesas y polacas ocuparon en Roma el convento de S. Agustín que era el convento central de la Orden. En 1810 sus archivos fueron llevados a París y algunos de sus volúmenes nunca se recuperaron.

 

El Bto. Esteban Bellesini era un miembro del convento de S. Marcos de Trento en el momento de su cierre. Obligado a dejar su vida como religioso, se fue a casa de su hermana. Allí estableció una escuela para los niños pobres de Trento, nombrado finalmente director del propio sistema escolar elemental. La llamada a la vida comunitaria agustiniana aún ardía en su corazón. Enterado que estaban reabriendo casas religiosas en los Estados Pontificios, se pasó a Bolonia en 1817. En 1821 fue nombrado maestro de novicios en Roma y más tarde párroco en Genazzano. Murió en 1840 mientras atendía a las víctimas de la epidemia de tifus, y fue beatificado en 1904.

 

El reparto de Polonia en 1796 originó que dieciséis fundaciones de la provincia quedaran bajo tres gobiernos distintos: Rusia, Prusia y Austria. El Zar Nicolás I suprimió las comunidades del Vilna y Brest. Las autoridades austríacas cerraron todas las casas de Galicia, excepto Cracovia, luego ciudad libre imperial. Varsovia llegó a ser, por breve tiempo, casa general en 1835. Por el año 1900 Cracovia fue la única casa polaca superviviente de la Orden.

 

Todos las casas de Bélgica, juntamente con sus numerosas escuelas, fueron suprimidas por los franceses y vendidas. No obstante, en 1797, el convento de S. Esteban de Gante fue recuperado por siete religiosos y sirvió más tarde para el restablecimiento de la vida agustiniana.

 

En Irlanda las disposiciones penales inglesas de 1695 dejan a los religiosos fuera de la ley. A pesar de ello las vocaciones continúan llegando a la Orden. Se hizo un noviciado clandestino en Dunnmore con novicios y religiosos disfrazados de granjeros y propietarios de tierras. Los estudiantes irlandeses fueron enviados para conseguir su formación a otras casas agustinas del continente. En España se pierden 138 conventos y 1.200 religiosos quedar dispersados. Después de la supresión (1835), la casa Agustina de Valladolid y la Recoleta de Monteagudo fueron las únicas supervivientes: respetadas porque preparaban misioneros para las colonias. De esta forma se salvó la Orden en España. En 1886 los religiosos adquirieren el monasterio de Sta. María de La Vid, antigua posesión de los Premostratenses, que vino a ser la segunda casa de estudios en España con la misma exención que la de Valladolid.

 

Después de los estragos causados en Europa, el rey de España obtuvo la bula Inter graviores de Pío VII en 1804, concediendo una modificación especial para todas las órdenes religiosas con súbditos españoles. Fue creado el cargo de vicario general como alternativa al gobierno general lo que conduciría a un independencia real de los Agustinos de España 3 sus colonias.

 

En Portugal se rompen las relaciones con la Santa Sede en 1833. Un año después se decretó la supresión general de la vida religiosa pan Portugal y sus posesiones.

 

A la unificación de Italia a mediados del s XIX siguió una ola de supresiones. El 20 de septiembre de 1870 Roma cayó ante las tropas piamontesas. Al año siguiente todas las propiedades de la Iglesia en la ciudad, incluyendo las de los agustinos, fueron confiscadas por el estado La curia encontró refugio temporal con los agustinos irlandeses en Sta María in Posterula.

 

América-Latina vivió una época de revolución e independencia de España con los efectos consiguientes para la vida religiosa.

 

En Colombia los agustinos habían apoyado la demanda popular de independencia. No obstante, el nuevo gobierno se declaró contrario a todo lo religioso en el país. En consecuencia, la Orden perdió la mayor parte de sus diecisiete casas, sobreviviendo solamente las de S. Agustín y S. Nicolás en Bogotá. Quedaban en Colombia, por el año 1850, cincuenta agustinos y cincuenta recoletos. Al celebrar su último capítulo en 1860 permanecían sólo quince agustinos y veinticuatro recoletos. Al año siguiente quedan suprimidas las dos provincias de Colombia.

 

Los religiosos de Chile no tuvieron contacto alguno con Roma durante más de cuarenta años. Y aunque habían apoyado la causa de la independencia del país, muchos fueron expulsados después de la victoria de O'Higgins en 1817. Ochenta y cinco miembros de la Orden se secularizaron en 1835. Algunos huyeron a Perú pasando a ser sacerdotes diocesanos. En veinte años quedaban en Chile cincuenta religiosos. Argentina formó su nueva provincia, pero fue suprimida en 1825.

 

En el año 1809 se firmó en la sala capitular del convento de S. Agustín en Quito la "Arenga de Quiroga" o declaración de independencia del Ecuador. A pesar de ello pronto siguieron las supresiones religiosas. Sólo quedaron en el 1881 tres comunidades con veintisiete miembros.

 

Unos 447 religiosos vivían y trabajaban en Perú en 1799. Casi todos eran nativos y prestaron su apoyo a la independencia de España. En 1822 los españoles fueron expulsados por el gobierno peruano y empezó a tener lugar una gradual supresión. Las casas del Alto Perú fueron expropiadas en 1826 y convertidas en hospitales, cuarteles y escuelas. Lo mismo aconteció al año siguiente en el resto del país y la Orden perdió su Universidad de S. Ildefonso.

 

Entre 1754 y 1782, el rey Fernando VI de España ordenó que las parroquias al servicio de los pueblos indígenas de México pasaran al clero diocesano. De las 111 casas en el país mexicano, la provincia de México quedó reducida a dieciséis y la de Michoacán a once. En 1859, bajo las reformas legales de Benito Juárez, quedan suprimidas todas las casas religiosas del país. Las dos provincias mexicanas no pudieron tener capítulos hasta el año 1880. Por entonces la provincia de México contaba solamente con 28 miembros y la de Michoacán con 22.

 

VUELTA Y RENOVACIÓN

 

Los sucesos ruinosos de cien años ocasionaron profunda desmoralización y un declive general en la Orden agustina. Los ideales de fundación quedaron seriamente disminuidos y la unidad profundamente afectada. La vida comunitaria fue virtualmente imposible a causa de la escasez de miembros y las duras condiciones que tenían que soportar. La formación a la vida agustiniana era casi inexistente. Los religiosos tenían que ejercer varios cargos al mismo tiempo, y los superiores eran reelegidos sucesivamente. Prevalecía sobre todo un sentido de incertidumbre. En 1822 se celebró el primer capítulo general después de treinta años con solo nueve provincias con representación, y treinta y siete miembros con voto. Las provincias de Francia, Bélgica y Alemania desaparecieron totalmente.

 

Las cosas mejoraron cuando un religioso maltés, Pablo Micallef, llegó a ser prior general en 1859. Para conocer por sí mismo las dificultades que había en América-Latina, realizó un viaje con el fin de visitar a las comunidades agustinas de México, Chile y Ecuador. Fue el primer general que cruzó el océano Atlántico. A pesar del escaso número de religiosos en Europa, envió agustinos italianos para ayudar a los hermanos de América. Visitó también Irlanda, Bélgica, Alemania, Bohemia y Holanda para comprobar personalmente su situación.

 

Había ya señales alentadoras de vida en otras partes del mundo.

 

Los Estados Unidos

 

Veinte años después de la revolución americana, Juan Rosseter y Mateo Carr fueron enviados, en el año 1796, desde Irlanda a Filadelfia para iniciar la vida agustiniana. Miguel Hurley fue, al año siguiente, el primer norteamericano incorporado a la Orden. Los principios en el país fueron difíciles; con todo, en cinco años, tuvieron éxito con la construcción de la iglesia de S. Agustín en Filadelfia. El 8 de mayo de 1884 la iglesia fue incendiada desde sus cimientos por el Partido Nativo Americano; se reconstruyó cuatro años después. En 1842 se consiguió la finca del Belle Aire en las afueras de la ciudad y comenzó la importante historia del Colegio Villanova. El comisariado de los Estados Unidos pasó a ser la provincia de Sto. Tomás de Villanueva en el año 1874 contando con treinta sacerdotes, catorce hermanos y doce estudiantes profesos.

 

Australia

 

En 1838 llegó a Sidney el primer agustino irlandés Santiago Alipio Goold. Diez años después fue nombrado obispo de Melbourne, la segunda diócesis más importante del país. Pronto se le unen otros religiosos irlandeses. En un período de cien años fueron nombrados otros cinco obispos: Martín Crane y Esteban Reville de Sanhurst; Juan Hutchinson, Santiago Murray y Juan Heavey de North Queensland. Los agustinos fueron los únicos sacerdotes en la zona tropical de North Queensland desde 1884 hasta 1948. Trabajaron primero en Cooktown, un pueblo cercano a los yacimientos de oro del país. Cuando se acabaron las minas el vicariato agustino cambió su sede episcopal al puerto de la ciudad de Cairns.

 

Aparecieron también señales de nueva vida en otros países que habían sufrido la supresión religiosa:

 

España

 

En 1875, con la restauración de la monarquía española, se estableció de nuevo el contacto con Roma. Se desarrollan de forma significativa los estudios entre los religiosos debido al gran esfuerzo de Tomás Cámara, profesor en el seminariomisión de Valladolid y más tarde obispo de Salamanca. En 1881 se publicó la Revista Agustiniana (más tarde Ciudad de Dios). En el mismo año se abrió un colegio y noviciado en Calella (Barcelona), comenzando así de nuevo la provincia de Castilla.

 

En 1885 fue ofrecido a los Agustinos el monasterio de El Escorial. La nueva comunidad se encargó de la celebración de la liturgia en la basílica del monasterio, el cuidado de su famosa biblioteca y la dirección del real Colegio Alfonso XII. En 1892 crearon una escuela de derecho, la Real Universidad de María Cristina, en El Escorial, y una escuela de enseñanza secundaria en Palma de Mallorca, completando es el apostolado de la enseñanza en España.

 

Irlanda

 

El Acta de Emancipación Católica de Londres en 1829 no afectaba a las órdenes religiosas de Irlanda. Con todo, se difundió notablemente la vida religiosa. En 1862 se colocó la primera piedra de la nueva iglesia agustiniana en Thomas Street, en el centro de Dublín. El crítico de arte Juan Ruskin la calificó como un "poema en piedra". Empezaron escuelas en Dublín en 1865, Dungarvan en 1874 y New Ross en 1890. Algunos religiosos irlandeses se encaminaron a Malta para impartir clases en la escuela de la Valletta. En 1892 se inauguró en Roma el nuevo Colegio San Patricio para los religiosos jóvenes de la provincia que cursaban sus estudios en la Gregoriana y otras universidades.

 

Alemania

 

En 1839, cuando las autoridades civiles adoptan la nueva política de tolerancia, los agustinos empezaron la recuperación. Se les permitió la correspondencia con Roma y comenzar un noviciado y escuela en Münnerstadt. Pío Keller está considerado como el refundador de la provincia Alemana. Siendo sacerdote secular hizo el noviciado en 1849. Fue nombrado prior de Münnerstadt en 1853 y comisario para Alemania en 1859. Su ejemplo de santidad e incansables esfuerzos trajeron una revitalización de la vida agustiniana y una nueva expansión. En 1864 se estableció otra comunidad en la iglesia de peregrinaje de Fáhrbrück. Finalmente, en 1889, p: los agustinos alemanes pidieron constituirse en provincia con cuatro casas en Münnerstadt, Würzburg, Germers-hausen y Fährbrück.

 

Los países bajos

 

En 1860 Micallef confirmó la unión de las casas misión de Utrecht y Amsterdam y el convento belga de Gante en un comisariado. Tres años más tarde hizo la visita a las comunidades, y estableció la casa de Gante como noviciado y casa de estudios para los Paises Bajos, Irlanda y Norteamérica. El alumno escritor y futuro cardenal, Luis Sepiacci, fue el regente de estudios. Bernardo van Eert fue nombrado comisario para los dos países y luego provincial de la nueva provincia de Holanda. En 1886 se estableció el noviciado en Utrecht. En 1891 se trasladó a la nueva fundación de Eindhoven.

 

Inglaterra

Después de la histórica restauración de la jerarquía de los católicos ingleses, el cardenal Nicolás Wiseman acogió cordialmente la vuelta de los agustinos. En 1864 encargó a los religiosos irlandeses la parroquia de Hoxton Square en la zona más pobre de Londres donde construyeron la iglesia de S. Mónica. Miguel Kelly trabajó durante cinco años entre los pobres de la parroquia y llegó a ser conocido como "el santo de Hoxton". En 1891 se hizo otra fundación en Hythe, en el sur de Kent.

 

Moravia

 

La fundación agustiniana de Brno en Moravia fue elevada a la categoría de abadía en 1752 por el papa Benedicto XIV a petición del emperador José II. Franz Napp, abad desde 1824 hasta 1867, se distinguió como promotor de la tradición eslava y fundador de la Sociedad Agrícola de Moravia. Estimuló el desarrollo de los talentos de los religiosos en las áreas de la música, ciencia, educación y filosofía. El miembro más famoso de la abadía fue Gregorio Méndel, el padre de la moderna genética, cuya publicación sobre los resultados de la polinización cruzada de guisantes en 1865 llevó a una nueva comprensión de la transmisión de las características de una generación a las siguientes.

 

América del Sur

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX las dificultades de los religiosos comenzaron a tener alivio. En 1881 Jerónimo de la Torre restableció la vida comunitaria en Colombia. En 1888 S. Ezequiel Moreno y siete compañeros Agustinos Recoletos llegaron de España con la intención de restaurar su propia provincia de la Candelaria así como la misión de Casanare. En 1863 llegaron al Ecuador ocho religiosos italianos con José Concetti como comisario. Más tarde los agustinos españoles asumieron este trabajo. La provincia de Chile, con setenta religiosos en siete casas, era la única provincia sin necesidad de ayuda.

 

México

 

En 1879 comenzó de nuevo la correspondencia entre Roma y México. Los religiosos de Michoacán celebraron el capítulo y eligieron como provincial al notable predicador Manuel Rodríguez. El noviciado empezó en la casa de Yuriria. La casa filial de Santiago de Maravatío se destinó a los candidatos de la Orden y en catorce años dio cincuenta y cinco religiosos para el rápido crecimiento de la provincia.

 

Roma e Italia

 

En 1880 el papa León XIII llamó a Pacífico Neno, entonces provincial de Villanova, a su nativa Italia para ser comisario general de toda la Orden. Neno reorganizó a fondo la curia general y emprendió nuevas medidas de renovación. En 1882 adquirió la Villa Cesi, junto a la plaza de S. Pedro, que se convertiría en sede de la curia y el Colegio Internacional de Sta. Mónica como centro de estudios para toda la Orden. Pronto comenzaron a llegar estudiantes de Italia, Malta, Irlanda, Norte América, Bélgica, Paises Bajos y Alemania.

 

Neno exhortó a los frailes de Italia a volver a las casas religiosas que se habían vistos obligados a dejar para empezar un serio proyecto de restauración. Al mismo tiempo estableció cuatro noviciados dentro del país para aumentar el número de vocaciones. Mandó a la provincia de México que abriera un noviciado y casa de estudios con el fin de efectuar una recuperación efectiva. Hizo visitas de renovación a Inglaterra, Irlanda, Holanda, Bélgica, Alemania y Bohemia. En 1887 Neno fue nombrado prior general, pero murió catorce meses después a la edad de 56 años en medio de su febril actividad.

 

En 1889 se celebró en Roma el primer capítulo general después de veinticuatro años. Tras una larga ausencia los Agustinos alemanes estuvieron nuevamente presentes. Fue elegido prior general Sebastián Martinelli a la edad de cuarenta y un años para continuar el trabajo de Neno y preparar nuevas Constituciones.

 

En 1891 Martinelli anunció su intención de visitar las casas de la Orden en Irlanda, Bélgica, Paises Bajos, Alemania, Bohemia y Polonia con el fin de animar a los hermanos en aquel momento importante de la historia. En 1894 presidió el capítulo provincial de Villanova, en Estados Unidos.

 

Fue bajo el generalato de Martinelli cuando los agustinos españoles se reintegran a la Orden por decreto de la Santa Sede del 4 de julio de 1893. Dos años más tarde convocó un capítulo general en el que tomaron parte los delegados españoles por primera vez en un siglo.

 

El capítulo general de 1895 fue uno de los más significativos en la historia reciente, porque mostró el grado de madurez y la profunda renovación que se había producido en la Orden durante varios años, e invitó a continuar con valentía por el camino iniciado. El capítulo restableció las provincias de Castilla y Alemania y creó otras nuevas en Holanda y Madrid. También aprobó las nuevas Constituciones de la Orden.

 

Martinelli fue reelegido prior general en el capítulo de 1895; al año siguiente fue nombrado delegado apostólico en Estados Unidos. Entonces asumió la responsabilidad de la Orden Tomás Rodríguez. Nombrado general en 1898, estuvo en el cargo hasta 1920. Visitó amplios sectores de la Orden e inició un número de proyectos de cooperación entre las provincias. Durante su mandato como prior general promovió la dedicación a los estudios sagrados y civiles dentro de la Orden.

 

La Orden recibió nuevos ánimos cuando el papa León XIII beatificó algunos miembros de la Orden: Alonso de Orozco en 1881; Angel de Furci, Sante de Cori y Josefa María de Benigamin en 1888; Angel de Foligno en 1891; Guillermo de Tolosa en 1893, y Jacobo de Cerqueto en 1895. El mismo pontífice canonizó a Clara de Montefalco en 1881, y Rita de Casia en 1900.

 

LOS AGUSTINOS EN EL SIGLO XX.

 

La iglesia y convento de Pavía fueron devueltos a la Orden en 1900. La cercanía a la tumba de S. Agustín simbolizaba el resurgir de la conciencia agustiniana por toda la Orden. En 1905 una nueva revista, la Analecta Agustiniana, dedicada al estudio y documentación de la historia de la Orden, se funda en Roma bajo la dirección de Eustasio Esteban. Al año siguiente se construyó una nueva ala en Sta. Mónica para albergar al creciente número de estudiantes que llegaban de distintas lugares del mundo.

 

Al mismo tiempo la Orden se expandía hacia nuevas áreas del globo.

 

Los hermanos de la provincia de Filipinas habían establecido misiones en China por el año 1879 en la provincia de Hunan en Changteh, Lichow y Yochow. En 1925 se les unieron las Agustinas Misioneras de España que abrieron escuelas y orfanatos en los puestos de misión. En 1933 Abilio Gallego y su catequista Andrés Chang fueron asesinados por los comunistas rebeldes cerca el lago Tung-Ting. La misión terminó en 1951 después de la victoria comunista.

 

El resurgir de la vida agustiniana en España y la independencia de las islas Filipinas permitieron a la provincia dirigir su atención a otras partes del mundo. En 1894 fueron a Perú para ayudar a los agustinos de aquella provincia. En 1898 veintitrés religiosos llegaron a Colombia para restablecer la provincia. En 1899 la provincia de Filipinas tomó una nueva misión en Iquitos a lo largo del río Marañón en el noreste del Perú. El territorio ocupaba una extensión de 440.000 Km. cuadrados con una población indígena de 600.000 almas que no habían oído el Evangelio desde hacía cincuenta años. Los religiosos abrieron escuelas y penetraron en la jungla para establecer puestos de misión. Iniciaron una serie de proyectos sociales en la prelatura para levantar el nivel material de la zona. Desde Iquitos fueron a Catalao en el estado de Goias, Brasil, donde abrieron más de veinte casas en veinte años. En 1903 llegaron a la Argentina y establecieron una escuela de nivel secundario en Buenos Aires y una parroquia en Chivilcoy.

 

En 1899 los religiosos de la provincia de Villanova fueron a Cuba. Se hicieron cargo de la iglesia de Cristo del Buen Viaje en el centro de La Habana así como de otras iglesias en Marianao, Miramar y Taraná. Abrieron el colegio S. Agustín en La Habana en 1903, que se convertiría más tarde en la Universidad de Sto. Tomás. Crearon un dispensario médico, el de S. Lorenzo, en la zona pobre de la ciudad. Los agustinos permanecieron en Cuba hasta 1961 cuando fueron expulsados por el gobierno de Fidel Castro.

 

La provincia de Madrid empezó su trabajo misionero cuando estableció el vicariato de Brasil en 1929. Se levantaron dos parroquias en la zona pobre de Río de Janeiro en 1933 y, un año más tarde, abrió una escuela en Belo Horizonte. En 1930 los agustinos holandeses fundaron una misión en Bolivia en la región del sur Yungas en Culumani y Irupana. En 1943 abrieron una parroquia con más de 50.000 personas en la zona pobre de La Paz. En 1955 empiezan a trabajar en el Colegio S. Agustín de Cochabamba, especializado en la formación técnica y científica. Los religiosos desempeñaron un trabajo importante en algunos proyectos de la Iglesia boliviana cooperando con los obispos y otras comunidades religiosas: el Colegio Nacional Católico de Maestros, el Instituto Nacional de teología (con su departamento de estudios de la religión y cultura Ayamara) y la Conferencia de religiosos en la que cuatro agustinos desempeñaron la presidencia durante veinticinco años. Participaron en la fundación de una escuela de agricultura tropical y un centro para formar catequistas rurales. Formaron personal boliviano para una eventual dirección de estas instituciones.

 

Expansión en las provincias

 

La nueva provincia de Holanda empezó con casas en Amsterdam, Utrecht, Nieuwendam y Eindhoven. Pronto crearon escuelas, primero en Eindhoven en 1898 y luego en Venlo y Haarlem en 1922. Se abrió una casa de teología cerca de la Universidad Católica de Nimega en 1925. En 1950 y 1951 fundaron dos comunidades en París en Bagneaux y en la rue de Javel.

 

La provincia de Bélgica se restableció en 1902.Se abrió, en el mismo año, una nueva casa en De Haan. En 1935 la fundación de Bouge y en 1936 empezó la escuela de Kontich. La provincia abrió casa de estudios en Heverlee para la formación de estudiantes en la Universidad de Lovaina en 1946. Fue allí donde comenzó la revista Augustiniana en 1950 dirigida por Norberto Teeuwen. Por corto espacio de tiempo la provincia trabajó en un colegio y dos parroquias en Francia, pero la II Guerra Mundial forzó su abandono.

 

La provincia alemana continuó su expansión después de su restablecimiento por el capítulo general de 1895. Nacieron nuevas comunidades en Berlín, Fuchsmühl, Messelhausen, Münnerstadt, Walldürn y Weiden. Clemente Fuhl fue elegido provincial en 1920 y se preocupó por las vocaciones de hermanos laicos. Su número creció rápidamente al mismo tiempo que eran formados en espiritualidad y en otras varias profesiones. No obstante el retroceso ocasionado por la I Guerra Mundial, otros religiosos dotados y bien preparados académicamente, ayudaron al desarrollo del apostolado intelectual de la provincia. Alfonso Mitnacht fundó la Catholica Unio para promover el conocimiento de la tradición bizantina en el oeste de Europa. La imprenta manipulada por los hermanos de en espiritualidad y en otras varias profesiones. No obstante el retroceso ocasionado por la I Guerra Mundial, otros religiosos dotados y bien preparados académicamente, ayudaron al desarrollo del apostolado intelectual de la provincia. Alfonso Mitnacht fundó la Catholica Unio para promover el conocimiento de la tradición bizantina en el oeste de Europa. La imprenta manipulada por los hermanos de Würzburg publicó gran cantidad de trabajos populares y eruditos.

 

En 1926 seis sacerdotes y dos hermanos laicos fueron a los Estados Unidos y establecieron el convento de Sta. Rita en Racine, Wisconsin. A causa de las dificultades ocasionadas por el Nacional Socialismo, Clemente Fuhl, entonces prior general, envió más religiosos a Norte América. Fundaron luego en Riverdale en NewYork, y Kenosha en Wisconsin. Finalmente fueron a Nueva Escocia, Columbia Británica y Ontario en Canadá, poniendo lo cimientos de la provincia de S. José en 1967.

 

En la provincia madre fueron clausuradas por el gobierno d Hitler las escuelas y publicaciones de la provincia. Setenta miembros de la provincia alemana murieron o se perdieron durante la II Guerra Mundial. Los últimos prisioneros n regresaron hasta el año 1950. En 1963 Engelberto Eberhardt, miembro de la provincia alemana, fue elegido prior general.

 

En 1900 la provincia de Bohemia tenía siete comunidades en Checoslovaquia: Praga, Rocov, Ceská Lipa, Domazlice, Béla, Sv. Dobrotivá y Vrchlabi. Las vocaciones aumentaron en 1930, especialmente entre los alemanes sudetes de Checoslovaquia. Los agustinos fueron duramente castigados durante la ocupación nazi cuando el convento de Sto. Tomás de Praga fue secularizado y algunos hermanos apresados. El notable: predicador, Agustín Schubert, murió en el campo de concentración de Dachau.

 

Cuando terminó la guerra los religiosos sudetes fueron deportados. En 1949 fueron suprimidos por el gobierno comunista todas las casas y los hermanos encarcelados. La provincia alemana dio la bienvenida a sus cohermanos exiliados y les proporcionó la casa de Messelhausen, donde se dedicaron al cuidado de los refugiados checos. En 1951 se hicieron cargo de la iglesia de S. Agustín de Viena.

 

En el mismo año se creó el comisariado de Ntra. Sra. de la Consolación con miras a una nueva provincia mientras asistían a sus hermanos en Checoslovaquia. Se crearon otras fundaciones en Stuttgart en 1953, Günzburg en 1956 y Zwiesel en 1962.

 

En 1900 dieciséis religiosos vivían en la abadía de Brno, sirviendo a las parroquias de Brno, Liskovec y Bohunice y trabajando entre las organizaciones de obreros católicos en Moravia. La comunidad trabajaba con una escuela coral dentro de la abadía. Uno de sus graduados, Benedicto Svanda, llegó a ser miembro de la comunidad, más tarde preso en Dachau por alegato de actividades ilegales. A su regreso en 1946 fue elegido abad por solo cuatro años antes de que la comunidad fuera suprimida por el gobierno comunista y sus hombres conducidos a un campo de trabajos forzados.

 

El destino de la provincia de Polonia estuvo íntimamente unido a los sucesos de la II Guerra Mundial y a los años comunistas. Durante la ocupación nazi cuatro religiosos de Cracovia murieron en Auschwitz y quedó eliminada la actividad de los otros. En 1950 fue suprimida la provincia, quedando los religiosos privados de su vida agustiniana.

 

La mitad del siglo vio el comienzo de una expansión en Inglaterra y Escocia. En 1948 los agustinos asumieron la parroquia de S. Pedro y S. Pablo en Dundee. Fue seguida, en 1951, por la fundación de una parroquia y la primera escuela en Inglaterra, ambas en Carlisle. Dos años más y la Orden vuelve a Clare Priory, la primera casa agustina de habla inglesa del mundo, fundada en 1248 y expropiada durante la Reforma. La Orden creció rápidamente en los Estados Unidos. En 1909 se hicieron dos fundaciones en Chicago en el medio oeste del país, y por el año 1925 cinco más en San Diego, Ojai y Los Ángeles en la costa del Pacífico. Durante el año 1920 se erigieron escuelas secundarias en las tres zonas del país. En 1947 la provincia estaba ya trabajando en tres instituciones de alto aprendizaje.

 

En 1941 se estableció la provincia de Ntra. Sra. del Buen Consejo en el medio oeste. En 1947, José Hickey llegó a ser el primer agustino americano elegido prior general. California se constituyó en provincia en 1969.La revolución de 1898 en Filipinas originó la pérdida de la mayor parte de las misiones españolas. Solamente quedaron las comunidades de Manila y Cebú. No obstante, en 1904 se abrió un colegio en Iloilo que pronto llegaría a ser la Universidad de S. Agustín. Comenzaron escuelas secundarias en Bacolod City en 1962 y en Makati en 1968.

 

La provincia de Filipinas realizó nuevas fundaciones en España, particularmente en el área de educación secundaria en Santander en 1902, Ceuta en 1914, Valencia de Don Juan en 1917, Madrid en 1930 y Zaragoza en 1934. En el año 1903 comenzó la revista España y América (más tarde Religión y Cultura) y en 1914 el Archivo Agustiniano.

 

En 1926 se forma una nueva provincia desgajada de la de Filipinas, y a la que vienen asignadas la mayor parte de las casas de España así como también las de Argentina y Brasil. La "Provincia de España" heredó el monasterio de La Vid donde se cuidaba de la formación de sus candidatos. Los religiosos se dedican principalmente al apostolado de la educación secundaria en España y Latinoamérica.

 

La provincia de Castilla fue a Puerto Rico en 1896, formando al fin el vicariato de las Antillas que comprendía Puerto Rico y la república de S. Domingo. Crearon escuelas en España en Calahorra, Guernica y León. Durante el año 1930 empezaron el trabajo entre los mexicanos americanos en el sur de los Estados Unidos y en 1950 llegaron al Brasil. En 1960 la provincia puso en marcha la publicación Revista Agustiniana de Espiritualidad.

 

La provincia de Madrid continuó desarrollando sus fines escolares en El Escorial con sus instituciones de enseñanza, Biblioteca real y revista. Algunos de sus miembros contribuyeron notablemente al desarrollo de la cultura en los campos de teología, música, historia, ciencias sociales y en el estudio de la literatura árabe, hebrea y griega. Durante los primeros veinticinco años del s. XX la provincia extendió su apostolado educacional a Málaga, Trujillo y Leganés.

 

La guerra civil española fue testigo del heroico martirio de muchos agustinos. Ciento siete religiosos de la provincia Matritense fueron ejecutados durante el capítulo provincial en 1936. Cuarenta y ocho miembros de la provincia de España fueron asesinados durante el mismo período. Anselmo Polanco, religioso de la provincia de Filipinas y obispo de Teruel fue martirizado junto con su vicario general, Felipe Ripoll, en 1939. Ambos serán beatificados en 1995.

 

El primer cuarto de siglo fue un período de revolución sangrienta en México. Bajo la administración de Plutarco Calles (1924-28) la constitución anticlerical de 1917 fue aplicada en todo su rigor. El episcopado mexicano respondió poniendo a todo el país en entredicho, causando la persecución del clero. Elías Nieves, de la provincia de Michoacán, fue hecho preso en Cañada de Caracheo mientras administraba los sacramentos secretamente y fusilado el 10 de marzo de 1928. Cuando se restableció la paz, la provincia de Michoacán reanudó la formación de candidatos en S. Luis Postosí. La provincia de México recobró las casas de Puebla, Atlixco, Ocuilán, Malinalpo, Metztitlán, Chalma y Ocuituco.

 

Las monjas agustinas

 

A causa de las supresiones, la vida contemplativa agustina desapareció en Francia, Alemania y Portugal. En Italia, España y Latino América sufrió un severo retroceso. No obstante, el siglo XX fue tiempo de renovación. En 1950 el papa Pío XII urgió a las religiosas contemplativas a agruparse en federaciones por motivo de mutua asistencia y formación efectiva. En 1953 se creó en Italia la federación agustina abarcando veintiocho monasterios. En España se formaron dos federaciones con veinticinco y veintiún monasterios respectivamente. Las federaciones de Italia y España promulgaron constituciones comunes para todas sus comunidades en 1988. Recientemente se han fundado monasterios contemplativos en Estados Unidos, Filipinas y Kenia. En el momento presente suman un total de ochenta y dos en todo el mundo.

 MISIONES RECIENTES

 

África del norte

 

Los agustinos de la provincia de Malta consiguieron finalmente ver realizado el largo sueño de la Orden de estar presente donde S. Agustín ejerció su ministerio como Padre de la Iglesia. En 1933 se encargaron del cuidado de la basílica de Annaba en Argelia, en tiempo romano Hippo Regius. En 1951 fundaron otra casa en la Goulette, Túnez. Con la independencia de Argelia en 1962 los religiosos iniciaron un diálogo ecuménico con la población musulmana y con el ministro de trabajadores católicos extranjeros. Hoy su ministerio consiste principalmente en ser silenciosos testigos de la presencia cristiana y al apostolado de oración. El 23 de octubre de 1944, Caridad Álvarez y Esther Paniagua, Agustinas Misioneras, fueron asesinadas en Argel cuando se dirigían a la iglesia para participar a la Santa Misa.

 

Nigeria

 

En 1940 dos religiosos irlandeses, Berchmans Power y Patricio Dalton, y otro inglés, Gabriel Broder, se dirigieron a Yola en la provincia noreste de Adamawa. Aprendieron la lengua Hausa y comenzaron la misión. En 1953 empezó la nueva misión de Maiduguri. En 1967 asumieron la responsabilidad del seminario de Jos para preparar los jóvenes nigerianos para el sacerdocio diocesano. En 1975 los religiosos crearon su casa de formación, y en 1977 Nigeria se convirtió en viceprovincia. Treinta y dos oriundos de Nigeria han hecho la profesión como agustinos. Cuatro agustinos irlandeses fueron consagrados obispos de Yola y Maiduguri: Patricio Dalton, Timoteo Cotter, Patricio Sheehan y Luis O'Donnell. En 1995 se creó la diócesis de Jalingo dividiendo de la de Yola. El nuevo obispo es Ignacio Kaigama, un nigeriano que desde su juventud se educó con los agustinos. Su ordenación abre el capítulo final del compromiso irlandés en Yola, es decir, la total indigenización de la iglesia.

 

Congo-Zaire

 

En 1952 se religiosos belgas llegaron al noroeste del Congo belga a Poko y luego a Doruma, Amadi y Duru. Levantaron escuelas en aldeas y visitaron más de 400 capillas periféricas. Las hermanas agustinas belgas de Dendermonde y las agustinas misioneras españolas llegaron a la misión en 1961. La guerra de 1964- 66 causó grandes daños a la misión. Algunos religiosos y hermanas tuvieron que ser rescatados por las tropas belgas. En 1991 se creó una casa de formación en Kinshasa, y en 1993 las provincias de Bélgica y Alemania formaron una federación para dar paso a una presencia agustiniana zaireña independiente.

 

Tanzania - Kenia

 

En 1975 la provincia de Filipinas estableció una misión en Mahanje, Tanzania. A las monjas contemplativas italianas de Venecia se debe el regreso de la vida religiosa agustiniana a Kenia cuando establecieron un monasterio en Ishiara en 1977. Pronto aceptaron vocaciones contemplativas nativas. En 1984 las Agustinas Misioneras de España abrieron una escuela en la misma ciudad. En 1990 se les unieron en una parroquia religiosos de Nigeria e Irlanda.

 

Japón

 

En 1952, siete años después de la explosión de la bomba atómica, los agustinos de Villanova y Chicago abrieron una misión en Nagasaki. Encontraron en la ciudad descendientes de los católicos que habían nutrido su fe clandestinamente desde la persecución de los primeros agustinos. Los misioneros se expandieron a Fukuaka, Nagoya y Tokio. En 1963, Minoru Akakura, fue el primer agustino de los tiempos modernos. Desde entonces otros cuatro religiosos han emitido su profesión solemne.

 

Indonesia

 

En 1953 los agustinos holandeses empezaron a trabajar en Irian Jaya, en la misma isla que Papua, Nueva Guinea. Sin caminos y en una inaccesible jungla los agustinos cooperaron con otros misioneros para dirigir su propia avioneta. Los religiosos establecieron escuelas de aldea para la población local, y visitaban regularmente distritos remotos que raramente veían un sacerdote. Piet van Diepen, entre los primeros religiosos en el territorio, fue ordenado obispo de Manokwari-Sorong en 1967. Desde 1986 han ingresado en la Orden diez indonesios.

 

India - Corea

 

La Orden ha vuelto a la India en 1982, cuando la provincia de Filipinas fundó un seminario en Cochín, Kerala. A partir de entonces diez indios se han hecho agustinos. Las hermanas agustinas de la Anunciación trabajan con los hermanos en Cochín. Las Agustinas Siervas de Jesús y María están cerca, en Verapoly.

 

Una tentativa misionera interprovincial empezó en Inchon cuando los religiosos de Australia e Inglaterra-Escocia llegaron a Corea en 1985. Dos años más tarde fundaron una casa en Seúl, y en 1994 construyeron un centro de espiritualidad y formación. Por estas fechas la nueva provincia de Cebú de Filipinas reemplazó en la misión a los religiosos ingleses. Jacobo Choi es el primer agustino coreano que profesó castidad, pobreza y obediencia en 1993.

Venezuela-Perú

 

Con las fundaciones de Maracaibo y Caracas, a partir de 1952, por iniciativa de la provincia de Filipinas, se inició una nueva presencia en Venezuela, fundamentalmente centrada en la educación y la pastoral parroquial.

 

La Orden continuó su actividad misionera en Latino América cuando en 1964 religiosos de Chicago fueron al noreste de Perú. Comenzaron el trabajo en la prelatura de Chulucanas con unos 13.000 Km. cuadrados de zona costera y montañosa en las provincias de Morropón, Huancabamba y Ayabaca. Al principio fueron ayudados por la provincia de Michoacán y más tarde por los hermanos de Villanova y California. Juan McNabb fue consagrado obispo de Chulucanas en 1967. A través de la diócesis los misioneros adoptaron el programa de comunidades de base por un Mundo Mejor y la formación de líderes locales. En 1986 los agustinos establecieron el vicariato de S. Juan de Sahagún.

 

En 1968 siete agustinos de cuatro provincias italianas llegaron a las altitudes de Apurímac, en los Andes, bajo la dirección de Lorenzo Michelli y Ettore Salimbeni. Se les unieron luego en la misión hermanas de dos congregaciones agustinas: las Hijas del Crucificado y las Hermanas del Amor Divino. En 1976 Michelli fue consagrado obispo de Chuquibambilla a quien sucedió en 1989 Domingo Berni. En el mismo año se creó el vicariato agustino de Apurímac, formado por religiosos de cinco provincias italianas.

 

Centroamérica

 

En 1965 cuatro religiosos de la provincia matritense fueron a Panamá y comenzaron el trabajo en la parroquia catedralicia de la ciudad de Chitré. En 1969 abrieron un centro de misión para los indios Guayamí en Tolé donde desarrollan un programa agrícola y la construcción de puentes en la zona. En 1989 las monjas agustinas de Talavera abren un monasterio en Chitré.

 

Tres hermanos nicaragüenses de la provincia de Filipinas asumieron la parroquia de Ocotal, en Nicaragua, dando inicio a una nueva presencia regional en 1987. En 1988 la provincia abrió una casa de formación en Costa Rica y en 1994 aceptó la parroquia de Ntra. Sra. de la Divina Providencia en San Salvador.

 

Argentina

 

1969 vio la creación de la misión de Cafayate de la provincia de España entre los indios Calchaquíes, que tiene una extensión de 40.000 Km cuadrados en el noroeste de la Argentina. Se les unieron las Agustinas Misioneras en 1972. El trabajo de la misión incluye formación de líderes locales, una escuela primaria para la población india y numerosos programas sociales para mejorar las condiciones de vida. Diego Gutiérrez Pedraza fue el primer obispo ordenado en 1973 a quien sucedió Cipriano García Fernández en 1991.

 

Después del Concilio Vaticano II

 

Los priores generales, Luciano Rubio y Agustín Trapé, participaron en el Concilio Vaticano II (1962-1965) En respuesta al decreto Perfectae caritatis del concilio y su llamada a la renovación de la vida religiosa, la Orden celebró un capítulo general extraordinario en Villanova, U.S.A., desde el 28 de agosto al 31 de octubre de 1968. Se promulgaron las Constituciones revisadas a la luz de las fuentes de S. Agustín y a de la tradición mendicante de la Orden con las necesarias adaptaciones a los tiempos modernos.

 

En 1974 se celebró en Dublín, Irlanda, el capítulo general intermedio. El capítulo publicó el documento La Orden Agustina y en el Mundo de Hoy, en el que se trata de la espiritualidad de la familia agustiniana en relación con los asuntos y aspiraciones de los hombres y mujeres contemporáneos.

 

En 1969 el prior general Agustín Trapé fundó el Instituto Patrístico "Augustinianum". En poco tiempo se convirtió en un principal centro de estudios patrísticos de la Iglesia. Bajo su dirección la revista Augustinianum se ha ocupado de los escritos de los Padres latinos, griegos, siriacos y coptos.

1975 vio el comienzo de una serie de encuentros en Roma para miembros de la familia agustiniana. Los últimos estudios sobre teología agustiniana, espiritualidad e historia fueron presentados por eminentes eruditos. Hermanas y hermanos de diferentes culturas se citaron y descubrieron una herencia común.

 

El capítulo general de 1977 restableció la antigua provincia de Inglaterra. Los religiosos habían hecho nuevas fundaciones en Southport en 1968, Great Yarmouth en 1972, Birmingham en 1973 y Edimburgo en 1986. Se denomina "provincia de Inglaterra-Escocia".

 

En 1978 el prior general Teodoro Tack envió a Guillermo Faix, de la provincia Villanova, a Polonia para restablecer la provincia, y abrir así nuevamente la Orden hacia la Europa del este. La provincia fue oficialmente reconocida por la Iglesia y el gobierno polaco el 14 de julio de 1979; en 1982 cuatro jóvenes polacos hicieron su profesión como agustinos.

 

El capítulo general de 1983 estableció la nueva provincia de Filipinas que se denominó del "Sto. Niño de Cebú", recordando a quien había tenido parte tan importante en la historia agustiniana de las islas. Los miembros de la provincia son, en su totalidad, filipinos. Su primer provincial fue Eusebio Berdón.

 

1986 fue el 1.600 aniversario de la conversión y bautismo de S. Agustín. El papa Juan Pablo II publicó una carta apostólica Augustinum Hipponensem para la ocasión. El prior general, Martín Nolan, dirigió a los miembros de la Orden un documento con el título Un grito desde el corazón: Conversión y oración hoy. Los superiores generales de los Agustinos, Agustinos Recoletos, Agustinos Descalzos y Agustinos de la Asunción colaboraron en la carta La Conversión de S. Agustín: Luz para nuestro camino, que fue enviada a toda la familia agustiniana. Un festival internacional de la juventud tuvo lugar con las monjas del monasterio de Lecceto. Se hicieron celebraciones locales en toda la Orden. Dos meses después de la caída del muro de Berlín, el prior general, Miguel Orcasitas, fue a Praga donde se reunió con los religiosos supervivientes de la provincia de Bohemia para animarles y hacer planes para el futuro. Un mes más tarde la provincia celebró su primer capítulo después de cuarenta años, y eligió provincial a Miroslav Cerny.

 

Dos de las casas que habían sido expropiadas por el gobierno comunista retornaron a la Orden.

 

El prior general visitó también a los religiosos de la abadía de Brno con su abad, Tomás Martinec, con vistas a determinar los pasos a dar para restaurar la vida común. En 1993 fueron aprobados los nuevos estatutos para la Abadía.

 

El 22 de abril de 1993, el papa Juan Pablo II visitó el santuario de Ntra. Sra. del Buen Consejo en Genazzano como preparación para su viaje a Albania; una antigua tradición une el santuario con la ciudad de Shkrodér. Estuvo también presente la M. Teresa de Calcuta, nacida en Albania.

 

 

(LOWERY , B., ( Ed), Los Agustinos (1244-1994). Nuestra historia en fotografías. Pubblicazioni Agostiniane, Roma 1995)

 

 REGLA DE SAN AGUSTÍN

 

1. Ante todas las cosas, amadísimos hermanos, amemos a Dios y después al prójimo porque estos son los principales mandamientos que se nos han dado.

2. Esto es lo que mandamos que observéis los que residís en el monasterio:

CAPÍTULO PRIMERO

 

Búsqueda de Dios en comunidad

 

3. Ante todo, que habitéis unánimes en la casa (cf. Sal 67,7) y tengáis una sola alma y un solo corazón (Hch 4,32) en camino hacia Dios. Este es el motivo por el que, deseosos de unidad, os habéis congregado.

 

4. No consideréis nada como propio, sino tenedlo todo en común. En cuanto al alimento y al vestido (cf. 1Tm 6,8), que os lo distribuya a cada uno vuestro Prior 1 , no con criterios de igualdad, porque no todos tenéis idéntica salud, sino conforme a la necesidad de cada cual. Pues así leéis en los Hechos de los Apóstoles: Tenían todas las cosas en común y se distribuían a cada uno según su necesidad (Hch 4,32.35).

 

5. Quienes tenían algún bien en su vida secular acepten de buen grado que sea común al entrar en el monasterio.

 

6. Quienes, por el contrario, no tenían nada no busquen en el monasterio lo que no pudieron poseer fuera. Sin embargo, si se encuentran débiles, déseles lo que sea menester, aunque su pobreza, cuando se hallaban en la vida secular, no les permitiese obtener lo necesario. Sólo que ellos no se consideren felices por haber encontrado un alimento y un vestido tales que fuera no podían conseguir.

 

7. Y no se les suban los humos por verse asociados a quienes fuera no se atrevían ni a acercarse. Lo que deben tener en alto es, más bien, su corazón, sin buscar vanidades terrenas (cf. Col 3,1-2); no sea que los monasterios comiencen a ser útiles para los ricos y no para los pobres, si en ellos los ricos se vuelven humildes y los pobres orgullosos.

 

8. A su vez, los que eran tenidos en algo en la vida secular (cf. Ga 6,3) no menosprecien a sus hermanos que llegaron a dicha santa comunidad desde una condición de pobreza. Al contrario, encuentren mayor motivo de honra por formar comunidad con hermanos pobres, que por la categoría social de sus padres ricos. Tampoco se muestren altivos por haber aportado a la vida común una parte de sus bienes, ni les haga más soberbios el hecho de compartir sus riquezas en el monasterio que el disfrutarlas en la vida secular. Pues cualquier otra clase de maldad se ejercita en producir obras malas; en cambio, el orgullo acecha incluso a las obras buenas para hacer que perezcan. Y ¿qué aprovecha distribuir las riquezas en beneficio de los pobres y hacerse pobre, si el alma desdichada, al despreciarlas, se hace más soberbia de lo que era poseyéndolas? (cf. 1Co 13,3).

 

9. Así, pues, vivid todos en unidad de alma y corazón y honrad los unos en los otros a Dios (cf. 1Co 15,6), de quien os habéis convertido en templos (cf. 2Co 6,16).

 

CAPÍTULO SEGUNDO

 

Oración

 

10. Sed asiduos a las oraciones (cf. Col 4,2; Rm 12,12) en las horas y tiempos establecidos.

 

11. En el oratorio, nadie haga sino aquello para lo que ha sido hecho, de donde ha recibido el nombre. De modo que si acaso hubiera algunos que, teniendo tiempo, quisieran hacer oración también fuera de las horas fijadas para ella, no se lo impida quien juzgue que allí debe hacerse otra cosa.

 

12. Cuando oréis a Dios con salmos e himnos, sienta vuestro corazón lo que proferís con la voz.

 

13. Y cantad sólo aquello cuyo texto mismo indica que ha de cantarse; lo que no fue escrito para ser cantado, no lo cantéis.

 

 

 

CAPÍTULO TERCERO

 

Salud y austeridad

 

14. En cuanto la salud lo permita, someted vuestra carne con ayunos y abstinencia en la comida y la bebida. Pero, si alguno no puede ayunar, no tome alimentos fuera de la hora del desayuno, a no ser que se encuentre enfermo.

 

15. Desde que os sentáis a la mesa hasta que os levantéis de ella, escuchad sin alboroto ni discusiones lo que, según costumbre, se os lea. Y no sean sólo vuestras bocas las que reciban el alimento, sino que también vuestros oídos sientan hambre de la palabra de Dios (cf. Am 8,11).

 

16. Si aquellos a quienes su anterior régimen de vida ha hecho débiles reciben un trato diferente en alimentación, no debe resultar molesto ni parecer injusto a los que otro estilo de vida hace más fuertes. Y estos no consideren a los débiles más felices porque reciben lo que a ellos no se les da; antes bien, deben alegrarse porque gozan de mejor salud.

 

17. Y si a quienes entraron en el monasterio procediendo de costumbres más delicadas se les conceden alimentos, vestidos, colchones o cobertores que no se otorgan a los otros más fuertes y, por tanto, más felices, aquellos a los que no se les conceden deben pensar en el descenso de nivel de vida que significó para los otros el paso de la vida secular a la monástica, aunque no hayan podido alcanzar la austeridad de los físicamente más fuertes. Ni tampoco deben querer todos lo que ven que unos pocos reciben de más, no como honor, sino como tolerancia; no vaya a ocurrir la detestable aberración de que en el monasterio se vuelven mortificados los ricos, en la medida de su capacidad, y se hacen delicados los pobres.

 

18. Como los enfermos necesitan recibir menos alimento para no empeorar, de igual manera, una vez superada la enfermedad, han de ser tratados del modo adecuado para que se restablezcan cuanto antes. Incluso si hubiesen venido de la más extrema pobreza en su vida secular, como si su más reciente enfermedad les otorgase los mismos derechos que a los ricos su anterior modo de vivir. Pero, una vez que hayan recuperado sus fuerzas, vuelvan a su régimen habitual de vida, más feliz y tanto más adecuado a los siervos de Dios cuanto menos necesitan. Y que el placer no los retenga, ya restablecidos, en el nivel de vida al que los elevó la necesidad cuando se hallaban débiles. Júzguense más ricos quienes son más fuertes en soportar la austeridad, porque es mejor necesitar menos que tener más.

 

CAPÍTULO CUARTO

 

Protección de la castidad

 

19. No sea llamativo vuestro porte, ni procuréis agradar con el modo de vestir, sino con la manera de comportaros.

 

20. Cuando salgáis, id juntos; cuando lleguéis a donde os dirigís, permaneced juntos.

 

21. Al andar, al estar parados y en todos vuestros movimientos, no hagáis nada que escandalice a la mirada de otra persona, sino lo que se ajusta a vuestra santidad.

 

22. Aunque dirijáis vuestros ojos hacia alguna mujer, no los dejéis prendidos en ninguna. Pues no se os prohíbe ver mujeres cuando salís; lo que es pecado grave es desearlas o querer ser deseados por ellas. Y tanto el querer que os deseen mujeres como el desearlas vosotros, no lo suscita sólo el tacto y el afecto, sino también la mirada. No digáis que es puro vuestro interior si tenéis ojos impuros, puesto que el ojo impuro es mensajero de un corazón impuro. Y cuando, aunque calle la lengua, con la mutua mirada los corazones se trasmiten mensajes impuros y, como sucede en el deseo carnal, hallan deleite en el ardor recíproco, la castidad misma huye de las costumbres, aunque la violación impura no llegue a tocar los cuerpos.

23. El que deja sus ojos prendidos en una mujer, y se complace si ella tiene los suyos prendidos en él, no debe pensar que no es visto por nadie cuando eso hace; es visto ciertamente, incluso por aquellos que menos piensa. Pero en la hipótesis de que su acción quede oculta y nadie la vea, ¿qué hará respecto a quien la observa desde lo alto y a quien nada puede quedar oculto (cf. Pr 24,12; Sal 94,7)? ¿O se ha de juzgar que no la está viendo porque la ve con tanta mayor paciencia cuanto mayor es su sabiduría? A Él, pues, tema desagradar el varón santo: así evitará querer agradar maliciosamente a una mujer. Para evitar el deseo de mirar con malicia a una mujer, piense que Él todo lo ve. Pues también en este ámbito recomienda el temor la Escritura: Abominable es ante el Señor el que deja prendidos los ojos (Pr 27,20).

 

24. Por lo tanto, cuando coincidáis en la Iglesia o en cualquier otro lugar donde haya mujeres, proteged recíprocamente vuestra pureza. Pues Dios, que habita en vosotros (cf. 1Co 3,16; 2Co 6,16), os protegerá también de este modo sirviéndose de vosotros mismos.

 

25. Y si advirtierais en alguno de vosotros esa mirada lujuriosa de que os hablo, amonestadle sobre la marcha para que el mal ya manifestado no vaya a más, sino que se corrija de inmediato.

 

26. No obstante, si le viereis hacer de nuevo lo mismo tras la amonestación, o en cualquier otro día, cualquiera que pudo advertirlo delátelo ya como a persona herida que necesita curación. Previamente, sin embargo, muestre su falta a otra u otras dos personas, para que por la palabra de dos o tres (cf. Mt 18,15-17) pueda quedar convicto y sometido a disciplina con la adecuada severidad. Y no juzguéis que obráis con mala voluntad al dar a conocer la falta. Pues no causáis menos daño a vuestros hermanos, a los que podéis hacer que se corrijan señalándolos, si, por callar, permitís que perezcan. En efecto, si tu hermano tuviese una herida corporal que quisiera ocultar por miedo a la cura, ¿no sería cruel el silenciarla y misericordioso el darla a conocer? ¡Cuánto más, entonces, debes descubrirle a él para que la podredumbre no invada, con mayor daño, su corazón!

 

27. Pero si una vez recibida la amonestación, la ignora, antes de mostrar su falta a otros que le han de dejar convicto en caso de negarla, se ha de dar a conocer al Prior por si, corregido de esta forma menos pública, puede evitarse que llegue a conocimiento de los demás. Si, con todo, lo niega, entonces se han de presentar a éste, que ignora lo ocurrido, los otros testigos, para que, en presencia de todos, pueda no ya ser acusado por un único testigo, sino declarado convicto por dos o tres (cf. 1Tm 5,19). Una vez reconocido culpable, debe sufrir un correctivo según el criterio del Prior o, incluso, del Presbítero 2 bajo cuya responsabilidad se halla. En el caso de que rehúse aceptarlo, expulsadlo de vuestra comunidad, si no se marcha él espontáneamente. Pues tampoco esto se hace por crueldad, sino por misericordia, para evitar que con su contagio pestífero lleve a la perdición a otros muchos.

 

28. Y el procedimiento descrito a propósito de no dejar los ojos prendidos en una mujer, obsérvese también con diligencia y minuciosidad, con amor a los hombres y odio a los vicios, a la hora de averiguar, impedir y dar a conocer los demás pecados y dejar convictos y castigar a sus autores.

 

29. Sin embargo, a aquel que haya llegado a tal nivel de malicia que a escondidas reciba de alguna mujer cartas o regalillos de cualquier tipo, si lo confiesa espontáneamente, perdónesele y órese por él. Pero, si es sorprendido y queda convicto de su falta, reciba un correctivo más severo, según el juicio del Presbítero o del Prior.

 

CAPÍTULO QUINTO

 

Uso y administración de los bienes

 

30. Tened vuestra ropa en común bajo la custodia de uno, de dos o de cuantos puedan bastar para sacudirla, a fin de que la polilla no la dañe. Y como os alimentáis de una única despensa, vestíos de una misma ropería. Si es posible, no sea incumbencia vuestra determinar la ropa que habéis de llevar según las circunstancias, esto es, si cada uno de vosotros recibe la prenda que había dejado o una llevada anteriormente por otro, siempre que a nadie se le niegue lo que necesita (cf. Hch 4,35). Pero si eso se convierte en motivo de disputas y murmuraciones entre vosotros (cf. 1Co 3,3), como es el caso cuando alguien se queja de haber recibido algo peor de lo que antes había llevado y piensa que no se ajusta a su condición vestir como vestía su hermano, ved en ello la prueba de cuánto os falta de aquel santo vestido interior del corazón a quienes contendéis por el vestido del cuerpo. No obstante, si se ejerce la tolerancia con vuestra flaqueza, hasta el punto de recibir lo que habíais dejado, al menos tened la ropa que quitéis en un único lugar bajo custodia común.

 

31. De tal manera que nadie tenga ninguna actividad puramente personal, sino que todas vuestras obras las hagáis para el bien común con mayor esmero y más renovada disponibilidad que si cada uno realizase las tareas propias para sí mismo. Pues lo que dice la Escritura de la caridad, esto es, que no busca sus cosas (1Co 13,5), se entiende así: que antepone los intereses comunes a los propios, no los propios a los comunes. A partir de ahí, podréis conocer el alcance de vuestro progreso: será tanto mayor cuanto cuidéis mejor lo que es común que vuestras propias cosas. La consecuencia es que, en el uso de los bienes exigidos por las necesidades de esta vida pasajera, ha de prevalecer la caridad que no pasa (cf. 1Co 13, 8).

 

32. De donde se deduce que si alguien llevase algo –una prenda de vestir, o cualquier otra cosa que se juzgue necesaria–, incluso si es a sus hijos o a otras personas vinculadas a él por algún lazo íntimo residentes en el monasterio, estos no lo reciban a escondidas; antes bien, quede en poder del Prior para que, integrado en el fondo común, lo dé a quien tuviera necesidad de ello. Si alguien oculta algo que le han llevado, sea condenado como reo de hurto.

 

33. El lavado de la ropa, realizado por vosotros mismos o por lavanderos, hágase conforme al criterio del Prior, para evitar que el afán excesivo de llevar la ropa limpia arrastre consigo manchas interiores en el alma.

 

34. Asimismo no se niegue en modo alguno al siervo de Dios el baño del cuerpo, si alguna debilidad suya lo exige. Pero llévelo a cabo siguiendo sin rechistar las prescripciones médicas, de modo que, hasta contra su voluntad, haga por mandato del Prior lo que haya de hacerse en bien de la salud. Si, por el contrario, es él quien quiere, pero tal vez no le conviene, no transija con su antojo. Pues, a veces, incluso si resulta dañino, se cree que es provechoso lo que agrada.

 

35. Para concluir, cuando existe un dolor sin lesión visible en el cuerpo, créase sin dudar al siervo de Dios que manifiesta que algo le duele. No obstante, en el caso de que no exista certeza de si para curar aquel dolor conviene lo que le agrada, consúltese al médico.

 

36. Y no vayan a los baños o a cualquier otro lugar adonde hubiera que ir menos de dos o tres. Quien tenga necesidad de salir deberá hacerlo no con los que él quiera, sino con quienes mande el Prior.

 

37. El cuidado de los enfermos, o de los convalecientes, o de quienes, aun sin tener fiebre, padecen algún achaque, debe confiarse a alguien para que personalmente pida de la despensa lo que advierta que cada uno de ellos necesita.

 

38. A su vez, tanto los encargados de la despensa, como los de la ropería o de la biblioteca sirvan, sin rezongar, a sus hermanos.

 

39. Pidan cada día los libros a una hora determinada. Quien los pida fuera de ella, no los reciba.

 

40. En cambio, los encargados de custodiar los vestidos y el calzado no difieran dárselos a quienes los pidan, si carecen de ellos y los necesitan.

 

CAPÍTULO SEXTO

 

Perdón pedido y otorgado

 

41. No mantengáis disputas o terminadlas cuanto antes para evitar que la ira desemboque en odio, convierta en viga una paja y haga homicida al alma. Pues así leéis: El que odia a su hermano es un homicida (1Jn 3,15).

42. Cualquiera que haya dañado la fama de otro con un insulto, o hablando mal de él, o incluso achacándole alguna falta grave, no olvide remediar cuanto antes, con un desagravio, lo que hizo, y el que se sintió dañado perdónele sin más consideraciones. Si, por el contrario, el daño fue recíproco, deberán perdonarse mutuamente las ofensas. Y ello en consideración a vuestras oraciones, que, efectivamente, cuanto más frecuentes las tenéis, tanto más sinceramente debéis hacerlas. Con todo, es mejor el que, aunque sucumba con frecuencia a la tentación de la ira, se apresura a pedir perdón al que reconoce haber tratado injustamente, que aquel que tarda en ceder a ella, pero más difícilmente se siente movido a solicitar el perdón. A su vez, quien nunca quiere pedir perdón o no lo pide de corazón (cf. Mt 18,35), está sin motivo en el monasterio, incluso si no es expulsado de él. Por lo tanto, ahorraos palabras más severas de lo necesario; pero, si llegáis a proferirlas, no seáis remisos en aplicar los remedios con la misma boca que produjo las heridas.

 

43. Pero, cuando la disciplina necesaria para mantener dentro de un orden a otros más jóvenes os exija decir palabras severas, incluso si tenéis la sensación de haberos excedido en ellas, no se os exige que les pidáis perdón. No sea que, mientras guardáis una excesiva humildad, se resquebraje vuestra autoridad moral para dirigir a los que conviene que os estén sumisos. No obstante, habéis de pedir perdón al Señor de todos, que conoce con cuánta benevolencia amáis también a aquellos a quienes quizá corregís más de lo justo. El amor entre vosotros no lo ha de inspirar el egoísmo, sino el Espíritu.

 

CAPÍTULO SÉPTIMO

 

Ejercicio de la obediencia y de la autoridad

 

44. Obedeced al Prior (cf. Hb 13,17) como al Padre, respetando su dignidad, para no ofender a Dios en él (cf. Lc 10,16); obedeced aún más al Presbítero, a cuyo cuidado pastoral estáis confiados.

 

45. Así, pues, será incumbencia principalmente del Prior que se cumplan todas estas cosas y, si alguna no lo fuera, no se pase por alto por negligencia, sino que se procure enmendar y corregir. Por lo mismo, remita al Presbítero, que tiene entre vosotros mayor rango, lo que sobrepasa su cometido o capacidad.

 

46. Por su parte, el que os preside no ponga su felicidad en dominar desde el poder, sino en servir desde la caridad (cf. Lc 22,25-26; Ga 5,13). Respecto a vosotros, que os preceda por honor; a los ojos de Dios, esté postrado a vuestros pies por temor (cf. Si 3,20). Muéstrese a todos como ejemplo de buenas obras (cf. Tt 2,7): corrija a los indisciplinados, aliente a los abatidos, sostenga a los débiles, sea paciente con todos (cf. 1Ts 5,17). Lleve con agrado mantener la disciplina, infunda temor. Pero, aunque una y otra cosa sean necesarias, desee más ser amado por vosotros que temido, pensando siempre que ha de dar cuenta a Dios de vosotros (Hb 13,17).

 

47. Por lo cual, obedeciéndole diligentemente, os compadecéis no sólo de vosotros mismos (cf. Si 30,24), sino también de él, porque, entre vosotros, cuanto más elevado es el lugar que uno ocupa, tanto mayor es el peligro en que se halla.

 

CAPÍTULO OCTAVO

 

Observancia de la Regla

 

48. Que el Señor os conceda cumplir todos estos preceptos con amor, como amantes de la Belleza espiritual (cf. Si 44,6) y prendados, con una vida santa (cf. St 3,13; 1P 3,16), 8 8 del buen olor de Cristo (cf. 2Co 2,15; Ct 1,3), no como siervos bajo la ley, sino como personas libres que viven bajo la gracia (cf. Rm 6,14).

 

49. Por otra parte, para que podáis miraros en este librito como en un espejo y no descuidéis nada por olvido (St 1,23-24; Hb 12,5), se os leerá una vez por semana. Y si descubrís que cumplís lo que está escrito, dad gracias al Señor, dador de todos los bienes. Mas, si cualquiera de vosotros ve que falta en algo, arrepiéntase de lo pasado, tome precauciones para el futuro, orando para que se le perdone la ofensa y no sea abandonado a la tentación (cf. Mt 6,12-13).

 

 

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