miércoles, 21 de octubre de 2020

 

LA TOSCANA

Elegir entre tanta arquitectura brillante, arte de primer orden, paisajes sublimes y buena mesa es tarea casi imposible cuando se mira a los pueblos de la Toscana. Alrededor de las magníficas Florencia y Siena se arremolinan un montón de poblaciones que reproducen a pequeña escala los hitos de las grandes capitales del medievo y del Renacimiento. Lugares donde es muy sencillo soñar; donde el romanticismo bien entendido fluye por los poros de quienes lo visitan y donde no es extraño que se establecieran decenas de artistas en busca de la inspiración y la paz interior. Sus famosos paisajes llenos de viñedos y atardeceres multicolores entre el verde de las llanuras, el marrón de las rocas, el rojizo del ocaso del sol y el carmesí de los tejados, llenan el imaginario de cualquiera que piense en Italia y la Toscana. Y todo ello en pequeñas dosis, no vaya a ser que el famoso síndrome de Stendhal actúe cuando menos se le espera...


MONTALCINO

Desde lo lejos se vislumbra la portentosa fortificación, aupada sobre una colina, de Montalcino. En esta localidad se producen algunos de los mejores vinos de Italia, los Brunello, además del Rosso di Montalcino i Sant'Antimo El pueblo se encuentra entre el monte Amiata y el mar, a unos 45 kilómetros de Siena, en pleno Valle de Orcia y su origen se remonta al siglo XII. El paseo por sus callejuelas empedradas cuenta con muchos alicientes, y uno de ellos, sin duda, es sentarse en una de sus plazoletas para degustar una copa de tinto. 


PIENZA

Toda la esencia de la Toscana se concentra en esta localidad y en sus alrededores con leves colinas en las que zigzaguean hileras de cipreses. Pienza surge del sueño del Papa Piccolomini que en el siglo XV emprendió la tarea de convertir un pequeña aldea en una modélica ciudad renacentista. Todas las calles llevan a la plaza principal donde emerge el maravillosos Duomo y en cuyos alrededores se puede comprar y degustar el queso pecorino. No perderse la vista desde el mirador con una espectacular panorámica al Valle di Orcia.


MONTEFIORALLE

En el valle de Chianti, famoso sobre todo por sus vinos, despunta este pequeño y encantador pueblo medieval de calles empedradas y flores en los alféizares. Cada mes de septiembre se celebra aquí el festival Expo del Chianti Clasico, que permite degustar los caldos de la región y conocer mejor sus excelencias.


VOLTERRA

A pocos kilómetros de San Gimignano se encuentra Volterra, un espléndido compendio de la arquitectura y del arte de los distintos períodos etruscos, romanos, medievales y renacentistas. El teatro romano y las sólidas murallas que rodean un bello casco medieval son algunos de sus alicientes.


VOLTERRA

El palacio dei Priori fue la primera sede del Museo Etrusco de la localidad, dedicado a esta civilización prerromana. Se dice que sirvió de modelo para el palacio Vecchio de Florencia.


MONTEPULCIANO

Al sur de Siena se halla este pueblo de vinos deliciosos, como el Vino Nobile de Montepulciano, y arquitectura excepcional. La Piazza Grande es su centro y acumula un buen puñado de edificios como el Ayuntamiento, gótico y con una torre elevada desde la que se contempla todo el alrededor. La Catedral y la iglesia de San Agostino, junto con el santuario de la Madona del Biagio, en las afueras, son de visita obligada.


SAN GIMIGNANO

Cerca también de Siena se halla la ciudadela medieval mejor conservada de la región, que se erige sobre una colina, a 324 metros sobre el nivel del mar, dominando el valle de Elsa. Con sus catorce torres cuadrangulares asomando en el horizonte (en su origen contaba con 71), la ciudad está repleta de monumentos de imprescindible visita como la Collegiata, la catedral del siglo XII, con frescos renacentistas, el Palazzo del Popolo del siglo XIII y la iglesia de San Agostino, otra joya del románico toscano.


La plaza de la cisterna es el corazón de San Gimignano, el ejemplo más notable de ciudad medieval en la toscana


PALACIO VECCHIO DEL PODESTÀ

Su torre de la Rognosa es la más antigua de San Gimigniano. Fue erigida hacia el año 1200 y tiene 51 metros de altura.


Las torres cuadradas de los palacios nobles se erigen por encima de los 40 metros. A su alrededor se extiende un paisaje de cultivos centenarios.


MONTERIGGIONE

Las torres medievales de esta localidad amurallada inspiraron a Dante su Infierno. Tiene una bonita iglesia románica y tiendas de artesanía y de vino local.

 


MONTERIGGIONI

Entre Siena y Florencia se encuentra este pequeño pueblo amurallado y altas torres medievales en el que el tiempo parece haberse detenido. El castillo fue fundado a mediados del siglo XIII por la República de Siena para defenderse de los florentinos, hasta que en el siglo XVI, ambas fueron anexionadas a Florencia. Con varias puertas de entrada a la ciudad, conviene hacer el paseo por las murallas para hacerse una idea exacta de cómo es la población y sus alrededores.


CORTONA

Es uno de los más antiguos asentamientos etruscos de la Toscana, fundada en el siglo V a.C. Situada al sur de la región, Cortona se convirtió en centro de peregrinación viajera hace unos años cuando el libro y la película Bajo el sol de la Toscana pusieron en relieve su indudable encanto. Las vistas de toda la Val di Chiana desde lo alto de la población son impresionantes.


ANGHIARI

En la provincia de Arezzo, destaca este pequeño pueblo de casas apiladas que se asienta sobre un antiguo emplazamiento romano. El monasterio de San Bartoleo y la iglesia de la Badia son sus dos monumentos medievales más representativos, pero hay mucho más, palacios, pequeños oratorios, patios que albergan agradables restaurantes que se descubren en un paseo por sus calles empinadas y estrechas.


PITIGLIANO

Un conjunto de serpenteantes, callejones adoquinados, elegantes arcos y pintorescas casas de roca dan forma a este pueblo de origen etrusco que se convirtió en feudo de las ricas familias Aldobrandeschi y Orsin. Éstos ampliaron la fortaleza, reforzaron las murallas y construyeron el imponente acueducto. De aquella época queda la Piazza Petruccioli y la Piazza Garibaldi, conectadas entre sí. Visita imprescindible en Pitigliano es la Piccola Gerusalemme, el antiguo gueto donde se estableció la comunidad judía cuando el papa Pío IV los expulsó de Roma en el siglo XVI.


PISTOIA

Apartada de las rutas turísticas más trilladas y situada a medio camino entre Florencia y Lucca, aparece Pistoia, con sus techos de tejas ocre que anuncian un núcleo toscano modelo. Esta ciudad se reivindica como una excelente parada para conocer la auténtica Toscana, cuyas raíces se asientan en la Edad Media. En la Piazza del Duomo encontramos el conjunto de edificios de visita imprescindible: la catedral, el baptisterio y el campanile. Para los amantes del arte, el Museo Civico y el Museo Marino Marini exponen la historia y el arte pistoiano. Y para los más folclóricos, la Giostra dell’Orso, un viaje en el tiempo que, cada año a finales de julio, transforma Pistoia en un escenario de medieval.



MONTES DE SIENA

La niebla matinal cubre por unas horas las colinas toscanas. Este paisaje de pueblos amurallados y templos románicos ha enamorado a artistas de épocas distintas.


CAMPO DEI MIRACOLI DE PISA

La Torre (1350), el Duomo (iniciado en 1063), el Baptisterio (1284) y el Camposanto (1278) representan la época de mayor apogeo de Pisa.

 


PISA

El conjunto románico de la plaza dei Miracoli encarna la época de esplendor de la ciudad (siglos X y XIII), cuando era una república marítima rival de las poderosas Venecia y Florencia.


RUTA DEL CHIANTI CLASSICO

La viticultura es el eje del itinerario que, siguiendo la carretera Chiantigiana, pasa por los pueblos donde se elabora el vino Chianti Classico. Paradas ineludibles son Monteriggioni, Radda in Chianti y el castillo Brolio, propiedad desde el siglo XII de los barones de Ricasoli y lugar donde Bertolucci rodó Belleza robada en 1996.



CHIANTI

Las vides y los olivos tapizan las colinas de esta comarca toscana. La carretera Chiantigiana (SR222) la atraviesa de norte a sur a lo largo de cien kilómetros, desde Florencia hasta Siena.


ENOTURISMO

La región cuenta con catorce Strade del Vino señalizadas. Estas vías cruzan zonas vinícolas y proponen paradas en enotecas, bodegas y casas de agroturismo.


SENDAS MILENARIAS

Las colinas de Siena apenas han variado desde que eran un lugar de paso para los peregrinos que seguían la Via Francigena camino de Roma.


RECREACIÓN HISTÓRICA

Dos veces al año, los días 2 de julio y 16 de agosto, Siena retrocede en el tiempo y se convierte en una ciudad medieval.


PIAZZA DEL CAMPO

Este gran espacio presidido por el Palazzo Pubblico se convierte en el escenario de la espectacular carrera de caballos. Desde primeras horas de la mañana se llena a rebosar.


EL PALIO

Las distintas zonas de la ciudad compiten año tras año desde el siglo XVI para ganar el honor de ser el vencedor del Palio. La fiesta atrae a miles de visitantes y es una de las citas más importantes del verano.


DIECISIETE «CONTRADAS»

Siena se divide en diecisiete secciones o contradas. Cada una de ellas se identifica con un color y una bandera que exhiben con orgullo el día de la carrera.

EL PALIO DE SIENA

En la monumental Piazza del Campo ya está todo a punto para que hoy a las siete de la tarde se celebre la apasionante carrera de caballos que tiene en vilo a toda la ciudad. Cada 16 de agostoSiena retrocede en el tiempo, se viste con sus mejores galas, se llena de pendones y banderas y engalana sus calles para convertirse en el escenario de uno de los eventos más esperados del verano, el Palio

UNA CARRERA COMO UN SUSPIRO

En realidad, el Palio tiene lugar dos veces al año, el 2 de julio y el 16 de agosto, el primero está dedicado a la Virgen de Pronvenzano y el segundo y más antigo, a la Asunción de la Virgen. Esta enloquecida carrera por la Piazza del Campo dura apenas dos minutos. Los jinetes compiten sobre un caballo que les ha tocado en suerte en un sorteo celebrado cuatro días antes. Durante estas cuatro jornadas se celebran distintas pruebas de la gran carrera, la última tiene lugar el mismo 16 de agosto por la mañana. La música y la fiesta llenan las calles de Siena hasta el día de la carrera cuando, desde primeras horas, la gente ya se dirige a la plaza a ocupar sus lugares.

DIECISIETE CONTRADAS

Los seneses viven con entusiasmo los preparativos del gran día. Banquetes vecinales, discusiones airadas, apuestas, rivalidad apasionada, las diecisiete secciones o contradas de la ciudad se enfrentan en esta competición única en el mundo. Es tal el arraigo de los habitantes de Siena con su sección que antes que sentirse parte de la ciudad, se identifican con su pequeña zona a la que defienden a ultranza. Cada una de las diecisiete contradas tiene escudo, colores propios, lema, día festivo, sede y sitio web.

CIUDAD MEDIEVAL

La carrera se disputa, más o menos, en la forma actual y sin interrupciones desde el siglo XVI, aunque hay quien sostiene que ya en el siglo XIII se celebraban carreras de caballo alrededor de la ciudad. Siena vive con intensidad la fiesta del Palio en la que sus habitantes recrean los fastos renacentistas, cuando era una de las grandes potencias toscanas. No en vano fue declarada en 1995 Patrimonio de la Humanidad por ser la perfecta encarnación de una ciudad medieval. Una fiesta que atrae a miles de visitantes que recorren sus calles empedradas y admiran su espléndida catedral gótica (siglo XII) y la espectacular Piazza del Campo presidida por el Palazzo Pubblico y la Torre del Mangia. Con cerca de 60.000 habitantes, Siena se halla a 60 kilómetros en el sur de Florencia. 

 


SIENA

Mangia (102 m de alto) y el palacio Comunale o Pubblico son los edificios más relevantes de la plaza del Campo.

La popular Piazza del Campo, dominada por el Palazzo Pubblico y la Torre del Mangia, es el centro del núcleo medieval, declarado Patrimonio de la Humanidad.


EL DUOMO DE SIENA

La combinación de mármol blanco y negro es lo primero que cautiva de esta catedral gótica (1196-siglo XIV), aunque su gran tesoro es el suelo, con 56 paneles de mármol historiados, y la Libreria Piccolomini, una sala con libros que fueron del papa Pío II. El adyacente Museo dell’Opera exhibe retablos del siglo XIV.


RUTA DE PISA A SIENA

1. Pisa. Además del conjunto catedralicio, vale la pena pasear por la orilla del Arno para visitar palacios, museos de arte y el jardín botánico más antiguo de Europa.

2. Valle de Chianti. Comarca de larga tradición vitivinícola, reúne pueblos y castillos medievales.

3. San Gimignano. Patrimonio de la Humanidad, conserva 13 de las antiguas 72 torres que protegían las murallas.

4. Volterra. El Museo Etrusco y la fiesta medieval del verano son las citas ineludibles en esta población.

5. Siena. En julio y agosto celebra la fiesta del Palio, una carrera de caballos en la plaza del Campo. Su catedral, una de las más bellas de Italia, tiene un museo excepcional.

Ningún otro lugar en el mundo ha llegado a suscitar tan rendida admiración como esta comarca del norte de Italia, de armoniosas ciudades antaño rivales, colinas de vides y olivos dispuestos como jardines a la vera de cipreses cortavientos. Patria del Renacimiento y cuna de la lengua italiana –a través de Dante Alighieri, Petrarca y Bocaccio–, la humanista Toscana lleva siglos cautivando a viajeros de medio planeta. Y también enfermándolos del mal más sugerente, si nos atenemos al llamado síndrome de Stendhal o «vértigo ante la belleza». Florencia, la magnífica capital toscana, no eclipsa sin embargo al resto de una región monumental, que ha sabido preservar sus ciudades medievales y esos inacabables campos fértiles que decoran el fondo de las pinturas de Leonardo da Vinci (siglo XV), uno de sus hijos más geniales.

El recorrido que mejor muestra el paisaje toscano arranca en Pisa, poseedora del mayor aeropuerto regional y mundialmente conocida por su torre inclinada, construida en 1173 sobre suelo arenoso y reabierta al público en 2001 tras una labor que aseguró sus cimientos y frenó su inclinación. Esta ciudad a orillas del Arno fue república independiente desde el siglo IX hasta que, excomulgada en 1241, fue derrotada en 1406 por una Florencia seguidora del papado.

UN MILAGRO DE MÁRMOL

Andar por el espléndido casco histórico de Pisa descubre museos como el Nazionale de San Matteo, que alberga esculturas de Donatello y de los hermanos Nicola y Giovanni Pisano, un cuadro de Fra Angélico y pinturas de la escuela toscana. Aunque su gran tesoro es la plaza dei Miracoli, en cuyo blanco conjunto sobre césped se integran la torre, la catedral románica de mármoles policromos, el baptisterio gótico y el claustral camposanto medieval; los frescos de este último, el Triunfo de la Muerte, inspiraron la música de Franz Liszt a mediados del siglo XIX. Resulta emocionante ascender a lo alto de la torre, de ocho plantas y con columnas de Carrara, donde el pisano Galileo Galilei (1564-1642) dejó caer objetos para probar su teoría de la relatividad. Luego habrá que entrar en la catedral para admirar los paneles de bronce del Portale y el púlpito de Giovanni Pisano, y visitar el Museo dell’Opera del Duomo.

El paseo junto al río Arno es una sucesión de viejos palacetes y templos

El Orto Botanico de la Via Luca Ghini, el jardín botánico más antiguo de Europa, de 1591, ofrece la oportunidad de relajarse entre plantas exóticas y mediterráneas, a poco más de tres minutos de la famosa torre. A continuación, en la plaza de la Vettovaglie, llega el momento de saborear un aperitivo con crostini, pasta de aceitunas sobre pan toscano, sin sal; y como plato fuerte, unos ravioli con salsa de liebre o una menestra de fagioli bianchi o judías blancas.

Lord Byron, que adoraba los muelles pisanos, terminó su Don Juan en Pisa durante la estancia que en 1821 compartió con la también escritora británica Mary Shelley. Hoy en día, el paseo junto al río Arno es una sucesión de viejos palacetes y templos, como la pequeña iglesia de Santa María delle Spine (siglo XIV), en el paseo Lungarno Gambacorti. Más adelante aparecen dos instituciones de la ciudad: el Caffé Pasticceria Salza, de 1898, y el Caffé dell Usero, abierto en 1775 en el palacio gótico Agostini Venerosi y que era frecuentado por Antonio Tabucchi, escritor pisano recientemente fallecido.

De Pisa a Gaiole in Chianti, el núcleo más activo de esta comarca vitivinícola de burgos medievales, castillos, iglesias románicas y granjas de piedra, hay 149 kilómetros por la Strada Grande. Pese al renombre de caldos vecinos, como los llamados Supertoscanos, los Nobile di Montepulciano, Carmignano o el Brunello di Montalcino, la mayor fama se la lleva el Chianti Classico cuya denominación de origen tiene como símbolo un gallo negro. Miles de hectáreas de viñedos sangiovese jalonan esta zona de olivares y bosques de robles y castaños, que en septiembre celebra en el pueblo de Panzano su animado festival «Vino al vino».

TIERRA DE CASTILLOS

Gaiole in Chianti, en el valle del Arbia, se halla rodeado por castillos como el de Spaltenna, reconvertido en lujoso hotel. En el de Meleto del siglo XI, ocupado por tropas aragonesas en 1480, se pueden adquirir botellas de vino tras su visita. Alrededor se esparcen aldeas medievales que únicamente se pueden recorrer a pie, como la intacta Borgo di Vertine. Otras commune (municipios) como Castellina in Chianti y Montefioralle –además de ser el pueblo natal del navegante Americo Vespuccio, Bocaccio lo cita en un poema– son perfectos para descubrir la cocina toscana. Trufas y quesos pecorino, carnes braseadas de los bueyes de raza chianina o estofados de jabalí, no sin dar antes cuenta de los imaginativos antipasti, cuyo verdadero inventor fue Leonardo da Vinci (1452-1519). El genio renacentista, tras regentar en su juventud una fracasada taberna florentina a medias con Boticelli, recogió estos aperitivos en sus Notas de cocina, donde escribió: «He estado pensando en tomar un trozo de carne y colocarlo entre dos pedazos de pan. Mas, ¿cómo llamaré a este plato?».

A 37 kilómetros de Gaiole aparece la amurallada y pequeña Monteriggioni. Con sus catorce torres de 1260, tildadas de «gigantes sobre el abismo» por Dante en su Divina Comedia, transporta de golpe al corazón mismo del medievo. Eso sucede especialmente durante la fiesta medieval de julio, cuando sus habitantes se visten de época y recuperan oficios tradicionales como el de juglar o el de herrero.

 

San Gimignano, a 25 kilómetros de Monteriggioni, es también famosa por sus altísimas torres de piedra clara y por su vino blanco seco, que divierte comprar en la desacralizada iglesia románica de San Francesco. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1990, San Gimignano comenzó a levantar sus 72 torres en 1150, que pronto se convertirían en estandartes del poder nobiliario. La mayor es la del palacio del Podestà, en la plaza del Duomo, que alcanza los 52 metros de altura y forma parte de las 13 que han sobrevivido hasta la actualidad.

La antigua catedral y posterior colegiata, cuyo interior exhibe frescos de los artistas di Bartolo, Gozzoli y di Fredi, es la obra más monumental de su centro urbano. El paseo intramuros discurre junto a iglesias románicas, las bellas plazas del Duomo y de la Cisterna –no hay que dejar de probar en la Gelateria di Piazza su original helado al vino blanco vernaccia– y numerosos palacios medievales que ahora alojan museos. Entre los más interesantes hay que mencionar el Museo Civico, con pinturas de maestros toscanos, el Archeologico de la Via Folgore, sito en un hospital medieval, y el Museo San Gimignano 1300, en la Via San Giovanni, que fue parte del milenario camino de peregrinación entre Roma y el norte de Europa.

HERENCIA DE LOS ETRUSCOS

La misteriosa Volterra, fundada por los etruscos hace tres mil años, dista apenas 30 kilómetros de San Gimignano. Conviene alojarse en la misma localidad para descubrir sin prisas esta joya arqueológica y los ariscos parajes de su alrededor. Emplazada junto a los riscos Balze, aún conserva las canteras que los etruscos excavaron junto a las murallas de la ciudad para extraer alabastro, material trabajado desde siempre por los artesanos de la Via Matteoti. De lengua no emparentada con ninguna otra indoeuropea pese al vínculo de su alfabeto con el griego arcaico, los etruscos legaron a sus vencedores romanos diez siglos de amor por los placeres de la vida, una sociedad de mujeres emancipadas, refinadas técnicas escultóricas y el sistema numérico.

Siena fue temible rival de Florencia hasta que la peste de 1348 redujo en dos tercios su población

 

El Museo Etrusco Mario Guarnacci expone desde mediados del siglo XVIII una valiosa colección de objetos votivos y de uso cotidiano de aquella evolucionada civilización. Instalado en el palacio Desideri Tangassi, posee dos símbolos de la ciudad: el sepulcro de los Esposos (Urna degli Sposi), del siglo I a. C., y la estilizada figura de bronce del III a. C. Ombra della sera, llamada así por Gabriele d’Anunzio. Después de esta visita apetece descansar en los jardines del Parco Archeologico, que alberga algunas tumbas etruscas y se halla al pie de la fortaleza Medicea (siglo XIV). La feria medieval «Volterra AD 1398», la segunda quincena de agosto, es una buena oportunidad para ver la ciudad con los ojos de un viajero medieval.

A 56 kilómetros y elevada sobre tres colinas, surge la Siena de rojos tejados. Fundada legendariamente por Senio y Aschio, hijos de Remo, Siena fue temible rival de Florencia hasta que la peste de 1348 redujo en dos tercios su población. La visita necesita varios días para apurar sus apasionadas señas de identidad. La más temperamental sin duda es la fiesta ancestral del Palio, auténtico ritual ecuestre con más de 700 años de existencia. Cada 2 de julio y 16 de agosto, esta épica carrera de caballos alrededor de la plaza del Campo (il Campo) enfrenta, al ritmo de los tambores y bajo el ondear de banderas de colores, las 17 contrade o asociaciones parroquiales de distrito.

La medieval Torre Mangia, el campanario del palacio Comunale, en un costado de «il Campo», es un buen lugar para adentrarse por las callejas de Siena y descubrir museos extraordinarios como la Pinacoteca Nazionale o la Opera del Duomo, los palacios Sansedoni y Elci, y el Archivio di Stato, que reúne manuscritos en su sede del palacio Piccolomini. Detrás del palacio Comunale se abre la plaza del Mercato y el antiguo barrio judío, construido en 1571 por orden del duque Cosme I de Médicis. En el lado opuesto de la plaza, una calle estrecha comunica con la Via dei Pellegrini, que conduce a la catedral, al baptisterio y al museo de la Opera del Duomo. La Siena más apasionada hay que buscarla en las sedes de las contrade, cada una con su iglesia, plaza y fuente pública. Andar de una a otra sirve para palpar los rasgos que las diferencian y que, durante la fiesta del Palio, se convierte en ancestral rivalidad.

El complemento perfecto al paseo serán los placeres de la gastronomía sienesa, como la liebre con almendras, frutas y piñones, y el dulce panforte, ideal para remojar en el vino santo de los postres. La cocina como sello sagrado para unir el paisaje y el arte de la Toscana.

PARA SABER MÁS

Documentación: DNI o pasaporte.

Idioma: italiano.

Moneda: euro.

Cómo llegar: El aeropuerto de Pisa recibe vuelos frecuentes de ciudades españolas. El barco es una buena alternativa para viajar con coche propio desde España; las líneas marítimas conectan Barcelona con Livorno, a 25 km de Pisa. Por carretera, Pisa dista 1.021 km de Barcelona, y 1.620 de Madrid.

Cómo moverse: El coche es imprescindible para conocer a fondo la Toscana. La Strada Chiantigiana (SR222), entre Florencia y Siena, es la más famosa de las rutas vinícolas señalizadas. Una línea de tren une Pisa, Florencia y Siena. Pisa tiene abonos de transporte para un día. Hay líneas de autobuses regionales.

Alojamiento: Los agriturismi son granjas o fincas históricas que cultivan al menos un producto y que ofrecen desde habitaciones sencillas hasta suites de lujo.

Más información:

Web Turismo de Toscana

Web Turismo de Pisa

 

 


LA TOSCANA, DE SIENA A PISA

1 Siena. Sus monumentos principales son medievales.
2 Chianti. Es una región famosa por sus vinos.   
3 Volterra. Ciudad de origen etrusco rodeada de campos.
4 San Gimigniano. Sus torres del s. XII miden más de 50 m.
5 Lucca. Con iglesias de estilo pisano y palacios renacentistas.
6 Pisa. El conjunto del Campo dei Miracoli es inolvidable.

Es una de las joyas artísticas de Italia. Profundamente anclada en sus tradiciones e histórica rival de Florencia, tiene su corazón en la Piazza del Campo, obra maestra del urbanismo medieval. Una gran concha que, dos veces cada verano, se convierte en el escenario del Palio, la carrera de caballos que enfrenta a los 17 barrios de la ciudad. Al fondo de la plaza surge la fachada gótica del Palazzo Pubblico, sede del Museo Cívico, y al lado levanta sus 87 metros la Torre del Mangia, el campanario. Son el mejor inicio de un paseo por calles empedradas que culmina en uno de los templos más bellos del medievo italiano: el Duomo dell’Assunta, de estilo románico-gótico, donde trabajaron artistas como Giovanni y Nicola Pisano, Donatello, Pinturicchio y Arnolfo di Cambio.

Siena, sin embargo, está muy lejos de ser una ciudad museo pues posee un espíritu activo y «bon vivant» que puede apreciarse a la mesa de cualquiera de sus restaurantes, frente a un plato de crostini de hígado, pappardelle con la lepre (pasta con salsa de liebre), pici (especie de espagueti) con trufas negras o un jugoso bistec de chianina, la ternera blanca de la Toscana. Todo acompañado, eso sí, con una botella de chianti o de brunello de Montalcino.

El vino es, precisamente, el protagonista de la ruta al salir de Siena rumbo norte hacia las colinas de la comarca de Chianti, corazón de la Toscana. El pueblo de Gaiole es uno de los principales núcleos de producción de la denominación de origen Chianti Classico y un punto de partida ideal para visitar sitios encantadores como la Pieve di Spaltenna, una parroquia del siglo XII, o el castillo de Brolio, de origen medieval y aspecto neogótico, desde el que se distingue la silueta de Siena.

Retomamos nuestro viaje hacia Pisa a través de la comarca de Chianti, dejando atrás pueblos de tradición vinícola como Castellina in Chianti. En menos de una hora aparece Monteriggione, amurallada y con 14 torres fortificadas que recuerdan su pasado como frontera norte de Siena. La carretera de Colle di Val d’Elsa ofrece una bonita vista del conjunto mientras nos dirigimos a otra ciudad medieval imprescindible: Volterra.

Ciudad de viento y piedra erigida sobre una colina, Volterra da la bienvenida a la provincia de Pisa. De la mole de sus murallas, puertas, palacios y calles se desprende la memoria de la Velhatri etrusca, la última ciudad en caer bajo el dominio de Roma. Tal vez sea el recuerdo de aquella caída lo que provoca cierta sensación de melancolía, simbolizada en la escultura La Ombra della sera, la figura alargada de bronce que expone el Museo Etrusco Guarnacci, una visita que se complementa con el paseo por la zona arqueológica. Después de conocer el pasado etrusco llega la hora de contemplar el Palazzo dei Priori, de 1208, la Fortezza renacentista, la Pinacoteca, el Duomo y el Ecomuseo dell’Alabastro, donde los maestros escultores de Volterra exhiben sus creaciones talladas en piedra blanca.

Desde lejos ya se ven las torres que han dado a San Gimignano el fantasioso apodo de la «Nueva York del Medievo». Encerrada entre murallas y atravesada por dos calles principales que forman una cruz, su núcleo es la plaza de la Cisterna y la adyacente plaza del Duomo. Allí se encuentran el Palazzo del Popolo, el del Podestà y la Collegiata, donde destacan los frescos de Domenico Ghirlandaio, del siglo XV.


Las torres, con más de 50 metros de alto, fueron erigidas por la aristocracia mercantil del siglo XII, tan turbulenta que cuando una familia prevalecía sobre otra destruía las torres de los adversarios: esto explica que solo queden 13 de las 72 que llegaron a haber. La puesta del sol es el momento ideal para subir a la Torre Grossa del Palazzo del Popolo y admirar un panorama que abarca desde los Alpes Apuanos hasta la cordillera de Pratomagno. Y después regalarse una cena con t
agliatelle al ragú bianco di cinghiale (salsa de jabalí) y vernaccia de San Gimignano, un vino blanco y seco.

Los 46 kilómetros entre San Gimignano y Vinci, la cuna del gran Leonardo, atraviesan el Val d’Elsa, un valle de colinas boscosas, viñedos y olivares. Después de un almuerzo contundente, toca alimentar el alma con la visita al museo que la ciudad ha dedicado al extraordinario pintor, inventor, arquitecto y científico que nació el 15 de abril de 1452 en una casa de campo a tres kilómetros de Vinci, y que estuvo al servicio de papas, duques y reyes de Italia y Francia.

El arte guía nuestros pasos camino de Lucca, a 45 minutos de coche. La «ciudad de las cien iglesias» conserva intacta su antigua estructura urbana, como se comprueba en la plaza elíptica donde se hallaba el anfiteatro romano, en el foro junto a la iglesia de San Miguel y en el esquema ortogonal de las calles del centro. Es imprescindible entrar en el Duomo para admirar la tumba de Ilaria del Carretto, obra de 1406 de Jacopo della Quercia, y después dar un paseo por la Via Fillungo, donde se mezclan edificios medievales, tiendas de moda y talleres de orfebrería, para acabar en el Museo del Fumetto, cómic en italiano.

Pisa, a 30 kilómetros, exhibe otro de los conjuntos artísticos más asombrosos de la Toscana: la Piazza dei Miracoli, cuya armonía de mármoles blancos y de color triunfa en la famosa Torre –empezó a inclinarse en 1274, al añadir el tercer piso–, el Duomo, el Baptisterio y el Camposanto. Como Siena con su Piazza del Campo y San Gimigniano con sus altísimas torres, Pisa nos recuerda con este grupo arquitectónico el poder que ejercía entre los siglos XI y XIII en el Mediterráneo y, de paso, confirma su lugar como una de las ciudades más bellas del mundo.

MÁS INFORMACIÓN
Documentos: DNI.
Idiomas: italiano.
Moneda: euro.

Cómo llegar y moverse: El aeropuerto de Pisa y el de Florencia reciben vuelos frecuentes de España. La línea marítima Barcelona-Livorno (a 25 km de Pisa) es una buena opción para viajar con coche propio. El coche permite perderse sin prisas por los pueblos y valles toscanos. Una línea de tren conecta Pisa, Florencia y Siena. También hay autobús regional.

Turismo de Pisa

Turismo de Siena

 

LA ISLA DE ELBA, LA PERLA INSULAR DE LA TOSCANA

Pueblos de pescadores y fuertes medievales puntean esta pequeña isla de la costa del norte de Italia.


PLAYA DE VITICCIO

En la costa norte de la isla, junto al cabo d'Énfola, se halla esta preciosa cala de aguas turquesas.


GALERÍA DEMIDOFF

En la villa de San Martino, a 5 kilómetros de Portoferraio, fue la residencia estival de Napoleón durante su exilio en la isla. Fue remodelada a mediados del siglo XIX por Anatolio Demidoff, a quien debe su nombre, que le otorgó el aspecto neoclásico que luce actualmente. 


VILLA DEL MULINI

Residencia oficial de Napoleón en Elba, está ubicada en un promontorio de Portoferraio. Hoy en día, la Palazzina dei Mulini es un Museo Nacional en el que se pueden visitar las salas y habitaciones que habitó el emperador, con el mobiliario que recrea el ambiente de principios del siglo XIX.


PORTOFERRAIO

Esta ciudad fortificada es la capital y el municipio más poblado de la isla de Elba. Fue fundada por Cosme I de Mèdicis a mitad del siglo XVI, desde entonces los fuertes Stella, Falcone y Inglese protegen la entrada marítima a la ciudad. 

Elba es, según el mito, una de las perlas de la diadema que la diosa Venus perdió en el mar Tirreno. Hoy pertenece al Archipiélago Toscano, declarado parque natural por sus paisajes intactos. Portoferraio es la capital y el lugar al que llegan los ferris desde el oeste de Italia. En su centro medieval se puede pasear entre el fuerte Falcone y el faro Estella (s. XVI), y visitar una de las dos villas donde vivió Napoleón durante su exilio en 1814; la otra se halla en San Martino, a 5 kilómetro. El puerto es pintoresco, especialmente por la mañana cuando los pescadores venden sus capturas desde las barcas, improvisando una lonja al aire libre.

La isla, de 30 kilómetros de largo y 19 de ancho, se puede descubrir a ritmo lento, bordeando la costa en bicicleta o en moto, o caminando por las llanuras del centro; muchas rutas culminan en el monte Capanne, techo de Elba. Marciana Marina, con casas de pescadores en tonos pastel, es la puerta al oeste, rocoso en el cabo de Sant'Andrea y con miradores rodeados de viñas en Colle d’Orano. En el sur destacan Marina di Campo, casi a ras de agua, y Capoliveri, sobre una colina. Porto Azzurro domina el este, encajada entre sus excelentes playas y bastiones del siglo XVII.

 

 

 

 

 

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