Reino Visigodo
Origen y decadencia
El Imperio romano, que arrastró una fuerte crisis en el
siglo III, terminó por desaparecer, lo que aconteció en el año 476. La causa
esencial de esa hecatombe se hallaba en los graves problemas internos, tanto
políticos y militares como sociales y económicos, pero también contribuyó a su
caída la presión ejercida desde el exterior de sus fronteras por los
denominados pueblos bárbaros,
que, como es bien sabido, en su mayor parte pertenecían al grupo germánico. La
península Ibérica conoció, a comienzos del siglo V, concretamente el año 409,
la invasión de dichos pueblos, en concreto los suevos y los vándalos, ambos pertenecientes al
tronco germano, y los alanos,
estos últimos de origen asiático. Poco después hacían acto de presencia en el
solar ibérico los visigodos,
que habían sellado en el año 416 un pacto con Roma, con la finalidad, al
parecer, de eliminar de Hispania a los invasores antes citados. De todos modos
los suevos lograron asentarse en el noroeste peninsular.
El reino visigodo, se estableció en el sur de
Francia. De ahí que tras la caída del Imperio romano el reino Suevo se
encuentra en Gallaecia y al norte de los Pirineos con el reino visigodo de Tolosa.
Poco después el Imperio
bizantino, dirigido por Justiniano, que pretendía, recomponer el viejo Imperio
romano de Occidente, lanzó una ofensiva en el Mediterráneo
occidental, logrando establecerse en la costa mediterránea de Hispania. No
obstante, desde comienzos del siglo VI, y en particular después de su derrota
en Vouillé ante el rey
franco Clodoveo, en el año 507, los visigodos se fueron
desplazando a la península Ibérica, al tiempo que abandonaban los dominios de
su antiguo reino de Tolosa.
Consolidación del Reino Visigodo en Hispania
El asentamiento vigidodo en la península Ibérica se
realizó, como zona preferente, en el ámbito de la meseta, área caracterizada
por el predominio de la agricultura cerealista, pero también por su escasa
población y su débil desarrollo urbano. No obstante, los visigodos, comparados
con el grueso de la población hispanorromana, no dejaban de ser una minoría.
Ello no impidió, sin embargo, que se afirmara su poder militar y político. Se
había producido un desplazamiento del reino visigodo desde la ciudad francesa
de Tolosa hasta Toledo, que pasó a ser su núcleo central en el territorio
ibérico. Importantes pasos en orden a la consolidación del reino visigodo de
Hispania los dio el monarca
Leovigildo, el cual, en el año 585, puso fin al reino suevo de
Gallaecia, tras derrotar a su rey Mirón. También combatió Leovigildo a los
indómitos vascones, erigiendo frente a ellos la plaza fuerte de Vitoriaco.
Leovigildo, en cambio, tuvo serios problemas con su hijo Hermenegildo, el cual
abrazó el catolicismo, lo que suponía dejar el arrianismo, corriente heterodoxa
a la que se había adscrito, años atrás, el pueblo visigodo. No obstante, unos
años más tarde, el 589, su hijo y sucesor en el trono, Recaredo, lograba la unificación religiosa, al abandonar, en el III Concilio de Toledo, la
herejía arriana y aceptar los postulados de los Concilios de Nicea y
Calcedonia, o lo que es lo mismo: el catolicismo. El paso decisivo hacia la
unidad política del conjunto peninsular se alcanzó en las primeras décadas del
siglo VII, cuando el monarca
Suintila puso fin a la presencia bizantina en el litoral levantino.
Los monarcas visigodos, que en un principio habían adoptado el título de reges gottorum,
pasaron a llamarse reges
Hispaniae, pues su soberanía se extendía sobre todo el territorio
de la antigua Hispania romana, aunque en
algunas comarcas, como las de los vascones, sus habitantes siguieran luchando
por su independencia. El último gran paso en orden a la unificación del espacio
peninsular se dio a mediados del siglo VII con el monarca Recesvinto, al
promulgar, en el año 654, el Líber
Iudicum, texto más conocido como el Fuero Juzgo, el
cual se basaba, lógicamente, en los Principios del Derecho romano. Dicho texto
suponía la unificación jurídica, a todos los efectos, entre la población
hispanorromana, que era mayoritaria, y los visigodos.
Conversión
de Recaredo al cristianismo
La época de dominio visigodo, sin duda alguna, hundía sus
raíces en la tradición de tiempos romanos. Al fin y al cabo los visigodos eran
uno de los pueblos germánicos que más fuertemente se había romanizado, comenzando
por el uso de la lengua latina. No obstante, en diversos aspectos, tanto
materiales como espitiruales, se observa un retroceso con respecto a los
tiempos romanos. Decayó
la actividad económica, perceptible por ejemplo, en campos tan
significativos como la explotación minera o la actividad mercantil. En la
Hispania visigoda predominaba de forma abrumadora el mundo rural, en tanto que
la vida urbana había entrado en una fase de declive. La estructura de la
sociedad reproducía fielmente el esquema de la época romana. El sector
dominante, del que formaban parte tanto la vieja aristocracia hispanorromana
como los nobles visigodos, se caracterizaba por la posesión de grandes dominios
territoriales. El sector popular incluía a los artesanos y a los pequeños comerciantes
de las ciudades y, básicamente, al campesinado, la mayor parte del cual
trabajaba como colono en los grandes dominios de los poderosos o de la Iglesia.
Asimismo subsistían los servi,
es decir, los esclavos, aunque, al parecer, en retroceso. El medio rural fue en
ocasiones testigo de conmociones sociales, como las revueltas armadas de
los rustici de la
campiña cordobesa de tiempos del monarca Leovigildo. También parece que se
propagó en amplios sectores del campesinado, sobre todo del noroeste peninsular,
la herejía del priscilianismo, que tenía indiscutibles connotaciones sociales.
Paralelamente se fueron gestando en la sociedad de la Híspanla visigoda los
elementos que, en el futuro, habían de caracterizar a la sociedad feudal. Al
tiempo que se debilitaban las relaciones de carácter público triunfaban las de
índole personal. Los reyes tenían fideles
regis y gardingos,
que eran una especie de vasallos. Por su parte, los miembros de la alta nobleza
tenían también sus propios encomendados, los bucelarios y los saiones. Asimismo en el medio rural se fortalecía de
día en día la autoridad de los dueños de la tierra sobre sus cultivadores o
colonos, lo que anunciaba el futuro régimen señorial.
La cultura visigoda, fuertemente impregnada de la tradición romana, estaba, no
obstante, claramente al servicio de la religión romana. De ahí que las figuras
más relevantes pertenecieran al ámbito eclesiástico. Con la finalidad de
garantizar una buena formación del clero católico surgieron diversas escuelas
episcopales de las que cabe mencionar las de Toledo, Sevilla y Zaragoza. Entre
los nombres más señeros de aquel tiempo, a Braulio de Zaragoza, Eugenio de
Toledo, Fructuoso de Braga, Julián de Toledo o Valerio del Bierzo. No obstante,
el nombre más emblemático de la cultura de los tiempos visigodos fue, sin duda
alguna, el obispo de Sevilla Isidoro. Formado en la escuela que creara en
Sevilla su hermano, el arzobispo Leandro, Isidoro fue autor de numerosas obras,
desde crónicas de los sucesos de la época hasta escritos teológicos y epístolas
de gran calidad literaria. Isidoro fue, en otro orden de cosas, uno de los más
destacados defensores de la teoría política que manifestaba la supremacía del
poder espiritual sobre el temporal. Pero Isidoro de Sevilla es ante todo
conocido por las Etimologías. Dicha obra, de indudables pretensiones
pedagógicas y cuyo principal objetivo era salvar el legado cultural del mundo
antiguo, ha sido considerada tradicionalmente como la primera enciclopedia
cristiana. Las Etimologías, ejercieron una gran influencia en la
Europa cristiana de los siglos posteriores.
Organización del poder del Reino Visigodo
La monarquía visigoda, no obstante, tenía unos cimientos
muy débiles. Los reyes no accedían al trono por vía hereditaria, sino por elección
de los poderosos, los cuales debían escoger a gentes de estirpe goda y de buenas
costumbres, según se estableció en el VI Concilio de Toledo.
No obstante, en la práctica, muchos monarcas lograron, por vía de una previa
asociación, que sus hijos los sucedieran en el trono. Pero ello no impidió las
acciones violentas contra los reyes, frecuentes a lo largo de la trayectoria
del reino visigodo de Hispania. Los reyes, cuyo poder procedía de Dios, según
las teorías dominantes en la época, eran auxiliados por personas de su
confianza, las cuales formaban el Oficio
palatino. Existían, asimismo, dos instituciones de suma
importancia, el Aula Regia y los Concilios. El Aula Regia estaba
integrada por magnates próximos al rey, siendo su principal función asesorar al
monarca. Los Concilios eran instituciones eclesiásticas, pero en tiempos
visigodos desempeñaron un papel político de primera fila, no sólo por las
decisiones que en ellos se tomaron, sino también debido a que los reyes eran
sus convocantes. El conjunto del reino estaba dividido en circunscripciones,
herederas de la época romana, al frente de las cuales se encontraba un dux.
Caída del Reino Visigodo
Las últimas décadas del siglo VIl y la primera del VIII
fueron testigo de una profunda crisis en la España visigoda. La peste causó gran mortandad
en el año 693, y las malas cosechas confluían con el incremento
del bandolerismo, así como con la imparable decadencia de la moralidad.
Numerosos campesinos, agobiados por la creciente presión fiscal, huían de sus
predios. La minoría judía, por su parte, fue objeto de drásticas medidas
persecutorias. La unidad del reino visigodo estuvo a punto de resquebrajarse
cuando, en las últimas décadas del siglo VII, el dux Paulo, que gobernaba la
región de la Septimania, no sólo se sublevó, sino que llegó a proclamarse rey.
Pero la crisis fue visible ante todo en la terrible pugna que mantuvieron dos
grandes familias de la alta nobleza visigoda por ocupar el trono, las de Chindasvinto y Wamba,
nombres de dos monarcas de la segunda mitad del siglo VII. Aquélla fue una auténtica
guerra civil, lo que propició la invasión de Hispania por los musulmanes.
Batalla
de Guadalete, fin del el Reino Visigodo
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El Derecho
hispano-visigodo
Antes
de la promulgación de su Código por Eurico, las normas jurídicas de los
visigodos en su mayor parte eran consuetudinarias. Parece ser que hubo una
codificación anterior, las leyes de Teodoredo, referentes al reparto de tierras
y poco más.
El Código de Eurico, promulgado en el año 475, es una codificación
de las costumbres germanas y las pocas leyes escritas anteriores. Responde a la necesidad creada por la ruptura con el
Imperio de Occidente, un año antes de la desaparición del mismo; un reino nuevo
necesitaba una codificación de sus leyes. Es un libro de leyes aplicable sólo
al pueblo visigodo. Los problemas de Alarico II con los francos (Clodoveo) le
impulsaron a redactar un código de leyes para atraerse a los galo-romanos. Es
el Código de Alarico o Breviario de Aniano, promulgado el año 506, poco antes
de la derrota sufrida en Vouillé. Es la lex
Romana wisigothorum que recopila la legislación peculiar de
los provinciales romanos. Recoge las leyes del emperador bizantino Teodosio II
y algunos textos legales posteriores.
El tercer código es el Codex Revisus de Leovigildo (circa 575).
Revisa el de Eurico, quitando las leyes obsoletas y añadiendo algunas nuevas. Sigue
siendo un código para el pueblo visigodo. No lo conocemos directamente pues no
se ha conservado ningún manuscrito, pero sí mención de sus leyes en el de
Recesvinto. El
legislador más importante fue Recesvinto que el año 654 promulgó el Líber Judiciorum o Lex
Wisigothorum. Es
ya un código único para godos e hispano-romanos; hay que tener en cuenta que en
este momento ya se ha producido la unificación religiosa (589), y también la
fusión étnica, que ha hecho desaparecer las palabras gothi y romani, sustituidas
ahora por hispani. El rey, al
promulgarlo, ordenó que fuera el único corpus legal
que pudieran utilizar los jueces y tribunales, que además sólo podían aplicarlo
estrictamente, sin interpretarlo. Ervigio revisó este código de Recesvinto,
dividiéndolo en 12 libros intitulados, con 2 a 7 capítulos por libro y unas 31
leyes por capítulo. El nuevo Líber entró
en vigor el 21 de octubre de 681, coincidiendo con el primer aniversario de la
unción real del monarca. A éste Líber de
Ervigio se añadieron las posteriores leyes de Egica y de Witiza.
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Reinado de Eurico
Eurico (466-484) accedió al trono de Tolosa tras asesinar a
su hermano Teodorico II. Desde la perspectiva hispana, su reinado es relevante por haber
promovido un considerable ensanchamiento territorial en la Península ibérica y,
asimismo, el inicio de asentamientos visigodos en ella. El comienzo del reinado coincidió con
la operación naval contra los vándalos, proyectada por el nuevo emperador
Antemio (467-482). La reactivación imperial, en caso de victoria, hubiera
comprometido las posiciones recientemente adquiridas en la Narbonense y
Provenza, por lo que Eurico mantuvo una actitud de alerta y negociaciones con
suevos, con los propios vándalos e, incluso, con Constantinopla. Fracasada la
empresa africana, el rey tuvo las manos libres para desarrollar una gran
expansión de las tierras a él sujetas al norte y sur de los Pirineos. En Galia, el dominio visigodo
se extendió desde el Loira al Mediterráneo, con la excepción de Auvernia,
defendida tenazmente por la aristocracia galorromana. En la Península ibérica, los objetivos
se centraron en la Tarraconense y en la contención del reino suevo en el
noroeste peninsular, limitando su desbordamiento meridional.
Política Visigoda
La política visigoda respecto a los suevos se vio
alterada por el viraje de Remismundo, quien, del mismo modo que Agiulfo con
anterioridad, se alejó de sus protectores, a la par que inicio un acercamiento
a Ravena y a la propia aristocracia hispanorromana, desencantada ante la
inoperancia imperial y proclive a un modus
vivendi con los pobladores bárbaros. Signo claro de este
acercamiento fue la ocupación de Lisboa en 408, gracias al favor de las altas
clases de la ciudad, aunque el control, eso sí, fue efímero. Eurico reacciono
potenciando la adhesión de las zonas ya en poder de los visigodos y desatando
operaciones en la Lusitama, que redujeran o, al menos, contuvieran el
expansionismo suevo. Ejemplo
del primer tipo de política es la atención prioritaria dedicada a Mérida, cuyas
defensas se fortalecieron y a la que se pretendió visigotizar mediante
inmigraciones de cuño aristocrático. Las intervenciones
militares contra los suevos no fueron de gran escala, sino tan sólo limitadas a
confinar a dicho pueblo al oeste de una hipotética línea que discurría del
norte del Duero medio al sur del Tajo inferior. La efectividad de esta
estrategia de contención queda avalada por el mantenimiento de esta división
territorial hasta mediados del siglo VI.
Pintura
del rey visigodo Eurico
Ocupación de la Tarraconense
La provincia hispánica de la Tarraconense, a diferencia
de las otras diócesis, había mantenido una presencia imperial más o menos tenue.
La escena final de la crisis política romana, anunciada por la muerte de Ricimero
y la discutida proclamación de Olibrio, ambas en 472, dejó ya totalmente inerme
a aquella circunscripción y, por tanto, fácil presa de un poder que se había
dilatado al otro lado de los Pirineos hasta incluir toda la Provenza, En dicho
año y en el siguiente, 473, una doble columna visigoda penetro en la provincia
romana por el Pirineo centro oriental y por la costa, ocupando el interior del
valle del Ebro y también las ciudades litorales. Hubo cierta resistencia por
parte de sectores de la aristocracia hispanorromana, pero también apoyos, como
el del dux Vicente,
el único oficial militar que restaba en la Península.
Código de Eurico
La intención de ensanchar territorialmente el regnum tolosanum vino
acompañada de esbozos de una política de cohesión interior, que continuaría,
acentuándose, en el reinado siguiente y más allá de 507. La codificación
emprendida por el monarca, el denominado Código de Eurico, aunque ha sido
considerado tradicionalmente como una legislación que atendía tan sólo a los
visigodos, y no como un corpus territorial aplicable a ambas comunidades, pudo
tener un sentido bien distinto de reconocimiento legal de las rápidas
transformaciones de todo tipo que se habían operado desde 418 y habían
fomentado un aglutinamiento interétnico, abarcando así, por tanto, dicho código
al conjunto de godos y romanos.
https://historiaespana.es/edad-antigua/reinado-eurico
La economía visigoda
La principal fuente de riqueza de la economía visigoda fue la
agricultura como corresponde a una sociedad mayoritariamente atada a la tierra. En esta actividad, como en otras, son herederos y
continuadores de los últimos tiempos del Bajo Imperio romano, acrecentándose
incluso la decadencia. Las formas de explotación del suelo continúan centradas
en la villa, con división de la tierra en dos partes: la que el propietario
cultiva directamente mediante siervos, el dominicatum, y el resto, que distribuye en parcelas
entre los colonos. La tecnología agraria es también semejante, con uso del
arado común, empleo de animales para arar y trillar, poco abono y sólo
orgánico, y largos barbechos incluso de diez años.
La agricultura y la ganadería
Los regadíos romanos se mantuvieron, con canales y
acequias, por lo que hubo sectores con riego artificial, lo que llamamos
huerta. Hay leyes de Recesvinto penalizando el hurto de aguas, con multa y
posterior devolución del turno de riego, así como el desvío «porque quitaba
fuerza a los molinos». La producción tampoco varió sustancialmente, apenas introdujeron
alguna especie nueva. Se cultivaron fundamentalmente cereales, mucha vid
incluso en tierras altas, y olivo, sobre todo en la Bética. El cereal lo
requerían las costumbres alimentarias; el vino era el complemento nutricional
habitual, pero además era necesario en todas partes para celebrar la Misa, y en
cuanto al olivo, san Isidoro distingue tres clases de aceite: el común,
extraído de olivas negras, el verde, de olivas verdes, sin madurar y el
hispano, que era el mejor, proveniente de aceitunas blancas. La industria aceitera fue una
de las más importantes de la Hispania visigoda. Hubo cultivos
de frutas y legumbres en las huertas, incluso tutelados por las leyes, así como
también se protegieron algunos árboles (manzano, olivo) y se estimuló la roturación
de montes y prados, otorgando al roturador un tercio de la tierra puesta en
cultivo.
Tierras Trabajadas
Las pequeñas propiedades libres eran cultivadas por sus
dueños, los privati, pero con
el paso del tiempo, ya en el siglo VII, la producción se centró en la gran
propiedad, concebida como una unidad, la villa, en la que no sólo se obtenían
los productos agrícolas sino que también se centralizaba la actividad ganadera
y se realizaban los trabajos artesanales imprescindibles para cubrir las
necesidades generadas dentro de la propia explotación. Los latifundios
revistieron una capital importancia desde el punto de vista económico, social y
político, estaban en poder de magnates cuya base de riqueza y poder
constituían, y eran cultivados por siervos, semi-libres, libertos y
encomendados. Los señoríos eclesiásticos, también abundantes, eran cultivados
por siervos de la Iglesia, por libertos sub
obsequium o por colonos que pagaban al propietario el 10% del
producto que sacaban. El patrimonio de la Corona, formado por unas tres
mil villas o
grandes propiedades, eran cultivado por los numerosísimos siervos fiscales,
adscritos a la tierra.
Ganadería
La explotación ganadera, sobre todo lanar, como complementaria de
la agricultura se produjo en todas las villas. Sin embargo hubo regiones de economía netamente
ganadera (noroeste de Galicia) de rebaños trashumantes que constituían el
principal medio de vida de las comunidades monásticas de esta zona, según
cuenta la Vida de san Fructuoso. En alguna pizarra consta el pago de peajes por
trashumar y la nomenclatura de las reses: anniculi (un año), sesquanas (año y
medio) y trimos (tres años). También se criaron cerdos: Valerio de Bierzo, en
las últimas décadas del siglo VII, escribió que abundaban los porquerizos entre
los rústicos de
las familias serviles pertenecientes a los grandes propietarios de es la zona
leonesa. Tuvo importancia la cría caballar, sobre todo en la Bética.
Moneda
visigoda, Suinthila
La industria y el comercio
La minería
decayó mucho respecto a la época del Bajo Imperio por agotamiento de las minas,
pero aún subsistió en cierta medida la industria extractiva de la plata, plomo,
cobre y estaño, así como el oro de arenas auríferas. En cuanto a la industria,
entre las escasas innovaciones de los visigodos está la metalurgia con bellas
realizaciones en el cabujado de piedras semipreciosas en labores de oro y
plata. Hubo industria textil y curtidos con elaboración de la piel y del cuero.
La construcción
La
construcción fue una industria floreciente sobre todo en el siglo VII, pese a
que no son muchos los monumentos conservados, —se conservan piezas artísticas
procedentes de construcciones desaparecidas—. La explicación que se ha dado de
este fenómeno es que los que se mantienen están en lugares alejados de las vías
de penetración de los musulmanes, en tanto que los edificios de las ciudades y
zonas más pobladas, especialmente los religiosos, fueron destruidos o
transformados por los conquistadores. Con esta industria se relacionan otras
como la talla de la piedra para jambas y capiteles y la cerámica, cuyo foco
principal se localiza en el valle del Guadalquivir.
Comercio Interior
El comercio
interior fue muy escaso y el exterior se debilitó enormemente, aunque no llegó
a desaparecer del todo (se exporta aceite…). El enrarecimiento del comercio
interior viene dado porque hay poco para vender y falta demanda, como resultado
de una economía cerrada y autosuficiente. No obstante hubo mercados, las
fuentes de signan con el nombre de conventus
mercantium las reuniones de mercaderes para celebrar feria que solían
tenerse en la plaza mayor de muchas ciudades.
Comercio Exterior
El poco comercio exterior estuvo en manos de extranjeros
de ultramar, aunque también hubo hispanos que lo practicaron. Los mercaderes
dedicados este comercio se regían por un Derecho especial, el «Rodio» y tenían
jueces especiales, los telonarii,
así como lonjas de contratación propias, denominadas cataplus, en los
puertos marítimos y en los fluviales más activos.
La moneda
La circulación de monedas fue escasa puesto que las
clases altas laicas y eclesiásticas invertían sus ganancias en tesoros de oro y
plata, sin el menor espíritu inversionista, de modo que en el ámbito rural
muchas veces los impuestos se pagaron en especie. Pero esto no significa que la
economía hispano-visigoda no fuese monetaria, puesto que todo se valora en
dinero (multas, pagos…). El
sistema monetario de los visigodos, prácticamente monometalista, se basó en el
sueldo de oro de Constantino (1/72 de libra romana) y en la moneda bizantina,
que primero usaron y luego imitaron. Pero no será hasta el
reinado de Leovigildo cuando las acuñaciones se hagan a nombre del rey, y no
del emperador de Oriente, respondiendo a la propaganda política que el concepto
de Estado visigodo requería. Así
pues la moneda propia, acuñada en Hispania e independiente ya del Imperio
aparece con Leovigildo (573-586), quien pone su nombre en lugar del emperador
bizantino, aunque conserva por un tiempo en el anverso el tema
imperial de una Victoria andando, a la derecha del busto de rey y rodeando toda
la leyenda Liuvigildi regis conob precedida
de una pequeña cruz. En el reverso irá cuajando con el tiempo la cruz, rodeada
de la leyenda con el nombre de la ceca. De todos modos los tipos difieren en
cuanto a figuras, leyendas, diámetro y peso. Nunca se acuñó el sueldo, que pasó
a ser una moneda de cuenta como lo era la libra; se acuñaron tremises o
trientes de oro (un tercio del sueldo), que se convirtieron en la moneda
nacional visigoda. Tampoco se acuñó la moneda fraccionaria, los siliquae, sirviendo
como tal las piezas romanas de plata y bronce existentes, que siguieron
circulando.
Moneda
visigoda, Gundemaro
La
equivalencia era la siguiente:
1 libra = 72
sueldos = 216 tremises = 1.728 siliqua
1 sueldo = 3
tremises = 24 siliqua
1 tremís = 8
siliqua
La acuñación monetaria estaba reservada al rey, como
«regalía» o derecho exclusivo, aunque hay noticias de acuñaciones de
particulares, tal vez reyes secesionistas cuyas aspiraciones no llegaron a
cuajar. Hubo muchas cecas, cerca de 80, localizadas junto a las explotaciones
auríferas; hubo también cecas móviles, por la necesidad repentina de acuñar «in
situ». Los trientes de los reyes desde Leovigildo hasta Wamba poseían buena ley
y correcto peso; a partir de Egica (687-702) fueron degenerando, de manera que
a principios del siglo VIII eran prácticamente de plata. En cuanto al peso
oficial, el del tremís de Leovigildo era de 1,45 grs. y el de Witiza 1,25.
Siempre estuvo prohibido recortar o falsear las monedas.
https://historiaespana.es/edad-antigua/la-economia-visigoda
Fin del Reino Visigodo
El
inesperado derrumbamiento del reino visigodo fue una catástrofe histórica tan
absoluta y de tal calibre que no es extraño que generaciones sucesivas de
historiadores se hallan planteado interrogantes y propuesto explicaciones para
ello. En este post responderemos a la pregunta de ¿Por qué un Estado que había
conseguido extender su poder sobre todo el territorio de la Península y Galia
narbonense, que había logrado su unidad étnica, religiosa y jurídica, se hundió
tan de repente? Actualmente predomina la idea de que el rápido hundimiento
visigodo ante la invasión islámica se debe a causas internas, a la profunda
crisis en todos los órdenes en que se encontraba el reino a principios del
siglo VIII.
Afán de Obtener el Trono
En los cuarenta años que median entre la muerte de
Recesvinto y la de Rodrigo, en cinco reinados, encontramos media docena de
conjuras contra el soberano reinante que tuvieron amplia repercusión (duque
Paulo) e incluso éxito (deposición de Wamba por Ervigio).
Por otra parte el
prefeudalismo que se comprueba en este periodo significó un incremento de las
clientelas nobiliarias, que fortaleció a los clanes familiares poderosos,
enfrentados entre sí por el afán de alcanzar el trono. Los reyes alternaron
conductas de represión (Wamba, Egica) con otras de amnistía y tolerancia
(Ervigio,Witiza) hacia la nobleza, lo que imprimió una política desigual e
insegura a la monarquía de la última época.
Problemas Económicos
En el campo socioeconómico se dejan ver síntomas de decadencia, unas veces producidos por causas naturales (pestes,
malas cosechas) que no cabe duda tuvieron repercusión en la demografía. Por
otra parte las hambrunas que padecieron grandes contingentes humanos llevaron a
los reyes (Ervigio) a condonar los impuestos atrasados impagados.
Inseguridad
También este descontento
social determinó un incremento de fugas de esclavos, a juzgar
por el endurecimiento de las leyes al respecto a comienzos del siglo VIII.
Estos siervos se dedicaron al bandidaje en los caminos sembrando la
inseguridad, según testimonios coetáneos, mientras por otra parte hurtaban
brazos al trabajo de la tierra. Se endureció enormemente, como hemos visto, la
legislación contra los judíos. También tenemos noticias de un aumento de
suicidios (otra forma de huir de una existencia insoportable), según se
lamentan los obispos reunidos en concilio.
Aumento de Tributos
La moneda se
degrada en esta última época; a la buena ley y peso de los trientes de
Recesvinto, incluso de Wamba, se llega en el reinado de Witiza a acuñar monedas
ligeras y que apenas tienen oro. Como consecuencia los precios suben, los
tributos se pagan muchas veces en especie y Ervigio reforma leyes anteriores
introduciendo nuevas multas pecuniarias, tal vez para incrementar los ingresos
en metálico de la hacienda.
Crisis en el Clero
En el seno
del clero hubo igualmente una crisis moral y de costumbres, en la que destaca
el envilecimiento del episcopado, que obligó a los últimos concilios a dictar
una copiosa legislación disciplinar destinada a corregir abusos del alto clero,
que formaba parte de la minoría dirigente poderosa, y también del clero llano
inmerso en hábitos y actitudes indignas.
Conclusión
A principios del siglo VIII el reino visigodo estaba
inmerso en una profunda crisis que le restó capacidad de resistencia, sobre
todo si tenemos en cuenta el desinterés por el servicio de las armas que había
movido a Wamba a dictar su famosa ley militar, derogada en gran medida por
Ervigio, y la división del ejército entre los clanes enfrentados de witizanos y
rodriguistas.
https://historiaespana.es/edad-antigua/fin-reino-visigodo
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