martes, 6 de octubre de 2020

 

ROMANICO ESPAÑOL

Estas biografías se han organizado por reinos y/o áreas geográfico-políticas.

Biografía del Apóstol Santiago el Mayor

La tradición biográfica cuenta que Santiago el Mayor nació en Betsaida (Jerusalén) y que murió en el año 44 d.C. Según los Evangelios fue uno de los apóstoles de Jesús así como hijo del Zebedeo y de María Salomé, además de hermano de San Juan Evangelista.

Dentro de la multitud de discípulos que obtuvo Cristo en vida, existieron círculos cada vez más cercanos. Según el Nuevo Testamento, llegó a tener a 72 discípulos de confianza a los que mandó a predicar y sanar en su nombre.

También, como de todos es conocido, eligió a los doce fundamentos iniciales de la Iglesia que son los apóstoles. A su vez, dentro de estos doce seleccionó a tres de ellos como los más íntimos: Pedro y los hermanos Juan (San Juan Evangelista) y San Jacobo (conocido como Santiago el Mayor).

El Apóstol Santiago el Mayor es citado en varios pasajes de los Evangelios e, incluso en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por San Lucas, también evangelista.

Es notorio que Santiago el Mayor, junto a Pedro y Juan, van a ser coprotagonistas de tres de los momentos álgidos y de mayor transcendencia teológica del relato evangélico: la resurrección de la hija de Jairo, su Transfiguración en el Monte Tabor y la Oración en el Huerto.

En efecto, Jesucristo elige la presencia de estos tres apóstoles para realizar el primer milagro de la resurrección de una persona fallecida. Se trata de la hija de Jairo, el jefe de una sinagoga. Más tarde completaría su trilogía de resurrecciones con el hijo de la viuda de Naim y con su amigo Lázaro en Betania.

También Cristo elige a Pedro, Santiago y Juan para mostrarles sin duda su divinidad cuando les invita a acompañarle a la cumbre del Monte Tabor y se transfigura mostrándoles la intensa luz de su cuerpo glorioso en presencia de Moisés y Elías.

El revés de la moneda llegará cuando la noche de su prendimiento, Cristo invita de nuevo a Pedro, Juan y Santiago a mantenerse en vela y orar acompañándole en la angustia de Getsemaní, donde suda sangre, para algunos teólogos por diversas causas, entre ellas la asunción de los pecados de la humanidad entera y la pérdida de algunos de sus hijos a pesar de la pasión que va a recibir. Como hecho complementario, ninguno de los tres es capaz de cumplir con el mandato de su maestro y se quedan dormidos.

Como consecuencia de todo ello, Santiago el Mayor no es un discípulo más, sino uno de los más cercanos amigos de Cristo que tuvo el privilegio de compartir con Él toda su vida pública y los momentos más relevantes de su misión en el mundo.

También es importante por ser el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio, al ser decapitado por Herodes Agripa poco antes de la celebración de la Pascua.

Santiago el Mayor y España

Santiago el Mayor es el patrón de España. Ello se debe a la intensa labor de predicación realizada en Hispania. Tras salir de Jerusalén llega a Cádiz y, al poco, se traslada a Zaragoza y a Granada donde sus predicaciones no fueron bien recibidas. Según cuenta la leyenda, inspirado por la Virgen María, huyó a Galicia.


Estando en Zaragoza se le apareció María mientras oraba una noche junto al Río Ebro en compañía de sus discípulos y le encomendó levantar un templo cristiano en el lugar señalado por el haz de luz de la aparición. Como testigo de su visita, María dejó una piedra de jaspe señalando ese mismo lugar. Fue aquí donde Santiago y los suyos edificaron la primera capilla de adobe, junto al Río Ebro donde se construiría la Basílica del Pilar, uno de los lugares de peregrinación más populares de la comunidad católica hasta hoy.

Poco después partió a Jerusalén inspirado por María con la que se encontraría en Éfeso. Pese a las dificultades, se cree que dejó algunos discípulos, siete de los cuales, tras su partida a Jerusalén, acudirían a Roma para ser nombrados obispos. Fueron denominados los Siete varones apostólicos.

La tradición de los Siete Varores relata que los designados como obispos fueron los mismos que se hallaban con Santiago orando junto al Río Ebro cuando se apareció la Virgen en carne mortal, poco antes de la Asunción. Fue precisamente en esta ciudad donde ella le anunció la que sería su muerte precoz, por ello, se despidió de ella y de su hermano Juan y marchó a Jerusalén donde fue hecho prisionero y ajusticiado en el Monte Calvario. De camino a este lugar, según la leyenda, tuvo tiempo de convertir a algunas personas y de sanar a un ciego y un afectado de parálisis.

Santiago fue ejecutado durante la persecución religiosa iniciada por Herodes Agripa y su martirio fue el único recogido en los Hechos de los Apóstoles. Según una tradición sus discípulos recogieron el cuerpo y lo trasladaron en una embarcación de piedra por todo el Mediterráneo, costeando después el Atlántico hasta llegar a las costas gallegas, donde fue enterrado en un lugar muy próximo a la población romana de Iria Flavia, donde el obispo Teodomiro lo encontraría en el siglo IX.



Aunque se desconoce la existencia concreta de comunidades cristianas en la Galicia del siglo I, se ha documentado la existencia de algunas en la Bética y la Tarraconense en el siglo II de Nuestra Era. No obstante, no se puede descartar su extensión a Galicia un siglo más tarde ya que, entre otras cuestiones, es sintomático que Hispania acogiera el segundo concilio cristiano en Elvira, en el año 303, después del celebrado en Jerusalén, una vez finalizada la persecución iniciada por Diocleciano.

La tradición jacobea en España

Independientemente de que nunca se sabrá con total seguridad si Santiago el Mayor se encuentra o no enterrado en la catedral compostelana, lo que debemos afirmar es que sin una intensa tradición jacobea anterior hubiera sido impensable que se hubiera aceptado y atribuido el descubrimiento del siglo IX a este discípulo de Cristo.

La primera objeción que aducen algunos historiadores para negar su autenticidad es la enorme distancia entre Palestina, tierra natal de Santiago el Mayor y Galicia.

Pero para entender el posible largo viaje emprendido por sus discípulos desde Palestina a las costas gallegas para dar sepultura al cuerpo de su maestro, tenemos las afirmaciones de San Jerónimo que ratifica que fue establecido, al disponerse la salida de los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir:

"Cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio".

Posteriormente, en el texto "Breviario de los Apóstoles", de finales del siglo VI, se habla de la predicación de Santiago en España y de su enterramiento en el Arca Marmárica.

La tradición oral se encargó de difundir el portento y en la segunda mitad del siglo VII, Beda el Venerable (monje inglés) describe con precisión la localización exacta del cuerpo del Apóstol en Galicia.

Aunque la invasión árabe y los tumultuosos cambios políticos, sociales y religiosos que acarrearon en las primeras décadas del siglo VIII, silencian durante un tiempo la incipiente tradición jacobea en España, pronto resurge, a finales de este mismo siglo de la pluma del célebre Beato de Liébana que escribe:

Oh Apóstol, dignísimo y santísimo
cabeza refulgente y dorada de España
defensor poderoso y Patrono nuestro!

Con lo que al apóstol Santiago el Mayor es ya considerado como patrono de la España cristiana, reducida en ese momento al recién constituido Reino de Asturias.

En este contexto se van a producir los acontecimientos del descubrimiento. Aunque tradicionalmente se suele citar el año 813, hoy se cree que los hechos acaecerían cerca del 830.

Un ermitaño llamado "Pelayo" que vivía en Solovio, en el bosque de Libredón, observó resplandores misteriosos. Inmediatamente informó del hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia que marchó a aquel lugar encontrándose que esa luz revelaba el lugar donde estaba enterrada el Arca Marmárica.

En el sepulcro pétreo hallado reposaban tres cuerpos de varones (2 de ellos decapitados), atribuyéndolos a Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Anastasio.

Muy poco después, en el año 834 el rey Alfonso II otorgaba el primer diploma real a la iglesia de Santiago, que había sido fundada recientemente.

El descubrimiento del sepulcro potenció el culto a Santiago y convirtió la sede apostólica compostelana en centro de atención. Esto se debió, en buena medida, a un desplazamiento de la atención que rodeaba la figura del santo hacia el occidente europeo desde Jerusalén.



Con estos cimientos, el culto a Santiago siguió sustentándose y aumentando su popularidad por las siguientes causas: la consideración de Hispania como lugar de predicación de un apóstol especialmente querido por Jesús, el desarrollo en la Cristiandad del culto a los apóstoles, el interés europeo occidental en la actividad predicadora de este apóstol debido a una cuestión de proximidad geográfica y la ausencia de culto funerario -sepulcral- de Santiago el Mayor en Palestina.


(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
José Joaquín Pi Yagüe)

https://www.arteguias.com/biografia/apostolsantiago.htm

Biografía de San Isidoro de Sevilla

Los orígenes familiares de Isidoro

Isidoro nace en torno al año 550, siendo su padre Severiano, un funcionario de origen romano radicado en Cartagena que, ante la ocupación bizantina de 554, huiría con su familia para instalarse en la ciudad de Sevilla. No mucho después, en torno al 562, murieron los padres de Isidoro, por lo que su hermano mayor, Leandro, se encargará del cuidado y formación de sus hermanos, decidiendo fundar dos monasterios, uno para hombres, -a cuyo frente se pondría él mismo como abad- , y otro para mujeres, en el que ingresaría su hermana Florentina, fundando además  una escuela monacal donde se enseñaría el trivium y el cuadrivium, y donde el joven Isidoro se formaría.


En torno a los años setenta, Leandro sería aclamado como obispo de Sevilla, precisamente en el momento en que Hermenegildo, hijo de Leovigildo, es enviado a esta ciudad, donde habría de convertirse al catolicismo por mediación de su esposa Ingunda, católica y franca, y del obispo hispalense, que a raíz de éste acontecimiento se vería obligado a abandonar su sede metropolitana en dos ocasiones, exilio que permitirá a Isidoro desarrollar su vocación divulgativa y doctrinal.

Sin embargo, Leovigildo es consciente de que para conseguir la unidad y la fortaleza del reino, era necesario homogeneizar ideológicamente a sus súbditos romanos y germanos, homogeneización que no podría producirse desde el arrianismo, sino a través del mayoritario catolicismo, especialmente arraigado en las más pobladas y ricas regiones meridionales, y entre la culta y todavía poderosa aristocracia territorial y de servicio de origen hispano-romano. Así, el monarca godo, decidido a fortalecer al reino, acabará por designar a Leandro como consejero de su hijo Recaredo, el cual procederá a proclamar la unidad religiosa al convocar en 598 el III Concilio de Toledo, al que asistiría el joven sacerdote Isidoro acompañando a su hermano.


La designación de Leandro como consejero del rey será fundamental para Isidoro, dado que su hermano se veía obligado a pasar la mayor parte del tiempo en la corte de Toledo, lejos por tanto de Sevilla, lo que permitiría a Isidoro darse a conocer, tanto en la propia Sevilla, donde había permanecido eclipsado por su hermano hasta ese momento, como en una corte en la que su hermano gozaba de una alta posición y gran influencia.

No obstante, Isidoro se preocupará especialmente de desarrollar una intensa y destacada actividad intelectual: Como abad del monasterio fundado por su hermano, manifestará una profunda preocupación por la formación y la cultura. Así, escribirá De officiis eclesiasticis, con el objeto de mejorar la formación de los clérigos, ocupándose también de redactar algunos libros de texto para los alumnos, organizar adecuadamente la educación y los planes de estudio de la escuela monacal y, en fin, de recopilar y copiar textos y códices de autores clásicos y cristianos. Redactaría, además, una Regla inspirada en autores como San Benito, San Agustín, San Jerónimo o San Cesáreo de Arlés, regla que dedicaría al conocido como monasterio Honorianense.

Isidoro, obispo de Sevilla

Al morir su hermano Leandro en 599, Isidoro le sucederá tanto en la silla episcopal hispalense, como en su función de consejero del rey Recaredo, si bien el violento acceso al poder del tirano Witerico, parecen llevar a Isidoro a un prudente segundo plano, replegándose a su sede y desarrollando una actividad política mucho más limitada, lo cual resulta lógico si tenemos en cuenta la estrecha relación existente entre el padre del depuesto Liuva II y el obispo sevillano.


Será con la llegada al trono de Sisebuto, el «carísimo hijo» del que había sido preceptor, cuando San Isidoro emprenda una febril actividad intelectual que se proyectará en obras como el Chronicon (escrito en 615), Las Historias de los godos, vándalos y suevos, escritas durante los reinados de Sisebuto y Suintila, las Sententias y, por supuesto, las Etimologías, compuestas al final de su vida, obras todas éstas cuya finalidad sería fundamentalmente educativa y divulgativa.  Precisamente, esta última obra, las Etimologías o Los Orígenes, habría de tener una gran influencia en los intelectuales de la Edad Media.

El prestigio intelectual y religioso que había ido adquiriendo el obispo hispalense en la Hispania visigoda, le sirvió para equilibrar las acciones políticas de los monarcas, incluyendo la de reyes tan vinculados a su persona, como el rey Sisebuto, del que rechazó sus métodos de conversión forzosa al cristianismo de la población judía del Reino de Toledo.


Si bien presidió el IV Concilio de Toledo en el que, entre otras resoluciones, se recogen cánones referentes a los judíos y judeo-conversos, el prestigio intelectual y religioso que había ido adquiriendo el obispo hispalense en la Hispania visigoda, le sirvió para moderar las acciones de un monarca como Sisebuto, al cual, a pesar de los especiales lazos de afecto que le ligaban al mismo, censuró sus métodos de conversión forzosa al cristianismo de la población judía del Reino de Toledo, dado que "obligó por la fuerza a los que debió atraer por la razón de la fe".

En este IV Concilio, que constituyó una de las últimas actuaciones de carácter religioso, político o intelectual de relieve que protagonizó el santo obispo, también se dispuso el carácter electivo de la monarquía visigoda, estableciéndose, a la par, duras condenas para aquellos que intentaran usurpar o se levantaran contra el monarca elegido, en un intento de conciliar las ambiciones de la nobleza, con la necesidad de un poder estable y sólido.

Al poco de volver de Toledo, San Isidoro de Sevilla moría en su sede hispalense - el 4 de abril de 633 - no sin antes dejar escritas las Sinonimias, en lo que constituye un ejemplo de su vocación intelectual y pedagógica.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana)

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Biografía de Santo Domingo de Guzmán

Introducción a la biografía y personalidad de Santo Domingo de Guzmán

Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega (una villa española del sureste de la provincia de Burgos) en el año 1170. Su familia pertenecía a la nobleza castellana y sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, descendían de los condes de Castilla.

Su infancia y adolescencia estuvo influida por la exquisita educación que recibió de su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza.

A continuación se instaló en Palencia para formarse en su escuela catedralicia donde estudió artes liberales más cuatro años de teología.


Se cuenta que durante una hambruna que asoló los reinos hispanos, mientras estudiaba, se apiadó de los indigentes y vendió sus libros de estudio y sus pertenencias para poder alimentar a los pobres.

A los veinticinco años, en 1195, Santo Domingo recibió órdenes sagradas y pronto fue nombrado canónigo de la Catedral de Osma por su obispo Martín de Bazán al que ya le habían llegado buenas referencias de las valías del joven. Enseguida fue nombrado sacristán del cabildo catedralicio. Del año 1195 al 1203 parece que Santo Domingo fue a predicar a los moros de España.

Viajó junto a su obispo de Osma, durante el año 1203, a las Marcas (se ha supuesto que sería Dinamarca), para concertar el matrimonio del rey de Castilla con una princesa escandinava.


Domingo de Guzmán, a su paso por Francia, conoció de primera mano el conflicto político y religioso surgido de la herejía albigense (los cátaros).

La herejía albigense aceptaba dos principios divinos, uno para el bien y otro para el mal, al estilo del antiguo maniqueísmo que en numerosas ocasiones anteriores había intentado corromper desde Oriente al catolicismo. El cuerpo y la materia eran creación del principio malo. Se llagaba a tal punto de fanatismo que se prohibió la procreación de hijos y muchos e sus seguidores terminaban muertos por sus penitencias desaforadas o por ser "liberados" del cuerpo por compañeros que los asesinaban.

En 1206 Domingo obtuvo el permiso de su obispo para permanecer el sur de Francia (Langüedoc) predicando a los albigenses y procurar su conversión. A pesar de ser elegido canónicamente para ello renunció a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para dedicarse a los pobres y a la predicación.

Estos fueron los grandes años de Santo Domingo. Viajaba solo por una región casi en guerra, predicando en las encrucijadas de los caminos, en las iglesias, en los castillos.


Santo Domingo de Guzmán debió de comprender que uno de los factores que propagaba las herejías no era otro que la casi nula formación religiosa de los habitantes de Europa (de este aspecto ya se percataron siglos antes los cluniacenses) y que el trabajo de la Iglesia debía volcarse hacia una acción más decidida y directa hacia las gentes llanas de la que habían llevado hasta ahora los monjes tradicionales y el clero secular. En este contexto también nació la Orden Mendicante de los Franciscanos fundada por San Francisco de Asís. Dominicos y franciscanos compartían aspectos y diferían en otros, pero tenían como elemento común indiscutible la misión de ejercer una beneficiosa acción directa encauzada sobre la sociedad, ayudando en las necesidades a los más pobres y desheredados, al mismo tiempo que aumentando su formación espiritual.


Santo Domingo acompañó al obispo Fulco a Roma para asistir al IV Concilio de Letrán para obtener del Papa Inocencio III la autorización de fundar una nueva orden; pero el pontífice se resistió a una medida tan radical puesto que eran tiempos de multiplicación de reglas religiosas y aconsejó a Domingo que tratara de conseguir lo que se proponía con la regla de San Benito, o la de San Agustín, o con la reforma benedictina del Císter.

Poco después el Papa Inocencio III fallecía y le sucederá Honorio III. En 1216, Santo Domingo obtuvo de dicho Papa el permiso que había solicitado para fundar la Orden de los Predicadores (conocida como Orden de los Dominicos). La gran novedad del proyecto de Santo Domingo y aprobado por Roma era que una organización pudiera dedicarse a predicar sin limitaciones territoriales, de manera universal, puesto que pasó a depender exclusivamente de la Santa Sede.

Santo Domingo de Guzmán era consciente de que para lograr éxitos en la predicación del Evangelio era necesario tener una conducta recta y no amar las riquezas. También era imprescindible la labor de estudio de las Escrituras: un buen predicador debía tener unos elevados conocimientos de teología. Llegó a mandar a sus frailes a las universidades más prestigiosas de la época.


En 1217 tomó una muy arriesgada decisión que fue discutida incluso por sus propios frailes: la dispersión de los miembros. Pero a la postre fue una sabia y exitosa medida pues los frailes enviados a diferentes lugares de Europa terminarían fundando conventos, ampliando la presencia predicadora en numerosos territorios.

Vivió sólo cinco años más; fue una etapa de gran actividad y de viajes por Francia, Italia y España. En este tiempo trabó una gran amistad con el cardenal Hugolino, quien al ser elegido papa (Gregorio IX), apoyó el desarrollo de la Orden de Predicadores.

Entre 1220 y 1221 dirigió dos capítulos generales. A su muerte en Bolonia, en 1221, existían varias decenas de conventos, repartidos en diez provincias, y poco después sus frailes se habían multiplicado prodigiosamente. Fue canonizado pocos años después (1234) por el Papa Gergorio IX.

Santo Domingo de Guzmán pasó la historia como el "Maestro de la predicación".

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Biografía, obra y pensamiento de Santo Tomás de Aquino

Trayectoria vital de Santo Tomás de Aquino

Vida y biografía

La vida de santo Tomás de Aquino, uno de los pensadores más importantes de la Edad Media, estuvo dedicada íntegramente al estudio, a la redacción de numerosos escritos y a la docencia, lo cual queda reflejado en la iconografía del santo, que le representa casi siempre sosteniendo un libro abierto, como puede verse en las pinturas de fray Angélico, Simone Martini o Francesco Traini, entre otros.


Las fuentes históricas disponibles para conocer la vida de aquel fraile dominico y profesor universitario son, fundamentalmente, tres biografías de principios del siglo XIV, escritas por Guillermo de Tocco, Bernardo Guido y Pedro Calo, y la documentación relativa a su proceso de canonización (celebrado en Nápoles y Fossanova, entre 1319 y 1321).

A través de esas fuentes, sabemos que santo Tomás nació hacia 1225 en el castillo de Roccasecca, situado cerca de Aquino, en el reino de Nápoles. Landolfo, su padre, pertenecía a una noble familia de origen lombardo, y era el señor de Roccasecca, lugar que, por su ubicación, sufrió los conflictos existentes entre el Papado y el emperador Federico II. Casado con Teodora Teate, hija de los condes de Chieti, tuvieron al menos nueve hijos. El menor de los varones fue santo Tomás. Cuando tenía cinco años, Tomás ingresó como oblato en el monasterio benedictino de Montecassino para hacer sus primeros estudios.


En 1239, tras la ocupación del monasterio por las tropas del emperador, santo Tomás, que ya contaba con catorce o quince años, fue enviado al monasterio benedictino de San Demetrio en Nápoles. En esta ciudad, además de proseguir sus estudios, conoció a algunos frailes dominicos, entre ellos, Juan de San Giuliano, con quienes trabó una gran amistad, lo cual fue un hecho decisivo en la vocación dominica del santo. Así, a principios de 1244, poco después de la muerte de su padre, Tomás ingresó en la Orden de santo Domingo. En ella, el estudio jugaba un papel fundamental pues establecía que el fin último de los frailes era conseguir la salvación de las almas a través de la predicación y, para ello, el estudio se convertía en una obligación, en un elemento integrante de la vida religiosa.

Parece que su entrada en la orden dominica no gustó a su familia, que siempre había pensado que Tomás llegaría a ser abad de Montecassino. Además, la Orden de predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmán (1170-1221) hacía apenas 24 años, contaba aún con poco prestigio e influencia. En este contexto, se explica el episodio de su secuestro y tentación, representado en pinturas como Tentaciones de Tomás de Aquino (1631) de Diego Velázquez. Tomás fue recluido por sus hermanos y su madre en el castillo familiar de Montesangiovanni. No obstante, durante el casi año y medio en el que estuvo custodiado, la vocación dominica del Aquinate, nombre por el que también se conoce a santo Tomás, no hizo sino reafirmarse.

Una vez libre, en 1246, Tomás acompañó al maestro general de la Orden, Juan el Teutónico, al capítulo general de la misma que se iba a celebrar en París. En esta ciudad, en la que permaneció desde 1246 a principios de 1248, además de terminar el noviciado que había empezado en Nápoles, continuó sus estudios en la facultad de Artes de la Universidad de París y empezó los de Teología en el convento de Saint-Jacques. Estudió bajo el magisterio de san Alberto Magno, a quien acompañó a Colonia en junio de 1248.


En Colonia asistió a los cursos de Alberto Magno sobre Los nombres divinos de Dionisio Areopagita, y sobre la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Además, se inició como profesor pues fue bachiller o cursor bíblico. Es probable que asistiera a la ceremonia de inicio de los trabajos de construcción de la catedral gótica que tuvo lugar el 14 de agosto de 1248. Aquel fue el lugar destinado a albergar las reliquias de los Reyes Magos y, quizás por haber vivido aquellos momentos, Tomás dedicó a éstos varios artículos de su Suma Teológica.


En el año 1252 el maestro general de la orden, Juan el Teutónico, escribió a san Alberto para que le recomendara a uno de sus discípulos para ocupar la vacante de bachiller en la cátedra de Teología de extranjeros de la Universidad de París, la cual regentaban los dominicos. Tomás fue nombrado profesor bachiller sentenciario y permanecerá allí cuatro años.

Cuando llegó a la Universidad de París se encontró con un ambiente de agitación y tensión entre profesores seculares y regulares en el que los primeros exigían que los frailes abandonasen las cátedras que tenían. El clima de enfrentamiento llegó a ser tal que el rey Luis IX tuvo que proteger el convento dominico de posibles ataques con una guardia de arqueros. El principal opositor a los mendicantes era Guillermo de Saint-Amour, quien fue respondido por el franciscano San Buenaventura en La perfección evangélica, y por santo Tomás, quien, ya promovido a maestro de Teología, en abril de 1256, escribe el opúsculo Contra los que impugnan el culto divino y la religión. En ella defendía el derecho de los religiosos a enseñar, a pertenecer al claustro de maestros de la Universidad, a predicar, a oír confesiones y a vivir de limosnas. El conflicto finalizó en octubre de 1256 con una bula de Alejandro IV que condenaba la obra de Saint-Amour (Sobre los peligros de los novísimos tiempos), y con su destierro de París. Así, en 1257, santo Tomás y san Buenaventura pudieron incorporarse al claustro de la Universidad, aunque ya ambos enseñaban desde hacía tiempo en su cátedra.


Durante estos años tan conflictivos preparó la obra Escrito sobre los cuatro libros de las Sentencias del maestro Pedro Lombardo, el mejor compendio de toda la síntesis filosófica tomista. También escribió importantes opúsculos: Sobre el ente y la esencia, que contiene lo esencial de la metafísica tomista (1250-1256), Sobre los principios de la Naturaleza (1255) y Sobre la naturaleza de la materia y las dimensiones indeterminadas (1252-1256). Escribe también ahora Cuestiones disputadas sobre la verdad (1256-59), donde se encuentran sus principales tesis sobre la teoría del conocimiento y sobre la autoconciencia existencial del propio ser. Además, comenzó la redacción de la Suma contra los gentiles, a petición del dominico catalán Raimundo de Peñafort, para que sirviese de manual de apologética a los frailes que estaban en mayor contacto con los musulmanes.

En 1259 regresa a Nápoles acompañado de su amigo y secretario, Reginaldo de Piperno, quien le acompañará hasta su muerte. En Italia estuvo diez años como predicador general y profesor. En el convento de Santo Domingo de Nápoles, Tomás pudo terminar, en 1264, la Suma contra los gentiles, cuya redacción ya había comenzado en París.


En 1261 se celebró en Orvieto el capítulo provincial de la Orden de la provincia romana. Era el primero al que santo Tomás asistía como predicador general. En él fue nombrado lector del convento dominico de Orvieto, ciudad en la cual entablará una gran amistad con el papa Urbano IV, quien le hizo varios encargos:

  • La preparación de una Glosa continua de los cuatro evangelios, llamada Catena aurea.
  • La redacción de un opúsculo titulado Contra los errores de los griegos en el que examina las cuatros grandes cuestiones que habían provocado el cisma entre las iglesias de Oriente y Occidente: la procesión del Espíritu Santo, el primado del Papa, la utilización del pan ázimo y la existencia del purgatorio.
  • Y la preparación de la liturgia del Corpus Christi mediante la elaboración de varios himnos eucarísticos.

Los cuatro años que pasó en Orvieto fueron muy fecundos en producción escrita. Además de las obras ya citadas, escribió varios opúsculos y comentarios, como la Exposición al libro sobre los nombres divinos del seudo Dionisio, en el que incorporó muchos elementos neoplatónicos a su síntesis filosófica teológica aristotélica.

En 1265, tras cuatro años de magisterio en Orvieto, recibió el encargo de abrir un estudio provincial en Roma. El lugar elegido fue el convento de Santa Sabina, donde había vivido santo Domingo. Como maestro regente en Teología, una de las novedades que introdujo en el colegio de Roma fue la celebración de disputas. Se conservan muchas de ellas como Cuestiones disputadas sobre el mal (1266-67), una respuesta al maniqueísmo cátaro.

Por otro lado, las deficiencias que encontró en las Sentencias de Pedro Lombardo, obra clásica para la enseñanza de teología, le llevaron a pensar en la preparación de una nueva obra que fuera más sistemática. Así, comenzó en estos años de 1265 a 1267 la Suma teológica, su magna obra. Trabajó en ella hasta el final de su vida pero no llegó a terminarla. La obra tiene tres grandes partes, dedicadas, respectivamente, a Dios en sí mismo; Dios como creador de todas las cosas espirituales y materiales, y Dios como fin de todo lo causado.

En 1267, el capítulo general de la Orden reunido en Bolonia, decidió que hubiera un prior y un lector de prestigio en el convento de Viterbo, por ser la residencia de la corte pontificia, y santo Tomás fue designado para tal cargo. En Viterbo pudo terminar la primera parte de la Suma y empezar la segunda. Trató, además, con el dominico flamenco Guillermo de Moerbeke, quien le facilitó traducciones latinas de las obras de Aristóteles. Es éste un período decisivo en el que ya predomina en su pensamiento el aristotelismo y comienza a comentar sus obras, empezando por la Ética a Nicómaco.

En estos años, la Universidad de París, se había vuelto a convertir en un foco de conflictos en el que santo Tomás encontró, a su regreso en 1269, tres frentes abiertos. Por un lado, se reanudan los enfrentamientos entre el clero secular y el regular. Los maestros seculares antimendicantes, ahora llamados gerardinos por su principal representante, Gerardo de Abbeville, ejercían una férrea oposición a la presencia de miembros de las órdenes mendicantes en la Universidad. Santo Tomás les respondió, en 1269, con La perfección de la vida espiritual y Contra los que retraen.

Además, surge en la Universidad de París un nuevo conflicto provocado por la aparición y difusión de las doctrinas averroístas, opuestas a la escolástica clásica. Para Averroes, comentador de las obras de Aristóteles, la filosofía era un saber superior al religioso. Negaba también la inmortalidad personal del alma. Estas tesis fueron aceptadas por los maestros seculares de la Facultad de Artes, surgiendo así lo que se conoce como averroísmo latino. Frente a él, santo Tomás acudió a los textos de Aristóteles, creyendo que habían sido mal interpretados por Averroes. Así, se enfrentó a la tesis averroísta de la existencia de un único intelecto para todos los hombres en Sobre la unidad del entendimiento contra los averroístas (1270) y estableció una relación armónica entre fe y razón.

Santo Tomás todavía tuvo que actuar en un tercer frente: la pugna entre la tradición agustina, defendida por los franciscanos, y el aristotelismo de los dominicos. Sufrió la oposición del grupo de profesores que seguía la escolástica tradicional, basada en las enseñanzas de san Agustín y la filosofía platónica. Atacaban a santo Tomás porque admitía y utilizaba la filosofía aristotélica, aunque depurada de las interpretaciones averroístas. Este grupo agustiniano, que luchaba contra el averroísmo y contra el tomismo, estaba constituido por un numeroso grupo de discípulos de san Buenaventura, siendo su principal adversario el franciscano inglés Juan Peckham (1235-1292).


Sin embargo, las luchas universitarias no le impidieron continuar escribiendo. De hecho, los tres años y medio que estuvo en París fueron los más productivos de su vida. Es el período más activo y original, en el que sigue predominando el aristotelismo, aunque fusionado con elementos neoplatónicos. Comenzó la segunda sección de la segunda parte de la Suma Teológica, dedicada a cada una de las virtudes y sus correspondientes vicios, y se propuso otra magna tarea, la de comentar toda la obra de Aristóteles.

En la primavera de 1272, santo Tomás y fray Reginaldo abandonaron París para regresar a Italia. El capítulo general de los dominicos de aquel año había aprobado la fundación de una nuevo estudio general de la Orden en Nápoles y santo Tomás fue nombrado maestro regente de Teología en la Universidad de esa ciudad. Regresaba así a la ciudad de su adolescencia. Entre sus numerosos alumnos se encontraba Guillermo de Tocco, autor de su primera biografía y promotor del proceso de canonización.

Inicia ahora la tercera parte de la Suma, dedicada a Jesucristo pero nunca la terminó. Lo restante de este tratado será preparado por Reginaldo de Piperno y se conoce con el nombre de Suplemento.

El 6 de diciembre de 1273, a partir de una visión mística, santo Tomás interrumpe definitivamente su actividad como escritor. Tomás había decidido no volver a coger la pluma ni a dictar, como solía, a su secretario Reinaldo de Piperno. Un silencio misterioso, que ocupó los últimos meses de su vida y que recuerda a aquel otro silencio al que aludían sus compañeros de estudios cuando le apodaron "el buey mudo", mutus bos. La muerte le sobrevino poco después, cuando se dirigía al II Concilio ecuménico de Lyon, convocado por el papa Gregorio X. El 7 de marzo de 1274 moría, en la abadía cisterciense de Fossanova, el que será proclamado doctor de la Iglesia. En 1369 Urbano V ordenó que su cuerpo fuese trasladado al convento dominico de los Jacobinos de Toulouse, primer convento de la orden, fundado por santo Domingo en 1215.


Obra y pensamiento de Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino fue uno de los autores más prolíficos de la Edad Media y, desde luego, el autor del que más trabajos se conservan. Su ingente obra puede dividirse en cinco clases de escritos: comentarios bíblicos, comentarios filosóficos o teológicos (sobre Aristóteles, Boecio, etc.), cuestiones disputadas, opúsculos sobre temas diversos y las dos sumas, Suma contra los gentiles y Suma teológica.

Su obra y su legado, que se ha denominado tomismo, es esencialmente aristotélico aunque aparecen también muchos elementos agustinianos y, por tanto, platónicos. En ella están presentes casi todas las principales preocupaciones del pensamiento filosófico y teológico medieval:

La relación entre razón y fe

La postura de Tomás de Aquino es un intento de encontrar una conciliación entre ambas. En primer lugar, establece una clara distinción entre ellas: la razón solo puede conocer de abajo arriba a partir de los datos de los sentidos; en cambio, la fe conoce de arriba abajo, a partir de la revelación divina. A continuación establece la idea de no contradicción entre fe y razón: las verdades racionales y las verdades de fe no pueden estar en contradicción pues la verdad es una sola. No obstante, distingue dos tipos de verdades: las naturales o racionales, que son proporcionadas por la razón humana, y las sobrenaturales, que son reveladas por la fe. Santo Tomas cree que hay ciertas verdades que sobrepasan la capacidad de la razón humana y que solo se alcanzan mediante la fe, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Pero hay otras que sí pueden ser alcanzadas por la razón natural, como es la existencia de Dios. Dios ha revelado algunas de esas verdades que la razón puede conocer por sí sola. Estas verdades son llamadas preámbulos de la fe, que sólo pueden ser conocidas por unos pocos hombres, y no sin errores y dudas, para distinguirlas de los artículos de la fe, aquéllos que no son cognoscibles por la razón natural.

También distingue un doble orden de conocimiento, el filosófico y el teológico que difieren por sus objetos: lo alcanzable por la razón natural y los misterios escondidos de Dios, respectivamente. La coincidencia entre la fe y la ciencia, la teología y la filosofía, está en la certeza. La distinción y la primacía de la fe sobre la razón no implica un conflicto entre ambas, porque hay una única verdad. La fe está por encima de la razón y, sin embargo, no es posible una verdadera disensión entre ellas. Admitirla supondría atentar contra la unidad de la verdad. Por tanto, santo Tomás, a diferencia del averroísmo, establecía una relación armónica entre razón y fe, adaptando así el aristotelismo al pensamiento cristiano. La filosofía y la teología deben colaborar en su común búsqueda de la verdad, aunque por caminos distintos. Por tanto, para él, no era posible la absoluta independencia de la teología y la filosofía que se postulaba en el averroísmo.

La existencia de Dios.

Para santo Tomás, por tanto, la existencia de Dios no es un artículo de fe sino un preámbulo de la fe que se puede demostrar mediante el empleo de la razón. Así, demuestra la existencia de Dios a partir de la existencia real de cosas cuya propia existencia solo se explica como efecto de una única causa. Se trata de una demostración a posteriori, es decir, lo anterior se explica por lo posterior, la causa se explica por sus efectos. Formuló, de este modo, cinco vías para demostrar la existencia de Dios a partir del principio de que todo lo que sucede tiene una causa. Se trata del principio aristotélico de causalidad: todo lo que se mueve es movido por otro pero tiene que haber una primera causa que no es causada: Dios. Las cinco vías que utilizó santo Tomás para explicar la existencia de Dios son las siguientes:

  • Desde el movimiento del mundo, hasta el motor inmóvil, es decir, el movimiento del mundo exige un primer motor.
  • Desde las causas subordinadas a su vez causadas, hasta la causa primera incausada, es decir, la causalidad en el mundo exige una causa primera.
  • Desde la contingencia del mundo hasta el ser necesario, es decir, la contingencia de los seres exige un ser necesario.
  • Desde los grados de perfección de las criaturas, hasta el ser infinitamente perfecto. Toma ahora elementos platónicos y neoplatónicos como los principios de los grados del ser y la perfección. Según éste último, Dios es el modelo supremo al que imitan imperfectamente las criaturas. Así, si Dios es la perfección misma, las criaturas participan e imitan esa perfección.
  • Desde el orden del mundo en el que todas las criaturas actúan por un fin, hasta la inteligencia suprema ordenadora.

Esencia y existencia.

Sin embargo, Tomás de Aquino no acepta el aristotelismo en su integridad. Así, maneja también conceptos ajenos a él como es la distinción esencia-existencia. Según santo Tomás la esencia sería aquello por lo que algo es lo que es, independientemente del hecho de que exista o no. La esencia puede existir o no existir, es mera posibilidad de existencia. Por tanto, las esencias son contingentes, por lo tanto, pueden o no suceder, no son necesarias. Si las esencias no coinciden con su existencia, no existen necesariamente: han debido recibir la existencia de Dios, el cual es libre para crear o no crear.

Concepción del hombre.

Santo Tomás adopta la concepción aristotélica del hombre pero introduce importantes modificaciones para adaptarla al cristianismo. Frente al dualismo platónico, en que se inspira la corriente agustiniana, afirma que el hombre es una sola substancia compuesta de cuerpo y alma.

El conocimiento.

La doctrina tomista del conocimiento parte también del modelo aristotélico: cree que hay un entendimiento agente, encargado de elaborar conceptos universales o ideas a partir de la imagen que proporcionan los sentidos, y un entendimiento paciente encargado de retener los conceptos que le proporciona el agente. Pero, a diferencia de los que pensaban Siger de Brabante y otros averroístas, Tomás de Aquino no considera que estos entendimientos sean eternos, únicos y comunes a todos los hombres y que, por tanto existan separados del individuo. Para santo Tomás el hombre individual es quien realiza la actividad abstractiva y quien conoce porque, de otra manera, la individualidad del hombre quedaría reducida puramente a lo corpóreo, negándose así, la inmortalidad personal de su alma.

https://www.arteguias.com/biografia/santotomasdeaquino.htm















































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