2) ROMANICO ESPAÑOL
Biografías del Reino Hispano-Visigodo
Y
Biografías de reyes del Reino de Asturias
Biografía
de Leovigildo
Reinado
de Leovigildo en las fuentes
Se ha considerado a menudo la etapa de Leovigildo como aquella marcada
por el apogeo del arrianismo en el Reino de Toledo. Sin embargo, se ha
destacado aún más la eficiencia e intensa actividad política y militar que
presidió su reinado. Leovigildo se mostró desde el principio sorprendentemente
activo en lo que a negociaciones y concertaciones de alianzas con los
territorios periféricos se refiere, así como respecto al número de campañas
militares que protagonizó prácticamente desde su llegada al trono.
Sin que esto deje de ser cierto, no podemos soslayar el hecho de que,
por otra parte, Leovigildo es el rey visigodo acerca del cual más referencias
documentales han llegado hasta nosotros. La principal fuente ha sido en este
sentido la Crónica de Juan de Bíclaro, también conocida como Crónica del
Biclarense. Aparte de la profusión de datos que presenta, esta obra goza de una
virtud añadida y es la aparente independencia de su autor: Juan de Bíclaro era
un monje godo, católico convencido, que llegó al episcopado para terminar
siendo desterrado por Leovigildo a pesar de la alta estima de su talento entre
la realeza visigoda, cuando el monarca decidió expandir el arrianismo a toda
costa.
Aparte de la Crónica de Juan de Bíclaro, poseemos otras fuentes de gran
relevancia para conocer su reinado, tales como De viris illustribus, la obra
más conocida de Isidoro de Sevilla o la Historia Francorum, de Gregorio de
Tours.
Campañas
militares
En el año 570 emprende una acción bélica contra la Bastania, donde
derrota a un numeroso contingente de tropas bizantinas que habían acudido desde
Málaga como refuerzo. En el año 571, conquistaría Assidonia -lo que hoy es
Medina-Sidonia- y Córdoba, que cae en manos godas. Un año después se lanzaría a
la conquista de las ciudades del Valle del Guadalquivir. En este punto, el
Biclarense realiza una alusión controvertida en su crónica. Habla de
"matanzas de campesinos". Se ha pensado que, más que tratarse de un
deseo ciego de acometer represalias contra la población, fuera un intento de
acabar con las llamadas bagaudas, esto es, partidas armadas de campesinos que,
desplazados de su tierra y agobiados por la penuria y el hambre por permanecer
en medio de los enfrentamientos entre los visigodos y el Imperio bizantino, no
dudaban en saquear a terratenientes y familias de notables que residían en las
ciudades.
En 573 Leovigildo conquista Sabaria y Juan de Bíclaro vuelve a informar
en la Crónica de las mismas matanzas de campesinos y de diversos estragos. Al
año siguiente, el monarca visigodo lanza una campaña muy ambiciosa contra otros
pueblos del norte peninsular. De esta forma conquistará Cantabria -que por
aquel entonces se extendía desde la costa de Vizcaya, la zona próxima a lo que
hoy es Santander, hasta el valle del Ebro- y el área de La Rioja. En 575 una
expedición visigoda tomará los montes Aregenses y capturarán a Aspidio, señor
de la zona. De este modo el dominio godo llegó a extenderse por la zona noroeste
peninsular, hasta lo que actualmente es la región oriental de Orense.
En el año 576 se produce la expedición contra el rey de los suevos Miro,
quien previamente había firmado un tratado con Leovigildo por el que se
comprometía a pagar un tributo a los godos. Lo acordado debió tener un carácter
muy transitorio y finalmente se optó por la salida bélica. En 577 las campañas
de expansión continuarían con la ocupación de la Oróspeda, enclave del cual el
Biclarense no aporta ninguna indicación geográfica ni relativa al gobierno del
mismo pero que, presumiblemente, se encontraría dominado por el Imperio.
Nuevamente se alude en este punto a las matanzas de campesinos rebeldes. Este
dato ha hecho pensar a los estudiosos en una prolongación del fenómeno de las
bagaudas del siglo V que, en la centuria siguiente, habría creado una situación
endémica de bandidaje en amplias extensiones territoriales de la Península
Ibérica.
En el año 579 Hermenegildo, hijo del Leovigildo, se subleva contra su
padre en Sevilla. Puede que el vástago rebelde recibiera apoyo bizantino, por
lo que Leovigildo se vio obligado a distraer esfuerzos contra los vascones para
destinarlos al sur en 582. Un año después, Leovigildo establece el cerco sobre
Sevilla y bloquea el acceso a la ciudad por el Guadalquivir, a buen seguro,
para impedir la llegada de tropas imperiales. En 584 la ciudad se rinde
definitivamente. Poco antes de la caída, Hermenegildo trata de huir pero es
apresado en Córdoba y enviado al exilio en Valencia, desde donde pasaría a
Tarragona, ciudad en la que moriría asesinado, aún hoy se desconoce por quién.
Sofocados los problemas en el sur, Leovigildo aprovecha el derrocamiento
del rey suevo Eborico a manos de Andeca para intervenir militarmente en el
noroeste peninsular en virtud de anteriores tratados firmados entre visigodos y
suevos. Leovigildo depone entonces a Andeca y el territorio suevo deja de
existir como reino independiente, siendo incorporado a los dominios godos.
Política
del reinado
Según Isidoro de Sevilla, a la muerte del rey Atanagildo sobreviene un
período de cinco meses en los que el trono queda vacante hasta que el notable
Liuva es promovido al trono de la Narbonense. Liuva asoció al trono a su
hermano Leovigildo, a quien cedió el reinado de Hispania mientras él ocupaba el
trono de la Narbonense, también conocida como la Galia gotica. En 569, el año
de su acceso al trono, Leovigildo, que ya tenía dos hijos de una unión
anterior, contrae matrimonio con Gosvinta, viuda de Atanagildo. El enlace, al
parecer, fue concertado por quienes habían aupado a Liuva al poder y por una
facción de nobles que permanecían próximos a la reina, conscientes de su poder
y su implicación política. En el año 572 muere Liuva y queda como única cabeza
visible del poder Leovigildo.
El nuevo monarca visigodo heredaba un reino afectado por las luchas
nobiliarias intestinas a lo que había que sumar la presión de pueblos como
vascones, cántabros o suevos en los límites septentrionales y la de Spania, la
provincia bizantina, por el sur. En el año 573 asoció al trono a Hermenegildo y
Recaredo, ambos hijos de su anterior matrimonio. En 579 otorgaría entonces el
reinado de la Bética a su hijo Hermenegildo en calidad de rey asociado, bajo la
fórmula jurídica ad regnanum. En ese mismo año Hermenegildo se casó con Ingunda
princesa merovingia, hija de Sigeberto de Australia y de Brunequilda. Esta
maniobra, así como el enlace de Hermenegildo con Ingunda, pudo deberse a la
necesidad de establecer un poder sólido en una región como la Bética, donde la presión
bizantina era constante, y por tratarse de un área propensa a sufrir revueltas.
También pudo tratarse de una estrategia mediante la cual Hermenegildo debería
recibir mayores poderes aprovechando su casamiento con Ingunda, quien guardaba
lazos de parentesco con Atanagildo.
En 579 Hermenegildo abandona públicamente el culto arriano, toma el
nombre de Juan y se une al Imperio bizantino para levantarse contra su padre.
La causa habitualmente esgrimida para justificar la sublevación del hijo contra
el padre ha sido el hostigamiento que la esposa del primero sufría por parte de
Gosvinta, quien no le perdonaría su resistencia pertinaz a abrazar el culto
arriano. Leovigildo, que un año antes se había concedido una pausa en sus
campañas militares para fundar la ciudad de Recópolis -se supone que en honor
de su hijo Recaredo- opta en un primer momento por una salida negociada al
conflicto.
En 580 reúne el Sínodo de la Iglesia arriana en Toledo para facilitar el
acercamiento de posiciones con los católicos. Continuando con esta estrategia,
emprende acciones bélicas de corta duración contra los vascones y negocia con
los bizantinos la neutralidad de estos en el conflicto. Como culminación de
esta estrategia, concierta una alianza con el rey Chilperico de Neustria,
enemigo de Brunequilda, reina regente de Austrasia y madre de Ingunda, la cual
resultaba especialmente peligrosa para el reino visigodo si decidía intervenir
a favor de los sublevados. La derrota final de Hermenegildo, a la que nos hemos
referido anteriormente, frenó súbitamente las tendencias centrífugas en los
dominios de la monarquía visigoda, permitió la integración de las élites
dirigentes de la Bética en la vida política del Reino de Toledo y evitó una
fragmentación del territorio similar a la acaecida en la Galia merovingia.
Las confiscaciones llevadas a cabo contra sus enemigos y una política
fiscal draconiana dotaron a la monarquía visigoda de una mayor estabilidad y
solidez económica. Lo saneado de la situación financiera del reinado de
Leovigildo se evidencia en el hecho de que las monedas acuñadas durante este
período, especialmente el tremises, eran de mejor ley que las acuñadas en
reinados anteriores. La bonanza económica permitió a Leovigildo aumentar el
número de efectivos en las tropas que envió a combatir a las zonas limítrofes
de sus dominios, además de establecer alianzas más sólidas y unas redes
clientelares más tupidas. La política monetaria conllevaría, también, cambios
en la representación institucional del Rey, pudiendo añadir elementos como el
solio y aumentando sensiblemente la calidad del tejido en las prendas reales,
de este modo la Corona visigoda se distanciaba de sus súbditos haciendo alarde
de su poder.
A Leovigildo se atribuye la promulgación del Codex Revisus que no se
limitó a recoger y revisar las leyes promulgadas por Eurico sino que incorporó
otras nuevas relativas a la regulación del matrimonio. Conocemos parte de la
obra jurídica de este monarca visigodo gracias a la incorporación del Codex
Revisus al Liber Iudiciorum de Recesvinto del año 654.
Balance
del reinado de Leovigildo
Leovigildo muere en el año 586 dejando un reino visigodo que ocupaba
prácticamente toda la Península Ibérica. Las disputas internas y la presión en
todos los frentes a un territorio pequeño por parte de pueblos limítrofes era
ya cosa del pasado. Leovigildo legó a Recaredo, por aquel entonces su único
hijo vivo, un reino cohesionado donde habían desaparecido formas de gobierno
locales que podían obstaculizar su autoridad, como era el caso del reino suevo.
La amenaza meridional que representaba el Imperio bizantino había quedado
prácticamente reducida a la nada tras la derrota de Hermenegildo y algunas
campañas posteriores.
Sólo demostró falta de cálculo político a la hora de imponer una versión
modificada del arrianismo en un territorio como el Reino de Toledo, donde
prevalecía el culto católico trinitario de los hispanorromanos. La homogeneidad
religiosa vendría, por el contrario, de la mano de su hijo Recaredo, que,
invirtiendo la situación, desplazó al arrianismo en favor del catolicismo.
(Autora del texto del artículo/colaboradora de
ARTEGUIAS:
José Joaquín Pi Yagüe)
https://www.arteguias.com/biografia/leovigildo.htm
Biografía de Don Pelayo. Caudillo de Asturias
Biografía
de Don Pelayo
Don Pelayo es uno de los personajes más enigmáticos
de nuestro pasado.
A su reconocido papel al frente de la resistencia cristiana frente al
dominio musulmán, se le opone un desconocimiento prácticamente total sobre su
trayectoria, que ha llegado a nuestros días enturbiada por la manipulación
posterior que las Crónicas hicieron de su figura, hasta convertirla en el
origen legendario de la Reconquista.
Antecedentes
Para entender la figura de Don Pelayo, es necesario conocer el pasado
inmediatamente anterior a su aparición en el panorama histórico. Los
musulmanes, al frente de Tariq, habían derrotado a las huestes godas de Rodrigo
en la batalla de Guadalete, librada en el año 711. Su expansión por la
península fue rápida, propiciada por el colaboracionismo de la nobleza hispana,
cuya gran mayoría prefirió someterse a los invasores a cambio de mantener el
poder sobre sus territorios, y por la escasa oposición de la Iglesia, bajo el
control del arzobispo de Toledo.
Durante los primeros años, la ocupación del territorio no fue total. Los
musulmanes se asentaron en Andalucía, Levante y el Valle del Ebro, mientras que
en el resto de la península establecieron guarniciones cuya función era la de
recaudar tributos y lanzar campañas para recordar su presencia, que tuvo su
límite septentrional en el inicio de la cordillera cántabro-pirenaica.
Es precisamente en este territorio, dominado por astures, cántabros y
vascones, escasamente romanizado y ajeno a la ocupación visigoda, donde se
fraguará el germen de la resistencia al nuevo enemigo, que la despreció
considerándola "una treinta de asnos salvajes", en palabras del
cronista árabe Al-Maqqari.
Pelayo,
¿caudillo astur o noble visigodo?
Es difícil responder a esta pregunta, cuyas implicaciones en uno u otro
sentido pueden producir una interpretación diferente de los acontecimientos
históricos posteriores. Las Crónicas medievales, que se han de analizar con
cautela, coinciden en señalar el pasado nobiliario de Pelayo. La Najerense y la
Rotense le presentan como espadero de los reyes Witiza y Rodrigo, es decir,
miembro de su guardia personal. Ya en el siglo XIII, Lucas de Tuy nos amplía
esta información, asegurando que era nieto del monarca Chindasvinto e hijo de
Favila, por lo que estaría emparentado con Rodrigo, que a su vez era hijo de
Teodrofredo, hermano del padre de Pelayo. Es decir, su pasado era completamente
visigodo.
Siguiendo esta línea, cabe pensar que Pelayo, tras la derrota de
Guadalete, se replegase hacia el norte con un contingente de nobles afines en
busca de un terreno más propicio. El cronista Al-Maqqari, así nos lo explica
"no había quedado más que la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo
con trescientos hombres". Allí debió de granjearse la confianza de los
pueblos norteños, que sirvieron para potenciar sus huestes.
Sea como fuere, se acepta que Pelayo fue nombrado rey en el año 718,
fecha que se considera como el inicio del reino astur, con capital en Cangas de
Onís. En la actualidad, cerca de Cordiñanes, en dirección a Caín, existe una
ermita a la sombra del argayo Bermejo, cuya advocación es la Virgen de la
Corona. Todos los 8 de septiembre acuden a ella vecinos de la zona en una
romería para rememorar los acontecimientos que acabaron en la batalla de
Covadonga, lo que ha conducido a la profesora Margarita Torres a asegurar que
pudo ser allí donde se celebró la unción del nuevo monarca.
Cabe pensar que sus primeros años de mandato se enfocaron a organizar la
resistencia. Sin embargo, las Crónicas vuelven a sembrar de niebla los hechos
históricos, ya que tanto la Najerense como la Rotense aseguran que el motivo
por el que Pelayo se enfrentó a los musulmanes no fue otro que el intento del
gobernador de Ieione, Munuza, de desposarse con su hermana, para lo que le
envió a Córdoba. A su vuelta, el monarca astur se negó a consentir la unión,
por lo que el musulmán trató de apresarlo. Sus intenciones fueron declaradas
por un amigo a Pelayo, que corrió a refugiarse en el monte Auseva, en una gran
cueva, donde finalmente se acabó librando la legendaria batalla.
En los últimos años, Barbero y Vigil han propuesto una interesante
hipótesis sobre el posible origen astur de Pelayo. Las Crónicas del ciclo de
Alfonso III ofrecen un conjunto de noticias que hacen ver la existencia de una
tradición indígena que, lejos de considerar el reino astur como heredero del
desaparecido reino visigodo de Toledo, demostraría que es fruto de una tradición
local, propia de una sociedad gentilicia. Según estos autores, una elaboración
ideológica posterior habría vinculado al reino astur con el visigodo, con una
doble intención, por un lado como estímulo moral sobre la base del triunfo de
Covadonga y, por otro, como vínculo que legitimaría a los monarcas leoneses
como depositarios de la herencia visigoda y, por tanto, como aspirantes a
recuperar el territorio perdido en el pasado.
Siguiendo esta interpretación, observamos cómo el propio Rodrigo, antes
de la batalla de Guadalete, se encontraba sofocando una rebelión de los
vascones en el norte. Es también un hecho que los visigodos no habían
conseguido dominar a cántabros y astures, por lo que parece complicado que un
noble de origen godo, como Pelayo, fuera acogido y nombrado rey por los astures
después de años de resistencia. Finalmente, el importante papel jugado por la
Cova Dominica (Covadonga), refugio de los rebeldes, no aparecería como casual,
sino como lugar simbólico vinculado a cultos pre-cristianos de los vadinienses,
antiguos habitantes de la zona.
De esta manera, el desencadenante de la batalla de Covadonga lo
encontraríamos en la resistencia de los astures al pago de tributos al
gobernador musulmán del Ieone de las Crónicas, que a juzgar por la lógica,
debería de ser León y no Gijón, como apuntan algunos expertos, ya que resulta
difícilmente creíble que los musulmanes se arriesgaran a situar una plaza en la
zona costera cuando los rebeldes cortaban el paso por las montañas.
Un hecho que terminaría por corroborar esta hipótesis es que ni con
Pelayo (718-737), ni con su hijo Favila (737-739), el reino astur ampliaría sus
fronteras pese a la debilidad de los musulmanes, que poco después de su
incursión en la península, se verían enfrentados en una guerra entre árabes y
bereberes. Sería años después, con Alfonso I (739-757) cuando, como
consecuencia de la llegada de cristianos del sur, se comenzara a fraguar la
idea de la Reconquista.
La
batalla de Covadonga
Hacia el año 722, ante la situación generada en el norte, Tariq envió un
ejército liderado por Alkama para socorrer al gobernador Munuza frente a los
levantiscos astures. La batalla acabó con la huida de las tropas invasoras, que
no pudieron vencer la resistencia de los aguerridos norteños, conocedores del
terreno y sabedores de la importancia del triunfo para mantener su
independencia. Dice la leyenda que Pelayo persiguió al ejército derrotado hasta
la ciudad de León, en cuyas proximidades, en los llanos de Camposagrado, volvió
a vencer a los huidos.
La batalla quedó salpicada posteriormente de elementos míticos, que
contribuyeron a reforzar el sentido de apoyo Divino con el que los cronistas
quisieron adornar esta refriega para impulsar la moral de las tropas que
protagonizaban la Reconquista.
Como fruto del matrimonio de Pelayo con Gaudiosa nacieron Ermesinda,
futura esposa de Alfonso I, y Favila, que le sucedió tras su muerte por
enfermedad en el año 737.
(Autor del texto del artículo/colaborador de
ARTEGUIAS: Mario Agudo)
https://www.arteguias.com/biografia/donpelayo.htm
Biografía de Alfonso I El Católico. Rey de Asturias
Biografía
de Alfonso I, "El Católico"
Si con el nombramiento de Pelayo como rey de los astures en el año 718
se daba origen legendario al primer núcleo de resistencia frente al Islam en el
norte de la península, será con su yerno Alfonso I con quien el reino astur se
consolide y dirija sus miras hacia los territorios del sur. Los cristianos de
la cornisa cantábrica ven despejado su horizonte y se marca un punto de
inflexión en su trayectoria, de ahí la importancia que para la historia de
nuestro país tiene este monarca, apodado "El Católico" por su interés
en potenciar la religión cristiana en sus dominios.
Antecedentes
Alfonso I sucede a Favila, hijo de Pelayo, cuyo reinado duró apenas dos
años, del 737 al 739. El final de sus días llegó de forma terrorífica, cuando
un oso le despedazó mientras disfrutaba de unas jornadas de caza, a las que era
muy aficionado. El joven monarca apenas tuvo tiempo para consagrar la ermita de
la Santa Cruz, construida en Cangas de Onís, capital del reino, como recuerdo
del triunfo de su padre en Covadonga.
Nacido en el año 693, Alfonso I era hijo del dux Pedro de Cantabria. Se
casó con Ermesinda, hija de Pelayo, con lo que a la muerte de Favila, se
convirtió en único heredero del trono, lo que constata la tradición matrilineal
propia de la sociedad gentilicia astur.
De esta manera se unirán a los territorios originarios del reino, los
dominios de su padre Pedro, dando lugar a una extensión formada por Cangas de
Onís, Liébana, Transmiera, Sopuerta, Carranza y Bardulia, que según la Crónica
de Alfonso III, correspondía a la primitiva Castilla, que se situaba en el
norte de la actual provincia de Burgos, cuyo límite meridional quedaría fijado
por el río Ebro, en territorio fronterizo con los vascones.
El inicio del reinado de Alfonso I, en el año 739, coincide con un
enfrentamiento civil en Al-Andalus entre bereberes y árabes. Los primeros, que
estaban al frente de las guarniciones de la Meseta Norte, abandonan sus
posiciones dejando el terreno libre para un hábil Alfonso, que viendo una gran
oportunidad para afianzar su territorio, se lanza hacia el oeste incorporando a
su reinado la diócesis de Iria Flavia, con lo que abre sus dominios a la costa
gallega, que desde entonces, queda incorporada al reino astur.
Hacia el 750, una enorme hambruna y una epidemia de viruela merman los
territorios del valle del Duero, ya de por sí despoblados, lo que favorece las
incursiones de los astures. La Crónica de Alfonso III nos dice que acompañado
de su hermano Fruela, "llevó a cabo muchos combates contra los sarracenos
y capturó muchas ciudades que éstos habían ocupado. Esto es, Lugo, Tuy, Oporto,
Braga, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Zamora, Ávila, Segovia, Astorga,
León, Saldaña, Mave, Amaya, Simancas, Oca, Veleya, Alavense, Miranda, Revenga,
Carbonera, Abalos, Briones, Cenicero, Alesanco, Osma, Clunia, Arganda,
Sepúlveda, con todos sus castros, con villas y aldeas..."
Muy optimista se mostraba el cronista, en la Albeldense, se nos dice
simplemente que "invadió victorioso las ciudades de León y Astorga,
poseídas por los enemigos, asoló los Campos que llaman Góticos hasta el Duero y
extendió el reino de los cristianos..."
Sin tomarlas al pie de la letra, el relato de ambas Crónicas nos permite
trazar los límites entre Al-Andalus y el reino astur durante el reinado de
Alfonso I. Saldaña, Mave, Amaya, Oca y Miranda constituirían una primera línea
fronteriza, que los musulmanes protegerían con centros fortificados más
alejados, como Astorga, León, Clunia y Osma. En el Valle del Ebro, las
fortalezas de Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos, Briones, Cenicero y Alesanco
constituirían el limes de los territorios vascones.
El objetivo de las incursiones dirigidas por Alfonso I sería el de crear
una gran franja fronteriza, en su mayoría despoblada, que supusiera un cordón
de seguridad frente a los musulmanes. Esto explica que, según la Crónica de
Alfonso III, se dedicara a eliminar los núcleos de población musulmana y a
llevarse a los habitantes cristianos hacia las zonas más seguras del norte
peninsular.
Este fenómeno permitió la introducción de formas de vida visigoda en los
núcleos poblaciones de la cordillera cantábrica y la costa gallega, que dejaron
una cierta influencia en la centralización del poder y en el régimen de
servidumbre, clave para entender el futuro desarrollo del reino astur. Así
también, en este fenómeno encontramos la base del surgimiento del neogoticismo,
que inculcó entre los astures la idea de Reconquista. Fernando de Olaguer-Feliú
constata esta influencia visigoda incluso en las formas arquitectónicas del
arte asturiano, cuyos años de esplendor están todavía por llegar a estas
alturas.
El legado
de Alfonso I El Católico
A pesar de sus incursiones, Alfonso I no consiguió establecer un dominio
estable sobre las zonas del Valle del Duero, pero sí que logró despoblar de
enemigos extensas franjas del norte peninsular. Desde entonces, los musulmanes
establecieron tres marcas fronterizas, las de Zaragoza, Toledo y Mérida,
altamente fortificadas. El Valle del Duero se convirtió en escenario de
continuas escaramuzas bélicas entre los reinos cristianos del norte y
Al-Andalus.
De su matrimonio con Ermesinda, Alfonso I tuvo tres hijos: Fruela,
Vimarano y Adosinda. Tras enviudar, engendró otro vástago de una cautiva, al
que llamó Mauregato. A su muerte, fue su hijo Fruela quien le sustituyó,
reinando desde el año 757 hasta el año 768.
A parte de las incursiones militares, Alfonso I mostró una gran
preocupación por engrandecer y enriquecer la capital de su reino, Cangas de
Onís, potenciando a su vez la vida cristiana, lo que le valió el apelativo
posterior de "El Católico". Fundó el monasterio de San Pedro de
Villanueva, junto a Cangas, y el de Santa María de Covadonga, cuyo aspecto se
desconoce, pero que bien pudieron ser la incipiente muestra de un estilo
arquitectónico propio, que comenzaría a gestarse en este momento y que
alcanzaría su mayor esplendor a partir del reinado de Ramiro I.
(Autor del texto del artículo/colaborador de
ARTEGUIAS: Mario Agudo)
https://www.arteguias.com/biografia/alfonsoicatolico.htm
Biografía de Alfonso II El Casto. Rey de Asturias
Biografía
de Alfonso II, "El Casto"
Apartado del trono por una revuelta interna, inmerso en la querella
Adopcionista y atacada por las aceifas musulmanas, a Alfonso II le tocó vivir
uno de los reinados más complicados de los primeros años de resistencia
cristiana en la península. Sin embargo, pese a las dificultades tuvo tiempo de
embellecer Oviedo para convertirla en sede regia, abrirse a la influencia
carolingia y, especialmente, alumbrar el descubrimiento de la tumba del apóstol
Santiago en la diócesis de Iria Flavia, para lo que mandó construir la primera
basílica jacobea.
Los
inicios de su reinado
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año
762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium
Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le
aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le
sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida
entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o
los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes
residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas,
como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la
tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un
documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.
Mauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como
monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias
alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla,
del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un
culto jacobeo en la península.
A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el
poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en
Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del
mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a
Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y
la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante
todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el
Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria.
Alfonso
II, un rey constructor
Alfonso ordena la construcción de un conjunto arquitectónico cuyo eje
central es la catedral del Salvador, de la que la Crónica Silense nos dice que
fue encargada al arquitecto Tioda. Unida a ella por el norte estaba la iglesia
de Santa María, a cuyos pies disponía de una tribuna y una cámara destinada a
panteón real, por lo que se deduce que su función era la de capilla para
celebrar las honras fúnebres de los monarcas. Además, el conjunto catedralicio
se completaba con la iglesia de San Tirso, cuyo testero de la capilla central
ha llegado hasta nuestros días, una zona cementerial y toda una serie de
residencias para el alto clero.
El núcleo central de Oviedo se completaba con el palacio regio y una
serie de dependencias destinadas a sede del gobierno del Reino. De este
conjunto palaciego, sólo se ha conservado la capilla palatina, hoy llamada
Cámara Santa. Esta capilla fue mandada construir por orden expresa de Alfonso
II para albergar las reliquias que habían llegado a Asturias procedentes de
Toledo a raíz de la conquista musulmana, de las que la Crónica Silense asegura
que procedían de la misma Jerusalén. La idea de fortalecer el trono con el
poder santificante de unas reliquias se debe a la influencia carolingia
(Aquisgrán e Ingelheim). Bajo la capilla existía una cripta, dedicada a Santa
Leocadia y San Eulogio, mártires toledanos.
A estos tesoros arquitectónicos, habría que unir la llamada Cruz de los
Ángeles. Una magnífica pieza de orfebrería en la que figura el lema del monarca
"Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus". La adoración de
la cruz y la consagración de la catedral al Cristo Salvador, constituyen toda
una declaración de intenciones del monarca ante la polémica religiosa que le
tocó vivir.
La
querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago
El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos
historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron
la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al
musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de
índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba
en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año
784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es
entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe
la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo
"en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo
adoptivo de Dios".
Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín
de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en
contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje
Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante,
al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper
con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana
reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la
autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento
extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo
lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la
primitiva diócesis de Iria Flavia.
El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix
de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos
angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona,
encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol.
Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo,
comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy
fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del
lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de
madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y
en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.
Política
territorial de Alfonso II
Tras una rebelión desencadenada en septiembre del año 801, que le costó
su exilio en el monasterio de Ablaña, Alfonso II vuelve a la actividad regia
gracias a la intervención de un grupo de fideles regis dirigido por Teuda, un
noble visigodo. Estos acontecimientos pueden tener relación con la división de
la sociedad astur, entre los partidarios de la ortodoxia goda y los heterodoxos
próximos a Toledo.
Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios
que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el
de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el
obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a
contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad
de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las
tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y
Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso,
las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en
los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801),
obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió
a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que
cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año
794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.
Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó
de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la
iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque
antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus
triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que
algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados
en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se
trata más que de una conjetura.
Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de
la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el
descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano
(construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los
Prados.
(Autor del texto del artículo/colaborador de
ARTEGUIAS: Mario Agudo)
https://www.arteguias.com/biografia/alfonsoiicasto.htm
Biografía de Ramiro I, rey de Asturias
Biografía
del rey Ramiro I
Ramiro I protagonizó un breve pero intenso reinado,
en el que tuvo que hacer frente a una rebelión interna, a los ataques de los
normandos y a las aceifas musulmanas, que seguían realizando incursiones por
zonas recientemente repobladas.
A todo ello hay que sumar su impulso constructor, que dio como fruto dos
de las perlas del arte prerrománico asturiano, nada menos que los edificios
palatinos de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, hasta el punto de
dar nombre al llamado estilo Ramirense.
La
llegada al poder de Ramiro I
La muerte sin descendencia de Alfonso II "El Casto" en el año
842, provocó un nuevo enfrentamiento entre aspirantes al solio regio astur.
Según nos relata la Crónica Najerense, Ramiro se encontraba en las Bardulias
para contraer matrimonio cuando fue elegido sucesor de la corona. Un conde próximo
a la corte, de nombre Nepociano, cuñado del rey fallecido, aprovechó la
ausencia del futuro monarca para acceder al trono de forma ilegítima.
La noticia llegó rápidamente a Ramiro, que se refugió en los alrededores
de Lugo para formar un ejército que le permitiese dirigirse a Oviedo para
recuperar su reino. Nepociano salió a su encuentro a orillas del Narcea, pero
fue derrotado en la batalla de Cornellana. Según nos relata la Crónica
Najerense, el conde rebelde fue abandonado por sus hombres, por lo que se dio a
la fuga. Lamentablemente para él, los condes Escipión y Sommán lo encontraron y
se lo entregaron al vencedor, que le aplicó la pena de ceguera con reclusión de
por vida en un monasterio.
Este episodio nos recuerda la llegada al poder de su predecesor, Alfonso
II, quien también fue obligado a recluirse en Galicia en dos ocasiones, en el
783, cuando tuvo que ver cómo Mauregato le arrebataba el trono y en el 801,
cuando una rebelión le obligó a recluirse en el monasterio de Ablaña. En ambos
casos, se observa como a la muerte de un monarca astur se suceden corrientes
enfrentadas por llegar al poder, que denotan un conflicto en el sistema de
sucesión al que pondrá fin la imposición de la línea patrilineal a raíz del
reinado de Ramiro I, que se consolidará con la sucesión de su hijo, Ordoño I.
Pese a todo, aún tuvo Ramiro I que enfrentarse a más rebeliones
internas. La Crónica Najerense nos relata cómo dos nobles, de nombres Alvito y
Piniolo, se levantaron sucesivamente contra el monarca, que sofocó de forma
radical ambos intentos. Su severidad en la administración de la justicia contra
rebeldes, ladrones, salteadores, magos y adivinos, le valió el apelativo de
"vara de la justicia", como nos señala la Crónica Albeldense.
Los
normandos y la batalla de Clavijo
Pero los problemas no le venían a Ramiro I solamente del interior de su
reino. En el año 843, un grupo de 70 naves normandas capitaneadas por
Wittingur, penetró en el Cantábrico hasta asomarse a las costas de la ciudad de
Gijón. Al verla tan fuertemente defendida, los incursores se alejaron hasta
desembarcar en el faro de Brigantium (La Coruña), en el 844.
Ramiro I envió un contingente de soldados para hacerles frente y
consiguió expulsarlos, causando buen número de víctimas entre los invasores, que
siguieron rodeando la península hasta introducirse en Sevilla a través del
Guadalquivir, donde fueron repelidos por las tropas emirales.
Ramiro I no se prodigó en exceso contra los musulmanes, con quienes la
Crónica Najerense asegura que hizo la guerra dos veces, quedando siempre
vencedor. Sánchez Albornoz asegura que realizó una incursión por León, ciudad
que repobló, y por el Bierzo, pero una aceifa en el año 846 dio al traste con
esta tarea expansiva.
La otra incursión a la que hace referencia la Najerense podría ser la
mítica batalla de Clavijo, pero las referencias históricas nublan de nubarrones
la legendaria contienda, donde la tradición popular asegura que el Apóstol
Santiago se presentó en sueños al rey Ramiro I mientras estaba cercado por el enemigo
para decirle: "...ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con
el poder de Dios, vencerás a toda esta muchedumbre de enemigos, por quienes te
ves cercado..."
Tenemos noticia de Clavijo a través de un documento del siglo XII en el
que Pedro Marcio, un canónigo de Santiago, copia un original de privilegio
otorgado por el rey Ramiro I en el que establecía el voto de Santiago, es
decir, una serie de cuantiosas donaciones a la sede compostelana en acción de
gracias por la victoria en la famosa batalla. Sin embargo, en la redacción de
este documento encontramos diferentes errores históricos y cronológicos que
hacen sospechar que pudo haber sido un invento de la época para garantizar por
escrito algún tipo de compromiso oral del pasado, basado posiblemente en un
hecho real, pero exagerado para justificar la cuantía de los privilegios.
La leyenda crece cuando en el Chronicón Mundi, del obispo Lucas de Tuy y
en la Historia de los Hechos de España, de Rodrigo Jiménez de Rada, se
identifica la batalla de Clavijo con el fin del tributo de las cien doncellas,
humillante castigo que, según la tradición oral, los musulmanes imponían a los
cristianos como símbolo de su dominación.
Si acudimos a las fuentes cronísticas oficiales, tanto asturleonesas
como musulmanas, no encontramos referencias directas a la batalla. Las
norteñas, al hacer balance del reinado de Ramiro, nos hablan de las rebeliones
internas, del ataque de los normandos y de la construcción del conjunto
palaciego del Naranco. Solamente la Najerense nos habla de dos campañas contra
los musulmanes, pero no especifica cuáles. Las crónicas de época de Abd
Al-Rahman II, emir coetáneo del astur, son más desoladoras, pues hacen
referencia a dos aceifas, una contra León, la ya mencionada en el año 846, y
otra contra Álava, pero no se hace eco de ninguna otra.
Sin embargo, ambas crónicas sí que reflejan tensos combates en los
alrededores de Clavijo en época de Ordoño I. Concretamente, las fuentes
asturleonesas señalan como este rey cercó la ciudad de Albelda, estableciendo
su centro de operaciones en el monte Laturce, es decir, el lugar donde se ha
identificado el supuesto campo de batalla del legendario enfrentamiento.
Todo parece indicar, por tanto, que los hechos que acontecieron en
Clavijo fueron engrandecidos posteriormente con un fin netamente
propagandístico, tal y como ocurriera con la escaramuza de Covadonga. El
esfuerzo reconquistador de los siglos XII y XIII requería de un estímulo moral
que bebía de las fuentes legendarias que los cronistas contemporáneos fueron
construyendo sobre los retazos del pasado más inmediato.
Ramiro
y la arquitectura: El conjunto palaciego del Naranco
Si por algo ha pasado a la posteridad el rey Ramiro I ha sido por la
construcción del conjunto palaciego del monte Naranco, cuyo estilo ha sido
bautizado, en honor a su promotor, como arte Ramirense, para significar su
valor único dentro del arte astur.
El conjunto se levantó a unos tres kilómetros de Oviedo, en la ladera
sur del monte Naranco, situado en mitad de un rico coto de caza. Allí había
existido una estación termal romana e, incluso, un pequeño santuario dedicado a
San Miguel, obra rústica fechable en época de su predecesor, Alfonso II. Sobre
tales restos, el rey ordenó la construcción de un complejo palacial de recreo,
de ciertas reminiscencias carolingias, que comprendía, según Fernando de
Olaguer-Feliú, un pabellón real, una iglesia palatina y una serie de
construcciones anejas, como perreras, establos y dependencias serviciales.
Recientes interpretaciones, fruto de un estudio elaborado por la
Universidad de Oviedo, apuntan a que el conjunto palaciego se construyó en el
contexto del enfrentamiento entre Ramiro I y Nepociano, convirtiéndose el
recinto del Naranco en una segunda residencia real frente a la que ostentaba el
conde rebelde.
Sea como fuere, la mayor aportación de los edificios construidos, fue la
capacidad de unificar la herencia artística astur y visigoda con las
influencias carolingias y bizantinas, dando lugar a un estilo ecléctico único
en el mundo. De aquella construcción, podemos observar aún hoy el pabellón
real, transformado en la iglesia de Santa María del Naranco, y la capilla
palatina, actual iglesia de San Miguel de Lillo.
Ramiro I, que probablemente contrajo matrimonio en dos ocasiones, con
Paterna y con Urraca, murió en el año 850. Le sucedió al frente del reino astur
su hijo Ordoño I, estableciendo así una línea de sucesión patrilineal que ponía
fin a los problemas derivados del tradicional sistema gentilicio indígena.
https://www.arteguias.com/biografia/ramiroiasturias.htm
Biografía de Alfonso III El Magno. Rey de Asturias
Biografía
del monarca asturiano Alfonso III, "El Magno"
Estimulado
por las conquistas de su padre, Ordoño I, que tomó las ciudades de León y
Astorga, Alfonso III extenderá la frontera astur hasta el Valle del Duero,
repoblando a su paso amplias áreas territoriales. Combatió a los nobles
disidentes, contuvo los particularismos regionales y diezmó al enemigo
islámico. Gracias a su vigorosa personalidad y a una sabia política de
alianzas, pudo consolidar el reino astur, que alcanzó su máxima expansión y
madurez bajo su mandato.
Sin embargo, no podemos reducir su biografía al terreno de la política,
puesto que el Rey Magno fue además un gran impulsor de la cultura y de las
artes, aspectos que completan el perfil del que fue probablemente el monarca
más importante en la historia del reino astur.
La
expansión territorial
En el año 866, inmediatamente después de la muerte de su progenitor,
Alfonso III tuvo que afrontar la rebelión del conde gallego Fruela Bermúdez,
que impidió su acceso al trono.
Refugiado en Castilla bajo la protección del conde Rodrigo, esperó a que
los fideles regis dieran muerte al usurpador para recuperar el solio regio.
Pero no terminaron ahí sus sobresaltos, ya que en el año 867, el Rey Magno tuvo
que someter a los indómitos vascones.
Las revueltas nobiliarias y las tendencias separatistas que proliferan
en los extremos occidental y oriental de su reino obligarán a Alfonso III a
imponer su autoridad a través de un centralismo político que le permite
mantener la cohesión de sus territorios. De cara al exterior, el Rey Magno se
aprovecha de los sucesivos levantamientos de bereberes, árabes y muladíes
contra el poder Omeya, firmando alianzas con los disidentes. Los Banu Qasi
zaragozanos, Ibn Marwan en Mérida o Umar Ben Hafsun en la serranía de Ronda se
convertirán en sus aliados ocasionales. Además, su matrimonio con Jimena le
acerca a Pamplona, lo que le servirá para estabilizar la frontera oriental.
Inicia su campaña expansiva por el oeste, donde conquista el territorio
que se extiende al sur del Miño, ocupando las ciudades de Oporto y Chaves en el
868. También caen Braga, Lamego y Viseo. Diez años más tarde alcanza la otra
orilla del Duero y toma Coimbra, con lo que sitúa la frontera en el Mondego.
Con motivo de la rebelión de Ben Hafsum, Alfonso III se interna por Sierra
Morena, llegando hasta el Guadiana, donde derrota al emir Muhammad I en la
batalla de Oxifer, que pondría punto final a su campaña occidental.
El Rey Magno va modelando una ideología justificadora de las conquistas.
Barbero y Vigil señalan que fue rompiendo progresivamente las arcaicas
instituciones cántabro-astures para propugnar una vuelta a lo visigodo,
tendencia que habían apuntado sus antecesores, pero no desarrollado como hasta
ahora. Para ello, se apoyó en la historiografía, que él mismo potenció para
generar la creencia de que el reino astur era el continuador del reino visigodo
de Toledo.
Al oeste, Alfonso III tiene que hacer frente a las ofensivas del
príncipe al-Mundhir, hijo del emir Muhammad I, que provocan continuos
enfrentamientos entre el 875 y el 883. Sus primeras incursiones tuvieron lugar
en León y el Bierzo, pero fracasaron. La contraofensiva astur se salda con la
toma de Deza y Atienza. La respuesta musulmana no se hace esperar, en el año
878 al-Mundhir dirige sus tropas de nuevo hacia León y Astorga, mientras que
Salid ben Ganim llega hasta el Órbigo. El Rey Magno, sin esperar a que ambos
ejércitos se unan, sale al paso del segundo, a quien derrota en la batalla de
Polvoraria, lugar situado en la confluencia de los ríos Órbigo y Esla. Al
Mundhir se retira, pero Alfonso III le intercepta en el valle de Valdemora,
donde le derrota.
En el verano del año 882, al Mundhir se dirige de nuevo hacia el norte,
remonta el Ebro y se interna en La Rioja, consiguiendo pequeños triunfos, pero
evitando la confrontación con el monarca astur. Alfonso III firma un acuerdo
con el príncipe musulmán a través del que se produce un intercambio de
prisioneros y la retirada de las tropas emirales.
Las campañas militares finalizan en el año 884, cuando Muhammad I y
Alfonso III firman un acuerdo de paz. Ambos tienen que dedicarse a estabilizar
sus reinos. El Rey Magno se encuentra con un levantamiento de sus hermanos
Froila, Odoario y Vermudo, que se hacen fuertes en Astorga. A ellos les siguen
otros condes, pero rápidamente son sofocados y ajusticiados.
Los problemas internos en el emirato de Córdoba facilitan la expansión
hacia Zamora, que cae en el 893 y Dueñas, en el centro de los Campos Góticos. A
principios del siglo X, el Mahdi Ibn-al-Quitt, apoyado por bereberes, trata de
recuperar Zamora, pero no lo consigue. Castilla, territorio considerado
tradicionalmente bajo dominio astur, aunque sus condes actúen de manera
relativamente independiente, comienza a ampliar también sus dominios a través
de los cursos de los ríos Arlanza y Arlanzón. En el 884, el conde Diego Rodríguez
funda Burgos.
Las conquistas vienen acompañadas por el fenómeno repoblador. Gentes del
norte y mozárabes procedentes del sur, se instalan en las nuevas tierras, en
las que los monasterios comienzan a jugar un papel fundamental. En esta época
se fundan el de Cardeña (884), en Burgos y San Pedro de Montes y Santiago de
Peñalba, en el Bierzo. San Froilán y San Atilano fundan Tavara y Moreruela.
Sahagún, arrasado por al-Mundhir en una de sus campañas, se reconstruye en el
904 y se repuebla con monjes mozárabes, al igual que San Miguel de Escalada en
el 913, una vez muerto el Rey Magno.
Sampiro nos cuenta como a su vuelta de una campaña en Toledo, hacia el
año 906 o 907, Alfonso III se enfrenta con una rebelión organizada por sus
propios hijos. Apresa a García, pero ante las presiones recibidas abdica y se
retira a su residencia en Boides. En el año 910 muere en Zamora, repartiéndose
su reino entre sus hijos.
Alfonso
III, promotor de la cultura y el arte
Durante el mandato del Rey Magno, se recopiló una escogida biblioteca y
se potenció la realización de estudios historiográficos, con una intención
política, como hemos visto. Fruto de este esfuerzo fue la elaboración de la
llamada Crónica de Alfonso III. También se redactaron la Crónica Profética y la
Albeldense, que junto con la anterior configuran el primer ciclo cronístico de
la Reconquista.
En el plano artístico, el monarca astur hizo crecer los barrios de
Oviedo, fortificando la ciudad entre los años 872 y 875. Allí construyó obras
civiles, como la Foncalada, una fuente que todavía hoy puede verse en plena
ciudad moderna. En el valle de Boides, próximo a Villaviciosa, creó un conjunto
de pabellones reales unido a una capilla palatina. De ellos sólo se ha
conservado la iglesia, que al estar próxima al monasterio cisterciense de Santa
María de Valdediós se la conoce actualmente como San Salvador de Valdediós.
A orillas del río Trubia, funda la iglesia de los santos mártires
Adriano y Natalia, hoy conocida como San Adriano de Tuñón. Además, mandó
construir la desaparecida iglesia del Salvador, dentro del castillo de Gozón,
fortaleza costera que edificó para prevenir nuevos ataques normandos. Bajo su
reinado, pero no por su iniciativa, se crearon las iglesias de Santiago de
Gobiendes y San Salvador de Priesca.
Fuera de Asturias, a petición de Sisnando, obispo
de Compostela, reemplazó el antiguo santuario que cobijaba al Apóstol por un
templo que, por su envergadura e importancia, debió de constituir el ejemplo
más valioso de la etapa final del arte astur. Fue incendiado en el 997 por
Almanzor, hasta que años más tarde, el edificio románico acabó por sepultar la
primitiva construcción.
En el mencionado castillo de Gozón existió un taller de orfebrería cuyos
trabajos muestran influencias de los centros de San Denís y Milán, por lo que
sus relaciones con el exterior debieron de ser evidentes. De allí salieron
piezas tan valiosas como la cruz que Alfonso III ordenó fabricar para adornar
la basílica de Compostela, desaparecida en el año 1906 o la impresionante Cruz
de la Victoria, concluida en el año 908, que fue donada a la catedral de
Oviedo, donde se conserva en la actualidad, en la Cámara Santa. Además, del
taller de Gozón salieron dos relicarios, el de la caja de las Ágatas,
conservado también en la Cámara Santa y una caja-relicario conservada en
Astorga.
(Autor del texto del artículo/colaborador de
ARTEGUIAS: Mario Agudo)
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