¿Por qué la CDMX trata de olvidar a Hernán Cortés?
Hoy es el 473 aniversario de la muerte de Hernán Cortés,
especialistas nos explican el por qué al menos en la Ciudad de México, capital
de la República, no hay avenidas, colonias o estatuas que recuerden al
conquistador español
Los disgustos no abandonaron a Hernán
Cortés en la víspera de su muerte. Cuenta José Luis
Martínez, su gran biógrafo, que la mañana del 2 de diciembre de 1547, el
conquistador estalló en ira cuando su hijo mayor, Luis, le comunicó su
intención de casarse con Guiomar Vázquez de Escobar, sobrina de un viejo
enemigo cortesiano.
La disentería había entristecido la
figura de aquel hombre que una mañana de verano conoció la grandeza de Tenochtitlan.
De inmediato, Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca, mandó
llamar a un escribano para que asentara su deseo de desheredar a su
primogénito.
Aquel mismo viernes, en la casa de un amigo en Castilleja
de la Cuesta, España, don Hernán murió. Tenía 62 años de edad. En su agonía
alcanzó a balbucear: “Mendoza…no…emperador…te…te…lo prometo…once de noviembre…
mil quinientos cuarenta y cuatro…” Nadie ha podido interpretar aquellas
palabras de delirio.
Cuando la memoria colectiva trata de olvidar
El periodo de la Nueva España es uno de los que han sido
tachados, borroneados y enmendados con más furia por la memoria colectiva en
México, según refirió alguna vez el mismo Octavio Paz, es una época que, dice
el escritor y poeta, los mexicanos tratan de olvidar o negar de su pasado
social.
Uno de los nombres que se ha querido escribir con tinta
invisible es el de Hernán Cortés, iniciador de esos 300 años de
Conquista.
En eventos de aniversarios, que
culminarán en 2021 al cumplirse cinco siglos de la caída de
México-Tenochtitlan, llama la atención la ausencia de este
nombre y su figura en el espacio público de la Ciudad de
México. No hay para el celoso extremeño, como lo llamó
Cervantes, una avenida, colonia o estatua que lo reconozca; sólo una calle.
Plaza principal de
la ciudad de Medellín, en España. Atrás se observa el castillo donde la reina
Isabel vivió y del lado izquierdo se observa la iglesia donde el conquistador
fue bautizado. En la parte de abajo del monumento se lee Méjico, con “j”.
Archivo de EL UNIVERSAL.
El doctor Javier Rico Moreno, profesor del Colegio de
Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, habla con EL
UNIVERSAL sobre esta ausencia cortesiana y su significado.
Asegura: “la nomenclatura de la Ciudad
de México vinculada a la historia nacional es producto
de una política del pasado, en ocasiones silenciosa. Cada gobierno decide qué
acontecimientos y personajes conviene fijar en la memoria de
los habitantes; los monumentos y la nomenclatura urbana son un instrumento
eficaz.
“En este sentido, esa política del pasado
cobra importancia no sólo por las presencias que se quiere mantener, sino
también por las ausencias o los destierros (hechos o
personajes que no aparecen en la nomenclatura del centro capitalino, sino de la
periferia).
“Se aprecia como algo normal que los
gobernantes se identifiquen o exalten las figuras de héroes nacionales
asociados a la Independencia, la Reforma o
la Revolución. Si algún gobernante se identificara o
exaltara a algún personaje relacionado con la Conquista, irremediablemente se
juzgaría como un acto de traición a la patria.
“En una política conmemorativa del
pasado no tienen cabida los actos dolorosos, las heridas, los ultrajes. Si ya
la estatua de Cristóbal Colón ha estado en
riesgo, una calle que lleve el nombre de Hernán Cortés se
antoja imposible; Octavio Paz lo explicaría de forma contundente: ‘la conquista
es una herida que mana sangre todavía’”.
Grabado que
representa el encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma, que según los
registros históricos se llevó a cabo el 8 de noviembre de1519. Colección
Villasana/Torres.
Isabel la Católica, la reina castellana que patrocinó los
viajes de Colón, cuenta con una larga vía en su honor que atraviesa el Centro
Histórico de la capital. Paralela a ella están las calles de Motolinía y Gante,
en recuerdo a estos primeros franciscanos que evangelizaron a los indígenas.
En honor de Cristóbal
Colón existen dos monumentos porfirianos en la alcaldía
Cuauhtémoc y una calle en por lo menos cinco colonias de la gran urbe. Los
gobernantes mexicas Moctezuma y Cuauhtémoc, contemporáneos de Cortés, son
homenajeados en cientos de calles, colonias, escuelas, estatuas y toda clase de
comercios.
En el cruce de la
Avenida Cuauhtémoc y la calle Romero de Terreros, en la colonia Narvarte
Poniente, se observa esta nomenclatura de vías en la cual apreciamos el nombre
de Cuauhtémoc, tlatoani azteca cuyo nombre lo lleva también una estación del
Metro. Foto: David Pineda Villalpando/Cortesía.
Nomenclatura del
cruce entre la Avenida Isabel la Católica y la calle San Jerónimo, mientras que
en la otra imagen se observa otro letrero vial que indica la vía Isabel la
Católica y la dirección del Museo del Estanquillo, en el Centro Histórico.
Foto: David Pineda Villalpando/Cortesía.
Malitzin o Doña Marina, ese genio de la
Conquista, es el nombre de varias calles, acaso la más famosa en el centro de
Coyoacán. Los virreyes Bucareli y Revillagigedo también tienen sus calles.
Pareciera que sólo don Hernán carece de homenajes públicos.
En 1971, el geógrafo Carlos Morales
Díaz elaboró un diccionario llamado ¿Quién es quién en la nomenclatura de la Ciudad de
México?
En el apartado “Hernán
Cortés” registraron tres calles con este nombre: una en
Xochimilco, otra en la colonia Tlacopac y una más en Lomas de Virreyes. A la
fecha sólo se conserva la de la última. Es una arteria breve que inicia en
Corregidores y termina en Boulevard de Virreyes en la zona de Las Lomas de
Chapultepec de la capital.
Entre Boulevard de
Virreyes y Corregidores está la calle Hernán Cortés de corta extensión. Foto:
David Pineda Villalpando/Cortesía.
Al preguntarle qué trascendencia tiene la falta de una
avenida Hernán Cortés, Rico Moreno afirma que “la ausencia del nombre de Hernán
Cortés en la nomenclatura de la Ciudad de México es relevante por lo que
expresa: la tendencia a seguir negando parte de nuestro pasado y, por tanto, la
negación de una parte de nosotros mismos.
“Sostener el carácter violento de la Conquista no debiera
implicar la negación de los tres siglos durante los cuales se fue gestando
parte importante de la identidad cultural”, dice.
Otros rastros de Cortés en la capital
En la esquina de República del Salvador
y Pino Suárez, en el Centro Histórico, se encuentra un
mural de mosaico que recuerda el encuentro entre Cortés y Moctezuma, que tuvo
lugar, supuestamente, en ese mismo sitio el 8 de noviembre de 1519.
Mural en la
esquina de las calles República del Salvador y Pino Suárez, en el Centro
Histórico, donde supuestamente se llevó a cabo el encuentro entre Moctezuma y
Hernán Cortés, el ocho de noviembre de 1519. Se trata de una réplica en
talavera de la pintura de Juan Correa. Crédito: Mauricio M. Castillo.
La obra es una réplica en talavera de
la pintura del novohispano Juan Correa. Esta es la única representación
de Cortés en una avenida en la Ciudad que él refundó, en el mismo espacio en
que estuvo Tenochtitlan.
En el parque Xicoténcatl, cerca
del Museo de las Intervenciones, en Coyoacán, hay un
conjunto de cuatro figuras: un hombre vestido a la usanza del siglo XVI,
un león, una mujer indígena y un águila junto a ella. No hay ninguna
placa del autor o qué representa el conjunto. La voz popular dice que son
Cortés y Doña Marina. Lo cierto es que en este lugar no hay referencia al
respecto.
Es un hecho que el nombre mismo del conquistador extremeño
levanta ámpula. La polémica se reaviva durante las conmemoraciones.
En el parque
Xicoténcatl, cerca del Museo de las Intervenciones, hay un conjunto de estatuas
es un hombre vestido a la usanza del siglo XVIII, una mujer indígena y un
enorme león. La voz popular indica que es la representación de Hernán Cortés y
Doña Marina; sin embargo, no hay una placa que lo indique. Foto: Mauricio M.
Castillo/Cortesía.
En marzo del 2019 el presidente Andrés
Manuel López Obrador puso el tema sobre la mesa al enviar una carta al
Rey de España, Felipe VI, para que éste pidiera disculpas a
México.
Esto se suma a la constante alusión del mandatario a la
historia como un tema de buenos contra malos. Al respecto Javier Rico
sostiene: “La visión maniquea está presente en toda política del pasado, y
todos los gobiernos ponen en práctica una política del pasado para legitimar el
poder.
“Se establece también una continuidad entre los villanos
del pasado y los del presente, añade el doctor en historia
de la UNAM: porfiristas, neoliberales, conservadores y esa especie de
aristocracia con privilegios que se designa con el impreciso (pero, eficaz por
efectista) vocablo fifí.
“Lo que está en juego no sólo es el estigma y la
descalificación de los adversarios políticos, sino también una polarización de
la sociedad que haría difícil dialogar y convivir”.
Si Cortés no goza de un monumento en
bronce o granito, sí lo tiene en las letras. En 1992, José Luis Martínez, uno
de los intelectuales más importantes de México, publicó en el Fondo de Cultura
Económica la biografía de este personaje en su obra Hernán Cortés.
Portada del libro
Hernán Cortés de Jose Luis Martínez. Editorial Fondo de Cultura Económica.
El libro es considerado por muchos el mejor trabajo hecho
sobre el conquistador. Su lectura es oportuna en estos tiempos. En las últimas
páginas escribe Martínez: “Acaso alguna vez consigamos librarlo [a Cortés] de
las ideologías y estudiarlo con la cruel objetividad de la historia, para
descubrir con luces y sombras una personalidad excepcional. Ignorar o mutilar
la historia no la cambia”.
La imagen principal es la plaza de
Trujillo en España, donde se erige la estatua de Hernán Cortés, un día común de
mercado en medio de los comerciantes de la localidad. Archivo/EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Entrevista con el doctor Javier Rico
Moreno, profesor del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM.
Morales Díaz, Carlos. Quién es quién en la
nomenclatura de la Ciudad de México.
Martínez, José Luis. Hernán Cortés. Editorial Fondo de Cultura Económica.
Paz Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas
de la fe.
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