DE MÁLAGA
AL
CAMINITO DEL REY
Al este y al norte de la
cosmopolita capital se despliega un paisaje de pueblos blancos, castillos y
desfiladeros de vértigo.
MÁLAGA DESDE EL CASTILLO
Desde el castillo de Gibralfaro, frente
a la ciudad y su bahía, en medio del silencio de los bosques que tapizan el
cerro, Málaga aparenta una serenidad ficticia. La realidad es bien distinta. Lo
que se extiende a los pies del viajero es una capital vibrante, culta, hecha de
muchos acentos y que se niega a dormir.
LA REVOLUCIÓN COMANDADA POR
PICASSO
La verdadera transformación de la
capital de la Costa del Sol comenzó hace décadas, cuando se dio cuenta de que
el arte era el mejor modo de situarse en el mapa de los grandes destinos
internacionales. Todo comenzó con la inauguración del Museo Picasso en honor a
su hijo predilecto. Las obras del genial artista cuelgan desde 2003 en el
palacio de Buenavista, a un lado de la bulliciosa calle Granada y a un salto de
la plaza de la Merced, donde se halla su casa natal. De niño Picasso jugó en el
Teatro Romano, bajo los muros y los torreones de la Alcazaba, y aquellos
sillares de piedra cúbica ordenados a modo de arco debieron de inspirar muchas
de las formas que años después llevaría a sus lienzos. El Museo Picasso
constituyó el pistoletazo de salida al impulso artístico de Málaga.
AL ABRIGO DEL GENIO CUBISTA
Luego llegaron el Museo Ruso, el Carmen
Thyssen dedicado a la pintura española y el Centro Pompidou, abierto en Muelle
Uno, frente al puerto, con su cubo de cristales de colores cuya luz tamiza el
gran vestíbulo en torno al cual se exhibe el arte más moderno y temperamental.
Esta «primavera» museística cambió la
fisonomía de Málaga sin destruir su esencia. Hay un paseo que comienza en la
plaza de la Marina, en uno de los extremos de la Alameda Principal, y que
encara la calle Larios hasta terminar en la plaza de la Constitución. En esos
500 metros está resumida el alma de la ciudad, su pasado burgués, su deliciosa
arquitectura.
LA ÚNICA CUEVA DE ORIGEN
SUBMARINO DE EUROPA
Málaga es un inmejorable punto de
partida para descubrir una de las provincias más bellas (y desconocidas) del
sur peninsular. La Costa del Sol y sus tentaciones han eclipsado el encanto de
los pueblos blancos de adentro, el valor ecológico de sus parques naturales, la
delicada armonía de sus ciudades barrocas o la feracidad de los barrancos y los
desfiladeros allí donde el hombre tendió vías de tren o amansó las aguas con
embalses a modo de mares interiores.
Málaga divide su costa en dos. El
litoral occidental es el más conocido gracias a la fama ganada por ciudades
como Torremolinos o Marbella. La costa oriental, en cambio, guarda un sesgo más
familiar, en especial en ciudades próximas a la capital como Rincón de la
Victoria, asomada al mar a través de un espigado paseo marítimo y un delicioso
sendero entre roquedales.
En los pliegues próximos al mar se
halla la Cueva del Tesoro. Los cantales son pequeños
acantilados que se formaron en época jurásica y se asoman al Mediterráneo. De
hecho, El Tesoro es una de las tres únicas cuevas de origen submarino que se
conocen en el mundo. Las otras dos se localizan en Asia y en América Central.
LA OTRA GRAN CUEVA
Pero la cueva malagueña más conocida
está en Nerja, próxima a los límites con la Costa Tropical de Granada. En
verano sus inmensas salas acogen algunas actuaciones de un aclamado festival de
música y danza; se diría que las composiciones clásicas que se interpretan en
su interior parecen colgar de las estalactitas y las estalagmitas, un milagro
de la geología iniciado hace cinco millones de años. Nerja, además, es uno de
los pueblos más encantadores de la provincia de Málaga. Una mañana el rey
Alfonso XII se asomó al mar por uno de sus extremos y dijo: «Este es un bonito
balcón de Europa». Desde entonces el final del paseo más conocido de la
localidad, el que une el Ayuntamiento con los acantilados azotados por las olas
del Mediterráneo, recibe este nombre.
NERJA A CIELO ABIERTO
El Balcón de Europa es circular y está
protegido por sendos cañones. Ningún pirata berberisco amenaza ya la costa y
quizá por eso los nerjeños colocaron junto a las barandillas del mirador una
escultura en bronce del rey que internacionalizó este lugar. Las calles y las
plazas de Nerja son blancas, como un preámbulo de lo que el caminante hallará
con solo comenzar a subir las sierras que se alzan frente a él. Hay una
araucaria en la plaza del Carmen que algún indiano trajo de lejanos confines,
mientras que en la plaza Cavana las casas señoriales asoman sus balcones de
hierro sobre terrazas en los que la vida discurre sin prisas, bajo la sombra
generosa de los plátanos de Indias, el perfume del jazmín y el color amoratado
de las buganvillas.
NERJA Y EL MAR
Nerja se hizo famosa a principios de la
década de los 80 gracias a Verano Azul, la serie que el cineasta Antonio
Mercero rodó aquí. Aquel éxito televisivo marcó a una generación de españoles
y, además del famoso barco de Chanquete, que sigue varado en un altozano a la
entrada al pueblo, dio a conocer el encanto salvaje de las calas de Maro, las
cascadas de agua dulce que caen hasta el mar y las caprichosas oquedades
abiertas entre los acantilados.
De la playa de Burriana parten a diario
grupos de piraguas que a golpe de remo alcanzan una de las últimas zonas
salvajes de la costa mediterránea española. Es una excursión deliciosa que
permite llegar hasta la denominada cueva del Lobo Marino, frecuentada hasta
hace unos años por comunidades de focas monje. Algunos kayaks se acercan a la
zona conocida como La Laguna, una lámina de mar en calma cuya profundidad es de
apenas metro y medio y donde las olas se amansan y parecen quedar quietas.
FRIGILIANA: OTRO MUNDO
Solo cinco kilómetros separan Nerja de
Frigiliana. Pero a pesar de la cercanía entre ambas sentimos habitar otro
mundo. El bullicio de la costa desaparece y el pueblo con sus calles estrechas,
sus plazas mínimas e irregulares, las cuestas y los miradores invita a ser
recorrido sin prisas. Una colección de azulejos ilustra al visitante de la
rebelión de los moriscos que se desató en la comarca de La Axarquía a mediados
del siglo xvi.
El trazado urbano y la fisonomía de
estos pueblos esparcidos como copos de nieve recién caídos se remonta a aquella
época en que la última comunidad hispanomusulmana, expatriada del reino nazarí
de Granada, plantó cara al dominio cristiano. Hay un ingenio azucarero a la
entrada del pueblo, un conjunto de calles llenas de arriates y macetas de
geranios, con una iglesia modesta consagrada San Antonio. Lo que rodea
Frigiliana son los primeros montes que conforman el Parque Natural de las
Sierras de Alhama, Tejeda y Almijara. El techo de la provincia de Málaga se
encuentra dentro de esta reserva: La Maroma, que se eleva por encima de los
2060 m. Desde la cumbre, con solo mirar hacia el sur, el mar es una quieta
lámina azul. Se divisan a lo lejos las cumbres blancas de Sierra Nevada, en la
vecina Granada, y los pueblos que conforman La Axarquía, que en árabe significa
«el oriente».
VÉLEZ-MÁLAGA Y EL QUIJOTE
Vélez-Málaga, la capital de la comarca,
es una ciudad grande, pero no mira al mar sino hacia el interior, crecida en
aquel tiempo en que las amenazas venían del Mediterráneo. Hace siglos lo que
rodeaba la ciudad eran alquerías árabes y de ellas aún quedan las acequias y la
sabiduría en el uso del agua y el riego. En El Quijote, Cervantes dejó escrito:
«¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido!
Porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez-Málaga» (Capítulo
41 de la Primera Parte). Hay un museo que recuerda la vinculación del manco de
Lepanto con la ciudad, una alcazaba que rememora pasadas culturas, un puñado de
notables iglesias barrocas y una fundación dedicada a la filósofa María
Zambrano, nacida aquí en 1904, hija de maestro y autora de alguno de los más
esclarecedores ensayos escritos en España en el siglo xx.
BLANCO SOBRE LA AXARQUÍA
La comarca de la Axarquía, de nombre
evocador, sembrada de vides y olivos, de rugosa feracidad y arroyos de aguas
limpias, fue pontificada a lo largo del siglo xix por los viajeros románticos.
Comares es un pueblo encaramado a una inexpugnable peña desde cuyo mirador La
Axarquía parece inabarcable. En Cómpeta los vecinos encalan sus casas en
primavera y, a la caída de la tarde, las tabernas se llenan de lugareños que
piden el vino de la tierra, hondo, bien graduado y en vaso corto. La iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción es visible desde bien lejos porque su torre
mudéjar destaca por encima del caserío como un faro que indica el camino a
tomar.
A partir de aquí la carretera se arruga y los
pueblos se hacen más íntimos y legendarios conforme se asciende. En
Salares se alza el viejo alminar de época almohade que, erigido en ladrillo
rojo y moldeado con paños de sebka,
contrasta con la cal explícita del caserío. Los pueblos recostados en las
faldas de las sierras de Tejeda, Alhama y Almijara exhiben en sus viejos campanarios
la herencia del arte mudéjar. En Sedella y en Canillas de Aceituno las iglesias
son humildes, de una sola nave y están abiertas a una plaza perfumada en
primavera y a sendos miradores desde los que se divisa el mar a lo lejos.
PAISAJES MÁS RELAJADOS
Hacia el norte los pueblos de Periana,
Alfarnate y Alfarnatejo establecen la frontera con otras comarcas y otros
acentos malagueños. De repente el paisaje se templa, se vuelve dócil, los
últimos escalones septentrionales de la cordillera Penibética se adormecen en
anchos sembrados de cereales y los olivares, dispuestos como un ejército
pacífico, preludian el paso natural que une Andalucía por su centro.
En uno de esos
escasos cerros que salpican el norte de la provincia de Málaga, se acomoda la
ciudad de Archidona. Su plaza barroca es octogonal y en el otero que corona el
caserío abre sus puertas la ermita de la Virgen de Gracia, erigida sobre la
antigua mezquita cuyas columnas perviven en el interior del templo.
ANTEQUERA AL COMPLETO
Antequera se extiende frente a la Peña
de los Enamorados, síntesis del más desaforado romanticismo andaluz. Su leyenda
cuenta que una princesa mora y un caballero cristiano prefirieron hallar juntos
la muerte a verse obligados por sus familias a separarse. Barroca y señorial,
altiva y distinguida, Antequera otea el centro geográfico de Andalucía desde la
Alcazaba. Pero su historia comenzó mucho antes como atestiguan los inmensos
dólmenes de Menga, Viera, El Romeral o El Alcalde, repartidos por las afueras
de la ciudad y declarados Patrimonio Mundial.
UN MARAVILLOSO DELIRIO BARROCO
El templo más relevante es la Real
Colegiata de Santa María la Mayor, junto a la Alcazaba árabe. Cuando «sale el
sol por Antequera» los vecinos señalan la Puerta de los Gigantes, un magnífico
pórtico que ejerce de entrada al conjunto monumental que corona la ciudad. Las
calles del centro histórico de Antequera están exaltadas por las iglesias
barrocas más valiosas de la provincia, consagradas a la Virgen del Carmen, San
Juan, San Miguel y Santiago. Pero lo que convierte esta ciudad en un libro de
historia es el palacio de Nájera, en una de cuyas salas se exhibe El Efebo,
escultura de bronce, romana del siglo i d.C., al que los viajeros románticos
consideraban «la pieza antigua más bella salida del suelo peninsular».
UNA MARAVILLA NATURAL
INEXPLICABLE
Lo que se extiende al sur de Antequera
es una ensoñación en piedra y cielo que recibe el nombre de El Torcal. Este
paraje natural es uno de los más extraños caprichos que la naturaleza ha
cincelado a lo largo del tiempo, una impresionante formación kárstica de rocas
erosionadas que hace despertar la imaginación. El Torcal es una suma de
columnas, órganos y oquedades labradas por el viento y el agua como único
cincel que tiene en El Tornillo, la gran piedra erosionada con forma de
espiral, una de sus más increíbles estructuras. Los tres senderos que se
adentran por este laberinto descubren un paisaje que parece sacado de un sueño.
DE REPENTE, UN HUMEDAL
El norte de la provincia de Málaga está
salpicado de espacios naturales únicos como la laguna de Fuente de Piedra,
morada del flamenco rosa y de otras aves migratorias. Hay un centro de interpretación
en uno de los extremos de la laguna con un inmenso ventanal desde donde se
divisa la vida en este pequeño mar de agua dulce.
BIENVENIDOS AL VÉRTIGO
Pero si hay un lugar que anime a
recorrerlo sin descanso y a sentir el peso de la naturaleza en su expresión más
brutal ese es el Caminito del Rey, una extravagancia geológica, un paseo entre
desfiladeros con paredes verticales de más de 300 m de altura que convocan al
vértigo.
El Caminito del Rey se extiende entre
las comarcas del Guadalteba y el Valle del Guadalhorce, donde Málaga custodia
sus mayores reservas hídricas. El paseo completo mide 7,7 km y la puerta
habitual de entrada es por el municipio de Ardales. El control de acceso se
halla en la cabecera del pantano del Guadalhorce, entre un cerrado de pinos
perfumados y colosales roquedales. El camino desciende paralelo al cauce del
río Guadalhorce. El primero de los tramos discurre por el desfiladero de los
Gaitanejos, un escenario de caídas verticales y violentos cortados. Lo más
impactante es divisar desde lejos las pasarelas clavadas a la roca por
estructuras de hierro y lamas de madera. El camino sube y desciende, trepa y
cae acomodándose a las verticales. Los responsables del Caminito del Rey
advierten: «No existe riesgo alguno, la seguridad está garantizada. Pero las
personas propensas al vértigo han de abstenerse de recorrerlo».
EL SENDERO MÁS PELIGROSO DEL
MUNDO
De repente el paisaje se templa. El
senderista ha llegado al Valle del Hoyo, un lugar abierto y apacible. La
serenidad es pasajera porque el plato fuerte aguarda en el desfiladero de los
Gaitanes, un cañón brutal en el término municipal de Álora donde los boquetes
de la roca caen hasta la orilla del río formando impresionantes caprichos
geológicos. Hay un balcón colgante con un piso transparente reforzado donde el
senderista puede sentirse víctima de una paralizadora sensación de vacío. El
tramo final de los Gaitanes reserva como última sorpresa un puente colgante que
salva el cañón y termina en el paraje de El Chorro. Hubo un tiempo en que el
Caminito del Rey se consideraba uno de los senderos más peligrosos del mundo.
Esta desalentadora calificación se mantuvo hasta el cierre del camino en 2001;
el sendero se reabrió totalmente equipado en 2015.
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