Plata y sociedad regional. Reales de minas pequeños en la Nueva España,
siglos XVI – XVIII: Entre lo rural y lo urbano
El ensayo trata de reales de
minas pequeños en la región de Sultepec y Taxco, ubicados al sur de la ciudad
de México durante el periodo colonial. Muchos se encontraban lejos de las rutas
de comercio principales. Se subraya la marginalidad y la profunda desigualdad
social imperante en la región de Sultepec – Taxco, el peso de los
mineros – rancheros y la manera de cómo las muy diversas negociaciones
mineras involucraron a la población nativa como proveedores locales de insumos.
El contexto social y político permitía la rentabilidad de las empresas bajando
costos de algunos salarios e insumos locales, y así se propone que la noción de
la minería como ‘motor de la economía’ debe matizarse, analizando
cuidadosamente qué sectores se vieron beneficiados y cuáles no.
Son
numerosos los historiadores que han arrojado luz sobre el devenir de la minería
mexicana. En esa rica historiografía destacan los estudios sobre los centros
mineros más grandes y prósperos como Guanajuato, Zacatecas y Pachuca – Real del
Monte, donde, gracias a fuentes notariales y fiscales, se han podido seguir las
negociaciones mineras de acaudaladas familias novohispanas. Este ensayo, en
contraposición, intenta describir el contexto social y económico de una región
minera de modesta producción de plata para subrayar que numerosos grupos
sociales intervenían en esta industria de manera muy diversa. Se describirá en
pocas líneas la pluricultural población indígena prehispánica y el complejo
entramado social colonial que se formó en la zona de Sultepec –
Temascaltepec, Tetela del Río, Zacualpan y Taxco en donde, desde el siglo XVI
hasta la fecha, se ha extraído plata de las entrañas de sus montañas. Sin
embargo, como todas las regiones mineras del mundo, su producción ha sufrido a
lo largo del tiempo periodos de borrasca y decaimiento. Las preguntas que se
intentarán responder son: ¿Quién mantenía esa continuidad extractiva y seguía
“escarbando con la industria de su propio trabajo” aún en época de decaimiento?
¿Cómo se relacionaban los proveedores locales con la minería? ¿Fue la industria
minera el “motor” de la economía regional?
2Por la brevedad de este ensayo no se
profundiza en el desarrollo histórico de cada real de minas sino se remite a la
bibliografía;1 en cambio se utilizan
fuentes que arrojan luz sobre el contexto social más amplio como disputas por
minas, tierras, ranchos y haciendas, además documentos elaborados en la zona
durante una visita pastoral del arzobispo de México en el siglo XVII y censos y
observaciones de eclesiásticos del siglo XVIII, entre otros.
La región de estudio y su población
desde época prehispánica
3La región también llamada ‘Provincia de la
Plata’ en el siglo XVI se encuentra aproximadamente 75-90 km al sur y suroeste
de la ciudad de México, y abarca desde las laderas de la montaña Huitzteco
(Taxco, Zacualpan), hasta, más al oeste, las estribaciones del Nevado de Toluca
(Temascaltepec, Sultepec). También incluimos en la región al pequeño real, más
sureño, de Tetela en los márgenes del río Mezcala-Balsas. Ante lo montuoso y
accidentado de muchos paisajes, sorprende a quien aún hoy viaja desde la
capital de México hacia la vertiente del río Balsas, la movilidad que tuvieron
en el periodo colonial los pobladores de esas sierras. Durante el periodo
virreinal, con excepción de Taxco, los demás reales mineros de la región de
estudio estaban alejados de un camino principal. Solamente fragosos caminos de
herradura, que serpenteaban por las montañas, comunicaban en nuestra zona de
estudio las minas y haciendas de beneficio con las ciudades mayores como Toluca
o México.
4Durante la década de 1520, en expediciones en
búsqueda de oro de placer en los ríos
de ‘tierra caliente’ y de la vertiente del Pacífico se descubrieron yacimientos
de plata primero en Sultepec (aproximadamente 1530/31), en Zumpango del Río,
posteriormente en Taxco, Zacualpan y también en Temascaltepec y Tetela del Río.
Las minas del pequeño real de Huautla, no lejos de Taxco, fueron descubiertas
en la década de 1580 y produjeron en algunas décadas cantidades considerables
de plata. Para los reales del poniente de nuestra zona de estudio, Sultepec y
Temascaltepec, cobraron importancia económica los poblados mayores como Toluca,
las “repúblicas de indios” y las haciendas agro-ganaderas de sus alrededores,
mientras que Taxco, al oriente de nuestra zona de estudio, estaba relacionado
íntimamente con los pueblos de Iguala, Tepecuacuilco y Cuernavaca. ¿Pero
quiénes eran esos habitantes originarios de la región antes de la llegada de
los españoles?
5Para apreciar la especificidad de la zona hay
que remontarse al siglo XV y a la época anterior a la conquista, cuando
existían al poniente de la región los antiguos reinos de Amatepec y
Texcaltitlan.2 Se formaban por un
conjunto de señoríos altamente jerarquizados, cuya importancia política creció,
sobre todo en la década de 1470, cuando en estas tierras fronterizas se
enfrentaron los imperios de Michoacán y de México- Tenochtitlan. Toda la zona
al poniente del Nevado de Toluca era zona de guerra. Estaban en disputa sobre
todo los recursos de sal y cobre de la región, pero también el paso a tierra
caliente, es decir hacia la rica producción de algodón y cacao al margen del
río Balsas. Precisamente Tetela del Río fue un reino antiguo, con yacimientos
de cobre, que algunas veces luchaba a favor de los señores de Michoacán y otras
veces a favor de los señores de la Triple Alianza. La zona de Zacualpan y Taxco
El Viejo también estaba dividida en numerosos reinos indígenas de antigua
tradición, llamados “chontales” como
Noxtepec, Pilcaya, la fortaleza natural y reino de Teticpac, mientras otros
tenían población de origen y lengua otomiana (matlatzinca, mazahua, ocuilteca)
y provenían del altiplano central. Otros señoríos, de hablantes de un náhuatl
muy antiguo, se denominaban cohuixcas.
Vivían entremezclados con los chontales – tuxtecas de Iguala y Tepecuacuilco, pero sobre todo ocupaban los
márgenes del río Balsas – Mezcala en Ohuapan, y las montañas de la zona de
Chilapa y Zumpango. Entre todos esos reinos prehispánicos eran intensas las
relaciones comerciales, teniendo especial relevancia la sal producida en las
salinas de Oztuma, Alahuiztlan y Amatepec. Además, se aprovechaban los
diferentes recursos de cada reino según su clima, como algodón en rama, miel,
cerámica, cestería, textiles de ixtle y de algodón, jícaras, tintes, tierras para
bruñir, copal, oro, cobre. Pero también eran constantes las guerras. En las
contiendas bélicas entre los mismos distintos reinos locales intervinieron,
finalmente del exterior, y para conquistarlos a todos, los mexica de
Tenochtitlan a fines del siglo XVI. Esa compleja experiencia histórica
multicultural, económica, social y política marcará la especificidad de la
región. Para los conquistadores europeos significaba que podía contar con un
número considerable de trabajadores, es decir, de comuneros (macehuales)
sometidos a sus señores. Con el descubrimiento de los yacimientos de plata y la
llegada de los españoles a Taxco, la antigua sede de poder, hoy Taxco El Viejo,
quedó desplazada por una nueva fundación: el ‘real de minas de Taxco,’ y así
sucedió con otras antiguas capitales, tanto en Zacualpan como en el nuevo real
de minas Temascaltepec. De igual manera ocurrió al oeste, en torno al real de
minas San Juan Sultepec que sustituyó a la antigua capital del reino
prehispánico, el pueblo de San Miguel Sultepec, que quedó como el actual
Sultepequito, pueblo de indios, pequeño y marginado. Por su parte esta zona muy
montañosa y boscosa se caracteriza por un clima frío y por su producción
forestal, de todo tipo de maderas y resinas. Además de la introducción de la
minería, aquí la presencia de ovejas en zonas vecinas, propició el comercio con
lana y tejido de frazadas.
6En contraste con Taxco, que se encontraba en
el camino hacia el puerto de Acapulco, la zona de Tetela del Río quedó muy
marginada de las rutas comerciales, pues en la época los grandes ríos
significaban serios obstáculos al tránsito de las personas. El paso de
corrientes como el río Sultepec, el río Totoltepec o Tulantenco, el Aquiahuac
(al sur de Sultepec) o el río Mezcala -Balsas significaba un verdadero freno al
comercio y la economía pre-moderna que estamos analizando. En general, los
pueblos al sur del Balsas siempre estuvieron sumamente marginados. Ni siguiera
el arzobispo, que desde la ciudad de México debía visitar los poblados de
diócesis visitó alguna vez el pueblo de Tetela del Río, ni mucho menos a los
pueblos de las sierras ubicadas más al sur.
Las negociaciones mineras
7Con el desarrollo de la industria minera en
la región ocurrieron dramáticos cambios sociales y económicos y se impuso una
nueva organización del espacio. En todos lados se laboraban minas, se
construían haciendas de beneficio aprovechando las aguas de los ríos, se
usurpaban tierras y montes pertenecientes a los antiguos pobladores indígenas.
Además, la presencia de la gran cantidad de nuevos colonos españoles, mestizos,
mulatos, atraídos por la minería condujo, a lo largo del siglo XVI e inicios
del XVII, a un gran mestizaje. Los estudios de Bargalló, García Mendoza y Pérez
Rosales han abundado en detalles de gran interés para la historia de la minería
durante el siglo XVI, por lo que no repetimos sus hallazgos.3 Lo que queremos
subrayar es la introducción de nuevas formas de vida y de producción, entre
ellas las técnicas europeas del laboreo de minas. Durante los años de bonanza
entre 1560 y 1630 se producía plata tanto por fundición, como por amalgamación.
Los inversionistas mineros acaudalados compraban y ‘criaban’ esclavos de origen
africano y buscaban a toda costa aminorar gastos salariales pagando a sus
trabajadores con mercancías a precios excesivos. Después de la grave crisis
demográfica indígena, el gran problema para los inversionistas mineros fue el
aprovisionamiento de operarios y los altos costos de producción. Los capitanes
y expertos dirigentes recibían, además de su salario “piedras de minero,” y
también los barreteros, la élite entre los operarios contaba con salarios de
alrededor de 3 a 4 reales diarios y con frecuencia un pago adicional en “partido”, o sea en mineral. Otros eran
los expertos administradores, fundidores, azogueros y demás artesanos ocupados
en las haciendas de metales, cuya retribución también era relativamente alta.
Dado que los costos salariales eran altos, los propietarios de minas y
haciendas trataban de bajarlos al máximo. Además, como no eran suficientes los
peones que acudían a trabajar voluntariamente, aprovechaban “indios de servicio”
de los pueblos que acudían rotativamente bajo compulsión a las minas; coacción
que la Corona autorizaba ya que siempre favoreció la minería, ramo económico
que más le interesaba en términos fiscales. Los salarios de los peones eran de
uno a dos reales. Con frecuencia no se cumplían los pagos, y generalmente se
les dejaban de pagar a los ‘indios de repartimiento’ los días de viaje; además,
se les trataba de endeudar suministrándoles mercancías a precios excesivos. Los
maltratos eran constantes, y así los indios de los pueblos sólo acudían a minas
y haciendas de manera compulsiva.4 La mención de las altas
erogaciones de las negociaciones mineras se relaciona, obviamente, con su
dependencia de los comerciantes.
8Todos los propietarios de negociaciones
mineras siempre estuvieron a la merced de los comerciantes, locales o de la
ciudad de México, pues requerían constantemente de las herramientas e insumos
importados y novohispanos, así como de financiamiento o abasto con mercancías.
A los mercaderes el mismo comercio con los mineros les rendía buenos frutos,
aunque el riesgo al financiar o adelantar mercancía a una negociación minera
podía ser muy alto. Con frecuencia el mismo comerciante se encargaba (cobrando
un descuento) de transportar y manifestar la producción de plata en la ciudad
de México. Así obtenía plata y además tomaba control sobre mayores redes de
operaciones crediticias en la región o en los lugares que estaban en su ruta.5
9Para fines del siglo XVI había en la
jurisdicción de Sultepec un total de 19 haciendas de beneficio, de las que 17,
o sea prácticamente todas, eran de ingenios de agua. Es probable que no se
hayan contado las fundiciones, siendo que mucho mineral argentífero de este
real se prestaba para ser fundido por venir la mena con plomo.6 Había también, en 1597,
en el real 46 esclavos, 172 indios naboríos (libres o ‘adscritos’, generalmente
endeudados) y llegaban 133 indios de repartimiento de los pueblos. Un total de
399 mulas trabajaban en Sultepec. En contraste, en Temascaltepec trabajaban 220
mulas. Aquí existía mayor cantidad de haciendas de beneficio, pues eran 29.
Estos dos reales tenían estrechas relaciones con los pueblos de indios del pie
del Nevado de Toluca y con la capital del reino pasando por la ciudad de
Toluca. En Zacualpan trabajaban, según la misma fuente, 21 haciendas de
beneficio, 23 ingenios de agua, tres de caballo. Laboraban ahí 117 esclavos,
364 indios “naboríos” y llegaban 126 “de repartimiento” de los pueblos y se
contaba con 200 mulas.7
10El real de minas de Taxco, que fue el de
mayor producción de plata durante todo el periodo colonial dentro de la región
de estudio, se convirtió pronto en una verdadera ciudad minera, con una
población numerosa (relativamente) y que se dedicaba al comercio, los oficios
artesanales, y las distintas profesiones relacionadas con la industria minera,
los servicios religiosos, entre muchos otros. Algunos de los “dueños de
cuadrillas de indios” iniciales fundaron emporios industriales que tuvieron
permanencia a lo largo del tiempo, como en el caso de las negociaciones
fundadas por Hernán Cortés y sus herederos, por su parientes los Cerón, los
sucesores de Luís de Castilla o los de la familia Sandoval-Ruíz.8 Muchas más familias
siguieron a los primeros grandes inversionistas, algunas modestas que
permanecieron en la zona, adquiriendo ranchos u otras negociaciones
agropecuarias, y otras que lograron enriquecer pronto y entonces se mudaban a
la capital del reino.
11Hay que subrayar lo bien comunicado que
estaba este real de Taxco, vía Cuernavaca, con la capital del reino. Trabajaban
en esa jurisdicción, en esa época, 266 esclavos y 834 indios “naboríos.”
Llegaban, además, 406 indios de repartimiento de los pueblos. En el real se
ocupaban, además, 436 mulas en ese año. Como explica Laura Pérez Rosales, hacia
1610 Taxco pedía para sus 48 haciendas de beneficio al Rey 600 quintales de
azogue y Sultepec 500 siendo los reales de minas que seguían más de cerca al
real de Zacatecas. Hacia 1648 el consumo de Taxco era de aproximadamente 655
quintales, o sea se mantuvo una producción aproximadamente semejante de plata
de azogue en este real.9 Es sorprendente la
continuidad de trabajos de extracción en las minas y yacimientos que estos
primeros inversionistas iniciaron y que todavía rendían frutos a fines del
siglo XVIII.
12La población ‘urbana’, es decir, residente
permanentemente en los reales, variaba mucho. Sabemos que en 1685 Sultepec
tenía 1549 habitantes, Zacualpan 1800, Temascaltepec 1200, Taxco 2256 y, en
contraste, Tetela sólo 415, de esos 385 indios y en cambio 30 españoles,
mestizos y mulatos. Esa proporción de aproximadamente un 80 o 90 por ciento de
población indígena en Tetela contrasta con el aproximadamente sólo 30 por
ciento en Zacualpan.10 En términos generales,
la población de los reales y la de cuadrillas, haciendas, minas y pueblos
circundantes estaba en términos económicos muy diferenciada y tan mezclada, que
para los mismos contemporáneos la ‘calidad’ socio-étnica era difícil de
apreciar. En 1754 un comisario de la Inquisición expresó esa dificultad y
decidió clasificar como ‘indios’ en la comarca de Sultepec sólo a los que
pagaban tributo, y a la gran mayoría de los demás como ‘españoles,’ y en el
caso de dos cuadrillas a todos como ‘mulatos’.11 Observando los
apellidos y los linajes, vemos que la compleja y multirracial clase medida en
esta región constaba de familias que podían contar entre sus diferentes
miembros oficios urbanos, como también rurales.12
13Hemos mencionado que en el caso de los reales
de minas acá estudiados la producción de plata no fue espectacular porque, en
comparación con otros reales novohispanos, mantenían una producción de plata
modesta. Para proporcionar cifras, sabemos que se manifestó plata durante el
periodo de 1761-1767, según reporta el estudio de Bernd Hausberger, por un
valor de 29 420 pesos por parte de mineros de Tetela. Los de Sultepec
manifestaron plata por un valor de 834 754 pesos, los de Temascaltepec por
1 076 787 pesos, los de Huautla por 45 057 pesos y los de
Zacualpa 187 267 pesos. Contrasta con esas sumas la producción registrada
por Taxco de más de 2 millones de pesos y por Taxco y Chontalpa (mineral
dominado en ese momento por la bonanza en las minas del empresario J. de la
Borda) por más de 1 400 000 pesos adicionales. Aún mayor resulta el
contraste si observamos que en el mismo periodo Real del Monte manifestaba
plata por más de 5 millones y Guanajuato por más de 16 millones de pesos.13
14Como hay que insistir, en el siglo XVII
muchos inversionistas mineros habían adquirido también empresas agro-ganaderas
en las zonas aledañas a los reales. Se trataba de mineros- rancheros.
Compartían con los demás mineros novohispanos la necesidad de financiamiento
para pagar cada semana a los operarios y para conseguir herramientas e insumos.
Entre ellos destacaba el azogue importado y la sal que se podía adquirir de las
ya mencionadas salinas ubicadas en la misma región (Oztuma, Alahuiztlan) y, en
el caso de Tetela, también se conseguía de la costa del Pacífico. Proponemos
que en el caso de los numerosos propietarios de negociaciones mineras modestas
se trata predominantemente de familias de rancheros mineros que tenían arraigo
local, se casaban entre sí y podían sortear los altibajos mineros. Eran grupos
de parientes cuyos miembros operaban en distintos sectores económicos: unos
hermanos y primos podían tener ocupaciones urbanas, como el sacerdocio, el
comercio local o la artesanía, mientras otros tenían oficios rurales al
ocuparse en la arriería o la ganadería. Veamos ahora con mayor detalle la
distribución en el espacio de los distintos pobladores de nuestra región de
estudio.
Se ejerce mayor control sobre la
población indígena y a la vez resulta mayor descontrol y dispersión de la
población minera no-indígena
15Entre 1590 y 1620 se reubicó a la población
indígena en toda la ‘Provincia de la
Plata.’ Esta medida política de la ‘congregación de los indios’ en
reducciones o pueblos con traza renacentista alrededor de su iglesia y casas
reales provocó una gran resistencia. Los cohuixca,
chontales, matlatzinca y demás indios de los cientos de pueblos, barrios y
pequeñas estancias estuvieron en gran medida renuentes a abandonar la dispersa
y entreverada forma de poblar prehispánica, por lo que en algunos casos se
recurrió a gran violencia por parte de los jueces de congregación que ordenaron
que se impartieran azotes a las autoridades indias, que se quemaran las casas,
o se amenazó directamente con la horca a quienes se resistieran a mudarse de
lugar. Los nuevos pueblos congregados fueron, sin embargo, pequeños en su gran
mayoría. La población indígena había sido diezmada profundamente por las
epidemias de 1545 y 1575 y, así, para el siglo XVII e inicios del XVIII la
mayoría de los pueblos de indios de la región de estudio contaban con menos de
cien familias. Se trataba de una población indígena que vivía una economía de
trueque. Su supervivencia era precaria. Aunque en algunos casos se
especializaba en producir sal, o productos de ixtle y entregaba su maíz o paja
o carbón en las negociaciones mineras o los reales de minas, vivía de la
auto-subsistencia.
16A pesar de que para la población nativa se
implementó esa política de congregación y de mayor control y “policía,”
simultáneamente y de manera paradójica, creció la dispersión de los
asentamientos y poblados de españoles, mestizos, mulatos y demás cuadrillas de
operarios mineros. Como las minas se encontraban aisladas entre los cerros y en
barrancas y alejados parajes, en realidad surgió un nuevo modelo disperso de
poblamiento, caracterizado por cientos de minas y catas, ubicadas en los
montes, y las correspondientes haciendas de beneficio cerca de los ríos y en
los valles, así como numerosas fundiciones en zonas boscosas cercanas a minas y
donde era cómodo obtener el combustible necesario. Observamos esa dispersa
población ‘industrial’, para mencionar un ejemplo en Taxco, donde se mencionan
en 1614 las haciendas que requieren de azogue.14 Por ejemplo en el
mismo Taxco las haciendas de Juan Domínguez, la de Domingo de Pérez, Juan
Ramírez de Segura, de Diego de Mora y Jerónimo de Mendoza, (nótese que no se
les nombra con el título de “don”) en cambio se menciona a Don Antonio de
Ortola como propietario de hacienda y además se enlistan la hacienda de Nicolás
Ruíz, de Pedro Martín Domínguez. En el caso de las primeras dos mencionadas, se
dice que contaban con ocho mazos e ingenio de a caballo, es decir, trituraban e
mineral con molinos movidos por fuerza animal, mientras otras haciendas, en
especial las de Tenango operaban con fuerza hidráulica. En el valle de
Cantarranas se mencionan trece haciendas de beneficio que requerían mercurio y
siete en el poblado cercano de Tenango. En el camino de Temimiltitlan en
Cantarranas se ubicaba la hacienda de Joan de Castileza y en términos del
pueblo cercano de Acamixtlahuaca otras cuatro haciendas. En Huejotitlan, a un
día de camino partiendo del real de minas de Taxco se ubicaba una más y en el
valle de Amaxac otras dos, además de que en el monte de Noxtepec se ubicaba la
hacienda de San Joseph que tenían en arrendamiento los frailes de La Merced y,
finalmente en el monte de Petlacaxinga, operaban cinco empresas beneficiadoras.
En otro valle, denominando Pipichhualco se ubicaba una hacienda y en el monte
del mismo nombre otra más. En el valle de Guasteluca, de la misma jurisdicción
de Taxco había tres haciendas de beneficio más. Muchas de estas minas y
negociaciones de beneficio pertenecían a herederos de ricos inversionistas de
antaño, pero otras también eran de sectores sociales medios y modestos
relacionados con las mencionadas familias de rancheros- mineros que, al
encontrar yacimientos ricos, se adentraban a esta industria, generalmente
apoyados por un socio ‘capitalista,’ ya sea un comerciante local, un empresario
minero retirado o un almacenero poderoso de la capital del reino.
17También en la parte del poniente de nuestra
zona de estudio, en torno a Sultepec-Amatepec, así como en Tejupilco-real de
Temascaltepec, observamos esa multitud de negociaciones y esa gran dispersión
de los asentamientos. Ahí abundaban de igual manera las haciendas de metales,
combinadas con producción agro-ganadera y con una población residente de operarios
y peones. El arzobispo de México, que en 1685 llegó al real de Sultepec,
informaba de las distintas haciendas y cuadrillas, así se mencionan catorce
“cuadrillas”: (1) la de Diego Sánchez,(2) la del escribano real Agustín Lazo de
la Vega nombrada Atzompan,[¿de azúcar] (3) la de Gueyatenco, (4) la de Alonso Hernández,
(5) la de Sebastián de Gorostieta,(6) la de Juan Pérez de Vergara, (7) la de
Nicolás Sanchez,(8) la de Doña Petronila,(9) la de Diego Vivero, (10) la de los
Reyes,(11) la de Nicolás del Valle, (12) la de Diego de Carvajal, (13) la de
San Hipólito,(14) la del Rincón del Real.15
18La designación de “haciendas” no debe remitir
necesariamente a grandes empresas con sólidas construcciones. Si bien las
haciendas de beneficio por amalgamación requerían de acueductos, albercas,
patios y galeras cerradas que resguardaran el mercurio y la plata, numerosas
negociaciones eran muy modestas. Muchas eran fundiciones y no se nombraban en
las anteriores listas de Taxco o de Sultepec, pues no recibían azogue sino sólo
trituraban el mineral y lo fundían apoyándose en el plomo como fundente.
Siempre hubo diseminados entre cerros y montañas muchos dueños de minas y
“zangarros” de fundición que no acudían a los reales de minas y evadían el
control fiscal.16 La plata sin quintar
provenía sin duda sobre todo de esas pequeñas fundiciones diseminadas por todas
las regiones mineras donde se trituraba el mineral rico y en pocos días se
producía la “plata de fuego.” El contrabando con esta plata en “pasta”, “pella”
o “bollitos” fue constante durante todo el periodo colonial y las autoridades
no podían impedirlo. Como escaseaba la moneda, en realidad la economía rural
funcionaba por medio del trueque y mineral argentífero y plata sin quintar
circulaban como equivalencias en miles de transacciones que no ocurrían ante
notario ni autoridad oficial.17 Podemos imaginarnos
una modesta hacienda de metales a partir de la descripción que hace el alcalde
mayor en 1665 en Zacualpan,
“…fui a una hacienda de minas nombrada
Ayotusco, que está en términos deste pueblo y real de minas de Zacualpa, entre
dos cerros y en una joya… a modo de barranca, que al presente se dice posee
Joan de Gama Pereira Sotomayor. Y habiendo entrado en ella y reconocido la ví:
tiene una sala con dos aposentos y una cocinilla edificada sobre tierra, todo
de adobe, con un techado de tablas y tejamanil, y un corredorcillo, y un jacal
techado de palos y tejamanil sobre unos horcones y paredes viejas de adobes… Y
dentro del un molinillo compuesto de palos con sus fosios {sic} de palo y otro
de una rueda de palo a modo de las de molino de piedra, y una fragua de tierra
y adobe con sus fuelles. Y asi mesmo un mortero con cuatro medias almadanetas
de hierro muy gastadas, y una rueda de palo, todo maltratado…” 18
19Muchas unidades de las arriba mencionadas
deben haber sido como esta hacienda de Ayotusco de Joan de Gama en Zacualpan,
quien era inversionista minero, con casa en el real, tres esclavos, un rancho
en Temascaltepec y que estaba en pleito con su yerno, casado con su hija
natural. La mayor causa para la corta vida de muchas negociaciones era la
disminución de los metales de las minas de sus propietarios, o cuando éste se
endeudaba. Otros momentos de inestabilidad ocurrían por pleitos con socios o
mineros vecinos, a la muerte de un propietario, o cuando pasaban sus bienes a
un acreedor; también ocurría que después de un tiempo se recuperaban y se
mantenían en producción, como fue el caso de las de Juan de Gama. Precisamente
familias complejas de mineros-rancheros como los Gama en Temascaltepec y
Zacualpan, los Carbajal, Sánchez y Ortiz en Sultepec residían permanentemente
en la región y dieron a través de los siglos continuidad a la explotación
minera modesta.
20El endeudamiento de los empresarios pequeños
y medianos se debía a los altos costos que significaba el abasto de una
negociación minera. Esta podía ser de distinto tamaño, por ejemplo, equiparable
a un pequeño rancho (con las
instalaciones mineras y viviendas de un operario especialista, por ejemplo, el
herrero o fundidor, unos cuantos peones y sus familias solamente) o podía ser
un verdadero “pueblo-empresa.” En
este último caso, junto a una productiva mina vivirían los mineros, capitanes,
decenas de barreteros y peones, así como los arrieros encargados de los
animales de transporte, con sus familias. En una hacienda de beneficio de mayor tamaño, en cambio, moraban en sus
casas, junto a las instalaciones hidráulicas, edificios, maquinaria, hornos y
grandes patios, las familias del administrador, el azoguero, los artesanos,
arrieros y demás peones. Todos vivían así con sus parientes en la hacienda o
cuadrilla que con frecuencia contaba también con capilla propia y su tienda,
donde se obtenía todo tipo de mercancía, cuyo valor se descontaba del salario
de los operarios que las obtenían.
Los proveedores locales de las
negociaciones mineras
21En general, fue impresionante el comercio que
se generó en torno a la minería novohispana, tanto por sus requerimientos de
insumos europeos como de locales. Tenían que llegar, por ejemplo, de Europa
como barras de minero de hierro, almadanas (mazos, martillos) picos, cuñas,
guijos, chapas, almadanetas, cañones para fuelles de hierro, alcrevices,
tenazas, cucharas, desgrasadores, espumadores, además de romanas, candados,
yunques de herrero, es decir en una palabra hierro labrado y en planchas. En
este caso los proveedores eran los europeos del norte de la península ibérica y
de los reinos del norte de Europa. El azogue provenía de España Almadén y de
Istria. Pero igualmente se necesitaban insumos de la misma región. Obviamente
era fundamental el maíz, alimento de humanos y de animales; también los frijoles
y demás alimentos generaban un movimiento importante de productores pueblerinos
cercanos pero también, de zonas alejadas. Por ejemplo, en el año de 1600, por
orden de la Corona se llegó a involucrar a muchos pueblos también de la zona de
Puebla y Cuernavaca, además de Toluca y regiones aledaña que debían entregar su
tributo en maíz en los reales de minas, ya que la Corona priorizaba el sector
extractivo de plata.
22Otros productos de origen vegetal
imprescindibles para la industria minera fueron las bateas, fabricadas de
maderas de bosques contiguos locales (sin duda a precio deprimido y entregados
por los mismos productores en las minas), el carbón, de la misma manera
elaborado en los bosques contiguos locales a precio deprimido y transportado
por los mismos productores en su gran mayoría, de la misma manera que maderas y
vigas. Estas eran indispensables para los ademes en el interior de las minas y
para construir malacates, ruedas hidráulicas, máquinas trituradoras, los techos
y demás construcciones en las minas y haciendas de metales. Igualmente eran
imprescindibles los costales. Los “maiceros” eran de ixtle, igual que las sogas
y cordeles. Me parece fundamental subrayar cómo esa tecnología local
– generalmente vinculada al grupo matlatzinca o sea a los de habla
otomiana – perduró en muchos pueblos novohispanos que proveían a los
centros mineros. Cerca de Taxco la manufactura de cantidades industriales de
sogas, cordeles y costales incluso dio nombre al poblado donde más se
especializaban en este trabajo, Coatepec Costales. En estos casos la producción
rural indígena se adaptó a las exigencias industriales e incluso a la forma
requerida por el transporte en caballo y mula, o sea, como dice su nombre, como
“costales maiceros”. También en este caso el mismo productor, pagado sin duda
con precios deprimidos, entregaba él mismo los costales en las haciendas y
minas.
23Diferentes eran los proveedores de los
productos de origen animal y mineral. La presencia de caballos y mulas, claro
está, fue revolucionaria y los requerimientos que de ellos tuvo la minería
fueron impresionantes. Como la necesidad de contar con bestias de carga en todo
el reino de la Nueva España, que presenta tan compleja orografía, fue
apremiante y desde el siglo XVI numerosos colonos se dedicaron a la cría de
caballos y mulas en todas las latitudes. Los sectores sociales rurales que
pueden llamarse “medios” estuvieron vinculados a la ganadería y a la cría de
caballos y mulas. Fueron sobre todo mestizos (pronto denominados “españoles”),
mulatos y sectores indígenas nobles o relacionados con las elites pueblerinas.
Comerciantes indígenas y no indígenas pudieron adquirir mulas y caballos desde
el siglo XVI y vincularon a través de un comercio itinerante a los poblados.
Así, por ejemplo, en 1680, Lorenzo Bartolomé de Oztuma era comerciante y, pedía
licencia para que las autoridades no le impidieran comerciar libremente. Como
decía en un escrito al Juzgado General de Indios, tenía por trato vender en
“los tiangues y plazas” sal, chile, maíz, jabón, algodón, frijol, frutas y
demás géneros y semillas, además de contar con doce mulas y tratar también con
agujas, cuchillos y tijeras, líos lazos y demás productos como reatas de cerda
y cuero.19 Vemos así que con esta
revolución en el sistema de transporte, acompañada con el uso de herramientas e
implementos de hierro, la vida material de algunos sectores indígenas y el
paisaje cambiaron sustancialmente. Los tratos comerciales se intensificaron y
las bestias de carga, al igual que caballos e implementos de hierro circulaban
ya en el siglo XVII en todas las comarcas y gran parte de la población rural se
había incorporado, de una u otra forma, al nuevo mundo mercantil.
24Además de la adquisición de animales de carga
y de trabajo para mover la maquinaria en las haciendas de beneficio, se
requerían numerosos productos de origen animal en el trabajo minero. Por
ejemplo, los costales mineros y las botas que se elaboraban de pieles de animales,
que requerían de ser curtidos en tenerías o curtidurías por técnicas tanto
locales (usando el cascalote y
las cortezas de árboles locales con taninos) como europeas. Existían tales
empresas de tenerías en Taxco, Tenancingo, Tejupilco, por ejemplo. Probablemente
se elaboraban en las mismas localidades fuelles de piel de cabra que se
manejaban manualmente para atizar los hornos en las fundiciones y haciendas de
metales. Pero queda pendiente también saber quiénes los elaboraban, e
igualmente queda por responder a pregunta si los fuelles se elaboraban en las
mismas haciendas, en talleres o en herrerías por ejemplo.
25Otro producto animal sumamente importante era
el sebo. Podía ser de ganado menor o mayor y se producía en las haciendas
ganaderas en cantidades considerables. Era imprescindible para las velas que
iluminaban en las minas el trabajo de tumbe y extracción. Es probable que los
veleros hayan sido artesanos pueblerinos independientes o radicados en reales
de minas y poblados mayores, pero también faltan estudios al respecto. Aunque
se importaban cantidades de cera considerables de Europa, la producción local
de candelas de sebo era de importancia, siendo que el pábilo de algodón lo
elaboraban los indígenas de los pueblos de zonas cálidas como los del margen
del río Balsas. Sobre el aprovechamiento por parte de curas del trabajo
gratuito de dicha producción, a la que obligaban a su feligresía en muchos
poblados, hay numerosas evidencias en los archivos.
26Para la fundición del mineral de alta ley y rico,
una vez triturado, era necesario el plomo como fundente, mismo que producían
mineros en zonas como Sultepec o Zimapán. Como fundente también se usaba la greta y cendrada – cenizas residuales de los hornos – que igualmente se
comercializaban en la región. Para los minerales de baja ley y que se
beneficiaban con azogue se requería sal en cantidades considerables. En nuestra
región de estudio esta provenía de las salinas de Tejupilco-Amatepec, Oztuma y
Alahuiztlan sobre todo, pero también, en el caso del real de minas de Tetela
del Río, de la costa del Pacífico. Así la sal adquirió una importancia
industrial por ser esencial en el sistema de amalgamación. Los mismos
productores la comercializaban, pero hubo abusos e incursiones por parte de los
mineros interesados que acudían a los pueblos salineros. Con frecuencia
forzaron la producción al máximo, bajaban los precios arbitrariamente y
mediante lujo de uso de violencia. A partir de la segunda mitad del siglo XVI
se presionó mucho a los pueblos salineros a entregarla de manera sistemática.
La medida eran chiquihuites grandes de seis almudes o sea aproximadamente doce
litros. Según los salineros de Alahuiztlan, vendían la fanega de sal (12
almudes) en 20 reales y en cambio ya en las minas, a 32 reales. Eso quiere
decir que el transporte de tan pesado insumo llegaba a costar 60% de su valor
en el lugar donde se producía. El tipo de abusos que sufrían estos productores
de sal se ejemplifica en San Miguel Ixtapa, al sur de Tejupilco, donde en 1720
los salineros describían que la sal “se entregaba en chiquihuites o cesto, y
que cada cesto se regulaba tener seis almudes.” Explicaban que el teniente del
alcalde mayor, y representante de los intereses de los mineros, les exigía
colmar dichos cestos, y además se debía de derramar y aún echaba una porción
más con dos manos y les exigía así más un almud arbitrariamente en cada cesto.20 Finalmente otro
producto de relevancia para el beneficio de patio en la región de estudio fue
el magistral (piritas de cobre, una
mezcla de óxido ferroso con sulfato cúprico que se tostaban y se molían antes
de mezclarlas con los minerales argentíferos igualmente pulverizados). Este se
extraía y beneficiaba y comercializaba por parte de pequeños mineros
especializados, según tenemos información de nuestra región de estudio en
Zacualpan y también en Zitácuaro.
27Vemos así que una serie de productos locales,
vendidos a muy bajos precios y frecuentemente bajo coacción, contribuyeron a
elevar la rentabilidad de las empresas mineras en la zona entre Taxco y
Sultepec. Por lo tanto no se puede entonces generalizar el efecto de arrastre
de la economía minera, sino hay que distinguir al menos entre los sectores
populares locales que permanecieron viviendo en una economía de autoconsumo y
aquellos que participaban y se beneficiaban de la economía dominante. Entre los
primeros estarían los proveedores de sal, costales, sogas de ixtle, carbón y
otros productos forestales que, si bien podían sobrevivir con su producción,
entraban al mercado dominado por los intereses de los mineros, pero sólo para
vender, no para comprar. Vivían la contradicción de vender sus productos a
precios muy bajos y de no poder realizar compras por precios excesivamente
altos en dichos mercados. Eran frecuentes los abusos, y la coacción
caracterizaba las relaciones de industriales con esos proveedores rurales. Sus
antiguas técnicas de producción se adaptaron a los requerimientos y cantidades
industriales, pero no se generó bienestar social, ni un mercado interno
sustentable relacionado con sus productos y así el nivel de vida de estos
grupos sociales no rebasaba el nivel de autoconsumo. Transportaban cargando sus
propios productos, de tal manera que subsistieron tamemes (cargadores
indígenas) como en época prehispánica, junto con otros sectores que disponían
de recuas de mulas y gran movilidad espacial.
28En contraste, otros sectores sociales, sobre
todo relacionados con la ganadería, el curtido de pieles, al abasto de caballos
y mulas, el comercio con plomo y magistral, y con la propia arriería,
conformaron un grupo de proveedores intermedios que sí participaban en términos
de mercado en la industria minera, sin duda tractora de la economía regional. A
la vez estos sectores que hemos llamado rancheros-mineros, junto con la élite
entre los operarios que lograban ser retribuidos con mineral, participaban en
la economía informal en la que se trocaba, entre otros productos, plata sin
quintar.
Conclusiones
29Hemos descrito brevemente el entorno social y
económico de las zonas mineras de Sultepec, Temascaltepec, Tetela del Río y
Zacualpan-Taxco para contestar la pregunta qué opciones alternativas tenían sus
habitantes cuando se reducía o contraía la industria minera. Proponemos que las
familias de rancheros-mineros con arraigo local, alternando oficios urbanos con
rurales, fueron las que dieron continuidad a la extracción de plata a lo largo
del tiempo, lidiando con borrascas y aprovechando algunas bonanzas. Si
diferenciamos a los pobladores de la región según su “calidad social” y
conocimientos, vemos que los expertos de las negociaciones, como mineros,
azogueros, maestros de fundición y capitanes de cuadrillas mineras
probablemente migraban a otros centros mineros, donde su especialidad minera
les permitía ganar un salario (más “piedras de minero”) que los colocaría entre
las capas medias, equiparables a las de las ciudades novohispanas mayores. Los
otros sectores sociales vinculados de manera directa con los trabajos de
extracción y beneficio podían tratar de sobrevivir como gambusinos
independientes en minas abandonadas o entrando en contrato o “a partido” con
dueños de minas (que buscaban no perder el derecho a explotación) y que se las
arrendaban por determinado tiempo a un precio muy modesto. También podían
entrar como empleados de una empresa agro-ganadera de la región, o de una
empresa comercial en el centro minero o la ciudad más cercana o establecer un
rancho modesto y dedicarse a la cría de ganado caballar o vacuno. Otra opción
era convertirse en pequeño comerciante y arriero, por ejemplo proveyendo a una
empresa minera, todavía trabajando, con los insumos que requería y convirtiéndose
en un intermediario modesto, que con sus contados animales iba de pueblo en
pueblo o de mina en mina, de hacienda en hacienda intentando vender sus
productos. Finalmente también era una alternativa el convertirse en artesano
tejedor (siendo la tierra fría como la zona de Sultepec) de prendas de lana, o
en artesano zapatero o un oficio similar en el mismo real de minas. Estas
últimas opciones (arriería, ganadería modesta y artesanía) permitían a los
operarios mineros permanecer activos en su localidad, esperar que la suerte
minera mejorara y así a lo largo de su vida alternar su especialidad en el
trabajo minero con otra actividad redituable dentro de la misma localidad.
30Considerando los distintos productores de los
insumos mencionados, vemos que no podemos sostener que la minería haya tenido
un “efecto de arrastre económico” generalizado. Debemos diferenciar al menos
entre dos grupos. Observando el primero, si bien se trata de proveedores
indígenas que lograban sobrevivir con su producción con la que abastecían la
industria, no lograron beneficios. Vivían de la auto -subsistencia y sólo
entraban al mercado urbano o industrial a vender, no a comprar. Su nivel de
vida no mejoró, en comparación con siglos anteriores. En cambio sí podemos
hablar de tal efecto de ¨motor económico de la minería” en relación a otros
grupos sociales. Sí se estimuló la economía de otro sector social, que podemos
llamar “medio,” que se encargó en ranchos y haciendas a producir ganado,
cueros, sebo o también magistral o plomo. Estos sectores entraban a la economía
dominante, vendían, trocaban y compraban en el mercado. Algunos proveedores
podían contratar a arrieros o mandar a sus propios empleados a entregar las
mercancías en los centros mineros. Dependían de ellos artesanos de los que poco
sabemos, como los que elaboraban los costales mineros de pieles, o los que
producían velas y candelas, pábilo etc. Dentro de los sectores medios rurales
un grupo claramente beneficiado con la minería fue sin duda el transportista o
sea, la gran cantidad de arrieros independientes, rancheros y hacendados
locales que se vieron involucrados en la minería como proveedores sistemáticos.
Esos arrieros y comerciantes regionales merecen muchos estudios más. Junto con
los acá llamados rancheros-mineros fueron los protagonistas centrales durante
la guerra civil de 1810 que estalló, precisamente, en urbes mineras y en el
medio rural industrial- minero.
BIBLIOGRAPHIE
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1590” en: Humanitas, revista de la Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, v. 19,
1978, p. 383-409.
Bargalló, Modesto La
minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial,
México, Fondo de Cultura Económica, 1955.
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región minera del siglo XVI: Temazcaltepec, Zultepec, Zacualpan y Tasco, Cuernavaca,
Universidad Autónoma de Morelos, 2011.
Hausberger, Bernd La
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los libros de cargo y data de la Real Hacienda, 1761- 1767,
Frankfurt, Madrid, Vervuert-Iberoamericana, 1997.
Hoberman, Louisa S. “El crédito colonial y el sector minero en el siglo
XVII: Aportación del mercader de plata a la economía colonial” en: El crédito en Nueva España,
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México, UNAM, 1998, p. 61-82.
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y sociedad en Taxco durante el siglo XVIII, México Universidad
Iberoamericana, 1997.
Romano,
Ruggiero Mecanismo y
elementos del sistema económico colonial americano, siglos XVI- XVIII,
México, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 2004.
NOTES
1 Bargallo, La minería y
la metalurgia en la América española durante la época colonial, México, Fondo
de Cultura Económica, 1955. García Mendoza, Jaime Una región minera del siglo
XVI: Temazcaltepec, Zultelpec, Zacualpan y Tasco, Cuernavaca, Universidad
Autónoma de Morelos, 2011, Pérez Rosales, Laura Minería y sociedad en Taxco
durante el siglo XVIII, México, Universidad Iberoameriana, 1997.
2 El siguiente relato
forma parte de una investigación en proceso, de quien esto suscribe, llamada
‘Etnicidad, minería y comercio.’
3 Ver nota 1.
4 Mayor referencia a los
“indios de repartimiento” y a las condiciones de trabajo en Mentz, Brígida von
Trabajo, sujeción y libertad en el centro de la Nueva España. Esclavos,
aprendices, campesinos y operarios manufactureros, siglos XVI- XVIII, México,
CIESAS, M.A. Porrúa, 1999.
5 Hoberman, Louisa “El
crédito colonial y el sector minero en el siglo XVII: Aportación del mercader
de plata a la economía colonial” en: El crédito en Nueva España, María del
Pilar Martínez López- Cano y Guillermina del Valle Pavón (coordinadoras),
Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, UNAM, 1998, p.
61- 82.
6 En Sultepec se dió una
controversia en el siglo XVIII sobre si el plomo, que producían colateralmente
algunos mineros y revendían, debía o no pagar alcabala. Archivo Histórico de
Minería (Palacio de Minería, México), 1774, 5, d.8.
7 Informe que en 1597 la
Corona mandó realizar publicado por Bakewell, Peter “Notes on the Mexican
Silver Mining Industry in 1590,” en: Humanitas, revista de la Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, v. 19, 1978,
p. 383- 409.
8 Sobre esas empresas es
amplia la información que proporciona García Mendoza, por lo que no entramos
acá en mayor detalle.
9 Pérez Rosales, Laura
Minería y sociedad en Taxco durante el siglo XVIII, México, Universidad
Iberoameriana, 1997, p. 57- 59.
10 Archivo Histórico del
Arzobispado de México, visitas, t. 1 (1685) f. 311ss, 404, 434.
11 AGN, Inquisición,
v.937, f. 265ss.
12 En Sultepec y
Temascaltepec operaron los Porcallo, Hernández Gil, Carbajal, Sánchez, Gama,
Herrero y Millán Gamboa, los Magariño y los Nuñez en los mismos y en Taxco; en
Zacualpan y los anteriores los Espinoza y los Gómez y Gómez Bernal, entre
muchos más. Es probable que también fuera ejemplo de tales familias mineras,
terratenientes y rancheras la familia Hidalgo y Costilla, pues encontramos en
1792 en las minas de Tepantitlan en Sultepec a un barretero con ese apellido.
Durante la guerra de independencia se decía que toda la zona estaba emparentada
con don Miguel, el cura y posterior ¨padre de la patria.¨
13 Hausberger, Bernd La
Nueva España y sus metales preciosos. La industria minera colonial a través de
los libros de cargo y data de la Real Hacienda, 1761- 1767, Frankfurt, Madrid,
Vervuert- Iberoamericana, 1997, p. 170- 171. Las cifras de plata manifestada
sólo son un parámetro cuantitativo relativo, ya que más del treinta por ciento
de la producción probablemente circulaba de manera ilegal sin quintar.
14 Archivo General de la
Nación, México, (a continuación AGN), Tierras, v. 79, e.7.
15 Archivo Histórico del
Arzobispado de México, visitas, t. 1, 1685/86. En el caso de esta última cuadrilla
se autorizó en esa ocasión que se oficiase misa en su capilla.
16 De esto se quejaba
ante el virrey en 1603 el Amador Pérez en Taxco, al no poder cobrar deudas de
mineros. AGN, General de Parte, VI, p. 325.
17 Para mayor
caracterización de esa economía de trueque es muy esclarecedor el estudio de
Romano, Ruggiero Mecanismo y elementos del sistema económico colonial
americano, siglos XVI- XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de
México, 2004.
18 AGN, Bienes
Nacionales, v. 34, e.9.
19 AGN, Indios, v. 26, f.
65 (primer cuaderno)
20 AGN, Minería, v. 99,
e. 2 f. 1-2.
Référence électronique
Brígida von Mentz, « Plata y sociedad regional. Reales de minas pequeños en la
Nueva España, siglos XVI – XVIII: Entre lo rural y lo urbano », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En
ligne], Colloques, mis en ligne le 10 mars 2015, consulté le 31 mai
2021. URL :
http://journals.openedition.org/nuevomundo/67733 ; DOI : https://doi.org/10.4000/nuevomundo.67733
Brígida von Mentz
mentz@ciesas.edu.mx
https://journals.openedition.org/nuevomundo/67733
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