Guadalupe, el pueblo cacereño alrededor de un
monasterio
Más allá de ser uno de los grandes centros de
peregrinaje de la península, esta bonita villa serrana cuenta con otros tesoros
envueltos por el espectacular entorno de las Villuercas. Y vamos a
descubrirlos.
En la asociación de Los Pueblos más Bonitos de
España, Maravilla Rural de España por Toprural y conjunto histórico. Son varios los reconocimientos de los que puede
presumir esta localidad cacereña situada a los pies
de la sierra de Altamira y rodeada del entorno del Geoparque de Villuercas Ibores-Jara.
Sus callejuelas, con casas tradicionales de soportales de madera, crecieron en
torno al monasterio, que, además de emblema de la villa, es Patrimonio de la Humanidad.
Lo primero es cruzar la imponente fachada de piedra
y puertas de bronce del monasterio y descubrir los valiosos tesoros que
albergan sus
salas, distribuidas en torno a un claustro mudéjar presidido
por un icónico templete. Para recorrerlas y viajar a través de sus distintos
estilos arquitectónicos habrá que unirse a una de las visitas guiadas (5 €) que
se organizan diariamente (monasteriodeguadalupe.com).
Algunas de las salas más
valiosas son museos: el
de Bordados, instalado en el antiguo comedor, en el que se
exponen muestras de los trabajos realizados por monjes bordadores; el Museo de los Libros Miniados, donde
se conserva una colección de 107 enormes códices, o el Museo de Esculturas y Pinturas, con
obras de Goya, Rubens y El Greco. Interesantes son también la sacristía y la
capilla de San Jerónimo, decoradas con obras de Francisco de Zurbarán, y el
camarín de la Virgen, donde se guarda la imagen giratoria de la Virgen, patrona de
Extremadura. A la iglesia gótica del monasterio podemos
acceder de forma gratuita y en ella tenemos que fijarnos en el impresionante
retablo mayor.
EL MONASTERIO, SIGLOS DE HISTORIA
Pero de Guadalupe también
hay que conocer su historia, cuyos inicios se remontan al siglo XIII, cuando el
pastor Gil Cordero encontró enterrada la talla de la Virgen, a la que se le
atribuían varios milagros. Tras levantarse en su honor una pequeña ermita, un siglo después se
construiría el monasterio por orden del rey Alfonso XI de
Castilla como agradecimiento a la victoria en la batalla del Salado. El
esplendor de sus días acabaría con la Desamortización de Mendizábal, para ser
recuperado en 1908 por los frailes
franciscanos.
Por medio del proyecto Itinere 1337, se han recuperado 12 de las rutas que conducían
hasta él y que dieron lugar a un extenso patrimonio. Estas
parten desde ciudades como Madrid, Toledo, Plasencia o Cáceres, poniendo en
valor el entorno que recorren bajo la Red de Caminos de Guadalupe (caminosaguadalupe.com).
CALLEJEANDO POR GUADALUPE
El monasterio preside
la plaza de
Santa María de Guadalupe, corazón de la localidad, animada por
bares, restaurantes y terrazas. Frente a él vemos el Parador de Turismo, que
siglos atrás fue el hospital de San Juan Bautista, al que acudían los
peregrinos que llegaban a la ciudad, y posteriormente funcionó como Escuela de
Medicina, la más importante de la época y en la que se formaron doctores que
trabajarían para la corte real. El edificio contiguo, que también forma parte
del Parador, fue el Colegio de los Infantes, donde se impartían las asignaturas
de canto, teología y gramática.
Al otro lado de la plaza principal se
encuentra la
antigua judería y, a tres minutos caminando, la fotogénica plazuela de la fuente de los Tres
Chorros, en los que merece la pena detenerse. Como también
en la iglesia
barroca de la Santa Trinidad o Iglesia Nueva, a la que
llegaremos por la calle Marqués de la Romana. Al barrio de Abajo se accede
cruzando el Arco de Sevilla, y a la parte alta, por la calle Real, donde estuvo
el antiguo Hospital de las
Mujeres, de fachada gótica.
Las calles empedradas que parten desde la plaza
están decoradas con multitud de macetas. Calles que estuvieron protegidas
por una muralla de la que se
conservan cinco arcos: el de Sevilla, de las Eras, del
Chorro Gordo, el Arco del Tinte y el de San Pedro. De todas las calles, la de Sevilla es la más
frecuentada por sus tiendecitas, en las que podemos hacernos
con artesanía en cobre, cestas, encajes y productos típicos, como los embutidos
ibéricos o el muégado,
un postre elaborado con miel y frutos secos.
LOS ALREDEDORES
Además del Geoparque
Villuercas-Ibores-Jara, los valles que circundan Guadalupe acogen otros lugares
vinculados al monasterio y que merecen una visita, como la ermita del Humilladero, un
templete ubicado en el cerro de las Altamiras en el que los peregrinos
agradecían haber llegado hasta aquí. Miguel de Cervantes entregó en ella como
ofrenda sus cadenas de cautiverio. Se ubica en la carretera EX-118 en dirección
Navalvillar de Ibor, unos segundos antes, podemos asomarse a un magnífico mirador desde el que
contemplar la localidad y la comarca que la rodea. En
dirección suroeste se sitúa el Palacio
Granja de Mirabel, que perteneció a los monjes del
monasterio y sirvió de residencia para los reyes y nobles que lo visitaban. Y
otro de los lugares imprescindibles para comprender la vida de Guadalupe del siglo
XIV es el Arca
del Agua, el abastecimiento hidráulico medieval del
monasterio.
DISFRUTAR A LA MESA
Entre visita y visita, en
Guadalupe también hay que disfrutar de la sabrosa y contundente cocina
tradicional, con platos como la caldereta de cordero, las migas o el ajoblanco.
Los podemos probar en el restaurante del Parador de Turismo,
en el restaurante Altamira (altamira.me)
o en el bar Chipi (av. Alfonso Onceno). Pero si queremos dejarnos sorprender,
tenemos que ir a Algo
Así (tel. 927 36 93 22), un restaurante situado en una finca a las afueras de
Cañamero, a 20 kilómetros de Guadalupe, donde el
matrimonio suizo compuesto por Susanna y Frank Sinzig prepara un menú sorpresa
cerrado, hecho a base de productos de su huerta y de mercados locales.
https://www.hola.com/viajes/20211011197537/caceres-guadalupe-pueblo-monasterio-extremadura/
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