Así vivían los bufones en la Edad Media
Tanto los nobles como los reyes no organizaban banquetes diarios
y, además, escuchar al mismo bufón todas las noches se habría vuelto tedioso,
por lo que solo actuaban ocasionalmente, el resto del tiempo, realizaban otras
tareas más hogareñas
Cuando
imaginamos una fiesta
medieval, la mayoría de nosotros nos imaginamos a un bufón corriendo entre los
invitados haciendo malabarismos o
contando chistes
obscenos mientras los juglares tocan sus laúdes. Pero en los siglos XI y XII, el título
de “minstrel”,
que significa “pequeño sirviente”, era el nombre que se le daba a una amplia
gama de artistas,
incluidos cantantes, músicos, malabaristas, acróbatas, magos o bufones. En el siglo XII, el título de “follus” o “tonto” comenzó a
mencionarse en los documentos al ser recompensados con tierras como pago por
un servicio leal.
Por ejemplo, un “tonto” llamado Roland
le Pettour recibió 30 acres de tierra del rey Enrique II, probablemente
cuando se jubiló, con la condición de que Roland regresara a la corte real todos los años
el día de Navidad para
“saltar, silbar y tirarse pedos”. Tanto los nobles como los reyes no organizaban banquetes diarios y,
además, escuchar al mismo bufón todas las noches del año se habría vuelto tedioso, por lo que solo actuaban ocasionalmente. El
resto del año, se esperaba que realizaran otras tareas en el hogar, como ser
el cuidador de los perros o viajar a los mercados para
comprar el ganado para alimentar a la familia, sus sirvientes y sus hombres de armas.
https://culturacolectiva.com/historia/como-era-la-vida-de-un-bufon-en-la-edad-media
Del medievo hacia atrás, el Bufón de Corte cumplió,
en algunos casos, una función social, haciendo tomar consciencia al rey o la
corte de algunos temas que podrían repercutir negativamente en la sociedad,
pues eran los únicos a los que les estaba permitido cuestionar las leyes o
incluso la palabra del rey. Tenían poder en ese entonces.
Para empezar, olvidémonos de la imagen que tenemos
del bufón actual, con su sombrero de 3 puntas, su sonrisa sarcástica, sus
zapatos puntiagudos, su cetro, etc. Esta imagen no nos sirve si la comparamos
con el bufón real y no el del folklore que actualmente tenemos.
«El bufón
Calabacillas», retrato pintado por Velázquez
https://www.artycultura.net/2015/05/el-arte-de-pintar-bufones.html
Tanto
el rey Eduardo II como Eduardo III tuvieron una
sucesión de bufones a los que llamaron “Robert”, independientemente de sus nombres reales.
Sin embargo, en el siglo
XIII, algunos bufones talentosos comenzaron a alcanzar el
estatus de “superestrella”. A los que tenían la suerte de ser empleados por
la realeza se
les proporcionaba su propio caballo y sirvientes. Aunque la mayoría
no tuvieron la suerte de llamar la atención del rey. Por ejemplo, un viajero se
quejó de que nadie le dio túnicas con
adornos de conejo ni obsequios costosos,
porque no podía tocar
instrumentos, contar
chistes e historias, hacer malabarismos, bailar o tirarse pedos, lo que sugiere
que se requería que los bufones
tuvieran múltiples talentos. Pero ser seleccionado como
el bufón personal de
un rey o noble medieval a menudo requería que fueran al campo de batalla con
sus amos para
llevar mensajes entre
los líderes de
los ejércitos en guerra,
exigiendo que una ciudad se
rindiera ante un ejército
sitiador o entregando términos para la liberación de rehenes. Desafortunadamente
para los bufones, el enemigo a
veces “mataba al mensajero” como un acto de desafío (especialmente si
consideraban los términos que se ofrecían como un insulto) y algunos usaban
una catapulta para
lanzar al pobre mensajero, o su cabeza cortada.
Aunque
bufón y sabiduría parecen antitéticos, en esta época existía la noción del
“tonto sabio”. Se pensaba que todos los bufones y tontos eran casos especiales
a quien Dios había tocado con un regalo de locura infantil, o quizás una
maldición. La gente mentalmente discapacitada a veces encontraba empleo
brincando y comportándose de un modo divertido. En el mundo áspero de la Europa
medieval, la gente que no podría ser capaz de sobrevivir cualquier otro camino
así encontró un lugar social.
Sus
orígenes eran modestos, incluso podrían ser un monje, erudito o aprendiz de
comerciante. A menudo eran empleados por nobles y de allí pasaban a la corte si
eran conocidos, por ello eran de los pocos que tenía movilidad social, ya
que podían ascender en la rígida sociedad estamental del medievo, llegando
incluso a ser figuras de renombre, y obteniendo títulos de nobleza o cualidades
de hidalgo como favoritos de grandes y reyes. El bufón era un gemelo simbólico
del rey.
Una de
las técnicas más eficaces en los usos del bufón para indicar la estupidez de su
maestro era permitir verla por si mismo. Más que contradecir al rey, el bufón
estará de acuerdo con un esquema irreflexivo tan incondicionalmente que la
sugerencia se lleva a un extremo lógico, destacando su estupidez. El rey puede
decidir entonces para él mismo que tal vez esto no era una idea tan buena después
de todo. El bufón está en cierto modo del lado de la regla.
Aunque el bufón muriera como institución de corte (si no como una función), sobre el siglo XVI o XVII en China y el XVIII temprano en Europa, hubo bolsillos resistentes a su fallecimiento. Las casas europeas menos magníficas que aquellos de príncipes, reyes y prelados abrigaron a bufones durante un siglo o dos más largo que las cortes. Se conoce de un bufón doméstico registrado en el Castillo Hilton en el condado Durham en el siglo XVIII y un bufón escocés, Shemus Anderson (m. 1833), en Castillo Murthley, Perthshire. La familia de la Reina Madre, el Bowes-Lyón, era “la última familia escocesa que mantuvo a un bufón a jornada completa”.
Bufones de guerra
Los
bufones también tenían un papel vital que desempeñar en la batalla. A principios de
la Edad Media,
su trabajo consistía en librar una guerra
psicológica, elevando
la moral de su ejército la noche anterior con canciones e historias. Cuando los dos
ejércitos tomaban sus posiciones opuestas en preparación para la batalla, los
bufones retozaban de un lado a otro a pie o a caballo entre ellos, calmando los nervios de
sus propios hombres haciéndolos reír con bromas, cantando canciones obscenas o insultantes y
burlándose de los abusos a sus enemigos para animar a sus propios soldados y desmoralizar a la oposición,
como ocurre hoy en día con los aficionados al fútbol antes de un partido. Algunos incluso
hacían malabarismos con espadas o lanzas frente al
enemigo, provocándolos y hostigándolos hasta que los
más temperamentales rompían
filas y cargaban prematuramente para vengar el insulto y matar al bufón, lo que
debilitaba su posición
defensiva.
Anthony Van Dyck, Queen Henrietta Maria with Sir Jeffrey Hudson.
Jeffrey
Hudson sería uno de los bufones más prominentes de su época. / Foto: Wikimedia
Commons.
https://culturacolectiva.com/historia/como-era-la-vida-de-un-bufon-en-la-edad-media
Los bufones de Velázquez son la documentación del
artista sobre algunos de los residentes del palacio del poco avispado rey Felipe
IV. Una curiosa tropa de bufones enanos o discapacitados psíquicos,
cuya función principal en la Corte era distraer a los monarcas del tedio y la
rutina de los asuntos del gobierno.
Eran en
realidad funcionarios de la corona, y recibían por ello un
sueldo más que digno. Más si tenemos en cuenta que el siglo de oro español, el
mejor que vivió este país en las artes, fue bastante malo en lo que se refiere
a que el pueblo se llevara un poco de pan a la boca.
Estos bufones
animaban las jornadas contando chistes, haciendo tonterías o interpretando
escenas teatrales y al parecer eran muy queridos por la familia real y el
propio Velázquez, los retrata a
todos con una apreciable dignidad (aparte de la evidente buena factura… Velázquez fue “el más grande pintor que jamás ha existido”, según Dalí…)
Se adelanta aquí el maestro al romanticismo, y
además brinda a reyes y demás fauna palaciega un
espejo, pues visten igual los nobles e infantas
que los bufones y meninas. (De hecho en su obra maestra, «Las
Meninas» mezcla a todos por igual).
Un retrato, quizás inconsciente, de la decadencia
de España (en lo político, no en lo artístico…)
El inteligente enano Don Sebastian de
Morra, sentado sobre el suelo.
Francisco Lezcano «El niño de
Vallecas», pura
inocencia.
D. Diego de Acedo, rodeado siempre de libros.
Don Antonio el Inglés, junto a esa enorme perra mastín casi de su
tamaño.
El fanfarrón Don Cristóbal de Castañeda y
Pernía, más conocido como Barbarroja…
https://www.larazon.es/sociedad/20220123/ybcmihzxejd4lhvknomfppk72e.html
https://historia-arte.com/obras/los-bufones-de-velazquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario