La Tierra se encuentra en el centro de una 'burbuja' vacía de 1.000 años
luz de diámetro
La ilustración muestra la forma de la Burbuja Local,
un vacío de 1.000 años luz que nos rodea y en cuyos bordes nacen nuevas
estrellas - Leah Hustak (STScI)
La Tierra, junto con el
Sol y los demás planetas de nuestro sistema, se encuentra justo en medio de
una 'burbuja vacía' de cerca de 1.000 años luz de diámetro. Sobre la
superficie de esa burbuja, densas nubes de gas están dando a luz a miles de
nuevas estrellas. Durante décadas, los investigadores se han preguntado qué fue
lo que pudo causar esta burbuja. Y ahora, un nuevo estudio publicado hace unos
días en Nature y llevado a cabo por
investigadores del Centro de Astrofísica Harvard Smithsonian, el Instituto de
Ciencias del Telescopio Espacial (STSci), el Observatorio de Múnich y las
Universidades de Viena y Toronto sugiere que por lo menos 15 supernovas diferentes 'inflaron' este enorme vacío cósmico.
Conocida como 'Burbuja Local', los astrónomos la
descubrieron en la década de 1970 al darse cuenta de que en su interior no se habían formado nuevas estrellas durante los últimos 14 millones de años.
Y que las únicas estrellas que hay dentro de ella o bien
ya existían cuando ésta se formó, o bien nacieron fuera de ella y ahora la
están atravesando. El Sol, sin ir más lejos, es uno de esos 'intrusos'.
Ya entonces se apuntó a
varias supernovas como responsables de la creación de ese 'agujero' en el espacio. Las violentas explosiones estelares, propusieron los científicos,
habrían arrojado los materiales necesarios para formar nuevas estrellas, como
el hidrógeno, hasta el borde de un área enorme de espacio, dejando atrás un
vacío (la Burbuja Local) rodeada por una frenética actividad de nacimiento de
estrellas.
Un mapa
en 3D
En el nuevo estudio, los investigadores hicieron un
detallado mapa en 3D con las regiones de formación estelar que rodean a la
Burbuja Local y, al hacerlo, calcularon también lo rápido que se está
expandiendo. Lo cual permitió al equipo estimar con exactitud cuántas
supernovas fueron necesarias para crear ese inmenso vacío cósmico y comprender
mejor cómo surgen las regiones de formación estelar en la Vía Láctea.
"Al rastrear las posiciones y los movimientos de las
estrellas jóvenes cercanas en los últimos milenios -explica Catherine Zucker,
primera firmante del artículo-, hemos reconstruido la historia de nuestro
vecindario galáctico".
A diferencia de otros vacíos observados en
la galaxia, la Burbuja Local
no es una esfera uniforme, ya que no se formó a causa de una sola explosión.
Sus formas son irregulares, como una gota deformada y creada por explosiones
múltiples.
"Las poderosas explosiones de supernova
desencadenaron una onda de choque en expansión -prosigue Zucker- barriendo las
nubes interestelares de gas y polvo hacia fuera y en una capa densa que ahora
forma la superficie de la Burbuja Local”. La onda de choque continúa empujando
la superficie hacia afuera, lo que hace que la burbuja se siga expandiendo en
la actualidad, a 6,4 km por segundo.
Según explica la investigadora, "descubrimos que se
requerían 15 supernovas para impulsar la expansión dado el impulso actual del
'caparazón' exterior, lo que coincide con estimaciones anteriores realizadas
por estudios similares. Estas supernovas probablemente se originaron a partir
de dos cúmulos estelares separados y a lo largo de un período de varios
millones de años. Los astrónomos han teorizado durante muchas décadas que las supernovas
pueden impulsar gas hasta las densas nubes que finalmente forman nuevas
estrellas, pero nuestro trabajo proporciona la evidencia observacional más
sólida hasta la fecha que respalda esta teoría".
La
Tierra, en el centro de la burbuja
En estos momentos, la Tierra se encuentra justo en el
corazón de la Burbuja Local, pero eso no significa que tenga una ubicación
especial. En palabras de Zucker, "es una casualidad que el Sol está
centrado dentro de la burbuja. El sol estaba a unos 1.000 años luz de distancia
cuando la burbuja comenzó a formarse y entró en ella hace solo 5 millones de
años. Creemos que hay muchas burbujas, y que están interactuando entre sí, con
regiones de formación estelar en las intersecciones".
Nuestro Sistema Solar, además, no estará siempre dentro de
la burbuja, Según escriben los investigadores, "debería salir de ella
dentro de unos 8 millones de años. Y en ese momento puede que la burbuja ya no
exista. La Burbuja Local, de hecho, se encuentra en las últimas etapas de su vida
y no continuará expandiéndose para siempre. En realidad se ha estancado en
términos de su velocidad de expansión".
La Vía
Láctea, como un queso de gruyere
Debido a la existencia de tales burbujas vacías, la Vía
Láctea se parece a un queso suizo lleno de agujeros, creados por explosiones de
supernovas. Y alrededor de esos agujeros, donde la materia es llevada por las
ondas expansivas, se pueden formar muchas otras estrellas.
Por eso, localizar esas burbujas y estudiar cómo se
relacionan entre sí permitirá a los astrónomos comprender el papel que
desempeñan las estrellas moribundas en el nacimiento de otras nuevas. Ese será,
precisamente, el objetivo de las próximas investigaciones de Zucker y su
equipo. En palabras de la investigadora: " ¿Dónde se tocan estas burbujas?
¿Cómo interactúan entre sí? ¿Cómo impulsan las super burbujas el nacimiento de
estrellas como nuestro Sol en la Vía Láctea? Preguntas, todas, que pronto
tendrán una respuesta.
https://www.abc.es/ciencia/abci-tierra-encuentra-centro-burbuja-vacia-1000-anos-diametro-202201160845_noticia.html
Hallan pruebas
de una segunda 'superluna' fuera del Sistema Solar
Aunque sabemos
que los exoplanetas son comunes, aún no existen pruebas concluyentes de que sea
usual que también les acompañen otros satélites, por lo que este hallazgo
podría reforzar dicha hipótesis
Ilustración de un exoplaneta junto a su exoluna
- Helena Valenzuela Widerström
Desde que se descubriera
el primer exoplaneta en 1995, hasta la fecha se ha confirmado la existencia de 4.884 mundos fuera de nuestro Sistema Solar -según el recuento de la NASA-, si bien hay más de 5.000 candidatos a engrosar la lista. Estas apabullantes cifras han hecho
coincidir a toda la comunidad científica en que nuestro vecindario cósmico no
es una excepción, y que muy diferentes y numerosos planetas orbitan otras estrellas
como ocurre aquí. Cosa distinta son las lunas: de momento, solo se han hallado pruebas de un solo satélite que orbita al exoplaneta Kepler-1625b, un mundo gaseoso de
tamaño comparable a Júpiter y situado a 8.000 años luz de nosotros. Pero ahora,
el mismo equipo de astrónomos dirigido por David Kipping, de la Universidad de
Columbia, ha encontrado evidencias de una segunda exoluna.
¿Esto quiere decir que estos satélites naturales son muy
habituales en el universo? Ellos creen que, en efecto, así es.
Sin embargo, esta
afirmación no está exenta de polémica. La primera exoluna encontrada, la de Kepler-1625b, aún
está pendiente de confirmación. Y verificar si esta nueva candidata es
realmente un satélite podría ser igual un camino igual de largo y controvertido
que está siendo el anterior. De momento, el grupo publica su hallazgo en la
revista ' Nature Astronomy', donde exponen
que se trataría de una 'superluna' gigante un tercio más pequeña que Neptuno
(también más pequeña que la de Kepler-1625b) y que orbita el planeta Kepler
1708b, un mundo a 5.500 años luz de la Tierra.
¿En un
principio fueron planetas?
Según afirma el equipo,
ambas candidatos probablemente estén constituidas de gas que se ha acumulado
bajo la atracción gravitacional causada por su enorme tamaño. Si su hipótesis
es correcta, las lunas pueden incluso pudieron ser en origen planetas que fueron arrastrados hacia la órbita de un mundo
más grande que ellas, como Kepler 1625b o 1708b.
Además, las dos comparten
otro rasgo: su ubicación está lejos de
su estrella anfitriona, donde hay menos gravedad
para 'tirar' de los planetas y 'arrancarles' sus satélites. De hecho, los
investigadores buscaron planetas gaseosos gigantes y fríos en órbitas amplias
en su búsqueda de exolunas precisamente porque el análogo en nuestro propio
sistema solar, Júpiter y Saturno, tienen más de cien lunas entre ellos.
En lo que sí concuerda el equipo es que si existen otras
lunas, serán más pequeñas y, por tanto, más difíciles de detectar. «Las
primeras detecciones en cualquier lista generalmente serán los 'bichos raros' -afirma
Kipping-. Las más grandes son, simplemente, las más fáciles de detectar con
nuestra sensibilidad limitada». Es decir, que millones de exolunas pueden estar
esperándonos, pero nuestra tecnología aún no es capaz de detectarlas.
Rebuscando
en 'viejos' datos
Los investigadores
observaron una muestra de los planetas gigantes gaseosos más fríos capturados
por el telescopio espacial
Kepler (que si bien dejó de
funcionar en 2018, su base de datos aún puede revelar mucha información
'oculta'). Después de escanear 70 planetas en profundidad, encontraron solo un
candidato, Kepler 1708b, con una señal similar a la luna. Sin embargo, esta
hipótesis deberá ser respaldada por observaciones de otros telescopios
espaciales, como el Hubble o el recién lanzado James Webb.
De momento, la polémica
ya ha empezado. Eric Agol, profesor de astronomía en la Universidad de Washington,
señala que duda de que esta señal proceda, de verdad, de una exoluna. «Podría
ser solo una fluctuación en los datos, ya sea debido a la estrella o al ruido
instrumental», señala. Sin embargo, otros son más optimistas. «Estoy muy
emocionado de ver un segundo candidato a exoluna, aunque es lamentable que solo
se hayan observado dos tránsitos» afirma Michael Hippke, astrónomo alemán. Más
datos serían geniales».
https://www.abc.es/ciencia/abci-hallan-pruebas-segunda-superluna-fuera-sistema-solar-202201140024_noticia.html
Cuidado: los géiseres de Encélado podrían no
venir de un océano subterráneo
Los grandes chorros de agua
salada hallados en el polo sur podrían surgir de bolsas húmedas en el interior
de la propia cubierta helada de la luna de Saturno
Esta imagen tomada en 2005 por la sonda Cassini
muestra grandes géiseres de vapor de agua surgiendo del polo sur de Encélado
- Kevin M. Gill,
JPL-Caltech/NASA, SSI
Desde que en 2005 una
serie de sobrevuelos de la sonda Cassini revelaron la existencia
de géiseres de vapor de agua en el polo sur de Encélado, los investigadores
creen que se deben a la presencia de un gran océano que se extiende bajo la
superficie helada de esa luna de Saturno. Ahora, sin embargo, una
serie de simulaciones llevadas a cabo por un equipo de investigadores del
Dartmouth College, en Hanover, y de las universidades de California en Santa
Cruz, Oxford y Nueva York, sugieren otra posible fuente para los géiseres:
bolsas húmedas en la propia corteza helada de Encélado. La idea fue propuesta
durante la reunión que la Unión Geofísica
Estadounidense (AGU) celebró
en Nueva Orleans entre el 13 y el 17 de diciembre.
Según el científico
planetario Jacob Buffo, uno de los autores, «quizá aún no hemos logrado que la
'pajita' atravesara la capa de hielo hasta el océano. Puede que solo hayamos
llegado hasta este extraño embolsamiento». El investigador considera el
hallazgo como una advertencia. De hecho, el océano subterráneo de Encélado es uno
de los mejores lugares para buscar vida en el Sistema Solar, y los diseños de
las futuras misiones que lo visitarán se basan en la idea de que las muestras
tomadas de los géiseres probarían directamente el contenido del océano, sin
necesidad de perforar o derretir el hielo.
Pero si Buffo y sus colegas están en lo cierto, los datos
recogidos por esas misiones no serían los del océano subterráneo, sino que
podrían proceder de estas áreas húmedas en la propia corteza helada. «Las
simulaciones -explica el investigador- sugieren que se podría estar muestreando
esta región fangosa en medio de las capas de hielo, y esa podría no ser la
misma química que hay más abajo, en el océano».
Ideal
para buscar vida
Encélado lleva cautivando la imaginación de los científicos
planetarios desde que en 2005 la nave espacial Cassini de la NASA reveló
espectaculares columnas de agua surgiendo de su polo sur. En aquél momento, los
investigadores ya se preguntaron si esos chorros de vapor podían originarse en
la propia superficie helada de Encélado, donde la fricción causada por los
terremotos podría derretir el hielo y dejarlo escapar como vapor de agua pura
al espacio. Pero la evidencia posterior recopilada por Cassini convenció a la
mayoría de los científicos de que los géiseres proceden de fracturas en el
caparazón helado que llegan hasta un gran mar subterráneo salado.
Una de las pruebas más
convincentes fue, según el físico Colin Meyer, coautor de la investigación, el hecho de que los
géiseres contienen sales, y las primeras versiones de la idea de los terremotos
no podían explicar la presencia de esas sales.
Pero Meyer, que ha estudiado la física del hielo marino en
la Tierra, se dio cuenta de que las bolsas de agua de deshielo en la propia
capa helada de Encélado podrían concentrar sales y otros compuestos. Él, Buffo
y sus colegas aplicaron simulaciones por computadora desarrolladas para el
hielo marino en la Tierra a las condiciones heladas observadas en la luna de
Saturno. Y el equipo descubrió que Encélado podría generar fácilmente bolsas de
esta 'papilla helada' dentro de su corteza de hielo y ventilar el contenido de
esa papilla al espacio, con sales y todo.
Por supuesto, aclara Meyer, eso no significa que Encélado
no tenga un océano. Al contrario, es prácticamente seguro que lo tiene. Y
tampoco significa que el océano no sea habitable.
A pesar de ello, las implicaciones de este estudio «son
enormes», especialmente para las futuras misiones de búsqueda de vida en esta
luna de Saturno. Porque si esos géiseres no proceden del océano sino de la
propia cubierta de hielo, nuestras ideas sobre la información que nos revelan
sobre el interior de la luna tendrán que cambiar radicalmente. Y eso puede
llegar a ser un gran problema a la hora de planificar las futuras misiones de
exploración.
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