Amparo Poch Gascón: feminista, escritora y antifascista
“No es carrera propia de mujer”
“La mujer nueva no puede llenar con el amor su existencia. Necesita
buscarse y encontrarse a sí misma en variadas actividades, en la profesión
elegida, en el estudio a que se ha consagrado, en el taller, en la fábrica y en
la Universidad”
(Amparo Poch y Gascón, La vida sexual de la mujer).
María del Pilar
Amparo Poch Gascón (1902-1968) nació en Zaragoza. Era la hija mayor del matrimonio
compuesto por José Poch Segura y de Simona Gascón Cuartero. Tuvo cuatro
hermanos más José María (1904-1931), Fernando (1906), Josefina (1912-1988) y
Pilar (1912-1997).
El padre,
valenciano, era militar del cuerpo de Pontoneros. Ingresó en el ejército como
soldado raso y se retiró en 1930 como capitán de ingenieros. Tras el golpe de
estado, se presentó ante la autoridad militar como afecto
incondicionalmente al glorioso Movimiento Nacional de F.E.T. y de las J.O.N.S.
Durante la guerra civil prestó sus servicios en la Central de Telégrafos.
Falleció en Zaragoza el 8 de diciembre de 1950. Su esposa Simona Gascón
Cuartero falleció el 12 de marzo de 1959.
Esta breve
referencia biográfica a su padre sería irrelevante si no constituyera un dato
importante en la construcción de la personalidad de Amparo Poch. Desde chica,
quiso estudiar medicina, pero su padre se opuso radicalmente: “No es carrera
propia de mujer”, fue la sentencia del padre. No mentía
Visto el panorama,
estudió Magisterio.
Mientras lo hacía,
colaboró tempranamente en el periódico La Provincia de Teruel.
La autora no había cumplido aún 20 años. Leyendo lo que escribe no lo parece
propio de una joven, solo la delata el uso exagerado de adjetivos, pero no su
contenido que reflejan ya una madurez política y social increíble. En el
periódico La Provincia de Teruel se pueden leer algunos de
estos artículos. En especial, citaría los titulados “¡Abajo las armas!”, una
original utilización de la sinécdoque para condenar el belicismo y “Rey”, donde
describe la calle Alfonso de Zaragoza como metáfora de la
diversidad de las clases sociales de la ciudad (La Provincia, 7 y
21.1.1922).
Con el título de
maestra se matriculó en Medicina. Sus inquietudes sociales y políticas, además
de culturales, le llevaron al año siguiente a participar en el Primer
Congreso Nacional de Estudiantes, celebrado en la facultad de Medicina de
Zaragoza, enero de 1923. La Asamblea, dada la preponderancia de estudiantes
católicos (sic), comenzó con un día de retiro. Asistieron alrededor de 70
asociaciones. El congreso recibió el saludo de Alfonso XIII, una carta del
nuncio Tedeschini y el apoyo de Maura… Su presidencia y apertura correspondió
al rector de la Universidad, Royo Villanova, que describió la Universidad como
“una madre amorosa”. Empezábamos bien.
Ya en junio de
1922, el periódico Diario de la Marina “contaba que los
estudiantes de Zaragoza se habían adherido a la iniciativa de la Confederación
Nacional de Estudiantes Católicos para celebrar el primer congreso de
estudiantes en Zaragoza. Se constituyó un Comité Organizador,
formado por el cardenal Soldevilla -asesinado el 4 de junio de 1923-, y el
rector de la Universidad, Royo Villanova, entre otros. Una Comisión de
Festejos y una Comisión de Propaganda, entre la que
se encontraba doña Amparo Poch y Victoriano Martínez, de la
facultad de Medicina (26.6.1922).
El Debate anunció el evento con este titular “Empieza
en Zaragoza la Asamblea de estudiantes católicos” (El Debate,
22.1.1923). Sin embargo, entre los estudiantes hubo serios enfrentamientos
fruto de sus diferencias ideológicas; unos eran partidarios de la
confesionalidad de la Confederación frente a los que defendían lo
contrario. La Tierra, por su parte, contaba que, “después de la
sesión de apertura, los estudiantes con las banderas de las distintas
Facultades se han dirigido al templo del Pilar, orando breves momentos ante la
Virgen” (25.1.1923), sin especificar que fueran todos.
Terminado el
congreso, en el Teatro Parisiana se celebró la Fiesta
Homenaje a la Mujer Estudiante. Paradójicamente, el acto lo presidió el
gobernador civil. Amparo Poch, “estudiante de medicina de Zaragoza, leyó una
sentida poesía” (Diario de la Marina, 26.1.1923). Según La
Correspondencia de España, “leyó una inspirada poesía titulada “la Mujer
letrada, hacendosa, estudiante”, que fue acogida con grandes aplausos”
(25.1.1923). La Provincia dijo que “leyó su poesía “Tríptico”
premiada en el Certamen habido al efecto (25.1.1923)”. La Tierra,
por su parte, comentó que “Amparo Poch leyó una poesía, de la que es
autora” (Ídem).
Matrículas en
todas las asignaturas
En octubre de
1922, se matriculó en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Aquí pudo comprobar
hasta qué punto la frase de su padre era descripción exacta de la época: tuvo
que soportar el ninguneo de sus compañeros de carrera y la indiferencia del
profesorado. Un plantel académico entre los que, en el último curso, 1928-1929,
figuraron los médicos reconocidos como Recasens -profesor de Obstetricia-, Pi
Suñer -de Fisiología general-, y Royo Villanova -de Patología médica, entre
otros.
Fue una de las
primeras alumnas de la Facultad, junto con su compañera de promoción, Carmen Moraleda Carrascal.
La primera licenciada en Medicina y Cirugía de Zaragoza lo había sido
Concepción Diego Rosel, en 1926. Poch fue la segunda, con el historial
académico más sobresaliente de la facultad de medicina pocas veces, o ninguna,
superado. Poch se licenció con 28 matrículas de honor. El hecho no sería
noticia. Tan solo estas escuetas palabras en la sección de noticias el
día 4 de octubre 1929:
Por el contrario,
Enrique Señoráns Gálvez, hijo del magistrado de la Audiencia Territorial, sería
puesto por las nubes “al aprobar quinto curso de Medicina con sobresaliente en
todas las asignaturas” (La Voz de Aragón,1.10.1929). Siempre hubo
clases.
Al Premio
Extraordinario de Licenciatura del curso 1928-1929, según El
Noticiero de Zaragoza, se presentaron “doña Amparo Poch Gascón, don
Ricardo Lozano Blesa, don Federico García Dihinx, don Vidal García Bragado,
don Carlos Terrisse Nadal, don Darío E. Lirón de Robles González” (El
Noticiero, 1.10.1929). Lo ganó Amparo Poch. ¿Reconocimiento público o una
entrevista? Ninguno. Tampoco extrañaría. Poch conocía el ambiente. En 1923, en
la Revista del Ateneo Científico Escolar publicó un artículo
titulado “¿Y yo?”, donde denunciaba el trato indiscriminado que recibían las
mujeres en la Universidad por parte del estamento estudiantil y la desidia del
profesorado. Estaba contando su caso. Lo mismo diría en su artículo El
principio, (letras femeninas), reproducido en La Voz de la Región (8.10.23).
Solicitó el título
de “Licenciado en Medicina y Cirugía” el 30 de septiembre de 1929, tras hacer
los ejercicios de Grado con la calificación de Sobresaliente.
Feminismo sin
cortapisas
Desde el
principio, Amparo Poch mostró su talante radical feminista, mucho antes de
ingresar en el anarquismo libertario. Resulta difícil establecer cuál fue el
origen de su postura. Podría pensarse que la respuesta a la actitud patriarcal
de su padre y del ambiente machista que le tocó vivir, tanto en la universidad
como en el contexto social político de la sociedad zaragozana y de las
instituciones políticas en las que se integró a lo largo de su vida, con
excepción sobresaliente del grupo Mujeres libres.
Su paso por la
Universidad le demostró con creces que los hombres seguían siendo unos
descerebrados, instalados en prejuicios y estereotipos tan machistas como
imposibles de erradicar. Así lo dibujaba: “Esta afirmación de que, en Zaragoza,
casi todas las mujeres estudiantes no tienen de lo segundo mucho más que el
nombre, satisface a ese numeroso público que todavía mantiene vivas las
decadentes leyendas de las misiones femeninas en la tierra, de su inferioridad
intelectual, y de la incompatibilidad de las tales misiones, que nadie niega,
con las dignísimas ideas de su humana independencia y de su igualdad, frente a
los varones, personalidad a personalidad, poder a poder”.
A continuación,
recordaba lo que ella había sufrido en carne propia y seguía sufriendo: “Pocas
mujeres hay que respondan a ese ideal, más de mañana que de hoy; quizás por
temor al calvario a que se condena a quien se desliga audazmente de las
costumbres y prejuicios de las gentes; calvario que se multiplica para las
mujeres haciéndose lluvia de groseros calificativos y pensamientos malos, para
combatirlas con ellos hasta hacerles claudicar, o, cuando tal no sucede,
envolverlas en la nube de la hostilidad y burla con que el vulgo, acoge a la
'mujer sabia' y la vapulea en chistes, caricaturas y carcajadas, como si la
mujer sabia, cuando lo es verdaderamente, no tuviese su dignidad elevadísima,
su personalidad respetable, y su recio caudal de sentimientos que la llevan a
llorar, quizás, las manifestaciones brutales de cuantos, tal vez, no saben
tenerlas de otro modo” (La Voz de Aragón. “Del momento. Mujeres y
Universidad”, 6.3.1927).
Pero no solo eran
los hombres quienes la sacaban de quicio. En ese mismo mes de marzo y año,
respondería a una intervención de Blanca Rolla de Meléndez que sostenía que
las mujeres de Zaragoza necesitaban un buen toque feminista, para
lo que proponía la creación de “un liceo feminista” para educarse. (La Voz
de Aragón, Iniciativa plausible Un centro de cultura femenino”, 16.3.1927).
En su
columna, Letras femeninas, bajo el título de “¡Un club femenino
zaragozano!”, rechazaría esta segregación artificial de sexos -lo haría también
en la educación. Ambos sexos necesitaban naturalidad para relacionarse: “Por
eso creemos —que, únicamente la creación de un Centro donde entrasen juntos los
hombres y las mujeres, sería el único y el verdadero termómetro, donde el
progreso y la cultura señalarían su hermosísimo ascenso” (La Voz de
Aragón, 29.3.1927).
Para Amparo Poch,
la causa fundamental de aquella situación la tenía la “moral masculina”
dominante que “acusa a la mujer de frívola impura, entre tantos dedos que la
señalan como contagiada de todas las degeneraciones...” (Idem).
En otro artículo,
como respuesta al publicado por Cano Jarque, titulado “La mujer en las aulas”,
quien en tono paternalista y moralizante admitía que “la mujer estudiara, pero
con la salvedad de que no perdiera su “adorable feminidad”, ni desatendiera sus
obligaciones de esposa y madre”, Amparo respondió:
“Cuantos reducen
el papel femenino a las funciones de esposa y madre, encierran a la mujer en el
grosero marco de la vida sexual, del que solamente le permiten salir para ir a
la cocina o al cuarto de costura. Esto que así́ opinan se esfuerzan en hacer
una cosa divina de la maternidad, hecho puramente animal, y cuya idealización
no se consigue sino después, cuando se acumulan sacrificios y deberes para
criar al niño, por cuyo motivo muchas mujeres, aun no teniendo hijos, han
sabido ser madres perfectas.
La maternidad no
puede ser pretexto para cercenar derechos y aspiraciones a la mujer, pues
pasada la época más dura de la gestación queda en completa capacidad para unos
y otras; decir que la mujer por ser madre, no puede ser más, es tan absurdo
como si al hombre, por ser padre, se le establecen límites y restricciones a su
intelectualidad y a sus privilegios...” (La Voz de Aragón, “Sobre
feminismo. Más ideas acerca de las mujeres” 28.11.1928).
Una suscriptora
intervino en el debate con un artículo titulado “la evolución del amor”
(29.11.1928). Reproduzco el comienzo de su discurso:
A. Poch
contestaría que con las teorías del sr. Cano “vamos a dar tal retroceso que
volveríamos al tiempo en que todo el papel y toda la personalidad femeninas
eran vinculados en uno de los aparatos orgánicos de la mujer. Esto es
repugnante, pues lleva a pensar que en nosotras no hay más que carne, lo que
está en contradicción rotunda con todas las manifestaciones de la vida
psíquica, que tienen un carácter tan específico y que por su inmaterialidad y
pureza, nos diferencias de todos los animales.”
Estilo y fondo de
una mujer con una claridad mental feminista increíble y que tanto recordaba a
la malograda Hildegart Rodríguez.
Las palabras de
Amparo Poch picaron, desde luego, el orgullo de algunos hombres. En diciembre,
Manuel Jesús de L´Hotellerie, modelo perfecto del machismo andante de la época,
sostuvo que “el hombre, cuando se casa no busca únicamente el placer sexual; lo
hace con miras más elevadas: por sentimiento, por amor a la que va a ser
su compañera y con la esperanza de poder ampliarlo a sus descendientes”. Luego,
“este mismo hombre tan espiritual y tan bueno pretende crearse los derechos,
libertades, etc., que, en su mayoría, solo al hombre pertenecen; pues
si la mujer está hecha de una pequeña parte del hombre, justo es también que
solo tenga la proporción de libertades que a esa parte corresponde, pues al
igualarnos en todo, sobraba en el diccionario la palabra “Feminismo” y podría
entonces ampliarse el tamaño de la de Masculinismo”.
Por si no fuera
suficiente más muestra de machismo, añadirá que “la labor de una mujer está en
cocinar, coser, bordar, etc. y el ideal del hombre consiste en encontrarse
hecho esto por la mujer, procurando él llevar el sustento para sus padres,
hijos o hermanos. Hoy día esto se acaba y, con ello, el feminismo
pierde su esencia”.
Y concluirá: “La
mujer no mira más que masculinizarse, adoptando los procedimientos del hombre”.
Completará el cuadro con esta arenga lamentable: “Mujeres oficinistas, dejad al
hombre en su puesto y ocupad el vuestro en la casita, que tan necesitada se
encuentra de los cuidados de vuestras adorables manos y os lo agradecerán los
hombres y los niños. Si lo hacéis, cumpliréis un mandato divino y un deber de
humanidad, dejando el paso franco a quien os procura el alimento de cada día, y
seréis bendecidas de Dios y de los hombres. Si no… ¡qué bien hiciste, Facundo,
de marcharte al otro mundo! (La Voz de Aragón, 1.2.1928).
A esta
intervención se unirá la de Santiago Hernández quien, a pesar de calificar, la
disputa de “bizantinismo estéril” reconocerá que “le han impresionado
dolorosamente los juicios que la señorita Amparo Poch”. Hernández le acusará de
defender un feminismo que “es la causa de la disolución de muchas familias”.
Luego, añadía: “Se trata de hurtarse a la divina maternidad mediante la cirugía
y el cálculo. Lo que se discute es si conviene o no la disolución, la rotura de
los lazos domésticos que lleva consigo la confusión de las funciones masculinas
y femeninas: si no se sería mejor una distribución que sujeta por igual a la
mujer y al hombre en aras de los hijos”. Hernández reconoce que “todas las
funciones, absolutamente todas, “pueden” ser desempeñadas a la perfección por
la mujer; pero me pregunto si no es profundamente perturbador ese periodo de
gestación que la señorita Poch estima tan liviano y si el ser tan enojoso no lo
hace una de las grandes causas de la tendencia a suprimirlo” (La Voz de
Aragón, 2.12.1928).
Amparo Poch
contestó a Hernández diciéndole que “confundía la maternidad con el amor
maternal”, lo mismo que la protesta y alzamiento femeninos de sus
inferioridades económica, pedagógica, cívica, conyugal, con la burla y abandono
de los deberes femeninos en el hogar”. Concluyendo: “Mi ideario es limpio,
generoso, igualitario y este señor, al hablar yo de libertad, la ha confundido
con libertinaje. El siglo XX verá maravillas porque en él se manifestará el
alma de la mujer en todo su esplendor” (La Voz de Aragón, 7.12.1928).
La respuesta de
Amparo Poch dejó sin argumentos a Santiago Hernández quien, un tanto
atolondrado, presentó a la señorita “Amparito Poch, sus excusas y pidiéndole
perdón por si en algo la hubiese podido lastimar” (La Voz de Aragón,
8.12.1928). Desgraciadamente, no respondería a ninguno de sus argumentos.
La “polémica” tuvo
su resonancia. En el periódico La Voz de Teruel, uno de sus
colaboradores se posicionó ante lo que denominó “avance femenino”, dedicándolo
a “la señorita Amparo Poch y una suscriptora de La Voz
de Aragón, con respeto, pero en legítima defensa. A la señorita María
Antonieta Franco, don Santiago Hernández y don Manuel Jesús de L´Hotellerie;
muy reconocido” (10.12.1928). Lo firmaba un tal Jacobito y en
su respuesta pretendía hacer un “loor a la mujer”. Le salió el tiro por detrás.
Sostenía que “de diez años a esta fecha, se ha desarrollado en la mujer el
furor, la fiebre, por abarcar los destinos del hombre, dejando a este en la
calle, sin la defensa que necesita para buscar su compañera”. Terminará
diciendo: “Siga el baile, pero sin parejas; los hombres, hombres, esperamos
inútilmente el acceso de la mujer”.
En fin. Sirvan
estas polémicas para percibir el contexto en que vivía Amparo Poch y su
inteligencia. Para más inri, en el periódico La Voz de Aragón se
anunciaba la colaboración de Carmen Burgos, seudónimo de Colombine,
presentándola como una “mujer radical feminista de su época”. Sin embargo, en
su primer artículo mantenía afirmaciones que sacaron de quicio a Poch: “en
estos momentos, en que la mujer se dedica, más que nunca, a los asuntos
políticos, aunque a primera vista parezca poco oportuno hablar de
enseñanzas maternales, creemos que, por el contrario, es el momento en
que con mayor urgencia, se impone la necesidad de recordar a las
mujeres que primera y principal ocupación, es atender a sus hijos y su hogar,
no siendo estas atenciones un impedimento para cumplir con sus obligaciones de
ciudadanas” (La Voz de Aragón, 28.8.1931).
Para colmar el
vaso de la paradoja, el periódico dedicaba una sección a la mujer, donde se la
orientaba en las tareas del hogar para que se convirtiera en una esposa
modélica.
Sería en esta
época, cuando la Revista Blanca publicará su novela La
Victoria, donde se reivindicaba la tesis que acompañará de por vida a su
autora: las mujeres somos quienes tenemos que conquistar iguales deberes en la
humanidad que es lo mismo que conquistar iguales derechos que los hombres. Por
dignidad, nunca por condescendencia. Tenía 23 años.
En 1930, aparece su nombre en la “Revista ilustrada, dedicada a la patria, la cultura, y la defensa de la mujer. Órgano de la asociación Agrupación Nacional de Mujeres Españolas” (ANME). Era una revista donde escribían Concha Espina y tipos como Lluys Santamarina que, durante los años de la Segunda República, se conve
rtiría en y el jefe de Falange en Barcelona y, por tanto, golpista de pro. A Poch se le publicará una poesía con una temática muy suya, haciendo el elogio de las mujeres que estudiaban. La describirá con una catarata de adjetivos un tanto contradictorios: “mujer endeble y firme, científica y piadosa, mansa y humilde”. Finalmente, cifrará las intenciones de la mujer en un “esfuerzo, de fe y caridad”, algo que podría firmar cualquier mujer carlista. Terminará el poema dirigiéndose a la mujer en estos términos: mujer “ahonda en el misterio preñado de placeres, /que bien pueden gustarse sin dejar los deberes/ ni romper alianzas de fe y caridad”. Ideal perfectamente cristiano y nada revolucionario, menos libertario. Incomprensible hasta cierto punto en una mujer que defenderá sin tapujos el amor libre.
Médica de mujeres,
niños y obreras
Terminada la
carrera de médica, en octubre de 1929, se inscribió en el Colegio Oficial de
médicos de Zaragoza. Con el tiempo, sería su vicesecretaria, cargo en el que
permaneció hasta mayo de 1934. Un nombramiento harto curioso. Que la Junta
Directiva del Colegio Oficial de Médicos designase a una mujer como
vicesecretaria de dicha institución resultaba insólito, dado el ambiente
machista que predominaba en la sociedad y ya no digamos en la clase médica.
Como
facultativa estableció su consulta en una habitación de su propia casa en el
número 8 de la calle Madre Rafols. Más tarde se trasladó a la calle Cerdán
número 30 de Zaragoza (actual avenida César Augusto, 76). Se anunció en el
periódico La Voz de Aragón:
En diciembre de
1931, obtuvo el II concurso de los premios Dr. Patricio Borobio de la Junta de Protección a la Infancia y Represión de la
Mendicidad, de Zaragoza. De
ahí nació su Cartilla de
Consejos a las Mujeres, publicado por la
Diputación Provincial de Zaragoza. La Voz de Aragón describía el contenido de ese premio de este modo: “diploma de
mérito y quinientas pesetas, por su trabajo, calificado, entre otros varios,
bajo el lema “Cumbres”, sobre vulgarización de los cuidados a que debe
someterse la mujer durante el periodo de gestación y el niño mientras su
lactancia natural o artificial. El trabajo será editado en folleto y repartido
profusamente en los lugares de asidua concurrencia de la mujer” (5.1.1932).
Al mismo tiempo,
combinó su trabajo como médica particular con el trabajo en Urgencias en
el Hospital
Provincial. En los sucesos
de marzo de 1934 en Zaragoza, en la sala de urgencia del hospital asistió al
anarquista Ramón Liarte, apaleado por la policía y transportado en una camilla
al recinto hospitalario. En su libro El camino de la libertad, dice Liarte “Quiso la casualidad que en la
sala de urgencias del hospital se encontrase trabajando la doctora Amparo”. Y
añade que “la doctora hizo un informe que fue remitido a la prensa local y
nacional. Con pluma rebosante de ternura se describían los apaleamientos
impuestos”. La verdad es que no he localizado dicho informe en ningún periódico
anarquista de la época.
Amparo Poch se
refiere, también, a su trabajo en el Hospital cuando, en uno de sus artículos
publicados en la revista La Casa del
Médico, anota: “Hace unos
días he hallado en un libro, olvidada entre las hojas, una cuartilla. Tiene un
dibujo y un recuerdo. El dibujo es de un joven suicida que murió́ sufriendo
horriblemente en el Hospital Provincial de Zaragoza...”.
Su etapa en
Zaragoza terminó en 1934, tras separase de Gil Comín, con quien se había casado
por lo civil el 28 noviembre 1932. Las razones de su marcha Madrid se ignoran.
Se aducen la separación de pareja, el miedo a represalias por haber denunciado
el caso de Ramón Liarte. Y, más que probable, la voluntad decidida a ampliar
sus estudios de medicina y gozar así de un horizonte de vida menos agobiante
que el vivido en su ciudad natal. O, sencillamente, porque tenía aspiraciones
que Zaragoza no podría nunca satisfacer. A saber.
Sea como fuera, lo
cierto es que el cinco de mayo de 1934, solicitó la baja en el Colegio de
Médicos de Zaragoza y el 22 se inscribió en el de Madrid. Desplazarse a la
capital no significó que se desligara de sus compromisos con Zaragoza. Seguirá
colaborando con la revista La Casa del Médico. Así, en el número de noviembre dedicado a Santiago Ramón y Cajal, tras su muerte, será la única médica que
aparezca en el listado de sus colaboradores. Eso, sí, con el apelativo de “Dr.
Amparo Poch”.
Articulista,
conferenciante y mitinera
En julio de 1935,
obtendrá el título de Médica Puericultora: “Después de los estudios
correspondientes cursados en la Escuela Nacional de Puericultura, y terminados
con la visita a importantes Centros de Asistencia Sanitaria Infantil de España
y del extranjero, han obtenido el título de Médico-Puericultor los señores
siguientes: Señorita Rosario Blasco Ortiz. Srta. Srta. Matilde Pérez
Jover. Srta. Amparo Poch y Gascón…”
En Madrid se
instaló en la Calle Mayor. En la ficha del colegio de Médicos aparece otra
dirección, calle Libertad 54 (Puente de Vallecas) y que es donde abrirá su
Clínica, en octubre de 1935.
Durante su
permanencia en Madrid, poco más de dos años, mantuvo una gran actividad.
Desempeñó́ su trabajo de médica en diferentes consultas. Completó sus estudios
de puericultura, participó en conferencias y mítines libertarios. Al mismo
tiempo, siguió colaborando en periódicos y revistas con la misma intensidad y
riqueza conceptual que nunca le abandonó.
En 1935, Amparo
dio conferencias e impartió́ clases en el Círculo Teosófico y
en la Federación Local de la CNT en la calle de La Luna. En estas clases
instruía sobre temas relacionados con la sexualidad. El 5 de abril de 1936,
dará un mitin en el Ateneo Libertario de Cuatro Caminos -calle de los Artistas
37-, junto con José Brocca y Manuel Nobruzán, su compañero
sentimental en esos momentos.
El 12 de abril de
1936, participó en un mitin en el Ateneo Libertario de Puente de Vallecas,
anunciado de este modo: “Mitin en el cine Guerrero. Organizado por el Ateneo
Libertario del Puente de Vallecas, se celebrará hoy en el cine Guerrero, a las
once de la mañana, un mitin, en el que tomarán parte los siguientes
participantes: Amor Buitrago, Amparo Poch, Miguel Serrano, Pedro
Falomir y Tomás Cano. Presidirá́ Victoriano Buitrago” (La Libertad, 12.
4.1936).
El 1º de mayo de
1936 se afilió al Sindicato Único de Sanidad y colaborará con
la revista Tiempos nuevos. En marzo se publicará este artículo
sobre la tuberculosis.
Y lo hará,
también, en el periódico La Tierra, tal y como aparece en su nueva
redacción, junto con Ricardo Baroja, Eduardo Ortega y Gasset. Nuevamente, sería
la única mujer entre hombres. Iniciará su colaboración el 16 de marzo de 1935.
Amparo Poch será presentada como “joven doctora y conocida publicista. Mujer de
profundo pensamiento y espíritu amplio y humano cuyas dotes de inteligencia le
abren todos los caminos; su capacidad y su cultura la elevarán
rápidamente a uno de los primeros puestos de nuestra intelectualidad femenina. La
Tierra se enorgullece de su nueva compañera”.
Sus colaboraciones
llevarán como epígrafe genérico El médico ante la vida. El primer
título “Un chófer”. Cuenta la historia de un chófer tuberculoso que terminará
pegándose un tiro. La historia planteará el arduo problema ético de la
responsabilidad del médico y de las instituciones ante tal hecho. Un relato
dramático, literariamente perfecto, sobrecogedor.
Su artículo Al
servicio de la Revolución” constituye una pieza elocuente de su fina ironía
y de una escritura precisa y eficaz. Se pregunta por las cualidades que adornan
el talante de un antirrevolucionario, poniendo en escena a quien fuera su
maestro, el doctor Salero.
Empieza así: “El
Doctor Salero ha sido uno de mis maestros. El doctor Salero es un hombre
enteramente antirrevolucionario; al menos él lo cree así. Y yo me apresuro a
deciros que solo ha sido maestro mío en clínica pediátrica. Lo demás sería
suponer demasiado”. Y eso que se supone lo irá desgranando a
lo largo del texto.
Al final, se
calificará a sí misma de anarcosindicalista y a su maestro de
antirrevolucionario aunque él diga que no lo es (La tierra, 2.4.1935).
Una genialidad.
En febrero,
aparece como presidenta de la Liga Española de Refractarios a la
Guerrra, movimiento pacifista surgido en febrero de 1936 y como filial de
la WRI (War-Resisters International).
Los días 15, 16 y
17 de julio de 1936, se anuncia en Solidaridad Obrera de Barcelona un Mitin
Internacional contra la Guerra, organizado por las Juventudes
Libertarias, para el día 18 de julio de 1936: “Grandioso Mitin
Internacional contra la guerra, en la plaza monumental, hablaran: Doctora
Amparo Poch por la Internacional War Resisters Sec. Fem; Fidel
Miró por las Juventudes Libertarias; Max Muller por las Juventudes
Anarcosindicalistas Suecas; el profesor Brocca por la Internacional
War Resisters; Hemday, por el Comité́ Internacional de Defensa
Anarquista; Félix Martí Ibáñez, por los Idealistas Prácticos;
Manuel Pérez, por los anarquistas de Barcelona; Agustín Souchy por el Bureau
Internacional Antimilitarista y Federica Montseny por la CNT”.
Por razones de la
guerra, el mitin no tuvo lugar.
Mujeres libres
En 1936, junto con
Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada fundaron la revista Mujeres
libres. Una publicación insólita en aquellos tiempos. Era una revista
para mujeres en la que solo escribieron mujeres, vetándose la
colaboración masculina, con una excepción: la de Baltasar Lobo, el ilustrador y
maquetista. Paradójicamente, Amparo Poch siempre se había mostrado contraria a
la “segregación de sexos”. Quizás había llegado a la conclusión de que con los
hombres era imposible un más que entendimiento razonable.
Mujeres libres participaba de la idea de la existencia de
una doble especificidad en la explotación de la mujer. Entendían que, aun
haciendo la revolución, la mujer seguiría estando oprimida por el camarada o
por el marido de turno. Pensaban que de esta doble explotación apenas se
hablaba. De hecho, en el frente de guerra se las presentaba con un fusil en la
mano como símbolo antifascista, pero en la retaguardia se las relegaba al rol
de enfermeras. Exhortaban a los milicianos a que dejaran de comportarse como
“señoritos” acudiendo a los burdeles y a que ayudaran a restablecer la dignidad
de la mujer. Afirmaciones como “es en el alma del hombre donde hay que destruir
la prostitución”, revelaban mejor que cualquier discurso por dónde caminaba el
discurso de la revista Mujeres Libres.
Fueron estas
mujeres anarquistas como Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada, Amparo
Poch, María Luisa Cobos y Trinidad Urién, entre otras, quienes pusieron el dedo
en la llaga de estas carencias ideológicas y vitales.
Conviene señalar
que ya en los periódicos Tierra y Libertad y Solidaridad
Obrera ya se había señalado y condenado dicha disonancia en más de una
ocasión. Mucha revolución, mucho compañerismo, mucha camaradería, pero en la
calle y en la casa, cero. También, hubo alguna excepción masculina que condenó
tal discriminación, como Antonio Morales Guzmán en Solidaridad Obrera.
En mayo de 1936 apareció
el primer número de la revista. El editorial anunciaba así su propósito:
“Encauzar la acción social de la mujer, dándole una visión nueva de las cosas,
evitando que su sensibilidad y su cerebro se contaminen de los errores
masculinos. Y entendemos por errores masculinos todos los
conceptos actuales de relación y convivencia: errores masculinos,
porque rechazamos enérgicamente toda responsabilidad en el devenir histórico,
en el que la mujer no ha sido nunca actora, sino testigo obligado e inerme...
no nos interesa rememorar el pasado, sino forjar el presente y afrontar el
porvenir, con la certidumbre de que en la mujer tiene la Humanidad su reserva
suprema, un valor inédito capaz de variar, por la ley de su propia naturaleza,
todo el panorama del mundo. ... que miles de mujeres reconocerán aquí su propia
voz, y pronto tendremos junto a nosotras toda una juventud femenina que se
agita desorientada en fábricas, campos y universidades, buscando afanosamente
la manera de encauzar en fórmulas de acción sus inquietudes”.
En septiembre de
1936, Mujeres libres de Madrid y el Grupo Cultural
Femenino de Barcelona se fusionaron. La Agrupación de Mujeres
Libres de la ciudad Condal estableció comedores colectivos, organizó
cursillos de enfermeras y de puericultura, y envió víveres al Madrid asediado.
Las colaboraciones
de Amparo Poch en la revista Mujeres Libres fueron
innumerables y el lector dispone del acceso a cada uno de sus artículos en
Internet.
Tiempos de guerra
Cuando en octubre
de 1936 se barajó la entrada de la CNT en el gobierno, Amparo Poch fue apoyada
para ocupar el ministerio de Sanidad, pero se impuso el nombre de Federica
Montseny. Esta, al organizar su gabinete ministerial, nombrará como Consejera
de Asistencia Social a Amparo Poch. Invertirá su inteligencia y su
enorme capacidad de trabajo para alejar a la infancia de los horrores de la
guerra. Organizará un Plan de Hogares Infantiles y varias evacuaciones a México
y a la Unión Soviética.
En febrero de
1937, aparece en el mitin de la plaza de Cataluña como representante de Mujeres
Libres, a favor de la unidad de acción de las izquierdas, junto con Martí
Ibáñez, entre otros oradores. Poch diría que “las mujeres siempre se han
sacrificado por la libertad y por la vida. Por ello, estaban dispuestas al sacrificio
para conseguir el total aplastamiento del fascismo”.
El periódico La
Vanguardia dedicará parte de su suplemento para hablar del hecho.
He aquí la página.
El 25 de junio de
1936, se incorporó al noveno Batallón del Regimiento Ángel Pestaña, del Partido
Sindicalista, del que era afiliada. El Batallón estaba formado por 1486
milicianos; 83 eran mujeres. Amparo Poch, como doctora médica, estaría al cargo
de los servicios sanitarios. Una orden del 26 de agosto de 1936, la nombró
miembro de la Junta de Protección de Huérfanos de Defensores de la
República, creada por el Ministerio de Instrucción Pública. He aquí la
orden:
Con la caída del
gobierno Largo Caballero, Amparo marcha en noviembre a Barcelona. Seguirá
ejerciendo la medicina y dirigiendo la institución el Casal de la Dona
Treballadora. Impartirá cursos de capacitación cultural y colaborando en la
prensa obrera. He aquí una página dedicada a su labor en el Casal de la
Dona Treballadora durante la Guerra Civil, publicada en la revista
Mujeres Libres, nº 12, pág.
Desde el Sindicato
Único de Sanidad de la CNT se volcará en la organización de
instalaciones sanitarias improvisadas en edificios desafectados o incautados.
Ella lo haría en el Frontón de Recoletos, reconvertido en hospital
de sangre por la CNT.
Dirigirá un
programa de capacitación de las brigadas de salvamento instruyendo a los
brigadistas sobre distintas técnicas relativas a asfixia, traumatismos,
hemorragias y transfusiones sanguíneas. Coordinó colonias y granjas-escuela
para niños refugiados.
A comienzos de
1939, ante la inminencia de la derrota, su tarea se centrará en la evacuación
de heridos, ancianos y niños. Con ellos atravesará la frontera llegando a Prats
de Molló, donde permanecerá hasta septiembre de 1939.
Amparo Poch y la
eugenesia positiva
Junto con su
actividad sindical y social, hay que recordar su pensamiento en materia médica,
partícipe de los planteamientos de la eugenesia, habituales en la corriente
libertaria. Amparo Poch Gascón defendió la llamada “eugenesia positiva”, es
decir, la defensa de una procreación hecha en “condiciones adecuadas”,
principio con el que participaban los defensores de la corriente eugenésica:
Puente, Martí, Serrano, etcétera. Pero, también, estaba de acuerdo con que se
tomaran medidas coercitivas -lo que se llamó eugenesia
negativa-, como el certificado médico prenupcial, la tipificación
del delito de contagio y la esterilización forzosa.
En la
revista Orto, defendió “la regulación del aborto en la legislación
soviética, como ejemplo positivo de una aceptación equilibrada de este”, pero,
en 1937, la revista Mujeres Libres, cuando la Consejería de
Sanidad aprobó la ley del aborto, no dijo ni una sola palabra, ni en su defensa
ni en su contra. Recordemos que fue una ley de la CNT.
El aborto lo
contemplaba como derecho, pero con matices. Amparo Poch se mostraba restrictiva
en cuanto a los casos en que se debía aceptar. Lo reducía a aquellos casos
de peligro de salud de la madre o el feto, o de violación. Sostenía
que “el embrión, desde el momento en que comienza su desarrollo, tiene
derecho a la vida (…) Ha de quedar bien entendido que cuando una mujer
sana ha concebido conscientemente, en virtud de un acto voluntario, la sociedad
debe impedir que dicha mujer atente contra la vida de su hijo” (Poch y
Gascón, Orto nº 20, enero de 1934).
En cuanto al
método Ogino, Amparo Poch figuró como presidenta del Grupo Ogino,
destinado a asesorar e informar al proletariado de ambos sexos en qué
consistía.
Poch condenó en
repetidas ocasiones la prostitución.
En cuanto a si
defendió los preservativos para impedir el contagio, no queda claro en sus
escritos. Tampoco, si compartía la opinión de que la abstinencia sexual fuera
la mejor opción. De hecho, en varios escritos arremetía contra la costumbre de no
mantener relaciones sexuales hasta el matrimonio. Y en otros defendió́ la
importancia de satisfacer los instintos y el placer.
En La vida sexual
de la mujer hace referencia al legítimo derecho de la mujer al placer sexual.
Sin embargo, no se menciona la disociación sexualidad/reproducción como
consecuencia de la utilización de los métodos anticonceptivos. Sobre el placer
en sí se advierte una crítica a la moral católica española y un análisis
detenido sobre las las causas que originan la represión sexual en la mujer.
Exilio en Toulouse
Como quedó dicho,
a principios de febrero de 1939 cruzó la frontera por Camprodón-Prats de Molló.
Fue 11 de septiembre de ese año cuando las autoridades le dieron el visado
oficial para vivir en Francia, pero no el derecho a trabajar como médica siguió
en pie. Vivió en Nimes hasta 1943. Amparo y Francisco Sabater, entonces su
compañero sentimental, se ganaron el pan “pintando tarjetas y pañuelos,
bordando, haciendo bolsos de rafia y plegando sobres”. Y, en ocasiones,
trabajando en un “taller de sombreros clandestinos”, como cuenta su biógrafa
Antonina Rodrigo, imprescindible relato para conocer estos años de Amparo.
La desgracia les
llegó en 1943. Los refugiados españoles sufrieron una redada general por parte
de las autoridades francesas. ¿Su delito? Haber luchado contra los nazis.
Sabater sería capturado y llevado a un Grupo de Trabajadores
Extranjeros, eufemismo de campo de concentración. En
agosto de 1944, fue liberado. A finales de 1945, la pareja se instaló en Toulouse,
donde ella ejerció de médica de forma clandestina. Al entrar en
vigor el Estatuto Jurídico de los Refugiados Españoles pudo
hacerlo sin miedo a la represión. Cuenta Antonina Rodrigo que “en el
dispensario de la Cruz Roja se ocupó de las consultas de Medicina General y
Ginecología. También colaboró en la Clínica San Andrés con el cirujano francés
Doctor Tomás”; siguió trabajando en la sección española de Solidaridad
Internacional Antifascista (SIA) de Toulouse como médica.
En agosto de 1951,
el periódico Solidaridad Obrera recordaba su nombre, pues la
revista libertaria CENIT, nº 8, publicaba un viejo/nuevo artículo de Amparo
Poch, titulado La sífilis, enemiga de la Belleza, publicado el 1 de
mayo de 1936 en la revista Tiempos Nuevos.
En 1965, le
diagnosticaron cáncer cerebral. Sola y sin un franco en el bolsillo, quiso
regresar a su ciudad natal, Zaragoza, donde vivían sus dos hermanas, Pilar y
Josefina. No quisieron verla ni en pintura, aduciendo que era “la ignominia de
la familia”.
El 15 de abril de
1968 falleció en Toulouse.
Nota final
Indica Francisco
Guerra que, a partir del 28 de marzo de 1939, la depuración de sanciones,
incluida la vida o muerte de los médicos republicanos, fue asunto de los
Colegios Oficiales de Médicos. No podían colegiarse aquellos médicos que, según
la ley de Responsabilidades Políticas, “hubieran desempeñado cargos durante el
periodo republicano o que hubieran servido a la obra revolucionaria, marxista,
judaica y anarquizante de la República” (Guerra F. La medicina en el
exilio republicano, Universidad de Alcalá, 2003).
Tal y como sucedió
con tantos médicos, Amparo Poch estaba más que marcada, tanto si se hubiese
quedado en España como si hubiese regresado al final de la guerra. Una carta
firmada por el secretario general del Colegio Oficial de Médicos de Madrid, le
comunicaba en 1941: “No habiendo presentado hasta la fecha en esta entidad la
declaración jurada para proceder a su depuración profesional, que fue declarada
obligatoria por Orden del Ministerio de la Gobernación de 5 de octubre de 1939,
le agradeceré no deje de verificarlo en el terminó de diez, pues en caso
contrario, y bien a pesar de este Consejo Directivo, se vería en la
precisión de adoptar medidas reglamentarias. Dios guarde a Vd. muchos años.
Madrid, 31 de agosto de 1941”.
A su amiga Carmen
Moraleda Carrascal a punto estuvieron de dejarla sin ejercer como médica por
ser la esposa de un republicano asesinado.
Como era de
esperar, se tardó una eternidad en rescatar públicamente su nombre de la tumba
del olvido, que dijera Luis Cernuda. En la CNT siempre se la recordó.
Hoy, gracias a las
izquierdas comprometidas con la Memoria Histórica, carro al que
tardaron de subirse algunos partidos que hoy lideran su futura ley, Amparo Poch
cuenta ya con una calle y con un centro de salud que llevan su nombre, y con
una Placa en la calle Madre Rafols, en el que se recuerda el lugar donde empezó
a ejercer como médica en Zaragoza. In memoriam.
Bibliografía
Sobre los detalles
de su vida, resulta imprescindible consultar los libros de Antonina Rodrigo:
Rodrigo, Antonina (2002). Una Mujer Libre:
Amparo Poch y Gascón: Médica Anarquista. Flor del Viento Ediciones.
Rodrigo, Antonina (2002). Amparo Poch y
Gascón. Textos de una médica libertaria. Incluye La vida sexual de la mujer:
pubertad, noviazgo, matrimonio, Amor, Elogio del amor libre. Diputación de
Zaragoza / Alcaraván.
En un plano más
analítico, relativo a sus posicionamientos eugenésicos y médicos pueden
consultarse los trabajos de Mary Nash sobre las mujeres anarquista y los
estudios de: Gómez Cadenas, Concepción. Ética, anarquismo y sexualidad
en Amparo Poch y Gascón. Tesis doctoral. Maternidad y salud sexual
en la obra médica de Amparo Poch (2017), de Victoria Martínez Cobos y
Gascón. Ambos ensayos pueden leerse en Internet.
Otras fuentes:
Archivo universitario. Universidad de Zaragoza.
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