Publio Elio Adriano, el
segundo emperador romano hispano
Nació el
veinticuatro de enero del año 76 d.C., probablemente en Itálica, en el actual
municipio de Santiponce cerca de Sevilla. Pertenecía a una familia acomodada
originaria del Piceno en Italia.
Su abuelo, Elio
Marulino, había sido el primer senador de la familia, y estaba casado con
Ulpia, tía paterna del futuro emperador Trajano. La Historia
Augusta también hace referencia a un tío-abuelo suyo llamado como él, que
era un experimentado astrólogo, al que el futuro emperador debía su afición a
esta disciplina.
Su padre era
Publio Elio Adriano Áfer, ciudadano hispanorromano, senador y expretor que
había vivido en la capital la mayor parte de su vida. En un estudio reciente se
ha sabido cual fue su destino como expretor, estando al mando de una legión, en
calidad de general experimentado, entre los años 79 y 80 d. C.
Busto de basalto verde de Adriano
Era sobrino
segundo por línea materna de Trajano, quien, aunque nunca le nombró
públicamente su heredero, le dio varias muestras de preferencia durante su
reinado, y de acuerdo con lo manifestado por su esposa Pompeya Plotina, lo
declaró como tal momento antes de morir.
Aunque es posible
que debiera el trono sobre todo al favor de Plotina, su condición de posible
sucesor ya fue siendo marcada por el propio Trajano durante su reinado. Así, en
el periodo comprendido entre los años 100 y 108 d. C., le concedió la mano de
Vibia Sabina, le nombró quaestor
Imperatoris y comes Augusti, le regaló el
diamante de Nerva como esperanza de sucesión, además de otros honores y
distinciones.
A pesar de estas
preferencias, y de que era el único descendiente masculino de Trajano, el apoyo
de Plotina y de Lucio Licinio Sura fueron determinantes en su ascenso al trono
del Imperio romano.
Monedas del emperador Adriano
Su estirpe estaba
emparentada con las familias más nobles de Itálica:
- Áfer era primo paterno de Trajano.
- Su madre, Paulina, era una aristócrata
de Gades descendiente de una importante familia senatorial
hispanorromana;
- Su hermana Elia Domicia Paulina estaba casada
con el tres veces cónsul Lucio Julio Urso Serviano, con el que Adriano
mantuvo una duradera rivalidad a pesar de que le tomara en cuenta a la
hora de decidir quién había de sucederle;
- Su sobrina era Julia Serviana Paulina.
- Su sobrino-nieto Cneo Pedanio Fusco Salinator
era natural de Barcino.
Adriano fue
escolarizado en las materias comunes entre los aristócratas de la época, se
interesó especialmente por la literatura griega, tanto que le
apodaron el grieguecillo.
Con catorce años
volvió a Itálica, donde permaneció menos de un año, ya que en otoño fue llamado
a la capital por Trajano, recientemente nombrado cónsul en el año 91. Durante
su reinado concederá a Itálica el estatuto de colonia y su propio nombre.
Adriano continuó
con su educación en Roma e inició el camino a través del cursus honorum.
Se sabe que además desempeñó también los cargos de praefectus Feriarum
Latinarum y sevir turmae equitum Romanorum.
Inició su servicio
militar como tribuno laticlavio de la Legio II Adiutrix asentada
en Aquincum la actual Budapest. Posteriormente, fue destinado
a la Legio I Minervia destinada en el Danubio Inferior.
Cuando el
emperador Nerva falleció en el año 98, se trasladó a Colonia con la finalidad
de informar a Trajano en persona de su ascenso al trono. Sirvió como tribuno
esta vez en la Legio XXII Primigenia, con base en Mogontiacum la
actual Maguncia.
También sirvió
como legatus de la legión establecida en la Panonia Superior y
como administrador de ese mismo territorio. Ante la ausencia de conflictos
militares durante su reinado, su habilidad militar no está demostrada, no
obstante, su conocimiento acerca de las tropas y su capacidad organizativa
sugieren un posible talento estratégico.
La Historia
Augusta afirma que sus relaciones con Trajano no siempre fueron buenas. Se
conoce una disputa como consecuencia de los celos de los efebos del emperador
hacia el nuevo favorito, cuya homosexualidad está atestiguada también en la
obra de Dion Casio.
Tras este
incidente, Adriano recuperó su relación de amistad con el emperador merced al
decidido apoyo del rico y poderoso hispano y triple cónsul Lucio Licinio, al
cual el mismo emperador habría debido también el trono.
Además, contaba
con la protección de la emperatriz, Pompeya Plotina, experta astróloga al igual
que él, y a instancias de la cual contrajo matrimonio en el año 100 d.C., con
otra sobrina-nieta del emperador, su prima Vibia Sabina. Dicho matrimonio
redobló sus vínculos con la familia imperial.
Asimismo, ese
mismo año fue nombrado cuestor, como candidato del emperador. En los
años siguientes formó parte de algunos de los colegios sacerdotales reservados
al orden senatorial.
Con motivo de la I
guerra dacia marchó con el emperador Trajano a ese territorio en calidad
de comes Augusti en el año 101 d.C. Adriano no se mantuvo a su
lado durante toda la campaña, sino que volvió a la capital a fin de desempeñar
su tribunado de la plebe.
Tras el estallido
de la II guerra dacia volvió con el emperador, esta vez al mando de una legión,
la I Minervia en el año 105 d. C. Al término del conflicto fue nombrado
gobernador de la Panonia Inferior. Fue elegido cónsul sufectoen
el año 108, cabe la posibilidad de que se mantuviera en el cargo un año más.
Hacia los años 110
y 111 d.C. se trasladó a Grecia. Conoció al filósofo estoico Epictero en
Atenas, con quien le unirá en adelante una gran amistad. El contacto directo
con la cultura helena causó en él una enorme impresión. Es probable que fuera
en esa época cuando adquirió la costumbre de no afeitarse la barba, un hecho
inusual entre los nobles romanos, aunque frecuente entre los griegos.
Su amor a la
cultura helena se manifestó claramente cuando aceptó desempeñar el cargo de
arconte honorífico entre los años 111 y 112 d.C., un oficio al que muy pocos
romanos habían accedido con anterioridad.
El templo de Adriano en Roma
La municipalidad ateniense
celebró su nombramiento con el tallado del consiguiente epígrafe y le concedió
la ciudadanía ateniense. Años más tarde, siendo ya emperador, será en dos
ocasiones arconte de Delfos entre los años 125 al 129 d.C.
Fue legatus del
alto mando del emperador durante la expedición contra el Imperio Parto. Aunque
no se distinguió durante la fase inicial del conflicto, ni cuando los rebeldes
asolaron Mesopotamia. Fue entonces cuando se envió al administrador de Siria a
enfrentarse a los dacios, y se le designó su sustituto y se le concedió la
dirección de un comando independiente.
Gravemente
enfermo, el emperador Trajano, tras alcanzar Selinunte, decidió volver a la
capital, mientras que Adriano se mantenía al frente de los territorios
orientales. Se ha afirmado que como estaba al borde de la muerte, su esposa
Plotina que como hemos visto era partidaria de Adriano, consintió en que este
le sucediera y firmó el documento que le confirmaba como heredero.
Sus relaciones con
el Senado nunca fueron buenas. Se dice que el emperador Adriano
al parecer cosechó carcajadas en su primera intervención ante el
Senado a causa de su fuerte acento hispano.
Este primer
tropiezo, por cierto, no desalentó al futuro césar. Orgulloso y tenaz, practicó
su dicción hasta adquirir la elegancia de un urbanita, pero su relación
con el Senado quedaría teñida para siempre de una velada hostilidad, mal
disimulada por la cortesía.
Esto se debe a que
no deseara desempeñar el consulado ordinario más que dos veces, ambas
consecutivas y al comienzo de su reinado. La primera, en el primer semestre del
año 118 d. C., teniendo como collega a su sobrino, el barcinonense
Cneo Pedanio Fusco Salinator.
Maqueta de la villa Adriana
La segunda, en el
primer cuatrimestre del año 119 d. C., acompañado de Publio Dasumio Rústico,
otro posible pariente esta vez de los Dasumii italicenses.
Las reformas
administrativas llevadas a cabo durante su reinado suscitaron la oposición de
los senadores. El emperador modernizó el sistema administrativo estatal
ascendiendo a expertos y tecnócratas, lo que supuso que muchas secciones de la
administración quedaran en manos de estos funcionarios. A causa de ello la
élite senatorial y aristocrática vio mermada su influencia.
Toma del poder como emperador
Su ascenso al
trono se produce el once de agosto del año 117 d. C. Adriano trató de obtener
rápidamente el apoyo de los soldados. Además, ordenó la destitución de Lusio
Quieto, un general de origen bereber que había participado en la campaña de
Partia y había sido nombrado recientemente por Trajano gobernador de Judea.
Adriano sospechaba que codiciaba el trono imperial.
Aunque el
emperador le había adoptado, Adriano tuvo que falsificar los documentos de
adopción antes de presentarlos ante los senadores. Circularon rumores acerca de
dicha falsificación, su verdadera legitimidad como emperador dependía de la
aprobación senatorial y del apoyo de los soldados sirios.
Ocupado con la
organización administrativa de los territorios de Oriente y del río Danubio,
así como con el conflicto con los judíos que se habían sublevado durante el
reinado de su predecesor, no acudió a la capital hasta estabilizar el
territorio. Fue Publio Acilio Atiano que fue tutor del emperador, a
quien se puso al frente de la capital.
Publio Acilio
Atiano descubrió un complot en el que estaban envueltos cuatro senadores, a los
que se condenó a muerte sin celebrarse un juicio. El emperador afirmó que
Atiano había actuado por iniciativa propia.
El muro de Adriano en Britania
La historiadora,
Elizabeth Speller, dice que el verdadero motivo de su muerte era que habían
sido ilustres militares leales a Trajano. Los asesinatos se ordenaron sin un
acuerdo entre los senadores y el emperador, lo que causó un distanciamiento
entre ellos.
Este hecho
constituye uno de los puntos de inflexión de las relaciones entre el Senado y
Adriano, que impulsó una política dirigida a ampliar la base de apoyo del
Principado, estimulando el contacto de la administración central con las élites
provinciales. Ello iba en detrimento de la capital, que ya no era la
indiscutible ciudad imperial y hegemónica.
SU ACCIÓN DE GOBIERNO
Su reinado lo
marcó la ausencia de operaciones militares importantes, con la excepción de la
II guerra judeo-romana. Renunció a la conquista de Mesopotamia que Trajano
había iniciado durante su reinado al considerarla indefendible, a consecuencia
del excesivo esfuerzo logístico que requería mantener campamentos estables en
esa zona.
Su devoción por el
ejército era tal que dormía y comía entre los soldados comunes, y habitualmente
se lo representa con atuendo militar a pesar de que su régimen estuvo marcado
por una paz relativa.
Sin embargo, sus
decisiones tuvieron siempre un marcado carácter antimilitarista. Sus decisiones
tenían como objeto trazar unas fronteras estables que resultaran fáciles de
defender. Las fronteras menos estables se vieron reforzadas con fortificaciones
permanentes, la más famosa de las cuales es el muro de Adriano, construido en
Gran Bretaña.
Tras la toma del
norte de la isla, se levantaron numerosos edificios defensivos con el fin de
encerrar a los caledonios. (Fortificaciones, fortalezas, puestos de avanzada y
atalayas, que mejoraban las comunicaciones y aumentaban la seguridad local. Seguía
el modelo de las fronteras de los ríos Rin y Danubio. Evitó el estallido de un
conflicto con el Imperio Parto en el año 121 d.C., merced a sus habilidades
diplomáticas.
Las obras se
vieron obstaculizadas como consecuencia del accidentado relieve, inadecuado con
respecto al tipo de defensa que se había ordenado edificar. Las estructuras
sólidas y estables, además de requerir demasiado tiempo y dinero, eran
incompatibles con la construcción de un sistema defensivo flexible en el que
fuera posible reforzar las distintas zonas en función de las invasiones o
incursiones que llevaran a cabo las tribus hostiles.
En este
territorio, constantemente amenazado, el único sistema defensivo viable era uno
compuesto de una línea defensiva flexible formada de fosas, terraplenes y
vallas. Este sistema ofrecía a los defensores un valioso sostén militar
defensivo.
Las defensas de
Gran Bretaña no se renovaron tras su construcción, a excepción de las ocasiones
en que las tribus nativas amenazaron seriamente los territorios romanos. En
estos casos se llevaban a cabo obras exhaustivas con el fin de dotar a las
distintas secciones del sistema defensivo de solidez considerable. De esta
forma una enorme cantidad de territorios ocupados se convirtieron en auténticos
protectorados considerados estados clientes.
Una vez
consolidado este sistema de protectorados, se mantuvieron en ellos los
recursos estrictamente necesarios, cediendo el resto a territorios más
amenazados. Este sistema se llamaba de vexillatio y estaba
basado en vinculación al territorio de un destacamento que dotaba a la defensa
del territorio de una notable flexibilidad de maniobras.
Con el sistema de
destacamentos era posible no turbar el equilibrio militar-territorial que con
tanta dificultad se había conseguido. Como consecuencia de la consolidación de
acantonamientos estables y del establecimiento de lazos emocionales entre los
soldados y los habitantes de cada territorio surgieron colonias de veteranos,
que hacían factible mantener el control de las distintas zonas. Estos soldados
hacían frente a las revueltas o las invasiones.
Mausoleo de Adriano en Roma
Se establecieron
intensas rutinas de adiestramiento con el fin de mantener alta la moral de los
soldados e impedir el estallido de revueltas. El emperador Adriano inspeccionó
en numerosas ocasiones a las tropas durante el transcurso de su reinado.
Contrario a la
opulencia de los altos mandos militares desde el estallido de la campaña dacia,
durante el transcurso de un conflicto se desplazaba a caballo y llevaba la
misma vida del soldado raso.
Los historiadores
se han servido del Epígrafe de Lambaesis a fin de demostrar la existencia de
estas actividades. En el documento antes citado se describe la manera de
instruir a los soldados durante la era adriánica.
Todo ello
demuestra el establecimiento de una nueva doctrina defensiva impulsada por el
emperador que tenía como fin obtener la máxima eficacia militar en todas las
zonas, como en los tranquilos territorios númidas.
Su reinado no dotó
a la estructura militar de innovaciones importantes, a excepción de la creación
de numerosas tropas nuevas constituidas tras levas locales. Esto tenía como fin
hacer una contribución a los auxiliares, los conocidos como auxilia.
De acuerdo con ciertos expertos fortaleció las instituciones militares
existentes.
Los motivos de
dicha decisión eran varios. La más importante era el de dotar al ejército de
tropas muy especializadas o implementar un modo de equiparse no convencional,
como el de la caballería pesada auxiliar.
Asimismo, la
administración consideraba una fuente de nuevos reclutas a los descendientes de
los auxiliares, los cuales tenían el derecho de alistarse en las legiones.
El número de
reclutas auxiliares aumentó más en los territorios en los que la administración
realizó un control más exhaustivo y en los que se mantuvo una sólida estructura
militar.
Circo de Itálica
Todos los
desembolsos relativos a los auxilia eran manifiestamente inferiores a
los concernientes al cuerpo de legionarios, que recibían un sueldo
considerable, donaciones monetarias ocasionales, amén de una prima final
constituida a menudo por el derecho de propiedad de la tierra.
LOS CONFLICTOS ARMADOS
Tras la
finalización de la I guerra judeo romana de los años 66 al 73 d. C., la
administración imperial tomó una serie de medidas para impedir el estallido de
una nueva revuelta en esta zona.
Las causas
directas de la rebelión varían según las fuentes. El historiador romano Dion
Casio culpa de la revuelta a la decisión del emperador de fundar en el lugar de
Jerusalén una ciudad romana llamada Aelia Capitolina.
Los habitantes de
Jerusalén debieron enfurecerse al ver cómo los mismos invasores que años atrás
habían incendiado su ciudad levantaban en ella numerosos edificios de carácter
profano como templos a dioses paganos.
Otro motivo de
descontento entre los nativos radicaba en la decisión de Adriano de cancelar la
circuncisión, el respeto del sábado, Sabbat, y las leyes de pureza en la
familia.
En este clima de
inestabilidad el Taná Rabí Akiva convenció a los demás miembros de la
institución de nombrar al líder de los sediciosos, Simón bar Kojba, como
Mesías.
Los líderes
rebeldes organizaron cuidadosamente la revuelta para evitar los errores que se
habían cometido durante la que les había enfrentado con los emperadores
Vespasiano y Tito. La revuelta se expandió desde Modiim a lo largo de todo el
país en el año 132 d. C.
Los rebeldes
derrotaron a la Legio X en Jerusalén, y a la Legio
XXII Deiotariana, que había acudido desde Egipto. Tras estas victorias se
restauró el estado soberano semita. Simón bar Kojba se situó al frente de la
administración y tomó el título de nasí.
Asimismo, se
anunció la era de la redención de Israel, se realizaron contratos y se ordenó
la emisión de monedas. Rabí Akiva lideraba el Sanedrín, los servicios
religiosos y se reiniciaron los korbanot.
En cuanto el
emperador tuvo noticias del levantamiento de los israelitas, mandó llamar a
Sexto Julio Severo de Britania y ordenó que las tropas acuarteladas en los
territorios vecinos atacasen a los rebeldes y los destruyesen.
No se sabe a
ciencia cierta si el emperador en persona participó activamente en el
conflicto, que duró más de dos años y costó una enorme cantidad de soldados
muertos a la maquinaria militar romana. Gradualmente, los rebeldes se vieron
acorralados en las montañas, donde las tropas imperiales los diezmaron.
La rebelión fue
sofocada. El conflicto costó la muerte de 580.000 judíos y más de mil ciudades
y pueblos destruidos. Adriano posteriormente desterró a los judíos restantes de
la región a la que rebautizó como Siria Palestina en honor a los enemigos
tradicionales del pueblo judío, los filisteos. Ordenó la quema pública de la
Torá, ejecutó a los eruditos judíos y prohibió la práctica y la observancia del
judaísmo.
Tras la
reconstrucción se levantó una estatua del dios Zeus en el antiguo emplazamiento
del Templo y una de la diosa Afrodita al lado del Gólgota donde fue crucificado
Jesús de Nazaret.
Esta revuelta es
conocida en el Talmud como la guerra del exterminio. De hecho, aunque la
diáspora israelita empezara siglos antes del reinado de Adriano, la narrativa
acerca de este conflicto la dota de ciertos tintes de leyenda.
Pedestal de Singilia Barba dedicado al emperador Adriano en el año
121.122 d.C.
El término de la
revuelta eliminó cualquier posibilidad de un renacimiento semita como expresión
política, religiosa o cultural, una situación que se perpetuará hasta el
surgimiento del sionismo del siglo XIX.
ADRIANO Y LA CULTURA
Ronald Syme ha
descrito a Adriano como el más versátil de todos los emperadores romanos. Gran
admirador de la cultura, favoreció la eclosión de nuevas formas artísticas a lo
largo del Imperio.
La villa Adriana
fue construida en el Tibur la cual se encuentra destruida en gran parte como
consecuencia de las expoliaciones que realizó Hipólito II de Este, constituyó
el mejor ejemplo de jardín de tipo alejandrino de la capital, dicho vergel
recreaba un paisaje sagrado.
Durante su reinado
se llevó a cabo la reconstrucción del Panteón de Agripa que había sido
destruido tras el estallido de un incendio en el año 80 d. C., el cual es uno
de los edificios mejor conservados de la capital; dicho monumento fue una
importante fuente de inspiración de los arquitectos renacentistas y barrocos.
La puerta del emperador Adriano en Atenas
Adriano mucho
antes de acceder al trono, había mostrado especial interés por la arquitectura.
El emperador Adriano enseñó sus diseños a Apolodoro de Damasco que fue el
constructor del Foro de Trajano. Este desechó sus trabajos arguyendo que sus
calabazas, término con el que hacía referencia a las cúpulas no tenían cabida
en su edificio.
En otra ocasión,
mientras Apolodoro se encontraba resolviendo una duda del emperador Trajano,
Adriano le interrumpió tratando de dar su opinión, a lo que el arquitecto
respondió:
“Ve a dibujar tus
calabazas. No sabes nada acerca de estos problemas”.
Circuló el rumor
de que, tras acceder al trono, Adriano exilió a Apolodoro y ordenó su
asesinato. Esta historia es un intento más de difamar su carácter, ya que el
emperador, aunque querido en gran parte del Imperio, no era universalmente
aceptado como consecuencia de varios factores, entre ellos su ascendencia
hispana.
Escribió poesía en
latín y en griego. Los escasos escritos supervivientes atribuidos a su persona
son un poema en latín redactado en su lecho de muerte, así como una
autobiografía, que escribió con el fin de acallar ciertos rumores y de ofrecer
una explicación a ciertas decisiones que tomó durante su reinado.
Otra de sus
contribuciones a la cultura fue la introducción de la barba en la sociedad
romana, la cual era símbolo de su filohelenismo. Con la excepción del emperador
Nerón, otro amante de la cultura helena, todos sus antecesores se habían
afeitado cuidadosamente.
No obstante, a su
muerte muchos emperadores se dejaron barba; sin embargo, este hecho no
simbolizaba la implantación de una tendencia filohelenística, sino que durante
su reinado éstas se habían puesto de moda.
Sus aficiones le
definen como un humanista helenofilo y era considerado un epicúreo. Favoreció
la expansión de las doctrinas de Epicteto, Hiliodoro y Favorino.
Se ocupó de
atender las necesidades sociales mediante la redacción de un ordenamiento legal
en virtud del cual, aunque no se abolía la esclavitud, se normalizaba la
situación del esclavo y se condenaba la tortura. Edificó bibliotecas,
acueductos, termas y teatros.
A causa de todo
ello, la historia le contempla como un soberano sabio e íntegro. El historiador
Schiller le llama el primer servidor del Imperio. El historiador británico,
Edward Gibbon afirmó que admiraba su enorme y activo genio, así como su equidad
y moderación; asimismo describe su reinado como la época más feliz de la
historia de la humanidad.
Otra muestra de su
amor a la cultura helena la constituye su relación con Antínoo, un adolescente
que conoció en Bitinia cuando este tenía trece o catorce años. Sin embargo,
Antínoo falleció durante una travesía a través del río Nilo.
Está firmemente
establecido que el joven cayó a este río, el treinta de octubre del año 130 d.
C., cerca de la ciudad de Besa, en el Egipto Medio y se ahogó ante la mirada de
Adriano.
Dion Casio y
Aurelio Víctor explican que las circunstancias de su muerte no estaban claras.
Según una de las versiones recogidas por los historiadores, la muerte de
Antínoo fue un accidente.
Según otra
versión, Antínoo se habría sacrificado por el emperador, a fin de asegurarle,
mediante este sacrificio, una vida larga y afortunada. Antínoo habría sabido
por un astrólogo que su suicidio brindaría al emperador la posibilidad de
seguir viviendo después del plazo que le había sido asignado por los hados.
El autor de la
biografía de Adriano en la Historia Augusta insinúa la posibilidad de que
Antínoo pudiera haber decidido suicidarse para escapar a las proposiciones
sexuales de Adriano.
Tampoco debe
descartarse un complot instigado por Vibia Sabina. Los cronistas le reprocharían
haber demostrado más dolor por la muerte de su amante Antínoo que por la de su
hermana Domicia Paulina.
Adriano quedó
profundamente deprimido tras el fallecimiento del joven. Con la finalidad de
honrar su memoria, el emperador construyó la ciudad de Antinoópolis y le
deificó, un honor que no tenía precedente entre las dinastías que habían regido
el Imperio.
Tras fallecer en
su villa de Baiae fue enterrado en un mausoleo construido en la orilla
occidental del río Tíber. Era un edificio que será transformado en una
fortaleza cristiana, el castillo de Sant’Angelo.
Las dimensiones
del mausoleo estaban concebidas con el fin de conferir al mismo una extensión
levemente mayor que la del Mausoleo de Augusto. Dion Casio afirmó que tras su
muerte se erigió una monumental estatua ecuestre en su honor.
Era tan grande que
el hombre más voluminoso podía atravesar a través de cada uno de los ojos del
caballo, si bien dada la impresionante altura de sus cimientos las personas que
andaban a los pies de la estatua pensaban que tanto los caballos como Adriano
eran muy pequeños.
LA MODERNIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN ROMANA
El profesor D.
Brendan Nagle escribe lo siguiente: “Era un administrador brillante que
se preocupaba por todos los aspectos del gobierno y la administración de
justicia”.
Durante su reinado
se reveló como un soberbio administrador. Se realizó una completa reforma del
sistema administrativo imperial que complementaba a las transformaciones
económicas y militares llevadas a cabo en el sistema financiero, la estructura
militar, el sistema defensivo de las fronteras, y en la mejora de las
relaciones diplomáticas con otras naciones.
Con todo ello se
trataba de homogeneizar las instituciones estatales y mediante la retirada de
los territorios más difíciles de defender, la creación de defensas en las
fronteras, así como la firma de acuerdos con otras naciones a fin de establecer
las zonas de influencia y estabilizar las fronteras.
Se fomentó una
política de tolerancia hacia los hombres venidos de otras culturas. Los
cristianos disfrutaban de una mayor libertad y se mejoraron las relaciones
diplomáticas con Grecia.
Se impulsó una
reforma constitucional con el fin de normalizar la situación de los esclavos
que eran torturados o asesinados cuando cometían un delito contra
el dominus.
Otra de las
reformas adriánicas trastocó la naturaleza original del edicto pretorio. Este
era un bando que el magistrado publicaba al inicio de su magistratura, a modo
de programa en el que se recogían las situaciones e intereses a los que
ofrecería protección jurídica, y que servía como mecanismo de renovación del
antiguo ius civile.
La finalidad del
edicto era la de ofrecer tutela judicial a aquellas situaciones que no estaban
contempladas en el ius civile. El emperador confió a Salvio Juliano
la elaboración de un edicto definitivo, que se aprobó mediante un Senado
consulto convirtiéndose en edictum perpetuum.
En el ámbito
jurídico se puso fin al sistema legal establecido por Augusto. De este modo se
concedía a ciertos juristas el ius respondendi ex auctoritate principis,
que permitió que el derecho fuera transformado merced a la labor de expertos
legistas que él mismo había seleccionado.
Desaparecieron los
letrados libres, siendo sustituidos mediante el establecimiento de un sistema
administrativo burocratizado en la que la independencia desapareció totalmente.
Estructuralmente,
la administración imperial experimentó una transformación radical. Competentes
funcionarios del ordo equester reemplazaron a los libertos de
la era cesariana. Estos hombres se colocaron al frente de los distintos ramos
de la administración: las finanzas, la hacienda, los tribunales, etc.
Se delimitaron las
competencias, así como los sueldos, y con ello la administración estatal se
hizo más estable. No estaba sometida a los cambios relacionados con la sucesión
imperial.
Cuidadoso
administrador, el emperador creía defender los intereses del Estado mediante la
creación del advocatus fisci, un letrado imperial responsable de
defender ante los tribunales los intereses de Tesoro.
En los últimos
años del Imperio las finanzas estatales eran competencia de los senadores y
el fisco y las finanzas estatales competencia del emperador
constituían una única y homogénea institución como consecuencia del éxito de la
unificación de ambos órganos durante la etapa adriánica.
Villa Adriana
LOS VIAJES DE ADRIANO
Valiéndose de la
experiencia obtenida durante su carrera militar, el emperador realizó numerosos
viajes a lo largo del Imperio en los que inspeccionó a las tropas acantonadas
en las distintas provincias. Más de la mitad de su reinado trascurrió fuera de
territorio italiano.
Adriano pasó doce
de veintiún años de su reinado, viajando por todo el Imperio visitando las
provincias, supervisando la administración y controlando la disciplina del
ejército.
Otros emperadores
se marcharon de la capital únicamente durante los conflictos militares. Adriano
convirtió sus traslados en un elemento clave de su reinado, y así se lo
manifestó al Senado y a la ciudadanía romana.
Obtuvo el apoyo de
los senadores más conservadores merced a un noble leal entre la aristocracia
romana, Quinto Marcio Turbón, que era un veterano militar con enorme influencia
entre las clases altas.
Asimismo, estas
mismas fuentes afirman que se empleó a los frumentarii con el
fin de mantener el control de la capital e impedir el estallido de disturbios
mientras el emperador se encontraba en el extranjero.
Durante sus
visitas escribía numerosas cartas al Senado, en las que ordenaba la
construcción de nuevos edificios oficiales. Se modernizaron las instituciones
mediante la remodelación de infraestructuras.
A menudo este era
el propósito de sus viajes, ordenar la construcción de nuevas estructuras,
diseñar edificios y edificar asentamientos; asimismo, su amor a la cultura
helenística le impulsaba a embellecer sus ciudades.
Su séquito lo
constituían un enorme número de administradores, arquitectos y constructores,
que causaban una subida de impuestos en sus dominios. El historiador Speller
afirma que durante su visita a Egipto se requisaron víveres con el fin de
alimentar a sus hombres.
Arco de Adriano de Jerash en Jordania
Esta subida de
impuestos significó una carga insoportable en un territorio con una agricultura
de subsistencia, a causa de lo cual se extendió la hambruna en la zona y las
condiciones de vida se volvieron terriblemente difíciles.
Se trasladó a
Mauritania en el año 123 d. C., donde lideró una campaña contra los rebeldes
locales. Posteriormente, tuvo que marchar a Oriente tras recibir unos informes
que afirmaban que el Imperio Parto estaba reclutando numerosas tropas.
Durante el
trayecto visitó Cirene, concediendo los fondos necesarios para el entrenamiento
de nuevos soldados. Adriano ya había visitado esta ciudad en el año 119 d.
C., cuando donó el dinero de la reconstrucción de los edificios destruidos
durante la revuelta semita.
En su viaje llegó
a la orilla del río Éufrates, llegando a un acuerdo con el monarca parto Osroes
I. Tras inspeccionar el sistema defensivo del territorio marchó a través de la
costa occidental del mar Negro, se trasladó a la capital de Bitinia, que era
Nicomedia. Esta ciudad estaba totalmente desolada pues sufrió un gran
terremoto que la había devastado tiempo atrás.
Dotó a la ciudad
de tanto dinero con el fin de restaurarla que sus habitantes le consideraron el
reconstructor de Oriente.
También visitó
Bitinio Claudiopolis donde conoció a su amante Antínoo. Las estatuas
construidas en su honor, en las que se muestra a un muchacho de veinte años
insinúan que tendría unos trece o catorce años. El historiador Lambert afirma
que se envió a Antínoo a Roma a fin de que se educara y de que sirviera como
cortesano.
Tras su encuentro
con Antínoo marchó a través de la península de Anatolia, creó la ciudad de
Misia que conmemoraba la caza de una osa. La construcción de la ciudad también
era consecuencia de la necesidad de establecer un asentamiento en el territorio
donde estaba localizada, una zona boscosa lista para el desarrollo.
Los modernos
historiadores no están de acuerdo en si el emperador supervisó la construcción
hasta su término o si se marchó antes. Asimismo, Adriano ordenó la construcción
de un templo dedicado a él y a Trajano en Asia Menor.
Se trasladó a
Grecia en el año 124 d. C., a tiempo de asistir a los misterios eleusianos.
La tradición exigía que los iniciados, debían llevar armas en un momento de la
ceremonia, pero se les impidió hacerlo con el objeto de no comprometer la vida
del emperador. Durante su estancia, los atenienses le solicitaron que revisara
su constitución.
Recorrió la
península del Peloponeso en otoño de ese mismo año. Su ruta ha sido
reconstruida merced a las notas de Pausanias y de los numerosos templos y
estatuas allí construidas. Cabe mencionar la estatua que erigieron los
ciudadanos de Epidauro en honor a su restaurador.
Asimismo, el
emperador cedió numerosos fondos a Mantinea. Este hecho refuerza la teoría de
que Antínoo era ya amante de Adriano, como consecuencia del vínculo existente
entre la ciudad y la residencia de Antínoo en Bitinia.
Llegó a la ciudad
de Atenas en el año 125 d. C. Allí estuvo al frente del festival en honor
a Dionisias e inició la construcción de numerosos edificios oficiales, entre
ellos un acueducto y terminó el templo de Zeus Olímpico.
Asistió nuevamente
a los misterios eleusianos en el año 128 d. C. Visitó las ciudades de Atenas y
Esparta, las dos ciudades que se habían enfrentado antiguamente por obtener el
control de Grecia.
El emperador
Adriano se planteó resucitar la Liga Anfictiónica que tendría su base en
Delfos, y siendo aconsejado acabó desechando la idea. El Panhelénico iba a ser
un consejo donde se reunirían los representantes de las ciudades griegas más
importantes. Tras ordenar los asuntos del territorio se trasladó a la ciudad
turca de Éfeso.
El Arco de
Adriano, construido por los ciudadanos de Atenas entre los años 131 y 132 a.
C., honra a Adriano como fundador de la ciudad. Las inscripciones en el arco
nombran a Teseo que fue el fundador tradicional, pero añaden a Adriano debido a
las contribuciones sustanciales de este último a Atenas, por ejemplo, el Templo
de Zeus.
Regresa a Italia y
se detiene en la isla de Sicilia. Se desconoce lo que hizo durante su estancia,
los tallados de las monedas emitidas en estos años le honran como el
restaurador de la isla.
Una vez en Roma
completó la restauración del Panteón y la construcción de su villa, la conocida
como la villa Adriana. Realizó una gira a través de Italia a partir del año
127 d. C.
Atravesó Cupra
Marítima, donde restableció el culto a Cupra, diosa picentina de la tierra, y
remodeló el sistema de desecación del lago Fucino. Dividió Italia en cuatro
territorios que serían administrados por legados consulares. Esta impopular
medida no sobrevivió más allá de su reinado.
Estatua del emperador Adriano. Museo del Hermitage en San Petersburgo
Cayó enfermo en
esta época, no obstante, su enfermedad cuya naturaleza se desconoce, no le
impidió visitar África en el año 128 d.C. Su llegada estuvo acompañada de un
augurio favorable. Allí inspeccionó y aleccionó a los soldados. Volvió a Italia
en el verano de ese mismo año tras una breve estancia, el emperador emprendió
otro viaje que durará tres años.
LA SUCESIÓN DEL EMPERADOR ADRIANO
Los últimos años
de su reinado transcurrieron en la capital. Se dedicó a escribir poesía y
ocuparse de los asuntos administrativos. Ordenó la construcción en el año
136 d. C. del templo de Venus y Roma en el emplazamiento de la Domus Aurea del
emperador Nerón.
Con el objeto de
resolver la cuestión sucesoria adoptó a uno de los cónsules ordinarios del año
136 d. C., Lucio Ceyonio Cómodo, que tomó el nombre de Lucio Rio César.
Se le concedió
la tribunicia potestas, la administración de la provincia de
Panonia y un nuevo consulado en el año 137 d. C. Sin embargo, el que con
toda certeza iba a ser emperador tras la muerte de Adriano falleció, el uno de
enero del año 138 d.C.
Retrato de Adriano
Tras la muerte de
Elio César, Adriano adoptó a Tito Fulvio Boionio Arrio Aurelio Antonino, uno de
los cuatro legatus consularis de Italia que había ostentado el
proconsulado de Asia.
Se le concedió
la tribunicia potestas y el imperium, el
veinticinco de febrero del año 138 d. C. Asimismo, una de las condiciones
de la adopción de Antonino era que éste adoptara a Lucio Veroy y a Marco
Aurelio.
Los autores
clásicos describen los últimos años del reinado como una época marcada por los
conflictos y la infelicidad. El conflicto sucesorio se acentuó con la defección
de dos importantes candidatos al trono: Lucio Julio Urso Serviano y Lucio
Pedanio Fusco Salinator. Adriano ordenó el asesinato de estos dos hombres.
Serviano dijo en
el momento de su muerte: “Sabéis muy bien, dioses, que no soy culpable
de nada malo. En cuanto a Adriano solamente pido esto: que ansíe la muerte y no
pueda morir”.
El vaticinio se
cumplió. Adriano sufrió hasta el final a causa de una dilatada enfermedad, y
sus sirvientes le impidieron suicidarse en más de una ocasión.
Adriano falleció
el diez de julio del año 138 d. C., en su villa de Baiae. Tenía entonces
sesenta y dos años. Se cree que una insuficiencia cardíaca causó la muerte del
emperador. Un estudio realizado en el año 1980, señaló que en las estatuas
construidas a finales de su reinado se observan arrugas en el lóbulo, una
característica asociada con la cardiopatía isquémica.
Primero fue
enterrado en Puteoli en los terrenos de la antigua finca del retórico Cicerón
como un homenaje al amor de Adriano por el aprendizaje. Cuando Antonino Pío
completó la gran tumba de Adriano en Roma al año siguiente, su cuerpo fue
cremado y sus cenizas fueron enterradas allí con su esposa e hijo en los
Jardínes de Domicia. Antonino Pío hizo deificar a Adriano y construyó templos
en su honor
Poema fúnebre
Según la Historia
Augusta el emperador escribió un poema en su lecho de muerte.
Animula, vagula,
blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos...
Pequeña alma, blanda,
errante
Huésped y amiga del cuerpo
¿Dónde morarás ahora
Pálida, rígida, desnuda
Incapaz de jugar como antes...?
BIBLIOGRAFÍA
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