Los
peninsulares en la intendencia de Guadalajara a fines del siglo XVIII. Origen
provincial y composición de una élite dirigente
https://es.wikipedia.org/wiki/Intendencia_de_Guadalajara
El propósito de este artículo es caracterizar a la comunidad
peninsular radicada en la intendencia de Guadalajara a fines del siglo
XVIII, a partir sobre todo de dos ladrones formados por Félix Calleja,
referidos a la ciudad de Guadalajara y a la subdelegación de
Aguascalientes. Con el deseo de contribuir al debate sobre la conformación
de élites y grupos de poder en la Nueva España, se propone una caracterización
por número, origen provincial, edad, ocupación y estado civil de las
comunidades peninsulares radicadas en esos dos lugares. Al mismo tiempo,
para dimensionar y contextualizar adecuadamente la importancia de
esas comunidades, se brinda información general sobre el peso y la
composición de la población europea en toda la Nueva España. Se plantea
que los europeos, a pesar de constituir minorías insignificantes desde el
punto de vista estadístico, constituían élites dirigentes que abrigaban un
agudo sentimiento de superioridad, gozaban de reconocimiento público y
proyectaban su influencia sobre los más diversos aspectos de la vida
colectiva.
Estado
de la cuestión
El tema de la presencia
europea en las regiones de México no es nuevo, aunque durante mucho tiempo se le
negó importancia y no se consideró necesario estudiarlo con seriedad. Todavía
en 1973 David Brading señalaba este desinterés, tanto más lamentable en la
medida en que “el flujo sostenido de emigración española hacia el Nuevo Mundo
desempeñó un papel fundamental en la formación de la sociedad colonial”.1 En
realidad, esta lamentación no es del todo exacta, pues desde 1946 el
antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán había publicado un libro clásico, La
población negra en México, en el que pueden leerse algunas penetrantes
observaciones sobre la importancia de la población ibérica en las
jurisdicciones de Celaya, Huejotzingo e Izúcar. Basado en los censos que se
levantaron en 1793, Aguirre Beltrán afirmó que en su mayor parte los
inmigrantes provenían del norte de la península ibérica.2 Por su parte, Ignacio
Rubio Mañé había publicado una lista de los españoles que vivían en la ciudad
de México en 1689. Entre otras cosas, esta lista demostraba que a fines del
siglo xvii los andaluces mantenían entre los inmigrantes una clara supremacía,
pues aportaban poco más de la cuarta parte del total del contingente europeo.3
A escala de toda la emigración a las Indias en el siglo xvi, el trabajo de
Peter Boyd-Bowman es notable, pues permitió dimensionar el fenómeno, conocer el
origen regional de los migrantes y los puntos de destino.4 Por desgracia, no
contamos todavía con un catálogo parecido que se ocupe de los siglos xvii y
xviii.
En el contexto de sus
investigaciones sobre el comercio y la minería en la época borbónica, Brading
mostró el número, la composición y el peso socioeconómico de la comunidad
europea asentada en la rica ciudad de Guanajuato, subrayando la forma tan
ventajosa en que ese reducido grupo estaba integrado a la élite de la región.
Sin embargo, “la más sorprendente característica” del contingente europeo que
vivía en Guanajuato era “el predominio de los montañeses, ya que por lo menos
una tercera parte de todos los inmigrantes residentes en Guanajuato estaba
formada por hombres procedentes de la costa y de las montañas de Santander”. La
información disponible indica que en el curso del siglo xviii, en Guanajuato,
en la ciudad de México y en muchas otras regiones de la Nueva España, los
andaluces perdieron la supremacía que en forma tradicional habían ostentado.5
Este mismo autor publicó un artículo con el propósito de estimar el tamaño que
verdaderamente tenía el grupo peninsular, así como su distribución en las
diferentes jurisdicciones de la Nueva España. El trabajo está basado
principalmente en los padrones que por razones militares se levantaron entre
1790 y 1793 y tiene, entre otros, el mérito de darle al fenómeno de la
presencia europea su verdadera magnitud. Los ibéricos no representaban más que
0.2% de la población total, pero su verdadera importancia social, económica y
política era inversamente proporcional a su tamaño.6
En fechas más recientes se han
ido publicando varios trabajos centrados en el análisis de trayectorias
individuales o de grupo, que ilustran el poderío de algunos europeos, los mecanismos
de acumulación de su fortuna y las variadas formas en que ejercían su poder. En
el contexto de su estudio sobre la Guadalajara del siglo xvii, Thomas Calvo
hizo algunas observaciones sobre los orígenes, los negocios y el peso
específico que tenía la comunidad ibérica en esa ciudad. Pese a que se trataba
de una capital, la inmigración no parece haber sido muy numerosa. Una
conclusión interesante que se desprende de su trabajo es que a fines del siglo
xvii los andaluces ya habían perdido en Guadalajara, y probablemente en toda la
Nueva Galicia, la primacía que ostentaron en el siglo xvi. 7
Jaime Olveda ha puesto en
entredicho la supuesta primacía andaluza y ha dicho, con razón, que es
necesario estudiar con más rigor la trama que formaron en cada región particular
los intereses, la tradición cultural, las redes de parentesco y las
manifestaciones de culto provenientes de cada una de las regiones de España.
Según Olveda, el estudio de las élites, indispensable porque ejercieron una
influencia fundamental en la conformación social, permite concluir que en el
norte y en el noroeste de la Nueva España “los primeros grupos de poder que se
formaron estuvieron encabezados por los vascos”. Tal vez no formaron una
mayoría, pero eran el núcleo de la élite que detentaba el poder. Además, fueron
ellos los que mostraron un espíritu de asociación más desarrollado, que se
expresó, por ejemplo, en la cofradía de la virgen de Aránzazu. Para Olveda,
fueron los vascos “quienes ejercieron una mayor influencia en la región de Guadalajara
desde la fundación de las villas y ciudades hasta las postrimerías del siglo
xix”, aunque concede que la supremacía les fue disputada por los montañeses.8
Entre otros autores, Jonathan
Israel ha recordado el carácter desigual de la historia de los pueblos que
componen la nación española, lo que ayuda a entender la formación de bandos o
parcialidades en los gremios y las ciudades de la Nueva España. Hablando de los
vascos, este autor afirma que su separatismo tiene razones culturales y étnicas
que vale la pena tomar en cuenta, pues de otra forma no se entienden sus
actitudes exclusivistas. Israel recuerda que siempre hubo una hostilidad mal
disimulada entre los vascos y los habitantes del resto de la península ibérica,
en particular los andaluces, en quienes eran muy obvias las huellas dejadas por
la presencia mora y judía. Estas rivalidades emigraron a las Indias,
transformándose por momentos en una especie de hostilidad generalizada entre
vascos y criollos.9
Esto nos remite al necesario
reconocimiento de las peculiaridades regionales de la historia de España, pues
ellas explican el regionalismo que mostraban sin cesar los inmigrantes, así
como la forma desigual en que esas regiones estuvieron representadas en las
diversas jurisdicciones de la Nueva España. Siguiendo la recomendación de
Anselmo Carretero, hay que tener en cuenta que al hablar de la historia de
España las generalizaciones serán normalmente abusivas y peligrosas, pues el
país “es vario en su geografía y en los pueblos que lo habitan”.10
Es notable el esfuerzo hecho
por el equipo de investigadores encabezado por Amaya Garritz, tendiente a
mostrar la vitalidad e importancia de la inmigración proveniente de las
provincias integrantes del País Vasco. En los seis volúmenes publicados hasta
la fecha encontramos biografías de personajes notables, catálogos de hombres de
negocios, observaciones sobre el uso del vascuence en la Nueva España y pruebas
realmente abrumadoras en el sentido de que la presencia de los vascos en las
diferentes regiones de México era muy importante, unas veces por su número y
otras por el sentido de iniciativa de algunos individuos sobresalientes.11 En
esta misma línea se orienta el libro de Jaime Olveda ya referido, así como una
tesis de Cristina Torales, quien con abundancia de argumentos ha demostrado la
gran importancia que tuvo la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en
la vida cultural de la Nueva España.12 Por su parte, en su libro Los señores de
Zacatecas, Frédérique Langue ha descrito a las provincias integrantes del País
Vasco como el “crisol” del que salieron los grandes mineros de esa ciudad.13
Sin embargo, es probable que
detrás de éstas y otras tesis parecidas subyazca una confusión entre el éxito
espectacular que alcanzaron algunos grandes empresarios, como José de Urquiola,
conde de Santiago de la Laguna, y Francisco de Fagoaga, caballero de la Orden
de Santiago, y el peso que tuvo en su conjunto la emigración proveniente de las
provincias vascongadas.
El hecho de que muchos de los
mineros más exitosos que conocemos hayan sido originarios del País Vasco no
quiere decir que la inmigración que recibió Zacatecas durante el siglo xviii
haya sido mayoritariamente vasca. De hecho, toda la argumentación manejada por
Langue en defensa de su tesis sobre “la regla de los orígenes vascos” de los
mineros es casuística Es notable el esfuerzo hecho por el equipo de
investigadores encabezado por Amaya Garritz, tendiente a mostrar la vitalidad e
importancia de la inmigración proveniente de las provincias integrantes del
País Vasco. El hecho de que muchos de los mineros más exitosos que conocemos
hayan sido originarios del País Vasco no quiere decir que la inmigración que
recibió Zacatecas durante el siglo xviii haya sido mayoritariamente vasca. De
hecho, toda la argumentación manejada por Langue en defensa de su tesis sobre
“la regla de los orígenes vascos” de los mineros es casuística y aunque logra
provocar cierta convicción adolece de una grave debilidad, pues no aporta
ninguna evidencia estadística.
Sin duda, autores como Garritz
y Langue han logrado con creces su propósito, pero uno se pregunta hasta qué
punto esa literatura constituye una demostración de la supremacía real de la
comunidad vasca, o más modestamente, un reflejo o consecuencia lógica de la decisión
de concentrar el interés en un grupo regional específico. Parece probable, por
ejemplo, que un estudio centrado en la inmigración andaluza durante los siglos
xvi y xvii arribaría necesariamente a conclusiones similares. Por su parte,
Brading ha demostrado que no eran vascos, sino montañeses, los comerciantes que
controlaban la vida económica de Guanajuato a fines del siglo xviii; 14 un
grupo bien cohesionado que virtualmente tomó por asalto el poder, hasta el
punto de tener bajo su control “casi todos los organismos importantes de la
ciudad”.15 Ida Altman, que se propuso estudiar la emigración extremeña a
América durante el siglo xvi, hizo ver la gran cantidad de indianos que
salieron de Cáceres y Trujillo y la influencia definitiva que ejercieron esos emigrantes
en la formación de los reinos de la Nueva España y el Perú.16
Esta última autora propuso un
enfoque verdaderamente novedoso de la cuestión. Acostumbrados como estamos
muchos historiadores mexicanos a pensar en la Nueva España como destino preferente
de la emigración ibérica en la época colonial, no nos habíamos preguntado por
el impacto que tuvo este mismo fenómeno en España y en las regiones de las que
salieron los emigrantes. En contra de esta visión unilateral, que asumía como
un hecho indiscutible y obvio que las influencias y los impactos corrían en un
solo sentido y que, en definitiva, el Viejo Mundo había exportado al Nuevo “sus
instituciones administrativas y eclesiásticas, su organización económica y su
gente”, Altman se pregunta por el impacto que tuvieron el descubrimiento y la
colonización de América en la España del siglo xvi. Usando como ejemplo el
norte de Extremadura, y en particular los pueblos de Cáceres y Trujillo, nos
recuerda algo muy importante: que “las repercusiones de la empresa de las
Indias en la sociedad española” fueron muy amplias, diversas y complejas; en
realidad, mucho más “complejas y sutiles de lo que podría deducirse de algunos
coloquios universitarios o de la tendencia inflacionista de los precios”. El
Atlántico, ese océano cuyos confines empezaron a perfilarse gracias a los
viajes de Colón, no separaba a Europa de América, sino que era en realidad un
factor de unión. En definitiva, dice Altman, las influencias e impactos entre
las regiones de España y los reinos que se formaron en Indias “fluyeron en
ambas direcciones”.17
Propósito
El propósito de este artículo
es contribuir al debate sobre la magnitud e importancia de la inmigración
ibérica, valiéndome de la intendencia de Guadalajara, y en particular de la
subdelegación de Aguascalientes como campo de análisis. La propuesta está más
cerca de la de Brading, que estudió la composición y el peso específico de la
comunidad peninsular en Guanajuato, que de los estudios centrados en un
personaje o en los inmigrantes provenientes de una región específica. No
discuto la importancia de esos trabajos, pero pienso que el fenómeno que
abordan se entenderá mejor si se proponen algunas coordenadas de carácter
general. En un trabajo anterior y más amplio, estudié el desarrollo que tuvo el
contingente europeo en Aguascalientes a lo largo de toda la época colonial,18
pero por razones de espacio este artículo propone una fotografía o
“instantánea” del aspecto que tenía ese grupo en 1792, haciendo una comparación
sistemática entre la subdelegación de Aguascalientes y la capital de la
intendencia, a partir de los padrones formados por Félix Calleja, el futuro
virrey. La utilidad de estas “instantáneas” es indudable, sobre todo si el
momento que se escoge para tomarlas es representativo, aunque debe reconocerse
que con este método el investigador corre el peligro de proponer una visión
hasta cierto punto distorsionada del conjunto, en la medida en que se ignora la
evolución del contingente ibérico a lo largo de la época colonial.
Pienso que el estudio de las
características y el impacto que tuvo la inmigración española en lugares
específicos durante la época colonial puede sugerir algunas pautas generales
aplicables a otras regiones de la Nueva España; tal vez no a todas, porque cada
vez sabemos mejor que las historias regionales son desiguales y diversas, pero
sí a aquellas que por razón de sus dimensiones, su ubicación geográfica, su
vocación económica o el tamaño de su población resulten comparables. Me
pregunto, por ejemplo, por la composición y la importancia que tuvo la
comunidad europea en la rica e influyente ciudad minera de Zacatecas. Creo que
aportaciones como la de Frédérique Langue no agotan el problema, sino que en
realidad apenas lo enuncian. No sé si hagan falta más estudios de caso, aunque
éstos son siempre, por sí mismos, muy interesantes, pero ciertamente
necesitamos más información estadística y un esfuerzo para ponderar el fenómeno
en su conjunto y en el largo plazo.
Creación
del sistema de intendencias
En 1786, con el propósito de
“uniformar el gobierno de los grandes Imperios que Dios me ha confiado, y poner
en buen orden, felicidad y defensa mis dilatados dominios”, Carlos III publicó
la Ordenanza de Intendentes.19 Se trataba de un profundo cambio en la relación
entre la Nueva España y su metrópoli que había sido preparado y anunciado desde
el año de 1765, cuando el visitador José de Gálvez arribó a las costas
americanas. Lo que se puso en marcha entonces fue una verdadera “revolución en
el gobierno”, que supuso la creación de nuevas instituciones, la reorganización
del territorio, la importación masiva de funcionarios y el establecimiento de
un nuevo sistema fiscal, gracias al cual se duplicó la recaudación de
impuestos. La antigua institución de los virreinatos, y en particular los
virreyes, personajes que con el paso del tiempo habían acumulado un poder
enorme, fueron uno de los blancos preferidos por los ataques. De hecho, la
creación de un sistema de intendencias se explica por este propósito de
despojar a los virreyes, las audiencias y todo el antiguo andamiaje
institucional de sus prebendas.20 A nivel local, la publicación de la ordenanza
alteró por completo los equilibrios de poder, pues con el arribo de los
subdelegados a las antiguas alcaldías mayores se modificaron muchas prácticas
administrativas y se sometió a las élites a un nuevo e incómodo escrutinio. No
obstante, hay que reconocer que los subdelegados carecieron de atribuciones y
que fueron colocados en una “posición de debilidad” respecto de los grupos de poder
y las redes de influencia que funcionaban a nivel local.21
En el contexto de estas
reformas, el extenso territorio de la Nueva Galicia fue dividido entre las
intendencias de Guadalajara y Zacatecas. La antigua capital de la Nueva Galicia
perdió el control que había ejercido a lo largo de más de doscientos años sobre
la rica región minera del noreste, pero encontró cierta compensación al
agregársele el territorio de la antigua provincia de Ávalos, que siempre había
dependido de la audiencia de México.22 La nueva división territorial y la
conversión de las alcaldías mayores en subdelegaciones provocaron diversos
problemas; entre otros, un enfrentamiento entre los intendentes de Guadalajara
y Zacatecas por el control de la subdelegación de Aguascalientes, que por lo
pronto siguió perteneciendo a Guadalajara, pero que en octubre de 1803, después
de una prolongada disputa, fue agregada a Zacatecas.23
El
peso de la población europea en toda la Nueva España
La discusión sobre la
importancia, el peso específico de sus actividades económicas, la influencia
política y la representatividad social de los europeos en la intendencia de
Guadalajara, debe enmarcarse en el contexto más amplio de la discusión sobre la
presencia peninsular en toda la Nueva España. Este recurso nos permitirá
aquilatar la mayor importancia relativa que tuvo la actividad de los españoles
en la región que nos interesa.
Hay muchas discusiones sobre
el número de europeos que vivía en la Nueva España a fines del siglo xviii.
Valiéndose de la proporción de ibéricos que residían en la ciudad de México (2%
del total), Humboldt propuso una cifra aproximada de 70000 a 80000 inmigrantes
y una proporción de un europeo por 14 criollos blancos.24 Evidentemente, el
cálculo era erróneo, pero durante mucho tiempo se dio por bueno y Lucas Alamán
y otros autores lo hicieron suyo.25 En abono del viajero alemán hay que aclarar
que él mismo reconocía que “sería difícil estimar con exactitud cuántos
europeos hay en un millón y doscientos mil blancos que habitan la Nueva
España”.
En realidad, el censo que se
levantó por órdenes del virrey Revillagigedo entre 1790 y 1793 reportaba sólo
la presencia de 7 904 europeos, pero hay que tener en cuenta las omisiones y el
hecho muy importante de que algunas jurisdicciones no fueron censadas. Basado
en una cuidadosa revisión de los padrones, Fernando Navarro y Noriega rechazó
desde 1810 la estimación de Humboldt y, considerando las omisiones de ese censo
y el saldo de la nueva inmigración, propuso que en vísperas del estallido de la
revolución de Independencia había en toda la Nueva España un máximo de 15000
europeos, la quinta parte de los que calculó el sabio prusiano.26 Más
recientemente, basado en una nueva revisión de las estimaciones, Brading
calculó para toda la Nueva España una población de 11000 europeos como máximo,
cantidad que incluye unas 1500 personas del estado eclesiástico.27
Como puede verse en el cuadro
1, en la ciudad de México, la más grande y poblada del virreinato, vivían 2335
peninsulares, algo más de la quinta parte del total. Esta alta concentración se
explica por la clara supremacía que en todos los órdenes ejercía esa metrópoli,
sede de los poderes político y eclesiástico. En toda la intendencia de México,
que era muy grande e incluía los actuales estados de Hidalgo, Querétaro,
México, Morelos y una parte de Guerrero, fue censada casi exactamente la
tercera parte de la población europea de la Nueva España.
En contraste, la comunidad
ibérica de la intendencia de Guadalajara parece raquítica: apenas 588 individuos,
5.3% del total. Con 186 europeos, la ciudad de Guadalajara estaba muy por
debajo en este renglón de la ciudad de México, en la que residían doce veces
más peninsulares. Sin embargo, mirada en términos relativos, la desproporción
se atempera un poco, pues
Cuadro 1
Población europea de algunas de jurisdicciones.
Nueva España, 1790-1793
Jurisdicción |
Población
total |
Europeos |
Densidad
de población europea % |
Intendencia
de México Ciudad
de México Intendencia
de Gdla Ciudad
de Guadalajara Aguascalientes
Tepic
Bolaños Intendencia
de Zacatecas Ciudad
de Zacatecas Intendencia
de GTO Ciudad
de Guanajuato |
1162856
112926
337765
24249
25757
5015
5676 n.
d. 27469
397924
32098 |
3665
2335
588
186
64 59 39 n.
d. 299
680
314 |
0.31
2.06
0.17
0.76
0.24
1.17
0.68 n.
d. 0.99
0.17
0.97 |
Toda
la Nueva España |
4833569 |
11000 |
0.22 |
Fuente: Brading, “Los
españoles en México”, 131, cuadro 1; Menéndez Valdés, Descripción y censo
general; Victoria Lerner, “Consideraciones sobre la población de la Nueva
España (1793-1810)”, Historia Mexicana xvi, n. 3 (67) (enero-marzo 1968), 332,
cuadro 1; Francisco García González, Familia y sociedad en Zacatecas. La vida
de un microcosmos minero novohispano, 1750-1830 (México: El Colegio de México;
Universidad Autónoma de Zacatecas, 2000): 114.
Nota: Cuando Brading publicó
su artículo (1973) todavía no se conocía el censo de la intendencia de
Guadalajara, que encontró Ramón María Serrera en el Archivo General de Indias
de Sevilla.
la ciudad de Guadalajara tiene
una densidad de población europea de 0.76%, contra el 2.06% de la capital del
virreinato. En las ciudades mineras de Guanajuato y Bolaños, lo mismo que en
Tepic, el contingente europeo también era importante, e incluso sobresaliente,
si se mira la proporción que guardaba respecto de la población total. Comparada
con la ciudad de México, la proporción de europeos censados en la subdelegación
de Aguascalientes es despreciable, pero debemos tener en cuenta que está por
encima del promedio correspondiente a toda la intendencia de Guadalajara, e
incluso no muy lejos de la intendencia de México, que en términos absolutos y
relativos era la que más europeos albergaba.
La información sobre la ciudad
de Zacatecas me parece muy dudosa,28 pero se incluye sólo con el propósito de
ampliar los términos de la comparación. Aparentemente, ahí la densidad de la
población europea igualaba la que podía observarse en Guanajuato, lo que puede
explicarse por el parentesco que tenían en tanto que grandes centros mineros.
Europeos
en la intendencia de Guadalajara
Para estudiar el número, la
composición y la distribución de los europeos en la intendencia de Guadalajara
contamos con el censo que formó el visitador José Menéndez Valdés entre 1791 y
1793, el cual nos ofrece un marco de referencia general. Además, contamos con
los padrones de población formados por Félix Calleja en la ciudad de
Guadalajara (1791) y en la subdelegación de Aguascalientes (1792), de los
cuales se puede obtener un listado nominal de europeos residentes en esas jurisdicciones.29
Sabemos que Calleja tenía también instrucciones de formar el padrón de la
subdelegación de Lagos, pero ese documento no lo hemos localizado en los
archivos, o tal vez el futuro virrey ya no tuvo tiempo de hacerlo.
Menéndez Valdés consigna la
presencia de un total de 588 peninsulares en las 27 jurisdicciones de la
intendencia de Guadalajara que aparecen en su censo. Para distinguirlos de los
españoles nacidos en América o criollos, el visitador los llama “europeos”, el
mismo término que emplea Félix Calleja. Esos 588 peninsulares representaban
sólo 0.17% de la población total de la intendencia, que Menéndez Valdés estimó
en 337 765 habitantes.30 Ciertamente eran unos cuantos, pero su importancia no
radicaba en su número, sino en su carácter de élite dirigente, en el papel
clave que como grupo desempeñaban en la vida política y económica de la
intendencia. En efecto, los peninsulares acaparaban los principales cargos de
gobierno en las villas y ciudades, controlaban las más importantes casas de comercio,
explotaban las minas más productivas y administraban las haciendas más ricas.
Capital política, gran centro
comercial y sede de un extenso obispado, la ciudad de Guadalajara concentraba
casi la tercera parte de los europeos censados por Menéndez Valdés en toda la
intendencia. En forma que no deja de ser sorprendente, se colocaban enseguida
las jurisdicciones de Aguascalientes y Tepic, con 64 europeos la primera y 59
la segunda, de tal manera que más de la mitad de los iberos se concentraba en
sólo tres jurisdicciones. El resto se repartía en forma más o menos caprichosa
en el inmenso territorio de la intendencia, pudiendo tomarse su presencia como
un indicador más de la importancia comercial del lugar, porque en toda la Nueva
España los peninsulares se consagraban de manera preferente al comercio. Sólo
en cuatro jurisdicciones, que pueden identificarse como predominantemente
indígenas, no había peninsulares.
Entre los europeos censados
por Menéndez Valdés sólo figuran 9 mujeres, apenas 1.5% del total. Es muy
difícil saber con exactitud quiénes eran y qué hacían esas mujeres, pero puede
suponerse con razonable seguridad que eran las esposas de los funcionarios más
importantes y, en algunos casos, las superioras de los conventos de religiosas.
En Aguascalientes fueron censadas dos europeas: la castellana Luisa Luz Cortés,
esposa del notario del juzgado, y la andaluza Josefa Bruckdale, esposa del
capitán Simón de Herrera y Leyva, gobernador de las Fronteras de Colotlán, y
cuñada del subdelegado local. En Guadalajara sólo fue censada una: Margarita
Prieto, viuda, originaria de León. En todo caso, como dice Brading, “la virtual
ausencia de mujeres europeas” habla de un cambio en el patrón de inmigración
que se tenía en el siglo xvi, cuando las mujeres tenían una mayor
representatividad entre los inmigrantes31 (véase cuadro 2).
Podemos suponer que la
concentración de europeos en Tepic se explica por el desarrollo del puerto de
San Blas, que se abrió a la navegación durante la segunda mitad del siglo xviii
y recibió una serie de privilegios que lo igualaban con el resto de las bases
navales del imperio español. Según algunas noticias consignadas en la Historia
de Jalisco, el puerto alcanzó en pocos años una población de 20000 habitantes,
“de los cuales unos 300 eran europeos”, funcionarios civiles y militares en su
mayoría.32 Hay que aclarar que el puerto de San Blas no pertenecía a la
intendencia de Guadalajara y por lo tanto no figura en el censo de Menéndez
Valdés, porque tenía el carácter de departamento naval y era gobernado por un
comandante nombrado directamente por el virrey de la Nueva España. Sin embargo,
parece que lo inhóspito del lugar propiciaba que muchos habitantes de San Blas
emigraran estacionalmente a Tepic, cabecera en la que abundaban los bastimentos
y tenía un mejor clima.33 Es probable que esta emigración explique el alto
número de europeos que censó Menéndez Valdés en Tepic, villa en la que residía,
“la mayor parte del año”, el cuerpo de Marina con toda su oficialidad.34
Cuadro 2
Población de las jurisdicciones de la intendencia
de Guadalajara
y número de europeos residentes en cada una de
ellas, 1792
Jurisdicción |
Población |
Población
(en %) |
Europeos
|
Europeos
(en %) |
Sayula Lagos La
Barca Aguascalientes
Guadalajara
Ciudad Juchipila Zapotlán
el Grande Autlán
de la Grana Ahualulco
San
Felipe de Cuquío Tepatitlán
Guachinango
Amula San. Tlaxomulco
Acaponeta
Bolaños
Hostotipaquillo
Tonalá Tepic Tequila
Tomatlán
Santa
María del Oro San
Cristóbal Tala Ahuacatlán
San
Sebastián Sentispac |
47360 37048 33037 25757 24249 21767 21092 16774 10714 10650 10478 10443 7618 5938 5779 5676 5505 5447 5015 4417 4198 3868 3500 3497 3233 2914 1791 |
14.02 10.97 9.79 7.63 7.18 6.45 6.25 4.97 3.18 3.16 3.10 3.09 2.26 1.76 1.73 1.68 1.62 1.30 1.48 1.30 1.24 1.14 1.03 1.03 0.95 0.86 0.53 |
22 30 35 64 186 27 20 13 22 5 4 10 1 – 5 39 15 – 59 4 3 – – 4 3 17 – |
3.7 5.1 5.9 10.9 31.6 4.6 3.4 2.2 3.7 0.9 0.7 1.7 0.2 – 0.8 6.6 2.6 – 10. 1 0.7 0.5 – – 0.7 0.5 2.9 |
Totales |
337765 |
100.00 |
588 |
100.0 |
Fuente: Menéndez Valdés,
Descripción y censo general, 133-161.
La
comunidad europea de Aguascalientes
Hay que tratar de explicar las
razones por las cuales la modesta subdelegación de Aguascalientes se convirtió
a fines del siglo xviii en el asiento de una numerosa colonia europea. A lo
largo de la época colonial se mantuvo viva una corriente migratoria, pero nada
nos hace pensar que esta región haya ejercido algún atractivo especial sobre
los peninsulares. De hecho, por su mayor antigüedad y su tradicional primacía
económica, uno supondría que los europeos pensaban antes en Lagos que en
Aguascalientes. Sin embargo, en el censo de Menéndez Valdés se consigna en forma
sorprendente que la comunidad europea de Aguascalientes duplicaba a la de
Lagos, a pesar de que esta última alcaldía siempre había sido más importante y
estaba mucho más poblada. La principal razón de esta relativa primacía parece
radicar en la importancia comercial de la villa de Aguascalientes, que por su
estratégica ubicación era un regulador natural de todo el tráfico que iba hacia
el norte.35 Calleja definió a la villa como un “pueblo comerciante con
proporciones”, favorecido por “su situación inmediata a algunos reales de
minas” y su carácter de “preciso paso para tierra adentro”.36 Esta ventaja era
muy real y tenía efectos de orden práctico, como lo sugiere el hecho de que
Menéndez Valdés consigne la existencia en Aguascalientes de 85 comerciantes, mientras
que en Lagos sólo había 41.37 Indudablemente, a fines del siglo xviii la villa
de Aguascalientes se había consolidado como uno de los más importantes centros
comerciales de toda la intendencia de Guadalajara. Todo indica que el auge
comercial de Aguascalientes recibió un estímulo adicional en 1776, cuando se
transformó el sistema fiscal de la Nueva España y se crearon 24 “aduanas
foráneas” en las más importantes ciudades del virreinato. Aguascalientes se
convirtió entonces en una de las 14 receptorías dependientes de la aduana de
Guadalajara.38 Con esta reforma, la recaudación dejó de ser manejada por los
poderosos gremios locales de comerciantes, pero el ritmo de los intercambios no
se vio afectado, como lo sugiere el nivel que alcanzaron a fines del siglo
xviii en Aguascalientes.
Entre las razones que explican
el crecimiento de la comunidad europea radicada en Aguascalientes a fines del
siglo xviii también debemos considerar los planes de reorganización militar que
se llevaron a cabo en toda la Nueva España a partir de 1780, y en particular la
decisión de acantonar en la villa de Aguascalientes uno de los escuadrones del
Regimiento de Dragones Provinciales de la Nueva Galicia, a cuyo frente estaba
un cuerpo de 48 oficiales, entre los que había 21 peninsulares.39
Todo ello nos ayuda a entender
la razón de esa percepción generalizada que existía en el sentido de considerar
la villa de Aguascalientes como más “española” que muchas otras que la
aventajaban ampliamente en población y riqueza. La medianía del lugar y las
carencias que había en todos los órdenes eran evidentes, pero de alguna manera
estaban contrapesadas por su fama como un lugar agradable, sano, de buen clima
y bien ubicado, más propicio que otros para el tipo de actividades que llevaban
a cabo los peninsulares. Este rasgo del carácter que tenía la villa fue
percibido claramente por Matías de la Mota Padilla desde 1730, cuando ocupó en
ella el cargo de alcalde mayor. En su Historia del reino de Nueva Galicia, que
escribió después, Mota afirmó que la villa de Aguascalientes era “muy amena” y
su jurisdicción “una de las alcaldías mayores de más nombre”, a pesar de lo
escaso de su población. Junto a la de Lagos, de la que habían partido sus
fundadores, era la villa “más ilustre” de toda la Nueva Galicia.40 Debe
subrayarse que no se trata de un viajero favorablemente impresionado, sino de
uno de los rasgos definitorios del carácter del lugar, como lo acredita el
hecho de que muchos años después el visitador Menéndez Valdés, a pesar de que
no puede dejar de consignar que la villa carecía de casas reales y tenía una
iglesia parroquial “poco decente”, dice también que ese pueblo “seguramente es
el mejor de la intendencia”.41 Las ventajas que ofrecía Aguascalientes a los
inmigrantes europeos parecen haber sido advertidas de manera muy clara por la
comunidad santanderina, cuya presencia se fortaleció de manera notable durante
las últimas dos décadas del siglo xviii.
Cuadro 5
Ocupación de los europeos avecindados en
Aguascalientes, 1792
Ocupación |
Número |
En porcentaje |
Comerciantes Cajeros Funcionarios Labradores Mineros Otros Total |
25 13 7 4 3 11 63 |
39.7 20.6 11.1 6.3 4.8 17.5 100.00 |
Fuente: AGN, Padrones, v. 5.
Cuadro 6
Ocupación de los europeos avecindados en
Guadalajara, 1791
Ocupación |
Número |
En porcentaje |
Comerciantes
Cajeros
Funcionarios
Militares
Labradores
Mineros
Artesanos
Eclesiásticos
Médicos
y boticarios Empleados
No
especificado |
58 52 34 5 3 1 2 2 3 3 16 |
32.4
29.1
19.0
2.8
1.7
0.5
1.1
1.1
1.7
1.7
8.9 |
Total |
179 |
100.00 |
Fuente: AGN, Padrones, v. 113,
exp. 1.
Además de solteros, los
inmigrantes eran jóvenes, pues 57.1% tenía 40 años o menos. El grupo de 21-30
años era el más fuerte, con 36% del total. En Guadalajara sucedía algo
parecido, aunque la distribución por grupos de edad era diferente y es en
conjunto el grupo de 21-50 años el que detenta la supremacía, con 75.4% del
total (véanse cuadros 9 y 10).
Cuadro 7
Estado civil de los europeos avecindados en
Aguascalientes, 1792
Estado Civil |
Número |
En Porcentaje |
Solteros Casados Viudos Total |
38 14 11 63 |
60.3 22.2 17.5 100.00 |
Fuente:
AGN, Padrones, v. 5.
Cuadro 8
Estado civil de los europeos avecindados en
Guadalajara, 1791
Estado Civil |
Número |
En Porcentaje |
Solteros Casados Viudos No
especificado Total |
87 64 15 13 179 |
48.6 35.7 8.4 7.3 100.00 |
Fuente:
AGN, Padrones, v. 113, exp. 1.
Cuadro 9
Edad de los europeos avecindados en
Aguascalientes, 1792
Grupo de Edad |
Número |
En Porcentaje |
11-20 21-30 31-40 41-50 51-60 61-70 n.d. Total |
2 23 11 13 8 3 3 63 |
3.2 36.5 17.4 20.6 12.7 4.8 4.8 100.00 |
Fuente:
AGN, Padrones, v. 5. Fuente: agn, Padrones, v. 5.
Cuadro 10
Edad de los europeos avecindados en
Guadalajara, 1791
Grupo de Edad |
Número |
En Porcentaje |
11-20 21-30 31-40 41-50 51-60 61-70 71- n.d. Total |
13 55 48 32 14 4 1 12 179 |
7.3 30.7 26.9 17.8 7.8 2.2 0.6 6.7 100.00 |
Fuente:
AGN, Padrones, v. 113, exp. 1.
Casi por definición, todos esos cajeros de menos de 30 años eran solteros, lo que hasta cierto punto suponía menos una elección que una necesidad impuesta por la carrera comercial. A estos jóvenes inmigrantes su actividad profesional les imponía un estilo de vida particularmente frugal. Para ellos, ahorrar era un imperativo, que entre otras cosas les permitía representar, llegado el momento, un buen partido a los ojos de la pretenciosa élite criolla. Al correlacionar la edad con el estado civil, se advierte claramente que ningún europeo se casaba antes de los 30 años y que realmente eran pocos los que lo hacían antes de cumplir 40. Incluso no era raro el caso de los que permanecían célibes toda su vida. Las carreras de estos hombres estaban construidas sobre el celibato, la mesura y el sentido de cálculo.52
Para terminar este análisis,
debe añadirse que la inmensa mayoría de los inmigrantes censados en la
subdelegación de Aguascalientes vivía en la villa, su capital, la cual era con
toda evidencia el único lugar que ofrecía perspectivas ciertas de desarrollo a
sus negocios. En realidad, en toda la Nueva España los europeos mostraban una
clara preferencia por las ciudades y los oficios urbanos. En la muestra
preparada por Brading, 80.8% de los europeos residía en las ciudades. Sólo en
Guanajuato había una proporción significativa de inmigrantes censada en el
distrito y no en la cabecera (24.2%), pero el autor observa que se trataba en
realidad de gente que vivía en las minas y haciendas de beneficio de los
alrededores de la ciudad.53
Las calles más inmediatas a la
plaza mayor de la villa de Aguascalientes, sobre todo las de Tacuba y el
Obrador, constituían hasta cierto punto un ghetto que concentraba a los
europeos más ricos e influyentes. Ahí fueron empadronados los hermanos Manuel y
Bernardo Gutiérrez, el andaluz Jacinto López Pimentel y su hermano Lucas y Juan
Mazón, Juan Francisco Díaz de Cosío, Miguel Gutiérrez de Arce, Santiago
Molleda, Antonio Guridi y Jáuregui, Juan Francisco Calera y José Quijano, entre
otros. Incluidos los cajeros, que muchas veces vivían bajo el mismo techo, se
trataba de una colonia de por lo menos 25 europeos, dueños en su conjunto de
las principales calles de la ciudad. En la de Tacuba, que era la más transitada
y la de mayor actividad comercial, casi todas las viviendas estaban habitadas
por europeos. En alguna medida, ello es un indicador de la “tendencia natural a
la cohesión, a la ayuda mutua [y] a la autodefensa” de los peninsulares, que es
característica de muchas otras “minorías extranjeras”, como afirma Braudel,
quien subraya la frecuencia con que los grandes mercaderes, en razón de su
nacionalidad o su confesión religiosa forman “minorías extranjeras”.54 Había
además un puñado de peninsulares en el real de Asientos, dedicados en parte al
beneficio de la plata, pero en este paraje la minería no tenía ni de lejos los
atractivos y el glamour que tenía en ciudades como Guanajuato, donde
concentraba a casi la tercera parte de los inmigrantes.55
Si quisiéramos extraer de los
padrones formados por Calleja un estereotipo del gachupín avecindado en
Aguascalientes o en Guadalajara a fines del siglo xviii, convendríamos que se
trataba de un joven de menos de treinta años, originario de las montañas de
Santander o de alguna otra región del norte de España, soltero y sentado detrás
de un mostrador. En forma que puede parecer sorprendente, o previsible, este
retrato se asemeja mucho al que tenemos del “gachupín típico de Guanajuato”, a
pesar de que en esa ciudad la fascinación que ejercía el comercio estaba hasta
cierto punto contrapesada por la minería.56
Conclusión:
¿minoría o élite?
Los 588 peninsulares que
vivían en la intendencia de Guadalajara en 1792 sólo representaban 0.17% de la
población de la jurisdicción, lo que desde un punto de vista estrictamente
numérico los convertía en una minoría insignificante y carente de importancia.
Sin embargo, esta evidencia estadística estaba ampliamente contrapesada por el
hecho de que esa minoría controlaba el comercio, accedía en forma preferente a
los órganos de poder y representación y ejercía una gran influencia en todos los
órdenes de la vida colectiva. Se trata de un hecho que ya había constatado
Lucas Alamán, quien señaló que los europeos residentes en la Nueva España
“ocupaban casi todos los principales empleos en la administración, la Iglesia,
la magistratura y el ejército”, sin considerar el hecho de que controlaban en
forma “casi exclusiva” el comercio “y eran dueños de grandes caudales
consistentes en numerario, empleado en diversos giros y en toda clase de fincas
y propiedades”.57
Por supuesto, los europeos
accedían al cabildo con gran frecuencia y facilidad, manteniéndolo hasta cierto
punto bajo su control.58 El burgalés Manuel Gómez Zorrilla, por ejemplo, sólo
pocos años después de haberse establecido en la villa se convirtió en uno de
los miembros más activos e influyentes de la corporación. Además, valido de sus
amigos, logró que el tribunal de la Inquisición lo nombrara comisario, cargo
que en sí mismo no era muy importante,59 pero que sin duda le permitió ser
identificado como uno de los vecinos más respetables de la villa. Gómez
Zorrilla empezó a codiciar el cargo de alférez real, que era uno de los que
subastaba el Juzgado de Oficios Vendibles y Renunciables, lo que en la práctica
significaba que sólo los vecinos más acaudalados podían aspirar a esa dignidad.
El alférez real ocupaba el mejor asiento en el salón del cabildo y junto con el
alcalde mayor presidía los desfiles y ceremonias, a cambio de lo cual tenía que
financiar con sus propios recursos las fiestas.60 Es muy importante subrayar
que en el remate que se llevó a cabo en Guadalajara el 11 de marzo de 1763 su
oferta superó la que presentó el criollo Fernando Flores Alatorre. A los gastos
propios de la subasta Gómez Zorrilla tuvo que añadir los que hizo a fines de
1763 para que sus apoderados recogieran de manos del virrey el título y, cuatro
años después, los oficios de confirmación despachados desde Madrid.61
Gómez Zorrilla renunció su
cargo de alférez real en 1779, en favor de su sobrino, Baltasar Gómez Zorrilla,
“en quien concurren las calidades necesarias para su uso y ejercicio”.
Aparentemente se atravesaron en el camino de este último algunos obstáculos,
puesto que no fue sino hasta mayo de 1781 cuando el procurador de la audiencia
de Guadalajara tramitaba la entrega del título y los despachos necesarios para
servir el cargo.62 En su lecho de muerte, Baltasar Gómez tuvo la precaución de
renunciar su codiciado cargo en favor de Juan Mazón, originario, al igual que
los Gómez Zorrilla, de la merindad de Villarcayo, en la provincia de Burgos.63
Otro caso interesante es el
del guipuzcoano Antonio de Guridi, que en 1789, poco después de haberse
establecido en Aguascalientes, consiguió el empleo de administrador de la
estafeta.64 En 1792 se convirtió en teniente general de subdelegado y al año
siguiente figuraba como mayordomo o encargado del ramo de propios, en el
cabildo. A partir de entonces, y durante los siguientes veinte años, no se
separaría del cabildo, plataforma desde la que desplegó una intensa actividad,
cuidando al mismo tiempo los intereses de la corporación y los suyos propios.
En enero de 1794 iniciaba gestiones tendientes a adquirir “uno de los empleos
de regidores que se hallan vacantes en este ilustre cabildo”, aunque lo único
que logró fue que se le nombrara procurador general de la villa.65 Como tal,
trató de recuperar para el común la propiedad de los ejidos de la villa, de
reconstruir las casas reales, de que el clero dispensara al cabildo el
tratamiento de “ilustrísima” y de que se instalara dentro de la jurisdicción
una fábrica de tabacos.66
Estos son sólo algunos
ejemplos alusivos a la preeminencia de los europeos en la vida pública, que no
constituyendo ni siquiera uno por ciento de la población tenían bajo su control
casi la mitad de los cargos del cabildo. Lo mismo que en otras muchas ciudades
y villas de la provincia novohispana, el estudio de la forma en que estaba
integrada esta corporación revela la preeminencia de los peninsulares. Si al
cabildo accedían los vecinos más ricos y poderosos, lo que remite a la estrecha
relación entre el poder político y el poder económico, entonces es un hecho que
la minoría peninsular ocupó en Aguascalientes a lo largo de todo el siglo xviii
una posición francamente privilegiada.
En realidad, en la villa de
Aguascalientes, en la ciudad de Guadalajara y en toda la Nueva España los
europeos no formaban una minoría, sino una élite en el sentido sociológico del
término, pues abrigaban un agudo sentimiento de superioridad política y social,
gozaban de reconocimiento público, estaban cohesionados en torno a propósitos
básicos de dominio, compartían valores y formas de vida y, finalmente,
proyectaban su influencia sobre los más diversos aspectos de la vida
colectiva.67
Notas
1 David
Brading, “Los españoles en México hacia 1792”, Historia Mexicana, v. xxiii,
n. 1 (julio-septiembre 1973): 126. 2
Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra en México. Estudio etnohistórico
(México: Fondo de Cultura Económica, 1972): 239-240. 3 J.
Ignacio Rubio Mañé, “Gente de España en la ciudad de México, año 1689”,
Boletín del Archivo General de la Nación, v. vii, n. 1 y 2 (México, 1966). 4 Peter
Boyd-Bowman, “La emigración peninsular a América, 1520-1539”, Historia
Mexicana, v. xiii, n. 2 (octubre-diciembre 1963). 5 David
Brading, “Grupos étnicos: clases y estructura ocupacional en Guanajuato
(1792)”, Historia Mexicana, v. xxi, n. 83 (enero-marzo 1972): 466-470;
Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810) (México: Fondo de
Cultura Económica, 1975): 331-348. 6
Brading, “Los españoles en México”. 7
Thomas Calvo, Guadalajara y su región en el siglo xvii. Población y economía
(Guadalajara: H. Ayuntamiento de Guadalajara, 1992): 158-159. 8 Jaime
Olveda Legaspi, En busca de la fortuna. Los vascos en la región de
Guadalajara (Zapopan: El Colegio de Jalisco; Real Sociedad Bascongada de los
Amigos del País, 2003): 10-11, 97 y siguientes; Jaime Olveda Legaspi, coord.,
Los vascos en el noroccidente de México. Siglos xvi-xviii (Guadalajara: El
Colegio de Jalisco, 1998). 9
Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México
colonial, 1610-1670 (México: Fondo de Cultura Económica, 1980): 116-122. 10
Anselmo Carretero, Los pueblos de España. Introducción al estudio de la
nación española (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1980):
118-119. 11
Amaya Garritz, coord., Los vascos en las regiones de México. Siglos xvi-xx, 6
v. (México: Universidad Nacional Autónoma de México; Ministerio de Cultura
del Gobierno Vasco, 1996- 2000). Además, Olveda Legaspi, Los vascos en el
noroccidente. 12
Cristina Torales Pacheco, Ilustrados en la Nueva España. Los socios de la
Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (México: Universidad
Iberoamericana, 2001). 13
Frédérique Langue, Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del
siglo xviii novohispano (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), passim,
en particular 25, 94 y 184-187. 14
Brading, “Grupos étnicos: clases y estructura ocupacional”, 466. 15
Brading, Mineros y comerciantes, 430. 16 Ida
Altman, Emigrantes y sociedad. Extremadura y América en el siglo xvi (Madrid:
Alianza Editorial, 1992). 17
Altman, Emigrantes y sociedad, 321-322. 18
Jesús Gómez Serrano, Los españoles en Aguascalientes durante la época
colonial. Origen, desarrollo e influencia de una minoría (Zapopan: El Colegio
de Jalisco; Fomento Cultural Banamex; Universidad Autónoma de Aguascalientes,
2002). 19
Ricardo Rees Jones, Real Ordenanza para el Establecimiento e Instrucción de
Intendentes de Ejército y Provincia en el Reino de la Nueva España, 1786
(México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1984): 1. 20
Brading, Mineros y comerciantes, 55-132. 21
Francisco Javier Delgado, “Subdelegados en Aguascalientes a fines del siglo
xviii. La aplicación de la Ordenanza de Intendentes”, Caleidoscopio, n. 5
(enero-junio 1999): 70. 22 José
María Murià, Historia de Jalisco (Guadalajara: Gobierno del Estado de
Jalisco), ii:96. 23
Jesús Gómez Serrano, La creación del estado de Aguascalientes (1786-1857)
(México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994): 66-77; Beatriz
Rojas, Las instituciones de gobierno y la élite local. Aguascalientes del
siglo xvii hasta la Independencia (México: El Colegio de Michoacán; Instituto
de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1998): 218. 24
Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España
(México: Porrúa, 1978): 78. 25
Lucas Alamán, Historia de México desde los primeros movimientos que
prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente,
edición facsimilar de la original de 1849 (México: Fondo de Cultura
Económica; Instituto Cultural Helénico, 1985), i:8, donde dice: “Regulábase
en setenta mil el número de los españoles nacidos en Europa que residían en
la Nueva España en el año de 1808”. 26
Navarro y Noriega, Memoria sobre la población del reino de la Nueva España,
citado por Brading, “Los españoles en México”, 130. 27
Brading, “Los españoles en México”, 130. 28
Proviene de García González, Familia y sociedad en Zacatecas, 114. 29 El
padrón de Guadalajara en agn, Padrones, v. 113, exp. 1, y el de Aguascalientes
en agn, Padrones, v. 5. 30 José
Menéndez Valdés, Descripción y censo general de la intendencia de
Guadalajara, 1789-1793 (Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1980):
133-161. 31
Brading, “Los españoles en México”, 132. 32
Murià, Historia de Jalisco, ii:96. Debe subrayarse la fuerza de este
contingente, que casi duplicaba al que había en Guadalajara y era equivalente
a la mitad del que poblaba toda la intendencia 33
Murià, Historia de Jalisco, ii:77. 34
“Noticias corográficas de la intendencia de Guadalajara”, en Menéndez Valdés,
Descripción y censo general, 83. 35
Excluida la capital, las rentas de alcabalas y tabacos importaban un total de
1037479 pesos en toda la intendencia, de los cuales la jurisdicción de
Aguascalientes aportaba 128660 pesos, 12.4% del total. Sólo era superada por
Bolaños, cuyas minas experimentaban en esa época un extraordinario auge. En
Lagos el producto de estas rentas alcanzaba 87412 pesos, 8.4% del total de la
intendencia. Véase “Estado que manifiestan los rendimientos anuales de los
alcabalatorios y fielatos de los tabacos de esta Provincia de
Guadalajara...”, en Menéndez Valdés, Descripción y censo general, 127. 36
“Descripción de la subdelegación de Aguascalientes” (1792), agn, Padrones, v.
5, f. 3v. 37
“Censo general de la Intendencia, 1791-1793”, en Menéndez Valdés, Descripción
y censo general, 152-153. 38
Fabián de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de Real Hacienda,
escrita por orden del virrey, conde de Revillagigedo (México: Imprenta de Vicente
García Torres, 1845- 1853), ii:101-115. 39
Vicente Ribes Iborra, La insurgencia en Aguascalientes (Aguascalientes:
Universidad Autónoma de Aguascalientes; Presidencia Municipal de
Aguascalientes, 1987), 67-68. 40
Matías Ángel de la Mota Padilla, Historia del reino de Nueva Galicia en la
América septentrional (México: Instituto Jalisciense de Antropología e
Historia, 1973), 54-55, 241. 41
“Noticias corográficas de la intendencia de Guadalajara”, en Menéndez Valdés,
Descripción y censo general, 110. 43
Brading, “Los españoles en México”, 133. 44
Brading, “Los españoles en México”, 135. 45 El
padrón de Guadalajara formado por Calleja se conserva en agn, Padrones, v.
113, exp. 1. 46
Brading, “Grupos étnicos”, 466. 47
Aguirre Beltrán, La población negra en México, 239-240. 48
Brading, “Los españoles en México”, 134, cuadro 2. 49
Brading, Mineros y comerciantes, 147. 50 agn,
Padrones, v. 113, exp. 1. 51
Brading, “Los españoles en México”, 138, cuadro 4. 52
Brading, “Grupos étnicos”, 470; Mineros y comerciantes, 339. 53
Brading, “Los españoles en México”, 136, cuadro 3. 54
Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo. Siglos
xv-xviii (Madrid: Alianza Editorial, 1984), 2:133. 55 Para
ser exactos, 29%: Brading, Mineros y comerciantes, 336. 56
Brading, Mineros y comerciantes, 339. 57
Alamán, Historia de México desde los primeros movimientos, i:8. 58
Rojas, Las instituciones de gobierno, 258, cuadro 74. 59 Los
comisarios y los familiares de la Santa Hermandad eran auxiliares de los inquisidores.
Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México, 1571-1700 (México: Fondo
de Cultura Económica, 1988), 50-60. 60
Beatriz Rojas, En los caminos de la historia. Aguascalientes en el siglo
xviii (Aguascalientes, Centro de Investigaciones y Estudios
Multidisciplinarios de Aguascalientes, 1999), 33; Brading, Mineros y
comerciantes, 424. 61
Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, Fondo de Protocolos
Notariales (en adelante, ahea-fpn), caja 21, exp. 7, f. 119v-120v; caja 23,
exp. 3, f. 113r-114r. 62
ahea-fpn, caja 26, exp. 1, f. 63r-v. 63
ahea-fpn, caja 28, exp. 2, f. 264v-165r. 64
ahea-fpn, caja 30, exp. 1, f. 153v-154v. 65
ahea-fpn, caja 32, exp. 5, f. 2v-4r. 66
ahea-fpn, caja 36, exp. 3, f. 127r-128r. 67 José
Antonio Maravall, Poder, honor y élites en el siglo xvii (Madrid: Siglo
Veintiuno de España, 1984), 160-166. Además Rojas, Las instituciones de
gobierno, 291-294. |
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