viernes, 22 de abril de 2022

 

3. Fernando, rey de Castilla – Las Mocedades de Rodrigo


Sus comienzos. El segundo obispo de Palencia.

Fernando hereda Castilla

Grand tiempo passado, ovo a morir el rey Sancho Avarca,
estando la tierra en este trabajo.
Tres fijos dexó el rey el día que fue finado:
con Alfonso, el mayor, leonesses se alçaron;
e don Garçía, el mediano, a Navarra fue alçado;
por señor le tomaron, a don Fernando, el menor
e la mano le bessaron castellanos, commo fijos de Laín Calvo.1

Conquista de León

[…] dio guerra a sus hermanos:
vencidos fueron leonesses, et reçebieron grand daño;
a los fitos de Mansilla, do estavan los mojones fincados,
mató don Fernando a don Alfonso su hermano:
luego se le dieron leonesses] e Galizia fasta Santiago. 2

Conquista de Navarra

Tornó dar guerra a Navarra commo de cabo,
et mató en Atapuerca a don Garçía su hermano;
diósele luego Navarra, et Aragón del otro cabo.
Desde allí se llamó señor de España fasta en Santiago.
Preguntó por Navarra, si avía quién heredarlo:
falló la infanta doña Sancha, fija del rey don Sancho
3

IX

[…] E el governador de Navarra,
et falló el infante don Ramiro, mas non era de velada.

X

Mas por quanto era fijo deste rey don Sancho;
et que non se enagenasse el reino, diógelo don Fernando. 
4

Cortes de Zamora

Assí assosegó su tierra, a Çamora fue llegado,
mandando por sus reinos […]
que veniessen a sus cortes, a los treinta días contados.
Allí viníen leonesses, et con gallizianos e con asturianos,
et venieron aragonesses a bueltas con navarros;
los postrimeros fueron castellanos et estremadaños.
Allí se levantó el rey, a los quatro fijos de Laín Calvo
tomólos por las manos, consigo los pusso en el estrado:
«Oítme, cavalleros, muy buenos fijosdalgo
del más onrrado alcalde que en Castilla fue nado:
dístesme a Castilla e bessástesme la mano;
convusco conquerí los reinos de España, fasta Santiago;
vos sodes ançianos, e yo del mundo non sé tanto:
mi cuerpo e mi poder métolo en vuestras manos,
que vos me consejedes sin arte e sin engaño.

El blasón de Castilla

Rey soy de Castilla e de León, assí fago:
sabedes que León es cabeza de todos los reinados,
et por esso vos ruego et a vós pregunto tanto,
quál seña me mandades fazer; atal faré de grado,
ca en quanto yo valga non vos saldré de mandado.»
Dixieron los castellanos: «En buen punto fuestes nado;
mandat fazer un castillo de oro, et un león indio grita[n]do.»
Mucho plogo al rey, quando los reinos se pagaron;
bien ordenó el rey su tierra, commo rey mucho acabado.
Otorgó todos los fueros que el rey su padre avía dado;
otorgó los previllejos de su avuelo el conde don Sancho.

Bernardo, segundo obispo de Palencia

[…] allí llegó de Palençia el mandado
que era muerto el obispo Miro: et dio el obispado a Bernardo,
et enbiól’ que l’confirmase a Roma; e vino muy buen perlado.
Et otorgó sus libertades que el rey Sancho Avarca avía dado:
desde la Huerta del Topo fasta do es la Quintanilla con todo,
fasta Castiel Redondo, do es Magaz llamado,
detrás de las Cuestas de los Cascajares, do es Santo Thomé llamado;
fasta las otras Cuestas, que llaman Val Royado,
do llaman Val de Pero, ca non era poblado,
mandó en los previllejos poner signo el buen rey don Fernando. 
5


1.     De forma errónea llama Sancho Avarca a Sancho III el Mayor de Pamplona. Efectivamente este repartió los dominios entre sus hijos: García III gobernó en Navarra; Gonzalo, rey de Sobrarbe y Ribargorza; Sancho, rey de Aragón; Fernando quedó como conde de Castilla. El Alfonso citado no era hijo de Sancho III: en esa época era Bermudo III rey de León.

2.     En realidad, Fernando, conde de Castilla, se enfrentó a Bermudo III de León en la batalla de Tamarón (1037). En ella el rey de León cayó muerto y entonces Fernando fue coronado rey de León.

3.     En el 1054 Fernando I se enfrentó a su hermano García III en Atapuerca para recuperar los territorios castellanos que habían sido anexionados por el reino de Navarra. Fernando venció y García III fue herido de muerte.

4.     Aragón y Navarra no fueron nunca dominados por Fernando. Tras García III el reino de Pamplona cae en manos de Sancho Garcés IV (1054-1076) mientras que Aragón es gobernado por Ramiro I (1035-1063) y luego Sancho Ramírez (1063-1094), quien unificaría Aragón y Navarra.

5.     El obispo Bernardo II (1063-1085) efectivamente sucedió al obispo Miro, aunque no fue el segundo obispo de la diócesis palentina. Según el cantar, Fernando confirma los privilegios del obispado por una serie de localidades circundantes a Palencia: Huerta del Topo, Quintanilla, Castiel Redondo (Cotarro Redondo, el castillo de Magaz), Magaz (Magaz de Pisuerga), Cuestas de los Cascajares, Santo Thomé, otras Cuestas, Val Royado y Val de Pero (Fuentes de Valdepero). No se corresponden con los privilegios confirmados realmente por Fernando I y Alfonso VI.

4. Rodrigo. Primera Parte – Las Mocedades de Rodrigo

Sus comienzos. Guerra entre Vivar y Gormaz

Asosegada estaba la tierra, que non avíe guerra de ningún cabo.


El conde don Gómez de 
Gormaz a Diego Laínez fizo daño:
ferióle los pastores et robóle el ganado.
A Bivar llegó Diego Laínez, al apellido fue llegado:
él enbiólos reçebir a sus hermanos, e cavalga[n] muy privado.

Fueron correr a Gormaz, quando el sol era rayado:
quemáronle el arraval, e comenzáronle el andamio,
et trae los vassallos et quanto tienen en las manos,
et trae los ganados, quanto andant por el campo,
et tráele por dessonra las lavanderas, que al agua están lavando.

Tras ellos salió el conde, con çient cavalleros fijosdalgo,
rebtando a grandes bozes a fijo de Laín Calvo:
«Dexat mis lavanderas, fijo del alcalde çibdadano,
c’a mí non me atenderedes, atantos por tantos»,
[…] por quanto él está escalentado.
Redró Ruy Laínez, señor que era de Faro:
«Ciento por ciento vos seremos de buena miente et al pulgar».

Otórganse los omenajes, que fuessen ý al día de plazo;
tórnanle de las lavanderas e de los vassallos,
[…] mas non le dieron el ganado,
ca se lo queríen tener por lo que el conde avía levado.

Rodrigo mata al conde de Gormaz

A los nueve días contados cavalgan muy privado.
Rodrigo, fijo de don Diego, et nieto de Laín Calvo.

XI

et nieto del conde Nuño Álvarez de Amaya et visnieto del rey de León,
— doze años avía por cuenta et aún los treze non son,
nunca se viera en lit, ya quebrávale el corazón —
cuéntasse en los çien lidiadores, que quisso el padre o que non,
et los primeros golpes, suyos e del conde don Gómez son.

XII

Paradas están las hazes, e comienzan a lidiar:
Rodrigo mató al conde, ca non lo pudo tardar.
Venidos son los çiento, e piensan de lidiar;
en pos de ellos salió Rodrigo, que los non dé vagar:
prisso a dos fijos del conde, a todo su mal pessar,
a Fernán Gómez et Alfonso Gómez, et tráxolos a Bivar.

La querella de Jimena

Tres fijas avía el conde, cada una por cassar:
e la una era Elvira Gómez, […]
et la mediana Aldonza Gómez, […]
et la otra Ximena Gómez, la menor […]
Quando sopieron que eran pressos los hermanos et que era muerto el padre,
paños visten brunitados et velos a toda parte:
estonce la avían por duelo, agora por gozo la traen.
Salen de Gormaz, e vanse para Bivar.
Viólas venir don Diego, et a reçebirlas sale:
«¿D’onde son aquestas freiras, que algo me vienen demandar?»
«Dezir vos hemos, señor, que non avemos por qué vos lo negar,
fijas somos del conde don Gormaz, e vos le mandaste matar;
et nós mugieres somos, que non ay quien nos anpare.»
Essas oras dixo don Diego: «Non devedes a mí culpar:
peditlas a Rodrigo; si vos las quisiere dar,
prométolo yo a Christus, a mí non me puede pessar.»
Aquesto oyó Rodrigo, comenzó de fablar:
«Mal fezistes, señor, de vós negar la verdat,
que yo seré vuestro fijo, et seré de mi madre.
Parat mientes al mundo, señor, por caridat:
non han culpa las fijas por lo que fizo el padre;
datles a sus hermanos, que muy menester los han;
contra esas dueñas mesura devedes catar.»
Allí dixo don Diego: «Fijo, mandat gelos dar.»
Sueltan los hermanos, a las dueñas los dan.
Quando ellos se vieron fuera en salvo, comenzaron de fablar.
Quinze días possieron de plazo a Rodrigo et su padre:
«Que los vengamos quemar de noche en las cassas de Bivar.»
Fabló Ximena Gómez, la menor:
«Mesura — dixo — hermanos, por amor de caridat;
ir me para Çamora, al rey don Fernando querellar,
et más fincaredes en salvo, et él derecho vos dará.»

Jimena ante el rey Fernando

Allí cavalgó Ximena Gómez, tres doncellas con ella van,
et otros escuderos que la avían de guardar.
Llegava a Çamora, do la corte del rey está,
llorando de los ojos e pediendol’ piedat:
«Rey, dueña so lazrada, et áveme piedat:
orphanilla finqué pequeña de la condessa mi madre;
fijo de Diego Laínez fízome mucho mal:
príssome mis hermanos, e ma´tome a mi padre;
a vos que sodes rey véngome a querellar;
señor, por merçed, derecho me mandat dar.»
Mucho pessó al rey, et començó de fablar:
«En grant coita son mis reinos: Castilla alçar se me ha,
et si se me alçan castellanos, fazer me han mucho mal.»
Quando lo oyó Ximena Gómez, las manos le fue bessar:
«Merçed — dixo — señor, nonlo tengades a mal:
mostrarvos he assosegar a Castilla, et a los reinos otro tal;
datme a Rodrigo por marido, aquel que mató a mi padre.»

XIII

Quando aquesto oyó el conde don Osorio, amo del rey don Fernando,
tomó el rey por las manos et a parte iva sacallo:
«Señor, ¿qué vos semeja qué don vos ha demandado?;
mucho lo devedes agradeçer al Padre apoderado;
señor, enbiat por Rodrigo e por su padre privado.»

 

5. Rodrigo. Segunda Parte – Las Mocedades de Rodrigo

Rodrigo desposado con Jimena


Apriessa fazen las cartas, que non lo quieren tardar;
danlas al mensajero, al camino es entrado.
Quando llegó a Bivar, 
don Diego estava folgando.
Dixo: «Omíllome a vos, señor, ca vos trayo buen mandado:
enbía por vos e por vuestro fijo el buen rey don Fernando;
vedes aquí sus cartas firmadas que vos trayo,
que si Dios quesiere será aína Rodrigo encimado.»
Don Diego cató las cartas, et ovo la color mudado;
sospechó que por la muerte del conde quería el rey matarlo.

XIV

Temor de Diego Laínez

«Oítme — dixo — mi fijo, mientes catedes acae;
témome de aquestas cartas, que andan con falsedat,
et d’esto los reis muy malas costumbres han:
al rey que vos servides, servillo muy sin arte,
assí vos aguardat dél commo de enemigo mortal;
fijo, passat vos para Faro, do vuestro tío Ruy Laínez está.
Et yo iré a la corte, do el buen rey está;
et si por aventura el rey me matare,
vos e vuestros tíos poder me hedes vengar.»
Allí dixo Rodrigo: «Et esso nos sería la verdat:
por lo que vos passaredes, por esso quiero yo passar;
maguer sodes mi padre, quiérovos yo aconsejar:
treçientos cavalleros todos convusco los levat,
a la entrada de Çamora, señor, a mí los dat.»
Essa ora dixo don Diego: «Pues pensemos de andar.»

Rodrigo y los trescientos

Métense a los caminos, para Çamora van;
a la entrada de Çamora, allá do Duero cay,
ármanse los trezientos, e Rodrigo otro tale.
Desque los vio Rodrigo armados, començó de fablar:
«Oítme — dixo — amigos, parientes e vassallos de mi padre:
aguardat vuestro señor sin engaño e sin arte;
si viéredes que el alguazil lo quisiere prender, mucho apriessa lo matat:
¡tan negro día aya el rey commo los otros que aí están!;
non vos pueden dezir traidores por vos al rey matar,
que non somos sus vassallos, nin Dios non lo mande,
que más traidor sería el rey si a mi padre matasse,
por yo matar mi enemigo en buena lid en canpo.»

XV

Irado va contra la corte do está el buen rey don Fernando,
todos dizen: «Ahé el que mató al conde lozano.»
Quando Rodrigo bolvió los ojos todos ivan derramando:
avien muy grant pavor d’él, e muy grande espanto.

Rodrigo rehúsa ser vasallo del rey

Allegó don Diego Laínez al rey bessarle la mano;
quando esto vio Rodrigo non le quisso bessar la mano.
[…] […]
Rodrigo fincó los inojos por le bessar la mano,
el espada traía luenga, el rey fue mal espantado.
A grandes bozes dixo: «Tiratme allá esse pecado.»
Dixo entoçe don Rodrigo, «Querría más un clavo
que vos seades mi señor nin yo vuestro vassallo:
porque vos la bessó mi padre yo soy mal amanzellado.»

Desposorio de Rodrigo y Jimena

Essas oras dixo el rey al conde don Ossorio su amo:
«Dadme vos acá essa donçella: despossaremos este lozano.»
Aún no lo creyó don Diego, tanto estaba espantado.
Salió la donçella, et traéla el conde por la mano;
ella tendió los ojos et a Rodrigo comenzó de catarlo.
Dixo: «Señor, muchas mercedes, ca éste es el conde que yo demando.»
Allí despossavan a doña Ximena Gómez con Rodrigo el Castellano.
Rodrigo respondió muy sañudo contra el rey castellano.
«Señor, vos me despossastes, más a mi pessar que de grado:
mas prométolo a Christus que vos non besse la mano,
nin me vea con ella en yermo nin en poblado,
fasta que venza çinco lides en buena lid en canpo.»
Quando esto oyó el rey fízose maravillado.
Dixo: «Non es éste omne, mas figura ha de pecado.»
Dixo el conde don Ossorio: «Mostrar vos lo he privado:
quando los moros corrieren en Castilla, non le acorra omne nado,
veremos si lo dize de veras, o si lo dize bafando.»
Allí espedieron padre e fijo, al camino fueron entrados:
fuesse para Bivar, a Sant Pedro de Cardeña, por morar ý el verano.

 

20. La quinta lid campal: Rodrigo a las puertas de París y desafío a los Doce Pares – Las Mocedades del Cid

XXX

Entran en las armas, comiençan de cavalgar:
la delantera lieva Rodrigo de Bivar.

XXXI

Cavalgan en la mañana al alvorada [ante] el buen rey don Fernando;
los poderes juntavan, ya eran fuera de París assentados,
en tantas tiendas, en tantos ricos estrados.
Allí llegó Rodrigo con CCC cavalleros
allí se reptan françeses a bueltas con alemanes,
riétanse los françeses con tantos de los romanos.
Allí fabló el conde de Saboya, muy grandes bozes dando:
«Quedo —dixo— los reinos, non vos vades coitando:
aquel español que allí vedes, es diablo en todo;
el diablo lle dio tantos poderes, que assí viene aconpañado;
con mill que trae, mal me ha desbaratado:
en mill e noveçientos fízome grand daño,
príssome por la barba, amidos e non de grado;
allá me tiene una fija, d’onde soy muy cuitado.»
Allí finca la tienda de Ruy Díaz el Castellano;
en el tendal, don Ruy Díaz, cavalga apriessa en el su cavallo Bavieca,
el escudo ante pechos, el pendón en la mano.
«Oít —dixo— los noveçientos, veredes lo que fago:
si non diesse con la mano en las puertas de París, non sería folgado.
¡Si podiesse mezclar batalla el torneo parado,
que cras, quando el rey llegasse, que nos fallasse lidiando!»

Ruy Díaz desafía a los Doce Pares

Allí movió Ruy Díaz, […]
entre las tiendas de los françeses expoloneó al cavallo,
e ferían los pies en la tierra, iva temblando.
En las puertas de París fue ferir con la mano.
A pessar de françesses fue passar commo de cabo.
Parósse ant’el papa, muy quedo estido:
«¿Qué es esso, françesses e papa romano?,
siempre oí dezir que Doze Pares avía en Françia, lidiadores, ¡llamadlos!;
si quesieren lidiar comigo, cavalgen muy privado.»
Fabló el rey de Françia: «Non es guissado:
non ay de los Doçe Pares que lidiasse, si non con el rey don Fernando;
apartat desque veniere el rey de España don Fernando,
[…] et lidiaré con él de grado.»
Allí dixo Ruy Díaz, el buen Castellano:
«Rey, vos e los Doze Pares de mí serés buscado.»
Ya se va Ruy Díaz a los sus vasallos.

 

21. La quinta lid campal: Don Fernando llega a París – Las Mocedades del Cid

 

Dan çevada de día, los sus vasallos son armados;
todos […] la tierra fasta el sol rayado.
Assomaron los poderes del buen rey don Fernando;
a reçebirlos sale Ruy Díaz, et tomó al rey por la mano;
«Adelante —dixo— señor, el buen rey don Fernando,
el más honrado señor que en España fue nado.
¡Ya querrían aver en graçia los que vos llaman tributario!
Agora sanaré del dolor que andava coitado;
tan seguro andat por aquí commo si oviésedes entrado.
Yo lidiaré con éstos, estad quedado.»
Allí dixo el rey: «Ruy Díaz el Castellano,
commo tú ordenares mis reinos, en tanto seré folgado.»
Allí fincó Ruy Díaz, la tienda del buen rey don Fernando
con las suyas, cuerdas mezcladas, a derredor dél los castellanos;
[…] a buelta con estremadanos;
la costanera aragonesses, navarros, con leoneses e con asturianos;
por mantener la çaga portogaleses con galizianos.

Ruy Díaz y don Fernando ante el papa, en la corte de París

Quando esto vio el papa romano,
dixo: «Oítme, rey de Françia, el emperador alemano:
semeja que el rey de España es aquí llegado;
non viene con mengua de corazón, mas commo rey esforçado;
agora podredes aver derecho, si podiéremos tomarlo:
quanto aver sacó de España, todo lo ha despensado,
agora ganaré dél tregua por quatro años, ¡es chico el plazo!,
después darle hemos guerra et tomarle hemos el reinado.»
Dixieron los reis: «Señor, enbiat por él privado.»
Apriessa enbía por el rey el papa romano.
Quando esto oyó el rey don Fernando,
armóse él et los fijosdalgo:
en seños cavallos cavalgan entre el rey et el Castellano,
amos lanças en las manos, mano por mano fablando,
aconsejándole Ruy Díaz a guissa de buen fijodalgo:
«Señor, en aquesta fabla, sed vós bien acordado,
ellos fablan muy manso, et vós fablat muy bravo:
ellos son muy leídos, et andarvos han engañando;
señor, pedildes batalla para cras, en el alvor quebrando.»
El papa quando lo vio venir, enante fue acordado:
«Oítme —dixo—, el buen emperador alemano:
aqueste rey de España seméjame mucho onrrado;
ponet aí una silla a par de vós, e cobrilda con este paño;
quando viéredes que descavalga, levantadvos muy privado,
et prendetlo por las manos, et cabe de vós passaldo,
que sea en par de vós, que me semeja guissado.»

 

22. La quinta lid campal: El desafío al emperador – Las Mocedades del Cid

 

Allí se erzían los poderes de Roma al buen rey don Fernando;
non sabían quál era el rey, nin quál era el Castellano,
sinon quando descavalgó el rey e al papa bessó la mano.
Et levantósse el emperador, et reçebiólos muy de buen grado;
et tománse por las manos, al estrado van possar.
A los pies del rey se va a possar Ruy Díaz el Castellano.
Allí fabló el papa, comenzó a preguntarlo:
«Dígasme, rey de España, si a Dios aya pagado,
si quieres ser emperador de España, darte he la corona de grado.»

Ruy Díaz desafía al emperador

Allí fabló Ruy Díaz, ante que el rey don Fernando:
«¡Devos Dios malas graçias, ay papa romano!,
que por lo por ganar venimos, que non por lo ganado;
ca los çinco reinos de España sin vos le bessan la mano;
viene por conquerir el emperio de Alemania, que de derecho ha de heredarlo;
assentóse en la silla, por ende sea Dios loado:
veré que le dan avantaja de la qual será ossado
conde alemano que l’dé la corona et el blago!»
En tanto se levantó el buen rey don Fernando:
«A treguas venimos, que non por fazer daño.
Vos adeliñat, mi señor Ruy Díaz el Castellano.»
Estonçe Ruy Díaz apriessa se fue levantado:
«Oítme —dixo— rey de Françia, e enperador alemano,
oítme patriarcha e papa romano.
[…] enbiástesme pedir tributario:
traervos lo ha el buen rey don Fernando,
cras vos entregará en buena lid en el campo los marcos.
Vos rey de Françia, de mí seredes buscado:
veré si vos acorrerán los Doçe pares o algún françés loçano.»
Emplaçados fincan para otro día en el campo.

 

 

23. Final: Disposición de batalla y firma de las paces – Las Mocedades del Cid

 

Las huestes de Ruy Díaz dispuestas a la batalla

Alegre se va el buen rey don Fernando;
a la su tienda lieva a Ruy Díaz, que non quiere dexarlo.
Allí dixo el rey a Ruy Díaz: […]
«Fijo eres de 
Diego Laínez, et nieto de Laín Calvo:
cabdiella bien los reinos, desque cantare el gallo.»
Essas oras dixo Ruy Díaz: «Que me plaze de grado:
cabdillaré las azes ante del alvor quebrado,
commo estén las azes paradas enante del sol rayado.»
Apriessa dan çevada et piensan de cavalgar:
las azes son acabdilladas quando el alvor quiere quebrar.
Mandava Ruy Díaz a los castellanos al buen rey don Fernando guardar:
va Ruy Díaz con los DCCCC la delantera fue tomar.
Armadas son las azes, et el pregón apregonado
lla una e las dos, a la terçera llegando.

Nace el hijo de la Saboyana. Se firman las paces.

La infanta de Saboya, fija del conde saboyano,
yazía de parto en la tienda del buen rey don Fernando:
allí parió un fijo varón, el papa fue tomarlo.
Ante que el rey lo sopiesse fue el infante christiano:
padrino fue el rey de Françia et el enperador alemano,
padrino fue un patriarcha et un cardenal onrado;
en las manos del papa el infante fue christiano.
Allí llegó el buen rey don Fernando.
Quando lo vio el papa, passó el infante a un estrado;
començó de predicar, muy grandes bozes dando:
«Cata —diz— rey de España, cómmo eres bien aventurado:
con tan grand honra, Dios qué fijo te ha dado;
miraglo fue de Christus, el Señor apoderado,
que non quisso que se perdiesse christianismo desde Roma fasta Santiago;
¡por amor deste infante que Dios te ovo dado,
dános tregua, siquiera por un año!»
Allí dixo Ruy Díaz «Sol’ non sea pensado,
salvo si es entrega.» —«Enpero más queremos aplazarlo,
et tal plazo nos dedes que podamos entregarlo:
o morrá este enperador, o l’daremos reinado apartado.»
Dixo el rey don Fernando: «Dovos quatro años de plazo.»
Dixo el rey de Françia et el enperador alemano:
«Por amor deste infante, que es nuestro afijado,
otros quatro años vos pedimos de plazo.»
Dixo el rey don Fernando: «Séavos otorgado:
e por amor del patriarcha dovos otros quatro años,
e por amor del cardenal […].»

Y así abruptamente acaban Las Mocedades del Cid pues la copia esta fragmentada y no conocemos como acaba realmente.

 

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