El Cantar de Sancho
II en la Crónica Najerense
El relato que
sobre el rey Sancho II que podemos leer en la Crónica Najerense, es bastante original con respecto a lo que cuentas crónicas
anteriores. Por ello muchos estudiosos han propuesto la existencia de un poema
épico que hubiera servido de base para algunos de los pasajes de dicho reinado
en esta crónica.
Comienza
rememorando la partición de los reinos efectuada por Fernando I, de la que se había dado cuenta ya en la
propia crónica unas líneas más arriba siguiendo el texto de la Historia Silense, para contextualizar el desarrollo de los hechos que vienen a
continuación (III, 11).
Seguidamente
realiza una semblanza de Sancho II donde ya deja entrever el origen de los
conflictos con sus hermanos:
[…]
siendo como era generoso, robusto de fuerzas, duro de ingenio, instigado por
las habladurías de algunos que le afirmaban que en la partición y en el reparto
del reino él había quedado empequeñecido y en inferior posición, y pensando que
había sido engañado, no pudo sobrellevarlo en su ánimo, […]
Crónica Najerense,
III.13
Esta claro que, a
pesar de ser el primogénito, Sancho II no recibe una porción mayor de los
reinos. Esta realidad junto con habladurías de su entorno causa desazón en el
rey. Las crónicas anteriores como la de Pelayo de Oviedo o la Historia Silense
no ofrecen ésta como la causa del conflicto. Pelayo no aduce ninguna causa y la
Historia Silense dice que fue por la ferocidad de los reyes hispanos, que no
consienten en compartir su poder con nadie, sea éste padre o hermano.
Una vez
establecida la causa, la Crónica Najerense va a continuar con la trama del
conflicto fraterno. Tras fallecer su madre Sancha, la paz se rompe. La reina madre es
sepultada en León en el 1067 y, según la Crónica:
[Sancho],
al momento, con trescientos caballeros escogidos de entre los castellanos,
simula que se dirige ante el umbral de Santiago para orar; los hermanos lo
recibieron con todos los honores y le concedieron paso libre. Pero cuando
García le salió a su encuentro en Santarén, ignorante del engaño y lleno de
atenciones, al punto capturado y encadenado es conducido a Castilla a campo
traviesa y lo tuvo hasta su muerte en duro encarcelamiento durante veinticuatro
años.
Crónica Najerense,
III, 13
Si bien es cierto
que Sancho, con la aquiescencia de su hermano Alfonso, apresó a García, rey de
Galicia, ni la fecha ni
los hechos aquí narrados coinciden con las verdaderas circunstancias. Se
presenta la prisión como el resultado de un engaño y que la sitúa en Santarén.
En realidad,
fueron dos las capturas de García: una primera por parte de Sancho II y la
segunda, muerto éste, a cargo de Alfonso VI.
Una vez fuera de
juego el hermano menor, la Crónica Najerense comienza a narrar los
enfrentamientos entre Sancho II y Alfonso VI. La primera batalla tuvo lugar en
Llantada, cerca del río Pisuerga, en la frontera entre los reinos de León y
Castilla. El cronista najerense no ofrece motivos; sólo alude al desacuerdo
entre los dos reyes:
Luego,
en la era 1106 (año 1068), surgió tan grave desacuerdo entre el rey Alfonso y
el rey Sancho que cada cual, reunidos sus ejércitos y decidido el día, se
reúnen para luchar en el lugar que llaman Llantada, donde después de combatir
duramente y de destruirse con bajas por ambas partes, finalmente Alfonso, rey
de León, superado por el rey Sancho, emprendió la huida y se marchó.
Crónica Najerense,
III, 13
En este punto la
crónica retrocede en el tiempo, hasta la juventud de Sancho, para contarnos
algo inédito hasta el momento. Resulta que Sancho se había comprometido con una
hija de la reina
Estefanía de Pamplona. Cuando la
prometida iba de camino hacia Sancho, el infante Sancho, hijo ilegítimo
de García III (que sería hermanastro de la prometida)
la asaltó en el camino:
ya
que los torturaba el celo del mutuo amor. La raptó y con ella se dirigió junto
al rey moro de Zaragoza y a su tío, el rey Ramiro, quien lo amaba casi como a
un hijo por su honradez y nobleza de armas.
Crónica Najerense,
III.14
Sancho II deseoso
de venganza, se dirigió a Zaragoza con su ejército pero el rey Ramiro de Aragón le salió al paso y se enfrentaron en
Graus, donde el rey aragonés falleció en combate.
La batalla en sí
es conocida y la participación de Sancho II en ella se recoge en la Historia Roderici. Sin embargo, la data en el año 1070, lo
cual es erróneo pues la batalla de Graus donde falleció el rey Ramiro ocurrió
en el 1063.
Tras este hecho,
el cronista vuelve al punto tras la batalla de Llantada. Ya en Castilla, tienen
noticias de que Alfonso ha reunido un nuevo ejército más numeroso que el
anterior y que avanza contra él. Sancho…
sin
poderlo soportar y con el ánimo lleno de ira, reúne un gran ejército de
castellanos y le sale al encuentro en un lugar que llaman Golpejera.
La noche antes de
la batalla de Golpejera Sancho reunió su consejo. Merece la pena escribir el
dialogo en el que uno de los protagonistas es Rodrigo Díaz, el Cid. En este
momento el héroe castellano cobra importancia y su leyenda se entrelaza con la
de Sancho II:
[…]
el rey Sancho, reunida la parte de sus vasallos que de más recto consejo
parecía, tuvo con ellos un consejo y un coloquio, deseoso de saber el ejército
de qué rey superaba en fuerzas y número al ejército del otro. Pero como
comprobaran que los leoneses eran mucho más numerosos que los castellanos, el
rey Sancho exhortando a los suyos les dice de la siguiente manera. ” Si ellos
son más numerosos, nosotros somos mejores y más fuertes. Y aún más, comparo mi
lanza con mil soldados y la de Rodrigo Campeador, con cien soldados”. A esto
respondía Rodrigo que lucharía solamente y con la ayuda de Dios con un solo
caballero y que habría de suceder lo que Dios dispusiera. Y a su vez, aunque el
rey una y otra vez repusiera que Rodrigo sin preocupación podría luchar con
cincuenta, con treinta, luego con veinte o al menos con diez, sin embargo jamás
otra palabra pudo arrancar de la boca de Rodrigo sino que con uno solo lucharía
con la ayuda de Dios y que sucedería lo que Dios dispusiera. En todas las
ocasiones respondía según eso.
Crónica najerense,
III, 15
Al día siguiente,
en la batalla, que localiza en 1072, cada uno de los reyes es hecho preso por
el ejército enemigo. Pero Rodrigo decide liberar a su rey:
Rodrigo
el Campeador, mirando en torno suyo y no viendo a su señor el rey Sancho por
ningún sitio, al momento corre detrás de catorce leoneses que llevaban cautivo
al rey Sancho, y desde lejos así les habla: ” ¿Adónde huís desgraciados, o qué
victoria es la vuestra si os lleváis a nuestro rey pero os quedáis sin el
vuestro? Devolvednos al nuestro para que tengáis luego al vuestro”. Ellos, que
no sabían que su rey había sido capturado y en absoluto creían que ello hubiera
podido suceder, despreciaron las palabras de Rodrigo y le dijeron: “Necio, ¿por
qué persigues las huellas de un rey cautivo? ¿Confías acaso tú solo liberarlo
de nuestras manos?” A esto replica Rodrigo. ” “Con que una sola lanza se me
diera, con la ayuda de Dios al punto os demostraría mis intenciones”. Ellos por
su parte siguieron adelante tras clavar una lanza en el suelo. Rodrigo la coge
y picando espuelas al caballo, de la primera acometida derribó a uno, a la
vuelta tiró a otro al suelo, y así hiriéndolos por doquier y echándolos a
tierra, les arrebató al rey; exhibió caballo y armas; y así sucedió que
peleando ambos de aquellos catorce no escapo sino uno y muy gravemente herido.
Así pues, cuando llegaron de nuevo al real recogieron las armas y el botín y,
reunidos todos los suyos, se acercaron a quienes llevaban cautivo al rey
Alfonso, y volvieron a Castilla con el triunfo.
Crónica Najerense,
III, 15
El único texto que
recoge algún punto similar es la Historia Roderici, en la que Rodrigo combate con quince
leoneses, siete de ellos armados con lanza, y va derrotándolos o poniéndolos en
fuga, aunque todo ello se sitúa aquí en el curso del cerco de Zamora y nada
tiene que ver con la liberación del rey Sancho II.
Tras esta batalla,
el rey Alfonso VI fue encadenado y llevado por castillos y ciudades. Además:
Y
aunque el rey Sancho a menudo era tentado por los consejos y los ruegos de los
obispos, de hombres religiosos y de sus próceres y a pesar del acuerdo, que
hubo de confirmar por juramento, de que ningún modo jamás Alfonso reclamaría su
reino, nunca quiso concederle ni siquiera el permiso para marcharse.
Crónica Najerense,
III, 15
A continuación se
presenta la milagrosa liberación del rey Alfonso gracias a la intermediación de
san Hugo:
Alfonso
envió a Cluny un mensajero que rogara y orara a san Hugo abad y a su santísimo
convento para que por el recuerdo del mutuo amor que habían tenido con su padre
el rey Fernando, invocaran la misericordia de Dios para su liberación. Mientras
éstos andaban reclinados en continua oración por él, he aquí que una noche el
portero del cielo, san Pedro apóstol, le comunica por mediación de un obispo a
Alfonso de qué manera, instado por el apremio de los ruegos de san Hugo y los
suyos, lo devolvería a su majestad e incluso lo elevaría al poder de su padre.
Así pues, al cabo de unos pocos días el portero del cielo se le presentó con
aspecto terrible, de noche, al rey Sancho y lo amenazó con una muerte
dolorosísima a menos que liberara a su hermano. Al instante se levanta lleno de
turbación y tras llamar a su guardia se presenta ante su hermano, lo suelta de
las cadenas y le ordena que se marche a donde le plazca, y así vuelve a la cama
para seguir durmiendo.
Cuando se hizo de día, se levantó de la cama excitado, le ordena a su hermano
que se presente ante él rápidamente y lo amena con recluirlo en más grave
custodia a no ser que se dé prisa en marcharse de su reino. Temiendo tal cosa
huyó acompañado únicamente de un caballero, su ayo Pedro Ansúrez, a Toledo,
donde recibido con alegría por Almenón, rey de Toledo, se quedó nueve meses con
él con todos los honores. Pero mientras recorre la propia ciudad como dando un
paseo, empieza a cavilar con el corazón solícito, pero con la boca callada, de
qué manera podría tomarla con la ayuda de Dios.
Una vez exiliado
Alfonso, Sancho II ya tienen en su poder todos los dominios paternos salvo la
ciudad de Zamora, en manos de su hermana Urraca. La Crónica Najerense nos detalla la
negociación entre los hermanos de forma que:
[…]
a cambio de Zamora reciba [Urraca] una compensación en la llanura. Como se la
instaba de muchas maneras a hacer un pacto y ella en absoluto estaba de
acuerdo, se dice que dio la siguiente respuesta:”¿Qué no me hará un extraño en
la llanura, cuando mi hermano carnal me hace esto en un recinto escarpado y
defendido?”. Cuando le fue relatado esto al rey Sancho por los legados,
encendido de una gran ira, reúne con asombrosa celeridad grandes cúneos de
soldados, avanza hacia Zamora y la rodea. Como la presionaba con continuos
ataques, asediada como la tenía desde hacía tiempo, a tan gran estrechez redujo
a los que estaban dentro que no sabían si entregarse o si podrían resistir.
Crónica Najerense,
III, 16
Al verse asediada
en Zamora, Urraca se entristece y pide ayuda a sus fieles.
Cuando
Urraca se hubo dado cuenta de ello, se le saltaron las lágrimas y dijo: “Si
alguien me liberara de alguna manera de este asedio y esta estrechez, a él me
entregaría junto con todo lo que tengo”. Entonces un hijo de la perdición,
Bellido Adolfo de nombre, quien ansioso la deseaba sobre toda cosa, acercándose
a ella le dice: “Si me das certeza de lo prometido, hago lo que deseas”.
Reafirmado en lo prometido, se pone de acuerdo con unos; hizo que le abrieran
las puertas y que lo persiguieran como si estuviera huyendo, y ordena que con
ojo atento vigilen para que le abran las puertas cuando vuelva.
Crónica Najerense,
III, 16
Y el desenlace del
cantar de Sancho II se acerca. En este texto es la primera vez en la que se
desarrolla la traición de Bellido Adolfo o Vellido Dolfos y el asesinato del
rey Sancho II:
Viniendo
ante el rey con tal engaño se queja gravemente de que a duras penas se ha
librado de sus manos por haberles dicho lo que sigue:”Mucho mejor es
entregarnos a un rey que estar bajo el dominio de una mujer, que ni a los suyos
ni a sí misma podría o sabría gobernar. Es más, el hijo de nuestro señor debe
mandar con mayor derecho que la hija”. Creyéndose tales palabras, el rey Sancho
hasta tal punto lo quería y lo tenía por uno de los suyos que no permitía que
se alejara de su lado ni un momento y solo se complacía con el consejo de él,
desatendiendo a los demás.
Crónica Najerense,
III, 16
Por fin llega la
muerte de Sancho ante las murallas de Zamora, contada con todo detalle.
Cuando
un día, el domingo cinco de octubre, condujo al rey fuera del campamento, al
hilo de la muralla, como para explorar una entrada de la ciudad y el rey,
bajándose del caballo, se sentó para hacer las necesidades naturales, él, que
estaba montado sobre otro caballo lanzándole un venablo lo mató, era 1110 (año
1072).
Crónica Najerense,
III, 16
El colofón del
relato épico hace de nuevo protagonista al Cid, quien, viendo huir a Bellido
Dolfos y sospechando de él, lo persigue hasta Zamora.
Al
momento [Bellido] vuelve riendas como si ningún mal o ninguna perdición hubiera
causado; poco a poco regresa por el campamento y al pasar por delante de la
tienda de Rodrigo y preguntarle éste qué estaba haciendo el rey, no respondió
nada, sino que arreando más fuertemente el caballo se apresuraba todo lo que
podía para que lo recibieran en la ciudad. Pero Rodrigo, sospechando en su
corazón lo que había pasado, al punto monta sobre un caballo limpio que le
estaban lavando sus escuderos; tras tomar una lanza lo persigue entre las
puertas entreabiertas; la lanza golpeo al caballo del traidor en su huida. Y
así regresa al campamento Rodrigo mesándose los cabellos y golpeándose la
cabeza con los puños, llora enloquecido la muerte de su señor en medio de un
griterío en el que se entremezclan los gemidos.
Crónica Najerense,
III, 16
El final del
cantar es dramático:
Al
punto se levanta un griterío, las voces se elevan hasta el cielo. En turba se
abalanzan; los turba la muerte inopinada de su rey. De todas partes afluyen; al
rey buscan; muerto lo encuentran; y dispersos casi todos huyen a sus hogares
quedándose solo unos pocos que recogen el cuerpo y lo llevan a enterrar al
monasterio de San Salvador de Oña, era 1110 (año 1072). Reinó siete años.
Crónica Najerense,
III, 16
Bibliografía
·
Crónica Najerense,
Edición de Juan A. Estévez Sola, Ed. Akal,2003.
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