El Papel Social de la Música 3
https://dialogo.upr.edu/un-trasfondo-sobre-la-funcion-social-de-la-musica/
Ballet
INTRODUCCIÓN
Ballet, forma de danza teatral que se desarrolló en la Italia del renacimiento
(1400-1600). La técnica del ballet consiste en posiciones y movimientos
estilizados que se han ido elaborando y codificando a lo largo de los siglos
dentro de un sistema bien definido, aunque flexible, llamado ballet académico o
danza de escuela. La palabra ballet también se aplica a la agrupación de artistas
que lo representan. Cada composición suele estar, aunque no inevitablemente,
acompañada por la música, el decorado y el vestuario. La danza de puntas suele
ser considerada como sinónimo de ballet, aunque también se puede prescindir de
ella. Debido a que los pasos fueron denominados y codificados por primera vez
en Francia, el francés es el lenguaje internacional del ballet.
TÉCNICA Y ESTILO
La base de la técnica del ballet es la
rotación externa de piernas y pies: cada pierna gira hacia afuera desde la
articulación de la cadera de manera que los pies formen un ángulo de 180° sobre
el suelo. Esta posición girada no es exclusiva del ballet; también se utiliza
en la danza de otros lugares, como ocurre en la Bharatanatya, la danza clásica
de la India. El ballet comprende cinco posiciones específicas y numeradas de
los pies, las cuales constituyen la base de casi todos los pasos posibles.
También existen las posiciones correspondientes para los brazos, que
generalmente se mantienen con los codos suavemente curvados.
La técnica del ballet acentúa la verticalidad. Puesto que todos los
movimientos de los miembros del bailarín proceden del eje vertical del cuerpo,
todas las partes del mismo deben estar correctamente centradas y alineadas para
permitir la mayor estabilidad y comodidad del movimiento. La verticalidad
implica resistencia a la gravedad, un concepto que es ampliamente desarrollado
en los pasos de elevación, como los saltos. El ballet posee mucha variedad de
pasos, incluyendo los que exigen a los bailarines, mientras están en el aire,
girar, batir las piernas o los pies al mismo tiempo, o cambiar la posición de
las piernas. Tradicionalmente se ha considerado que los pasos de elevación más
exigentes eran competencia especial de los bailarines masculinos, pero, en
realidad, pueden ser ejecutados por virtuosos de ambos sexos.
El empeño por eliminar la gravedad culminó con la invención de la danza de la
punta del pie, también llamada danza sobre las puntas o trabajo de puntas. La
danza de puntas se desarrolló en los comienzos del siglo XIX, pero no llegó a
ser ampliamente utilizada por los bailarines hasta 1830, cuando la bailarina
italo-sueca Maria Taglioni demostró sus posibilidades de expresión poética. El
trabajo de puntas es patrimonio casi exclusivo de las mujeres, aunque los
hombres pueden emplearlo en algunas ocasiones.
El término línea en ballet se refiere a la configuración del cuerpo del
bailarín, ya sea en movimiento o en reposo. Una buena línea es en cierto modo
producto del físico con que nace el bailarín, pero, además, puede desarrollarse
y mejorarse mediante el entrenamiento. En el ballet, determinadas conexiones
entre los brazos, las piernas, la cabeza y el torso se consideran
particularmente armoniosas, mientras que otras no, a pesar de que puedan ser
perfectamente aceptables en otras formas de danza. Se opta por amplios
movimientos del conjunto de los miembros en lugar de movimientos cortos y
aislados de partes individuales del cuerpo. A veces se habla del ballet en
términos de movimiento hacia arriba y hacia afuera; idealmente, podría parecer
que los miembros del bailarín se extienden hasta el infinito
PREPARACIÓN
Se han desarrollado diversos sistemas de
preparación para el ballet, que han recibido el nombre o del país (Rusia,
Francia) o de los profesores (el bailarín italiano Enrico Cecchetti, el
coreógrafo danés, de origen francés, August Bournonville) que los han
desarrollado. Sin embargo, estos sistemas difieren más en el estilo y en el
énfasis que en la enseñanza de los verdaderos movimientos.
La mejor edad para comenzar el estudio del ballet es la de ocho a diez años
para las chicas; los chicos pueden empezar algo más tarde. Los niños demasiado
jóvenes pueden ver perjudicado su desarrollo por las duras exigencias físicas
de una clase de ballet, y los demasiado mayores pierden poco a poco la
flexibilidad requerida para obtener un buen resultado. Las chicas suelen
comenzar el trabajo de puntas después de tres años de estudios. Si la
preparación comienza hacia los veinte años, no se puede albergar razonablemente
la esperanza de tener opción a una carrera profesional.
Todos los bailarines, sin importar la experiencia o el nivel, reciben clase
diariamente para mantener su cuerpo fuerte y flexible. La mayoría de las clases
de ballet comienzan con ejercicios en la barra, una barra horizontal redondeada
que el bailarín maneja como apoyo. Este tipo de ejercicios hacen entrar en
calor y estiran los músculos, trabajan los tendones para flexibilizarlos y
desentumecen las articulaciones. La segunda parte de la clase se realiza sin el
apoyo de la barra y se denomina centro o práctica de centro. Esta parte suele
comenzar con ejercicios lentos y continuados que desarrollan en el bailarín el
sentido del equilibrio y la fluidez del movimiento. Los ejercicios lentos van
seguidos de movimientos rápidos, comenzando con pequeños saltos y progresando
hacia amplios pasos de desplazamiento, giros y saltos.
A medida que el bailarín mejora su técnica, los ejercicios en la barra se hacen
más complicados, aunque siguen basándose en los mismos movimientos que aprendió
cuando comenzaba. Los pasos que se ejecutan en el centro se hacen más rápidos o
más lentos, más amplios, más complejos y más exigentes físicamente. Muchas
veces los bailarines van a clase no tanto para aprender nuevos pasos, sino para
mantener sus niveles de ejecución.
Alguna de las posiciones que a menudo se ven incluyen el arabesque, en el que
el bailarín extiende una pierna hacia atrás en línea recta, y el attitude,
extensión de la pierna adelante o atrás con una rodilla doblada. Los pasos de
giros incluyen la pirueta, giro sobre una pierna elevando la otra, y el
fouetté, en el que la pierna que está libre se desplaza bruscamente en círculo
con lo que adquiere el ímpetu para el giro. Entre los pasos de elevación se
encuentran el entrechat, en el que el bailarín salta recto hacia arriba y bate
en el aire las piernas, y el jeté, salto de un pie sobre el otro. Todos estos
pasos admiten numerosas variantes.
Además de la clase básica, las mujeres suelen tomar clase de puntas. Hombres y
mujeres bailan juntos en las clases de paso a dos o de pareja. Algunas escuelas
de ballet también enseñan mimo, con el que aprenden a realizar ademanes con las
manos que se utilizan para contar una historia. Estos ademanes se han llegado a
codificar (por ejemplo, una invitación a bailar se indica mediante movimientos
circulares de las manos sobre la cabeza), aunque tienen menos realismo que los
movimientos mímicos popularizados por el artista francés Marcel Marceau.
MÚSICA Y ESPECTÁCULO
La coreografía de un ballet se puede hacer
sobre una música especialmente compuesta para ello o sobre una música ya
existente. Hasta el siglo XX, lo más común era utilizar músicas expresamente
compuestas para el ballet. En ocasiones el coreógrafo y el compositor
trabajaban en estrecha colaboración, pero otras veces tenían poco o nulo
contacto.
La utilización en la danza de música compuesta previamente se fue haciendo más
frecuente gracias en gran medida a la bailarina estadounidense Isadora Duncan. Fue
una de las pioneras del ballet moderno y utilizó con frecuencia música de
compositores como Ludwig van Beethoven y Frédéric Chopin. La música que ya
existe se puede utilizar en su forma original o puede también ser adaptada y
arreglada por otro compositor según las necesidades del coreógrafo.
El argumento de un ballet recibe el nombre de libreto o guión. El contenido
narrativo de un ballet puede ser escrito especialmente para él o puede ser
adaptado de un libro, un poema, una pieza teatral o una ópera. Los modernos
coreógrafos a veces adoptan recursos de movimiento como la escena
retrospectiva, o emplean otras innovaciones tomadas de la literatura, el drama
o las películas. En contraste con los ballets de argumento están los ballets
que no lo tienen; éstos son creaciones formales, interpretaciones musicales o
simples exaltaciones de la danza por la danza.
El decorado en el ballet se ve limitado por la necesidad de respetar el espacio
máximo para bailar. El centro del escenario se mantiene casi siempre vacío.
Muchos ballets utilizan sólo un telón de fondo y piezas laterales o bastidores.
Algunos ballets modernos sustituyen el decorado con proyecciones de
diapositivas, películas e iluminación especial. Otros simplemente confían en la
expresividad de los efectos de luz que permite la moderna iluminación escénica.
El vestuario de los primeros ballets se componía simplemente de los ropajes
elegantes de la época. El tutú, una falda acampanada de tela traslúcida, fue
popularizado por Maria Taglioni en el ballet La sílfide (1832). Se fue haciendo
más corto a lo largo del siglo y se convirtió en el atuendo típico de la
bailarina.
El vestuario de ballet se hizo más variado bajo la influencia del coreógrafo
ruso del siglo XX Mijaíl Fokin, que no se conformó con que la música, vestuario
y decorado fueran meros acompañamientos de la danza. Hoy los bailarines actúan
con numerosas formas de vestuario, incluido el sencillo vestuario de ensayo que
se usa en el estudio. Aunque utilizado por primera vez por el coreógrafo ruso-estadounidense
George Balanchine por razones económicas, el vestuario de ensayo se elige por
su simplicidad y claridad de línea.
HISTORIA
Los más antiguos precedentes del ballet
fueron las diversas representaciones que tenían lugar en las cortes italianas
del renacimiento. Estos elaborados espectáculos que englobaban pintura, poesía,
música y danza, tenían lugar en espaciosas salas que se utilizaban tanto para
banquetes como para bailes. Una representación de danza como las que se
realizaban en 1489 era ejecutada en un banquete, y la acción estaba relacionada
estrechamente con el menú: por ejemplo, la historia de Jasón y el vellocino de
oro precedía al asado de cordero. Los bailarines basaban su actuación en las
danzas sociales de la época.
Los ballets cortesanos italianos fueron ampliamente desarrollados en Francia.
El Ballet cómico de la Reina, el primer ballet del que sobrevive una partitura
completa, se estrenó en París en 1581. Fue creado por Balthazar de Beaujoyeux,
violinista y maestro de baile de la corte de la reina Catalina de Medici, y
bailado por aristócratas aficionados en un salón con la familia real sobre un
estrado al fondo y los espectadores en las galerías de los otros tres lados del
salón. Puesto que la mayor parte del auditorio veía el ballet desde arriba, la
coreografía daba más importancia a las figuras que creaban dibujos sobre el
suelo formados por líneas y grupos de bailarines.
La mayoría de los ballets de la corte francesa consistían en escenas de baile
en las que alternaban partes líricas y partes declamadas; su principal función
consistió en el entretenimiento de la aristocracia, por lo que se realzaban los
atuendos suntuosos, los decorados y los efectos escénicos complicados. El
escenario (ver Producción teatral) se empleó por primera vez en Francia a
mediados del siglo XVII, y los bailarines profesionales fueron sustituyendo
poco a poco a los cortesanos, aunque no se les permitía bailar en el gran
ballet que cerraba la representación.
El ballet de corte alcanzó su cumbre durante el reinado de Luis XIV
(1643-1715), cuyo apelativo de Rey Sol derivó de un papel que ejecutó en un
ballet. Muchos de los ballets presentados en su corte fueron creados por el
compositor italo-francés Jean Baptiste Lully y el coreógrafo francés Pierre
Beauchamps, de quien se afirma que definió las cinco posiciones de los pies,
comenzando así el enriquecimiento de la técnica académica. También durante esta
época el dramaturgo Molière inventó la comedia-ballet, en la que se bailaban
interludios que se alternaban con escenas habladas.
Primer ballet profesional
En 1661, Luis XIV fundó la Académie Royale de
Danse, una organización profesional para maestros de danza. El rey dejó de
bailar en 1670, y sus cortesanos siguieron su ejemplo. Por entonces el ballet
de corte ya estaba abriendo el camino hacia la danza profesional. Al principio
todos los bailarines eran hombres, y los papeles femeninos los realizaban
hombres disfrazados. Las primeras bailarinas en una producción teatral
aparecieron en 1681 en un ballet llamado Le triomphe de l’amour (El triunfo del
amor).
La técnica de la danza en este periodo, recogida por el maestro francés de
ballet Raoul Feuillet en su libro Chorégraphie (1700), incluía muchos pasos y
posiciones hoy reconocibles. Se desarrolló una nueva forma teatral: la
ópera-ballet, que realzaba por igual el canto y la danza; consistía
generalmente en una serie de danzas unidas por un tema común. Una famosa
ópera-ballet, del compositor francés Jean Philippe Rameau, fue Las Indias
galantes (1735), donde se describían tierras y personajes exóticos.
Los bailarines del siglo XVIII se veían entorpecidos por los disfraces, las
pelucas o los amplios tocados, y el calzado de tacón. Las mujeres llevaban
miriñaques colgados para dar amplitud y volumen. Los hombres llevaban a menudo
el tonnelet, un pantalón bombacho hasta la rodilla. La bailarina francesa Marie
Anne Camargo, sin embargo, acortó las faldas y adoptó el uso de zapatillas sin
tacón, para exhibir sus brillantes pasos y saltos. Su rival, María Sallé, también
rompió con la costumbre cuando desechó el corsé y se puso ropas griegas para
bailar su propio ballet, Pigmalión (1734).
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la ópera de París estuvo dominada por
bailarines masculinos, como el virtuoso italo-francés Gaetano Vestris, que
perfeccionó las técnicas académicas de danza, y su hijo Auguste Vestris, famoso
por sus brincos y saltos. Las mujeres, como Anne Heinel, alemana de nacimiento
y primera bailarina que hizo la pirueta doble, también fueron progresando en
pericia técnica.
A pesar de la brillantez de los bailarines franceses, los coreógrafos que
trabajaban fuera de París consiguieron una expresión más dinámica en sus
ballets. En Londres, el coreógrafo inglés John Weaver eliminó las palabras e
intentó transmitir sentido dramático por medio de la danza y el gesto. En
Viena, el coreógrafo austriaco Franz Hilferding y su alumno italiano Gasparo
Angiolini experimentaron con temas y gestos dramáticos, y dieron a conocer el
ballet de pantomima.
El más famoso defensor del ballet de acción o pantomima del siglo XVIII fue el
francés Jean Georges Noverre, cuyas Cartas sobre la danza y los ballets (1760)
ejercieron una notable influencia en muchos coreógrafos nacidos durante y
después de su vida. Él aconsejaba utilizar los movimientos naturales, sensibles
y realistas y ponía énfasis en que todos los elementos de un ballet debían
funcionar armónicamente para expresar el argumento del mismo. Noverre encontró
una oportunidad para plasmar sus ideas en Stuttgart, Alemania, donde produjo
por primera vez su famoso ballet Medea y Jasón (1763).
Entre los alumnos de Noverre se encontraba el francés Jean Dauberval, en cuyo
ballet La fille mal gardée (La muchacha mal custodiada, 1789) aplicó las ideas
de Noverre a la pantomima. El alumno italiano de Dauberval, Salvatore Viganó,
que trabajó en La Scala, el famoso teatro de Milán, desarrolló una gran
variedad de gestos expresivos ejecutados al tiempo exacto de la música. Charles
Didelot, discípulo francés de Noverre y Dauberval, trabajó principalmente en
Londres y en San Petersburgo. En su ballet Flora y Céfiro (1796), los
bailarines aparecían volando gracias a unos alambres invisibles.
La danza sobre puntas comenzó a desarrollarse en esta época, aunque los
bailarines se ponían de punta sólo por breves momentos. Las zapatillas de punta
dura no se habían inventado aún y los bailarines reforzaban sus zapatillas con
zurcidos.
El coreógrafo italiano Carlo Blasis, seguidor de Dauberval y Viganó, recreó la
técnica de la danza de comienzos del siglo XIX en su Código de Terpsícore
(1830). Adquirió fama con la invención del attitude, derivado de una famosa
obra del escultor flamenco Juan de Bolonia, una estatua del dios Mercurio
apoyado ligeramente sobre la punta del pie izquierdo.
Ballet romántico
El ballet La sílfide, representado por
primera vez en París en 1832, inauguró el periodo del ballet romántico. Maria
Taglioni bailó el papel principal representando a una criatura sobrenatural que
es amada y destrozada de forma involuntaria por un hombre mortal. La
coreografía, creada por su padre, Filippo Taglioni, abusó del uso de la danza
sobre puntas para realzar la ligereza e insustancialidad sobrenatural del
personaje interpretado por su hija. La sílfide inspiró muchos cambios en los
ballets de la época, respecto a tema, estilo, técnica y vestuario. Otra obra
destacada de este estilo fue Giselle (1841), con música de Adolphe Adam y
coreografía de Jean Coralli, donde también contrastaban palabras humanas y
sobrenaturales, y en el segundo acto los espíritus llamados Vilis llevaban el
tutú blanco que se popularizó en La sílfide.
El ballet romántico, sin embargo, no se inspiró exclusivamente en temas sobre
seres de otro mundo. La austriaca Fanny Elssler popularizó un personaje más
terrenal y sensual. Su baile más famoso, la cachucha en Le diable boiteux (El
diablo cojo, 1836), era un solo de estilo español ejecutado con castañuelas.
Las mujeres dominaban el ballet romántico. Aunque había buenos bailarines, como
Jules Perrot y Arthur Saint-Léon, fueron eclipsados por bailarinas como
Taglioni, Elssler, las italianas Carlotta Grisi y Fanny Cerrito, y otras.
En España, por la misma época, se está produciendo un esplendoroso desarrollo
del baile que, nutrido de raíces populares, adoptaba el refinamiento del estilo
balletístico europeo. Este estilo de baile español recibe el nombre de “escuela
bolera”.
Entre la escuela bolera y el gran florecimiento del ballet por toda Europa bajo
la influencia del romanticismo existe un poderoso vínculo claramente
perceptible.
Los temas españoles estaban presentes en los grandes repertorios europeos de
ballet, y los artistas españoles triunfaban en su especialidad. En París se
hicieron muy populares Dolores Serral y Mariano Camprubí con El bolero, y
Francisco Font y Manuela Dubinon con Los corraleros de Sevilla, estrenada en el
Bals de L’Opera. Está documentado el contacto con el coreógrafo danés August
Bournonville (Copenhague, 1805-1879), produciéndose un furor por lo “español en
Dinamarca” que duró durante todo el romanticismo y se extendió hasta el
posromanticismo con obras como El toreador y La ventana, hasta llegar en 1860 a
Far for Denmmark (Lejos de Dinamarca), una especie de vodevil ambientado en la
América colonial española con la fascinación que dejara la bailarina Pepita de
Oliva, y en el que aparecen en su segundo acto majas y manolos, toreros,
mantillas, castañuelas y abanicos. La cachucha se convirtió en París en una
moda, y Elssler, de la mano del coreógrafo Coralli, la bailó en Le diable
boileux con un éxito total. La bailarina italo-sueca Maria Taglioni estrenó su
ballet La gitana española, con coreografía de Filippo Taglioni, en San
Petersburgo en el año 1938. El coreógrafo Marius Petipa, que había intentado
establecerse en España, cristalizó el estilo español dentro del ballet
académico, produciendo entre 1847 y 1888 junto a Ivanov una serie de ballets y
fragmentos de aire y estilo españoles que son verdaderas obras maestras.
Taglioni y Elssler bailaron en Rusia, y allí también crearon ballets Perrot y
Saint-Léon. Elssler bailó además en Estados Unidos, donde surgieron dos
bailarinas: Augusta Maywood y Mary Ann Lee, ambas de Filadelfia, Pensilvania.
Pero en París, y en general en Europa, el ballet empezó a perder interés
artístico. Las cualidades poéticas dieron paso a la exhibición de virtuosismo y
al espectáculo, y se desechó la danza masculina. Durante la segunda mitad del
siglo XIX se produjeron pocos ballets notables en la Ópera. La excepción fue
Coppélia, con coreografía de Saint-Léon, en 1870, Sylvia y La fuente, con
música de Leo Deliber.
Sin embargo, Dinamarca mantuvo los patrones del ballet romántico. El coreógrafo
danés August Bournonville, que había estudiado en París, no sólo estableció un
sistema de preparación, sino que creó un amplio cuerpo de obras, incluida su
propia versión de La sílfide. Muchos de estos ballets se representan todavía
por el Real Ballet de Dinamarca.
Rusia también mantuvo la tradición del ballet francés a finales del siglo XIX,
gracias al coreógrafo francés Marius Petipa, que llegó a ser director de
coreografía del Ballet Imperial Ruso. Perfeccionó el ballet con argumento largo
y completo que combinaba series de danza con escenas de mimo. Sus obras más
conocidas son, entre otras, La bella durmiente (1890), El lago de los cisnes y
Cascanueces, las tres en colaboración con el ruso Liev Ivanov, sobre música de
Piotr Ilich Chaikovski.
El siglo XX
Con el tiempo, el método coreográfico de
Petipa se convirtió en una fórmula. Fokine demandó mayor expresividad y
autenticidad en la coreografía, decorados y vestuario. Pudo llevar a término
sus ideas con los Ballets Rusos, una compañía nueva que organizó junto al
empresario teatral ruso Sergei Diáguilev.
Los Ballets Rusos debutaron en París en 1909 y alcanzaron un éxito de
inmediato; además iniciaron la era del ballet moderno. Los bailarines
masculinos, entre ellos el ruso Vaslav Nijinski, fueron especialmente
admirados, puesto que los buenos bailarines masculinos casi habían desaparecido
de París. La compañía presentó una amplia gama de obras, incluido un ballet de
un solo acto de Fokine con temas de gran colorido del folclore ruso y asiático:
El pájaro de fuego (1910), Sheherazade (1910) y Petruska (1911). Los Ballets
Rusos llegaron a ser sinónimo de innovación y vitalidad, reputación mantenida a
lo largo de sus 20 años de existencia.
Aunque los elementos más famosos de la compañía fueron rusos, entre ellos los
diseñadores Leon Bakst y Alexandre Benois, y el compositor Ígor Stravinski,
Diáguilev contrató a muchos artistas, pintores, poetas y compositores de Europa
occidental, como Pablo Picasso y Maurice Ravel, para colaborar con los ballets.
Los coreógrafos de Diáguilev, Fokine, el polaco Branislava Nijinska, Vaslav
Nijinsky, el ruso Leonid Massine (responsable de la adaptación de El sombrero
de tres picos con música del español Manuel de Falla), el ruso-estadounidense
George Balanchine, y el bailarín y coreógrafo ruso-francés Serge Lifar,
experimentaron con nuevos temas y estilos de movimiento, y abrieron nuevos
horizontes al ballet.
Las ramificaciones derivadas de los Ballets Rusos revitalizaron el ballet por
todo el mundo. La bailarina rusa Anna Pavlova, que bailó en las primeras épocas
de los Ballets, creó su propia compañía viajando por muchos países. Fokine
trabajó con muchos grupos de ballet, incluido el futuro American Ballet
Theatre. Massine colaboró con el Ballet Ruso de Monte Carlo, compañía creada
tras la muerte de Diáguilev. Dos antiguos miembros de los Ballets Rusos, la
británico-polaca Marie Rambert y Ninette de Valois, contribuyeron de forma
decisiva a que el ballet arraigara definitivamente en Inglaterra. Alumnos de
Rambert fueron los coreógrafos británicos Frederick Ashton, Antony Tudor y John
Cranko. De Valois fundó la compañía que llegaría a ser el Britain’s Royal
Ballet. Balanchine fue invitado a trabajar en Estados Unidos por Lincoln
Kirstein, un acaudalado mecenas de las artes de ese país. Lifar trabajó en la
Ópera de París y dominó durante muchos años el ballet francés.
Entre los años 1920 y 1930 comenzó a desarrollarse en Estados Unidos y Alemania
la danza moderna, que ya se había iniciado a finales del siglo XIX. Las
bailarinas estadounidenses Martha Graham y Doris Humphrey y la alemana Mary
Wigman, entre otras, rompieron con el ballet tradicional para crear sus propios
estilos de movimiento y coreografías más estrechamente relacionados con la vida
actual de la gente. Los ballets también reflejaron este movimiento hacia el
realismo. En 1932, el coreógrafo alemán Kurt Jooss creó La mesa verde, ballet
antibelicista. Antony Tudor desarrolló el ballet psicológico, con el que ponía
de manifiesto la vida interior de los personajes. La danza moderna además
amplió el vocabulario del movimiento en el ballet, concretamente en el uso del
torso y en movimientos que se producen con los bailarines acostados o sentados
en el suelo.
La idea de la danza en sentido puro creció en popularidad. En la década de
1930, Massine inventó el ballet sinfónico, que trataba de expresar el contenido
musical de sinfonías de los compositores alemanes Ludwig Van Beethoven y
Johannes Brahms. Balanchine a su vez comenzó a crear ballets abstractos en los
que la motivación primordial era el movimiento aplicado a la música. Su ballet
Jewels (1967) está considerado como el primer ballet de larga duración de este
tipo.
Por los años 1940 se fundaron en Nueva York dos grandes compañías de ballet, el
American Ballet Theatre y el New York City Ballet. El segundo reclutó a muchos
de sus bailarines de la School of American Ballet (Escuela de Ballet Americano)
fundada por Balanchine y Kirstein en 1934. A partir de la segunda mitad del
siglo XX, se han creado compañías de ballet en muchas ciudades de Estados
Unidos y de Canadá, entre ellas el Ballet Nacional de Canadá, en Toronto
(1951); los Grandes Ballets Canadienses, en Montreal (1952); el Ballet de
Pennsylvania, en Filadelfia (1963), y el Houston Ballet (1963).
A principios de 1956, las compañías rusas, donde imperaba el ballet académico,
como la del teatro Bolshói y el teatro Kírov, hicieron por primera vez
representaciones en Occidente. La intensa expresividad dramática y el
virtuosismo técnico de los rusos produjeron un impacto enorme. La influencia
rusa sobre el ballet ha sido inmensa, tanto por las visitas que realizaban las
compañías rusas a otros países, como por las actividades de los bailarines
soviéticos que desertaron; casos famosos son Rudolf Nureyev, director artístico
del Ballet de la Ópera de París desde 1983 hasta 1989; Natalia Makárova, y
Mijaíl Baryshnikov, director del American Ballet Theatre de Nueva York, desde
1980 hasta 1989.
En España, durante el siglo XVIII, se abrieron escuelas a las que llegaron
maestros y coreógrafos de otros países. En el siglo XIX en Barcelona, a la
temporada de ópera le seguía otra de ballet con gran éxito. En Madrid, a raíz
de la inauguración del Teatro Real en 1850, se crea la Academia de Baile del
Real dirigida por el maestro Monet. De todo este movimiento salen grandes
figuras, entre las que cabe destacar a la gran bailarina Rosita Mauri
(1849-1923). Las escuelas de baile han continuado en el siglo XX, con las dos
modalidades: estilo español y ballet clásico. En 1979 se forma la compañía de
ballet nacional con el nombre de Ballet Nacional de España Clásico (hoy Ballet
Lírico Nacional), que tiene como primer director a Víctor Ullate, gran bailarín
español que había trabajado varios años en el Ballet du XXe Siècle de Maurice
Béjart. En 1983 se hizo cargo de la dirección de los Ballets Nacionales
(español y clásico) la prestigiosa maestra de baile María de Ávila. En 1987
Maia Plisiétskaia fue nombrada directora artística del Ballet Lírico Nacional.
La compañía elabora un cuidadoso repertorio de obras clásicas, al mismo tiempo
que incorpora obras de nueva creación, y se ha labrado un sólido prestigio con
numerosas actuaciones tanto en España como en el extranjero. La incorporación
del coreógrafo y bailarín español Nacho Duato como director artístico del
Ballet en 1990 ha supuesto un cambio innovador en la historia de la compañía.
En Cuba, el desarrollo del ballet llega a su culminación con la creación de la
compañía Ballet Nacional de Cuba, fundada y dirigida por la coreógrafa y gran
bailarina Alicia Alonso, quien confiere a la compañía tal grado de perfección y
estilo que no sólo consiguen el éxito en las diferentes giras que realizan por
todo el mundo, sino que obtiene un prestigio como escuela cubana de ballet
universalmente reconocido.
La danza en general experimentó un enorme ascenso en popularidad a comienzos de
la década de 1960. El ballet comenzó a manifestar la influencia de una audiencia
cada vez más joven, tanto en los temas como en el estilo.
El repertorio del ballet actual ofrece una gran variedad. Coexisten ballets
nuevos y reposiciones y recreaciones de antiguos ballets con montajes novedosos
creados por los coreógrafos del ballet moderno para las distintas compañías.
Los coreógrafos experimentan al mismo tiempo con los estilos y formas nuevos y
tradicionales, y los bailarines intentan constantemente ampliar su nivel
técnico y dramático. Los frecuentes viajes de las compañías de ballet permiten
a las audiencias de todo el mundo comprobar el amplio campo de la actividad del
ballet actual.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Canon
Canon (música) (en griego kanon, 'estándar'), composición musical en la
cual una voz o parte presenta una melodía (el sujeto) y, después de una serie
de pulsos, una segunda voz repite o contesta a la melodía nota a nota, bien con
la misma altura musical o con una más alta o baja. Puede entrar una tercera voz
que comenzará la melodía una serie de pulsos después del comienzo de la segunda
voz, y así sucesivamente. Si la imitación se efectúa a partir de una altura
musical diferente el sujeto se verá ligeramente alterado para ajustarse a la
tonalidad de la composición. Si la melodía del sujeto conduce a su inicio, de
modo que la pieza se repita de forma infinita, el canon se denomina circular.
El tipo de canon circular más común se conoce como ronda.
Hay maneras más complejas de escribir la respuesta en un canon, entre ellas la
aumentación y la disminución (el alargamiento y el acortamiento de las notas de
la voz que responde); la inversión (dar la vuelta de arriba abajo y viceversa a
cada uno de los intervalos); la retrogradación (a veces conocida como canon
cancrizans, dado que las notas del sujeto aparecen en orden invertido, del
final al principio); la combinación de una respuesta tanto invertida como
retrógrada; y la repetición de las notas de la melodía del sujeto, pero
cambiando el compás y las duraciones (cánones medidos). La imitación canónica
se emplea a menudo durante algunos compases en las composiciones que usan el
contrapunto. Un buen ejemplo de cánones lo tenemos en las Variaciones Goldberg
B.W.V. 988 de J.S. Bach, un conjunto de 30 variaciones sobre un tema, en las
cuales cada tercera variación es un canon, a intervalos crecientes —el primero
es al unísono, el segundo trae la respuesta una segunda mayor sobre el sujeto,
el tercero lo hace una tercera más alto y así hasta la novena. Si bien el punto
culminante del canon como técnica compositiva se sitúa a finales del siglo XV,
ha adquirido una creciente relevancia en el siglo XX, como lo demuestran
compositores tales como Anton Webern, de la escuela de Viena, y Carl Ruggles, en
Estados Unidos, que a menudo se inspiraron en modelos del renacimiento
temprano. La primer pieza conocida que es un canon de principio a fin es la
composición anónima inglesa del siglo XIII "Sumer Is Icumen In".
Chacona
Chacona, danza y forma musical en compás lento de tres tiempos. Surgió
alrededor de 1600 en América Latina y en España como baile humorístico, que se
danzaba bien solo o en pareja. Hacia el siglo XVIII se había convertido en una
danza de pasos solemnes para una doble fila de parejas y era popular en la
corte francesa. Algunos autores definen su forma musical como unas variaciones
sobre una línea de bajo que se repite constantemente. Un ejemplo de este tipo
es el aria "When I am laid in earth" de Dido y Eneas de Henry
Purcell. Otros la definen como unas variaciones continuas sobre una serie de
armonías fijas, como sucede en la chacona que finaliza la Partita nº 2 para
violín solo de J. S. Bach. El término pasacalle también se utilizó para
describir piezas similares: la distinción entre ambos es ambigua. Los
compositores franceses tales como François Couperin usaron el término chaconne
en rondeau para denominar a unas piezas para clavicémbalo que poseían la forma
ABACAD...A. Ésta se dio a conocer a finales del siglo XVIII bajo el nombre de rondó.
Como danza, fueron Jean Baptiste Lully y Jean Philippe Rameau quienes la
desarrollaron musicalmente, usando la chacona como parte integral de los
ballets de sus óperas y mascaradas.
Fuga
INTRODUCCIÓN
Fuga, composición musical de un solo tiempo y
escrita en estilo polifónico, en la que un tema melódico se ve sistemáticamente
sometido a la imitación melódica. La textura musical de una fuga descansa en el
contrapunto (melodías entretejidas), y su rasgo estilístico más importante es
el tratamiento del material temático por medio de la imitación. Esta
característica es típica también del fugato, un pasaje que emplea técnicas de
la fuga dentro de otra forma, por ejemplo, la sonata. Sin embargo, no
necesariamente se ajustará en todos los detalles a una forma fija. La calidad
de la fuga depende del partido que se saque del contrapunto riguroso de una
única idea. Por ello, cualquier fuga responderá esencialmente a una fórmula
abstracta, aunque se desviará de ella en cierto grado.
Pueden estar escritas para un instrumento solista, como el órgano o el piano,
para grupos de instrumentos o para grupos de voces, ya sean acompañadas, o a
capella. El número de partes o voces será dos como mínimo, aunque lo más
habitual es que sean cuatro. Este número se mantendrá constante a lo largo de
la obra.
ESTRUCTURA
Las partes principales de una fuga son la
exposición del tema y su imitación. La fuga comienza con la exposición del
sujeto que preferentemente aparecerá solo, aunque puede ir acompañado por una o
varias voces. Una vez expuesto aparece la respuesta con la última nota del
sujeto en la que una segunda voz imita el tema, generalmente en un intervalo de
quinta superior o cuarta inferior respecto a la aparición inicial. La respuesta
puede ser una repetición literal del tema o sujeto (una respuesta real) o una
imitación libre del mismo (una respuesta tonal).
Durante la respuesta, la primera voz continúa evolucionando en un contrapunto
libre. Si este contrapunto contiene una melodía significativa que volverá a
aparecer más adelante, entonces la melodía se llama contratema o contra sujeto.
A la respuesta puede seguirle un breve periodo de contrapunto libre en ambas
voces, pero después de un corto espacio de tiempo entrará una tercera voz con
una aparición del tema que comienza en el mismo grado de la escala que la
primera exposición, aunque una octava por debajo o por encima. Estas
apariciones alternadas del tema y la respuesta continuarán hasta que hayan
entrado todas las partes. Las voces ya activas continuarán evolucionando en
contrapunto libre, pero a veces permanecerán silenciosas durante breves
periodos.
A la primera exposición completa le sigue un episodio (pasajes de contrapunto
libre construidos con figuras melódicas derivadas del tema, el contratema o el
contrapunto libre de la exposición). Las exposiciones siguientes mantienen la
textura contrapuntística libre del episodio precedente. Las exposiciones
intermedias también pueden utilizar la modulación de una tonalidad central en
otras relacionadas.
La fuga puede emplear mecanismos contrapuntísticos adicionales, como la
aumentación (exposición del tema con valores más largos), la disminución
(exposición del tema con los valores temporales disminuidos), la inversión (la
repetición del tema con la melodía dada la vuelta), el estrecho (una serie de
entradas imitativas comprimidas, en las que cada voz comienza el tema antes de
que la voz precedente haya finalizado su declaración) o el punto de pedal (una
larga nota sostenida en el bajo mientras las otras voces continúan en contrapunto).
La fuga con varios temas puede ser doble o triple, e incluir exposiciones de
segundos y terceros temas. Hay otro tipo de doble fuga en el que el segundo
tema aparece como contratema durante la primera exposición para luego ser
utilizado a lo largo de la pieza. Un ejemplo de ello lo encontramos en el kyrie
del Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart.
HISTORIA
El rasgo estilístico fundamental de la fuga
(la imitación de un tema por voces que entran sucesivamente) cristalizó en el
motete y la chanson renacentista alrededor de 1500. Estas formas evolucionaron
para convertirse en los antecedentes inmediatos de la fuga, el ricercare y la
canzona, formas instrumentales relevantes en el siglo XVI y comienzos del XVII.
El ricercare del compositor italiano Girolamo Frescobaldi y las fantasías para
órgano del compositor holandés Jan Pieterszoon Sweelinck tuvieron una
influencia especial en el desarrollo propio de la fuga.
Durante el barroco tardío (la primera mitad del siglo XVIII), la fuga fue muy
desarrollada por los organistas-compositores del norte de Alemania,
especialmente por Dietrich Buxtehude. La época de esplendor comienza a mediados
del siglo XVIII y llega a su máximo expresión con Johann Sebastian Bach que
mostró todos los matices y artificios de la fuga en dos colecciones
monumentales: El clave bien temperado y el inconcluso Arte de la fuga.
Posteriormente decae el uso de esta forma. En Inglaterra, el alemán coetáneo de
Bach Georg Friedrich Händel, utilizó fugas corales en sus oratorios. En la era
del clasicismo (c. 1750-c. 1820) compositores como Joseph Haydn, Ludwig van
Beethoven y Mozart incorporaron la técnica de la fuga en sus sonatas,
sinfonías, obras corales y cuartetos de cuerdas. También fueron destacados
exponentes Johannes Brahms y César Franck en el siglo XIX, y ya en el XX Paul
Hindemith.
Música de cámara
Música de cámara, música instrumental para conjunto. Consta en general
de dos a doce músicos, uno por cada parte melódica, y todas las partes tienen
la misma categoría. La música de cámara de alrededor de 1750 estaba
principalmente compuesta para cuarteto de cuerdas (dos violines, una viola y un
chelo), aunque también han sido populares los dúos, tríos y quintetos, éstos
últimos con cuatro instrumentos de cuerda y un piano o un instrumento de
viento. Esta música estaba, en principio, destinada a actuaciones privadas. Los
conciertos públicos de música de cámara comenzaron a tener lugar sólo a partir
del siglo XIX.
La música profana de la edad media y el renacimiento (1450-1600) estaba generalmente
compuesta para pequeños conjuntos vocales e instrumentales. La mayoría de las
composiciones eran piezas vocales a tres, cuatro y cinco voces. Los grupos
instrumentales simplemente tocaban esta música vocal de cámara usando
cualquiera de los instrumentos deseados o disponibles en esa época.
El primer gran ejemplo de lo que hoy día identificamos como música de cámara
apareció en Inglaterra a finales del siglo XVI y principios del XVII. En esa
época se escribió una gran cantidad de música para grupos de cuatro a siete
violas, conformando lo que se llamaría viol consort o conjunto de violas. Era
una música de carácter íntimo y a menudo intensamente emotiva. Una de las
formas más típicas para la cual se ha escrito música de violas es In nomine,
una fantasía basada en una vieja melodía de canto llano que se hizo famosa por
utilizar las palabras "In nomine Domini" de una misa del compositor
John Taverner de principios del siglo XVI. Christopher Tye compuso 20 arreglos
de In nomine que revelaron el continuo desarrollo de un estilo instrumental
característico. Para ello utilizó la totalidad de las seis cuerdas de las
violas y su capacidad para interpretar grandes saltos melódicos. William Byrd
escribió 7 arreglos. Esta forma continuó vigente durante el siglo XVII, cuando
Henry Purcell produjo dos magistrales arreglos, a seis y siete partes,
alrededor de 1680.
En la era del barroco (1600-1750), cobraron importancia, primero en Italia, y
más tarde en la Europa más al norte, dos géneros instrumentales: la sonata da chiesa
o sonata de iglesia, y la sonata da camera o sonata de cámara. En la música
instrumental, así como en la vocal, la textura musical presente en todas las
obras consistía en situar una melodía en la parte superior, y apoyarla con el
bajo continuo —una melodía de bajo interpretada, por ejemplo, con el chelo o el
fagot, cuyas armonías rellenaban el laúd, el clavecín o el órgano—. Los géneros
principales de la música de cámara eran las sonatas en trío, en realidad
sonatas da chiesa o da camera compuestas para dos violines solistas (o flautas
u oboes, a veces dependiendo de la elección de los intérpretes), más un
continuo. Las sonatas solistas estaban generalmente escritas para violín y
continuo. No obstante, las sonatas en trío también podían tocarse, si así se
deseaba, en un conjunto mayor, de seis a ocho intérpretes. Además, se componían
cantatas de cámara para voz solista y continuo, así como dúos vocales con
continuo, que de hecho sirvieron de modelo a la sonata en trío.
El compositor más destacado del siglo XVII de sonatas en trío y sonatas
solistas fue el italiano Arcangelo Corelli, cuyas obras influyeron en la música
de cámara de Henry Purcell y, más adelante, del compositor francés François
Couperin y el alemán nacionalizado inglés Georg Friedrich Händel, así como en
Johann Sebastian Bach. No obstante, en la época de Händel y Bach, se había
eliminado la distinción entre las sonatas de iglesia y las de cámara, mientras
que la sonata de trío contenía elementos de ambas.
Durante el clasicismo (1750-1820), el compositor austriaco Joseph Haydn
escribió música de cámara en un estilo que lo distinguía de otras músicas para
conjuntos. Resulta importante destacar que los predecesores del nuevo estilo
provenían de géneros de la música ligera vienesa como el divertimento y la
serenata. Estas composiciones, interpretadas al aire libre por grupos de
instrumentos de cuerda y viento, abandonaron el uso del continuo y, en cambio,
utilizaban instrumentos de tesituras intermedias para rellenar las armonías.
Haydn estableció el cuarteto de cuerdas como el conjunto de música de cámara
por excelencia. La forma en cuatro movimientos de sus cuartetos fue la
predominante durante la era del clasicismo. La sonata clásica, como tal, surgió
de sus cuartetos marcada especialmente con un juego de forja, complejo e
íntimo, entre los cuatro instrumentos. Haydn otorgó a cada uno una condición de
igualdad, sin utilizar ninguno de ellos como simple relleno armónico. Sus
cuartetos de cuerda influyeron, y fueron influidos, por los de su compatriota
Wolfgang Amadeus Mozart. Su sucesor, Ludwig van Beethoven, alargó enormemente
las dimensiones del cuarteto de cuerdas, a la vez que preservó su carácter
íntimo.
La música de cámara del romanticismo (1820-1900) fue desarrollada,
especialmente, por aquellos compositores que fusionaron este estilo con cierta
inclinación clásica. Ejemplos de ello son el austriaco Franz Schubert y el
alemán Johannes Brahms. Durante este periodo, Schubert, Schumann y Brahms
continuaron cultivando la forma del trío para piano, violín y chelo que habían
establecido Haydn y Beethoven. Pero también comenzaron a establecerse otras
combinaciones instrumentales, diferentes del cuarteto de cuerdas, como el
quinteto de cuerdas (un cuarteto al que se añadía una viola o chelo adicionales),
el sexteto de cuerdas (con viola y chelo adicionales), y el cuarteto para piano
(piano más tres instrumentos de cuerda). Quizá la evolución más importante haya
sido la consolidación de la sonata para instrumento melódico acompañado por
piano. Una vez más la figura que hay que destacar es Beethoven, que compuso 10
sonatas para violín de este estilo, así como 5 para chelo, que son el modelo
para sus seguidores. Schumann, Mendelssohn y Brahms, con sus sonatas para
violín, chelo o (en el caso de Brahms) clarinete, dieron un nuevo sentido de
profundidad y seriedad a unas formas que derivaban en parte de la sonata
solista del barroco, pero también de los ligeros divertimentos vieneses.
En el siglo XX surgieron varias tendencias en la música de cámara. Los géneros
clásicos como los cuartetos de cuerdas acusaron la influencia de lenguajes y
técnicas contemporáneas en los trabajos de los compositores franceses Claude
Debussy y Maurice Ravel, del húngaro Béla Bartók, cuyos 6 cuartetos de cuerdas
forman una de las contribuciones más importantes a la música de cámara del
siglo XX, de los austriacos Arnold Schönberg, Alban Berg y Anton von Webern,
del compositor Dmitri Shostakóvich y del alemán Paul Hindemith. Los conjuntos
de música de cámara de composición variada —incluyendo instrumentos como las
voces, el arpa, la guitarra, los vientos o la percusión— se convirtieron en los
principales vehículos para la nueva música de compositores como Schönberg,
Webern, Ígor Stravinski, Benjamin Britten o Pierre Boulez. La música de cámara,
que una vez fue el campo propio de los aficionados, se ha convertido, como la
música de orquesta, en el terreno exclusivo de los músicos profesionales.
Ronda
Ronda (música) o Round, composición vocal corta, en la que todas las
voces cantan la misma melodía en el mismo tono, pero en la que cada parte entra
una serie de tiempos después de la anterior, de modo que la melodía se imita a
sí misma. La ronda es, por ello, una forma de canon. La mayoría son cánones
circulares, es decir, que están escritos de manera tal que la obra puede
repetirse infinitamente hasta que los cantantes decidan concluir. La caza era
un tipo de ronda escrita en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, cuyo
texto era típicamente humorístico o consistía en un juego de palabras. Henry
Purcell escribió numerosas piezas muy bellas.
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/ballet.html
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/canon.html
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/chacona.html
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/fuga.html
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/msica-de-cmara.html
http://evolucionmus.blogspot.com/2008/09/ronda.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario