Las élites en América española,
actitudes y mentalidades
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En la perspectiva de este trabajo
basado en gran parte en la producción historiográfica reciente — aunque si toma
en cuenta fuentes documentales originales especialmente en la parte
"prospectiva" dedicada al caso de Venezuela —, una constatación se
impone de entrada: el relativo éxito de los estudios dedicados a los estratos
superiores de la sociedad colonial hispanoamericana. Y esto tanto en el mundo
universitario anglosajón — tradicionalmente orientado hacia ese tipo de
investigaciones — como en las aulas europeas y desde hace poco tiempo en los
países formados a raíz de la desintegración del imperio español. No nos toca
aquí analizar el por qué de esta tendencia, sus fundamentos propiamente
científicos o incluso ideológicos. Ahora bien, una evolución merece ser
señalada por lo que se refiere a la investigación histórica, fundada en
corrientes historiográficas como por ejemplo de Los Anales:
la orientación de la historia latinoamericana ya no hacia la acción individual
sino hacia la acción colectiva. Como lo indicamos anteriormente, este vuelco
refleja indudablemente un movimiento general de la historiografía americanista:
mientras se insistía tradicionalmente en el estudio de las instituciones —a
través de las cuales actuaban los individuos quienes al mismo tiempo recibían
su influencia), las investigaciones se orientan ahora y preferentemente hacia
los grupos sociales: categorías o clases socioeconómicas, grupos
socioculturales (castas) y las entidades corporativas. Evolucionan incluso
hasta una conceptualización más cultural que con frecuencia desemboca en la
historia de las mentalidades En esta evolución significativa de la
historiografía radica principalmente la orientación preferencial de los
estudios hacia las "élites"1.
2De la misma manera, esta temática y
esta conceptualización implican la utilización de métodos específicos tales
como la prosopografía y las genealogías sociales, que facilitan la
interpretación de una realidad compleja por esencia ya que abarca tanto el
campo de lo económico (riqueza del grupo considerado ya que las élites
coloniales se pueden definir a grandes rasgos como los detentores de la riqueza
y del poder) como de lo social (el estatuto social logrado o por lograrse),
político (poder efectivo, los actores reales) y cultural (sistema de valores,
formación de un sector "intelectual" en relación directa o indirecta
con las llamadas "élites de poder"). En última instancia la
problemática de las élites nos lleva en efecto al problema del ejercicio del
poder — teniendo en cuenta sus diversas acepciones locales — y a sus relaciones
con las distintas formas de saber, más fáciles de delinear a través de esas
"biografías colectivas"2.
3 A partir de una valoración crítica
de estos elementos definitorios, de los criterios manejados y por lo tanto de
un balance de los trabajos realizados hasta ahora sobre este tema para las
distintas regiones y entidades político-administrativas que conformaron el
imperio de América se vuelve posible establecer no sólo constantes de esa
aprensión sino también, al relativizarlas, la especificidad de los referidos
grupos económico-sociales, en las distintas provincias existentes, más
particularmente en el caso de Venezuela. Está por demás recalcar que esta
elección tiene como consecuencia una aproximación regional, la que constituye
en realidad el fundamento del estudio de estas élites. El enfoque comparatista
— combinando por lo tanto diacronía y sincronía — representa por lo tanto un
aspecto no desdeñable de estas interpretaciones, sugiere sobre todo unas
posibles "pistas" de investigación. No deja de recoger además las
enseñanzas de maestros como Marc Bloch y Fernand Braudel, partidarios del
método comparado...
Pluralidad de las definiciones y recurrencia del modelo
hispánico: hacia una redefinición de las élites
4Ahora bien, una advertencia se
impone a la hora de abordar este tema, relativa precisamente a su elección.
Aparte de la motivación ideológica que pueda intervenir en el asunto, hay que
considerar la vertiente "práctica" de este tipo de investigación, la
de las fuentes. Salvo contadas excepciones, la literatura administrativa y
diplomática española no se refiere a "los de abajo" y menos todavía
es producto de estos estratos de la sociedad colonial. En el mejor de los
casos, es reflejo, información que se tiene que complementar con otro tipo de
fuentes. En este sentido, el estudio de las capas superiores de esta sociedad
se beneficia de una mayor accesibilidad de las fuentes y de su gran variedad,
pese a las apariencias iniciales: administrativas, fiscales, notariales,
judiciales, religiosas, hemerográficas etc. ...4. De ahí la posibilidad que se nos
ofrece de identificar y caracterizar a ciertos — por no decir a buena parte— de
los actores reales del proceso que se llevó a cabo en Venezuela en las décadas
anteriores a la revolución de Independencia.
5El estudio que quizás más haya
marcado ese campo de la historia social y de la investigación americanista,
planteando problemas y dando testimonios de las nuevas tendencias así como una
evaluación cuantitativa y cualitativa de las mismas es el de M. Mörner3.. La pluralidad de los criterios
manejables es en efecto la primera característica de este tipo de estudios. Se
suele hablar de élite — o incluso de "élites" si se quiere insistir
en su diversidad— económica, social, política, cultural, incluso intelectual que
según su grado de coincidencia, definen a las élites principales, por oposición
a las llamadas élites secundarias estudiadas por J. Tutino. En realidad la
pluralidad, la diversidad de este grupo se resuelve, cristaliza en un elemento
común: el estatuto social, fundado originariamente en el nivel de riqueza, y el
ejercicio del poder, para retomar la definición de D. Brading según la cual
integran esta categoría los detentores de la riqueza y del poder5.
6Como origen de la búsqueda de este
estatuto, una herencia hispánica, un modelo que se puede resumir a la luz de
las investigaciones más recientes como la transferencia de un sistema de
valores de la Península al Nuevo Mundo, y sobre todo, la recreación del mismo y
de las instituciones que le están asociadas en tierras americanas, en función
de determinadas "circunstancias" locales — su adaptación y
transformación que propicia la formación de un "tipo social original",
el cual no deja de inscribirse en la larga duración ya que lo encontramos en el
caso de México a lo largo del siglo XIX .
7Por otra parte, es indudable que el
sustento económico es un elemento fundamental a la hora de definir las élites —
aunque no único si recordamos las descripciones de numerosos viajeros y
cronistas, relativas al hidalgo recién emigrado de las provincias vascongadas o
de la Montaña de Santander, sin fortuna pero paseando a caballo como se lo
permitía su calidad—
el poder económico llega a ser incluso punto de partida para lograr un poder
efectivo pero de índole político. Como lo señala Doris Ladd en su estudio de la
nobleza mexicana a vísperas de la Independencia, si no todos los nobles de
Nueva España eran millonarios — aunque este territorio concentró las mayores
fortunas de la colonia, si recordamos las apreciaciones de Humboldt, quien
estima las mayores fortunas de La Habana y de Caracas en respectivamente 200
000 y 700 000 pesos ...— en cambio sí eran nobles todos los millonarios de este
conjunto territorial. Está comúnmente admitido que en la ciudad de México a
fines del siglo XVIII, unas 400 familias disponían de fortunas superiores a los
100 000 pesos, conformando las "grandes familias" cien de ellas
aproximadamente. Ejemplo significativo de la dualidad y de las interacciones
entre la base económica y el estatuto social y el consiguiente poder logrado
por ejemplo en las instituciones municipales (cabildos, en cierta medida las
milicias urbanas) o económicas — tipo Consulado o Tribunal de Minería según las
regiones consideradas— lo constituye el gran minero-hacendado—aristócrata del
norte de Nueva España (Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí). Aparente
contradicción es en efecto la coexistencia en unos mismos personajes de la
modernidad — bajo forma de verdaderas estrategias económicas encaminadas a
controlar todas las etapas de la producción minera, logrando lo que llamaríamos
hoy en día "integración": minas, haciendas de beneficio donde se
refina el mineral de plata, haciendas de campo destinadas a abastecer las
primeras, conformando un "complejo económico-social" de singular
eficiencia— y de una tradición propia de las sociedades de Antiguo Régimen que
se refleja en los comportamientos señoriales de los mismos.
8El proceso se puede resumir de la
siguiente manera: con las fortunas realizadas gracias a las minas, estos
personajes adquieren tierras — elemento de prestigio social —, y confortan su
estatuto social por la compra de un título de nobleza que llega a tener valor
de consagración de un poder económico y social de hecho. Pero ese mismo
"afán de hidalguía" para retomar la expresión de Fernand Braudel, la
búsqueda de un título nobiliario propiamente dicho o de esa otra forma de
nobleza (la primera en realidad como lo subraya G. Lohmann Villena) que es el
hábito de una orden militar (peninsular: Santiago, Alcántara, o Calatrava; o
específicamente americana como lo fue la de Carlos III), los comportamientos
señalados, fundados en el modelo hispánico y concretado en Nueva España por los
fueros adquiridos no sólo nobiliarios sino en primer lugar militar (son
maestres de campo, capitanes de fronteras ...), caracterizados por otra parte
por el ejercicio del derecho de justicia, una vida que transcurre entre las
haciendas fortificadas del norte de Nueva España y los palacios de la ciudad de
México ("señorean"), indisociable de una extensa red de clientes,
allegados, paniaguados, obligados y parientes en la cual se apoyan para ejercer
un poder local de hecho y por lo tanto difícilmente cuestionable por las
autoridades locales, todos rasgos que conforman un conjunto de comportamientos
tradicionales.
§
9No nos corresponde analizar aquí con
toda precisión esta cuestión de la dualidad de los comportamientos, de la
modernidad identificada en lo económico (las referidas estrategias aunque
incluyan estrategias de acaparamiento de minas y tierras, participan de la
integración y diversificación de las actividades económicas) y de la tradición
en lo social (estilo de vida, modelo imperante, sistema de valores, en una
palabra mentalidades aunque también se pueden perfilar en lo económico aunque
en otro registro): las inversiones en la tierra responden con frecuencia a la
búsqueda del estatuto social — pero recordemos también que la actividad
económica determina el uso y utilidad efectiva de la tierra. En las economías
de plantación, mejor dicho en las zonas de agricultura comercial, orientadas
hacia ciertos productos de alto valor, como el añil, la cochinilla o el cacao,
es el control de la mano de obra lo que determina en realidad el poder de la
élite terrateniente— , y buena parte de esas inversiones terminaron como lo
señaló Brading, en las arcas de la Iglesia, por los gravámenes soportados por
esas propiedades. Recordemos, en pocas palabras y para precisar esta
interpretación que hay que matizar sin embargo según los casos considerados, la
función crediticia de la Iglesia en la Colonia, junto a la piedad que anima a
estos nobles, y la vertiente caritativa no exenta de aspectos suntuarios...
Hasta los más grandes de estos aristócratas — como el legendario Conde de Regla
en Nueva España, dueño de empresas mineras y textiles, de un banco de plata y
destacado hacendado por otra parte— presentan esta aparente
"contradicción" entre estrategias económicas y comportamientos
sociales que hace plantearse a los estudiosos de semejantes casos unas
interrogaciones sin respuesta verdaderamente satisfactoria si no se acercan al
terreno de la historia de las mentalidades7.
10Ahora bien, esta permanencia del
modelo aristocrático, perceptible de alguna u otra manera en el comportamiento
de los mismos "comerciantes" que conforman una élite "secundaria"
o sea sin consagración de tipo nobiliar — en primer término por su nivel de
riqueza— la que existía todavía — hay que recordarlo— en la misma
Península — no implica, al menos en el caso que tuvimos la oportunidad de
estudiar, y confirmado en otras áreas de América, una oposición, un choque
frontal con la política del Estado español en las Indias (salvo excepción como
la de Venezuela, que consideraremos con más detalle a continuación). Sino todo
lo contrario. Se realiza una convergencia de los intereses de estos poderosos
particulares y de los intereses de la Corona: una manifestación significativa
de lo que aparece como una constante en Nueva España o en el Perú lo constituye
la evolución del derecho de lanzas.
11Aunque tuvieron el sentido de
servicio militar que el noble le tenía que prestarle al soberano en los
campos de batalla (en el contexto de la España de la Reconquista), las lanzas
se convierten en un derecho que había que abonar a la Real Hacienda en caso de
creación o de sucesión de un título nobiliario. Lo que no excluía ni mucho
menos incluso durante el gobierno "centralista" de los Borbones
(plasmado en las Ordenanzas de Intendentes 1776-1786) una forma de
"colaboración" similar de los poderosos locales con la Corona. Los
grandes mineros zacatecanos controlaban por ejemplo unos ejércitos
particulares, en la más pura tradición medieval, y lo siguen haciendo en el
último tercio del siglo XVIII. Uno de ellos, el Conde de Casafiel, reprime en
1767 unas sublevaciones en el sur de la Nueva Galicia (ocurridas entre otras
razones, a raíz de la expulsión de los Jesuitas) y a consecuencia de esta
actuación, consigue su título de nobleza, con la debida aprobación de José de
Gálvez, visitador de Nueva España y luego ministro de Indias. Estas huestes
tenían como primera finalidad asegurar la paz y la tranquilidad en unas lejanas
comarcas asoladas por los indios nómadas, bandidos y otros salteadores de
caminos, y en primer lugar, proteger las propiedades de estos grandes
hacendados. El conde del Valle de Súchil hasta crea una villa, la Nueva Bilbao,
que mantiene a su costa durante cincuenta años en la llamada línea de los
presidios, zona tradicionalmente frágil y controvertida como todo el extremo
norte de Nueva España, "tierra de frontera" a lo largo del periodo
colonial. Si añadimos que la misma seguridad de los convoyes de plata mandados
de la Caja Real local a la Casa de Moneda de México la aseguraban los grandes
mineros, tendremos una idea más clara de la importancia de las delegaciones de
poder consentidas por la Corona a favor de sus vasallos8 .
12Conforme vamos avanzando en el siglo
XVIII, la ayuda financiera prestada por este concepto o de manera más directa
con los "donativos" y
"préstamos a la Corona" —
para luchar por ejemplo contra el "tirano de Europa"— por los
representantes de las "grandes familias" hace de ellos los soportes
financieros de la Corona. Los Fagoaga acostumbraban financiar las empresas
diplomático—militares de la Corona, otro tanto se puede decir de los grandes
mineros, a título individual o por medio de su organismo directivo, el Tribunal
de Minería (1777), o de los comerciantes —a veces los mismos personajes—
reunidos en los Consulados de comercio (México, Guadalajara y Veracruz, creados
en 1795), y de los hacendados (véase el caso de Guadalajara estudiado por Ramón
Serrera). Tal es la situación descrita para Nueva España, pero los estudios
dedicados a otras áreas del imperio (Río de la Plata, Perú, Venezuela)
comprobaron que la práctica o mejor dicho la costumbre se había convertido en
ley. En esta perspectiva, es lógico caracterizar a estos personajes como
representantes de una élite económica o incluso financiera como lo subrayó
Brading refiriéndose a los grandes mineros-banqueros que fueron los Fagoaga,
Aldaco y Bassoco.
13No había además ninguna
contradicción en esta realidad. Desde 1783 y el decreto de Aranda, así como la
publicación de las Ordenanzas de Minería, no había ninguna contradicción entre
el ejercicio de la profesión minera y la adquisición de un título nobiliario: a
partir de esa fecha, los mineros disfrutan incluso de unos verdaderos
"fueros". Otra consecuencia de esta situación: la élite económica
americana se va constituyendo en grupos de intereses. Mencionamos el caso de
los mineros y de su organismo gremial, y el de los consulados de comercio
(México, Caracas, Guadalajara etc.)9. En otros términos, se puede hablar
de una convergencia entre los intereses de unos poderosos particulares y del
Estado español, convergencia que se tiene por supuesto que matizar y
relativizar en el espacio y en el tiempo — como lo veremos en el caso de la
Capitanía General de Venezuela y de la Real Compañía Guipuzcoana — pero hecha
realidad a escala de América. El punto de roce llegará a ser el grado de
autonomía, de poder político conferido a las distintas regiones de América.
Estas observaciones demuestran en definitiva que el elemento definitorio
inicial de las élites es lo económico. Ahora bien no por eso es el único, como
lo indica su evolución a lo largo del periodo considerado y las mismas
diferenciaciones que intervienen en el seno de la élite, entre "élite
secundaria" (caracterización de J. Tutino) y la "plutocracia"
(D. Ladd) o "grandes familias"10.
14La segunda
vertiente de este tipo de investigaciones se refiere en efecto a la naturaleza
de la cohesión de estas élites, una cohesión que se funda en la preservación
del estatuto social logrado. Como lo puntualizó J. Kicza, y coincidimos con
esta interpretación, lo que diferencia precisamente a las "grandes
familias" de las "élites secundarias" es su inscripción en la
larga duración, en otros términos su habilidad en sortear los azares de sus
actividades económicas: de ahí el hecho de que las estrategias ideadas para
preservar patrimonio y estatuto social relevantes sean distintas de las
estrategias elaboradas para adquirir esta riqueza y afianzar esta categoría
social (no olvidemos en efecto que los aristócratas dominan en el seno de la
élite, llegaron como hidalgos, "de solar conocido" o sea que lo son
previamente). De ahí también la reflexión de Doris Ladd, que señalamos
anteriormente, relativa al hecho de que si no todos los nobles novohispanos
eran millonarios, en cambio sí eran nobles todos los millonarios (Fagoaga,
Conde de Regla etc.). Ultima consecuencia, que asumimos totalmente en el caso
de Nueva España: esta nobleza llega a formar una "gran familia" en
los términos señalados por Doris Ladd, con tantas imbricaciones que resulta a
veces imposible realizar unos árboles genealógicos: tal es el caso en particular
en la provincia de Caracas11.
15Esta preservación del estatuto
social se inscribe por lo tanto en un proceso no tanto individual — aunque se
dan casos invertidos de mineros venidos a menos, en Nueva España o en el Perú,
que tienen que renunciar al uso de su título nobiliario por no poder asegurar
el "lustre" correspondiente, incluso pagar los derechos de lanzas y media-annata o sea que está en juego el
"honor" de una familia ya que semejante distinción ennoblece a toda
una estirpe y no a un solo individuo y a su descendencia— sino generacional
(criterio de larga duración que señalamos anteriormente). Como lo indican Juan
Lucas de Lazaga y Joaquín Velázquez de León, pocos hijos de mineros acaudalados
siguen la carrera de sus padres (riesgos de esta actividad). Este matiz explica
la aparente paradoja que encierra la interpretación de M. Mörner relativa a la
estratificación social y a la alta tasa de cambio en la composición de las
élites y nos remite a las diversas estrategias desarrolladas para preservar los
patrimonios (papel decisivo de las mujeres en la transmisión de las fortunas
como lo demostró S. Socolow, estrategias matrimoniales — incluso endogamia
nobiliar en el caso de las élites principales— que tienen como consecuencia la
formación de extensos grupos familiares (Family
Clusters) , inversiones en la tierra, hasta la fundación de
vínculos (mayorazgos). La inscripción en la larga duración aparece a todas
luces como una característica de las élites principales: estas dificultades en
transmitir fortunas más allá de dos generaciones (mineros novohispanos o
peruanos, comerciantes de Buenos Aires etc.) concierne tanto a la nobleza como
a la naciente burguesía comercial de los emporios americanos12.
16De ahí el interés manifestado por
las fincas rústicas o urbanas por los notables. Recordemos que la hacienda
colonial tiene como característica la de transmitirse por herencia, de su
transmisión depende en gran medida por no decir exclusivamente en ciertos casos
la preservación del estatuto social. Hay en efecto una gran circulación de la
propiedad rural, ligada a su vez a la poca rentabilidad, los bajos rendimientos
de ciertas haciendas o de ciertos latifundios, a su insolvencia, a los
gravámenes que soportan y no sólo por unos motivos económicos (búsqueda de
crédito que justifica la imposición de censos) sino también culturales,
suntuarios... En Nueva España, los dominios del marqués de San Miguel del
Aguayo estaban gravados en un 67% de su valor, situación crítica cuando se
expidió la Real Cédula de consolidación
de vales reales en 1804, la cual cuestiona de manera decisiva el poder
financiero de la Iglesia. Susan Ramírez estableció que en Lambayeque, costa
norte del Perú, para el periodo 1650-1719, el 62% de las haciendas habían sido
adquiridas por compraventa, y solamente el 22% por herencia; de la misma
manera, Brading descubrió que en el Bajío mexicano, de 1710-1865, las haciendas
locales habían cambiado de dueños cuatro veces (promedio). En Lambayeque, de
1681 a 1700, las haciendas estaban gravadas en un 36%; de 1781 a 1800 en un
69%; encontramos porcentajes similares para las fincas zacatecanas del siglo
XVIII12.
17Ahora bien, cuando se trata de
fundaciones piadosas, constituyen un buen indicador de los hábitos religiosos y
mentales en general del grupo considerado, forman parte de lo que
caracterizamos como "inversiones sociales", ligadas a la mentalidad
de los estratos superiores de la sociedad hispanoamericana colonial. El
elemento prestigio se tiene que tomar en cuenta a la hora de interpretar los
comportamientos a veces contradictorios, duales de los integrantes de las
élites: a las estrategias económicas de los empresarios hay que contraponer
precisamente esta inversiones sociales: los "patriarcas" que reinan a
veces sobre unos extensos clanes familiares e incluso sobre una red de
compadres, allegados y paniaguados desarrollan todo un "estilo de
vida": palacios en las capitales provinciales y virreinales, papel de
bienhechores (vertiente caritativa que consiste en financiar iglesias,
conventos, escuelas y otras fundaciones piadosas)13.
18Los ejemplos novohispanos que
elegimos para ilustrar esta problemática son de por sí los más excepcionales
por su magnitud y por la conciliación de extremos aparentemente contrapuestos,
tanto en lo económico como en lo social, como lo indica el segundo elemento de
este análisis, el estatuto social y las modalidades de su afianzamiento. Ahora
bien, las normas de conducta registradas para las distintas élites locales
(Nueva España, Alto Perú, Buenos Aires, Nueva Granada ...) principales o
"secundarias" tienen vigencia en regiones cuya economía descansa en
unas bases relativamente distintas (Venezuela, accesoriamente Río de la Plata).
Bien son conocidos al respecto los estudios de Susan Socolow sobre comerciantes
y oficiales reales de la ciudad rioplatense. La élite bonaerense se constituye
a partir de una minoría de hacendados aunque sí se origina en esta clase, de
los primeros en llegar. Ahora bien, esta élite reproduce los esquemas
estudiados para otras regiones: invierte en la tierra en un segundo momento (preservación
del capital); en el siglo XVII, es una élite de "notables" (el
término quizás sea decisivo a la hora de caracterizar estas "otras"
élites) que ha sabido — lo mismo que en otros lugares de América— diversificar
sus inversiones y competir por el poder, integrando paralelamente a los
miembros de la élite administrativa (magistrados) y militar.
19Las prácticas de estas redes de
notables que se van conformando a lo largo del periodo colonial incluyen la
corrupción, tanto en el caso de las "élites principales" (en los
casos novohispanos por lo general se actúa por medio de la clientela) o de
manera general de los "notables", los cuales recurren más quizás a la
parentela y a sus relaciones con la administración local, como se subrayó en el
caso de los comerciantes bonaerenses14 . Las élites se caracterizan
de manera general como detentoras de la riqueza y del poder (cargos municipales
oficios militares o miembros de la alta administración). Explícita en el caso
de los grandes mineros hacendados zacatecanos, ennoblecidos por los servicios —
cada vez más financieros— prestados a la Corona, la convergencia de intereses
mencionada anteriormente se da de manera más sutil en Buenos Aires: no tanto a
través de la producción de riquezas sino del financiamiento del aparato
administrativo—militar por medio del comercio ilegal. En este sentido — al
igual que en Nueva España o en el Perú —, los vínculos entre magistrados y
comerciantes no significan el debilitamiento del poder metropolitano (a
diferencia de lo que ocurrió en la Caracas de fines del siglo XVIII). El
comercio resulta ser un fundamento del poder y viceversa. El control del
Atlántico pasa de cierto modo por el control de las comunicaciones con Potosí.
En este caso, la Corona creó la estructura de poder local a pesar de sus propias leyes, bajo
la presión de las circunstancias locales15.
20Tercer elemento definitorio de los
estratos superiores de la sociedad hispana, a la vez causa y consecuencia de lo
anteriormente dicho: la efectividad de los poderes y saberes detentados por
estas élites, sus manifestaciones y consecuencias. Como lo señalamos
anteriormente, la problemática de las élites nos lleva al problema del
ejercicio de un poder efectivo, de un poder de hecho que nos remite a la
dialéctica permanente en Indias entre derecho y costumbre. El gobierno urbano
—municipal— es el aspecto más visible de este ejercicio de un poder
predominantemente político. El cabildo representa a ese respecto la primera
etapa — se habló de "oligarquías municipales"—, que lleva a los más
importantes de los notables a participar en unos organismos — instituciones de
carácter económico fundamentalmente — tales como los consulados de comercio o
los tribunales de minería, preferentemente con sede en las capitales
virreinales. Consecuencia de esta evolución, particularmente marcada en las
postrimerías de la Colonia: la constitución de las élites económicas en
"grupos de presión" (tipo Tribunal de minería o Consulado)16. A través de la
venta de oficios, de los correspondientes rubros fiscales de "media
annata" y "oficios vendibles" se puede reconstruir el peso de
los grupos considerados en la vida de las ciudades. En Zacatecas por ejemplo,
los mineros dominan le cabildo en su casi totalidad; en Lambayeque, entre el
55% y el 66% de los regidores conocidos eran hacendados. Está por demás señalar
el papel determinante de las élites locales en la organización de las milicias
urbanas (véase en Nueva España los ejemplos del Conde de Peñasco en San Luis
Potosí, y en la misma región del conde de Pérez Gálvez o de Diego Rul,
coroneles de milicias), aun cuando detienen un poder de hecho por medio de sus
ejércitos privados, destinados a asegurar la seguridad de sus haciendas y
prestarle servicio al soberano. En última instancia, estos cargos y
responsabilidades constituyen unos honores adicionales para los más grandes
aristócratas17.
21Otra dimensión de esta aprensión
política: las relaciones entre las élites económicas y sociales y la élite
administrativa, que no carecen de sentido en un "régimen patrimonial"
tal como lo caracterizó Max Weber. Unas relaciones perceptibles a través de los
vínculos de parentesco y amistad y cuyo interés radica en el hecho de que la
burocracia americana se había convertido poco a poco en un cuerpo
semi-autónomo, celoso de las prerrogativas de su profesión. Como tal, la
burocracia constituía un verdadero grupo de interés, comparable a la
aristocracia territorial, a la Iglesia o a las élites urbanas. Con este
sistema, los oficiales de la Corona tendían como lo indica D. Brading, a
asimilarse a la aristocracia18.
22Ultimo aspecto de este apartado, la
cultura de las élites, perceptible en el mismo estilo de vida (especialmente en
los libros y bibliotecas), en la vida cotidiana, y de manera más inmediata en
las relaciones de las élites con la universidad. Ahora bien lo más interesante
de estas relaciones no reside tanto en los estudios realizados por los hijos de
los representantes de las élites sino en las diferenciaciones que se pueden
establecer entre élite económicas y élite intelectual, especialmente en
vísperas de la Independencia. El estudio del origen de los estudiantes de la
universidad de Guadalajara (creada en 1792) y de la identidad de sus padrinos
demuestra la presencia de casi todos los hacendados y mineros importantes de la
región (incluyendo a Zacatecas). Estos personajes no se conforman con financiar
estos organismos sino apadrinan a uno o varios estudiantes. Tal es el caso de
Fermín de Apezechea, minero zacatecano, padrino de estudiantes de Guadalajara.
Este mismo ejemplo de la Universidad de Guadalajara permite establecer una
diferenciación — no señalada por los especialistas de este tema— entre élite
económica — los casos que señalamos— y élite intelectual: en México, más
concretamente en Nueva Galicia, buena parte de los estudiantes de la
universidad de Guadalajara se convirtieron en efecto en los principales actores
del movimiento independentista, perspectiva alentadora a la hora de estudiar
las modalidades de la emancipación americana19.
El caso de Venezuela
23Siguiendo las definiciones
elaboradas anteriormente, con todas las variaciones locales que se tienen que
tomar en cuenta, consideraremos el caso de Venezuela, y más particularmente de
la Provincia de Caracas partiendo de varias hipótesis. La primera, relativa al
nivel de riqueza, contempla las bases distintas sobre las cuales se edificó el
poder económico de las élites locales, de los "grandes cacaos".
Productos de exportación de alto valor (cacao, pero también tabaco en la
provincia de Barinas, o añil, al final del periodo considerado) y mano de obra
(trabajo compulsivo, esclavos) fueron los elementos claves de la conformación
de la clase mantuana. Ahora bien, se nota una participación creciente en el
comercio a lo largo del siglo XVIII, una preocupación por este ramo de la
economía colonial que aparece a todas luces en las rivalidades con la Real
Compañía Guipuzcoana. Los más grandes hacendados son por lo general
"mercaderes" así como por ejemplo los Tovar y los condes de San
Javier. Recordemos en este orden de ideas que eran miembros del Consulado de
Caracas los "comerciantes" y "mercaderes" y
"hacendados" o "cosecheros", cuyas fortunas ascendían a 30
000 pesos como mínimo; el más rico de ellos, el Marqués del Toro, dejó en 1800
una fortuna estimada en 500 000 pesos.
24Segunda hipótesis, referente al
estatuto social: no nos encontramos aquí ante la misma oposición
peninsulares/criollos como en Nueva España. Esta oposición, de señalada
importancia en el siglo XVIII se inscribe además en la larga duración. La
aristocracia territorial es en efecto una aristocracia criolla, cuyos
antecedentes se remontan al siglo XVI (papel decisivo de las encomiendas en la
formación de la clase de los hacendados), o al principio del siglo XVII. Los
hacendados de la Provincia de Caracas constituyen a ese respecto el grupo
social de más alto estatuto social, considerado como tal por sus
contemporáneos. Es por otra parte un grupo "económicamente dinámico"
— más de la mitad de los miembros del Consulado eran hacendados— a diferencia
de la mayoría de los hacendados novohispanos, un grupo que supo diversificar
sus inversiones y por lo tanto sus intereses económicos y financieros
(haciendas de cacao, café y caña de azúcar, haciendas de ganado y en fin
comercio). Otro dato fundamental, por lo el cual la élite terrateniente
caraqueña se diferencia de otras élites americanas es el grado en que estaban
gravadas las propiedades de los interesados: no pasa del 10% del valor de las
propiedades en los casos que pudimos comprobar, situación que se debe sin duda
al menor poder económico de la Iglesia en la Provincia — respecto a otras
regiones de América —, al dinamismo propio del grupo considerado y al apoyo
decisivo brindado por el gobierno ilustrado a las iniciativas de esos
"capitanes de empresas". Como lo indica R. Ferry, de los 38
terratenientes que figuran en la lista de 1786 establecida por el Intendente
Saavedra para crear precisamente el Consulado local, 29 tenían su nombre
registrado en el censo de 1684 o sea antes del primer auge cacaotero (Tovar,
Mijares, Ponte, Palacios, Blanco, Liendo, Bolívar etc., Aristeguieta, Verois y
Ustáriz para los más tardíos). Sacando provecho de la "expansión
agrícola" —y de las facilidades ofrecidas por la importación de mano de
obra esclava— las principales familias se instalaron en la Provincia de
Caracas antes de 1650, adquirieron un prestigio y una autoridad que vino a
consolidar la economía del cacao a partir del siglo XVII y reforzar las
estrategias matrimoniales desarrolladas a lo largo del periodo colonial,
estrategias que tienden a integrar a los recién llegados más exitosos en el
comercio y a confortar la "única aristocracia hereditaria de la provincia
de Caracas". De ahí las diferencias de comportamiento de los
"mantuanos" que puedan intervenir respecto a las élites novohispanas
o peruanas. Elemento conexo en este cuadro local: la estabilidad estructural,
la continuidad generacional registrada en la composición de las élites. Es
problable que el factor ruptura a lo largo de las generaciones no tenga en la
Provincia de Venezuela las mismas incidencias que en México como se puede
apreciar en la menor relevancia del límite generacional (el escollo de la
tercera generación...) en la historia de las grandes familias locales; de ahí
la mayor movilidad social ascendente que se puede vislumbrar en la historia de
las élites regionales. Como lo hemos visto, los cambios generacionales
traen consigo problemas de transferencia de la propiedad. En este sentido, el
caso de la aristocracia territorial de la provincia constituye un
contra—ejemplo para el análisis de Mörner; un elemento de comprobación de esta
situación consistiría en establecer la frecuencia de los cambios de propiedad
(por cuántas manos pasan las haciendas en un tiempo determinado aunque parece
ser que los grandes hacendados, los "grandes cacaos" conservaron
intactas las tierras dedicadas a este cultivo, evitando así las divisiones
perjudiciales a la rentabilidad de este tipo de haciendas) en el marco de la
hipótesis según la cual el cacao habría creado una de las oligarquías más
estables y duraderas en América española si consideramos la permanencia de los
apellidos. Por lo que se refiere a los siglos XVII y XVIII, es posible que el
caso caraqueño constituye en ese aspecto una variación significativa de la
inestabilidad generacional registrada para casi todas las élites de América
española. Ultima precisión relativa a los comportamientos registrados en el
seno de la élite caraqueña: la segunda generación — y las siguientes— tienden a
compensar las incertidumbres de la producción agrícola (siempre hay una
posibilidad de mala cosecha o irregularidades del comercio con Veracruz, salida
esencial para el caco venezolano) mediante las estrategias matrimoniales
señaladas en otros casos, llegando a una cierta endogamia más estricta incluso
que la "endogamia nobiliar" registrada en Nueva España. Es de señalar
también en esta perspectiva el papel decisivo de los clanes familiares
organizados alrededor de un patriarca, y esto desde el siglo XVII, tanto para
las élites "principales" como para las élites "secundarias"20.
25Ultimo punto de este aproximación:
contempla las modalidades del poder político adquirido o reivindicado por un
grupo que se asemeja más bien a una "clase dirigente" estimada
en el uno por ciento de la población de la Provincia de Caracas (véase sobre
este punto el análisis de Vallenilla Lanz), una élite que reivindica la
modernidad en lo político a través de las "sociedades de pensamiento"
que son por ejemplo los clubs políticos, las sociedades económicas o los
salones literarios de la Caracas pre-independentista. Los enfrentamientos
internos no se dan dentro del medio peninsular (vascos/montañeses) sino entre
intereses —económicos— contrapuestos, y por lo tanto entre centros de poderes
antagónicos: mencionamos las oposiciones al monopolio comercial de la
Guipuzcoana en lo económico; otro tanto se puede decir en lo político "representativo":
las discrepancias entre el Consulado de Caracas (1793), un cabildo caraqueño
celoso de su autonomía (y expresión privilegiada de los intereses de la clase
mantuana) por un lado, y las autoridades españolas (Intendente, Audiencia,
Gobernador) por otro lado, se vuelven una constante de la vida política local
especialmente a principios del siglo XIX. Dos ejes entonces en esta
confrontación: lo económico y lo político. En cuanto a las oposiciones entre
peninsulares y criollos, mencionadas en cierta historiografía como una causa
del movimiento emancipador, se agudizan en las postrimerías del periodo
colonial (véase sobre este punto la valoración de McKinley, acerca de la
prosperidad y por lo tanto de la "estabilidad política y de la calma social"
de la provincia antes del estallido de 1810 o incluso de la conjuración
de los mantuanos en 1808) ; antes, quedan en un segundo plano, habida cuenta de
la dominación criolla por una parte, y de la prevalencia de la oposición
intereses locales/administración española, aunque esta oposición no excluya
formas ocasionales de convergencia de los mismos (contextos de guerra, vacío
constitucional etc...). Ultima caracterización de la "estructura de poder
interna": el elemento étnico, más exacerbado en Venezuela que en cualquier
otra región de América (la "guerra de clases y castas" ejemplificada
por Vallenilla Lanz)21.
26Este último punto nos lleva
indudablemente al terreno de la historia de las mentalidades. Más allá de la
referencia a un "sistema de valores", a unas "estructuras
mentales" adaptadas, recreadas en tierra americana se plantea el
problema del por qué de la Independencia, al menos de sus modalidades violentas,
aparte de la confrontación entre tradición y modernidad propia de las
sociedades preindependentistas. la "búsqueda de esa adecuación de la
modernidad a los intereses de la aristocracia agraria (mantuanos) y comerciante
constituye la parcela más original del proceso", en otros términos del
cambio de mentalidad y de la organización de un proyecto nacional signado por
este cambio". En esta perspectiva, conviene tener en cuenta, para la
valoración del proceso venezolano, la asimilación de los postulados del
pensamiento reformista "fraguado en Europa por la burguesía en
ascenso" pero también el paso de unas formas de sociabilidad antigua a las
nuevas formas de sociabilidad22. Aspecto adicional y
complementario de esta orientación hacia las mentalidades, el papel desempeñado
por las mujeres, aspecto olvidado — salvo excepciones como la de S. Socolow
para Argentina— por los estudios dedicados a esta temática para la América
española. Ultima relativización imprescindible para abordar esta problemática a
escala de lo que va a ser la nación venezolana: los particularismos regionales
muy marcados que llegan a convertirse en antagonismos políticos en vísperas de
la Independencia. En este sentido, el caso de la región de Maracaibo no deja de
presentar bastantes diferencias con el de la Provincia de Caracas (véase el
papel del puerto de Maracaibo como "elemento estructurante del espacio
social marabino", las tendencias políticas de los notables locales y la constitución
de "facciones" en las primeras décadas del siglo XIX en función de
los "intereses concretos" en juego) y otro tanto podría decirse de la
región de Mérida o del Apure23.
Los nuevos enfoques
metodológicos
27Las nuevas orientaciones que
señalamos al principio de este trabajo, y relacionadas con las correspondientes
tendencias historiográficas pertenecen fundamentalmente a dos campos siendo el
primero, el de la prosopografía renovado por unos estudios recientes, y el
segundo — que tiene mucho que ver con la historia demográfica y sus métodos— el
de las genealogías sociales.
28El interés de la prosopografía para
el estudio de las élites es evidente en la medida en que hace hincapié en las
redes, los circuitos, las redes de sociabilidad que se forman en determinadas
sociedades. Equivale a un estudio de las formas de sociabilidad, a realizar una
"biografía colectiva" que encuentra especial respaldo en el uso de la
micro-informática. Sin embargo, su utilización resulta más delicada que el de
las "genealogías sociales" por el índole de las fuentes, su
rarefacción hasta los años 1820-1830. En todo caso, tienen como objeto la
identificación de las "actores reales" — por ejemplo de la política—
que "no son grupos formados por individuos yuxtapuestos, unidos
simplemente en combinaciones aleatorias en función de las circunstancias, sino
conjuntos estructurados y permanentes". Especial importancia revisten en
esta perspectiva las referencias a los lugares, las formas de sociabilidad y
comportamientos propios, a los valores, el "imaginario', la simbología por
los grupos sociales, en pocas palabras su cultura24.
§
29El principio básico de la
prosopografía resulta simple. Un grupo de individuos es seleccionado e
identificado. Ahí empieza un trabajo de recopilación sobre sus intereses
económicos, datos personales (por ejemplo, peninsulares, criollos, origen
geográfico...), estatuto social (en los casos que nos interesan, nobles,
caballeros de las órdenes militares), actividades administrativas o políticas
(miembros del cabildo, del Consulado de comercio o del Tribunal de Minería
según la región considerada, diputados), estructuras de parentesco y relaciones
personales. El resultado es un conjunto de biografías — fueron realizadas de
manera "tradicional" para los conquistadores y los primeros colonos.
En este orden de ideas se elaboraron "biografías secuenciales" (de
virreyes, de arzobispos y obispos). Los estudios americanistas más recientes
que utilizan este método no difieren tanto en el índole de los datos
recolectados sino en la manera como se analizan y se procesan los datos. Ya no
es en el individuo donde se centra el estudio, sino en el grupo como lo
señalamos en la introducción a este trabajo25.
§
30Este método nos permite en
definitiva visualizar la dinámica social del grupo social considerado, apreciar
su movilidad interna (ascendente o descendente según los patrones sociales
vigentes) respecto a su forma de desarrollo ulterior. Tal es el sentido de
trabajos como el de Lockhart sobre los encomenderos peruanos del siglo XVII, de
los de D.A. Brading sobre Mineros
y comerciantes en el México borbónico, en o de J. Kicza sobre Empresarios coloniales en la ciudad
de México durante los Borbones26. El problema fundamental de este
método reside a todas luces en la identificación de los actores sociales
considerados o por estudiar. De ahí los criterios elaborados en el caso de las
élites (nivel de riqueza, variable según la región considerada; inscripción en
la larga duración o sea preservación del estatuto social; ejercicio del poder y
sus modalidades). de ahí también las consecuencias que esbozamos en varias
oportunidades, del índole y de la procedencia de las fuentes: resulta más fácil
estudiar los estamentos superiores de la sociedad que "los de abajo".
En todo caso, el trabajo de comparación en que se basa este método de
utilización cada día más frecuente se ve facilitado por varios programas
informáticos, siendo el más difundido en ese aspecto el "Prosop" o
sistema de tratamiento automático de los datos prosopográficos.
§
31Está por demás recalcar, habida
cuenta de la importancia de la inscripción en la larga duración (las tres
generaciones como factor decisivo), el interés determinante que cobran las
"genealogías sociales" junto a la prosopografía para evaluar la
validez y el funcionamiento de las solidaridades evidenciadas en el tiempo. Las
genealogías sociales se presentan sobre todo "uno de los fundamentos
de la historia social, comparativa y cuantitativa". descansa en observaciones
particulares que se integran en determinados conjuntos y no deja de tomar en
cuenta los valores imperantes en una sociedad. Las fuentes de las genealogías
sociales son múltiples (demográficas, fiscales, militares, electorales,
jurídicas etc.); múltiples son también las hipótesis que las sustentan,
elaboradas con el fin de definir y caracterizar el objeto del estudio, en
última instancia sacar a la luz los fundamentos y valores de esta sociedad.
Está por demás recalcar también la importancia del uso de la informática para
llevar a cabo este tipo de interpretaciones, por el número de datos que permite
procesar y sobre todo por el cruce de informaciones que hace posible, aleatorio
y sumamente lento por le método tradicional de las "fichas"27 .
32En todo caso, los métodos que
tuvimos la oportunidad de utilizar ponen de relieve varias constantes del
comportamiento de las élites americanas. En primer lugar, riqueza, estatuto social
y poder aparecen íntimamente ligados y resulta difícil afirmar que uno de estos
factores determina el otro de manera unilateral, y más cuando consideramos el
caso de las "élites principales". Por otra parte, las actitudes
manifestadas por los notables en general convergen en lo siguiente: en lo
económico, se nota una integración financiera creciente así como una
diversificación de las inversiones realizadas, en el marco de las estrategias
destinadas a preservar los patrimonios (abandono de la especialización
inicial). En fin, hay que tener en cuenta que, tanto en lo económico como en lo
social, las "grandes familias" tienden a actuar no sólo a nivel local
o regional sino a nivel de las futuras naciones: esto quizás sea uno de los
elementos que, en muchos casos, explican la participación y la permanencia de
las antiguas élites coloniales en la vida política de las jóvenes naciones,
junto a su orientación hacia la modernidad política evidenciada para ciertas
regiones de América por los estudios prosopográficos más recientes.
NOTAS
1 Balmori, D., Voss, S.,
Wortman, M., Notable Family Networks
in Latin America, Chicago-Londres, The University of Chicago
Press, 1984, p. 3; Alberro, Solange, Gruzinski, Serge, Introducción a la historia de las mentalidades,
México, I.N.A.H., 1979, Departamento de Investigaciones Históricas, Cuaderno de
Trabajo nº24; Le Goff, Jacques, "Les mentalités, une histoire
ambigüe", pp. 76-94 de Faire de
l'Histoire, tomo III: Nouveaux
Objets, París, Gallimard, 1974, Bibliothèque des Histoires.
2 Alí López
Bohórquez, Los ministros de la Audiencia
de Caracas (1786-1810), Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1984, p. 21.
4 Ramón María Serrera,
"La documentación fiscal como fuentes para el estudio de la élite urbana
de la ciudad de Caracas (1630-1680)", Memorias del IV Congreso Venezolano de Historia, vol.
III, A.N.H., 1983,
pp. 155-184.
3 Mörner, Magnus, "Economic
Factors and Stratification in Colonial Spanish America with Special Regard to
Elites, H.A.H.R., 63(2),
mayo de 1983, pp. 335-369. Véase también Fred Bronner, "Urban Society in
Colonial Spanish America: Research Trends", L.A.R.R., XXI(1), 1986, pp. 7-72.
5 John M. Tutino, Creole Mexico: Spanish Elite, Haciendas and
Indians Towns 1750-1810, Austin, University of Texas, 1976,
University Microfilms 1978, Ann Harbor; David Brading, Mineros y comerciantes en el México
borbónico 1763-1810, México, F.C.E., 1975.
6 Chevalier, François, La formation des grands domaines au
Mexique. Terre et société aux XVI-XVII siècles, París,
Institut d'Ethnologie, 1952, passim;
Bloch, Marc, La
société féodale. La formation des liens de
dépendance, las classes et le gouvernement des hommes, París, Albin Michel, 1968(1939), idem; sobre la transferencia de instituciones
peninsulares en el México de los primeros tiempos de la Colonia, véase Weckman,
Luis, La herencia medieval de
México, México, El colegio de México, 1984, 2 vol.; Sanchiz
Ochoa, Pilar, Los
hidalgos de Guatemala, realidad y apariencia de un sistema de valores, Universidad
de Sevilla, Publicaciones del Seminario de Antropología Americana, 1976;
Serrera Contreras, Ramón María, Guadalajara
ganadera. Estudio regional
novohispano 1760-1805, Sevilla, E.E.H.A., 1977; Kicza, John, "The Great Families
of Mexico: Elite Maintenance and Business Practices in Late Colonial Mexico
City", H.A.H.R., 62:3,
1982, p. 434.
7Lira Montt, Luis,
"Privilegio nobiliario otorgado por Carlos IV al ejercicio de la profesión
minera en Indias", Boletín
de la Academia Chilena de la Historia, Santiago, 1973, nº87, pp.
273-288; "Normas sobre la concesión de títulos de Castilla a los
residentes en Indias", separata de Hidalguía, Madrid,
1981; Lohmann Villena, Guillermo, Los
americanos en las órdenes militares (1529-1900), Madrid,
C.S.I.C., 1947, 2 vol.; Langue, Frédérique, Mines, terres et société en Zacatecas (Mexique) de la fin du XVIIe
siècle à l'Indépendance, París, Publications de la Sorbonne, 1992.;
Socolow, Susan, The
Merchants of Buenos Aires, 1778-1810. Family and Commerce, Cambridge University Press, 1978, passim; Kicza, John, Empresarios coloniales. Familia y negocios en la ciudad de México durante los Borbones, México, F.C.E., 1986; Ladd, Doris M., The Mexican Nobility at Independence 1780-1826, University
of Texas, Institute of Latin American Studies, 1976, pp. 25 y ss; Humboldt,
Alejandro de, Voyages
dans l'Amérique équinoxiale, vol. II, París, Maspéro, 1980, pp.
244-245; Couturier, Edith B., "Pedro Romero de Terreros: ¿comerciante o
empresario capitalista del siglo XVIII?, en Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Latina 1700-1955,
coord. Enrique Florescano, México, Nueva Imagen, 1985, pp. 17-32; para una
valoración del papel de la tierra y de la mano de obra, véase Klein, Herbert,
"The Structure of the Hacendado Class in late Eighteenth-Century Alto
Peru: the Intendencia de la Paz", H.A.H.R.,
60(2), 1980, pp. 191-212. (a fines del siglo XVIII, el 42% de la mano de obra
india está controlada por las mismas haciendas locales); Ortiz de la Tabla,
Javier, "De hidalgo castellano a empresario colonial. Rodrigo de Salazar,
encomendero y obrajero de Quito. 1510-1584", Anuario de Estudios Americanos,
XLII, 1985, pp. 43-126.
8 Véase para más
detalles los estudios de D. Ladd, J. Kicza, D. Brading, J. Tutino, S. Socolow,
J. Fisher (Minas y mineros en el Perú
colonial 1776-1824, Lima, I.E.P., 1977) y R. Serrera, que apuntan
en esta dirección; para el caso concreto del conde de Casafiel, nuestro
trabajo, "Del minero rico a la nobleza: el papel de la frontera zacatecana
en la formación de una élite económica y social", Anuario de Estudios Americanos, vol.
XLIV, 1987, pp. 173-193; Hidalgos
et Hidalguías dans l'Espagne des XVIe-XVIIIe siècles. Théories, pratiques et représentations, París, C.N.R.S./Maison des Pays
Ibériques, 1989.
9 Ortiz de la Tabla,
Javier, Memorias del Consulado de
Veracruz, Sevilla, E.E.H.A., 1985; Tandron, Humberto, El Real Consulado de Caracas y el comercio
exterior de Venezuela, Caracas, U.C.V./Ediciones de la
Facultad de Humanidades y Educación, 1976; Documentos del Real Consulado de Caracas, intr. de E.
Arcila Farías, selección de I. Leal, Caracas, U.C.V., 1964.
10 Véase para un periodo
anterior, al análisis de Fred Bronner, "Elite formation in seventeenth
Century Peru", Boletín
de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, Amsterdam, nº24,
junio de 1978, pp. 3-26; Vargas Lobsinger, María, "El ascenso social de
los inmigrantes españoles: el caso de Francisco de Valdivieso
(1683-1745)", Historia
Mexicana, XXV(4), abril-junio de 1986, nº140, pp. 610-619.
11 D. Ladd, Op. cit.; Langue, F., Idem; . Kicza, J., "The Great Families of Mexico: Elite Maintenance
and Business Practices in Late Colonial Mexico City", H.A.H.R., 62:3, 1982 pp.
429-456; para otro caso de “tradicionalismo y modernidad”, véase: Torales
Pacheco, María Cristina, "Tradicionalismo y modernidad en el comercio
novohispano de la segunda mitad del siglo XVIII: la Compañía de Francisco
Ignacio de Yraeta", en Torales Pacheco, M.C. y Ouweneel, A. (comp.), Empresarios, indios y estado. Perfil de la
economía mexicana (siglo XVIII), Amsterdam, CLA/CEDLA, 1988, Latin
American Studies n°45..
11 Mörner, M., Idem, p. 347; ; Socolow, Susan, idem, p. 31 y "Marriage,
Birth and Inheritance. The Merchants of Eighteenth
Century Buenos Aires", H.A.H.R.,
vol. 60, 1980, pp. 387-406 y "La burguesía comercial de Buenos Aires en el
siglo XVIII", Orígenes
y desarrollo de la burguesía en América Latina..., pp. 499-514;
Brading, D.A., "Gobierno y élite en el México colonial durante el siglo
XVIII", Historia
Mexicana, XXIV, nº4(92), 1971, p. 616; Langue, Idem; Lavrín, Asunción, Latin American Women: Historical Perspectives, Westport,
1978, passim; Lavrín,
A., Couturier, Edith, "Dowries and Wills: a View of Women's Socio-Economic
Role in Colonial Guadalajara and Puebla, 1640-1790", H.A.H.R., vol. 59, may 1979,
p. 304.
12 Taylor, W.B., Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca,
Stanford University Press, 1972, p. 141; Brading, D.A., Mineros y comerciantes..., pp.102
y ss.; sobre las relaciones de la élite con la Iglesia, véase Serrera,
R.M., Op. cit., pp,
173-174 y para una síntesis acerca de la Iglesia como institución económica,
Troconis de Veracoechea, Ermila, La
función financiera de la Iglesia colonial venezolana, Caracas,
1978, discurso de incorporación como individuo del número de la Academia
Nacional de la Historia; Greenow, Linda L., "Spatial Dimensions of the
Credit Market in Eighteenth-Century Nueva Galicia", in Robinson, David J.
(ed.), Social Fabric and Social
Structure in Colonial Latin America, Ann Harbor, 1979, p. 279;
Lavrín, A., "El capital eclesiástico y las élites sociales en Nueva España
a fines del siglo XVIII", en Orígenes
y desarrollo de la burguesía en América Latina ..., pp. 33-72;
Ramírez, Susan, Patriarcas
provinciales. La tenencia de la tierra y la economía del poder en el Perú
colonial, Madrid, Alianza América, 1991, passim.
13 Ladd, D., Idem, pp. 163-164; Blank; Tutino,
John, "Power, Class and Family: Men and Women in the Mexican Elite,
1750-1810)", The
Americas, 39(1983), pp. 359-381; Colmenares, Germán, Historia económica y social de Colombia,
1537-1779, Cali, 1973, p. 304; Bronner, F., "Urban
Society in Colonial Spanish America. Reserach Trends", L.A.R.R., 21:1 (1986),
pp. 7-72.
14 Moutoukias, Zacarías, "Power,
Administration nad Commerce: The Making of the Local Administrative Structure
in Seventeenth Century Buenos Aires", H.A.H.R., 68:4, 1988, pp. 771-801.
15 Moutoukias, Z., Idem, pp. 799-800; Gelman,
Jorge, "Economía natural y economía monetaria. Los grupos dirigentes de
Buenos Aires a principios del siglo XVII", Anuario de Estudios Americanos,
vol. XLIV, 1987, pp. 89-107.
16 Liehr, Reinhard, Ayuntamiento y oligarquía en Puebla
1787-1810, México, Sepsetentas, 1976, tomo II, pp. 64 y ss
17 Sobre el concepto de élite
política, véase J.F. Schwaller, "Elite in New Spain", L.A.R.R., XXI(2), 1986, pp.
189-196; Ramírez, S., Op.
cit., p. 263; Langue, F., Op. cit, cap. VIII.
18 Brading, D.A., "Gobierno
y élite en el México colonial durante el siglo XVIII", Historia Mexicana,
XXIV, nº4(92), 1974, pp. 611-645; López, Alí, Los ministros de la Audiencia de Caracas, passim.
19 Leal, Ildefonso, Libros y
bibliotecas en Venezuela colonial, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978, 2 vol., col. "Fuentes para la Historia de Venezuela Colonial"
nº133-134; Castañeda, Carme, La
educación en Guadalajara durante la Colonia 1552-1821, Guadalajara,
el Colegio de Jalisco/El Colegio de México, 1984; de la misma autora, "Una
élite de Guadalajara y su participación en la Independencia", Encuentro, Revista del Colegio
de Jalisco, nº8, 1985, pp. 39-58.
20 Ferry, Robert J., Cacao and Kindred: Transformation of
Economy and Society in Colonial Caracas, University of Michigan,
1980, pp. 54 y ss ("Encomienda, african slaves and agriculture in
seventeenth Caracas"), pp. 173-174; Arcila Farías, Eduardo, El régimen de la encomienda en Venezuela,
Caracas, U.C.V., 1979 ; Lockhart, James, Spanish Peru 1532-1560. A Colonial Society, Madison,
The University of Wisconsin Press, 1968 (para una comparación de las
modalidades de las encomiendas); Blank, Stephanie, "Patrons, Clients and
Kin in Seventeenth Century Caracas. A Methodological Essay in Colonial Spanish
History", H.A.H.R.,
54(2), 1974. pp. 258-283, y "Patrons, Brokers and Clients in the Families
of the Elite in Colonial Caracas, 1595-1627", The Americas, XXXVI(1), 1979, pp. 90-115;
McKinley, P. Michael, Pre-revolutionary
Caracas. Politics, economy and society 1777-1811, Cambridge,
Cambridge University Press, 1985, Cambridge Latin American Studies nº56, pp.
78-81.
21 Carrera Damas, Germán,
"Las élites y la revolución" en Venezuela,
proyecto nacional y poder social, Barcelona, Ed. Crítica,
1986, pp. 30 y ss.; López Bohórquez, Alí, Idem, y del mismo autor, "La
aristocracia venezolana frente a la Real Audiencia de Caracas: una razón para
la Independencia de Venezuela", ponencia presentada en el Congreso
Bicentenario de Simón Bolívar, 1983. Señala tres elementos de esta oposición:
la pérdida de privilegios protocolares (cabildo, consulado), la intervención de
la Audiencia en asuntos internos y la supuesta "protección" concedida
a las "gentes de color" (Real Cédula de gracias al sacar de 1795),
que hace hincapié en el factor étnico; McKinley, M., Op. cit. ; García Baquero, A.,
"El comercio de neutrales en Venezuela (1796-1802). Tópicos y cambio en
las actitudes políticas de las élites venezolanas", Revista de Indias, XLIV(173), 1984,
pp. 237-271.
22 Pino Iturrieta, Elías,
"1750-1810: un periodo de cambios en la mentalidad venezolana", Revista Nacional de Cultura, nº241,
marzo-mayo de 1979, año XL, pp. 197-229; y La mentalidad venezolana de la emancipación (1810-1812),
Caracas, U.C.V., 1971; Izard, Miguel, El miedo
a la revolución. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830),
Madrid, Tecnos, 1979; véase nuestro trabajo “Formación y desarrollo de una
élite regional. Aristocracia y cacao en la provincia de Caracas, siglos
XVI-XVIII", presentado en el VIII° Coloquio Nacional de Historia Regional
(Carúpano, Venezuela, oct. 1990), reproducido en Tierra Firme, n°34, 1991..
23 Sobre este punto y para
Venezuela, véase el estudio iniciador de Ermila Troconis de Veracoechea, Indias, mantuanas y primeras damas, Caracas,
Alfadil, 1989; Ladera, Elizabeth, Contribución
al estudio de la "Aristocracia territorial" en Venezuela colonial. La
familia Xerez de Ariteguieta 1560-1784, Tesis de maestría en
historia económica y social de Venezuela, Universidad Santa María, 1990 (publ.
Academia Nacional de la Historia, 199O, col. “Fuentes para la historia colonial
de Venezuela” n°209); sobre la región de Mérida, véase los trabajos de Mercedes
Ruiz, en Tierra Firme, nº8;
sobre Maracaibo: Belín Vásquez, "El puerto de Maracaibo: elemento
estructurante del espacio social marabino (siglo XVIII)", Maracaibo,
Universidad del Zulia, Centro de Estudios Históricos, Serie Cuadernos de
Historia nº14, 1986, y El
proceso político de Maracaibo en una época de transición 1799-1830, Maracaibo,
LUZ, Centro de Estudios Históricos, trabajo de ascenso, 1989; Cardozo,
Germán, Maracaibo y su puerto en los
primeros años de la República (bases económicas y sociales), Maracaibo,
LUZ, 1986, cuadernos nº11; sobre el Apure véase los trabajos de Miguel Izard
(varios títulos); Bennassar, Bartolomé, L'homme
espagnol. Attitudes et mentalités du XVIe au XIXe siècle, París,
Hachette, 1975.
24 Guerra, François
Xavier, Le Mexique. De l'Ancien
Régime à la Révolution, París, L'Harmattan-Publications de la
Sorbonne, 1985, 2 vol. (existe una traducción F.C.E.) y "Lugares, formas y
ritmos de la política moderna", Conferencia Gil Fortoul, octubre de 1988,
publicada en el Boletín
de la Academia Nacional de la Historia, LXXI, oct. dic. 1988,
nº284; excelentes ejemplos de utilización del método prosopográfico lo
constituyen los trabajos de Burkholder, Mark A., y Chandler, D.S., De la impotencia a la autoridad. La Corona
española y las Audiencias de Amércia 1687-1808, México,
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Référence
électronique
Frédérique Langue, « Las élites en América española, actitudes y
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Langue, Frédérique, mis en ligne le 12 novembre 2005, consulté le 18
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BIBLIOGRAFÍA
Frédérique Langue
CNRS
Artículos del mismo autor
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