Reforma católica y Reforma protestante.
Su incidencia cultural
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Durante algún tiempo prevaleció la opinión
que señalaba dos Reformas: la «Reforma» (luterana o protestante) y la
«Contrarreforma» (católica) dando a entender que la Reforma Católica había sido
una consecuencia de la Reforma protestante, y que habría empezado solamente después
del Concilio de Trento. Esta idea ha sido desmentida por la moderna historiografía,
la cual ha demostrado de manera fehaciente que el movimiento de reforma en la
Iglesia Católica había empezado antes, si bien se fue abriendo paso lentamente
a lo largo de la Baja Edad Media hasta culminar en la gran Reforma católica
tridentina.
Este trabajo ofrece una síntesis
significativa la Reforma católica en sus diversas manifestaciones, en especial
en el ámbito español, y en torno a ella su relación con la Reforma protestante.
Las preguntas que surgen son: ¿fue Lutero el
único que se propuso la reforma de una Iglesia en decadencia? ¿Hubo más intentos
reformatorios por parte de otros agentes cristianos? Y si hallamos varias
«Reformas»: ¿qué relación hubo entre ellas? ¿Cuál fue primero? ¿Hubo
una cierta dependencia mutua? Y también ¿qué
incidencia tuvieron en los diversos ámbitos
culturales de la época? (filosofía,
teología, literatura, filología, derecho, universidad, mística, etc.).
1. Introducción
El siglo
XVI ha sido calificado por los estudiosos como el «Siglo de las Reformas»
porque realmente se produce un vuelco cultural y religioso de amplia portada,
en el transcurso del cual la influencia de los enfoques del Humanismo
renacentista fue fundamental. Así en historia, filología, educación, artes
plásticas, arquitectura, ciencias exactas, etc.1 También en el campo
eclesiástico y en especial la
Teología se producen cambios y reformas de hondo calado, las cuales tienen
claras repercusiones en los demás campos
señalados. No podemos olvidar que estamos
todavía en el Orbis Christianus donde
la sociedad profesa una fe y unos valores cristianos comunes2.
De ahí
que interese conocer con cierta precisión el tema que se aborda en este estudio.
¿Qué Reformas tuvieron lugar en el campo eclesiástico y
religioso durante el siglo XVI? ¿Cómo influyeron en los demás ámbitos
culturales? Obviamente el objetivo de este trabajo no es hacer una exposición detallada de la cuestión, sobre la que existe una amplia
bibliografía especializada. Más bien intentamos ofrecer una cierta visión
panorámica a «ojo de pájaro», podríamos decir, que dé a conocer a un público científico no
especializado en los campos de la Historia Eclesiástica y
Teológica, una síntesis significativa de estas cuestiones.
A
nuestro juicio este marco histórico eclesiástico es imprescindible para
entender en profundidad los demás fenómenos culturales de esta época. Por
poner solo un ejemplo significativo: la literatura del Siglo de Oro español,
las grandes obras literarias, como los autos sacramentales de Calderón de la
Barca, requieren un buen conocimiento del contexto histórico-teológico del
momento. Y esto en ocasiones ofrece dificultades importantes a los estudiosos
de esas áreas. Dicho esto, podemos entrar ya en materia.
El punto
de partida es una situación general de decadencia cuyas manifestaciones
principales serán una cierta corrupción y secularización del alto y bajo clero,
también de las Órdenes Religiosas, por un
lado3. Pero además se produce un
hastío hacia formas de religiosidad medievales que aparecen como anticuadas y
poco adaptadas a los nuevos tiempos. La espiritualidad medieval, demasiado
unida al estado religioso da paso a enfoques más modernos dirigidos también a
los seglares, o a formas de recogimiento y contemplación nuevas. En sede académica y teológica el dialecticismo y las disputas
interminables entre escuelas teológicas
rivales producen una pobre impresión a los modernos que propenden a una gran
libertad y amplitud en la tarea científica. La importancia y el uso de las
fuentes originales escriturísticas y patrísticas rechaza el excesivo
filosofismo y los planteamientos demasiado abstractos de la Escolástica
medieval4. Y así podríamos
continuar señalando una larga lista de campos en los que era necesaria una
reforma importante.
Se dio
en efecto un clamor general de Reforma eclesiástica (in
capite et in membris) desde la Baja Edad Media, que afectaba a la
Espiritualidad, a la Teología o a la disciplina eclesiástica, entre otras
cosas.
***
Para los
estudiosos en general, la Historia Eclesiástica del siglo XVI quedó marcada de
manera singular por la gran Reforma protestante iniciada con Lutero (1517), que
supuso un cambio sustancial en la concepción del cristianismo. De manera un
tanto enfática y exagerada, Lutero afirmaba que su intención era volver a la
«pureza del Evangelio» oscurecida por el pagano Aristóteles y por la tiranía
de Roma. Con lo primero aludía a la Filosofía (la razón) que había infectado la teología al uso (i. e., la Escolástica). Con lo segundo al Papado y
su conocida decadencia, o a la corrupción eclesiástica en general. Por lo
tanto, se puede decir que Lutero partía de unas circunstancias históricas concretas que afectaban gravemente a la
religión cristiana y que él
pretendía cambiar.
Pero la
pregunta que nos incumbe ahora es: ¿fue Lutero el único que se propuso la
reforma de una Iglesia en decadencia? ¿Hubo más intentos reformatorios por
parte de otros agentes cristianos? Y si hallamos varias «Reformas»: ¿qué
relación hubo entre ellas? ¿Cuál fue primero? ¿Hubo una cierta dependencia
mutua? Estos interrogantes son los que deberían ser respondidos adecuadamente.
Durante
algún tiempo prevaleció la opinión que señalaba dos Reformas: la «Reforma»
(luterana o protestante) y la «Contrarreforma» (católica) dando a entender que
la Reforma Católica había sido una consecuencia de la Reforma protestante, y
que habría empezado solamente después del Concilio de Trento como respuesta a
Lutero.
Esta
idea ha sido desmentida por la moderna historiografía, la cual ha demostrado
de manera fehaciente que el movimiento de reforma en la Iglesia Católica había
empezado mucho antes, si bien se fue abriendo paso lentamente a lo largo de la
Baja Edad Media hasta culminar en la gran Reforma católica tridentina5.
Ciertamente
con la aparición de la Reforma protestante (1517) ambos movimientos
reformatorios se solapan de algún modo con influencias mutuas. Es evidente que
el estallido luterano galvanizó y potenció las fuerzas espirituales católicas
para dar un impulso definitivo al clamor de reforma que ya venía aplicándose,
aunque lenta y trabajosamente. Triunfará de manera plena en el Concilio de
Trento (1545-1563), que no es sino la realización efectiva de la ansiada reforma
eclesiástica tantas veces intentada.
El telón
de fondo en esta exposición será la Reforma católica en sus diversas
manifestaciones, y en torno a ella su relación con la Reforma protestante.
2. La reforma católica
Podemos
sistematizar las ideas en los tres ejes siguientes: 1) La reforma de la
espiritualidad: movimientos de observancia de las Órdenes religiosas y la
aparición de nuevas Congregaciones. 2) La reforma teológica e intelectual: la
Teología renovada de Salamanca y Alcalá. 3) La
reforma disciplinar y doctrinal: la obra del Concilio de Trento.
2.1. La
Reforma espiritual
La
crisis eclesiástica afectaba de modo muy especial a las Órdenes religiosas que
siempre habían sido un apoyo fundamental de la Iglesia y de la cura pastoral
del pueblo cristiano. Prácticamente
todas las Órdenes estaban necesitadas
de una profunda reforma
Las
manifestaciones de decadencia eran muy variadas: había muchos abades y priores
que seguían la Corte de los Reyes dilapidando allí las rentas del monasterio
o convento; otros residían en su monasterio, pero llevando una vida de lujo y
mundanidad, portándose como magnates seculares (ricos vestidos, criados,
caballerizas, cacerías, etc.). Los monjes o frailes mal atendidos salían
frecuentemente del monasterio frecuentando lugares poco recomendables. La vida
en común apenas se daba; se quebrantaba la clausura y se violaban los votos.
En medio
de esta situación las Órdenes religiosas fueron las que manifestaron un deseo
de reforma más profundo y temprano. En otras palabras, la reforma eclesiástica
comienza en la Baja Edad Media por las Órdenes religiosas, que serán el gran
catalizador de las restantes reformas. El sistema que se solía utilizar era el
de organizar dentro de la misma orden una rama nueva llamada congregación de observancia. Así los «conventuales» eran
los monjes o frailes ordinarios y los «observantes»
eran los que se empeñaban en volver a un cumplimiento más estricto de la regla
primitiva. Los grandes reformadores se proponían reformar un antiguo
monasterio o convento con personas fervorosas partidarias de la observancia; a
partir de ahí se difundía este espíritu a otros sitios, y así se
constituía la congregación de observancia dentro de la orden concreta6.
No
podemos aquí detenernos en la exposición detallada de estas congregaciones de
observancia en el seno de las diversas Órdenes religiosas. Los dominicos y los
franciscanos fueron los que iniciaron muy pronto esta reforma interna y los que
mayores resultados obtuvieron. Por ejemplo, la congregación de Valladolid de
los dominicos tuvo como centros piloto de gran importancia a fines del siglo XV
los conventos de San Gregorio de Valladolid y de San Esteban de Salamanca,
centros de gran efervescencia espiritual y teológica.
Asimismo
el franciscano Pedro de Villacreces (†1422) inició en Castilla un movimiento
reformatorio con los eremitorios de Escalacoeli en la Salceda (Guadalajara) o
la Domus Dei en la Aguilera (Aranda), de donde salieron importantes religiosos
como fray Jiménez de Cisneros, entre otros7.
Junto a
la reforma de las Órdenes religiosas clásicas (movimientos de observancia),
comienzan a aparecer ya en pleno siglo XVI nuevos movimientos religiosos,
anteriores a Trento, que difieren de las Órdenes religiosas anteriores,
buscando nuevas formas de estados de perfección adaptadas a los tiempos nuevos
(clérigos regulares). La contribución de
estos movimientos a la Reforma católica es
importantísima.
Principalmente
cabe señalar: los teatinos (san Cayetano de Thiene y Juan Pedro Caraffa); los
barnabitas (san Antonio María Zaccaría); los somascos (san Jerónimo
Emiliano); los capuchinos (Luis y Rafael Fossombrone); y especialmente la
Compañía de Jesús (san Ignacio de Loyola); no
es preciso aquí detallar la enorme influencia y gran contribución de esta
última en este momento de sus orígenes a la Reforma católica (teología, misiones y educación serán los
campos más destacados)8.
Por
último, es preciso aludir aquí a la gran mística española especialmente capitaneada por santa
Teresa de Jesús y su reforma del Carmelo
Descalzo; así como a san Juan de la Cruz, su discípulo inmediato. Esto
corresponde ya al período posterior a Trento, pero antes de ellos actuaron
algunos autores espirituales como el benedictino abad de Montserrat García de
Cisneros cuya obra Exercitatorio de la vida
espiritual (1500) tuvo gran influencia; o el franciscano fray
Francisco de Osuna y su Abecedario espiritual (1527),
que encabeza lo que se ha dado en llamar la «mística del recogimiento», que influyó mucho
en Santa Teresa9.
Un
capítulo especial a destacar en el conjunto de la Reforma católica es el
Erasmismo o Espiritualismo erasmiano, una concepción moderna de la
espiritualidad cristiana sobre todo referida a los seglares; su libro de
cabecera fue el Enchiridion militis christiani (1504)
de Erasmo, que en España tuvo múltiples ediciones traducido al castellano y fue
muy leído por laicos y clero secular10. Dentro de este
movimiento habría también que situar a Bartolomé de Carranza y su
famoso Catecismo cristiano, que dio
lugar a un proceso inquisitorial largo y complejo11.
Todo lo
cual manifiesta claramente la gran vitalidad de la Iglesia católica, a pesar de
la crisis eclesiástica ya señalada, y su capacidad de reforma interna.
Evidentemente todo este fenómeno de revitalización espiritual tuvo una
influencia decisiva en todos los campos: teología, literatura, jerarquía, Universidad,
místicos, etc. Son los religiosos y el estamento clerical reformado los que
impulsan la mayor parte de los logros culturales de la época. Aquí́ el
Humanismo cristiano jugó un papel principal también. La buena salud espiritual
y el fervor religioso será el humus en el que arraigue y dé fruto los mejores
esfuerzos de los agentes culturales.
2.2. La
Reforma intelectual y teológica
El
segundo elemento principal que ejercerá un influjo decisivo en la Reforma
católica es la renovación o modernización de la Teología existente. Hay que
partir de la crisis generalizada de la Teología escolástica en la Baja Edad
Media, consecuencia principalmente de la ruptura fe-razón (operada por el
Nominalismo) y de la crisis de la autoridad eclesiástica (teorizada y extendida
por el Conciliarismo)12.
A
principios del siglo XVI se da un clamor generalizado de rechazo de la
Teología escolástica medieval y de reforma de la Teología para adaptarla a
los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades. Había que buscar soluciones a
la situación decadente y envejecida de la Escolástica medieval. Este esfuerzo
renovador de la Edad Moderna se produce en dos direcciones fundamentales:
a.
crear una Teología nueva (innovación): hacer
tabla rasa de todo lo anterior (sistema y métodos teológicos antiguos). Esta es la línea del
Humanismo (Erasmo) y de la Reforma luterana (Lutero);
b.
renovar la Teología escolástica tradicional
(renovación): se trataría de volver al verdadero espíritu científico de la
Escolástica medieval, adecuándolo a las nuevas exigencias e incorporando a la
Teología los valores culturales modernos aportados por el Humanismo.
En
definitiva, lo que se intenta es purificar dicha Teología escolástica medieval
de los graves defectos introducidos, y al mismo tiempo enriquecerla con los
nuevos logros culturales (filológicos, históricos, etc.) del Humanismo. Esta
última es la línea seguida por Francisco de Vitoria, OP (†1546) y sus discípulos de la Escuela de
Salamanca, que dará lugar a un verdadero renacimiento teológico. La joven
Universidad cisneriana de Alcalá (1508) completará el cuadro de esfuerzos
renovadores.
Así
pues, la verdadera reforma de la Teología provendrá de España13. La institución
académica donde tendrá lugar
esta decisiva reforma de la Teología será
fundamentalmente la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, y
dentro de ella fueron principalmente los dominicos en su colegio-convento de
San Esteban los que llevarán a cabo este empeño renovador, en especial sus tres
grandes Maestros Francisco de Vitoria (†1546), Domingo de Soto (†1561) y
Melchor Cano (†1560), autor este último del magno tratado metodológico De locis theologicis, que tuvo una influencia
decisiva en el futuro.
Dos son
los rasgos definitorios de esta Teología renovada salmantina: fidelidad y
creatividad14. «Fidelidad» a la Iglesia
y al Papa en un momento crítico para la unidad de la fe. En efecto, esta
Teología salmantina se distinguió por ser
respetuosa con la tradición,
atenta al magisterio eclesiástico y
defensora de la fe ante las desviaciones de la época.
En
segundo lugar, «creatividad»; fue una Teología original y creativa. De modo
esquemático se pueden señalar tres elementos característicos:
- 1. El método
teológico. Elaboran una nueva epistemología teológica
consistente en la argumentación según los loci
theologici. Su inventor fue Francisco de Vitoria y su gran
discípulo Melchor Cano fue quien lo teorizó por extenso en su magna
obra De locis theologicis libri duodecim (1563),
en la que trabajó toda su vida y no pudo concluir del todo15. Esta nueva
metodología se distingue por el equilibrio entre Teología positiva y
Teología especulativa: fuentes positivas como la Sagrada Escritura,
Santos Padres, historia, lenguas (según la orientación humanista).
Especulación racional que sistematiza y deduce de los datos de fe (según
el estilo de la gran Escolástica del siglo XIII). Con ello se corrige el
positivismo bíblico de los humanistas, admitiendo también la función
especulativa como tarea propia de la Teología.
- 2. La problemática
de estudio. Lo que se ha dado en llamar «Teología práctica»16, que aborda
las cuestiones candentes del momento. No teórica ni abstracta, sino
interesada en los problemas vivos, iluminándolos desde la Revelación. Esta
es su mayor aportación: Francisco de Vitoria y el Derecho de Gentes (la
Duda Indiana); la doctrina de la guerra justa (guerras de conquista en
Indias, o guerras entre príncipes cristianos, o también frente al
islam). Domingo de Soto y su antropología teológica frente a Lutero;
teoría sobre la Justicia y el Derecho (el Derecho Natural). Martín de
Azpilcueta y la Ética Económica (origen del
Mercantilismo moderno). Diego de Covarrubias y la reforma del Derecho
Penal. Y varios más.
- 3. El estilo
literario. Nos referimos a la elegancia formal y literaria, según la moda
humanista. Se corrige la forma rígida y árida de la Escolástica
(cuestiones, artículos, conclusiones, etc.) para agilizarla y darle
cierta flexibilidad. Frente a la acusación humanista del latín escolástico
bárbaro, se cuida la elegancia literaria
imitando a los clásicos romanos como Cicerón.
La cima aquí es Melchor Cano en su tratado De
locis theologicis, escrito en un latín de bella factura,
apodado por ello el «Cicerón de las Escuelas».
En
conclusión, no fue una Teología anclada en el pasado o que se limitase a
revivir la tradición teológica medieval, sino que, muy al contrario,
fue una Teología original y creadora, con una proyección de largo alcance. Se
trata de una Teología Nueva fruto de la fecunda unión entre Escolástica y
Humanismo, que hará una aportación decisiva al mundo cultural y científico de un Mundo Nuevo.
El otro
centro universitario que realizará su aportación a esta renovación teológica
será la joven Universidad de Alcalá fundada en 1508 por Cisneros, fraile
franciscano reformado, a la sazón arzobispo de Toledo17. En este caso el rasgo
distintivo peculiar fue su orientación bíblica humanista, con el consiguiente
cultivo de las lenguas bíblicas que permitían ir a las fuentes mismas, tan
acorde con las exigencias de la cultura humanista que pedía siempre ir ¡ad fontes!. El
fruto más granado de estos esfuerzos renovadores complutenses fue la primera
Biblia Políglota del mundo publicada en 152018.
Su
Facultad de Artes alcanzó un nivel muy alto con el desarrollo de los estudios
del mundo clásico grecorromano, el avance de la Filología y la Historia
aplicada sobre todo a los estudios bíblicos (lenguas bíblicas como hebreo,
arameo, griego). Asimismo la Universidad cisneriana fue cuna de grandes
humanistas y biblistas: Nebrija, López de Zúñiga, Juan de Vergara, Hernán Núñez
de Guzmán, Ginés de Sepúlveda,
Luis de León, Arias Montano, y otros
muchos.
2.3. La
Reforma eclesiástica. La obra del Concilio de Trento
Todo el
gigantesco esfuerzo reformador de la Iglesia desde el siglo XV en adelante
tendrá su culminación en la magna obra reformadora del Concilio de Trento
(1545-1563), cuyo agitado y largo desarrollo abordó desde la jerarquía eclesiástica todos los graves problemas existentes
entonces, muchos de ellos provocados por la Reforma protestante, pero otros
independientes de ella derivados de la decadencia eclesiástica medieval. Con
ello se confirmaba desde la Jerarquía Eclesiástica las reformas en curso
surgidas desde la base del pueblo cristiano (religiosos, teólogos, humanistas,
obispos, etc.)19.
La
aplicación de los decretos tridentinos en toda la Cristiandad en los años
posteriores dio lugar a lo que se denominó por algunos estudiosos la
«Contrarreforma», acuñando así un término impropio y poco preciso, según lo indicado hasta aquí. La Reforma católica fue un movimiento interno de la Iglesia
en gran parte anterior a la Reforma protestante e independiente de ella20.
La
historia del Concilio de Trento es de sobra conocida en sus tres convocatorias
o etapas (1545-46; 1551-52; y 1562-63) hasta su aprobación definitiva por el Papa
Pío IV en la bula Benedictus Deus (26-01-1564).
La metodología utilizada fue abordar contemporáneamente
el aspecto dogmático y el disciplinar, de
manera que mientras se iba definiendo y precisando la doctrina frente a los
errores del momento, se iba también concretando la obra reformadora en los
aspectos más prácticos.
Cabe
señalar como hitos más importantes la definición de la doctrina sobre la
Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica (canon bíblico, exégesis e
interpretación, etc.); la doctrina sobre
el pecado original y la justificación cristiana; la doctrina sobre los siete
sacramentos, en especial la Eucaristía y el matrimonio. Todo ello saliendo al
paso de los errores protestantes (aspecto dogmático).
Paralelamente se trataron temas tan importantes para la Reforma eclesiástica
como el derecho divino de los obispos y la residencia episcopal en sus
diócesis; la creación de los Seminarios diocesanos, etc. Además se encargó al
Papa la elaboración de un catecismo y la reforma del misal y breviario,
trabajos que fueron realizados en breve espacio de tiempo.
Quedó
así completada la tan ansiada y esperada reforma de la Iglesia frente a los
errores modernos y las corruptelas y deformaciones eclesiásticas que se venían arrastrando desde
tiempo atrás. Todavía habría que
esperar la aplicación
efectiva de los decretos tridentinos, cosa que sufrió también sus alternativas21. Pero, en definitiva, la
gran Reforma católica estaba en marcha oficialmente.
Todo
ello proporcionó unidad y seguridad en todos los órdenes entre los católicos.
La fe católica aclarada y las reformas prácticas que aportó Trento dieron los
mejores frutos en los diversos campos de la cultura. En una sociedad cristiana
como la de entonces la fe cristiana formaba parte esencial del bien común de la
sociedad; no era una cuestión meramente religiosa, era una cuestión también
civil en cuanto afectaba directamente al buen orden y a la paz social, de ahí
la implicación de los poderes políticos
del momento y la general aprobación del pueblo llano.
3. La reforma protestante y sus consecuencias
De lo
visto hasta aquí queda claro que hubo dos Reformas, una católica y otra
luterana; y que la Reforma católica es anterior en el tiempo, si bien en un
momento dado se solapan y discurren paralelas.
Ahora
deberíamos analizar someramente porqué cauces discurre la Reforma protestante
y qué consecuencias tuvo para la cultura y la sociedad de su tiempo. Digamos
ante todo que, a diferencia de la Reforma católica, supuso un vuelco radical y
una concepción novedosa en casi todos los órdenes. Veámoslo22.
3.1.
Principios básicos de la religiosidad luterana
Para
entender adecuadamente los diversos aspectos concretos de la Reforma luterana,
parece oportuno referirnos a sus principios básicos o concepciones profundas
acerca de Dios, el hombre justificado y la sacramentalidad de la Iglesia.
Para
Lutero el misterio de Dios es un misterio de trascendencia, de su infinitud y
omnipotencia, ante la cual el hombre se reconoce incapaz de alcanzar por sí
mismo algo divino y trascendente, que le rebasa absolutamente como lo infinito
en relación a lo finito. Algo agravado por el estado de pecado y de corrupción
en el que históricamente se encuentra.
Derivadamente
de ello se suelen reconocer como dos principios fundamentales del sistema
teológico luterano: el principio de «exclusividad» y el principio de
«pasividad»23. El primero se puede
expresar con la palabra «solamente» que significaría la centralidad de Cristo y
su acción salvífica, sin mediaciones humanas de ningún tipo; es el «solus Chistus», «sola gratia»,
«sola fides» y «sola
Scriptura». Para el sistema católico la partícula significativa
sería la conjunción «et»: «Cristo y la
Iglesia», «Cristo y María», «Fe y obras», «Escritura y tradición»… Esto
significa que debe suprimirse todo aquello que haga competencia o intente
añadir algo a la presencia absoluta de la acción salvadora de Dios, sin ningún
tipo de intervención humana.
Ello nos
lleva al segundo principio de «pasividad» cuyo significado quiere decir que el
hombre permanece totalmente pasivo ante la acción salvadora de Dios en su alma.
Ninguna acción o realidad creada, humana por tanto, tiene eficacia salvadora.
La religiosidad se ventila en una relación individual y gratuita de Dios con el
hombre cristiano, que debe confiar y abandonarse absolutamente en la acción de
Dios sin poner nada de su parte que tenga efecto salvador.
En
correspondencia con todo ello habría que negar la sacramentalidad (los
sacramentos) tal como se conciben en el catolicismo (signos sensibles eficaces
de la gracia que santifica). Ninguna realidad material, creada puede actuar
como instrumento o canal de la gracia salvadora: «solus
Christus», «sola gratia». En
especial hay que señalar al sacramento del orden sacerdotal; para Lutero
afirmar que Dios comunica al hombre un poder santificador, o que a través de un
elemento sensible (material) se produzca un efecto santificador, supondría una
gravísima blasfemia contra la majestad de Dios, sumo trascendente y
omnipotente. No existe un sacerdocio jerárquico dotado de poderes divinos y
representante de la autoridad de Dios en la tierra. Por tanto, el hombre es un
sujeto completamente pasivo ante la acción divina que le justifica.
Estando
así las cosas se puede afirmar que la gran revolución protestante consistió en
haber abandonado (o negado) la idea católica de sacramento. Esto suponía una
subversión radical de la tradición
católica. Pero además este planteamiento olvida la ley fundamental del
cristianismo que es la ley de la Encarnación, lo cual en el fondo es el no
reconocimiento de la Humanidad de Jesucristo, Dios hecho hombre, que entra en
la historia humana como un Dios que toma nuestra naturaleza humana, y a través
de ella realiza su acción redentora, que se nos aplica por medio de la Iglesia
con instrumentos humanos a los que Dios concede una virtualidad divina
justificadora del pecado.
Quizá
basten estos rasgos fundamentales de la concepción religiosa y teológica de
Lutero para formarse una idea de su importancia fundamental. En un trabajo de
estas características no es posible extenderse como sería deseable en una
exposición pormenorizada de este
tema, que puede, no obstante, consultarse en los estudios especializados
ofrecidos en la bibliografía final.
3.2. Una
nueva antropología24
En
primer término, defiende una concepción del hombre (antropología) distinta de
todo lo anterior. Se trata de una antropología de signo negativo y pesimista.
Ello condiciona todo planteamiento ulterior como se verá. La naturaleza humana está corrompida a causa del pecado original, es
decir las potencialidades humanas están radicalmente trastocadas. La razón
humana está irremediablemente abocada al error y su capacidad para entender las
realidades sobrenaturales es nula.
Por otra
parte, está corrupción afecta sustancialmente a la vida moral. El hombre es
incapaz de realizar obras buenas; todo su obrar es defectuoso, es pecaminoso.
No tiene libertad moral para hacer obras buenas, por tanto todo esfuerzo
ascético es inútil. La polémica con Erasmo es significativa: frente al De libero arbitrio del humanista (1524),
Lutero contesta inmediatamente con una obra de título significativo: De servo arbitrio (Sobre
la libertad esclava). Cuando años más tarde (1537) fue interrogado
sobre el valor de sus obras señaló como más importante esta obra, junto con su
Catecismo25.
De ahí
la fórmula sintética luterana: «sola fides sine operibus». Es
decir, el hombre se justifica (se salva) porque Dios en su misericordia no le
imputa sus pecados, que no se borran. Al hombre solo le queda confiar en Cristo
y su obra que me salva, sin ninguna intervención propia.
Como
resulta obvio la influencia de estas ideas básicas será fundamental en todos
los órdenes: espiritualidad, teología, sacramentos, política, arte.
3.3. Una
nueva espiritualidad26
En el
campo de la Espiritualidad cristiana: solus
Christus sola gratia (cristocentrismo). La piedad cristiana de
dirige a la figura de Cristo, excluyendo toda otra referencia. La Virgen
María, los santos, no cuentan para nada. Es más, sería una idolatría honrarles y dirigirse a ellos y darles
culto. Hay que purificar la piedad cristiana de adherencias extrañas. La verdadera piedad no está hecha de
obras exteriores, sino de fe y confianza en los méritos salvadores de
Jesucristo. Se trata de una religión interior, íntima, individual. Se rechaza
toda obra externa como meritoria ante Dios: votos, peregrinaciones, reliquias, novenas,
etc.
La vida
cristiana se alimenta exclusivamente de la Palabra de Dios, las Escrituras,
conocida y practicada. Aquí está la Biblia traducida a las lenguas vulgares, y
la predicación de la Palabra de Dios como único acto conveniente. Son novedades
desconcertantes que confunden la vida religiosa del pueblo fiel, y que tiene
repercusiones muy amplias, también para el arte. En este punto había algunas
semejanzas con planteamientos propios de Erasmo (sobre todo respecto al
carácter interior de la práctica cristiana).
3.4. Una
nueva teología27
Una
Teología totalmente distinta (opuesta más bien) a la Teología escolástica al uso. La razón del hombre corrompido por el pecado
original está abocada al error y no puede decir nada sobre Dios y su misterio.
Por tanto, queda eliminada toda función racional-filosófica (o especulativa)
del quehacer teológico.
La
Teología queda reducida al conocimiento de la Sagrada Escritura bajo la luz o
inspiración del Espíritu Santo a cada fiel cristiano (teoría de la «sola
Scriptura» y del «libre examen»). Queda un pequeño margen para la labor de
traducción a las lenguas vulgares acudiendo a las fuentes originales (siempre
que sea posible).
Por
tanto, hay que suprimir toda la Tradición Escolástica anterior, con sus
especulaciones metafísicas y lógicas,
que oscurecen y deforman la Revelación (el
pagano Aristóteles es el culpable). En
adelante no cabrá ningún diálogo
científico con los teólogos católicos al hablar dos lenguajes
irreconciliables. Novedad de grandes repercusiones.
3.5. Nueva
eclesiología28
Se
rechaza el sacerdocio sacramental, por tanto toda autoridad jerárquica: Papa,
obispos, sacerdotes (su autoridad tiránica ha oscurecido la pureza del
Evangelio). Todos los fieles son sacerdotes por el bautismo. La Iglesia es
invisible, espiritual. Hay que suprimir la jerarquía eclesiástica, y todo culto externo.
Solo la
predicación de la Palabra (Biblia) y su meditación. Esto echaba por tierra el
Derecho Eclesiástico, la organización eclesiástica propia, los medios
materiales y económicos, etc.
Se
rechazan igualmente los sacramentos tradicionales. Solo quedan el bautismo y la
cena (Eucaristía). Se niega la validez de la misa, la presencia real de
Jesucristo en la Eucaristía. No existe sacramento del matrimonio (queda algo
puramente natural, sin más).
3.6. Nuevo
orden político29
La
religión (la Iglesia) queda plenamente sometida a la autoridad política: las
manifestaciones religiosas, los bienes materiales, etc., dependerán en adelante del príncipe temporal, que es
también la única autoridad religiosa en
sus dominios. De ahí el principio: «Cuiusregio, eius
religio» (la religión del rey es la religión de su pueblo).
Se llega
a una «Iglesia nacional» y al más rancio cesaropapismo, donde el campo
político y el religioso se confunden. Encontramos una subversión total del
orden religioso tradicional anterior, de graves consecuencias en todos los
terrenos.
3.7.
Consecuencias
Las
consecuencias de todas estas ideas y posicionamientos luteranos fueron de
amplio alcance en todos los órdenes: religioso, político, cultural, etc. No
podría ser de otro modo. Señalemos esquemáticamente algunas de ellas:
·
Pesimismo antropológico.
·
Actitud moral pasiva.
·
No obras de religión exteriores:
peregrinaciones, votos, reliquias.
·
No imágenes, obras de arte, imaginería o
pintura religiosa.
·
Traducciones en lengua vulgar de la Biblia.
·
No culto eucarístico.
·
No matrimonio indisoluble sacramento
cristiano.
·
Enajenación de los bienes de la Iglesia y su
patrimonio.
·
Negación de la libertad religiosa: la
política condiciona la religión.
Bibliografía
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Vilanova, Evangelista, Historia de la Teología cristiana, vol. 2,
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Notas
1 La bibliografía es muy abundante. Una
visión interesante en Jedin (dir.), 1986, vol. 4, pp.
795-806, con buena bibliografía. Ver también D’Onofrio
(dir.), Storia della Teología, 1995,
vol. 3, con abundante bibliografía actualizada.
2 Ver Humbert, 1911 y Renaudet, 2018. Para una
exposición sintética en referencia a la Teología, con bibliografía
correspondiente, ver Lang, 1925, especialmente pp. 31-41.
3 Jedin, 1986, vol. 5, pp. 594-612.
Para la situación en España ver García-Villoslada (dir.), Historia
de la Iglesia en España, 1980, vol. 3/1.
4 Ver Andrés, 1976, pp. 231-368.
Ver también Belda-Plans, 2000, pp. 6-22.
5 Jedin, 1986, vol. 5, pp. 592-593;
Martín, Historia de la Iglesia, 2000,
vol. 2, pp. 26-30.
6 Ver Llorca y García-Villoslada, 1987,
vol. 3, pp. 519-545.
7 Ver García-Villoslada (dir.), 1980, vol.
3/1, pp. 291-316.
8 Llorca y García-Villoslada, 1987,
vol. 3, pp. 837-854.
9 Este tema está ampliamente tratado
en Andrés, 1994, pp. 223-259 y 333-351.
10 Ver la obra clásica de Bataillon, 1966,
pp. 166-225; también Halkin, 1995, pp. 93-102;
y Belda-Plans, 2015.
11 Cfr. Tellechea, 1968; sobre el
proceso ver Belda-Plans, 2000, pp. 602-614.
12 Esta temática es tratada por extenso
en Belda-Plans, 2000; ahí se
pueden encontrar desarrollados los diversos aspectos de la renovación de la Teología
en el siglo XVI.
13 Es interesante la valoración que hace
Grabman en su obra clásica, Historia de la Teología
católica, 1940, pp. 181-182: «Este nuevo florecer de la Teología
nos vino desde comienzos del siglo XVI de España […]. La Teología española del Siglo de Oro
representa la deseada unión de la Escolástica con el Humanismo».
14 Ver san Juan Pablo II, Discurso a los teólogos españoles, Salamanca,
1-XI-1982.
15 Ver el texto de la editioprinceps en su traducción castellana
(ed. Belda-Plans, 2006).
16 Ver Belda-Plans, 2003, pp. 461-489.
17 Una buena síntesis de su historia y su
portada cultural en Andrés, 1976, pp. 32-39;
y Belda-Plans, 2000, pp. 139-143.
18 Cisneros se adelantó a Erasmo y la
Biblia Políglota fue la primera políglota del mundo y además base de la
segunda Políglota de Amberes o Filipina, cuyo director científico fue Arias
Montano. Cfr. Andrés, 1977, pp. 63-71.
19 La bibliografía sobre Trento es
amplísima; la mejor monografía sobre el Concilio es la de Jedin, gran
especialista en la materia, en cuatro volúmenes,
1972-1981. Un resumen ilustrativo en Jedin, 1960, pp. 99-126.
20 Ver Llorca y García-Villoslada, 1987, pp.
762-764.
21 Para la aplicación de Trento en España
ver García-Villoslada (dir.), 1980, vol. 3/1, pp. 494-500.
22 De la abundante bibliografía sobre el
tema se pueden destacar a nuestros efectos algunos estudios; así, sobre la
historia de la Reforma protestante es clásica la obra de Lorz, 1963; igualmente útil
es el estudio de García-Villoslada, 1976 sobre
las raíces históricas del luteranismo; en
el aspecto propiamente teológico son
buenas síntesis los estudios de Gómez Heras, 1972 y Pozo, 1974.
23 Exposición detallada en Pozo, 1974, pp. 13-27.
24 Una exposición muy completa en Vilanova, 1989, vol. 2, pp. 219-311.
Ver también Mondin, 1996, vol. 3, pp. 159-168.
Una buena síntesis en Gómez-Heras, 1972, pp. 3-66.
26 Vilanova,
1989, vol. 2, pp. 245-248.
27 Belda-Plans,
2010, pp. 151-158.
28 Gómez-Heras, 1972, pp. 50-64.
29 Vilanova, 1989, vol. 2, pp. 311-316.
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