“¡Oh cielo santo!¡Oh, dulce, amada patria!¡Oh Silvia!”:
el trasunto de Los tratos de Argel de Miguel de
Cervantes
Los
tratos de Argel es
una comedia de Miguel de Cervantes. En ella se representa el peligroso
cautiverio de los cristianos en poder de los turcos, algo que preocupaba
sobremanera a la Monarquía española del último cuarto del siglo XVI. Cervantes
ya había tratado este tema en otras obras suyas, como la
Historia del cautivo, El amante liberal, o Los baños de Argel.
Nuestro escritor desarrolla en Los tratos de Argel los tres temas fundamentales
que explican el problema del cautiverio desde el punto de vista literario: el
componente religioso (desde la presencia del renegado a la de las órdenes
religiosas), el componente político (desde el patriotismo español a la
hegemonía política en el Mediterráneo) y, finalmente, el componente amoroso
(con la presencia del amor, los celos, los triángulos amorosos, las cartas, los
equívocos, el final feliz…). De este modo, el autor del Quijote nos ofrece en
esta obra una pintura aproximada del conflicto y sus consecuencias
Introducción
Recién
llegado de Argel, en donde Miguel había padecido un penoso cautiverio durante
los años que van de 1575 a 1580, y de su vuelta a Orán, a donde había viajado
en 1581 como espía del Rey de España, nuestro célebre escritor asiste
decepcionado al rechazo de sus pretensiones cortesanas. Tal vez por ello se
refugia en la escritura como un remedio para medrar a la sombra de un poderoso
mecenas (La Galatea va dedicada a Ascanio Colonna), pero también como un alivio
necesario a su delicada situación económica (su teatro vendido al mejor postor,
llámese Gaspar de Porres o Rodrigo Osorio).
Su
compromiso con el teatro le obliga a componer para los corrales “hasta veinte
comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese
ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos,
gritas ni barahúndas” (Cervantes, 1987: 10), un gran éxito si tenemos en cuenta
su delicada posición en el panorama dramático de la época, atrapado entre la
comedia de Lope de Rueda, el teatro italiano y la tragedia senequista, por un
lado, y las nuevas propuestas teatrales procedentes de Valencia que Lope de
Vega se encargaría de precisar poco tiempo después2 .
De
entre ese grupo de comedias destacan las supuestamente relacionadas con el
cautiverio de Argel, aquellas que anuncian desde bien temprano las intenciones
literarias de su autor: la mezcla de vida y literatura a partir de los límites
establecidos por la combinación de lo admirable y lo verosímil. Ahí entrarían Los
tratos de Argel, La Gran Turquesca, La batalla naval, El trato de
Constantinopla y muerte de Selim y, años después, Los baños de Argel, El
gallardo español o La gran sultana.
Es
indudable, por tanto, que su cautiverio en Argel, tras su participación en la
batalla de Lepanto, se confirma como su experiencia vital más desgarradora y ejemplar3.
¡Quién mejor que Miguel para teatralizarla ante un
auditorio rendido desde el principio a los infortunios de tantos miles de compatriotas
privados de su libertad en tierras de infieles! El tema reunía todos los
ingredientes dramáticos necesarios para convertirse en un minigénero teatral4
que el mismo Cervantes ampliaría a su obra en prosa (sea La
Galatea, El Quijote, las Ejemplares
o el mismo Persiles)5. Tal
vez por ello, el cautiverio de Cervantes –con todas las reservas que se
quieran– es uno de los episodios más documentados de su vida6. A la Información7 que el mismo Miguel se procura
antes de regresar a España para proteger su buen nombre durante el cautiverio
se unen las noticias breves, pero interesantes, recogidas por el doctor Sosa,
su amigo en cautividad, en la Topografía e
Historia General de Argel, a la que acudiremos en más de una
ocasión a lo largo del discurso, y las continuas referencias a aquellos sucesos
a lo largo de la obra cervantina.
De
este ramillete de “comedias del cautiverio turquesco” he preferido detenerme
para esta ocasión en Los tratos de Argel, seguramente una de las primeras
comedias españolas que representa en escena el tema de la cautividad y
probablemente la primera
obra dramática de Miguel, su bautismo teatral, compuesta hacia el año 1583
8 . En las últimas décadas la crítica ha reparado
en los aciertos que la comedia ofrece, destacando su estructura dual, pero
coherente, su división en cuatro jornadas9 , la incorporación en escena de
apariencias alegóricas que reflejan el estado de ánimo de los personajes, la
variedad métrica y estrófica o la confluencia en torno al asunto principal: el
cautiverio. De tal modo que, a pesar de presentarse como una obra primeriza,
aporta ya interesantes novedades impropias de un escritor novel que alternan
con aquellos defectos (falta de caracterización de algunos personajes, escasez
de intriga, ripios y rimas repetidas, desenlace precipitado…) más propios de su
bisoñez literaria.
En mi
opinión, Los tratos de Argel es al teatro lo que la Historia
del Cautivo Pérez de Viedma a la novela, y en ambas
creaciones cervantinas se entrelazan con precisión las tres materias que
constituyen el eje de la intriga, más acentuadas en el drama por su naturaleza
de espectáculo público dirigido a un auditorio que asiste en grupo a la
representación de unos hechos. Estos tres ingredientes básicos son: Dios,
Patria y Amor. Mientras los dos primeros recrean el componente histórico de la
pieza asegurando su anclaje en un espacio y un tiempo cercanos e incorporando a
personajes reales conocidos por el espectador, el tercero nos ofrece una
perspectiva intrahistórica, menos objetiva, más literaria y ficcional. En
definitiva, la verosimilitud que se mezcla con la admiración para provocar el
deleite y la sorpresa en el espectador.
Los
tratos de Argel: comedia de propaganda religiosa
El
contraste entre dos mundos irreconciliables
Los
protagonistas de Los tratos de Argel están sometidos a sus amos no sólo por su
condición de cautivos extranjeros, sino también por sus creencias religiosas.
No se trata del enfrentamiento entre dos imperios que se disputan la supremacía
militar del mundo, sino de dos concepciones distintas, desconocidas y opuestas
de entender la existencia. Al “perro cristiano”(v.275) se opone la “fementida
secta de Mahoma”(v.1886), circunstancia que contribuye a la aparición del
contraste en la intriga propiciando las divergencias entre ambos universos.
Desde el primer momento, Aurelio, el cautivo protagonista, se propone como
modelo de conducta religiosa, fiel a la doctrina de Cristo, y no duda en
proclamar orgulloso su fe: “¡Cristiano soy, y [he] de vivir cristiano”
(v.1795). Ni las promesas de su ama Zahara, ni las tentaciones con que
pretenden vencerle la Necesidad y la Ocasión, le desvían de la ley verdadera,
aunque la intriga obligue en un momento determinado a dudar de su
comportamiento y planee entregarse a los brazos de su ama. Superada esta crisis
que le servirá al personaje para reforzar sus convicciones, Aurelio se presenta
como ejemplo de firmeza religiosa.
En
cambio, Zahara, movida por su arrebatadora pasión amorosa, admite su debilidad
moral atrapada en las redes del dios Amor, de modo que renuncia a su credo,
como luego hará también su marido Yzuf, pues en él no encuentra ningún
argumento sólido para calmar sus sufrimientos. De ahí que reniegue de su
profeta (“¡Déjame a mí con Mahoma, / que agora no es mi señor!” [vv.229-30]) y
se consagre a Cupido en evidente anacronismo de reminiscencias clásicas. El
contraste entre ambos comportamientos confirma la dispar dignidad espiritual de
ambos contendientes y acentúa la supremacía moral del cristiano frente a la
laxitud de la mora.
El
simbolismo religioso como refuerzo de la fe cristiana
La
oposición entre las aisladas referencias al profeta Mahoma y su “Alcorán” y las
incesantes alusiones a Dios, Cristo, la Virgen María, la Iglesia, el cielo, la
cruz, el Avemaría… confirman el propósito moralizador de la obra, dirigida a un
auditorio dispuesto a empaparse de su mensaje edificante. Los símbolos
religiosos y sus representaciones más destacadas se introducen en el texto no
sólo como referencias, sino también como propiciadores de un desenlace feliz al
que los personajes se aferran convencidos. Los desesperados cautivos encuentran
en ellos la certidumbre de una futura libertad: los que van a ser liberados el
socorro a sus desdichas, los que ya se han liberado el agradecimiento sincero,
los que huyen la fuerza necesaria para no desfallecer por el camino… Todos, en
fin, se acogen a la misericordia divina y a la intercesión de la Virgen María
para conseguir la salvación física y espiritual. De ahí que no resulte extraño
que la comedia concluya con una plegaria a la Madre de Dios en forma de octavas
reales. Esta exaltación mariana que pone fin a Los tratos de Argel confirma la
intención apologética de la obra desde el punto de vista religioso.
El
doctor Sosa10, seguramente el autor verdadero de la citada Topografía e
Historia General de Argel, que acabara firmando el padre Haedo, declara en la
Información que Miguel “se ocupaba muchas veces en componer versos en alabanza
de nuestro señor y de su bendita madre y del santísimo sacramento y otras cosas
santas y devotas, algunas de las quales comunicó particularmente conmigo, y me
las enbio para que las viese” (Información de Argel, 1981: 163). ¿Sería
descabellado suponer que algunos de los versos dedicados por nuestro escritor a
la Virgen María en el cautiverio fueron aprovechados años después como broche
final de Los tratos de Argel en forma de fervorosas octavas reales?
Del
martirologio al tremendismo
El uso
del tremendismo, tan propio de la tragedia, contribuye a avivar la piedad en el
espectador y, por tanto, a resaltar la gravedad doctrinal del discurso. Este
recurso exagera el patetismo religioso a través de la introducción de escenas
de inconfundible
valor apologético. Esto ocurre, por ejemplo, en la Escena IV de la Jornada II,
cuando los desconsolados padres deben despedirse de sus hijos, dos muchachos
que acaban de comprar como esclavos unos mercaderes moros11. El terrible dolor
que acompaña la separación (avivado por la crueldad con la que los vendedores
tratan a sus víctimas, abriéndoles la boca para comprobar su dentadura,
procurando rebajar el precio final de la venta o amenazándolas con duros
castigos físicos) emociona aún más por los estremecedores consejos que los
padres dan a sus hijos, amonestándoles para que no se olviden de su fe. ¡Tan
sobrecogedora imagen enternecería hasta los corazones más duros de la
insensible infantería mosquetera12! La Madre manifiesta su dolor ante tan
tremenda pérdida, pero también su temor –convertido en inevitable convicción–
por la perdición de sus pequeños
MADRE:
Más miedo me queda a mí
de
verte ir donde vas,
que
nunca te acordarás
de
Dios, de ti, ni de mí; (vv.971-74)
fatal presagio que se acabará cumpliendo
Esta
técnica, consistente en provocar la misericordia del espectador a través del
horror, alcanza la apoteosis en la Escena V de la Primera Jornada. Cervantes, a
través del cautivo Sebastián, se encarga de narrar (pues hay hechos que por su
propia naturaleza no pueden representarse en escena) la terrible muerte
padecida por fray Miguel de Aranda a manos de unos moriscos.
Un
renegado huido de Valencia y de nombre Alicax se había instalado en Sagrel,
dedicándose al corso. Su bergantín fue apresado por las galeras españolas y su
patrón llevado a Valencia, donde fue juzgado por el Santo Oficio y condenado a
la hoguera. El hermano de Alicax, para desquitarse de su muerte, compró un
grupo de cautivos españoles entre los que se encontraba fray Miguel, a quien el
morisco no sólo le negó el rescate, sino que le convirtió en víctima
propiciatoria de su venganza. El 18 de mayo de 1576, sábado, en la marina de
Argel, y tras un cruel tormento, el piadoso fraile fue golpeado, quemado y
lapidado sin piedad hasta la muerte.
El
suceso conmovió por su crueldad a la colonia de cautivos españoles en Argel y
su sufrimiento fue recordado por el doctor Sosa en su Topografía13. Cervantes,
que no identifica por su nombre al sacerdote valenciano (¿escucharía la
historia de boca de Sosa?, ¿sería testigo de tan trágico episodio?) aprovecha
el suceso para reforzar la intención ejemplar de su obra a partir del
paralelismo que establece entre ambas situaciones. El sanguinario corsario
Alicax nada tiene que ver con el piadoso fraile
valenciano; el castigo justo al malvado renegado en Valencia no se corresponde
con la cruel injusticia cometida en Argel, la justa Inquisición española se
opone al caos procesal de los turcos, los “sayones” y “gente descreída”
contrastan con el virtuoso fraile que invoca a Cristo y a la Virgen María en
tan doloroso martirio… y de esta evidente oposición de contrastes surge la
emoción compartida por el senado ante el horrendo sacrificio que con todo lujo
de detalles va describiendo la detención, los golpes, la quema y la lapidación
de este nuevo san Esteban cuya alma se eleva a los cielos en “fuego de amor de
Dios”(v.642).
La ejemplaridad de los padres redentoristas
La
devoción religiosa de la pieza se refuerza también mediante la ejemplificación
individual del mensaje evangélico. Para ello, el Manco genial se refiere al
final de la obra a dos de los personajes más destacados en la tarea de redimir
a los cautivos: el trinitario fray Juan Gil y el mercedario fray Jorge de
Olivar, de quienes destaca sus caritativos y bondadosos pechos, su cristiandad
y prudencia, y su generosidad sin límite.
La
elección de los personajes no es arbitraria. Fray Juan Gil es quien certifica
con su firma el 22 de octubre de 1580 la Información facilitada por los
testigos presentados por Cervantes sobre su ejemplar comportamiento en Argel,
confirmando que los testimonios presentados proceden de personas principales y
dignas de crédito y que “no dirían sino la uerdad en todo lo que han dicho y
jurado” (ibidem, 1990: 154). Aún más, él mismo asegura conocer a Miguel, a
quien define como “muy onrado” (ibidem, 1990: 154), razón por la cual le ha
admitido entre sus amigos más íntimos, y que “a hecho cosas por donde meresce
que su Magestad le haga mucha merced” (ibidem, 1990: 154). Era lógico suponer,
por tanto, que Cervantes correspondiera a las muestras de afecto del trinitario
brindándole un encendido elogio al final de su obra. No en vano, Haffer Bajá,
el renegado húngaro que llegó a ser rey de Argel, propuso nombrarle heredero de
toda su riqueza a cambio de que renegara (ibidem, 1990: 154).
En
cuanto a fray Jorge de Olivar, también él aparece estrechamente relacionado con
las penalidades de Miguel en el cautiverio. Si hacemos caso nuevamente a las
noticias que aparecen en la referida Información (1981: 53-54), Hazán Bajá, rey
de Argel, pretendió culpar al fraile mercedario del intento de fuga de un
numeroso grupo de principales cautivos españoles que estuvieron escondidos
durante meses en una cueva a la espera de la llegada de un navío procedente de
España. Finalmente, en septiembre de 1577, todos ellos fueron apresados por la
delación de un renegado melillense apodado el Dorador. A riesgo de padecer un
cruel castigo, Miguel confiesa ante Hazán ser el único responsable del intento
de huida y el encargado de aprovisionar a diario a los fugados, librando así al
religioso de una muerte casi segura o de una extorsión generosa.
“Cómo se echa a perder aquí un cautivo”: la figura
del renegado
Pero
este Cervantes poliédrico, que se niega desde bien pronto a describir la
realidad desde un único punto de vista, el Cervantes de don Quijote y Sancho,
de Carriazo y Avendaño, de Rinconete y Cortadillo, de Cipión y Berganza…
también está presente ya en Los tratos de Argel. Aquí aprovecha el componente
religioso para reflexionar sobre sus nocivas consecuencias cuando la ausencia
de libertad conduce al individuo a la desesperación. No todos responden con la
misma firmeza a la tentación; por el contrario, son muchos –y en particular los
más jóvenes (“Estos rapaces cristianos,/ al principio muchos lloros,/y luego se
hacen moros/mejor que los más ancianos”(vv. 1031-34)– quienes acaban renegando
de su fe para abrazar la de Mahoma, prefiriendo así una vida más cómoda y
placentera14.
La
figura del renegado ha merecido la atención de la crítica15 por su singular
caracterización en los textos literarios de la época. Sosa, en su Topografía,
ya advertía que “No hay nación de cristianos en el mundo de la cual no haya
renegado y renegados en Argel” (Topografía… de Argel, 1929: vol. I: 52-53),
para ofrecer luego un rápido repaso en el que incluye a moscovitas, búlgaros,
polacos, portugueses, castellanos, venecianos, albaneses, bosnios, chipriotas,
griegos… y muchos otros más. Por su parte, el padre Jerónimo Gracián de la
Madre de Dios, cautivo en Túnez entre 1594 y 1595, exageraba tal vez en su
Crónica de cautiverio cuando señalaba que “es cosa muy averiguada” que de los
cautivos que se encontraban presos en la Berbería renegaban de su fe más de la
mitad “y aún las tres partes”16.
Cervantes
nos ofrecerá a lo largo de su obra un amplio repertorio de personajes que
encarnan el tipo del “renegado” en sus diferentes variantes: niños inocentes
(como el Juanito de Los tratos de Argel), mujeres desprotegidas (como doña
Catalina de Oviedo en La Gran Turquesca), varones mal aconsejados (como el
Mahamut de El amante liberal), renegados sanguinarios (como el Arnaute o el
Hazán veneciano de la Historia del Cautivo) y, a la inversa, turcos que, bien
por convicción religiosa (la Zoraida de la Historia del Cautivo) bien por su
pasión amorosa (la Halima de El amante liberal), deciden huir a España para
recibir el bautismo.
Pero
de entre todos ellos sobresale sin duda la figura maquiavélica del cautivo
Pedro en Los tratos de Argel. Este personaje, tan pragmático como insidioso, es
un ejemplo vivo del superviviente sin escrúpulos, cuyo único objetivo es
alcanzar la libertad sin reparar en el precio que se paga, aunque para ello
tenga que delatar a otros cristianos o engañarlos con falsas promesas. Pedro le
confiesa a Sayavedra (alter ego del autor) su intención de renegar de su fe de
manera provisional, es decir, “ser moro en apariencia” (v.2176) hasta que el
destino le depare la ocasión de regresar a casa y volver a integrarse en el
seno de la Iglesia. Para Pedro el fin justifica los medios, de modo que le
resulta ciertamente irrelevante su apostasía porque es por una buena causa y no
la concibe como una amenaza espiritual. Cervantes, para quien la libertad es el
principio más sagrado que inspira el comportamiento humano, utiliza la figura
de Sayavedra para contrarrestar la opinión de Pedro. La libertad del cuerpo no
puede anteponerse a la esclavitud del alma. Renegar supone negar a Cristo y a
su Iglesia públicamente, idea central que inspira un discurso plagado de
reflexiones devotas. La fe sin obras no es fe, y no basta con hacer contrición
de nuestros pecados, sino también confesarlos y satisfacerlos con buenas obras.
Sayavedra ha conocido a
muchos cristianos renegados que nunca encontraron la ocasión de regresar a casa
y fueron dilatando su vuelta hasta acabar olvidándose de ella. En su discurso
llega incluso a invocar el pasaje bíblico: “Aquel que me negare ante los
hombres, / de Mí será negado ante mi padre”(v.2216-17) con el que finalmente
consigue convencer a Pedro de sus vanas intenciones.
No
obstante, esta triste realidad no ocurriría, denuncia Cervantes, si en los
corazones de los españoles anidaran la caridad y la solidaridad hacia los que
sufren las consecuencias de la privación de la libertad, y si las limosnas
destinadas a la liberación de esas almas fueran más generosas
¡Oh,
si de hoy más, en caudal deshechos
se
viesen los cristianos corazones,
y
fuesen en el dar no tan estrechos,
para
sacar de grillos y prisiones
al
cristiano cativo, especialmente,
a los
niños de flacas intenciones,
en
esta sancta obra así excelente,
que en
ella están todas las obras
que a
cuerpo y alma tocan juntamente! (vv.1868-1876)
Sin
duda, Miguel sabía perfectamente de qué estaba hablando y sus versos resonarían
en escena como un aldabonazo a las conciencias de quienes asistían a la
representación, conmovidos por el sermón moral que la obra encerraba en forma
de ácida amonestación.
La Patria como propaganda política de la Monarquía
hispana
La verosimilitud plasma la realidad
Al
fervoroso mensaje evangélico que la obra propone se añade asimismo la exaltación
del espíritu patriótico, inevitable al tratarse de un período histórico en el
que España exhibía su hegemonía política y militar, con tantos frentes abiertos
como países amenazaban su autoridad (el imperio turco, Inglaterra, Francia,
Alemania, Flandes, el Nuevo Mundo…). Argel (como Túnez, Trípoli o
Constantinopla) constituía una creciente amenaza para la todopoderosa monarquía
española y desafiaba el dominio de nuestra armada en el Mediterráneo. Si los
turcos llegaran a dominar ese lugar estratégico, las consecuencias podrían ser
nefastas para España (Braudel, 2010). Los cautivos españoles encarnaban, pues,
el fracaso de nuestra política en el Estrecho y norte de África y la
confirmación pesimista del reto al que se enfrentaban las autoridades españolas.
¡Y Cervantes lo sabía!
Para
contribuir al reforzamiento de ese fervor nacional era indispensable que el
escenario representado resultara lo más verosímil posible. Las referencias a
lugares concretos (Badajoz, Barcelona, Biserta, Argel, Valencia, Aragón,
Málaga, Sagrel, Cerdeña…) se vinculan con los personajes históricos más
destacados (Carlos V, Felipe II, don Juan de Austria, Hazán Bajá, Mamí…).
Escuchamos hablar a los turcos en su lengua (“alicum”, “çalema”, “çultam”,
“denicara”, “nizara”, “bacinaf”…), conocemos algunas de sus costumbres (los
alárabes se retiran a la sierra en verano y abandonan la marisma), sabemos de
sus negocios (su dedicación a la piratería en rápidos bajeles a los que resulta
muy difícil dar caza y el suculento beneficio que consiguen con la venta y
rescate de cautivos), nos enteramos de sus preocupaciones (el temor a que la
armada española ataque sus derruidas murallas), paseamos por su geografía (los
ríos Bate e Hiqueznaque, el Cerro Gordo, el monte Silla, Argel y Mostagán…), distinguimos
su compleja organización social (jenízaros, alárabes, bolucos, debajíes,
oljades…) y hasta saboreamos su gastronomía (cuzcuz, sorbete de azúcar, corde,
pilao, bizcochos…).
Esta
acumulación de datos que refuerzan la verosimilitud de la comedia alcanza
momentos de auténtico realismo, como cuando un cristiano huido por tierra a
Orán es capaz de distinguir las pisadas que han dejado en la arena otros
caminantes
[CRIST:]
Estas pisadas no son,
por
cierto, de moro, no;
cristiano
las estampó,
que
con la misma intención
debe
ir que llevo yo.
De
alárabes las pisadas
son
anchas y mal formadas,
porque
es ancho su calzado;
el
nuestro más escotado,
y ansí
son diferenciadas. (vv.1992-2001)
Sin
duda, como concluye Aurelio en su despedida, estamos ante un “trasunto/ de la
vida de Argel” (vv.2534-35) plasmado con tanto verismo que el espectador no
podía asistir indiferente a tan triste espectáculo. Si el espacio y el tiempo
aportaban una apariencia de veracidad inigualable, las vivencias de Cervantes
trasladadas a las tablas constituían una fuente inagotable de inspiración.
La presencia de la Historia en la Intrahistoria
Asimismo,
el enredo amoroso de la comedia alterna con la alusión a sucesos y personajes
históricos que permiten interpretar mejor las claves del cautiverio y la
necesidad de luchar contra la plaga de la piratería. Algunos de estos sucesos y
personajes estarían estrechamente vinculados a la existencia de Miguel y
representan para él el recuerdo vívido de una experiencia terrible que se proyectará
a lo largo de su obra. Veamos.
En la
Jornada Primera, Cervantes alude en la Escena IV a la gran parada militar que
ha tenido lugar en Badajoz el 13 de junio de 1580 y el recelo con el que las
autoridades turcas contemplan tal suceso, temerosas de que se trate de una
trampa del monarca español cuyo objetivo militar sea la conquista del norte de
África; en la Escena V narra el martirio de fray Miguel de Aranda sucedido en
noviembre de 1576 al que me referí más atrás. Volveremos a encontrarnos otros
dos nuevos acontecimientos históricos en la Jornada II. En la Escena III
aparece un tal Mamí17 que viene de hacer la galima y confiesa haber capturado
una nave con veinticuatro cautivos. ¿Sería éste personaje el renegado griego
Dalí Mamí que, en compañía del renegado albanés
Arnaute Mamí, apresó la galera Sol el 26 de septiembre de 1575 en la que
Cervantes regresaba a casa? ¿Estaría recreando Miguel una vez más aquel
fatídico encuentro en el mar18? En la Escena VIII asistimos a la narración del
apresamiento en la isla de San Pedro, en Cerdeña, de la galera San Pablo,
perteneciente a la Orden de San Juan de Malta. El suceso ocurrió el 1 de abril
de 1577 y en él fueron hechas cautivas casi trescientas personas y obtenido un
magnífico botín en metálico de 160.000 ducados.
En la
Jornada III, donde el enredo amoroso alcanza un mayor protagonismo, la
presencia del componente histórico es menor. Así, en la Escena I conocemos los
planes de huida de un cautivo llamado Pedro Álvarez, que pretende pasar
caminando a Orán. Los planos, el conocimiento del terreno, los víveres y el
calzado necesarios para tan peligrosa empresa seguramente están evocando la
experiencia emprendida por Miguel quien, en enero de 1576, intentó junto a
otros cautivos una fuga semejante que la fatiga se encargó de malograr.
Por
último, en la Jornada IV encontramos tres nuevos sucesos sacados de la realidad
e incorporados a la ficción dramática. En la Escena VI, Hazán Bajá se lamenta
al conocer la noticia del irrisorio rescate pagado por don Antonio de Toledo y
don Francisco de Valencia. Ambos se encuentran sanos y salvos en Tetuán porque
sus amos –temerosos de que el codicioso rey se los quitara, como hizo con la
mayoría de cautivos en cuanto llegó a Argel19– han consentido en el pago de un
mísero rescate por 5000 ducados.
Don
Antonio de Toledo (Serrano de Menchén, 2008: 195-206), gran prior de la orden
de San Juan, caballerizo mayor y miembro del Consejo de Estado y Guerra de
Felipe II, y, tras la muerte de su hermano, VI conde de Alba de Liste, y don Francisco
de Valencia, caballero de la Orden de San Juan, bailío de Lora y miembro
también del Consejo de Estado y Guerra, viajaban en la galera San Pablo y se
encontraban cautivos en Argel allá por abril de 1577. Cervantes debió mantener
con ellos una estrecha familiaridad, pues en la Pregunta nº5 de la Información
se asegura que ambos caballeros le firmaron a Rodrigo Cervantes sendas cartas
de recomendación dirigidas a los Virreyes de Valencia, Mallorca e Ibiza con el
propósito de que armaran una fragata para liberarles (Información, 1981: 51).
¿Formarían parte estos dos caballeros del grupo de catorce cautivos que Miguel
ocultó durante meses en una cueva entre julio y septiembre de 1577 con el fin
de huir de Argel o, como parece, ellos ya habían conseguido la libertad en
junio de ese mismo año? Sabemos que don Antonio de Toledo acompañó a Felipe II
en la guerra de Portugal y que participó en las Cortes de Tomar en 1581. ¿Acaso
Miguel buscaría la complicidad de un caballero tan principal cuando viajó a Portugal
en busca de alguna recomendación? ¿Fue don Francisco, sabedor de la valía y los
conocimientos del terreno de nuestro bravo soldado, quien le propuso para la embajada a Mostagán como espía
del Rey? ¿Fue él quien trajo la Epístola de Cervantes en mano desde Argel para
entregársela a Mateo Vázquez? (Gonzalo Sánchez-Molero, 2007: 192)20.
En la
Escena VIII, el Manco se refiere a los hermanos Sosa, a don Fernando de Ormaza
y a don Francisco de Meneses como ejemplo de virtuosos caballeros que
cumplieron la palabra dada en el cautiverio y pagaron sus rescates una vez que
regresaron a su patria. Los hermanos Sosa Coutinho eran hidalgos portugueses
que viajaban en la galera San Pablo con la intención de alistarse en la orden
de San Juan. Debían de ser muy jóvenes pues don Manuel, el mayor de los dos,
que llegó a ser Coronel del ejército en Almada, vivía todavía en 1632. Al
parecer fue éste quien se liberó primero embarcando hacia Valencia a principios
de septiembre de 1577 con la intención de pagar su rescate y el de su hermano
(Roig, 2004: vol. I: 879-98). Don Fernando de Hormaza Bracamonte Nieto y
Sotomayor21, natural de Guadramiro, era también caballero de la orden de San
Juan en 1568 y es probable que viajara en la galera San Pablo, siendo liberado
entre septiembre de 1577 y septiembre de 1578. En cuanto a don Francisco de
Meneses, natural de Talavera de la Reina, fue capitán de La Goleta, donde fue
hecho cautivo. En la Información (1981: 102) es citado por el malagueño Juan de
Balcázar como uno de los compañeros de Cervantes en su intento de huida a Orán.
Regresó a España en enero de 1578 tras pagar sus valedores valencianos la suma
de 1000 ducados de oro.
Finalmente,
en la Escena XI Miguel, como vimos más atrás, se refiere a los padres
redentores fray Juan Gil y fray Jorge de Olivar, quienes se encontraban en
Argel en abril de 1577 con la intención de liberar a los cautivos. El
mercedario Olivar fue quien pagó el rescate de Rodrigo de Cervantes a petición
de su hermano ante la imposibilidad de liberarle a él por la fuerte suma que
pedía su amo.
Los
sucesos y personajes históricos que se intercalan en la intriga amorosa se
corresponden –si bien de manera desordenada– con un período de tiempo que
abarca desde septiembre de 1575 hasta junio de 1580, esto es, desde el
apresamiento de Miguel en la galera Sol hasta casi su liberación y regreso a
España. Todos estos acontecimientos estaban aún frescos en su memoria, razón
por la cual no dudó en incorporarlos a su teatro como marco temporal del
enredo, pero también como un homenaje a algunos compañeros de fatiga y, por qué
no, como un intento de ganarse el favor de gente tan principal.
“Española dicen que es”
Entremezclado
en este maremágnum de sucesos y personajes históricos que describen la triste
realidad del cautiverio, encontramos también un grupo de ficciones dramáticas
creadas para la ocasión. En Los tratos de Argel asistimos a la vida cotidiana
de unos seres marcados por su trágico destino. Su falta de libertad y sus
ansias de alcanzarla guían sus pasos. La primera sirve para describir a unos
seres valerosos sujetos a mil desventuras, héroes anónimos cuya determinación y
paciencia ante la adversidad resultan conmovedoras; la segunda presenta a
individuos desesperados que son capaces de emprender las acciones más temerarias
a cambio de un dudoso final feliz y bajo la amenaza de un cruel castigo físico.
A la mayoría de ellos les gobierna una misma fe, pero también su inequívoca
condición de españoles.
Nuestros
protagonistas, Aurelio y Silvia, son “de Granada”(v.1175) y han sido hechos
cautivos cuando viajaban en la galera maltesa de San Pablo; fray Miguel de
Aranda es “de nación valenciana”(v.530); el Cautivo que narra los planes
expansionistas de Felipe II viajaba “de Málaga pasando a Barcelona”(v.376); los
miembros de la familia que es separada por la codicia de los mercaderes moros
son “españoles”(v.867) tomados en el mar, y el Cautivo que huyó a Orán a pie
“En Málaga nacido”(v.2345), aunque perdió la libertad en las almadrabas
gaditanas.
Todos
ellos tienen en común la nostalgia de España, “patria querida”(v.475), a la que
invocan como una seña de identidad que explica sus indomables comportamientos.
Cuando Hazán Bajá pregunta sobre la procedencia del Cautivo huido a Orán y que
ha sido apresado (“¿Español eres?”[v.2344]), ya intuye la respuesta de éste. De
ahí su posterior comentario: “Bien lo mu[e]stras en ser ansí atrevido”(v.2345).
La exaltación de la raza española contribuye a reforzar el patriotismo que
anida en el corazón de los personajes y que se propone como una norma de
conducta identificadora de unos valores que hermanan a los personajes con los
espectadores en perfecta comunión. El rey de Argel ensalza la virtud que los
define (“que guardan su palabra sin reveses”[v.2363]), pero, por el contrario,
se desespera incapaz de someter la bravura de sus actos
¡No sé
qué raza es ésta destos perros
cautivos
españoles! ¿Quién se huye?
Español.
¿Quién no cura en los hierro[s]?
Español.
¿Quién hurtando nos destr[uye]?
Español.
¿Quién comete otros hierros?
Español,
que en su pecho el cielo influye
un
ánimo indomable, acelerado,
al
bien y al mal contino aparejado. (vv.2354-61)
Cervantes crítico ante el problema…
Esta
exaltación del patriotismo hispano no obedece a una propaganda dirigida desde
el poder, sino a una reflexión suscitada tras cinco años de penoso cautiverio.
Cervantes analiza las causas que desencadenan el problema y no duda en
referirse a ellas con afán crítico, sin ahondar en la materia, consciente de
que sus profundas raíces comprometían a las instituciones más influyentes.
Argel era el centro de la piratería y la piratería es rentable porque los
ligeros navíos turcos no tienen ninguna dificultad en dar alcance a las galeras
cristianas, mucho más pesadas y cargadas de mercancías22. Pero además, Cervantes
reflexiona sobre el engañoso sentido de la honra que nos obliga a actuar de
manera ridícula. Los cristianos españoles tienen por deshonra agarrar el remo y
bogar con fuerza para escapar del peligro turco, un absurdo comportamiento
cuyas consecuencias resultan muy dolorosas23. Miguel parece desconfiar de la
utilidad del honor, concepto arraigado en la cultura literaria de la época como
valor supremo de la sociedad, pero cuyo coste en ocasiones es excesivamente
elevado. Desde la orilla turca, Mamí se sorprende ante tamaño disparate,
incapaz de comprender la trascendencia social de dicha opinión
MAMÍ:
Pero allá tiene la honra
el
cristiano en tal estremo,
que
asir en un trance el remo l
e
parece que es deshonra;
y,
mientras ellos allá
en sus
trece están honrados, nosotros,
dellos
cargados,
venimos
sin honra acá. (vv.851-58)
…mientras Felipe II tiene la llave
El
cautiverio es un “triste y miserable estado”(v.1), una “triste esclavitud
amarga”(v.2), una “pena tan larga”(v.3), un “infierno puesto en el mundo”(v.6),
una “muerte creíble”(v.14), en fin, una especie de penitencia en la tierra que
pone a prueba la paciencia del cristiano cautivo24. Cervantes lo sufrió en sus
propias carnes y, al parecer25, se rebeló valerosamente procurando su libertad,
el mayor bien del hombre, aquel por el que se hace necesario aventurar la vida.
Argel significaba, como advierte E. Sola, “lo que las Américas para los
cristianos, un lugar para buscar fortuna” (Sola, 2000: 29-38), una horrenda
cárcel en donde padecían los cautivos españoles. El valeroso don Juan de
Austria ya no podía venir a rescatarles26. ¿Quién lo hará entonces? Cervantes,
por boca de Sayavedra, parece oponerse a la política exterior desplegada por la
monarquía hispana. Un Esclavo interviene excusando la tardanza de Felipe II,
ocupado en librar a Flandes del yugo luterano (vv.1526-30), cuando en realidad
(y el genial Manco lo sabía) lo que verdaderamente le interesaba al monarca era
la anexión de Portugal a la corona de Castilla. Los cautivos de Los tratos de Argel
–al igual que los turcos (Topografía… de Argel, 1927: vol. I: 79)– creían
ingenuamente que la parada militar en Badajoz y otras plazas del sur
significaría el comienzo del ataque a Argel y la conquista del norte de África.
Por eso Sayavedra, en una larga tirada de versos muy semejantes a los
utilizados en la Epístola a Mateo Vázquez, se dirige al todopoderoso rey
rogándole que, de una vez por todas, vuelva los ojos hacia los suyos y lance
una ofensiva contra aquella fortaleza mal fortificada y peor defendida.
Resulta
sonrojante, parece sugerir Sayavedra, que “quince mil cristianos” (v.436)
sufran tormentos inhumanos sin que nadie haga nada, ni que “despierte en tu
real pecho coraje”(v.426) para atreverse a tan necesaria empresa, como ya
emprendiera en 1541 su padre, el invicto Emperador. En conclusión, retomando
las palabras de A. Rey y F. Sevilla, “El significado político de la obra, en
consecuencia, no por indirecto dejaba de estar menos claro: su reproche crítico
se proyectaba sin paliativos sobre el inmenso poderío guerrero español que
amenazaba Portugal, y cuya gloria se veía menoscabada por la absoluta
indefensión en que, al mismo tiempo, dejaba a los cautivos de la ciudad
norteafricana. De tan rotundo contraste surgía la censura” (Rey Hazas y Sevilla
Arroyo, 1996: XXXVI).
El Amor: eje del enredo
En
medio de este escenario marcado por el horror y la melancolía se atisba la
presencia de un conflicto amoroso que va adquiriendo protagonismo a medida que
la obra avanza, si bien en ningún momento alcanza la expectación imprescindible
para atrapar al espectador. El enredo dramático apenas si ofrece interés, la
caracterización de los personajes es muy fría, la pasión amorosa es más
conmovedora cuando hablan los personajes turcos, víctimas de un arrebato que les
nubla la razón, que cuando lo hacen los cristianos, siempre firmes en sus
emociones y creencias, y el fugaz instante de duda que aflige a Aurelio se
interpreta como un estorbo para sustentar el enredo más que como una
posibilidad real de cambiar de actitud. Si el cautivo cristiano ha sido fiel a
su amada en su ausencia, más aún lo será ahora que la ha recuperado. El
desenlace, en fin, decepciona por su escasa imaginación y por su inesperada
incoherencia, pues la figura del cruel Hazán favorece la resolución del
conflicto permitiendo la inmediata vuelta a casa de la pareja.
De las
cinco escenas que componen la Jornada I, tres de ellas introducen el enredo
amoroso. Aurelio, en extenso soliloquio y tras lamentar la amarga vida que
padece en cautiverio, recrea la primera parte del planteamiento: el Amor, causa
de su destrucción presente, le obliga a decidir entre la enfadosa porfía de su
ama Zahara y la pérdida de su amada Silvia, a cuyo recuerdo se aferra para
vencer. La mora confiesa abrasarse en fuego amoroso, se reconoce rendida a
Cupido hasta el extremo de ofender su propia ley enamorándose de un cristiano a
quien tan pronto pretende ablandar con tiernas razones, como le recrimina su
ingrato comportamiento o le amenaza con crueles castigos. Importunado por
Zahara, Aurelio se defiende fuerte como una roca invocando el respeto que debe
a su amo Yzuf, marido de Zahara, alegando su acatamiento a la fe cristiana y
confirmando su determinación a morir antes que a entregarse a su enemiga.
Estamos, pues, ante un triángulo amoroso insólito por la condición social y
religiosa de los “enamorados” (Aurelio y Zahara) y por la ausencia física del
tercer vértice del mismo (Silvia).
La
Jornada II se divide en trece escenas de las cuales diez de ellas desarrollan
el conflicto amoroso constituyendo el final del planteamiento y el comienzo del
nudo. En la primera escena el triángulo amoroso se convierte en “amores
entrecruzados”. Yzuf le descubre a Aurelio la compra de una cautiva española a
quien ha rendido su alma y su vida, siendo capaz de ablandar su pecho. Su
intención es traerla a casa con el fin de que Aurelio la convenza bajo la
promesa de concederle la libertad.
Al
escuchar su nombre –Silvia–, Aurelio reconoce a su amada y le promete a su amo
bajo apariencia de verdad toda la ayuda necesaria. Una escena paralela tendrá
lugar poco después. Silvia es llevada a casa y presentada a Zahara. Esta le
confiesa su pasión hacia un cristiano, llamado Aurelio, que viajaba en la
galera San Pablo al ser cautivo y traído a Argel. Silvia reconoce en él a su
“esposo” y también promete ayudar a Zahara en sus pretensiones amorosas con la
esperanza del regreso a la patria.
En la
Jornada III tiene lugar el ansiado encuentro de la pareja de cristianos
españoles, que decepciona por la ausencia de emotividad. Los jóvenes esposos
reconocen el acoso del que son víctimas por sus respectivos amos –que ellos ya
saben y los espectadores también– y deciden fingir delante de ellos para poder
verse a escondidas. De las once escenas, ocho están relacionadas con la intriga
amorosa que tiene en Aurelio a su protagonista. El joven enamorado, embaucado
por la Necesidad y la Ocasión, parece desfallecer y duda si entregarse al “amor
blando”(v.1782) e “insano”(v.1793) que le propone Zahara, si bien acaba finalmente
decidiéndose por el “limpio amor”(v.1794) hacia Silvia. En esta jornada
encontramos el momento más efectista de la obra cuando Aurelio y Silvia son
sorprendidos por sus amos mientras se abrazan amorosamente. La astucia de
Aurelio, introduciendo el recurso del “hablar equívoco”, logra apaciguar los
ánimos de sus amos a quienes engañan nuevamente haciéndoles creer que sus
planes siguen adelante con el consentimiento de ambos a sus demandas amorosas.
La
Jornada IV, y última, supone el desenlace del conflicto. Resulta revelador que
de las trece escenas en las que se divide este acto, solamente tres guarden
relación con la trama amorosa, lo que explica el escaso interés que se le
concede y la rapidez con la que se soluciona. Es verdad que la situación en la que
se encuentra la pareja cristiana admite pocas soluciones, pero no es menos
cierto que la elegida por Cervantes carece de interés dramático y no guarda
comparación con el trepidante desenlace de El amante liberal, en donde
asistimos de partida a una situación similar.
Cervantes
cede el protagonismo a la figura de Hazán Bajá27, el cruel rey de Argel que lo
mismo castiga con insufribles tormentos a los cristianos más revoltosos como
premia la honestidad de la joven pareja sin razón aparente. Bajá compra a
Aurelio y a Silvia, a pesar de la negativa del infeliz Yzuf28, a quien castiga
con violencia, y les concede la libertad a cambio de que prometan pagar el
rescate en cuanto regresen a su patria. Como era de esperar, Aurelio se deshace
en elogios hacia el despiadado tirano y se dispone a embarcarse con su amada en
un navío de rescate que acaba de llegar al puerto, no sin antes agradecerle a
la Virgen María su libertad, cuando el deus ex machina más bien procede de la
parte turca.
En
conclusión, el amor, tema recurrente del teatro áureo, aparece en Los tratos de
Argel como eje del enredo, aunque su desarrollo dramático carezca de una
intriga bien trenzada y sorprenda por su inesperado, apresurado y confuso
desenlace. Siguiendo los tópicos, el amor es concebido como una “amorosa
cadena”(v.32) que encierra un gran poder, un “fuego”(v.95) que abrasa y “todo
lo iguala”(v.115), un “deseo”(v.140) imposible que “el alma subjeta y
doma”(v.232). Cervantes distingue entre el amor honesto que une a Aurelio con
Silvia y que iremos conociendo poco a poco a lo largo de la acción, y el
desenfrenado amor, entendido como arrebatadora pasión, que perturba las
potencias del entendimiento subvirtiendo la realidad. Así, Yzuf, enamorado de
Silvia, confiesa que el amor “me ha hecho esclavo de una esclava”(v.1085), del
mismo modo que Zahara, prendada de Aurelio, se declara una “mujer esclava de su
esclavo”(v.1305).
La
historia amorosa de Aurelio y Silvia comienza en “in medias res”. Primero
sabemos de la pérdida de Silvia (I), más tarde conoceremos que ambos viajaban
en la galera San Pablo, donde fueron hechos cautivos (II), y, finalmente,
Aurelio le confiesa al Rey de Argel haber raptado a Silvia ante la reiterada
negativa de su padre de entregársela por esposa (IV). Ambos se embarcan hacia
Milán, pero en el camino son hechos cautivos por los turcos y separados hasta
su reencuentro en Argel, donde van a servir a los mismos amos que se enamoran
de ellos. A la técnica del comienzo “in medias res” se unen otros recursos
propios del género bizantino. Es el caso de los “amores entrecruzados”, a los
que se refería S. Zimic (1964: 362- 87)29 en su estudio del bizantinismo
clásico representado por el Leucipe y Clitofonte de Tacio (y su secuela
española el Clareo y Florisea de Núñez de Reinoso) y por el Teágenes y Cariclea
del celebrado Heliodoro, que propician otros como el celestineo amoroso, los
celos, las mentiras, el esquema encuentro-separación-reencuentro, las falsas
muertes, la anagnórisis o el final feliz. Cervantes volverá sobre ellos a lo
largo de su trayectoria literaria y reafirmará su interés en las páginas de su
última novela conocida (los amores del rey Policarpo y su hija Sinforosa por
Auristela y Periandro en el Persiles). Para cuando esto ocurra la trayectoria
literaria de Cervantes habría alcanzado su momento culminante tras casi más de
treinta años persiguiendo la gloria que sólo alcanzó tras su muerte.
NOTAS
Teijeiro Fuentes, M. A. (2018). “¡Oh cielo
santo!¡Oh, dulce, amada patria!¡Oh Silvia!”: el trasunto de Los tratos de Argel
de Miguel de Cervantes, en Dicenda. Estudios de Lengua y Literatura
Españolas, 36, 325-342. 1 Universidad de Extremadura teijeiro@unex.es 2 Al ya clásico estudio de A. Cotarelo (1915) le
han ido sucediendo nuevos estudios de conjunto que precisan la aportación de
Cervantes al teatro de su época. Entre ellos, los de J. Casalduero (1966), J.
Canavaggio (1977) o S. Zimic (1992). 3 AAVV. (1994). 4 A. Rey y F. Sevilla se refieren a él como “las
comedias de cautiverio, berberiscas o turquescas” (1996: XI). Todas las citas
del texto están tomadas de esta edición). 5 Teijeiro Fuentes, M. Á., (1987 y 2007). 6 Desde las noticias que nos ofrece A. de Sosa
(1927, vol. I: 163-65) hasta, por citar algunos ejemplos, los trabajos de A.
Sánchez (1997: 7-24), M. A. Garcés (2005) o AAVV (2006). 7 Información de Argel (1981). Véase también La
Información de Argel de 1580 (2007) y P. Rosas Piras (2014). 8 Sobre la cronología del teatro cervantino, vid.
I. Aguilar, L. Gómez Canseco y A. J. Sáez, El teatro de Miguel de Cervantes
(2016: 17-24). Nuestra comedia está incluida, junto a Los baños de Argel y La
gran sultana, bajo el epígrafe “Imágenes de cautiverio”. Vid. sobre este tema
desde el volumen de J. Canavaggio (1977: 20) hasta el artículo de D. Vaccari
(2013: 357-76). 9 Si bien el desequilibrio entre el número de
versos que componen las distintas jornadas obliga a suponer una primera
redacción de la comedia en cinco actos. 10 Antonio de Sosa, teólogo portugués, viajaba en
la galera San Pablo junto a su amante y su hijo –a quienes hizo pasar por su
hermana y su sobrino– con destino a Agrigento tras su nombramiento por el Rey
como vicario de su Catedral. Coincidió con Cervantes en cautividad durante
casi cuatro años, manteniendo una estrecha amistad que se manifiesta en las
coincidencias sobre la vida en Argel que encontramos en sus obras.
Considerado un “informante” de la corona española, partió de Argel en julio
de 1581 y, tras pedir perdón al Papa por sus pecados, salió libre de la
cárcel de San Felipe de Madrid y fue destinado de nuevo a Agrigento. Allí
coincidió con el nuevo obispo, don Diego de Haedo, quien probablemente
recuperara el manuscrito de la Topografía…de Argel que Sosa escribiera y que
el sobrino del Obispo, del mismo nombre y abad de Frómista, se encargó de
ordenar y publicar con su nombre en 1612. 11 Como advierten I. García Aguilar, L. Gómez
Canseco y A. J. Sáez (2016: 42), “La noción de “trato”, con el sentido de
“negocio”, habla muy a las claras de la cosificación mercantilista a la que
se veía reducido lo humano en un contexto como el presidio argelino”. 12 No resulta extraño, por tanto, que Cervantes
nos ofrezca una escena parecida en la Jornada I de Los baños de Argel. Cito,
por su fácil manejo, por la edición de F. Sevilla Arroyo y A. Rey Hazas
(1978: 191, vv. 63-66). 13 El relato de Sosa, que al parecer se lo oyó
contar a un cautivo valenciano llamado Antonio Esteban, es muy parecido al
que Cervantes narra en su comedia. La pasión horrible, las áncoras e hierros
con los que le sujetaron, la marina como escenario de su muerte… Incluso la
convicción de su destino final. Cervantes destaca: “Queda el cuerpo en la
marina,/quemado y apedreado;/el alma el vuelo ha tomado/hacia la región
divina”(vv.675-78), mientras que el teólogo portugués concluye: “y ansí en el
medio de aquellas llamas y gran humo se nos representaba cómo su bendita alma
subía derecho al cielo, y allá era del Señor recibido con los coros de sus
ángeles” (1929: vol. III: 154). Véase también Diálogo de los mártires de
Argel (1990). 14 A. Sosa, en su Topografía…de Argel, dice: “La
ocasión que a estos tales mueve para con tan gran perdición de sus almas
dejar el verdadero camino de Dios, no es otro sino que unos de pusilánimes
rehúsan el trabajo de la esclavitud, otros aplace la vida libre y de todo
vicio de carne en que viven los turcos, y a otros dende muchachos los imponen
sus amos en la bellaquería de la sodomía a que se aficionan luego…” (1929:
vol. I: 53). 15 Véase, entre otros, G. Camamis (1977), P.
García Martín y E. Sola Castaño (2000: 29-38), M. Á. Teijeiro Fuentes (2003:
135-52) o N. Ottanna (2009: 267-84). 16 Madre de Dios, J. Gracián de, Crónica de
cautiverio (1942: 26). Véase también J. Gracián de la Madre de Dios, Tratado
de la redención de cautivos… (2006). 17 Vid. E. Sola y J. F. de la Peña (1995). 18 Recordemos que en La Galatea Timbrio se
refiere a su captura en el mar a manos de Arnaute Mamí, que también aparece
citado en La española inglesa y El Quijote. Hazán Bajá lo hace en El amante
liberal y El Quijote, Uchalí en El amante liberal y El Quijote, Agi Morato,
entre otras, en El Quijote y Rabadán Bajá en El amante liberal. 19 Hazán
Bajá, veneciano, de nombre Andreta, fue cautivo de turcos en el mar y llevado
a Trípoli donde sirvió a Dargut Raez, primero, y al renegado calabrés Uchalí
después. Con éste desembarcó en Argel en calidad de tesorero de su amo,
nombrado rey de la plaza. Participó en la toma de La Goleta, fue capitán de
corsarios y nombrado Rey de Argel en junio de 1577. Su reinado se caracterizó
por la subida de tributos, el fraude en el negocio del pan y el acetite que
él controlaba, y su insaciable avaricia, que le llevó a quedarse en propiedad
con la mayor parte de los cautivos de la ciudad. Sosa dice de él que “hizo
tantos insultos, injusticias, extorsiones, violencias y robos, que los turcos
y moros clamaban a Dios contra él” (1927: vol. I: 379). 20 Véase del mismo autor La Epístola a Mateo
Vázquez: historia de una polémica literaria en torno a Cervantes, (2010). 21 Vid. J. Canavaggio (2000: p. 33 y ss). 22 También en este asunto, como es obvio por otra
parte, Miguel coincide con su amigo Sosa, quien refiere en su Topografía de
Argel cómo “Antes tienen por muy cierto que según traen sus galeotas tan
listas, tan en orden y tan ligeras; y al contrario las galeras cristianas,
tan pesadas, con tan grande confusión y embarazo, que es por demás darles
caza o pensar que los pueden estorvar el camino por do quieren y robar a su
placer” (1919: vol. I: 84). Sobre las concordancias entre la Topografía y Los
tratos de Argel ha reflexionado G. Camamis cuando advierte “una
extraordinaria coincidencia en los conceptos filosóficos y jurídicos sobre el
origen y la justificación de la esclavitud. Los dos autores expresan la misma
añoranza de la Edad de Oro…sobre el cautiverio…y sobre el cautivo como un ser
jurídicamente muerto durante su periodo de cautividad” (1977: 240-41). Tal
vez por todas estas razones D. Eisenberg proponía a Cervantes como el autor
de la Topografía.de Argel (1996: 32-53). 23 Recordemos que en La Galatea Timbrio ofrece
este curioso comentario al referirse a su captura en el mar por los turcos:
“puso tanto sobresalto en todos los de la nave, que sin saber darse maña en
el cercano peligro, unos a otros se miravan” (1987: 357). ¿Esta falta de maña
podría aludir a la ridícula costumbre que Cervantes criticaba en Los tratos
de Argel? 24 Vid. J. A. Martínez Torres (2004). 25 Véase el último trabajo de A. Ruffinatto
(2015), así como el libro de J. M. Lucía Megías (2016). 26 Tanto en Los tratos de Argel como en Los baños
de Argel encontramos repetida la misma escena en la que unos muchachos moros
se burlan de los cristianos en su lengua, subrayando la muerte del ilustre
militar que ya no podrá venir a liberarles. 27 Sosa exagera en su Topografía…de Argel cuando
convierte a Miguel en el enemigo principal del Rey de Argel: “Decía Azán
Baxá, Rey de Argel, que como él tuviese guardado al estropeado español tenía
seguros sus cristianos, baxeles y aun toda la ciudad; tanto era lo que temía
las trazas de Miguel de Cervantes, y si no le vendieran y descubrieran los
que en ella le ayudaban, dichoso hubiera sido su cautiverio, con ser de los
peores que en Argel había…” (1927: vol. I: 165). De ahí a la sospecha
defendida por D. Eisenberg (1998: 241-53) y desarrollada por R. Rossi (1988 y
2000) hay un largo trecho. 28 Hay un Yzuf, renegado de nación griega, al que
se refiere Sosa en su Topografía…de Argel, que fue cautivo de Ochalí y que
viajó con Hazán a Argel. Al parecer, este Yzuf acordó, junto a un grupo de
compañeros, alzarse con la galera y matarle. Fueron descubiertos e Yzuf fue
colgado de una de las entenas del barco. ¿Esta inquina que Cervantes
establece entre ambos personajes en la ficción podría guardar alguna relación
con la que mantuvieron Hazán e Yzuf en la vida real? 29 Véase también del mismo autor (1974-75: pp.
37-58). |
Obras
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file:///C:/Users/Familia/Downloads/ecob,+325-342.pdf
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