UN TEMA MITICO RIOJANO EN TORNO AL MONASTERIO DE VALVANERA.
El nombre del
monasterio, Valvanera, proviene de una expresión latina “Vallis Venaria” que
significa “Valle de las venas de agua” por tratarse este de un valle con
abundantes fuentes, arroyos y cascadas. La construcción del santuario tuvo su
origen en el hallazgo de una imagen de Santa María del siglo IX por un ladrón
arrepentido llamado Nuño Oñez, según está relatado en la “Historia Latina”
escrita por el Abad de Valvanera, Don Rodrigo de Castroviejo en el año 1419. Es
la traducción al latín de un texto del siglo XIII escrito posiblemente por
Gonzalo de Berceo en lengua “vulgar materna”.
El primitivo cenobio
constituido alrededor de la imagen encontrada e integrado por eremitas dio paso
en el siglo X a monjes benedictinos. En su origen hubo una iglesia visigótica,
luego una prerrománica consagrada en el año 1073, otra románica en el 1183 de
la que sólo conserva una torre y por último, la actual iglesia del siglo XV.
INTRODUCCION
Encajonado entre las
estribaciones orientales de la sierra de La Demanda, en los montes Distercios,
se abre un corto pero fragoso valle surcado por el río Valvanera, el cual
desciende raudo en busca del próximo y sinuoso Najerilla. Valvanera es un lugar
riojano rodeado de montañas cuyas alturas oscilan entre los 2.000 y los 1.500
metros sobre el nivel del mar, y su boca de acceso se halla situada sobre el
lado este del valle. El lugar tiene aspecto selvático, cubierto de un áspero
bosque de hayas y otros caducifolios. Por allí vagan en libertad corzos,
jabalíes, etc.
Hacia la mitad del valle y a una altura de 1.000
metros se encuentra en la actualidad el monasterio de Valvanera, celoso
guardián de una imagen que según la tradición fue encontrada en ese rincón
escondido entre las montañas riojanas. Se trata de la Virgen de Valvanera,
patrona de La Rioja y Los Cameros.
El relato popular historiza la invención de esta
imagen, así como del origen y posterior devenir del monasterio y de la
devoción, en una de las narraciones míticas más interesantes de las
desarrolladas en la zona durante el medievo. Por tal motivo es un tema que bien
merece unas líneas, un análisis que intente esclarecer el complejo mundo
simbólico que encierra, así como una aportación al desolado panorama de los
estudios sobre la cultura tradicional riojana.
EL
ENCUENTRO DE LA IMAGEN
Han sido varios los historiadores religiosos que
en siglos pasados anotaron en sus obras el relato del hallazgo de la imagen de
la Virgen de Valvanera, todos ellos con muy pocas diferencias entre sí y
ninguna sustancial. Algunos ejemplos son las obras de Gregorio Bravo en 1610,
Mauro Olabarrieta en 1665, Mateo de Anguiano en 1701, José González de Tejada
en 1702, Benito Rubio en 1761, todos ellos hombres de Iglesia (1).
Un resumen de este hallazgo contendría los
siguientes elementos: Nuño o Muño Oñez era un peligroso forajido nacido de
familia noble en Montenegro de Cameros. Este tenía una hermana llamada Columba
o Coloma. El hombre llevaba una vida de crueldades, crímenes y vicios según la
condición de su empleo, dedicándose al robo, saqueo, asesinato, etcétera, en
las montañas de esta zona de La Rioja. Una vez que se encontraba acechando a un
campesino con ánimo de matarle y de apoderarse de sus bueyes, al instante
recibió Nuño un rayo de luz divina que le hizo reconocer inmediatamente los
desatinos de su vida, consiguiendo de este modo que el bandido se convirtiera
y, postrándose ante su víctima, le imploró el perdón.
Desde ese instante la vida de Nuño cambió
radicalmente, convirtiéndose en un hombre de bien, y como penitencia se retiró
a una cueva llamada Trombalos, próxima a la villa de Anguiano, mortificándose
constantemente en busca de la redención de su alma. En la población de Brieva
de Cameros ejercía como sacerdote un hombre llamado Domingo, que a la vista del
cambio experimentado por Nuño decidió abandonar sus comodidades para acomodarse
en la misma cueva donde ambos vivirían juntos como anacoretas.
En este estado resultó que un ángel se le reveló
a Nuño dándole las señas del sitio exacto en el que debía buscar la sagrada
imagen, «...y le mandó de parte de Dios, que fuesse al Valle de las Venas, que
dista vna legua corta de esta cueba, que allí hallaría vn Robre, mucho mayor
que los demás, con vna Imagen Bellissima de la Reyna de el Cielo, y vna Arca
pequeña de Reliquias entre vnos panales de miel, y vn enxambre de avejas, y que
sacandole de el Robre, fabricasse vna Iglesia en el mismo sitio, y en ella
colocasse la Santissima Imagen, a quien los Fieles avian de tener gran
Devoción» (2). Subió Nuño valle arriba hasta el pago de Mori, lugar en el que
debía encontrar el roble, llegando más tarde su compañero Domingo, y rápidamente
dieron con el lugar y el árbol según las señas dadas por el ángel. En la
versión de González de Tejada cortaron el tronco y en su interior encontraron
la imagen de la Virgen, un cofrecillo con algunas reliquias y unos panales de
miel (3). Según Anguiano, el árbol se abrió milagrosamente y cuando tomaron la
imagen volvió a cerrarse de la misma manera (4).
En seguida comenzaron la construcción de un
pequeño oratorio en el que depositar la imagen y dar inicio al culto, mientras
tanto se alimentaban ambos anacoretas con la miel encontrada en los panales,
según orden divina expresada por el ángel (5). Así erigieron la ermita de La
Cruz, a la que comenzaron a llegar los primeros hombres de los alrededores,
pastores y agricultores conocedores de la noticia.
Aconteció que Coloma, la hermana de Nuño, se
dirigió al lugar del hallazgo, y al aproximarse quedó repentinamente ciega.
Conducida hasta el oratorio por los dos anacoretas, concedióle la Virgen la
visión, pero tan sólo por tres días, pues al tercero falleció allí mismo. «Este
fue el primer milagro, que en este Santuario se vio, y con tal sucesso quedaron
advertidas las mugeres, para no llegar a él: y de calidad, que por muchos
siglos, nunca passaron de las cruces blancas, que ay en los caminos: desde allí
hazían oración, y se encomendaban a la Virgen, y no se atrevían a passar
adelante» (6).
Hasta ciento seis anacoretas se juntaron en
varias cuevas de entre las numerosas del lugar, dando origen a la primera
congregación que custodiaba el incipiente templo, dirigidos por Domingo.
Posteriormente estos hombres edificaron una pequeña iglesia y junto a ella el
monasterio.
Años más tarde abandonó Nuño a sus compañeros
para retirarse a la cueva llamada de los Alambres, algo alejada, en la que
encontró una serpiente peligrosísima. Esta cayó fulminada ante la señal de la
cruz que hizo Nuño. Allí vivió sus tres últimos años de vida dedicado a la más
dura vida de penitencia. Una noche los ermitaños vieron un gran resplandor que
surgía del interior de la cueva y se dirigieron varios de ellos hacia allí, en
donde encontraron el cuerpo del compañero recién fallecido. Lo portaron en
andas hasta el monasterio, y al aproximarse a él todas las campanas comenzaron
a sonar por sí solas. Años más tarde Domingo moría a la vez que el monasterio y
el centro de culto se consolidaba hacia el futuro.
HIPOTESIS
RELIGIOSAS SOBRE EL ORIGEN DE LA IMAGEN
González de Tejada afirma en su obra que el
milagroso descubrimiento aconteció el 29 de agosto del año 568 de nuestra era,
aunque en su opinión pudo ser incluso unos años antes (7).
Según Silva, en el año 71 llegaron a la
Península Ibérica San Onésimo y San Gerotheo, discípulos de San Pablo, junto a
las santas vírgenes Sarra Xantipe, Polixema y Rebeca, portando esta sagrada
imagen que había sido fabricada por San Lucas y consagrada por San Pedro.
Llegaron al pago de Mori, en donde colocaron la imagen y fundaron un monasterio
de mujeres. Tras pasar cuarenta años, los ángeles les acompañaron al cielo. Tal
hecho aconteció el 23 de septiembre de 111 (8). Anguiano acepta esta fecha y
origen, reconociendo que ya en 531 el santuario tenía bula apostólica, a la vez
que recoge las siguientes frases que por medio de Silva fueron obtenidas de los
archivos del monasterio en tiempo inmemorial: «En el nombre de Dios. Esta es la
tradición deste Convento. Gerotheo con otros compañeros puso la Imagen.
Escondióla Arturo. Hallóla Munio. Juan dio la Regla. Pedro puso canónigos.
Alvaro los reformó. Deodato, y Obdulio Obispos están aquí sepultados. Era de
932» (9).
ALGUNAS APRECIACIONES ACERCA DE LA NATURALEZA
DEL LUGAR
Además de tratarse este valle de un lugar
selvático, impracticable, lleno de alimañas, lobos, osos, etc., en boca de los
historiógrafos religiosos, parece ser que se trataba asimismo de una zona extraordinariamente
rica en minerales metálicos, según afirman estos mismos.
González de Tejada escribe lo siguiente acerca
de la riqueza metálica del lugar: «Su sitio es vn Valle muy estrecho, que se
llamó de las Venas, y después Valvanera, por las muchas venas de plata, oro,
hierro y cobre, que sus preñadas cuestas encierran, y por las que de
cristalinas aguas manifiesta» (10).
También Anguiano escribe lo siguiente: «...y se
fueron a descubrir la Sagrada Imagen al valle" dicho de las venas, por las
muchas que ay en él de diferentes metales» (11).
De las notas recogidas por Gil del Río al
respecto, tienen especial valor las siguientes, referidas a la cueva de los
Alambres: «La llamaron después cueva del alambre, porque allí cerca había minas
de cobre, aunque sin explotar» (12).
OTROS
MILAGROS y VICISITUDES DEL MONASTERIO DE VALVANERA
Tras la muerte del primer prelado Domingo,
siguieron otros hasta que el monasterio tomó la Orden de San Agustín y más
tarde la de San Benito (13). En él vivieron, según las opiniones de las fuentes
citadas, San Atanasio de Alejandría, Santo Domingo de la Calzada y otros
Santos.
En el año 1102, Alfonso VI ratificó la
prohibición de la entrada de las mujeres en el monasterio y lugar de culto, y
hasta la aproximación a él desde una distancia determinada por varias cruces
blancas colocadas en los caminos y collados de acceso, confirmando una
prohibición papal anterior, posiblemente de 1030, y sustentada sobre
prohibiciones anteriores. El veto duró alrededor de dos siglos más, tras los
cuales fue levantado parcialmente, pues constaba una condición. Tal era que
ninguna mujer podía permanecer en la hospedería del monasterio por más de nueve
días, bajo castigo divino de muerte. Cuenta la tradición que la reina Isabel la
Católica acudió a Valvanera en 1483 y dejó allí una de sus doncellas varios
días a modo de prueba, la cual falleció al noveno día.
La veneración de la Virgen de Valvanera estuvo
muy generalizada, hasta el punto de que el nombre de la carabela llevada por
Cristóbal Colón a América era Santa María de Valvanera (14).
LAS
ROMERIAS AL SANTUARIO
Son muchas las romerías que se encaminan en
fecha fija al Monasterio de Valvanera, provenientes de las localidades de los
próximos valles de San Millán, Cañas y Najerilla: Matute acude el 8 de mayo;
cañas, el 14 de mayo; Berceo, el tercer domingo del mismo mes; Badarán y San
Millán de la Cogolla acuden el domingo de Pentecostés; Torrecilla sobre
Alesanco, la víspera del Corpus (antes, el 25 de marzo); Estollo, el primer
domingo de junio; Canillas, el 13 de junio; Manzanares de Rioja, el último
sábado del mismo mes; el 21 de julio acude Tobía; el 15 de septiembre, Anguiano
y Bobadilla; el 1 de octubre, Hervías.
En la peregrinación de Matute y Badarán se
reparte pan y queso a los romeros. En esta segunda población existe un viejo
roble a la entrada conocido como «el roble de la Virgen», donde las personas
que han quedado en el pueblo esperan el regreso de la comitiva.
Los habitantes de Torrecilla sobre Alesanco
suelen recoger piedras en el Santuario, que arrojan al cielo como defensa
contra las tormentas.
Cuando el veto femenino se encontraba en rigor,
las mujeres que acudían en las romerías permanecían orando junto a las cruces
blancas, mientras los hombres ascendían hasta el santuario a efectuar sus
rezos. Luego regresaban todos juntos a sus respectivas poblaciones.
VALVANERA,
UN ANTIGUO CENTRO DE CULTO
En un anterior artículo, publicado en esta misma
revista bajo el título de «El tema mítico de las apariciones de imágenes en La
Rioja» (15), traté el tema del hallazgo de este tipo de sagradas imágenes
dentro de árboles, tales como la Virgen del Roble, la Hermedaña, La Virgen del
Vico, etc. Las conclusiones a las que allí llegué van en la línea de que este
tipo de imágenes y sus hallazgos realizan la función de recuperar para el
cristianismo un conjunto de santuarios de naturaleza muy arcaica y diversa,
homologándolos en función de una nueva norma, una nueva estructura religiosa,
la cristiana.
La milagrosa invención de la imagen en un lugar
que con anterioridad debió de estar considerado como sagrado para un universo
religioso predecesor, le concede una nueva carta de naturaleza y lo asimila al
nuevo estado de cosas. Este proceso tuvo lugar en toda Europa tras la entrada
del cristianismo, haciéndose especialmente virulento durante la Alta Edad Media
(16).
Sin embargo, para el caso que nos ocupa; es
decir, el centro de culto de Valvanera, todavía es posible continuar con el
análisis de las abundantísimas formas que las diferentes narraciones nos han
legado, en pos de una mejor comprensión de la propia naturaleza de este
santuario.
Un primer elemento del entramado mítico es el
árbol, el roble de proporciones superiores a los demás del lugar, con una
fuente a su pie. Es un árbol perfectamente diferenciado del resto del bosque.
El es quien guarda la sagrada imagen en sus entrañas. Sin duda, nos encontramos
ante una de las hierofanías más características y extendidas, la del árbol como
representante del mundo sagrado. De entre todas las variedades de simbolismos
especializados que el árbol puede disfrutar, en nuestro caso podemos
adscribirlo al del árbol como habitáculo o receptáculo de la divinidad. Es el
lugar en el que reside la potencia divina, de donde emana su fuerza sacra (17).
Sin por ello dejar a un lado otros simbolismos inherentes (17), tales como el
árbol como eje cósmico y nexo entre los niveles cósmicos, temas sobre los que
no vamos a extendernos, pues sobrepasaría los límites de un estudio de
reducidas dimensiones como es el presente, pero que también son de fácil
visualización en este ejemplo riojano (18).
Otro elemento que entra a formar parte del
santuario y del relato mítico es la fuente. Sobre el carácter sagrado de muchas
fuentes, hierofanías muy extendidas en la mayoría de los sistemas religiosos,
puede aportar alguna luz el siguiente comentario de M. Eliade: «A esta
multivalencia religiosa del agua corresponde en la historia un gran número de
cultos y de ritos acumulados en torno a las fuentes, los arroyos y los ríos. Cultos
que, en primer lugar, se deben al valor sagrado que tiene el agua como elemento
cosmogónico, pero también a epifanías locales, a las manifestaciones de la
presencia sagrada en una corriente de agua o en una fuente determinada. Estas
epifanías locales son independientes de la estructura religiosa que se les
superpone» (19).
Este carácter sagrado de muchas fuentes y ríos
es conocido desde el Neolítico, según queda atestiguado con los hallazgos de
objetos votivos de dicha época en muchas fuentes cuya sacralidad ha continuado
hasta el presente, aun a expensas de la lucha permanente que la Iglesia ha
venido sosteniendo siglo tras siglo en pos de la asimilación de estas creencias.
Un tercer elemento es el enjambre de abejas que
reside en el interior del roble. Se trata de un tema muy complejo y más
extenso. Tan sólo recordaremos por el momento que en bastantes lugares del País
Vasco ha sido habitual el informar a las abejas de la muerte del cabeza de
familia de un caserío, e incluso el cubrir el panal con un velo negro (20),
costumbre muy posiblemente relacionada con el carácter psicopompo de estos
animales que aquí encuentra una sustentación. El alimento fabricado por las
abejas en el interior de este roble sagrado de Valvanera es el único sustento
que no sólo mantiene vivos a los dos anacoretas, sino que además es el alimento
que va a permitirles construir el oratorio, reforzando así este lugar sagrado.
El papel de las abejas en algunos mitos mediterráneos es trascendental. En
ellos se refleja el carácter civilizador de estos seres, permitiendo con ello
«...el paso de la Naturaleza a la Cultura...» (21), según una afirmación de J.
Bermejo. Todo esto apoya nuestra teoría general sobre el centro de culto de
Valvanera al reafirmar que la función de la invención de la imagen es la de
«civilizar» un viejo santuario para un nuevo estado. Este mismo autor recalca
la naturaleza ambigua tanto de la miel como de las abejas. La miel «no es ni
cruda ni cocida» (23).
El paisaje que rodea el lugar del encuentro es
presentado por todos como agreste, selvático, lleno de alimañas peligrosas, de
difícil acceso, atestado de cuevas, etc. Tal es la visión de los historiadores
cristianos que pretenden dar una imagen de caos, de desorden, sobre el que debe
ser instaurado el nuevo orden. Es sobradamente conocido que multitud de viejos,
ancestrales santuarios precristianos se hallaban situados en bosques y lugares
de complicado acceso, frecuentemente en el interior de espesos y sombríos
bosques, en los que posteriormente se edificaron ermitas bajo la advocación de
las deidades cristianas; Santos, vírgenes, etc.
A la luz de los datos aportados por este
análisis rápido, resalta la naturaleza de Valvanera como un antiguo centro de
culto precristiano que luego ha sufrido su correspondiente adaptación en pos de
su supervivencia. Tan sólo nos queda efectuar un intento de determinación de la
índole de dicho santuario, el enfoque de los ritos y de los cultos que allí han
podido tener lugar en un pasado temporalmente lejano.
Los escritores de siglos pasados resaltaron
invariablemente la extraordinaria riqueza en minerales metálicos de Valvanera:
plata, oro, hierro, cobre, etc., encerrados en la tierra. González de Tejada
utiliza una frase de especial carisma referente a la abundancia de metales en
el lugar; «...sus preñadas cuestas encierran...» (23). En efecto, todo este
valle, esta tierra entre montañas está «preñada» con metales. También la cueva
del Alambre es riquísima en cobre.
Gran parte de la mitología que gira alrededor de
la metalurgia relaciona íntimamente las grutas con los metales; «Recordemos que
las grutas y cavernas eran asimiladas también a la matriz de la Madre
Tierra..., si las fuentes, las galerías de las minas y las cavernas son
asimiladas a la vagina de la Madre Tierra, todo cuanto yace en su vientre está
aún vivo, bien que en estado de gestación. O dicho de otro modo; los minerales
extraídos de las minas son, en cierto modo, embriones: crecen lentamente, con
un ritmo temporal distinto al de los animales y vegetales; pero crecen, maduran
en las tinieblas telúricas. Su extracción del seno de la tierra es, por tanto,
una operación practicada antes de término. Si se les dejase tiempo para
desarrollarse (al ritmo geológico), los minerales se harían perfectos, serían
metales maduros» (24), afirma Eliade. Es en las cavernas en donde se realiza el
milagro de la metalurgia, en universo religioso con anterioridad al tema de la
metalurgia y del dominio de los metales. A lo largo de la historia no ha sido
el cristianismo y su triunfo la única revolución religiosa sufrida por el mundo
tradicional. En el pasado también se dieron otras, aunque el tiempo de
asimilación de las viejas estructuras a las nuevas fuera muchísimo mayor y su
implantación posiblemente menos agresiva.
ALGUNAS
CONCLUSIONES
Caben más especulaciones en la misma línea de
análisis, pero sería redundar en el fondo de la misma cuestión. Todo lo ya
expuesto puede servir para afianzar unas conclusiones sobre la naturaleza
mística de Valvanera:
-Valvanera es un ancestral centro de culto que
ha sufrido, como otros muchos, el proceso de cristianización.
-Este santuario ha podido pasar por una fase de
cultos basados en la agricultura y en los mitos de fertilidad; una segunda fase
centrada en la mitología de la Madre Tierra que crea los metales dando paso a
los rituales metalúrgicos, y una tercera fase de asimilación al cristianismo de
todo lo anterior. No hay necesidad de ruptura entre las dos primeras fases,
instaurándose la segunda posiblemente sin la obligatoriedad de abandono de la
primera. En la tercera los rituales y los cultos originadores de éstos se
debieron de transformar de un modo más drástico, que incluyó la desaparición de
muchas estructuras ancestrales. Pero siempre se ha mantenido vivo hasta el
presente el carácter de Valvanera como lugar sagrado.
-La prohibición de acceso a las mujeres y la no
permisión de no ya la participación directa en los cultos y ritos, sino de tan
siquiera poder ser testigos de lo que allí acontece, brota de la propia
naturaleza de dichos rituales y cultos intrínsecos del santuario; es decir, del
carácter del hombre como ser fertilizante y de su íntima relación con la
metalurgia.
-El grupo de hombres que allí residieron
adquiere, a la luz de los relatos, una estructura de cofradía de la cual sólo
pueden formar parte los hombres. Solamente los varones tienen acceso al ritual
y al culto.
NOTAS
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