Reconstrucción de Çatal Hüyüc
Planificación
urbana antes de Hipodamo de Mileto.
Observamos como esta percepción cambia
según culturas y según el paso del tiempo, vimos como se ajusta a las
necesidades de cada periodo. A un plano menor a los mapas se encuentran los
planos, representaciones cartográficas de un territorio para el que no es
necesario trazar una proyección (los cálculos matemáticos para ajustar el mapa
a la curvatura terrestre) y que pueden describir desde un edificio a una
pequeña región. Bajo estos planos y algunas reconstrucciones, en
este mes de agosto analizaremos diferentes ejemplos de urbanismo desde el
neolítico hasta época protohistórica. En paralelo analizaremos
algunos elementos característicos de los centros urbanos y trataremos de
desterrar la visión tradicional de los núcleos poblaciones, pequeños y
desorganizados, antes de las grandes culturas mediterráneas.
La necesidad de un núcleo urbano que
controle el territorio en derredor se manifiesta tan pronto como el ser humano
comienza a vivir en sociedades organizadas más allá del núcleo familiar o de clan. La
búsqueda de protección frente a la naturaleza y frente a otros seres humanos,
así como la creación de centros de almacenamiento y control propician
los primeros asentamientos en el Neolítico.
No obstante, por lo general se tiende a
señalar que el punto de inflexión entre una ciudad prehistórica o
protohistórica y una ciudad de las grandes culturas mediterráneas (Alejandría o
Corinto, por ejemplo) es la figura de Hipodamo de Mileto, el que se
considera el padre del urbanismo. Hipodamo establece una división de la ciudad en damero o cuadrícula, creando
lo que hoy conocemos como manzanas de edificios divididas por calles que se
cruzan en ángulos rectos, siguiendo el orden lógico de
proporciones perfectas que impera en el siglo V a.C. (es la misma época
del matemático Demócrito, de los escultores Fidias y Mirón o
del médico Hipócrates). Su obra se aprecia en la planificación de
barrio y puerto de El Pireo en Atenas, en la propia Mileto (devastada por los
persas), Rodas o la colonia de Turios en el golfo de Tarento (península
italiana). Sin embargo, esto es algo que debe de ser matizado: ya existen ejemplos de planificación
en cuadrícula antes de Hipodamo y las ciudades que encontramos -tengan
o no división en cuadrícula- son plenamente funcionales y con gran densidad de población desde
muchos siglos antes.
Teniendo esto en cuenta entramos en materia con uno de los
yacimientos más llamativos y tempranos, el de Çatal
Hüyüc, un poblamiento levantado sobre un promontorio
del sur de Anatolia cuya datación ronda fechas cercanas al 7.500
a.C. /8.000 a.C. hasta el 5.700 a.C. donde un incendio
calcina toda la ciudad. Çatal Hüyuc rondaba entorno a los 5.000
/ 8.000 habitantes y su característica más llamativa a
nuestros ojos es el modelo de urbanismo en colmena que podemos
apreciar en la imagen: se trata de una ciudad sin calles,
con casas adosadas como panales en una colmena donde apenas hay espacios
abiertos y el acceso a las viviendas, santuarios y
almacenes, así como el tránsito de sus moradores, siempre se hace por
el tejado. En este modelo las viviendas cumplen una
función de almacenaje y dormitorio, con un pequeño horno para calentar el hogar
y cocinar, además apenas hay ventanas. Una única abertura en el techo
servía de entrada a la vivienda y salida de humos. La
ciudad se adapta al pequeño promontorio manteniendo cierta forma
rectangular.
Çatal Hüyüc no es una excepción ni la norma en el neolítico. Asentamientos
parecidos los tenemos en Çayönü,
prácticamente en el nacimiento del Tigris cuya
planificación es bastante similar y cuyos restos delatan
la presencia de animales de pastoreo (ovejas) que debían de guardarse
intramuros. En Cayönü contamos con las evidencias más antiguas (hasta la
fecha) de domesticación de la oveja y el perro.
La bíblica Jericó también delata las primeras fases
de domesticación de la oveja pero su planificación urbana es
diferente: pequeñas casas circulares rodeadas por un muro casi rectangular con
una única y gran torre de vigilancia en uno de sus lados.
Mucho más al norte, núcleos urbanos como Talianki en
Ucrania parecen mezclar ambos estilos, núcleos en colmena y grandes espacios
abiertos con un doble o triple circuito de muralla (aunque
el yacimiento no está del todo excavado).
A pesar de estos ejemplos de ciudades organizadas y
operativas, la formación del Estado (un núcleo de población
principal con un gobernante y su territorio circundante que aglutina otros
asentamientos menores) se da en la protohistoria. Este
término suele presentar confusión por su amplitud pero la definición más
aceptada es la de aquellas culturas en proceso de transición del modelo anterior a
un modelo de Estado que va adoptando la escritura como método de
organización y contabilidad.
En Europa es coincidente con la Edad
de los Metales.
El modelo de urbanismo más habitual en la protohistoria es
el que conocemos bajo el nombre romano de oppidum: un
núcleo urbano situado en un extenso promontorio desde el que se divisaba el
terreno circundante, caracterizado por el aprovechamiento de las defensas
naturales (el meandro de un río o la confluencia de un par
de ríos, un desnivel brusco del terreno que propicie un tramo de barranco,
etc) junto con la creación de tramos de muralla por la vertiente más
accesible llegando a tener por lo general dos recintos amurallados (interno
y externo) y en ocasiones hasta tres, con posibles torreones o
baluartes defensivos y hasta otro tipo menor
de defensas . Existen oppida (plural de oppidum) en
un terreno mucho menos abrupto que presentan un carácter menos defensivo pero
cuya situación estratégica sirve para aprovechar la explotación
de las rutas de comercio mediante aduanas o peajes (ejemplo
de ello son algunos oppida Eduos en el centro de Francia que aparecen
mencionados por Julio César). Este modelo es bastante genérico y en el se
pueden englobar culturas muy diferentes, desde los castros del noroeste
peninsular hasta los oppida propiamente dichos de la Galia prerromana
(Alesia) y desde la temprana cultura de Los Millares en la Edad
del Cobre del levante peninsular hasta los importantes
centros palaciales micénicos en Grecia continental durante la Edad
del Bronce.
Reconstrucción de Los Millares. Vía culturandalucía.com
Los Millares (Santa Fé de Mondujar; Almería) por ejemplo, presenta
un urbanismo con un nivel de aprovechamiento del terreno
formidable. Situado sobre una loma de 50 metros en la
confluencia del río Andarax (al norte, posiblemente navegable en
aquellos días) con la rambla del huechar (sur, suoeste), que
creaban un terreno abrupto en ambas vertientes. Su
único acceso se realizaba por la loma que partía desde el oeste y que contaba
con algunos pequeños fortines aislados en el territorio circundante y la
necrópolis a ambos lados del camino antes de llegar ante
el primer tramo amurallado, un lienzo de muralla con más
de 20 pequeños torreones de más de 300 metros de longitud que unía el río y la
rambla, con un espectacular fortín como puerta principal.
El siguiente tramo de muralla aprovechaba una elevación algo
más brusca del terreno y contaba con 80 metros de longitud con
grandes torreones que además servían para apuntalar
mejor el lienzo de muralla. Estos dos primeros recintos fortificados albergaban
a la mayoría de viviendas (así como silos, almacenes y cisternas) y
componían las dos ampliaciones del núcleo principal, situado tras el tercer
tramo de muralla, más pequeño y rodeando un recinto
compuesto por más viviendas y un gran edificio rectangular que podría estar
relacionado con la metalurgia del cobre (almacén, talleres o ambos).
Tras este tercer recinto se sitúa lo que podríamos
denominar en términos generales como la acrópolis, el cuarto y menor recinto amurallado justo en
el espolón del río con la rambla; albergaba el núcleo primigenio y a su vez fue
el último recinto en abandonarse. Su población, entorno al 3.500 a.C. llegó a alcanzar los 1.500
habitantes, cifra que aunque formidable para los núcleos
de población de la zona, queda algo lejos de las cifras que damos para Çatal
Hüyüc un puñado de siglos antes, lo cual nos señala que
no por ser más moderno en el tiempo encontraremos mayor densidad de población.
Debemos tener en cuenta el aislamiento geográfico (el terreno abrupto
peninsular frente al nudo de comunicaciones del Próximo Oriente) y la
mayor tasa demográfica de los montes Tauro y la cuenca mesopotámica respecto al
territorio peninsular. Aun así, insistamos en la idea de que son unas cifras
importantes.
Castro de Mesa de Miranda (Las
Cogotas). Vía asturnatura.com
Las Cogotas (Cardeñosa; Ávila), una serie
de oppida vetones en el Valle de Amblés controlando el nudo de
comunicaciones de la Meseta Central presentan un plano similar
hacia finales de la Edad del Bronce y comienzos de la Edad
del Hierro.
Destacan los yacimientos de Las
Cogotas, Ulaca y Mesa de Miranda. En promontorios
cerca de meandros de ríos y con hasta tres recintos amurallados (Mesa
de Miranda) todos presentan una novedad o curiosidad respecto
a Los Millares: entre la necrópolis y el núcleo
poblacional se sitúa una franja de piedras puntiagudas colocadas bajo la
muralla (también con una serie de bastiones en todo el
tramo de muralla) a modo de defensa extra.
Respecto a las necrópolis, que como vemos es
habitual encontrarlas en el camino de acceso al poblado, parece existir
una clara diferenciación social. En el castro de Mesa de Miranda encontramos más
de 2.000 tumbas organizadas en seis zonas que podría corresponder a
diferentes linajes lo que nos da una idea de la estructura plenamente
jerárquica y organizada del castro.
En paralelo a Las Cogotas, el
Bronce final griego se destaca por la civilización
micénica donde la estructura urbana de las grandes poblaciones
no difiere demasiado de lo que ocurre en la península ibérica (no así su
presencia en el contexto internacional, donde Micenas, Cnossos o Pilos son puntos
de control y comercio destacados como vimos de pasada en el último
artículo: El pecio de Ulu Burun:
reconstrucción de una empresa comercial en el siglo XIV a.C.). Micenas al igual que el resto de
ciudadelas micécinas, se sitúa en lo alto de una colina y presenta una espectacular
línea de murallas de 13 metros de alto y 7 de ancho (comparemos
con las famosas murallas de Bizancio en el siglo V d.C. que medían 13 de alto
y 5 de ancho en su tramo interno). La diferencia respecto a los oppida peninsulares
es que las viviendas se disponen irregularmente en la falda de la
colina, fuera del recinto amurallado que es exclusivo para la Corte del rey y
el centro palacial, que como ya vimos en el citado artículo de
Ulu Burun, alberga la administración y funcionariado del potente centro
comercial que supone una ciudad micécica. Por esta razón
no tenemos claro la población total de la ciudad donde al recinto palaciego
habría que sumarle los arrabales extramuros y pequeños asentamientos cercanos.
Reconstrucción de Micenas.
Mesa Verde (Colorado), asentamiento de los Indios Pueblo.
Algo más lejos, las culturas sedentarias
precolombinas que vamos a englobar dentro del confuso
término de protohistoria, presentan una variedad de urbanismo para un
territorio demasiado amplio como para detenernos con profusión. Quizás
la característica principal sea el de una planificación urbana
destinada al máximo aprovechamiento de las defensas naturales. Los Indios
Pueblo (Nuevo México) encajaban sus poblados en gargantas
rocosas o en lo alto de las formaciones rocosas del Colorado, con
viviendas construidas a varios niveles en terrazas. Volvemos
al modelo de urbanismo sin calles más que una principal que
permitía el acceso al poblado. Destaca la ausencia de murallas o grandes
construcciones defensivas así como de un barrio, ciudadela
o acrópolis que albergase una élite clara y definida por mayores edificaciones.
Reconstrucción de Tenochtitlán.
Las grandes ciudades mesoamericanas por contra, presentan
un elevado grado de urbanismo siendo el ejemplo más destacado la urbe azteca
de Tenochtitlán cuyo modelo urbano recuerda a la planificación en
damero de Hipodamo de Mileto (sin posibilidad de difusión
de ideas entre el mundo griego del siglo V a.C. y las culturas mesoamericanas
previas a la llegada de Colón). Grandes plazas generalmente presididas por centros
ceremoniales o de gobierno y cuadriculas de barrios más o menos regulares
teniendo en cuenta la configuración de isla en medio del lago. La
ausencia de murallas se compensa con cuatro grandes calzadas desde «tierra firme» hacia
la propia isla-ciudad.
Más al sur en la cordillera de los Andes, los incas también
emplearon estructuras ciclópeas de hasta 9 metros que
recuerdan a las estructuras defensivas micénicas. Enormes
complejos defensivos como las fortalezas de Sacsayhuamán,
Tipón o Rumícuola albergaban almacenes de víveres y armas, así como santuarios (aquí
el elemento religioso se mezcla con el militar a modo de fortalezas-santuario,
el debate académico entorno a esto aun está abierto).
Tanto en el mundo Azteca como en el Inca destaca el
magnifico uso de los canales de agua y las técnicas de irrigación en
los campos adyacentes (Tipón presenta un sistema de canales de agua en
terrazas impresionante).
Si volvemos a la cuenca del Tigris y
el Éufrates pero saltando desde el Neolitico hasta
fechas próximas a Los Millares, en la horquilla que va desde
el 3.000 a.C. hasta el 600 a.C. aproximadamente, surgen
una serie de ciudades plenamente desarrolladas y organizadas tanto a nivel
social -albergan a todas las capas de la sociedad- como
estructural -hay una planificación, se organizan en
barrios-. La característica principal respecto a los modelos vistos hasta el
momento es su planificación en la cuenca de los grandes ríos, descartando
los promontorios habida cuenta de las duras condiciones climáticas del
interior. El río es la barrera natural de una ciudad planificada junto
al cauce y protegida por un anillo de murallas o por
varios anillos de murallas, de entre 7 y 12 metros de altura, bastiones defensivos cada
pocos metros y en ocasiones hasta rejas de hierro clavadas en el río para
evitar que el enemigo pudiese vadearlo (Babilonia).
En el interior también encontramos novedades en la
configuración de las casas, que son articuladas entorno a un patio (un
modelo de éxito que será clave desde los pueblos mesopotámicos hasta
el mundo árabe pasando por el grecolatino) y que tienen ya varias
estancias y en ocasiones cuentan con dos pisos para aquellos ciudadanos más
pudientes (Ur). Estas ciudades permanecen vivas durante
muchos siglos a pesar de numerosos conflictos armados lo que supone un urbanismo
cambiante y adaptativo según el modelo anterior, las
necesidades del momento y la densidad de población que como veremos nos aporta
cifras espectaculares.
Plano de Uruk. Vía historiaantigua.es
La ciudad de Uruk, con 80.000 habitantes, situada en la margen
oriental del último tramo del Éufrates, se configura en círculos y nace a partir de dos núcleos: el barrio
o distrito de Eanna, donde encontramos varios templos y una
serie de edificios monumentales cuya función no está clara y
el barrio o distrito de Kullab, la parte alta de Uruk ocupada
en gran parte por el zigurat de Anu. Un anillo
de muralla circular rodeaba ambos distritos, formando la
parte política y religiosa de Uruk. Tras la muralla se disponía el segundo
anillo, constituido por casas y talleres formando la parte civil de
la ciudad anexa a los muros de la parte político-religiosa
pero a su vez sin muros defensivos hacia el exterior. El
tercer anillo lo formaba el terreno agrícola circundante.
Plano de Ur. Vía odysseyadventures.ca
Unos kilómetros más al sur y en la orilla occidental
del Éufrates se sitúa Ur con
unos 200.000 habitantes. Esta ciudad nace
a partir de un puerto fluvial y va creciendo de forma irregular hacia el
interior según se amplia la urbe por lo que sus edificaciones civiles
forman bloques de viviendas formando manzanas irregulares con algún patio
interior. Pese a su aparente planificación irregular contaba
con un efectivo sistema de evacuación de aguas sucias que no afectaba al
suministro de agua para consumo.
Ur se encontraba protegida por una muralla
de 7’5 metros de ladrillo de barro que le daba forma
de ovalo. El Éufrates discurría por su lado
occidental y un canal discurría por el oriental. Presidía
la urbe el complejo palaciego y sacerdotal, un gran recinto amurallado que
incluía el zigurat dedicado a la deidad lunar protectora, los
almacenes y edificios administrativos y un gran patio.
Por último y con datos un poco posteriores a los de Ur y Uruk, Babilonia con
50.000 habitantes en el centro mesopotámico y en ambas
orillas del Éufrates presenta un trazado cambiante. Con un
trazado irregular probablemente similar al de Ur o Uruk en
tiempos de Hammurabi, la ciudad es destruida por los
asirios de Senaquerib y será planificada
desde cero con un trazado regular basado en grandes avenidas que separaban
distritos más o menos rectangulares y que contaban con al menos un templo
principal.
En el centro de la ciudad se alzaba el Zigurat
de Etemenanki (templo de la creación del cielo y la tierra)
que la tradición judeocristiana nombra como Torre de Babel y
que estaba dedicado a Marduk. La ciudad tenía una forma
rectangular a ambos lados del Éufrates,
con una extensión amurallada posterior de forma casi triangular en
el lado oriental en tiempos de Nabucodonosor II. Los muros -tanto en su
perímetro interno como externo- alcanzaban los 7 metros de altura con
enormes puertas monumentales de hasta 13 metros como la famosa Puerta
de Ishtar.
Plano de Babilonia.
Por último nos trasladaremos al país
del Nilo donde nos encontramos la problemática de
que apenas hay restos urbanos excavados. El hecho
de que el mundo funerario se separe del civil (cosa que no ocurría en los oppida peninsulares
que hemos visto) y la atracción que siempre ha supuesto para la arqueología y
la sociedad, nos da el caso de conocer en profundidad el urbanismo de los muertos pero no
así el de los vivos. Destacaremos aquí únicamente dos
ejemplos: Ajetatón (yacimiento de El-Amarna)
y Deir el-Medina.
Plano de Ajetatón. Vía Artehistoria.com
Ajetatón fue el efímero centro de poder que Akenatón dedicó a su
deidad tutelar, Atón. Fruto de la llamada revolución
de Amarna, el rey-faraón quiso rivalizar con el mayor centro religioso
egipcio, Tebas y trasladó la capitalidad del Reino de Menfis a
una urbe creada ex-novo. Ajetatón se distribuía entorno a un eje principal en la orilla oriental
del Nilo, una gran avenida que articulaba la ciudad entre dos puntos. El
gran templo de Atón y una residencia real en el punto sur y la residencia real
habitual, con edificios administrativos y otras viviendas de la Corte, en el
punto norte. Entre ambos puntos se distribuyó la población de Ajetatón.
Fotografía del yacimiento de Deir el-Medina.
Deir el-Medina no puede ser considerado ciudad, se trata de un asentamiento
de trabajadores fundado por Tutmosis
I a las puertas del Valle de las Reinas y cerca del Valle de los Reyes. Recibía el nombre de Pa Demi («el poblado») y
sus habitantes eran artesanos y trabajadores (y agricultores para alimentar a
los anteriores) que se dedicaban en exclusividad a la construcción del mundo
funerario egipcio en ambos valles.
De la dedicación exclusiva a esta tarea y una protección
especial por parte del Estado (el faraón) nos dan cuenta
las fuentes de la época, que señalan los recelos de Tutmosis
I respecto a que el poblado recibiese influencia exterior de
cara a guardar el secretismo por las nuevas tumbas reales que se estaban
construyendo. Además tenemos documentada la que se considera la primera
«huelga» de la Historia por un retraso en los pagos a los trabajadores.
La arqueología nos aporta los mismos síntomas (protección
estatal y secretismo): un recinto amurallado y cuadrangular, con una distribución
prácticamente en damero pese a sus reducidas dimensiones.
En cuanto su población y para una duración de 500
años de exclusividad trabajando en el Valle
de las Reinas y el de los Reyes, contamos con 40
casas en su fase inicial con Tutmosis
I y 50 casas intramuros y 70 extramuros para su
fase de máximo esplendor con Ramsés
II.
Para finalizar podemos concluir señalando que todos los
ejemplos que acabamos de ver nos señalan una preocupación
por la planificación urbana desde el paso de una sociedad
tribal de pastores-recolectores a una sociedad sedentaria cuyo nivel
demográfico va más allá del núcleo de la tribu o el clan. Son grupos humanos lo
suficientemente amplios como para formar núcleos poblacionales donde se
reparten las tareas (gobernantes, artesanos y
agricultores). Existe una clase social claramente privilegiada capaz de movilizar
amplios grupos de trabajadores encargados de la construcción de la trama urbana
principal:
en primer lugar una muralla (o varios
anillos de muralla) con bastiones perfectamente planificados, después el
edificio de gobernación (la residencia del gobernante y posibles edificios
administrativos y almacenes estatales) y por último los edificios asociados al
culto y las vías principales según las caracteristicas (en Çatal
Hüyüc no hay calles y el culto parece realizarse en las
viviendas).
Una casta
sacerdotal que organiza la religión de la ciudad y se preocupa del mundo
funerario, cuyos enterramientos nos dan excelentes datos sobre la vida
cotidiana y las preocupaciones morales y sociales. Los
trabajadores suministran todo lo necesario y mantienen las construcciones en
pie, aunque en poblaciones como Jericó observamos
como los edificios defectuosos se derrumban y se construye encima, elevando el
nivel de la ciudad y dando lugar a lo que se conoce en arqueología como Tell («montículo»).
Por último ganaderos
y agricultores suministran los productos básicos para el consumo de la
población.
Lejos de aquella visión caótica y poco funcional sobre la
época anterior a Hipodamo de Mileto, la preocupación
por el diseño de la trama urbana se manifiesta desde los comienzos por la
organización en distritos, la construcción de una vía principal que articula la
ciudad y el modelo de construcción en común, ya sea
mediante un sistema de colmena que requiere una planificación en común para que
no queden viviendas aisladas y organizar el paso de los transeúntes tal cual
vimos en Çayönü, mediante un sistema de ampliaciones
como Los Millares o mediante un sistema en cuadrícula
(claramente anterior a Hipodamo).
Para reflexionar:
1. Exceptuando Deir el-Medina, ¿consideramos
como ciudades los ejemplos propuestos?
2. ¿Cuales son los condicionantes
imprescindibles para poder llamar «ciudad» a un núcleo de población?
3. Hablaremos del urbanismo a partir de Hipodamo
de Mileto pero, ¿podemos considerar a Hipodamo el creador de la planificación
hipodámica (en damero o en cuadrícula)?, ¿por qué crees que se le
atribuye?
4. ¿Conocías Çatal Hüyüc?, ¿y el urbanismo
en colmena?
5. ¿Conoces más ejemplos de planificación
urbana?, ¿qué otros núcleos de población previos al sistema hipodámico conoces?
6. ¿Qué otros ejemplos destacables conoces en la
protohistoria de la Península Ibérica y de América?
7. ¿Conocías el término «protohistoria»?
Para saber más:
·
Para ampliar datos sobre Los Millares: culturandalucia.com: Los
Millares. Recorrido fotográfico.
·
Para ampliar datos sobre el Castro de
Mesa de Miranda (Las Cogotas): asturnatura.com. Castro de Mesa
de Miranda.
·
Diego Espinel, A. Ciudades y urbanismo en
el antiguo Egipto. Studia historica: Historia
Antigua. nº 20, 2002
·
Siempre es recomemdable cualquier
obra de Mario Liverani, en este caso: Liverani, M. El
antiguo
·
Oriente. Crítica, Barcelona, 2008.
http://tablilladecera.com/planificacion-urbana-antes-de-hipodamo-de-mileto/
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