lunes, 4 de septiembre de 2023

 

México: El Cardenismo

 

LÁZARO CÁRDENAS (1934-1940) ES UN REPRESENTANTE DEL POPULISMO


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1930: Aparece la figura de Cárdenas

Se da la génesis del cardenismo. Lázaro Cárdenas dio nombre a un periodo. El decenio de 1930 es el de la ascensión y la dominación del cardenismo: proyecto nacionalista y radical que afectó fundamentalmente a la sociedad mexicana y que representó la última gran fase reformadora de la Revolución.

Controversia (Los seguidores como los adversarios de la ortodoxia revolucionaria han considerado que en el cardenismo culminó la Revolución social. Otros lo han representado como un intermedio dramático y radical dentro del proceso revolucionario, una desviación casi bolchevique a ojos de algunos. Estudios recientes hacen hincapié en las continuidades, aunque de un tipo diferente: las de la construcción del Estado, el corporativismo y el desarrollo capitalista

EL ORIGEN DEL CARDENISMO

Toda evaluación del cardenismo debe trascender los límites de la presidencia de Cárdenas. Su historia no es la de un único hombre, ni siquiera la de un solo sexenio. El cardenismo recuerda la Revolución de 1910. Pero también fue fruto de la depresión y de los conflictos sociales y replanteamientos ideológicos que ésta provocó. Si la primera fue una influencia autóctona, la segunda puede compararse con lo ocurrido en el conjunto de América Latina. El cardenismo también nació de sucesivas crisis políticas: asesinato de Obregón en 1928, que condujo a la creación del PNR; la batalla por el control del partido y el gobierno que culminó con la lucha entre Calles, el jefe máximo, y Cárdenas, el presidente, en 1935-1936.

El trasfondo político inmediato es la creación el partido oficial, PNR, en 1929; la derrota de los militares obregonistas que se rebelaron el mismo año; la manipulación, humillación y caída del maleable presidente Ortiz Rubio en 1932.

Esto fue la consolidación paulatina del régimen nacionalista como el omnipresente poder personal de Calles, que controló al nuevo presidente, Abelardo Rodríguez (1932-1934).

El logro de Calles (el mantenimiento del poder personal detrás y a pesar de la institucionalización formal de la política que él mismo había iniciado) fue más precario de lo que parecía a muchos. Le había granjeado numerosos y cordiales enemigos políticos. Entonces… ¿había que mostrarle deferencia o desafiarle?

ASPECTO ECONÓMICO

Los enemigos y los críticos de Calles y el callismo crecieron en número a consecuencia de los efectos de la depresión. Su impacto en México fue más acumulativo que instantáneo, y menos serio y prolongado que en economías basada en el monocultivo como la chilena o la cubana. El país ya había sufrido por la causa de la caída de los precios de las exportaciones, la deflación y la contracción de la economía desde 1926. Entre 1929 y 1932 el comercio exterior descendió en unos dos tercios; la capacidad de importar quedó reducida a la mitad; el desempleo creció, inflado por la repatriación de unos trescientos mil mexicanos que habían emigrado a Estados Unidos. México fue relativamente afortunado. El oro, la plata y el petróleo, que representaban conjuntamente tres cuartas partes de las exportaciones, no sufrieron una caída tan extrema de la demanda y el sector de la exportación era pequeño por lo que las repercusiones en los salarios, el empleo y los niveles de vida fueron menos acentuadas. El importante sector de la agricultura de subsistencia de México se recuperó de las malas cosechas de 1929-1930, a la vez que la industria manufacturera se veía afectada de forma menos severa que la industria extractiva y pudo beneficiarse de la imposibilidad de importar. La depresión estimuló de esta manera un proceso reindustrialización de sustitución de importaciones.

Los salarios reales descendieron y algunos historiadores identifican una fase de "movilización frecuente pero fragmentaria" (caracterizada por huelgas, ocupaciones de tierra y marchas del hambre) que coincidió con la depresión económica.

La economía fue reactivándose gracias en parte a la política reflaccionaria keynesiana que adoptó el secretario de Hacienda Alberto Pani. Cárdenas subió al poder en el momento en que los efectos de la depresión retrocedían, aun cuando sus repercusiones políticas seguían notándose. El Maximato (1928-1934) había sido un periodo difícil, y la sucesión presidencial ofrecía ahora una apertura política a través de la cual podían encauzarse los agravios populares acumulados.

LEGADO DE LA ADMINISTRACIÓN DEL CALLISMO

Para Calles y sus partidarios (los veteranos) los acontecimientos recientes en modo alguno invalidaban el modelo existente del desarrollo capitalista, el basado en la empresa privada, las exportaciones, las inversiones extranjeras, el control riguroso de los obreros y un Estado generalmente "pasivo". En 1930 Calles declaró que la reforma agraria había sido un fracaso: el ejido fomentaba la pereza; el futuro estaba en la agricultura capitalista, de propiedad privada. Otro factor que alarmó a Calles fue la agitación obrera: era necesario tomar medidas severas para limitar las huelgas. Calles continuó machacando el viejo tema anticlerical, motivo principal de la política en el decenio de 1920, y el papel de la enseñanza como medio de transformación revolucionaria. Se reavivó el anticlericalismo y dio nuevo estímulo a la política de laicización. Pidió una revolución psicológica, una nueva conquista espiritual para ganar el corazón y el cerebro de los jóvenes para la Revolución. Los ejemplos fascistas influyeron en el pensamiento de Calles, que citaba a Italia y a Alemania (así como a la Unión Soviética) como casos de ecuación política coronada por el éxito.

Calles se daba cuenta de que una nueva generación estaba alcanzando la madurez política, una generación para la cual las heroicidades de 1910 eran mitos o historia y que cada vez se mostraba más desilusionada con la Revolución. Rechazaba la ideología del decenio de 1920 (anticlerical, liberal en lo económico, conservadora en lo social) y abogaba por cambios socioeconómicos radicales. Participaba en el desplazamiento mundial desde el Laissez-faire cosmopolita hacia el dirigismo nacionalista. Era el New Deal o la planificación económica de la Unión Soviética (mal interpretada, sin duda) lo que tenía importancia. A partir de 1930 se introdujeron de forma provisional normas reformistas e intervencionistas:

·         Ley Federal del Trabajo (1931): concesiones en lo referente a horarios, las vacaciones y los convenios colectivos, a cambio de que el Estado reglamentara más rigurosamente las relaciones industriales.

·         Departamento Agrario y Código Agrario (1934): permitió por primera vez que los peones de las haciendas solicitaran concesiones de tierras; garantías a las propiedades particulares.

·         Plan Sexenal (1933): nuevo planteamiento que exigía la nueva generación de tecnócratas, políticos e intelectuales. Criticaba implícitamente el modelo sonorense y recalcaba el papel del Estado intervencionista y la necesidad de que fueran mexicanos quienes explotaran los recursos de México; prometía a los trabajadores salarios mínimos y el derecho a convenios colectivos; y subrayaba la importancia primordial de la cuestión agraria, que requería soluciones radicales, incluyendo la división de las grandes propiedades.

PRESIDENCIA DE LÁZARO CÁRDENAS (1934-1940)

El escoger a Lázaro Cárdenas como candidato oficial para las elecciones de 1934, el PNR se inclinó hacia la izquierda; pero la vieja guardia se consoló pesando que de esta forma podría controlarla mejor. Cárdenas había demostrado su radicalismo (sin salirse de los términos ortodoxos, institucionales); era un político modelo que durante su carrera había pasado por las filas del ejército revolucionario y alcanzado la presidencia del partido y la Secretaría de Guerra Era un candidato seguro, en parte porque carecía de una base local y porque parecía leal, hasta insulso y obtuso. Aunque la izquierda institucional del interior del PNR respaldaba su candidatura, su historial no le granjeaba el apoyo de los obreros ni de la izquierda independiente; los comunistas presentaron un candidato rival y declararon que no estaban "ni con Calles ni con Cárdenas, sino con las masas cardenistas".

Una vez hubieron escogido candidato del partido, Cárdenas empezó a dar muestras de una díscola heterodoxia. Creó un estilo peripatético que continuaría durante su presidencia y que le llevaría a desplazarse a las provincias en repetidas ocasiones. La campaña electoral y las giras posteriores dieron al presidente un conocimiento directo de las condiciones que existían en el país y se dice que contribuyeron a radicalizarle, lo cual parece verosímil. Unidos a su retórica reformista, especialmente agrarista, estos viajes suscitaron las expectativas y las exigencias populares; y demostraron a las comunidades remotas la realidad del poder presidencial. Sin duda Calles y los conservadores se dijeron que estos bríos del principio acabarían consumiéndose.

El nuevo presidente, que obtuvo una victoria aplastante, asumió el poder en diciembre de 1934 "en medio de la mayor calma posible."

Pareció también que la estabilidad y la continuidad se vieron atendidas en la composición del nuevo gabinete, en el que los callistas ocupaban algunos cargos clave y estaban más que los partidarios de Cárdenas.

Una nueva generación

Sin embargo, el control callista no era tan total como parecía; quizá nunca lo había sido. En las provincias, el callismo de muchos caciques locales era necesariamente provisional. Una nueva generación se agolpaba en la puerta, apartando a la generación "veterana" que había nacido en el decenio de 1880 y que había conquistado el poder durante la Revolución armada. Significaba un cambio de carácter y de acento político. Sus miembros tendían a ser más urbanos y cultos y menos obviamente norteños que sus predecesores. La nueva generación se concentraba en los defectos de sus antepasados (anticlericalismo, militarismo, corrupción, la reforma agraria y laboral), y en su lugar recalcaba la nueva política que se exponía en el Plan Sexenal.

Aspecto socioeconómico: sindicatos

Todo presidente que ofreciera resistencia al control del jefe máximo, o que buscara el apoyo de las masas que se oponían al conservadurismo callista, tenía que desplazarse hacia la izquierda, hacia los sindicatos, cada vez más combativos, y hacia el campesinado, cuya agitación iba en aumento. Porque ahora, al reactivarse la economía, proliferaban las huelgas. Los paros laborales afectaron a los ferrocarriles, las minas y las fundiciones, los campos petrolíferos y las fábricas textiles. Se ha dicho que Cárdenas heredó una "explosión sindical". Las reivindicaciones eran básicamente económicas pero se expresaban con una combatividad inusitada.

Este estado de cosas reflejaba tanto la radicalización de la política nacional como la creciente complejidad de la organización de la clase trabajadora. La CROM había perdido mucho apoyo: debilitada políticamente desde el asesinato de Obregón, se encontró con que su número de afiliados quedaba muy reducido a la vez que perdía irrecuperablemente el monopolio de la representación obrera dentro del PNR y de las juntas de arbitraje laboral. Los disidentes -la Federación Sindical del Distrito Federal (FSDF) de Velázquez, la CROM lombardista y otros grupos contrarios a la CROM, incluidos los electricistas- se unieron en octubre de 1933 para formar la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), un sindicalismo más nacionalista y militante. Los comunistas, empujados a la clandestinidad después de 1929, formaron un nuevo frente obrero, la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM) que reclutó muchos adeptos entre los maestros y los trabajadores rurales.

Después del gran cataclismo de 1910-1915 la protesta agraria había disminuido o se había visto encauzada hacia la reforma oficial (a menudo manipuladora) que alcanzó su apogeo en 1929. La CROM había hinchado su fuerza nominal con la incorporación de campesinos y se habían reclutado agraristas para combatir a los cristeros. En el decenio de 1930 las corrientes represadas del agrarismo volvieron a crecer y amenazaron con desbordarse. Seguía siendo necesaria la movilización, que a su vez ofrecía experiencia y oportunidades. Pero la movilización era precaria y no tardó en fracasar. Las elecciones y la nueva presidencia aumentaron las expectativas agrarias y avivaron los temores de los terratenientes. La lucha anónima que se libraba en gran parte de las zonas rurales pasó a ser explícita, perceptible y a relacionarse directamente con la lucha por el poder nacional.

Cárdenas frente a Calles

Conocido por su clerofobia, enemigo del agrarismo y de la agitación laboral, Calles resultó incapaz de adaptarse a los cambios del clima político. En Cuernavaca habló del peligro que la subversión industrial representaba para la economía. Empezó a llamar la atención sobre las flaquezas de Cárdenas, denunció las "tendencias comunistas" que veía detrás de todo ello y señaló el sano ejemplo que daban los estados fascistas de Europa. Cárdenas no podía por menos que responder; no estaba dispuesto a ser un Ortiz Rubio. Los líderes anticallistas deseaban vivamente que el jefe máximo se llevara su merecido. Lo mismo quería la opinión pública y los trabajadores organizados. En la izquierda la amenaza de un nuevo maximato, de represión, incluso de un desplazamiento hacia el fascismo engendró un gran deseo de solidaridad que vino a complementar la línea oficial que en aquellos momentos dictaba Moscú.

Al pasar al ataque, Cárdenas y sus aliados se enfrentaron a un adversario que todavía era formidable. Calles continuaba albergando ambiciones, no le gustaba el rumbo que seguía el nuevo régimen, a la vez que poderosos grupos le estaban empujando a un enfrentamiento. El sector empresarial temía el activismo de los trabajadores y esperaba que Calles le brindara tranquilidad, al tiempo que la clase media urbana estaba harta de la oleada de huelgas que trastornaba la vida en las ciudades. Había aún muchos políticos callistas en el Congreso, el partido, la CROM y los gobiernos de los Estados, hombres cuyo futuro político estaba hipotecado con el del jefe máximo. También en el ejército había elementos inquietos, mientras Estados Unidos veía con preocupación el giro que tomaba la política y esperaba que hubiera un acuerdo en lugar de un enfrentamiento entre los dos. Calles podía desestabilizar la nueva administración, pero ello representaría un grave riesgo para la obra de su vida. En cuanto a Cárdenas, si rechazaba una fórmula satisfactoria para ambas artes, tendría que buscar el apoyo de la izquierda, lo cual llevaría aparejados nuevos compromisos radicales.

En estas circunstancias, Cárdenas desenmascaró a Calles. Se cercioró de la lealtad de algunos hombres clave, así políticos como generales, destituyó a varios ministros del gabinete que eran callistas y ascendió a varios de sus hombres, entre los cuales había algunos veteranos anticallistas. El bloque callista en el Congreso se desmoronó. Hubo entonces una leve purga en el PNR: se destituyó a los gobernadores indóciles; y los caciques locales se apresuraron a cambiar de bandera. El ejército planteaba un problema más difícil, pero en este caso fueron una ayuda para Cárdenas sus largos años de servicio en las fuerzas armadas y la solicitud que mostraba para con los militares. Se efectuaron cambios en la estructura de mando del ejército, se distribuyeron hombres leales para todo el país y se tomaron medidas parecidas en el caso de la policía. El presidente pudo pasar a la ofensiva, seguro de la victoria.

Aspecto político-religioso

Cárdenas se propuso refrenar el anticlericalismo extremo que había caracterizado al callismo y que probablemente era su rasgo más odiado. Cuando Cárdenas subió al poder los excesos anticlericales de Garrido seguían igual que antes. Cárdenas obró con prudencia. Aunque había tratado a los cristeros más decentemente que la mayoría de los comandantes del ejército, estaba cortado por el patrón anticlerical. Su política educativa, que hacía hincapié en la educación socialista, estaba calculada para irritar la sensibilidad de los católicos. El asunto del anticlericalismo marcó una distancia conveniente entre el nuevo régimen y el anterior. Garrido atrajo sobre sí tanto las protestas de los católicos como el enojo del presidente, lo que condujo a su caída. Se dijo que los católicos gritaron "¡Viva Cárdenas!". Se aflojaron progresivamente las ordenanzas anticlericales más rigurosas. El presidente puso especial empeño en señalar que la educación socialista combatía el fanatismo y o la religión por sí misma.

Conflicto social

El presidente parecía alentarlo fomentando el apoyo de las masas y utilizando una retórica radical. El desmoronamiento de la CROM anunció un activismo político más militante por parte de la clase trabajadora, y sindicatos y políticos rivales competían unos con otros en sus intentos por captar afiliados. Los sindicatos se alinearon detrás de Cárdenas y organizaron manifestaciones para protestar por las declaraciones antiobreras de Calles, además de librar luchas callejeras con sus adversarios callistas y conservadores. El campesinado no permaneció inmóvil. Se encontraron ahora con que podían recurrir a un "centro" que simpatizaba con ellos y que a su vez podía movilizar a los agraristas contra el callismo. Al acelerarse el ritmo de la reforma agraria, pronto se contaron entre las víctimas algunos veteranos de la Revolución: Calles y su familia, por ejemplo.

Fin de Calles

Con su hábil combinación de alianzas tácticas y movilizaciones populares. Cárdenas había derribado al maximato y puesto fin a la era de dominación de los sonorenses. En la primavera de 1936 Cárdenas ya se había librado de la tutela de Calles, además de afirmar su poder presidencial y demostrar una inesperada combinación de resistencia y perspicacia. Todo esto se había logrado con poca violencia.

IMPORTANCIA DE LA REFORMA AGRARIA: POSTURA DE CÁRDENAS (1936-1937)

 

Cárdenas es de origen provinciano, michoacano, simpatizaba de verdad con el campesinado.

La reforma agraria es:

·         Arma política para abatir a los enemigos.

·         Instrumento para promover la integración nacional y el desarrollo económico.

·         Respuesta a las reivindicaciones populares, que a veces se sostenían ante la oposición oficial en los estados donde el agrarismo se consideraba sospechoso desde el punto de vista político.

·         Medio de transformar la sociedad rural y, con ella, la nación.

No puede verse como una estrategia dirigida al desarrollo industrial, favorable a la acumulación de capital. Se granjeó la hostilidad unánime de los terratenientes y de la burguesía.

Al Ejido: no lo concebía como una estación de paso hacia el capitalismo agrario y tampoco como un simple paliativo político, sino como la institución clave que regeneraría el campo, liberaría al campesino de la explotación y, si recibía el respaldo apropiado, fomentaría el desarrollo nacional. El ejido sería el campo de formación política de un campesinado culto y dotado de conciencia de clase.

El antiguo proyecto de crecimiento basado en las exportaciones (en el que la agricultura era una fuente importante de divisas extranjeras) había fracasado de modo palpable, dejando deprimidas y subcultivadas a regiones que en otro tiempo habían sido dinámicas y comerciales. Una generación nueva, impresionada por los ejemplos del dirigismo económico extranjero y deseosa de distanciarse de su predecesora, que estaba sumida en la bancarrota política, buscaba ahora el poder. Era más urbana y menos plebeya y procedían del centro de México en lugar del norte (por esto mostraba mayor simpatía por los intereses de los campesinos) y estaba convencida de que era necesario tomar medidas radicales. En 1930, el gobierno mexicano fue el único que sumó a estas respuestas una amplia reforma agraria, prueba de la tradición agrarista que anidaba en el corazón de la Revolución popular y que ahora imbuía el pensamiento oficial. La jerga del agrarismo impregnaba el discurso político; inspiraba el arte, la literatura, el cine; se ganaba a la vez partidarios ardientes y oportunistas en la burocracia agraria y entre los caciques locales, lo que no era un buen augurio en lo que se refiere a la longevidad o la pureza de la campaña agrarista.

Sus logros eran impresionantes. La población ejidal se había logrado con creces y la población sin tierra había descendido. Al aumentar los ingresos del gobierno gracias a la recuperación económica, los recursos se encauzaron hacia la agricultura. Esta administración "hizo milagros" en la provisión de créditos agrícolas. Otros recursos se destinaron a obras de regadío, carreteras y electrificación rural, aunque sea probable que estas inversiones en infraestructura beneficiaran a la agricultura privada más que al sector ejidal. Los campesinos, al igual que los trabajadores urbanos, eran instados a organizarse y sus organizaciones se vinculaban de modo creciente al aparato del estado. Así se creó el núcleo de la futura Confederación Nacional Campesina (CNC) (1938).

El caso de la Laguna

La reforma agraria cardenista no se llevó a cabo de forma gradual, burocrática, como las anteriores y (generalmente) las que se efectuaron después. En vez de ello, se puso en marcha con tremendo fervor y la puntuaron dramáticas iniciativas presidenciales. Los asediados agraristas se encontraron de pronto respaldados por el "centro". Un caso clásico fue La Laguna. El grueso de los trabajadores lo formaban proletarios empleados total o parcialmente en las plantaciones de algodón. Veían el atractivo del reparto de tierras, especialmente a causa del elevado desempleo estacional. Las malas condiciones se vieron exacerbadas por el descenso de la población algodonera. El gobierno intervino y resolvió la disputa de forma radical. En 1936, las tres cuartas partes de las valiosas tierras de regadío y una cuarta parte de las de secano se entregaron a unos treinta mil campesinos agrupados en trescientos ejidos. Entre los perjudicados había varias compañías extranjeras y, como mínimo, cinco generales revolucionarios.

Se invocó la Ley de Expropiaciones de 1936, y las grandes haciendas comerciales se entregaron en bloque a sus empleados, es decir, a los peones en vez de los habitantes del pueblo. El régimen se opuso a la fragmentación de las grandes unidades productivas; se votó a favor de ejidos colectivos en vez de parcelas individuales. Cada ejido compartiría la tierra, la maquinaria y el crédito, y sería dirigido por comités elegidos; la cosecha se repartiría entre los trabajadores en proporción a sus aportaciones de trabajo. El Banco Ejidal proporcionaría créditos, asesoramiento técnico y supervisión general; el propio ejido aportaría una serie de servicios educativos, médicos y recreativos. Los terratenientes y los hombres de negocios predijeron con confianza que serían un fracaso y que en dos años los trabajadores volverían arrastrándose y suplicando que los dejaran trabajar de nuevo para sus antiguos patrones. No ocurrió así. La agricultura colectiva demostró que era capaz de dar fruto, en el sentido material de la palabra. La productividad era inferior en los ejidos colectivos comparados con las haciendas privadas: uno de los efectos importantes de la reforma agraria fue estimular una agricultura más eficiente en el sector privado. Con el apoyo efectivo del Banco Ejidal, el nivel de vida del campesino de La laguna subió, tanto absoluta como relativamente; hubo un incremento perceptible de los gastos de consumo de la alfabetización y en los niveles de sanidad. Con la alfabetización y la autogestión los campesinos demostraban poseer nuevas habilidades, una responsabilidad y una dignidad igualmente nuevas. Disminuyó la agitación política.

El éxito del experimento dependía de que las circunstancias fuesen favorables, de la demanda de algodón, del suministro de agua en cantidad suficiente y, sobre todo, del respaldo político. Todo ello faltó. En 1941 subió al poder un nuevo gobierno y hubo un cambio inmediato en el orden de prioridades. Ejidos divididos en parcelas empezaron a sustituir a los colectivos y se introdujo en éstos un sistema de pagos basados en incentivos. El Sindicato Central estaba perdiendo el control de los recursos económicos al mismo tiempo que tenía que hacer frente a una competencia política directa, toda vez que el gobierno recortó sus fondos, alegó que estaba bajo influencia de los comunistas.

Esta reforma de Cárdenas fue fruto de una improvisación apresurada; necesitaba tiempo y cuidado para dar un buen resultado. Había dejado las mejores tierras en poder de los terratenientes y, sobre todo, había repartido la tierra disponible entre demasiados beneficiarios, entre los que había numerosos inmigrantes que no residían en La laguna. Debido al aumento de la población, los ejidos de La Laguna ya no podían dar sustento a las familias que se hacinaban en ellos.

En lo que se refiere a sus orígenes, alcance, rapidez y resultados, la reforma de La Laguna sentó precedentes que se siguieron en otras partes.

Hacia la década de 1940 las demandas de parcelación individual de las tierras comunales ya eran insistentes y en algunos lugares provocaban conflictos violentos. Incluso allí donde seguía existiendo el sistema colectivo, éste tendía a producir una estratificación interna entre, por una parte, los beneficiarios con plenos derechos y, por otra, los proletarios o semiproletarios. A veces, como ponen de relieve estudios recientes, la reforma servía a los intereses de elites locales oportunistas o era impuesta desde arriba, extraña y mal recibida; peor ni siquiera los ejidatarios que al principio fueron reacios a convertirse en tales mostraron deseos de volver a la condición de peones. El resultado fue un traspaso masivo de recursos que cambió profundamente el mapa sociopolítico de México. La reforma no sólo mejoró el nivel de vida y el amor propio de los campesinos, sino que también provocó un desplazamiento del equilibrio político y dio a las organizaciones campesinas un breve momento del poder condicional, porque el régimen se aseguró de que la movilización de los campesinos estuviera ligada estrechamente al partido oficial; y porque en el decenio de 1940 este vínculo, lejos de reforzar la organización y el activismo campesinos, sirvió para atarles a una estructura política cuyo carácter estaba cambiando con rapidez.

POLÍTICA EDUCATIVA

La reforma agraria y la movilización campesina estaban ligadas de modo inseparable a la política educativa de los años de Cárdenas, así como el compromiso con la educación "socialista". Narciso Bassols fue el titular de la Secretaría de Educación Pública (1931), el primer marxista que desempeñó un cargo ministerial; dio comienzo a una fase de reformas agresivas que algunos interpretaron como la respuesta del Estado a la Cristiada:

– Laicización de la enseñanza.

– Artículo 3 de la Constitución: se imponían multas y a veces se clausuraban las escuelas católicas que no respetaban los principios del laicismo.

– Compromiso con el primer programa sistemático de educación sexual.

Las asociaciones de maestros abogaban por un plan de estudios "francamente colectivista", y el más numeroso de los sindicatos de maestros pidió la socialización de la enseñanza primaria y de la secundaria. Corrientes parecidas agitaban la Universidad Nacional. El Plan Sexenal incluía un compromiso deliberadamente ambiguo, pero significativo, con una educación que se basaba en la doctrina socialista que sostenía la Revolución mexicana. El Congreso se inclinó ante la recomendación del PNR y aprobó una forma de educación federal de signo socialista que combatiría los prejuicios y el fanatismo (léase clericalismo) e "inculcaría un concepto exacto, racional, del Universo y de la vida social". El compromiso con la educación socialista fue algo que la administración Cárdenas heredó.

Por supuesto, cada cual interpretaba a su modo el significado de la palabra "socialismo". Para muchos era simplemente una nueva etiqueta para el anticlericalismo, el antiguo tema central de la política sonorense. Bassols hacía hincapié en el papel práctico de la educación, que estimularía una ética colectivista; los maestros no se limitarían a enseñar, sino que, además, modificarían los sistemas de produccióndistribución y consumo, estimulando la actividad económica en beneficio de los pobres. Otros iban más lejos y hacían de la educación el tablero central de una amplia plataforma de reformas radicales. La literatura y la retórica de la época inducen a pensar que muchos maestros creían que era posible derrocar el capitalismo empleando la educación como único medio. El arte y la poesía trabajarían para alcanzar el mismo fin. Reaparecieron conceptos antiguos, incluso positivistas, con disfraz socialista.

La educación también daba cuerpo a la tradicional búsqueda de cohesión cultural e integración nacional. Había radicales auténticos que veían la educación como medio de subvertir las viejas costumbres, en lugar de sostenerlas. El modelo soviético volvía a influir. Se importaron métodos soviéticos (de modo no sistemático y sin que en gran parte dieran fruto) y circularon textos marxistas, incluso en el Colegio Militar. Más que portadores de la guerra entre las clases, se consideraba a los soviéticos como exitosos exponentes de la industrialización moderna en gran escala. La izquierda resurgente esgrimía sus propuestas educativas; una profesión docente más militante ejercía presión a favor de sus intereses políticos, pedagógicos y sindicales. La recesión y las consiguientes reducciones del gobierno habían afectado gravemente a los maestros, y Bassols, a pesar de su radicalismo, se había mostrado cicatero como pagador. Los sindicatos de maestros se unieron a otros impelidos por los intereses materiales tanto como por la solidaridad ideológica.

Si, como se ha sugerido, la educación socialista era un mecanismo clave para recuperar la simpatía y el apoyo de las masas, que se había perdido, fue un fracaso; en realidad, sin embargo, tenía menos de populismo oportunista que de ingeniería social grandiosa y un tanto ingenua. En mayor medida que la reforma agraria, la educación socialista llegó como una revolución desde arriba, y a menudo como una imposición blasfema y no deseada.

El indigenismo

Proliferaron los proyectos educativos: se hicieron esfuerzos especiales por llegar a la población indígena, la cual constituía quizá una séptima parte de la población total de México. El indigenismo figuraba menos como política autónoma, encaminada hacia la integración nacional, y más como parte de la amplia ofensiva cardenista contra la pobreza y la desigualdad. Aunque el Departamento de Asuntos Indígenas organizaba programas especiales de educación e investigación, su presupuesto era demasiado pequeño. El régimen trató de integrar al indígena en la masa de los trabajadores y los campesinos haciendo hincapié en la clase social antes que en la etnicidad; había que tener en cuenta rasgos específicos de índole histórica y cultural. El objetivo (optimista por no decir francamente utópico) consistía en alcanzar la emancipación social y económica sin destruir los elementos fundamentales de la cultura indígena. Una de sus consecuencias permanentes fue el crecimiento del poder federal a medida que la cuestión indígena pasó a ser de la incumbencia exclusiva del gobierno nacional e incluso podía utilizarse para forzar la apertura de cacicazgos locales hostiles. Federalizar la cuestión indígena a menudo significaba sustituir a los patronos locales por nuevos jefes, burocráticos, agentes de programas indigenistas y agrarios, algunos de los cuales eran indígenas ellos mismos. La esperanza cardenista de alcanzar la integración con igualdad y supervivencia cultural forzosamente tenía que fracasar: se integró a los indígenas, pero como proletarios y campesinos, clientes oficiales y (de vez en cuando) caciques oficiales.

Educación Superior

Se encontraba ahora ante el desafío del socialismo, que denunciaba la posición de las universidades (en especial la Universidad Nacional, tradicionalmente conservadora, elitista, y desde 1929, formalmente autónoma) como bastiones de los privilegios de la clase media. En 1933 se había suscitado una polémica entre facciones universitarias en la cual Lombardo Toledano (a quien se oponía Antonio Caso) abogaba por que la universidad se adhiriera a la nueva ideología materialista. A pesar de las luchas y huelgas estudiantiles, los liberales conservaron su precario control; pero el gobierno respondió, reduciendo a la mitad la subvención que pagaba a la universidad.

En 1935 una facción izquierdista integrada por profesores y estudiantes protagonizó un golpe interno y alineó la Universidad Nacional con la política oficial de signo "socialista". El gobierno pudo así regularizar sus relaciones con la universidad, reafirmando la autonomía de esta y reanudando el pago de su subvención; a cambio de ello, la universidad tomó algunas iniciativas nuevas, aparentemente radicales que probablemente representaban una conformidad extrema más que una conversión auténtica. El régimen creó nuevas instituciones de enseñanza superior que fueran más de su gusto, como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Obrera.

Educación rural

Escenario de la principal innovación de los años de Cárdenas. Continuó el crecimiento del número de escuelas rurales, que fue notable bajo Bassols, y de estas escuelas se esperaba que hicieran mucho más que enseñar los elementos básicos de las letras y de los números. Cárdenas explicó que el maestro debía desempeñar un papel social, revolucionario; debe ayudar al campesino en la lucha por la consecución de la tierra y al trabajador en su demanda de los salarios que marca la ley; pero sólo pueden dedicarse a la ingeniería social cuando tienen a mano las piezas apropiadas, como ocurrió en México durante el decenio de 1930. El maestro rural pudo cumplir la misión que le habían asignado no porque los campesinos formaran una masa inerte, maleable, sino más bien porque respondió a demandas reales. Es verdad que a veces los maestros estimulaban un agrarismo latente y de vez en cuando contribuían a imponerlo a comunidades que no lo deseaban; pero también hubo casos en que fueron los propios campesinos quienes ganaron a los maestros para la causa agraria. Los que lograron cumplir sus objetivos no triunfaron gracias a una agitación estridente, sino porque aportaron ayuda práctica y, con su misma presencia, prueba viviente del compromiso del régimen. Trabajaron en la agricultura, introduciendo productos y métodos nuevos; utilizaron sus conocimientos de letras en beneficio de las comunidades; y, sobre todo facilitaron aquella organización supra-comunal que con frecuencia ha sido el factor clave del triunfo de los movimientos campesinos.

Oposición

Aunque al principio algunos izquierdistas se mostraron críticos y señalaron que era ilusorio intentar la transición al socialismo por medio de la maquinaria superestructural de la educación, la mayoría de ellos cambiaron de parecer. Fue especialmente el caso de los comunistas, que pronto abandonaron la postura crítica, que se ajustaba bastante bien al "tercer periodo" de la KOMINTERN, y se adhirieron al programa con la misma vehemencia con que defendían el frente populismo. La organización y la combatividad crecientes de la izquierda tenían sus equivalentes en la derecha católica y conservadora: en la jerarquía, el movimiento de estudiantes católicos y asociaciones laicas tales como la Unión Nacional de padres de familia. Los blancos principales de los críticos eran la educación socialista y la educación sexual. Los estudiantes católicos protestaban, organizaban huelgas y provocaban disturbios. Los padres expresaron su desacuerdo retirando a sus hijos de las escuelas y el absentismo fue en aumento, tanto en la ciudad como en el campo; las escuelas privadas (católicas) de San Luis, que eran protegidas por Cedillo, estaban llenas a reventar. En la medida en que "socialismo>" significaba "anticlericalismo" y los excesos anticlericales continuaron ajo auspicios "socialistas", esta reacción de los católicos fue defensiva, incluso legítima. Pero, en general, la tendencia anticlerical iba tomando fuerza, y la oposición católica dirigió sus miradas hacia asuntos de mayor envergadura, tales como los servicios médicos, la educación mixta y la instrucción sexual, que fue denunciada de ser un complot comunista para introducir la pornografía en el aula.

Los católicos también se opusieron al agrarismo tanto en general, defendiendo los derechos de la propiedad privada, como de forma específica, poniéndose del lado de los terratenientes contra los agraristas. Se decía que los sacerdotes lanzaban invectivas contra la reforma e incitaban a las chusmas a cometer actos de violencia; decían misas por criminales que habían asesinado a un maestro. Asimismo, el sacerdote, al igual que el maestro, no actuaba por su cuenta. Muchos actos de violencia rural se producían sin que en ellos interviniera el clero; era una violencia espontánea o nacida de la incitación por los terratenientes, caciques e incluso gobernadores de algún estado.

Los maestros

Se encontraban con frecuencia ante una tarea solitaria y peligrosa. Muchos estaban mal preparados, lo estaban sin duda para el socialismo que debían impartir. Estaban mal pagados y normalmente carecían de aliados institucionales en su localidad, Tenía que afrontar la indiferencia y la hostilidad del pueblo. Los conflictos asediaban sus organizaciones sindicales. Con la expansión de la enseñanza en los primeros años treinta se hizo posible la sindicación en gran escala; las reducciones salariales de aquellos años dieron a los maestros muchos motivos de queja. Una y otra vez pidieron mejoras salariales y la federalización de la enseñanza, para que la toma de decisiones se concentrara en el gobierno central, que era favorable a la educación, a expensas de las caprichosas administraciones de los estados. La Secretaría de Educación insistía en que se formara un único sindicato de maestros, lo cual provocaba serias divisiones internas (hasta el 60% de los maestros, se decía, eran católicos) Como también la izquierda estaba dividida, entre comunistas y lombardistas, la unidad resultó quimérica y los conflictos internos fueron endémicos, lo cual obró en detrimento de la moral.

Resultado de la política educativa

Las tasas de alfabetización mejoraron y se intensificó el papel nacionalista e integrador de la escuela. Como sistema de proselitismo socialista e ingeniería social, el proyecto fracasó. La educación socialista no podía revolucionar la sociedad capitalista en su totalidad. Al igual que muchas reformas cardenistas, fue un fenómeno circunstancial que dependía del clima oficial que fue brevemente benigno. En 1938 la austeridad económica y la redoblada oposición obligaron a emprender la retirada. Se retiraron los libros más radicales, se puso fin a las Misiones Culturales; la educación privada renació y se eliminaron gradualmente ambiciosos proyectos de educación. El último mensaje de Año Nuevo de Cárdenas (1940) fue decididamente conciliador como lo fueron también los discursos del candidato oficial a la presidencia, Ávila Camacho. Y una vez éste subió al poder, estos cambios se aceleraron. El "socialismo" siguió siendo la consigna oficial durante un tiempo; pero posteriormente (dada la flexibilidad casi infinita del término) se convirtió en sinónimo de conciliación social y equilibrio entre las clases. El socialismo educativo, al igual que gran parte del proyecto cardenista, resultó u intermedio en lugar de un milenio.

Mexico: El Cardenismo  2ª parte.

 

MOVIMIENTO OBRERO, POPULISMO Y SINDICALISMO

Durante la lucha contra Calles en 1935 se habían registrado numerosas huelgas y una movilización significativa del movimiento obrero. Ambas cosas continuaron después de la caída del jefe máximo. Las huelgas afectaron a todas las industrias básicas de México (minas, compañías petroleras, ferrocarriles, fábricas textiles), así como a los servicios del gobierno y la agricultura comercial. Si los empresarios eran incapaces de evitar la parálisis industrial, el Estado intervendría. Los conflictos laborales proporcionaron un instrumento contra los enclaves extranjeros. Mientras tanto, la organización sindical hizo progresos que culminaron con la formación de la nueva central, la Confederación de Trabajadores de México (CTM); y la militancia de los trabajadores contribuyó a la tendencia alcista de los salarios reales. Esto no hubiera sucedido sin el respaldo oficial. El gobierno adoptó una actitud intervencionista ante las relaciones laborales; el arbitraje pasó a ser sistemático y generalmente era favorable a los trabajadores. El significado de la intervención, el arbitraje y la política de masas fue diferente según la época. Y bajo Cárdenas, en especial antes de 1938, llevaba aparejado el apoyo activo a los sindicatos contra las empresas, tanto como el apaciguamiento del conflicto industrial, y rumbos nuevos y radicales en el campo del control obrero.

El régimen nunca perdió de vista las realidades económicas. Combatió lo que consideraba sindicalismo irresponsable, por ejemplo, el de los petroleros. Se dio cuenta de que subir los salarios profundizaría el mercado nacional en beneficio de algunos sectores de la industria. Algunos hombres de negocios y banqueros inteligentes compartían este punto de vista, pero la empresa privada era abrumadoramente hostil al cardenismo y nuca dejó de criticarlo. En 1940 portavoces del mundo empresarial todavía criticaban al gobierno por su fantástica política de mejora unilateral en cumplimiento de promesas hechas al proletariado.

La CTM

La política laboral de Cárdenas, al igual que su agrarismo, incluía un aspecto educativo y tutelar; una faceta del llamado "Estado papá". El presidente contaba con la maduración gradual de la clase trabajadora como entidad organizada, con el fin de que su importancia numérica constase; unificada, para que su fuerza no se disipase en luchas fraticidas; y responsable, para que no exigiese demasiado a una economía subdesarrollada que acababa de salir de la recesión. El tema constante de Cárdenas fue "organizar", igual que el de Lenin. La organización requería el apoyo activo del Estado. En realidad Cárdenas concebía los bloques y clases organizados en el campo económico como las bases de la política. Así, la mejor garantía de la continuación de su proyecto radical era una clase trabajadora poderosa, organizada. La formación de la CTM, los experimentos con el control obrero y la educación socialista y la exhortación constante servían a una visión lejana y optimista: una democracia obrera que diese cuerpo a las virtudes cardenistas del trabajo arduo, el igualitarismo, la sobriedad, la responsabilidad y el patriotismo. Esta era grosso modo la meta "socialista" a largo plazo de Cárdenas.

Cierto grado de tutela estatal era necesario porque la creación de una confederación laboral unida representaba una tarea formidable y era improbable que se produjera espontáneamente. Tras el ocaso de la CROM el proletariado se mostraba combativo pero fragmentado. La coincidencia de la campaña contra Calles con una rápida recuperación económica brindó la oportunidad de reagruparse. El Comité Nacional para la Defensa del Proletariado y la CROM, hizo de núcleo de la naciente CTM, que, al fundarse en febrero de 1936, reunió a varios sindicatos industriales clave que se habían destacado durante las huelgas recientes, así como a las antiguas confederaciones rivales de la CROM, la CGOCM de Lombardo y la CSUM comunista; empequeñecía tanto a la residual Confederación General de Trabajadores (CGT), de signo anarcosindicalista, como a la CROM, aunque ésta sobrevivió. Otras dos barreras que impidieron la hegemonía de la CTM las erigió el Estado: el sindicato de funcionarios y la Federación de Sindicatos de Trabajadores en el Servicio del Estado. Se protegió al campesino del abrazo de la CTM, a pesar de que ya se había efectuado una significativa labor de captación. La organización de los campesinos siguió siendo prerrogativa del PNR.

La ideología de la CTM experimentó una rápida mutación. Durante la lucha contra Calles había recalcado su independencia de los partidos o facciones. Del mismo modo que Calles había hecho callar a la CROM, Cárdenas se atrajo a la CTM. A medida que ésta fue obteniendo subvenciones y locales oficiales, así como puestos en las juntas de conciliación y arbitraje, sus dirigentes se percataron de las virtudes de la colaboración: necesidad de derrotar a los restos del callismo, organizar un frente común contra el imperialismo y construir un frente popular contra el fascismo.

Lombardo Toledano se erigió ahora en figura fundamental de la política del periodo; había evolucionado del idealismo filosófico del Ateneo de la Juventud al marxismo (aunque nunca se afilió al PCM)

En 1930 participaba activamente de la política obrera y universitaria; y con su secesión de la CROM y la creación de la CGOCM, echó los cimientos de su futura dirección de la CTM. Lombardo carecía de una base institucional, ya fuera regional o sindical. Su poder dependía de la burocracia de la CTM y del apoyo del gobierno. Después de respaldar tácticamente a Cárdenas en 1935, ahora quería reforzar la alianza, haciendo hincapiés, en primer lugar, en un viejo tema (la responsabilidad nacional de la clase trabajadora) y, en segundo lugar, en un tema nuevo: la amenaza del fascismo. La política que seguían los comunistas era importantísima. Aunque se habían opuesto a la candidatura presidencial de Cárdenas, fueron atraídos hacia la coalición contra Calles y respaldaron la CTM; en 1935 la KOMINTERN efectuó un viraje que legitimó (que requirió) la plena colaboración con las fuerzas antifascistas y progresistas. Su apoyo al frente populismo y, por ende, al PNR, al Plan Sexenal y al gobierno de Cárdenas, al que ahora se consideraba un régimen nacionalista-reformista. En 1937 el PCM y la CTM se unieron para formar un frente electoral común, en el año siguiente los comunistas apoyaron a la CTM al asumir ésta un papel central en el nuevo partido oficial corporativo, el PRM.

Era inevitable que hubiese divisiones en el seno de un conglomerado tan grande. A las diferencias históricas e ideológicas se sumó la rivalidad de sus bases institucionales: los lombardistas dependían de gran número de pequeños sindicatos y federaciones, especialmente en la capital, y su falta de fuerza industrial hacía que la colaboración con los gobiernos resultase atractiva; la fuerza de los comunistas residía en los grandes sindicatos industriales que se inclinaban hacia el sindicalismo apolítico. En 1937 se produjo un cisma importante y los comunistas, al encontrarse excluidos de puestos clave, abandonaron la CTM, llevándose entre la mitad y una cuarta parte de los sindicatos afiliados, como los ferroviarios y los electricistas, cuando la Komintern acudió en su ayuda. Earl Browder llegó a toda prisa de Estados Unidos, Moscú ejerció presión y tras dos meses de extravío, los comunistas volvieron al redil; acordaron apoyar a los candidatos del PNR en las elecciones internas del partido y acallar sus críticas, que ya eran moderadas, al régimen.

EL FERROCARRIL Y EL PETRÓLEO: NACIONALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA

 

Se expropió y reorganizó de forma fundamental a empresas que eran total o parcialmente de propiedad extranjera y se encontraban agobiadas por disputas laborales; ¿eran nuevos ejemplos de Real Politik disfrazada de radicalismo, por medio del cual un régimen maquiavélico que hacía gala de su nacionalismo se quitaba de encima las industrias conflictivas pasándoselas a los trabajadores, que entonces tenían que someterse a la severa disciplina del mercado?

Los ferroviarios, que tradicionalmente eran activistas y en 1933 se organizaron en el nuevo Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM). En junio de 1937 los ferrocarriles fueron nacionalizaos a la vez que la deuda en bonos se consolidaba con la deuda pública. La empresa quedó bajo el control de los trabajadores el día 1 de mayo de 1938. Se habían pasado otras empresas a los trabajadores.

La expropiación inicial, en la que se dio muestra de patriotismo y de machismo político, fue bien recibida incluso por los grupos derechistas y de clase media que acostumbraban a quejarse de lo que hacía Cárdenas. Un grupo que contempló con recelo la nacionalización fue el de los propios ferroviarios. Aunque eran partidarios de ella en abstracto, temían que sus derechos sindicales y el convenio que acababan de conseguir corrieran peligro al transformarse súbitamente en empleados federales. En la decisión del sindicato de asumir la gestión de los ferrocarriles influyó mucho el deseo de conservar lo que tanto les había costado ganar.

El sindicato asumió el control de acuerdo con estas condiciones y afrontó valientemente los tremendos problemas que se le planteaban. La falta de inversiones y el tener que trabajar con unos niveles de demanda y precios en los que el sindicato no podía influir pronto hicieron que los ferrocarriles incurrieron en déficit. Cárdenas recortó tanto la nómina como la autonomía del sindicato, convirtiendo la administración de los ferrocarriles en "un simple apéndice del aparato estatal". Estas medidas anunciaron la terminación total del control de los trabajadores y la imposición de la plena administración estatal durante la presidencia de Ávila Camacho.

La industria del petróleo era de propiedad extranjera en su totalidad, más pequeña y rentable. Tenía un papel importante en la economía nacional y, como es lógico, figuraba en la estrategia desarrollista del gobierno. El Plan Sexenal preveía la creación de una compañía petrolera estatal, Peroleros Mexicanos (PEMEX) y la explotación de nuevos campos, ya que las compañías petroleras parecían reacias a emprenderla porque estaban más interesadas en la bonanza venezolana.

Cárdenas no simpatizaba con las compañías petroleras. Expuso claramente su intención de obligarlas a ajustarse a las necesidades nacionales tal como se formulaban en el Plan Sexenal y más adelante se comprometió a elevar los derechos de explotación. Pero ninguna de estas medidas hacía pensar en una futura expropiación. Las inversiones extranjeras (en el sector petrolero y otros) todavía figuraban en los planes del gobierno; no se buscaba la expropiación per se. En ningún momento se consideró que las minas de propiedad extranjera estuvieran maduras para la nacionalización a pesar de que el sindicato minero ejercía cierta presión para que se llevara a cabo; se estimulaban activamente las inversiones extranjeras en la industria eléctrica y otras. Mientras que la política cardenista relativa a las inversiones extranjeras en general era pragmática, el petróleo era un caso especial. Era un "símbolo sagrado" de identidad e independencia de la nación; en cambio, las compañías petroleras representaban un imperialismo perverso, parasitario.

Los petroleros tenían reputación de ser independientes y combativos, reputación que se intensificó al fundarse el unificado Sindicato de Trabajadores petroleros de la república Mexicana (STPRM) en 1935. Las reivindicaciones de los obreros incluían la rápida mexicanización del personal, la sustitución de empleados de confianza (no sindicados) por miembros del sindicato en todos los puestos excepto un puñado, una gran mejora de los salarios y de los beneficios sociales y una semana laboral de cuarenta horas. Según las compañías, tales demandas amenazaban tato las prerrogativas gerenciales como la viabilidad económica. Las contrapropuestas de las compañías sirvieron sólo para revelar el enorme abismo que había entre las dos partes y que la profusa propaganda de las compañías (denunciando la codicia de los petroleros .los niños mimados de la industria mexicana) no contribuyó a acortar. El arbitraje gozaba del favor tanto de la CTM como del gobierno, que ejercieron presión para que se llegase a un acuerdo y se evitaran más trastornos económicos (la idea de que el gobierno incitó el conflicto con el fin de justificar la expropiación que pensaba llevar a cabo no es conveniente.)

Las compañías persistieron en su actitud intransigente, impugnaron la corrección del informe y se negaron a aumentar su oferta; hicieron propaganda y ejercieron presiones tanto en México como en Estados Unidos. Seguros de que su papel económico era esencial, las compañías resistieron hasta el final, rechazando una solución que era financieramente factible, temerosas de sus posibles repercusiones en otras naciones productoras de petróleo. Las opciones del gobierno eran limitadas; una rendición humillante, una intervención temporal de las propiedades de las compañías, o la expropiación pura y simple. Aunque la tercera opción fue el resultado final, no era el objetivo en que insistía el gobierno, como alegaron las compañías ante las negociaciones oficiales. Al contrario, el pragmatismo oficial se hizo evidente en la concesión de nuevas concesiones petroleras en 1937. Las compañías buscaron una solución negociada. Ya era demasiado tarde. En marzo de 1938 Cárdenas habló por radio a la nación, enumerando los pecados de las compañías y anunciando su expropiación total.

La expropiación del petróleo fue el apogeo del periodo de Cárdenas. Desde los obispos hasta los estudiantes de la Universidad Nacional, los mexicanos acudieron en defensa de la causa nacional, aprobando la postura patriótica del presidente y admirando, probablemente por primera vez, su machismo personal. Hubo grandes manifestaciones. Durante un breve periodo el frente populismo de la CTM pareció abarcar toda la población. El PNR se reunió para celebrar su tercera asamblea nacional y se convirtió en el nuevo Partido de la Revolución Mexicana (PRM), estructurado corporativamente.

Los petroleros dieron muestra de gran energía e ingenio al hacerse con el control de una industria descapitalizada. Cuando los gobiernos norteamericano y británico presentaron sus protestas oficiales, las compañías pasaron inmediatamente al ataque y sacaron fondos de México, boicotearon las ventas del petróleo mexicano, presionaron a terceros para que secundasen el boicot y se negaron a vender maquinaria, Al coincidir con otros problemas económicos, estas medidas tuvieron consecuencias serias. La confianza del mundo empresarial vaciló, se agotaron los créditos y bajó el peso, puesto que Estados unidos suspendió temporalmente las compras de plata mexicana. En lo que se refiere a la industria petrolera misma, las exportaciones quedaron reducidas a la mitad y la producción descendió en alrededor de un tercio. El estallido de la segunda guerra mundial agravó los problemas. Los petroleros (que tradicionalmente eran sindicalistas y estaban convencidos de la viabilidad de la industria) se mostraban favorables a una administración a cargo de ellos mismos, aunque también, como los ferroviarios, recelaban en lo que se refería a asumir la condición de trabajadores "federales". Sin embrago, el gobierno no quería renunciar al control de un recurso tan valioso y se constituyó a PEMEX basándose en la colaboración conjunta del gobierno y del sindicato. Esto dio un considerable poder y autonomía a secciones locales del sindicato, mientras el gobierno conservaba en sus manos el control final de la gestión y las finanzas. Los líderes sindicales, entre la espada y la pared, se encontraban ante un dilema recurrente; traicionarían a su país si obstruían la buena marcha del nuevo activo nacional, y a su clase si seguían escrupulosamente la dirección del gobierno. La expropiación no resolvió nada y, en cambio, exacerbó muchas cosas. La industria era sana en potencia pero el boicot y la guerra anulaban los pronósticos optimistas que se habían hecho anteriormente. Ahora se instó a los petroleros a apretarse el cinturón por el bien de la nación y (según recalcó la CTM) de su propia clase. Cárdenas pasó gran parte de su último año en la presidencia ocupado en la reorganización de esta nueva empresa nacionalizada. Respaldó el plan de austeridad de la dirección, recomendando reducciones salariales y de puestos de trabajo, mayor esfuerzo y mayor disciplina, en todo lo que fue secundado fielmente por la CTM.

RELACIONES EXTERIORES

 

Con la expropiación del petróleo, el furor diplomático y las repercusiones económicas que provocó y el comienzo de la guerra, por primera vez las relaciones exteriores adquirieron importancia central para el régimen. Hasta entonces su política exterior (aunque llevada con un fervor moral y una coherencia poco comunes) siguió las consabidas tradiciones "revolucionarias": respeto por la soberanía nacional, no intervención, autodeterminación. Estos principios fueron sustentados vigorosamente en la Sociedad de las Naciones.

Guerra Civil Española

Fue la que atrajo más atención, tanto oficial como popular. Al principio Cárdenas accedió a suministrar a los republicanos las armas que le pidieron y el suministro continuó durante la contienda. La condena oficial de los nacionalistas fe secundada por la CTM; y, al fracasar la causa republicana, México se convirtió en un asilo para refugiados españoles. Al igual que la llegada fortuita a México de León Trotski, la guerra afectó directamente a la política nacional, No fue extraño que la opinión mexicana se polarice y que los grupos derechistas, católicos y fascistas fuesen partidarios de Franco. Algunos de ellos esperaban con ansia la aparición de algún generalísimo mexicano; condenaban al gobierno por apoyar al comunismo ateo, y deploraban la llegada a México de sus derrotados agentes.

La guerra civil española ayudó a definir las alineaciones políticas durante el periodo anterior a la elecciones de 1940.

Estados Unidos y el New Deal

Con la expropiación del petróleo, empeoraron las relaciones de México con Estados Unidos. El acercamiento Calles-Morrow se había visto reforzado por la supuesta correspondencia entre el cardenismo y el New Deal, por la "política del buen vecino" de Roosevelt y por la feliz elección de Josephus Daniels para el cargo de embajador de Estados Unidos. Era claro que Estados Unidos no querría tener nada que ver con las rebeliones, decisión que, por supuesto, favorecía al ocupante legal de la presidencia. Daniels prestó apoyo incondicional al régimen a despecho del Departamento de Estado y de la opinión de los católicos estadounidenses. Con la formulación de la política del buen vecino los delegados mexicanos y estadounidenses en sucesivas conferencias panamericanas se encontraban con que estaban de acuerdo, insólitamente.

Acontecimientos nacionales pronto empezaron a enfriar esta relación. La expropiación de las tierras de propiedad estadounidense y la nacionalización de la industria petrolera. El gobierno estadounidense respaldó el boicot de las compañías, exigió una indemnización, interrumpió las conversaciones relativas a un tratado comercial y suspendió las compras de plata. La opinión oficial norteamericana estaba dividida e intereses económicos antagónicos se mostraban favorables a la conciliación antes que al enfrentamiento. Roosevelt, alentado por Daniels, estaba dispuesto a hacer caso omiso de los consejos bélicos de las compañías petroleras, del Departamento de Estado y de la prensa financiera. Reconoció que México tenía derecho a expropiar, descartó el recurso a la fuerza y procuró mitigar el daño que habían sufrido las relaciones entre Estados unidos y México. Se reanudaron las compras de plata y se entablaron conversaciones sobre la indemnización de las compañías. Sin embargo, estas, que andaban ocupadas ejerciendo presiones en Europa y Estados Unidos, insistían en la total devolución de sus propiedades y, al ver los efectos del boicot y los apuros de la industria petrolera y de la economía mexicanas, estaban completamente convencidos de que lograrían sus propósitos.

Factor importantísimo en la formulación de la política estadounidense fueron las percepciones de la creciente amenaza del Eje. El boicot obligó a México a firmar acuerdos de venta con las potencias del Eje, lo cual exacerbó los temores norteamericanos ante una posible penetración política y económica de los alemanes en México. La Sinclair Co. se desmarcó de las demás compañías y llegó a un acuerdo unilateral, a la vez que las presiones de la guerra obligaron a resolver otras diferencias pendientes entre Estados Unidos y México. Se formó un acuerdo general para indemnizar a los norteamericanos que habían perdido sus propiedades a causa de la Revolución; a cambio de ello, Estados Unidos accedió a incrementar las compras de plata, a facilitar créditos para apoyar el peso y a empezar conversaciones con vistas a la firma de un tratado comercial.

A medida que iba acercándose la guerra, Estados Unidos estrechó sus relaciones con América Latina y, en sucesivas conferencias panamericanas, firmaron acuerdos prometiendo defender la seguridad del hemisferio y advirtiendo a las potencias beligerantes que permanecieran alejadas del Nuevo Mundo. Brasil y México se erigieron en los actores clave de esta alineación hemisférica. El decidido antifascismo de Cárdenas aportó ahora las bases para un acercamiento a Estados Unidos que su sucesor incrementaría. El presidente condenó con energía la agresión nazi y expresó resueltamente su apoyo a las democracias; prometió la plena cooperación contra cualquier ataque del Eje dirigido al continente americano. Se empezó una reorganización de las fuerzas armadas. Una Nueva Ley de Servicio Militar decretó que todos los jóvenes de dieciocho años sirvieran durante un año, con lo cual se esperaba, no sólo preparar a los mexicanos para que cooperasen en la defensa del continente, sino también inculcar una educación disciplinada que beneficiaría a la juventud del país en todas las tareas de la vida. Síntomas de los tiempos, y de que ahora la retórica nacional tenía prioridad frente a la clasista, fue el hecho de que la escuela rural (ahora amenazada) se viese suplantada por el otro instrumento clásico de integración nacional, el cuartel.

La CTM, sirena de la izquierda oficial, sonó en apoyo de la cruzada democrática contra el fascismo, previendo que México acabaría participando en ella, con lo que la corrección ideológica se combinaría con las ventajas económicas. Al empezar la "guerra de mentira", las consignas de la CTM se hicieron eco de las del PCM: la contienda era una guerra imperialista en pos de mercados y México debía permanecer estrictamente neutral. En 1940, la CTM volvió a adoptar su anterior postura a favor de la guerra y contra el fascismo, prometía ayuda material y moral para ello y expresaba su esperanza de que los estadounidenses participaran. Al producirse el ataque nazi contra la Unión Soviética, el PCM se unió al frente democrático patriótico, cuyo número de miembros se completó gracias a Perl Harbor. La derecha, naturalmente, disintió. Grupos conservadores y fascistas, tales como la Acción Nacional y la Unión Nacional Sinarquista (UNS), se decantaron por la causa del Eje y criticaron la colaboración militar con Estados Unidos. Con ello se adhirieron a una causa popular. Para la mayoría de los mexicanos la guerra era un conflicto que nada tenía que ver con ellos, que se desarrollaba en tierras remotas, y muy pocas personas se interesaban realmente por su marcha. En la medida en que la guerra despertó simpatías populares, éstas se inclinaron hacia Alemania, que para algunos había sido una víctima internacional en 1918, mientras otros la veían como la antítesis del comunismo o la fuente del antisemitismo, que a la sazón crecía en México. Haría falta el estímulo activo del gobierno para que México se comprometiera en la causa aliada.

POLÍTICA INTERNACIONAL: CAÍDA DE CÁRDENAS

El PRM

Se alcanzó un objetivo básico del cardenismo: la reestructuración del partido oficial (ahora se llamaba PRM) siguiendo patrones corporativos. Cárdenas albergaba la esperanza de que con ello se garantizara la continuación de la reforma y se superase el faccionalismo porque la izquierda se peleaba con el "centro", capitaneado de forma extraoficial por Portes Gil. Éste, al que se había nombrado presidente del partido por la ayuda que prestara para desplazar a Calles, se propuso "purificar" el PNR (eliminar todo vestigio de callismo) y hacerlo más atractivo por medio del uso frecuente del cinela radio, la prensa y las conferencias. Se instó a los comités de los estados a propiciar la afiliación y la participación de la clase trabajadora; el PNR (y no la CTM) emprendió la organización del campesinado a escala nacional. Portes Gil chocó con su propia campaña de purificación y fue sustituido por el cardenista radical Barba González. Continuó el proceso del organización del partido y de integración de los sectores; con la unión del PNR, la CTM, la CCM el PCM en un pacto electoral; con la génesis, al cabo de un año, del PRM, que agrupaba a los militares, los trabajadores (CTM), los campesinos (representados al principio por la CCM, a la que ponto suplantaría la CNC, que lo abarcaba todo), y el sector "popular", cajón de sastre en el que había cooperativas, funcionarios y elementos no organizados. El partido emprendería la preparación del pueblo para la creación de una democracia obrera y a consecución de un régimen socialista.

Si hubo un termidor cardenista (un momento en que la Revolución interrumpió su avance y echó a andar en dirección contraria), fue en 1938 y no en 1940. Los críticos izquierdistas ven el cardenismo como un termidor prolongado; mientras que para los partidarios leales no hubo ninguna retirada, sólo repliegues tácticos. Pero las cosas que tales partidarios citan como pruebas de que el radicalismo continuó existiendo después de 1938 apenas pueden compararse con las amplias reformas de años anteriores. Si no hubo ninguna retirada en gran escala, no puede negarse que hubo un notable cambio de dirección, el cual, sin embrago, fue fruto de las circunstancias más que de una decisión autónoma. Las rencillas en el seno del PRM y, finalmente, el desastre electoral de 1940 revelaron esta erosión del poder, que a su vez socavó la totalidad de la coalición cardenista y afectó principalmente a la CTM. El clima ideológico experimentó un cambio repentino; en 1940 los conservadores ya decían con confianza que la gran mayoría de las personas que piensan ya están hartas de socialismo.

Aspecto económico

Cárdenas había heredado una economía que iba recuperándose de la depresión y en la que la industria manufacturera y ciertas exportaciones aparecían boyantes. Incluso sin efectuar cambios radicales en la estructura fiscal, los ingresos del gobierno aumentaron. Pero lo mismo hizo el gasto público. El gasto creció, en términos reales. Las exportaciones, sin embargo, alcanzaron un punto máximo. La financiación mediante déficit se había convertido en un instrumento efectivo por medio del cual el gobierno (que poseía una voluntad política y unos poderes de intervención monetaria igualmente sin precedentes) contrarrestaba los efectos de la renovada recesión, transmitida desde Estados Unidos en 1937-1938. Comparado con un decenio antes, México se encontraba ahora mejor situado para soportar estas sacudidas externas.

Pero las presiones inflacionarias que ello engendró se vieron agravadas por el crecimiento de los costes tanto de las importaciones como de los alimentos. El suministro de alimentos a las ciudades se vio limitado y los precios empezaron a subir poco a poco. México tenía experiencia reciente de la hiperinflación y la opinión era sensible a este amenazador (aunque modesto) aumento de los precios. Los análisis apocalípticos que proponen una caída sostenida de los salarios reales durante la depresión, los inflacionarios años a fines de los treinta y los todavía más inflacionarios años cuarenta son poco convincentes. Bajo Cárdenas el salario mínimo superó a la inflación y el poder adquisitivo total de los salarios fue en aumento, lo cual benefició al mercado nacional. Los principales beneficiarios fueron los ejidatarios, las organizaciones obreras y los trabajadores que aprovecharon los cambios que se produjeron en la estructura de la ocupación a medida que los puestos de trabajo agrícola dieron paso a los industriales. Los proletarios rurales fueron menos afortunados, mientras que fue la clase media urbana (la que más criticaba a Cárdenas) el sector relativamente más perjudicado por la inflación.

La inflación hizo peligrar conquistas recientes de la clase obrera y, con ello, el apoyo de ésta al régimen. También frenó la inversión privada y estimuló la fuga de capitales. Se hizo un intento serio de regular los precios de los alimentos. Buscando soluciones más fundamentales el gobierno elevó los aranceles, cobró nuevos impuestos a las exportaciones y recortó los proyectos de inversión. Al disminuir también los créditos agrícolas que concedía el gobierno, los ejidatarios pasaron estrecheces y acudieron a fuentes privadas. El ritmo de la reforma agraria se hizo más lento. El gobierno albergaba la esperanza de obtener un préstamo norteamericano y el gobierno de Estados Unidos, aunque prefería un programa de ayuda económica más amplio, no era del todo contrario a ello. Pero la expropiación del petróleo descartó todo acuerdo en este sentido.

Aspecto político

Al producirse fisuras en la coalición cardenista, antiguos partidarios de ella desertaron; por otra, los adversarios conservadores y católicos, que tenían batiéndose en retirada desde la caída de Calles, cuando no desde la derrota de la Cristiada, experimentaron una recuperación decisiva. Los conflictos industriales de facto crecieron y hubo importantes huelgas de panaderos, maestros, electricistas, mineros y trabajadores del azúcar. En 1940 ya abundaban los indicios de apoyo obrero al candidato presidencial de la oposición. Tampoco el mundo empresarial sintió crecer su amor al régimen a causa de la nueva moderación que éste desplegaba: regulación de precios, aumento de los impuestos, ataques contra los sindicatos activistas. El mundo empresarial demostraba ahora una mayor organización corporativa, y lo mismo puede decirse de la oposición conservadora y fascista.

– Unión Nacional Sinarquista (UNS, 1937): movimiento (contrario al concepto de partido) integrista católico de masas; rechazaba rotundamente la Revolución, el liberalismo, el socialismo, la lucha de clases y el materialismo gringo; los valores: la religiónla familia, la propiedad privada, la jerarquía y la solidaridad social. Posiblemente recibían ayuda económica de las empresas, aunque dependían sobre todo del apoyo sincero de los campesinos en las antiguas regiones cristeras del oeste y del centro de México, crecieron con rapidez desde el punto de vista numérico y organizaron manifestaciones masivas de resurgimiento religioso en las poblaciones del Bajío.

– La Acción Nacional (1939): con ideología parecida pero que usaba métodos más tradicionales para hacer adeptos entre la clase media. Apoyo de católicos seglares y el respaldo económico de la burguesía de Monterrey.

– Derecha "secular":

·         Partido Social Demócrata (PSD): atraían a la clase media anticardenista y explotaban la tradición liberal que se había manifestado en 1929; la mayoría, con su denuncia del comunismo, de la llegada de subversivos españoles y de la influencia omnipresente de los judíos, revelaba cómo un nutrido sector de la clase media se había visto empujada hacia la extrema derecha por la polarización política del decenio de 1930. Ejemplo típico de este fenómeno era José Vasconcelos.

·         Partido Revolucionario Anti-comunista (PRAC, 1938): lo fundó Maule Pérez Treviño, antiguo jefe del PNR y latifundista, proclamaba con nombre la razón de su existencia

En general eran organizaciones débiles y efímeras que a menudo dependían de los caprichos y la ambición de un caudillo envejecido. Pero era indicio de un cambio real en el clima ideológico: un resurgir de la derecha (una derecha liberal que iba a menos y una derecha autoritaria y agresiva que era cada vez mayor y que seguía modelos extranjeros); una nueva añoranza del Porfiriato que se hacía evidente en la afectuosa evocación de la vida ranchera en el cine, y la correspondiente pérdida de iniciativa política por parte de la izquierda.

La derecha imitaba de forma creciente los métodos de la izquierda. Formaba organizaciones de masas e incluso birlaba las de sus contrarios, con lo cual participaba en el proceso gradual de institucionalización y masificación de la política que fue característico del decenio de 1930. Incluso en regiones donde actuaban los sinarquistas, la política de finales de los años treinta fue relativamente pacífica en comparación con la tremenda violencia de la Cristiada; tanto más cuanto que la jerarquía católica se preocupó por refrenar a los fanáticos radicales del movimiento. Un veterano permanecía aferrado a las viejas costumbres, incapaz de comprender a las nuevas: Saturnino Cedillo había dirigido el estado de San Luis Potosí como gran patriarca del pueblo más que como el cacique nuevo, líder de masas organizadas que se estaban convirtiendo rápidamente en la norma. Contaba con el apoyo de sus colonos agrarios (que habían luchado por él en las guerras de la Revolución y los cristeros), con la simpatía de los católicos, a quienes protegía, y con una red de pequeños caciques municipales. Patrocinador de una extensa reforma agraria de tipo personal y popular, toleraba ahora a los terratenientes y hombres de negocios que huían del radicalismo cardenista. Sus relaciones con el movimiento obrero eran generalmente hostiles, y como secretario de Agricultura promovía el clientelismo y fomentaba la colonización con preferencia a la colectivización y se ganaba el odio de los radicales. En San Luis, donde su poder perduró, los sindicatos independientes adquirieron fuerza con el apoyo de la CTM, que aprovechó las huelgas que hubo para debilitar el control local de Cedillo. En 1937 éste se encontraba en San Luis, resentido, acariciando pensamientos de rebelión, alentado por consejeros ambiciosos y por el palpable crecimiento del descontento conservador.

Convertir el descontento general en una oposición política efectiva no fue tarea fácil, especialmente si se tiene en cuenta que las ideas de Cedillo eran primitivas y sus aliados en potencia eran tan dispares. Aunque planeaba una campaña política, puede que presidencial, también preveía, probablemente con satisfacción, la perspectiva de una revuelta armada. Sin embargo, las propuestas a posibles aliados fueron en su mayor parte un fracaso. Cedillo tuvo que apoyarse en sus recursos locales, especialmente sus quince mil veteranos agrarios. Pero también aquí se vio obligado a ponerse a la defensiva. El gobierno hizo cambios en los mandos militares, fomentó el reclutamiento de la CTM de San Luis y, la más espectacular de todas las medidas, puso en marcha una importante reforma agraria que repartió hasta un millón de hectáreas de tierra potosina, creando con ello una clientela rival, agrarista, en casa del propio Cedillo. Cárdenas ofreció a su viejo aliado una salida honorable nombrándole comandante general en Michoacán. Cedillo debatió, planeó y negoció. Finalmente, se negó a abandonar San Luis y Cárdenas, temeroso de que su desafío fuese contagioso, fue por él. Cárdenas llegó a San Luis, dirigió la palabra al pueblo y pidió a Cedillo que se retirara; éste se rebeló. Fue una rebelión poco entusiasta, una demostración de disgusto más que un pronunciamiento serio. Cedillo tuvo el gesto humanitario de aconsejar a la mayoría de sus seguidores que se quedaran en casa y prefirió echarse al monte con la esperanza de que hubiera alguna apertura favorable en 1940. Pero en 1938 los tiempos habían cambiado. Apenas si hubo revueltas de simpatía. Muchos de los rebeldes fueron amnistiados; unos cuantos, entre ellos el mismo Cedillo, fueron perseguidos y muertos. Se dijo que Cárdenas lo lamentó sinceramente.

La oposición conservadora ya empezaba a reunir sus fuerzas para participar pacíficamente en las elecciones de 1940. Alarmado por la revuelta de Cedillo y por el empeoramiento de la situación económica, el gobierno se propuso buscar la conciliación. La negación del "comunismo" y el énfasis en el consenso constitucional ya formaban parte del repertorio habitual. El Congreso se hallaba entregado a la tarea de diluir el programa de educación socialista; la CTM demostraba su preocupación por la unidad nacional y el equilibrio social presionando a los sindicatos para que evitaran las huelgas al mismo tiempo que negaba que aspirase a la abolición de la propiedad o a la dictadura del proletariado. En lugar de comprometer y desplegar sus abundantes recursos en el espacioso ruedo de la política oficial, la derecha prefirió permanecer fuera de él, agrupada en una coalición de partidos conservadores y fascistoides, con la esperanza de que la continuación del radicalismo provocara el derrumbamiento total del cardenismo, del cual la derecha se beneficiaría inmensa y permanentemente. No podía descartarse un golpe de Estado de signo conservador, que posiblemente uniría a militares y sinarquistas, si Cárdenas imponía un sucesor radical que defendiera un programa igualmente radical. La conciliación poseía una lógica clara

CAÍDA DE CÁRDENAS: PRESIDENCIA DE ÁVILA CAMACHO (1940-1946).

Sucesión presidencial

En 1938 el poder personal de Cárdenas iba disminuyendo y el presidente no pudo impedir las especulaciones en torno a su sucesión. Él solo no podía determinar su resultado electoral; tampoco podía el PRM, que, aunque fuese un leviatán, era un monstruo enorme, carente de coordinación y de un cerebro rector que guardase proporción con su volumen corporativo. El partido no podía garantizar una sucesión sin problemas; el hombre que destacaba como heredero forzoso, Ávila Camacho, se valió de organizaciones paralelas, ajenas al partido, para preparar su campaña con vistas a obtener la candidatura. El conflicto se vio agravado por la abnegación política de Cárdenas. Descartó su propia reelección y abogó por una selección auténticamente libre en el seno del PRM. Constituyó una invitación al faccionalismo, una automutilación del poder presidencial y una sentencia de muerte para la izquierda oficial, que apoyaba a Francisco Múgica, amigo íntimo y consejero de Cárdenas, Ávila Camacho en su cargo de secretario de Guerra se había ganado el amplio, aunque no abrumador, apoyo de los militares, lo cual era una consideración importantísima en vista de los temores a un cuartelazo que existían en aquel momento y que por última vez afectarían seriamente el asunto de la sucesión. También contaba con la mayoría de los gobernadores de los estados, alineados por su diestro director de campaña, el gobernador de Veracruz, Miguel Alemán; y con ellos llegaron numerosos caciques locales que, con el fin de conservar sus feudos pese al creciente poder federal, convirtieron un cardenismo oportunista en un avilacamachismo igualmente oportunista. El Congreso, en especial el Senado, se convirtió en un nido de avilacamachistas.

La CNC fue presa de manipuladores de menor importancia y su voto abrumador a favor de Ávila Camacho fue denunciado inmediatamente por los mugiquistas, que afirmaron que era una parodia de la opinión de los campesinos, prueba de que la CNC se había transformado rápidamente en un simple "fantasma" controlado por burócratas que no representaban a nadie. La CTM estaba a favor de Ávila Camacho y sus líderes aportaron unos argumentos ya consabidos: que la unidad era importantísima, que ante las amenazas fascistas, así internas como externas, 1940 era un momento para la consolidación y no para el avance; la CTM sublimó su radicalismo compilando en un extenso segundo Plan Sexenal que preveía más dirigismo económico, la participación de los trabajadores en la toma de decisiones y una forma de democracia "funcional". Vilipendiado por la derecha, que lo tildó a la vez de comunista y fascista, el plan mostraba una fe ingenua en la propuesta sobre el papel y en la capacidad de la CTM para hacerlas realidad. Resultó que el programa definitivo del PRM fue un documento previsiblemente moderado.

Ávila Camacho pudo contar con el apoyo tanto del centro como de la izquierda. Hizo un llamamiento a la derecha, haciéndose eco de las negaciones de comunismo de Cárdenas e ingeniándoselas para hacer suyo el creciente sentimiento anticomunista, a pesar del apoyo del PCM a su candidatura. Se previno a los trabajadores contra la militancia; se tranquilizó a los pequeños propietarios; se alabó a los hombres de negocios. En lo referente a la educación fue partidario de la moderación y la reconciliación, rechazó las teorías doctrinarias y abogó por el respeto a la familia, la religión y la cultura nacional; se observó que era recibido cordialmente en Los Altos, el viejo núcleo de los cristeros. Declaró en tono vibrante su fe: "Yo soy creyente". Hacía hincapié en la libertad, la democracia y sobre todo la unidad por lo que contrató con el pugnaz radicalismo de Cárdenas. Ávila Camacho estaba poco a poco negando la continuidad cardenista expresada en el Plan Sexenal. A pesar de ello, la CTM, la principal progenitora de dicho plan, continuó respaldando al candidato e incluso haciéndose eco de sus soporíferos sofismas.

Había aquí un atractivo totalmente populista en el cual las diferencias de credo y de clase social quedaban inmersas en una glutinosa unidad nacional. La burguesía de Monterrey respondió positivamente a las propuestas de Ávila Camacho, lo cual le proporcionó cierta influencia en el seno del partido oficial pero también patrocinó a su principal rival católico, el PAN quien resolvió apoyar a la oposición de forma muy condicional, lo cual representaba lo peor de ambas opciones. Los líderes sinarquistas rechazaron a Almazán y persuadidos por Alemán, recomendaron la abstención.

La plétora de partidos, grupos y posibles candidatos conservadores daba testimonio de la amplitud de los sentimientos contra el gobierno, pero también dificultaba la cooperación contra el enemigo común. Otros grupos servían los intereses personalistas de los caudillos envejecidos. Fue Almazán, respaldado por una coalición variopinta quien se erigió ahora en principal adversario de Ávila Camacho. Dotado de experiencia política, rico y más listo que Amaro, Almazán poseía extensos intereses en Nuevo León, donde tenía su mando militar y donde gozaba de buenas relaciones con el grupo de Monterrey. Al negársele la oportunidad de encauzar sus conocidas ambiciones por medio del PRM (como Cárdenas esperaba que hiciese) Almazán se benefició de los errores y las flaquezas del resto de la oposición; y al negársele el apoyo total de los grupos derechistas organizados, dependía más de grupos de electores numerosos y difusos (los católicos, la clase media, los pequeños propietarios) cuya integración en el partido almazinista, el Partido Revolucionario de la Unificación Nacional (PRUN), era poco firme. Movilizó a los liberales de clase media; a los campesinos, que estaban desencantados de las triquiñuelas de la CNC y de la lentitud o pura y simple corrupción de la reforma agraria; a los militares jóvenes (a sus jefes los había conquistado el PRM); y a muchos grupos de la clase obrera, grandes sindicatos industriales, los ferroviarios y los petroleros, electricistas y tranviarios, mineros y trabajadores del azúcar; cabía también el trotskista Partido Revolucionario Obrero Campesino (PROC), encabezado por Diego Rivera.

El almazinismo constituía una cueva en la cual se reunían todos los grupos que eran hostiles a la manipulación oficial y criticaban a un régimen que, según su candidato, lejos de hacer realidad las promesas de la Revolución, había desorganizado la economía y traído carestía y pobreza al pueblo. Almazán censuraba el fracaso económico, la corrupción oficial y la nociva influencia extranjera, fuese nazi o comunista; ponía a la izquierda como un trapo y recurría a otra clase de populismo, concluyendo los discursos con gritos de "Viva la Virgen de Guadalupe" y "Mueran los gachupines". El propio Ávila Camacho hacía hincapié en los valores nacionales y el rechazo al comunismo, por lo que había un gran parecido entre la retórica de los candidatos.

Cárdenas esperaba que se celebrara un debate abierto y que las elecciones fuesen libres. No quería imponer un sucesor al partido ni al país, lo que era una actitud nueva y arriesgada. Otros, al ver que peligraba su situación y su política, mostraron menos ecuanimidad democrática; la CTM entró en acción y presionó a los sindicatos que la constituían, organizó manifestaciones, atacó físicamente las sedes de la oposición, maquinó golpes internos en las organizaciones recalcitrantes. La administración también demoró las leyes relativas al sufragio femenino, temiendo con razón que las mujeres darían su voto a la oposición. Una campaña sucia culminó con unas elecciones también sucias (julio de 1940), que se celebraron bajo leyes electorales que eran una invitación al fraude y a la violencia. El PRM y el PRUN se disputaban el control de las casillas electorales y la CTM utilizó la fuerza para apoderarse de muchas de ellas. Hubo robo de urnas, se registraron numerosos heridos e incontables quejas de abusos oficiales. La prensa contó que todo ello era una nueva demostración de la "incapacidad democrática" del pueblo mexicano. Pero si la fuerza y el fraude eran evidentes, también lo fue la participación generalizada.

Almazán ganó en las ciudades principales, donde el control oficial era más difícil y la movilización de la CTM no fue lo que se esperaba; pero en México, como en otras partes de América Latina, el voto fue favorable al gobierno, justificando así el tranquilizador informe que el secretario de Gobernación dio al presidente la noche de las elecciones de que el voto de los campesinos dirige el resultado de las elecciones a favor de Ávila Camacho. Almazán se retiró a E. U. profiriendo acusaciones de fraude y desafíos. Los tiempos habían cambiado y Almazán era demasiado astuto para arriesgarse a una rebelión. E. U. no ayudaría ni alentaría a Almazán. Ávila Camacho y sus partidarios habían tomado las medidas oportunas y Cárdenas tuvo la precaución de hacer cambios en los puestos de mando clave y de visitar personalmente al almazanista norte. En un "país organizado" la rebelión tenía que ser un asunto profesional y no una quijotesca repetición de 1910; el régimen del PRM no era el régimen de Porfirio. Sobre todo, el descontento político no entrañaba compromiso revolucionario. 1940 fue un réquiem por el cardenismo; reveló que las esperanzas de una sucesión democrática eran ilusorias; que el respaldo electoral del régimen tenía que fabricarse; y que las reformas cardenistas, si bien creaban ciertas clientelas leales, también habían dado origen a adversarios formidables que ahora esperaban pasar a la ofensiva.

https://www.monografias.com/docs114/mexico-cardenismo/mexico-cardenismo2



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