La expansión de los regionalismos y el surgimiento de los
nacionalismos
Retrato de Antonio Cánovas del
Castillo
Muchos piensan que cuando hablamos en
España de nacionalismos nos estamos refiriendo a los nacionalismos vasco y catalán. Sin embargo, siempre ha
habido un potente nacionalismo español que se ha ido fraguando a lo largo de su
historia moderna y contemporánea y que además excluye a los demás
nacionalismos.
El nacionalismo español
Desde Riego hasta Martínez Campos, casi todo
el siglo xix está salpicado de periódicos pronunciamientos militares,
que agrupaban detrás de ellos a los distintos partidos políticos.
Fue la propia Guerra de Independencia la que
suscitó el prestigio social de la vocación militar, a la que llegaron gentes de
todo origen como era el caso de los hijos segundones antes destinados al clero,
plebeyos que en una sociedad estamental cerrada no hubieran tenido tal
oportunidad de ascenso social.
En estos líderes se identificaba la propia
nación en un concepto de encuadramiento social que, lejos de ser conservador o
reaccionario, era en origen revolucionario, es decir, la nación en armas.
En la práctica se delegaba también en ellos
la iniciativa política, en ausencia de control efectivo de la sociedad civil.
La milicia nacional era utilizada por los movimientos progresistas, que
encuadraba a las clases urbanas en la defensa de la revolución liberal, dejó
pronto de tener importancia efectiva.
Otro cuerpo militar, que tuvo una proyección
mucho más importante fue la guardia civil, que fue creada por los moderados.
Tenía un amplio despliegue territorial que cubría todas las áreas rurales,
encargada de garantizar dos nuevos conceptos:
- El orden público.
- La propiedad privada de extraordinaria
importancia para el nuevo sistema liberal capitalista que había
integrado a la oligarquía de altos nobles, grandes burgueses y terratenientes.
La Restauración había marcado un
paréntesis de política civil, con el turnismo Cánovas y Sagasta, pero eso no
significó un aumento de la pureza democrática del sistema político, a pesar de
que se ejercía el sufragio universal.
En todo el siglo xix no hubo ningún
caso de un gobierno que perdiera unas elecciones. El procedimiento no era ganar
la confianza del pueblo para llegar a gobernarlo, sino llegar al gobierno y
después convocar elecciones, convenientemente gestionadas por la red clientelar
que partía del ministerio de gobernación, pasaba por los gobiernos civiles de
cada provincia y llegaba al cacique que controlaba cada pueblo.
Se incluía el sistema del encasillado de los
candidatos propicios, la compara de votos o reclamación de deudas de favores
anteriores y el pucherazo, o fraude descarado, en caso necesario. El aragonés,
Joaquín Costa hizo un análisis demoledor en su libro “Oligarquía y caciquismo como la
forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla” del
año 1901.
Antonio Cánovas del Castillo en su
conferencia celebrada en el Ateneo de Madrid el seis de noviembre del año 1882
con el título “Concepto de nación”, decía:
“No, señores, no; que las naciones son obra
de Dios o, si alguno o muchos de vosotros lo preferís, de la naturaleza. Hace
mucho tiempo que estamos convencidos todos de que no son las humanas
asociaciones contratos, según quiso un día; pactos de aquellos que, libremente
y a cada hora, pueden hacer o deshacer a voluntad de las partes…
No hay voluntad individual ni colectiva, que
tenga derecho a aniquilar la naturaleza ni a privar, por tanto, la vida a la
nacionalidad propia, que es la más alta, y aún más necesaria después de todo,
de las permanentes asociaciones humanas.
Nunca hay derecho, no, ni en los muchos ni en
los pocos, ni en los más ni en los menos, contra la patria. Que la patria
es… para nosotros tan sagrada como nuestro propio cuerpo y más, como
nuestra misma familia y más… Conservemos, pues la nuestra, señores, retengamos
también el propio ser de españoles…
Entre nosotros, felizmente, el hombre todavía
queda, como he dicho; el español, si no está aún curado de los defectos,
conserva las cualidades de siempre; el territorio puede decirse que está
íntegro, con una excepción deplorable… y nada en suma nos falta para poder
vivir con honor sin intentarlo de veras… Porque ¿Qué español, después de
todo, qué reunión de españoles puede oír algo de suyo no sepa, que de suyo no
sienta, a que de suyo no aspire, con sólo sentir vibrar de cerca el dulce
nombre de la patria?
Fracasada la experiencia federal de la Iº
República española y habiéndose rendido el carlismo, durante la Restauración se
consolidó el Estado centralista basado en el férreo control de la
administración provincial y local por parte del gobierno incluido el País
Vasco, cuyos fueros fueron abolidos definitivamente en el año 1876.
Durante este período el proceso de
construcción de la nación española prosiguió pero desde su versión más
conservadora, al centrarse la idea de España no en la libre voluntad de los
ciudadanos sino en su ser, ligado al legado histórico con el catolicismo y la
lengua castellana, como principales elementos.
Los máximos exponentes de esta
concepción orqánico-historicista de la nación española, que se oponía
a la liberal y republicana de la nación política fueron Marcelino
Menéndez Pelayo, Juan Vázquez de Mella y Antonio Cánovas del Castillo, los que dieron
soporte a este tipo de nacionalismo español.
Según esta concepción, España era un
organismo histórico de sustancia etno-cultural básicamente castellana, que se
generó a lo largo de los siglos y que es, por tanto, una realidad objetiva e
irreversible.
Sin embargo, y a pesar del reforzamiento del
centralismo en la organización del Estado, el proceso de nation building
español tuvo una intensidad menor que otros países europeos, debido a la propia
debilidad del Estado.
Así, ni la escuela ni el servicio militar
cumplieron la función nacionalizadora que tuvieron, por ejemplo, en Francia,
donde la identidad francesa eliminó las identidades regionales y
locales.
En Francia se impuso el francés como lengua
única y el resto de lenguas llamadas despectivamente dialectos dejaron de
hablarse o su uso fue considerado como un signo de incultura. En España las
lenguas diferentes del castellano como el catalán, gallego y euskera se
mantuvieron en sus respectivos territorios, sobre todo entre las clases
populares.
También dificultó el proceso nacionalizador
español la exclusión de la participación política no solo de las demás
tendencias políticas que no fueran los dos partidos dinásticos, sino de la gran
mayoría de la población.
Otro freno, especialmente entre los
trabajadores, fue el desarrollo de las organizaciones socialistas y
anarquistas, que defendían el internacionalismo, no el nacionalismo. Sin
embargo, al menos en las ciudades, sí que avanzó el nacionalismo
españolista.
Como lo demostraron las manifestaciones de
exaltación nacionalista en 1883, como muestra de apoyo al rey Alfonso XII a la
vuelta de un viaje a Francia donde había recibido una acogida hostil por sus
manifestaciones proalemanas, en el año1885, con motivo del conflicto con
Alemania por las islas Carolinas.
La expansión de los
regionalismos
El débil proceso de construcción nacional fue
a la vez causa y efecto de la expansión en la década de los ochenta de los
regionalismos. A partir de entonces la oposición al Estado centralista ya no
fue exclusiva de carlistas y de federalistas, sino que ahora también la
profesaban los que se sentían de patrias distintas, especialmente en Cataluña,
País Vasco y Galicia, que de momento llamaban regiones o nacionalidades.
Algunos ya se atrevieron a decir que España
no era una nación sino solo un Estado formado por varias naciones. Aparece un
fenómeno nuevo, que dará lugar a lo que más adelante se llamará la cuestión
regional, y que suscitó una reacción inmediata por parte del nacionalismo
español.
Buena parte de la prensa, en Madrid y en
provincias, empieza a mirar con suspicacia, cuando no con abierta hostilidad
incluso las actividades culturales regionalistas y sus peticiones de
cooficialidad de las lenguas no castellanas, pretensión que más de uno tacha de
separatismo encubierto.
Cataluña
En Cataluña, tras el fracaso del Sexenio, un
sector del republicanismo federal encabezado por Valentí Almirall, dio
un giro catalanista y rompió con el grueso del Partido Federal, que
dirigía Pi y Margall.
Almirall fundó el Diari Catalá en el año
1879, que aunque tuvo una breve vida fue el primer diario escrito íntegramente
en catalán. Al año siguiente, se convocaba el Iª Congreso catalanista, del que
surgiría en el año 1882, el Centre Catalá, la primera entidad catalanista
claramente reivindicativa, aunque no se planteó como partido político sino como
una organización de difusión del catalanismo y de presión sobre el
gobierno.
Se presentó al rey Alfonso XII un Memorial de
greuges en el año 1885, en el que se denunciaban los tratados comerciales que
se iban a firmar y las propuestas unificadoras del Código Civil.
Se organizó una campaña contra el convenio
comercial en el año 1886, que se estaba negociando con Gran Bretaña y que
culminó en el mitin del teatro Novedades de Barcelona que reunió a más de
cuatro mil asistentes. También se organizó otra campaña en el año 1888, en
defensa del derecho civil catalán, que alcanzó su objetivo.
Almirall publicó su obra fundamental “Lo
catalanisme” en el año 1886, en el que defendía el
particularismo catalán y la necesidad de reconocer las personalidades de las
diferentes regiones en que la historia, la geografía y el carácter de los
habitantes han dividido la península.
Este libro constituyó la primera formulación
coherente y amplia del regionalismo catalán y tuvo un notable impacto.
Décadas después Almirall fue considerado como el fundador del catalanismo
político.
Según Almirall, el Estado lo integraban dos comunidades
básicas: la catalana que era positivista, analítica, igualitaria y democrática
y la castellana que era idealista, abstracta, generalizadora y dominadora, por
lo que la única posibilidad de democratizar y modernizar España, para superar
la división política del centro anquilosado a la periferia más desarrollada y
así vertebrar una confederación o estado compuesto, o una estructura dual
similar a la del imperio de Austria-Hungría.
Durante esos mismos años ochenta fue cuando
comenzó la difusión de los símbolos del catalanismo, la mayoría de los cuales
no tuvieron que ser inventados, sino que ya existían previamente a
su nacionalización:
- La
bandera formada por “les
quatre barres de sang”, del año1880.
- El himno,
Els Segadors del año 1882.
- El día de
la patria que se celebra el once de septiembre a partir del año 1886.
- La
danza nacional es la sardana desde el año 1892.
- Los dos
patronos de Cataluña son San Jordi desde el año 1885, y la virgen de
Montserrat desde el año 1881.
El Centre Català vivió una crisis en el año
1887, y fue producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban,
una más izquierdista y federalista encabezada por Almirall, y otra más
catalanista y conservadora aglutinada en torno al diario “La
Renaixenca” fundado en el año 1881.
Los integrantes de esta segunda corriente
abandonaron el Centre Catalá en noviembre para fundar la Lliga Catalana, a la
que se unió el Centre Escolar Catalanista, que era una asociación de
estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del
nacionalismo catalán: Enric Prat de la Riba, Francesc Cambó y Josep Puig i
Cadafalch.
A partir de ese momento la hegemonía
catalanista pasó del Centre Català a la Lliga que en el transcurso de los Jocs
Florals del año 1888 presentaron un segundo memorial de greuges a la reina
regente.
Se le pedían que vuelva a poseer la nación
catalana sus Cortes generales libres e independientes, el servicio militar
voluntario, la lengua catalana oficial en Cataluña, enseñanza en catalán,
tribunal supremo catalán y que el rey jurara en Cataluña sus constituciones
fundamentales.
La Lliga de Catalunya propuso la formación de
la Unió Catalanista en el año 1891, que enseguida obtuvo el apoyo de
entidades y periódicos catalanistas, y también de particulares.
Era una nueva situación totalmente diferente
de lo que había ocurrido cuatro años antes con el fracasado Gran Consell
Regional Català propuesto por Bernat Torroja, que era el presidente de la
Associació Catalanista de Reus, y que pretendía reunir a los presidentes de las
entidades catalanistas y los directores de los periódicos afines.
La Unió celebró en marzo del año 1892 su
primera asamblea en la ciudad de Manresa, a la que asistieron 250 delegados en
representación de unas 160 localidades. Se aprobaron las “Bases
per a la Constitució Regional Catalana”, más conocidas
como las Bases de Manresa, que se suelen considerar como el acta de nacimiento
del catalanismo político, al menos el de raíz conservadora. En dichas Bases se
decía:
“Las Bases son un proyecto autonomista, en
absoluto independentista, de talante tradicional y corporativista.
Estructuradas en diecisiete artículos propugnan la posibilidad de modernizar el
Derecho civil, la oficialidad exclusiva del catalán, la reserva para los
naturales de los cargos públicos incluidos los militares, la comarca como
entidad administrativa básica, la soberanía interior exclusiva, unas cortes de
elección corporativa, un tribunal superior en última instancia, la ampliación
de los poderes municipales, el servicio militar voluntario, un cuerpo de orden
público y moneda propios y una enseñanza sensible a la especificidad catalana”.
La mayoría de los catalanistas apoyaron la
concesión de la autonomía a Cuba, pues la consideraron un precedente para
conseguir la de Cataluña, pero la propuesta de Francesc Cambó que la Unió
Catalanista hiciera una declaración a favor de la autonomía cubana con
posibilidad de llegar a la independencia, pero encontró escaso respaldo.
Tras la derrota española en la guerra
hispano-estadounidense el regionalismo catalán experimentó un fuerte
impulso, fruto del cual nació en el año 1901, la Lliga Regionalistas.
Esta surgió de la fusión de la Unión
Regionalista fundada en el año 1898 y del Centre Nacional Catalá, que
aglutinaba a un grupo escindido de la Unió Catalanista encabezado por Enric
Prat de la Riba y Francesc Cambó.
La razón de la ruptura fue que estos últimos,
en contra de la opinión mayoritaria de la Unió, habían defendido la
colaboración con el gobierno conservador de Silvela. El catalanista Manuel
Durán y Bas, formó parte de él; y personalidades cercanas al catalanismo
ocuparon las alcaldías de Barcelona, Tarragona y Reus, así como los obispados
de Barcelona y Vic, aunque finalmente rompieron con el partido conservador al
no ser aceptadas sus reivindicaciones, que eran el concierto económico,
provincia única, reducción de la presión fiscal.
La respuesta fue el tancament de caisex y la
salida del gobierno de Duran i Bas y la dimisión del doctor; Bartomeu Robert
como alcalde Barcelona.
El fracaso del acercamiento a los
conservadores españoles no hizo desaparecer a la nueva Lliga Regionalista sino
todo lo contrario, ya que encontró un apoyo cada vez mayor entre muchos
sectores de la burguesía catalana desilusionados con los partidos de
turno.
Esto se tradujo en su triunfo en las
municipales de 1901 en Barcelona, lo que significó el fin del caciquismo y del
fraude electoral en la ciudad.
País Vasco
La oposición a la abolición definitiva de los
fueros vascos en el año 1876, tras el final de la IIIª guerra carlista, fue la
que impulsó el desarrollo del regionalismo en el País Vasco.
El presidente del gobierno Cánovas del
Castillo había intentado pactar con los fueristas liberales el arreglo foral
pendiente desde la aprobación de la Ley de Confirmación de Fueros del año 1839.
Al no conseguirlo acabó imponiéndolo mediante
una ley, que fue aprobada por las Cortes el 21 veintiuno de julio del año 1876,
considerada como la que abolió los fueros vascos, pero que en realidad se
limitó a suprimir las exenciones fiscal y militar de que hasta entonces habían
gozado, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, por ser incompatibles con el principio de
la unidad constitucional. Que figuraba en la nueva Constitución del año 1876.
Cánovas quería llegar a un acuerdo con los
fueristas transigentes, que contribuyese a la completa pacificación del País
Vasco, así que consiguió que la ley incluyera la autorización al gobierno para
realizar la reforma del resto del antiguo régimen foral.
Sabin Aranaren Argazkia, Olerkijak liburuaren
barrualdetik aterata
https://es.wikipedia.org/wiki/Sabino_Arana#/media/Archivo:Sabino-arana-olerkijak.jpg
Se acordó dos años después en los decretos
del Régimen de conciertos económicos del año 1878, que suponían la
autonomía fiscal del País Vasco, donde las tres diputaciones vascas recaudarían
los impuestos y entregarían una parte de ellos el denominado “cupo” a
la Hacienda central, de la que ya gozaba Navarra.
El acuerdo alcanzado con los transigentes fue
rechazado por los fueristas intransigentes, que no se conformaron con los
conciertos económicos. Se crea la Asociación Euskara de Navarra, fundada en
Pamplona en el año 1877 y cuya figura más destacada es Arturo Campión, y la
Sociedad Euskalerria de Bilbao, fundada en el año 1880, con Fidel Sagarmínaga
como presidente.
Los euskaros navarros propugnaron
la formación de un bloque fuerista vasco-navarro por encima de la división
entre carlistas y liberales, y adoptaron como lema “Dios y
Fueros”, el mismo que el de
los euskalerriacos bilbaínos, que como los euskaros también
defendían la unión vasco-navarra.
Sabino Arana Goiri publica el libro “Bizkaya
por su independencia” en el año 1892, que representa el acta
de nacimiento del nacionalismo. Arana había nacido en el año 1865, en Abando en
el seno de una familia burguesa, católica y carlista.
El domingo de Resurrección del año 1882,
cuando tenía diecisiete años, se produjo su conversión del carlismo al
nacionalismo bizkaitarra gracias a que su hermano Luis Arana lo
convenció.
A partir de entonces Sabino se consagró al
estudio de la lengua vasca que desconocía, pues el castellano era el idioma de
su familia, así como el estudio de la historia y del derecho especialmente los Fueros
de Vizcaya, que le ratificaron en la revelación de su hermano Luis,
que Vizcaya no era España.
Su doctrina política se concretó en junio del
año siguiente en su discurso de Larrazábal, pronunciado ante un grupo de
fueristas euskalerriacos encabezados por Ramón de la Sota.
En él explicó que el objetivo político del
libro Bizcaya por su independencia era despertar la conciencia
nacional de los vizcaínos, pues España no era su patria sino Vizcaya y adoptó
el lema “Dios y Ley Vieja”, que es la síntesis de su programa
nacionalista.
Ese mismo año de 1893 comenzó a publicar el
periódico Bizkaitarra en el que se declaró antiliberal y antiespañol,
por esto último, sobre lo que sustentaba ideas muy radicales, pasó medio año en
la cárcel y el periódico fue suspendido.
Arana funda el Euskeldun Batzokija, en
el año 1894, el primer batzoki, un centro nacionalista y católico
integrista muy cerrado. Solo contó con un centenar de socios por las rígidas
condiciones de ingreso.
También fue clausurado por el gobierno, pero
fue el embrión del Partido Nacionalista Vasco fundado en la
clandestinidad el treinta uno de julio del año 1895, que era festividad de
san Ignacio de Loyola, a quien admiraba Arana. Dos años después Arana
adoptaba el neologismo Euskadi, que significa país de
los euzkos o vascos de raza, pues no le gustaba el nombre tradicional
de Euskalerria pueblo que habla euskera.
La propuesta nacionalista vasca de Sabino
Arana se basaba en las siguientes ideas:
- Una
concepción orgánico-historicista o esencialista de la nación vasca. Las
naciones existen desde siempre con independencia de la voluntad de sus
habitantes.
- Sus
fundamentos son la religión católica y la raza vasca,
identificada por los apellidos y no por el lugar de nacimiento, de ahí que
exigiese tener los cuatro primeros apellidos vascos para ser miembro del
primer batzoki, aunque el PNV más adelante los redujo a uno, en lo
que se diferenciaba notablemente del nacionalismo catalán, cuyo rasgo
identitario más importante era la lengua.
Sabino Arana escribió en su obra “Errores
catalanistas” del año 1894, lo siguiente:
“Si nos dieran a elegir entre una Bizcaya
poblada de maketos que sólo hablasen el euskera y una Bizcaya poblada de
bizcaínos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta
segunda porque es preferible la sustancia bizcaína con accidentes exóticos que
pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con
propiedades bizcaínas que nunca podrían cambiarla”.
El integrismo católico y
el providencialismo que le lleva a rechazar el liberalismo, pues
éste nos aparta de nuestro último fin, que es Dios, y en consecuencia a
reclamar la independencia de la España liberal, y alcanzar así la salvación
religiosa del pueblo vasco.
Sabino Arana dijo “Bizkaya, dependiente de
España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica
La nación vasca entendida como antagónica de
la nación española pues son razas distintas y que han sido enemigas desde la
antigüedad. Vizcaya, como Guipúzcoa, Álava y Navarra, lucharon siempre por su
independencia frente a España, cosa que consiguieron cuando los reyes españoles
no tuvieron más remedio que concederles sus fueros.
Según Sabino Arana, los cuatro territorios
fueron independientes de España y entre sí, hasta que en el año 1839, los
fueros fueron subordinados a la Constitución española, pues según Arana, a
diferencia de los fueristas, fueros vascos y Constitución española eran
incompatibles.
Escribió Sabino Arana en el año1894, lo
siguiente:
“El año 39 cayó Bizcaya definitivamente bajo
el poder de España. Nuestra patria Bizkaya, de nación independiente que era,
con poder y derecho propios, pasó a ser en esa fecha una provincia española,
una parte de la nación más degradada y abyecta de Europa”.
Los inmigrantes
españoles que han llegado, pero según Arana nos han invadido, al País Vasco a
trabajar en sus minas y en sus fábricas- Arana los denomina
los maquetos y son los culpables de todos los males.
Provocan la
desaparición de la sociedad tradicional con la industrialización, de ahí el
anticapitalismo inicial y la idealización del mundo rural de Arana dice
que “Fuese pobre Bizcaya y no tuviera más que campos y ganados, y
seríamos entonces patriotas y felices y de su cultura basada en la religión
católica, con la llegada de ideas modernas antirreligiosas, como «a impiedad,
todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la
incredulidad, el socialismo, el anarquismo...” y del retroceso de la
lengua vasca.
La única forma de
acabar con la degeneración de la raza vasca es que recupere su independencia de
España, volviendo a la situación anterior al año 1839, lo fundamental, según
Arana, era reclamar
Una vez conseguida
la independencia se constituiría una Confederación de Estados vascos con los
antiguos territorios forales de ambas vertientes de los Pirineos —Vizcaya,
Guipúzcoa, Alava y Navarra, de la parte
sur; Benabarra, Lapurdi y Zuberoa, de la parte norte.
Sabino Arana
escribió en el Bizkaitarra en el año 1894 lo siguiente:
“Libre e independiente
de poder extraño, vivía Bizcaya, gobernándose y legislándose a sí misma; como
nación aparte, como Estado constituido, y vosotros, cansados de ser libres,
habéis acatado la dominación extraña, os habéis sometido al extranjero poder,
tenéis a vuestra patria como región de país extranjero y habéis renegado de
vuestra nacionalidad para aceptar la extranjera.
Vuestros usos y
costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo, y
vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o lo habéis
adulterado por completo, o lo habéis afeminado o embrutecido. Vuestra raza… era
la que constituía vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y
sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o
maketa; os habéis hermanado o confundido con la raza más vil y despreciable de
Europa.
Poseíais una
lengua más antigua que cualquiera de las conocidas... y hoy vosotros la
despreciáis sin vergüenza y aceptáis en su lugar el idioma de unas gentes groseras
y degradadas, el idioma del mismo opresor de vuestra patria”.
Esta Confederación
que denominó Euskadi se basaría en la unidad de raza, en lo posible y
en la unidad católica, por lo que en ella solo tendrían cabida los vascos de
raza y los católicos confesionales, quedando excluidos no solo los
inmigrantes maquetos sino también los vascos de ideología liberal,
republicana o socialista.
El PNV era un
grupo político en el año 1898 que apenas tenía afiliados y cuya implantación se
reducía a Bilbao, y ni siquiera tenía un periódico propio tras la desaparición
de Baserritarra el año anterior por problemas económicos.
Su capacidad de
influencia se veía limitada por la ola de la exaltación nacionalista española
provocada por la guerra hispano-norteamericana. Durante una
manifestación la casa de Arana en Bilbao fue apedreada.
Pero ese mismo año
de 1898 Cambió radicalmente la situación del PNV en el año 1898, pues junto con
el PSOE habían sido los dos únicos grupos políticos vascos que se había opuesto
a la guerra, gracias al ingreso en el mismo del grupo de euskalerriacos.
Esto le
proporcionó cuadros políticos, el semanario Euskalduna y
recursos económicos, pues aquellos fueristas eran burgueses vinculados a la
industria y al comercio, en especial su dirigente Ramón de la Sota, y
frente al independentismo de Arana, defendían la autonomía para el País Vasco,
acercándose así a los planteamientos del catalanismo.
El apoyo
los euskalerriacos fue decisivo para que Arana fuera elegido en
septiembre del año 1898, diputado provincial de Vizcaya por Bilbao. A partir de
esa fecha Arana moderó sus planteamientos más radicales, anticapitalistas y
antiespañoles, e incluso en el último año de su vida renunció a la
independencia de Euskadi y propugnó «una autonomía lo más radical posible
dentro de la unidad del estado español.
Galicia
En Galicia entre
los años 1885 al 1890 y en paralelo con lo que sucedía en Cataluña,
el provincialismo, que había nacido en la década de los años cuarenta en
las filas del progresismo, que basaba el particularismo de Galicia en el
supuesto origen celta de su población, a lo que se unían su lengua y su cultura
propias, fueron revalorizadas con el Rexurdimento, se transforma en
regionalismo.
Hacia esa posición
de defensa de los intereses generales de Galicia y de una política gallega
confluyen personas procedentes de ámbitos dispares lo que conduce a la
existencia de tres tendencias en este incipiente galleguismo:
- Una liberal, heredera directa del provincialismo progresista,
y cuyo principal ideólogo es Manuel Murguía.
- Otra federalista, de menor peso.
- Una tercera tradicionalista encabezada por Alfredo Brañas.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:A_Nosa_Terra,_1916.png
Estas tres
tendencias confluirán a principios de la década siguiente en la creación de la
primera organización del galleguismo, la Asociación Regionalista Gallega,
que sin embargo desarrolló una escasa actividad política durante los pocos años
que duró, del año 1890 al 1893, debido sobre todo a la tensión existente entre
tradicionalistas y liberales, especialmente aguda en Santiago de
Compostela.
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