Los precedentes no árabes del calendario
islámico y de los momentos para la oración según el Kitāb al-āṯār al-bāqiya ‘an al-qurūn al-jāliya de al-Bῑrūnῑ
El Calendario
islámico, a diferencia del gregoriano, es un calendario lunar. Eso
quiere decir que se basa en los movimientos de la Luna y no del Sol. Los años
se componen de 12 meses lunares o lunaciones, y forma ciclos de 30 años, de los
cuales son bisiestos los años, 2º, 5º , 7º ,10, 13º ,16, 18º, 21º, 24º, 26º, y
29º. Mientras que en el calendario gregoriano tenemos años bisiestos y no
bisiestos, en el calendario musulmán nos encontramos con años simples (19 años
de 354 días) y años intercalares (21 años de 355 días). Los años comunes o
simples tienen 354 días y los bisiestos (intercalares) 355 días,
agregándose a ellos un día al último mes, Dulhiya. Este calendario tiene
su punto de partida en la Hégira, o sea, la emigración del profeta Muhámmad y
los primeros creyentes de la Meca a Medina el 16 de julio del año 622 d.C.,
dando comienzo a la era musulmana.
Así pues, los años
de la Hégira son lunares. Hay 12 meses de 29 o 30 días. Los nombres de los
meses junto con su significado, son los siguientes:
- Moharran( محرّم (30 , Mes sagrado
(año nuevo)
- Safar (29), صفر , Mes de partida
- Rabi al Aual
(el primero)(30)ربيع الأول , Primavera
- Rabi al Ajir o
al zeni (el último o segundo) (29)ربيع الآخر أو ربيع الثاني , Continuación
de la Primavera
- Yumada al Aual
(el primero) (30) جمادى الأول , Mes de la
Sequía
- Yumada al Ajir
(el último) (29), جمادى الآخر أو جمادى الثاني , Continuación
de la sequía
- Rayab (30), رجب , Mes del
respeto y de la abstinencia
- Chaabán (29), شعبان , Mes de la
germinación
- Ramadán (30), رمضان , Mes del gran
calor (mes del ayuno)
- Chaual (30), شوّال , Mes del
emparejamiento de los animales
- Du al Qada
(30) ذو القعدةy , Mes del
descanso
- Du al Hiyah
(29 ó 30)ذو الحجة , Mes de la
peregrinación
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El cómputo del tiempo y
la recopilación de fechas de eventos históricos y religiosos fue una ciencia
desarrollada fundamentalmente en la Antigüedad tardía y en la Edad Media1. Probablemente por simetría con otras especialidades
históricas, dada la relevancia que la cronología y la división del tiempo
tienen para la Historia, esta ciencia fue objeto de estudio e interés para los
orientalistas durante el siglo xix y
principios del xx2. Una de las grandes aportaciones del orientalismo a este
campo fue la edición y traducción de la fuente árabe más importante sobre
cronología antigua y medieval, el Kitāb al-āṯār al-bāqiya ‘an
al-qurūn al-jāliya de al-Bīrūnī3.
2El Kitāb
al-āṯār al-bāqiya ‘an al-qurūn al-jāliya es un estudio
comparativo escrito en el año 390-391/1000 sobre los calendarios de
distintas culturas y civilizaciones que reúne tanto información astronómica y
matemática como histórica. Esta fuente de primer orden se conserva en varios
manuscritos. El más antiguo es conocido como «códice Edimburgo» (Edinburgh
codex)4 y fue finalizado
en 707/1307-1308, quizá en Tabriz, Maraga o Mosul5. El manuscrito contiene 179 folios
y 25 ilustraciones. En París se conserva una copia otomana6. Las ilustraciones mantienen una relación precisa con el
texto, enfatizando el interés de los iljaníes por religiones distintas al islam
como el maniqueísmo, el budismo, el judaísmo o el cristianismo7. Cinco de estas ilustraciones representan al Profeta Muḥammad y entre ellas una
del Profeta prohibiendo la intercalación (fig. 1).
3El comienzo del Kitāb
al-āṯār al-bāqiya ‘an al-qurūn al-jāliya de al-Bīrūnī
señala que sólo definiendo convenientemente los elementos constituyentes de
creencias pasadas es posible comprender la base de las instituciones coetáneas8:
وقد سألني أحدُ الأُدباء عن التواريخ التي يستعمِلها
الأُمَمُ والاختلافِ الواقع في الأصول […] وأبتدئُ فأقولُ أنّ أَقْرَبَ الأَسْبابِ
المُؤَدِّية إلى ما سُئِلْتُ عنه هو معرفةُ أَخْبارِ الأمم السالفة وأَنْباء
القُرون الماضية لأنّ أَكْثَرَها أَحْوالٌ عندهم ورُسومٌ باقية من رسومهم
ونَواميسِهم ولا سبيلَ إلى التوسُّل إلى ذلك من جِهَة الاستدلال بالمعقولات والقِياسِ
بما يُشاهَدُ من المحسوسات سِوَى التقليد لأهل الكُتُب والمِلَل أَصْحابِ الآراء
والنِّحَل المستعمِلين لذلك وتَصْيِيرِ ما هم فيه إسًّا يُبّني عليه بعده ثمّ
قِياسِ أَقاويلِهم في إِثّباتِ ذلك بعضِها ببعضٍ بعد تنزيهِ النفس عن العوارض
المُرْدِئَة الأكّثرِ الخَلْق والأسبابِ المُعمِيَة لصاحبها عن الحقّ.
A learned man once
asked me regarding the eras used by different nations, and regarding the
difference of their roots. […]The best and nearest way leading to that,
regarding which I have been asked for information, is the knowledge of the
history and tradition of former nations and generations, because the greatest
part of it consists of matters, which have come down from them, and of remains
of their customs and institutes. And this object cannot be obtained by way of
ratiocination with philosophical notions, or of inductions based upon the
observations of our senses, but solely by adopting the information of those who
have a written tradition, and of the members of the different religions, of the
adherents of the different doctrines and religious sects, by whom the
institutes in question are used, and by making their opinions a basis, on which
afterwards to build up a system besides, we must compare their traditions and
opinions among themselves selves, when we try to establish our system.
4Estamos pues ante una
fuente árabe, a caballo entre el siglo x y
el xi, que integra
información objetiva y comparativa sobre cronología, cómputo y calendarios.
Información adicional sobre cronología puede encontrarse además en otras obras
de al-Bīrūnī como el Kitāb al-tafhīm li-awā’il ṣinā‘at al-tanŷīm («Principios de
astrología»)9 y Kitāb
al-qānūn al-Mas‘ūdī10.
El calendario
5Los árabes parecen haber
utilizado desde antiguo un sistema de cómputo puramente lunar, tal y como afirma
al-Bīrūnī en su Kitāb al-āṯār al-bāqiya. Según al-Bīrūnī, la
transición del calendario lunar a un calendario lunisolar con intercalación
anual tuvo lugar aproximadamente dos siglos antes de la hégira por influencia
del calendario hebreo11. El año lunisolar árabe comenzaba en otoño, como el
hebreo. El cómputo del tiempo en la etapa anterior a la llegada del islam
parece basarse en la constatación de dos grandes estaciones anuales, un invierno
(otoño-invierno) y un verano (primavera-verano). Diversas fuentes indican que
la división del año árabe se hacía en seis estaciones o periodos de lluvias12. Por influencia clásica, el año árabe pasará a tener
cuatro estaciones (primavera, verano, otoño e invierno), ajustándose también al
sistema preislámico de las veintiocho mansiones lunares. Las estaciones tenían
su comienzo con los solsticios y los equinoccios. En la Península Árabe no
existía un sistema homogéneo convencional de medición del tiempo, en
consecuencia el año se ajustaba al sistema de las mansiones lunares o no. Uno
de los métodos del que tenemos noticia es el de los anwā’ en
el que se mezclan cronología y meteorología13. Sin extendernos excesivamente en esta cuestión, procede
apuntar que este primitivo sistema de cómputo calendárico tuvo su origen en un
aprendizaje empírico basado en la observación del cielo por la población árabe
nómada. La experiencia había confirmado que la observación del ocaso acrónico (naw’)
y del orto helíaco (raqīb) de un grupo de estrellas daba inicio
a un periodo o naw’ que guardaba relación con un
determinado fenómeno atmosférico, como la lluvia, el viento, el frío o el calor14. El naw’ era indicio
de lluvia mientras que el raqīb era indicio
de temperatura. En época posterior, el sistema árabe de los anwā’ fue
combinado con el sistema de las mansiones lunares de origen indio. De esta
manera, las veintiocho mansiones lunares tuvieron sus respectivos anwā’.
Al-Bīrūnī menciona que, debido a que los árabes eran un pueblo iletrado, el
sistema en uso era el de las mansiones lunares, una forma rudimentaria de
determinar fenómenos meteorológicos mediante estrellas fácilmente observables.
Los árabes no siguieron el uso más complejo que sí se desarrolló en la India15. Debido a su ignorancia en las ciencias físicas, los
árabes entendían que los cambios de tiempo estaban producidos por el orto o el
ocaso de ciertos grupos de estrellas16.
6El islam trae consigo
una intensa labor de organización social. Entre las normalizaciones
establecidas figura la instauración de un sistema propio, islámico, de cómputo
del tiempo. Así, el año del calendario islámico sería lunar o sinódico, como el
calendario judío. El año lunar tiene una duración menor que la del año trópico.
El año árabe tenía doce meses, algunos años trece, que se establecían con la
luna nueva, de novilunio a novilunio (hilāl). El mes lunar o
sinódico tiene una duración de 29,53 días. Si el mes
dura 29,53 días, el año tiene una duración de 354,36 días.
En compensación, para solventar el problema de ajustar la fracción de día
(0,53 partes de un día) de cada mes, se consideró que algunos meses
duraban 29 días y otros 30 días. De modo que, cuando dos meses
consecutivos sumaban 59 días, el acuerdo fue hacer que el primer mes
del año fuera de 30 días y el mes siguiente de 29 días, y
así hasta el final del año. Si la suma del quinto y del sexto mes era mayor que
medio día se convertía en un día completo y se sumaba al mes ḏu l-ḥiŷŷa. El año resultante era
bisiesto (kabīsa, antes nasī’)
y tenía un total de 355 días. El ciclo de años bisiestos en el calendario
islámico es de once años cada treinta años, y corresponden a los años 2,
5, 7, 10, 13, 16, 18, 21, 24, 26 y 29 del ciclo (fig. 2).
7Ciertos elementos de
cómputo preislámico pervivieron en época islámica como el periodo de
peregrinación (ḥaŷŷ), el cual se asociaba originalmente con el otoño, es
decir, que su fijación estaba relacionada con el cómputo solar. Probablemente
se fijaba con la observación del ocaso acrónico (naw’,
pl. anwā’) de una de las 28 estaciones
o mansiones lunares (manāzil)17. Si bien este elemento perdura, en cambio desaparece la
costumbre de la intercalación (al-nasī’) por
prohibición expresa del profeta Muḥammad.
El año de trece meses resultaba de la intercalación de un mes suplementario al
final del año, después del mes de ḏu-l-ḥiŷŷa, cada tres años
denominándose este uso al-nasī’18. La práctica de añadir un mes o embolismo existía ya en
el calendario hebreo desde el siglo vi a.
de C. y, originalmente, consistía en añadir al año un mes más en tres años de
cada ciclo de ocho. En el siglo v a.
de C. se estableció que se debía agregar el mes en siete años por cada ciclo
de 19. El origen de esta práctica de cómputo se remonta a la astronomía de
los babilonios y al astrónomo griego del siglo v a. de C. Metón. En un año embolismal, bisiesto,
bisextil, «preñado» en hebreo, «retraso» en árabe, se duplica el mes de ādār.
Y precisamente, el mes de ādār, por ser el mes
inmediato anterior a nīsān, el mes de la
primavera, el de la salida de Egipto y en el que cae la Pascua judía. Es decir,
se intercala un nuevo mes de 30 días llamado adar
alef antes del mes de adar del año no embolismal, que pasa a
denominarse en el año embolismal adar bet.
8La intercalación trienal
de un mes fue expresamente prohibida por Muḥammad el
año 10 de la hégira, en la juṭba de la
peregrinación del Adiós que tuvo lugar en el mes de ḏu l-ḥiŷŷa (marzo
de 630 de la era cristiana)19. La prohibición del mes intercalar se menciona en el
Corán20. Esta prohibición fue
una de las decisiones tomadas por Muḥammad en su estrategia de señalar comprensiblemente
diferencias entre la nueva revelación y las religiones judía y cristiana,
dentro del carácter abrahámico de las tres religiones.
El día y sus horas
9Constituye una práctica
conocida y muy antigua el considerar que el día comienza al caer el sol. En la
Biblia queda señalado que el día comienza al caer la tarde, se extiende a lo
largo de la noche, del amanecer, del día y hasta la siguiente puesta de sol. En
el islam, como en el judaísmo y el cristianismo, la determinación de los
intervalos para realizar las oraciones está relacionada con fenómenos
astronómicos observables de la luz solar: el crepúsculo y la culminación.
10Para judíos y musulmanes
la semana comienza con el «Primer día» (yom rishón; yawm
al-aḥad), que corresponde al domingo del calendario cristiano.
Los días de la semana en los calendarios judío e islámico comienzan con la
puesta de sol, mientras que para los cristianos el día se inicia tras la media
noche del día anterior. No obstante, el día litúrgico cristiano, conservado en
el ámbito de los monasterios, comienza por la noche siguiendo las tradiciones
abrahámicas tal y como ocurre en otros aspectos de ritual como el ayuno, por
citar un ejemplo. Las fuentes no conservan evidencias sobre la división del día
en horas durante la etapa preislámica. Es en época ya islámica, y varias
décadas después del fallecimiento del profeta Muḥammad, cuando queda
establecida la división del día en función de los intervalos determinados para
la oración. El siglo ii/viii es un siglo marcadamente arabizante
en las sociedades islámicas. Siendo esto así, resulta significativo que se
citen en las fuentes prácticas árabes preislámicas de cómputo como el anwā’ o
el nasī’ para el año y la intercalación,
pero en ningún caso una forma pre-islámica de dividir el día en horas.
11Las horas de la oración
son un modo de dividir el día en horas determinadas. El término árabe al-ṣalāt («oración, rezo,
plegaria»; pl. ṣalawāt) está relacionado etimológicamente con el vocablo
siríaco ṣeloṭā («inclinarse») y hace referencia a la oración
ritual. El término árabe no se documenta en ningún caso en el corpus de la
poesía preislámica. Se documenta por primera vez en el Corán en el cual aparece
en78 ocasiones21. Los términos ṣalāt («oración
ritual»), du‘ā’ («suplica» o
«petición individual») y ḏikr («invocación del nombre de Dios, recuerdo místico»)
son tres conceptos primordiales que hacen referencia a la oración. La
oración ocupa un lugar central en el Corán y es entendida como la esencia de la
experiencia de Dios en el Profeta Muḥammad.
12La vivencia particular
de la oración en la persona del Profeta tuvo un desarrollo previo a la
evolución de la oración de la comunidad de musulmanes, tal y como se refleja en
muchos pasajes del Corán22. Con anterioridad al cambio de la qibla,
no parece haber habido un rezo en comunidad organizado. Es, al parecer, tras
unos años y en torno al momento de la emigración o hégira cuando la primera
comunidad de musulmanes comienza a practicar la oración ritual. En esos
momentos aún no está definido el número de oraciones, observándose sin embargo
que la oración se instituye como parte esencial del islam y su comunidad,
probablemente como desarrollo de lo establecido en el Corán, donde no hay
mención al número de oraciones que deben realizarse diariamente23. El Corán sí menciona en cambio los momentos del
amanecer y del atardecer como momentos para orar24. Tras el fallecimiento del Profeta Muḥammad las escuelas de
jurisprudencia25 decidieron
recoger, como un deber del musulmán, la realización de la oración en cinco
momentos específicos del día (mīqāt, pl. mawāqit).
Tras ello, el rito de la oración quedó establecido como un acto obligatorio si
bien se documentan también en los tratados jurídicos de furū‘
al-fiqh («aplicaciones del Derecho»), dentro de los apartados
de ‘ibādāt («ritual»), una serie de
excepciones y observaciones referidas a la oración que convendría tener en
cuenta para matizar esta afirmación26.
13La oración (ṣalāt, pl. ṣalawāt), uno de los cinco
pilares del islam, se define como un acto central de la comunidad islámica. El
rezo tiene una dimensión individual y a la vez una dimensión social. En su
dimensión individual, supone la confirmación de la creencia de los principios
fundamentales o pilares de esta religión. En su dimensión social, los
hadices señalan que la oración tiene mayor valor si se realiza en comunidad, y
no en soledad, y en una mezquita u oratorio (masŷid, muṣallà) y no en casa. Se
distinguen varios tipos de oración:
1.
—Las cinco oraciones diarias obligatorias (ẓuhr, ‘aṣr, magrib, ‘išā’, faŷr)
que deben realizarse dentro de los intervalos de tiempo señalados por el
mediodía, la tarde, el atardecer, la noche y el amanecer.
2.
—La oración especial del viernes.
3.
—Las oraciones que se realizan en la fiesta de la ruptura
del ayuno de Ramadán (‘īd al-fiṭr); en la fiesta del
sacrificio (‘īd al-aḍḥà); así como las
oraciones que se realizan en momentos específicos como los eclipses de sol o de
luna (ṣalāt al-kusūf); las que se recitan
como invocación (du‘ā’) en época de sequía como rogativa de
lluvia (ṣalāt al-istisqā’); o la oración de
difuntos (ṣalāt al-ŷanāza).
4.
—Por último, las oraciones no obligatorias, como la
oración de media mañana (ṣalāt al-ḍuḥā).
14En el siglo ii/viii las
cinco oraciones obligatorias se establecieron tomando como referencia la
división del tiempo transcurrido entre dos puestas de sol (šafaq).
Tres de las oraciones islámicas (ẓuhr, ‘aṣr y ḍuḥā) guardan relación con la forma de dividir el tiempo que
existía en la antigua comunidad cristiana de Siria. En los primeros tiempos del
islam las oraciones diurnas estaban reguladas por una forma de dividir el día
en doce horas y la noche en otras doce, resultando que la hora tenía una
duración distinta en función del momento del año y de la latitud. El uso de la
división del tiempo en horas temporales, extendido entre las comunidades
antiguas de Oriente Próximo, fijó un esquema de cómputo diurno que tenía como
base el incremento de la sombra de un objeto proyectada por el sol. Este
esquema determinaba varios momentos del día al final de la tercera, sexta y
novena horas, en una forma de dividir el periodo del día con luz solar en 12 horas
temporales.
15Con el objeto de
diferenciar el ritual islámico del hebreo, las oraciones debían realizarse en
momentos distintos a los momentos astronómicos justos del amanecer, del
mediodía y del atardecer27. Estas marcas astronómicas del avance del tiempo diario
se documentan con gran profusión en los tratados de fiqh y
de uso de instrumentos astronómicos. El cómputo del tiempo fue desde luego tema
de interés para los astrónomos. Fue el origen del desarrollo de instrumentos
destinados, entre otras cosas, a determinar las horas. El cómputo del tiempo,
en fin, tuvo también una aplicación práctica desarrollada en las mezquitas a
cargo de los especialistas en ‘ilm al-mīqāt («ciencia
de la determinación del tiempo»). Los nombres de las oraciones obligatorias son
los siguientes28.
Cuadro 1.
—Las cinco oraciones islámicas obligatorias
Nombre |
Momento
prescrito para realizarla (waqt) |
Ṣalāt al-faŷr |
La oración se hace al amanecer pero debe haber
finalizado cuando |
Ṣalāt al-ẓuhr |
Se realiza desde el momento en que el sol comienza a
declinar hasta |
Ṣalāt al-‘aṣr |
El intervalo para realizarla se inicia desde el último
momento |
Ṣalāt al-magrib |
Debe realizarse entre el atardecer y antes de que
anochezca, |
Ṣalāt al-‘išā’ |
Puede realizarse desde que anochece, pero la oración
debe |
16Las palabras que hacen
referencia a los intervalos indicados para llevar a cabo las cinco oraciones
obligatorias aparecen por vez primera en tratados de fiqh del
siglo ii/viii, no documentándose ni en el Corán
ni en los hadices. Las definiciones estándar de los tiempos para las oraciones
diarias en términos de incrementos de sombra y no en términos de longitudes de
sombra aparecen también en el siglo ii/viii. D. A. King29 explica que las razones por las cuales la primera
comunidad de musulmanes adoptó cinco oraciones son muy claras, tal y como se
desprende de las definiciones de sus tiempos de realización. El
establecimiento de las oraciones ḍuḥā, ẓuhr y ‘aṣr en términos de
incremento de sombra proporciona una forma simple y práctica para regularlas y
establecerlas en los finales de la tercera, sexta y novena horas del día. Las
horas no iguales (estacionales), aquellas que varían a lo largo del año, se
usaban corrientemente en Próximo Oriente en la Antigüedad. La relación entre
éstas y los incrementos de sombra se obtienen mediante una fórmula aproximada
para dividir el día y medir el tiempo. Este cálculo de origen indio era conocido
por los musulmanes del siglo ii/viii. Los momentos para la oración se
corresponden con los tiempos prescritos para las siete oraciones de la antigua
comunidad cristiana de Siria30.
17De manera intuitiva y
apriorística entendemos que debió existir entre los árabes un conocimiento
antiguo de prácticas previas al islam que tienen que ver con el cómputo del
tiempo. Todo parece indicar que se trataba de un conocimiento simple y
primitivo. Con la llegada del islam, el profeta Muḥammad ordenó que se
realizaran distintos ajustes y cambios en las prácticas rituales para hacer una
clara distinción entre el islam y el judaísmo y cristianismo, sin renunciar al
carácter abrahámico de la nueva revelación. En el Corán se refleja, por
ejemplo, la prohibición de la intercalación trienal. Desde el primer siglo del
islam hay fuentes árabes en las que se recogen los detalles del calendario
cristiano y judío. A lo largo de siglos, los textos de fiqh (derecho
islámico), de historia y la literatura científico-técnica árabe sobre
astronomía e instrumentos astronómicos se ocuparán de distintos aspectos de
cronología.
18El uso de ciertos
aspectos rituales monástico-eremíticos está presente en la forma de dividir el
tiempo en el contexto islámico. Hay cierto paralelismo entre las horas
canónicas y los momentos para la oración en el islam. Las horas canónicas, es
decir la división del tiempo que durante la Edad Media empleó la cristiandad,
seguía el ritmo de los rezos de los religiosos de los monasterios. Estas horas
indicaban cada una un oficio divino o, dicho de otro modo, las oraciones que se
decían en el monasterio en una parte concreta del día. Para el islam la
cuestión viene a ser parecida. Mientras que para los árabes de antes del islam
el día no se entendía como una unidad temporal que se subdivide en
24 horas, para los musulmanes el día se dividió en momentos en los cuales
se debía rezar (mawāqit). El rezo del musulmán tiene un
ritual preciso que incluye tanto la preparación previa (ablución, descarte de
impedimento como las manchas de orina, sangre en la ropa…) como su desarrollo
gestual (orientación, flexiones, posición de cuerpo y manos) y oral (oraciones,
frases, exclamaciones). En este sentido, el transcurso del día estaba, para
cristianos y musulmanes, marcado por los momentos de la oración. También
comparten ambas religiones la distinción entre oraciones mayores-preceptivas y
menores-supererogatorias. Maitines, laudes y vísperas eran horas mayores en las
que era preceptivo que toda la comunidad se reuniera en la iglesia.
Prima, tercia, sexta y nona eran
horas menores que no exigían ir a la iglesia, bastaba que los monjes, según la
regla benedictina, pararan sus labores y rezaran allí donde se encontraran.
19El cómputo del tiempo en
el contexto de la religión islámica viene a amalgamar una serie de elementos
preexistentes. La asimilación de conocimientos necesarios independientemente de
su origen religioso era necesaria, tratándose de un problema que ha sido
exactamente el mismo durante siglos, esto es, el cómputo y división del tiempo
a efectos religiosos, astronómicos, legales. Lo que difiere en cada
civilización son las técnicas del pasado que perviven, el lenguaje utilizado
para identificar y resolver el problema, y la articulación de un ritual que se
diferencie de otras creencias. Todo ello, como hemos visto, fue sintetizado con
claridad y objetividad por al-Bīrūnī en su Kitāb al-āṯār al-bāqiya ‘an
al-qurūn al-jāliya en un esfuerzo por reunir comparativamente todos
los elementos de cronología y cómputo conocidos hacia el año 1000. Esta
obra es, pues, fuente imprescindible para documentar tanto elementos
coincidentes como divergentes entre judaísmo, cristianismo e isla.
NOTAS
1 Este trabajo se ha
realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2010-20883- FILO
«Ciencia y enseñanza en las sociedades islámicas medievales: el caso de El
Cairo y Damasco (siglos xiii-xvi)»,
financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España. Véase J. Martínez Gázquez y J. Samsó,
«Una nueva traducción latina del Calendario de Córdoba»; Id., «Astronomía en un tratado de
cómputo»; J. Martínez Gázquez, «La Summa
de Astronomia»; Id.,
«La glosa a los signos del zodíaco»; Id.,
«Astronomía y Astrología»; J. Martínez Gázquez y G. Puigvert y Planagumà, «Los Excerpta de Beda»; J. Gómez Pallarès, Studia Chronologica; J.
A. González Marrero, «La medición de la historia»; F.
del M. Plaza Picón y J. A. González Marrero, «El vocabulario del cómputo»; Id., «Ciencias al servicio del cómputo»;
Id., «Loquela digitorum»;
J. A. González Marrero y F. del M. Plaza Picón, «Problemas de cronología en la Inglaterra de Beda»; F.
del M. Plaza Picón y J. A. González Marrero, «Un tratado científico-técnico».
2 Desde la primera mitad
del siglo xix aparecieron
publicados estudios fundamentales como por ejemplo el manual de cronología
comparada de Ideler (C. L. Ideler, Handbuch
der mathematischen und technischen chronologie), la monografía de
Wüstenfeld sobre conversion de fechas (H. F. Wüstenfeld y
E. Mahler (eds.), Vergleichungs-Tabellen
der Muhammedanischen), el estudio de Burnaby sobre las influencias
y paralelismos entre los calendarios hebreo e islámico (S. B. Burnaby, Elements of the
Jewish and Muhammadan calendars), o la monografía más específica de
Goitein sobre los antecedentes preislámicos, tanto bíblicos como árabes, del
mes de Ramadán (S. D. Goitein,
«Ramadan, the Muslim Month of Fasting»). Véase F. Sezgin, Calendars and
Chronology in the Islamic World.
3 Abū al-Rayḥān Muḥammad b. Aḥmad al-Bīrūnī, nacido
en 362/972-973 y fallecido en Gazni (Afganistán) en 440/1048, es
autor del Kitāb al-āṯār al-bāqiya ‘an
al-qurūn al-jāliya. Véase su biografía en: D. J. Boilot, «L’œuvre d’al-Beruni»; Encyclopédie
de l’Islam (s.v.) y Dictionary
of Scientific Biography (s.v.). Véase la edición
del texto árabe en C. E. Sachau, Chronologie
orientalischer Völker (1878) y la traducción inglesa en Id., The Chronology of
Ancient Nations (1879). En esta obra de al-Bīrūnī podemos
documentar la importancia del nestorianismo, bien conocido en Persia, en
diversos aspectos del cómputo islámico.
4 Edinburgh University
Library, manuscrito 161 de la colección de manuscritos orientales (MS
Or 161).
5 Véase P. P. Soucek, «An Illustrated Manuscript», p.
156 y R. Hillenbrand, «Images
of Muḥammad».
6 BNF, MS oriental (árabe)
n° 1489.
7 R. Hillenbrand, «Images of Muḥammad».
8 C. E. Sachau (ed.), Chronologie
orientalischer Völker, texto árabe p. 4; trad. inglesa Id., The Chronology of
Ancient Nations, pp. 2-3.
9 Al-Bīrūnī, Kitāb
al-tafhīm li-awā’il ṣinā‘at al-tanŷīm, trad. de R. R. Wright. Véase D. J. Boilot, «L’œuvre d’al-Beruni»,
n° 73, pp. 200-201.
10 Al-Bīrūnī, Kitāb
al-qānūn al-Mas‘ūdī. Véase D. J. Boilot,
«L’œuvre d’al-Beruni», n° 104, pp. 210-212.
11 «He [i.e.
Ḥudhaifa] had
taken this system of intercalation from the Jews nearly 200 years
before Islām; the Jews, however, intercalated 9 months
in 24 lunar years. In consequence their months were fixed, and
came always in at their proper times, wandering
in a uniform course through the year without retrograding and without advancing».
C. E. Sachau (ed.), Chronologie
orientalischer Völker, texto árabe p. 12; trad. inglesa Id., The Chronology of
Ancient Nations, p. 14.
12 El nombre árabe de las estaciones es al-šitā’
wa al-ṣayf (el invierno y el
verano). Corán CVI, 2: «Ilà fī-him riḥlat al-šitā’i wa-l-ṣayfi». La azora CVI (Qurayš /
Los qurayšíes) habla del viaje seguro de las caravanas de los qurayšíes durante
el invierno hacia el sur y en verano hacia el norte. Cada una de estas
estaciones se subdividía en tres periodos: al-šitā’ en wasmī,
šatawī y rabī‘; al-ṣayf en ṣayf, ḥamīm y jarīf. Véase
D. M. Varisco, «The Rain Periods».
13 Véase R. Muñoz,
«Los kutub al-anwā’».
14 «Et estimaverunt quod ad noe omnis
stelle nuncia est pluvia, aut ventus, aut
frigus aut calor» («Y pretendieron que el naw’ de
cualquier estrella debe necesariamente ir acompañado de lluvia, frío, viento o
calor»). Véase R. Dozy, Le
calendrier de Cordoue, p. 5 y J. Martínez Gázquez y
J. Samsó, «Una nueva traducción
latina del Calendario de Córdoba», p. 16.
15 C. E. Sachau (ed.), Chronologie
orientalischer Völker, texto árabe pp. 336-337; trad. inglesa
Id., The
Chronology of Ancient Nations, p. 336.
16 C. E. Sachau (ed.), Chronologie
orientalischer Völker, texto árabe p. 338; trad. inglesa Id., The Chronology of
Ancient Nations, p. 337. Por ejemplo, el poema
que dice: «Cuando la Luna se encuentre con las Pléyades, en la tercera noche de
un mes, entonces el invierno toca a su fin» (Id. [ed.], Chronologie
orientalischer Völker, texto árabe p. 337; trad. inglesa Id., The Chronology of
Ancient Nations, p. 336).
17 El uso de este procedimiento en al-Andalus se documenta
en el Calendario de Córdoba del año 961.
También estuvo en uso en regiones como China, India o Egipto (véase R. Dozy, Le calendrier de
Cordoue).
18 El término al-nasī’ significa
tanto la acción de intercalar, la intercalación, como el que está legitimado
para decidir la intercalación. Véase la relación señalada por al-Bīrūnī
entre el significado «falta, retraso, de la menstruación por embarazo»
para al-nasī’ y el término hebreo ‘ibbūr (año
intercalar) en A.Moberg, «Nasī’»,
y la revisión crítica sobre la distinción entre meses permitidos y prohibidos
que hacían los árabes del Ḥiŷāz y su implicación con la intercalación en B. Van Dalen,
«Ta’rīkh»,
especialmente p. 260b.
19 Véase W. Muir, The Life of
Mahomet, pp. 473-474.
20 Corán, IX, 36-37, Al-tawba («El
arrepentimiento»).
21 G. Böwering, «Prayer», p. 217.
22 Ibid.,
pp. 216-219.
23 Corán, IV, 103, Al-Nisā’ («Las
Mujeres»): «Cuando hayáis terminado la azalá, recordad a Dios de pie, sentados
o echados. Y, cuando os sintáis tranquilos, haced la azalá. La azalá se ha
prescrito a los creyentes en tiempos determinados [kitāban mawqūtan]»
(todas las citas de las azoras proceden de la edición bilingüe de El
Corán, ed. y trad. de J. Cortés).
24 Corán, VII, 204-206, Al-A‘rāf («Los
Lugares Elevados»): «Y, cuando se recite el Corán, ¡escuchadlo en silencio!
Quizás, así, se os tenga piedad.] 205 [Invoca a tu Señor en tu interior,
humilde y temerosamente, a media voz, mañana y tarde (bi-l-gudūwi wa
l-aṣāli), y no seas de los
despreocupados.] 206 [Los que están junto a tu Señor no tienen a menos servirle.
Le glorifican y se prosternan ante Él». Corán, XXIV, 58, Al-Nūr («La
Luz»), menciona dos oraciones, la del amanecer (al-faŷr)
y la de la noche (al-‘išā’). «¡Creyentes! Los esclavos y los
impúberes, en tres ocasiones, deben pediros permiso: antes de levantaros (min
qabli ṣalawāti l-faŷari/al-faŷri), cuando os quitáis la
ropa al mediodía y después de acostaros (wa min ba‘di ṣalawāti l-‘išā’i). Son para vosotros
tres momentos íntimos. Fuera de ellos, no hacéis mal, ni ellos tampoco, si vais
de unos a otros, de acá para allá. Así os aclara Dios».
25 La primera de ellas la escuela mālikí. Véase el capítulo
sobre la oración en Mālik Ibn Anas, Al-Muwaṭṭa’, pp. 13-22.
26 Véase M. Aguiar Aguilar, «El apartado referente a
la qibla» e Id.,
«El cómputo del tiempo».
27 Así lo recogen Bujārī y Muslim, véase A. J. Wensinck, A
Handbook of Early Muhammadan Tradition, pp. 191, col. b
y 192, col. a.
28 En relación con la determinación de las horas de la
oración, la primera fuente árabe en la que tenemos que reparar es el Kitāb
fī ifrād al-maqāl fī amr al-ẓilāl de al-Bīrūnī.
Véase, especialmente, ibid., texto árabe pp.
35-37; trad. inglesa E. S. Kennedy, The
Exhaustive Treatise on Shadows, vol. 1, pp.
75-76 y 226-230, y vol. 2, pp. 28-29 y 142-143.
29 D. A. King, «A Survey of Medieval Islamic
Shadow Schemes».
30 Ibid.
https://books.openedition.org/cvz/19612
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