sábado, 16 de diciembre de 2023

 

De habitu et lingua relegandis

Los ritos de los Moriscos según Pedro Guerra de Lorca


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Pedro Guerra de Lorca*, canónigo de la catedral1 y chanciller2 de la Universidad de Granada, publicó en 1586 una obra de controversia contra la religión musulmana, encaminada a la formación de los eclesiásticos para la predicación e instrucción cristiana3 de los moriscos, dedicada a Felipe II. En esta obra Pedro Guerra de Lorca recopiló y analizó el comportamiento que, a su parecer, presentaban los cristianos nuevos de moro y cuya pertinacia en las costumbres antiguas dificultaba su asimilación como miembros de la iglesia cristiana. La obra, titulada Cathecheses mystagogicae pro aduenis ex secta Mahometana4, se estructura en dieciséis lecciones o catequesis en las que el autor recorre todos los elementos polémicos de la religión musulmana, en particular sus ritos entre los que incluye el traje y la lengua, como manifestaciones externas de una secta que había de ser extirpada del territorio hispano.

2En la dedicatoria a Felipe II se evidencia el pensamiento de Pedro Guerra de Lorca sobre el problema morisco, que, según él, se sustenta sobre los dos pilares fundamentales que habían venido siendo objeto de conflicto con los musulmanes peninsulares desde la Edad Media, a saber, la recuperación del territorio hispano y la expulsión del mismo de la secta de Muammad. Con tales premisas, la obra se estructura, además, sobre un capítulo previo en el que se refutan los hechos y la vida de Muammad, desde los mismos presupuestos que había usado Eulogio de Córdoba, siglos atrás, mediante la redacción de la denigratoria vida del Profeta del islam, que el santo cordobés había hallado en el Monasterio de Leyre5. Pedro Guerra de Lorca retoma esa vida, que le sirve para dar inicio a su análisis de los errores de Muammad y de su religión, errores que cuantifica en cincuenta y dos y que ordena alfabéticamente, a fin de que el lector los encuentre y los comprenda más fácilmente. Con todo, afirma que, aunque señala los más graves, «los restantes, a mi parecer, no pueden ser numerados6».

3Sigue a esta enumeración un comentario general a esos errores, donde retoma el hilo argumental sobre la premisa de partida, es decir, Muammad fue un hereje porque muchas cosas aprendió y heredó de los cristianos, pero puesto que con su ingenio y su deseo libidinoso los aligerase, acabó por coincidir con casi todos los herejes7.

4Asimismo, señala de qué manera el diablo había vomitado todo su veneno en uno solo, en «Mahoma», por lo que acumuló en sí mismo las peores cualidades que él mismo dejó de manifiesto en su actuación y oficio, ya que, en efecto, fue el más vil mercader, príncipe de los ladrones, enviado de Satanás, precursor del anticristo, complemento de toda la falsedad de los herejes8.

5Pedro Guerra de Lorca, a continuación, repasa las herejías más célebres para concluir que Muammad compartió todos sus errores, además de presentar muchos otros propios que se dispone a analizar en su obra.

6Las dieciséis catequesis —o lecciones— sobre las que se construye la obra contienen un análisis según los cánones de la literatura polémica anti musulmana y se hallan en consonancia con la premisa mayor que el autor establece al inicio, a saber, si Muammad había sido un ministro del diablo, sus enseñanzas, en consecuencia, son erróneas y malas, por lo que sus ritos han de ser abolidos. Por este motivo, los cristianos nuevos de moro han de ser guiados por los eclesiásticos, quienes los apartarán de su error y los reconducirán al redil de Cristo. Así, siguiendo el ejemplo de los obispos de Granada y de Valencia, que habían venido trabajando para conseguir tal fin, Pedro Guerra de Lorca dispone su tratado para la salud de los catecúmenos, aunque afirma, sin embargo, que donde no se preste atención no se sermonee9.

7Así, se van desgranando los ritos de los musulmanes, entendidos como manifestaciones de la peor herejía, acompañados de la lectura de las cartas de San Pablo, de manera especial, y de otros apologistas cristianos10 que sirven para apoyar las argumentaciones encaminadas a la refutación de tales rituales y a la exhortación para su proscripción. El orden de las dieciséis catequesis obedece a una prelación establecida en consonancia con la argumentación; así, la primera muestra que la tarea primera de todos los párrocos es conducir al cristianismo a los musulmanes y que éstos abjuren de la secta de Muammad (De secta Mahomedi abiuranda), porque si no se hiciera de tal manera y los moriscos continúan alimentando su antigua creencia en su corazón, regresarán a ella, como ya se ha demostrado por los hechos acaecidos en 1568, en la que se rebelaron los moriscos granadinos:

Así como los Gálatas después que hubieron oído el Evangelio de Cristo y lo hubieron retenido en su corazón, volviendo a los antiguos preceptos de su anticuada ley y a sus oscuras escrituras, se aferraron a la ley mosaica, así, muchos de éstos (excepto aquellos que permanecieron en la fe con firmeza), postergada su fe en Cristo, como perros a su vómito, es decir, regresando a la ley mahometana, y a sus ídolos, osaron conspirar contra la divina y humana majestad11.

8Partiendo, pues, de esta primera lección, en las siguientes, Pedro Guerra de Lorca plasma un detenido análisis sobre lo que debe ser evitado y abolido: la lengua y los ropajes (Secunda Cathequesis. De habitu et lingua relegandis); la invocación a los demonios (Tertia Cathequesis. De inuocatione doemonum); la circuncisión (Quarta Cathequesis. De ritu circuncisionis abolendo); la fornicación (Quinta Cathequesis. De fornicatione fugienda); los alimentos (Septima Cathequesis. De superstitione in cibis euitanda); y otros ritos (Sexta Cathequesis. De aliis Mahomaetanae sectae ritibus profligandis). A partir de esta octava lección, la obra se reorienta hacia la formulación de medidas y consejos para las autoridades eclesiásticas y civiles, en las que se argumenta sobre la penalización de los musulmanes, cómo ha de evitarse la convivencia con ellos, cómo ha de enfocarse su instrucción cristiana, cómo ha de educarse a los niños, cómo a los campesinos ignorantes y cómo velar por la corrección de las ceremonias funerarias. La catequesis decimotercera (De legibus conditis et condendis) y la décimo cuarta (De hereticis puniendis) se orientan a tratar las medidas punitivas que deben arbitrarse para evitar el incumplimiento de la doctrina cristiana. La décimo quinta y la décimo sexta son recopilaciones de temas que el autor ha venido tratando en las lecciones anteriores y que se concretan como Régimen espiritual y Régimen temporal (Regimen spirituali y Regimen temporale) para beneficio de los prosélitos, siempre a partir de la lectura de las epístolas de San Pablo.

9Para nuestro presente análisis, nos centraremos en el comentario de la catequesis segunda, que trata sobre la proscripción de ropajes y lengua (De habitu et lingua relegandis)12, tal vez el tema que suscitó más normativas desde que se habían postergado las «paces» de Santa Fe, primero mediante métodos persuasivos, al modo de Hernando de Talavera, quien había advertido en sus predicaciones sobre la necesidad de olvidar la secta de Muammad y sus ritos:

Mas, para que vuestra conversación sea sin escándalo a los cristianos y no piensen que aún tenéis a Mahoma en el corazón, es menester que vos conforméis en todo y por la buena y honesta conversación de los güenos y honestos cristianos y cristianas, en vestir y calzar y afeitar y comer, y en mesas y viandas guisadas, como comúnmente las guisan, y en vuestro andar y en vuestro dar y tomar, y mucho y más en vuestro hablar, olvidando cuanto pudiérades la lengua arábiga, y haciéndola olvidar, y que nunca se hable en vuestras casas13.

10El intento, por tanto, de aculturación venía de lejos, pero las pragmáticas y los ordenamientos no tuvieron realmente efecto hasta los concilios de Guadix y de Granada14 en los que se aplicó la normativa tridentina sobre la unidad de la fe católica. Así las cosas, las prohibiciones sobre la lengua y sobre el llamado «hábito de moro» quedaron plenamente integradas en las normativas sobre moriscos.

11Pedro Guerra de Lorca toma, como lema de su segunda catequesis, la carta de Pablo a los Efesios 4, 20-24:

Vosotros, sin embargo, no así habéis aprendido de Cristo, si es que lo habéis oído, y habéis sido instruidos en él mismo y en su verdad, despojaos del hombre viejo, por lo que se refiere a vuestra antigua costumbre, porque está corrompido por los deseos engañosos. Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del nuevo hombre que a semejanza de Dios ha sido creado en la justicia y en la santidad de la verdad15.

12Se da inicio, a continuación a la catequesis, recordando a Cristo como legislador, cuyos preceptos transmitieron sus apóstoles, aunque no se han hecho evidentes a todos, entre otros a los seguidores de Muammad, quien, aunque oyó estas doctrinas de los cristianos, sin embargo, las interpretó de manera torcida. Pero, puesto que Muammad está en el fuego del infierno, es preciso catequizar a todos aquellos que viven en el error de su secta, a pesar de que hayan llegado a tener conocimiento de la doctrina cristiana; por este motivo es obligación del catequista liberarlos de su ceguera y miseria16. Glosa, además, Pedro Guerra de Lorca su cita inicial sobre esta catequesis, recordando que la llegada de Cristo, en la sexta edad, revistió al nuevo hombre; tema sobre el que reflexiona y abunda a partir de otras lecturas de epístolas paulinas, como Romanos (12) y Efesios (4), para finalizar con una pertinente cita extraída de Colosenses (3, 9-10):

Arrancad el viejo hombre con sus acciones, revistiéndoos del nuevo, que se renueva en el conocimiento de Dios, que lo creó según su semejanza17.

13Continúa el autor, plasmando su reflexión, a la que añade elementos de análisis con otras citas paulinas (extractadas en particular de Corintios 4), que sirven para la construcción de su discurso y sermón sobre el nuevo hombre que es el cristiano, ejemplo para los moriscos, por lo que anota en castellano este refrán:

Tal debe el hombre ser, como quiere parecer18, a partir del cual contrapone al seguidor de Muammad con el que ha abrazado el cristianismo:

El que pertenece a la secta de Mahoma elige distinguirse en lo externo por sus ropajes, o por su culto, además de por sus creencias. Pero hecho conforme a Cristo, según el hombre interior, a éste en piedad, en modestia, en creencia, en ropaje, distinto al de la creencia contraria, ya, desde el primer momento, debe aspirar a asimilarse a los cristianos en su vestidura, no al impío Mahoma. Éste fue un falso profeta, lleno de la astucia del diablo, propagador de su culto, de sus males artes, y del mismo modo reviste al hombre de su secta, como adorador y ayudante suyo, para que esté apto y dispuesto a su falsa religión, al ejercicio cotidiano de sus ceremonias, de sus baños, de sus oraciones y de su circuncisión, de tal manera que su traje externo responda a su falsa creencia y su creencia lo uniforme mediante sus ropajes19.

14De lo que se concluye la clara refutación de los ritos islámicos como manifestaciones de una falsa religión, predicada por un falso profeta, revestido de la astucia del diablo, que contamina y envilece sus ritos y que obliga a sus adeptos a uniformarse en lo interior y en lo exterior mediante señales rituales para su reconocimiento. Frente a esta opinión, argumenta Pedro Guerra de Lorca sobre una cita de Cirilo de Alejandría:

Nuestra vestidura es por necesidad, no por superstición20, de lo que se deriva la confrontación entre ambos tipos de hombres: los musulmanes, que usan los ropajes como señal distintiva, los cristianos, que los usan por pura necesidad.

15Pero la conclusión de Pedro Guerra de Lorca se amplía, incorporando, además, la lengua como manifestación ritual de los musulmanes:

De ahí que aquel, el que se convierte a la falsa religión de los moros, también se entrega al culto profano, o bien se distingue, en público, por su traje o por su habla21.

16Es decir, la señal pública de distinción de los seguidores de la falsa religión es el traje y la forma de hablar, por lo que este párrafo nos sitúa en el núcleo argumentativo de la catequesis, la prueba evidente, por tanto, de la pertenencia a la secta de Muammad son estos signos identitarios, que deben ser abolidos, aunque, dice el autor, se oyen voces discrepantes sobre este tema, que el autor refuta argumentando que no sería preciso hacer violencia contra los que de manera sincera ya se han convertido a Cristo, y que, además, los árabes pueden mantener sus cultos:

Pero antes de que descubramos el secreto de la conocida superstición, que se halla escondida bajo los ropajes y la lengua arábiga, conviene que nosotros refutemos la objeción de algunos que creen que saben algo sobre este tema y opinan que el traje de los gentiles moros y su algarabía no deben ser prohibidos, ya que es la lengua que debe considerarse como nativa de su nación, Arabia, igual que los belgas, o los francos tienen la suya propia. Por lo que a mí respecta, sobre las vestiduras de los sarracenos, o de los agarenos, sobre su lengua y culto, nada digo, por el contrario, no creo que haya que violentarlos para que cambien sus trajes o que olviden su lengua aunque preferiría que, una vez regenerados en Cristo, deberían meditar mejor lo que hacen22.

17Sin embargo, prosigue, los cristianos nuevos deben manifestar su regeneración, en su interior y en su aspecto externo, por lo que deben olvidar las supersticiones propias de una falsa secta, si es que desean su salvación en Cristo. Así, si judíos y moros, una vez recibido el bautismo, mantienen la pertinacia en los signos externos de su antigua condición, debe entenderse que pretenden distinguirse de los verdaderos cristianos mediante su vestidura o su forma de hablar, que abunda en mil supersticiones indecibles, propias de un falso profeta, cual es Muammad, cuya ley no proviene de Dios, como pretendió hacer creer, mediante el arcángel Gabriel, en lengua arábiga, por lo que el falso profeta propagó que en tanto la lengua arábiga era lengua divina no podía ser traducida a otra lengua; a pesar de esto, opina Pedro Guerra de Lorca, los musulmanes son conscientes de que su ley proviene de algún demonio, por eso se niegan a permitir su traducción y defienden este punto incluso con la espada. Y, en efecto, prosigue, una vez que se pudo acceder a los textos de la ley musulmana, quedó en evidencia para los cristianos su falsedad y su inconsistencia teológica, lo que deja en la indefensión argumentativa a una secta que se sustenta sobre el uso de la violencia para conseguir adeptos, no en otros hechos como, por ejemplo, los milagros. De ahí, dice Pedro Guerra de Lorca, se deduce la audacia, la malicia y la astucia serpentina, herramientas mediante las que Muammad sedujo a los hombres incivilizados de Arabia y los mantiene en su error, hasta el presente. Por eso, concluye, las supersticiones, que siguen cultivando y que se mantienen ocultas bajo su traje y su lengua, son tan numerosas.

18A continuación, Pedro Guerra de Lorca hace una digresión etnográfica en el que describe la confección de los trajes de los musulmanes, los tejidos empleados (lana y lino), el modo en que usan los trajes rituales para su culto, o los trajes que visten en público o en privado; destaca la mención al manto que usan como sobretodo, «Alquicerio», según su lengua23, y la función que realiza el «Alphaquin», su sacerdote24, a saber, pronunciar las huecas oraciones en su recinto sagrado25, en cuyo exterior deben dejar, sin custodia, su calzado, confeccionado con madera o cuero. Relata, asimismo, cómo se cubren la cabeza para las ceremonias más solemnes, en las que, además, mueven brazos y piernas, según su rito pagano26, o cómo escriben signos de gran variedad, en alabanza a su dios. Pedro Guerra de Lorca señala que todas estas manifestaciones son comunes a todos los seguidores de la secta de Muammad, e insiste en que deben ser proscritas y prohibidas a aquellos que se convierten al cristianismo, a fin de que no guarden memoria de ellas y se acomoden mejor a la nueva doctrina27, ya que en el momento del bautismo renunciaron a Satanás y a sus obras, por lo tanto, también abjuraron de Muammad y de sus malicias.

19No puede obviar, Pedro Guerra de Lorca, hablar sobre las vestiduras usadas por las mujeres, de las que dice que son de dos tipos, unas para practicar sus rituales, y otros para «practicar de forma más fácil su sexualidad28» ya que su naturaleza es insaciable. A este fin, por tanto, encaminan todos sus cuidados y aderezos, hacen uso frecuente de baños29 y se cubren con numerosas joyas, pero gozan en particular lanzándose al abrazo de los hombres30. La vida de estas mujeres, concluye Pedro Guerra de Lorca, transcurre entre los placeres carnales, la comida especiada y el sueño, de manera que «en estas cosas consumen su vida31». Recoge el autor referencias sobre la arrogancia de las primeras reinas moras en Hispania, que destacaron por el uso de llamativas joyas y de vestidos desvergonzados y obscenos, cuyos adornos eran símbolos demoniacos, como las patenas que llevaban al cuello y en una de cuyas caras estaba cincelada una mano, a modo de símbolo del poder de su dios, en la otra una llave, que había sido enviada desde los cielos, según los musulmanes, y que habría servido para abrir las puertas de Hispania a aquellos africanos; por este motivo, sus mujeres mandaron grabar este símbolo, que también usaron los varones sobre las puertas de las fortalezas y en los vestíbulos, como se ve en La Alhambra, pero también como salvaguarda de su permanencia en Hispania, por eso la ocupación del territorio hispano ha durado casi mil años.

20Pedro Guerra de Lorca, ante la situación sobre la lengua y el hábito de moro, concluye que el problema se ha enquistado, desde la toma de Granada, pues Fernando e Isabel impusieron una pragmática tan suave que tuvo como consecuencia una conversión muy superficial de la población granadina, tal que lobos revestidos de piel de oveja, aunque esto no debe achacarse a la negligencia de los reyes, sino a la impiedad de los pobladores granadinos. En consecuencia, aboga por un endurecimiento de la legislación y por imponer su estricto cumplimiento. En su recorrido, llega el autor a mencionar la revuelta de los moriscos, sobre la que afirma que la participación de la corona fue decisiva para proscribir el hábito de moro y la lengua árabe, a fin de que pereciera la secta de Muammad, y para tal fin se articularon medidas necesarias, como cuando un médico ha de usar la cirugía para cortar los miembros pútridos. Por esto, Pedro Guerra de Lorca opina que la autoridad del rey Felipe, como la de los obispos de Granada y de Valencia, debe imponerse y proscribir definitivamente esos signos externos de una nefanda religión, ya que contaminan y perturban la pura religión cristiana con su obsceno culto. Y esa proscripción debe imponerse mediante el uso de las armas, y que nadie atienda a sus ruegos, hasta que no los hayan reducido a todos a la mansedumbre y se recomponga la paz ciudadana, cosa que no podrá tener lugar en tanto no se elimine el culto a Muammad, en público y en privado, al que se consagran todas sus acciones. Y, en caso de que no cambien su actitud, que perezcan con el mismo Muammad32.

21Recuerda, a continuación, las normativas dadas por el obispo de Valencia, en 1566, sobre judíos y moros, para regresar de nuevo a la rebelión granadina, sobre la que dice que hubo voces que criticaron las medidas adoptadas y que, pensando que evitarían daños mayores, pasaron por alto los matrimonios según el rito musulmán, así como el uso de ropajes y de la lengua árabe, ya que eran de la opinión que poco a poco cambiarían a mejor. Pedro Guerra de Lorca, en cambio se muestra contrario a esta opinión y afirma, a la manera virgiliana:

Temo a los númidas, y a sus descendientes, incluso cuando ofrecen regalos33.

22Opina que en asunto tal la presencia del príncipe y su poder son necesarios para poner freno a la audacia de los moriscos y para evitar más revueltas, porque asegura que la malicia de la serpiente se esconde, latente, bajo sus ropas y su lengua.

23Concluye la catequesis con una admonición retórica a los moriscos, en la que arguye que renueven su espíritu, que abandonen sus inveteradas costumbres y que obedezcan a sus párrocos y acepten su vigilancia y oigan la recta doctrina, y, en especial, que no esperen que ésta se les transmita en árabe, lengua que debe ser proscrita, sino que han de atemperar sus ánimos para aprender el castellano; pues los primeros eclesiásticos granadinos se esforzaron en su catequesis en árabe, sin resultados visibles, y, por otra parte, incluso se había creado la cátedra de árabe en la universidad granatense para poder interpretar esa lengua. Recuerda en particular a Hernando de Talavera34, cuyo celo fue parejo al de Cisneros, aunque no se atrevió a traducir los libros sagrados al árabe, y a Gaspar de Ávalos, en cuyo tiempo se fundó la Universidad de Granada, pero cuyo primer interés por difundir la fe evangélica había mudado, hasta el extremo de quejarse amargamente de tantos esfuerzos inútiles entre los moriscos35. Arguye, a modo de conclusión, que los apóstoles hablaron muchas lenguas, por el milagro que se operó, mediante el Espíritu Santo, y así, dice, ocurrió porque en aquel tiempo era necesario para la conversión de los gentiles, ya que los milagros no ocurren sin necesidad. Manifiesta su deseo de que el Espíritu Santo, en su tiempo presente, enseñe a rezar a los incrédulos y a los moriscos la lengua castellana, que olviden las mentiras diabólicas de su secta y puedan convertirse y que sean sanados por Cristo.

24Pedro Guerra de Lorca finaliza la lección, recordando que, afortunadamente, las amenazas de los árabes han podido ser neutralizadas gracias a la prudencia de los gobernantes y a sus sabias decisiones, que se concretan en el principio de un solo territorio, una sola fe, una sola lengua. Si los moriscos entendieran tal estado de cosas, Pedro Guerra de Lorca manifiesta que él mismo rogará al rey que proteja a todos los que abandonen la secta de Muammad y se acojan a la civilidad cristiana y a su modo de hablar y que revoque las leyes que se habían promulgado a tal efecto36. Sigue, a continuación, rematando su argumentación, recordando la legitimidad del poder real que se forjó en tiempos de los Concilios de Toledo, por lo que Pedro Guerra de Lorca, reescribe la legitimidad del mito gótico, en el que se basan las leyes hispanas37, y tal vez recurre a esta cita porque fue precisamente en el Sexto Concilio de Toledo (638) en el que se intentó consolidar el poder regio, usando la amenaza de anatema contra quien intentase dañar la autoridad del rey, aunque es especialmente significativo que este concilio también sea recordado por haber promulgado una importante serie de medidas antijudías.

25Para concluir, podemos afirmar que el proyecto político de Felipe II es el fundamento y clave de la obra de Pedro Guerra de Lorca, quien plasma una mirada sobre los moriscos y sus ritos desde la mentalidad medieval que elaboró una retórica de controversia en la que Muammad fue percibido como un enemigo, el peor para la cristiandad. Esta retórica toma nuevos vuelos a partir de la toma de Granada, y bajo los supuestos políticos y religiosos que se anclan de forma vigorosa en la pérdida de Hispania y en la nefanda secta de Muammad, se reorganiza un discurso de polémica que se encamina a la justificación de medidas represivas que forman parte del fundamento del nuevo estado de la contrarreforma, propiciada por el rey justo, el rey del nuevo orden, al que Pedro Guerra de Lorca dedica su obra con estos términos:

Que por ventura no sólo seáis por apelación Rey Católico, y defensor de la fe, sino que, además, se reconozca en todo el mundo cristiano que realizasteis la hazaña más ilustre con inmortal gloria. Porque el camino que empezasteis rectamente, Católico e invicto Felipe, habéis de proseguir, os lo ruego, vos que a los ciudadanos naturales del reino de Granada, los recientemente sublevados, domeñasteis, que a los soberbios humillasteis, pero que perdonasteis a los que se rindieron; ahora, a aquellos que desde la secta mahometana vienen bajo vuestro poder, como prosélitos a la cristiana religión, y a la común mansedumbre junto con los demás ciudadanos de España, cristianos viejos, atendedlos ahora y favorecedlos con vuestra real humanidad y dignaos protegerlos siempre38.

26Se podría decir, en consecuencia, que la obra de Pedro Guerra de Lorca, no sólo está encaminada a ser un manual para formar estrictos y vigilantes catequistas de los moriscos, sino que también presenta rasgos del género de los Regimina principum, por su dedicatoria al rey Felipe II, por las admoniciones que dirige al rey y a los eclesiásticos, a lo largo de la obra, y muy en particular por el recordatorio constante a las leyes que deben o no deben promulgarse y aplicarse al respecto, lo que en cierta medida matizaría la afirmación de Ángel Galán Sánchez cuando afirma39 que apenas se tienen noticias del peso que tuvo la iglesia de Granada en la confección del corpus de medidas legislativas contra los moriscos, ya que mediante la lectura de la obra del de Lorca, se percibe un estado de opinión que se encamina al apoyo, no sólo a las leyes ya promulgadas, sino incluso a promulgar otras más estrictas, en la misma línea de las legislaciones de los Concilios visigóticos y del Ordenamiento de Valladolid de 1412, donde se promulgaron las medidas que provocaron el problema de los judeoconversos a lo largo del siglo xv.

27La obra de Pedro Guerra de Lorca presenta, por otra parte, un discurso de tono polémico anti musulmán, en consonancia con otras obras escritas en latín desde la Edad Media, siguiendo y reescribiendo el modelo del pensamiento de Eulogio de Córdoba, cuya obra acababa de ser editada por Ambrosio de Morales, el historiador oficial del momento. Es de destacar su argumentación que toma como lema referencial de la teología cristiana las cartas de San Pablo, que adecúa y enlaza de forma retórica con su propio lema: la proscripción de los ritos de los moriscos, sobre los que hemos ofrecido unas pinceladas a través de la lectura de la segunda catequesis.

28Según Galán40, frecuentemente en los textos escritos durante el problema morisco, se incide en las señas de identidad morisca, pero, en cambio, rara vez se habla de los procesos de evangelización, y recalca que la iglesia, en tanto iglesia de los vencedores, nunca intentó de manera seria adoctrinar a los criptomusulmanes. En efecto, según lo visto en el texto de Pedro Guerra de Lorca, las autoridades eclesiásticas prefirieron usar métodos encaminados a la aculturización obligada que abocaría en su asimilación41, según los principios tridentinos. Por eso, tal vez, Pedro Guerra de Lorca presenta una lectura sobre las diferencias y los comportamientos de lo que formaría la identidad musulmana. No plantea diferencia entre cultura y religión, ya que según su argumentación, forman un todo, y la obra abunda en presentar argumentos para justificar esa identificación entre «manifestaciones culturales» y religión, según hemos visto. La obra de Pedro Guerra de Lorca ofrece, en consecuencia, una construcción discursiva que tiende a mostrar la legalidad del poder religioso de la iglesia cristiana, en la que se fundamenta el poder político, como núcleo fundamental de la legitimidad civil, modelo único en el que no se permite discrepancia y se obliga a la uniformidad, tanto en las creencias como en los signos externos.

 

NOTAS

1 R. Marín LópezEl cabildo de la catedral de Granada, p. 153; F.Bermúdez de PedrazaHistoria eclesiastica, p. 124, dice: «El Doctor Pedro Guerra de Lorca, Canónigo desta Santa Iglesia, escribió un libro contra el Alcorán de Mahoma».

2 Cartulario de la Universidad de Salamanca, pp. 475 y 489.

3 La obra, frente a algunas opiniones no es un catecismo en sentido estricto, como ha apuntado certeramente L. ResinesCatecismo del Sacromonte, p. 25, nota 11, quien le da el acertado calificativo de «obra de tipo apologético» encaminada a imponer un orden acorde a la religión cristiana, frente al problema morisco. Pedro Guerra de Lorca, además, es autor de dos obras más, inéditas: La historia de San Çecilio y sus compañeros llamados los Apóstoles de nuestra Hespaña (BNE, Ms 1499, fos 265ro-267ro, entre 1581-1588) y Memorias eclesiásticas de la ciudad de Granada (Archivo de la Abadía del Sacromonte, Códice 48, fos 182ro-269vo), esta última que dedica al obispo Castro y con la que pretende realizar un catálogo de obispos, santos y mártires de Elvira, para sacar la historia de su oscuridad y defenderla de las críticas de los herejes luteranos, obra relacionada con el asunto de las reliquias del Sacromonte y de la Torre Turpiana (véase A. K. HarrisFrom Muslim to Christian Granada, p. 178, nota 50). Asimismo, F. de Varaona y Miranda en Memorial por el Sacro Monte, p. 72, dice: «El Doctor Pedro Guerra de Lorca, Canónigo de la Santa Iglesia de Granada, Catedratico de Teología en la Univesidad Imperial, cuyo es un libro que anda impreso contra la seta de Mahoma. Con glorioso trabajo escriivio unos tratados deste assunto en gran servicio destas Reliquias y en gran credito de sus libros, tanto de mayor satisfacción, quanto fue su noticia del Alcoran y libros Mahometanos, de sus disparados errores, de sus modos de hablar, y de las fórmulas que usavan, y no pudo ignorar la mas fregante y solene: Non Deusnis Deus et Mahoma Apostolus Dei, ni los muchos lugares en que Mahoma llama a Cristo Espíritu de Dios, pues escrivio contra todo lo que contiene esta secta, y aviendo visto los libros, y lo que contenían escrivio en su favor y defensa; luego no halló cosa ni sospecha de Mahometanos». Sobre la polémica de los Plomos, véase P. S. van Koningsveld y G. A. Wiegers, «El Pergamino de la Torre Turpiana», y cuyas conclusiones, en disonancia con las tesis tradicionales, apuntan a un origen «romano», no musulmán del pergamino de la Torre Turpiana.

4 Pedro Guerra de LorcaCathecheses mystagogicae. La obra de Pedro Guerra de Lorca gozó de notable difusión desde su publicación según demuestra su inclusión en catálogos diversos, como en N. AntonioBibliotheca Hispana Nova, t. II, p. 199: «Petrus Guerra de LorcaGranataelocum natalem fortitusoriundus tamen ueteris Castellae Santillanensi valletheologus Grantensisque ecclesiae canonicuscum sacra profanque doctrina per quam esset imbutus adhibita insuper Latini sermones eloquentiautilitatem in tradenda rationequa Arabo-Hispanorum saluti consulereturoperam in eo libro […], quem inscriptione tali foras emisit: Cathecheses mystagogicae pro aduenis ex secta Mahometanaad Parochos et Potestates. Matriti, 1586, in 4». Véase la reciente publicación de A. S. Wilkinson (ed.), Iberian Books. También, G. H. van SendenGestchichte der Apologetik, t. II, p. 150, y J. SeldeniOpera omnia, pp. 513, 551, 223 y 1347. La obra de Pedro Guerra de Lorca fue una obra de referencia para Longás, para articular la percepción de lo morisco (P. Longás BartibásVida religiosa de los moriscos), cuya senda siguió Julio Caro Baroja, aunque dice que él consultó directamente la obra (véase J. Caro BarojaLos moriscos del reino de Granada); con todo, ninguno de estos dos autores contemplan la obra encuadrada dentro de la literatura apologética. Por el contrario, véase P. DressendörferIslam unter der Inquisition. Tenemos noticia de un comentario y una traducción al inglés, que no hemos podido consultar, cuya referencia es J. D. BusicSaving the Lost Sheep.

5 Vita Mahomedi falsi propheta ac demonis ministri: collecta per D [iuiEulogii in uariis incolis suorum operumquae in margine apponuntur (Ex apologetico martyrum post initium, vol. 80, lib. I, Memoriale Sanctorum, fo 17, in margine), fo 3vo. Véase M. C. Díaz y Díaz, «Los textos antimahometanos». Asimismo, las obras de Eulogio de Córdoba están editadas por J.Gil Fernández en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, t. I, pp. 363-503. La primera edición de la obra, con todo, es casi contemporánea a Pedro Guerra de Lorca, y la de A. de MoralesDiui Eulogii cordubensi Martyris, es el texto que le sirve de referencia a Pedro Guerra de Lorca, según él mismo dice: «Haec de uita Mahomedi collecta appofuisse sufficiant. Reliqua in Di [uoEulogio perlegenda omittentur» es decir, indica que ha realizado un extracto de la obra de Eulogio e incluso, al final de su extracto, menciona que lo ha hecho a partir de la edición de A. de Morales (Pedro Guerra de LorcaCathecheses mystagogicae, fo 6ro).

6 «Reliqui autem a meo iudicio numerari nequeunt» (ibid., fo10ro).

7 «Multa a Christianis didicithereditquesed ut ingenio suoet ueneri indulgeretcum omnibus fere haereticis concidit» (ibid., fo10vo).

8 «Mercator fuit uilissimusprinceps latronumnuntius Sathanaepraecursor Antchristicomplementum totius falsitatiset haeresum» (ibid., fo 10vo).

9 «Non effundas sermonem» (ibid., fo 2vo).

10 La obra requiere un estudio detenido de fuentes, baste en esta ocasión con señalar que sus referentes más cercanos son, además de las citas bíblicas, el uso de los padres de la Iglesia, en particular San Agustín o San Gregorio, pero los más cercanos en el tiempo son, de manera recurrente, Caietanus, es decir, Thomas de Vio Cardinalis Caietanus (1469-1534), y Arnaldus, es decir, Arnaldus Albertinus Maioricensis, Episcopus Pactensis (Patti, Sicilia, 1480-1545), inquisidor apostólico en Valencia, fue autor de Repetitio noua siue comentario rubricae. De haereticis libri VI y De agnoscendis assertioniobus catholicis et haereticis tractatus, que gozó de varias ediciones posteriores y que es la autoridad contemporánea a Pedro Guerra de Lorca más citada, aunque también encontramos referencias a Juan de Torquemada y a Luis Vives, entre los apologistas antimusulmanes más reconocidos.

11 «Sicut enim Galatae postquam Christi Euangelium et audierantet cordibus suis retinuerantad antiquatae legis praeceptaet muta elementa redeuntessuo Mosi adhaeseruntsic plerisque ex istis (salua loquor reuerentia in fide firmiter stantium) psthabita Christi fidequasi canes ad uomitumid estcommentum Mahometanumet ad sua idola conuersicontra diuinam et humanam maiestatem conspirare ausi sunt» (Pedro Guerra de LorcaCathecheses Mystagogycae, fo 13vo).

12 La catequesis segunda se encuentra en ibid., fos 23ro-33vo.

13 Hernando de Talavera, Instrucción del Arzobispo de Granada en respuesta a cierta petición que hicieron los vecinos del Albaicín sobre lo que debían hacer y las prácticas cristianas que debían observar (ca. 1500), en T. de AzconaIsabel la Católica, p. 763.

14 Véase la bibliografía fundamental al respecto en A. Gallego Burín y A. Gamir SandovalLos moriscos del Reino de Granada. Para los cánones del concilio de Granada, véase Colección de Cánones, t. V, p. 361, «Concilio Provincial de Granada de 1565», que están en consonancia con los cánones del «Concilio Provincial de Valencia de 1565» (ibid., p. 308).

15 «Vos autem non ita didicisti Christumsi tamen illum audistiset in ipso edocti estissicut est ueritas in Iesudeponite uos secundum pristinam conuersationem ueterem hominemqui corrumpitur secundum desideria erroris. Renouamini autem spiritu mentis uestraeet induite nouum hominemqui secundum Deum creatus est in iustitiaet sanctitate ueritatis» (Pedro Guerra de LorcaCathecheses mystagogicae, fo 23ro).

16 Ibid.

17 «Expoliantes uos ueterem hominem cum actibus suiset induentes nouum eumqui renouatur in agnitionem Deisecundum imaginem eiusqui creauit illum» (ibid., fo 23vo).

18 Ibid., fo 25vo.

19 «Mahomedi sectator in exteriori habituuel cultua proinde interiore religione discerni eligatsed Christo Iesu secundum interiorem hominem factus conformiseidem in pietatemodestiareligionehabituquereligionis contrariae distinctiuoiam olim a Christianis in usu habitusassimilari contendatnon autem impio Mahomedo. Hic enim falsus prophetadiabolica astutia praeditusquasi sartoris officio male usushominem suae sectae culturem sibique officiosumsic exterius induitut eum prorsus suae falsae religioniac cotidiano exercitio caeremoniarumlotionumorationumoblationemqueaptumac dispositum reddiditita ut exterior habitus suae ementitae religioniset religio habitui uniformiter responderet» (ibid.).

20 «Amictus noster ad necessitatemnon ad superstionem» (ibid.).

21 «Vnde illequi falsa Maurorum religione ducituret propano cultui mancipaturuel habituuel loquela palam dignoscitur» (ibid.).

22 «Sed antequam notae superstitionissub habituet lingua Arabica latentissecretum propalemusoportebit nos eorum obiectionem diluere que se scire aliquid in hac parte arbitrantesgentilium Maurorum habitumet AlgarabiamArabiae natiuam linguam quasi nationi isti concessamperinde ac Belgaeuel Franco suamnon fore relegandam censent. Quibus facile respondetur: Nos de Sarracenorumuel Agarenorum habitulinguacultuue nihil in praesenti dicerenam licet uelim in Christo iam regeneratos melius sibi consulerequam consuluntat ego illis uim non ínfero ad habitum commutandumneque ad lingua deferendam» (ibid., fos 24vo-25ro).

23 «Alquiceriout uoce sua utar» (ibid., fo 26ro).

24 «Suo sacerdoteuel Alphaquino» (ibid.).

25 «Fanum» (ibid., fo 26ro). Nótese el término fanum como edificio propio de paganos, frente a templum, que pasó al lenguaje cristiano.

26 «More gentilitio» (ibid., fo 26vo).

27 «Tunc etiam ut Christianae religioni ab illis suspectae melius sese accomodent» (ibid.).

28 «Ad suam uenerem facilius exercendam» (ibid., fo 27ro).

29 «Pro leuis culpibustam pro explenda uenere» (ibid.).

30 «In uirorum dulces amplexus ruunt» (ibid.).

31 «His rebus omnem fere uitam consumunt» (ibid.).

32 «Manu armata subito eos circumualletac tandem nunc minisnunc precibus (si id aequum est) ad omnem mansuetudinemet ciuilem cultum componatet quasi a Christo ouili errantes pro sua pietate ad Christianam normamet ecclesia pascua salubria reducant. Quod ni fiat armorum uipotius quam bonorum precibusnihil profecto cum illis Philippus noster proficiet. Nam neque illum latent harum gentium deparauati moresfucata religioinolescens animarum suarum damnatiodum Mahomedo suopublice et secrete omnes actiones suas consecrantnomina dantsub eoque in hac uita mereri eliguntut in futura ad eum perueniant» (ibid., fo 30vo).

33 «Timeo enim Numidasposterosque eorumqueet dona ferentes» (ibid., fo 31ro).

34 Sobre la tarea misional de H. de Talavera y su impulso de la predicación mediante el uso del árabe, véanse en especial los trabajos de I. IanuzziCatequizarreformar y consensuar, e Id., El poder de la palabra.

35 Dice Pedro Guerra de Lorca que, habiendo oído el emperador Carlos sus quejas, Gaspar de Ávalos fue enviado a Galicia, donde pudo encargarse de la instrucción de hombres menos rudos (Pedroguerra de LorcaCathecheses mystagogicae, fo 32ro). Sobre el papel de Gaspar de Ávalos en Granada, véase J. Higueras Maldonado, «Gaspar de Ávalos».

36 «Praesertim si cum commune linguae idiomateuna esset fides mentiumet pietas actionum. Quare Philippum Catholicumet inuictumdum uixerituel millies adiboet orabout suae ditionis proselytos cunctos ex secta Mahometana ad ciuliorem et meliorem cultum et loquendi modum nobiscum commune istantius editis a se legibusin praxique habitisreuocare dignetur» (Pedro Guerra de LorcaCathecheses mystagogicae, fos 32vo-33ro).

37 «Illa enim praestituel praestandi iuramenti forma regibus Hispaniaprescripta concilio Toledano sextocanone tercio (at nunc renouanda) in hunc finem tendabat» (ibid.).

38 «Vtpote qui non appellatione tantum Rex Catholicusac fidei Christianae defensor dicitursed re quodque ipsa iam dudum Christiano orbiimmortali cum gloria id fecisset illustrius contestatum. Quare ut recta qua coepisti uiaCatholiceinuicteque Philippeut pergasoroet qui regni Granatensis naturales ciuesnuper rebellantes domuistisuperbos debellastisubiectis pepercistihorum superstitesac ceteros quosque tuae ditionis ex secta Mahometana proselytos ad Christianam religionemet communem mansuetudinem cum reliquis Hispanis ciuibusChristicolis ueteranisiam nunc componasac pro tua regia humanitate foueretuerique semper digneris» (Pedro Guerra de LorcaCathecheses mystagogicae, pp. 5-6 [«Proemium»]). Esta traducción, como las del resto de la obra, es nuestra.

39 Á. Galán SánchezUna sociedad en transición, p. 46. Se trata de la obra más actual sobre el tema desde la perspectiva historiográfica, junto a la de A. García PedrazaActitudes ante la muerte, en particular en las pp. 25-105, donde analiza aportaciones clásicas y recientes que, a su juicio, resultaron ser un avance sobre la cuestión o bien una reiteración sobre argumentos ya expuestos.

40 Á. Galán SánchezUna sociedad en transición, p. 47.

41 Ibid., p. 216, dice, frente a otras opiniones del momento: «Mas ponderada era la visión del teólogo granadino Pedro Guerra de Lorca, el cual en una obra publicada en 1586, dividió a los moriscos del reino en el exilio en cuatro clases distintas, según su grado de asimilación de la religión de los vencedores. Aunque solo una de ellas le parecía sinceramente cristiana, ninguna de las demás estaba inevitablemente abocada al islamismo sin remisión». Galán toma la referencia de P. Longás BartibásVida religiosa de los moriscos, pp. lxiv-lxv, que se corresponde al texto de Pedro Guerra de Lorca: «Sunt ergo quattuor ordinibusquasi lectulis insidentesnostri infirmia nobis nunc ab erroribus istius excrebrati hominispurgandiet ad bonam valetudinem (prout nobis Deus dederit) reducendi» (Pedro Guerra de LorcaCathecheses Mystagogycae, fo 20vo), en el que trata a los cuatro grupos, sin embargo, como enfermos que deben ser curados en la sana doctrina cristiana (véase C. Ferrero Hernández y J. Martínez Gázquez, «Sicut canes. La percepción de la minoría morisca»).

NOTAS FINALES

* Este trabajo se ha realizado en el marco de los Proyectos de Investigación DGIGPN-MIECIC, «La percepción del Islam en la Europa cristiana. Traducciones latinas del Corán y literatura de controversia islamo-cristiana» [Ref. FFI2008-06919-C02-02/FILO] y AGAUR, «La percepció de l’islam en la societat cristiana. Les traduccions llatines de l’Alcora i la Literatura Llatina medieval de controvèrsia amb l’Islam i el Judaisme» [Ref. 2009 SGR-00824], investigador principal: José Martínez Gázquez.

https://books.openedition.org/cvz/19782

 

 




 

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