ARTE ÍBERO
Oso de Porcuna
A principios del siglo XX, un arqueólogo
alemán, Adolf Schulten, llega a España atraído por las míticas ruinas de
Numancia. Años de excavaciones, que darán fruto en forma de cuatro volúmenes de
su obra Numancia, y que serán interrumpidas por la I Guerra Mundial. Al
finalizar esta, volverá inmediatamente a España, cambiando el centro de
atención de la ciudad celtíbera a otra aún más mítica, centro de una misteriosa
civilización que aparece incluso en la Biblia: Tartessos.
En los años siguientes, Schulten se embarcará
en una febril búsqueda, decidido a convertirse en el Schliemann de Tartessos,
basándose como éste en antiguas fuentes griegas que describían una milenaria
civilización, cuyo último rey, Argantonio, asombró a los viajeros griegos de
Focia que narraron este mítico encuentro con la riqueza que exhibía. Schulten
intentó localizar la mítica capital tartesia debajo de las marismas de Doñana,
pero su búsqueda fue infructuosa.
A día de hoy, aún no se ha hallado ningún
yacimiento que pueda identificarse con Tartessos. Los historiadores y
arqueólogos dudan incluso que Tartessos fuera una gran ciudad, prefiriendo
considerarla como el nombre del reino o la región. Quedan aún muchas dudas en
el aire, como las fuentes fragmentarias que describen Turta, la capital de la
Turdetana, como heredera de Tartessos, y la enigmática mención que hace el
historiador griego Estrabón de su antigüedad:” [los turdetanos] los más cultos
de los íberos y tienen escritura y escritos históricos en prosa y verso y leyes
en forma métrica que según se dice datan de 6000 años”.
Si esto fuera cierto, la civilización
tartesia-turdetana habría tenido leyes escritas 3000 años antes de la aparición
de la escritura en Mesopotamia y Egipto…
Arte tartésico
INTRODUCCIÓN
La cultura
tartésica se desarrolló en la costa suroeste, en las actuales provincias de
Huelva, Sevilla y Cádiz. Podemos distinguir dos etapas bien diferenciadas: el
periodo geométrico, que coincide con el bronce final, se extiende desde el 1000
a.C. hasta el siglo VIII a.C.; y el periodo orientalizante, cuyo inicio se
sitúa a partir del siglo VIII a.C., fecha en la que se produce la colonización
fenicia. Los fenicios, desde su establecimiento principal en Gadir (Cádiz)
introducirán elementos orientales en la cultura tartésica, dando paso a un
nuevo naturalismo oriental, frente al geometrismo y la sobriedad de la primera
etapa, hasta el punto de que resulta difícil distinguir las obras tartésicas de
las fenicias.
El declive de
Tartessos se produce alrededor del siglo VI a.C., y está íntimamente
relacionado con el debilitamiento del comercio fenicio en las costas andaluzas.
Arquitectura tartésica
Los asentamientos son poblados de pequeñas
cabañas de planta circular, realizadas en barro y con elementos leñosos en los
tejados, careciendo de planificación urbana.
En el siglo VIII aparecen construcciones de
más envergadura, principalmente amurallamientos; es el caso de la muralla de
Carmona (Sevilla), o las de Tejada la Vieja (Escacena del Campo, Huelva),
formadas por dos muros de piedra sin labrar y con relleno de piedras y arena.
En el periodo orientalizante se introducen
ciertas mejoras en los asentamientos tartésicos, tanto en los trazados urbanos
como en la arquitectura doméstica, donde se sustituyen las anteriores cabañas
de plantas redondeadas por otras rectangulares. Este cambio es evidente en el
poblado bajo del Carambolo, en el Cerro Macareno, en la Colina de los Quemados
e incluso en Tejada la Vieja o en Puente de Tablas.
Cerámica
Una de las principales manifestaciones artísticas de este momento es la
cerámica, fabricada a mano y con torno lento de alfarero. Se distinguen dos
tipos diferentes, una oscura con motivos bruñidos y otra con decoración pintada
conocida como la El Carambolo, En ambos casos, la ornamentación es de carácter
estrictamente geométrico, incluyéndose de vez en cuando figuras vegetales o
animales estilizados. A este tipo pertenece un gran recipiente hallado en Lora
del Río (Sevilla), decorado con un friso de animales y con motivos florales
limitados por bandas geométricas.
Artes suntuarias
Es en la orfebrería donde mejor se manifiesta
el nivel alcanzado por Tartessos, reflejado en los textos griegos que describen
su abundancia en metales preciosos. Proliferan los objetos de lujo como las
vasijas y los adornos de bronce, los productos de marfil o las joyas de metales
preciosos, como las encontradas en las excavaciones de tumbas y poblados. Los
hallazgos más destacados son el tesoro de El Carambolo (Sevilla) o el de
Aliseda (Cáceres).
El tesoro de la Aliseda está formado por gran
cantidad de joyas de oro decoradas con filigrana y granulado, colgantes,
collares, pendientes, brazaletes, una diadema y un cinturón.
El tesoro de El Carambolo lo componen
veintiuna piezas de oro, entre ellas, dos pectorales, dos brazaletes y un
collar, probablemente pertenecientes a un personaje de alto rango, un noble,
rey o sacerdote.
En metal también se elaboran y decoran
bocados de caballo u otros elementos relacionados con la ganadería. De gran
interés son el llamado bronce Carriazo y los del cerro del Berrueco.
El bronce Carriazo, hallado en Sevilla representa probablemente
a una divinidad de animales y plantas, con los atributos de dos patos
dispuestos de forma simétrica. La pieza podría corresponder a un bocado de
caballo.
Los bronces hallados en el Cerro del Berrueco
(Salamanca) representan muy esquemáticamente a una diosa de la naturaleza, con
cuatro alas en aspa, flores brotando del cuerpo y un disco solar en el centro.
Estelas funerarias
Otro de los elementos típicos de este periodo son las estelas funerarias,
monumentos de roca dura grabada. Se caracterizan por la rudeza de la talla, el
geometrismo y el esquematismo de sus imágenes.
Se clasifican en tres tipos. Los más
sencillos presentan como motivo central un escudo redondo con corte angular
flanqueado por una lanza y espada. El segundo tipo, una variante del anterior,
añadiendo otros elementos como cascos, arcos, flechas o un carro de guerra. En
el tercer tipo aparece la figura humana ocupando el lugar donde se sitúa el
escudo y junto a esta se representan los mismos elementos anteriores.
El ejemplo más destacado lo tenemos en la
estela de Ategua, Córdoba.
ARTE ÍBERO
INTRODUCCIÓN
El arte constituye un reflejo casi exacto de
la vida de la sociedad en la que se produce. A partir de las manifestaciones
artísticas podemos llegar a descubrir desde la propia estructura de esta
sociedad, los cambios que sufrió dicha sociedad en el momento en que estas
manifestaciones artísticas aparecen, así como su religión y sus ideas estéticas
y humanas.
Uno de los aspectos más estudiados y
atractivos de la cultura ibérica es el arte. De hecho, es prácticamente la
única forma de acercarnos a dicha cultura, pues sus escasos textos escritos aún
no han sido traducidos. Es un arte de una gran complejidad por la influencia
cultural de los pueblos colonizadores orientales que se habían instalado en
ella con anterioridad (fenicia y griega) y por la tradición dejada por los
tartesios.
Hay que resaltar la casi total ausencia de
manifestaciones arquitectónicas, sobre todo si tratamos de considerar la
cultura ibérica como una civilización urbana, cuestión que abordaremos más
adelante.
Por otro lado, podemos destacar que se trata
en su mayor parte de un arte funerario o religioso, teniendo como destinatarios
al grupo dirigente de la sociedad ibérica.
Área de influencia
El área de expansión del arte íbero no es muy
amplia, aunque sí muy diversificada, lo que favoreció una gran variedad
regional propiciada, en buena medida, por las riquezas naturales y los rasgos
culturales de cada zona.
Se distinguen tres zonas fundamentales:
Andalucía, de una gran complejidad por la influencia cultural de los pueblos
colonizadores orientales instalados en ella y por la tradición tartésica.
Destacan las zonas de Jaén y Granada, con los complejos de Porcuna y Baza.
El interior, concretamente en la Mancha
occidental, la zona central y meridional de Cuenca, que conecta con el mundo celtibero,
así como los territorios de la actual provincia de Albacete.
La zona del Levante, en la antigua Edetania,
en donde las manifestaciones ibéricas muestran vinculaciones, no sólo con la
viejas tradiciones de los primeros pobladores del Bronce y del Hierro, sino
también con las corrientes orientales aportadas por los colonizadores griegos,
dando como fruto numerosos ejemplos, siendo el más destacable la Dama de Elche.
Esta corriente levantina se transmite a zonas
aisladas del valle del Ebro donde se mezcla con los substratos célticos y
posteriormente romanos.
ARQUITECTURA IBÉRICA
A día de hoy no se han hallado los dos
elementos característicos de una civilización urbana, en lo que constituye su
aspecto más monumental: el templo y el palacio. Ante la pobreza de los poblados
ibéricos algunos investigadores no hablan de una arquitectura ibérica, sino de
un desarrollo urbanístico incipiente truncado por las conquistas cartaginesa y
romana.
En la construcción los iberos utilizaron el
adobe, la madera, y la piedra, siendo esta la más abundante por tratarse del
material más duradero de los empleados.
Las soluciones arquitectónicas más utilizadas
por los iberos fueron el dintel y el arquitrabe, aunque en alguna ocasión se
usan también falsos arcos y falsas bóvedas realizados por aproximación de
hiladas.
Existen, así mismo, algunos ejemplos de
monumentos pertenecientes a la arquitectura religiosa. Un ejemplo impresionante
sería el santuario del Cerro de los Santos, descubierto en 1830, y cuyas
piedras fueron reutilizadas con profusión en las construcciones modernas de los
alrededores.
URBANISMO
El tamaño de las ciudades ibéricas puede variar mucho, desde 300 hectáreas
hasta apenas una. Las ciudades más grandes se concentran en el sur y sureste de
la Península, mientras que en la costa oriental son más reducidas. La mayoría
de las ciudades se intentaban situar en lugares elevados, aunque también hay
algunas que se encuentran en llano.
Prácticamente todos los poblados ibéricos
estaban rodeados por una muralla, reforzada con torreones.
Los íberos utilizaron varios tipos de
paramentos:
Mampostería: sillares más o menos regulares,
formando dos paramentos, uno exterior de piedras más grandes y el interior de
piedras pequeñas, con un espacio intermedio relleno de tierra y piedras. Al
parecer, muchas de estas murallas eran revestidas con un enlucido de arcilla
pintada en rojo.
Ciclópeos: de grandes piedras irregulares sin
trabajar.
Poligonales: en la que los sillares presentan
entrantes y salientes que los hacen encajar fuertemente entre sí.
De todas formas, de estas murallas sólo se ha
conservado la parte inferior, por lo que no se sabe si se realizaban enteras
con una única técnica o si las combinaban.
Los planos de ciudades y poblados conocidos
son pocos y casi siempre de aldeas pequeñas. Las casas son de reducido tamaño y
con pocas habitaciones, quizá con un androceo y un gineceo. Solían construirse
con muros de adobe sobre un zócalo de piedra y revestidos con arcilla encalada.
Podían tener un umbral de entrada y en su interior se han hallado hogares y
bancos. Los vanos de las puertas podían estar reforzados por postes, que a
veces servían también para sostener la techumbre, de ramas recubierta por una
capa de arcilla. Solían ser casas de un solo piso, pero también se han
encontrado de dos, con una escalera adosada a la fachada de la vivienda.
TEMPLOS
Se han encontrado muy pocos restos de templos íberos; por un lado, han
aparecido recintos cuadrangulares, aparentemente descubiertos y con una losa en
el centro, se han interpretado como santuarios hípetros, similares a los que
aparecen en el mundo oriental. Esta idea se ha visto reforzada por la aparición
en las cercanías de uno de ellos de un quemaperfumes de tipo oriental.
Por otro lado, se han encontrado un cierto
número de edificios con una estructura bastante compleja que se piensa que
podían tener una finalidad religiosa. Estos se datan desde fechas muy
tempranas, como el s. VII a.C., y todos tienen una estructura muy similar:
planta rectangular, vestíbulo que ocupa todo el ancho del edificio, dividido en
tres espacios longitudinales, los laterales más estrechos y cortos, la estancia
central ancha adoptando forma de T, con el fondo partido de nuevo en dos por un
muro perpendicular a la pared trasera situado en el eje longitudinal del
edificio. Este tipo de edificio se puede relacionar con edificios similares del
Próximo Oriente y de la Italia prerromana.
ARQUITECTURA FUNERARIA
A) Tumbas de cámara
Son tumbas excavadas en el subsuelo o
construidas sobre él y cubiertas por un túmulo, características de la zona
meridional. Casi todas eran de planta rectangular, aunque también las había
circulares; las urnas cinerarias se depositaban sobre el suelo, sobre un poyete
no muy alto o en una cavidad abierta en el suelo y cubierta con losas planas.
El más destacado es el Túmulo de Galera (Granada) contaba con un dromos de
acceso cubierto con una falsa bóveda y una cámara de planta cuadrada cubierta
con losas que descansaban sobre un pilar central, todo realizado con sillares y
cubierto por un túmulo de tierra que tenía marcado su perímetro con piedras.
Monumento de Pozo Moro. Chinchilla de Monte
Aragón
B) Monumentos turriformes
El más importante es el Monumento de Pozo Moro, un edificio de planta cuadrada
con forma de torre erigido sobre un podio escalonado, presenta un cuerpo
principal cuadrangular, con sus esquinas inferiores adornada por leones
yacentes y algunos relieves.
Posiblemente pertenecía a un rey o príncipe
ibero con una cronología bastante alta, aproximadamente hacia el 500 a.C.
C) Pilares-Estela
Hay muchísimas por todo el ámbito ibérico, y consisten en un basamento, por lo
general escalonado, sobre el que se alza un pilar con un remate en forma de
capitel, que es la base de una escultura de animal, normalmente un toro. El
mejor ejemplo de este tipo de monumento es El pilar-estela íbero de La
Agualeja, Monforte del Cid.
ESCULTURA IBÉRICA
Características generales de la escultura íbera
Es ésta, sin duda, junto con la cerámica
pintada, la más importante manifestación artística de los iberos, y que refleja
un gran grado de desarrollo no explicable sin el sustrato interno de la riqueza
económica y la espiritualidad de la zona.
La escultura íbera tiene una clara base
orientalizante y un fuerte componente griego, así como ciertos influjos
etruscos o cartagineses.
El material utilizado fue principalmente la
piedra, especialmente areniscas y calizas blandas. Las piedras duras, el bronce
y el barro cocido se reservaron para la realización de figurillas de menor
tamaño. Se cree que también se realizó escultura en madera que lamentablemente
no nos ha llegado.
Por su funcionalidad se distingue entre
escultura de los santuarios, con valor de ofrendas y exvotos, y escultura
funeraria, hallada en las tumbas.
Las esculturas ibéricas en piedra se pueden
clasificar en dos grupos según los temas: figuras humanas y figuras de
animales. Del primer grupo destacan estatuas de damas sedentes aparecidas en
las necrópolis (Dama de Baza). Los leones y demás animales forman parte de
monumentos funerarios. La estatuaria de animales refleja animales reales
(leones y toros en su mayoría) o simbólicos (esfinges, grifos), que son las
famosas bichas; la más famosa de las conocidas es la de Balazote en la
provincia de Albacete. Su tipología es la conocida en los territorios del
Mediterráneo oriental, con un carácter sagrado como protectores del hombre,
tanto de los vivos como de los difuntos.
ETAPA ORIENTALIZANTE DE
LA ESCULTURA IBÉRICA
Esta etapa antigua de la escultura ibérica arranca de la etapa orientalizante
del arte tartésico, con claras influencias del Mediterráneo oriental,
procedente de los fenicios y, en menor medida y más tardíamente, de los griegos
y con influjos etruscos o cartagineses. A esta etapa correspondería la más
arcaica escultura animalística de la Turdetania y los relieves del Monumento de
Pozo Moro.
El León de Nueva Carteya, fechado en el s.VI,
es el mejor conservado de los varios aparecidos en este lugar y estaría
destinado a proteger una tumba. La cabeza y la melena son muy detalladas.
La Esfinge de Agost es uno de los mejores
ejemplos de la influencia del arte griego en el ibérico. Salvo algunas
variaciones se ajusta perfectamente a los modelos griegos de mediados del s.VI.
Seguramente tendría la misma función que en Grecia como psicopompo, de portador
de las almas al más allá.
La Bicha de Balazote, toro androcéfalo que
está tallado sobre un sillar de esquina, de manera similar que los leones de
Pozo Moro, una versión de las figuras fluviales de los griegos. Debió estar
destinado a un monumento funerario como símbolo de la vida que en el más allá,
pues el toro era símbolo de procreación y vida. Se fecha hacia la segunda mitad
del siglo VI.
Los Relieves del Monumento de Pozo Moro, en
forma de frisos tallados en los sillares que conforman este monumento. Las
figuras representan escenas de divinidades, ritos relacionados con el más allá
y figuras monstruosas. Se fechan hacia el 500 a.C. En ellos y en los leones que
hay en las cuatro esquinas del monumento se puede ver una clara influencia
oriental neohitita.
ETAPA “CLASICA” DE LA
ESCULTURA IBÉRICA
Desde mediados del s. VI y, sobre todo, a lo largo del V a. C. ejerce sobre los
íberos una fuerte influencia de la escultura griega sobre la que se superpone
la personalidad de las sociedades ibéricas. Así, por ejemplo, hay una ausencia
de la proporción y armonía característica del arte griego, no por falta de
pericia, sino por una diferencia de mentalidades, para los íberos era más
importante el cuidado de los detalles que el conjunto.
El material más utilizado es la piedra,
apareciendo en diversos ejemplos policromía.
Los ejemplos más importantes conocidos son
los siguientes:
Conjunto de Porcuna (Jaén), con estatuas de
guerreros y grifos alados de tipología jónica, aunque con armas de influencia
celtibérica. Se data hacia mediados del siglo V a. C.
La Dama de Baza,
descubierta en el año 1971. Se fecha hacia los comienzos del s.IV. Esta dama
está realizada en caliza estucada y policromada. Se halló en el interior de una
tumba de la necrópolis de Baza, y en la espalda tenía un hueco rectangular, que
serviría para depositar las cenizas del difunto. Se trataría de a una divinidad
de la muerte, representada según un esquema iconográfico de diosa sedente sobre
un trono alado, muy repetido en el ámbito griego.
Tiene unas características muy similares a la
dama de Elche, el rostro es muy individualizado y personal.
Dama de Elche
La Dama de Elche es
el mejor ejemplo de la etapa “clásica” de la escultura ibérica, realizado en
caliza con restos de policromía. Esta obra maestra del arte ibérico fue hallada
en 1897 en el Yacimiento de Alcudia de Elche, en el solar de la antigua ciudad
ibérica de Helike. Actualmente se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid.
El rostro sereno mira al frente, es un rostro
muy clásico, aunque todavía tiene algunos rasgos orientalizantes, sobre todo en
los ojos almendrados. La dama lleva un lujoso atavío, especialmente llamativo
por las joyas, en concordancia con restos arqueológicos encontrados, y el
complejo tocado. Pese a lo problemático de cualquier interpretación, parece
tratarse de una divinidad, que, al igual que la de Baza sirvió de urna
funeraria. Se fecha en el s.V a.C.
Quizá lo más característico de la misma sean
las dos grandes ruedas a ambos lados de la cara que, en opinión de García y
Bellido, encerraban las trenzas del cabello enrolladas en espiral. A partir del
hallazgo de la Dama de Baza, se piensa que serviría de cista funeraria, pues
poseía un hueco en la espalda similar al de la bastetana. Además de la Dama se
han encontrado en Elche varias piezas más, entre ellas el busto de un guerrero
con pectoral labrado al que le faltan la cabeza y los brazos, un brazo de dama
sedente similar Dama de Baza y un fragmento de estatua de guerrero con una
falcata, lo que ha hecho pensar a los investigadores en la existencia de un
taller de escultura en este entorno.
La Dama oferente del Cerro de los Santos es
de piedra arenisca y se realizó hacia el s. II en Montealegre del Castillo, en
Albacete. Se trata de un exvoto de gran tamaño que representa a una dama
oferente, ataviada según la moda de las damas distinguidas de la sociedad
ibérica, y relacionada estilísticamente con las Damas de Baza y Elche. En sus
manos sujeta un vaso de ofrenda. Es muy hierática y sus formas son muy rígidas.
El Cerro de los Santos es el primer yacimiento
en que se encontraron estatuas en número suficiente para que fueran objetó de
interés. Su cronología debe oscilar entre el siglo IV a. C. y la romanización,
aunque falten estudios detallados de las piezas. Las más señaladas son las
Damas Sentadas, estatuas de unos cuantos centímetros, que repiten el tipo de la
Dama de Baza y posiblemente de Elche , fechables entre el siglo III y II a.C.,
aunque alguna con una tipología casi del todo romana; también se han encontrado
cabezas y bustos, tanto masculinos como femeninos que puede pensarse eran
estatuas y cuya cronología parece más antigua para las femeninas y de época
romana para las masculinas.
La Estatua del Llano de la Consolación. En
este lugar apareció una gran estatua femenina sedente muy destruida, a la que
faltan la cabeza y los hombros. Tiene un manto de excelente factura y debajo de
éste se ven dos túnicas.
La estatua sedente del Cabecico del Tesoro.
En esta necrópolis se encontró la estatua de una dama de un tamaño algo menor
que el natural, muy destruido y en múltiples fragmentos. Los pliegues rectos
del manto que la cubre demuestran gran arcaísmo y su función debió ser similar
a la de la Dama de Baza.
Conjunto del Corral de Saus. En Mogente
(Valencia) han aparecido en un ambiente funerario varias figuras femeninas
tendidas que, unidas a los relieves de Pozo Moro, confirman la asociación de la
gran escultura en piedra con las tumbas.
LOS BRONCES IBÉRICOS
Son pequeñas estatuillas de bronce fabricadas a molde y retocadas después y
macizas. Han aparecido tanto figuras masculinas, a veces armados, como
femeninas, y en diversas posturas: de pie, con los brazos abiertos o en
posición de plegaria, conociéndose también alguna figura de jinete. Servían de
ofrendas o exvotos en santuarios y lugares sagrados.
Sus lugares de aparición son normalmente los
santuarios, y, en cuanto al área geográfica de dispersión de los hallazgos,
ésta es muy grande, prácticamente todo el área ibera, aunque la máxima
concentración se produce en Despeñaperros (Jaén), Castellar de Santisteban
(Jaén) y Santuario de la Luz (Murcia), santuarios todos situados en el área de
Sierra Morena y el Sudeste, zona que coincide con la de la gran escultura en
piedra y con las grandes zonas mineras de la España ibérica.
Los bronces aparecen vinculados a zonas
abundantes de metal y a la técnica de fundición de la cera perdida, importada
por los colonizadores de Oriente, y ligados al desarrollo de una cultura y una
religión y a la aparición de una industria artístico-religiosa. No tenían un
tamaño excesivo, oscilando entre 10 y 20 cm.
Dama orante. Exvoto íbero
La cronología atribuida a estas estatuas de
bronce va desde el siglo VI a. C. a mediados del siglo IV (etapa de influencia
greco-oriental) de mediados del siglo IV a mediados del siglo III denominado
período clásico y la época final o período romanizante.
Según investigadores como García y Bellido,
los fieles acudían a los santuarios donde, de acuerdo con su capacidad
económica, adquirirían distintos tipos de piezas, que posteriormente
depositaban en los lugares sagrados: templos, bosques sagrados, etc.
Con una función unas características muy
similares a la de los bronces se han hallado estatuillas realizadas en tierra
cocida en yacimientos ibéricos, que se concentran en el País Valenciano cuya
escasez de metal con respecto a Sierra Morena y el Sudeste pueda explicar la
utilización de la arcilla para la realización de las mismas figuras con las
mismas funciones. También en este caso se trata de producciones en serie
realizadas con moldes
RELIEVES
Se trata de una manifestación artística
bastante menos abundante que las esculturas exentas, realizado también en
piedra como aquellas, en la que destacan los relieves de Pozo Moro.
En Pozo Moro se halló un friso en
bajorrelieve que ocupaba los cuatro lados del recinto arquitectónico, aunque
sólo un parte ha llegado hasta nosotros. En la esquina sudeste aparece un
personaje con casco redondo y cimera, túnica corta y cinturón. La escena del
lado oeste es la que más completa nos ha llegado y en ella se ven distintos
personajes con cabezas de reptil o serpiente: el de la izquierda con dos
cabezas superpuestas, lenguas largas que caen hacia afuera, sentado en un trono
con respaldo y garras de león que sostiene un cuenco en una mano y un jabalí
sobre una mesa de ofrendas situada delante de él en la otra, siendo servido
aparentemente por otros personajes con lengua bífida. En los restantes lados
aparecen otros personajes grandes y pequeños, animales en actitud amenazante
hacia otros personajes, flores de loto, escenas sexuales, un monstruo de tres
cabezas y un sillar en el que aparece un jabalí con dos cabezas, una a cada
lado, luchando contra un ser mitad humano y mitad serpiente. Según su excavador
este monumento puede fecharse hacia el año 500 a. C. ,y estilísticamente está
relacionado con mundos artísticos bastante alejados, concretamente el norte de
Siria con sus relieves neohitita de influjo arameo y fenicio.
Aparte de los relieves de Pozo Moro, pueden
mencionarse los conjuntos de Osuna: (el relieve de la flautista, del
hombre con capa y el de las dos damas oferentes, así como otro sillar en ángulo
en el que se representa a dos guerreros luchando, así como otro fragmento de un
guerrero a caballo sujetando las riendas, fechables hacia el siglo II a. C.).
OTRAS EXPRESIONES ARTÍSTICAS
Se puede hablar de la orfebrería, en la que destaca el Tesoro de Jávea formado
por piezas de oro y plata de delicada labor de influjo griego.
También se puede mencionar el único mosaico
del arte ibero, descubierto en el oppidum de Ikalesken (actual Iniesta), y uno
de los más antiguos del mediterráneo. Este mosaico tiene la particularidad de
representar la fusión de la cultura ibera representada por el lobo, la griega,
por Pegaso y la fenicia con la representación de la diosa Astarté en el medio
de la composición. El mosaico, del siglo VI a. C. aproximadamente, es muy
arcaico en su realización, pero por su singularidad merece la pena ser considerado
como uno de los emblemas del arte ibérico.
En resumen, son numerosos los ejemplos del
arte de los antiguos pobladores de la Península Ibérica. Merece la pena
acercarse a los distintos museos que los conservan, como el de Jaén, el de
Elche, de Cáceres o el propio Museo Arqueológico Nacional, y dejarse asombrar
por la serenidad de las Damas de Elche y Baza y por el exotismo de los toros,
los leones y las “bichas”, guardianes de un tiempo ya pasado.
Cierva
de Tartesos
Bronce
Carriazo
Dama
de Baeza
Guerrero
con Manto. Exvoto ibérico
Jinete
Ibero
Dama
Sedente ibérica
Jabalí
de Despeñaperros
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